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UN GRAN REPORTAJE

El sueño dorado de todo periodista es hacer


una importante entrevista a algún
personaje famoso. Es una especie de
preciada meta en su carrera. Es lo máximo.

Pues esta es la historia imaginaria de una


entrevista a un importantísimo personaje
que todos quisiéramos poder llevar a cabo
algún afortunado día de nuestra vida.

Y al decir “imaginaria” es importante


enfatizar que muchas veces la Imaginación
es más verídica que la Realidad.

Y ahora pasemos a atestiguar la más


impactante y reveladora entrevista que
pueda ser concebida por mente humana
alguna...

Una Entrevista con Dios


Un tema que a todos nos vendría bien
analizar a fondo. Con mi flamante título de
Periodista recién obtenido pedí realizar una
gran entrevista, y mi deseo fue concedido.
¡Se me permitió una reunión con Dios!
Cómo la conseguí no me lo explico ni me lo
pregunten, pero pienso que cualquiera lo
puede lograr si tan sólo lo desea
fervientemente y se lo propone.

LA LLEGADA
Buenos días... ¿se puede?
Pasa me dijo amigablemente Dios. No es
necesario tocar, aquí siempre está abierto y
yo estoy disponible. Toma asiento.

¿De manera que quieres entrevistarme?


Bueno, le contesté, si tienes tiempo...
Dios, con una mirada tierna y radiante,
sonrió dulcemente y me dijo: Mi tiempo se
llama Eternidad y alcanza para todo.

¿Qué preguntas quieres hacerme?


Un poco turbado empecé: “Muchas gracias.
Pues ninguna pregunta nueva ni difícil para
ti, supongo.” Y dije...

¿Qué es lo que más te sorprende de los


hombres?”
Me miró a los ojos y resueltamente
respondió:

“Mmm... que por pensar ansiosamente en el


futuro descuidan su hora actual, con lo cual
no viven el presente ni el futuro.”

Y continuó:
“Que se aburren de ser niños apurados por
crecer, y luego suspiran por volver a ser
niños.”

Y continuó:
“Que primero pierden la salud para tener
dinero y enseguida pierden el dinero para
recuperar la salud.”

“Que viven como si no fueran a morirse y se


mueren como si no hubieran vivido.”

Después de un rato le dije:


¿Me permites hacerte otra pregunta?
No me respondió con palabras, sólo asintió
con una sonrisa y su tierna mirada.

Y así le dije....
Como buen padre, ¿qué es lo que le
pedirías a tus hijos?
Mi interlocutor emitió un profundo suspiro y
lentamente contestó: “Que aprendan que
no pueden hacer que alguien los ame; lo
que pueden hacer es amar y dejarse amar.”

“Que sepan que deben controlar sus


actitudes... o sus actitudes los controlarán
a ellos.”

“Que se den cuenta que lleva años construir


una confianza y sólo segundos destruirla.”

“Que lo más valioso no es lo que tienen en


su vida, sino a quien tienen en su vida. Y
sobre todo... que tienen vida”

“Que se den cuenta que el perdonar se


aprende practicando.”

“Que rico no es el que más tiene, sino el


que menos necesita.”

“Que acepten que no es bueno compararse


con los demás, pues siempre habrá alguien
mejor o peor que ellos.”

“Que bastan unos pocos segundos para


inferir heridas profundas en las personas
que amamos, pero que pueden tardar
muchos años en ser sanadas.”

“Que la verdadera sabiduría consiste en


pensar siempre en los demás antes que en
nosotros mismos”

“Que a veces cuando están molestos tienen


derecho a estarlo, pero eso no les da
derecho a molestar a los que están a su
alrededor.”

“Que se convenzan que son dueños de lo


que callan y esclavos de lo que dicen.”

“Que aprendan que la verdadera felicidad


no es lograr sus metas, sino aprender a ser
felices con lo que tienen.”

“Que dos personas pueden mirar una misma


cosa y ver algo totalmente diferente.”

“Que sin importar las consecuencias,


aquellos que son honestos consigo mismos
y con los demás, siempre llegan lejos en la
vida y logran un satisfactorio y perdurable
bienestar personal.”

“¡No deben olvidarlo!”


“Que a pesar de que la palabra AMOR tiene
muchos significados distintos, pierde su
valor cuando es usada en exceso.”

“Que reconozcan que amar y querer no son


sinónimos, sino antónimos. El querer lo
exige todo, el amar lo entrega todo.” Se
produjo un breve silencio y luego agregó:

“Y pensar que mis deseos no eran esos...”


Tenía los ojos húmedos y la voz
entrecortada. Dejó de hablar.

Sus manos tomaron las mías y seguimos así


en silencio. Luego suspiró profundamente y
continuó:

“Que aprendan que la distancia más lejana


a que puedan estar de Mi es la distancia de
una simple oración.”

“Yo siempre estaré ahí para escucharlos”


“Y que para orar no es necesario hablar,
basta con levantar con devoción la mirada
al cielo, sonreír... y pensar en mí.”

Bien, ¿tienes algo más que preguntarme?


me increpó Dios.
Señor: ante tu infinita sabiduría no me
queda más que permanecer en silencio y
meditar acerca de tus respuestas, respondí.

Luego, en un corto encuentro espiritual


mano sobre mano, continuamos sentados
en silencio. Le di las gracias al buen Dios y
me levanté.

“Hijo mío: ve y difunde este mensaje y da


a conocer estas verdades a tus lectores.”

Empecé a caminar hacia la puerta, pero en


ese momento me detuvo.

“Te lo prometo Señor, así lo haré” respondí


emocionado y con la voz entrecortada. Y ya
ven, cumplo mi promesa. Ya escucharon lo
que El desea. Ahora procuren cumplir
ustedes.

Continué caminando lentamente en medio


de un mar de reflexiones. ¡Qué gran tipo es
Dios! — me dije — Todo bondad, dulzura,
comprensión, amor, como un buen padre y
pastor. O como dicen mis nietos:

“Qué buena onda”


Nos despedimos finalmente con un abrazo y
me dio un último adiós y su bendición desde
el gran portón.

Fue en ese momento cuando de pronto, en


un espontáneo impulso, le pedí:

Señor, ¿podrías bendecir también a todas


las personas que están en sus hogares
leyendo esta entrevista en este momento?

Ante mi petición el Señor sonrió


dulcemente, levantó su mano y dijo:

Que así sea. Y así terminó la entrevista.


Meditando acerca de este encuentro ahora
me pregunto:

¿Cómo es posible que todavía haya gente


que no se dé cuenta de Su presencia?

El sol empezaba a ocultarse en el horizonte.


Soplaba una fresca brisa proveniente del
mar que me llenó los pulmones de oxígeno
y me ensanchó el pecho de emoción.

Mi mente continuó divagando así por mucho


tiempo en el vacío, y no pude evitar
hacerme esta última pregunta:
¿Vendrá algún día en que lo escuchemos,
comprendamos sus palabras y aprendamos
de El?

Que cada quien reflexione y medite su


respuesta.

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