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Módulo I
Módulo I
(TLED)
Módulo I
Susana Nothstein
Natalia Bengochea
Mónica García
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nos detenemos en el siguiente fragmento del historiador argentino José Luis Romero
(2013),
José Luis Romero (2013). Breve historia de la Argentina. Argentina: FCE. Nueva edición aumentada y actualizada
2013.
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resolvemos exámenes o trabajos prácticos diversos, damos cuenta de la apropiación de
un conocimiento (definimos un concepto, lo ejemplificamos, lo vinculamos con otro) o,
en ocasiones, producimos un determinado conocimiento (aplicamos una perspectiva
teórica o más de una a un caso particular no estudiado, realizamos trabajos de campo o
experimentales y presentamos por escrito no solo los distintos pasos que lo conforman,
sino también los resultados y las conclusiones a las que arribamos).
Lo expuesto hasta aquí nos permite advertir la fuerte vinculación que hay entre las
prácticas de lectura y de escritura, sobre todo en el ámbito académico. Como vemos, una
escritura eficiente requiere también una eficiente lectura. La escritura implica conocer los
rasgos genéricos de los textos que se producen: su estructura, o sea, las partes que los
componen; su estilo o registro, esto es, los modos más adecuados para decir. Asimismo,
es necesario considerar la forma como se construye el destinatario. En tal sentido, la
lectura de textos académicos favorece el acercamiento a las características de la escritura
en el ámbito académico.
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ACTIVIDAD 1
1.1. Observe atentamente los elementos paratextuales del texto que se presenta a
continuación (retome el concepto de paratexto visto en el Taller Inicial de Lectura y
Escritura) e indique:
a. ¿Cuál es el ámbito de circulación del texto leído: periodístico, académico,
jurídico, otro?
b. ¿Cuál es el propósito comunicativo principal: describir una situación, narrar
un hecho puntual, explicar un concepto, posicionarse frente a un tema u otro
no mencionado?
c. ¿A qué género discursivo pertenece el texto (retome el concepto de género
discursivo visto en el Taller Inicial de Lectura y Escritura)?
Representación política
[1] I. SIGNIFICADOS DEL CONCEPTO. El concepto de r. política, tanto en sus
implicaciones teóricas como en sus traducciones prácticas, es sin duda uno de los
elementos clave de la historia política moderna. En su nombre se combate la batalla contra
el absolutismo real y sobre ella se insieren las nuevas formas de gobierno político
constitucional, liberal y democrático, que surgieron del descenso del antiguo régimen. A
su alrededor se abrirá más tarde la disputa relativa al cumplimiento de la democracia,
suscitada por aquellos movimientos que polémicamente contraponen a la democracia
representativa la democracia directa y participativa. Sin embargo, si al menos en las
democracias occidentales la opinión corriente está en general de acuerdo en identificar en
las asambleas parlamentarias periódicamente elegidas la expresión concreta de la r. y en
los parlamentarios los ″representantes″, el contenido exacto de este concepto sigue siendo
bastante más controvertido. De este hecho se puede dar una doble explicación. Antes que
nada es necesario tener presente el itinerario histórico de la r. Frente a los significativos
cambios ocurridos en las otras instituciones políticas (en particular en los ejecutivos) y en
todo el sistema político, ella presenta en cambio, aun junto a innovaciones de importancia
(el fin de la r. por capas, el sufragio universal, la presencia de los partidos de masas),
importantes elementos de continuidad que, en casos como el inglés, se remiten
directamente a la experiencia política medieval. Esto implica necesariamente un cambio
en el tiempo de la ″posición relativa″ de la representación. Si nos detenemos en algunas
funciones y en el aspecto exterior, los representantes de hoy recuerdan mucho a los de
ayer y de anteayer, pero si profundizamos el papel que ellos tienen en el sistema político
emergen profundos cambios.
[2] La segunda explicación es de orden semántico. En todas las lenguas europeas el
verbo ″representar″ y el sustantivo se aplican a un universo bastante vasto y diverso de
experiencias empíricas. Dada la polivalencia de la palabra es comprensible por lo tanto
que tratándose de esa particular que es la r. política se llegue automáticamente a evocar
una multiplicidad de significados. Es oportuno por tanto examinar sucintamente cuáles
son las significaciones recabables de las diversas acepciones de la palabra que se
encuentran tanto en la esfera del derecho como en la de la política (los diplomáticos son
″representantes″, el jefe de estado ″representa″ la unidad nacional, etc.), pero también en
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experiencias bastante más lejanas, como la artística figurativa o la dramática. Sustituir,
actuar en lugar de, en nombre de alguien; cuidar los intereses de alguien; reproducir,
reflejarlas características de alguien o algo; evocar simbólicamente a alguien o algo;
personificar, tales son los principales significados. En la práctica pueden ser divididos en:
a] significados que se refieren a una dimensión de acción –representar es actuar según
determinados cánones de comportamiento en referencia a cuestiones que conciernen a
otra persona; b] significados que remiten en cambio a una dimensión de reproducción de
propiedades y peculiaridades existenciales− representar es poseer ciertas características
que reflejan o evocan las de los sujetos u objetos representados. Esta distinción es
importante ya que saca a la luz las dos polaridades entre las cuales se puede mover la r.
política según las situaciones y su colocación en el sistema político.
[3] Sin embargo estas indicaciones no son de gran utilidad si antes no se identifica el
significado fundamental y esencial de la r. política, su proprium o sea aquello que la
diferencia de las demás experiencias representativas. Más allá de todas las ambigüedades,
este significado emerge con la mayor claridad de una lectura histórica de las vicisitudes
del fenómeno. De ello se observa cómo el régimen político representativo se opone por
un lado a los regímenes absolutistas y autocráticos, es decir desvinculados del control
político de los súbditos, y por el otro a la democracia directa, es decir el régimen en el
cual en teoría debería desaparecer la distinción entre gobernantes y gobernados. El sentido
de la r. política está por lo tanto en la posibilidad de controlar el poder político atribuido
a quien no puede ejercer el poder en persona. Así puede satisfacerse la exigencia de fondo
que desde los primeros e inciertos orígenes rigió la institución de la r. exigencia expresada
por el medieval ″quod omnes tangit ab omnibus probari debet″. En base a sus finalidades
se podría por tanto definir la r. como un particular ″mecanismo″ político para la
realización de una relación y de control (regular) entre gobernados y gobernantes. Se debe
partir de este núcleo para aclarar los diversos aspectos del fenómeno. ¿En qué relación
están las siguientes expresiones: representantes, función representativa, estructuras de la
r., régimen representativo? ¿Cuándo corresponden a estas expresiones no solamente
inconsistentes apariencias sino fenómenos reales de la vida política?
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[7] El tercer modelo –el de la r. espejo− se centra, a diferencia de los dos primeros,
más sobre el efecto de conjunto que sobre el papel de los representantes individuales.
Concibe al organismo representativo como un microcosmos que reproduce fielmente las
características del cuerpo político, según otra imagen recurrente lo compara con un mapa
geográfico que precisamente representa a escala la realidad (en este caso el territorio) que
debe representar.
[8] Sin embargo todos estos modelos, considerados en su forma ″pura″, plantean
algunos grandes problemas. Se puede empezar por el tercero, que presenta una
problemática muy particular. Cuáles ″características″ del cuerpo social merecen ser
reflejadas en el organismo representativo es naturalmente la primera pregunta que se
plantea. Además de las más estrictamente políticas o ideológicas, pueden indicarse las
características socioeconómicas, profesionales, religiosas, culturales, étnicas y raciales, y
hoy también las diferencias de sexo; y la enumeración podría continuar. Los sistemas
electorales proporcionales han sido un eficaz instrumento institucional para realizar una
reproducción bastante fiel de las primeras características. En cuanto a las otras el grado
de representatividad cotejable en las instituciones representativas es en general bastante
bajo. Los representantes tienden a ser diferentes de los representados en relación con estas
otras características, salvo cuando una de ellas se convierte en punto focal de conflicto
político y es asumida como bandera por una organización partidaria. En este caso por
tanto nacen los partidos obreros, agrarios, confesionales, étnicos, feministas; pero estas
caracterizaciones bien marcadas al principio, con el tiempo sufren en general un fuerte
debilitamiento. El hecho es que la representatividad sociológica, en relación con ciertos
perfiles no ″políticos″, choca con el proceso de profesionalización de la vida política que
naturalmente toca también a los representantes limitando fuertemente las características
que pueden asumir. Esta concepción de la r. peca además de estaticidad, concentrándose
totalmente en la cuestión de la fidelidad de la ″reproducción″, descuida el problema
dinámico de la capacidad del órgano representativo de efectuar esa síntesis de los
problemas particulares y de las diversas tendencias presentes en el cuerpo político, que
es el presupuesto de su capacidad de gobernar. Parece por tanto más apta para un régimen
político en el que la r. no ocupa una posición de centralidad, aunque tenga una función
más secundaria de legitimación y de corrección del poder.
[9] Los otros dos modelos del representante como delegado o como fiduciario, no son
más que dos caras de una misma moneda. El primero sin embargo puede vincularse en
parte también al modelo de la r., espejo; responde en efecto a una lógica análoga de
minimización de la distinción representantes-representados, pero llevada a otro nivel, o
sea al de la acción sustitutiva de comportamientos, así como también el de la reproducción
imitativa de características existenciales. Este modelo está ligado a un régimen de
limitada y ocasional participación de los representantes en el proceso decisional, de
manera que su aplicación literal choca, en las condiciones políticas actuales, contra
obstáculos casi insuperables. En primer lugar los representantes, siendo también actores
de las decisiones políticas, necesitan un margen de maniobra incompatible con la rigidez
de un sistema de instrucciones vinculantes. Además, la atención de los representados
frente a la masa de los asuntos públicos es en general baja y éstos, por otro lado, por su
complejidad, presentan no indiferentes dificultades de comprensión para el público; por
tanto en gran parte de los casos faltarían al delegado las instrucciones o serían gravemente
inadecuadas. Si éste es el cuadro general, sin embargo, en determinadas situaciones, que
por su naturaleza lo permiten, el modelo de la r. delegación puede hallar una actuación
parcial, y puede nacer en el público la expectativa de que sea aplicado. Esto sucederá en
general para grandes temas políticos respecto de los cuales pueden configurarse
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posiciones alternativas nítidas y bien definidas. Un ejemplo proviene de la tradición
política inglesa en la cual los compromisos asumidos en el momento electoral por los
candidatos y por los partidos sobre ciertos problemas políticos asumen carácter casi
formal y vinculante; en estos casos la sanción electoral positiva corresponde a una
″instrucción″ o ″mandato″. De todas maneras, en su forma pura también éste sigue siendo
un modelo marginal y excepcional.
[10] La alternativa tradicional a esta concepción de la r. está encarnada por el modelo
del ″fiduciario″. Este modelo se presta en modo particular a variaciones con relación al
tipo de ″centro focal″ preestablecido por la acción del representante. El representante, en
su cuidado autónomo de los intereses, ¿debe tener como punto de referencia a su colegio
electoral, una esfera territorial intermedia, o bien la nación entera, intereses particulares
o bien el interés general? En general la elección de este modelo tiene en su base
justamente la exigencia de superar la fragmentación particularista que inevitablemente
surgirá de la r. ″delegada″; por tanto a ella se acompaña casi siempre la indicación de la
nación como centro focal de la r. (véanse los textos constitucionales desde la revolución
francesa en adelante). El mayor problema que plantea este modelo es el de la posible no
correspondencia de las percepciones que respectivamente tienen representantes y
representados del interés de estos últimos. Tal modelo no ofrece en sí una solución
satisfactoria a una situación similar de discordancia que es en cambio precisamente uno
de los problemas cruciales de la vida política. En efecto, si nos basamos únicamente en
el principio fiduciario, sin dar lugar a un elemento de control sobre el comportamiento
del representante, se acaba por atribuir a éste un poder arbitrario que contrasta netamente
con el que se vio era el sentido de la r. En este punto podrá hablarse tal vez de gobierno
iluminado pero ya no de gobierno representativo.
[11] Un examen atento de la realidad de los sistemas políticos representativos permite
darse cuenta de que ninguno de estos tres modelos encuentra una ejecución completa en
su forma pura. En cambio, podría ser bastante exacto en un nivel descriptivo definir al
representante como un ″fiduciario controlado que en alguna de sus características refleja
la de sus electores″. Del modelo del fiduciario se extrae la indicación de la necesidad de
un cierto margen de autonomía para los representantes que les permita una acción de
respiro más amplio de lo que permitía la presencia del mandato imperativo. El modelo
del delegado nos da en cambio el elemento del vínculo, al que en alguna medida debe
estar también sometido el representante: sin tal elemento resultaría desnaturalizada la
misma función de la r. que es justamente la de garantizar un cierto grado de control de
los ciudadanos sobre el poder político. Por lo demás, al utilizar el término control se indica
un tipo de vínculo menos rígido que aquel implicado por la delegación y por el mandato,
y sobre todo ejercible ex post y en términos globales en lugar de ex ante y en la forma de
instrucciones específicas. Pero un modelo realista y ejecutable no puede descuidar
totalmente ni siquiera ciertos elementos de la r. sociológica, puesto que más allá de un
cierto límite podría ser puesto en crisis todo el edificio representativo, golpeado en su
legitimidad y credibilidad. En efecto, la r.-espejo parece responder a exigencias de orden
simbólico y psicológico que, a ciertos niveles y en ciertas situaciones, pueden asumir
notable importancia. Por ejemplo, los grupos poco integrados, marginales de un sistema
político, tendrán necesidad no sólo de representantes que ″realicen su interés″, sino
también de representantes en los cuales, por sus características personales, ellos puedan
identificarse y a través de los cuales puedan por lo tanto sentirse ″presentes″ en la
organización política.
[12] Naturalmente no en todos los sistemas políticos, que también podemos definir
como representativos, las proporciones de estos elementos serán iguales. Sin embargo,
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para cada uno de estos elementos existe, aun cuando no es fácilmente determinable, un
valor mínimo característico por debajo del cual la ejecución de la representación resultaría
amenazada en su eficacia práctica o en su significado político o en su legitimidad
psicológica.
[MAURIZIO COTTA]
1.2. Lea el texto y haga anotaciones marginales que sinteticen el contenido de cada
párrafo.
1.3. Revise las respuestas dadas a las consignas a, b y c –resueltas antes de leer el texto–
y haga las correcciones que crea convenientes luego de su lectura.
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ACTIVIDAD 2
Relea el primer apartado del texto “Significados del concepto” (párrafos [1], [2] y [3]) y
responda las siguientes consignas:
2.2. ¿Por qué es importante para un estudiante de esa disciplina o de otras afines conocer
el valor de este concepto? Fundamenten brevemente.
2.3. Explique el siguiente enunciado del apartado: “el contenido exacto de este concepto
sigue siendo bastante más controvertido. De este hecho se puede dar una doble
explicación”. Para ello, completen previamente el cuadro que sigue:
En el arte y el drama
(dimensión de
reproducción)
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2.5. Observen nuevamente el apartado. Hay varias palabras y frases en bastardilla.
Expliquen su/s función/es en cada caso.
Considere que escribirá para responder a una pregunta de examen en el marco de una
materia universitaria.
Antes de responder, es importante revisar algunos aspectos que deberán tomarse en cuenta
para escribir y planificar el texto. En primer lugar, revise las características de la
definición académica estudiadas en el Taller Inicial de Lectura y Escritura (pp. 162-164).
La respuesta de examen
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presenten los rasgos del concepto, a través de una descripción, de indicar función o
funciones, de combinar los aspectos anteriormente mencionados.
Ejemplo:
Explique la noción de posmodernidad según Lyotard.
Jean Lyotard, filósofo francés, introduce el término posmodernidad en su obra La condición posmoderna
(1979). Explica que la condición posmoderna alude a la emancipación de la razón y de la libertad de los
grandes relatos, que resultaban nocivos para el ser humano por buscar la homogeneización, eliminando la
diversidad y la pluralidad. A partir de ello, el filósofo define la posmodernidad como una etapa de
reivindicación de lo individual y de lo local frente a lo universal. La fragmentación –babelización, en
palabras de Lyotard– es un estado positivo, en tanto señala que permite la liberación del individuo, quien,
despojado de las ilusiones de las utopías, puede vivir libremente y gozar el presente de acuerdo con sus
gustos e inclinaciones. El filósofo considera que la posmodernidad es una edad de la cultura, la era del
conocimiento y de la información, los cuales se constituyen en medios de poder. La posmodernidad, desde
su perspectiva, es la época de desencanto y declinación de los ideales modernos; en particular de la idea de
progreso.
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debía ser reemplazado por una junta que emanara del pueblo. Esta postura fue la triunfante y la que preparó
abrió el camino a la Revolución ocurrida tres días después.
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grupos de edad económicamente improductivos, lo que, para Chartier, plantea un problema nuevo en la
civilización occidental.
-Ejemplificar: el ejemplo tiene una función aclaratoria, ilustrativa, en general de algo que
es abstracto. En efecto, la ejemplificación consiste en indicar uno o más casos particulares
que concretizan lo abstracto. En el ámbito académico, a veces, se espera que haya un
desarrollo del ejemplo y no solo una mención.
A continuación, se presenta un fragmento del libro Sociología (1982) de Anthony
Giddens. En él puede observarse el desarrollo de un ejemplo.
¿Qué es la sociología?
Conceptos básicos
La Sociología es el estudio de la vida social humana, de los grupos y sociedades. Es una empresa
cautivadora y atrayente, al tener como objeto nuestro propio comportamiento como seres humanos. El
ámbito de la sociología es extremadamente amplio y va desde el análisis de los encuentros efímeros entre
individuos en la calle hasta la investigación de los procesos sociales globales. Un pequeño ejemplo nos
acercará a la naturaleza y objetivos de esta disciplina.
El ámbito de la sociología: un primer ejemplo
¿Ha estado enamorado alguna vez? Es prácticamente seguro que sí. La mayoría de la gente sabe desde la
adolescencia qué es estar enamorado y, para muchos de nosotros, el amor y el romance aportan algunos de
los más intensos sentimientos de nuestra vida. ¿Por qué se enamoran las personas? La respuesta, a primera
vista, parece obvia. El amor expresa una atracción física y personal que dos individuos sienten el uno por
el otro. Hoy en día, podemos ser escépticos ante la idea de que el amor "es para siempre", pero solemos
pensar que enamorarse es una experiencia que procede de sentimientos humanos universales. Parece del
todo natural que una pareja que se enamora quiera realizarse personal y sexualmente a través de su relación,
y quizá mediante el matrimonio.
Sin embargo, esta situación que hoy nos parece evidente es, de hecho, bastante inusual. Enamorarse no es
una experiencia que tenga la mayoría de los habitantes del mundo y, si la tienen, no suele vincularse al
matrimonio. La idea del amor romántico no se extendió en Occidente hasta fecha bastante reciente y ni
siquiera ha existido en la mayoría de las otras culturas.
Sólo en los tiempos modernos se ha considerado que el amor y la sexualidad estén íntimamente ligados.
John Boswell, historiador del medioevo europeo, ha señalado hasta qué punto nuestra idea contemporánea
del amor romántico es inusual. En la Europa medieval casi nadie se casaba por amor. De hecho, existía
entonces el siguiente dicho: "Amar a la propia esposa con pasión es adulterio". En aquellos días y durante
siglos, los hombres y las mujeres se casaban principalmente para mantener la propiedad de los bienes
familiares o para criar hijos que trabajaran en sus granjas. Una vez casados, podían llegar a ser buenos
amigos, sin embargo, esto ocurría después de las bodas y no antes. A veces la gente tenía otras relaciones
sexuales al margen del matrimonio, pero éstas apenas inspiraban las emociones que ahora relacionamos
con el amor. El amor romántico se consideraba, en el mejor de los casos, una debilidad y, en el peor, una
especie de enfermedad.
Hoy día nuestra actitud es casi la contraria. Con razón habla Boswell de que "prácticamente [existe] una
obsesión en la moderna cultura industrial" con el amor romántico: Los que están inmersos en este "mar de
amor" suelen darlo por hecho [...] En muy pocas culturas premodernas o contemporáneas no
industrializadas se aceptaría esta idea –que no suscita polémica en Occidente– de que "el objetivo de un
hombre es amar a una mujer y el de una mujer amar a un hombre". A la mayoría de las personas de todas
las épocas y lugares esta valoración del ser humano les parecería bastante pobre”. (Boswell, 1995, p. xix.)
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Por consiguiente, el amor romántico no puede considerarse como parte intrínseca de la vida humana, sino
que, en realidad, esta concepción es fruto de muy diversas influencias sociales e históricas, que son el objeto
de estudio de los sociólogos.
La mayoría de nosotros vemos el mundo según las características que tienen que ver con nuestra propia
vida. La sociología demuestra que es necesario utilizar un punto de vista más amplio para saber por qué
somos como somos y por qué actuamos de la forma en que lo hacemos. Nos enseña que lo que consideramos
natural, inevitable, bueno o verdadero puede no serlo y que las "cosas dadas" de nuestra vida están influidas
por fuerzas históricas y sociales. Para el enfoque sociológico es fundamental comprender de qué forma
sutil, aunque compleja y profunda, la vida individual refleja las experiencias sociales.
Anthony Giddens (1982). Sociología. Madrid: Alianza, pp. 28-29, 1991.
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ACTIVIDAD 3
3.1. ¿Cuál es la operación discursiva que se realiza en este apartado? ¿Qué elementos del
texto le permitieron responder el interrogante anterior?
3.2. Identifique el dominio o universo, el criterio y los tipos o clases en que se divide el
concepto. Para ello puede ser útil completar el siguiente cuadro que luego podrán
textualizar adecuadamente.
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Actividad de escritura (segunda parte)
Amplíe el texto que produjo para la primera actividad de escritura. Para ello, explique la
clasificación que Bobbio, Matteucci y Pasquino presentan.
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BIBLIOGRAFÍA
Arnoux, E. N. de, M. di Stefano y M.C. Pereira (2002). La lectura y la escritura en la
Universidad. Buenos Aires: EUDEBA.
Nogueira; S. (2010). Estrategias de lectura y escritura académicas. Buenos Aires:
Biblos.
Silvestri, A. (1995). Discurso instruccional. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras
y Oficina de Publicaciones del CBC.
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