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Los sentidos de lo marrón - José Esteban Muñoz

(fragmentos de su manuscrito, de próxima edición póstuma)


Traducción Libre: Nicolás Cuello (Buenos Aires, Argentina, Junio 2020)

Publicado originalmente:
Muñoz, J.E. (2018). Preface: Fragment from the Sense of Brown Manuscript. GLQ: A Journal of Lesbian and Gay Studies 24(4), 395-397.
https://www.muse.jhu.edu/article/706690.

El común marrón está destinado a significar al menos dos cosas. Una de ellas es el común que
forma la gente marrón con lugares, sentimientos, sonidos, animales, minerales, vegetaciones y otros
objetos. Cómo es que estas cosas son marrones, o qué las hace marrones, es en parte la manera en que
han sufrido y se han sobrepuesto colectivamente, pero también en lo común de su capacidad para
sobrevivir, para florecer bajo presión. Son marrones en parte porque han sido devaluad*s por ese
mundo afuera de su común. Su ser-marrón puede ser conocido abordando las formas en que las
fuerzas globales y locales constantemente intentan degradar su valor y disminuir su energía. Pero
también son marrones en la medida en que arden con vida y persistencia, son marrones porque el
marrón es un color común compartido por un sentido de comunalidad que es de y para la multitud.
Este es el otro sentido de lo marrón que deseo describir. Las personas y las cosas en ese común que
estoy representando son marrones porque comparten un organicismo que no es únicamente el
orgánico de lo natural sino también un cierto tipo de ser-marrón, que es su integración en un mundo
social vasto y palpitante. Otra vez, no es orgánico como un organismo autosuficiente, sino orgánico en
el sentido de que los objetos dentro de ese mundo se tocan y están co-presentes. El común marrón no
se trata de la producción del individuo sino de un movimiento, un flujo y un impulso para ir más allá de
las subjetividades singulares e individualizadas. Se trata de la desviación de la materia, orgánica e
inorgánica, el momento de contacto, el encuentro y todo lo que eso puede generar. El ser-marrón se
trata de contacto y no así de continuidad. El ser-marrón es un ser con, estar al lado de. La historia que
estoy contando sobre los sentidos de lo marrón no se trata de la formación de sujetos marrones
atomizados, sino de la tarea, el esfuerzo, no de decretar una representación forclusiva de un común
marrón , sino de reconocer lo marrón en nuestro sentido de comunalidad. Además, ese sentido marrón
que compartimos no se puede conocer de antemano. El ser-marrón no se puede reducir a un objeto o
cosa, entonces los comunes de lo marrón no son identificables como ninguna cosa que tengamos en
común.
Mientras estoy narrando un sentido expansivo del común marrón que atraviesa el régimen
humano, las políticas que organizan este experimento reflexivo están principalmente unidas a la vida
de personas en conjuntos sociales más grandes. Me atrae la idea de un común marrón porque captura
la forma en que el ser de la gente morena siempre es un ser-en-común. El común marrón está hecho de
sentimientos, sonidos, edificios, vecindarios, entornos y la vida orgánica no humana que podria
circular en dichos entornos junto con los humanos, esas presencias inorgánicas a las que a menudo la
vida está unida. Pero primero y principal, cuando me refiero a lo marrón, me refiero a la gente marrón
de forma inmediata, personas que son determinadas marrones por su historia personal o familiar con
los patrones de migración sur-norte. También estoy pensando en las personas que son marrones por
acentos u orientaciones lingüísticas que transmiten o invocan cierta diferencia. Me refiero a un ser-
marrón que se confiere por las formas en que son impugnadas las coordenadas espaciales de un sujeto,
las formas en que el derecho personal a la residencia es desafiado por aquellos que hacen falsas
afirmaciones de natividad. También pienso en el ser-marrón en relación con las costumbres cotidianas
y los estilos de vida que denotan un sentido de ilegitimidad. Lo marrón señala cierta vulnerabilidad a
la violencia de la propiedad, las finanzas y los mecanismos generales de dominación del capital.
Además, las cosas se vuelven marrones por ley en la medida en que incluso aquell*s que pueden
reclamar pertenencia legal son cada vez más vulnerables a la estigmatización y otras prácticas
estatales de subordinación.
Las personas son marrones en su vulnerabilidad al desprecio y el escarnio de l*s xenófob*s, l*s
racistas y esas clases de personas que están acostumbradas a imponer salvajemente su voluntad a l*s
demás. El ser-marrón no-humano es solo parcialmente conocido por la pantalla de la percepción
humana. Por eso, entonces todo lo que describo como marrón es solo parcialmente conocible. Pensar
en el ser-marrón es aceptar eso que nos llega y que sintonizamos solo parcialmente. Sus piezas se
resisten a ser conocidas, a ser cognosibles. En el mejor de los casos, podemos acercarnos a eso que lo
marrón produce en el mundo, a eso que performa y al sentido de mundo que genera. Pero sabemos
que algun*s human*s son marrones porque se sienten de manera diferente, las cosas son marrones
porque irradian un tipo diferente de afecto. Afecto, como lo estoy empleando en este proyecto, está
destinado a abordar una sensación de ser-en-común a medida que es transmitido, a través de
personas, lugares y espacios. El afecto marrón atraviesa el espacio rítmico que existe entre esas
singularidades que componen la pluralidad de los comunes marrones.

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