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FIGURAS III

- Gérard Gcncttc

Trr1tf11r ,.¡,;,, rf, (·,11ft" llr/1/~rf/lrl

EDITC)Hl.AL LUI\tlt;N
Puhlic:~Jo pnr Editnrial llltlll'tt. ~.:\ ..
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Otro did:
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El pri llllTU rcspondn;.i:
-1-1 as ~~111ado.
El sqwndo did:
-Sí, rcro. ¡a~·!. st.)lo en la csfcrZ~ del simhnlo.
El primero:
-En realidad. no: simhólic:.~mcntc. ht~.s rcrclitlu.
l'R!T!Ct\ Y f'UFTlC:\

H~1Ct' un():-; llll(Js, 1~1 t:rllll'ÍL'llt:i~ liiLT<lri~. L'll F1·~nci~. p:l-


I'L'l'Í~I httmlii'SL' L'll llll pl'l.ll'L'S!J dt• Íll\:O{UCÍflll <.IL• L';ll';lcll'rí-.li-
L'~IS ~~~grJ inqtiÍL'!;\IliL'S: (jliCI'L'ilc.IS l'lllre histori~ liiL'l'(1l·j~ \
••IIIIL'\·;¡ criliL-:1": dch:IIL'S nh-;ntros. tkntrn <.ll' L'."í.1 llllt'\·;1 <:l'l-
tit':l 111ÍSI11:1, L'l1fi·L· \111<1 ·•<ll1IÍ!!ll<l 11\IL'~·<I", l'\Í<;IL'I1L'Í;·I! \ IL'Ill;Í-
IÍl'<l,-' 1111;1 "lllln·;¡ IIIIL'\.;l·· .. dt· i11spir:1t·ir'n1 lnrlll:di-.·1;1 "L'"·
lnlt'ltlr;llislll; pndilt'l'<tvir•lt llWis:ITill'tk l'<;llldi(Jo..; l' inn·sti~;¡.
t·icJilL'S sr•hrl' Lts IL'IIlll'IIL'Ílls. !ti' mdodos. lns l'<llllÍilll"' lr1s
:llllll;ltiLTCl<; Lk {;¡ lTÍIÍL'í.l. !k L'SL'ÍSÍC.>il L'll l'SL'ÍSic'lll, c\t- l'~;dlll'-
. t·icin L'Tl rnlut·dc·l!l, los L'sllldiCis likrarios p<11'L'L·í~ll1 cr,ndl'n<1-
dns clld:l \ t'/ 11lí.ÍS '' diri)!ir snhrt' si· misnHlS L'i <lfl.:lr;¡(n tk·
'-.liS l'!llll'\Írllll'S \ :ll'lll"t'IT<11'Sl'l'l11111h l'l'ÍitTlll'ÍC.lll ll:ll·l·jo.;j._¡;¡.
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• 1
podríL\ no sn c;inn
ttllé.l :lp;~rit·ncic.l. En el'ccln, c(lmo lo demuesti·<l. por ejemplo.
¡,, opinión de Proust en su CrJiltre ::.,oilltc-Rcul·c, to(i" ren('-
.xic'>!l mínimílnll'nle seria sobre la chtic<1 entmila una rl'ne-
.xi<'m snhrv 1" pruri~l litl'rí.'ltur~L Un.i crílk<t puede SL'r rur~l­
mr..·nlt· t'lllpirk;:i. ÍllJ!t'llllé.l, inconscit,lntc. us~IYí.lje": en c;fm-
hi(), 1111;1 lll!'ftlrTtlirn llt'\'ll ;¡p;1 n·j;Hitl skm¡1n· ,. L'Ít'1'1:l idt'il·
dl' !:1 lil\'1:11111:1 \' 1''-.1' l'II'ITil'lllrJ Ílnbhvilrl IHJ ptll'dl' li11tl:11'
dL'I11li!--Í;IdrJ L'l1 L'\plkil~II·-.L·. Y, ;¡si.¡l;tl \'L'/. JHid;\11111." dl'L·ir
'úu11 bi~~ en nuestro ni so que no hay ma 1 que por bkn 110
_venga: ~e .algunos mios de especulaciones o disquisiciones
sobre lq cl"itica podría salir lo que nos ha faltado tnnto.
dcsJc hpcc más de un siglo, que parcdnmos h:.lixT perdido
hnsta la: conciencin de esa falta; un ap¿ü·cntc atolladero de
In critida podría conducir, de hecho, n uni:l rcnovnciún de
' 1 ,. •
1:.1 1eorw tleranu.
Rcnovací,)n es sin duda ·Ja pi:llabra apropiada,· ya que,
bajo losl nombres de poética y retórica, la teoría de los «gé-
neros)) t· más en general alin, la teoría d~l di_scurso s_c .~.-e­
montan; como todo el mundo sabe, a la m;:ts lcpna antiguc-
dad y, d:esdc Aristóteles hasta La Harpe, se han mantenido
en el pensamiento literario de Occidente hasta el adveni-
miento ~lcl romanticismo: el cual, al desplazar la atención
de las formas y los géneros a los «individuos creadores»,
ha relegado esa clase de reflexión general a favor de una
psicolog(a de la ohra a la que, desde Sainte.,Beuve y a través
de todo~ sus avatares, se ha atenido siempre lo que hoy lb-
mamas 1crítica. Ya se arme (o se altere) más o menos dicha
psicología con la perspectiva histórica, o el psicoaná 1isis -
freudiano, jungiano, bachelardiano o de otro tipo-, o la so-
ciología¡ -marxista o no-, ya se incline más hacia la per~
sana deJ autor o hacia la del lector (clel propio crítico) o
intente incluso encerrarse en la problem:.Hica cdnm'hncn-
cia» de! la ohra, esas variaciones de acento no modifican
nunca fundamentalmente la función esencial de la crítica,
que sigÚe siendo la de alimentar eÍ éliálogo de un texto y
una psique, consciente y/o inconsciente, individual y/o ca~
lectiva, ~creadora y/o receptora. .
Pod~ía ser, a fin de cuentas, que el propio proyectó es-
tructur~lista no introdujera en ese panorama sino un ma-
tiz, al menos en la medida en que consistiese en estudiar
cda estructura» (o «las estructuras») de una obra, conside-
rada, d¿. form·a Un poco fetichista, corno un ccobjeto, cerra-
do, acabado, absolutó: por tanto e inevit::tblemcnte,·en mo-
tiFar (al! ccexplicarlo» mediante Jos procedimientos del aná-
lisis esÜuctural) ese cierre v, con ello, la decisión (tal vez
arbitrafia) o la circunstancia (tal vez fortuita) que Jo f·unda;
con· lo qüc olvidaría la advertencia de Borgcs dl' que la idei:l

10
de obra acabada es señal ((de f01tiga o de ~uper~tición». En
su dchalL~ con In hhtoda literaria. In critica moderna ~e ha
tkdicndo desde hncc medio siglo a separar los conceptos
de ohra :--· autor. con el comprL·n~iblc propósito t~ctico de
opone¡· \~1 primera a b segunda. responsable tic" tan:os exce-
sos \' :ll'l i\·id;H.ks ;¡ \'l'L'l'S ncins\ls. Hn\· t'mpe7.an1ns a ndn't·-
lil· C]liL' t•st{m de ~tctu.·rdo" lJtiL' tml:l.rornw de cdtica se n·
presc.1 nccc!'arbmcnlL' en ·L·I círculo de remisión rccíproc<~
de una n ot¡·~\.
Ahora bkn, result<~ al mismo tiempo que su estatuto de
obra no apura 1<~ realidad del te:-<to literario, ni su «liter<J.ri-
dad» siquiera, y -lo que es más- que l<1 realidad de la
obn1 (la inmanencia) presupone un gyan número de d<J.tos_
que la tr<J.nsdcndcn. que corresponden a la lingüística. la
estilística. la semiología. el am\lisis de los discursos. la ló-
~ica nmTativa, lü temática de los géneros y \m; época~. etc.
La crítica se encucntn:l en In incómoda situación de no po-
der, e11 cucu11o tal. ni prescindir de ellos ni hacerlos su~·os.
A!'ii, pues,.no le queda más remedio que admitir la nccesi-
dRd, con pleno cje¡·ei,cio, de una disciplina que se haga
cRrgo de esas rormas de estticlios no vinculados a la singu-
l;widad de tc:d o cual ob1·a, '!'que no puede ser ~ino una tco~
ría !lene1·í.d de J;:¡s fot·mas litl'l"l1t·i;:¡s: una pnt:tica. di?ñmoslo
:1sí.
La cuesti1'l11 de si scmc.i::mle di~ciplin;:¡ debe o no intcn-
t<lr constituirse como una «ciencia)) de la literatura. con lc:1s
connotaciones desagradable~ que puede entrañ<J.r el u~o
prccipi tado de semejante término en seme_ian te esfera. ta 1
vez sea secundaria: lo que al menos es ~eguro es que sólo
ella puede pretenderlo, ya que, como todo el mundo sabe
(pero nuestra tradición positivista, adoradora. de los «he-
chos,) e inclifere'nte C\ las leyes. parece jlaber olvidado desde
hace mucho tiempo). no hay «cienciR,, sino de lo «general,_
Pero'· no se t1·ata tanto en este caso de un estudio de las for-
mas y los géneros en el sentido en que lo entendían lR retó-
rica y la poética de la era clásica, siempre propensas, de.~e
Aristóteles, a erigir en norma la tradición y a canonizar lo
dado, C\.Wnto de una e:-<p lorm:ión de las diversas posihilida-
des del discursrJ, del que bs oh1·as :va cscritc:1s ~· bs form8s

11
.V" cmrk;.ldas rcsultc.1n no ser sino otros t<.111tos casos p<•rli-
cul<~rcs mr.ís allú de lo<; cu<dcs se pcrnlan utr<1s combin<~cio­
ncs prcvi.<;iblcs u deducibles. Ese es uno de los ::;entidos que
podcmrJs atribuir a h1s célebres fórmulas de Roman Jalwb-
son, que rroruncn corno objeto de lm; estudios literarios l;l
li!eralUn.l .V no la litcraridatl, la poesía y no la runción poé-
IÍCCI: dicho de fornm:más general, el objeto de la tcorít.l sería
en este caso no sólo lo real, sino también la tol<~l idad c.k lo
l'irtual li!crt.~rio. Es<1 oposición de uno poétic<.1 ahierta '' 1~•
poéticr.l Cl'JTacln c.k los cl{tsicos demuestra que no se 1r;1 1it,
como podrí;1 crel·rsc·, de urr regreso al r<tsudo prL·crí.~ico: ;d
cunlr<•rio, !u teoría literaria ha de ser rf1oderna v estar vin-
culada a la 111¡Jdernid<.1d de la literatura o, de]{~ conlrt1rio,
no sení nada.
Al presentar su programa de la enseiianza de la poética,
Vaiérv clcclarab<l con una insolencia saludable v, en resu-
midas cuentas, justificada, que el objeto de dich~t ensciir:m-
:r.a, cdejos de substituir a la historia literaria u oponerse a
ell<l, seda el ele darle a la vez una introducción, un .sentido
~·un fin,. LCls relaciones entre poética y crítica podrí<1n .ser
clcl mismo tiro, con la tlircn.~néia -capital- de que la poé-
tica de Valét·y no cspcr<.1ba prácticamente nada de la histo-
ria litcr<~ria, c<dificada ele ((enorme camelo,,, .mientras que
la tcorí<.l literaria puede beneficiarse mucho de los trabajos
p<lrliculctrcs de la crítka. Si bien la historia litcrarin no es,
en rcClliclad, un «camelo,,, no por ello deja de ser de forma
evidente, como l<ls técnicas filológicas ele descifre y fijación
del texto (y, en el fondo, mucho más), una disciplina a11c!.ra
en el cs1udio de ht literatura, clc la que no explora (biogm-
l"ía, bt"rsquccla de las fuentes y las inrluencias, génesis y ccfor-
tunan de las obr-as, etc.) sino los aledaiios. La crítica, por:
su parte, es y seguirá siendo un enfoque fundamental, y po-
demos presagiar que el porvenir de los estudios literarios
radica esencialmente en el intercambio y el vaivén necesa-
rio entre crítica y poética: en la conciencia y~l ejercicio de
su compleme11tariclad.

12
P(H~TICt\ F. HISTORit\

Se suele rcproclwr ~ I:J ll<m1::~d~ crílic~ nucY<:~ (((tcnuíti-


ca>> o ,crorm<:~lista•>) su inclikrenda o su desprecio hélcia l<1
historia, incluso Sll idcologíé1 rtntihistoriciJta.' Ese rcrrochc
no merece atcnl'ic.ín cuando se formulrt eh nombre de unü
ideologf<l historicista cu\·as consc~ucnéi~s sit(ta con todél
exactitud Lt;vi-Stmuss n.l pedir que se ~~l·cconozcn que lél
historia es un m0todo é.\1 que no corresponde un obicto chuo
:·, pm· tónsiguil:ntc. SL' recha'cl· lt~ eqliiv<liL·rcia entre el con-
cepto de historia :·el de humanidad que s.c pretende impo-
nernos con l'l fin im·oni'L·s<~du de convertir la hisloricid<~d
en el último rcru¡,do de un humnnismo trn~sFendcntrtl».: En
cnmbio, IH\\' que lomnrlo l'll serio, cuando lo formula un
historinc.lor.cn runci{'Jll, precisamente. ele que la hi~tori;:~ es
\de
llll<l ~lis~·iplin;i qlll' -~L' llplic;'. ;1 toda clase Clh,ictos y. por
consrgutL'llll', t;tmhlt.'ll u lu ltl\:rntura. RcuucnJo hnbcr res-
pondido c.H.JUÍ mismo hace tres í:lJios a Jncques Rogcr que,
o.d menos en lo que se reFiere a la llamada trítica ((formalis-
tan, ese apnrl'nlL' rechazo de IH hi~toria nd era, en renlide~d.
sino una colocad6n entre paréntesis prm/isional. une~ sus-
pensión mct(Jdkn, ." qul' ese tipo de crít.ica (que sin duda
scrí<.l llltiS aprnpi,mlo llamí.lr teoría :le la5 {ormas lirerarias:
o, lllíÍS brL'\'l'lllL'IlLL', puc.rríca) me pnn:cín cJndenmlo, tal ''t:7.
m<Ís que ningún otro. a enl·ontrnr' un dfn pa histori<:~ en su
l'<tmino. t\hor;¡ nn· gustaría decir brcvl'mentc por qut~ _v
cümo. !

11.
1 •

En' primer lugar, hay que distinguir entre sí V'lrias dis-


ciplin~s, existentes o hipotéticas, a las que con demasiada
frecuencia se confunde bajo la denominación de historia li-
terari~ o historia de la literatura.
De~emos de lado, para no volver a ocuparnos dt! ella, la
«historia de la literatura>~ tal como se'" practica en los ma-
nuales1 de enseñanza secundaria: se trata. en realidad, de
succsi9nes de monografías dispuestas en orden cronológico.
Que dichas monografías sean en sf buenas o malas carece
de importancia aquí, pues es evidente que la mejor suce-
sión de monog¡·affas no puede constituir una historia. Lan-
son, q'Í.te, como todo el mundo sabe, había escrito una en
1
su juventud, decía más adelante que había bastantes v que
no se ~ecesitaban más. Sabído es también que no por ello
se ha agotado la fuehte: es evidente que responden, unas
veces ~ien, otras mal, a una función didáctica precisa, y no
despreciable, pero que no es esenCialmente de fndole histó-
rica. \ . ··
Segunda especie por extinguir: la que precisamente
Lansorl deseaba ver escrita y que, con razón, ·proponía11 11a-
mar no historia de la literatura, sino historia literaria: ceSe
podría\escribir», decfa, ccjunto a esa ;'Historia deJa litera-
tura francesa", es decir, de la producci6n literaria, de la que
tenemds demasiados ejemplares, una "Historia Hteraria de
FranciJ" de que carecemos y que es casi imposible hoy: en-
tiendo por tal. .. el panorama de la vida literaria en la na-
ción, )~ historia de la cultura y de la actividad tanto de
la mucpedumbre obscura que leía como de los individuos
ilustres¡ que esc.ribían.» 3 Se trata, como se ve, de una histo-
ria de ,Jas circunstancias, las condiciones y las repercu-
siones ~ociales de) fertómeno literario. Esa <chistaría litera-
ria·» es.\ en rea1idad, un sector de la historia socia) y, como
tal, su justificación ·es evidente; su únicojpero grave, de-
fecto es~ el de que, desde que Lanson trazó su programa, no
ha logrado constituirse sobre esas bases y lo qu~·hoy JJama-
mos hi~toria literaria se ha quedado, con algunas excepcio-
\ .
14
nes, en la c1·ónica. \ndividual. la biografía de los autores, de
su fa mi lía, de sus amigos y conocidos. en una palabra. en
el nivel de una historia anecdótica. de sucesos, superada y
repudiada por la historia general desde hace más de treinta
ai'ios. Al mismo tiempo, el propósito de historia social ha
sido el que se h<:1 abandonado con mayor frecuencia: lo que
Lnnson concebía como historia literaria de tal nación se
concibe ahora como historia literaria sin más. lo que da al
adjetivo una función muy distinta y un acento muy diferen-
te. Recordemos que en 1941 Lucien Febvre debía deplorar
aún que no se hubiese cumplido nunca ese programa: era
L'n un artículo titulado, no sin razón, 11 De "Lanson a Mornet:
un· renoncemcnt?, Veamos algunas frases, que conviene re-
cordar aquí, pues definen co~ mayor precisión que las ele-
Lanson lo que debería ser la historia ce literaria» anuncia-da
ror éste: ccUna historia histórica de la literatura quiere de-
cir o querría decir la histoda de una literatura. en una
época determinada, en sus relaciones con la vida social de
. dicha época [ ... ]. Para escribirla habría que reconstruir el
medio, prcf!untnrse quién esc1·ibín ~' para quién, quién leía
_\' rara qué; habría que sabL-r qué formación habían recibi-
do. en el colegio y en otros lugares, los escritores, y qué for-
mación: igual mente, sus lectores [ ... ] habría que saber qué
éxito conseguían uríos v otros, cuál era el alcance de dicho
éxito y su profundidad; habría que poner en relación los
cambios de costumbres. gusto, escritura y preocupación de
los escritores con las vicisitudes de la política, con la trans-
formación de la mentalidad relie:iosa, con las evoluciones
de la vida socinl. con los cambi'Os de la moda artística v
del gusto, ctc.l> 4 •

Pero hay que recordar también que en 1960, en un ar-


tículo que se titulaba «Histoire ou littérature», 5 Roland Bar-
thes reclamaba aún la ejecución de ese programa de Lucien
Fcbvre, es decir, en definitiva, el programa de Lanson: des·
rués de más de medio siglo, las obras apenas habían avan·
zado. Hoy siguen aproximadamente en el mismo punto. pcn-
lo que ésta es la primera crítica que se puede ha~er a la
historia c1litcraria». Hay otra, de la que volveremos a ha-
blar más adelante.

15
Lt~ tercera especie por extinguir ya no es la historia de
las circunstancié.1s,indivicluales o sociales, de la producción
y el «consumon literarios, sino ·e] estudio de las obras mis-
mas, pero de l<l~ obras consideradas como documentos his-
tóricos, que rcnejan O expresan )a idcologfa V la sensibili-
<.J::lc.l particulares de una época. Esto forma parte, cviclcntc-
mcnte, de lo que se llama la historia de las ideas o de las
sensibilidades. Por razones que habría que detenninar," se
ha realizado esa historia mucho mc.ior que la anterior, con
l<l cual no se la debcrf<l copfundir: p01~ citar sólo a france-
ses, rccon.k·mos solamente los trabaj9s ele HazDnil, Brc-
monc.l, Mon~lond o, m<.Ís recientemente, los de Paul Béni-
chou sobre el clasicismo. También podemos colocm· en esa
catcgorf<1, con sus postulados específicos bien conocidos, la
variante marxista de la historia de las icle<~s, no h<~ce mu-
cho ¡·ep¡·csentada en T'rnncia po1· T~ucicn Goldnwnn y tnl
\'L'Z ho.v por Jo que se cfnpiezri a dcsign<~r con el término
dl' soc:iocrftica. Ese tipo de histol"ia- tiene, pues, pm· lo me-
nos, el mérito de existir, pero 111e parece que levanta cicrt<~s
objeciones o, mejor dicho, tal vez, que provoc8 éicrl<l ins<l-
tisf~Kci ón.
En primer lug:<~r. cstún l<1s dificultades de interpretación
en ese sentido de los textos litemrios, difioultmlcs que se
deben, a su vez, a la nutu1·alcza de dichos textos. En es<~
esfera el concepto clüsico de «renQjO» no es s<~lisfactorio:
en el surucsl"o rcllejo 1i tcrario hay fenómenos de rdT<~cción
y c.lc distorsión muy diríciles de superar. Se ha preguntado,
por ejemplo, si la literatura presentaba• una imagen del
pensamiento de una época en relieve o en hueco: prcgunt<1
muy cmb<~ra7.osa y cuyos propios términos no cstc.ín claros
pn~cisamcntc. Hay clific.:ultadcs que se deben a \<1 tópica de
los géneros, hay fenómenos de inercia propios de l<l tracli-
ci(m lit'crt1ria, cte., que no siempre se perciben y que se suc·
len p;¡s8r por alto l'n nombre tlc ese principio cómodo y
con l"n:cucncia perezoso: «no es casualidad que en la mism<~
época ... n: sigue la relación detallad<~ de una analogía ClWI-
quicra (a veces bautizada como homolag(a. por obm de no
sé qué pudor), discutible como tocl<~s las amdogf<ls, y de la
que no se s<ÜJe bien si constituye solución o problcm<1, yn

16
que parece como si la idea ele .que <<no e~ casualide~cin d is-
pensara de buscar en serio /o que es O, di~ho de otro modo.
de definir con precisión la relación cuya existencia se
afirma sin más. En efecto, el rigor cientf,fico recomendaría
muchas veces no superar el límite de dicha afirmación, y
podemos observar que uno de los logros de ese género, el
Rabelais de Luden Febvre, es esencialmente una demostra-
ct'ó n negatrva.
. !1
La segunda objeción es la de que, aón ..suponiendo por
un instante superados esos obstáculos, ese tipo de historia
seguirá siendo necesariamente exterior~ la propia literatu-
ra. Esa exterioridad no es la de la histdtia literaria según
Lanson, que se limita explícitamente a! las circunstancias
sociales de la actividad literaria: en este caso de lo que !'e
trata sin duda es de examinar la literatura, pero atrav~.c;cín­
dola en ~eguida para buscar detrás de ella estn1cturas men-
tales que la superan y que, hipotéticamente, la condicio-
nan. Jacques Roger decfa aquí mismo[ con claridad: «La
historia de las ideas no tiene por objeto; primordial a la li-
teratura. )) 7 ''
Queda, pues, una última especie, cuyb objeto pdmordial
(y (tltimo) sería la literatura: una histo'ria de la literatura
concebida en sf misma (v no en sus circunstancias exterio-
res) y para sí misma (y no como documento histórico): con-
siderada, utilizando los términos propuestos por Michel
Foucault en In llrqut!olog(a del saber, va!no como Jocumen-
to, sino como lll011ltmento. Aquí se pl~n~ea inmediatamente
U'1a pregunta: ¿cuál podría ser el <;>bjeto verdadero de se-
mejante historia? Me parece que no lo pueden ser las obras
mismas, por la razón de que una obra (ya entendamos por
tal el conjunto de la u producción·)) de un autor .o. a forriori,
un trabajo ai~.lado, libro o poema) e~ u'n objeto demasiado
singulnr, dcmé.'lsindo concreto, pnrn !'iet· ;de vcrdé.'ld ob,ieto de
historia. Ln e< historia de una obra» puede ser bien la histo-
ria ele su génesis, de su elabomción, b~en la historia de lo
que llamamos la evolución -de obra en obra- de un <ca'tl-
tor>) a lo largo de su carrera (por ejemplo, lo que René Gi-
rard dcscdbc como paso de lo «estructuraln a lo «temáti-
co))).R Esa clase de investigación pertenec~, evidentemente,

17
al terreno de la historia literaria biográfica, tal como se
practica actualmente, y es al mismo tiempo uno de sus as-
pectos críticos más positivos, p~ro no corresponde al tipo
de historia que intento definir. Puede ser igualmente la his- .
toria dei su acogida, de su éxito o de su fracaso, de su in-
fluencia, de sus interpretaciones sucesivas a lo largo de los
siglos, y eso, naturalmente, pertenece a la historia literaria
social, tal como ltt definen Lanson y Febvre: pero, como se
ve, no se trata de 'lo que yo llamaba historia de la Iíteratura
concebida en sí misma y para sí misma.
De las obras literarias consideradas en su texto, y no en
su géne~is o en su difusión, nada se puede decir, diacrónica-
mente, ,salvo que se suceden. Ahora bien la historia, en la
medida en que supera el nivel de la crónica, no es, me pa-
rece, u~a ciencia de las sucesiones, sino una ciencia de las
transfoi-maciones: no puede tener por objeto sino realida-
des que respondan a una doble exigencia de permanencia
y varia~ión. La obra misma no responde a esa doble exigen-
ciá, razón sin duda por 'la cual debe, en cuanto tal, seguir
siendo 1 el objeto de la critica. Y la crítica, fundamental-
mente ¡-lo ha demostrado con destreza Barthes en el texto
a que ~cabo_ de referirme-, no es, no puede ser, histórica,
porque consiste siempre en una relación directa de i'Rter-
pretac~ón, de imposición, preferiría yo decir, del sentido,
entre «¡:1 crítico y··¡a obra, y esa relación es esencialmente
.anacrónica, en el sentido peyorativo (y, para el historiador,
redhil:htorio) de ese término. Me paréce, pues, que en litera-
tura,el objeto histórico, es deCir, a la vez duradero y varia-
ble, n? es la obra: son esos elementos que transcienden las
obras /y constituyen el juego literario que llamaremos, para
abrev~ar,. las formas: por ~jemplo, los códigos retóricos, las
técnicas narrativas, las estructuras poéticas, etc. Existe una
historia de las formas literarias, como de todas las rormas
estétitas y de todas lás técn~cas, por: el simple hecho de qu.e
a trav:és de las épocas dichas formas perduran y se modifi-
llo
can.i malo;· también en este caso, es que esa historia, en
lo ~s~ncial, está por escribirse, y me parece que su funda-
ción ~ería una de las tareas más urgentes hoy. Es sorpren-
dente que no exista, al menos en el dominio francés, algo

18
así como una hi~toria de la rima, o de la metáfora. o de la
descripción: y escojo a propósito «objetos literarios, total-
mente triviales v tradicionales.
Hay que pre-guntarse por las razones de. esa laguna o.
mejor, de esa carencia. Son múltiples y en el pasado la más
determinante ha sido seguramente el prejuicio positivista
según el cual la historia no debía ocuparse sino de los «he-
chos» y, por consiguiente, debía pasar por alto toclo lo que
le pareciera peligrosas <<abstraccionesn. Pero me gustaría
insistir en otras dos razones, que son seguramente más im-
portantes hoy. La primera es la de que la «teoría» literaria
-que aún se encuentra, al menos en Francia, en la etapa
de los balbuceos: de redescubrir v redefinir las categoría~
ro~males heredadas de una tradición muy antigua pre- y
cientírica- aún no ha definido suficientemente los objetos
mismos ·de la historia de las formas. El retraso de la histo-
ria refleja en este caso el retraso de la teoría, en esa esfera
al menos la teoría debe preceder a la historia, ya que ella
es la que define sus objetos.
Una segunda razón, que tal vez sea un poco más grave,
es la de que en el propio análisis de las formas, tal. como
está constituyéndose (o reconstituvéndose) hov, reina aún
otro prejuicio: el de la oposición, ·la incompa-tibilidad in-
cluso -por utili7:ar los términos de Saussure-. entre el e~­
tudio sincrónico y el estudio diacrónico. la idea de que no
se puede teorizar sino en una sincronía que, de hecho. se
concibe, o, al menos, se practica, comó una acronía: con
demasiada frecuencia se teoriza sobre las formas literarias
como si fueran seres, no transhistóricos (lo que significaría
precisamente históricos), sino intemporales. La única ex-
cepción notable e.s, como se sabe, la de los formalistas nt-
sos, que dcrinieron muy pronto el concepto de lo que llama-
h~n la evalucicí11 literaria. Fue Eichenbaum qu: ..:-n. en un
texto de 1927, en que resumía la historia del movimiento.
escribió a propósito de esa etapa: ((La teoría reclamaba el
derecho a voh·erse historia.)) 9 Me parece que se trata "de
algo tpás que de un derecho: una necesidad que nace del
movimiento mismo y de las exigencias del trabajo teórico.
Para ilustrar esa necesidad, citaré simplemente el e_icm-

19
plo de uno ele los pocos trab<~ios «tc1..'.; icos» ap<trecidos
h21sta ahora en Francia: el libro de Je<tn Cohen sobre bEs-
rructllm del le u guaje poético. Entre otr21s cosas, Cohen mues-
tra que, del siglo XVll al xx, h<ty en l<t poesía 11-ancesa un
z¡urncnto concomiwn te de la agr<tmaticalicl<tcl del verso (es
decir, ele\ rcn(Jmeno de que lfJ. pm.tS<J sintúctica y la paUS<J
métrica no coincíc..bn) y de lo que ll<tma la falta de perti-
ncncié\ de la preclict1ción , es decir, principalme nt-e la des-
viación en la elección de los epítetos con respecto a una
norm<1 aportacl<t por la pt·o~a «neutra>> científica de finales
Jcl siglo XIX. Tn.1s haber demostrado dicho aumento, Cohcn
lo intcrpt-cla inmediatam ente, no como- una evolución his-
tórica, sino como una ((involución »: un paso de lo virtual
a lo actun l. una rcalizt1ci6n progresiva, por el lenguaje poé-
tico, de lo que desde tiempos inmemorial es resultaba ser
su esencia oculta. Tres siglos de diacronía resultan vertidos
así en lo intcm¡)oml: Lll pnrecer, la pocsfa francesa no se
había transformnc lo durante esos tres siglos, sino que sim-
plemente había tardRdo todo ese tiempo en llegar él ser lo
que era virtualment e, y con ella toda poesía, desde siempre:
en reducirse, por purificacion es sucesivas, a su esencia.
Ahot·a bien, si extendemos un poco hacia el pasado la curva
ohtenicla por Cohcn, observamos , por e,icmplo, que el «Ín-
dice ele !"alta de pel-tinencia » que Loma en el siglo xvn como
su punto cero, ~e encuentra muchó más alto en el Renaci-
miento y más alto aún en la época barroca y que, as(, la
curva pierde su hermosa regularidad para caer en un tr<t-
zaclo un poco más comple_io, Rparentetne nte caótico, de
continunci(m imprevisibl e, que es precisamen te el de la cm-
piricidad hist<Jrica. Esto es un resumen muy grosero del dc-
bate,10 pero tal vez sirva para ilustmr mi tesis, a saber, que
en determinad o punto del análi~i~ formal se impone el paso
cr fa cli'acroufa v qde el rechazo de dicha diacronía, o su in-
tcrprct.aci(m c;1 términos no histórico,<;, perjudica a la pro-
pia teoría.
Naturalmen te, esa historia ele las formas literarias, que
podrfamos llamar por excelencia historia de la literatt1ra,
no es sino un programa tras muchos otros y su destino
podría ser el del programa de Lanson. Admitamos , sin

20
embargo, por hipótesis optimista,.quc se realice un dfa y
terminemos con dos observaciones de pura anticip<~ción.
La primera es la ele que, una vez constituida sobre ese
terreno, la hi!)toria ele la literatura topará con los proble-
mas de método <~ctuales de la historia general. es decir, los
de una historia adult<1: por ejemplo, los problemas de b
periodización, las diferencias de ritmo según los sectores o
los niveles, el complejo y difícil ,iuego, de las variancias e
invé\rianci<lS, el establecimiento ele las correlaciones, Jo que
significa necesariamente intercambio Y. vaivén entre lo dia-
crónico y lo sincrónico, ~~a que (una vez más fueron los for-
malistas rusos quienes tuvieron el mérito ck definir esta
ic.lea) la evolución de un elemento del; juego Ji terario con-
siste en ln modificación ele su función en el sistema de con-
junto del juego: por lo dem{ls. Eichcr\baum, en C'l pnsa,ie
que precede inmediatamente a la fTase que he citado m;1s
arriba, escribe que los formalistas se encontraron prcci~a­
mentc con la historia cuando pasaron del concepto ele "'pro-
cedimiento» al de función. Eso no es, naturalmente, priHI-
tivo de la historia de la literatura y significa simplemente
que, frente a una oposición demasiado difundida. no h<w
historia auténtica que no sea estructural. ·
Segunda y t.'dtima observación: una vez constituida así,
y sólo cnloncc~. la historia de la literatura podrá plantc~p-o;;c
seriamente, y con algunas posibilidades de resoln·rlll, la
cuestión ele sus rclé\cionc.s con la histoi-ia general, es decir.
con el conjunto de las demás historias particulares. B<1sta
con recordar al respecto la declaración. ahora muy conoci-
da, de Jakobson y Tynianov, que data de 1928, pero no ha
perdido un ápice de su actualidmi: «La historia de la litera-
tura (o del arte) está íntimamente rclhcionacla con las ele-
más series históricas; cada una ele esas series entraña un
haz complc.io de leyes estructurales propias. Rc~ulta impo-
sible cstnblecer una correlación rigurdsn entre la serie lite-
n.lria y las dcm{¡s series sin haber es udiaclo previamente
. 11as 1cycs.>> 11
el1c ..

21
l. Comun;icm:iún a In décndn de Ccrisv-ln:Sn\lc sobre "In ense-
i'lan7.a de la likt·atum .. , julio de .14ti4. Tt·~to corrL•gic.lo.
2. La Pen,.;ée saul'age, Plon, 196:!, p. 347. .
3. Progral111i1e d'éttldC.<; ,r;r¡r f'fris.toirc r'm\'illcia/(' rlt< la \'ÍC litlt..'raire
en France, feprcro de ¡qo3; en Essai.r; de nt~tlrndc. di! critiqrw 1'1 d'lu's-
toire littéraire reunidos y presentados por Hcnry Peyrc, llnchctte,
1965, págs. 81-87.
4. «Littérature et vie social. De Lanson a Daniel J\.~ornct: un re-
noncement?r Amzales d'histoin? socil:.'e, UI, 194 t: en Comhats pou.r
l'histoire, págs. 263-268. . ~ .
S. A11nales ESC, mayo-junio de 1960, reproducido en SLLr Raer·
r~e, Seuil, 1963, págs. 147-167.
6. Entre: otras seguramente, porque esa lectura ideológica de
los textos sigue estando más al alcance de los n literatos u que el
tipo de inve:stigación sociohistórica programada por Lanson y Feb-
vre. Resulta caractcrl'stico que un historiatlor; F. Furct, dirigi~ra
uno de los ,L•scasos trabajos que responden a ese programn, l..tvre
el Soc:ic!lé ait XVItf' .r;iecle (2 vols., Mouton, 1965- 1970).
7. {..es (hemi11s acfllels de la critique, Plon, 1967, p. 355.. , .
8. «A pl-opos de Jean-Paul Snr:-tre: Rupture et création htterm-
re», ibid., págs. 393-411.
9. aLa .théorie de la méthode Formellen, 1925, en Tltéoric de la
littérature, Seuil, 1966, p. 66.
lO. Cf. :«Langagc poétiquc, poétiquc du langngcn, en Figt~n•s T!,
Scuil, 1969, págs. 123-153.
11. aUs problemes des érudes littéraires ef. linguistiqrtesn, en
Théorie de!la littérature, p. 138.
1

22
LA RETORICA LIMITADA

G. C.: Hace tres o cuatro años, re,·istas, artículo~.


ensayos l'Stnban llenos de la palabra metñfor-~. La
moda ha cambiado. Metonimia substitti\'C ¡¡ met:l-
rorn.
J. L. 8.: No creo que ganemos mucho con t'!'n dife-
rencia.
ti. C.: Clnro que no.
Georges Charbonnier.
Entretiens ave-e Jorr.e Luis Bo~c5.

En el año 1969-70 aparecieron casi simultáneamen te


tres textos de diversa extensión, pero cuyos títulos presen-
tan una consonancia muv sintomática: se trata de la Rhéto-
riq~te générale del grupo- de Lieja, 1 cuyo título inicinl eré\,
como se sabe, RhétoriqHe gé11c!ralisée; del artículo de Michcl
Deguy (( Pour une théorie de 13 figure. généi-aliséen ;2 y del
d~,Jacques Sojcher «<La.métaphore généraliséen; 3 retórica-
fig'ura-metáfora : so capa denegntoria, o compensatoria. de
una generalización seudoeinsteinia na. ahí tenemos trazatlo
en sus etapas principales el recorrido (aproximadame nte)
hi~tórico de una disciplina que no ha cesado, a lo largo de
los siglos, de ver reducirse como piel de zapa su campo de

23
cnmpetcncia o, como mfnimo, de acción. La Retórica de
i\ri~tótclc~ no prclcndfa ser «general>> (y menos aún (<gene-
rallzada))): lo era, y tanto, en la amplitud de su objetivo,
que aún no merecía en ella mención particular una teoría
de l~s figuras; sólo. unas páginas sobre la comparación y la
mcta[ora, en un l1bro (ele tres) dedicado al estilo y a la·
composición, territorio exiguo, provincia poco frecuentada,
pcrdicln en la inmensidad de un Imperio. Hoy, nos encon-
tramosJ en la tesitura de titular retórica general.Jo que en
rc;:¡Jidacl es un tratado de figuras. Y, si•tenemos que (<gcnc-
rali7.ar)) l<~nto, es, evidentemente, por haber limitado tanto:
de Corax a nuestros días, la"historia de la retórica cs., la de
una limitacirJn ge1wraliz.ada. ·
Al p<m:-ccr, desde principi0s de la Edad Media comienza
a descomponerse el equilibrio propio deJa retórica antigue1,
que <:~tcstiguan lns obras de Aristóteles y, mejor aún, de
Quintiliano: el equilibrio entre los géneros (deliberativo, ju-
dici<d, cpiclfctico), en primer lug0r, porque la muerte de las
instiluciones rcpuhlicnnns, en la que ya Tácito vda una de
las c~usas del tJccl ive de la elocuencia.~ cntrmia la desapa-
rición del género deliberativo y también, al parecer, del
cpidfctico, vinculado a las grandes ch·cunstrmcias de In
vida cívic<~: Mm·ciano Capela y después Isidoro de Sevilla
dej8n constancia de esas defecciones: rhetorica est be11e di-
ceildi scientia irz civilibus quaestionibus;'' el equilibrio entre
1:-~s «partes>> (ir1.ve1·ztio, dispositio, elor¡utio), en segundo lu-
~ar, porque la retórica del triviwn, aplastada entre gram{l-
lica y dialéctica, se ve nípidamcnle confinada en d estudio
ele !<1 elocutio, ele los adornos del discurso, colores rhetorici.
La época clásica, en particular en Francia, y más en parti-
cular aún en el siglo xvrrr, hereda esa situación que acentúa
al dar constante preferencia en sus ejemplos al corpus.lite-
rario (y especialmente poético) sobre el oratorio: Homero
~' Virgili~ (y pronto Racine) suplantan a Demóstenes y Cice-..
rón, la retórica va dmvirtiéndose en lo esencial en un estu-
dio de In lc!xis poético.
Pnra dct<dlar v co1-rcgir 7 esa concepción inconveniente,
hnda falln una inmcm;a i'nvestigación histórica que supcra-
ri::l con mucho nuestras competencias, pero que Rolnnd

24
Barthcs ha esbozado en un seminario :de In École pratiqrrc
des hautes études."' Aquf sólo quisiéram:os insistir en las úl-
tim<:ls ctnpas de ese movimiento -las que señalan el paso
de la retórica clásica a la ncorretórica moderna.:_ y pregun-
tarnos por su significado. 1
1

1
1
La primera de esas etapas es la pyblicación, en 1730,
del tratado Des Trapes de Dumarsais. Esa obra no preten-
día, desde luego, abarcar todo el cam~o de la retórica y el
punto de vista adoptado por el gramático de la Enciclope-
dia no fue siquic¡·a el de un retórico ex~ctamente, sino ,mtís
bien el de un Iin·güista ~1 , más precisa~ente, un semántico
(en el sentido que Bréal darft1 más t1delante a ese término),
como lo manifiesta con claridad en su si.tbtftulo: ~ ... o de los
d i[crcntes sentidos en que se puede torrÍar una misma pala-
hrü l'l1 una misma lengunu. Pero, co~ su ~:xistcncin y ..;u
prestigio, contribuyó sobremanera a co)ocar en el centro de
los estudios retóricos, no ya en general la teoría de lt1s figu-
ras, sino, de forma más específica aúnJ la de las figuras de·
sentido, ccmcdiantc las cuales se hace bdoptar a una paltl-
bra un significado que no es precisame1,nte el suyo propio,,
y, por tanto, a situar en el centro del pensamiento retórico
la oposición de lo propio y lo figurado (bbjeto de los capítu-
los VI y VII de la primera parte), y, por¡tanto, a convertir la
retórica en un pensamiento de la figuración, torniquete de
lo rigur<:~do definido como lo distinto de lo propio y de lo
propio definido como lo distinto de loi figurado, ~· a ence-
rrarla p<:~rn mucho tiempo en ese meti~uloso vértigo.
·Nada ilustra mejor la influencia de :da reducción rropu-
ldgica en la evolución de la retóri,cn .ff,ancesa que l<1· obrn
tic quien se jactaba, casi un siglo después, a la vez de asu-
mir y liquidar la herencia de Dumarsai~ mediante una Arrf~
hehwtg que se tituló, primero, Comm~11taire rai5mmé dC's.
TrotJes ( 1818) y, tlcspu~s, Traité gc!néral des figures dri dis-
cours ( 1821-1827). En efecto, el ccrelevo~ de Dumarsa:is por
Fontanicr, desde el punto de vista que dquf nos interesa, es
de una r~mbigüeclad notable: por una p<1rte, Font<1nier am-
I . .
1 25
plió de n~evo el campo de estudio al conjunto de las figu-
ras, tropqs, y no-tropos, pero, por otra, al recuperar con
mayor vigor (con exclusión de la catacrcsis como tropo no-
figura por no ser substitutivo: hoja de papel, pm· ejemplo.
donde hoja no suplanta a ninguna propiedad) el criterio de
substitucj6n que rige la actividad tropológica y ampliarlo
a la totalidad del campo figural (lo que explica la exclusión
de deterry,inada «supuesta figura del pensamiento» por no
expresar ¡nada distinto de lo que dice), contribuyó a conver-
tir al tropo en el modelo de toda figura y, por tanto, a acen-
tuar aún¡ más, al atribuirle un fundamento de derecho, la
limitación iniciada! de hecho, por su predecesor. Dumar-
sais no hkcía sino proponer un tratado de los tropos; Fonta-
nier imphso (mediante su adopción como· manual en la en-
señanza !pública) un tratado de figuras, tropos y <~los que
no son tropos» (esta claudicación terminológica es bastante
elocuentb en sí misma), cuyo objeto es sin duda todas las
figuras, pero cuyo principio (criterio de admisión y exclu-
sión) es,l en su fondo, puramente tropológico.9
Ya tenernos, pues, al tropo instalado en e! núcleo para-
digmátito de lo que no es sir:o una t~oda de las figuras,
pero, en! virtud de una carencia léxica·s:agular y aparente-
. mente uhiversal,
1
seguiría llamándose retórica: 10 buen ejem-
plo de s inécdoque generalizadora. Pero a ese primer gesto
de Font~nier se sumó otro por el cual se confirmó su papel 11
o:
de fundkdor de la retórica moderna rhejor, de la idea mo-
derna d~ retórica: se refería a )a clasificación o, por hablar
como en su época, la división de los tropos:
Durriarsais había establecido ur.a lista, algo caótica y n
· veces r¿dundante, de dieciocho tropos, que no resultará de-
masiadb dificil de abreviar reduciendo las repeticiones (iro-
nía-antffrasis) o las su!Jespecies (antonomasia, eufemismo,
hipálaje) y trasladando a otras clases los «supuestos tro-
pos,) como la metalepsis, la p'erífrasis o .]a onomatopeya.
Pero, e~ un capítulo especial, 12 curiosamente sin efecto so-
bre la j:)isposición de su propio inventario, había evocado
igualmbnte la p~sibilidad de una ccsubordinación de los tro-
pos>), e~ decir, una indicación del <<rango que deben ocupar
uno~ e-n n.·lnc:i{m con los otros». Ya Vossius proponía tal je-
1
1
1
2ti !
!
rarqufa, en que todos los tropos cotTespondían, «como las
especies a los g~nerosn, a cuatro principales: la metMor<l.
la metonimia. la sinécdoque y la ironía. Dumarsais esbozó
una nueva apro.ximación, In de la sinécdoque y la metoni-
mia, reunidas por estar basadas las dos en una relacióH o
enlace (con ~~depcndcn<.:iD•> en la sinécdoque), que no es ni
ID de se11n'ia11:.c1 de la mctúl'ora ni la de contraste de la iro-
nía: equivalía implícitamente a ((subordinar" la totalidad
de los tropos a los tres grandes principios asociativos de
similitud. contigüidad y oposición. Por su parte, Fontanier
restituyó toda su función jerárquica a la distinción metoni-
mia/sinécdoque, pero. en cambio, excluyó la ironía como
figura «de expresión>> (tropo en varias palabras y, por ta_n-
to, seudotropo), y sobre todo no se contentó con <<atript!Ír•>
todos los tropos a los tres géneros fundamentales que dejó
subsistir: va sólo reconocía esos tres, todo lo demás era con-
fusión. t¡·~pos no-figura::;, figuras no-tropos o, incluso. no-fi-
guras,. no-tropos. Los únicos tropos dignos de ese nombre
son, pues, {por orden) la metonimia, la sinécdoque y la me-
táfora. Como va se habrá advertido, ahora basta con sumar
esas dos restas: la aproximación de Dumarsais entre meto-
nimia y sinécdoque y la exclusión por Fontanier de In iro-
nía, parn obtener ID pareja figura! ejemplar, polos opuestos
insubstituihles de nuestra propia retórica moderna: Met<i-
fora y Metonimia.
Esa nueva reducción forma parte, salvo error, de la ntl-
gata del formalismo ruso, desde la aparición, en 1923, de
la obra de Boris Eichenbaum sobre Anna Ajmatova, in-
cluida la equivalencia mctonimia=prosa, metáfora=poe-
sia. Volvemos a encontrarla con el mismo valor en 1935 en
el artículo de Jakobson sobre la prosa de Pastemak y sobre
todo en su texto de 1956, Dus aspectos del le11f!.lla;e y dos ti-
pos de afasia, en que la oposición clásica analogía/contigüi-
dad (que se refiere, recordémoslo, a los significados en reln-
ción ele substitución en la metáfora v la metonimia: el oro
y el trigo, el hierro y la espada) se ~e conFirmaJ<J por.. una
asimflación tal vez audaz a lns oposiciones propiamente
1ingüísticas (que se refieren, pot· su parte, a los significan~
tes) entre paradigma ~' sintagma, cquivnlcncia _v sucesión.

27
T·:sc episodio cst<.\ demasiado próximo a nosotros ves de-
masiado conncido como para que insistamos al r~specto.
En c:Jmbío. tal vez convcngtl prcguntar:;c por lus ru7,oncs
que lum podido conducir, dentro ele ltl propia esfera figurnl,
a una n•ducción tan drástica. Ya hemos recordado el dcs-
rl~z~micnto progn~sivo del objeto retóricodc la clocuencio
hacié\ la pocsfa,u evidente ya en los clásico~. que conduce
a la é\tcnción mctarrctórica a centrarse prcfci-entcmcntc en
lt~s figuréis con ma~·or contenido semántico (figllr<lS ele sig-
ni F1c<~clo en una sola pala brn) y, entre ellas, con mayor pre-
Ferencia en las figuras de sety~antismo <<sensiblcn 14 (rel<tción
espacio-temporal, relación de <tnalogfa), excluvendo les tro-
pos de semantismo considerado más intelectual, como la
antífTasis, la lítotes o la hipérbole, excluidos cada vez con
mayor severidad del campo poético o, más en geneml, de
la [·unción estética del lenguaje. Ese desplazamiento del ob-
jeto, de carácter evidentemente histórico, contribuye, pues,
;:¡ clCir prdl'renci8 8 las dos relacione.c; de contigüidad (y/o
inclusión) y ele semej8n7.8. Pero no es diffcil descubrir otros
movimientos convergentes, como.el que se revela en Freud,
a1 tratar,· en Tótem y talní, ele los «principios de la asocia-
ción)). En su Esquisse d'tme théorée de la magie (1902),
Mauss, de <1cuerdo con una tradición que se remonta a Ty-
lor, 8dm i tí<t como leyes de asociación m{lgica los tres prin-
cipios asociacionist<ts de contigüidac\, similitud y contr<tstc
u oposición. En Tótem y talni (1912), Freud, repitiendo en
otro terreno el gesto de FontClr.ier de exchlir la ironía de la
lista de los tropos, no conserva como pnnc;:tpios ele asocia-
ción sino los dos primeros, pm· lo demás subsumidos juntos
en el concepto «SUperior>, c\e COI1(QC!O, pues fa similitud
aparece cldinicla, con bastante gracia en ese caso, como un
«Cont<tcto en el sentido figurado de la palabrall. 15 ·
Comn hemos visto, Dumarsa is va h8bf<t indicado 18
ttprm:in'lélci<'>n de 18 s'in~cdoque y lé1 ~clonimia, pero el con-
Cl'p!o de «cnl:.lccn era hnstantc vnsto (o haslnn\c elóstico)
como pc:\n\ contener tanto los cn]<Jccs sin ((depcndcnci<ts,
(es decir, sin inclusión), que rigen la metonimiél, como las
rcbcioncs tic inclusión, que definen la sinécdoque. El con-
cepto de cOilligiiidad revela o realiza, al contrario, una elec-

28
• 1
ción en fnvor del «enlace sin clepcndcnci<P> y, por tnnto, un11
reducción unilnteral ele In sinécdoque :v! la metonimia, que.
por lo demús, ~l' hnec c:-<plídta en Jnko,bson, eunndo c5ct·i-
bc, pot· ejemplo: <e Uspcnsky tenía inclin~ci6n por la metoni-
mia, en particular por la sinécdoque,» 1(>¡ Mauss, entre otros,
of,-ccc l<-1 justificnción de e:::e gesto en el te:'<to nntcs citmlo:
cda fornw mñs simple [de In n::;ociación por contigüiclndl".
dice, ~<es la idcnt iricación de In parte cbn el todo., 17
Sin cmbnrgo, no es seguro que se p\.tcda convertir legí-
timamente la inclusiól1, ni ::;iquiern en ~tfs formas más g:ro-
scn1mentc espaciales, en un caso partiqular de la conti~üi­
dad. Esa reducción se origina seguran)ente en· uné\ confu-
sión casi inevitable entre la relación de: la parte con el todo
y la relación de esa misma parte con la:s demás partes cons-
titutivas del todo: relación, si se prcfie~e. de la parte con el
resto. L<-1 \'CI'-' no es contigua a la nave,: pero es contigua al
mástil "':-' a la verga y, por C:'<tensión, a! resto de la na\T, a
todo lo de In nave que no es vela. Ln mavorfa de Jos cnsos
ududososn se deben a es::l elección, siefnpre abierta, de en-
focar ora In t·clnción de la parte con el todo ora la ele la
parte con el resto: como en la rf'lndón simbólica en su
a
étimo nntig:uo, en la que podemos ver la vez una relación
de contigüidnd entre las dos mitndes complementarias del
svmholon v una rdnción de inclusión' entre cada una de
ésas dos n~itadcs y el todo que constitu'yen y reconstituyen.
Cndzt se m isímbolo, e:'<ige el otro y a lln tiempo evoca su
conjunto común. Asimismo, podremos'ver ad lihitrm1, en la
figura por ntributo (por ejemplo, ucm"onnn por mcmarca),
una mc~onimia o unn sint-ctloquc, segbn se considere, por
ejemplo. la corona como simplemente vinculada al mo-
narc·a o como parte inlcgnmte de él. en virtud del axioma im-
plícito: no hay monarca sin corona. Vemos entonces, que
en ültima instancia toda metonimia ,puede convertirse en
sinécdoque recurriendo nl conjunto superior, y toda sinéc-
doqUl' l'Jl 111l'lonimia l'l'l'lllTÍL'ndo a léls relaciones entre pt1r-
tcs constituyentes. El hl'cho de que ca:da figura-cspéciHicn
pueda nnali7.arse de dos mnncras, a elección, no quiere de-
cir, desde luego, que esas dos maneras no sean sino una,
como tampoco Arqufmedcs no es de la¡misma manera prfn-

29
cipe v geómetra a la vez, sino que, como vemos, esa clase
de perte'nencia doble puede favorecer la confusión.
Falta: por explicar, evidentemente, por qué esa confu-
~ión se ~a producido más en Uf1. sentido que en el otro, a
favor de. la metonimia y nO' de la sinécdoque. Puede ser que
en este caso el concepto seudoespacial de contigüidad haya
desemp~ñado un papel catalizador a] proponer un modelo
de relaci,ón a la vez más simple y más material que ningún
otro. Pero hay que observar también que, si ese cbncepto
benefici~ a la. metonimia, no por e1lo deja de realizar, den-
tro del propio ámbito de esa figura, una nueva reducción,
pues muchas de las relaciones abarcadas por la metonimia
clásica (fl efecto por la causa y, recíprocarrtente, el signo
por la cc;>sa, el instrumento por la acción, lo físico por lo
moral, etc.) no se dejan reducir tan fácilmente, si no es me-
diante metáfora, a un efecto de contacto o de proximidad
espacial:! ¿qué tipo de ttcontigüidad» podrían mantener el
corazón y el coraje, el cerebro y fa inteligencia, las entrañas
v la pied'ad? Reducir toda metonimia (y, a fortiori, toda si-
"Décdoqub) a un.a pura relación espacial equivale, evidc.nte-
mente, a\Iimítar el funcionamiento de esas figuras a su as-
pecto físico o <<Sensible» y en ello descubrimos una vez más
el privih'!,gio poco a poco conqu.istado por el discurso poé-
tico en el campo de los objetos retóricos, así como el des-
plazami~nto efectuado por ese discurso mismo, en la época
moderna\ hacia las formas más materiales de la figuración.
A esa reducción progresiva de las figuras de «enlacen al
modelo dnico de la metonimia espacial corresponde, por el
otro lado\ -el de las figuras de «semejanza,,-, una reduc-
ción sen~iblemente simétrica, que en este caso beneficia
sólo a la 1\metáfora. En efecto, sabido es que el tér.mino de
metáfora tiende a abarcar cada vez más el conjunto del
campo analógico: mientras que el eil-zos clásico veía en la
metáfora \u_na compa-ración imp~~cita, 111 la modem~dad pa-
rece prefenr tratar la -comparacton como una metafora ex-
plícita o Thotivada. El ejemplo más característico de ese uso
se encuetitra, evidentemente, en Proust, que no cesó de lla-
mar met~fora a lo que en su obra es la mayoría de las ve-
ce~. pura comparación. También en estecaso se revelan con

30 1
claridad los móviles de la reducción en la perspectiva de
un estudio de las'riguras centrado en el discurso poético o.
al menos (como en Proust) en una poética del discurso: ya
no se trata de las comparaciones homéricas, y la concentra-
ción semántica del tropo le asegura una superiori,lad esté-
tica casi evidente .sobre la forma desarrollada de la figura.
Mallarmé se jactaba de haber desterrado la palabra
«como)) de su vocabulario. Sin embargo, si bien la compa-
ración explícita tiende a desaparecer del lenguaje poético.
no ocurre lo mismo, dicho sea de paso, con el conJunto del
discurso literario v menos aún con la lengua hablada. tanto
más cuanto que la comparación puede ~ompensar la falta
de intensidad que la caracteriza con un efecto de anomalí"!
semántica que la metáfora apenas puede permitirse so
pena de resultar, a falta del término de comparación, total-
mente ininteligible. Ese efecto es, en p·articular, lo que Jean
Cohen Jla·ma falta de pertinencia. '~ Todo el mundo recuerda
1

el verso de Eluard «La tierra es azul como una naranja, o


la serie de Lautréamont de «bello como ... »: pensemos
igualmente en el gusto del lenguaje popular por las compa-
raciones arbitrarias ·(ce ... como la luna,>) o antifrásticas
(c<amable como una puerta de prisión», c<bronceado como
una tableta de aspirina,,, ccrizado como un huevo duro») o
graciosamente descabelladas, como las que animan la dic-
ción de un Peter Chevnev, un San Antonio o un Pierre Pe-
rret: «los muslos abfert~s como el misal de una devota>>,
Una teoría de las figuras de analogía demasiado centrada
en la forma metafórica se condena a pasar por alto esos
efectos y otros.
Añadamos, por último, que la reducción al «polo meta-
fórico>> de todas las figuras de analogía daña no sólo a la
comparación, sino también a varias formasde figuras cuya
diversidad no parece haberse tenido en cuenta del todo
hasta ahora. Se suele oponer metáfora a comparación en
nornore de la ausencia en una y la presencia en la otra del
término de comparación. Esa oposición no me parece dt-
masiado bien formulada en esos términos, pues un sin-
tagma de] tipo de pastor promo11torio o sol cuello cortado,
que contiene a la ve7. comparante y comparado, no se con-

31
sid~ra corilparación, como, por Jo demás, tampoco metáfo-
ra, y, al f!nal, se deja de lado a falta de un an(disis más
completo ~e los elementos consti~utivos de la figura de ana-
logía. Par* no dejar ning(m cabo suelto, hay que tener en
cuenta no!sólo la presencia o la ausencia del comparante y
el compa~ado (vehicle y tenor, en el vocabulario de Ri-
chards), s(no también del modalizador comparativo (como,
igual a, r.J..s~mejarse, etc.) y del motivo (ground) de la compa-
ración. Observamos entonces que· lo que solemos llamar
~~comparación 11 puede adoptar dos formas sensiblemente
diferentes; comparación inmotivada (mi amor es como ww
llama), y c'omparnción motivada (mi amor abrasa como tma
llama), ne~esariamente más limitada en su alcance analógi-
co. ya quG se selecciona como motivo un sólo serna común
(calor) de :entre otros (luz, ligereza, movilidad) que la compa-
ración inmotivada podda al menos no excluir; vemos,
pues, que\ la distinción entre esas dos formas no es total-
mente inútil. Resulta asimismo que la comparación canóni-
ca, en su~ dos especies, debe entrañar no sólo comparantc
y compnr'ado, sino también el modalizador, sin el cual se
tl·atan\ más bien de una identifica.ción, 20 motivada o no, ya
sea del tiro mí cnnor (es) una llama m·die11.te o mi ardie11te
amor (es) 11i1a llama (ce Sois mi león soberbio y generoso") o
del tipo n~i amor (es) una llama (ccAquiles es un león11, «pas-
fL)r promqntorio11 ya citado). La elip;;is del comparado de-
terminar~ dos formas más de identificación, una también
motivadaf del tipo de mi ardiente llama, y la otra sin moti-
vo, que e~ la metáfora propiamen.te dicha: 111i llama. El cua-
dro ar1cx0 reúne estas formas diferentes, más cuatro esta-
dos elíptibos menos canónicos pero bastante concebibles, 21
comparadiones motivadas o no con elipsis del comparante
(mi amor~s ardiente como ... o mi amores como ... ) o del com-
par::~clo (.). COinO l.l/'ICL /lama. ardiente, O ... COP110 l.li1Q. 1/ama):
como ha visto accrtatlamente Jean Cohen, no deben descar-
tarsc tot911 mente esas farmas en apanencm . . puramente h'I-
potL'ticas¡ ¿quién J·ccuCJ·dn, por ejemplo, el comparado de
los «bello como ... l> de Lautréamont, en que la discordancia
entre el [notivo Y. el comparante entraña, evidentemente,
tllgo más¡ que la atribución del predicado total al duque ele
FIGURAS comrc::~- Moda ti- Compa-
DEANALOGIA rrtc o Moth·o 7.ndor ranre EJEMPLOS

Compnrnción Mi amor arde


+ + + + com~
rura lama
motiY::~da

Comparación Mi amor
+ + +. se parece
inmotivada a una llama
Comparación Mi amor arde
rnotivadn sin + + + romo
compnrantc'~

Compnrnción ... c~rdie11te


motivnda !'in + + + como
,
compnrndo''' w ra !la m a
Comparación
inmotivndn Mi amor
+ + se parece
sin a ...
compnrantc'~

Compnrnción
.
i nmot i vadn ... como ww
+ + llama
sin
comparado'~

Idcntificnción Mi amor
+ + + (t's) urra
motiv<lcl~ llama ardimrc

Identificación kfi amor (es)


+ + ww llama
inmoth·:ub
Iclcnt ificnci6n
nwt h·ndn fo.·fi ardie11te
sin -. + + lla nra
compnrndu
Tck:nt ificrtcil.ín
in mol Í\'nda
..
sin + ,A,:fi llama
compnnHio
( 111 (' ( ci 1(11"(( )

33
Virginia, al buitre, al escarabajo, a Mervyn o al propio Mal-
dorar?
Este cuadro un poco expeditivo 22 no tiene otro objeto
que el de manifestar hasta qué punto no es la metáfora sino
~una forma entre muchas otras y que su promoc-ión al rango
de figura de analogía por excelencia se debe a una especie
de abuso. Pero falta por examinar un últimoz:~ movimiento
reductor, por el cual la propia metáfora, al absorber a su
·último ~dversario •. se convertirá, <<tropo deittopos'' (Soj-
cher), <<figura de _figurasn (Deguy), en el núcleo, el meollo
y, por último, la esencia y casi la totalidad de la retórica.

Acabamos de recordar que Proust llamaba metáfora a


toda figura de analogía: ahora hay que añadir que, en virtud
de un lapsus de lo más significativo, llega a ampliar esa de-
nominación a toda especie de tropo, hasta el más típica-
mente metonímico, como la locución «hacer cattleya,, (por
hacer el amor utilizando como accesorio, o al menos como
pretexto, un raml'llete de cattleyas). 24 Más adelante intentaré
demostrar que gran número de <<metáforas» proustianas son,
en realidad, metonimias o, al menos, metáforas con funda-
mento metonímico. El hecho de que ni Proust ni la rriiB.yoría
de los críticos lo hayan advertido es característico, aun
cuando esa confusión, o impropiedad, proceda de una simple
carencia terminológica: a comienzos del siglo xx, metáfora
es uno de los poco términos que han sobrevivido al gran nau-
fragio de la retórica y esa supervivencia m,ilagrosa no es, evi-
dentemente, ni fortuita ni insignificante. En el caso de otros,
la coartada terminológica no es admisible, como cuando Gé-
rald Antaine llama metáfora a un lema publicitario como_A
usted le sohran diez afias de peso, donde se ve con bastante
25
claridad la designación de la causa por el efecto, o cuando
Jcan Cohcn no qui~re ver en los azules ángelus de Mallarmé
sino una sinestesia analógiea,u' y sabido es que Lacan encon-
tró un día en el diccionario Quillet este ejemplo de <<metáfo-
ra» que no le pareció <<sospechosa de haber sido selecciona-
dan: su gavilla no era avara ni acerba. 21 ·

34
En retóricos tan avisados como lps miembros del grupo
de Lieja, encpntramos también una inflación de la metá-
fora q{.¡e, evidentemente, no puede deberse a ignorancia ni
a descuido: así, ese grupo escogió cotno sigla la letra J.L n ini-
cial de la palabra que en griego des1gna la más prestigiosa
de las metábolas,. Resulta que la n:tisma inicial, y con r::~­
zón, se encuentra en metonimia, per9 no hay vacil<:~ción po-
sible respecto de la identidad de la prestigiosa metábola.
sobf.e todo si recurrimos a otro personaje de la Rhétorique
gé11irale, en que leemos que la metáfora es la «figura central
de toda retórica~>. 211 Prestigiosa podía' parecer un poco juYc-
nil, pero transmitía una opinión corhún. 29 Central, en cam-
bio, se debe a una iniciativa deliberada de valorización.
que recuerda irresistiblemente la observación de Bachelarcl
sobre las jerarqufas animales de Buffon: «El león es el rey
de los animales porque conviene a un partidario del orden
que todos los seres, incluso los anim'ales, tengan un reyn.·'n
Del mismo modo, seguramente, la metáfora es la ((figura
central de toda retórica>> porque conviene a la inteligencia,
en su debilidad, que todas las cosas, incluso
. las figuras, ten-
'- .
gan un centro. ¡
Así, en virtud de un ce11troce11trisn1o al parecer universal
e irreprimible, en el núcleo de núcleos de la retórica -o ele
lo que de ella conservamos- tiende a instalarse no ya l::t
oposición metáfora/metonimia, en la que aún podíé'\ p0sar
un poco de aire y podían circular a,lgunos ''estigias de tflt
gra11 juegn, sino sólo la metáfora, petrificada en su re<1lcz<1
·inútil. ((Si la poesía>>, escribe Jacques Sojcher, «es un espa-
do que se abre en eJ lengua,ie, Si por ella las palabras \'UCJ-
ven a. hablar :· el sentido se recarga Cle significado. es por-
que entre la lengua usual y la palabra recuper<1da hay un
desplaz~miento del sentido. metáfor~. En esa pcrspccti\'a,
In metMora \'a no es ww fi!!ttra en'tre otras, sino la figura.
el tropo de. tropos.~>~ 1 Obse~·amos e'D este caso el re~urso
implícito a la prueba etimológica. según la cual (rtodo des-
plazamiento de sentido~> e's metáfora: ¿Hac.e falta record<1r
que el mismo argumento, si tuviera el menor valor, lo ten-
dría también en los casos de met011in~ia, metalepsis, hipála-
ge, antonomasia .v otros más? )
i

35
Mcís imponente (aun haciendo a,bstracción del genio
poético del autot·) es la argumentación ele Michel Deguy en
el ar1íCLdo, ya citado, ({ Pour Une théorie ele la figure génén\-
lísécn_, que podrfa también, y con mayor razón, titularse
Metcífora generalizada: (<Si de Jo que se trata es de subordi-
nar una de las especies a un género, la metáfora, o figura
de figuras. es la que puede desempeñar el papel de género .. .
No hay sino un género supremo, el de la flgura o metáFora .. .
Mctúfora y metonimia pertenecen, bajo su-diferencia.secun-
daria, a una misma dimensión, para la cual el término de
mctafqriciclad puede servir en generaJ.,.l 2 Oeguy basa esa
superioridad jerárquica tan vigorosamente afirmada en la.
idea c.le que el sistema de la tropologfa clás..ico-moclcrna f
(Fontc.mier-Jakobson), en la propia partición que hace entre
las figuras, obedece a un modelO perceptivo cspacializado
-contigüidad o proximidad o yuxtaposición en el caso de
la metonimia, intersección en el de la sinécdoque, semejan-
za, «que remite a la superposkión posible,,, en el de la mc-
tMora- y, por consiguiente, metafórico ya.
Esa descripción de la partición tropológica no es del
todo exacta, <1l menos en lo que se refiere a In época clásica.
Ya hemos comprobac..lo que el concepto de contigüidad; uti-
1izado por los modernos, reducía a una sola las diversas
modal id acles úc la relación metonfmica, a la cual el propio
Fontanicr resc¡·vaba una extensión mucho mavor bajo la
denominación prudente de (<tropos p<;>r cmTesponden.ciall.
A decir verdad, el esquema de la inter~ecéión no ha cldi-
niclo nunca, en ninguna tropología, clásica ·o moderna, la
sinécdoque: se trata, en realidad, de una inclusión o perte-
nencia (Fontanicr dice fcconexión,,) y más de tipo lógico que
espacial: la inclusión c..le vela en rmve es espacial, si se quie-
re, pct·o en grmlo alguno lo es la de hierro en espada o la
de hinnbre en 111ortal. Si así fuera, los retóricos no definirían
la figura ccbcber un vaso,, como lo hacen constantemente,
es decir, como üna melo11imia del cmtfi11enle, sino como una
sinécdoque, teniendo en cuenta que el vino va (dncluicloll
en el voso: error que nunca han cometido. De igual modo,
la relación de superposición, hacia la cual Dcguy inclina In
de semejanza en nombre de la retórica, nunca ha definido
!

a la metáfora; los ele Licja la analizan más ~ien, y con r<l-


zón, como coposesión parcial de sernas y, po,r tanto, comn
intersccci<Jn J<:)!rica:
t-
t•ntre om -v trino
n hav. un¡ serna comün
1

que es el color, y la sllbstitución de un significante por otro


en el texto no significa en ninguna parte su¡;e,posició " de
los significados , o, de lo contrario, toda especie de tropo
respondería a ese esquema. ':
Ese retorcimien to, que.Deguy imprime a :Jos conceptos
de la tropología para poner de relieve mejor su esencia me-
tafórica, se mnnifiesta también en su análisis; ele la silepsis
según Fontanicr. Recurriendo al ejemplo raciniano: «Un
padre al castigar, sc1iora, sigue siendo padrcn; acusa a Fon-
tanicr de considerar, primero, como sentido propio «la pro;
piedad de copulador-g eniton) y, después, corro sentido fi-
gurado c¡toclo el resto de la paternidad, i11cluida una cosa
tan 1wturalJ·' como "los sentimiento s, el coratón ele un p<:l-
dre"u y, más adelante, designa el sentimiento paterno
como, en la concepción de Fontanier, añadido tcmetafóri-
co>,; acaba rechazando con razón una semántica tan grose-
ra. Lo malo es que esa semántica no es en absbluto de Fon-
tanicr, pan\ quien el segundo padre ele c1un pndre siempre
es un padre>> no es uh mimlido metafórico, sir10, al contra-
rio, la reducción por sinécdoque de un sentido nprimeroD
(precisamen te el del primer padre de la frase)'¡ en principio
tata l. En efecto, releamos el texto de las Figcl'·os du dis-
cours:-'4 ce Un pmlrc, e:s decir, quien tiene la cal{dad, el título
de padre: se11tido propio. Siempre es padre, e~ decir, tiene
siempre, aun en sus rigores, los sentimiento s, el corazón de
un padre. es siempre bueno y tierno como un P,adre: senNdo
figurado y ~proximmll.lnll'nte la misma clase de shu!cdoc{lft'
de m:.ís nrribn,, \'volvamos al comienzo de es~ artículo so-
bre l<1 ccsilepsis tic sinécdoque, ,. En él ~ncontdmos e~tc du-
blc ejemplo: ce El mono :-;icmpre es mono y el lpbo ~icm pn·
lobun, comentndo asf: {(Eso quiere decir que¡ nada puede
cambiar la naturalci".a, las costumbres del mono,. del lobo.
·"que cfios anim<~lcs serán siempre los mismos!cñ ese sen~ i-
do. En este cnso el mono y el lobo representan , en primer
lugar, a esos <1nimalcs mismos y en toda la Jomprensió n
de las ideas que uno y otro vocablo expresa: se~tido propio;

37
y, además,l representan sólo algo de dichos animales, sus
costumbrd, su naturaleza: sentido figúrado y sinécdoque
del todo por la parte.>> El sentido primero, según Fontanier,
no es, pues,. en ese caso, ni en el caso de mono, ni en el de
lobo, ni en :el de padre, ese sentido reducido a las propieda-
des biológicas que Deguy quiere ver en ellos, sino, al cen-
trado, el sentido. entendido en toda su comprensión de las
ideas que expresa, y en este caso el «figurado» es el que limi-
ta. Así, pues, no existe la ampliación «metafórica» qe la que
se acusa a Fontanier y, cuando Deguy concluye: «la polisemia
es primordial», no refuta la retórica, sino que la repite. 35
Vemos, ¡pues, que el carácter metafórico atribuido por
Deguy a las definiciones de la retórica clásica y, por consi-
guiente, de. su reproducción lingüística es un poco forzado
y se debe ~ su propia interpretación. Además, y tal vez so-
bre todo, n'o vemos cómo se pueden invalidar las ((divisio-
nes» tropológicas y, en pary.icular, la oposición metáfora/
metonimia~ en función de que descansan ... sobre una metá-
fora. ¿Por qué metáfora? La articulación de la qucjn supone
admitido aquello precisamente que la queja pretende re-
chazar. No se puede desconstruir la oposición y a la vez
remitirla a:uno de sus términos: se puede decir que las par-
ticiones dé ,la retórica son ociosas y que todas las figuras
no son sino una, pero con la condición de no denomirfarla
«metáfora,; en lugar de antanáclasis o poliptoton, so pena
de revelar :inevitablemente lo que llamaré simplemente, y
sin ninguna intención polémica (cada cual tiene las suyas),
una idea preconcebida. En efecto, me parece que el deseo
profundo de toda una poética moderna es. sin duda el de
suprimir lé:is particiones y a la vez establecer el reino abso-
luto -sin partición- de la metáfora. El resto tal vez no
sea sino motivach'm.

Así, pues, el movimiento secular de reducción de la retó-


rica parece desembocar en .una valorización absoluta de lél
metáfora, ~inculada a la idea de una metaforicidad esencial
del lengua.ie poético ... y del lenguaje en general. 36 Antes de

38
preguntarnos por el sig:niricado de ese último avatar, tal
vez no sea inütH observar dos rasgos de léxico que proce-
den seguramente de la misma tendencia y cuya acción de
rechazo, en todo caso, ha de reforzarla -por fuerza. El pri-
mero es el empleo con frecuencia abusivo, en nuestro voca-
bulario crítico, del término imagen para designar no sólo
las figuras por semejanza, sino toda especie de figut·a o de
anomalía semántica, cuando, en realidad, esa palabra con-
nota casi inevitablemente por su origen un efecto de analo-
gía o incluso de mimesis. Sabemos. en particular, la for-
tuna de que gozó ese término en el léxico del surrealismo,
hasta el punto de que su empleo dispensa generalmente de
cualquier otra designación de los procedimientos propios
de la escritura surrealista y, de forma más general. de lá
poesía moderna. No es seguro que sintagmas como «oigo
las hierbas de tu risa)) o celas barcas de tus ojos)) (Eiuard)
o el inevaporable «rocío de cabeza de gata» (Breton) se de-
jen reducir sin perjuicio a un proceso puramente metafóri-
co; no es éste e! lugar para emprender su análisis semánti-
co, tal vez· fuera del alcance de los instrumentos que nos
legó la tradidón clásica: observemos solamente que el ern-
pleo de la palabra imagen hace de pantalla, si no de obstá-
culo, para el análisis e induce sin control a una interpreta-
ción metafórica tal vez defectuosa y. como mínimo, reduc-
tora.
El otro indicio convergente es, al menos en francés. el
desplazamiento (también reductor) del sentido de la pala-
bra s{mbolo. Sabido es que el griego symbolon designaba
originariamente, como hemos recordado más arriba. una
relación metonímico-sinecdóquica entre las partes, o entre
cada parte y el conjunto, de un objeto cortado en dos para
servir posteriormente de signo de reconocimiento. Pero de-
jemos la etimología, que todo el mundo propende a evocar
siempn;.. cuando ravorece a su tesis: el caso es que el empleo
real del término en la lengua francesa apunta a cualquier
relación semiótica motivnda (e incluso, en matemáticéls, i~­
motivada), ya sea dicha motivación analógica o de otro
tipo, como lo indica perfectamente esta [Tase de Mannontel
citada por Littré: c1La hoz es el símbolo de la siega de las

39
mieses, la balanza es el sfmbolo de la justician, en que el
· scgunclo ejemplo es, evidentemente, metafórico y el pri-
mero ffpic<tmentc metonfmico. Pero esa variedad en el em-
pleo de hecho no impide en absoluto la nconcicncia lingüfs-
tican comt'ln de definir el sfmbolo como un signo analógico,
como lo atestigua elocuentemente su conCiscación por el
movimiento simbolista, cuya estética, como es sabido, se
basa en la «analogía universaln, y lo expresa con toda quie-
tud el Dictimmaire pl1ilosophique de Lalande (citado en el
Petit Rnherf), al definir el símbolo asf: «lo que 'representa
otra cosa en virtud de una correspondencia analógican.
También en este caso, pues1 la analogía tiende a enmasca-
rar -o a sumergir- toda especie de reJación semán'tica.

Sería fácil (y facilón) interpretar tales anexiones desde


·el punto de vista de la ideologfa ·a incluso de la tcologfa:
sabido es, por ejemplo, lo que el tema baudclairiano de la
correspondencia ele la Tierra con el Cielo deb~ a una tradi-
ción a lét vc7. plat(mica y jucleocristiana. Resulta tentador
volver n ver en la pareja metáfora-metonimia la oposición
entre el espfritu de trascendencia religio:m y el espfritu pro-
saico, consagrado a la inmanencia ele aquí abajo. Metoni-
mia y Metáfora son las dos hermanas del Evangelio: Marta,
la activé\, 1« mujer ele su casa, atareada, que va v viene,
pa~a. con el trapo en la mélno, de Í.th objeto a otro, etc., y
María, la contemplativa, que ha «eleg_ido la mejor parlen e
irá derecha al Cielo. Horizontal versus ver;tical. Así, podría-
mo~ clasiricar las mentes en crmaterialistas» (prosaicas), las
que -como Freud- dan preferencia al ((contacton~ 7 y no
ven en la similitud sino su insípido rcncjo, y ccespiritualis-
tasn (¡->oét icas), inclinadas, al contrario, a eludir el contacto
o, al menos, a sublimarlo en función ele la analogía. No va-
mos a cóntinuar m'fls ese juego ele extrapolaciones mani-
qucfstas, cuyas ~:~stacioncs terminales no reservan la menor
:-;orprc~a. Más vale seguramente examinar aquí, antes de
concluir, uno de los motivos psicológicos -el más dctermi-
mmtc acaso- de esn valori7.ación de lo analógico.

40
P?r c!crinición, todo t.ro~o consist~Jcn una suh~tituci~n
de tcrm 111os ~·, p 0 r consJgtllcntc, sug1~rc una eqtlrvaft'nc:w
entre esos dos lérmi nos, nun cuando su relación no sea en
absoluto annlógica: decir Pela por 11avh1 es hacer de la \'cla
el substituto y, por tanto, el equivalcn tc de la nave. Ahora
bien, la relación semántica más próxin\ta de la equivalencia
es, evidentemente, la similitud, espontáneamente sentida
como una cuasi·idcntidad, aun cuandb no se trate sino de
una semejanza parcial. Asf, pues, hay,¡al parecer, una con-
fusión casi inevitable, v que sentimos la tentación de consi-
derar ccnaturaln, entre.valer para y ser pomo, en nombre de
la cual cualquier tropo puede pasar lpor una metáfora.~~~
Toda semiótica radonal debe constituirse en n.:~cción ,con-
tra esa ilusión ~parcntemcntc primotdial. ilrtsió•t. simho-
lisla que Bachelard habría podido clasificar entre esos obs-
táculos epistemológicos que el conocirhiento objetiYo debe
superar ."Psicoanalizándolos>>, La mo~ivación ilusoria del
signo pqr excelencia es la motivació analogista y hasta
nos atreveríamos a decir que el prime l impulso de la men-
te, ante un? ~~elación semántica cualqui cra, es el de conside-
1
rarla analogH.:a, aun cmmdo sea de otra naturaleza. y nun
cuando ~e« puramente ccarbitrarian, cdmo ocurre la mayo-
ría de 1as veces en la scmiosis lingüí~tica, por ejemplo: n
eso se debe la creencia espontánea en 11~ semejanza de la~
palabras con las cosas, que ilustra el btemo cratilismo, el
cual ha funcionado siempre como 1« ideología, o la cdcoría
indfgcnnn, del lc)lgtmjc poético. 1
Durante dos siglos (el xvn y el xvm), y sobr~ todo en
Francia, esa tendencia ccnaturai,, a la ~alorizaciún (v <1 ve-
ces a la sobreestimación) de la relación! analógica ha ·e~tndo
inhibida -lo que no era seguramentJ la forma mejor de
npsicoanalizarlan- por el objetivi::¡mo !represivo propio del
el/tos clúsico, que consideraba a priori b toda rnetMorCt sos-
pechosa de exceso fantasmático v rrlantcnía cuidado!'tl-
mcntc a· raya la imaginnc.ión nsimhólitan.J'' Sabido es que
el rom<:tnticismo y el simbolismo le de\~ol\'ieron la libct·tad.
pero el surrealismo al menos en su doctrina, :'5c m<:tntuvo al
respecto más fiel de lo que se suele cr~er al e~~fritu del ~i­
f:!lo XIX, como lo dcmucsl ra con bastarlte claridad esta de-

41
claración !de André B.reton: <e(Al lado de la metáfora y ·la
comparac1ón) las demás "figuras" que la retórica persiste
en enumerar carecen del menor interés: Sólo el gatillo ana~
lógico nos11apasiona: sólo gracias .a él podemos actuar sobre
~
el motor del mun do.» En este caso la preferencia parece
expresad~ sin rodeos, con t<..Jo su derecho, pero por una vez
la motivación es lo que nos detiene ... y, digámoslo, nos in-
comoda, P,ues esa acción por analog{a sobre el «motor del
mundo>> qo puede tener en verdad sinq un sentido, que es:
regreso a ]a magia.

Resultr evidente, espero, que aquí no proponemos ni a


la poesía ri a la p~ética que renuncien al uso o a la teoría
de la metáfora. Lo que, en cambio, es cierto es que· una me-
tafórica, *na tropología, una teoría de las figuras no nos
liberan. dtt la retórica general y menos aún de esa <mueva
retórica» (si se quiere) que nos falta (entre otras cosas) para
<<actuar s9hre el motor del mundo» y que sería una semió-
tica de lor dist;ttrsos. J?e todos los discursos. 41
Así, pues, por una vez, y en cierto modo, podríamos es-
cuchar el jambiguo consejo· del viejo y joven autor de Fals-
taff: << Tomiamo all'a11tico, sara un progressq. ,, ~

l. Laro1usse, París, 1970.


2. Critique, octubre de 1969.
3. RevJ.e internationale de philosophie, 23° año, no 87, f. I.
4. Este/plural no es de cortesía y según la figura llamada comu-
nicación. El reproche, de haberlo, se dirige aquí igualmente a
quicn·lo ar¡ticula y.que, en el actual abuso relativo del concepto de
figura, enc;onlrarfn ·alguna dificultad para consiclerarsc inocente.
f.:a critica ¡será aquí una forma disfrazada (y cómoda) de la autocrí-
tJca. ·
5. Dial gue de.'i oratfmrs, XXXVI-XXXVII.
6. Curtius, Liltératúre européemte, p. 94. · .
7. A. Kibédi Varga (Rhétoriquc el Littérature, Didier, París,
1970, págs!. 16-17) niega que la retórica franccs.a .clásica sea, co':lo
hemos dicho en otro lugar, asobre todo una retortca de In elocwrou
y el conjUJ)to de su libro demuestra, en efecto, el interés de ciertos

42
retóricos tic lo~ siglo~ XVII y X\'TII pot· ias técnicas de argumentación
v de comro~ición. Se trata de una cuestión de insistencia v propor-
cione~ relativas V también de elección de las referencias:"Varga ~e
apovn en Burrv:Lcgras, Crc\'Íl'r y yo en Lamy, Duman;ai~. Font<J·
nieT:. Hnbda qi.te c:ocaminnr sistemáticamente, por ejemplo, el cen-
tenar de títulos reunidos por P. Kucntz (."('-/!!' siccle, nn R0-81). 1\k
parece también que la parte dedicada a la.elocutio, aun cuando no
sea la mc.1s importante, es en esa época ya la más viva, la más ori-
ginal respecto de los modelos antiguos y, por tanto, la m::ls produc-
tiva (pese al material nuevo aportado por la elocuencia sagrada!.
¿Será tal \'l:Z un efecto de proyección? Pero el propio Varga trae
ngua a c.o;te molino al obsen·ar que Ramus, va en el siglo X\'T, pro-
ponía asignar a la dialéctica la im•e11tio y la dispositio y sólo deja bOJ
a la rctúdc:a el arte de la eloclltio.
8. "L' ancicnne rhétoriquen, Commzmications 16, diciembre ck
1970.
9. Remito aquí a la Tntmducción de la reedicióii de Figzm:s du
disca11rs, Flammarion, 196ft .
1O. Hny que !'olucionar, mal que bien, esa carencia: por eso .
.quisiem proponer que se designnra esa parte de 1~ rctóricLt con el
nombre de fi~urcítica, que Ltl menos no se presta a equívocos.
11. P<.1rd :-;imbólico. conviene precisar, pues si bien se utili7.1Í
mucho su manurd en las clases a lo largo del siglo xrx, su inOw:m:in
posterior parece haher sido pr::lclicamcntc nula hasta su rccil'nll'
l'l'StliTecciún,
12. U, cap. 21. . ·
!J. O hr~cin la pro~a escrita considerada en su función cstt;licn.
corno lo hnce In cst ilísticn moderna.
14. RL•t:ordemr)s también esta frase del P. Lamv: "Lns metMo-
ras vuelven sensibles todas las cosas... ·
15. •• Los uos principios de la asociación, la similitud y lLI cnn-
tigüitl<td, cncucntnm su síntesis en una unidad superior: el cmrtac-
to. Ln nsociación por contigüidad equivale a un contacto dirccln,
la asociación por similitud es un cont<tcto en el sentido figurr~Jo
. de la pnlahrn. La posibilidnd de designnr por la misma pLtlahr<~
lLts dtls \'aricd<~cles de asociación prueba ya que el mismo pnxcsn
psíquico ri!!C una y otran (Tntf!m et ta/Jou, trad. S. Jankélévitch, Pe-
tite Collection Payot, págs. 100-l O1), Esa dicotomía recoge, eviden-
temente, la oposición establecida por Frnzer entre imitación "cmr-
tn¡!,in. Sahic.lo es, !'in embnrgo, el lugar que la Traumdcutr111~ ( 190.m
;.• el Wir: (1905) I'L'st·n.·Ltban a In nrcpre:-;entación por el contT·arion
en el lrLtbajo del sueño y la agudeza y ·que más adelante ILI rigura
de la Ltnt írrasis reaparecería en la retórica de In dcnce:nción 1Die
\len.H?fl1lll1f!., 1925). '
16. Essais de lingclistiqctc gr!nérale, p. 65. L<t reducción ~ l'nun-
cia ya de pasada en Dumarsais, Trnpes, II, 4: "La sinécdoque l'S.
pues, una especie de metonimia por la cual {... ) tomo lo nrcis ru:>r
lo 111e11os, o lo menos por lo más.»
17. Snciolo~ir? el Anthmpnlngir, p. 57. Véase tnmhién Jnkoh.,nn.

43
"Rcrn;-¡rqucs .<;ur la prosc de Pasternakn, trad. f1. en Poc!tique 7, p.
317: rrEI píi~O de In parle al todo y del todo a la parle no es sino
un cnso parllt:UI<lr del rroce~o (de la asociación por contigüid<lcl).u
18. " ... en virtud de una comparación que está en In menten
(Dum<lr¡;ais, TI, 10).
1Y. rrLa comparai~on poétique: ·essai de systém<lliqucn (Lalfg{l-
gr•s, 12, dkicrnbre de lt.lcíR).
20. To111o este !.~¡·mino de Daniclle Bouvcrot, ccComparaison d
Métarhon: ... Le Frar1(-'0is modeme, 1969. La nutom rroponc un re-
p<trto de las "imágenes" (figuras de analogfa) en cuatro tipos: corrr-
pcrmr:irín (a La noche se adensaba como un tabique,,), que corres-
ponde a nuestra comparación motivada; idel1!i/icrrciór3 aterwacla
(,,y e~a inmensa noche semejante al viejo cnos,), que corresponde
:1 nuestra comparaci6n inmotivada; idct1ti(h·aciú11 (•<La noche,
huésped hurai1an), que yo c.o;rwL'ifico como identificación inmotivll-
cla; 111Cfcí(u1'(1 (<tOigo la' dulce noche que Laminan), La clif~rcncia
esencial entre las dos cbsificacic11H:·s ataik u ·In importancia conc~­
dida n lH pn~.c;cncia o nuscncia t.lcl modalizador, que determina
rnrn mf la distinción L'nlrc comparación e idcntiricnciún.
2 1. M r11·cnt.los nq u í por· un asterisco.
22. P;.ts;¡ por alto, en pnrtic:.ular, el papel de la cúpula y sus di-
rerentes formas. V¡¿asc al respecto Christine Brookc-Rose, A Grrllll-
mor o( M!!tcrplwr, Lomlr·cs, 1958. ·.
23. Evidcn!t•rncnlL', 110 ha.v que tomar nquf este caliric<:~livu en
un scntid•J J'igurosnmente cronol(n!Ít:ü. En el movimiento que dc~­
c.-ibi rnos, t:icrtns e t apns st~ su pcrponcn y Pmusl, por e,i l'l11 plo, I'L'-
rrescntn una fnsc de limi·tadón 111tiS lla\'C:IIl7.aclan que Jakobson.
24. uMucho dc..'spu(·s, CU<illdo In uispo~icicín (u t•l simulnL'I'O ri-
twd de la disposición) de las c:nttlcyal-i yn llevaba mucho tiernpo
en desuso, la mcl:íf'rll'a "h;:1ccr cattlcyn", convc¡·tidu en una simple
l'Xfll'l".;ir'm qlll' empk•nhan sin rensni·, nrando qut:rfnll si¡.mil'icnr l'l
;tclu de l<t )11lSl'Sit'JII l'ísica ... sob1-cviviri l'n su lengunjl', en que lo con-
memoraba, a ese uso ulvidttdou (Pléiadc, I, p. 234).
25 ... rour une méthode cl'analyse stylistique clcs imagesn, Lan-
~~~c r!l Ulfc'mfwY!, Les Bellc.s Lettrcs, Pnrf~, 1961, p. 154. ·
26. Stmcltrre dfl langCIMe ¡métiqt(C, págs. 128-129.
27. tcrft:-;, p . .l06; confusión notada por J. F., Lyotard, DiscOI(I'S,
Figure, Klincksicck, 1971, p. 256: «Me parece questtgavil/a ... e:-; un
caso v{llido de metonimia, pues .w ga11ifla 1-~e entiende como l'lll-
blcma de Booz., Lacan propone, por lo demás (p. 507), como nFúr-
mulau de la metMora: «unn palabra por otmn, lo qlrc C'S la dcl'ini-
ción dl' 1 tmpo l'll gc n~.:rn l. I..yot n rd ele el a r·a esa fcirmul a "en 1era-
mente <l<.lt:t:wldan, pero a continunciún le reprocha no dl'cir· qué es
,.Jo csem·i·a 1 ele la rncl.:lfo¡·n". ¿Cómo puede ser ttenterarncn1c mk- ·
cuadan un<t dcf'inkir.'111 que omite lo esencial? A decir verdlld, ese
clcmL'nto esencial no es p;:1ra Lyotard la n~laciún t.le analogía entre
contenido v vehfculn, sino (según el prejuicio surrealista erigido
aquí en noi·rnr~ y criterio) In novedad, o incluso la arbitrariedad de
Sll <lfll'OXÍJnélCÍc)n, el hecho UC una rrSUbs1iluc.:i(m 110 aULOrÍ7.iHJa por

44
L'l w;on: ~~La n·nlmlcrn ml'!Mura, L'l iropo. cbmienza con el ~:-;~e~~~
L'll el nlejnmicnto, con In transgresión uel cjhmp_o :Jc los suhstJIU~­
blcs ,-ccibidos rm· el u son (p;.l~s. 254-255) .. A. f. segun Lacnn. "guvi-
Jin,, ror.st'J.!Oc/rw es una mctafora y, segun Lyotard, .,Jiamnu por
cllrHII", por frJI"mnr r<~rtc del nuson, no lo es scgurnmcnll', El eon-
L'cptn de 11sn, l'n deFinido singulnr, como si\ sólo huhicrn uno .. es.
l'vidt•niL'Illl'llle, en éste, comu L'n otros casos. fuente de conh1"16n,
pttcl' la rctúricn vive, ni contrnrio, de In pluralidncl de los usos. Sin
cmbnrgo, Lvolnrd no nnda desacertado sc~uramentc, cmmdo re-
procho a Jnkobson su cxtcnsi(m subrepticia pel concepto (retórico)
de mctMorn ni conjunto de las relaciones (lingüfsticas) de .selec-
ción ... y yo aliadirfa: del concepto de metonimia al conjunto de las
relacione~ de combinación. 1 ·

28. Pn!_:!s. 7 y 91. (El suhrayndo es nuestro.) .


29. Recordemos que Tcsnurn ,·era en la ¡metáfora la "rema de
lns figtll"<IS,, (.T. Rousset. T..n litll;mfltl"t' ele l'éi~e .fmroc¡llc, p. 1P.7) y \'ico
n lu nuís luminosa de las rigurns•• v que el propio /\risl6te!es \'efn

1
en cii<J ~.·1 indicio de una especie de genio (etcphttia), el don de ""'cr
lns setnejnnzm;n (Pócfticc/ /450 fl).
.30. Frll'ln~timt rll' /'esprit scimri(ique, r. S.
.
31. Art. c1L., p. 5R.
32. Art. ci l., pügs. R41, 852, 86 J.
JJ. El subra~·mlo es de Dcguy (p. 848).
34. P. 107.
JS. Ln rnisnu1 ch:sviacidn se dn, cunndo
bcgm· rcchnw 1:-~ di\"i-
sión de las mct:íf'oras en animado/inanimado por'ser, n su \'t'7.. me-
tafórica, ucunmlo la lotalidnd del ser se ve \"como" vida en h:ilirn
(spidtus, artinw), ¡como parn que _pucdn haber una difcn.:ncia tnl
como de lo rn1i111rtdo a lo ill-crllilllaclo!, (p. 847). Pt'ro lrdfito por l'irlrr
procede, n su \'l'i'., de un;1 sin~cdoqut• (como ~ntrihutn) o de unn mt-
lnnimin (nmw d"cctn v SÍJ!nn), en nhsoluto dt: unn mci:Hnrn.
_v,. Lk.o.;dl' llll'J!ll, 110 \'LJilHIS :.1 ntgar nquf :e:;r~ mct<ll"oricid:.nl. pru
lo dcnHís L'\·idcnk, sino sülu rccordar que In' fig:urati\"itlnd csencit.d
a todo lt:ngua j1.• no se rt'dl!L't' a In m el Mora.,
37. HnhríÚ que snht:r qué palabra alemana trnducc aquf el Dr.
Jnnkl'lé\•itch, rcro por nlp:una razón la palabra francesa me parece
claramente in!'uh~tiluihlc. 1

38. E~u es müs <J menus k' qut' tia a entender Folllt~nicr, cur~n­
clo, <:1! criticnr In dcfinidún de la mcttífuh1 que dn Dumnr.;ai~
(tr<lnsfl'rem·ill de SÍJ!nil"ictldo "l'n virtud de juna compnr<1ciün qut•
t•slti l'll In 111l'l1ll'•l ), l'SLTilw: rrSi In lnl'IMorn Sl' pruch:ll'l' pr_ll' l'Oillpn-
I'CICÍÜil, ~·por una compnniL'it"ln ment<1l, ~llO t:icnc eso en común con
los dcm<ís tropos? ¿/\cc1so no es en virtml de 11na comparnciún lliL'Il·
la 1 como st• 1nlllsficn~ L' 1 no m hrc de 1a en usa a 1 dcc Lo o dc 1 cfcc 1o
ti In l'l\U~LI? r=.Elnombrt• de In .parte al todo!o del toclo a la rnrll'?
¿Acnso no es. ppr t"dtimo, semejante tipo de comrnrncil)n itl que
hflcc captnr todas la!) relaciones cualesqui~ra entre los objetos y
entre las idcas?n (Commentcrire, pág!>. 161-162). La palabra conlpa-
raciríl1 c.<;l(l lomada aquí, evidt·ntemcntc, en ~u sentido m<ís amplio
1

(percepción de . una re_lación. «Cualquiera,· cnt~e dos objetos o


ideas), pero esa extensión m1sma es caracterfst1ca: comparar es
percibir (o establecer) una relación cualquiera y, más panicular-
111ente. una relación de similitud. Parece .ttCOmo gj, la analogía
fuera la relación por excelencia. Recordemos también que Jakob-
son (Essais, págs. 66-67 y Langage enfantin, págs. 116-117) atribuvc
la reducciór¡, en los estudios literarios, de la «estructura bipolar
efectiva,. metáfora/metonimia a un «esquema unipolar amputa-
do,, al hecho de que por esencia la relación entre todo metalen-
guaje teórico y su lenguaje-objeto es de tipo D'letafórico: la teoría
de la metáfora, es decir, el 'd1scurso sobre la metáfora, es, pues,
más homo·géneo a su objeto -más "natural~>- que el discurso so-
bre la metonimia o sobre cualquier otro tropo. O sobre cualquier
otro objetol Cuando el c<principio de equivalencia, atañe a la equi-
valencia m1sma, similitudo similitudinem fricci.t. ¿Puede haber algo
más volupti.Joso para un (hipotético) narcisismo de la lengua?,
39. Vcase Jean Rousset, ceLa querelle de la métaphore~>, L lntr!-
rieur et l'Exiérieur, Corti, Parfs, 1968. Rousset relaciona la ((relativa
decadencia+ de la metáfora durante el siglo xvn (que es una de ln.s
formas adoptadas por e] rechazo del espíritu barroco por el clasi-
cismo) con ;la substitución por la cosmolo~ía posterior a Galileo
del «antiguo cosmos analógico: aquél fundaml:ntaba lógicamente
la validez dd espíri!u mctafór:co que desC"·msaba sobre las sem~­
janzas y las': correspondencias entre todo! los órdenes de la reali-
dad, de la p'ietlra al hombre y del hombre a los astros» (p. 67).
40. La Cié des clmmps, l953, p. 114. .
41. No obstante, hay que saludar algunas excepciones recientes
al movimic1'to general, aquf descrito, de limitación del concepto
de retórica: asf, ~1 seminario de Roland Barthcs y el libro _d? A.
Kihé~i Vargr -~n que el objetivo teórico se toma en su mux1m<W
nmp!JrucJ-, ¡ya citados. .
1

46
METONIMIA EN PROUST*

La relación metafórica, basada en la analogía, es tan


importante en Proust, está tan manifiestamente enraizada
en el núcleo de su teoría y su práctica estéticas y de su ex-
periencia espiritual, que con la mayor naturalidad nos sen-
timos inclinados, corno él mismo, a sobreestimar su acción
en detrimento de otras relaciones semánticas. Corresponde
sin duda a Stephen Ulh;nann el mérito de haber sido el pri-
mero en advertir, en dos capítulos (V y VI) de su libro sobre
El estilo en la novela francesa, la presencia en las cdmáge-
nes)) proustianas, junto a las metáforas famosas, de trans-
posiciones típicamente metonímicas: las que se basan, dice,
ccen la contigüidad de dos sensaciones, en su coexistencia
en el mismo contexto mental)) 1 y de las que cita como ejem-
plo hipálages como ccsequedad morena de los cabellos» por
sequedad de Jos cabellos morenos o, más sutilmente, «SU-
perficie azulada» del silencio que reina bajo el cielo del do-
mingo en Combray. Segu'ramente podríamos clasificar en·
Ja misma' categoría otras cdmágenes» advertidas por Ull-
mann, como el ccfrcscor dora~o de los bqsques)) e incluso
el célebre tintineo ce ovalado y dorado» de la campanilla del
jardín, en que las cuali-dades visuales atribuidas a sensacio-
nes· táctil e~ o auditivas proceden evidentemente, de ~tnia
tra·nsfercncin ~le la causa al efecto. 2
·Sin embargo, las transposiciones puramertte metoními-
cas siguen siendo bastante escasas en la obra de Proust y,

47
sobre todo, ninguna de ellas es recibida dectivamenle
como tt\1 por el lector: el tintineo no es sin eluda ovalado y
doréldo sino porque In propia campanilla lo es, pero en ést.e
corno en otros casos la explicación no entraña la comprcn-
si(m; sea cunl fuere su odgcn, el predicado ovalado o dorado
se refiere a tinti11eo y, por una confusión ca~i inevitable, se
interpreta esa calificación no como una transferencia, sino
como una 1csincstcsian: el deslizamiento metonfmico no se
ha ((disfrazado, simplemente, sino que, adcrn.:í.s, se ha
transformado en predicación metafórica. Asf, lejos de ser
antagonistas e incompatibles, metáfora y metonimia se sos-
tienen y se i ntet-perictran 'y tener en cuenta la segt}nda no
ha de consistir en confeccionar una 1ista concurrente frente
a la de las mctáfor:.1s, sino en mostrar la presencia y la ac-
ción ele las-relaciones de cccoexistencian dentro de la propia
relación de analogfa: el papel de la metonimia en la metá-
fora.

Confrontemos ahora dos pasajes de E11 /m.;ca del tiempo


perdido. El primero pertenece a Por el camfmJ. de .SvJa.1111: el
narrmlor contempla la llanura de Méséglise, cubierta hasta
el horizonte de campos ele trigo :.1gitados por el viento; 11a
la Jcrcch:J)I, atiadc, •ese velan por cnLimn de los trigos los
dos crimpanarios cincelados y rústicys de Saint-André-des-
Chümps, deshilachados, a su vez, desconchados, imbrica-
dos de ülvéolos, de gmbaclos entrecruzados, amarilleantes
y gnm10sos, como dos espigas>>. "El segundo se encuentra
en Snclr.mw y GomoJTa, durante la segunda e.':; tanda en Bal-
bcc; Maree! ací.lba de visitar cori Albcrtinc la iglesia ele
Marcouvillc .v. por anticipación, L'VOCí.l la ele Stlint-MClrs-lc-
Vétu, donde han de ir juntos el dfa siguiente: ((Saint-Mars,
cuyos cl9s antiguos,campanarios de un rosa salmón, de te-
jas en los:.1ng:e, ligeramente encorvados y corno palpitantes,
tenían, en esa época m-cliente en la que no se pensaba sino
en el baiio, el aspecto de viejos peces agudo:;;, imbricados
de escamas, musgosos y rojizos, que, sin movimiento apa-
rente, se alzaban en un agua cristalina y azul.>> 3

4R
1

Ahí tenemos dos parejas de campanarios, manific~ta~


mente muy semejantes en sus características objetivns
esenciales: la forma aguda o deshilac~ada, el color amari~
1lo~rojizo, la superficie rugosa, e~camosa o alveolada. ¿Por
qué injerta 1~ imt1ginaciún del narrndor, a partir de C'sos
datos sensiblemente idénticos, dos corflparaciones cumple~
lamente diferentes, en un caso entre los campanarios y es~
pigas, en el otro entre los (mismos) campanarios y peces?
La razón es bastante evidente y, por lo demás, en el caso
del segundo ejemplo el propio Proust lo indica con mucha
claridad en esta incidental COn valor causal: «en esa época
ardiente en que no se pensaba sino en el baño»; es el pen~
samicnto del baño, la proximidad (esP,acial, temporal. psi-
cológica) del mar, lo que orienta hacia una interpretCición
acuúlicn el trabajo de la imaginaciÓn metafórica. En el
texto de Sn·a1111, la explicación es más:.discreta, pero igual-
mente inequívoca: <<los dos campanarios, deshilachados, a
su \'<!<.));~ los campanarios de Saint~A~dré son en este caso
como dos espigas e111re otras y el entorno es el que sugiere
la semejanza. Que la sugiere: es decir¡ no que la crea, sino
que la elige y la actualiza entre las d,1versas virtualidades
nnnlógicn~ contenida5 en la aparicnci~ de los campanarios;
pero esa acción basta para ilustrar la i,nfluencia de las rela-
ciones de conligüidad en el cjcr·cicio de la relación metafó-
rica. En ol ro lugar (1, p. 184), vemo~ aparecer la misma
iglesia de Saint-1\ndré en medio de los!trigm;, «rú~tica y do~
rada como un almiarn; el motivo crdmático es el mismo,
pero, de la espiga al almiar, la forma difiere sensiblemente:
es que lo esencial. ptlra Proust, es asimilar Saint-André a
su «Cntornon rüstico: espiga, almiar, todo lo que motiva la
apr~ximadó11 le vale. 1
Un campanario puntiagudo, amarillo e. imbricado de
grabados cruzado~ puede, pues, evocar entre otras, igual-
mente y acl fi!Jitctm, la imagen de una¡espiga madura (o de
un almiar) o la de un pez dorado. Entre 1
esas dos «similitu-
.
des» virtuales, Proust escoge en cada caso la que se adapta
mejor a la situación o (es la misma cÓsa) al· contexto~ cali-
dad terrosa de Méséglise, esencia marina de Balbec. Otro
campanario (el mismo, tal vez), el de ~aint-Hilaire eri Com~

49
bráy, pres~n ta, por lo demás, por tres Yeces un fenómeno
de mimeti~mo totalmente comparable: «Una mañana bru-
mósa de o'oño, parecía, elevándose por encima del violeta
borrascoso, de los viñedos, una ruipa de púrpura casi del
color de viña virgen»; y dos páginas más allá: <(Cuando des-
pués de la lmisa entrábamos a decir a Théodore que trajera
un bo1lo ~ayor de lo habitual... teníamos ante nosotros el
campanari;o que, dorado y cocido, a su vez, como un bollo
. mayor y bendito, con escamas y goteos gomosos de sol, pin-
chaba conl su aguda punta el cielo azul. Y al atarélecer,
cuando vo~vía del paseo, y pensaba en el momento, poco
después, en que habría de dar las buenas noches a mi ma-
dre y no v;erla más, estaba, al contrario, tan agradable, al
acabar el 9ía, que parecía colocado y hundido como un co-
jín de terciopelo pardo en el cielo palidecido que había ce-
dido bajo ~su presión, se había ahuecado ligeramente para
hacerle sitio y refluía sobre sus bordes.n 5 Campanario-es-
piga (o iglesia-almiar) en plenos campos, campanario-pez
eri el mar,! camp~nario púrpura por encima de los viñedos,
campanario-bollo a la hora de los pasteles, campanario-ca-
. jín a la c~ída de la noche, en Proust hay manifiestamente
una especie de esquema estilístico recurrente, casi estereo-
tipado, q~e podríamos _llamar el topos del campanario-ca-
maleón. Cf1si: 'inmediatamente desJ?~és del último ~jemplo,
Proust menciona el caso -paradóJico- de una <<ctuda:d de
NormandÍa vecina de Balbec» donde la flecha gótica de la
iglesia se lanza en perspectiva por enCÍn'la de dos palacetes
del siglo :kvm; cuya fachada <<remata», pero «de una ma-
nera tan ~ifcrente, y tan preciosa, tan anillada, tan rosa,
tan barni-k:ada, que se ve claramente que forma tan poca
parte de ellos como de dos hermosos guijarros unidos, entre
los cuales1 queda atrapada cri la playa, la flecha purpurina
y dentad~ de una concha ahusada· corno una torrecilla y re-
luciente de esmalte>, .6 Como se ve, aquí hasta la diferencia
se inscri~e en un sist~ma de semejanza por contagio: el
contrast~ ¡~ntre flecha y fachadas e~. semejante al contras~e
muy próx1mo entre concha y gUIJarros, y la homolog1a
compens~ y sa1va e l contraste. E n una verswn
.• antenor,
. 7 1a
1

ciudad normanda evocada aquí es Falaise y sólo el techo

50
de un palacete se encaja entre las dos flech<>s «como en unn
playa normanda un guijarro entre dos conchas caladm;·•.
Las variaciones del objeto <rdescrito>, bajo la permanencia
del esquema estilístico muestran bastante bien la indiferen-
cia respecto del refere11te y, por tanto, el irreductible rea-
lismo de la descripción proustiana. ·
En todos esos casos, la proximidad impone 6 garantiz;:~
la semejanza, en todos esos ejemplos la metáfora encuentrn
su apoyo y su motivación en una metonimia:P así sucede
con mucha fTecuencia en Proust, como si la exactitud dl'
unn apro:dmneiún ana·lóg:iCa, es decir, el grado de ~Cn1l'­
janza entre los dos términos, le importara menos que su au-
ten,ticidad,', entendiendo por tal su fidelidad a las re13cioncs
de vecindad espacio-temporal; 10 o más bien como si la pri_-
mera le pareciese garantizada por la segunda, al tender los
objetos· del mundo a agruparse por afinidades se~ún el
principio, ya invocado por Jean Ricardou a propósito de la~
superposiciones metonímico-metafóricas en Edgar Poc: 1'
los que ,se asemejan se juntan (y recíprocamente). Así, cier-
tos cocineros se las ingenian para combinar un plato regio-
nal con una salsa o un aderezo rigurosamente autóctonos
y acompañarlo con un vino r<del país,, convencidos de la
conveniencia, de la armonía gustativa, de los productos de
un mismo terruño. ¿Acaso no es el mismo respeto del (fcon-
tcxtoll el que induce a Maree!. en Balbec, a ano dirigir la
mirada a la mesa sino los días en que servían un gran pe:-;-
cado)) o, también, a no desear ver Ticianos ni Carpaccios
:-;ino en Venecia, en su marco <rnatural», y nó trasplnntado~
en una sala del Louvre 1 ~ o, incluso, a no desear en los cnm-
pos de Méséglise sino a una campesina de los alrededores
y, en las playas de Balbcc, a una hija de pescador? f<La mu-
jer que, al pasar, me despertaba el deseo no me pareci'a un
ejemplm· cúalquiera de ese tipo general: la mu_ier, sino un
producto necesario y natural de ~sa tierra ... Yo no separaba
la tierra de los seres. Deseaba a una campesina de Mé:-;é.
f!lise o de Roussainville, a una pescadora de Balbe~ como
desenba a Méséglisc y a Balbec. El placer que podían
darme me habría parecido menos verdadero, no habría
creído en él, si hubiera modificado a mi antojo las condicio-

~1
nes. Conocer en París a una pescadora de Balbcc o a unt\
campesina de Méségli~e habrfa sido como recibir conchas
que no hubiera visto en la playa, un helecho que no hubiese
encontrado en el bosque, habría sido como substraer al pla-
cer que la mujer habrfa de darme todos aquellos con que
la había envuelto mi imaginación. Pero vagar asf por los
bosques ele Roussainville sin una campe::;ina a la que abnJ-
zar habría sido no conocer el tesoro oculto, la belleza pro-
funda, de esos bosques. Esa muchacha a la que yo no podfa
dejar de ver acribillada de follajes, era,. a su vez, para mf,
como una planta local de una,cspecie más elevada simple-
mente que las otras y cuya estructura permitía apróxi-
man:;c más que en ellas al sabor prorundo del pafs.n"' Sor-
prendemos aquí, en cier,to modo, el nacimiento de la analo-
gfa en el momento en que se desprende aperias de la proxi-
midad total mente física que la crea: se ve (se imagina) a la
.ioven campesina <cacribillacla de follajes•> antes de (y para)
que se convierta, a su vez, en (cuna planta,, Tal vez ning(m
otro texto ilustre mejor ese fetichismo dellllgar que el narra-
dor denunciaría m{ls adelante como un errm· de juventud
y una cdlusión que había de perdern, pero que no por ello
deja de .•wr ~in dudt1 un dato primordial de la sensibilidml
pro1Ist i<HW: uno de esos dntos primordinlcs crmtm lo.t.: cwl-
lcs precisamente se edificó su pensamiento (Jltimo.
Nada encarna mejor, naturallT!ente, ese estado mixto de
semejanza y proximidad que la reláción ele pare11tesco y sa-
bido es con qué predilección explotó Proust esa situación
privilegiada, al aproximar a la tía y al sqbrino, al substituir
el pndn~ por el hijo y la madre por la hija y extremar hasta
el vérti¡w el ambiguo placer de la conh.1sión. Parece como
si el arte de l<l descdpción consistiera para él en descubrir,
entre los objetos del mundo, tales semejanzas· por filiación
auténtica; véase con qué complacencia empareja el retrato
y el modeló, madnas de Elstir frente al pClisaje de Balbcc
o escu 1tun:1s rústicas de Saint~Anclré cuya seme,ianza <(certi-
fican 1a yuxtaposición de una joven campesina de Méséglisc
que ha ido a rer1.tgiarse, réplica viva ((cuya presencia, seme-
jante a la de los follajes ;:.;e parietarias que han crecido
,iunto a los Follajes esculpidos, parecfc_, destinada a permitir,

52
mediante una confTontación con la natt1raleza.
• 1 1 •
iuz~:-~r
....
l;1
verdad ele In obrn de é:lrtc,. 1 ~ Esí:l confroiltnción de i~u.-.Jcr..;
. f , 1 •
encuentra, natum 1mente, su orma m~s¡ pun1 y ~a~ per-
fccté:l en el cspect~culo repetido del obJc~o y su rcllcJo .. ti:11
como Pt·oust In orp:anizí:l en tmrt puesta ~n cscenn pnrt lt:ll-
lm·mentc rdinadé:l en la hnbitncic'm de Maree! en el Grantl
Hotel de Balhcc, cuvas paredes ha cubierto un tapicero pro-
viclcnclnl de vitrin~s con espejos en los que ··~ refleja el c~­
pectr.ículo cambiante del mar y el cielo,! ndesplegando un
fTiso de clarm; marinas que sólo intemtrhpfan los macizos
de 1C\ caobé\,, de tal modo que en ciertos momentos esüs
vitrinas yuxtapuestas, ce al· mostrar nubd semejantes, pen.1
en otra parte del hori1.onte v coloreadas (le forma diferente
por la luz, parecfati ofrccct:como la rcpe;tidón, ca~a á c:ier-
tos maestros contcmpon.1neos, ele un sol¡o y mismo efecto.
cnptmlr:i skmprc en horas diferentes, pe ro que ahor<1, con
1
In inmovilidml del nrtc, podían verse todos juntos en unu
mism<1 hahitt1ción, cjecutadm; en pastel ~·protegidos por el
cristaln. Multiplicación del p~isajc evidcptemcntc cuf6ricü.
no sólo p01·quc transforma el cspectr.ícuh¡> natural en efecto
m·tfstico, sino también, y redprocamente, porque la obr~
en cl\<1 imitada rtrmoni7.a, como las mmlinns cll' Elstir que
n·l'll'jn, l'Oil Sil contl'xto: Pro11st compnnl el cuurto de Bnl-
bcc con «Uno de esos dormitorios-modeib que se presentnn
. en las exposiciones "modern style," de !mobiliario, donde
npnrcccn adornados con obras de arte 9ue se supone han
de alegmr los ojos de quien en ellos se ~cueste, y a los que
se ha dado temas relacionados con el ti~o _de paraje en el
que debe cncontnm;e In nlcoba>,, 1 ~ y es p~tcntc que el plél-
cer del c~rcctáculo .se <.kbe prcci.sf!mcntd a esa relación ar-
t11ónica.1" 1 .

Lo.s c_iemplos de metMon.1.s con fundhmcnto ·metoními-


co, o mctóforus diegéticas, 1; se dispersa?. natundmentc en
el conjunto de E11 busca dd tiCI1lfJO peraido, y serfa fa~ti­
dioso e inútil presentar- un inventario efhausti\'o de ellas.
Citemos, sin embargo, como ilu~traciórt, la miradn~>de la
duquesa de Gucrmantes en la iglesia d;e Combray, f<aztd
como un ravo de sol que hubiese atravesado la vidriera de
Gilbcrt el ·Malon, viclrierél que es pr~cisamcnte In que

53
. .
adorna Ir
1
capilla en que se encuentr.a entonces la duque-
sa; IR o e~a bóveda y ese fondo de frescos de Giotto en la
Arena de¡Padua, «tan azules, q~e_ parece que_e,l radiante dfa
ha va cruzado el umbral tambtcn· con el VIsitante v ha va
a~Üdido por un _instante a poner a la sombra y al fresco ~u
ctclo pur¡o. su ctclo puro apenas un poco más obscm·o por
haber p9rdido los dorados de la luz, como en esos co 1·tos
intervalos con que se. interrumpen los días hermosos,
cuando s~,·n que hayamos visto nube alguna, al haber. vuelto
el sol su mirada en otra dirección, el azul, más sunve aún,
se ensombrece,,''} (aquí notamos, como en el pasnjc citado
más arrjba sobre Saint-André-des-Champs, la repetición
del procfclim iento de inserción en la primera de una se-
gunda cpmparación con un desplazamiento muy levc); 20
o tambi~n, caso mucho más complejo, la red de analogfas
y proxiTlilidades que se urde en ese otro pasaje de La fitgi-
ti1'a, en ~ue el narrador evoca sus visitas al baptisterio de
San MaJicos en compaiiía de su madre: <~Ha llegado un mo-
;mento en que, cmmdo recuerdo el baptisterio, ante las
aguas d~l Jordán donde San Juan sumerge a Cristo, mien-
tras la &óndola nos esperaba ante )a Piazzetta, no me re-
sulta in<jliferente que en esa Fresca penumbra, junto a mí,
·'hubiera ¡una- ';lujcr envuelta en su 'luto con el fer~or respe-

r
t';~OSO y ~ntus1asta de la mujer de c~ad q.ue vemos en .v~ne­
ct a en 1 Sama. Ursula de CarpacclO, m que esa m UJCI" de
mejillas rojas, de ojos tristes, en su velps negros, y a la qul'
nada ya podrá jamás hacer salir para mi. de ese santuario
suavem~nte iluminado de San Marcos don~le estoy seguro
·de volv]rla a cncqnt~ar P?rque e~ él tiene· su luga~ re~er­
vado como un mosaico, fuese mt madre,): 21 mosatco del
bautismb. <<en relación con el'paraje,, en que el Jordán pt·e-
senta c9mo un segundo. baptisterio en abyme ·dentro uel
pri~ero ; réplica dada alas aguas del Jordán por las de la
1
laguna ¡:mte la Piazzetta, frescor helado que cae sobre Jos
visitantes como un agua bautismal, mujer de luto seme-
jante a J1a -muy pTóxima- del cuadro de Carpaccio, imagen
en ahvme, 1
a su vez, d e Venecta
. en Venecta,
. 22 1nmov1
• ·¡·1d aoJ
hiertltic~· de la imagen materna en el recuerdo del <<santua-
rio,,, como de uno de los mos~icos que tiene delante, y, por

54
eso mismo, sugerencia de una analoe:ía entre la madre del
narrador y la de Cristo ... Pero el eje~plo más espectacular
es, evidentemenfc, Sodoma \' Gomarra 1, ese fragmento de
treinta páginas todo él construido sobre el par~lelo entre
la «conjunción Jupien-Charlusn y la fecundación por un
abejorro de la orqufdea de la duquesa: paralelo cuidmlo~<t­
mente preparado, mimado, alimentado, reactivado de pñ-
gina en página a lo largo de todo el episodio (y del di~curso
conmemorativo que inspira), y cuya función simbólica no
cesa de nutrirse, por así decir, con la relación de contigüi-
dad que se ha establecido en el patio del palacete de Guer-
. mantes (unidad de lugar) en el momento en que el insecto
y el b<trón entraban juntos (unidad de tiempo) zumbando
al unísono; no basta, pues, con que el encuentro milagroso
(o al menos así considerado entonces por e: protagonista1
de los dos homosexuales sea <<como» el encuentro mila-
groso de una orquídea y un abejorro, que Charlus entre
«silbando cam·o un abejorro>>, que Jupien se quede inmoYi-.
!izado ante su mirada y «Se enraíce como una planta,, etc.:
es necesario.también que los dos encuentros se produ7.can
<<en el mismo instatlte>>, y en el mismo lugar, ya que enton-
ces la analoida no aparece sino como un efecto secundario.
y tal vez ilusorio, de la concomitm1cia . 2 ·~
En ese esfuerzo por componer gracias a semejantes n:-
des la coherencia de un lugar, la armonía de una «hura·.
la unidad de un clima, parecen existir en En busca del ticmpn
perdido algunos puntos de concentración o de cristali7.ación
más ·intensa, que corresponden a focos de irradiación esté-
tica. Sabido es hasta qué punto ciertos personajes obtienen
su tema pcrsomd de la com:;ommcia en que se encucntr~n
con su paisaje :.mcestrnl (Orianc con el país de Guermantcs)
o el mr~rco ele su primera aparición (Albertinc y el grupo
de ~us compaikrr~s en silueta ante el. mar~N Saint-.Loup en
el ~prado rcsplnnclccientc del sol multiplicado por los des-
tellos n!volotcantes de su monóculo); recíprocamente. el
elcmcn to estL~tico predominante en un personaje puede ~us­
citar en el L'llSUL'iio del héroe la imagen de un paraje deter-
minadq: así, la «tez de plata v rosan de la sef1orita de
Stcrmaria (con la que ya ((arm.oniza, su in\'ariable som-
brcro ele fieltro gris) sugiere novelescos paseos en pareja
ucn el crcptlsculo en que brillm·fan más suavemente por en-
cima del agua cnscJmbrecida las flores rosas de los brc-
zos)).2~ Pero tal vc7. :;;ea «en torno a la señora Swannn, en
las L'tltimas páginCls de S1vam:Z y la primera pmte clc las Mu-
chachas err (lor que lleva precisamente ese título, donde se
m<.mificstn con In mavor insistencia (una insistencia tal ve7.
<kmasindo :-;cnsibk .v coincidente con el cstcticismo apli-
cado !' demostrativo de la nueva Odctte) esa preocupación
por la armonía croméÍtica: <cfucgos am11·anjados,, <<rojo
combustión», «llama rosa y blanca de los crisantemos en
el crepúsculo de novicmbr~)); <<sinfonía en blanco mayor))
de los ramilletes ele mundillos y deJas pieles dd armiJio,
((que parecían los últimos bancales de las nieves del invicr.....-
no>>, en la época ele las últimas heladas de abril; 26 colores
mati7.aclos ele sus ~pnricioncs en el Bois, con vestido y ca-
pote malvas, nor de iris, ramillete t.le violetas, gran sombri-
lla «del mismo tono, y·que vertía sobre ella como ccel re-
flejo de una enramada de glicinasn, vestidos siempre «uni-
dos a la estación y a la hora por un vfnculo necesario» (celas
llores de su nexiblc sombrero de paja, las cintitas de su ves-
tido me parecían nacer del mes de mayo más naturalmente
aún que ICls llores t.le los jardines y los bo::;ques»), y, al
mismo tiempo, ::-~nc.lares «tranquilos y ociosos,,, estudiados
para cdndicar la pro:dmida.cln ele ese piso cccuya fTcsca som-
bra interior pan~da llevar aím en ton1o a ella,}: 27 serie de
cuadros monocromos 2" en los qué ·se produce, mediante el
relevo mimético de una puesta en escena del «color del
tiempo», la unión t.! el interior y el exterior, del jardín y el
salón, del artificio v la estación; en torno a la seiiora
Swann, todos los co~trastes se borran, todas las oposicio-
nes clesapnrccen, todas las ban·eras se esfuman en la cufo·
ria de un espacio continuo. ·
Ya hemos visto por qué proceclimjento, más brutal y a
la vez ·m{ls su1 ilrhentc artificial (la colecci6n de las «ni::t-
rinas» dispuesta en torno a la habitación del héroe por el
rcAejo del paisa.ie en las vitrinas de la biblioteca), asegura
Proust a Balbcc esa nrmonfa del interior y del exterior. A
decir vérd<u.l, el contagio del paraje estaba ya suficiente-

56
mcnlc e~tablecido por l<t mención ~e l<ts paredes c~mall.<l·
das~, qw: contcnítm, C!Como las pul,das pnrcdcs de u~a !1'~:.
cina donde azulea el agua, un m re p~ro, celeste y salman;·
aun antes de verse invadido por el espe~táculo multipli·
cado del mar, el cuarto de.] narrador 1
se ve, por tl~Í decir.
substancialmente marinizaclo por la presencia de esas p\1-
rcc.lcs relucientes v como rutilantd de agua. A ese cuarto
pi~cin:J, que rn{ts- adelante se con\•crtir{~ en camarote lk'
barco,·'" corresponde un comedor dcumio: ((Por la noche ...
las fuentes eléctricas hacían brotai¡ a raud<tles lt1 luz en el
gran comedo!", éste se volvía como un inmcn~o y man:n·i-
lloso acuario ante cuya pared de vidrio la población obrera
de Balbec, los pescadores y tambiéh las fa.milias de los pl'-
quciios burgueses, invisibles en la\sombra, se <~plastaban
contra ,el cristal para divisar, lentatnente mecida en rcmn-
linos de oro, la lujosa vida de esa gente, tan cxtrnordinari;,
1 1
para los pobres como la tle peces y,l moluscos cxtraños.,.'
. Como vemos, <1quf, a direrencia de lo que ocurre en l'l
París de lú sc1iora S\\'ann, la confusión del interior,. el L':\·
lcrior no funciona en los dos sentidds: en Balbec, el t'0rmino
dominante de la metáFora es casi si~mpre el m<1r; por toc.l<~~
pnrtcs L'Stalla 1 como diní Proust a propósitc., de lo~ cuadro~
de Elsli1·, la ,,rucrw del elemento 0arino,,·' 2 El es, cvkh:n-
IL'mente, el que da a los dos episodiOs de Balbcc, y en pnr-
licttlnr ni primero, su "multiformp y poderosa unidad".
Una red continua de analogfas, en el paisaje r(real., y en ~ll
representación pictórica, se csfuerzri por usuprimir tocb tk-
marcación>> entre el mar y todo lo :que lo frecuenttt ~·con­
fina con él: Jos peces que contiene ly alimenta: <!e] mar~;:¡
fdo y azul como el pc7. llamado müjol,;-' 3 el cielo suspen-
dido sobre él y que con él se confunde en d horizonte: n gra-
ci<ls a un efecto de sol, ... habfa mirado con júbilo una zona
1
azul v nuida sin saber si pcrtenécfti al mar· o al ciclo•,; J l'l
sol q~tL' lo ilumina, y que, al licmp~ que le infunuc su lu1..
uunn luz húmeda, holandesa, en la que se sentía subir hnstD
el propio sol eJ r,-ío pei1ctrante del. agua)), se cnla., con su
liquidez y su frescor, hasla esa completa 'invcn;ión crom¡Í-
ticn en que el m~r se vuclvt; <1marillo ncomo un top<1cio ...
rubio \' Jct:hOSO como CC!"VeZt1 1> V el SO} IC\'Crde COmO el agtW
' - 1

1. .
57
de una piscina>>; 35 y esa liquidez de la luz marina, rasgo
común, c:omo se sabe, a los parajes normando, holandés y
venecian9, es en Proust, como en un Van Goyen, un Guardi,
un Turne:r o un Monet, el más poderoso agente de unifica-
ción del paisaje: ella es, pqr ejemplo, ]a que «transfigura))
con su p~tina <<tan be1la como la de los siglos)> la iglesin
demasíad 1o nuevn o demasiado restaurada de Marcouvillc
l'Orgueill~use: ceA través de ella los grandes bajorrelieves
parecían po verse sino bajo una capa fluida, mitád líquida,
mitad luminosa; la Santa Virgen, Santa Isabel. San Joa-
quín naddtban aún en remolinos impalpables, casi en seco,
a flor de llgua o a flor de sol» ;36 la tierra, por último, a la
que, como sabemos, Elstir no cesa de comparar «tácita e
incansablpmente» con cJ mar, empleando para una, y recí-
procamen,te, sólo <<términos» tomados al léxico del otro y
explorando sistemáticamente los efectos de luz v los artifi-
cios de p~rspectiva. Un poco .más adelante, el propio Elstir
designará\el modelo veneciano de esas fantasmagorías: «Ya
no se sabía dónde·acababa la tierra, dónde comenzaba el
.agua, qué era palacio aún o ya barco» ;37 pero ese modelo
1
\

no es sólo pictórico, es la realidad del paisaje anfibio la que


se imponi al pintor proustiano ante. el puerto de Carquet-
huit, com? se iinponfa en otros lugares a Carpaccio, a Vero-
·nés o a C~naletto. Y el narrador, en la, segunda estancia"' en
Balbec, ppdrá perfectamente atribuir a la influencia del
gran imp~esionista su percepción tardíé! de esas analogías,
mar vuel~o ce rural>>, estelas <<polvorientas)) de barcos de
pesca se~ejantes a campanarios de aldea, barcas segando
la superfi5ie <<cenagosa, del océano, 38 sabemGs, en realidad,
que mucho antes :de haber v1sto una tela de Elst.ir, ha te-
nido ocasi ón «de confundir una parte m·¿Ís obscura del mar
1

con una c$sta nlcjac.lan, que el clfa siguiente al de su llegada


a Balbec cUcscubría, desde la ventana de su cuarto, el mar
s~mejantel a ~n paisaje, de :no~tañ~ e. incluso que desd.e ha-
, c1a much~ tJemp() se habta tmagmado el campanano de
Balbec ~o m·o _un acantil.ad~ azotado por las .o~as. 39 ~sas
«metáforar»1 visuales, atnbUJdas a Elsttr o percibidas direc-
tamente por Maree!~ que dan al paisaje de Balbec su tona-
lidad cspebfica, ilustran perfectamente esa tendencia f·un-

58
damcntal de !él escritura ~- la imaginación proustianas -
~ctécnica>, v cc\;isión,- él la asimilación por vecindad. a la
proyccció~ de la relación analógica en la relación de conti-
güidad cuva intervención va habíamos visto en los ensue-
Aos to~o~í~icos del joven .héroe.~n .
V<unos í.l tomar un ejemplo de esas asimilaciones. a \T-
ces cspL'ciosas, en Por el camino de Sn·a11n: es la evocación
de las garmfas sumergidas en el Vivo_nne 11y que, llenad<:~s
por el río que, a su vez. las cercaba, a un tiempo "continen-
te" de f-lancos transparentes como un agua endurecida ~
"contenido" sumergido en un continente mavor de crist a!
líquido v co1·rkntL'~ c\·ocaban la imagen del h-cscor ck un~l
for·ma n.1<.\s deliciosa e irritante que sobre untt mesa sen·i-
da, mostrilndoltt sólo en l'ugtt en esa aliteración perpetua
entre el agua sin consistencia en. que las manos no po-
díttn captarla ~· el vidrio sin fluidez donde el pale1dar -no
podría gozarJo,,.-ll Vidrio=agua endurecida, agua=crista!
líquido y con·icnte: aquí, mediante un artificio típicttmente
barroco, es donde las substancias en contttcto intercambian
sus prédica dos para entrar en esa· relación de <1metMor·a rc-
cfproca,.¡z que Proi.Íst llama audazmente aliteración: nud~­
cia legítima, pues se trata sin duda. como en la figura pn0-
tica, de una coin<:idencin ele lo t~n8log:o y lo contiguo: <lucl~l­
cia rcvclac.lura, J1LIL'S L'll L!ste caso la consonancia de lns cr,-
sas estc.í. minuciosamente dispuesta como la de las palabr~L"
en un verso, puro e(ec:ro fr?xtual que culmina, precisnmcntc.
en ese líquido y trans.pan~ntc sintagma autoilustr:atiYo: at;-
/eracicí11 per¡Jeflltl.
Por lo c.lcmús.' en la ambigüedad misma de esos Fenóme·
nos dL' lcnf!uajc es ~.:n !o que Proust .se apo.,·a con Frcnrcnci&~
rara moth·ar ml·diantc un cnlncc puramente ,-crhal aque-
llas de sus mctüforas quL' no dcscnn:--an en una contig:üid~tl
~~rcaln. Sabemos, por ejemplo, que la comparación entre h1
sal<:J.. de la ópera ~' las prorundidades submarina:-;. ul L·n-
micnzo de Guamantes, está toda ella como cne:anchadn ;t
l'Sé.1 palnhrn tk• hwierq (metáfora, a SU \'e?., de U~O) q!IIL', rr.ll'
su doble sen! ido, rone l'll comunicación directa los dos uni-
versos y.cu~·u simple enunciado por un revisor desencadena
al insl<mlc toda ltl metamorfosis: ccEl pasillo que se Jc de-
signó, trr~s h;:¡he¡· pronunciCido la palabra bniicra, y por el
cual se intcrnó,·est«hn hümcc!o y cuarlcmlo y parecía con-
ducir n grulns ma1·inm;, al r~inn mitológico de las ninf<~s de
l~s agua~-~~~-' Pero la p1··opi~ longitud de esos efectos (seis
páginas, en c~le caso) y la forma como se extienden poco a
r,oc<? a un nt."1mcró eh .aumento ele objetos (diosas ele ln·s
liguas, triro.ncs hllrhudos, guijarro pulido, alga lisa, tnbiquc
de acuario, ere.) tlc<IIJ;Jn dando ni lector lo sensación de unn ·
continuidad y, por tanto, de unn proximidml, entre compn,-
rantc y c_ompal·~do, ~ande no hay sino n:ult'iplicación de
sus puntos de an<dogfa y consistencia .de un texto que pa-
rece justificarse (confirmarse) por su propia proliferación. 4 .¡
Asf se cxplic<~da t<ll vez la marcada prefe1·enqia de Protist
por 1ns metáforas o comparacionés seguidas. En él son t:Prí-
simas est1s aproximaciones fulgurantes 9e una so1a po,la-
bi·a, a las que Ja retól"ica cl(tsica reserva exclusivamente el
nombre de metáfora. Parece casi como si pnra él la relación
de analogfa debiera confortar."e siempre (aunque con fTe-
cuencia de fonná incon~cieni:e) apoyápdo~c en una rcl<~ción
mrís objetiva y más segura: la que guardan, en la c;ontinui-
dC\d del esptlc·io -espacio del·mundo, espacio del texto-.
las cosas vccinns y las palabras vinculadas.

Sin crnharf!O, tÍn<l actitud inversa es In que se rnnnifit•sttl


en lll ó:pcricncia capital ele la Í1íemoria in\ioluntaria, que,
como sabemos, constituye para Proust· el fundamento
mismo del .recurso é1 In mct{tforo, en virtud de esa equiva-
lencia m~ty simple según la cual la metáfora es al arte lo
que la reminiscencia es n la vida, <:~pr.oximación de dos ::;en-
.
s<:~c!onc:-; · d e una ana 1og ra11, ~<;E
por e 1 u m·¡·¡ <1gr9 · ·
· .• n apanencw,
1indn hay puraml'nle analógico, en·cfecto, en el mccé1nismo
el~.: la rcrninisct•ncin, que descansa en la idcntidttd de scn."n-.
cionl!S CXf)CI'iJ11('11f.ac.Jm:; a muy grandes distancias llll:.t de
otn~, t'n ~!.tiempo y/o en el espacio. Ent¡·c el cuarto c.Je· Léd-
nic en el.pasado y el-piso de Parfs ahora, éntre el baptiste-
rio ele S<m Marcos poco ha y el patio del palacete de Gucr-
mt~nles ho~'. un solo punto de contacto y de comunicación:

60
d gu.slo dL· In nwgdall'nn mojad~ en lila,_ In posicir)n del rir
c11 fnlso ~ubre atloquines irn:~gul~res. N<:tdn, pues, más clifc-
. rcnt(.' .tk l•1~ nnnlogfas sugeridas :por una proximidud cspn-
·cio-ll'tl1pornl que hnbfnmos ('flCOntrndo hastn <:~hora: aquí
la metMorn est{t, ni parecer, limpia de .toda metonimia.
· No ~eguin'l estc.lndolo un. in~(::mte más. O, tnejot·, no In
ha L'Sindo ntii1C<l \' ,o.;(J)o lllH'I Jaboi· de ttlláli::;j:'i postc!"Íor rn·
mite afin1wr que' la reminiscencia h~ «comcnwclo;, pot· lo
. que dicho nnólisis designa comq ~u <<causan. En rcnlid:.1cl.
·1:.1 experiencia real comienza, m? por la captación ele lln<l
·identidad de ~ensación, sino pot un sentimiento de rrpl~­
cer~>,·clc <cfcliciclac.ln, que apnreceial principio «sin la noción
de sú causa,, 4 " (y ya sabemos que, en ciertas experiencias
nbortadas, como la ele lo~ árbolb cl·c Hudimesn~l, es<t no-
ción pcrrn<tñecerá it-rcmt?c.liablerrlentc en la sombra). 1\ pt~r­
tir de ahf la::¡ dos experiencias ej~mplarcs divergen un pocrJ
en SU clesarrqtJo: en 5H'Cll111, no se especificél el placer hi:l~l<.l
el momento en que se identiricd la scn~nción-fucnte: süln
entonces, pero eren seguida,, autnenta con toda unr:t :-;críe
. de sensaciones eonc;xas, p~\sando de la taza de tila <ti cunrto.
del euttrto a le1 casa, ele la casa a;la aldea va ~u ccpnfs, en-
'
tero; eti El tiempo re.cu!Jrado, la Helicidac.J, . sentida cuent;:,
dcscrc: el principio en sf misma con una cspccificnción scn-
.~orial, <<ÍllHlgl'llCS evocmlas,, mi¡] prof1.tnclO, freSCOr, iUi'..
. que dcsignnn n Venecia mm antd ele que se hL1y:.1 loc.1li7.ndc'
In semmción común; Y lo mismo! succclcn1 con el rccucrtiCI
• 1

ele la pnrmla d.d .ferrocarril. inTcclintamente pro\·istn dL·


atr.ibtllos (olor ele humo, frescor, forestal) que supcr<tn L'tl
· gnm medida los límit~s ele la co)usión entre dos ruidos: :
· ·también en el caso de la dsión db Bnlbec (azul snlino, hin-
chado en mnmas ::'17..U ladas) provdc<lda por ct contLlcto de h1
..se;·villeta nlmidonada, y en el clc\la que.(Balbcc. por In nn- .
.che) induce un ruid.o de cannliz.ación de agua. Vemos, pUl'"·
'que la relaciün mctal'6ricn no es tiunca la pt:imcra· cli rcrci-
bir~e ~~que incluso, la ma~·orfa del las vece~, no ap<1rccc ~ino
al fit)nl ele ltl experiencia, como 1~ clave de un mistetio que
se ha producido totalmente sin e1Ja.
Pero, sea cual fuere el momen;to en que se manifieste el
popehlc lo que (,·o que el propio írouot hoblo de lo «dcflo·

\ (1 1
1 • •

l gradó~ del recue~do» )47 P?drfamos .llainnr el detonador


1analógJco, lo ese.ncwl es oLscrvar aqt• 1 que esa primera ex-
\ plosión va acompa~ada siempre, m.:...:esariamente y al ins-
·tante, de una especie de. reacción en caden~ que procede, ya
no por analogía, sino por-contigüidad, y q1;1e es· con toda
precisión el momento en que el contagio metonímico (o,
\1por emplear el término del propio Proust, la in·adiació11}~ 11
\toma el relevo de la evocación metafórica. ·ct El interés de
\Proust por las impresiones sensoriales,,, escribe Ullma.nn,
¡ceno· se limitaba u su ?alidad iutrínse~a ~i a las rm.alo~í~s
¡que sugerían: estaba 1gualmente fascmado por .su ·capacl-
~d.:td para evocar otras sensaciones y el conjti.nto. del con-
itexto de experiencia al que iban asociadas. A c"so se debe
ila importancia de las sensaciones en el proceso.de La mc-
:moria involuntaria.)) 49 La forma como el cccontexto de cxpe-
1;riencia)) llamado Combrav, Balbec o Venecia se ve Ilaina.do
'a serlo a part.ir de·una sensación ínfima, 1cgot.ita Cr:)SÍ impal-
pable» que sostiene sin ceder ((~1 inmenso edificio del f('-'
cuerdo,,, confirma bastante la exactitud de esa obsenra.r;ión.
Añadamos que el propio·Proust, aunque 'dé la impresión ele
~o retener sino el moinento metafórico de. ]a experiencia
(tal vez porque ese tnórnento sea el único que sepa nom~
qrar), insiste en varias ·ocasiones en la importancia de esa
amplinción por contigüidad. c1 En. esos casos cOl)lQ en todos
(os p1·ccedentes, la sensación comúnn, dice a propósito dl'
1~ última experiencia, ~~había intentado recrcm· a sLt alrede~
dor el Jugar antiguo ... El ]ugtir lejano engendrado en torno
d la sensación común ... Esas resurrecciones del pasado son·
tbn fofa/es, que no comp)acen-sólo a nuestl~OS OjQS ... fuerzan
riuestréls ventanas de .la nari7. ... rl'ttcstra volunttH.I, .. tod<t
1ucstra personé\ ... ,, Vuelve a habl~r de ello un poco más
a,delantc para repetir que nosólo la visión del mar, sino el
o.lor del cum·to, la velocidad del viento, el deseo de almor-
z'm·, la inccJ·tiqumbre entre diversos paseos, t-odo eso (qtic
e~ todo Bnlbtic) va cc1'ÍI1Clllado a la ~cnsaci6n de l<t n~r[ln
die la scn;illcta almidonada) y -añadir, ele l'orma aún m{,:;
p1rcciosa para nuestro· tema, que !(la des:iguuldacl de .dos
atloquines había prolongado las imágenes rcscc~s·.y débi le."
qpe yo tenía de Venecia en tocios los sentidos y t.otlci.s las. di-
\ . .

62
1
·mensiones. de todas las sensaciones que allí ha_bfa cxperi;;.
mentado, enlazando la plaza con la iglesia, el canal con e~
embarcadero v con todo lo que los ojos ven el mundo .de
deseo$ que sóio ve el espíritun.;o Recordemos, por (!ltimo:
la forrna como los diversos elementos. del decorado de Com'
brav vienen sucesivamente a rraplicarse)) los unos sobre lo~
otr~s: pabellón, casa, alden, plaza, caminos., parque, Vi\·on-t
ne, iglesia y gente.~' Si bien la «gotita)) inicial de 1a memo-:
ria involuntaria es sin duda del orden de la metáfora. e~
rcedificio del recuerdo•' es enteramente metonímico. Y. di-
cho sea de paso. igual llmilagr:ol) hay en la segunda forrn~
de asociación que en la primera y hace. falta un extraño prc-
. juicio ((analogista)) pé!rt:l que uria haya maravillado_ tanto ~:i
la otra tan poco. Torzamos, pues. un poco el l?aston en er
otro sentido: el verdadero milagro proustiano no es que- un<~
magdalena mojadn en té tenga el mismo .gusto que otrrll
magdalena mojada ~n tr y cjespierte el recuerdo: es. m<:ls
bien, que esa segunda magdalena resucite .con ella un cu0r-j
to. una casa. umt ciuda~ entera. y que ese lug<:lr anti?uo
pueda, por espacio ·de un segundo . .-cconmoYer la solide7. ...
del lugar actual. forzar sus puertas y hacer'vacilar sus mue- 1
bles. Ahora bien, resulta que ese milagro -en seguida vol-
veremos a hablar de ello- es el que.funda o. mejor dicho.
constituye el rcinmcnso edificio» del relato prou~tiano.

Puede parecer abusivo llamar «metonimia)), como por


el placer de una simetría artificial, esa solidaridad· de los
recuerdos que no entraña efecto a_lguno de substitúción y
que, por tanto, no puede por nin~(m motivo entrar en la
cc:ttcgoría d¡:- los tropos estudiados por la retórica. Bast;:¡ría
sin ·duda con responder que de lo que aquí se tra tLt es él e l<1
naturaleza de In reladón semántica v no de la forma de la
figura y recordar que el propiG Proust ha d<Jdo el ejeTDp1n
de semejc:tntc ;:¡huso al denominar mettiforn unn. fi~urn quL'
no es en L'l In rnnyoría de las ve(es sino una comparnciün
explícita .v sin substitución; de modo que. los cfrctos dc ..con-
tagio ele que hemos hablado son aproximadamente el equi-
valente en el eje de las contigüidades de lo que son las rr me-
táforas>> proustianas en el eje de· las analogías y que. por

63
t;:~nto, son a la metonimia estricta lo que las mctüfon:\s
pmustianas son a la metáfora clásica. Pero hay que dcci r
t<lmbiL·n que a vece~ Proust lleva la evocación p~r conligi.'li-
dacl hasta los límites de la substitución. Ullmann cita opor-
tunamente una frase de Sv.ram1: <cE!'ie frescm· obscuro de mi
cl.i<:lrto ... ofTccfa a mi imaginación el c!'>pcc.:t.áculo total del
vcrano. 1>52 La sensación-señal se convierte con bastante ra-
pidez en Proust en una especie de equ.ivaleme del contexto
con el que va asoci<:~da, ..:omo la· (lf:T1secitan de Vintcuil se
ha vuelto pt~ra Swnnn y Odette <<Lomo la tonada rwcionnl
de su nmor" :!i·' como ~(dijéramos su emblema. Y hay que
observar que los-ejemplos de metáforas «naturales,, citmlos
en El tiempo recobmdo son.en realidad suhstitucibnes sincc-
dóquicas típicas: <c(.Acasp no era la propia naturaleza C'O-
micn;w de arte, ella que no me habfa per111itido conocer,
con fTecucncia, la belleza de una cosa sino en otra, medio-
día en Combray en el sonido ue las campanas, las mañanas
de Doncicrcs en los hipos de nuestro calorffcro de agua?,~ 4
.Por último, el fenómeno de despla;:.amie11to metonímico,
bien conocido del psicoanálisis, clcscmpcña a veces un pa-
pel importante en In propia temática del relato proustinno.
Sabido es que la admiración de Maree! por Bergottc es
provechosa para su amor por- Gilberte, o que ese amor mis-
mo se· vuelve a derramar sobre los padres de la mucha-
cha, su nombre, su casa, su barrio; o también, que su pa-
sión por Oclcttc, que habita en la rue La Pé1·ouse, hace que
Swann se convierta en cliente 'asicluo del restaumnte del
mismo nombre: en este caso, pues, homonimia sobre meto-
nimia. Tal es la ((retórica, del deseo. De forma más m<tsiva,
el tema sexual está vinculado originariamente, en Combray,
al del alcohol por una simple sucesión temporal: cada vez
que el abuelo, para dcscspet·ación de su mujer, se abandona
a la tentación de beber coñac, Maree] se refugia en el ccpe-
qucJio retrete que alfa t1 iris>), lugar privilegiado ele sus pla-
ceres culpables'; posteriormente, la. culpabilidatl sexual
consciCJltc c.ksnp;_n·ccc casi enteramente en el ~éroc, Ruhst.i-
tuida (enmascarada) por la culpabilidad relativa a los L'XCC-
sos del alcohol, motivados por su enfermedad pero tan do-
lorosos pura su ahucia, evidente substituto (mctaf(,rit:o-mc-

64
!<mímico tnmbit:n) de la madre: ch~lor ~· culpabiliclad que
' 1l
parecen totLtlmcntc cesproporc10naoos, 'l.
s1' no se pcrc1oc e1
1
valor cmbk'm~Hico de esa ((dcbilidádn.-·~

1
1

Ha:v. pues, en Proust una colusi'ón muy frecuente de lu


rcli.lci(m mt.·tnfc'wica v la relación mbtonrmica. va sen que la
prinier::t se miada n 'la segunda coiT;¡o una especie de intel'-
prctnción superdetcrminante_o_que..¡la segunda, en las expe-
riencias de ((memoria involuntaria·,, tome el relevo de lrt
primera para aumentar su efecto~ su alcance. Esa situa-
. . susc1ta,
c1on ' me parece, dos o b servac10nes,
·¡ . •
una de I ascua-
les se sit(m c11 el ni\'cl de las microestntcturas cstilí~ticn.c;
y el otro en el de lo mocroestructuta norrotiva.
Primera ohsetvación: hemos recordado al instante qlll'
los ejemplos citados después de la famosa frase a' lCI gloria
de la metáfora ilustrnb<m mtís bicn!cl principio de la meto-
nimia. Pero ahorn hay que examiÓar más detenidamente
esa l't·asc misma. <eSe pueden, escri~c Proust, <chaccr qut en
una descripción se suceclnn indefiniaamentc los objetos qUL'
figuraban en el lugar dcscl"ito; la vc~dad no comenzaní sino
en el momento en que el escritor tdme dos objeto.~ diferen-
tes, enuncie su relnción, nnñloga e~ el mundo del: arte a 1"
re 1ncit'm 1'111 icn de 1u lcv cLtwmi en hl m un do de 1a cicnci n.
" los encierre en los an(llos nccesaribs de un estilo hermoso,
lncJuso cuando, igunl que la vida, ~~ aproximar Una CU<Jii-
clad comün a dos sensaciones, cxtt~aiga su esencia comün
reuniendo una y otra para substrae rl<ls a lcú; con ti ngenci~s
1

del tiempo, en un<:\ metáfora., Es evidente que la ce re ladón ..


por enunciar entre udos objetos diferente'!:;;, es la relación
de analogía que pone de relieve sLt ccesencia comtm•~. Ln
que es menos evidente, pero parec'c icbsi indispensable pnr;:t
Ir~ coherencia del enunciado, es que esos dos objetos forman
pm·tt• de In colección de los objetos 9uc ccfigurabann t.iuntosl
en el lugar por describir: dicho de ptro modo, que la rcl<t-
ción mctaForica se establece entre d;os términos ya vincula-
dos por una relación de conligiiidntl cspacio-temrorul. 'Asr
. 1 . : : ('~
(y sólo a~í) se explica que el «estilo hermoso», es decir, el
estilo mefafórico, se caracterice aquí por un efecto de con-
catenació.n y necesidad (<canillas necesarios»). La solidez in-
aestructi?le de la escritura, cuya fórmula mágica parece
buscar Puoust aquí («sólo la metáfora puede dar una espe-
cie. d~ et9rnidad al estilo», di.ría en su artículo s.obre Flau-
6
bert),· no puede resultar solo del enlace honzontal. es-
tableci~oJ po~ el trayecto ~etoním~co; pero no se ve tam-
poco co~o puede proporctonarla solo el enlace vertical de
la ·relaciqn .metafórica~ Sólo la intersección de una y otra
puede substraer el objeto de la descripdón, y la descripción
misma, ~ las «contingencias del tiempo», es decir, a toda
continge~cia; sólo el cruce de una trami"' metonímica y una
cadena Irtetafórica asegu'"'a la coh~rcncia, la cohesión «ne-
cesaria» <fel texto. Es8 met{. fora no[ viene sugerida bastan te
bien por ¡a que emplea Proust: 11anillos», eslabones, mallas,
tejido. Pero la imagen a la que el propio Proust recurre con
más gusto es de un tipo más substancial: es el motivo de
lo «funcli:clo,,, de lo homogéneo. Lo que constituye para él
la ccbellcza absoluta» de ciertas páginas l!s, rccordérposlo,
«una esphcie de fundido, de unidad transparente, en que to-
das las cÓsas, al perder su asp~?cto primordial de cosas, han
ido a col?carse unas junto a otras en una especie de orden,
traspasa9as por la misma luz, vistas unas en las otras. sin
que una ~ola palabra quede fuera, sin que haya permanecido
refractar1a a esa asimila~ión ... Supongo que eso es lo que se
llama "oarniz de los maestros",,,!" 'Como vemos, en este
caso 1~ c~lidad del estilo depende aún de una ccasimilac'ión,,
establccH::la. entre objetos copresente~, <eCOSqSn que, para
perder s? c('aspecto primordial de cosas)), es decir, SU COil·
tingcncül y s~ dispersión, deben reflejarse mutuamente y
absorberse, a la vez <~colocadas unas junto a otras,, (conti-
t
güidad) <cvistas unas en las otras>> ~analogía)._ Si se desea
-como propona Reman Jakobson..:...._· 11 caractcnzar el reco-
rrido metonímico cotno la dimensión propiamente prosaica
del disc~rso y el recorrido metafórico como su dimensión
poética, pabrá .que considerar entonces I_a es~ritura prous-
tiana cm¡no el mtcnto más extremo en dtrecctón de c!oic es-
tado milto, que recoge y activa plenamente los dos ejes del

66
lenguaje. que, desde luego. sería in·isorio llamar •cpocn,,, ,1

en prosa" o c<J.:)rosa poéticnn ~· que constituiría. ahsolut;t·


mente ~· en el sentido más propio del término, el Texto.

Segunda obsen·ación: si evaluamos la importancia del


contn!_!ÍO metonímico en el trabajo de la imaginación prous-
tiana, y en particular en la c"'\periencia de la memoria im·n-
luntada, nos vemos obligados a desplazar un poco la pr ··
gunta inevitable que Maurice Blanchot recoge en Le livn.: .
l'enir:~" ¿cómo pasó Proust de su ccintención original. que
era la· ele escribir una novela de instantes poéticos», a csL·
relato (cctsi) cOtltinuo que es En busca del Nernpo pcrdidn?
Blémchot respondía al punto que la esencia de esos instrln·
·tes ceno es la de ser puntuales, y tal vez sepamos ahora-un
pucu mejor por qué. En ''crdad. la intención de Proust '" 1
\'L'7. mtnca fuera In de escribir un libro compuesto por unll
colección de éxtr~sis poéticos. lean Santeuil yn es al~o mu'
distinto y ni siquiera la célebre página en .que el nan-adr·•·
suhstituyl'ndo de forma trtn imperiosn n su prot<~~onio:;r:• ''
todo Eír husnt dL'I tiempo perdido estt\ va en esa ~el i t ud l
a fi rlll<l no ]w bl'r eS~Ti to ce sino Cttnndo ll~ p<lsado rcsut:i 1<1 h;1
de pronto en un olor. en una vista que aquél hacia est;:¡]];"·
y po1· encima del cual palpitaba la imaginación y nwntl"
ese gozo rne ofTccín In inspiración>>/'" ni siquiera esa pñgin;•
autol-i7.n a juzgado nsí: el pctsado crrcsucitadon por un cn-
cucnt ro de sensaciones no es tan ((pun1ual» como L'Sl' rrn-
pio encuentro y pucc.k hüsttlr con una simple -L' ínfim;J-·-
reminiscencia parn dcsencac.knar. gr::tci<ts ~ la irrnc.liélcic·n,
metonímica CJUL' lo acumpLllia, un movimientn dt' rtnamnt:-
sis dL· un<1 amplitud inconrncnsurublc. Ahora bien. esn L''-
rwccisCtmenlL' lo que ocurre en E11 l~usca del tielllfln f.'crdidtl.

F.n l.·fcctci, hn~· un coi·tc muy fuerte. en la primcn1 p<~rll'


de -..C:itt'a/111 (ccCombrrtyn). cntl-c el.primer capítulo. t"<J\;i vx-
clusivnnH.•ntc consagrado c:t esa cscenu of"iginari<l ,. ohsL·,h·:•
._ lo... ••

que Prousl llama ccel teatro y el drama a la hora ele <ICO~I~l·-


men, csccnn qul' por mucho tiempo permaneció en la mt:-
mot·ia del n<trraclor como el único recuerdo c.lc Comhnw
que no hnhíri caído en el olvido, escena imnól'il y en cierf;1
mocJo <<pUillUal 11 Cl1 Ja que la nari·ación Se cncicáa V SC en-
maraña como si·n.cspera.nza ·de poder :mlir de él nttnca, y
el segundo carítulo, en que es~ Combrav vertical de In ob-
sc-s_i6n rcpctitivn y de la (lfij<~ciónn (cdicñzo de patcd lumi-
noso recortado en medio ele tinieblas indistintas, ·reducido
<~1 ~mloncito y al cprncclor donde reciben al Sr. Swann, a la
escalera <<detest?da)), al cuarto don9e ,Marcel espera deses-
perado el boso materno) se ve substituido, por fin, con su.
csrat:io cxtcmdhlc, ~ll!i ccclos hacict'ld~s))' sus pascós alterna-
dos, por el Com bt·ay horizontal de la geografía infantil y
e
del calendario fmi1iliar, punto de partida inicio del autén-
tico movimiento narrativo. Ese corte, ese cambio de' rc•gts-:-
tro y ele régimen sin el cual la novela proustiana no tendría
sencillamente lúRar, es·, sin duda, la «resurreccióil>> de Com-
bray por la memoria· involuntaria, es decir, indisoluble- ·
mente, por el <<milagro de una analogfa,,.y por ese otro mi-
lagro que ve (que hac.e) salir toda una infancia .:. . . ccciudad
y jnrcJineStl, espéH::iO )'tiempO- y, en Stl proJungución, upor
asocir.1ci6n de recuerdos u, toda una vidr.t (y <~lgunm; olras)
de una taza de té. Ese efecto paradójico de la remini:;;ccn-
cia, que es a la vc7. de inmo"ilizació 1=t ~ impulso, detención
bntscn, abertut·a trmttnátka (aunque ccdeliciosa))) del
. tiempo vivido (el éxta!'is metafórko) y derramé ni instante
in-eprimihlc y conli.nuo del tiempo tcrceobrndo~>, es decir,
revivido (el cont~gio mctonrmico), iba ~·a indicado tle
fonrÚ.l <.h.:cisiva l.'rl 1111<1 fntSC que ~ÍI'VC de t'p(!;!rtlfC tl ./r!(lll
Santeuil: cc¿Pucdo llamar novl·la a este libro? THI vei'.. sea
menos y mucho. m<\~ que eso, la ~~encía misma dc·mi vid<:~,
recÚgic.f::t sin me7.élnr mu.la con ella, en e.wl.c; lwms de desgcr-
n:amfe11fO en que Íwma.,," 1 Herida del presente, efusión del
pasado, es decir, también (puesto que los ce ticmposn son
también formas): suspenso del discurso y nacimiento del re-
lato. Sin metáforR, dice (aproximm.larncnte) Pmust, no hny
<:~uténtico~ recucrdol5; nosotros <~ñadiinos por. él. (y por to- ·
dos): sin metonimia no. ha.y .con.catenación de los rccucr:.
dos, no h<:1v historia, no hay novela. Pl;les la· metáfora es
la que recobra el· Tiempo perdido, pero es la.rnetonimia la
que lo reanima y lo vuelve a poner. en marche\: la que.
lo devuelve a s~ mismo y a su ccesencian verdadera, que

68
C!'~u propia huida y su propia BusJa. Ahí. pLH:s. ~ihf ~~de·
-·por la mctMora, pero e11 la meto imia-, comicn7.n ~:1
Rcl~to. 1·:! ·

.,. . Lu mr:;l•ncin de :.1rlfculo· dciontc de etonimin tiene un -"l'f1·


t ido qud ·lnl vt•7. cclll\'cn¡:m clcclarm·: se trat sin dudn de tin nombn·
propio y L'll sL•guidt\ Sl'. \'C _de quL~ c.lnsc. Decimos Mctonimi~ .l'n
Pmust.c:omo pv.dr·ranms dctn· Pollmnm en Prndn•·o o Clfo en Tm:lln
·o,. mejor, Polirúniu en Tácito y Clío -en P nclaro, siempre que um1
diosa pueda equivocarse: dr puerta: simpl visita, pues, pero ·no. sin
c.:onsccucndas.. . ·
l. St,·lr!. i11 Fre11dr 'No\;el, C<~mbriclge, 957, p. 197. Cf. Id •. Tire
liiUI.~e ¡,·, the modem Frmc/1 Nul".r/. ComHriclgc. 1%0. y ~ L' lmngc
-l.iHt:r:tfin.•u, in Lmr~rte e'/ l.ilférrllrtrr; Les B'ellcs Leltrcs, JO~(. Pcr•
\'Ó.lsc m:í~ i.ldl'lnnlc, nota 62. 1 ·

2. Otrns hipcílngcs melonfmicns. clc fnqturCI. en re~umicla~ cuen-


.las, tan chísic.:a como el papel ntlpahle eJe iBoilcau: el nrido (crmei-
rrosú tkl cn~cabl'l (1, 14), la jniL·a de l"n1Ú1s imlr1.~trin.~n (1. 491. .t•l
olor lllc'dimw de In c.:ukhn cr. 50). el ~cmidd domcln de la~ cnrnpíln<, ...
Cl.ll: R3) rJ d plegado clel'r'w de la m<~gda,'lcnn {I •. 47) en formn dt'
\'lt:lra. ·
No obstnnlc, no \'amo~ a llcn\r ~1 amor de la metonimin hn.o;t;l
el ex! remo de seguir n Georgc· Paintcr e~ esta dcfcn~n. crJmo mí-
nimo J'Hirmlújic.:o, de la!'· .rr\'él·tcbnú;., rron~alcs de Léonit:: "Prr.lll'-1
cmpk·u, :1 JWopcisito v con nudncia, una r¡i~urn de c~lilo conoc.:id01
con-t..•l llombr-L' de mc'tfJnlmiu; llnmn a los •huesos de In l"renll' dt' b
t(a. Ll'ollit..· \'L'rlt..'l1t'l\~ par'n sugerir que pnrL'CL'n vt:rtchm~ ( 1, !'21··
(Mmn:ll'miiSI, lt•s Arrrrt 11's dt' 11/clfrtl'ill 1, p. 2M,). Si tal c.s In inll·ndnn
dl! l'rousl .(pi..•r·o pmJcmo!i dudnr!o), esa ufi1t!lln:l Úc l'Slilo,, pnr U11:1
vc7., es unu:pum 111L'lril"ora. . 1~ .
_3.1,p.l46yll,p.IOI5. . 1

. 4 .. Formulación ·t:ompnr<~ble, 1, p. 84: Mctrcel acaba de cvoc;1r


la garita del' janlín en que ~e rcftigia paf¡a leer y año de: "¿Acn"1.1
no_ cm mi pcnsnmiento tamhir!lr c:omn otra habitación l'n el fondo
de l<r cunl::·?" (el subrnyndo-cs nu~stro). 1 ..
S. · I. .pngs. 63 y 65. · • ¡
6. T, p. 66; IIUIIIiere (umancm,,) ral vez sea üna ... errata por llut-
th'n.>-(umnlt'J:ian). · · 1 ·
7. Co111re Soi11te-BI!rt\'f!, cd. Fnllois, p. 27s.
8 .. De hL·cho, In motivación L'~ rccfproch v juega c'1 lo~..dt'~ -"l'll-
1idos: lél prwdmiclml mltenllflca la ~-Jcmcjanú,; qu~. de lo contrnrin.
podrru pnr·ccc1· gratuita o Forzada, p-ero, ~ cctmbio, ln l'emcjan7a
_ju~lifii::n la .Pro~imidad, q~c, de lo contr~rio, podría pn_rccc."r· f:nr-
tutta o arb1trarrn, salvo sr suponemos (lo cual no e~ cJcrtol qul'
Prou_sl úcscrihc ~implcmcrilc un paisaje qu~ tiene rrantc los u.io~"-
. 1 .
gJLtt distinción entre esas dos cualidades no siempre se· pcr-,
cibe tlaramente y el metalenguaje retórico refleja y mantiene esta
cor:~Fttsión: po~ ejemp_lo, los teóricos clásicos prescribían no cdr a
buscar demasiado leJOS" la m~táfora, no aplicarla a una ccscmc.:
janz~ demasi.ado alejada,; a la invers~. Breton reco~ienda cn'!,.os
vasoS¡ comunrcantes «comparar dos obJetos lo más alejados postblc·
uno del otro»: ni los primeros ni el segundo dicen (ni aca;;o'scpan
siquiera) si el <~alejamiento!) de que hablan mide la distancia' que
sepai!a los objetos o su grado de semejan'l,a. Un pasaje de Figures,
p. 249, participa aún .de la misma ~o!lfusión. , ·
g..
. 1 El', tema espec1al parece cast. stempre predommante en rea-
Jidad, pero nada impide en rigor una conexión metonímica pura-·
mente temporal, como en·esta comparación motivada por la ·proxi-
midatl de una fecha: <~¿_No me había equivocado al tomar por dio-
ses e~tranjeros esos arbustos que había visto en el jardín, como
Madeleine, cuando, en otro jardín un día cuyo aniversario estaba
próxi;mo,vio una forma humana·y creyó que era el' jardinero?.n (TT,
p. 160). .
· 1 L ccL'or du Scarabéen, Te/" Que! 34, p. 47.
1~· I, p. 694, 440-441. .
q. I, p. 156-157. .
14. I, p. 152. ·· .
s.
t r.. p. 383. sos. · · · ~
16. «¿Por qué ... no habríamos de describir ... los lugares en que
desc~brimC?s ~eterTJ'!i_nada verdad? ..,. A veces, por lo de~ás, habín
entre¡ el paiSaJe y la Jdea una especie de annonfi:zr, (Cahter 26, fui.
18, citado por Bardcche, Maree~ Protlst romancier. 1971; p. 264; el
subrayado es nuestro). · . . .
q. T6rmino tomado a lo:J teóricos del lenguaj~ cinernatognHi-
co: metáforas· diegéti~as en el- sentido de. qlic su crvehículo» cst¡\
toma~o a la; diégesis, es decir; aJ universo espacio-temporal dél re-
lato. ¡CEI propio Hitchcock ;describt;. 1,;1n hem .oso ejemp·lo tomado
de Nffrth by nor(/1\vest: «Cuar-do Cary .Gr:=~nt se echa sobre Eve Ma-
rie S11in,t en :el coche:-cama, ¿qué hago? 11 1~estro el tren metiéndosl.!·
en uq tunel. Es un símbolo muy clarou, L Express, 16 de marzo de
1910J) Sin cmba.rgo, el empleo ce este ténnino no debe ocultar, en
prin1tr lugar, que el·hecho mismo de la metáfora·, o de la COn;Jpa~
racfór, como de toda figur:a, co!lstituye en sí una intervención ex-
traÜifgéticndel "autor•>, ni que el vehículo de un¡:nhetáfora. no ·e~.·
.en realidad,' nunca de forma absoluta diegético n no diegético, sino
siempre, según los casos, más o menos diegético: los fuego.( de 'la
pasi~n son,. como ps sabido, más dicg:éticos para el Pyrrhu~ de An~
drompque que pat'a t!l común dt• IIJs: mortales; el vehkulo de ·urrn
.mcto['imia, ·por su parte, es siempre, por dcfinici6n, profundu-
.mentF diegéticQ y a eso se debe seguramente el favo1· de la.~stétil:<r
clási~a. Se verá claramente:: la diferencia comparando las .situacio-
nes 1icg:6ticas de los dos vehículos figurativos del hem'istiquio de
Sain,--At:"ant (.ya ~nnli1.<1do en olro lul!ar):·E/nro ·c~w hain_clltierr~~-
70 .· . . . .·
La metonimia hierro (por hoz.) es indiscutiblemente dleeétic~. \ .·
que el hieno está presente en la hoz; el vehículo metafóricn , ...
(por trigo) es. hablando groseramente. no dicgético. pero. mfts rig:J·
rosamentc, debemos decir que es diegético en proporción a b pr~·­
sencin (activa) del oro en la diégesis. Ejemplo perfecto de metálnra
diegética, la última estrofa de Bao<. dormido, en que el material ITlc.•-
ta~órico (Dios :;egador, .luna. ~10;:., campo de estrellas) es producrn.
evidentemente, de la sttuacJOn. · . ·
18 . .i:. p. 177. Encontramos otro efecto del mismo tipo. tambio3n
a propósito de Oriane. Il. p. 741. en que la duquesa, sentada h" i•.•
un .tapiz náutico, se vuelve por contagio ~como una divinidad tf.:
las aguasn. .. . ,
19. rn. p. 648. · ·
20. Efecto c.studindo por Spitzer.(Études de style. GaiJimard. Pa-
rís, 1970, p. 459 y ss.) y por Ullmann. « L'Image'littéraire ... p. Ji
21. nr. p. 646. · .
22. Véase. inmedinfamente después de ese pasaje, )á descrir-
ción de- un Catpaccio tratado como un paisaje veneciano real.
23. Al menos si nos colocamos dentro de la situación (ficticia
o rio) constituida por c.l texto. En cambio, basta con situarse'li.IL'rLI
del texto (ante él) para poder decir también que se ha buscado 1<~
concomitancia para motivar la met'áfora. Sól.o uria situación consi-.
derada impuesta al autor por la historia o por la tradición y. por
tanto necesariamente no .ficticia (ejemplo: Boo.__donnido) impone
al'mismo .tiempo al lector la hipótesis de un trayecto (~en~tknl!
cawmli.sta: m'etonimia-causa ___., metáfora-efecto, ,. no del ~rnvec• '
finalistn: metáfora-fin - metonimia-medio (y. por tnn'to, segl! 1
otra causalidad, metáfora-cau~a- metonimia-efecto). siempre pl)-
.c;;ihlc en una ficción hipotéticamente pura. En Proust, es c\·icll'ntc
que .C:acla ejeJ!tplo puede; provocar, en ese nivel, un debate infinitn
entre una interpretación de En b11sca del tiempo perdido como fic-
ción y una interpretación como autobiografía. Tal vez haya q1.1c
permanecer dentro de esa rueda.
24. L p. 788, 823, 944, 947. Esa situación originaria pro\·IJcü
toda una' serie de comparaciones marinas. entre el grupo ~· uni:'l
banda de gaviotas (p. 788), una madrépora (págs. 823-824 y l:t~3• .
. una ola (p. 855); Albertinc es cambiante como el mar (pf!g.s. 947-
94~);·en·La pris;nnera. también. transplantada a Parfs, su sueño. n;¡
cuvn m·iiJn,. .sucñn Maree!. es dulce «como un zafiro marino" (Jif
p ..70). . .
25. f. p. 869.
26. (. pd¡;!.S. 426. 634. .
27. l. r•\gs. 426, ó3fi-M l. . ·
2R. «Como uno de esos carteles, enteramente a7.ulc~ o ·cntcr:t-
mcnlt' ··ojos, en los cuales. por las limitaciones dcl_procedimicntl.:'
empleado o por un capricho del decorador, son azule~ o rojos Jir)
sól'o 'el ciclo v el rilar, sinb también· las harcns, la ielc-sia. lo~ tmn-
Sl'Íinll'Sn (1, ¡1. 3M!}. . . . . , -:
29. I, p. JRJ .
.1~ .. ''Ou~ gozo ... ol vcr .. er: In vcnt<~na y en todas le~~ vitrina!' de
l;,s hlbTotcctls, como en los o¡os de bucv de un camnrotc el mnl'. .. "
(!, p. 672); rrMc eché en la ée~ma y, como si hubiese es'tado Cll In
l11 crn de u nn de esos b:.u·cos que vcfn bastante cerca de 111 r y que
ror la noche .nos asombrnrfa ver desplazarse despacio en la oscuri-
t.lad, como CJ.snc!'i ensombrecidos y silenciosos, pero que no duer-
men, me vcfa mdcndo por lodos lados por Ins imágenes del maru
(t.', p. 804). pbscrvnmos .aquf la CO~CU1Tcncia etcplfcita de )a rcJa-
CIOfl metafrWJGl (como sr) v In relación metonfm1ca (cerca. de m()~·
b scgundn mct:ílora, '{ambién mctonfmicn, im;crln en la pt"imcrn
(barc.:os=cisncs). ~ ~
J 1. J, p. 6R l. La metáfora se prolonga por unas lfneas. --
32. r. p. H37. ·
33. I, J1· 803. La comparación mar-pez se duplica nquf inmcdia-
tr~mente con otra, complementaria, ciclo-pez: ccEl cielo del mismo
rosa que uno de esos s<dmones que pcdirfamos al cabo t.lc UJl ralo
en RivebcllrJ,,
34. T, p. 835. Cf. p(tgs. ROS y 904.
35. I, rní¡:!.s. ~98, 674. Ma.rcel volverá a encontrar más adclélntc
en Venecia esos rrcentcllcos de sol glauco, (ITT, p. 626) o nvcrdoson
(p. 64.~). .
36. TI, J1. 1013.
37. l, p. ~99.
38. Ir, p. 7R3-784.
39. 1, p. IU.í, ó72-ó73, 658.
40. Figures 11, p;í¡.!s. 232-247. La ilusión semánlica (denunciada
dcsrués, rccordémoslo, por el propio Proust) consiste, en efecto, en
inletlJl'l't<~r como analógica la conexión entre :-i~nificado y signifi-
Céllllc, que no es sino una asoclílción convencional; el cratilismo
inll'rprctél los signos (los Nombres) como tdmágencs,, es dedr, tí-
pic:.'lml·ntc, 1111n metonimia como una mctMorn.
41. l. p. IML
42. B. Migliorini, uLa Metafora reciprocan, Saggi lit1guistici,
Florencir~, 1957, pr\gs. 23-30. '
43. JI, p. 38. -
44. nLa sucesión de las metáforas derivadas verifica, mediante
un ejercicio repetido de la función referencial, la correccion de la
metáfora rrimaria. La metáfora desarrollada pro(!resivamcnl'c da,
pues, ;:~l lector que l<1 descodifica una impre~:ón en aumento de
propiednd n (Miéhcl Riffe~LcrrC' "La métaphorc riléc dr~ns la po~sie
surrénlislc», f.,allg/.le (mnr.aise, !'=epticmbrr• t.k• 1969, p. 51). Por lo
demás, hay que observr~r, en el epi:mclio d~ la velada en la ópLTa,
la prcscncin en lél cabellera cle la princesa de un objeto cfcctivn-
mcnte proccdL·ntc tiL·I universo subm~rino y que, por tanto, .hace,
a su VC7,, t:omo In ralabra (( bañcr~ (palco de pintea),, de enlace
cntrc el e::;r:1cio comparado y el espacio cmnparnnte: ~unn rctkci-
lla hecha con esas conchas blnncns que se pL'St:nn t•n ·ciertos mnres

72
1
au~traiL·~ ,. que t·~tnbnn mc7.cln:dc:t~ con pc,.lns. fT10Stico llltlrin"
apt•nns ~nfido de lns olas ... " (p. 41 ).
4.'i. Tll.p.~71. 1
46. 1, p. 4~. i
47. Hl. p. 6CJ2.
48. ,rf-fahfn hnbido en mf una ~cn~ación que itTadiabn en una
pequcñn 7.011<1 o mi alrededor, ctt:.n (TII. p . .873).
49. St\·le i11 tht' Fn'l!c:lr Novel, :p. 197.
50. nt. ,,árrs. 874-R76, el !'Ubrhvndo t:'S nuc~tro. Ya Cll SII'CIITII, ;l
propt>sito <.e los \'cstidos de la !i,c.tiora Swnnn ~· del decoro dt• "''
vidn, Proust hnblnbn dL• In n.mliddridad que e~istc entre lns diferen-
tes partt•s de un recuerdo y que nuestra memoria mantiene equili-
bradas en un cmr;rmtn en el que ~ada podemos substraer ni rcch;t-
znrn (1, p. 426, t•l subray"clo e~ nUestro). ·
51. l. p. 47. A propósito de otras rcminiscencins. Proust dirl'
t<lmbiL~n scnt ir en su interior nlie'rra~ rcconquistnda:,;; <d oh· ido que
se dcsccnn y ~e rcconstruyenn ll. 1 p. 67).
52. Loe:. crr.: d. 1, p. RJ.
53.T,p.218.
54. ITl, p. SR9.
1

,
l
55. Vt~<t~L' en pnrtkul<~r 1, p. 12.497 v 651-652. Ese tema ele líl
cul¡~abilicbd \'Uclve n <1par~cer e~ II._P<Ígs. 171-172, ~n que Man:cl
cbnu coJurnbrn l'll Ull L'Sfle.JO SU refleJO nhorroroson, tmagen de 11!1
u,vo horrible,, Pero In rnan.:a má~ pronunciadn de cone:o<ión t•rHn·
uL'x.ceso" akohúlico y culpabilidad se:wal (cclfpicn) es scgur<~m•:ntl·
l;:t lntst' L'll qut'. al <11llllll'inrle Mnrcel .su intención de cnsnrst• cnn
t\lhl'rlim•, In c:<prt•.siún pn·ocupndn de ~u madre es comparndn cnn
nt'.''n t•xpr·csicín quc hahía tenido en Combrny por primera ,.e,..
t'trnmlo SL' hnhftl re.<;ignndo n pus~r In noche juntu n mf, cstl e:"<pn•-
skul qliL' t'll aqut•l momento st• pnr·(·cra l'.'ttrnr.irdinnrínmt'lllt' a la dl'
111i ¡¡huL•Ia Hl pL'rmitit'lllL' lwlwr L"oriac·• (Il, p. 11 J 1),
56. Ccnrrrc Sailltc-Rctn·c. Pléittlk, p. 586. (El ~ubravado es nuC's-
tro.) 1 · .

57. Corrcs¡ml!d(/IICc!, Plon, Il. p. 86. Recordemos también e~n


otra l'urmulm.:iün del mismo ideal: rcEn el estilo de Flaubcrt, por
e,icmplo, todas las partt'.s de la 1lrc<tlidaa ·son convertidas n un::t
.
rlllsma su bslancta, f' .
. cl e \'astas .super·lctcs, d e un c~peJo '
. monotono.
No lw qucdmlo ninguna imrntt'da. Las superficies se h<1n \'Udtr1
rdlcctnnft'."· Todas lns cos<ts SL' pintan en ellas. pero por reflejo. ~in
ttlternr ~u suhstnncia homogénen. Jouo lo que era diferente h~ qUL'-
d~ldo L'Ort\'LTiido \' ab~orbido" (Contrc Saillte-Bcrlt'e, Pléindc, p.
2{íq), El mi~mu c(ecto de uniric:-tJión substnncinl, en pintura eo:;t;'
\'L'7., l'll L'."l\1 \·nri:mtc de A lo snir1hrc1 d(' las lllltclwclw ..; t'1/ flnr:
•r Corno l'll los c11 ad rn~ de El~t ir .... 0n qliL' 1a moderna c<rsa. !de C h<lr-
lrl's qut•d ~~ c·ullsllhsroncirtli-:.arlo, por 1;t m ism n 1u7. que 1a pt'Jlt'l ra.
por In rni.c;m::t "inlprt•si{irt" con In \cntcdmJ ... , (l, p. O(.~. C'l ~ubr·n-
v:tdo e~ rHrt·st rol. .
. :;~. r-:s.wti.\ cf,· lill~flisriquc ~t'llt:r~dc. r~g~. f.f.-(:.7. :

\ : 7'2
59. ·~L'Expérience de Proush: págs. -18~34.
60. I:'léíade, p. 40 l.
61. Pléiade, p. 181. (El subrayado es nuestro.)
62. J:'"ue Jean Pommier quien, ya en 1939, observaba el papel
de la contigüidad en ciertas metáforas proustianas: «Lo que parec.e
regir la !relación de las sensaciones es la contigüidad de lns cuah-
dades c9rrcspondicntes en el objeto. Las pizarras del tejado no se
alisaría~ si!l los palomos que en elias se posan ... g_ue :n ~~~~.s se
posan uno JUnto al otro: a eso se debe que su arrullo dtbuJe una
línea horizontal'', a diferencia del gallo, cuvo canto sube hacia el
cielo. Cuando el narrador aplica los epítetos "oval y dorado" no a
la campanilla, sino a su tintineo, hace una hipálage. ¿Por qué va
asociado el sonido de las campanas al sabor de las mermeladas?
Por hab'erse entretenido "como una avispa" en la mesa de Com-
bray. E~ cuanto a las paredes nuevas, su grito "desgarrador". !?ro-
langa seguramente los que la sierra, cuya señal llevaban, debto de
arrancar a las picdras.n (La. Mystique de Maree! Prmtst [ 1939], Droz,
1968, p.! 54.)

74
DISCURSO DEL RELATO

Eusayo de método
PREiF.<\CTO

El ohieto esped(ico de este1estudio es el relato e11 En buscr1


del tiempo perdido. Esta pr~cfsicín suscita Íl1111fdiatanrcn/L'
dos ohselvac:imlt's de i111porta~ncia desigual. La primem se rr-
f/e.re a la defi'11icicí1·1 dl!l corp\ts: todo el mundo saiJe lwy que
La oiJra (/Sf llamada, v cuyo (exto canónico estd fijado dcsclc
1954 pur la edicicin C/a¡·ac:-Ff.rré, ·no es sirw el cíltimo cstadrJ
de 11110 u!Jm e11 la c¡ue Prous[ tralmiú, por as( decir. toda str
Pida y cuyos ¡·ersiones r11r1ericj'res se dispersan, esem:ialllrerw.•.
, entre! Lo:-; placerl's ~~ lu:-; din~ ( 1896). Parodiüs y miscclc.'tncu
(! 919 ), las d ¡, •ersas rc..•copi lacw11es o i 11éd i tos póstrutws 1i tul(/-
dos Chroi1iqucs ( 1927}, .Tcan Santeuil ( 1952) v Contrc SC\inte-
Bcuvc ( 195..¡.]1' y los oche11ta l.v tal1tos cuade¡.,ws depasriados
desde 1962 e11 el gabinete 'de ,;,rmlll.'icritos de la Bil.rliateC.'a Na-
. c,ional. Por esa ra ~ri11, a la qHe se 511111CI la in termpció rr (or-:.osa
del 18 de• lfm•iemhre de 19221. En busca del tiempo perdido
(nrerws c¡uc; nir1J!.Illla otra} no! f'liC!de cimsidernrse 11/w ohra ce-
. n'Hda y, ¡mr f(//1fo. sigue sidulo lep.,írimo y a vrces ncccsarin
I'C!('{IIWÍr, /1(/f'rl C'l.JIII!Wracidll c/<'IIL'.\'{,1 icde(ÍilÍtl\'0,, el tal f7 CIICil
.de su ....- \'tll·irnites. ./~J 1J7i:w1o {JfiC'rle dl!c:irse de ~a prescntacic)n
ele/ relato y 11u se puede11 pasnr ¡wr alto, por e¡emplo, In pcrs-
necti1'Cl y el SÍ.l!..lli.flcado que let descubrimie.úto del lrxto crcl1
'de: em iJt•r·sona~' de San le ui 1 npr.wtcr a1 sistema 110 17'<~ til·n
rrdoptadó er1 En buscn ele!' t1icmro perdido. Nuestro tra/)(fin
,·ersarcí, por tcu1fu, sobre la c~bra ríltima, pero 110 sin te11er e11
cmrsi derar1as na en 51' nns-
.
1 .
Cllf!llfo a \'<'ces sus antcccc { CIJfL's.

77
mas, !~· que ape1~as aene 'Sentido, sino en fundón de la luz.
·que pulden aportamos. .
· La segunda ohse11'aci6n· se refiere al método o, mej6Jr, a la
. actitud \aquí adoptada. Ya se ha podido observar que ni' el tí-
tulo ni \el suhtf~ulo de est~ estudio mencionan !o qt1e acabo
de ll~!n~r s!1 oh¡eto espedftco. No es por coqu~tería ni por in-
flacwn ~elcherada del tema. El hecho es que con m.ucha fre-
cuencia~ y de forma ta[i,er. exasperante para algunos, el-relato
p~·oustid¡n~ parecerá aqu{ olvidado en provecho de ~orlside!·a­
Clones rras genera/es: O, como se dice hoy, parecerr,i que fa
crítica se eclipsa ante la rcfeorfa literaria'' y, más precisamente~
aquf, la\ teor{a del relato o narratología. Podr(a justificar y__
aclarar ~sta situación ambigua de dos formas muy diferentes:
bien. po~iendo claramente, como otros han hecho, el objeto_
espec(ficp a[ SerVicio del obietiVo ~enera[ y el análisis cr{tiéo
al sen,~cio de la teoría: E~ ?usca ~el tiempo petdid~ yq. no
ser{a seno un pretexto, depostto de e¡ernplos y punto de tlu.s,tr.a-
ción parb una poética· nan·ativa en que sus rasgos espedficos
se perdef¡ían. ert la. transcendencia de l'!-s ccleyes del género>~,
bie11 sub?t~dinando, al r;ontrario, fa poética a la crftica )' con-
·virtiendo\_los conceptos, las clasificaciones y Los procedii11ien-
tos ~qu( propuesto~ en otros tanto.s. instrumentos. a~ .,hoc e:-
.cluszvamfnte· destmados a permztzr una descnpcron r111as
·'exacta o más precisa del relato proustian.o en su.s_ingularidad,.
pues el rbdeo crteór!co>) va impuesto en todas las ocasiones
por las necesidades de una puesta a pr.t)'t;o metodológica.
ConfiJso mi repugnancia; n· mi in.capacidad, piua escoger
entre eso~ dos sistemas de de(eitsa apatenf:~mente incompati-
bles.· Me ~arece imposible tratar En busca Jel tiempo per.dido
como tll'l simple eiemplo de lo que seria el relato en general o
el relato 1ievelesco o el relato en. fonna autobiográfica o Dios
sabe q.ué ?Ira clase, especie o vat·iedad: la especificidad de la
narración! proustiana tomada en conitmto es irreductible y
toda extrapolació11 sería aquf una falta de métodp: En bL1sca
del tiempo pet·d ido sólo se ihtstra a si mismo. Pero, por otro
lado, esa ~specificidad 110 es indescúmponible y cadil r.mo de
los rasgos! que de ella extrae el análisis se presta a cualquier
aproxima.c¡ión,· comparació1z o colocación en perspectiva.
Como todq obra, como todo organismo,. En busca del tiemp~

78
_pet·dido está comruesto de elementos universales, o al mc11us
Jransindil•iduale.~.~ que reti11e en una sfnt~sis esped{rca, en
una totalidad singular. Analizarlo es ir no de lo general a lo
particular, sino de. lo particular a lo general: de ese ser incom-
. parahle que es En busca del tiempo perdido a esos elem~1lfos
-muy comu11es, fi¡¿uras .v pmcedimiento.s de utilidad príhlica y
-circulación corriente que llamo anacron(as, iterativo, (oca-
]iz.aciones, par.alepsis y denrás. Lo que aqrd propongo es ese!l-
cialmente un método de análisis: debo, pues, reconocer que
al buscar lo especítfco encuentro lo W1Íl'ersal y que, al inten-
tar poner la teoría al servicio de la critica, pongo, contra mi
voluntad, la crftica al sen·icio de la reoria. Esa paradoja es la
de toda poética, seguramente también la de toda actil'idad d~
conocimiento, siempre diFidida entre esos dos h1gares comu-
nes ineludibles, a saber, que no ha.v objetos que no sean si/7-
gulares ni ciencia que no sea genera[; fortificada siempre, sin
embargo, :)' como imantada, por esa otra Ferdad, un poco me-
nos difundida, de c¡Lte lo general esuí en el mícleo de lo singu-
lar y, f20r ta11to -col1lrariamelll e al prejuicio comzín-, lo
cognoscible e11 el núcleo del niisterio.

Pero dar garantía de c'ientificid'ad a un ·vértigo, o incluso


·w1 estrabismo metodológico, no deja de entrcdiar una impos-
tura. Así, pues, 1'0." a defender la misrrra causa de otro modo:
tal Pe;: la l'erdadera relación entre la aridez c1teórica') ,. la mi-
nucia crítica sea en este casu de alternancia recreatil;a ,. dili-
tracción recíproca·. Ojalá e/1Cllentre el lector, a su ve~, e~1 ella
una especie de diversión periódica, como quien padece de in-
somnio la de cambiar de fa·do: amant alterna Camenae.

. l. Lns fcchns nquf r~corcl~tbs son las ac·lns primerns puh!icn-


cJo.nes, pem nuestras rcfc¡·encln:-> remiten naturalmente n In edición
Clan:lc-Snndre en. dos volúmenes Uerm Sante11il, precedido de Les.
Plaisirs e·t les jours; Cnntre Sctilltc-Beflve, precedido de Pasric/7~-. ct
'':t~la17[!.CS .v scgui~lo_d~ Es.~ais el Articles), Pléiadc. 19~1. que co_n-
tJene numcro.c;os mcciJtos. A \'cces, en espera de In cdtción critica
de En busca del tiempo perdido, hnv que recun-ir ClÚn a la edición
Fnllois ?e· Contre Saillfe-Beuvc pant ciertas pñginas procedentes de
los Cahn•rs. ·

79
TNTRODUCCION

Con•icnll'l:ncntc empleamos la P,alabra relato s·in preocu-


parno~: por su nmbigücdnd, a vcce1 :;;in perCibir!~. y cicrtr:is
.dHicuii<H.lc~ de In nnrralolol!fn ::;e deben preci:.;;umcntc a esa
·. conf·usión. Me parece que, si quer~mos enipeznr a ver m{\S
claro e.n c::;a esfera, debemos distinguir claramente bajo ese
término tre.c; conceptos distintos. 1
. En un primer ~t·ntido -que t'.'\ hoy; en el uso comün, el
m(ls evicknlc y central-, relato des:igna el enunciado nnn·::t-
tivo, el discurso oral o escrito qut; entraña la relación ele
un acontecimiento o de una serie oe acontecimientos: asi,
Jlam'Jrcmos relato de· Ufi..,es el discurso pronunciado por el
héi·oe ante los feacios en Jgs cantds IX a XII de la Odisea
1

y·, por tanto, esos cuatro cantos T1_1ismos, es decir, el segmento


del texto .homérico qüe asegura sett su transcripción fiel.
· En·L.Jn· segundo sentido, menos jdifund.ido,. pero hoy co-
.rrientc entre los analistc:1s v teórico~ del contenido nnrrati·
·vo, relato cksiy:nn· ln ::;ucesión de ntontecimicntol', rce1les o
·nctidos, que son objeto de dicho di~curso v sus diversas I;c-
1nciones ele crmcatcnndón, oposieion, repetición, etc. ~~Am:í­
lisis de_l relato,, sigtli.ficn entonces !estudio ele un, conjunto
de acciones v situncioncs consideradas en sf rni::;mas, .ha-
ciendo abstr8cción del medio, limd'tfstico o de otra fnclo!c,
que nos ·p·L·rmite conocerlas: en este caso son l~s nvcntun1s
vivicl::1s por Ulisi.'s dL•sclt' !<1 cnfdn dq Tr~ya hnstn su llcgml<~
ri Jn· islr~ de C'::tlipso.

Rl
1
En un te rcer sentido, que es al parecer el más ·afttiguo,
r_elato desigpa también un acontecimiento: pero no ya el ·
que se· cuenta, sino el que cpnsiste 'en que .alguien cuente
algo: el acto de narrar fomado en sf mismo. Asf direm<?s .
que los canlos IX a XII de la Odisea están dedicados al re-
lato de Uliscs, como decimos que el canto XXII está dedi-
cado a la ~atanza de los preteridierites: contar sus aventu~
Tas es una acció11 igual que .matar a los pretendientes QC su·
mujer y, ~i bien es evidente que la e~istencia de cli~has
aventuras (suponiendo ·que· las consideremos, tomo Uhses,
reales) no¡1 depende en nada, de dicha acción, igualmente
evidente ds que el discurso narrativo, por su parte (relato
de Ulises 1en el sentido 1), depende de ella absolutamente,
ya que esfsu producto, como. todo enunciado es el producto
de un actp de enunciación. Si, por el contr·a.rio, considera-
mos mentiroso a Ulises, y ficticias las aventuras que cuen-
ta, la importancia .'de ese ·acto narrativo no hace sino au-
mentar, rá que de él dependen no sólo la existencia del dis-
curso, si1¡1o también la ficción de existencia de las ac;ciones
que ((refiere,. Lo mismo diremos, evidente1Tiente, del acto
narrati!vo del propio Homero en todos los casos en que éste
. asume d1irecta:mente la relaCión de las aventuras de Ulises.
·Así, pue~. sin acto narrativo no hay enunciado y; a vece,.s,
ni siqui~ra ·contenido narrativo~ Por eso, es sorprenden~e
que fa ~eoría del relato .se haya p:eo.c:up~do h~sta· ~hora
: poco d~ los problemas de la enunciación narrativa y· haya
centrado casi toda su. atención en el enunciado J su conte-
cpmo
nido, si fuese totalmente secundado,. por 'ejemplÓ,
que las¡ avent:uras de Ulises fueran contadas unas veces por
Homerp y. otras por el. propi~ Ulises. ~abemos, sin embar-
go, y Jolverernos ~ ha1Jlar de ello más adelante, .que ya ·a
~il~~~n/ no le había pa~ecido .ese ~erria indigno de .su aten~

Como su título indica, o casi, nuestro estudio versa esen-


cialmtnte sob~e el relato :en el sentido más corri'~nte, es de-
cir, ~l¡discurso narrativo, que r~sulta ser en literatura,~ en
part1e:ular en el caso que nos mteresa, un texto narrattvo;
Pero, ¡como verémos, el análisis del discurso narrativo, tal
como yo lo entiendo, entraña constantemente e.\ estudio ele
¡· o o

..,..,
las 1·elacioncs, por .,una parte, entre ese discurso y los acon-
tccim·icntos que relata (rcl:Ho en el sentido 2) y. por otra.
entre ese misrno·discurso y el acto qué lo produce, rer~l (Ho-
lnero) o fict it.:irtmente {Ulises): relato en el sentido 3. Así.
pues, para evitar toda confusión y toda traba 'lingüísticas.
debcmo~ dcsil.!nar desde ahora mismo mcdinnte términos
u~ívocos cnd; uno de esos tres aspectos de In realidad ·na-
rrativa .. Propongo. sin insistir en las razones, por lo demás
evidentes, de la elección de los término~. llamar hisru;·irJ el
significado o contenido nnrrativo (aun cuando dicho c-ante~
mdo resulte ser. en este caso, de poca densidad dramática
o contenido de acontecimientos). relato propiamente dicho
al.si!mificantc, enunciado o texto narrati\'o mismo'" narra-
ción-al acto narrativo productor y. por extensión,- aT con-
junto de la situación· real o ficticia en que se produce.
' Nuestro objeto es, pues. en este caso el relato. en el sen-
tido limitado que asignamos en adelante a ese ténnino. Es
bastant.c evidente, me parece, que·, de los tres niveles distin-
guidos. al.instante, el del discurso narrativo es el único que
·se ofrece directamente al·nn{llisis textual, que es, a s.u \'CZ.
Gl único instrumento de estudio de que disponfamos en la
esfc1·a del relato literario y, en purticular, del relato de fic-
ción. Si qui~iéramos estudiar poc .si mismos. digamos. Jos
acontecimientos contudos por. Michelet en su Historia de
Francia, podríamos recun-ir a toda clase de documentos ex-
teriores a esa obra v rclati\'os n In historia de Francia: si
quisién1mos estudi~r por sí m·ismn la redacción de esa
obra, podríamos u tiliznr otros .docum.entos. igualmente ex-
teriores al texto de Michelet, relativos a su vida v su trabajo
durante los años que le dedicó. Tul no es el recurso de qui~n
se interesa. por una parte, por los acontecimientos contados
por el relato que const~tuye En bus'ca. del t.iertJ.pO perdido y,
por otra parte, pór el acto narrativo del que procede: ni·ngún
documento exterior a En husca del tiempo perdido, ni espe-
ciahnente una buc.na biog:rnña de Márcel Proust, si e:x.istie-
ra2 podría informarle sobre esos acontecimientos ni sobre
ese acto, yu que unos y otros son ficticios y ponen en escena
no n Maree\ Proust, sino al supuesto prptagonista. y nan·a-
dor de su novela. No es, de~de luego. que el contenido na-

83
rmth.'o de En lm:r;ca del tiempo perdido carezca para mí t.k
rclnc~ón con la vtda de 5U- autor: sino simplemente que esa
relación no es tal, que se pueda utilizar la segunda para un
.1náli,c;i.c¡ riguroso del primero (como tampoco a la inversa).
En cunntn <~ la narración productora de ese relrtto, desde
nhora hemo~ de guard3rnos dt• confundir el neto de Maree!'
de contar su vida pm;ada con el acto de Proust al escribir
E11 busca del tiempo perdido,· más adelante volvei-emos•a ha-
blar de este tema, de momento basta con recordar que las
quinientas veintiuna página.-; de Por el cami110 de 5\\'Cli'Hl
(edición de Grassct), pltblicadus en noviembre de 1913 1y re-
dactac.las por Proust dunmte algunos añós antes de esa fe-
cha, se· supone (en el estado actual de In ficción) que el nél-
rrélclor las escribe mucho después de la guerra. Así, pues,
es el relato, y sólo él, el que nos informa aquf, por una par-
te, sobre los acontecimientos que relata Yl, por otra! sobre
1a actividad que, scgün se ~upone, lo crea: dicho de otro
modo, nuestro conocimiento de unos y de la otra no pu~dc
:;cr smo 111dírecto, incvit<~blemcntc·mccliatizaclo por el tlts-
curso del relato, en la medida en que unos son el objeto
mismo de ese discurso y el otro deja en él vestigios, marc.<~S
o inclicíos reconocibles e interpretables, tales como la pre~
scncia de un pronombre pcrsr)nal en primera persona que
denota la Jdenti_clacl ele! personaje .Y del narrador o la de un
verbo en pasado que denota la anterioridad de la acción
contada sobre la acción narrativa, sin perjuicio de indica-
ciones más directas y más. explíc..itas.
Así, pues, historia y narración no existen para nosotros
sino por mediación del relato, Pero, recfpro~amente, el re-
lato, ef díscurso narrativo no puede ser tal sino en la me-
dida en que cuente una historia, sin lo cual no sería narra-
tivo (como, digamos, la Etica de Spinoza), y en la metlida
en que alguien lo proñcra, sin lo cual (como, por c,icynplo,
una colección de documentos arqueológicos) no sería en sí
mismo un discurso. Como narrativo, vive de su n~laclón con
la historia que cuenta; como discurso, vive de su rclatión
con la nanación que lo proñcrc.
El análisis del discurso naJ:r.ath1o será, ·pues, para noso-
tros, esencia-lmente, el estucHo ele las relaciones entre relato

R4
.e historia, entre relato y narración y (~n la medida en que
se inscriben en el éHscurso del relato) entre historia y narra-
t:í6n. Esta posición me conduce a propbner una nucvn par-
1
tición del campo de estudio. Tomaré co mo punto de partida
la división rormulac.la en 1966 por Tzyetnn Todorov.~ E~n
división clasirica los problemas del relato en tres cntego-
rías: In del tiem¡w, «Cn que se expres~ la rclació1. entre el
tiempo ck In historia y el del discurs911; la del aspecto «O
la manera como percibe 1;:¡ historin ~¡· nnrradorn; la del
modo, es decir, «el tipo de discurso utilizado por el nana-
don>. Adopto sin cnmiendn la primera !categoría. en su defi-
nición que ncabo de citnr y que Todoi¡ov ilustraba con ob_-
servaciones :mbrc las ce deformaciones temporales,, es decir,
lns infidelidades respecto del ordenl cronológico de los
acontecimientos, v sobre las relaciones de conctttenación, ·
nlternancia o c<cn.gnrc.c, entre las dif¿rentes líneas de ac-
ción constitutivas de In historia; pero ~ñadfa consideracio-
nes sobre el «tiempo de la cnunciadóry,, y el de la «percep-
ción,, narrntiv<ls (asimiladas por él a lqs tiempos de la escri-
wra y de la lectura) que, ~egún me parece, exceden los lími-
tes de su p1·opia dcl"inición ~·que yo rc~en'aré, por mi parte,
pnm otro orden de p1:ohlemas, evidentemente n:~fcrentcs n
lns relaciones entre rclnto v narración[ La categoría del as-
pecto~ nbarcnbLI escnci<llmcntc lns cuehtiones del «punto de
vistan nnrra l i vo y In del moclott ngrupÓba los problemas de
<cdistancinn que ln críticn americand de tradición jame-
sinna trata generalmente en función ille la oposición entre .
slzonring («rcprc~entación)) en el vocaBulario de Todorov) y
de:
relli11g ( ccnarrm:·iónn ), resurgimiento las categorías plató-
nictts ·de mimesis (imitnción perfcct<.1)l y de diégesis (relato
puro), los diversos tipos de rcprcsent¿ción de.l discurso de
personaje, los modos de pl·csencia exnlfcita o implícita del
narrador v del lector en el i·elnto. CÓmo antes en el caso
del ((tiempo de la enunciación)) creo n~cesario disociar esta
1

última serie de problemns, en la medida en que se refier&


al acto de narmción •v a sus protagonlsta::;;
1
en cambio, hav•
que reunir en una sola céltegoría, que :es la -digélmos pro-
visionalmente- c.le lns modnlidades lcic representación o
grndos ele mimesis, todo el resto de lo 8ue Todorov rcpnr1ta

85
entre aspecto y fnodo. Esa redistribución conduce, pues, a
un~ dh~ísión sc~siblemente diferente d~ aq~ell~ en la que
~e msptra y que ahora voy a formular en st m1sma, recu-
rriendo para la :elección de los términos a una especie de
metáfora lingüística que ruego no se tome en sentido dema-
siado literal. /
Corno todo r~lato -au~que sea tan extenso y complejo
como E11 busca del tiempo perdido- 1 es una producción lirt-
güística que dal por sentada la relación· de uno (o varios)
acontecimiento(~). tal vez sea legítimo tratarlo como el de-
sarrollo, todo 16 monstruoso que se quiera, dado a una
forma verbal, e~ el sentido gramatical del término: la ex-
pansión de un ~crbo. Yo cami11o, Pie1-re ha venido son pnrn
mf fonTias mínfmas de relato e, inversamente, la Odisea o
E11. basca del tikmpo perdido no hacen sino amplificar en
cierto modo (en k1 sentido retórico) enunciados tales como Vii-
ses vuel\le a Trata o Marcel se hace escritor. Tal vez esto nos
autorice a orgapizar o, ar menos, a formular los problemas
de análisis del discurso narrativo de acuerdo con categorías
tomadas de la ~r:amattca del verbo y que aquí se reducirán
a tres ciases fundametnales de-determinaciones: las que se
refter..en a las relaciones temporales entre relato y diégests,
y que nosotros tolocar.emos de-t+tro de La categoría del tiem-
po; "las que se refieren a las modalidade~ {formas y gr.;.ulos)
de la ((represet¡l~ación)) narrativa, po_r tanto: a los modosP.
del relato; por ll11hmo, las que se refieren a la forma -como
se encuentra irpplicada en ef relato la propia narración en
el sentido en 9ue la hemos definido, es decir1 la 'situación
o instand-a-9 narrativa.,~ y con ella sus dos protagonistas: el
narrador y su ~estinatario, real o virtual; pocfrfamos sentir
la tentación d~ colocar esta tercera determinación ba,io el
·titulo de la <cpt;rsona», pero. por razones que quedarán cla-
ras más adelante, me parece preferible adoptar un término
con connotacihnes psiCológicas un poco (muy poco, por
desgracia) menos marcadas y ar que d8:ren:t6_s una exten-
sión conceptu~l sensiblemente más amplía, del que la «per-
sona, (que regne a la opos1~10n tradicional entre relato
·((en primera» y relato ccen tercera persona») no será sino
Un aspecto en re otros: ese término es el de voz, que Ven-
.. . 1 . •

Rtí• !
dryes, por ejemplo, ¡o· aefinía asÍ en Sll ~cntido g:ramat1cal:
ccAspecto de In ncción verbal en sus relaciones con el suje-
to ... » Naturalmente. el sujeto de que aquí se trata es el del
enunciado, mientras que para nosotros b vo;: designará
una relación con el sujeto (y. de forma más general. la ins-
tancia) de la enuncinción: una vez más, no se tratn sino de
préstamos de términos, que no pretenden basarse en homo-
logías rigurosas. 11 _
Como vemos, las tres clases aquí propuestas, que desig-
nan campos de estudio y determinan la disposición de los
capítulos que siguen, 12 no cubren, sino que se superponen
de forma comple_in. n las tres categorías definidas más arri-
ba, que designaban niveles de definición del rrlato: el
tiempo V el modo i"uncionan, \os dos~ en el nivel de las rcla-
CÍones entre. hislal"ia y relato. mientras qlle lavo;:: designa a
la vez Las n:!lacio-n-es -entre natración y relato v entre narra~
ción e historia. No obstante, nos gua~daremos de hipo~ta­
siar estos términos y de -convertir en substancia lo que no
es en cada caso sino un orden de relaciones.

l. Relato y rwrrnci6n no neccsitnn justificación. Respecto de


historia, v pese a un inconveniente evidente, in\'ocaré el uso co-
niente (se dice: "contnr una historia,,) v un uso técnico, mós limi-
tnclo, cierto cs. pcru bnstnnte bien admftido desde que Tzyctan Tn-
dorov propuso distinguir el «rebto como discurso» {sentido 1) y el
ctrelnto como historin" (sentido 2). Emplearé también en el mismo
sentido el término dh;g,esis. que nos vier1e de los teóricos del relnto
cin~mntográficu.
2. Las malas nu pn~scntan aquí ningún inconveniente, ya que
su principal clcf'L·ctc, consiste t'n íHtihuir fríi1mcnte i1 Prom•t lo que
Proust cli'cc tiL· Mn1-ccl. n lllicr:-; lo quL· dice de Comhrav. a Cnhouri!
lo que dice cle Bnlhcc v así succsi\'nmcnte: pmccdimiento censUJ·.l-
ble en sí. pcm .-.in peligro pnra nosotros: aparte de los_ nombres,
no salimos de En husca dcltie111po J7erdidn.
_3. Conscn·nmos nquí, parn dcsignnr a In \'e7. al protagonista ~·
nl narrnclor de En lmscn del tiempo perdidn, ese nombre contro,·cr.,
tido. En el ültimo capitulo me explicaré al respecto.
4. «Les cntrgoric.s du récit littérnire,, ::om1mtt1icatio11s 8.
S. Rebautizado ",·isiónn en Utf(;roturc et Siglli/lcatiol! ( 1967) v
en Qu 'est-cc que le stmcttrmlisme.? ( 1968). ·
ti. Rchaut iwtlo registran en 1967 ~· 1968.
(1

87
7. ¿Es necesario precisar que, al tratar aquf esta obra como un
relato, no pretendemos en absoluto reducida a ese aspecto? Afo-
pecto con demasiada frccucnciaJJasndo por alto por la crítica, pero
que el propio Proust nunca pcr ió de vista. Asf habla de "la vm:a-
ción invisible cuya historia es esta obran (Piéiade, IT, p. 397, el suh-
ravaclo es m fo).
· R. F.ntcnclemos aquf este lér·mino en un sentido muy próximo
allingiHsLico, si nos n:fcrirnos a esta ddinkiún clc Littré: ••Nombre
datlo í\ l~ts diferemcs formas del verbo cmplcadaft paré\ afirmar
más o menos la cos:1 de que se trata y para expresar ... los diferentes
puntos de vista desde los cuales se consiclcm la exifttcncia o l<t ac-
ción.,,
9. En el sentido en que Bcm.1cnistc habla de «instancia ele! c.lis-
cursou (Prohlcmes de li11f!,Uistiqrte ~énérale, V parte). ~
1O. Cit<tdo en el pr:tit Rnhat, véase Voix.
1 1. Otra justific<tción, puramente proustológica, del empleo de
ese término, l<t c;o<istcncia del valioso libro de Maree! Muller titu-
lado /..es lloix narratÍ\'I!s dcut.~ rrA la rec!H!.rche du te.mps perduu (Droz,
1965).
12. Los tres primeros (Ordt'll; Dttracir511, Frl'Cllf!l?cia) trntnn drl
ticmro. el cuarto del modo y el quinto y (dtimo de In vo7...

8R
1. Orden

r.·Tiempo del rclr~ro?

cc.EI rclnto es una secttencia dos ~eces tempor~l. .. : h:w


e.I tiempo de la cosa-contada y el t\empo del relato (tiempo
.d.el si.g·
. .
ni.fi.cado y tiempo del 'Significante).
~ 1
Esta dualidad no
es sólo lo que hace posibles todr~s las Cfistorsioncs ·. ~mpon1-
lcs cuvr~ observnción en lm; rclr~tos (t1Jcs mios de In ''ida 'del
h~roc.rcsumidos en dn~ frnscs tlt..• unn1 noycJa, o en nlgunos
planos c.le un montaje "l'rccucntativo'l de cine, etc.) consti-
tuve

una t.ri\'ialidml: mc:ls fundamentalmente, 1
nos invita ~
comprobnr que uo;;t. d.e:t Ja¡.; f.unc.igncs .del rel.at.o es la de
trans·¡·.armar un llc,mpo. .
c.n o.t.ro tiempo>~. 1 1
·
La dualidad temporal, t<m vivameptc acentuadn 'nquf. y
que los teóricos all'mnncs dcsignnn rpcdinnft..• In oposki(m
cntn• l.'r;.iihfte' 7.cir (til.'mpo d~· 1~ 1\i,c.;.t.(.,_rin) · ~· h'r~(·¡ftf:.c·it
(!il'm_pn dl'J relato),: L'S Ull rnsgo cnt·p1cll'rfstico nn Sf)IP tkl
relnto cirlL'Illulogr:Hil'o, sino tumhién \del relrdo ornL l'n to-
dos Rus n h'l.' les di.' t' 1íl horu.t~i<'lll l'Sil~l fcn .' i nc 1u it !n t•I ni \'l' 1
pll'n:Hlll'l~f.l' nJill'l'il_l'i·o" qlll' \'S I.'J ~Jt•l ljl'l..'ltndn t5¡~1~'(l ll l'l dt•
la 1\íllTIIl'IOI~ dr:llllit!IL':I (n•I:\~P dl' rl'1',~1111..'11l'!' .. :); 1 al \'\'1. ~l'<l
menos rwrlllll'llll' L'll olms lornms dt: cxpn;s1on nnrrCitl\'il
tnlcs como In ul'otonovcla» o In histot'cta (o la representa-
ción pictórica, como la predcla de Urbi o, o bordada, como el
télpiz de la reina Mr~tildt.·), que. al tic po que constitu~·cn
SL'cuencins de im~1gcncs y, por lr~nto, r¡xigcn unll lrcturn su-

89
cesiva o diacrónic~, se prestan también, e invitan incluso,
a uria especie de mirada global y sincrónica: o, al meno!',
una m'irada cuyo yecorrido ya no vaya impuesto por la su-
cesión de las imá5enes. E) relato literario escrito es, al res-
pecto, de un estatuto aún más difícil de delimitar. Como el
rel~to oral o fílmido, no puede «consurnirsen y por tanto, ac-
tualizarse, sino e? un tiempo que es, evidentemente, el de
la lectura y, si la ¡sucesividád de sus elementos· puede des-
baratars~ median te una lectura caprichosa, repetitiva o se-
lectiva, no por cll11o puede llegar hasta la analexia perfecta:
se puede pasar ura película al revés, imagen por imagen;
no se puede leer e.ln texto, sin que deje de ser un texto, al
revés, letra por 1etra, ni palabra por palabra, ni tampoco
1
frase por frase s1quiera. El libro se sostiene un poco más
de lo que se su11le decir hoy por la famosa linealidad del
signifkante lingüístico, más fácil de negar en teoría que de
eliminar de hcc;t:lo. Sin embargo, no se trata de identificar
aquf el cstatuto·~lcl rclnto cscTito (litc1·ario o no) con el del
relato oral: su t9mporalidad es en cierta forma· condicional
o· instrumental;¡ producido, como todas las cosas, ·en el
ti.empo, existe er el espacio y como espacio, y el tiempo ne-
cesario para «c?nsumirlo)) es el necesario para recorrerlo o
atravesarlo, como una carret-er-a o un campo "El texto narra-
tivo, como cmilquier otro texto, no tiene otra· temporalidad
quP la que rcdh.e.1 m.ctonfmicame.nte;, de su propia lectura . ·
Ese estado 'de cosas,· como veremos más adelante, no
siempre carece/de consecuencias para nuestro objeto y a ve-
ces habrá que ¡eorregir, o intentar corregir, los efec~os del
desplazart:~ientp metonímico, pero primero debemos darlo
por sentado, y~ que forma parte del juego narrativo, y, por
tanto, tomar aJ pie de la letra la cuasi-ficción del Erztihlzeit,
falso tiempo "-ue equivale a uno verdadero y que_ trotare-
mos, con lo que ello entraña, de reserva y aquiescencia,
'como un seudptie.mpo.
Tomadas esas precauciones, estudiaremos las relaciones
entre ticmpo./dc la historia y (seudo)ticmpo del relato, se-
gún las que iTJe parecen ser las tres determinaciones esen-
ciales: las relaciones entre el orden temporal de sucesión
de los acontefimientos en la diégesis y el orden seudotem-
poml de su dispo~ición L'll el n.:-I<Ho, que ~en1n el ob.ieto del
primer <.:apftulo; las rcl<.\'cioncs· entre la du·mci.óll \'é.P-iablc
de esos acontecimientos, o segmentos dtcgétieos, y la seu-
doduración (en realidad, longitud del texto) de su relación
en el relato: relaciones, pues, de velocidad, que serán .el ob-
jeto del segundo; relaciones, por ültimo, de frecuencia. eS
decir, por atenernos aquí a una fórmula aún aproximati\'a,
relaciones entre las cnpacidadcs de repetición de la historia.
y las -del relato: n.~laciones a las· que dedicaremos el tercer__
capítulo.

A11acrcmfas

Estudiar el orden temporal Jc un n~lnto es confrontar


el orden de disposición de los acontecimientos o segmentos
temporales en el c1lscurso .narrativo con el orden de suce-
t;i6n de esos ñ1ismo~ a<.:ontccimien~os o segmentos tcmporí\-
fes en la htstorin, en lu mL·didu en que va expLic.iln.IT-lL'ni-L'
indicado por- el propio ·relato o se puede inferir ele tal o cual
indicio incürecto. Es evidente que esa reconstrucción no
siempt·e es posible y que resulta ociosa en el caso el~ ciertas
obras-límite como las novelas de Robbc-Grillet, donde la
referencia temporal se encuentra alterada deliber:adamen-
te. Ig:uc:dmente evidente es que en el--relato clási'co, al con-
trm·io, es no ~ólo posible la mayoría de las veces, porque el
discurso narrativo no invierte nunca el orden ele k.s aconte-
cimientos sin decido, sino también necesaria y precisa-
mente por In misma 1·azón: cuando un segmento nnrrati\'o
comienza por una intlicadón como: ccTres meses nntes.
etc.)), hay que tener en cuenta a la vez que esa cscenn Yiene
desp.llé~.-cn l'l l"L'lato y que se considera que ha v~nido a11tes
en la diégcsis: !o uno y !o otro o, rne.im· dicho·, la relación
(de _contraste o ele discordancia) cnt1·c lo uno v .lo otro. es
esencial para el kxto nalTath·o, '::suprimir esa ·relación eli-
min~tndo upo de sus términos no es a-tenerse al texto sino
1isa v llanamente matarlo.
Él descubrimiento v la evaluación de esas tmacro11ías
narrativas (.como deno~1innré aquí las diferentes formas de

91
c.lisconlancia. entre el orden clc la historia y el del relato)
po~tulan impl!<.:itamcnlc la existencia de una especie de
grado cero, que serfa un estado de perfecta coincidenci<.l
tempoml entre el relato y la historia. Ese estado de rcferen~
cia es m<Í.s hipotético que rcnl. Parece que el relato folkló-
rico tiene por costumbre ajust«rsc, al menos en sus grandes
<1rticulaciones, al orden cronológico, pero nuestra tradición
literaria (occidental) se inaugura, al contrario,' con un
cfcc!o de <:~nacronía marcado, ya que desde el octavo verso
de la !líada el narrador, lras haber evocado la querella en-
tre Aquiles y Agamcnón, ptmto de partida declarad@ de su
relato (ex hou de la prora), vuelve a tinos diez días t~tn1s
para exponer su causa en unos ciento cuarenta versos re-
trospectivos (afl·cnta a Crises - cólera de Apolo- peste). Sa~
bido es que ese comienzo i11 medias res seguido de un re-
greso hacia atrás explicativo se convcrtirfa en uno de los
topoi formales del género-épico, y también hasta qué punto
el estilo de lé:l narrr.~ciÓn ñovclesca se ha mantenido en ese
punto fiel al de su lejano t.mtepasado·1 y ello incluso en pie~
no siglo xrx t~re«lista,: pam convencerse de ello basta con pen-
sar en ciertas apcrtur3s lnllz<~cian~ts como las de César Bi~
rol/ea u o la. r.lc !,a clwttte.w r/e La11geais. D' At·thc:r. lo con-
vicr1t; en un principio p;.ll"a uso de Luden de Ruhcmpn:' ~~
1

e 1 pmp i o Hn 1:t. He rl'p rm: h n l"iu a S ten d h n 1 no h n be r comen~


i'.3do la Crt.rtuja por e! episodio ele w.atct·loo rcducicnclo
<dodo lo que precede a un relato hecho por Fabrice o sobre
Fé:lbrice mientras vacc herido en la aldea de Flandes,.~ No·
vamos a caer, pue~, en el ridículo de presentar la anacronftl
como una rareza o una invención moderna: al contra-
rio, es uno de los recursos tradicionnlcs de In nntTn<:i«'¡n li-
:)'"

tcrari;:~.
Por lo dcm~ts, si examinamos un poco mós detenida-
mente los primeros YCfrsos de la J{(ada que acabamos ele
evocar, vemos que su movimiento tempontl es nuís com-
plejo ele lo que he dicho. Estos son:

Cnnt<t, oh, diosa, la cólera de Aquiles, hijo de Peleo, tan fu-


nesta, que a Jos ::~qucos valió sufTimientos sin cuento y nrrojó
al Haclcs.n tantas almas valientes de héroes y los hiw presa

92
1 '
de lo:-; perros~· de todas las aYes del cielo ... para que se aca-
bara de cumplir c:l designio de Zcu~. Desde el clfa en que una
querella separó al hijo de Atrco, pr?tcctor de su pueblo, y al
dh·ino Aquiles. ¿Cu:íl de los dioses¡ los incitó a esa querella
v batnlla? El hijo de Lcton::t ,. de Zcus. El fue quien, cnojnclo
~on el rey, hin~ ni ejército presa d:c un:1 cnfcrmcd:1d ctl.H:·I.
que ibn matrmdn n sns hombres, ¡v ello porque el hi.io de
Atrco hahía afrentado a Crisc.c;, su tacerdote.~

Así. el pr·imer objeto nnrrativo designado por Homero


es la cófcra de Aquiles; el segundo.\ las desgracias de los
aqúeos, que son efectivamente su consecuencia; pero el l_er-
. cero es la quere(la e11trc Aquifes y ARa~rbenó1.1, que es su_causn
inmediata y, por tnnto, es anterior ~ ~llos; después, conti-
nuando con el remontnrsc explícita ehte de causa en cau-
sa: In peste, causn de la querella, y, por último, la afrenta
a Crises, cmrsa de In peste .. Los cincoi' elementos constituti~
vos de esn obcrturn, que denominaré A, B, C, D y E, scgt.'1n
el 01·den de su aparición en el rclat ·, ocupan, respectiva-
mente, en la historia las posiciones qronológicns 4, 5, 3, 2,
1: a ello se debe esta fórmula que sidtctizan1 mal que bien
lr~s relaciones de succsi(m: A4-B5-CJtD2-EI. Estamos !1ns-
tnntc próximos n un movimil'nto regularmente rctnígríldo. 7
/\hom hnv que cntrnr m(ts en ddrdlc en el nn:ílisis ele
lus amtcronfi1s. Tomo en .lean Sm7lelli~ un ejemplo bnst<lntc
tfpico. La situación, que volveremos a encontrar con di\'cr-
sas formas en En busc(L del tiempo pe~dédo, es la del porve-
nir vuelto presente ~· que no se par~ce a la idea que nos
habíamos hecho del P!"l'S<.'n{L' L'n d nnsndo ..knn. tlt':OC:f'\1\~~
dl' ,·nrio~ :tftos. \'lldn• ;t t'IH'\lltll':tr t'l ¡,\,td \'1\ qut' \'in· í\\n-
ril• K nss il' hl'l', 11 In q u L' t' n t it' 111 po~ nm ó. y n>m rara sus i m-
prc~ioncs de hoy con las que L'n ticn1pos crefn deber cxp.c-
1

drnentar hov: · 1
. ' 1

A veces, ni rasnr anlc el hotel. recor-daba los dfns llC lluvia


en que llevnba hn~ta ollf n su crincl'-'\ en peregrinaci(Jn. Pero
los recordaba ~in la nwlnncolía qm.· cntonct;!' crda dehf.'r e~-.
perimentnt· un drn en el ~entimientd de no nmnrln vn. Pue.'\
esn me.luncolfn. lo que In rroyectnbn¡ nsf de antcmnno sobre
su indircrcncin por venir, era su amor. Y ese amor habfn de-
jado de existir.~ ·

93
El análisi~ temporal de seme,iantl.! texto consiste en pri-
mer h~g~r e~ enu~erar los seg!l1en~os según Jos cambios
de postctón e1n el ttempo de la htstona. Reconocemos aquí,
someramentl' nueve s~gmcntos repartidos en dos poFiicio-
nes temporal~s que destgnarcmos por 2 (ahora) v 1 (c.'Jl tiem-
pos), haciendo abstracción aquí de su carácter fteraUvo {11a
veccsn ): segrliento A en posición 2 (((a veces, al pasar ante
el hotel, rec¿rdaban), B en posición l (<dos días de litrvia
en que lleva~a hasta allí a su criada, en peregrinación u), C
en 2 («Pero lps recordaba sin,>), Den 1 (((la melancolía, que
entonces crefan ), E en 2 (<e deber experimentar un día en el
sentimiento Cle no amarla yan ), F en 1 (,<Pues esa melanco-
lía,. Jo ~ue 1~1proyectab~ asf de antemanon), Gen 2 (((sobre
su md1ferenf1a por vemrn), H en 1 (,<era su amor>>), len 2
(c<Y ese am1r había {iejado de existir,). La fórmula de las
posiciones t mporales es, pues, aquí:
. .
. .
1 A2-B l-C2-D l-E2-F1-G2-Hl-I2,

es decir, Jn¡ zigzag perfecto. Nótese de pasada que In difi- .


cultad de e~te texto en la primera lectura se debe a la for-
ma, aparentemente sistemática, como Proust elimina aquí.,
Jos' puntos /de referencia temporales más elementales (en
tiempos, ahora), que el lector debe suplir mentalmente
para orien~arse. Pero la simple lista de \as posiciones no
agota el anr,lisis temporal, ni aun reducido a las cuestiones
de .orden, ~i permite determinar e1 estatuto de las anacro-
nías: hay 9ue dcfi~ir, además, las relaciones qüe unen los
segmentos entre s1 .
1
. Si cons,fderamos el segmento A como punto· de partida
narrativo.~· por tanto, en posición autónoma, el segmento
B se define, evidentemente, como retrospectivo: una retros-
pección q~e podemos cal~ficar de subjetiva, en el sentido
de que es fsumida por el propio personaje, cuyo ·relato no
hace sino aomunicnr los pensamientos presentes (<erccorda-
ba .. ,ll); B c~tá, pues, subordinado temporalmente a A: se de-
fine como/retrospectivo co11 relación a A. C procede de un
simple re9reso a Jo posición inicial, sin subordinación. En
D ha~ de.luc.vo retmspección, pem e.c;ta vez <:tsumidn dircc-

~4 .
tamente po1· el relato: aparentemente es el narrador quien
menciona la falta de melancolía, aunque la señale el héroe.
E nos devuelve C\l rrcsentc, pero de forma totalmente dife-
rente de C, ruL'!-; cstn vez el presente se ve n pn111r del pa-
sndo y ((desde el punto de vistan de dicho pasado: no es un
simple regt·cso al pre.sente, sino una anticipación (evidente-
mente subjetiva) del presente en el pasado; E está, pues,
subordinado a D como Da C, mientras que Cera autónomo
como A. F nos devuelve a b posición 1 (el pasado) por en-
cima de la anticipación E: simple regreso de nuevo, pero
regreso a l. es decir, a una posición subordinada. G es de
nuevo una anticipación, pero ésta objetiva, pues el Jeah de
otro tiempo no preveía precisamente el fin futuro de su
amor como indiferencia, sino como melancolía por haber
dejado de amar. H, como F. es un simple regreso a l. Por
último, I es (como C) un simple regreso a 2, es decir, al
punto de partida.
Ese breve fragmento. ofrece, pues, en resumen un mues-
traiio muy variado de las diversas relaciones temporales
posibles: retrospecciones subjetivas y objetivas, anticipa-
ciones subjetivas y objetivas, si.mples regresos a cada una
de las dos posiciones. Como la distinción entre anacroníns
. ·subjetivas y objetivas TIC'J e~ de tipo temporal, sino que co-
ITesponde a otrns cnt12gorías que veremos en el capítulo del
modo, por el momento vamos a neutralizarla; por otra par-·
te, para evitar las connotaciones psicológicas vinculadas al
empleo de términos como (<anticipación, o <<retrospec-
ción)), que evocan espontáneamente fenómenos subjetivos.
la mayoría de las veces las substituiremos por dos términos
más neutros: denominaremos prolepsis toda maniobra na-
rrativa que consista en c_onfar o evoc.ar por adelantado un
acontecimiento po:;;terior y mwlepsis toda evocación pos-
terior de un acontecimiento anterior al punto de k~ historia
donde nos encontramos.,.. reservando el término tZePeral ele
mwcronfa para designar todas lCls formas de di;tordancia
entre los ·dos órdenes temporales, que, como veremos, no
se ¡::gfl.ueen crrternmente a la <:\nalcpsis y la prolepsis.11 ·

EJ análisis de las relaciones sintácticas (subordinación


v coordinación) cntl"L' los segmentos nos permite nhorn

95
substituir nuestra priml'rn l"é>rmula, que sólo señalaba lé\s
po::;icioncs, por otra, que revela lé\s relaciones y los ajustes:

A2 rBJ] C2 [Dl (E2) Fl (G2) Hl] 12

Aquí vemos cl<1r<1mente lr1 clifr,·cncia de C'~tatuto entre


los segmentos /\, C e T, por trnil pnrlc, y E~' G, por otra,
todos los cunles ocu¡J:ln In misnlíl posición tcmpond', pero
no en el mismo nivel jedrquico. Vemos también que las
relaciones din6micas (analepsi~ y prolepsis) se sitúan en las
aperturas de los corchetes o de los parénte~is, mientras que
los cierres corresponden a simples regresos. Por último, ob-
scl·vamos que el fTagmento aquí estudiado está perfecta-
mente cerrado, pues a cada nivel se vuelve escnrpulosa-
mcnte a las posiciones departida: como veremos, no siem-
pre es así. Naturalmente, las relaciones numéricas permi-
ten distinguir las analcpsis y las prolcrsis, pero podC'mos
explicitar m;'ls l:1 fc'¡rmul:t. :1sf. por cjcmrlo:

A A--.----·
A2 [nl] C2
.
[ot (E2) Fl (02)
p p
Ht]12

Este fragmento ¡:)l·cscntaba la ventnja (didáctica) evi-


dente de una eHtnrcturn temporal recltJGida a dos posicio-
nes: se trata de una situación ba!itante rara y, antes de
abandonar el nivel micronarrativo , tomaremos de Sndmna
y Gomarra 10 un texto mucho más complejo (aun cuando lo
reduzcamos, como vamos a hacer, a sus posiciones tempo-
rales más masivas, dejando de lado algunos matices) y que
ilustra bien la ubicuidad temporal caracterfstica del relato
proustiano. Estamos en la velada en casa del príncipe de
Guermantc~. Swann a("aba ele contar a Maree) la conver-
sión del Príncipe al dreyFusismo, en lo que, con parcialidad
ingenua, ve un<:~ rntcba de inteligencia. Veamos la concntc-
naci(m del relato de Maree! (marco con una letn1 el co-
mienzo de cad<l segmento distinguido):

(A) A Swann r<lrCCÍ<\11 <1hora inuistinl<lmcnlc in1cligcnte!'

96
quit'IH's l'l':lll dl· stl Pj'llllltlll. su ,.il',io <1~igo el prfncirc ele
a
GUL'I'Illallll'S ·'· mi compílfll'I"U Bloch (8), quien habra man-
!t•nido ap;trtado hasln cn!onct•s (C) ~·a qJicn inviló a comer.
(D) SW<lllfl ill!L't'l'SÚ mucho :1 Bloch al dcc!irlc que el príncipe
tk CiUl'l'llWfl[l!S l'rn partidario dl' Dreyfu~s. cd-ICJbríél que pe-
dirle qul' l'innttra nucslras listns para Pid¡uat·t; con un nom-
hn.· corno el suvo, hnrfa un cfct:lo lrcmchclo.n Pero Swnnn.
qllt' t·omhinah~ su arclitonlc t:om·kl'ión tic .isrnclil\1 con la
llllldl'l'íll'Ír·,rl di]llorn:í!icrt dl'l hornhrl' de:1 mundo, • {E) cuvu" •
ros! 11m hn.·s h<l h fn "do pi rt dn dt•n¡ r~si;1do pt~onto (f') como pnr·\1
podl'r tleshnct'l"Sl' de ellas tan tCJrdfamcntb, se. negú a autori-
7.é.ll' a Blm:h n que L'Jl\'inr\1 <d Príncipe, rii siquiera como ~i
ful!SL' espon!Úill'llllll'llll' , Ltll\1 circular rara! firmar. <t No puede
hr1ccr eso, no pu~dc pedir lo imposible,, ~cpetfa Swann. •tSc _
trnta dt:! un hombre t•ncantndor que ha het;ho miles de legua~
rarn venir hasta nosotros. Puede sernos muv útil. Si firmar<1
\'tteslru li:-;tn. SL' cornprcmetcrfa simplemJ,nte ante los suyos.
lo cn~ti¡:rarían por nuestra culpa, tal \'e:r.lsc aTTC'pinticra ele
In!' confidencias ,. no nos hicie~c mns ... M~~ aün: Sw~nn
lll'~ll ~~~ rn,piP n(,·mbn.·. Ll' p:ll't•d:~ dt•ma!'J;ldl., tn-hr.lil."\1 r\lra
no han·r mal '-'f'l't·tu. Y, <nlt-nu\~. t•s que,¡ si bit·n aprobuha
lodo lo n:lativo a In rcvisi()n, no querfa vcr¡sc implicado para
nada en In campaña· antimilitarista. Lle~aba, (G) co:;'l que
no habín hecho nunca ha!-ila entonces, la condecoración (H)
que habfn ganado como todo joven de la 1guardia móvil. en
el Hlio 70, (1) ~· añadiú a su lcslnmenlo un ¿odicilo para pedir
que, (J) contrarinmcnlc a sus disposicione~ anteriores, (K) se
rindieran honores militnrcs a su grado de cahnllcro de la Le-
gión de Hom.1r. Lo que reunió en torno a la iglesia de Com-
hmv n todo un L~.<;cundn'm de (L) esos caballeros por covo
por~'cnir llorabn en tiempos Fram;oisc, cuhndo pensaba (M)
en la po.•;ibilidad de una guerra. (N) En un'a palabra, Swann
se negó n firmar la circular de Bloch, de ~odo qúe, si hicn
parn muchos rn~aba por partid~rio fanático de Dreyfus, mi
compañero lo consideró tibio, infectado de nacionalismo ,.
putriolcru. (0) Swann me dt•jó sin estrecha~·mc la mnno pt~r~
no vt·r·sc Phi il,!ado a rasar ror lns dcspcdi~ns, etc.

"-"l.
A '
pues, 1lL'mos t 1'Js!JngUH.
'
...
'1 o r~qu
. f ( unn1 \'e7. m<Js
1
. '
muY• ..
gJ'o:-;L'I'LIIl1L'Ille .v l1 tftulo purnmcnte dcmos·tmtivo) quince
segmentos nr~rratívos, que se reparten sobrd nueve posicio-
nes temporales. Dichas posiciones son las sig1uiehtes, por or-
den cronológico:
...
1" la e-rrucrra ele 1870; 2" la ir~fancía
1
de Mnr-

. 1 . 97
1
cel en Combrav; 13" antes de la velada en casa de Guerman-
J

tes; 4° la velada. ¡en ca.sa de Guennantes, que podemos si-


tuar en 1"898; 511 la invitación de Bloch (nece~:;ariamente pos-
terior a dicha velada, de la que Bloch está ausente); 6° el
almuerzo Swanry-Bloch; 7n la redacción del codicilo; 8° las
exequias de Swann; 9° la guerra en cuya posibilidad ((pien-
sa» Frantroise, l~ cual propiamente no ocupa ninguna posi-
ción definida, y~ que es puramente hipotética, pero que pCJl-
demos identificar, para situarla en el tiempo y simplificar
las cosas, en la! de 1914-18. La fórmula de las posiciones
será, pues, éstai · ' ·
1
A4-B3-CS-P6-E3-F6-G3-H1-I7-J3-KB-L2-M9-N6-04

Si comparJrnos la estructura temporal de este frag-


mento con la del anterior, observamos, además del mayor
número de pds iciones, un encaje jerárquico mucho más
complejo, ya gue, por ejemplo, M depende de L, que de-
pende de K, que depende de I. que depende de la gran pro-
lepsis D-N. Po;r otra parte, ciertas anacroní¡;¡.s, como B y C,
se yuxtapone~ sin regreso explícito a la posición básica: es-
tán, pues, en ¡el misma nivel de subordinación y simple-
mente coordimadas entre sí. Por último, el paso de CS a D6
· no constituye/una auténtica prolepsis, ya que nunca se vol-
ve.rá a la posición 5: constituye, pues, una simple elipsis del
tiempo transturrido entre S (la invitación) y 6 (el almuer-
zo); la elipsi~, o salto hacia delante sin retorno, no es, evi-
dentemente, ¡una anacronfa, sino una stmple aceleración
del relato que estudiaremos en el capítulo de la duración:
afecta al tierrzpo sin duda, pero no en el aspecto del orde11,
que es el ún~co que aquí nos interesa; as!, 17ues, no ma~ca­
remos ese paso de C a D con un corchete, smo con un sun-
ple guión, qi.Jc indicará aqtrí una pura sucesión. Aquí tene-
rnos la fór,ula completa:.·. · ·

A4[B3][C5-~6(E3)F6(G3)(H 1XI7<J3~<K8(~2<M9> )~ )N6~04

Ahm·a ·vpmos a abandonar el mvel mtcranarrattvn para


:;minar r·estructura temporal de En hmca del tiempo
perdido consitlcmdo e-11 sus gmncles articulaciones. Es cYi-
dente que un nnálisis en ese nivel no puede tener en cuenta
los tktnllcs qm· corresponden a otra escala y. procede. pm·
tanto, dL· una simplil"icación de las mús groseras: aquí pr~s;:~­
mos de la microestn1ctura a la rnacroestn1ctura.
El primer segmento temporal de En husca del tiempo
perdido, al que están dedicadas !ns ~cis primeras pé'íginas
del libro, evoca un momento que no se puede fechar con
precisión, pero que se sitúa bnstantc tarde en la vida del
héroc, 11 en In época en qw.', por ncost;:~rsc temprnno y pnde-
t:et· insomnio. pnsnbn _gran partl' de l<:ls noches remcmo.:
rnndo su pnsndo. Ese primer tiempo en el orden narrativo
dista,· ptll'S, de ser el primero en L'l orden dieg:ético. Antici-
pándonos n la continunción del am\lisis, asignémosle ahorc:\
mismo ln posición S en la historia. Asf, pues: AS.
El segundo segmento (págs. 9 a 43) es el relato hecho
po1· el nnrrador, pero m;:~niriestnmentc inspirado por los re-
cuerdos del protagonisla insomne (que L\quí desempeñ'-' la
función de lo que Maree! Mullcr 12 JlarnL\ el sujeto iHterrne-
dio), de un episodio muy circunscrito, pero muy importan-
te, de su infanciLl en Combmy: In famm;;:¡ escena de lo que
llama ((el c.Lt·;:~ma a la horu de í:ICOstnrmen, durante ln cuul
su madre. n quien la visitn de Swann hnbíu impedido con-
cederle su beso ritual de la noche, acabaría -ccprimera ab-
dicación)} decisiva- cediendo a su insistencia y pasando !a
noche a su lado: B2.
El tercer segmento (págs. 43-44) nos devuelve muy bre-
vemente a la posición 5, la de los insomnios: CS. El cuarto
probablemente se sitúe en nlgün punto dentro de ese perio-
do, ya que determina una modificL\ción en el contenido de
los insomnios:!., es el episodio de la mngdalcna (págs. 44 a
48), durante el cual el hé1·oe T"L'cupera toda una vertiente de
su infancii:l {«de Combray, todo lo que no era el teatt-o y el
cit·ama n la hora ele ncostarn1c1;} que hasta entonces hi:lbía
permanecido enterrada (y consei-vada) en un aparente olvi.
do: DS'. Le sucede, pues, un quinto segmento, segundo re-
gresa··a Combra~·. pero mucho más vasto que el primero en
su amplitud temporal. ya que r:tbnrca estil vez (no sin elip-
sis) la totalidad de la infancia en Combrav. -. · Comhrav
. fi

99
(págs. 48 a 186) scrú, pUl'S, pnr<1 nosotros E2', contcmpori í·
neo de B2, pero lo dc~borda ampliament e, como C5 des·
borda e incluvc D5'. ·
El sexto segmento (pi'1gs. 186-187) rcgrcsn a la posición
S (insomnios) : FS, rucs, que sirve también de trampal fn
par<~ una nueva nnnlepsis de la memoria, cuya posición es
la más antigua de todas, por ser anterior al nacimiento del
héroe: Un amor de SH 1G1711 (pflgs. 188 a 382), séptimo seg-
mento: GJ.
Octavo :;cgmcnto, muy br.eve regreso (p. 383) n la posi-
ción de lo~ insomnios, ror tanto, HS, que de nuevo abre una
analepsis, abortada esta vez, pero cuya función de anuncio o
de toque ele atención es patente para el lector atento: la evoca-
ción en media página (la misma p. 383) del cuarto de Maree! en
Balbec: noveno segmento 14, con el que se coordina inme-
diatamente, esta vez sin regreso perceptible al relevo de los
insomnios, el relato (tambicn retrospectiv o con relación al
punto de partid<~) de los sueiios ele viaje del héroe en París,
varios a1ios í:lntcs de su cstancin en Balhcc; el <. 1écirno seg-
mento scr{t, pues, J3: <~clolcsccnci:• C'n Parfs, ;:~mores con Gil-
bcrtc, frecuentació n de la seT1ora Swann, d.·spués, tras una
clipsis, primera estanci« en B<libec, regreso a Parfs, entr«da
en el mundo de Gucrmrtntes , etc.: en adelante, logrado el
movimiento , el relato, en sus grandes articulacion es, se
vuelve aproximada mente regular y confoúne <1l orden cro-
nológico, hasta el punto de que podemos considcmr, en el
nivel de <~nálisis en que nos situamos aquf, que el segmento
J3 es extensivo a 1otla la continLiachí P (y fin) de En lmsca
deltiernpo perdido.
La fórmula de ese comienzo es, pues, según nuestras
convencione s í:lnteriores:

AS .[B2] CS [DS' (E2')] FS [G 1J HS [I4] [J3 ...

Asf pues, En husca del tiempo perdido se inicia con un


vasto movimiento de vaivén a partir dl' una posición-cla ve,
estratégicam ente dominante, que e~. <.'\ iclentemente , la po-
sición S (insomnios) , con su variante 5' (magdalena ), posi-
ciones del <(~ujeto intcrmeclio» , insomne ó curado milagro-

100
::;amenk ele lt~ mcmoriLI involuntnrin, !cuvo::;
1 •
recuerdos clo-
minan In totnlidml tlcl rcluto, lo que da Lll punto 5-5' lt~ fun-
ción de una especie de relevo obligaqo o -y perdón por
la expresión- de (/;spatching narrativo: para pasa¡· ele
Co111bra" 1 a Co111hra,· !!, de Comln·a¡• !! n U11 amor de
SH·wm .. dc Uu anwr d~ Sll'a/111 n Balbcc, hav que volver sin
cesar a esa posición, central aunque exténtrica (por ser pos-
terior), cuyn obligntoriedacl no dcsnpLifecc h<~sta el psso de
B<.llbcc: n Pr~ris, aunque este ültimo scgh1cnto (J3) c~té tam-
hi(·n (en la 111cdic.la en que cst:.í coordi~ado con el anterior)
sub.ordinauo a la actividad de la membria del sujeto inter-
medio ~·. por tanto, sea también nmdéptico. La ·diferencia -
-capital, desde luego- entre esa analbpsis y todas las <m-
y
teriorcs es que ésta permanece abierta su amplitud se con-
funde CLISÍ con la obra entem: lo que ~ignifica, entre otms
cosas, que <dcam~an.1 y superaní, sin decirlo y como sin ver-
lo, su punto de cmi::;ión de In memorid, aparentemente se-
pultado en una de sus elipsis. Más ad&l[mte volveremos a
hnblnr de c:-;a p<lrlicularidnd. Retengnrrlos sólo de momento
ese 1110\'irnknlo de zigzag, ese lartam(Jdeo inicial y como
iniciútico o propiciatorio: 5-2-5-5'-2'-5-1-5-4-3 ... ya conteni-
do, a su vez, como todo el resto, en la] célula embrionaria
de lm; seis pri men.1s páginas, que nos pasean ele habitación
en habi te~ción V de eunc.l en edad, de P¡arís a Com brav, de
Donciercs a B.t~ 1bcc, ele Venecia a Tansonvillc. Est~nca­
rniento no inrnó\'i1, por lo dcmús, pese la sus incesantes re-
gJ-csos, ya que, ,!!rncias n él, ni Comhrc~y 1 puntual sucede
un Comhray f 1 mt\s vasto, un Amor de SH•a1111 niás antiguo,
pero de movimiento ya irreversible, url Nomb,-e de pa(s;· el
Nombre, por (JJtirno, a partir del cual ¿1 relafo· asegura su
marcha, definí tivnmcnte, y encuentra s:u régimen. :
Esas oberturas de estructura compleja y que parecen.
imitar, p<~ra mejor exorcizarla, la inev~·'tablc dificultad del
comiel"l<.o fonnan parte aparentemente de la tradición na-·
n·ativa más antigun y m<Ís constrmte; y . . hem.os ob~en'aclo_
el arranque con marcha de c;:mgrejo de )a Jl(rula y aquf hay.:_
que recordar que a la convención del cbmienzo i11 medias
res se miadió o supeqJuso en toda la épdca clásica la de Jo<
encajes narrntivos (X cuentLI que Y cuehta que ... ), que aün_,

. 1o1
.funcione~:, como ycremos más adelante, en lean Santeuil y
da tiempo al narrador para hacerse ofr. Lo que constitu-
ye la particularfdad del exordio de Ef! busca del tiempo
perdido es, evicl9ntcmente, la multiplicación de las instan-
cias de la memoria y, como consecuencia, la multiplicación
de los. COiniem:of, cada uno de los cuales (salvo el ttltimo)
puede parecer ¡posteriormente un prólogo introduct~rio.
Primer comienzo (comienzo absoluto): <~Llevo mucho
tiempo acostún~omc temprano ... » Segundo comienzo (co-
mienzo aparentf. de la autobiografía), seis páginas más ade-
lante: <<En Co9bray todos los días al atardecer ... » Tercer
comienzo (entrada en escena de la memoria involuntaria),
treinta y cuatr? páginas más adelante: ((Así que, durante
mucho tiempo~ cuando, despierto de noche, recordaba
Combray ... » Cuarto comienzo (reanudación después de la
magdalena, auténtico comienzo de ]a autobiografía), cinco
páginas más adelante: <t.Combray, ·de lejos, a diez leguas a
la redonda ... » /Ouinto comicn7.o, ciento cuarenta páginas
más ade!Llnte: ;ah ovo, amor de Swann (novela corta ejem-
plar por antonomasia, arquetipo de todos los amores prous-
tianos), nacimientos conjuntos (y ocultados) de Maree! y de
Gilberte ( <~Co~fesaremos», diría. aquí· Stendhal, «que, si-
guiendo el eje,mplo de muchos autores graves, hemos co-
me~za.do la hfstoria de nuestro héroe un ai'ío an~es de su
nactm.tenton: ¿acaso no es Swann a Marcel, muta.tzs mutan-
dis y -esperq- con buena intención, 14 ·lo 'que el teniente
Robert es a F¡abrice del Dongo?). Quinto comienzo, pues:
«Para formar¡ parte del "pequeño nücleo", del "pequeño
. clan", del "gftipito" de los Verdurin ... n Sexto comienzo,
ciento noventf y cinco páginas más adelante: ce Entre las ha-
bitaciones cu:va imagen evocaba con mayor frecuencia en
mis noches.db insomnio ... n, seguido inmediatamente de un
séptimo y, p~r tanto-, como corresponde, último comienzo:
((pero nada se parecía menoS tampoco a ese Balbec real que
aquel con el/que yo habfa soñado con frecuencia .. ,,, Esta
vez el movimiento está lanzado: ya no se detendrá.

102
Alcm-zce, amplirud

He dicho que la continuación de E11 husca del tiernpo


perdido adoptaba en sus grnndes articulaciones una dispo-
sición conforme al orden cronológico, pero esta decisión de
conjunto no L'xclu:vc la prescnci; de un gran número de
anacronfas de detalle: ann]epsis y prolepsis, pero también
de otras formas mñs comple.ias o más s.utiles. tal vez más
específicas tlcl relato proustiano, en todo cnso más alejadas
a la vez de la cronología ((real)) y de la temporalidad narra-
tiva clásica. Antes de abordar el análisis de dichas ;macro-
nías, precisemos bien que no se trata sino de un análisis
temporal e incluso reducido sólo a las cuestiones de orden,
haciendo abstracción, de momento, de la velocidad v la fre-
v
cuencia, v a fortiori de las características de modo de voz
que pued-en at"ectar a las anacronías como a toda otra clase
de segmentos nnrrat\vos. Aquí no vamos a tener en cuenta,
en particular. una distinción capital que opone las anacro-
nfas directamente asumidas por el relato y que. por tanto.
!Se mantienen en el mismo nivel nanativo que Jo que las
rodea (por ejemplo, los \lersos 7 ~ 12 de 1a Ilíada o el se-
gundo capitulo de César BirotteaLl) a las que asume uno de
los personajes del relato primero y que, por tanto, se en-
cuentran en un nivel narrativo secundario: por ejemplo. los
cantos IX a XII de la Odisea (relato de Ulises) o la autobio-
grafía de Raphacl de Valentin en la· segunda parte de J.r¡
piel de zapa. Evidentemente, volveremos a tratar de esta
cuestión, que no es específica de las anacronías aunque se
t·efiere a ellas en primer lugar, en el capitulo de la voz na-
rrativa.

Una anacronia puede orientarse~ haci9 el pasado o el


porvenir; mas o menos lejos del momento· ((presente». es
decir, del momento en que se ha interrumpido el relato
para hnccrle sitio: llamaremos alca11ce ele la anacronia a
esa distancia temporaL Tnmbién puede abarcar. a su vez~
una duración. de historia más o menos larga: es lo que lla-
maremos su amplitlld. Así,.cuando Homero, en el canto XIX
de la Udisea, evoca !as circunstnncias en las que Ulises.

103
éH.Inlcsccnlc, recibi(J en til'mpos la herida cuya cicéltriz lleva
aún en el lllfJmcnfo en que Euriclea .se di·spone a lavarle los
pies, esa ém;:depsis, que ocup;:¡ los versos 394 a 466, tiene
un alc::~nct• ele varins clcccnns de aiios y una amplitud de
unos df~¡s. Asf definido, el esl;:~tuto de las anacronfas p;:~rcce_
no ser sino unn cuesl ión ele más o de menos, de medidn es-
pecífica Cfl: cacl;:~ caso, labor ele cronometrador sin Íf\terés
·teórico. NfJ obst~mtc, es posible (y, en mi opinión, ütii) dis-
tribuir las características de <~icance y amplitud de forma
discreta con relación a ciC'l'fos momentos pertinentes del rc-
1<11.0. Es;:~ distrihuci<'>n se aplica de fomu1 scnsibkmt•ntc
id0ntka a l<1s dos grandes cl;:~scs de ané\CJ~onfas, pero, p<~rn
comodiclml de la cxposici6n y para evitm· el riesgo clc de-
masiada abstracción, nos ocuparemos primero de las ana-
Jepsis exclusivamente. sin perjuicio de ampliar el procedi-
miento mt.is adelante.

A11alepsis

Toda anacroní<1 constituye con relación al relato en que


se inserta -en que se injerta- un relato temporalmente se~
cundario, subordinado al primero en esa especie de sintaxis
narrativa que hemos visto al ensayar má,s arriba el amílisis
de un Fragmento muy corto ele .Jea11 Santéuil. En adelante
llnmaremos <~relato primero)) el nivel temporal de relato
con relación al cual una nnacronfa se define como tal. N<~­
turalmcntr -~·~'ti lo hemos comprobado-, los ajustes pue-
den ser muy complejos y una anacronfa puede h:Tcr el pa-
pel de relato primero con rclaciór> C\ otra a 1::~ que sostenga
y, más en genend, con relación a uPa anac1 Jnfa, podemos
considerar relato primero el-conjunto del contexto.
El relato de la herida' de Uliscs se refiere a un episodio
m:ís que evidentemente anterior al punto de partida tempü<-
ral del cn·elato primcron ele la Odisea, aunque, según ese
principio, englobemos en ese concepto el relato retrospec-
tivo de Uliscs en el p<tfs de Jos Fcacios, que se remonta hast<:1
l<1 c<ddt~ tk Tmy<1. Así, pues, podemos cnlificar cll' (~xrcma
aqucllél <1nl1IC'psis Cli_\'C\ <11ll]Jiitud total se m;:~ntenga en el L'X-

104
terior del rl'lato primero. Lo mismo di~cmos. por ejemplo.
del segundo cnpftulo de César Birorl.catl, cuyn historié\;
conio inclic~1 dnrnml'!1le su tftulo («Los·l~ntcccdcntcs de Cé-
snr Birottctlun), precede al drama initindo por b csccnr~
nocturna del primer cnpftulo. Y, a la idvcrsa. calificnremos
ele annlcpsis interna el cnprtulo sext-o jde 1\.Jadame BO\·ary!_
consagr~do a los arios de convento :je Emma, evidente.-~
mente posteriores n la entrada de Cha¡rles en el 1iceo. que
es el punto ele pnrtidn de la novela; o t¡ambil~n el comienzo.
de Lus su(rimientos ~e~ illl'l!tlfor, 1.' .que despl.lé!'i. del, rc~nto
de lus avcntun1s pnnsmns· de Luc1cn le Rubempre,' !'rn·c
pa.ru informnr <:~1 lector de lo que fue .durante ese ticJl?pO lrr
vida ~le David Séchard en Angulema.! También podernos
concebir -y n veces nos :las encontranhos- analeps1s mix-
tas, cuyo punlo de partida ~s nnterior y cuyo punto de" am-
,nlitud ·es postcnor al comienzo del retato primero: asf, lé\
historia d~ efes Gricux en Mcmm1 Lesc~ut, que se remont<t
a varios tlños antes del primer encUentro con el Hombre de
Calidad y rrosig:uc hnsta el momento tt~l segundo en'cuen-
Lro, que es Ln mbivn el de In nnJT<tción.l . · .
Esa distinción no es tnn hHil comb pucde parecerlo n
pl"imcm vistr:1. E.n eFecto, las r:1nrdcpsisl exter11as y lns nnn.:.
lcpsis intcrnns (o mixtas, en su pnrte ihtcrna) se presentan
de forma tot~llrnenlc diferente ni anc\ll~'kis n<trrativo, al me-
nos respecto de un punto que me par ce capital. Las an<l-
lepsis cxlcrntls, por el simple hecho cle ser externas, no co-
rren riesgo en ningt'rn momento de. intpt·fcrirsc. con el rC'Into
prinwro, ptrl'S S\.1 mi:=;ión es In de com¡ilct<trlo ~cfarnndo r1l
lcctor.tal o CLiéll 11<\lllecedentc": nsí d. evidentemente, en
l~s ejemplos ~·n citados y también, de ,f;orma i.g~mlmcnte t~­
plca, el de U11 amor de Sn•attlt en En bu~"ca del tcempo perdi-
do. No ocurre lo mismo con· las anal~psis internas, cuvo
cmnpo temporal va induido en el del r~lato primero, \"que
presentan un nesg:o evidente de redundancia o de colisión.
Así. pues, hemos de ex<tminar más detepidamente esos prO>-
h lemns de ÍJ1.tcrkrc11cia. 1
En primer lL~gDr, dejnrcmos ele lado lns annlc.psis inter-
1
nns qu~· propongo ll<tmnr hcterodiegética,._,rr:. es decir. re.lati-
Yas [1 llllll iÍlll'tl de hi!'toriD \", flOr trrntQ. .~111 COntenido dier:L~-
~ -~

105
tico clífcn~nte t.!PI (o/de los) del relato primero: es decir. lo
que es muy clásico. !a un personaJe recién tntroclucido y cu-
yas .~~añtecedentt;>s» !desea aclarar el narn1.dor, como Flau-
bert con Emma en ¡el capítulo ya citado; o a un personaje
perdido de vi.sta dTsde hace algún tiempo y cuyo pasado
reciente· hay que rpcobrar, como ocurre con David a co-
mienzos de Los sufrimientos del inventor. Tal vez sean ésas las
·Funciones más trac:Úcionales de la analepsis y es evidente
que la coincidencia temporal ba entraña eo e~e caso UJ:I.f\
autentica mterferenr.ta nnrrnt'íva: así, cuando a la entrad~
det pnnc1pe de Fafenheim en el salón Villeparisis una di-
gresión retrospectiya de varias páginas 17 nos informa de las
razones de esa prcfencia, es decir, las peripecias de la can-
didatura del prít?9ipe a la Academia de Ciencias Morales;
o cuando~ al volv~r a encontrar a Gilberte Swann, que ha
pasado a .ser la se~- orita de Forcheville, Man;:el pregunta y
ella: le explica las razones de ese cambio de nombre. 1P. El
matrimonio de S ann, los de Saint-Loup y del «pequeño
Cambremer», la n¡merte de Bergotte, 19 acaban, así, reunién-
dose después con ~a línea principal de la historia, que es la
autobiografía de ~arcel, sin inquietar en modo alguno el
privilegio del relato primero. .
:Muy •diferente/ es la situación de las analepsis internas
homodiegétic.as, es decir., rela.t-i:\taS. a la misma Ifnea de ac-
ctón gue el relato primero. Aquí, el riesgo de interferencia
es :evidente e indluso inevitable aparentemen'te. En reali-
dad, aquí debembs distinguir dos categorías ..
La p.t:i-m.era, que llamaré anale_psis comple#wt5, ·e !'re·mi-
_s,iones», comprepde. l0s ..seg.mentos retras_pectivos que vje-
nen a llenar después vna laguna anterior del relato. que se
organiza así mediante omisiones provisionales. y re.p.a-racio-
. nes más o .me'nds. !ardías, seg.úri: una ló.gka na.rrativn par-
cialmente indep~ndien.te del transcurso del tiempo. Esas la-
, gttnas anterioreS pueden ser e!ipsis puras y simples, es de-
cir, fallas en la¡ continuidad temporal. As~, la estancia df
Marcel en Paris en 1914, contada cun ocasión Je otra estan-

cia, ésa en 191 viene a llenar pan: ialmenh.! la elipsis dt
varios «)argos rñOS» pasados por el héroe en una ·casa de
reposo;~ 0 el ene entro de la Dama de rosa en el piso del tic

1,06 .. .
Adolphc 21 <tbrc en medio del rdato de Combray una puertl.1
<t 1<t fL~ceta pí.1r\~in<t de· ~<t inbncb de Maree!. totalmente
ocul t<tda, salvo cstn e~ccpción, hL1sta la tercera parte ck
Swa1111. Evidentemente, en bgunas temporales de esa clnse
es en las que hny que colocnr (hipotéticamente) ciertos acon-
tecimientos de la vida de M::tn:el que sólo conocernos por
breves alusiones n:trospcctivas: un viaje n Alemnnin con su
abuel<t, anterior ni primero n B<tlbec: una estancia en los
Alpes antérior al episodio de Donciercs, un viaje a Holandr~.
antcrim· " Ir~. ccnn en b er\S~\ de Gucrmantcs o tamhiL~n
-sensiblemente mt\s difíciles ele situar, cladn la duración
del servicio en aquella época- los años de scr\'icio militar
evocados en un inciso durante el último paseo con Char-
. lus.H Pel-o hn.v otrí:l clnsc de lagunas, de tipo menos estric-
tamente temporal. que _ya no cons1strn r.n la elisión de un
segmento din~Tónico_, sino.·~ lu omisión de uno de los elc-
m~ntm; con.stit11ti.\'OS de .la situación, en un período en prin-
cipio abarcado pot· el relato: por ejemplo. el hecho de con-
·tar su infancirr ocultando sistemáticamente la existencia de
.'uno de los micmht·os de su Fnmi)ia (lo que seda la actitud
de Proust hnda !-'ll hcrmí:lno Robert, si consideráramos En
busca deltiempn padidu una auténtica autobiografía). Aqu.í_
el relato no salta. c.omG C'n la clipsis.. p_or encima clcuD mo- ·
mento, sino que p<1sa juntu a un d<:lto. Llamaremos a ese
típo de elíps!s lnteml. de conformid.nd con La etimología,
una paralinsis. 2·' Como l<1 clipsis temporal, la paralipsis se
presta miJv. bien. cvidenteml'n!L'~ al n--lleno retrospect1vo.
Así, In muc1·te de S\vann o, má~ fJl'L'cisamcnte, ~u efecto so-
bre Man.:cl (pues csí:l muerte en sí mi~ma podría cons!de-
rarsc L'~tcrim· :::\ ILI L\Utobiografín del protag:onistn y. por tan-
to, hctcrodicgética aquí) no se ha contado en su tiempo y.
sin embargo. ninguna ctipsis temporal puede encontrar si-
tio en principio entre la última upttrición de Swann (en la
velada en C[\SL\ de Gucrmantes) y el clfn del concierto Chur-
lus-Vcrdurin en que se inserta la nueva retrospectiva de S¡.l
muertcY hny que suponer, pueS: que ese acontecimiento
muy impol·t:::\ntc en la vid~ afectiva de Mé:1rcel («La muerte
de Swnnn en su momento me había tn1stornadon) se h8
omitido latcr~dl1lL'll(L', en r~\J"tdirsis. Ejemplo más claro

107
. ~1Lin: el !"in de Ir~ prtsJOn ele Maree! por In duqut'5<l ele Guer~
m<ll11.cs, g:mci~1s ;¡ In intervcnci(>n cmd milagro.sn de su nw-
drc, es ohjl'lc}~ de un rclalo retrospectivo sin rrcci.sión de
f't:cha (c(Cicrto clín ... 11), JlL'I'O, como en esa <.'scena Sl' habla
de la ::~huela, enfe,·m<t, h:1_v que coloc::trln, c\'idcnlcmcnll',
ante!' del segundo capitulo de Gurmwntcs 1! (p. 34Sl. rcro
también, clrtn.1 e:.;f<Í, c.lc.c;pué:-; de ltt rñginrt 204, en In que \T-
mos que Orianc no h::1 llcgt:lclo a(m a <eSerlc indiferente)). Rn
c.sc caso no se <tdvicrle ninguna elipsis temporal; Maree! hél
dejado, pues, de con tarno.s en su momento ese aspecto
-resc ;:¡ ser de c.:t~pitnl impor·tancht- ele .su vidrt interior.
Pero el c;.1sn rn:ís not::~blc, si bien n11·ns veces ~eñalatlo rnr· ~
los cr-íticos, t<d ve:;. prJ¡·quc :1e niegan a tomarlo en serio, es
el de esa misterios::~ ~·primita,, respecto de la cual nos ente-
ramos, en el momcn f.o en que Marcel da a una intermedia-
ritl el cane~pé de la tírt Léonie,u. de que aquél conoció con
ella, sobre ese mismo canapé, ccpor primera vez los placeres
del amorn; y ello en el mismo Coinbray y en una fechabas-
tante Je_ianCI, y<t que pn~ci~a que Jrt escena ele cdniciación n 27
sucedió cccn una hora cn quc mi tía Léonie estaba levanta-
da», y s<~bcrnos, por lo dcrnás,.que en los últimos años Léo-
nic ya no st~lía ele ~u alcnhrt. 211 Dejemos de lado el probnhlc
valor tcmútic.:o de. esa conl'idencia trtrdía v rtdmitmnos in-
cluso que b omi~ión del acontecimiento- en el relato de
Combray corresponde a una pura elipsis tcm.poral: la om i-
si6n del personaje en el curtdro de familia no puede definir-
se, por su prtrte, sino como una paralipsis y su valor de cen-
sura tal vez sea aún más fuerte. Esa pdmita sobre el canrtpé
será, pues, paret nosotros -cada edad tiene sus placeres-:
nn:1lcpsi~ sobre prtrrtlirsis .
. Hasta rtquí hemos con~iderado la localización (retroacti-
va) de las am:depsis como si se tratara siempre de un acon-
.tccimicnto ünico que colocar en un solo punto de la historia
p~sadet y, evcntualmentc, del relato anterior. De hecho,
Ciertas retrospcccioncs, pese a estar dedicadas a aconteci-
mientos sing:u)ares, pueden remitir a elipsis iterativas/ 9 es
decir, rclati~ras no rt una sola fTacción del tiempo transcu-
~~iido, sino a varias fracciones consideradas semejantes y en
cierio sentido repet.itivrts: así, el encuentro con la Drtmet de

10~
ro~a puede remit ir éll"Ui dquicr dín de los mc~e~ de im·ier m1
en que M<lrccl .v su!" pmlt·t·~ vivíün en Pürfs!. en nmlq uicr
aiio anter ior" la dt.•snvcnt.•ncia con el tío Ado1p hc: élcont cci-
mknl o sinf!u lnr, desde luq!o . pero cu~·n lochli zació n pllrn
nosnlro~ ¡wrtcn t'Ct' :1! orden dt• lll <'spccic o ~lt~ la cb~t'
(un
im·it•t·nr,) v no dt•l indiY idup (tnl invit'r tltl). Asi t.'~ (t {t,rúc·

1
·~
Ctlélndo el m:ont t·t.·im it·nto conta do por anair psis es, "
su
vez, de tipo i tcrati vo. Así, en A la sombr a de las much achas
en flor, el día ele la apari ción tic la ccpandillal» termi na cor
una cena en Riveb ellc, que no es la prime ra; esa cena cons-
.
tlluyc 1a ocas1. on
, para que L' 1 nnrra d or regrcs 1 1 . é\n-
~ a a scne
tcrior , rctlac tmln ~st•nciulmcnte en el preté rito in· ¡1t.'rfccto
de la repeti cic)n, y cuent e de una sola vez t6das lns cenas
anteri ores:· '" cstél claro t1uc la elipsi s llenad a por esa retros
--
pecci ón no puede ser, a su vez, sino itcrati vai. Asim ismo, la
analc psis que pone fin a A la sombr a de las 1much achas
e11
flor, últhil a mirad a a Balbc c. despu és del re~reso a Pnrís, 31
se refier e de forma sintét ica a toda la serie !de siesta s que
Maree ), duran te todél su e~l<mcia, había habid o de hé\cer
.
por orden ele) ml'dic o, cad<t maña na lmsd el medio día,
mien tras sus jóven es amiga s se pasea ban p6r el dique ~o­
leado V l'St<dlnba bajo SUS Vl.'nta nas el conci erto matin al:
tamb i¿n f.1quí una a'nalc psis iterati vé\ vienq a llena r una
elipsi s iterat iva, lo que perm ite a esa parte de En busca drl
tiemp o perdido ac::tba r, no con la.tris teza de u'n regres o, sino
con el glot·io so llon~o de órgéln o -de oro- de un inalte ra-
~
1
ble sol de veran o. 1 .

~9DSl~~~,qnd.Q.J.t I)P-~h;_~üJml.c.p.sis_(.i.n1g.rnJ~.tb.q ~g-~! S,~_é-


..
t icas, que 11 umn remos prL·Lisa mt.•nJ~::....<.!!l().l~P~~i
,;<ev"Oca c'í~~- \ia,..nu··-fi.os-n G',:¡tíñq§__g_e_l~Lr:~-~ ~rrf!_eJi
un
_tjl'(l." _q·
da n_~j·ª·'· .Pl!~ S
encl'fas el relato vuelve abierill,_~'S_Qlfcitamente a vece.~_._~¿:·
o~=cs"li .s'!jrü' pli:)s pasos . Por supue sto, esas anale psis en cyo~-
- .1 --.:....-...-~------,.......__
'1- -.·- ........
C"a-cTün r;::~~·m11l:.nte puede n alcan zar dimen sione t
s textua les
muy extcns t1s: son más bien nlusíone~ del relhto a su propi
g
pas<~do, lo qut: U1mm crtJ 2 llama Rrtckgriffe, Ó ccretr: ocepc io-
ncs». Pero su impor tanci< l en la econo mía dJI relato ,
sobre
todo en Prou~t. comp ensa en gran medid a sÜ escas a exten
-
sión narra tiva. 1

1
109
· Evidcnte~entc, entt·e esas evocaciones hay que incluir
las tres reminiscencias debidas a la memoria involuntaria
durante la reÜ.nión en la casa de Gucrmantes y que (contra-
riamente a Iá de la magdalena) remiten todas a un mo-
mento anterior ' del relato: la estancia en Venecia, el alto en
ferroc<trril an:tc una hilera de árboles, la primera mañana
ante el mar en Bal bcc.J 1 Se trata de cyocacione:-; en estado
r.uro, vol.unla ria.m.cnte elegidas C: invc~taclas por su capk-
1

tcr fortuito y 1 tnv1a l, pero al m1smo tiempo se esboza en


ellas una. comparación del presente con el pasado: compa-
ración por uda vez reconfortante, ya que el momento de la
reminiscenci~ siempre es eufórico, aun cuando resucite un
pasado en sí c;ioloroso: «Reconocí que lo que me parecfa tan
agradable eni la misma hilera de árboles cuya observación
y descripción! me 'había parecido aburridan:' 4 Se trata una
vez más de la comparación de dos situaciones a la vez se-
mejantes y d~ferentcs· que con fi-ecuencia motiva evocacio-
nes en que la memoria involuntaria no interviene: así,
cuando las ptilabras del duque de Guermantes a propósito
de la princcsti de Parma, <<Ella lo considera a usted encan-
tador», recuetdan al protagonista -y brindan al narrador
la ocasión de!re~ordarnos- las de la señora de Villcparisis,
idénticas, a Rropósito de otra «alteza», la princesa de Lu-"'
xemburgo. 35 ~n este caso se subraya la analogía; en cam-
bio, se subraya la oposición cuando Saint-Loup presenta a
Maree! su eg~ria Rache! y éste reconoce en ella al instante
a la pequeñaJ prostituta de otro tiempo, cela que, hace unos
años ( ... ), deaía a la patrona: "Conque, mañana por la no-
1
e ]1e, st• me necestta

para a 1gmen,
. • deme a buscar " », 36
man
frase que, e4 efecto, .reproduce casi textualmente la que
pronunciaba ¡c(Rachel quand du Seigneur» en A la sombra de
las muchachas en f1or: 37 «Entonces quedamos así, mañana
libro; si tieni usted a alguien, no olvide mandarme a bus-
car>>, pues la variante de Guermantes estaba ya prevista,
por así decir~ en esos términos: «Variaba sólo la forma de
su frase dici~do: "si me necesita usted" o "si necesita usted
a alguien".» ~n este caso la evocación es de una precisión
manifiestamente obsesiva ·y pone los deis segmentos en co-
municación.r1 irecta: eso explica la interpolación en el se-

.11 o
gundo segmento del ~párrafo sobre la conducta pasada de
Rachel, que parece como arrancada al texto del primero.
Ejemplo sorprendente de migración o, si se quiere, de dise-
minación narrativa.
Comparación tsmbién, en La prisionera>-'fl en.tre la co-
bardía presente de Maree! para con Albcrtine y el vnlor qur
hsbía tenido en tiempos frente a G11berte, cuando tenía
11aún bastante fl.1crza para rcnuncinr a ella)): ese autocxa-
men retrospectivo confiere retroactivamente al episodio pa-
sado un sentido que aún no tenía en su tiempo. En efecto,
la función más constante de las evocaciones, en En busca
del tiempo perdido, es la de venir a modificar a posteriori ~
significado de los acontecimientos pasados, ora cargandC?_
de significado lo que no lo tenfa, ora refutando una primera
interpretación y substituyéndola por otra nueva.
El propio narrador designa la primera de forma muy
precisa, cuando escribe a propósito del incidente de las ce-
lindas:3<~ ~~En aquel momento todo aquello no me pareció
sino muv natural. si ac¡:tso un poco confuso, en cualquier
caso insignificante)), y también·: «incidente cuyo cruel signi-
ficado no comprendí sino mucho después,. Andrée será
quien revele ese significado después de la muerte de Alber-
tine40 y ese caso de interpretación diferida nos ofrece un
ejemplo casi perfecto de relato doble, primero desde el
punto de vista (ingenuo) de Marcel, después desde el punto
de vista (avisado) de Andréc v de Albertine, donde la clave
por fin entregada disipa toda ~]ase de ce confusión)). Con mu-
cha mayor amplitud, el encuentro tardío de la señorita de
Saint-Loup,.~ 1 hi.ia de Gilberte y de Robert, brindará a Mar-
ce] la ocasión de una ureposición)) general de los episodios
principales de su existencia, hasta entonces perdidos en In
insignificancia de la dispersión y de pronto reunido~. vuel-
tos sigñ'ificativos por estar todos vinculados entre sí, por es-
tar vinculados a la existencia de esa niña nacida Swann v
Gucrmantes, nieta de la Dama ·de rosa, sobrina segunda el~
Charlu~. CV9Gadora a la vez de las cedas haciendas» de Com-
hray, pero también de Balbcc, los Campos Elíseos. la Ras-
pclicrc, Orianc, Leg:randin, Morel. Jupien ... : azar. contin-
gencia, arbitrariedad abolidos de 1·cpente. biografía de re-

1I 1
rente <!atr8pada» en la ¡'·cd de una estructura y la cohesión
de un sentido.
Ese pr·incipio del ~ignificmlo diferido o suspendiclo 42 in-
terviene ele lleno, cvic.Jcntcrnentc, en J¡:¡ mcc{tnica clcl c!l1if!.·
ma, analiz8cla por Bnrthcs en S/7., y de la que unn obra tm1.
compleja como En husca rleltie111po perdido h<lcc un uso Li:ll
vc7. sorrrcnclente rar<1 quienes la colocnn en las antípoda~
de !8 nove/él popular, lo que es cierto, seguramente, en
cuanto <.t su sirrnificéldo y él sü valor'estético, pero no siem-
pre en cuanto <1 sus procedimientos. Hay ¡·asgo::(propios ele
lo de c(t'ra Milad~·,, en E11 lmsca dr•l tie111po perdido, nunquc
sr'>lo sea en lít l'nrrn;l humoríslicn de cccnt mi nmigo Bluch,
de 11 la sumhra de las muclwclws en flor, cu<mdo el antise-
mita estJ·ucndnso sale ;tl <.lcscubi<.'rlo.'u El lector cspcrnró
mí.Ís de mil r<'tgin;ts antes tk enterarse, <ti mismo tiempo
que el héroe.-~·• si no lo ha adiviné.ldo por sf ~olo, de la idcn-
lidr.~d de In Dalll<l de rosu. Después de la puhlicaci6n de su
arlículo en Le Fígaro, M~rc~l recibe una carta de felkila-
ci6n firmadu Snnilon y escrita en un estilo popular y encan-
1i:lclor: c<.'>cntí muchísimo no poder descubrir quién me ha-
bía escrito,,; mi:ís ;-~dcl<mle sabr;], y nosotros con él, que se
tri:lta eJe Théoclorc, el ex rcci:ldcro de la tiendi:l de ultrama-
rinos y moné\guillo de Combray.' 1 ·~ Al entrar en la biblioteca
del duque ele Gucrm<~nl.cs, se cn.l7.a con un pequeño bur-
gués ¡5rovinciano, tímido y vestido con ropa rafda: ¡era el
duque de Bouil Ion !~ 6 Una mujer a Ita se le insinúa en la ca-
lle: ¡scr8 la sciiora d'Orvilliers!~ 7 En el trcnecito de la Ras-
pelierc, una sc1iora gruesa y vulgar con cara de patrona de
casa de citas cstéÍ leyendo la Revue des deu.x. 111011des: ¡será
la pdnccsa Sherba.toff!.tR Algún tiempo después de· la
muerte de Albcrtinc, una joven n.1hia divisada en el Bois y
después en l~1 cJI1c k lanzu 1un::t mirada que lo excita:
cuando la vucJv¡:¡ ::t ~nconlrar en el salón de Gucrmantcs,
~será Gilbcrtc!'1'l El procedimiento es tan frecuente, se con-
"iertc de modo tan manifiesto en contexto y norma, que a
veces se puede jugar·, como contraste ó desviación, con su
ausencia excepcional o grapo cero: en el trenecito de la
Raspcliere, unél joven espléndida de ojos negros, carne de
mt~gnoli8, modCllcs libres y vo7. r{tpicla, fresca y éllegre: teMe

112
gusl<ll·ía tanto volver a verln, exclamé. - T~anquilícese,
siempre volvemos n encontrarnos, respondió Albertine. En
1
ese cnso se equivocaba; nunca volví a ver ni i deritifiqué a
la bella mLtchach;, del cigarrillo.n~ 0 \
Pero el w;o m<\s tí¡-:dco de la evocación es segurumcntc,
en Prous1, nquel pm· el que un r~conlecimiento: ya provisto
en su tiempo de un :-;ignificnclo \'C posteriórm~ntc esa pri-
mera intL?rpretnción substituida por otra (que ~o es necesa-
riamente me,ior). Ese procedimiento es, evidentemente, uno
de los medios más eficaces ele la circulación del sentido en
la novcl<l y ele esa perpetua rrinversión del pr(J ni contt·::t,
que C<lt'nctct·iza el nprcndi7.njc proustinno ele la \'crdnd.
Saint-Loup, en Donc.:il.·rcs, al encontrarse a Mnr'cel en l;-t ca-
lle, no lo rccnnocl' en apariencin y lo snlucl~ frfnmcntc
como un soldndo: müs ndclnntc nos enternrem~n; de que lo
había reconocido, pero no qucrfa detenerse.-~ 1 La abuela, en
. Balbcc, insiste con irritante futiliclnd para que\Saint-Loup
la fotografíe con su hermoso sombrero: se sabra condenada
y quería dejar a su nieto un recuerdo en el quei no se viera
su mala c<1ra.:; 2 La nmiga de In ~ciiorita Vinteuil) la profana-
dora de Montjouvain, se c.lcc.licaba amorosamente, por la
mismn época, a reconstituir nott~ n nota los indesc:frables
borradores dl'l sertcto/·' cte. Conocida es la la~é!a serie de
rcvel<~cioncs y conFcsionc~ rnedi<:mte In cual se c!cscompone
y recompone la imngen n:trospcctiva, o inclusO póstuma,
de Oclcttc, Gilbcrtc, Albertine o Saint-Loup: a'~í. el joYen
que acompaiiélba a Gilbertc cierta noche por los Campos
Elíseos «Crn Léa vestida de hombre»;~ 4 d_esdc el;dfa del pa-
seo a las afueras y la bofetada al penodtsta, Rache! no ·era
para Saint-Loup sino un «biombo>> v desde Balbec se ence-
rraba con el ascensorista del Granel-Hotel;~~ la n1ocl1e de las
célttley<~s, OdellL' sulfn de lél cr~sa de Forchcville;:~tl y toda la
serie de rcctil'icncioncs tardfns sobre las relaciones ele Al-
bct·tinc con Andrée, con Morel, con diversas muthachas de
Balbec y ele otros lugares;-" pero, en cambio, y ~er una iro-
nía más cruel .élün, la unión culpable entre Albertine v lar.
amiga de la Sta. Vinteuil, cuya confesión involu~taria cris-
talizó la pasión de Maree!, era pura invención: <~Creí como
una tonta qtH:' me volvería interesante ante u::;ted inventan-
\ 1 1 .,
1
1

do que había conocido mucho a esas muchachasn; 511 se lo-


gra el objetivo, pero por otra vía (los celos y no el esno-
bismo ar~ístico), y q:m el resultado que sabe.mos.
Esas r:evc]aciones sobre ]os usos eróticos del amigo o de
la mujer ¡amada son, evidentemente, de capital importan-
cia. Sien~o la tentación de considerar más capital - <<capi-
talfsimani, al e~tilo proustiano-, porque atañe a los propio~
cimit!ntos de la Weltanschauung del héroe (el universo de
Combrayl, la oposición de las dos haciendas, <<yacimientos
profundo's de mi suelo mentaln),!N la serie de reinterpreta-
ciones c~ya oportunidad será la estancia tardía en Tanson-
ville v cuya médium involuntaria será Gilberte de Saint-
Loup~ Ert otro lugart-0 he intentado mostrar la importancia,
en diversos planos, de la ((verificación)) -que es una refuta-
ción- qüe Gilberte hace experimentar al sistema de pensa-
miento de Marcel al revelarle no sólo que las fuentes del
Vivonne! que él se imaginaba· «Como algo tan extraterrestre
como la ¡Entrada de los Infiernos» no eran «sino una espe-
cie de lavadero cuadrado del que subían burbujas,,, sino
tam biénl que Guerman.tes y Méséglise no están tan alt;jados,
no son tan «inconciliables» como él había creído, puesto
que en im solo paseo se puede cdr a Guermantes pasando
. 'por Més~glise». La otra faceta de esas <muevas revelaciof!es
del ser,¡ es esa información asombrosa de que, en la época
de la cqstanilla de Tansonville y de los majuelos en flor,
Gilbert~ estaba enamorada de él y de qoe el gesto insolente
que le Había hecho entonces era, en realidad, una insinua-
ción ex~lícita. 61 Marcel compre~de entonces que aún no ha-
bía co~prendido nada y -verdad suprema:.... <(que la ver-
dadera !Gilberte, la verdadera Albertine, tal vez fuesen las
q ue se habían
1
entregado en el primer instante en su mira-

da, uml- ante el seto de espinos rosas, la otra en la playan
y que así, por incomprensión -por exceso de reflexión-
las hab1ía ((perdidon desde ese primer instante. ·
Con/ el gesto no apreciado de Gilberte una vez más se
recom:11onc toda la geograffa profunda de Combray: Gil-
berte ~itbiera querido llevar a Maree] con ella (y otros pi-
llos dejlos alrededores, entre ellos Théodore y su hermana
-futut1a doncella de la baronesa de Putbus y símbolo mismo

·114
de la fnscinnción erótica-) '-' In~ ruinas del torreón dL'
Roussninvilk-lc:,-Pin: ese mismo torreón fálico, uconfidcn-
ten verticnl. en el horizonte, de los placeres soli¡~rios de
Maree! en el e:abincte del iris v de sus frenesfes vagabundos
en el campo de Méséglise~>~ ~·: ciel que no sospechab; entonces
que fuera más que eso aún: el lugar real. invitante, accesible y
desconocido, ccen realidad tan cerca de mí,/'·' de los pince-
res prohibidos. RoussrlinYille. ~·por metonimia toda In zona
de Méséglise/'~ son ya las Ciudades de b Llnnun\, nticorra
prometida (y) maldita,.~-~ <<Roussainville, en cuyos muros
nunca penetré>>: ¡qué ocasión perdida, qué pen<1! ¿O qué de-
negación? Sí, como dice Bardcchc,t>~> la geografía de Com-
bray, aparentemente tan inocente, es «Un paisaje que. como
·muchos otros, hay que descifrar». Pero ese descifre y<:~ est<1
en marcha, con algunos otms, en El tiempo recohradn y pí·o-
cede ·de una di<~léctica sutil entre el relato «inocente)> Y su
ccveri Ficación ,, retrospectiva: t<1lcs son, por una p<lrt~. 1.-l
función ~,. ln importancia de las annlepsis proustirm<ls.

Ya hemos visto que la determinación del alcance permi-


tía dividir las analepsis en dos cla~es, externas e interna~.
según que su punto de alcílnce se sitúe'en el exterior o en
el interior del í.'imhito temporal del relato primero. La clnsL·
mixta, por lo demás poco frl!cuentadn, est<1 deter.minndn en
realidad por una c<:lracterística ele amplitud, ya que se trnt0
de analepsi~ externas que se prolongan hasta alcr.:1zar y su-
perar el punto de partidn del primer relato. Una vez me:\~
es un fenómeno de amplitud el que rige la distinción de que
vamos a hablnr ahora, volviendo, para compararlos. a dos
ejemplos ya visto~ en la Odisea.
. El primero es el episodio de la. herida de Ul ises. Como
'·ya hemos observ-ado, su nmplitud es muy inferior a su al-
cance, muy inferior incluso a la distancia que separa el mo-
mento de In herida del punto de partida de la Odisea lla
caída clc Trov::~): unn vez contada la caza en el Parnaso. el
combate con. el jabalí, la herida, la curación, el regreso a
Itaca, el relato intcn-umpe en seco su digresión rétrospecti-

11 S
~'·saltando V<lrios dcct.:nios, vuelve'' l<l escena presen-
17
\'<1 '

te. El ,,regreso h<1cia atrtlsn va, pues, seguido de un salto


hncia adelante, es decir, de una el ipsis, que deja en la som-
bra toda una larga fracción de h\ vida del héroe: aquf la
analcpsis es en cierto modo punlurd, cuenta un momento .
del pasC\do que permanece <lisiado en su alcj(1miento y que
nr:J intenta enlc.\zar con el momento presente abarcando un
intcrv<llo no pertinente para la epopeya, ya que el tema de
la Odisea, como observaba ya Aristóteles, no es la vida de
Uliscs, sino sr')lo su regreso de Tt_-oya. Llamaré simplcment<:_
analcpsis parciales a ese tipo ele rctrospcccioncs que se E\Ca:_
ban en elipsis, sin juntc\rsc con el relato primero.· -
El segundo ejemplo está constituido por el relato de Uli-
'iCS nnte los reacios. Esa vez, <11 contrm·io, rtl haberse rcmon-
tadn hasta el punto en que la rnmn lo hn perdido de vistn
en cierto modo, es decir, la cé\fda de Trova, Uliscs conduce
su relato hasta haberse juntado con el relato primero, abar-
c<~ndo todo el perfodo que se extiende desde In caída de
Troyé\ hasta la llcgé\da a la isla de Calipso: analcpsis com-
pleta, esa vez, que va a en la?..ar con el relato primero, sin
C\•olución de continuidad entre los dos segmentos c.lc la his-
loriu.
·- Es inútil detenernos aquí ::1 examinar lé\s diferencias evi-_
dentes de función entre e~os dos tipos de analepsis: el primero
sirve ünicé\mcnte para apnrlar <1l lcclor unn informución
<1islada, necesaria para la comprensión de un elemento prc- ·
ciso ele la acción; el segundo, vinculado a la práctica del-
comienzo in medias res, pretende recuperar la totalid4d dcr
<tantcccc.lentcn narrativo; constituye generalmente um\
parte importante del relato y a veces incluso, como en La du-~
quesa ele !.cmgcais o en Ln 111//r'rlc de lwh1 Jlitch, presenta lo
cscnci:d de 01 y el n·h:~to primero hace c.le desenlace nntici-·_-
pado. . , ··
H<1sta é\hora sólo hemos examinado desde ese punto de
v-ista annlcpsis externas, que hemos considerado completas
en cu<mto que se juntan con el rcl<"lto primero en su punto
de partida temporal, pero una analcpsis ((mixta>> como el
-relato de eles Grieux puede considerarse completa en un
~cnticlo muy diferente, ya
que, como ya hemos observado,

1 1fl
se junta con el relato primero no en su comienzo, sino en
~el punto mismo (el encuentro en Calais) en qu~ se h<~bín
jntern.1mpiclo pam cederle el paso: es decir, que, su ampli-
__tud es rigurosamente igu<1l a su ·alc<~ncc y el niovimicnto
nélrrntivo realiza una idn y vucltn perfecta. En ~se sentido
_podemos hnblm· igualmente de analcpsis intcrn~s comple-
tas, como en !.os 5rt(rinriellfos del im•e11tor, en qüe el relnto
j:ctro.spcclivo llega hasta d momento en que los ~estin'1s de
David y Lucien vuelven a juntarse. - 1
· Por definición, las 311CIIcpsis p<~rciales no pl~ntean nin:.
gün problc111a de juntur<t o de enlace narrativo: el relato_
, . se .tntcnumpe e 1arnmcnte con una ~1 l'!pSI.S Y- e_
a na 1cpt1co 1
relato pdrncro continüa donde se había detenido, ora de
form<.l implfcit<l -:v como si nmln lo hubiera inthrumpido:-
como en la Odisea (~<Ahora bien, con la pnlmn d")1 1as manos.-
Ja vieja palpt\ndolo reconoció l<t hericla ... n), orn ele manera
.~xplfcita, dejando constancia de la interrupci9n y, como
_gustaba de hacer Balzac, subrayando la función¡explicati\'a
ya indicada ni comicn?.o de la analepsis por el f~moso ((\"~­
mos por qué" o alguna ele sus variantes. Así, el gran re-
greso hacia atn'ís de La duquesa de La11geais, introducido
por esá fórmula de las m{ts explícitas: ((Veamos ahom la
aventura que había determinado la situación r9spectiva C1n
que se encontraban entonces los dos personajes de est<l es-
cena>~, se termina de forma no menos declarad~: aLas sen-
timientos que animaron a· los dos amante.s-cu~ndo voh·ic-
ron a encontrarse en la verja . de las Célrmclitds' .v delante
de una m<H.lre superiora deben comprenderse a~ora en toda
su amplitud, y su violencia, despertada en uno Y¡ otra, ex_pli-
caró seg:ummcnlc el desenlace de esta avcnturtl,ll"~ Proust,
que se hnbía burhH.lo del ((veamos por quén b~lzaciai:if? en
Crmtre SaintC!- Betii'L', pero nu clcsdcriú im itar\6 a 1 menos
una ver. en E11 lmsc:(l clt!l IÍC!IIIpo perdido/'Q es igt¡
1
alr:Icntc ca-
paz de rcnnudacioncs de ese género, como ésta, después del
rel<lto de las negociaciones m:adémicns entre Fnffen.heim
1 •
v
Norpois: ((Así el príncipe de Faffenhcim habfa ~abido ele ir
-
a ver a 1a senara l
l1C V 1'll epans!SI),
. . 70 o a 1 menos b astantc ex- ..
plícitas para que se perciba inmediatamente 1d transidón:
«Y ahora, en mi segunda estancia en Parfs ... n, ol <c~l ticm.po

117
que recordab~ así la vü-;ita de Saint-Loup .. ~ll/ 1 pero la ma-
yoría de las vfces la reanudación es en él mucho más dis-
creta:- la evocación de la boda de Swann, provocada por
una réplica df Norpois durante una cena, se ve inte¡-rum-
pida bruscal"llente por un regreso a ln conversación pre-
sente («Me puse a hablar del conde c.! e París .. ,,), como la
ele In mueric Llel mismo S\vann, m{ls mlelante, intercalada
sin transición( entre c.los frases de Brichot: I(Oué va, prosi-
gu10.' B nc
' hot. _,, 72 A veces e.s tan e lf pt1ca,
. que nos cuesta·
cic,rto trabajojdcscubrir en una primera lectura el punto r;n
que se realiza: el salto temporal: así, cuando la audición en
casa de los Y¡erdurin de la sonata de Vinteuil recuerda a
Swann una aP.dición anterior, la analepsis, pese. a haberse
introducido ae la forma balzaciana que hemos citado
(«Veamos pÓ~ qué,), se termina, al contrario, sin otra marca
de regreso que un simple punto y aparte: ccDespués dejó de
pensar en ellp.l Ahora bien; apenas unos minutos después
de que el pequefío pianista hubie,ra comenzado a tocar en
casa de· la sef?ora Verdufin ... ,, Asimismo, durante la velada
en casa de Villeparisis, cuando la llegada de la señora
Swann recuerda a Marcel una visita reciente de Mo¡·cl, el
relato pdme~o empalma con la analepsis de forma particu-
larmente des~nvuelta: ccYo, al estrecharle la mano, pensaba
en 1~ señora Swarm y me decía con asombro, por lo scpara-
c.las ·que cstalban•y diferentes que eran en mi ¡·ccucrc.lo, que
en adelante 1tcndrfa que .identificarla con la "Dama de
rosa", El sef1or de Charlus se sentó en seguida junto a la
73 . •
Sra. Swann.J.»
Como se re, el carácter elíptico de esas reanudaciones,
al final de ~na analepsis parcial, no hace sino. subrayar,
para el lector atento, la ruptura temporal por asíndeton. La
dificultad d~ las analepsis completas es inversa: no se debe
a la solución de continuidad, sino, al .contrario, a la .con-
fluenCia· nec?saria entre el_relato analéptico y el relato pri:
mero, conflU;encia que no guede dejar de ir acompañada de.
cierta super])osición y, por tanto, de una apariencia de tor-.
peza, a menbs que el narrador tenga la habilidad de sacar.
del defecto Jna especie de atractivo lúdico. Veamos, en Cé-
sar BirotreaJ, un ejemplo de superposición no asumida: tal
. 1 . .

118 r
vez no üdvertid<~ por el propio novelist'a. El segundo capf-
tulo (analéptico) termina así: •<Unos instantes después.
Constance y César roncaban apaciblemente»; el tercero co-
mienza en estos términos: <<Al dormirse, César temió que
el día siguiente su mujer le pusiera algunas objeciones pe-
rentorias y se propuso lcvanté\rse muy temprano para resol-
verlo todon: como vemos, <lquí la reanudación no deja ele
presentm· cieJ"tCI incoherencia. El empalme de Los srlfi·i-
rniel1fos del i11ventor está m8s logrado, porque en este caso
el tapicero hCI sabido sac<~r de la propia dificultad un ele-
mento dcco1·ativo. Veamos cómo comienza la an<1lepsis:
ce Mientn1s el venerable eclesiástico sube las rampas d·e An-
gulem<l, no es inútil explicar la red de intereses en que ib<:1
<1 meterse./ Tras ·¡a marcha de Lucien, David Séchard ... "
Veamos ahora cómo se 1:eanuda el relato primero, más de
cien páginas más adelante: •• En el momento en que el viejo
cura de Marsac subía las rampas de Angulema para ir a
informar a Eve del estado en que se encontraba su herma-
no, David llevc:~ba once días oculto a dos puertas de aqucn,
a quien cl"digno s8ccrdotc acabCiba de dejar.>>,.~ Ese jllego
entre el tiempo ele la historia ;v· el de la· narración (contar
las desgracias de David ccmientras,, el cura de Marsac sube
la escalera) volveremos a encontrarlo por sí mismo en el
capítulo de In vo7.; veamos cómo tnmsform::t en hromn lo
que era una .sc1·vidumbrc.
La actitud típica del relato proustiano parece consistir
aquí, muy al contrario, en eludir el empalme, ora disimu-
lando el término de la analepsis en esa especie de disper-
sión temporal que procura el relato. iterativo (es el caso de
dos retrospecciones relativas a Gilberte en La fugitiva: una
sobre su adopción por Forchevillc, la otra sobre su matri-
monio con Saint-Loup),i·' ora fingiendo ignorar que el re-
lato ya había <~lcanzado el punto de historia en que se
acaba.Ja analcpsis: así, en Comhray, Mar"cel comienza men-
cionando <e la interrupción y el comentario aportados una
vez por una visita de Swann a. la lectura que yo hacía oc
un autor del todo nuevo pC!ra f!lÍ. Bcrgotte», despu·:s vuelve
h::1cia Cltrás para cont8T cómo había descubierto a ese autor;
siete páginas m8s Cldclc:mte, al rec:~nudnr su relato, empalma

11 q
con ~:stos tt!n11 inos, como si no hubiera nombn.do va a
Swann ni scriai:-H.io su ,visita: ccSin embargo, •m domi'ngo,
rnicnlrns leía t:n el jnn.iín, Sw¡1nn, que venr .. a ver n mis
padre::;, me interrumpió. -¿Qué lec usted? ¿Se puede mi-
rar? Hom brc, Bcrgottc ... , ¡r, Astucia, inmlve¡·tencia o desen-
voltura, el relato evito ;:~sí reconocer sus propias huellas.
Pero la clusión müs ;wdnz (aun ctmndo en este cm;o la au-
dacia sc.~a pura negligencia) consiste en olvidar el carácter
analéptico del segmento narrativo en el que :"C cncut!ntra
':1 en prolongar dicho segmento en c.:icrtu modo indefinitla-
mcntc por sí mismo sin. pn:oqtpnrsc del punto en que
acaba _juntúndose con el relato prime1·o. Eso. es lo que sLl-
cede en el episodio, célebre por otras ra7.ones, de In !lll!crtc.~
de la abuela. Comienza con un evidente esbozo ele amdep-
sis: ccVolví a subir y encontn~ a mi nbucla mós cnl"ermn.
Dc~cJc hacfa algtlll tiempo, sin saber a ciencia cierln lo que
lcní<~, se quejnha de ~u salud ... n, c.lespu0s c~l relato así ini-
ci;ldo con d rnodo rctrospec:livo prosigue de forma conti-
nua hasta la muerte, sin que se reconozca nunca ni se se-
rialc el rnomcniO (pese a haberlo alcanzado y supcn:tdo ne-
cesariamente) en que Maree.:!, al volver de la casa eJe la se-
ñora de Villcparisis, habíCI encontrado a su abuela cctnÉis en-
fet·ma)): por tanto, sin que podamos situar nunca de forma·.
exacta la muerl~ de la abuela con relación a In velatln en
casa c.lc Villcpnrisis, ni diludc.lar dónde concluye la nnakp-
77
sis y cJónde continúa el relato primero. tomismo sucede,
evic.lcnlemcnte, pero en escnln mucho mnyor, con la analcp-
sis iniciada en Nu111hres de país: el País, que, como Yé.l hemos
visto, continuan.1 hClstn In última línea de En' busca del
liempo perdido sin snludnr, al pnsnr, el momento de los in-
somnios tardíos, pese a que fue su f1.1entc mnémica y como
su m<ltriz narrativa: otr::1 !Ttrospccción más-que-compl eta,
de Clmpl ituc.l muy superior a l:iU alcance y que en un punto
indetcrmi nado. de su tr<l)lSCurso se trnnsforma secreta-
mente en anticipación. A su modo -es decir, sin procla-
marlo y probablemente sin advertirlo siquiera- Proust
qucbr<lnta ~tquí l<:~s normns m{ls l'undamcnl<llcs de la narra-
ción y anticipa las actitudes m;_ls inquietantes de la novela
modcrntt.

120
Pmlepsis 1

Ln anticipación, o prolepsis tL'mpora\, es manifiesta-


mente mucho menos frecuente que la figur,a inYersa, al me-
nos en la tradición narrath·a occidental; ~unque cada una
de ias trc~ grandes l'püpl'y.as antiguas, la lr/íadn., la Odisea
.v In Eneidc1, comience por una especie de sumario antici-
pado que juslil"ic<~ en cierta medida la fórm¡ula aplicndLt por
Todorov id reh1to homérico: •dntri¡;a de ·ph~dc~tinación".-~
El deseo de suspense nuJT<1tivo propio clp la concepción
ccclúsican de la no\'ela (en el sentido nmplio y cuyo centro
de grm'l'dnd Sl' encuentra mi.ls bien en el ~iglo XIX) se aco-
moua mal n ese uso •. como t~1mpoco, por ¡o dcmfls, In fic- ·
ci(m 1rnd icion;:d de un lll11T~Hlur qut.! debe p~rcccr que des-
cubre en cÍL'rto modo la historin nl ticmpp iquc in cuenta.
Por eso, CllCCllltr:tmos mu~· pocns prolepsis en un Bal7.<lC, un
Dickcn;o.; cJ un Tulstoi, :Hlllt'Uando el uso cot[rkntc, como hc-
nws visto, del comicn7.o in medias res (cqando no es, por
usí decir, i11 u/rimas res), ofrezcn a veces su espejismo: i1i
que c.kcir tiene que cierto peso de <<prede~tinación, recae
sobre la mavor parte del relato en lvfmzorl. Lescaut (donde
sabemos, an.tcs incluso de que des Gricux tomicnce su his-
tori<l, que termina con· una deportación) d a (urriori en La
nmerte de [l'rí/1 !litch, que comienza por cllepflogo.
El relato cccn primer<~ per::;onan se prcsth mejor que nin-
gt'111 otro n la anticipación, por su propio cab1ctcr retrospec-
tivo cleclnrndo, que mttm·iza ni nnrraclor n alusiones al por-'
venir, y en pnrtkular a su situación prese~1te, que. formlln
parte en cierto modo de su función. Robins{m Cn1soc puede
d~cirnos casi desde el comi~nz.o que el d¡iscurso prom!~­
Cl~clo por SU pnc.lrc para aleJarlo de )as a)'enturas 11lurlll-
mas era ccvcrduderamentc profético", aúnq!ue no tuviese la
menor idea de ello en el momento, v Rous'seau no deja de
ulcstigum·, en el episodio de los pcin~s, no sblo su inocencia
pasnda, sino también el vigor de su indign~ci(?n retrospcc-
tivn: «Al cscribi1· esto, siento que mi pulso¡ vuelve a acclc-..
1
rarse.n 7 ' El caso es que E11 fmsca del tiempo perdido hacr
un uso de la prolepsis sin equivalente pnpbnblcmente en
toda la historiu del relato, aun de forma autobiográfica, 11 1J
! . ~

¡ 121
y es, pues,
1
Len-cno pnv1
u~ • ·¡ cgm
. d o para e 1 estu d io de ese
tipo de anacronías narrativas.
1
1 .

b¡.,
Aqu1l tam 1cn d'¡stmgUJremos
. . . es fu crzo pro 1cpsis in-
s·n
ternas y externas. El límite del campo tempural del relato
primero está/marcado claramente por la última escena no
proléptica, e~ decir, en el caso de En busca del tiempo per-
dido (si hacemos entrar en el «relato primero» esa enotme
anacronía q~e se inicia en los Campos Elíseos y que ya no
concluirá), sin vacilación posible, la velada en casa de
Guermantes.¡ Ahora bien, sabido es que algunos episodios
de En busca del tiempo perdido se sitúan en un punto de la
historia post~rior a dicha vcladaR 1 (la mayoría se cuentan,
por lo demás, en digresión durante esa m.isma escena): se-
rán; por tanto, para nosotros prolepsis externas. Su función
es la mayorír de las veces de epílogo: sirven para conducir
hasta su té~mino lógico tal o cual línea de acción, aun
cuando dich o término sea posterior al día en que el héroe
decide ab~nClonar
1
el mundo y retirarse a su obra: alusión
rápida a la fnuerte de Charlus, alusión también, pero más
detallada, en su alcance profundamente simbólico, al ma-
trimonio de~la señorita de Saint-Loup: ccesa muchacha, cu~
yos nombre y fortuna podían hacer esperara su madre que
se casara c n un príncipe real y coronase toda la obra as-
1
cendente d4 Swann y su mujer, eligió más adelante como
marido a urr hombre de letras obscuro e hizo volver a des-
cender a ditha familia hasta un nivel más bajo que aquel
del que ha~ía partido,,;~'~ 2 última aparición de'Odette, <elln
poco alelada)), casi tres años después de la velada en casa
de GuermaÓtes; 113 futura experiencia de escritor de Marccl,
con sus ang~1stias ante la muerte y las invasiones de la vida
social, las primeras reacciones de lectores, los primeros
malcntendÜ:\os, etc';~ 4 La' más tardía de esas anticipaciones
es la que cdncluye Por el camino de Swann, improvisada es-
pecialmenth para ese fin ~·n 1913: ese cuadro del bosque de
Boulogne <<~oyn, en antítesis al de los años de adolescencia,
está, evidenl te_mcrite, muy próximo al momento de la narra~

122
uon, ~.,, qul' L'SL' t"dtimo pnSL'tJ SL' h~~ producido, no.s din·
Marcel, I!L'SlL' t\lio», ''una lk lns p1·i 111LTa.s mmianm; de este
mes de novkm bn:,,, L'S decir, en principio a meno!' de dos
meses de l'SL' momento.~'
Un puso mü.c;, pues, y nos encontramos en el presente
del n:.11-raclor. Las prolepsis de ese tipo, muy frecuentes en
E11 lmsco dl'! lit'III!JO ¡J<'rdido, COITL'Sponden cusi tod::ls al mo-
delo roussc~n1ninno evoc<~do mi.\s arriba: son testimonios
sobre b intcnsid<~d del recuerdo actual. que vienen L:n
dcrto modo u aulcntil"icar el ,-elato del pusado. Por ejem-
plo, a propósito de Albertine: «Así, deteniéndose, c.on los
ojos brillantes bnju el "polo", es como la vuelvo a ver ahora.
recortada sobre la pantalla que forma, al fondo, el mar. __ ,,;
de la iglesia de Combrav: ((y aün hov, si, en una gran ciu-
dad dc~p,·o\·incias o en L;n barrio de París que con-;zco mal,
un transeúnte al "indicarme el cnmino" me muestrn a lo-
lejos, como un punto de rckrL·ncia, tal torre de hospitnl. tal
campanurio de convento, cte.,; del baptisterio de San Mar-
cos: ~<Ha llcgndo un momento en que, cuando recuerdo el
buptistcdu ... >l; fin ele la n~lada en C<~Sa de Guermantcs:
~<Vuel\'o a \'er tod::l cs,a salida, vuel\'o a ver, si es que no me
confundo al coloc<wlo en esa escalera, al príncipe de S::l-
gnn ... ,,11"' Y sobre todo, naturnlmcnte, a propósito de la es-
ccnn a la horn de acostnr~e. testimonio dess:mrr<~dor va co-
mentado en Min1esis y que no podemos de_i~r de citn~· nquí
entero, ilustración perfectn ele lo que Aüerb<.'lch llama In
uomnitempomlid<~d simbólica, de la ccconciencia reminis-
cente,, pero tnmbién ejemplo perfecto de fusión, casi mila-
grosa, entre el acontecimiento contado y la instancia de na-
rración, a l<i vez tardía (última) y uomnitemporal ,, :

Hace muchos arios de eso. Ln mumlla de la estnlent en que


vi subir el rcnl'.ÍU de su \Tia hace mucho que no existe. Tam-
bién en mí se han destruido muchas cosns que, seg:tin cr·eia.
-.· hahfnn de dur;-~r siempn· y !'L' hnn ccHfitndo otr::~s nue\'::ts qttl'.
hon ol"iginado penns y alcg.ríns nuen1s que no habrio podido
pr-ever entonces, igual que las antiguas han llcgt~do a scrme
· diffciles de entender .. Ht~ce mucho tiempo tt~mbién que mi
padre ha dejado de poder decir a mamá: «Ve con el niño."
La· posibilidad de tales momentos no renacerá jamás pnra

123
n~í. Pero r.l~·scle l.w~.:c poco ticmpci de nuevo empiezo n pcrci-
h1r muy hlen, s1 pr~sto ofclos, los sollozos que tuve ll.ler7.as
pílra contene r del<1nte de mi padre :v que no estallan m sino
cuando vnlvr a cncontr· <wme solo con mamá. En realicl:1d , no
h<1n ces<1do nuncR; y sólo porque ahora la vida sr· c;dln más
a mi alrl'dcd or los vuelvo a oh·, ccJmu csns cnmpnn ns de con-
yen tos tan bien cuhict·tn s por los ruidos ele In l'iudnd clumnll'
cJ día, CjliC' pnrccen coiJ;HI:l", pcl"O \o'Ul'IVC11 a Sllll:H' t'lll'l sifl'll·
cio del nnnchC'cc·r.~ 7

En l::~ 111C'clidf.l en que ponen r.n juego clirccta mcntc ls


inst8nc in n::~rrativa mismn , c~as anticip acione s en el pre-
sente no constit uyen s{,)o fcnc)me no:) de tcmporalidml~na­
rrntiva , sino tambié n l'cnc)m cnos de vo.c:: más adcl;:m lc vol-
veremo s a hablnr c.lc ellas en relació n con esto último.

L~1s prokps is plnnten n In misma clnsl' dl' prll-


illf('/'1/rt s
hkrn:l C]IIL' l;ts ~llléliL-psiS dl'i lr1ÍSI110 tipo: el de la Íllll'ri"CI 'C11-
CÍ3, el posible doble empleo entre el relato primer o
y el que
aS'...lll1C el segmen to prolépt ico. Por tanto, aquí vamos
a pa-
sar por alto, ele nuevo, las proleps is heterod iegétic as, para
las cuales ese riesgo es nulo, ya sea interna 6 externa la an·~
ticípaci ón, y entre las otras disting uiremo s, además , las
1111

que vienen a llenar por adelan tado una laguna ulterio r


(prolep sis complc tivas) y las que, tambic ii por adel<m lado,
duplica n, por poco que sen, un segmen to narrati vo por ve-
nir (prolep sis repetiti vas). .
Proleps is comple tiv<ts, por c,icmpl o, la evocac ión nípida,
en Combray, de los f·uturos años de colegio de Maree! ; la
última escena entre el padre y Legran din; la cvocaci c)n, n
propós ito de lns esccnn!'i tle ]as cattley as, de la continu élción
de las relacio nes erótica s entre Swann y Odctte; las des-
cripcio nes a·nticip adas dél cspectó culo cambia nte del mar
en Balbec ; el <munci o, en plena primer a cena en casn ele 11 1
Jos Guenn nntcs, de líl lnnra st'ric ele cenéis semeja ntes, ctc .. '
Todns cs~1s anticipa cionL:s compc nsnn Futuras ~lipsis y pa-
n1lipsis . t\11{\s sutil l'S la situaci ón ele la ültimél escena tic
G11emw nlt!s (visit~l de Swann y Maree! en cc.ts~\ de la duqliL'-

124
sa), que, como se sabe," 0 está permutacla ton la primera de
Sodoma (ccconjunción, Charlus-Jupien), !de tal modo que
debemos considcnu· a lél vez la primera pna prolepsis que
llem\ la clipsis abierta, por su prorin nf1ticipnci6n. entre
Sndm1w r ~,. Sc}(/oma lf ~· In ~cgundn unn nhnlt·p~i~ que 1h-nn
In clip~i~ nhil'l'ln t'll (,·,,,.,.,,tallfr•s 1,,, .. S\1 1'\'i1'1\'IP: pt•rnHHII d,•
inlt•rpnhH·intll'S ,.,.¡d,•nll't\\t'llll' tlllllh ndl\j l''''
,,¡ 11\--;,•\\ q111'
l''\IWI'illll'lll!l l'l 111\ITIIllllr dt• HL'tlhnl' L'l'\1 tri_ HSpt'\'\1) pn)piH·
mente mundnnn del «llllllH.Io de Gut.'nlwntcsv nntes de
abordar lo que llnmn el- upai~njc moral,, ¡de Sodomn y Go-
marra. 1 -

Tal vez se haya advertido aquf In presencia ele prolepsis


iterativas que, como las analcpsis del misi!to tipo, nos ren~i­
ten a la cuestión de la {i·ecuem:ia narrativ,a. Sin tratar aquí
esa cuestión en sí misma, observaré simpl_cmente la actitud
caraclcrfstic<:~, que comdstc, con ocnsión de un<:~ rrimrra l'c';:
(prillll'1·1wso c.ll' Sw:nm ,. Odt•t!l', prinwn\ \'istn dl'l mnr L'll
B:lihl'c, primcrn lw.ciiL' ·L'II el hotel de Dbncil'rcs, primer<:~
cena en GIS;:\ de los Guernwnlcs), en ver por adelantado
toda la serie de casos que inaugura. En el ~<:~pftúlo siguiente
veremos que la mayoría ele las gmnclcs escenas típica~ de
E11. busca del tiempo perdido que se ·refiereh a una iniciación
de ese tipo (<<prcscnt::tciones, de Swann e:n casa de los Ver-
durin, ele Maree! en casa de la se1iora de Villeparisis, en
cnsé:\ de l<:~ duques<~, en CtiS<I de la princes'a), pues el prime1·
encuentro es, e\·Jc.1cntementc, 1a meJor
o . oc<:~smn
1 •
para d cscn-.
1

bir un cspcct<:\culo o un nmhknte y sirvel por lo cJemi:ls, de


p<:lradi~m~l de los siguientes. Las prolepsis gcnernlizantcs
explicitan en cierto modo esa función pahH.ligmáticn ::1l cs-
bozm· un<:~ pcrspcctivn sobre In serie ultcrtior: 1cv~ntnnn n la
que después me nsomm·fa todas l<:~s mm)tinns ... ,. Son, pues,
como toda anticipClción, una señal de impaciencia nnrrnti-
va. Pero tienen té:ltnbién, me par-ece, un !valor inverso, tal
~vez más especfficamcntc proustiano, y que scriala un scnti-
~r.nicnto mÉls bien nostálgico de lo que Ylndimir Jankéll'-
vitch llr~mó un<:~ vez In uprimultimidndn de ln primer<~ ve7..,.
e~ decir, el hecho de que l<t primera vb;, en la medida
::_mism<:~ en que se cxpcl"imcnta intcnsnmef,te su \'alor in<:~u­
_g_\tral, es ::11 mismo licmro y siempre (y<~) unn última \'C7.,

1
125
_?unquc sól;o sea porque es para siempre_la última en haber
_sido la pr~mera y después de ella, inevitablemente, co-
_mi.enza el reino de la repetición y del hábito. Antes de be-
sarla por primera vez, Swann retiene un instante el rostro
de Odette lea cieria distancia, entre·sus dos manos,: es, se-
gún dice e~ narrador, para dar tiempo a su nen~amiento de
acudir y a~istir a la realización del sueño que durante tanto
tiempo había acariciado. Pero hay otra razón: uTal vez fi-
jara tambi~n Swann en ese rostro de Odette aún no poseí-
do, ni aúnibesado siquiera por él, que veía por últim~ vez,
esa mirada con la que, un di'a de marcha, quisiérnmos lle-
varnos un 'paisaje que vamos a abandonar para siempre.••
Poseer a Üdette, besar a Albertine por primera vez, es pel·-
cibir por ú:ltima vez la Odette aún no roseída, la Albertine
aún no be$ada: hasta tal punto es cierto que en Proust el
acontecimiento -todo acontecimiento- no es sino el paso,
fugitivo e i'n·eparahle (en el sentido virgiliano), de un hábito
a otro. 1 .

Como lfi.s analepsis del mismo tipo, y por razones igual:


mente.. eviqentes, apenas encontr.amos prolepsis repetitivas
salvo en elj1 estado de breves alusiones: remiten por adelan-·
t<1do a un acontecimiento que en su momento se contm·n
con todo qetalle. Como las analepsis r~petitivas dcsemp~­
ñttn para ~on el destinatario de] relato una función de evo-
cación, la~ prolepsis repetitivas d~sempeñan un pape] de
a111.mcio y itas designaré también por ese. término. Su fór-
mula canórica es generalmente un ccveremosll, o ccmás ade-
lante se verá», y el paradigma o prototipo es esa adverten-
a
cia prop~sito de la escena de sacrilegio de Montjouvain:
<cMás adehmte veremos que, por razones muy diferentes, el
recuerdo 9e esa impresión iba a desempeñar un papel im-
portante en mi vida .•, Alusión, naturalmente, a los celos
que provoJará en Marcella revelación (falsa) de las relacio-
nes entre 41bertine y la !?Ciiorita Vinteuil. 91 El papel de esos
anuncios fn la organización y lo que Barthes llama el
cctrenzado». del relato es. bastante evidente, por la espera
q~e creanlen la mente del lector. Espera que puede resul-
;::'0 l'll sruido, en el e""' de esos 'mundos de okann·. o
plazo, muy corto, que sirven, por ejemplo al final de un ca-
pítulo, paru indkm; iniciándolo el tcmn del capítulo si-
guiente, como ocurre con frecuencia en M adame Bo1·ary. u~
La estn.1ctura m<is continutl de En husca del tiempoperdiclo
excluye en principio esa clase de efectos, pero quien re-
cuerde el final del capítulo IT-4 de Bomry (aEmma no sabía
que la lluvia forma lngos sobre lns teJTazas de las casas.
cuando los canalones están atascados, y pennaneció así en
su seguridad, cuando descubrió de súbito una grieta en la
pared») no le costa m volver a encontrar ese modelo de pre-
sentación metaforizada en la fr<:1se con que comienza la úl-
tima escena de El tiempo recohrado: ((Pero a veces. p'recisa-
mente en el momento en que todo nos parece perdido, llega
la advertencia que puede s<:1l\'<1rnos; hemos 11amado a todas
las puertas que dan al vacío y chocamos sin saberlo con la
única por la que podemos entrar y que en vano habríamos
buscado durante cien años y se abre.>> 03
Pero la mm;oría de las \'eces el anuncio es de alcance
mucho mas lai·go. St~bido es cuónto importaban a Proust
la cohesión y !<1 arquitectura de su obra y cuánto sufrb al
ver que pasaban desape1-cibidos tantos efectos de simetría
lcjnna y de correspondencias utelcscópicas)). La publica-
ción por scpm·ado de los diferentes volúmenes no podía
sino agravar el malentendido y no cabe duda de que Jos
anuncios a larga distancia, como en la escena de Montjou-
yain, debían servir para atenuarlo dando una justific<~ción
provisional a episodios cuya presencia podía parecer, si no,
adventicia y gratuita. Veamos otros casos, por orden de su
disposición: ce En cuanto al profesor Cottard, volveremos a
verlo por mucho niás tiempo, mucho más lejos, en casa de
la Patron<~, en el castillo de la Raspelicren; ((veremos que
esa única ambición mundana que (Swarm) había deseado
para SU mujer)' SU hija ft.te. precisamente aquella cuya reCI-
JizaCÍÓn resultó estarlc vedada y por un veto tan absoluto,
que Swann murió sin suponer que la duquesa pudiera co-
nocerlas jamas. Veremos tamhién que,. al contrario, la du-
quesa de Guermantes se hizo nmie:a de Odettc '" Gilbcrte
después ele )~, mucriL' de Sw~nn>~: ~uEn cu<mto a· una pena
1:111 pn1hmtlu cnmo In ck mi 111:1drl', _vn ih;l n l'nnot'L"rla un

1,-
L. 1
día, comu l'f'relllns 111éÍs ~1dclanle en l~Stc relrtfon (l'S~l pcn<l
es, t:vidcnfl'mcnl.c, la que provocéln'in la huida v In muerte
ele Albcrtínc); u[Charlus] ~e había rccupr.rado <l~ks de Cé\Cr
m{JS adelante en el estado en que lo vc:remas el día de una
velada en casa de la p1·inccs<1 de Guermantes1·, 04
.._ No hay que confundir esos l.dluncios, rnr definición ex-
plícitos, con lo que debemos llnmar m~.s bien esboz.os, ~
0

-!'implcs <1darajas sin <lllticipación, ni siquiera alusiva, que


· "J_1o encontrarán significado !'ino más adelante y que son
ejemplos del ;:¡t·k, mu~' cl<ísico, de la <<prcparacicínn (po1·
cjt.:rnplo, hacer aparccci·"dcsc!c-•c) principio a llll pcrson~jc
~que no inlcrvL'nc.lr{¡ de verdad sino muchrj m{ls ndelnnte,
como el marqués de la Mole en el tercer capítulo c.lc Rojo
y neRm). Podemos considenu· tales la primera aparición
de Chélrlus y de Gilbcrlc en Tansonvillc, de Odcttc como
Dama Je rosa o la pl'imern mcnclón de la sc1iora ele Villc-
p~ri~is t1 partir c.lc la pú);!ina vigésima de Swa1111 o también,
Jll;JS mé:lnif"iest::\Jncnt<.' f"llnCÍolHd, Ja descripción di..'J (;:¡]ucJ ele
Mnntjouvain, (r;:d misrno nivel que el. ~c.dón (k·! segundo
piso, a cincuenta centímetros (sic) de la ventana)), que pre-
para la situación ~le M.:11·cel durante la escella ele la profa-
naci6n;'111 o, m<ls ir(micnmente, la idea rechazada por M~r­
cel de ci t<Jr delante del sciior de Crécy lo que cree ser el
anom bre de guerra, de Odettc, que prcpa1·a la revelación
ulterior (por Charlus) de la autenticidad, de dicho nombre
y de la relación real entre los dos personajes.'~ 7 La diferen-
cia entre anuncio v esbozo se advierte con claric.lad en In
forma como Proust prcp~m. en vnrias ctap8s,,Ja entrada de
Albe¡·tinc. Primcrn mención, durante una convenmci(m con
los Swann: Albcrtine aparece nombrada como .r..;obrinn ele
los Bontemps y ju7.gada adc cxt1·aña fach<1» por Gilbcrtc:
simple esbozo; segunda mención, nuevo esbozo, por la pro-
pia sc1iora Bontcmps, q1,1C calirica a su sobrina de «descara-
da», de <(pieaJ'uela ... astuta como un monon: ha recordado
en púhlico a unr:t mujer de ministro que su padre era pin-
che; mucho m;:ís ndel<1nlc, dcspul~S de lt~ 111\JCI"(l' dl' Alhcrt-i-
nc, se rt'I.Tll·c.l::II·CÍl':<plkiturnt'lliC esr: rctrnto y se lo dc~ignaní
corno <(germen insignific~mtc (que) se clcsnrrollaría y c:·<tcn-
c.kria un dí<1 por todll mi ,·idn,; rr:rc:cr~1 mención, anuncio

128
<llll 0nt kn l'~íl vez: ,, Hubo unn tlisputn en !c<:~~n porquc no
<lcomp<:~ii0 ~ mi pndrc r1 unn ccm1 oficial. i:\ la que debían
t1sist.ir los Bonlcmps con su sobrintl Albertlne, muchachita
casi niiin ntl!l. Los difc1·cntcs períodos de jnucstra vida se
supe1·poncn así uno a otro. Nos negamos 1 desdeñosamcn-
te, por lo que ntn<mlos y que un día nos ~eró totalmente
igual, a ver lo que nos es igual hoy, que mmiann nmnrcmo~.
que habríamos J1odiclo tul VC7., ,r;;j hubit•ram4s c:\CCptado \'el"-
lo, amnr anlcs. ,. que h<:~hría nhrcviaclo así nuestros sufri-

m1cntos 1 • 1 • • 1 • t 1 t
~lclu<l l'S, pnra su 1St.Jtlllr os, CltT o es, por o ros."
"~
_8 difercncitl del anuncio. el esbozo no es, puhs. en principio,
_en el lug<u· que ocupc:Y en t:l texto, sino un ce germen insigni-
. l"ict~ntcn, e incluso imperceptible, cu~·o v<~lo'r de germen no
se rcconoccr:.í h<tsta mc:\s ndclantc y de fo~nn rctrospccti-
.~a.or¡ Ademtís. hay que tener en cuenta la pdsible (o, mejor.
vm·iabk) ·c:o111petencia n;,rratiYn del lector, n 1acidn ele In cos-
1
tumbre, que permite descifrar cndn \'e7. mtí s deprist:1 el có-
digo IH11Tiltivn l'n gcncrnl. o propio tll' tal ~(·ncro, o de !i'll
obr;:~, e identificar los ~tg0rmcnes>> desde su¡ apt~rición. Así.
ninglln lector ele !Páll !lirch (<~yudndo, cierto es, po:· ltt nn-
ticipüción del clcscnlacc ~·por el propio tftulo) puede dc,iar
de idcntilknr la caída de Tván sobre la falleba como el ins-
trumento del destino, como el esbozo de la\ alwnía. Por lo
, ' ' l. ji '-
1
C.CJ11t1S, L'l1l'S<.1 competencia lllJsma se oasa e¡ <llltor rartl cn-
g:ailar ni kctor <ti proponerle a \'Cccs fnlsos c~bozos oscl/ue-
los1011 -bien conocidos de los aficionados o 1las novelas po-
licí<~cas-, sin pcr,iuicio, una Vc7. adquirida p or el lector csn
compell'ncia de segundo g:ruc.lo que es la ::~ptitud pam cletec-
lar ~... por lnnto, desbnr(ltúr el señuelo, de prbponcrlc falsos'
sd1ue!os (que son auténticos esbozos) y t1sf ~ucrsh·amcntc ..
Snbiclo es hé:tsta qué punto juega Jo verosfmi\ proustinno -:
h<~sac.lo, scr.:ün la cxrrcsión de Jcnn-Picrre Richard, en la!
<dógic~ de ._la inconsccucnci<:~))-, 101 en partidular en lo que
se re riere <:1 le:~ homoscxu<~lidnd '(v su .variantd su ti 1: la he te-:
rosexu<:~lidt~d), con ese complejo.sistetn<l de e~rcm.r;;. fn.Jstrll-
1

d::ts, sospechas c.lcfmudncléls, ·~orprcsns esrc\rmlas y 'al rr-


na 1 tanto mé1s sorprendentes por ser espera~das y at'm así
proc.ludrsc, en virtud de ese principio para totlmi'lo~ efectos
de qu~ <,e) tr~dJn.io de ill c.:mls<lliclacl ... acab9 produciendo

1 129
casi todos l'?sffcctos posibles y, por consiguiente, tmnbién
los que habta os creído que lo eran menos)): 102 aviso a los
aficionados a las cc]eyes psicológicas» y a las moth•aciones
realistas.
Antes· de abandonar las proler>sis narrcl.tiva!'i, falta por
decir unas p91abras sobre su antplitud y s.;bre la posible-
distinción, también aquí, entre prCJlepsis parciales .y com~-­
pletas, si ten~mos a bien conceder esa última cualidad a
las que se pr?longan en el tiempo de la historia hasta er
<<desenlacen (en el caso de las prolepsis internas) o hasta er
propio mome~to narrativo (en el caso de las prolepsis ex--
temas o rnixt1s): apenas encuentro ejemplos de ellas y pa::-_
rece qu~. de hecho, todas las prolepsis son del tipo parcial,_
con frecuenci~ interrumpidas con tanta libertad como se
las había inidiado. Marcas de prolepsis: «Para a11ticipar,....
puesto que· apenas acabo de terminar mi carta a Gilber=--
te ... »; «para a1~zticipar unas semanas el relato que reanuda-
remos justo d;espués de este paréntesis ... n; «para anticipar
un poco, ya q\)e estoy aún en Tansonville ... n; ccdesde el día
siguiente por ~a mañana, digámoslo para anticipar... >>; ccan-
ticipo muchos¡ ai1os... » . 103 Marcas de fin de prolepsis y re-
gre~p al relatq primero: ce Volviendo atrás, a esa primera ve-
lada en casa <:;le la princesa de Guermantes.:.>>; ccpero ya es
hora de alcanzar al barón que avanza, con Brichot v conmi-
go, hacia la pperta de los· Verdurin ... »; <evo/viendo atrás, a
la velada en casa. de los Verdurin ... n; «pero hay que 1'olver
atrás ... »; ccperq después de esta anticipación, volt;amos tres
años atrás, es pecir, a la velada en que estamos en casa de
la princesa de Guermantes ... ll, 104 Como vernos, Proust no.
siempre r~tro1ede ante el peso pe lo explícito.

La importa\ncia del rela'to ccanacrónico>> en En busca del


ti~mpo perdidd está vinculada, evidentemente, al carácter
retrospectiva~ente sintético del relato proustiano, en cada
1

inst;:t.ntc prc~e?te ·todo él en la mente del narr;:t.dor, que -


de~de el día en que percibió en un éxtasis su significado
unificador- np cesa de stljetar todos sus hilos a la vez, de
percibir a la V¡cz todos sus lugares .v momentos, entre los

1.50 1
cunles L'S cnnstanll'mcnte c~p<.1z dL' L'St<lblcccr una multitud
de reludont.'.S cdclescópicas>•: ubicuidad espacial. pero tam-
bién temporal, uomnitcmpomlidad>> que ilustra perfecta-
mente In página de El tiempo recohrado en que, delante de
la seiinrita ele Saint-Loup, el héroe reconstruye en un ins-
tanti...· la «red de recuerdos, enmurañados c.n que se ha con-
vertido su ,·itlu _,.que va a llegar a .ser el tejido de su obra.'P'
Pero los prorios conccrtos de retrospección y anticip~­
ción, que 1\mci<J.mcntan en ccpsicología, las categorfas na-
rrativas de !a analepsis ~· la prolepsis, suponen una con-
ciencia tempon:d pcrkctumente clara y relaciones sin am-
bigüedad entre L'¡ pr·escntc, t.!l pas<~do y el porvenir. Sólo
ror las nccc.sidndes de la L'XJlOSición, y a costa de una es-
quemntización abush·r~. he rostulado hasta ahora que era
siempre risí. En re:::didad, In propia frecuencia de las inter-
poJacioncs ~. su enmarañamiento rccípmco siembra tíll
confusión, que n H'ces r·esulta insuperable par¡:¡ el ccsimplc"
lector e inclu. .•m r•u·ul'l analista m<ls resuelto. Pnra terminar
~stc carítuln, ,·nmos n e;-,;<~minztr <~lgunas de esas cstructll"
ras ambiguas, que nos conducen al umbral de la pura ~·
simple acronía.

Hacia la acronía

Desde nuestros primeros micro~n<llisis, hemos encon-


trado cjemrlos de ·~n~croní~s complejas: prolepsis de se-
gundo grado en el seg:mcnto tomado a Sodoma y Gomo11·u
(nnticipación de 1<1 muerte ele Swnnn sobre anticipación ele
su almuerzo con Bloch). pero también analepsis sobre pro-
lepsis (retrospeccic'm de Franc;:oise en Cornbray sobre esa
misma anticipación de las exequias de Swann) o, al contra-
rio, prolepsis sobre anéllepsis (por dos veces en el fragmento
de lean Santeuil, evocaciones de pro~·ectos pasados). Tales
efectos en segundo o tercer grado son frecuentes en En
husca del tiempo perdido tanto en el nivel de las cstnrctur;Jtit
narrativ<~s grandes como en el de l<1s medias, aun cuando
no tengamos en cuent;:¡ ese primer gr<1do de anélcronía que
es el de la cunsi-tut<did<lcl del relato.

!31
L~ si!U<H..:ir)n típica en nue::;t.ro fragmento de Jean Snn-
reuil (recuerdos de Dnt icipncioncs) se ha dispersndo en El'l
husca riel rie/11¡}() fJf'rdicln en los dos personajes snl idos por
csci si pa rielad de 1 ht: roe ¡wi mili vo. El regreso a 1 m a tri mon io
ele Sw<~nn, en 1\ la somllm de las muclzachas c11 flur, cntrettia
una cvocllción retrospectiva ele los proyectos L:c ambición
mtmdana pllt'a su hi.ia y su (f1.1tu··a) mujer: .. cuando Swann
en sus momentos ele cnsuci'1o vcí;•. a Ode,~c convertida en
·su mu.ier, se imagimd1é.1 inv:1riablementc el momento en
que 1::1 conduciríLI, a ella y sobre a todo a su hija, a casa de
18 princesa eJes Laumcs, qt1c pronto llegaría a ser duquesa
de Gucrmantcs ... se enternecía,· cuando inventaba, a~ enun-
ciar l<1s propias palabras, todo lo que la duqucs<1 diría de
él a Odct te y OcJcttc a la sciiora de Guermantcs ... Se repre-
senté\ ha p<~ra sf mismo la escena eJe la presentación con la
misma prccisi6n en el detalle imaginario que la gente que
examina cómo emplearía, si lo gnnt~ra, un premio ele lotcda
cuy() monto fija arbitrariamcnte,,,lllto Ese cccnsueiio con los
oj(JS <1bkrtos" es prol~plico en cuanto fontusmé.l ocariciado
por Swunn antes de su hod<~. analéptico en cuanto que Mür-
ccl lo recuerda dcspuó de dicha hodn, y los dos movimien-
tos se componen p<1r<1 <mulm·sc, con lo que colocnn el fan-
tasma en coincidcricia pct{ccta con su cruel ref-utación por
los hechos, ~'a que ahí tenemos a Swann casado clcsde hace
varios al'ios con una Oclettc que sigue siendo in desea blc en
el salón de Gucrmantcs. Cierto es que él· mismo se ha ca-
sacio con Odcttc cuando ya no la amaba y que ((el ser que
en [él] tanto había cleseudo vivir toda su vida con Oclettc y
tLin pocas esperanzas hu bía tenido de conscgu'irlo ... ese scT
estaba muerto''· Ahí tenemos, pu.cs, confrontadas ~1hora, en
su irr)nic<~ contnlc.licción, lr.1s antiguas resoluciones y las
realic.léHks presentes: resolución ele elucidar un día las mis-
tcriosC\s relaciones de Odctte con Forchcville, subsliluicJa
por una ,total falta ele ntriosiclocl: «En otro tiempo, cuando
sufría tanto, se había jur<1tlo que, en cuanto clcjarCI de r:~mar
a Oc.lettc, perdería el miedo a disgustnrla o a hacerle creer
que lll amaba dcmnsinc.lo, se ciaría In sntis[t~ccic)n de eluci-
dar con L·lla, por simple amor a In verdad y como si se tr;-~t<lra
de un ht:cho hist(¡rico, si Forchcvillc se lmhía m:ostm\u <J no con

132
ella el día en que ~1 h<~hía llamado al hmbre v ni cristo! ~~in
que le <1brien:m y en que ella h<Ü"Jía cschto a Forchcvillc que
hnhía .<.:ido un t in su.vo quicn h:ll'1in wnido. Pero el prubkma
tan inlcrcsL\nte, que ~úlo espcmba ni fin U_e sus celos para m:la-
rarlci, había perdido todo interés p~ra Sw<~nn, precisa-
mente cuando había dejado de estar cbloso.n Resolución de
maniFcsll.ll' un día su in~lifercm:in por )·enir, sub~tituidn pm·
la discrcci(m de la indifcrenci~' auténtica: ((Mientras que en
otro tiempo SL' hübíü jurado, si <llgun~ \'ez dejaba de nmnr
1
ú la que no <.ldivinaba que fuera a ser un dfa su mujer, ma-
nifestarle implücé.lblc su indifercnciü,lpor fin sinccm, p::lra
vengar su orgullo por t::lnto tiempo humillmio, esas rcpre-
.
' que a 11orn . poc.1,m I.?JCrccr
sa 11as sm . 1 ... , esas represa ¡·ws
. nesgas
ahora ya no le interesaban; con el amor había desaparecido
el deseo ele mostrar que ya no amaba.>r Igu::ll confTontaci6n,
v(a al pas::ldo, entre el pn:sente dadq por descontado ~· el
presente real, en Marcel <<curado, al fit) de su pasión por Gil-
berte: «Ya no deseaba verla, ni tenía 'el deseo de mostrarle
Riquicrn que no lcnín interés en \'cria y ~uc cada d(a, cuandt? )<1
amahn, me promelín manifc!ilürlc cuan,do dejara de amnrlan:
o, con un .<.:igniricndn p:-;icológit:o ljgeramL·ntc difcrL·ntc.
cuando el. mismo Mnn:el convcrtido¡cn el uas•> par::\ Gil-
berle y as1duo del comcdm· de Sw::llllr,.cn vano se csft.lcLr.ü
por recuperar, para calibrar el progrpso logmdo, la scn~a­
ción que tcní::l en otro tiempo de la inaccesibilidad de c~c
<dugar inconcL·hibk>~, no sin atribuir ~1 propio Swann pcn-
samicillo.s nnüiol!os en cu::lnto n su vid" con Odcttc, nnl.i!luo
<tparaíso incspcr~1do, que ya no habríb poclido imaginar-sin
tlll-b::lción, con\'crtido en realidad prhsaica y sin el menor
¡n- ¡ 1'
encanto. ' Lo pro,\'L'ctm o no ~e prodpcc, lo que no ~e atn•-
vía a cspl'rnr SL' n·<dir.::l, PL'ro en el rr\omcnto
1
en tltlC •"::l no
se desea: en los dos crt~os d presente viene ::l-supcrponcr~e
1
al é\ntiguo futum cuyo lugar ha ocupado, refutación retros-
pectiva ele unn anticipación errónea.!:
Movimiento inverso, evocación an;titipada, dcsvfo ya no
por el pasado, sino por el porvenir, c¡acla vez que el nnn•n-
dor expone por adclantéldo cómo rcci~Jirá inform::lción m<.\s
ndclnniL' tk llll <H:ontccimicnto actunl (o de su si~nilkr:ulnl:
nsí, cunmlo, all·onl~lr un~' disputa r:nÚ·e el ~dior .~·in sr:C10rn

1 o 133
. ¡ .
Verdurin,j precisa que se la relatará Cottard «unos años más
tarde11. El vaivén se acelera en esta indicación de Combrav:
«Muchos )años después, nos enteramos de que, si aquel ve·
r~no .hab(amos comido casi todos los dias espárragos, ha-
bta s1do porque su olor daba a la chica de la cocina encar-
gada de limpiarlos ataques de asma de tal violencia, que
~cabó ~ifndose obligada a marr.h~~se.1> 10 R Se vuelve casi
mstantan,eo en esta fTase de La pnsto11era · ~~Me enteré de
que aquc1 día se había producido una muerte qu~ me dio
mucha plc:na.' la de Bergotte)), tan. elíptica, tan discreta-
mente an1om1ca, que el lector cree pnme1·o haber lcfdo: u me
enteré a9uel día de que se había produCido.~.n. 10 Q El mismo
ir y vcn'i~ en zigzag, cuancloel nan-ador int1·oduce un acon-
tecimien o presente, o incluso pasado, como va hemos visto
en las úl imas púginas de A la sombra de las- muclwchas e1·1
flor, que nos trasladan a las primeras semanas de Balbec
pasando por los futuros recuerdos de Maree! en Parfs; asi-
mismo, ·uando Maree! vende n Una intermediad<~ el ca-
'napé de 'a tía Léonie, nos enteramos de que hasta <<mucho
más adefante~> no recordará haber usado, mucho antes, di-
·cho can9pé con la enigmática prima que hemos visto: ana-
lepsis sobre paralipsis, decíamos, pero ahora hay que com-
pletar eJa fórmula añadiendo: vía prolepsis. Esas contorsio-
nes narrfttivas bastarían sin duda para atraer sobre el ñipo-
tético j9'ven la mirada suspicaz, aunque condescendiente,
del herrreneuta. .
. Otr'? ¡efecto de estructura doble, u~a primera anacronía
·puede invertir, .invierte necesariamente, la relación entre
una an~cronía segunda y el orden c.le disposición de los
·acontecimientos en el texto. Así, el estatuto analéptico de
.Un amor de Swa1'111 hace que una anticipación (en el tiempo
de la histol"ia) puede remitir a un acontecimiento ~~a abar-
cado P~f el relato: cuand<;> el narrador-compara la angusti.a
vespert11na de SwanJt. pnvado de Odette, a la que cxpen-
mentar~ él mismo uunos años después,, las noches q~te e.se
mismo Swann vendrá a cenar a Combray, ese am111cto dte-
gético ds al mismo tiempo para el lector una evocación na-
rréltiva,/ puesto que ya ha leído el relato de esa escena unas
doscieltas páginas <cantes~>; inversamente ·y por la mismrt

134
r:u.ón, In rderL·ncia a la angustia pasada de Swann. en el
relato de Comhra~·, es para el lector un anuncio del relato
por venir de Un w1wr de Sll'ann. 111 ' La fórmula explícita de
tales anacTonías dobles seria, pues, algo así: ccHabía de lle-
gar después, como hemos visto ... >> o: uYa había llegado.
como \·eremos m8s adelante ... " ¿Anuncios retrospcctiYos?
¿Evocaciones anticip"'torias? Cuando lo trasero está de-
lante ,. lo delantero detrás, definir el sentido de la man:hCI
se vu~lve tan?a delicadn.
Otras tantas i:\nacroníns comrlejas. analcpsis prolt~pti­
ca~ '! pt·olepsis anCih~pticas, que perturban un poco los con-
ceptos tnmquilizndore s de rctrospección y anticipación.
Recordemos también la existencia de esas analepsis nhier-
tas, CU)'<:I terminación no es localizablc, lo que lleva consigo
inevitablement e 18 cxistencin de segmentos narratiVos tem-
poralmente indefinidos. Pero encontramos también en En
husca del tiempo f'erdido nlgunos ncontecimic-nto s dC'spro-
vistos de rdcrencin tcmpornl alguna y que no .podemos ~:­
tuar en modo alguno en relación con los que los rodc:'ln:
basta para ello coFJ que estén vinculados no con otro acon-
tecimiento (lo que oblignría rtl relato a definirlos como an-
teriores o posteriores), sino con el discurso de comer..tarios
(intemporal) que los acompaña y cuyo importante papel en
esta obra conocemos. Durante la cena en casa de Guennan-
tes, a propósito de la obstinación de la señora de Varamhon
en emparentarlo con el almirante Jurien de ln Gra\'icre y.
por tanto, por extensión, de los errores análogos tan fre-
cuentes en la buena sociedad, el narrador evoca la de un
nmigo de los Guermantcs que invocaba ante él el testimo-
nio de su primn, la señora de Chaussegros, persona total-
mente desconocida para él: podemos suponer que esn anéc-
dota, que entraiia cierto m:ance en la carrera mundana de
Marcel, es posterior a la cena en casa de Guennantes. pero
n~cla permite afirmarlo. Después de la. presentnción fallida
a Albcrti ne, en 1\ la so111hrn de las muchachas en f7or, el nn-
rrador propone unas retlexiories sobre la subjetividad dtl
sentimiento amoroso y después ilustra esa tC"oría cnn el
c.iemplo de ese prorcsor de dibu.io que nunca había s<:~bido
el color de los cabellos de una amCintc a b que había que-
r id o <1 p <.1 si o na d"
m en te y que 1e h n h í n c.l cj a el o un n h ij n
(rd-Juncr~ vi sin som1wcron). 111 Aquf ninguna rcfc¡·enciél de
1<1
contenido pt1L'th~ ayuc.lr~r ;d r:~n~listn n dcJinir el cst:tl\llo de
unr.t ::Jní1crnnf<t Jll"ivndn de tod;:1 rclnci6n tcmpo¡·al y q11<..' de·
hemos, pues, consicll~r<tl·, un ncontecimiento sin Fcchn ni
cdélcl: unLI e1cronín.
Ahora bien, no es sólo tal <1contccimicnto aislado lo que
manifiesta ;tsí la c<lpélcidad clcl rc!oto par·• liberar su dis·
·posición de tod<1 dt.·pcn<.lcnci<~, ni siquiera invers<1, respec-
to del orden cronológico ele 1::-~ historia que cuenta. E11
husca del tiempo perdidrf prcsc11ta, al menos en dos puntps,
auténtic<~s estrucrums ac:rr)nicas. Al fimll de Sodama, el.iti-
nLT::~rio del «Tr~ms:11l:ínt icn, y la sucesión de stl.'; pamelas
(DrmcitTcs, M::~ineville, Grnl!cvl\st, Hcrmcnonvilk) deter-
minan un<~ cnrl:.1 sccucncia nc.nT<~tivu 11 ·' cuvo orden ele suce-
si6n (con lr<t tiempo cll' More] en el burdel. de Mai ncvi llc -
cnn1cntro del Sr. de Crécv en Grattcvasl) nmla debe n 18
rcbción temporal entre io~ do~ ncontecimicntos que lLI
componen y todo Lll hecho (por lo demás, diacrónico, a su
vez, pero de uno:~ diacroní<~ que no es la de los Clcontccimien-
tos cont<~dns) de: que L'l lrcnccitn pas<J primero por Maincvi-
llc y después por Grt~ t lcvast y que esas estaciones evocan
al narrador, en CSL' orden, anécdotas rcJacionaduS coi'!
cllas. 113 Ahora bien, como ha observado muy bien J. P.
Houston en su estudio sobre las estruct\.]ras temporales de
En husca del tiempo perdido, 114 esa disposición <<gcogrófic8,
no hace sino repetir y manifcstm· la ele las cincuent8 ülti·
mas páginas de Comhray, más implícitn pero, más impor-
tnntc desde todos los puntos de vista, en que la secuencia
nl\JTntivn cst{l rcgidu por 1::1 oposición hncicnda de Mésé-
glisc/hncicnda de Gucrm<mtcs y por e:.•l c.dejamlento cacl::~ vez
mayor de los parnjcs con relación 8 In casa familiar du-
rante un paseo intempo1·al y sintético. 115 La sucesión: pri--
mera aparidón de Gilb0rt.c - mliós a los majuelos - en·
cucntro de Sw<.1nn v de Vintcuil - muerte ele Léonie - es-
cena de profan<lció.n en casél de Vintcuil - npe1rición ele la
duc¡ucs;1- vist::1 de los G1111panc:1rios de Martinvillc, est1 su-
cc~ión no tiene rclacir'm :1lgun8 con el orden lcmpor~d de
lrJs ;H:on1ccimil'nlos qur..· l;t componen o s(Jlu una rl'l<lci(ll1
1
de coím·idcm:iil pa1-cinl. Depende csL·ncirl.lmcntc de lt~ loGl-
iizm:i~·m dl·.los pnmjcs (T,c:~nsom·illc- ll~jl\.lm de Méségli~c­
Mnnl¡ou\''1111-l'L'l!:l'L'SO n (.ombnl\· - hnc~tmdll de Gucrmiln-
tes) ~:.por t;mt<;, de unn IL'lllJlOi·alidml rn;uy distint<~: oposi-
ción entre los diLls ele paseo en Méséglisc ¡v los clítls ele paseo
héH:ia GucTm<~ntes \' en el interior de ca 1da .una de las do~
series, onlcn arro~imaclo ele l<lS ((cstadionesn del paseo.
H<~y qllL' conl\1ndir ingenué\mentc el ordeh ~intag.mático del
relnto ~· el orden temporal dL~ la historjia rara imaginnr.
como hacL'n los lectores aprcsurndos, que el encuentro con
la duqucsil o el cpboc.lio de los campana!rios es posterior il
la csct'llil de Mnnt jouvrdn. La n•rdacl es ¿ue el nLirr<~dor tc-
níil las t':::t7.011L'S m~s L'\'itlcnlL'S paril agn.tpar, con desprecio-
de toda cronología, aconll'cimientos en relación de próxi-
miclr~d espacial, de identidad de climn {los paseos en Mésé-
glise se producen siempre con mal ticmr?. los ele Guerman-
tcs con buen tiempo) o ele p<ti-cntesco temático (la zon::l de
Méséglise repre~ent<t la faceta crótico-af~ctivn, In de Guer-
manles es la facetr~ cstétic<t del mundo d'e la infr~ncin), con
lo que 111Llllil'icsta asf, i11ús ~· me.ior que riadic antes que él,
In cupm:idml de Ollfrmun¡t'a fC!IIrpural del !relato. 11 t-
l
1
1
i
1
Pero sería totalmente im"!til pretcnclc r sacar conclusio-
nes definitivas sólo del análisis ele las ahacronías, que no
ilustran sino uno solo de los rasgos const~tutivos de la tem-
poralidad naiTiltiva. Es bastante evident~. por ejemplo. que
las db:;torsioncs de l<t durnci<Jn contrihmicn tanto como l::1s
transgresiones del orden cronológico tl fri cm<mcipnción dl'
esa tcmponditlllcl. De éstas vnmos a ocuparnos·ahor<~.
' 1

i
1~
l. Chl'istinn Mct7., Es5ais sur sip1i(icátio,lr atr ci11ém(1, Klinck-
sicck, Pru·fs, 1968, p. 27. 1 · · ..
2. Vénsc Gunthcr Müllcr, nErznhlzcit und crztihlte Zcitn, FC!sts-
c'lll·i(t ¡¡·¡,. 1\lrrc/.:hnnr. 194~. l'l'rruducido en ,\!nr¡l/rnfngi"cltc Pnr·til-·,
T11hing:~. 1ll6H.
.l.. Tl'."l i~o o c'nntmrin esru <lprccincir'm de
1

ruct
sobre lns Rrrhi-

l 137
ló~i~as de J~mblico: 11La disposición de su plan carece de arte. Ha
seguido groseramente el orden del tiempo v no ha seguido el ejem-
plo de Horryero de lanzar en primer lugar al lector en medio del
tema» (Tratp.do del origen de las novelas, 1670, p. 157).
4. 11Entre en primer lugar en la acción. Tome su tema ora de
t~avés ora po_r la cola; Pc;>r último, cambie de planes, para no ser
stempre el ¡-msmo» (llfus.wns perdues, ed. Gnrnier, p. 230,1.
S. Études Sl<r M. Beyle, Skira, Ginebra, 1943, p. 69. .
6. Les ~elles Lettres, p. 3.
~· Y má,s aún, si tenemos ~n cue~ta el primer scg111ento, no na-
rrativo, en .el presente eJe la !nstanc·~~ de narruci,jn, por t'anto, en
el moment9 más lardfo posible: ((Canta, diosa.=
8. Pléiaae, p. 674.
9. Entramos aquí en las confusiones (y las desgracias) de la tcr-
minologfa.¡Pro!epsis v analepsis presentan la ventaja de rormar
parte por su radical de una familia gramático-retórica algllnos de
cuyos otros: miembros nos servirán más adelante v. por ott·a parte,
tendremos que jugilr con la oposición entre ese radical -·lt!!'sis, que
en griego d:csigna el hecho de tomar y, por tanto, nnrrat.ivnmcntc,
tomar a cargo y asumir {'prolepsis: tomar por auelantado: analep-
sis: tomar a posteriori) y el radical -lip.,fs (como en elipsis o para-
lipsis), quej designa, por el contrario, el hecho de dejar, de pasar
por alto. Pero ningún prefiJo·procedente del griego nos p-ermllc do-
minar la oposición profana. Por eso recurrimos a anacronía, que es
perfectamente claro, pero se sale del sistema, y cuya interferencia
de prefijo con analepsis es enojosa. Enojosa, pero significativa.
10. II, pág. 712-713.
11. En jefecto, una de las habitaciones evocadas es la uc Tan-.
, sonville, ery la que Maree! no durmió s1no durante la estancia ton-
tada al final de La fugitiva y al comienzo de El tiempo mcobrado.
El períodolde los insomnios, necesariamente posterior a esa estan-
cia, podrf~ coincidir con una y/u otra de las curas en una casa de
reposo que siguen y enmarcan el episodio Parfs en guerra (1916).
12. Lesi Voix narratives, primera parte, cap. 1I y passim. De la
distinción entre protagonista y narrador volveré a hablar en el úl-
timo capíililo. ·
13. De~pués de la magdalena, el Combray "totaln quedará inte-
grado a los recuerdos del insomne. · -
14. Perh, ¿acaso no es el .papel de Swann en la escena de la
ho:a de ad,o_sta(tfpicamente paterno? Después de todo •. él es quien
pnva al mno de la presencia de su madre. En camb10, el padre
legal se m0estra en este paso de un laxismo culpable, de una com-
placencia purlona y sospechosa: <(Ve con el niño.•, ¿Qué conclusión
sacar de ese haz? ·
. 1S. IZ?t/sions perdues, G·amier, págs. 550-643.
16. Fzgures !1, p. 202. ·. .
· 17. II, lpá~s. 257-263.
18. TTI 1 pags. 574-S82. . .
19. ': r~s. 467-471; JIT, pa~s. M4-67.1; 111. pags. 1H2-l HH.

138
. -
~--
20. 111. pags. t. t·I'J:J. e.,. p. -,1,
~-
'--.
21. J. p. 72-tW _ .
22. l. p. 718: 11.
p. 83: fi p. _:,23; IT_l. p. 80_8._Supon_lendo. clnro
cstL\, que se ton1L'Il enteramente L'n seno csns rnfonnac10nes retros-
pccth·~s. lu quL' constituy«: In le_,. c.kl ;:mólisis nnrmth·o. El crítico.
por su pnrtt·. pul'de igunlml'ntl' et111siderar tniL·s alusiones IL~pc;us
del autnr, vn qtlL' t~d \'L'l. 1~1 hiugrnlia dl' Proust sr pro~·ecte moml'n-
l~íneamL'lliL' L'll \:1 Lk Mn.n:cl.
2.:.. Ll p;¡r·<dipsis de lus I'L'II.ll'Íl'IJS L'S lll<ÍS hkn un~ r. . lsLI omisii·Jil.
l<tmbi0n ll<llll<td;l prl'IL'ricic'lll. Aqui. 1~ p;-¡r:~1lipsis en cuanto figurn
n~l!Tath·;:¡ sL' opui1L' <1 1\\ dipsis l'Oillll deior de ladn se opone íl dc!iar
t'll su siTiu. i'vl<i~ ;1Lkl~nte \'oln·rL'111t•~ a ,·L'r la paralipsis como IL'nt>-
111 L' no d L' 111nrln.
24. ITI. p;igs. 1LJ9-20 1; " menos que consideremos elipsis el trn-
lnmientu itL'rntin•Lk l<.ts primcn1s mesl's de ,·idn común con Alher-
LillL' ni C(llnkni'.u Lk /.11 prisirnll'm.
2:i. 11. p ..1.71.
26. l. p. :;7~.
27. •rPrillla (1111;1 !1l'Ll11L'Ii:ll. i\li Íllki;Hinra: l, p. :"7~ ... ClhSL'l'\'~1.
impL'I'Illl~h;~hiL·' ,,l'l'L·iso. L'l IIHiin· Lll' 1lltl11hrL'S dL' ¡wnamas Lk Cla-
l'LIC ,. Fcrr0.
iH. Es e il'rto que t ienc dos h~' bi tncioncs, con t iguns, y pa~~ a
una mientras se aire\\ la otrn (J. p. 49). Pero, si es así. la cscenn se
vueiYe c.le lo más arriesgada. Por otrn parte, no está clara In rcl:-~­
ción ent-re ese rrcannpé" ~· la cama descrita en la p. 50, con su col-
cha de flores de •rolo!.~ medi<tno, regajoso, SOSO, indigestO y alrut;J-
do», donde cljun·ncisimo MnrCL'. "con un ansin inconfcsad<'\n. ,·al-
vía SÍl'l11TJl'L' íl "cm·iscn¡·sc". lkiL'IlHIS ese problemn ::1 los cspccialis-
tns v n:cordL'IlHlS qul' L'n In rrCunksiün tle una muchnchr~•• de l.ns
plac'f!rc's y los chos 1a "in ici~H:i(m" es l'n t re la he1·oina JL· ca torce
ni'ios ~·un rrrdmiton de quince, ~~~·"muy \'ÍCÍO."D'' (PIL;iudc, p. ~71.
29. En e cap. !Tl voln:rL'mns a hablar del itcrnti\'o en general.
30. 1, págs. ~0~-~23.
31. págs. Y5.~-955.
32. Bau(ormen des Er~iilllms. Stuttgnrt, 1955. 2" parte.
33. III. págs. 86tt-~69: d. 111. pógs. b23-655. Ill. p. 8.5:=i y T. pá~s.
672-674.
34. Rccorclcnü.Js que la sens<lciún de hastío ante In hilera ele {Ir-
boles habííl siclu pnn:1 Mr1rcel L'l sip:no de la \'OCL~ción literLtri~ t'rus-
trnda v, po•· tnnto, del frnc::~so (k su vida.
35.' 11. p. 425: el'. l. p. 700.
36. 11, p. 158 .
.,,37. l, p. 577' .
38. III, p. 344. .
39. III, págs. 54-55: al ,·olvcr a su casa con celindas, Maree! tro-
pieza con Andrée, que, pretextando una alergia, le impide enttar
·en seguida. En realidad. ese día ésta estaba en situación culpable
con Albertinc.
40. TTT, p:i.!.!~. f>OO-AO 1.
<~l. nr. pú¡!s. 1029-lo:.o.
42. V~;:~sc .Jcan-Yvcs T01dié, Pmust el le Roma11, Gallimarcl,
1971. p. 124.
43. l, p. 738.
4 1. ll' r>. 2 (, 7.
1

4:'1. 1JI, p:ígs. ~q 1 .v 70 l.


46. [[, J1<'11lS. 573 y 681.
47. rr. rnígs ..173 'Y 721.
41'. 1l. pú[~"· Rtí~. y ~92.
49. lJJ, póp:s. 56.1 y 574 .
.so. 11. p. ~83.
5\.11,p.l38y 176.
52. J. p. 7R6 y lJ, p. 776. ,.
53. 1, pflgs. 160-16!) y lfl. p. 261. !
~4. r. 11 . 623 y nr. p. 69.~.
55. T, póg.o;;. 155-180 ~· lH, p. 6RI.
56. I, pflgs. 2.31 y 'J71.
57. IfJ, j1Ú1_!S. )]'),52'), 599-601.
58. 11, p. 1120 y III, p. 3.17.
59. T, p. 1M.
60. Fi¡~urr.c;, p. óO y Figun·s fl, p. 242.
61. r. p. 141 .v m. p. ó94.
62. T. pfq;rs. 12. .v l.'lH.
63. 111. p. 6lJ7.
64. Ouc l<t zona ele M~sl-glisc cnc~rn;,1 la .scxl.mlidmllo muestra
ciCirnmcnte esta rr:-~sc: "Lo que YO clcscnha tan fcbl'ilmcntc cnlon-
c:cs. cll<1 hé1hdn podido, si .vo lluhic1·;:¡ snhido comprcndcl-lo -:v· n~co­
noccrlo, permitirme snhon.:nrlo desde mi ndolcsccncin. M:.ís com-
plclC~nH:nte CILill ele lo que yo hah!n crefdo, Gilhcrte perlencdn !:.'11
nquclla t:pocn de verdad n Ir~ 7.0na ele Mé.séglise>~ (Ill, p. 697).
65. Roussninville bajo la tormenta es, evidentemente (como
m<:1s adelante Parí!' bajo 'el !l.lcgo del cncmigtJ), Sodoma y Gomarra
bajo el rnyo divino: uÁnte nosotros, a lo lejos, Roussainvillc, tierra
prometitla o mtlldita . en cu~•ns paredes nunca habfa penctmdo yo,
Rous!-iainvillc, cunndo la lluvia h<:~bfa ya cesado pnra nosotros, se-
guía castigada como una aldea de la Biblia por todas las lnnzas
cle la tormenta que flagelnban oblicuas las moradas de sus habitan-
tes o bien Dios Padre la había perdonado y hacfa bajar hacia ella
los tallos de oro dcsnccados de su sol reaparecido, de longitud de-
sigual, como Jo¡;; rayos ele una custodia de altar, (1, 152). Nótese la
presencia d,el ve1·bo flagelar, sorda reduplicación del vínculo que
une -de antemano- c.~ln escena con el episodio ele El scfior de
Charlus duml'lte la gr¡erra, pues la flagelación funciona a la vez
como ''vicio>> (upccadon) y como castigo. ·
66. Maree/ Jlrausl romar1cier, p. 269.
67. Recordemos que esta p{lginn, impugnada por algunos sin
pruebas importantes y pese al testimonio de Plat(m (Rr..s(J. I, 334
h), h;1 .sido ohjelo u~ un comcnt<~rio de 1\ucrhach (Mimrsis, cnp. 1).
6H. c;:1rnil.·,·, r:'q~s. 214 v ~41.

\40
69. Collll'c.' .Saii!W-Bc•rn·c•, Pléindc, p. 271 •v Rcclrerclre.1 1. p. 208 .
70. Il, p. 263.
71. lli, p<\gs. 7:i_5 y 762.
72. T. p. 471 _\' lll, p. 201.
7_1,_ l. p. 2\l ·" 11, p. 267.
74. Gnrnict·, pú¡rs. 550 ~· 64~.
75. 111. PÚ!:!-S· 5~2 y 676 ..
76. l. púp.s. 90 y 97.
77. IT, p;igs. 208<'-45. ·
78. Pot;lic¡uc• dt' la (mm•, Sc..:uil, 1971, p. 77!
1
79. Ccm{L'S,\"i0115, P éindc, p. 20. ·
80. En lm5Cll del tiempo per·rlido contiene ~~~ de veinte segmen-
tos proléplicos de cierta nmplilud narrativa, sin contar lns simples
alusiones dcntm de f1·a~es. Lns rinnlepsis de 11a misma definición
no son m;h; 11U111ermms, pero es que ocupan, 1 por su amplitud, In
c<:~si lotalidr~d del texto y sobre esn primem dpn retrospectiva \'0\11
a disponerse annlcpsis y prolepsis de segundo grado.
81. VL:nse TadiL;, Prvusr l.'! le Rcllllclll, p. 316.
82. m. 11 tt!!~· Ro4 ~. 1o2s. 1

8.3. rn. pc.\!_.!s. 951-952. · :


84. 111, p:.ígs. 1039-1043. t
85. 1, págs. 421-427. Mñs mlelante volveré a hablar ele las difi-
cultades q\.le plnnlt:a estú pt\p.ina escrita en 1913, pero ficticin-
mcntc (dil:¡rétic:amentc) contemponínea de la):nnrración final y, por
tanto, posll'rior n In I_!UL'n·a.
Rn. I, p. R29; 1. p. 67; ll. p. M6; II, p. 720; cf. l: p. 165 (sobre
L'l pueblo de Combrny), 1. p. 185 (~obre el pa!i~njc de Gue¡·m<~nlcs),
l. 186 (sobre lns ndos hm::icndas••), I, p. 641 t:sohre la Sra. Swannl,
T1, p. 883 (sobre la muchacht~ del tren de la ~aspelicre), III. p. 625
(sobre Venccitl), ele. ¡
R7. l, p. 37. Cnmcntn1·io ele Aucrbach, ¡Mimesis, p. 539. No
puede dc_inr~e tll' recortbr nquí n Ruus~ca1u: nCasi treinta mios
h<ln tmnscurridn desde mi .<;alida de Bossc~· ~in que haya recordado
lü eslnncin de una manera agradable por lo~ recuerdos v1n("ulaclos
a ella: pero, dL·sdc que, tras dejar «tn.\s la edad 1
madura y declino
hacia I<J vcje1., siento que renacen esos rccuc rdos, mie.ntras que los
otros se búrnlll, v se g:rnban en mi memoria con trazos CU\'O en-
canto " fuerza nitmenlan dí::~ tras día; comb si. sintiendo va qÚc
. escapa· In vida, t r::llnrn ue asirla de nuevo por sus comienzos;,. (Con-·
(essim1s, Pléiade, p. 21 ). · · )
88. Estas son lns principales, por orden de sucesión en el texto:
JI, p. 630, durante el encuentro Jupien-Charlus: continuación de las
relaciones entre los dos hombres, vcntajasj obtenidas por Jupien
del favor de Chnrlus, estima de Francyoisc por las cualidndel' mora-
al
les de los dos in\'crtidos: ll, pñgs. 739-741. 1 regreso de In vclncln
de Guermanlcs: conversión ulterior del duq uc al drcyfu.sismo; fn.
págs. 214-216, antes del concierto en cnsn de Verdurin: dcscubri-
mil.·nlo posterior por Chílrlu.<; de las relaciones de More\ con Lén;
111, '22-.124,
p('g' .. n 1 1'1 nn 1 d,·l c·oncil·rtn: t•n rmrdnd do rh;::
Chn
olvido de Jsu rencor hacia los Verdurin; IIÍ, págs. 779~ 781, durante
~1 paseo c¡:on Charlus:. continuación de sus re!aciones con Morel.
pre'!'l~ado 1 de una m~}er. Com~. se ve, todas tu=:nen la función de
oniJClpilr pna cvoluc.JUn raradÓ.JICa, Una de esas InVersiones inespe-
radas que¡ constituyen e encanto del relato proustiano.
R9. I. p. 74_; J. págs. 129-133; l. págs. 233~234; I, p. 673 y págs.
802-896; 1,1. pags. 512-514; cf. IT, págs. 82-83 (sobre la habitación
de Doncicres), ITJ, p. 804 (encuentro con Morel, dos años después
del paseo ~on Charlus), TJI, págs. 703-704 (encuentro de Sí.lint-Loup
en la al la ¡sociedad) ...
90. ••Ahora bien, esa espera iba a tener para mí consl!cuencias
tan consiqerahles y descubrirme un paisaje, ya no turncriano sino
moral, tan importante, que es preferible retrasar su relnto unos ins-
tantes y a~teponerle el de mi visita a los Guermantt:s, cuando supe
que habfan regresado, (JI, p. 573).
91. I, p. 159 y II, p. 1114. Pero hay que n ·:oruar que, cuando
escribió c~ta frase antes de 1913, Proust aún no habfa ,, inventado"
el personaje de Alhertinc, que elaboraría entre 1914 v 1917. Sin
embar).!O, fuvo presente, sin lugar a dudas, para la cscci1a de Monl-
jouvain, upa «recaída" ele ese tipo, que hasta más adclnnte no apa-
n:cl! pn:ci~<H.in: a111111cio, pues, doblemente prorético.
92. Cap. 1-3, JI-4, 11-5, 11-1 O, H-13, III-2.
93. 1.11,: p. 866. Cf., sin metáfora esta vez, los resúmenes antici-
pados de !:a cena en casa de los Verdurin (I, p. 251) o de la velada
en Sainte-Euverte (I, p. 322). ·
94. I, p. 433 y II, p. 866 y ss.; I, p. 471 y JU, p. 575 y ss.; JI, p.
768 y III, p. 415 y ss.; IIJ,.p. 805 y 859. (El subrayado es mío.)
95. Cf. iRavmonde Debrav, «Les figures du récit dans Un coeur·
.~imple». Ptrét(que 3. · · ~
96. I, p. 141; I, p. 76; T, p. 20; T. ptigs. 1J3 y 159.
97. U, p. 1085 y ITI, p. 301.
98. I, p. 512; 598, cf. lll ·p. 904; I, p. 6.?6.
99. uEI alma de· toda función es, si podemos decirlo así, su ger-
men, lo qu:e le permite sembrar el relato con un elemento quema-
durará mas adelante» (Roland Barthes, "lntroduction a l'analyse
structuralcl des récits», Communications 8, p. 7). ·
100. Véase Roland Barthes, SIZ, p. 39.
1Ol. Pr'oust el le monde sensible, p. 153.
102. I,p.471. •
103. JI,ip. 739; JTT, págs. 214, 703, 779, 803. (El subrayado es mío.)
104. n,j p. 716; JIT, págs. 216, M06, 952. (El subrayado es mío.)
Naturalmente, esos signos de organización del relato son, a su vez,
marcas de\la instancia mr'rrativa, que volveremos a ver como tales
en el capít!J]O de la voz.
J 05. II~. p. 1030. · .
106. l, p. 470. . '
107. I, págs. 471, 523, 525; II, p. 713; I, pags. 537-538.
108. lU, p. 326; I, p. J 24.
109. IH, p. 182. El resumen (IJI, p. 1155) de Clamc-Fcrré lo Ira-

142
duce r.1sí: ucsc día~ me entero de la muerte de Bergotte».
11 O. l. p. 2Qí ~· págs. 30-31. ~
111. JI. p. 49R; l. págs. R5R-R59.
112. H. p. 1075-10!16 .
. 113. ccl'vk cllnh:nlo con anotnr aquí, a medida que el tren ca-
rn:tn SL' dctknc ~·el empleado grit::~ Don•:iLTes, Gratte\'ast. Mainc-
viiiL', cte .. lo qi.tc In playitn o la ~Lwrnición me eYocan» (p. 1076).
114. ctTl'mpornl pattcrns in A la rccherchr ...... Frr'nch Stttdies.
enero dl' 1962.
115. La mayor par·te de esa secuencia pertenece, por esa r¡;¡zón,
al orden dl'l itcrnti\'o. Paso por alto de momento ese aspecto para
no tener; en cuenta sino el ordea de sucesión de los acontecimiento.;
singulares.
116. Tras haber bautizado analt!p5is y prolepsis las anacroníils
por reLr·ospccción o anticipación, podríamos llamar silepsis (el he-
cho de juntar} temporales esas agn.1pnciones anacrónicas regidas
por tal o cunl pnrentcsco, cspncinl, temático o de otra fndolt'. Ln
silepsis geo~r:'dica es, por c,iemplu, el principio de agrupnción nn-
n·ativn de los relatos de viaj~ enriquecidos con anécdotas tale"
como lns Mc111orías ele ltll turí:•;fa o El Rin. La silepsis temática rige
en la novela clásica de episodios numerosas inserciones de «histo-
rias,, justificadas por relaciones ele analogía o de contraste. Voh•e-
remos a ver el concepto de silepsis a propósito del relato iterativo,
que es otra de sus vndedades.- ·

¡.¡J
2. Duración

A l'lisocrotl ías

He recordado al c.:omienz.o del capítulo antcl"'ior con qué


dificultades tropicz~¡ l'll litcraturn escrita el concepto
mismo de utkmpo del rclllton, Evidentemente, a propc)sito
dt.: !<1 d11n.1cir)n se dejnn sentir esas dificuiL<~dt:s con mavor
fuerza, pues Jos rcnÓ;llCnOS de on.lcn, O de [rccuenda, SC .dc-
.Íélll tr;¡sponcr sin problem~ del plnno ternrot·nl. de In histo-
ria al pl~1no espacial del IL'Xlo: decir que un episodio A
\'icne ((desrw:s" de un episodio B en la disposici(m sintng.:
rn{,tíca de un ll'xto narnl!ivo o que un acontecimiento C
e1parccc contado cedas vcc~.:~>> son proposiciones cuyo sen-
tido es obvio y que se pueden comparar' cbn otras afirma-
ciones tales como .cccl acontecimiento A es anterior al acon-
tecimiento B en el tiempo de la historia» o cc~l aconteci-
miento C no se produce sino una vez en ella». La compara-
ción entre los dos planos es, pues, legítima y pertinente
aquí. En cambio, comparar la ccduración)) de un relato con
la de la historia que cuenta es una operación más escabro-
sa, por b sencilla razón uc que nadie puede medir la dum-
ción de un relat,o. Lo qu~ llamamos espontáneamente asf
no puede ser, como hemos dicho, sino el tiempo necesario
pnn1 }cL~l·/a, pc1·o eH dcmo:;;iudq cvldt.mt(.! que loR tiempos de
lcct.um varfan según los c<1sos singulares y que, al contn1rio
que en el cine, o incluso L'll 1<1 mt."1sica, aquí nacl<1 permite
fijar un~1 u\·elocid<Jd» mH·m;ll ;:¡ 1~1 ejecución.

144
Ahora nos f~lta, pues, el punto de referenba, o grado
cem, que en materia ele orden era la coincidenbia entre su-
~Tsión ~lic!:!.l~tkél :v succ:-;ión n:Jrrati_va, ~· que ~quí ~crfa la
IStl(')'(llll~l l'll!lll'rJS~I L'ntrc relato L' h1stonn. :n.m1 nmntlo ~c:1
cierto, com<; obscn·;¡ .Jcr111 Ricunlou. que unr~ e~ccna de diíÍ-
Iogo (su¡1tJlliL:ndolll libre de tmh1 intervención del narrador
~ 1

·"sin ningu1w c!ipsi!'i) no!'i <.In ~~un0 especie de igualdad entre


el segmento nr.UT<l!Í\•o y el segmento ficticion. 1 Soy yo quien
subr<~ya cccsrH.~CÍC», pélra ¡·nsistir Cll e] C<tn:Í.Ctér ¡no rigurOSO,
\' sobre todo no rilrurosamcntc lt:mporal. ele oicha igmd-
~I::H.l: lo único quc r'ódcmos <1firmar de scme.iaritc scg~cnto
mu·i·ativo (o dr;.¡m;,ítico) es que cuenta todo lo que se hn di-
cho, rcnl o l'icticiamcntc,sin aJi::~dir nad::~. pero 1 no restitu~·c
lél velocidad con que se han pronunciado esas pal::~bras ni 1

los posibles tiempos muertos de l<l conversacióh. Por tr~nto.


no puede clescmpcli::lr en absoluto un papel de indicador
temporal_,·.. :-;i lo tkscmrt.?ii<lse, ~us indicacioncr no poddan
.'icrvir parn mcd ir l~1 c<dunn:iún ele relatan de los segmentos
de ritmo dil'ercnte que lo rodean. Asf, pues, Jn la escena
dialogad::~ no hay sino una especie de igualda~ COI11'cmcio-
11nl entre tiempo del relato~· tiempo de la hist[oria ~· asf la
utilizaremos nosotros m:.ís adl'lante en una tipologfa ele l::~s
1'01·mas t rmlicionalcs ele dur::~ción nnrrativa, p9ro ~o puede
servirnos de punto de rcFcrcnci::~ para una colpar<lción ri-
[!Urosa de las dumcioncs reales.
~ Hny que renunciar, pues, a medir las varia~iC?nCi, de du-
rnción con respecto a una innccesible, por ip\·erificable,
igunldacl de duradón entre relato e historia. Pero el isocro-
nismo ele un rel;:~to ruede definirse también, cqmo el de un
péndulo, por. ejemplo, no ya relativamente, por compara-
ción entre su duración y la de la historia que puenta, sino
de forma en cierta mcd ida absoluta v 'autónoma, como
cm1sta11cic1 de velocidad. Se entiende po~ velocidad la rela-
ción entre una medida temporal y una medjda espacial
(tantos metros por segundo, tantos segundos pqr metro)¡ lf
velocidad del relato se definirá por la rclació~ entre una
duración -la de In historia- medida en f'egundp~. minutos,
hora~. clíC\s, meses·" mios,~· una lon!_!itud -la del¡ texto- mc-
d i ti n l'll 1i nl'n s y vn p<Í[! i 11 ns. ~ E! re l::1 t o Íf'ócrono, n u.cs t ro h i-

. 1 145
potético gra~o cero de referencia, sería, pues, aquí un relato
de velocidad igual, sin aceleraciones ni aminoraciones, en
que -la .rclaci:ón duraciún de histori~/longitud de relato per-
manecería s,iempre constante. Sin duda es inútil precisar
que semejajte relato no exis~e ni puede existir sino como
experimento de laboratorio: en cualquier nivel de elabora-
ción estética\ que sea, es difícil imaginar la existencia de un
relato que n?. admita alguna variación de velocidad, y esta
observación ¡trivial tiene ya alguna importancia: un relato
puede presclndir de anacronfas, pero no puerle existir sin
anisocron(as o, si se prefiere (cnmo es probable), sin efectos
de ritmo.·
El anñlisr' detallado de esos efectos sería a la v~z abru-
mador y ca¡rentc del menor rigor auténtico, ya que el
tiemp~ d1cg1tico no aparece casi·nunca indicado (o inferi-
ble) con la precisión que para ello sería necesario. El estu-
dio no encu9ntra, pues, aquí alguna pertinencia sino en el
nivel macroscópico, el de las grandes unidades narrativas.>,
dado que la bedida no abarca sino una aproximadón esta-
dística de cajda unidad. .

Si quereml os confeccionar un cuadro de esas variaciones


en el caso ele Er1 h11sca del tiempo perdido, debemos dcterm~~
· nt\1- en prim9r lugar lo que consideraremos grandes articu-
laciones narlilativas y· después disponer, para la medida de
su tiempo de historia, de una cronología· interna aproxima-
damente clara y coherente. Si bien el primer dato es bas-
tante fácil dejobtener, no ocurre lo mismo con el segundo.
Por lo que se refiere a las articulaciones narrativas, en
primer lugar! hay que observar que no coinciden con las di-
visiones·apar¡entes de la obra en partes y capítulos provis-
tos de título~ y números. 4 Si adoptamos como criterio de-
marcador la ipresencia de una ruptura temporal y/o espa-
cial importan~te, el desglose se establece, sin embargo, sin de-
masiada vacifación, de la. forma.sigui~nte (doy a algunas de
esas unidacle1 títulos de mi cosecha, puramente indicativos):

(1) T, p<Ígs. 3-186, pasando por nito las analcpsis mnt.:-


micas cstuc.linclas en el capítulo ankrior, es la unid<H.I dedi-

J4n l
cada a la inbncia.,en Combray. que llnmarcmos, eYiclenlL'-
ml'ntc. como el rrorio Proust. Comhray.
(2) Tras una rupturu temporul y cspucial. Un amor de
St\'(11111, T. púgs. 1~8-382.
(3) Tras una ¡·up!ura tcmpor<1l. !~1 unidad cledicac.!<:t a !<1
adoksccncia p:Hisina ~-. muy L'll particular. a los amores
con GilbL·rte \' d dl'scubrimiL'ntn del círculo S\\"ann. que
ocupa la LL'I"L'~'I"a partL' de Pnr el r.:wnino de Sn·m!ll (((Nom-
bres de pnís: el Nombre»)~- In primen! de A la somhra de
las muchachas en flor («En torno a la Sra. Swann»), I.
r<:lgs. 383-641: la llamaremos Gilherte.
(4) Tré.1S utw ntrtura iL·mpnr;tl (dos <~fHJs) .v l'spaci:ll
(pliso dl' P<trís <1 B<dhcc), el episcldio de la primera cstanci<~
en B<:tlbec, quL' corn~sponc.le a la scE:unda parte de A la som-
hra de las mucluu:has en /lrJr (!CNo;nbrcs de país: el Paisn).
1, págs. 642-955: Bai/}(.!C.: l.
(5) Tr<ts una ruptura espaci<tl (regreso a París). considc-
ran:mos un::1 sol::~ y mism<:t uniclnd todo lo que separa las
do:; csl<mci<.ls L'll Balbcc y que· sucede casi totalmente en Pa-
rís (exccptúando la corta estancia en Doncicres), en el cír-
culo Guermantes. por Íanto, El mwuio de Guermal7/l!s L'Jl-
tero \"el comil'nzo de Sodonw "Gnmorra, es decir, el \·olu-
111L'll .JI Jmsta Sll pé.1gin:.1 7'51: (.Jllerl/TaH(C!S.
(6) Ln SL'J..!tiiH.I~, l'Sii.IIICÍí.l en B<1l11L'c, tras unn nlll'\"::1 rup-
tura espaci:.d, L'S decir, todo L'l final de Sodonw ,. Gunwrra
'" del volumen Il: <.knominllrt·mos esta unidad Bu!hcc !!.
. (7) Tras un nuevo cJcsplaznmiento (regreso a París). 1<~
historia eJe! .Sl!L"LIL'Stro, huida \" muerte de Alber-tine, has1<1
1<:1 pé.1gi!18 623 del volumen ni. es decir, tochl Lo. f11"iSÍCJilt'/"ll
.v la mayor rarlL' de La /ir.~itiFa. hasta la salida para Vene-
cia: Alhertine.
(8) Págs. 623-675, la cstnncia en Venecia :J el viaje de
regreso: Venecia. ~
(9) P-.ñgs. 675-723, a caballo entre La fugitiva y El tiempo
recohrado, la estancia en Tansonville.
( 10) Tréls una ruptura temporal (estancia en la casa 'éle
reposo) y espacial (regreso a París), págs. 723-854: La ,!!,uc-
rro.
(11) Tras un<t L"dlinw rupiUI"<l lL'lllroral (nuL'\·a L'Sll!nci:.l

147
en casn de reposo), In ültimn unidnd nnrrnti\'a es la ck In
''ciada de• Gnc'Wialltcs. pr:ígs. 854-1 048.-~
Po¡· lo que se ¡·ditTl' L\ la c1·onologfa, In tnrea es un poco
m{\s dclic<tcl<l, pues In de G11 lwsca del tiempo perdido no L'S
en detalle cl:.ll·;\ ni ccJhcrcnte. No vamos a cntrnr nquf en
un debnlL' y:1 <lntiguo, y npm·entcml'ntc im;oluble, cuyos ele-
mentos principales son tres artfculos de Wil\y HL\che7., el
libro de HLins Robcrt Jauss y el de Gcorge~ Daniel, a los
que remito para los detalles de la discusión." Recordemos
solamente que los dos obstáculos pt:incipaies sort, por una
parte, lél imposibilidad de cmp<llmar la cn;nología cxtcnH\
de Un amor de St\'CliHI (referencias a aconkcimicntos histó-
rico~ que ohlig:nn a fccht~r el episcxlio hacia 1882-1884) con
la cronologí<' general ele E1·1 busca del tiempo perdido (que
sit(la ese mismo cpist1~!io hacia 1877-1878) 7 y, por otra par-
te, la discordnncia entre la cronología externa de los episo-
dios Balhec JI y 1\/herlim.! (referencia~ a acontcciPlicntos his-
tódcos situndos entn:· 1906 y 1913) y In cronolof!fa interna
11
~en<:ral, que los sitúa cnlre 1900 y 1902. No podemos.
pues, cst<:~bkccr un::-~ cronología aproxim<1damente cohe-
rente sino a condición de eliminar esas dos series externas
y ti tenernos n la serie principal cuyos dos puntos de referen-
cia fundnml'lll~lks son: otoño ele 1R97-prim~wcn1 de IR99
en Guermautes (por el caso Drcyl'us) y, natur<~lmcntc, 1916
en {.-(¡ gqerm. A partir ck esos d~~ puntos de referencia, es-
tablecemos una serie c<~si. homogcnca, pero no sin nlgunas
obscuridades parciales, debidas en pélrticular: a) al carác-
ter imp1·cciso ele la cronologíé\ de Cor71bray y a su rel<1ción
mal definida con la de Gilherte, b) a la obscuridad del<~ de
Gilherte, que no permite determinar si transcurren uno o
dos años entre los dos «primero de año>l mencionados,Q e)
a la duración indeterminada de las dos estandüs en casa
de rcposo. 111 Cortaré por lo s<mo en esas incertidumbres
para ·establccc1· 'una cronologfa puramente indicnt iva, ya
que nuestro propósito es sólo el ele hacernos una idea de
conjunto de los grandes ritmos del relato proustiano. Nues-
tr;:¡ hiprítesis cronológicú, en los límitc:s de pertinencia nsí
fijados, l'S, pues, ];., siguiente:

14R
c··r11'1'!'1 <Ít' ,"\l'tllfll: 1~7:"-187~.
(ll;H:imkrl!t.' ~k Mal'l.'t.'l ' dl' Gilh
1•rtl·: 1878)
Cr 111rhm ": 1~::U-1842. . \
(;ifhtTrc.: 189.1-priman.:l';-~ d~.· 1~ql·
f{a//Jt'<' /: \'l'l'OI1111 dl' 1~lJÍ. 1

(;ucrn/clll(l'S: olllliCl dc.• 18l1/-n:rnlio de 1~NC),


l?of!l('c lf: dl' 11.}(10.
\'l'1';11HJ 1

;\/heriÍIIl': oluiH.' ele 1900-(omil-nios de 1902.


llcPlecia: primo\'cra ele 1902. 1
TmT.wml'i/fc: ¡qo3?
La ~liCITa: 1914 ~· 1916. 1

Velada eh• c;uermQil(CS: hacit\ 192!5.

Según csü hipótesis y otros dntLs temporales de- clcta!lc.:.


las gTandcs va1·iacioncs de b vcldcitlad del relato se cst<l-
bkccn aproxi m~1damcntc así: 1

Cm11hrny: 180 p~ginns pan.1 uno~ 1O nños.


l./11 r11110r dr: S\l'rlllll: 200 p<lginns; pnra unos 2 arios.
Cifhcrrc:: l f\0 p:íf,!in:ls pnra unos )2 ruios.
(1\quf, l'lipsis de.· 2 alios.)
flalhec 1: 300 p:'1ginr~s pura 3 ó ~ meses.
Guemrcr11tcs: 750 p:'1ginns pnrn 2 pños ~· !12. Pero hny que prt'·
c.:isnr que l'Sa seL·uc.•nd:l contiene, a su \'C7.. prolüncl:1s Yari:l-
citlliL'S, ~'" que ! 1O pt\gint~~ de c.; \In cllcnti."ln li.1 rcccpciün en
en~:.' dt: lu~ \'illt'pnrisis. quL• dL•Hc durnr 2 o 3 horas, 150 p;í-
uinns In Cl'IHl, de dumciún apro~imadnmcnte
- 1
Í!!Llnl. en cn~i."l
~
de la duqucsi."l de Guci'llli."lnlc~ y 100 páginas 1<t \'el'hdu en
cnsn ele \u prim:esi."l: es decir, t:~si la miti."lcl de li.1 s¡·cucncill
pr:1m lllL'nos de 1O hom.s de rec¿pción mund<tna.
f3alhec· 11: 380 pñ~inas pt~rn unds 6 meses, ele lns cunlcs 12::;
pam unn n~L:H.la .L'I1 In Raspclici·c. _
All7C:rtillc!:·630 p:.\gini."ls para uno~ 18 meses, de las cu<1lcs 300
dedict1d<:~s sólo n 2 jomndm¡, de lns cun les 135 e:<cltL~iv<"~­
mcntc n In ''cl::ldn mu~icnl Charlus-Verdurin.
Ve1·1ecia: 35 p{lg:inas pam unas semanas.
(E\ipsis indctcrminndn: ni menos unas semanas.)
1
Tallsrmvitle: 40 páginas parn uu nos dfaSl>,
(Elip~is de uno~ 12 niio~.) ! ..
[.,a gttcrm: 130 p(1ginas para un:ns scmnnns, de l::ls cu:-llcs lo
esenci<d pnrn unn soh1 velada (pnsco en P<~rís y cr1sn dt: Ju-
picn). '
(E!ipsi~ dl· ••llllll'huo.; tll1os".l
.,
Velada .de Guem1antes: 190 páginas para 2 o 3 horas.

Me p,u·cce' que, de esta relación muy somera, podemos


sacar al menos dos conclusiones. En primer lugar, la am-
plitud de las ¡'•ariaciones, que va de 190 páginas para tres
horas a 3 líneas para 12 años, es decir (muy aproximada-
mente), de u0a página para un minuto a uña página garu
un siglo. Además, Ja evolución interna del relato a medida
que avanza 11acia su fin, evolución que podemos describir
someramenl~ diciendo que observamos, por una parte, una
aminoración ¡progresiva de la veiocidad de: relato, por la
importancia cada vez mayor de escenas muy largas que
1

abarcan una¡pequcñísimn duración de historia, y, por otrn


parte, compensando
1
en cierto modo esa aminoración, una
presencia ca~la ve?. más masiva de las elipsis; dos aspectos
que podcmo~ sintetizar f{lcilmente así: disco111hwidad cada
l'ez; mavur

del1 relato. El-relato proustiuno tiende a volverse
cada vez más discontinuo, sincopndo, compuesto de esce-
nas enorme~ separadas por inmensas lagunas y, por tanto,
a alejarse cada vez más de la «norma>~ hipotética· tic la iso-
cronía narrJtiva. Recordemos que no se trata en absoluto
eri·. este caso/ de una evolución en el tiempo que remiticn1 rl!
una transfor,ación psicológic.'a del autor, ya que el autor de
E11 husca de~¡_t~empo perdido no lo escribió en. absoluto en el or-
den de su disposición actuaL En cambio, es cierto que Proust,
del que sab~mos hasta qué punto tendía a hinchar sin cesar
su texto meriliante adiciones, tuvo más tiempo para aumentar
los últimos yolúmenes que los primeros; asi, pues, el recarga-
miento de jlas últimas escenas participa de ese desequili-
brio conocie1o que provocó en E11 busca del tiempo perdido
el plazo de bublicación impuesto por la guerra. Pero las cir-
cunstanci;a~ •. si bien exp)ic.a~ los «reH:nos)) de detalle, no
pueden exBhcar la composlctón de conJunto. No parece ha-
ber duda de que Proust quiso, desde el comienzo, ese ritmo
cada vez rrlás entrecortado, amazacotado v brutal como la
música dejBeethovcn, qÍ.te contrasta tan vivamente con la
fluidez ca. i imperceptible de· las primeras pa1·tcs, como
para oponl't' la t,cxtum tl'mp~ral dl' los r~contecimientos

• 150
mós antiguos y la d,c los más r~cientcs: como si la memoria
clel narrador,<~ medida que los hechos se aproximan, se \'ol-
.vie1·a a \a \"t:Z mós selecti\"a y mús monstruosamente ere-
cien te.

No podemos dl'finir ni interpr~tar· correctumente ese


c::lmbio de ritJ,.lü h<~st<~ hnberlu puesto en rel::lción con otros
tratamientos temporales que estudi::lremos en el capítulo
siguiente. Pero desde ahora podemos y debemos cx:amin::lr
mós detcnidamc'nte cómo se reparte y se organiza de hecho
la diversidad en principio infinit::l de las \'clo~idadcs nc:uTa-
tivas .
._, En efecto, teóricamente existe una gradación contimm
desde csn velocidad infinita que es lo ele la elipsis. en que
·ün segmento nulo de relato corresponde a uno duración
-cualquiera ele historia, hasta esta lentitud absoluta que es
Jn de la p.ausí:l descriptiva, en que un segmento cualquiera
_del discurso narrath·9 corresponde a una duración dieg:é-
_ticn nula. 11 De hecho, result'a que la tradición narrativa, y
en particular la tradición novelesca, ha reducido esa liber-
tad o, nlmenos, In ha ordenado realizando una elección de
entre todns las posibles, en cuatro relaciones fundamen-
tales que han 1\egndo a ser, a lo largo de una evolución cuyo
L'~tudio aln1ied1 un ·día n l<1 historin (<lún por ní:lc-:-r) de /u
literatura, lns forma.s canónicas del tempo novelesco: igu<li
que la tradición musical clásica había distinguido en la in-
finidad de \'elocid.:H.lcs de ejecución posibles algunos mo\'i-
micntos canc)nkos, andm1fe, allef!,ro, presto, etc., cuvns rela-
ciones. de sucesión v <1 lternancia' han regido durante dos si-
glos cstructurns co~10 las de' la sonata,lasinfon\ía o el con-
cierto. Esas cunl ro Formas fundamentales del movimiénto
nni-rñtivo, que en mlelantL~ llamaremos los cuatro mo\'i- ·
mie11tos narrativos, son los extremos que acabo de evoce1r =
(elipsis y pau.~a descriptiva) y dos intermediarios: la esce11c1,
lí.! mayoda de lns \'L'CL'.S <<c..lialogacln~~, que, como ya hemos
visto, rcaliz<1 convcncion<llnll'ntc l<1 igtwldad de tiempo en--
trc reh1to L' hi.stnl'in. y lo qttL' b crítica ele lcngu<1 in~lcs<l.

1:=; 1
llama el ccsc.1mmary)), término que no tiene equivalente en
nuestra lengua -y que traduciremos por relato sumario o, por
Dbrevirtción, Sllllwrio: forma de movimiento variable
fmicntr<.1s que los otros tres tienen un movimiento detcrmi-~
n~1do, al menos en principio), que abarca con gran ílex.ihili-
tl~ld de r~;!imcn lodo el c<~mpo c:omprenclic.lo entre l:-1 escena
.v la clipsis. PrH.lrí<~mos muy bien csqucmni.Í7..<ll' los ,·;dores
temporales de esos cuau·o movimientos mediante las [ór-
mul<ts siguientes, en que TH designa el tiempo de historia
y TR el scudoticmpo o tiempo convencional ck rcl<tto:

pt~uc;~: TR=n, TH==O. Luqw: TR oo> TJ: 1·'


escena: TR =TH
sumar·io: TR<TH
clipsis: TR=O, TH= 11. Luego TR<.,.,. TH.

L1 simple kct.ur:.1 de ese cuadro revela una ~1simetría,


que es la ~1uscncia de -una l'on11a de movimiento variable
simétrico del sumario v cuvn f'()rmula sería TR > TH: sería,
cvidcntemcnt.e, una csi.'lcci~ de escena en cámara lenta e in·
media l<tmcnte pensamos en lns largas escenas prousli<lllas,
que muchns veces parecen desbordar la lectura y, con mu-
ch~l c.lifc:rencia, el tiempo clicgético que dcbcrfan abarcar,.
Pcrr¡, com() v:1 rn(Js <.1 ver, l;¡s grü ndes esccnns JHlVl'k·scc.ls, :.•
en p8rliculnr en Prousf., Sr..' ven alarg8c.las esencialmente por
elementos cxtranarrativos o interrumpidl"\3 por pausas des-
criptivas, pero no éxactamente retardadas. Queda la narra-
ción cletallac.la de actos o acontecimientos contados más
lentamente de lo que se han rec:diz<1do o cxperiinentado: es
sin duda realizable en cuanto experiencia deliberada,JJ
pero no se trata de una forma canónica, ni en verdad rcali-
zacla siquiera en la tradición literaria: las formas canónicas
se reducen, pues, a los cuatro movimientos enumerados.

Su111ario

_ /\hon1 hil'n, si examinnmos desde ese punto de vista el


....r0gimcn n•11Tafivo ele [;'n lwscrt del tiempo perdidu, la pri-

152
llll'l'<.1 obSL'I"\"é.H.:ión ineludible CS ]8 ausencia casi tot<\J dcJ I"C'-
I;.llo sum<lrio L'll In forma que adoptó en todn:la historia an-
terior de 1., nm·el:J, es dt•cir, In narrnción en ~lgunos pñTTa-
ros o algu1ws p<ígin<ts de v<trios dí""· meses 6 alias de-cxis-
lcnci;,, sin <.kt;llks de acción ni de pal::1bras. Bor~cs cit<.1 un
L'ÍL'IllJ1lo

lom;1do tkl Ouiiotc. qut• me parece bast<tnte
1
c::lr<lC-
lcrfstico: . i
i
Fin:dmcntc, n él [Lot;"~riollc pílrcdó qtie er~ menester. en el
esp<.Kio ·" lugar que daha In nu~cnci;'l de Anselmo. "prctnr el
Cl'I"CU :1 <1qttl'lln fortalc7.n, y asf. m:omctió a sd prcsunci(ln con
lns ;.dah;lll7.:1~ de su hcrmoslll"ll, porque no hny cosa que m;is
pn·s(c¡ rindn .'' niiL~nc lns cncaslillndns ton·cs de b \'<lnidL1d. _
pttt•stn t'll lns lenguas de In ndulnción. En cf~cto: él. con todn
diligencin, minc·, lél ruc;1 dl' su cntcrc7.é\, con hde::; pertrechos,
q IIL;· ;.lllnq lit' Cn mi 1n l'ucrn lodn de bronce, ~·in icra a 1 suelo.
!.Ion·,, mgc'•. orl'l'CÍÓ, porl'icí y f'ingió Lotnrio con tantos Sl'nli-
11lÍl'nlos, rnn mu.cslrns de tnntns ,·crns. que dio ni trnstc ccm
el rL'cnlo de Cnmilll ~· dno n triunfnr cit.• lo que menos se rcn-
snh<l ~· nu1s dcscnhn.'J '
'
"P"snjcs como [éste] n, coment<t Borges, Form::1n b ex-
tensa mm·oría de la litcrntur<l mundial, v aun la menos in-
dign::l.)) Por lo demtís, l'll este caso se r~fier;c mcnns <:1 l~ts
rcl:tt:iorH~s· de H'lnc:idnd propi;I111L'I11L' diclws ~JUL' a 1" opo"'i-
c i ó n L'lll l'L' h.1 a hs t m ce hi 11 e 16:-; ic<t (a qu f pese a 1<:1 s me t Morc:1 s
o l<1l vez por cll<.1s) y la expresi1'idnd << modenin "· Si cnl'oc<l-
mos mús l<t oposici(m entre escena y sumario; 1 ~ no podernos
sostener, evidentemente, que esa clase de textos <• formen la
extensa m::~~·orí<:~ de la literatura mundial», por la sencill::t
razón c.le que la propia brevedad del sumario le supone en
casi todos los casos una inrerioridad cuantit1ativa evidente
respecto de los c<1pftulos descriptivos y·drarlu'íticos, por lo
que probablemente ocupe el sumario un lugér reducido en
la sumr:t del cor!'lfS narrativo, aun en el clásido. En cr:~mbio.
es evidente que el sumario ha ·sido, hasta fihales del si~o­
xrx, la transición mús corriente entre dos estena~.·el ttf~n-­
do)) ~obre el cu;,l se dcslacr~n, .v, por tanto, el 1tcjido conjun~­
tivo por cxcl'll'ncit\ del rcl<~to novelesco, cuyd ritmo funda--
mentul se tll'l"inl' pe)!' la allt.Tnnnci<t del S1..1111C11JI¡o y !::1 esccna:..-

15J
Hay que fñadir que la mayor parte de los segmentos retros-
pectivos, y en pnrticu lar en lo que hemos llamado las ana-
lepsis co~plctas, corresponden a ese tipo de narración, del
que el capítulo segundo de Birotteau constituye un ejemplo
tan típico como admirable:
1 .

Un ~par·cero de los alrededores de Chinon, llamnuu Jacques


Birottenu, se casó con la doncella de una señora en ~;uya casa
cuidaba las viñas; tuvo tres hijos, su mujer murió a·l dar a
lu7. jal último y el pobre hom.brc no In ·soh,·cvivió mucho
tiempo. Ln señora tenfa cariñ0 a su doncella: hizo que el ma-
yo¡·Jde los hijos del aparcero, lbmado F.·nnr;oi."i, se educara
c:on; sus hijos v lo colocó en un seminar1u Tras ordenarse de
sacerdote: Fr~n«;:ois Birotteau se escondió durante la Revolu-
ciúM y llevó la vida errante de los sacerdotes que no juraron
. la donstitución civil del clero, acosados como animales snl-
vaj~s y por menos de né'\da guillotinados ... 1"
1 .

Nadaj semejante e·n P1·oust. La reducción del relato no


reviste nunca en él ese tipo de acclc,·nciones, ni siquiera en
las anactonías, que en En busca del tienzpo perdido son casi
1 •

siempre ¡auténticas escenas, anteriores o ulteriores, y no vi-


siones d~senvueltas del pasado o del p<;>rvenir: o bien pro-
cede de un tipo de síntesis muy diferente, que estudiaremos
más detalladamente en el capítulo siguiente con el nombre
de relatÓ iterativo 17 o bien lleva la ac;eleración hasta el ex-
tremo de rebasar los límites que separan el re.lato sumario
de la elipsis pura' y simple: así, la forma como resume los
años de/retiro que preceden y siguen al regreso de Maree!
a París durante la guerra. 1R Por lo demás, la confusión entre
aceleradión y elipsis es casi manifiesta en el célebre comen-
tario qJe Proust dedicó a una página de La educación sen-
timental¡: «Aquí un "blanco'', un· enorme "blanco" 1Q y, sin
asomo 9e transición/-0 al pasar a 'ser de repente la medida
del tiempo en lugar d'e .cuartos de hora, años, decenios, (. .. )
extraordinario cambio de velocidad, sin prcpnrnci6n.),~ 1
Ahora ~ien, Prousi acaba de presentar ese pasaje en estos
términos: ,, En mi opinión, lo más hermoso de La educacirin
sentimdltal no es un<:1 li·nsc: sino un !J/ancon, \' enlazn así:
,,[En Br· 1?-t:H.:l. 'csns cam!Jios de tie11t¡m tienen u1~ car::íctcr i:te-

154
Livo o Jocumcnl;:ll ... )) No sab~mos. pues. si en este caso lo
admirabk par<.1 01 L'S el h!ancv, es decir, ln elipsis que se-
para los dos capítulos, o el cwrz/Jio de ¡·elocidad, es decir, l'l
relato sum~1rio c.k las primerí:1~ líneas del capitulo VI: la
H'r<.lad es :-;in duda que la distinciót. k impol'ta poco, puL's.
L'ntrcgL~c.lo .. , una L'specÍL' ck "todo o nada>' narrath·o. L;l
mismo no ~;, hL· í:lcelerí:11', ~egün propiLI c;.:presión, sino "lo-
c.·amenlL'''·~-~ aun a riL'sgo (dediquemos esta metáfora mcc::í-
nkn a lns ma11L'S del dcsdil'hí:H.lo A~ostinelli) c.k· despegar.~'

T'cuiso

Una scg.undtl comprob<~ci(lll ncgatin\ se n·fkt"L' a lns


pausas c.k·~cripli\·ns. SL· suL·IL' considcrr~r a Proust non:-listr~
pnkligo en dl'si.:ripciom·s ~- SL'gurntnL'lllr.: deba esa reput::l-
~.:'i(m Ll un cotwcit11ÍL'lllo Yoluntariamentc antolügico c.k ~u
ob1·í:\, L'll l]lll' se l.lísbn inL'YÍtahll'mentc aparente~ digrL·sio-
nes como los nwiuL"Ios ck Tan.s01willc, las marinas de Els-
tir, el surtidor d~· la princesa, etc. En realidad, los pasajes
descripth·os propiamente dichos no son, en relación a l::l
amplitud Jc lc:1 obra, ni muy numerosos (pocos más ele
treinta) ni muy largos (la mayoda no sup~ran cuatro pági-
n<~s): l:J proporción p1·obabll'mcnte sea menor que en cier-
tas no\Th.ls de Ball.<\c. Por otro lado, f!J'<Jn número de dichas
<.k:-;cripcionL'S (seguramenic más de L7nu tcrcen:1 pr~r·te)~J son
de tipo itLTatinJ, es decir, que no se rdieren a un mom~nto
particular Jc 1~1 historia, sino a una serie de momentos anú-
logos y. por coJisi~uicntc, no pueden contribuir en modo nl-
guno a JTlardtu· el relato. mu,· al contrario: así, la alcoba
Zlc Lconic, la iuk·sia de Combrav, las ccvistns de mnr)> en
Balbcc, la posa~la de Doncieres, ~1 pa-isaje de Venecia.~=' pó-
ginas cada una de las cuales sintetiza en un solo segmento
~lc~criptivo varios casos del mismo espectáculo. Pero lo
mús· impo1·trmle es esto: nun en los casos en que el objeto
dcscl'ito sólo ha aparecido unn vez (como los árboles de Hu-
dimesnil)~"' n en que la d~scripción se refiere a una sola de
sus tlpÓJ"icioncs (gL·neraln1L'niL' la primern, como en el casn
c.k la igksitl ck· B<llhcc. el surl idor c.k Gucnnrtnll's. el m;:1r
.t:ll la Rllspcli~re), 27 l'Si:l tkscripción no c.letermina nunca unn
pausa del n~lato, une:~ suspensión de la historia o, scglin el
término trudicional, de la <<acción)): en efecto, el rclnto
proustirmo nunca se detiene en un objeto o un cspccttículo·
sin que esu estación corresponda a une:~ parada conlcmpln-
liva del propio héroe (Sw<~nn en U11 amor de S\\'ctll/1, Mnrccl
en todos los cJemcís casos) y, por tanto, el trozo clcsLTiptivo·
nunca se evade ele la temporc:~lidad ele le:~ histori<~. -
Natural m en te, semejan te tratam'icnto de In clcscri pción
no e.s en sí una innovación y, cuando, por cjl!r,plo, en f.'¡\s-
trée.,28 el relato describe por extenso los cundros expuestos
en la habit8ción ele Cél<ldon en el c~sti llr' de Isourc, pode-
mos considcr-r~r que csíl dcst:ripción c:~compañá en cierto
modo '-1 la mirac.b de Célndon, cu~mdo dc¡.;cubrc dichos L'l.la-
dros al despcrl.nr. Pero snbitlo es quc.ln novelt1 balz<.lt.:Í<lnu,
al conlr<~rio, ha ri_jt1do un canon descriptivo (por lu dcmús,
Ínl1s confor·mc al modelo de la ecfi·asis épica)!'l típicamente
cxlrt~-tcmporrd, en que el nnrrnclnr, t1br111dorwndo el cur:;o
'dl! l¡¡ hisloric.t (o, corno cr1 /'(l¡ui Guriul o en f.n IHis,¡lf¡'r/(1 de•
'lo ahsoluto, antes de abordarla), se l!ncargLI, en su propio
i1ombrc y sólo pa1;t1 informar a su lector, de d~scribir un
éspccl::\culo que, hablamlo con .propiec.lnd, nt~dic mir<1 en
ese punto de lt:~ hislorit:~: como lo indicn, por ejemplo, h.t
Tmsc con que comienza, en La solteruua, el cut:~clru tlel hotL·I
Connon: ctAhora es necesario cntrur en casa de c::;c.1 soltc-
ronCI hacia la que tantos intereses convergft\n y en lt1 que
lodos los a el ores de es lt1 escena iban t1 en con t ru rsc aquella
rnismc:~ nochc ... » 30 Est1 ~~entrada» corresponde, evidente-
mente, sólo al n<.u-rador y ni lector, que v<Jn a recorrer la
casa y el jardín, mientras los auténticos <<Cictorcs de esta
escena, siguen, en otrt1 parte, cledic<~clos a sus ocupaciones
o, mejor cspcntn pí.lnt reanudnrlns <t que clrl'lnlo \'lll'lvn n
ellos y les dcvuel va la vic.la. 11
Sabido es que Stcndhc:~l se ht1bfa substraído siempre n
ese canon pulverizando lns descripciones e integrando c<tsi
sistemáticamente lo que de ellas dcj<~bc:t subsistir a la pers-
pectiva de la acción -o del ensueño- de sus pcrson~tjc.-.;,
pero lél posición de Slcndhal, en éste como en ntros casos,
sigue skndo mt~rginal y sin innucncia din:clíl. Si CJLH:rcmos
L'ncnnti·;¡¡· t'll l:1 novel;' mmlcrnll un modelo o uf, prt•cursor
de 1~, tk·scripcic)n prousli<~nll, ht~y que pcn!'<ll" {llllcho 111~\:-;
en FI<HibcT~. No es que el tipo ,twlz~1ci<mo le se"/ tot?l.m.cntL'
cxtrniio: vc<ISL' el cu::~cli-o de )onvdk con que ;Se JniClt\ 1::~
~eg.und<1 p<11·te d~ ~m·al~'· pc.ro .1::~ m,\yot~í" de jln.s ':ccc.:;, t'
.111cluso L'll l:1s p;1¡;1nas tkscnpll\'<1s de ctt'l'll1 qmplttutl. ~.:1
.Jllovimicnl o gt'llLT<.d del lc:\Lo'~ t•st<i regido por'l., l1Ctitutl n
ln mirndn de uno (o varios) pcrsonaje(s) y su c!csarrollo se
..!•du.pta a la clurnción de ese recorrido (descubrimi ento de
l;, c<.1sa de Tostes por Emma, p<~st•o c.lc Frécléric¡~· Rosllnctlt'
..Por el bosqul:) 11 o de esa conlcmpl<.\c ión inmóv 1 (c!:'ccna en
-.el j<1rdín de TOst·cs, pRbcllón de cristélles de dolores de la
~r~u hyt·ssa ni. ,·ist rt tksdc Rout·n ) ..\.1 j .
El rt·l;\l() p1·m¡sti;1t1o p;lrt'l'L' h:1htT t·nn\'LTt idn t•n I'L'!::I;,
L'SL' principio dt• cuincitkllt·i; ,, Y;1 s;.dwrnns :1 CJllt~ 1
L't1stutnhrl'
c<.w<~ctcrística tkl pmpio <\lllor t'L'milc est\ caplltid<ltlt kl ht;-
roe ele. qued~\rsc parado muchos minutos C\n~c un objeto
(m::~.iuclo,..., ele Tansonvilk , ché\rc.:u de Montjou~·nin, órboks
tic Jludit11L'·Sl1ll, 111:\lli'.ílllllS L'!l rJ(lr, vi~l:1s tkJ ndr, L'\L'.~, L'll\11
poder c.k i'<~sciiwci(Jn se tkbc ~~ In prcscncin Llc un SL'crt;lu
no n:\·L'lt1c.lo, mcnsé\je 0Llll imlcscirrabl e pero i/~sistcnte, es-
bozo y pmmcsu vcl;;¡cla de In rcvclnción finul. Es<l!' csl<tcio-
nes conlt'llljlhllh ·us son gl'lll'I;plmcn tc de unn durución que
nn coJTt' pcligrcJ de cxn·c.kr 1~, dt· lc.1 lccturll (atln muy lcnt:ll
tkl lc:\IO qut• l;1s ((rl'l~llé\n: :1sí, lll ~nkríu c.lcjl¡os Elstir l'll
c~IS<I Lkl duquv de Gucrmnnlt'S , cu;.·<~ L'\'OCuc ón ll'l ocupa
C.:U::1Iro pligin:1s, 1 ' ·"que, Sl'~Llll advierte después, h<~ rclt~nid(l
a Maree! dttr:llllt' tres nmrlos de hora, mit·nttl:ls que t•l du-
que lllllt'l'lp tk humbrc h~IL'Íi.l cspcrí:\r :1 unos invitados rt·~­
pctuosos, entre ellos In princcsn ele Parmu. E 1 realidud. lll
«descripción~~ proustinna es menos uní:l descr pción c.lcl ob-
jeto cnnll'lllpltlll o que 1111 I'L'It~to .v un ;m;ílis~s t!k· lt1 <~L"Ii.,·itl:td
pci'Ct:p\ÍV<I del J1L'I'SOiltljL' t¡lle L'()!l[L'lllpl<.l, de ~t,IS Íl\l(1l'L'SÍO-·
ncs, descubrimie ntos p1·ogrcsivos, cambios de; c.lislDncia v
ele pcrspccliv<l, errores y~corrccciones, cntu~iasmos y c.lc-_
ccpcioncs. etc. Contcmpl::1c ión muy ::1ctivn, en verdad, y ql'tt'
contiene «todll un~' hi.storiDll. Esa historia es lo qliL' cucnt;1
lC1 ckscripci6n prouslinnu. Rcléan.sc, por e_jcnnplo, l<1s púgi-
n;:~s dcdicudl\s " bs ma!'in:.1s de Elstir en Bn bcc:·1 " St' \"t·r~'
cómo se ppiiian c1.1 ellas los términos· que designan no lo
que es la pintura. de Elstir, sino las <dlusiones ópticas» que
((recrea» y las impresiones falaces que suscita y disipa suce-
sivamef1t~: parecer, tener aspecto, como si, se se11tía, habrías
dicho, p~1rsahas, comprendías, se ve(a reaparecer, corr(as en-
tre los cmypos soleados, etc.: la activid~d estética no~~ aquf
c.lc reposo , pero ese rasgo no se debe solo a las <<metaforasu
1
. engañosas del pintor impresionista. El mismo trnbaio'de la
percepcióp, el mismo combate, o juego, con las apariencias
encontramos ante el menor objeto o paisaje. Ahf tenemos
al_ (m_uy{¡·loven ~arce!_ ante el pu~ado de t_ils seca de la t~a
Leome:· fama sr un pmtor, las ho.J8S parecu·11 las cosas mas
inconexas, pero mil tlctalles me daban el placer·c.lc com-
ptender qtlle eran tallos de ¡•erdaderos tilos, reconocía, el des-
tello rosa me mn.•;traha que esos pétalos cntn sin dutla los
que, etc.: toda una pn.!coz ec.lucación c.lcl arte de VL'r, de su-
rcrar las araril'ncias, de tlisccJ·nir las idcnlidalk~ :lulénti-
cas, que da a esa descripción (por lo ckmús, iLer~ltiv<~) una
duración ldc história bicri empleada. El mismo trabajo ele
d,isccrninliento ante el surtidor de·Hubert Robert, cuya d~s­
cripción 'ntegra 1-eproduzco subrayando simplemente los
términos que marcan la duración del espectáculo y la acti-
vidad del! héroe, aquf disfTazada por un pronombre imper-
sonal falsamente gcnl'ralizaclor (es en cierto moc.lo el <~Se>>
de Bi rchd() que n.;Í.dti p 1ica su presend a• sin abolirla:

En ~n claro reservada par hermosas árboles, vanas ele los


cual1s eran tan antiguas como él. plantado ap'artc, SL' lo veía
de lelos, esbelto, inmóvil, endurecido, dejando agitar por la
bris~ sólo la parte más baja de su pálido y trémulo penacho.
El si~lo xvm había depuradola elegancia de sus líneas, pero,
al fij:ar el estilo del chorro, pareda haber detenido su vitla;
a esd distancia da!Ja la impresid11 del nrte más que la St'11SO-
ci611idel <:~gua. La prbpia nube húmeda que se amontonaba
perpeUmmentc en su cima conservaba el carácter de. In época
com¿ los que en el·delo se juntan en tomo al palacio de. Ver-
sallck. Pero de cerca advertías que, aun respetando, como las
pieclfas dl! un palacio antiguo, el dibujo previamente tra7.a-
do, J,ran a.!.!lWS siempre 17lU?l'as que, al lanzarse con el deseo
dl' ohelkce1· 1~1s (wc.lent•s de 1 a rqu i ll'l'l o, no 1<ts e u m p 1Í<tn
1 .
·158
l'Xaclan1L'nlt.' sino parccicndn ,·iolarla~. pues su~ mil salto!'
dispersos sólo podían dar a distancia la impresión de un
único impulso. Este Sl' n~ía en rc~lid<~d intctTUmpido cn11
wnta fi·cclll'llcio corno 1~ dispersión de la caída. mientras que
de lejos Illl' hahícr pnrec:ido indl'sviablc, denso, de una conti-
nuidad sin lal:!una. De untmcu lltcís cerca, se l't'fa que esa con-
tinuidad. 1.'/1 atJctrit'ncia lotnln1l'nle line<~l. cstn.h:1 nsegurada
t.:n todos los puntos de ];-¡ ascensión del chorro. por todos los
puntos por donde clcherfa haherse rolo. por la cntr~da en lí-
ncn, por la rennudación lateral de un chotTO paralelo que
suhín más alto que el primero y se veía, a su vez, a mnyor
altura. pero ya Fatigosa para él. rl'lcv;;¡do por un tercero. De
cerca. gotns sin li.tcrzn recnían ele la columnn de af!Un cn.l-
?.ándos"C al rasar con sus h~rmanas que subían, y ~a l'eces,
rasgnclas, atrapadas en un remolino del aire agitado por ese
brote sinln'gtul, llutabi:ln wrtt•s dl~ n~n;c \'oleadas en el estan-
que. Conlrari•than con sus l'acilacio,us, con su trayecto en
sentido inverso. y diruminnbi:ln con su difuso vapor ILl recti-
tud ~~ la lcnsi(Jn de e:-e tallo. clcvnndo por encima de él una
nu~c oblon¡,!n compuesta de mil gotitas, pero en apariencia
pintada de marrón dorado e inmutable, que subfa, infrangi-
ble, inmóvil, esb~lta y rápida, n juntarse con las nubes del
cielo. Por desgracia, una ráfaga de viento bastaba para en-
viarla de través a la tierra; a veces incluso un simple chorro
desobediente divcrgía y, si no se hubiera mantenido a dis-
tancia respetuosa, habría mojado hasta los tuétanos n la mu-
chcdu m hrc i 111 rruden !1: y con te m p 1al iva .'·'
Volvemos a encontrar esa situación, mucho más desa-
rrollada, dumnte la recepción en la casa de Guermantes.
cuyas treinta primera!" pí.Íginas ni menos.1~ descnnsan en esn
actividad de reconocimiento e identificación que impone al
protagonista el envejecimiento de toda una <<sociedad n. A
primera vista esns treinta páginas son puramente descripti-
vas: cunclro del s<.1lón de Gucrmnntcs después de diez años
de auscncin. De hecho, se trata mí.Ís bien de un relato: cómo
el héroe, pasando ele uno a otro (o de los unos a los otros).
debe hacer en todos los casos el esfuerzo -a veces infruc- ·
tuoso- de reconocer en ese viejecito al duque de Chátclle-
rcJU] t, bajo In barba al señor d' Argencourt, a 1 príncipe
el' Agrigente ennoblecido por la cclr:1d, al conde joven ... como
coronel VlL'.ro. BloL·h cnmo Bfoch pndrl', etc., cl~'iando \Tr l'n

.l ~q
comn~..:l vi~..:jo, Bloch como Bloch padre, cte., dejando ver en
cada encuentro cccl esfuerzo mental que [le] hada vncilar
entre tres o cuatn.> pcrsont~sn, y ese ótro <lcsfuer7.0 rncntaln,
rn;ís pcrturbí1c.lor ;"tÚn, q11c es el de ln propin idcntil"icncit'>n:
<cE.n efecto, "reconocer" a alguien y, 11l~l5 aún, iclentific<ll"IO,
después de no hahcr podido reconocerlo, es como pcnsm·
bajo un;1 sola denomin:1cic'm dos cosas contmdietori:.~s,
como admitir que lo que estaba aquf, la persona que r~cor­
clamos, ya no existe y qw.! lo que hay es una que no conocfa-
mos, como tener que pcnsat- un misterio casi tan inquie-
tante como el de la muerte, del que es, por lo demás, con¡o
el prefacio y el anunciador.»'10 Substitución élolorosa, como
la que hay que hacer, <:lnte la iglesia de Balbec, de lo ima-
ginario por lo real: ((mi mente ... se asombraba de ver la es-
tatua que había esculpido mil veces reducida ahora a su
propia apariencia de piedran .. ; obra de arte «metamorfo-
scadt\, como la propia iglcsit~, en una vicjecitt\ de piedra,
cuya altura podía medir y cuyas arrugas podía contarn.'11
Superposición eufórica, al contrarío, la que pone en compa-
ración el recuerdo de Com brt\y con el paisaje de Venecia,
<~impresiones análogé:'\S ... pero transpuestas de un modo to-
tél.lmente clifcrcntc y más ricon.'12 Yuxtaposición difícil, por
(Jltimo, casi acrobática, de los fTngmentos del «paisaje a la
sal ida del sol,, percibido!:' alternativamente pr':-los dos cris-
tales del vagón de fcrroc<HTíl cnlq~ Pads y·Bnlbec y que ohlign
al héroe a <ccorrcr de una vcntanu a la ot1 ., para aproximar,
para poner un nuevo lienzo a los fTagmentos intermitentes
y opuestos de [su] hermosa mañana escarlata y versátil y
tener una vista total de ella y un cuadro continuo>> .4.1 •
Como se ve, la contemplación en Proust no es ni un<t ful-:
gumción instant{mea (como la reminiscencia) ni un mo- ·
mento ele éxtasis pasivo y descansmlo: es unu <lctividad in~­
tcns3, intelectual y a mrtnudo ffsica cuva relación es, a fin
de cucntCI.S, un relato como cualquier otro. La conclusión
ineludible es, pues: la.descripci6n, en Proust, se tnmsforma·
en narración y el segundo tipo canónico de movimiento -
el de la pausa descriptiva- no se d<l en ella, por la sencilla
razón de que la descripción es en ella cualquier cosa menos
un~ paus~\ del relato. J

160
Elipsr's

Ausencia del n•lnto !'il~mario, ausencia de l~ pausa des-


criptiva; a!-if, pues, en el cuCldro del rclnto prousti<lno no
suhsist('n sino dos dl' los movimiento~ tn1diclionnlcs: In l':-'-·
cena y In clip~i~. Antes de t•studiar el régimbn tempornl y
la función de la escena proustiana, digamos·lunas palabras
~obre la el ipsis. Aquí hnblamos sé> lo, evidcn.tcmcnte, cl<' In
clipsis propiamente diclw, o clip!'iS tcmporpl. dej{lndo de
indo esas omi~iones laternlcs a las que hcmós reservado el
nombre de paralipsis. 1
_Desde el punto de vista temporal, el análisis de las elip·.
sis se reduce al examen del tiempo de histoha elidido y lo
-=:primero que hny que preguntarse es si esal duración está
indicada (clipsis dctermi11adas) o no (clipsls indetennilra-
(los). As f. ent rl' el Fin ni de Gilherle v el comi¿nzo ele Balhcc,
::(e sitúa una clipsis de dos aiios ~bt ament¿ determinada:
ccHabía llcgmlo a sentir una c<Jsi completa ihdiferencia ha-
cia Gilbcrk, nwndo dos Q/lOS después marché con mi
abuela a Balbecu;'' 4 en cambio, como se rec'ordará, las dos
clipsis rcbtivas a las ~stancias del héroe en ;una casa de re-
poso son (cnsi) igualmente indctenTlinadas 1(cclargos aiiosn,
ccmuchos <tfiosn) ":1 el nnalista se \'l' reducido a inrerend::t!'
tl veces tlifíciks. 1

Desde el punto de vista formal, clisting~iremos:


a) Las el ipsis expire itas, como las. que ;acabo de citar,
que funcionnn ora mediante la indi,cación (determ!nada o
1

no) del lapso de tiempo qw.! .eliden, lo que hls asimila a su-
marios muy dlpidos, c.ld tipo de up<Jsaron unos añbsn: aquí
esa indicaci<Jn es lo que constituye la eli¡:>si$ en cüanto seg-·
n1cnto textual, por tanto, no totalmente igual a cero, ora
mediante pura y simple elisión (grado cero' del texto elrpti-
co) e indicación del tiempo transcui-rido al reanudarse el
relato: del tipo de ccdos a1ios después,,, qúe aca.bamos de
citar; esta forma es, evidentemente, más rigurosamente
elíptica, aunque igualmente explícita, y nofnecesariamc ntc
más breve: pero en ella el texto imita la sen:sación del vado
1

1
161
' -
narrativo, de la laguna, de forma más analógica, más cdcó-
nican, en el 'sentido de Peirce y de Jakobson."~ Por lo demás . .
¿;na y otra ~orma pueden añadir a .la indicación purament~ ·
_!;emporal u~a información de contenido diegético, del tipo
ae: ccpasaro'n algunos años de felicidad>>, o: «tras unos años
a e felicidad,. E~as el ipsis calificadas son uno de los recursos
:9e la narrafión novelesca: Stendhal da un ejemplo memo-
rable de ell;as en la Cartuja y, por lo demás, ingenu~men te
contradictorio, tras el encuentro nocturno de Fabrice y Clé-
lia; ((Aquí pedimos permiso para pasar por alto, sin decir
palabra, unj espacio de tres años ( ... ) Tras esos tres años de
felicidad di,(ina ... >, 46 Añadamos que la calificación negativa
es una calificación como cualquier otra: así, cuando Fiel-
ding, que $~jacta con cierta exageración de ser el primero
en variar e 1 ritmo del relato y elidir los tiempos muertos
1
de la acción, 47 salta por encima de doce años de hi. vida de
Tom Jones !alegando que esa época ceno ofrece nada que [le]
haya pare~ido digno de entrar en su historia»; 48 sabido es
cuánto adn¡liraba e imitaba Stendhal ese estilo desenvuelto.
Las dos elirsis que enmarcan, en· En busca del tiempo perdi-
do, el episodio de la guerra, son, evidentemente, elipsis ca-
lificadas, ~a que nos enteramos de que Marcel ha pasado
esos años 9n ltna casa de reposo, sin curarse y sin escribir.
Pero ca~i tnnto, aunque de forma retrospectiva, la que ini-
cia Balhec \!._,pues decir «había llegadC! a sentir una indiFe-
rencia cas~ completa hacia Gilberte, cuándo dos años des-
pués ... )) equivale a decir ce durante dos años, me fui alejando
poco a podo de Gilberten. . ,
. b) Las flipsis implícitas, es decir, aquellas cuya pr?pi~
presenciE} no aparece declarada en el texto y que el lector:.
sólo pued~ inferir de alguna laguna cronológic::l' o solucio- ...
n.es de .cortinui~ad narrativa. TJn ejernnlo de. ello es el _
ttcmpo mdctermmado que transcurre entie el final de A la
sornbra deVas muchachás e11 flor y el comiehzo de Gllerman-
tes: sabembs qqe Marcel había vuelto a París, a su «antiguo
cuarto, d~techo bajan ; 49 volvemos a verlo en un nuevo piso
propiedad de Guermantcs, lo que snpm)e por l0 menos la
elisión de unos días y ta 1 vez bastante m:.í.s. Otro .ejemplo,
y más e _bnrazoso, es el de los meses que siguen a la

162
11
muerte de l::1 abu~l::1.~ Esa elipsis es perfectamente muda:
hemos dejado a la ::1bucla en ::-;u lecho fúnebre, m•.1y proba-
blemente al comienzo del vcmno; el rebto se reanuda en
estos términos: <cAunque Fuera un simple domingo de oto-
i'io ... >~ apm·cntcmcntc." está dcterminadn gracias· a esa indi-
L·ación de feclw, pero de Forma mu~' imprecisa. ~- que mo.1s
<tlkl~llltl' se volVLT~·, mñs bil:n conl"usa;-~ 1 sohre todo no cstéÍ
caliFicada ~· ::1sí seguir{\: nuncn sabremos -nada, ni siquicrn
retrospecti\'llmente, de lo que ha sido la \"id::1 del héroe du-
nmte esos meses. Tal \"L'Z se trate del silencio más opaco
de toda l::1 obra, v esa reticencia, si recordamos que la
muerte de l<1 nbuel·a tn.lnsponc en gran parte la de la madre
del <lutm·, scgurnmente no carece de si!!nificaclo."~
-....! e) Pot• último, ln rorma müs implícita de In clipsis C'S ln
. puramente hipotética, imposible de localizar y a veces de
~o;;ituar siquiera en lugar ~tlguno y' revelada a posten"ori
por Ull<l annlepsi::-; como hts que va hemos visto en el capí-
.... tul o anterior:~' \"iLljcs a Alemani~. a los Alpes, a Holanda.
scn'icio militar: e\'identemcnte, nos encontramos en los lí-
mites de cóhetTncia cl~l relato:·. por esa razón. en los lími-
tes de la validez del análisis temporal. Pero la designación
de los límites no es la tare<t miís ociosa de un método de
~málisis; :v. dicho sen de paso, el estudio ele una obra como
F.11 husca del tie111po perdido segün los criterios del relato
-
tradicional t<~l \'l'Z teilga, al contrario, como .justificación
esencial 1<:1 de permitir detcrmin~r con precisión los puntos
en que, delibemdamcnte o no, dicha obra excede a tales cri-
terios.

F.sccnrt

-.. Si,_.tenemos en cuentn que las L'lipsis, cualesquiera que


sean su número~· su c<lp<~cid<H.! c.ll' L'lisión, representan un<1
::_parte del t~;xto prc\cticLlmcntc nula, hemos de llegar por
fuerza a 1~ conclusión de que se puede definir la totalida'CJ
del texto nnrrntivo proustinno como escena, en el sentido
tcmpond en que definimos aquí c.se término y haciendo
abstrnccic'm de momento del cnní.cter iterativo de alf!unas

163
tk ellas."·• Se <H:nhc'), ptH.'s, l;1 nltL'l·nnncin trndicionnl sLimn~
rio/csccnn, que müs :Jdel~mte veremos substituida por otra
nltcrnnncia. Pero desde nho1·<1 mismo hay que obsc-rv:Jr un
camhio de función que 11H.H.lific::l de todos modos e\ pnpcl
estructural de la escena .
. . . . En el rcbto novelesco tal como funcionaba antes de E11
)ntsca riel tiempo perdido, lc.1 oposición de movimiento entre
csccn;:1 dct;,lbd,, v rl'l<ltn sum~1rio remitía cnsi sicmp1·e n
}ma oposicicín de ~ontenitlo entre lo draml'ltico y lo no 'drn-
...,mático, al coincidir \c,s .tiempos de mayor inte~.sidad ele la
acción con los momentos m{,s 'intensos del relato, micn~ms
,:que los tiempos de meflor intensidad apatrecían rcsumfdos
, a grandes rasgos y como desde muy lejos, según el princi~
pío que hemos visto expuesto por Fielding. El auténtico
¿itmo del canon novc1csco, aún muy perceptible en Bovary,
~s, pues, ;:1\tcrnancia de sumarios no dramáticos con fun-
.._:ión de espera y ele enlace y de escenas dramáticas cuyo
-J.lapel en 1;:\ acci6n es ·cJecisivo.~ 5
Aún podemos reconocer ese cstntuto en algunas de. b!'
escenas de E11 /:JLtsca del tienzpo perdido, como el <<dramn de
la hora de r~costan, la profanución ele Mo"nt.iouvain, la ve-
la~l8 de las cattlcyas, 1n prof·uncla irritación ele Chnrlus con-
tm Mc:1rcel. In muerte de la abuela, la exclusión de Charltts
v, natun1lrncnte (aunque se trate de una <<acciónn total~
mente interior), la revelación final,~~~ todas las cuales seiia-
1<1n etapas irreversibles en el cumplimie~to de! un dcstin(J.
Pero no cabe la menor duda de que ésa no es la [·unción ele
las más largas y más típicamente proustianas, esas cinco
escenas enm·mes que ocupan por sf solas unas -seiscientas
pilg:inas: la recepción en casa de Villeparisis, la cena· en
casa de Gucrmantes, la velada en casa de la princesa, la
velada en la Raspclierc, la recepción en casa de Guerman-
tcs.:·'·Comc> va hemos olilscrvnclo, cada una de ellas tiene un
valor in~Hll,!llral: seiial; l<1 entrada del protngonisln en un
nuevo c.:írculo y vale por toda la serie, que inicic:1. de escc-
n<'<.o:; semejantes que no se relatarán: otms l'eccpciones en
G1s<1 ele la !'eñora de Vi Heparisis y el cfrculc Gucrmantes,
otras ccnns en casa de Orianc, :Jtras rcccr'L·ioncs en casa ele
la princc~a. ot.rr.~s vclac.lns en b r.__"spelicl ~·· Ninguna c.lc CSt\S

164
~L·siom.·s tllUlHianrl~ meren· m~:vor rltcnci,(m que tc...,d~s l;'"
~mülol!"·"' que k ~igucn ·'"que n:pn•st.•nta. :-:,nh·n por t'l ht·,:hP
tic !'L'r In primcr~1 de su SL'l·il' ~-.• como tnl. súscitar urw curin-
sid~1d quL' ln costumbre cmpc7.~1ró a cld~ilitt1r inmc-dirltrl-
llll'llk desplll~S.~~ Así. pues. en este c<lso no se tr"tr\ de L'Sl"t'-
nns dn:tmúticns. sino mús bien de csccnt~·s tr"ricns. o L~iem­
plurcs, en que l;1 ucción (mm en el sentidq muy ;:1mplio que
hn~· que dar~~ ese tl'rmino L'll clunin·rso pnlustinnn) SL' ho-
rr;, c~1si L'omph:t;mw nll' p;1r<1 d[lr pnso n In cnr<IL·tcrit.n ción
psicolc'n~il'LI ,. snl"in 1.'" ·!
Ese ~camhio tlt• l"unl'ión cntrniia una ,l,odiFicnció n nllt'
scn~ibll' en In ll'\llll"\l temporal: contrari¿mc nte a Ir~ trlldi·-
~·iün nniLTior, qUL' com-erti:-1 ln e~ccna en¡ un lugar de con-
ccntrnción drarnútic~1. casi totalmente ilibre de impedi-
-
..I:nenta dcscripti\'n o discur~i\'n y más aún de IL~s interferen-
1

cias anacrónicns , In escena proustiana Lcomo h<1 obscr-


~'í.H.Io muy bien J. P. Houston-~- 0 uesempet\a en la non:\ a un
_pa¡x~l de ccho!:!nr tcmpornJ_, o de polo m~gnético psra toda

clase de inl"ormncion e!' \"• circunstanci •
n~ c'oncxns:
1
casi sicm-
prc hinchml;:,, o incluso atest;:1da, de diQ:n:-sioncs de to<.l~1s
·clnscs, relrospcccio nes, anticipacion es, !paréntesis itcmti-
- \'OS :· dcscript h·os, intcrn:ncion l's didácticas del narrador.
:etc., dcstinnd<1s todas c:1 rt•agnqJtll" en sil~psis en tonio a la
sesi6n-prell': o;lo un hai'. dl' acontecimie ntos y de considcr<"-
.cionL'~ capaces de dnrk un YCllor plenan1cntc pm·ac.ligm(IIÍ-
__ co. Un tksp:lost• mu_,. <1Jlrcl.'iÍ111<H.Io rel;:ltiY~o a lt1s cinco ~ran­
dt•s CSL'l'llí.IS l'Ítí:ldas revcln bl'lstantc bien:e\ peso relativo de
L'SOS eJcllll'lllOS exteriores i.1 Ja sesión contnc\a, pero tcmñti-
L'i.\111C11lL' esenciales par<~ lo que Proust ll<1maba su <csupcr-
su~tcnlO'': en la recepción de Villepari,sis, 34 pflginas de
100; en la cci1n de Guennante:-; , 63 de 1:30; en In velada ck
Guerm::mtcs , 25 de QO; por último. en (a última recepción
tk Gucrnwntt·s , cuyas 55 prilllL'lTlS p<.lgihas están ocupadas
por unc:1 llll'i'.L"hl ci.lsi intlisccrnib k de mÓnólogo interior del
h0rcw ,. discurso lcc~lrico del n~rn,dor, ,-,1 cJ¡·csto de lm; cun-
ks rc~ibcn un tratamiento komo \'LTchlo!' m<l~ [ltlcl[!r"ftl')
L'scncinlml' nlc ilcratinJ, la proporción s;c. indcrtl' y los mo-
mentos propil1111L'11le narrativos (npcnas' 50 púginas de 180)
pnrcct'n L;111LT!!L'r dl' una c~pccie de mndma descriptí,·o- tlis-
··¡
cursi.vo muy ~lejado de los criterios habituales de la tempo-
ralidad «esc~nica» e incluso de toda temporalidad narrati-
va: como eso's fragmentos melódicos que percibimos en ]os
primeros cofnpases cld Vals, a través de unn bruma de
ritmo y arm'onía. Pero aquf la nebulosa no es incoativa,
como la de Ravel o la de las primeras páginas ele Swann;
al contrario:! como si en esa última escena el relato quisic-
·ra, para con~luir, disolverse progresivamente y ofrecer en
espectáculo ¡la imagen deliberadamente confusa y sutil-
mente caótiCa de su propia desaparición.
1 .
Vemos, pues, que el relato proustiano no tleja intacto
ninguno de ;tos movimientos narrativos tratlicionnles, con
lo que el conjuntó
¡·
del sistema rítmico de la narración nove-
lesca resu1t4' pro~~dament~ .aite:~do. Pe~o aúr~ ~os falta
por conocer¡una ultima modtficac10n, la mas dec1s1va segu-
ramente, cuya emergencia y generalización darán a la tem-
páralid~d n~rrativa de En busca del tiempo perdido una ca-
dencia lotaÜncnte nueva: un ritmo propiamente inaudito.

l. Prohlenies du 110!lveau roman, Seuil, París, 1967, p. 164. Sa-


bido es que Rícardou opone narración a {icció11 en el sentido en
que yo opon~o aquí relato (y a veces narración) a historia (o diége-
sis): «la narr¡ación es la forma de contar, la ficción es lo que se
cuentan (ibid~. p. 11).
2. Proced~miento propuesto por G. Müller, art. cit., 1948, y R.
Barthes, "Le ¡discours et !'histoiren, Infonnation sur ·les scie11ces so-
cia les, agosto de 196 ?.
3. Es lo que Ch. Met7. (op. cit., p. 122 y ss.) llama la «<gran sin-
tagmática,, narrativa.
4. Sabido es, por lo demás, que la coacción exterior sólo es res-
ponsable dell corte actual entre Swann y las Muchachas e11 flor. Las
relaciones eri.tre divisiones pxteriores (partes, capítulos, etc.) y arti~
culaciones ~arrativas internas no han suscitado hasta ahora de
forma general, que yo sepa, toda la atención que merecen. Sin em-
bargo, esas relaciones determinan en gran parte el ritmo de un re-
lato. · ·
S. Como se ve, las dos únicas coincidencias entre articulaciones
narrativas v divisiones exteriores son los dos finales de estancia en
Balbec (fin.al de Muchachas y final de Sodoma); podemos añadir
las coincitlJncias
1
entre articulaciones y subdivisiones: Final de
. 1
166 1
uCombrnvu, final de, "Amor de Swannn y final ele «En tomo a ¡~,
señora S\vannn. Todo lo demás es superpoi'iición. Pero, nnt~trnl­
mcnte, mi desglose no es indiscutihle y sólo aspira a no tener sino
un valor operativo.
tí. W. HachC7., "La chrnnnlo!!ic rt l'fl~e des pcr.-cmna~cs dl'
A.L.R.T.P.••, Ru/ll'till dt' In socit:ft: t?t·s amis dt• ,Harcf'l Pmtt51, t.. IO)f.:
~<Rclouchcs ñ une chronologirn, ihirl .. 11. 1961; ~<Fiches biogrnphi-
ques de pcrsonnngcs de Prousln, ibid .. 15. 1965, H.-R. Jauss, 7.t'it
tmd Eri1111ertmg in A.L.R.T.P.. , Carl Winter, Heidelberg \955. G. D;1-
niel, Temps et Mystl(ication dans A.L.R.T.P., Nizet, París, 1963.
7. A esta discordancia cronológica se suma la que se debe a b
nuscncia de todn mención (v de toda verosimilitud) del nacimiento
de Gilberte en U1·1 amor de S11•mm. que, sin embargo. impone la
cronología general.
8. S~l hi UO l'S que L'Stl.S dos con 1r:~d \cCÍ00C'S SC' elche o <1 CÍ rnm.;-
tancias exteriores: In l"L•dnn:iún separad::\ de Un amor dC' Sl\'(11111,
integl"ado a ¡mstcriori al conjunto, ~-: In proyección tarcHn sohre el
personaje de Alhertine de hechos vinculndos a las relaciones entre
Proust·:V AlFn:d Agostinelli.
9. Págs. 486 \" 60~."
10. La durnclün del primero. entre: Tanso111'ille '"La Gut'rra (111.
723), no est¡1 prcci~nda- en el te:xtn (re los largos mins que pasé en
tratnmicnto, ll'jns de Pnrís, en una casa de reposo, hnstn que t~stn
no pudo cntontrar mils personal médico, a comienzos de 1916.- l.
pero está determinnda con bnst<1ntr precisión por el contc:tt0. plH'"
e] ft'nllilliiS (111/¡' l'!' 1O()~ .C' l 0()."~ ·'" cJ f¡'1"'11i1IIIS ad (:-~ ft't..'hn t''\rli\"it.l
dL· ttJtti. ~·n qtll' L'l \'i;lit' lk dns 1\\t'St'S a l'ar\~ l'n llll-+ (p;i¡!-:. i'.,~.
762) no es sino un L'ntrcncto en L'sn cstnncia. La duración cll'l SL'-
gundo (entre La Grwn·a y Recepción de GHemzantes, Ill, p. 854), que
puede comenzar í:l pnrtir de 1916. es igualmente indetenninatla,
pero la fól-m!Jl" empleada («muchos años pasaron,) impide que lo
con.cdtlercmos mucho más lwcve que el primero v obliga a situ¡'r
el seguntlo l"l'f!t'cso ~·. pClr tanto, In velada de Gue-rmantes (y n (or-
tiori el momento de la narración, que es por lo menos tres año-.
posterior) después dt: /922, fecha de la muerte de Proust: lo que no
presenta inconvenientes, mientras no prctcndnmos identificnr nl
rrotagonistn con l'l nutor. F.,,·idcntcmentt·. esa voluntad es· In quL'
oblign n W. rlrH:hcz ( l Gt>S, p. 2QQ) n rcducir n tres años comn m¡\-
:'(inw, sin t~:n~:r L'n L"l!L'nta t:l texto, In segunda cstnncin.
11, Esta formulación puede provoc;r dos malentendidos que
me apresum a di.c;ipar: 1) el hecho de que un segmento de discur~o
corrcspondn a una duración nula de la historia no caracteriza pro-
piamente a \n descripción: lo encontramos también en esos e-"CCltr-
SLIS para hacer un comentario en el presente que, desde Blin y
Brombcrt, suelen llnmnrse .inrmsinnes o intntsio11es de artfor y'"de
los que volvcr·cmos a hnhlLir en el último capítulo. Pero lo caracte-
rístico tic c.~o.o.; cxcttrsus es que, hnblanclo con propiednd, no pueden
calific.:arsc de narmtivos. En cambio, la~ descripciones son diegéti-
cns, por ser ctmstitutiv<ls clcluni\·crso cspnciotcmporal de.lc:t histo-

167
ria, razón ror 1<~ cual en ~u ca.<;o de lo que se ln.tla es de un discurso
narr<ltivu. 2) Todn descripción no obliga necesariamente : 1 la pnusn
en el relato, lo hemos constatado en Proust mismo: tamhi~n nquf
no csun:.1 cue.•;ti(m de tlescripci1·!11, se tratn de lt~ paLI.~n dcsc:riT'tiwt,
que no th.:bc confunc.lirsc ni con ninguna púu.•m ni con ninguna tlcs-
cripción. ·
12. Este si.~no 1T > (inl'initamcnlc ma:vor), asf como el inverso
1T < (infinitnmente menor) no son, segün me han dicho, malcm::'íti-
c;;uncnte or1odoxos. No ubstantc, l(.lS me~ntcngo porque me parecen,
en este contexto y par<~ el comt'111 de los mort<~lcs, los nuís lransp<t-
reniL's po.o.;ihlc." Jléll':l dcsign<~r un t'll!lcerto, a su vez, m<~tcrn;ítica-
lllL~nk tluc.Jr,so, pero nqllÍ cl;tro. '
1.1. Así rwur-rc un pnco l'll I.'A¡~ramlissr•IIWlll de Cl<1ude Maurim.:
( l9n.1), que c.ledic:t unas 200 p;'t¡!in¡¡s :t urlt~ dur:H:ir'm eJe dos n1inu-
lr.Js. Pcru lilnlpocrJ en l'Sl' l't.tso'prrJcedt· lu prolungm:iün c..lcl texto d}'
una vcrdndcra dil::~tnL:ic)n de In durncir)n, sino dt• in.nen:ioncs divcr-
S<Is (nnalcpsi.'i mn~mica:-, etc.).
14. (Juiiole, T. cap. 34, citado en Discusió11 (p. 218 de Ohras
con1pleras, Buenos Aires, Emcc<.! Editores, 1974). No pockmus por
menos de compararlo con un sumario m<ís desenvuelto (pero mo\í-
V<~dn) sobre un tl:ma éln{do}.Jo, en Piclding: ((No v<tmos rt C<111S<ll' al
lector con tocios los detnlles de esa rnnniobra amo¡·osa. Si, en opi-
nión de un autor célebre. comronc In escena m<Ís divertida ele la
vida para el ::~clor, su rcl:.tlo té\ ve7. ¡;ca el más in::;fpido ~, abu1Tido
que imagint~rse puctln p:trn el lector. Limil~tnonos, puc.s, nl punto
csenci.;¡l. El cnpil{ll1 orientü su ntnquc como debía, la ciudadela Sl'
dcfc'ndic) como dcbín v, tamhién como debf::1, acabó rindiéndose n
t.liscrccir)nn (To171 .!rmes, cap. 1). · .
lS. Vénsc Pcrcy Lubhucl\, Thc~ Cm(t o[' Pictirm, Londres, 192!. .
16. G<trníer, p . .''>0. DespllL'S de Luhbock, Phyllil' Bcntley h;, in-
d;c;.,do l·lnnllnl'nlc la n~lacil'm f'undonal entre sumario y mwlcpsi.o.;;
"Una c.le lns Fllllcíones 111ús imporle~nles y frecuente~ del relato su-
mario es la de contar n'tpidnmentc un período clol {Jasado. El nove-
lista. l r:ts ha hel'llos in tel·est~do en sus pcrsona,ics con t<í ndonos u nn
co.;ct:n<~, dn m:11Tha atr¡'ts de repente y luego vuelve hacia adelante,
p:tra darnos llll hrL'VL' l'L'Sllll\1..'11 de SU historia pr:1s.:1da,, lll1 .'illllWI'ÍO
retrospectivo (rc!slmspecl)n (uUse or summaryn, in SOI11C! ohsetva-
(Íf)l1S rm !he art o( mu-ratil'l.', 1947, rerroducido en Ph. Slcvick,
comp., The TIJc!ory o( thc NrJ\'el, Nueva York 1967). _
17. Que el n:lnlo clásico, que no lo ignora en absoluto, inll'-
l!raba en el sunHil'Ío; ejemplo, Bimttcau, p<1gs. 31-32: ccPot·la noche
tloraha pcnsand!J en Turcna, donde el campesino trabn,ia sin pri-
sas, donde el alllaiiil pone ];:¡ tpicdre~ en doce tiempos, donde le~ pe-
reza cst{l sabiamente comhinncla con la felicidad; pero se dormfn
sin tener Lit•mpo de pensar _en escapar, pues te!lra .que hnc:cr rccn-
dos por la maiiann ':l obcd~cta a su deber con elmst1nto de un pctTo
guanlifin.n
tH. ITI, fl· 723:
uE.sliS ic.ll'nS, que tendían llll<lS (1 disminuir, oll"<1S
a aumcnlnr mi pesar por nu tener dones p<1ra la literatura, no se

lóR
1
me ocurrieron nuncL\ Jurante los lélrg:os años en que. por lo clcm<l"-.
hahfa rcnuncimlo totrdment<.' al proyecto tic cscri~1ir y que pasé L'l1
tn1lamiento, lejos de Pnds, en una casa de reposo. hasta que ést;1
no pudo vn enc'onlrnr mñs personal médico, a corhicnzos de 19J6 ...
y p. 8S4:· ce Lél mtc\·n cnsn ele reposo en la que ~e retiré me curó
léln poco como In pl"imera y muchos años pasaron antes de que l<t
<~bandonnn.1.'> !
19. Es el c<~mhio de capítulo entre 11,., y Frédéric, boquiélbierto.
nx·onoció a Sénéchal~> (TTI, cap. 5) y ccViajó ... n (ITI, cap. 6).
20. Como si el cambio de capítulo no l't1era, preci~<~mcntc, un;,
lransici6n.·Pero t•s proh.,hlc que Proust, que dtn!dc tnl'tn<Jria. hu-
biese nlvid;Hin este det01lle. 1
21. Pléiade. Crmtrc Sai11l<'·lku1•c, p. 595. 1
22. «Para volver [In huida del Tiempo] apreciable, los no\'c]ic;-
tns se ven obligados, acclcrnndo las pulsaciones de la ap:u_ja, como
cnloquccidn, a lwccr saltar ni lector diez, ,·cinte:, trcintn af1o~. en
dos minutos" (J, p. 482).- 1 .

23. En Co11tre Sai11te-Beuve figura esta crftica:, muy alusin. ele


la práctica bal7.acinnn del sumario: ceNos da en f:esúmencs todiJ lo
que debemo~ snbcr, sin dcjnrnos aire ni espacio, (Piéiad·~. p. 271 ).
24. E:mli cil'rns pueden parecer imprecisas: es que seda absurdo
buscar la precisión en un co17J/IS cuya~ propias fronteras son muy
imprecisas, ya que, evidentemente, 1a descripción limpia (de tocla
narraci<Jn) y l<1 nnrrnciún limpia (de toda dcscdpciónJ no c:;;istcn
y el inventario de los "pasajes descriptivos» ha :de
pasar por alto
millares de rrascs, miembros de frases o palabras dcscriptiYas per-
didas en escenas predominantemente harrativasl Sobrl! esta cues-
tión véase Fi~III'CS rr.pt'tgs. 56-61. 1
2~. r, p•íl_!s. 4q-~o. ~l1-c,7. fo72-67.1 y 802-806; n. pñp.s. 9R-C19: 111.
623-62~.
26. l. pñgs. 717-719.
27. l. r<'1gs. 63~-66_0; TT. p<íg:s. 6S6-657. 897.
2H. E.l. Vnp.lln;t_v, l. p:"l~:-;. -10-o.l.l..
24. E.'\Cl')IIUlldu l'l e:--cudo de J\quilrs (ff(ac/n xvnn, dcscrit(l,
como l'S Sílb~do. l'll L'l tiempo de su l'nhricnciün r· or Hcfcsto. .
30. GnrniCI", r. 67.
31. Gautier lll·,·<tría ese procedimiento hasta 1n r:xtrcnio de cll.·-
scn\'olturn que lo ndesnudnn, como dcdan los rormalísl<l': ,,¡_,,
marquesn vi\·ín en un :1poscnto SL'p:lrndo. en que el nwrquL;s nLJ
L~llt rnhn sin nnunci;.1rse. Vanws a cometer esa i·nc6ne:rucncia de que
no se lmn pi·h·;,,du lus nutore~ de todos los ticmpor~ ":-':·..;in decir nad<1
~11 lnc<wo que hnhri;:~ idu n n\'Ísar n !n donccl!a, penetraremos en
In nlcohn. :--cgurus ck no molcstnr n nndic. El escr¡~tor que llílt:c trnLI
no,·cln lll'\'íl llnturalmcniL' en el dedo el nnillo ele GygC>s, que Yucln·
in\'Ísihlcn (/.,¡_' CopitaÍIIL' rroCc/SSt', Garnier, p. 1Ó3). M:ís· nclel::-11~1l'
\'<Jln·rcmos :1 \'L'I' L'sa l'i¡,!lll":t. l:-1 11/t'fafl'psis. por lq cun 1 el n;-u·rnclur
l'in~c cntrnr knn u sin lcctur) en el uni\'erso dicgé'tico .
.12. Hm:icndu <thstrílcci(!n de ciert·íls i11trrrsíon'cs dt·5criptíms del
¡-
no rrmlor. ~ener;d nwn to en l""t'<t'nf", mll)' broYes como i nYolu n to-

1 169
ri:J.s: véase Fikures, págs. 223-243. -
3.3. Bova_rj. Gar~ier (Gothot-Mersch), págs. 32-34; L'Éducotion.
ed. Dumesmf¡ II, pags. 154-160 .
. 34. Bowu:y. versión Pommier-Leleu, págs. 196-197 v 216; Gnr-
mer, págs. :~LB-269. Por lo demás, la última es iterativa.
35. II, p.\ 9s. 419-422.
36. J, págs . 836-840.
37. l,p.Sl. 1
38. U, p. ?56.
39. Se tr~ta de las treinta primeras páginas de la recepción
propiamente ,dicha (págs. 920-952), una vez que Maree! ha entrado
en el salón, después de la meditación en la biblioteca (págs. 866-
920). 1
40. III,-p. 939.
4l. 1, pag~. 659-660.
42. Tll, P-J623.
43. T. pág1c;. óS4-ó~5.
44. 1' p. 642.
45. Véase! R. Jakobson, crA la recherche de J'essencc du langa-
gen, in Prohl~mes du langa~e (Dioge11e 51), París, 1965.
46. Garnicr (Martineau), p. 474.
47; Véasci el capítulo 1 de la segunda parte ele Tom Iones, en
que arrcmet1 contra los liistoriadores insulsos que <tno cledicnn me-
nos tiempo a los detalles de meses v años carentes de interés que
al cuadro clcjlas épocas famosas por acontecimientos grandiosos :V
mcmornhles~, y cuy~s 'libros comparD con ttcochcs pt'!blicus que,
vacíos o llcnps. hacen constnntcmcntc el mismo trnyecton. Contrn
csp tradicióf1 ~lgo imaginaria, se jacta de. inaugurar un ~~sistema
·tot<rlmente opuesto••. que no escatima esfuerzos para utraznr únn
"1
pínturn fiel de las situaciones extraordinarias y, en cambio, pa:>a
por nito los I<Ínten'alos de esterilidad••: como los ujuiciosos recau-
dadores, de 1a loteria de Londres, que no anuncian sino los núme-
1
ros con prefDÍO. {T,págs. 81-82).
48. 1, p. ~26.
49. I, p. ?53. ·
50. Entre los capítulos I y 11 de Gucnnantes If, II, p. 345.
tn
51. uEs primer lugar un domingo de otoño indeterminado
(p. 345) y prbnto es el final del otoño (p. 385). Sin embargo, poco
después, Fra'nc;:oise dice: "Ya estamos a finales de septiembre ... " En
todo caso, nb es· en una atmósfera de septiembre, sino de noviem-
bre o inclusb de diciembre, en la que está sumido el restaurante
donde el na&ador cena lao víspera de la primera invitación en casD
de la duquc'sa de Guermantes. Y, al abandonar la rccepciór1 de
ésta, el narrpdor pide sus s110W-boots ... 11 (G. Daniel, Tcmps et M_vs-
tification, p~gs. 92-93). .
.52, Recordemos que el propio Maree] tiene costumbre de inter-
pretar cicrt::Ú; pnlnbras <tul modo de un silencio súbiton (Ill, p. RR).
La hcrmcnét1ticn del relato debe hacerse cnrgo también de sus si-
lencios st.'1hitos, tL;niendo en cuenta su t~durndónu, su in1ensidnd _v,

170
nnturí:llmentc. su (uf!.or.
53. P. 92. "
::=i4. Sobrl' L'l preduminiu tk b csccnn. \'éí:lse TLldié. Pm115t cr {('
Rumm1. p. J-¿..7 ,. ss.
55. E\·idl'ntl.·mcntl', hLl~· que m01tiznr es<~ nt'irmnción: nsí en f.n~
su(rimicntns cid ÍI11'CI1tnr, l::~s pá¡;!inas m<ls dramátic<ls tal \'e7. sc<~n
aquellas en que Bal7.ac resume con una aridez de historiador mili-
tar las batallns de procedimiento disputadas con David Sécharcl.
56. l. págs. 21-48. 159-165, 226-233; II. p;:í_gs. 552-565. 335-343':
III. pñg:s. 226-.324, 865-869. ·
57. li. pñg:s. 183-284, 416-547, 633-722. 866-979; rn. págs. 8f6-
1048.
58. El· estatuto de la tl!tima escena (rec.epción de Guennantc-;)
es mi\s completo, porque se trata tanto (e incluso más) de un ::tdióc;
al mundo como de llna iniciación. No obstante. el tema del dcscrr-
hrimiellln está presente en rlb en form::~. como :va sabemos, L!l' un
redescubrimiento, rL"conucimil'nto dificil bajo In mñscam dt•lcm·l:··
jccimit:nto ~· In ri1etnmorfosis: motivo de curiosidad, tan pudemo.;o.
si no m::ís, como L'l que ;:~ninwhn l<ls escenas anteriores de entrudí:l
en el mundo.
59. B. G. Rogcrs (Prmrst:, IIC/11'flt1\·e Tech11iques. Dro7., Ginch1·<1.
1965. págs. 143 y s~.) ve en el desarrollo de E11 lmsca del ticmpn
perdido una desnparición progresin1 de las escenas dramñticus. "t'-
g(m él m::l:; numerosas en lns pl'imeras partes. Su argumento c~en­
cinl es que In muerte do Alhcrtinc no pro\'OCé:\ una cscenn. Demos-
trnción poco cum·incentc: lu pruro1·ci6n npcnn~ \'<:lrín n lo lnq!o de
la obm ~· el rnsp:o pctiinente es mucho mñs el predominio cono.;-
tunte ele lns escenas no dramilticas.
60. "Temporal Pntternsn, pL1gs. 33-34.

171
3. Frecuencia

Si 11gula.t i \loli tera t ivo

T-b:;ta nhor-a los crt'til:n:; y los ll'órkPs L!t..' la nn\'l·l:t h;ul


c:;tudi~do muy roc.:o Ir) que (l~mo In ti·ecl/c11cia 1/lll'l"rlfit'll, L'~
decir, lcts relaciones Lk fnTucncin (o m:\s sencilll'llllL'111L' In
n·pctici(m) cnlrL' n~lt1to ~,. diégesis. Y, sin .cmburgo, es uno.
d~ los <1spcct.os cscncit:dcs de la lcmpornlidnd nDJTLttiva y,
nor lo dem{ls, bien conocido, en el nivel de In lenguu to-
mítn, clt: los gram{ttícos en In Cí.llcgorfn, prccisnmcntc, del
aspectu.
_ Un ncontccimienlo no L'S sólo susceí1rible de producirse:
pucclc también reproducirse o rcpl'tirsc: el sol sak Lodos los
-~líéls. N~lltlr~llmL'llll', ];¡ irlr•ttfirlad llL' csns mt'dt,iph•s· cnsns cs.
L'()l\ todo !'Í¡!.CJJ', ÍllliHif-'.ll;lhk·: ud sol" que usnlc, cudu nw-
ll~l!HI no es e~actamente el mismo de un dín parn otro,
'como tarnroco el ccGincbru-París de lns 8,4~ hun1sn, caro <1
Ferdin;md de Snussun·. SL' compone todns 185 noches <.k los
mismos. \'t:H!ones cn!!anch~tdos n In mismn locomolorn. 1 La
~ ~

ccrcpctición.~, cs, L'll l'C<ditlí:td, unn construcción mental, que·


elimina de e<1tl~1 ct\SCJ todo lo que le pertenece propinmcnle
pan1 conscn·a1· sc:>lo lo que comparte con todos los dcm<ls.
ele Ir~ mis111~1 clase, v un<l i.lbstraccir.Jn: tcd solu, ulll maC1~1:
11 :.\,1, c•s;dir~~. P.s ¡tlgr; hit•n cnnocido y sólo lo recuerdo purll
precisar c.le una vc.i'. por todas que aquí llamaremos uacon-·
tccimicntos ic.l~nticosu o ccrccurrcncia del mismo Dconlcci-

172
mientou a una serie de \"ario~ acontedmientos semeiéln"LL's
" cmrsidcrados .wílo en stt sellle'ÍWI;:.a. [ . . -.'
· _. SimL;Irkamenle, un L'ntlnciado nnrrtlti,·o no sólo se pro-
~uce, t;:unbiL:ll puede reproducirse, rc¡~ctir5c una o variL'Is
veces L'll el mismo texto; n<H.ln me imp:idc decir o escribir:
::-rk1Te ,·ino í:'l~·er por la tarde, Pierre viho ayer por la tarde.
1
__pkrre \'ino u~-er por la tnnk•,,, Tamb ién en este caso !<1
jdcntic.lml .'··por t<lll!o, la n·pctición son! fenómenos abstr<~c-
los, ninguno ele los casos es materialmente (fónica o erMic::l-
~~llente) ld~ntico del todo a los drmüs, ni~s~quict·a i~.k~lrncnte
jlingüístil'atncnll:), por el simple hecho¡de su copresem:ia ~
su sucesión, que din~rsil"ica esos tres enunciados en prime-
}·o, siguiente.'· Cdt_imo. Tí:lmbi0n en cstclcaso podemos renii-
Jinws n las CLqebrcs pc\ginns ~le! C~11·so ~le lill_gii(stica .~cnemf
_sobre el u¡11'ohlcma de las H..lcntJdadcsll. Se tr:lt:l dt• \111;1
_Jlllt'\'~1 :1hslr;HTic'111 por· :IS11111it· ,. qllt' n~umil't'IHP~.
Ftllt\' ~- .... n~ l':li'H\'id:\\1~·:-; d~· ,, 1'\'l'\'lkihll" dt• "'' l\l'\'t\1\YI
111ktliP-' ltaJTiHh'." \dl' 1\\ his!l'l'i,,)' dt• h]s ~·tnttl\'ÍI\\It'-" n:u·t ;1-
ti\·ps (lkl n·l,ll\d S\' t'slal'l\·n· \111 si'\!\'1111\ d\' n·!m:llltli.'S qttv
ti f'l'irll'l j1lldl'lllliS n·dl11..'i1' a L'lU\(1'0 ti¡~O.S \'il'tllHil'S, \.'(111Hl•
simpk resultmlu lk 1<~:-; dos posibilidad~s ul'recidr.1s por un~i
p<11-I.L' y por h.1 ulm: nconlel'imil'nto niret'iclo o no. L'Tllln-
cindo l'l'J1L'I ido o no. M11.\' L'Sl]liL'IlHÍ! ic;11JlL'I11L', podl•mn~ de.:.
cir que un I'L'I:11o. SL'~' l.'tll11 Sl':l, pt1L'lk n ntnr unll \'L'i'. lo qttt'
ha ocut-ridn um1 \'L'Z, 11 \'L'L'l.'S lo que ha ocurrido 11 H'L'L's, ,,
\'L'Cl'S lo que lw ocurl'iclo una vez, una vez lo que hn ocu-
nido n vecL·s·. Vl.'tlmo::; un poco má~ porlextC'nsn csns L'\l\llr11
1ip(ls dt• n•l:lt'Íllllt's tiL' ln·cttt'Jll'ill. 1 ·

Co11far ruru l't'.:". /u <ftrl.! ha rJctll'l'idu t/1/C/ 1·e.:: (L's decir. si


c;crcmos <tbrL'\·iarlo L'll una l'órmul:1 setldomull'Íllúticn: 1R:
·¡ H). Ser~ un enutll'irtdo 1<11 como: ''AYer~ me acosté tL'mpr~l­
rlO.>> Esa rormn de relato, L'll que la ~'inrrularid<l'd del L'llllll-
"'Z:i<l(lO 11~11Talin1 responLk n l:1 ~ingul~ridnd del ncontl'-
nlÍL'nto IWJT<Idll, l'S, L'\'itiL•niL'Illl'lltl',' lal llHÍS t'OtTiL'IliL' COil
lnucha dikrL'Ill'Í~l. Tan corri0nte, y r~pm;entL'ml'l•iL' considL·-
1-~1<.1;1 1~111 lltHJl'lll~d''· t]IJL' JHI lil'llL' nr.>mhr~~. <tlm.t•nos en llll.l.'"·
lrn kngu<~. Sin emhnrgo, píli'H m01nii'L·sthr con cl;uitlntl qlll'
..no SL' t..rnln sino dr una posibilidad enlre otrns, proponr-o
· ::~1 ribuirle uno: L'll utklanle lo llamard relato singu/oti1·n,
-.. !
173
.neologismo tran~parente, espero. que aligeraremos a veces
.empleando en el mismo sentido tt;!t:nico el ndjetivo «singu-
j_ar»: escena singulativa o singular. .
Co11tar 11 vec¡:!s lo que ha ocurrido 11 veces (nR/nH). Sea
el enunciado:. c1 El lunes me acosté temprano, el m arte~ me-
acosté temprano, el miércoles me acosté temprano, etc.~~­
Desde el punto /de vista que aquí nos interesa, es-decir, el·-
de las rclacionGS de fyccucncia entre relato·e historia, este-
tipo anafórico s.~gue siendo, de hecho. singulativo y cqui\la-~
le, pues, al anterior, ya que las repeticiones ·del relato no'
hacen sino rcsi?onder, según una correspondencia que Ja.:.~
kobson calificada de icónica, a las repeticiones ·de la histo--
ria. Así, pues, lb singulativo no se define por el número de··
casos de uno y ?tra, sino por la igualdad de dicho número. 2 :.:
_ Co11tar n l'epes lo q~e ha ocurrido una vez (nR/1 H). Sea
...un enunciado Fomo éste: ccAyer me acosté temprano, ayer
~me acosté temprano, ayer me acosté temprano, etc.» 3 Esta
Jonna puede parecer p.uramente hipotética, retoño mal for-
mado del espfritu.cornbinatorio , sin pertinencia literaria
alguna. Recor~emos, sin embargo, que ciertos te:o<tos mo-
)ernos descan~an sobre esa capacidad de repetición del re-
lato: piénsese,¡por ejemplo, en un episodio recurrente como
"la muerte del ciempiés en La celosfa. Por otra parte, el.,.
~mismo acontcbimienlo puede contarse varias veces no s6lo
j:on variantes ~stilísticas, como suele suceder en Robbe-Gri-
:.llet, sino tar:lbién con variaciones de icpunto de vista11,
~como en Ras/1omon o El ruido y la furia. 4 La novela episto-
lar del siglo xvm ya conocía ese tipo de confrontaciones y,
naturalmcntd las anacronias (crepetitivas11 que hemos visto
en el capítuld I (anu11cios y cvocaci011es) corresponden a ese
tipo narrativ9, que realizan de forma más o menos fugitiva.
Pensemos tm¡nbién. en que a los niños les gusta (lo que no
es tan ajeno romo puede creerse a ]a función literaria) que
se les cuent~ varias vecés -e incluso varias veces sc~ui­
das...:..:. la misma historia o releer el mismo libro, gusto que
no es privile~io exclusivo de la infancia: más adelante vere-
mos con cieryto deta11e ·Ja escena del c<almuerzo del sábado
en Combray¡. que concluye con un ejemplo típico de rel~to
ritual. Lla~~ a ese tipo de relato, en que las recurrcncn~.:"
174

,del cnuncic.H.Io no responden a rccurrcncia alguna de los
acontecimientos, rclnto repetitinJ, naturalmente.
- Pm· t.'lltimo, co11tar una sola \··e.:: (o, mejor: en una sola
ve¡:) lo que lw sucedido 11 ,·cces (1 R/nH). Vol~ramos a nuestro~
segundo tipo o singulativo anafórico: uEl lunes me acosté
temprano, el martes, ctc.n Evidentemente. cuando en la-
historia se producen semejantes fenómenos de repetición.-
cl relato no este:\ condenado en absoluto a reproducirlos en·
su discurso como si rucm inco.pa7. del menor esfucr7.o de-
abstracción y de síntesis: en renlidad, y salvo que se trate
de un efecto estilístico deliberado, en ese caso el relato, in--
cluso el mc:\s tosco, encontrará una formulación siléptica~.
tal como: <<todos los días)> o <<toda la semanan o ((todos los
días de In semana me he acostado temprano». Todos sabe-·
mos al menos con qué variante de ese giro comienza En
busca del tiempo perdido. Llamaremos a ese tipo d~ relato.
en que unn sola emisión narrativa asume varios casos jun-
tos" del mismo acontecimiento (es decir, una vez más, va-
rios acontecimientos considerados en su analogía), relato
iiterati1•o. Se (rata de un procedimiento lingüístico de lo mc:\s ·
corriente y prohablc-mcn'tc universal o casi universal, en b
variedad de sus giros,' bien conocido de los gramáticos. a
quienes dehc sn nombre.)\ En cambio, su uso literario no
parece haber suscitrtdo hasta nhora una atención dcmn-
:-;iado viva.'' Y, sin emba-rgo. se trata de una forma total-
mente tr::1clicional. de la que podemos encontrar ejemplo!'
ya en la época homérica y a lo brgo ele toda la historia de
la novela clásica v moderna.
Pero en el relato clásico e incluso en la obra de Balzac,
los segmentos iterativos están casi siempre en est::tdo de su-
bordinación f'uncionnl con rclnción a las escenas singulati-
vas, a las que dan una especie de marco o fondo infonnn ti-
va, de un modo que ilustra bastante bien, por ejemplo. en
Eugé11ie Gra11det, el cuadro preliminar de In vida cotidiana
en la familia Grandet, que no hace sino prepar~r el co-
mienzo del relato propiamcnre dicho: ce En 18 t 9, hacia ..el
anochecer, a mediados del mes de noviembre, la Grande
Nanon encendió el fuego por primera vez ... n 10 La función
clásica del relato iterativo está, pues. bastante próxima a

175
la de la t!~slTipción, con la que guarda, por lo demús, rela-
ciones muy l'Strcchc:~s: el «l"Ciré\tO moral», por ejemplo, qttc
es una de las variccladc:-; del género descriptivo, funciona
la mayol"ia de las veces (véase La Btuycre) mediante acu-
mulaci(m dL' ra~gOl'i iterativos. Como la dcscripcir]n, el re-
lato iterativo cstú al sen•icio, en la novele\ tmdicional, del
rclnto ccpropiamentc dichon, que es el relato siq!ulativo. El
prirncr novelista que se propuso ·.~manciparlo ele esa depen-
dencia funcional es, cvidcntt'mcnte, FIC?.u'1erl en Mada111e
Ruv01:v, en que püginas como lé:l.s que cuentan la vid; de
Ernma en el convento, L'l1 Tostes antes y después del bé:l.ilc
en la Vaub~·essard o los .iuc:\•cs que pnsa en Roucn con
Léon, 11 ;:¡Jquiercn una <.1mplitud y unn autonomí:J tpl<11-
mcntc inusitadas. Pero, aparcnl:cmcntc, nínguna <Jbn.l liovc-
lcsca ha hecho nuncn uso comparable ele! iterativo -pm·
b extensión textual, por In imporla•1cin temálicn, por el
g:.rado <.k cl~boración técnica- ni que hi?.o Prou!"l en E11
lmsca del tie111po perdido.

Las tres primL~l-nf' gr<:\ndes secciones. c..lc En husca del


riem¡w padidn, es dL·cir, Co111hray, Ur1 Cl/1101' de SII'CLIIII y
<cGi{herte" fNrJil1hrc·.~ ele f7a(s: el Nomln·e y Er1 rurJw c1 la sa-
riora de ,c.:i\\'(//111) pueden con!-iidcran:;e sin exageración esen-
cialmente iternti\'as. J\pnrl:c de C\lguna~ escena¡.; singulati-
vas, dn1111Micamcntc muy importantes, p'or lo dcm:."\S, como
la visita c.lc Swann, d L'ncucntro con la Dama ele rosa, lm
cpisocllo:-; Lcgnmdin, l<:\ profnn<.1ción de Mo.ntjouv01in, la
<IP~Irici(m de 1~1 duquL"sn <.·n lt:~ iglesia y el pas<.~o h<:\slu los
c:lll1Jlí.\narios tic Mí.\rlim·íllc, L'l texto tk Cnmhroy cucntn, L'll
el imperfecto Je rcpet icir)n, no lo que Ir(/ sucedido, sino lo
que sucedfa en Combra~·. regula1·, ritualmente, todos los
<.h<1s o todos los clomin!fOS o Lodos los .sábados, ele. El relato
d~;; los a1Í1orcs de Swann ~· Odcttc revestirá también, en lo
esencial. el modo c.lc la coslumb1-e :' lt:~ repetición (excepcio-
nes impo1'tantcs: las dos vclndns en casa ele Verclurin, la es-
cena <.k las e<.lll:lcvl.'ls, el concierto Saintc-Euvcrte), ip:unl
que el de los nmor~s de M;wccl y Gilbcrlc (escena~ singula-

176
(Í\'t.\S nott.\bk~: la Bcrm<:l, b ccm1 con Bcr~ottl'}. Un c;:\lculo
<Jproximmlo (!¡_, precisión no tL·ndríü en es.tc Ct.\SO pertincn-
cin <dgunt.\) revela unüs 1 15 púginas itcn\ti\'as (rente <! 70
sing:ulnt ivas en Cm11bray, 91 frente a 1O~ en U11 amor de
Sll'aim, 145 Frente u 113 en Gilherre, es; decir, unas 350
1'1·c.nle a 285 en el conjunto ele c~as tres sdcciones. Hastn la
primcm estnncia en Balbcc no se establece (o se restablece,
si pensamos en lo que era lt.\ pmporción en el relato trncH-
cional)12 el predominio ele lo singulntivoi Aun así, adYcrti-
rnos hasta d final numerosos segmento~ iterativos, corno
los paseos en Bnlhl'c con la sc1iom de V1illeparisis en A la
somhr{l de /((s 11711c:hachas e11 flor·, IC\s man(obr<ls del protngo-
l~L~tn, }'.. co~1:icnz.o lk Gr:~·mw11te~, para /1 encontt·m:~c ~todas
L's lllt\llnn~ls t.\ !n tluque:-;n, los CU[lclros de DoncJL res, los
viajes en le Lrcnccito ele b Rnspelicrc, taivida con Albcrtinc
en Pans, ' 1os paseos en Venecw. . 1·\ 1'
Hay que observar, ademéls, la prcsenqía de pasajes itera-
tivos en el interior de escenas singulare's: así, al comienzo
de la ccnn en c[l~a de la duquesa, el largo paréntesis dedi-
cmiCl l."l! cLlr<kler de lo~ Gunmnntc~.'t En este cLl~C'l. el
campo tcmpornl üb<lrc[ldo por el ~cgn~ento iterativo dc~­
borcla, eviclcntcmcntc, eón gnm diferencia el ele la ~sccn<1
en que se inser10: L'l itcrntiv'O abre en cierto modo una ''cn-
tnnn a ¡., dunKi(m cxleriol". Por eso vdmos n ct11ific[\r l'SL'
tipo de p[\réntl'sis de itl'mcione,o; ~<'llemliz.aHtcs o itcrCicioncs.
exfernas. Otro tipo, mucho menos clñsico, de paso nl itcm-
tivo dumnlc unn csccnl'\ singulm·, consiste en tratar parcinl-
mentc de Form~1 iterc:~tiva la duración de esa propia e~cen[\,
desde entonces sintetizada por una esp'ecie de clnsific[\ción
pnrndi~_:!mc.\tica de los acontecimiento~ que la componen.
Ejemplo 11111\' L'l<ml lk SL'mc.i:Hllc trCI~nmicntP, mmquc sc
l'jcr7.:' sobre une.' dural'i<'m llL'LTsnrinmcntL' 111\i\' bren·. L'."L'
pnsa,ic del cncuentro t•ntrc Charlus y jupicn ~~, el que n.'-
mos al barón ol?.nr ((por momentos, los ojos y lnn7.[\1' una
mirada ::1tenta ::1 la leontina: «Cada 1ie~ que el señor de Ch;:u¡.;
lu!'i mimhn a Jupicn, se las arn~glabt~.l para que su mirmla
Fucm acompnii[lda ele una palnbJ~C\ ... c;ada dos mitllltos pa-
l"CCÍ[\ que Jup\cn ht.\bf[\ recibido ln mi~ma prcgunt[\ ... , Con-
firma el car{,cter itcrntivo de !a accióh en c~tc ca~o 1[\ indi-
1
1 177
cación de frebucncia, de una precisión absolutamente hi-
perbólica.15 ~1 mismo· efecto vemos, en escala mucho ma-
yor, en la úl~ima escena de El tiempo recobrado, que apa-
rece tratada casi constantemente en el modo iterativo: no
es el desm-rqllo diacrónico de la recepción en casa de la
princesa, en ,la sucesión de los acontecimientos que la ocu-
pan, lo que r.ige la composición de un texto, sino la enume-
ración de cie'rto número de clases de casos, cada una de las
cuales sintet1za varios acontecimientos dispersos, de Hecho,
a lo largo de1 toda la «recepcióm,: <(En varios [de los invita-
dos] acabé ~cconociendo ... En contraste con ésto~;, tuve la
sorpresa de charlar con hombres y mujeres que tenían ... Al-
gunos hom8rcs cojeaban ... Ciertos rostros ... parecían mas-
cullar la or~ción de los agonizantes ... Esa blancura de los
cabellos impresionaba en las mujeres ... En cu~nto a los vie-
jos ... Había ~'hombres que yo sabía que eran parientes ... Las
mujeres defnasiado bellas ... Las demasiado feas ... Ciertos
hombres, c1crtas mujeres ... Incluso en los hombres ... Más
de. una de l.as personas ... A veces ... Pero en cuanto a otros,
etC.>> tt. Llamaré a este segundo tipo iteración interna o sil1te-
tiz.ante, en~~ sentido de que la silepsis iterativa no se ejerce
sobre una duraéión exterior mayor, !';ino sobre la duración
-de la propi:a escena. . . l;

Por Jo demás, la misma escena puede contener los dos


tipos de sifepsis: durante esa misma recepción en casa de
Guermant9s. Marcel evoca en iteración externa las relacio-
nes amoropas del duque y Odette: «El [duque] estaba siem-
pre en ca~a de ella ... Pasaba los días y las veladas con
ella ... la dejaba recibir a amigos ... Por momentos ... la Dama
de rosa le} intern.1mpía con un cotorreo ... Por lo demás,
Odette engañaba al señor de Guermantes ... »: 17 es evidente
que aquí d"l iterativo sintetiza varios meses o incluso varios
años de relaciones entre ;Odette y Basin y, por tanto, una
duración tnucho maydr que la de la recepción de Gu~rman­
tes. Pero ¡a veces los dos tipos de iteración se confunden
hasta c:I P¡Unto de que ~1 lector ya no puede distinguirlos ni
desenrnar¡añarlos. Así, en la esct7na 9e la cena en casa de
los Gucrrpantes encontramos al comienzo de.la pág1na 534
una ite1·ación interna sin ambigüedad: <<No puedo decir
178. ¡- .
cuántas veces oí durante aquella velada las palabras "pr1-
mo" y "prima"_, Pero la Frase siguiente, también iterativa.
puede yn referirse a una duración mayor: ((Por una parte.
el seiior ue Guermantes, casi a cada nombre que se pronun-
cinbn fdlll·ante esa cena, n21turalmente, pero tal vez tam-
bién de forma habitunl], exclamaba: "Pero, ¡si es un ptimo
de Oriane!"1, Una tercera frase tal vez nos haga volver a la
duración escénica: ,, Por otra parte, la embajadora de Tur-
quía, que había llegado después de la cena ... pronunciaba
esas palab.n:u; de primo y prima con una intención muy dis-
tinta.)) Pero la continuación es un ·iterativo manifiesta-
tnentc exteri01· a la escena, ya que cmp;:dma con una espe-
cie de n:tmtn general de 1<"1. cmha.iadora: <cDevornda por ln
ambición mundana y dotada de una auténtica intcligencin_
asimiladora, aprendía con la misma facilidad la historia de
la retirada de los Diez mil o la perversión sexual en las
aves ... Por lo demás, era peligroso escucharla ... En aquella
época 1·ecibía pocns invitacioncs ... n, de modo que, cuando
el relato v.uclve a la conven;ación entre el duque y la emba-
jadora, no podemos ~abcr si se trata de esa conversación
(durante esa cena) o de· cualquier otra: u Ella esperaba pare-
cer parte de ln buena sociedad citando los nombres más
ilustres de amigos suyos poco invit"'dos. En seguida el sc-
i'íor ue Gucrmantes, crey~ndo que se tratabn de personas
que cenaban con frecuencia en su casa, se estremecía de
contento por cncontmrsc en tetTeno conocido V lanznba Un
grito de adhesión: "Pero, ¡si es un primo de Oriane!"n Asi-
mismo, una página mó..s adelante, el tratamiento iterativo
que Proust impone n las conversaciones genealógicas entre
el duqttL' y el señor de Bcauscrfcui\ borra toda demarcnción
cntt-c esa primerr1 cena en cusa de los Guermnntes, objeto
de la escena presente, y el conjl.tnto de la serie que innu-
gura.
. Así, pues, la propia escena singulativa no está en Prou.st
al abrigo de una especie de contaminación del iterativo .•.la
importancia de ese modo o, ·mejor, de ese aspecto narrativo
se ve acentuada aún más por la presencia, muy caracterís-
tica, de lo que llamaré el seudoiterativo, es decir, escenas
presentaclt\.s, en particular por su redacción en imperfecto.

179
como iterativas, mientras que la riqueza y la precisión de
los detalles hacen que ningún lector pueda creer en serio
que se han producido y reproducido así, varias veces, sin
variación alguna: 111 así ocurre con ciertas conversaciones
largas cn1re Léonie y Fnmc;ois.e (¡todos 1os domingos en
Combray!), entre Swann y Odette, en Balbec con la sci"tora
de Villcpari~~is, en Parfs en casa de la señora Swann, en el
of{ice entre Fran<;:oise y ((sun ayuda de cámara, o ·con la es~
cena del juego c.lc palabras de Oriane, « Taqui11 le Super-
lu.!1•.19 En todos esos casos y en otrqs más, una escena sin'gu-
lar se ha como convertido, arbitrariamente y sin modifica-;
ci{m al¿runn, salvo el empleo de los tiempos: en escena ite-
rativa. Se trata de una convención literaria, evidentemente,
una licei'Icia 11arrativa -me atreverfa a decir-, como
cuando se habla de licencia poética, que supone en el lector
una gran complacencia o, como dirfa Colcl"idge, una ((sus-
pensión voluntaria de la incredulidad)>. Por lo demás, esa
convención es muy antigua: encuentro al azar un ejemplo
en Eugénie
- Gra11det (diálogo entre la señora Grandet y su
~

marido, Garnier, págs. 205-206) y otro en L •. tciel1 Leuwerz


(conversación entre Leuv·.ren y Gauthier C'n el capítulo VIl
de la primera parte), pero también en elQr.1ijote: asf, el mo-
nólogo del viejo Carri7.alcs en El celoso extremeñoll, 20 que,
e{

según nos dice Ccrvtlntcs, se ha pronunciado «no una, sino


cien veces,), lo que todo lector interpreta,· naturalmente,
como un:-t hipérbole, no sólo por In indicación del número,
sino t::~mbién por la afir.macic~n de identidad e~tricta entn:
V::lrios soliloquios mt.1s o menos semejantes, ele los' que éste
presenta uné\ especie ele muestnll"io; c.n una palabnl, el .seu-
cJoitertltivo constituye en el rclt~to clásico una típicn f/J!.lll'fl
de retóricrt narr<.ttiv·a, que no debe tomé\rse al pie de In le-
tra, sino al contrario: el rcloto afil-ma literalmente uesto su-
cedía todos los· c.lfasn pam dtl.r a entender en sentido rigum-
do: ((todos los dfas sucedíCJ algo de ese género, del qüc esto
constituye un<~ realiz.ación entre otras>,,
Evidentemente, es. posible tratar así los pocos ejemplos
de :;;cudoitcración que encontramos en Proust. 21 Sin embar-
go, me.~ parece que su amplitud, sobre todo cuando la refe-
rimos a la importancia, ya observada, del iterativo en gene-

1p,(J
n:d, vedn scmL'ÍrllliL~ I'L'ducci<)n. Lt~ convención del scucloitc-
Tativo no run~ÍOilt:\ en Proust ul modo deliben\do ~- pura-
mente figurativo que lo cnr<~ctcriz<~ en el rel<~tq clt\sico: l<l
verdad es que en el relató proustiano hay una tcndenci<l
propia, y mu~· mr~rcr~dr~, r~ la innr~ción del it~rativo. que
r~quf dt·bcmos lomnr en su imposible litcralid<l'd.
Tal vez la rnc_ior prucb~' (aunque rmradó.iica) la ofrezc<~n
los tres o cuntt·o momentos de int~clvcrtencia eri que Proust
dci<~ cscnpnr en medio de una escena dada coino itcrath·"
un pretérito indefinido ncccsari<~mente singÚlRti\·o: c1Y,
;:H.Icm(\S, jSllCCderá dumntC lllÍ n\muerzo!, OllCldió rl ffiCUÍt\
vo7. p<~1·n slls ntlcntros ... /\1 oír el nombre de v:ign:':, fb sc-
iiot·r~ de Vilkp;,risis] se tchd " reír ... La duqu csa debe de
1

estar mczcladt1 con todo eso, diio Fnu.<;oise ... n 'd 2


~ o empalmn
con una CSCL'Ila itcmtivtl untl consecuenci<~ p .r definición
singulac, nJmo en L'Sl<l página de/\ la sombrad~ las mucha-
clws en f7or, en la que nos enteramos de l<lbios !de la señora
CoUnrd de que en cada ww de los ccmiércoles!>> de Oclette,
el héroe h<1 hecho cede golpe, de buentls a prim1erm;, la con-
quista ele la scliora Verdurin l),lo que supone ~ esa acción
una capaci(bd de r-epetición v• renovación totrilmente 1
con-
trari;:~ a su n<llun:llc7.a. 2·' Podemos ver seguramente en esos
descuidos ::1parcntcs las huellas de una primcb rccbcción
singulaLÍ\'n, ID con\·crsión de <1lgunos de cu;·o~" verbos hu-
biera olvid::1do o dcscuiclüdo Proust, pero mcl p;:~rcce más
accrt;:~do interpretar esos lapsus como otros tapto signos ele
que el escritor Jlq.!<l a \'L'CCS ll lcVÍVÍr» tales CSCelltlS con Ullíl
intcnsidnd que le h~1cc olvid::ll-l<l distinción de lbs aspectos ...
y que e:xcluyc por su parte IL1 actitud delib.crdd" del riO\·c-
·
1lSln · · qlll' liiJ·1 17.<1
t' 1HSICO ·1 una r·lf.!\lnl
· 1111 l'Ol1 !()(.1ll C011CIC11CJ:i.'\
·
de pum convcncidn. Es:t<; confusiones clenotnrl, me pnn'Ce,
en Proust m:.ls bien unn especie de ernfm'agud<. de la itera-
cir5u.

,,
Resulta tenlmlor atribuir Cl'!a camctcrfstic, al que serín
uno de los rm•gos prcdominnn'tt~s de la psicoldgfa proustin·
na, n saber, un sentido mu\' agudo de la costu~brc v la re-
. ... 1 .. 181
peL~ción, el sentimiento de la analogía entre los momentos.
El !carácter iterativo del relato no siempre está basado,
como en el caso de Combrav, en el aspecto efectivamente
rep:etitivo y rutinario de una· vida provincial y pequei'iobur-
gm¡sa como la de la tía Léonie: esa motivación no es aplica-
ble\ al ambiente parisino ni a las estancias en Balbec y en
Vef:lecia. De hecho, y contrariamente a lo que se suele creer,
el ~er proustiano, tan poco sensible a la individualidad ele
los !momentos, lo es, en cambio, a la de los Jugares, espon-
tán1eamentc. Los instantes tienen una marcada' tendencia
en él a asemejarse y confundirse y esa capacidad es, cvidcn-
ten7ente, la condición misma de la experiencia de la cerne-
moría involuntaria>>. Esa oposición entre el «singularismo»
de su sensibilidad espacial y el iteratismo de su sensibilidad
tcrriporal aparece bien ·ma;cada, por ejemplo, en una frase
de ~wann en que habla del paisaje de Guermantes, paisaJ-e
«c11ya il'ldividualidaq me abraza a veces, de noche en mis
sue'ños, con una fuerza casi fantástica» :2" individualidad
del\ lugar, recursividad indeterminada, casi errática (<<a ve-
ces?)), del momento. Así también esta página de La prisione'-
ra, len que la singularidad de una mañana real se•borra en
be~cficio de la «mañana ideal» que suscita y representa:
« ... ¡por haberme negado a saborear con los sentidos aquella
mañana, goz~ba en la imaginaciém con todas las mai1anas
semejantes, pasadas o posibles, más exactamente con cierto
tip~ de mañanas cuya simple e intermitente aparición eran
todas las del mismo género v que yo h.tbía reconocido en
se~ida; pues el v1ento pasaba por sí mismo las páginas
qu~ hacía falta y yo encontraba indicado ante mí, para que
pudiera
1
seguirlo desde mi cama, el evangelio del dia. Esa
ma ñana ideal colmaba mi alma de realidad permanente.
idélltica a tod;:\'s kts mr~iianas semejantes, y JTil' c:omunic<\ht:l
una' íl 1eg:rfa ... u··'~ . ·
iPero el simple hecho de la. rccurrencia no define la ite-
rac¡ión en su forma más rigurosa y, aparentemente, más s~-
. tisfactoria para el espíritu ... o más tranqúilizadora para la
se~sibilidad proustiana: es necesario, además, que la repe-·
tición sea regular, que obedezca a una ley de frecuencia y
que esa lev sea descubrible v formulable v, por tanto, de
1 - - -

lR~
efectos previsibles. En su primera estancia en Balbec. en
un momento en que aún no ha llegado a ser el. íntimo de
la ((pandilla)), Marcel opone esas muchachas, cuyas cos-
tumbres le son desconocidas, a las pequeñas vendedoras de
la playa, a las que conoce ya bastante para saber <cdónde.
a qué horas se la.s puede encontran~. En cambio, las mucha-
chas están ausentes «Ciertos días)) aparentemente indeter-
minados:

Ignorando la c<~usa de ~u ausencia, yo intentaba a\'eriguar


si cr<1 algo ¡;·;o. si se lns veía cada dos días o C!landa -hacía
talticinpo o si hnhí<1 dins en que nwlca se las n•in. Me imngi-
nah<~ ami~o de cllt~s por ~mticip:H.Io ~·diciéndoles:" Pero, ¿ti:ll
dít\ no L'stu\'istcis? -Ah! Sí. porque er::t sáb~H.Io; los sáhados
no Vl'nimos 1/IIIIC:ct. porque ... " Aunque Fuese algo tan simple
como snhcr que, los t1·istes s<i.bados, era inútil molestarse,
que podí~s recorrer la pb"a en todos los sentidos. sentartt•
, ante el csc<~,rar::~tc ~e la pa'stclería, aparentar comer un pas-
tel. entrar en la tiend<1 dl• curiosidades, esperar la hora del
baño. el conc:ierto, la llegada de la marea, la puesta de sol,
la noche, ¡sin ver la pandilla dcsecda! Pero tal vez el día fatal
no se d icr~ 1111a t·e~ par scnw1w. Tal vez no cayese por fuerza
en ~úhado. Tal vez ciertas ccmdiciones atmosf(:ricas influye-
ran cn el o le ruesen totalmente extrañas. ¡Cuántas obscrYa-
l'iones pacÍL'nteo.;, rcro nac.l<l sc1·enas, has de recoger sobre los
moYimienlus en apariencia ÍIT!-'!!tdares de c!'os mundos des-
cunocidos antes de poder cstru· seguro de que no te hLts dc-
.indo l'll¡.!<ltiar rol' las coincitkncias, de que tus rrcvi~dnm•<;
no l'nllnn:ín,· <mies de obtener bs lc\'cs ciertas, Jogr<tdas ni
rn:cio de L;xrt•ri-L·ncias crueles, de cs.n astronomía ;p:l.•donot-
da!J... ·

'· Aquí hL' suhr·<'t~'<.ltlo las marcas mfls evidente!' de c~a hü_..,_
queda an!!u~t ios•1 de une.\ le~· c.le recurrcncia. Algunas de
ellas, una l'r: J7fJr senw1w, cada dos días. cua11do hncfa tal
tiempo, no~ volven1n a la memoria un poco más adelante.
Notemos, de momento, la mc.í.s fuerte, en apariencia tal \~ez
la más arbitraria: los sáhados. Nos remite sin vacilación
posible a una página de SII'G1117 27 en que se expresa ya el
carácter especíFico del sábado. En Combray es el día en
que, a fin de dejar· tiempo a Franc;:oise para ir por la tarde
<:~1 mcrct:lc\o de Rouss«inville, se adelanta el almuerzo una
hora: <cÚcrof!aci6n scmnnaln de las costumbres qm:, a su
ve/., es, evidentemente, una costumbre en segundo g;rm.lo,
ttll<l de csus V<1riacioncs que, «Lll rcpdirse siempn! idéntie<1s ·
« intervalos regulares, no introducían en la uniformidt:ld
sino una especie de uniformidad secundaria», tan «caras
como h\s demás» a Léonic y a toda su familia, y cll~ tanto
mú~ cuanto que la ((asimetría» regular del sábado, contra-
riamente a la del domingo, es específica y original, propia
de la familiC\ del protagonifita y casi incomprensible pam
los dcmt\s. Eso e:<plica el carácter udvico)), «naciónaln,
<<pat.ric)tico», npatriot.cro, de ese acontecimiento~ el climn
de 1·itual con que se roJea. Pero tal vez lo más característico
en ese texto se::-~ la id~.:a <expresada por el narrador) de que
esa costumbre, al convcrti1·se en «el tema favorito de las
conversaciones, de las bromas, de los relatos exagerados a
placcl"... habrfa sido el lllkleo dispuesto pare\ un ciclo lcgen-
clario, si uno de nosotros hubiera tenido espíritu épico>>:
paso clásico del rito al mito explicativo o ilustrativo. El lec-
tor de E11 busca del tiempo perdido sabe perfectamente
quién, en esa familia, tiene ccespíritu épico» y escribirá un
día su ce ciclo legendario)) pero lo esencial aqu f es la cone-
1

xión cstab lccida cspontúneamente entre la inspiración na-


rrativa v el acontecimiento repetitivo, es decir, en cierto
sentido ·l.:l alJscncia de acontecimiento. 'Asistiwos en cierto
rnodo Lll nacimiento de una vocación, que es propiamente
la del relato iterativo. Pero eso no es todo: ,el ritual se vio
una vez (o quizá varias veces, pero sin lugar a dudas pocas,
y no todos los s{\bados) ligeramente transgredido (y, por
tanto, confirmado) por la visita de un «bárbaro" que, dc.s-
conccnado al encontrarse a la familia tan prontu a la mesu,
oy6 dcci.r ni paterl'ampi~s. guardi<1n c.lc la lmdkión: nPero,
hombre, ¡si es que es s{tbado! ,, Ese acontecimiento irregu-
lar, tal ve7. singular, se ve integrado inmediatamente a la
costumbre en !orma.cle un relato de Fran~oise, que desde
entonces se repetirá. piadosamente, todos los sábados sin
duda, para satisfacción gener.al: (( ... y para aumentar el p la-
ccr que experimentaba, prolongaba el diálogo, inventaba lo
que hab~a respondido el visitante a quien ese "súbnc.lo'' no

184
cxplicnba nada. Y, lejos de quc.iarnos dc;esas adidohcs, no
nos basta han toclavkt V dccínmos: "Pero me parecía que hn-
hín dicho otra cosn l~mbkn. Ln primer~ vez q11l' lo contó
usted t.Tn mús lnrgo.'' Mi tí? nhucla de.in?a, n su vez, la cos-
tun.l, alzaba In cnbczn v mtrabn por cnctmn cle sus lentes."
Tal es, de hecho, la prinll'm mnnifcstnc\ón del ~cnio «l'pi-
1
co». Ahora bnsta con que el narrador trate ese elemento ele
ritual ~ab~1tico como los demás, es decit¡, en el modo itcm-
tivo, para itcmliviznr (por así decir). a su vez, el aconteci-
miento inhnbitual, según este proceso ir1esistible: aconteci-
miento singular - llLlrración repetitiva¡- relnto itcrélth·o
(de dichH nniTt.lcic'ln). Man:cl cuenta (dc) una vez cómo con-
1
tahn Frélnc.;oisl' a illcnudo lo que sin clüdn hnbfa ocurrido
un~1 son1 vez: o como. 11<1CL'r t 1L' un acon 1eCimlcnto
• •
un1cn

e1 o

objeto de un relato iteratiYo.~~

Determ illct e id11, especifi'cacidrt, exfe11siÓ11


.
·.. T oc.l o re 1nto JtcrntJvo
o .1 , . de l os ncon-
es naJTncton smtet1cél
• ,

. .
_tCCIJ111C'l1{f1S J1l"OC.1\1\..'IC.
. 1OS ~- rcpro d UCIC.1Or1 d urante t.\110\. sene
o .
itcrntiva compuesta por un mínH:~ro dct~rminéldo de 1111idn-
_des sing:uh1rL·~. Sea l<1 serie: los domipgos del verano d~
1~90. Se compone de una docl'nn de unidades reales. Ln se-,
rie se ddinc, L'll primer lugar. por susllímites diacrónicos
(entre finales el~.: junio v fimlics ele septiembre del año 1890)
v, mlcm~s. por ·el ritmo de rccurrenc 1ia de sus unid<lclcs·
- 1
constitutivüs: un díLl ele siete. Ll<lmnrcn~os deterrninnció11 al
primer rnsgo distintivo:: especificación, al segundo. Por úl-
timo, llLlmLlrcmos exteushí11 n la amplitud clincrónicll de
ct~dn un<~ de las unidades constitutiva~¡:·. por "cé:msiguicnte:
d~.: lu unid<lll sintéticn constituidn: asL el relato ele un do-·
mingo de verano se ¡-eficrc n unn durnc]ón sintétic<~ quepo-·
dría ser dL' ,·cinticuatro hon\s, pero que puede reducirse
igual tnL'Illl' komn en el cn~o de Combri:t.y) a t]na dcccn<1 I!Lic
horas: ele la salida del sol ni oc:a:-;o. 1 ·

1
-. Detenninac.:icin. La indicndón de losj lfmites diacrónicos
~ una serie puede pcrmnneccr implfcit<l, sobre todo

IRS
sunn.do ise tra~a_ d~ una re~u~rencia que en la pr{lctica puede
_cons1de;arse tllmJtada: ,e;¡ chgq cccl sol .c;alc todas la.<; matia-
nas», sería ridículo precisar desde ·cuándo hastn cuándo.
·Los aco'ntecimientos de que se ocupa la narrnción de tipo
):Iovelcsfo son, cvi~entementc, de ~enor estabilidnd, razón
po~ la.'fu~l las senes v~n determm~das generalmente po1·
~ mdtc actón de su comJCnzo y su fm. Pero es<:~ dctct·minn-
1
.cl_ón puede perfcctnmente permnnecer indefl!/ida, como
cttando¡Proust cscr~bc: «A par:ir dc.ciert,? m1o, no se vol~ió
a ver s9la [a la senonta de Vmteml].,,2. A veces se clcfmc
or~ por1un~ Fecha ~bsol~1ta: ccCua~d~ se ac~rcaba !~ JJ.rima-
ve7a ... con frecucncm veta [a la senonta Swann] n.•cthJr con
. H
a b ngo ·1 etc,,,·111 ora ( mas
re p1c, • o por re r·erencw
a menu d) · a
un acoT¡Jtccimicnto singular. Así, la ruptura entre S\\!ann y
los Veraurin pone fin a una serie (encuentros entre Swann
y Odettf en casa de los Vcrdurin) y, al mismo tiempo, inau-
gura <?tra (obstáculos colocados por los Verdurin a los amo-
res de Swann y Odctfc): <<Entonces ese salón que había reu-
nido a jsw<:~nn y Odette se convirtió en un obst<lculo par<1
sus citr;· Ella ya no le deda como en la primer<:~ época de
su am9r. etc.,, 3 '
Espec/ficaciól'l. También puede ser indefinida, eS' decir.
marcada por un adverbio del tipo de: a veces, ciertos d(as;·
a me11~1do, etc. Se la puede deñf!ir, al contr<:~rio, ora d~:
forma rbsoluta (es lt:~ frecuel1cia propiamente dicha): todos.
los día.r., todos los dom;ngos, etc., ora de forma más relativa
y más rrreg:ulm·, nunquc exprese una ley ,de concomitancia
muy e1tricta, como la que rige la elección de los paseos en
Combrav. por la parte de Méséglisc los dras de ticm¡m incs-
(ah/e, ~o1· la parte de Guermante~ los días de /men tiempo. 1
:

Se· tmta de especificaciones simples, definidas o no, o mós


bien q¿c he presentado como tales. Existen también cspcci-
ficaciores complcjás, en que dos (o varias) leyes de recu-
rrencia se superponen, lo que siempre es posible desde el
momerto en que unas unidad;e? ite.rativ.as pueden encajar
en otr9s: por C.Jemplo, lt:~ espec1ficactón stmplc tndns lns me-
ses de mayo y la especificación simple todos los stihrulos, que
se con.fugan en la especificación c;ompleja: ·todos !os scihadu5
delmeJ' cJ.e mayo.:'-'y sabido es CJlle todas !as e~.;pecificadonc.s

186 . -
ilL'rtllÍ\'í.lS dl' ·CrHIIhru\' (todos los días, todos los s~1b<ldos. lll-
dos los dutllÍI1!;!0S, tc;clos los uías de buen tiempo o d~ m;_-¡l
tiempo) están rt'gidas, a su \'CZ, por la'superespecificaL·ión:
todo:; los (//JOS 1!11/re Pascua y ocruhrc, y también por la dc-
termin~tciún: durante los ([lios dt! mi in(a11cia. EYidentemL·n-
te, pockmos L'l~thorar definiciones mucho más compki:1s.
COlllO por L'ÍL'Illplo: cc!Od:.IS ~~\S horas-de las tank•s de domin-
gos c.le verano L'll que no Iluda, entre mis cinco y quitll'L'
aiios?~: es müs u nll'nos la IL·y de rccurrencia que rige el
l'ragmento.sohrc d paso de las horas durante :Zls lcctur<ls
en e 1 i <.ll'd í n. ~J ·

E_,:tensirín. Un~1 unid:.td itcratint puetk· ser <.k una dttr<t-


ción tan cort~1. que no de pie~~ expansión narrativa alguna:-
sca un t'll\.llleiado como ce todas las noches me acuesto tem-
pn:mo>>, o cctod~ts las maiianas mi despertador suena a li.1:-.
siete». Se t¡·ata de iLLTacion~:s en cierto modo punwalc!.". -:?.n
cambio, unLI unidad ilcrati\'n como noche de insomuit: ~ dn-·
TllÍIIgt~ t!ll Co111/Jmy posee bastante amplitud para sct· obj('ro
de un relato dL'Sé.H"rollntlo (seis y sesenta páginas, J'L'Spt.Tl i-
vamcntc, en L'l tL'xto de E11 husca de/tiempo padido). Aquí
es, pues. donde apa1·ccen los problemas específicos del n·-
lato itera! ivo. En L'l·ecto. si sólo quisiáamos retener en tal
relato los n.1sgus invariantes comunes a todas las unida~cs
de la serie, nos condenaríamos a la aridez semántica de un
empleo del tiempo t'Stercotipado, del tipo de <ca la cama a
las nueve, una hora de lectura, varias horas de insomnio,
sueño al amanecern o <<levantar de la cama a las nue,·e,
desa.vuno a las nuevt.· ~· media. mi.sa a las once. almucr7l,
~~ la u1w. kl·tura de dt.)~ a L·im:l,, etc -.•: abstrat.'dt.'n qut.• St.'
dcht.·. L'' idcnlL'Illt.'ntt·. al t:<.ll'úL·ta sint~tico dd itt..-rati,·o.
pero que no puct.k• satisl'ncer ni al nalTador ni al lector. En-
lDlll'L'S illlL't·.,.¡L'llCn, pan1 ucont..-retiza¡·,, t.•l relato, los medio!'
d'l· di\'ersifici:Jción (de vadadcin) q;_te ofTecen las determina-
cirmes ·" especitlcacionl!s tutl!mas de la serie iterati,·a .

En dcL·In, cnmn \'a lwtllllS \'islumhrndo, ltt c.ktL'I'l1litW·


..
L'i<:Hl tio ttwn.:n st'do l~s limill'S L'.Xleriores de una serie itera-
tiva: igwdmentc puede Clcomp:lsnr ~us etapa~ .v dividirla en
suhscrics. 1\si, hl' dicho qul' l:1 ruptur.~ entrc Swann ~- los

1~7
Vcrclurin ponín fin ntJJW serie e innugur<~ba otr<~: pero
igur~lmcnte pndd~mo~ tlcdr, prt!-'nncln <1 un<~ unid~Hl supl'-
rim·, que L'Sc t~contecimknto singular dctcrminn en 1~, ~erk
''cncuc-ntro entre Swann v Odcttcn dos l-iubscrics: <mles de
h1 ruptur;:¡ 1 tlespu0s de ¡; ruptun\, cC\cl<J unt~ de IC\s cu;:¡Jcs
funcione\ como un<t varioure de J;:¡ unid<:\cl sintélic:.1: encuen-
tros en e<1sa de los Vcrdurin 1 encuentros fucrn d!! l'lla. De
manera aún más cl;:~m, podemos considerar dctermin:.1ción
internC\ Jr., intcrpo~ici_ón, en la serie ele los domingos por la
tarde en Combre~y, el cncLÍcntro con la Dmll<:\ ele ¡·psa L'n
casa clcl t·ío Adolphc,.~~ de cncuei1tro que'tendní. como.consc-
ctlencia la desavenencia entre el tío y los padres de Maree!
y lél condena de.: su •cguhinctc de reposo,; a eso se dehl.' cslü
variaci()n simple: antes de la D<Jma de ros<~, d empleo del
tiempo de M:H'ccl l'ntr~li"W un<l estación en el gabinete del
t io; después de la Damt~ de rosa, ese rito c.lcsáparece y el
muchacho sube dircct<~mcnte a su habitación:'"' Asimismo,
una visita de Swann 'í determinan:\ un cambio en el ob.icto
(o al mcno.c;; en el decorado) de los ensueños amorosos de
MC1rccl: e1ntes ele cse1 visita, y bajo la influencie~ de unu lec~
turr1 anterior, se situnb<Jn sobre el fondo ele unn pm-cd ,dcco-
mda con !lores violct.ns que pendían sohrc el agu:.1 como co-
pos; después de es;:¡ visi t<J y Jn revelación por Swann de las
relaciones ::~mistnsns entre Gilbcrtc·y. Beq:rotlc, esos cnsuc~
i'ios se dcstncnrún f<sohrc un f'ondo muv db;tinlo, nntc el
pórtico de una catcdrnl gótica» (como ias que Gilbct·tc y
Bcrgottc visitan juntos). Pero esos f<Jnta.s111as ya se habían
visto modificmlos por una informr~ción, debida <~1 doctor
Percepicd, sobre las rlorcs y las aguas vivas del parque ele
Gucrm::mtcs:·'H \a región erótico-Duvial se había identifi-
cado con Guermantes y su heroína había adquirido las Fac-
ciones de la. duqucs?.l. Asi, pues, se trata de una serie itera-
tiva- e11.welios amorosos, que tres acontecimientos sing:ula~
res (lectura, información Percepicd, información Swann)
subdividen en cuatro·scgmentos determinados: antes de la
lectura, entre lectura y Pcrcepied, entre Percepied y Swann,
después de Swann, que constituyen otras tantas variantes:
cnsuetios sin decorado marcado 1 en decorado fluvip\ 1 en
el .mismo clccoraclo identificado con Gucrmé1ntes y con la

188
duques:1 lt'n dn·ur;HI0 ~cilkt' t'011 Gilbi·rt~' ~· Fkq~r,tk. rt''1'
t'S~ :->l't·k ~e t'th'lh:ntt·;, dbl,"·ml:\. t'n t'l t\'\t\' ,k Cl'tt 1 ~'t:l\.
pPr l'l sistt.·ma dt..• <~nat..Ttlllins: el ten:er: st·pnento, cuya pn-
sición cronolóp:icu es c\'itlcn te, no se mcncionarú has!~'
ochenta púginas más ~1dchmtc, con otasión de los pasen~
pm· l<1 parte de Gucrm::mtes. Así. pucs,J en este crtso el rtn<i-
lbis debe l"L'COllStruirJa pese <ll orden reul ele! texto, COlll!J
un<1 estructur<1 subvaccntc v disimulada:'''
Sin embargo, n~ habría ·que prccipi tarse u infcdr ele ese
1
concepto de c\ctcrminnción interna que el efecto de In intcr-
. posición de un acontecimiento singular sea !:'icmprc el eh:
detcrmin<1r 1<\ serie itcru.ti\·<1. Como vc1·cmos m{¡s adelnñte.
el ucotltt..•cimiento puede ser unn sim ple ilustt·ación o. ;11
1

contrario, llll<l excepción sin r11turo qu\~ no cntnnie modili-


Gición algunn: ;1sl, el episodio de los C<lmpanat·ios de l'ví<1r-
tinville, después del cuu.l el héroe rcaJ~udará co:·1o si nndn
hu biem ocun-ido ( ((No volví n pcnsa{ nunca en e~a pági-
nu. n )J 0 su co:-t u m brc <1 n terior de paseos despreocupados ~·
(apan:ontemcntc) sin provecho espiritLml. Hay que distin-
guir, pues, c.lc entre los episodios sing~Ilativos interc::ümln.s
en un Sl'¡;!Jllt..'lllo iterllli\'o, los qu(• ticn<;n una funci0n dett..T-
mitwl iv~1 ~· los que no. . i
Junto a esu.s determinaciones intemus dcfinidlls, cncon-
trllmos nll':lS illlkfinidns, dt•l lipn Cllll' :v;1 lwmn~ \'Í~!p; n;l
pnrlir dL' L'Íl'rlo ;ulo ... " Los past·os por ln pill'tl' de (3m·nn<lll-
tes prescnton un t'.it.'mplo notable por la concisión y In apn-
rente confusión de su escritur<1: «Después ocurrió que por·
la parte de Gucrmu.ntcs [](l.'ic! a veces arite cercados húmedos
donde se u.lznban rocimos de flores sbmbrias. Me dctcníu,
creyendo adqu{rir una noción prc~i~n. pues. me pm-ccín.
etc.>>-1 1 Se trnta sin dudr:~ de una dete~minación i ntemn: n
parHr de cierta rechn, los paseos <1 la orilla del Vivonnc \'un
<Jcompaiíados de ese elemento que hu.str~ entonces les fullél-
h<1. La dificultad del tc:'\lo se debe en: parte <1 la presencia
p<1rndójicn ele un itet·ati\'o en prctéritb indefinido (crpas~ <1
veccsn): pnt·acl<Jjico, pero per-fectamente gramatical, como
el pretérito perFecto iterativo de !<1 fTase-incipit
1
de En busca
del tíernpo perdido, que, por lo dcm ás, podrfa escribirse
también en pretérito indefinido <~~,.·oúmntc mucho tiempo
1
1
¡ 189
me ~costé te.m,prano»), pero no ~n imp~rfecto, tiempo que
no .t1ene suftc;1ente autonomía smtáctica para iniciar una
iteración. El !nismo giro encontramos en otros casos des-
pués de una 9cterminación definida: «Una vez qtte col1oci-
mos esa vieja! carretera, para variar, volvimOs, a no ser que
la hubiét·amo~~ lomado a la ida, por otra que atrave~aba los
bosques de C)1antepie y de Canteloup.~~-12 .
Las variaJ!tes obtenidas por determinación interna son
también, insisto, de orden iterativo: hay varios cnsue11os
con decorad~ gótico, como hay vari~s ensueños con deco-
rado fluvial; ;pero la relación que guardan es de orden dia-
crónico y, p9r tanto, singulativo, como el acontecimiento
único que las separa: una subserie viene tras la otra. La de-
terminación jntcrna procede, pues, mediante secciones sin-
gulativas en luna se1·ic .iterativa. En cambio, la especifica-
cir5n intema les un procedimiento de divct:sificación pul·a-
mente itemqvn, ya que consiste simplemente en subdividir
la rccurrencia para obtener dos variantes en relación (nccc-
' .
.~al'iamcnle rlerativa) de alternancia. Así, la especiricc.H:il>n
todus los díaf puede dividirse en dos mitades ya no sucesi-
vas. (como en todos los días Ql'lfes 1 después de tal aconteci-
miento), pero .rdternadas, en In subespecificación w1 día sí
'¡otro 110.Ya hemos visto una forma, a decir verdad mcn'bs
.rigurosa, delcse princip'io, en la oposición b~lel'l tiempu 1 mal
tiempo, que 1articula la regla de recun;cpcia de los paseos
en CombraY¡ (que aparentemente es todas las tardes salvo el
domi11go). Sabemos· que una parte notable del texto de
Combray está compuesta según esa especificación interna,
que rige la ctltcrnancia paseos hacia Méséglise 1 paseos hacia
Guermantes~ •<esa cu:o;tumbre que teníamos de no ir nuncn
hada los dhs lados, un mismo día, en un solo paseo, .sino
vez
f.liW por Méséglise, una vez por Gucnnantes)):0 Allel--
nancia en la temporalidad de la historia. que la disposición
c.lcl'rclato, domo ya hemo.s visto,JJ dista mucho de respetar,
al. dedicar Jna sección (p~í.gs. 134 a 165) a la parte de Mésé-
glise y dcs~ués otra (págs. 165 a 183) a la de Guermantes.J'
De forma q~e la totalidad de Combray // (tras el rodeo por
la magdalepa) está compuesta más o menos según estas es-
pqcifica!;iomes iterativas: 1) todos los domh1gos, págs. 48-

190
134 (con un parént-esis todos los sáhados. págs. 1 l 0-115 ); 2 J
lodos los días (c.lc entre semana) de tiempo inestahle, p<lgs.
135-165; 3) todos los días de buen tiempo. págs. 165-183 ..:~
Se trataba de una especificación definida. Encontramo.s
otros casos ele ese procedimiento en En husca del ticm¡m
perdido, pe1·o nuncn explotados de manera tan sistcmóti-
ca ..¡'" En efl'cto, la mavorírt tiL· las veces el relato iterati\'o
~e articulé'\ en especificaciones indefinidas del tipo ora 1 ora.
que permite un sistema de variaciones muy flexible y una
c.livcrsificación muv mnrcada sin salir nunca del modo ite-
rativo. Así,l[ls ang~1stias literarias del protngonista durante
sus paseos en Guermantcs se di\"ldcn en dos clases fn n•-
ces ... pero otras \'eces), según se tra"nquilice sobre su porYc-
nir contando con la inten:ención milagrosa de su p~dre o
se vea desesperadamente solo frente a la cenada de su pen-
samienton:.¡s Las variaciones de los paseos en Méséglise ~L'­
gtm los grados del cerna! tiempo)) ocupan o, mejor, engen-
dran, un texto de tres pí.Íginns.jQ compuesto según este siste-
; ma: (t 1111!11Ítdo (tiempo amenazador) 1 otras \'eccs (ch~p~­
rrón dunmte el pnseo, rcfugio·cn los bosques de Rous~~in­
Yille) 1 a me11udo tamhir!n (refugio bajo el portal de S<~int­
AndrC:-de~-Champs) 1 algunas 1·eces (tiempo tan malo. quL'
rcgr·L·snn a cas~1 ). Sistem[l. por lo demcís, un poc0 mcí.s com-
pkjo lk lo quL' imlic1 cs~1 enumeración al hilo del texto.
Jll!L'S las Yariantes 2 ~· 3 son. ele hecho, subcln.sc.s de unn
m i.s_m:::l clase: chaparrón. La \"Crdadera estructura es. pues:
t. Tiempo ~1mcnnzt:tdor, pero sin chaparrón.
2. Chaparrón:
a) rcFugici en los bosques,
h) ¡·efugio hnjo el porta l.
3. Til'mpo ddinitiYamt•ntc cstropcado.~ 11

Pero el ejemplo más carnctL'ristico"dc construcción tk


un tcxt-0 cxclush·r~mcntc sobre lo~ recursos de lo:~ e.srcci~·k.:~­
L·ión interna L'S sin dutl~1 L'l n·trato de AlbL•rtinL' que ~L' t'n-
cucntr·a hacin L'l final tk· A la .'o;o111lm1 de las muchaelws ..cu
flor. Su tema L'S. como sabemos. la diversidad del rostro de
AllJL•rt i ne, que simbo 1iza el et:tráctcr móvi 1e i naprcnsib le de
In muchachn, <•pcrsonn huidiza,) por excelencia. Pero, por
diversa que sea .\" nunquc Prou.st emplee la expresión «cada

JOJ
ww d~ esas Albcrtincn, l<l descripción trata •<cada una,, de
esas vuriantc!' no como un individuo, sino como un tipo,
una clClsc ele Cé:\sos: ciertos días 1 otro.~· días 1 otms veces 1
algunas 1•eccs 1 c1 menudo 1 la mayoría de las veces 1 llegaba
1 a veces incluso .... : tanto como una colección de ro.<>tros, ese
retrato es un rcpcrtm·io de locuciones [,-ccuentativas:

Sun:díc:J " /\lbcJ·tinc como n ¡:;us nmign!i. Ciertos dfas, dclgn-


J;¡, con la lei'. gris, exprcsi(m hurniia y una l.nmspnn.:nci<l
violct;-¡ que hnjaha oblicua t~l fohdo de sus o,ios como ocurre
o1.~unos veces n l mnr, parccH1 ' cxpcnmcnt;:¡r
. . .
unn t nstc7.<1 e1t•~
c:xilatln. Olms r/{os, su rostro, m<is li.r.;o, enviscaba los deseos
en su superficie bnrniz:.1dn y ks impedía snlir; a merws que
yo lé1 viera totalmL'ntc de lado, pues sus mc.iillas mates como
1.111<.1 hbnca cera en In superficie estaban msa::; por transpa-
n.·ncia, lo qu'-.' driiJn t;lllt;¡,o; g<~nn.r.; de besCJdas, de alcani'.nr L'!:il:
crJlor c.lifl'n·nll.• que SL' c;~1dtnha. Otms Vl'Cr'S, la l'elieidHd ha-
l'laha esas mejillas C'On una (:laric..lad tan m6vil, que la pil'l,
que se había vuelto !luida y desdibujCJtl<:~, clcjnbn pasar como
n1iradas subyacentes que la h~cían parecer de otro color, no
de otrn materia, que los o,ios: al~mws veces; sin pensarlo,
cu<mdo mirnbns su rostro man.:ado con puntitos marrones y
en que notalJ<In sólo dos manch<.1s más ai~Ules, parecías CSirll"
,·iendo un huevo de ,iilguL'ro, a nwrwdo podrfa haber siJo un
{q~ntn opnlina ln.tba.iada y pulid<~ en tlus puntos s('llo en que,
en medio de la piedra rard<:~, brillaran, eumo las alns t mns-
palTnll's de unn m;¡ripusa dl' n:~.ul, los ojos en que l:1 L":tl'llL'
se vuelve cspc,io y 11ns inrunde In ilusión de dc,inrnus, 1mís
que en ln.'i otras parte¡:; del cuerpo, acercar nl nlmn. Pero fCI
1110\'nría de las vec.:í's también estaba m(ls coloread¡¡ v, cnlon-
ccs·. rn;,ís r~nimada; algunos veces sólo estaba ros~. en su
bl;:mco rostro, lo punta de la noriz, fina como la de una p:a-
1ita solapnda con In que habrfm; sentido ganas de jugar; al-
gtiiWS Vr!<.:es sus mr..!jillas estnban tan lisas, que la m imela res-
he~lnb<l como por la de ~1na miniatura sobre su esmalte rosa,
;:~l qu<..: hac.:í<1 parecer mín m{ls delicado, m{t<; interior, l<l t<lpa
entrl'ahiertt~ y supl'rpucsta de sus cabellos·negros; podfa su-
cede,. que el color "de sus mejillas alcanzara el rosa violáceo
del cicl<.1mcn va veas f¡¡cfuso, cuando estaba congcstiona<h
o febril, v entonces daba la idea de una complexión enfer-
miza v r~bajaba mi deseo <1 algo más sensual y hada expre-
sar n 'su mi~ada ;:~lgo más perverso y más malsano, el som-

1"92
brfo pl'11·pur<1 de cicrla!-i ro~a~ de un rojo cas ncgm; ~· cac{u
ttiW dt• esas ;\1/JatinC! era dircrcnte. como es diferente cadn
una de lns apariciones de In hnilnrina cuyos :colores, form<~.
caníctcr se transmutan sq!Ün los juegos vnrhldí.c;;mo.s de un
proyecto1· luminoso.'!.

Naturalmente, los dos medios, determina~ión y especifi-


cación intcn1"'s, pueden actuar juntos en el rt1ismo scgmc.n-
to. Es lo que :-:e produce de rormn muy dar~. y muy rch~.
en el p;,\rraro con que se inicia la :-:eccit:m de ~~m/Jmy tlct!l-
cada a lns <<dos hacicndasn al evocar por an~1c1pado los lL'-
grcsos dt:l pnsco: \
1

Reg1·cstí h<1mns sit'lllfl/1' t l'lll prüno de nucst r'os pü!'cos, P" 1 ''
podcr ht~cL'l' una visita a mi tía Léonie ant~:~s de la ccn~ ..·\1
c:mnicrr;:.cr ele lo t'stacicitl, en que el día acah(\ prCJnto, ctwndn
lkJ.!;íhnm•1s tt In rlll' d11 Srlint-Esprit, lmbfn aún un rcncjo d1·l
Ul':l .... n l' n In<.: cristrd e o; dL· la Có'\Sa ~· ti 11::1 ra.ih ele J1ll1TH·11.:1 [1 l
rondo ck los bnsqucs del Cnl\'ario. que se re~ejrthrl mfls lt'_i(l.S
en el cstrtnque, un ro_io que, ncompülirtdo cb11 (r·ecueiKia de
un !'río hnstantc intenso, se rtsociaba, en nii mente, <~1 rojP
del fuego sobre el cu<"\1 se nsaba el pollo q{¡c h;:¡¡·ía sucC'd~·r
parn mí el plélcer poétil:o brinclaclo por el r:nseo el placer dl.'
la golosina, el calor \' el reposo. En el verano, en camhin.
cu::~.ndo T'L'j!TTs~hanws·. el sol aün no se habín puesto ,., d11·
rnnfl' In Yisill\ t¡lll' hncí<1mos en crtsu de mi Úrt Lénnic, ;u lu1.
qiiL' h:1j:1hn ~· f(lcnhn In \'l'lll;'lnn. cstnbn d&tcn\dn L'nlre ln"
¡:r:liHks \'isillno; y lns nh•:1p011ino.;, dl\·idldnl r;~Jnilkndn. lil-
lrndn L', incrustando ll'lll'Íins de on) t•il la mmlern dl' limP-
ncro de In cümodn, ilumin~1bn de IT'::I\'és el¡ cunrto con lrt 1'\-
nura t}liL' ndquien~ en el sotoh~squc. Pcro. 1 cierrns días mu,·
¡¡oco jn:ciiCIIfl.'.~. cu<:lhdo rcgresnbamos, hatfa l:ll buen r::~to
que la cúmudn hnbín perdido .sus incn.tstra~iones r.noment&.\-
lll'LIS, yn 110 h::~hfa, cuando llegúl'mmos a,ln¡ruc clu S<lint-Es-
prit. ningt'lll rcllejo del ocn~o esparcido po1~ lo~ cristales y el
cstanqirc nl pie del c<:ll\'ario hnbfa perdido/su grane\, a ,·eces
estr1hn ~'" dl' color ópnlo. y un lnr~o rnyo de lunn. que ihc\
ensünch:\ndose y SL' ::1~ril'tnhu con todas lns 1am1gns del a~un.
lo ntmvcs¡:¡ba ele punte1 a puntn.~~. · ·
1

Ln primera frase establece un principio qbsolu- i~erativo


to: (( Regrcsübmnos siempre temprano», dentro del cual se

193
r
abre una cliv0¡·sificación por determinación inte1·na: prima-
vera 1verww, que rige las Jos. frases sigui en tes; por ú \timo,
una especificación interna, que parece referirse a la vez a
las dos seccidnes anteriores, introdlJcc una tercera variante
excepcional (pero no singulativa): ciertos dfas 111lt.v poco fre-
cuel1/es (son,¡ al parece1·, díns de paseo hacia Guermantes).
El sistema iterativo completo se articula, pues, según el cs-
. quema siguiénte, que revela, bajo la continuidad aparcnte-
me~te igual/del_ texto, una estn1ctura jerárquica más com-
plc.Ja y cnmarnnada:

l
primavera: crepúsculo (cero)
~eordinario a mc1111do: frfo
bastante
1
\'erano: sol
REGRESOS
pronto
siempre
temprano .:
raras \'eces ~ (cero) .
!
/más tanlc: .va de noche t a \'C?Ces: ópalo

( Ta 1 vez¡1 se opme,
. ' .
y con razon, que semeJante csquem·n-
~
tización no comunica la ccbellezan de esta página: pero no
es ése su pr·opó~ito. El análisis no_ se .sit(la aquí e1: el nivel
de lo que podnamos llamar en tcrmmos chomskumos las·
ccestructur~S Sttpcl·ficialeSll O, en términos hjc\mslcvo-g:rci-
masianos, la ccmanifestaciónn estilística, sino en el de las
estructura~ temporales «inmanentes)) que dan al texto su
armazón Y/ sus cimientos ... y sin las cuales no existiría (yn
que en ese 'caso, sin el sistema de determinaciones y especi-
ficaciones rtquí rcconstn.1iclo, se reduciría necesaria, e insul-
samente,~ su primera f,:ase). Y, como de costumbre, el aná-
lisis de lo~ basamentos revela, bajo la tranquila horizonta-
lidad de los sintagmas.sucesivos, el sistema acciclentndo de
las opcio~es y las rel<l:cioncs paradigmáticas. Si su objctf?.
es sin duda el de adamr las condiciones de cxistcncin (de
proclucdó~) del texto, no lo hace, como se suele decir, redu-
ciendo lo ~omplcjo a lo simple, sino, al contrario, revelando
y .
i
194 - 1
las compk:.iid::ldL's c,>cult::ls que son d secreto de la simplici-
dad.)
Ese tema <<impresionista" de las variaciones, según e\
momento v la cst:1ción, ele la iluminación y, por tanto, de
la p1·opia figura del p:1r:1.ie~~ -tema de lo que Proust llam:1
el « ac.:cident nclo pai:-;a.ic dL' la~ horn.s~>- rige aún las cleo;;;-
cripcioncs iterativas del mar en Balbec y •. en particular, l<t
ele las páginas 802 a 806 de A la sombra de las muchacll(l.s
c11 flor: <<A meclidn que avanzó la estación, cambió el cuadro
que yo vl'Í¡_\ desde la \'L'ntana. Al principio había la luz dL·l
uín ... Pr(J/1((1 lus días se i.lCOT"t::lron ... UII(IS S!!/11(11/a.~ tlcs¡Htt;s.
cuando volvía a subir, el sol ya se.,había puesto. Una fmn.h\
Je cielo rojo sobre el mar, semejante a la que veía en Com-
bray por encima ele\ Calvario. cuando regresaba del paseo-
y me aprestaba a descender antes de la cena a la cocina ... "
A esa primera serie de variaciones, por determinación, su-
cede otra, por especificación: «Estaba rodeado, por todos
lados, por~ las imé.Í.gcnes del mar. Pero mlly a me11udn no
eran, en efecto, sino irrpigenes ... Una vez: era una exposición
de estampa.s ,iaponesas ... Me daba más placer por las noches
ctwndo un barco ... A l'cces el océano ... Otro día el mar. .. 1·
a veces ... » El mismo motivo dos páginas más adelante. ~
propósito de las llegadas a Rivebelte, y más próximo aún
a la versión de Combray, aunque no la evoque esta Yez:
uLos primeros tiempos, cuando llegábamos, el sol acababa
de ponerse, pero aún había luz ... Pronto, cuando bajábamos
del coche, ya era de noche ... ,, En París, en La prisio11cra, ~·
el modo de variación será más bien de tipo auditiYo: son
los matices matinn.les del sonido de \as campanas o de los
ruidos de la calle los que avisan a Marcel, aún metido ba.io
las mantas, sobre el tiempo que hace. Se mantiene constante
la extraordiimria sensibilidad a las v.ariaciones del clim·a.
la af6nción casi maníaca (que Marcel hereda metafórica-
mente de su pndre) a los mo\'imientos del barómetro inte-
rior y, para lo que aquí nos interesa, la conexión tn.n carac-
terística y tan recunda de lo temporal y lo metr··xológ:ico,
que desarrollu hasta sus (i\timas consecuencias la ambigüe-
dad del tiempo (rancés, me refiero a la palabra france~n
ccfemps)) - cdicmpo))- (time 1 \\'eatheT"): ambigüedad que ex-

~. 19.5
plotaba :va el título, magnfficamenle premonilorin, de una
de las secciones de Las place,.es· ,. los cUas: <<Ensueiios color
del Tiempo)}, El regreso de las horéls, de los Jías, ele !t~s esta-
ciones, la circularidad del movimiento cósmico, sigue
siendo a la vez el motivo más constante y el símbolo mñs
;:~certado de lo que me gustarfa llamar et' itaatis111o prous-
tial1o. •
Tales son los recursos c.lc la divcn:;ificaciéJn pt·n.piamentc
iterativa (dctcrminuci()n y ~spccificnción internas). Cuando
se agotan, quedan aún dos recurso ..:: qu~ tienen el -ra-sgo co-
mün de colocar· el singulativo al servicio del iterativo. El
primero ya lo conocemos: la convención del scudoitcrativo.
El segundo no es una fif!ura: consiste, de forma totalmente
literal :V clcclanula, en invocnr un ncontccimientn singulnr,
om como iluslr<~cit'm v confirmncit'm de una serie iternth·"
(resulta qw~ ... ), ora, n l.colil"rario, como excepci(m n la rcgln
qtlc :1c:,hnrnos de cstnhlcrer (rma ''r<., sir1 rmlwrgo ... ) Ejem-
plo de l:1 primera fund<.'m, c:-1tc pnsn,ic dt• A h1 so111hm dt' las
muchachas e11 flor: <C;\ ''eces (es la ley iterativa) lllm nmnble
atención de tal o ctwl despertaba en mf amplias vibracio-
nes que alejaban por un tiempo el deseo de los demás. As(
1111 clfa Albcrtine ... (es In ilustración singular).»% EJemplo
ele la segunda, el cpi~odio de los campanarios de Martinvi-
Jle, _claramente presentado como un~ derogación de la cos-
tumbre: de ordinario, tras haber regresado del paseo, Mar-
ce] olvidaba las impresiones sentidas y no intentaba desci-
frar su significado; <CU_na vez, sin embargon, 57 h.te más lejos
y redactó al instante el frt~gmento descriptivo que es su pri-
mera obra y el signo de su vocación. Más explícito aún por
su canktcr de excepción, el incidente ele las celindas en La
prisiom!ra, que comienza tlSÍ: ((Dejaré de lado, entre eso~
clíns en que me cntJ¡ctcní:-t en casa de la señora de Gucrm"n-
tcs, uno cnracterizado pm· un pequeño incidente.,.!), des-
puc."~s lh~ lo cu:\1 el rl'lato ilcrativo se J-canuc..la en estos l~rmi­
nos: ccsalvo ese tÍI'!Íco iucidente, todo succclír~ normalmente,
cunndo rcgrcsabn de la casa de In duquesa,,.~" Así, mediante
el juego de los ccuna vez,, «un dínn, etc., el singu1ativo se
ve i11tcgmdo en cierto modo en el iterativo, reducido a ser-
virlo y ·a ilustrarlo, posi 1iva o negativamente, ya respetando

196
el código, ya Lr<lm;grediéndulu, lu que e~ otra furm~1 Je. ma-
nifestarlo.

Diacron(a intcnw " dir~crrm(a externa

.. Hasta ahor::~ hemos cx::~min<.ulo i<l unidad iter<ltÍ\'U como


cnccrrmln, sin ning:uná intcrl'ercnci<l, erl su propi<l c1ur::~ción
.iinl~tico, pues l<l dincrunín rcnl (por definición .singulativ<l)
_]lo interviene sino p8m sci'mlar los lfmi:tcs de l<l serie cons-
.Jitutivn (dctcrminnción) o pm"a diversific8r el contcnitlo de
·lo unidml constitl.liclo (clctcrmin<lciond internns), sin m~r­
~~;nrb de vcrchu.i con el pnso del tiempo] sin hncerltl cm·eÍc-
_~,·er, en cierto mndn. ~-u qul' l'1 allf('s ~- C'l!n<'Sflllt 1s nn sl"ln r~1r;1
nosntrP~ ."inn dos ,-nrinnlt'S dt•l tnistno t't•ma. Dl' hl'dHl, un~'
-t'tnic.lml ill'l'<lli\'n cnmo noche ele ÍII.'\Cl1~111io, constituid;, <~
pnrlir dt• una ~1..·ril' q\H.' Sl' l':\til'ndl' n lol¡nrgo d1..• varin" :ü'lns,
put'dl' ¡wrl'n:t:IIIH'111l' vntllnrst' s¡iJn l'll ,s11 sttt't•si\ itlnd \''''
pi:t, de lil noche ;1 l\1 11\\lll~\1\U, sin haL'etj intt•rvt•nir L'n nbs(l-:
luto el transcurso ele In duración ((exterlna,, es decir, de los
díns y los m1os que sepnnm la primera noche de insomnio
de la últim<l: ICl noche tipic<l seguirá siendo scmC'j8ntc a sí
misma del principio al [in ele l::t serie, vJriando si11. e\'olucio-
nar. Eso es, en cl'ecto, lo que sucede en ths primeras págin<1s
ele Swam1, en que l<ls únicas indicaciqncs temport\lcs son
om ele tipo itcrnlivo-<llternntivo (específicamente internas):
a veces, u bien, algunas \'ecl!s, a memtdo,¡_,·a ... ya, om c.leclica-
clas <l la duración interna de la noche sintética, cuvo dcsn-
rrollo rige la progresión del texto: NaHa más apagarse mi
velci... media ho1;a des¡mé,r; ... luego ... e:11 seguida ... · poca a
¡wco ... luego ... sin que nnc.ln indique ,qué el pnso de los aiios
modifique un ~1pice dicho de~nn-ollo. 1
Pero el n.:l<tlo ilcrntivo pul'clc también. medinnte el
,iuego de las determinaciones internas\ tener en cuenl<l lt~
diacronía n~aiL' intt•gr~u·ln a su propia progresión tcmror·nl:
contnr, por c.icmplo, la unid<ld domir1go en Comhray o ¡w":
seos en· torno a Combrct\', •
clci<lnclo

consúmci<l
1
de las modifi-
caciones aportadas a su desarrollo por el tiempo transcu-
·rrido (un<l doccn<l de años, <lproximada,mente) a lo largo de
\ i 197
la seri~ real de 'las semanas pasadas en Combray: modifica-
ciones conside~a.das ya no variaciones intercambiables,
sino transformaciones irreversibles: muertes (Léonie Vin-
teuil), ruptura~ (Adolfo), maduración envejecimien~o del
y
protagoni~ta: n;uevos intereses (Bergotte), nuevos conocidos
(Bloch, Gllbert.e, la duquesa de Guermantes),. expcrienci<:ls
decisivas (deschbrimiento de la sexualidad) escenas trau-
:n.atiz~ntes («~rimera abdicad.ón»,. profana~1ón de Mont-
JOuvam). E~topces se plan.tea m~vt.tablemente la cuestión
~e las relac10nFs entre la chacroma mtc~r,a (la de la unidac.r
sintética) Y la J diacronía externa (la de la serie real) v eJe
sus posibles if¡lterferencias. Eso es lo que ocurre efectiva~~
mente en Comt,m.v II y J. P. Houston ha podido afirmar que
en esa sección el t·elato av<mzaba a la vez sobre las tres du-
1
:rncioncs del :d~a, la estación v los años: 5'' Las co!'as no son
1 tan totalme~te clat·as y sistc1~áticas, pero es cierto que en
!la sección Jed/icada nl domingo, In mai'iana se sitúa en Pas-
:cua y la tarde y la noche en la Ascensión, y que las ocupa-
:ciones de MaÍcel parecen p01" la mañana las de un nii'i.o ):
por la tarde las de un adolescente. De forma más clara aún,
los dos paseo~, y en particular el paseo hacia Méséglise, tie-
nen en cuenta, en la sucesión de sus episodios singulares o
ha~ituales, el/transcurso de los meses en el año (lilas y ma-
juelos en flor en Tansonville, lluvias de otoño en Roussain-
ville) y de lo~ añbs en la vida del héroe, muy niño en Tan-
sonviJle, adolescente presa del deseo en Méséglise, pues la
última escen~ es explícitamente aún más tardía. 60 Y ya he-
mos observado el corte diacrónico que introduce en los pa-
seos a Guerniantes la aparición de la duquesa en la iglesia.
Así, pues, en/ todos esos casos Proust logra tratar de formo
aproximadai¡Ilente paralela, gracias a una hábil disposición
de los episocpos, las diacronfas internas y externas sin salir
abiertamente del tiempo frecuentativo que hn tomac.lo
como base ~·e su relato. Asimismo,. los amores de Swann y
Odette, de :r.:tarcel y Gilberte, evolucionarán en cierto modo
por grados i;terativos! marcados por un empleo muy carac-
terístico de /esos desde e11t011ces, desde, ahora, 61 que tratan
toda historia no como una concatenación de acontecimien-
tos víncu.Ja,os por una causalidad, sino como unR-.·11cesión

198 1
de estados !'Ín cesar st~bstituídos unos por otros, sin comu-
nicación posible. El iterativo es aq·.tí, más que de costum-
bre, el modo (el aspecto) temporal de esa especie de olvido
perpetuo, de incapclCidad innata de 1 héroe proustiano
(Swann siempre, Mnrcel nntcs de la revelnción) para perci-
bir la continuid8d de su vida ~·. por tanto, la relación de
un <<tiempo" con otro. Cuando Gilberte, de la que ha lle-
gado a ser inseparable y ((gran favoriton, le-muestra cuáles·
h8n sido lo!' rro!!rcsos de su amiswd desde la época de lo~
,iuegos de barra rija en los Campos Elíseos. Marcel, al n0
poder reconstruir en sí mismo una ~ituación ahora pasod<t
y, por tanto, cksaparccida, es tan incapaz de calibrar csn
distancia como lo sen\ más adelante en concebir cómo
pudo en ntro liL'mpo amar <l Gilbcrtc e imaginar tan difc-
renLL' de como SL'ria en ¡·cnlid::HJ el tiL'tnpo e~ que ~·i:\ no b
amada: <c ... [L-11~'1 hablabn de un cambio que me vcín obli-
gado a compt·ohar c.IL·sc.lc lúera, pero que no poseía interior-
mente, pues se compÓnía de dos estados que no podía pen-
sar a la vez, s.in que cesasen de ser distintos uno del otro,,.~'~
~ensar dos momentos a l¡:1. \·ez es cc:~si siempre, para el ser
proustiano, identificarlos y confUndirlos: esa extraña ecu8-
ción es la lev misma del iterativo.

Alter11a11cia. tmusiciunes

_ Parece, pues, como si el relato proustiano substituyen'


_esa forma sintética de narn:1ción que es, en la novela clási-
~a. el relato .sumario (ausente de E11 busca del tiempo rerdi-
~do, como se recordará) por esa otra forma sintéticaque es
_el iterativo: síntesis, no ya por aceleración, sino por asimi-
lnción v ~1hst rncción. Por L'SO, L'l ritmo del r·clato en En
-fiusca {ie/ tiC111fl;J perdido LIL·scans<l esencialmente \'a no.
como el~del relato clásico, en la nlternancia del sumario \'
Ja escena, sino en otra alternancia, la del iterativo v el s~-
__gu lativo. -
La may"oría de las veces esa alternancia oculta un sis-
tema de subordinaciones funcionales que el análisis puede
v debe despejar, y cuyos dos tipos fundamentales de rela-

199
ci6n ya hemos visto: el scgrnento iterativo, de función des-
criptiva o explicativa, subordinado a (y generalmente ir]:"-
scrto en) una escena sing:ulativa (por ejemplo, el carcícte1:_
de los Guenncmtes, en la cena en casa de Oriane), y la escena
singulativa ele función ilustrativa subordinada a un desa.:-
lTollo iterativo: por ejemplo, las campa11arios de Martil11'ille,-
J¿n la serie de los paseos a Gucrmantes. Pero existen ~struc-­
_U.Jras más complc.ias, cuando, por ejemplo, una anécdota
s]ngular viene a ilustrar un desarrollo iterativo subor-dina-
-~(), a su ve?., a una csccn:1 si'ngui<Jtiva: asf, la recepci~m de
Ta princesa Mathildc,"' que ilustra el cm~(lctcr de Jos Gucr-
m<mtcs; o, c:1 la inversc:1, cunndo una escena singtdntivn su:_
horclin;:~da a un segmento iten\tivo evoca, rJ su vez., un p<l-;.,
r~ntesis iterativo: es lo que ocurre ctwnclo el episodio del
encuentro con la DnnH\ de rrJ~~··, cont<Jdo. como ya hemos
visto, por sus efectos indin•c!os ~ntwe los domingos del hé-
roe en Comhrav, crJmien7.a con un desar-rollo dedicado <1 l<l
p~1sic'm .iuvcnil .de Man.'L'I por el teatro y las actrices, dcsn-
JTOIIo ncccsa1·io pc.1ra e:-~plicc.1r su visitn inopinada a la cc.1sa
del tío Adolphc."·1 •

Pero a veces ocurre que la relación escRpa <1 todo amíli·


sis e incluso a toda definición, pues el relato pasa ele \m
aspecto al otro sin preocuparse de ~us flmcioncs mutuas e
incluso, en r~pariencia, sin percibirla~. Robcrt Vig:ncron~'~
h<1bí<1 encontrado t<1lcs efectos en la tercera parte de Sl\'(/1717
y hnbía creído ;·mdcr alribui1· lo que le parecía una <<confu-
sión inextricable,, a modiFicaciones <lpresUl·a,das impuestas
por la publicLlción pm· scpar·ado del primer v'olumcn de lc.1
edición Grasset: para colocar al final de ese volumen (y, por
tr~nto, de Por el cami1w de Swa1111) el brillRnte [Tagmento so-
bre el Bosque de Bolonié.1 ce hoyn y cm palmario bien que mal
con lo que precede, Proust habfa tenido que modificar pro-
fundnmenlc, al parecd·, el orden de los diversos episodios
situados desde la púgina 482 a la 511 de la edición Gras-
set."'~ Pc1·o esas intcrpól:1ciones h<lbían entrañado cliversus
c.lificult::~dcs cronol6gicr1s que Proust no había podido null·-
car sino <1 costa de un «camunRjen temporal cuyo grosero
y torpe medio es el imperfecto (iterativo): ccPara disimulnr
csa.confusión cronológica y psicológica, el <lutor se esf·ucrzs

200
1
por ctlmtd'l<~r m-ciom·s ünh:ns en r:H.:cione$ repetidas y cmh<l-
tlurna so\apadamcnle SUS verbos con un 1enlucido •
de ÍmpC!"-
k·ctos. Por dt.•scn1cia, no sólo la singulm7idad de ciertas nc-
ciones vucln:· inverosímil su repetición habitual, sino que,
;.H.lcmiis, L'll <dgUJios puntos prctéri tos i'ndefinidos tenaces
t.'scapan al enlucido y rcvclrm el artifiqion. Vigneron, \·a-
liéndosc de esa cxplicnción, llegaba hnsfa el extremo de re-
construir mediante hipótesis el ccorc.lcn "Rrimitivon del texto
1n n desdichadamente lranstornado. Rcbonstrucción clc lo
nu1s <nrenturada, explic<1ción de lo mnF fTúf.!il: yn hemos
\"isto \'nrins ejemplos de scudoiternth·o (pues de eso se trntt:~
sin dudn) ~· prct0ritos indel"inidos nbeni;:mtes en partes clc-
1?.11 lmscn dclticlllfJO fJl'rdido que no hnn ~ufrido en 1:1bsoluto
el ll"UllCi.HlliL-Illo rorznclo de 1913, y los que podemos obscr-
\'f\1" ni nnul tiL• 511'(/1111 no son los tntÍ!'i sorprendentes.
E.x~ltnillL'IllOS m;1s dctcnidnmt.•nfL' unb ele los pasnics in-
ci·i mi nmlos por Vigneron: son l;.~s p:.\gi1ins 4R6 n 4~9 de In
l'tlicir'm (jrusset.'' 7 SL' tmtn de esos díns !de invierno en que
los Cnmpos Elíseos estt.ín cubiertos de hicve, pero un rayo
de sol inesperado cnvfa por ln tarde n Marccl y Fnm~oisc
en paseo improvisado, sin cspernnzn de encontrar a Gilbcr-
tc. Como obscrvn Vignéron en otro lengua,ie. el. primer pó-
rrafo (<cE incluso esos días ... u) es itcrnthio, sus verbos cst{m
en el imperfecto de rcpl'Liciún. ccEn el pl.ÍlTtlfO siguiente",
L's.cribe Vigneron (ce Frcm\·oise tenítl dcmasimlo fTío ...•, ), cc lo!'
imperFectos y los pretéritos indefinidos: se suceden sin ra-
7.ón nparcntc, como si el tlutor, incapaz ~le adoptnr dcfiniti-
\'amcnte un punto de vistn mñs que el otro, hubiera dejado
inacab<H.las sus transposi~iones tcmporales.n Pum permitir
.
n 1 1ector .JU7..tzar, . é nqu1, ese pnrm
c1tnr , f·o1 la 1 como <.1purcc1a,
1
en In edición de 1913:

Fr~t;:oisc /cllía demasiado rrfo para permanecer inmú,·il,fiti·


nws hr~~tn el puente de la Concordia h ver el Senn helndo.
;-~1 que todc.1s, incluso los nÍiios, .>l' rtce1·c'nhat1 sin miedo corfío
~ unn inml'nsa bnllcn<~ vnrndn, sin clcfens<~, a In que (ucrau
a dcscunrti7.ar. \lolvfamos n los Campos Elfseos: yo me crm-
srtlllfa ele dolor entre los cnbnllitos i~móviles y el césped
blnnco atmr<~do en ln red negra de las. calles de lns que ha-
'
1
!
20l
• 1
bían quitado la nieve v sobre la cual la estatua tenfa en la
mano un chorro de·hie.lo añadido que parecía la explicación
cle su gesto.La propia anciana, tras recoger sus Débats prc-
g~ntó.l~ hora~ una niñera que pasaba y a la que dio las gra-
cras d1c1endo: ~c¡Es usted muy amable!,, y después, tras rogar
al peón caminfro que dijera a sus nietos que volviesen, pues
ten(a frío, affar'ió: uTcnga la bondad. ¡Estov tan confusah,,
De repente el ;aire se rasgaha: entre el guift~l y el circo, en
el horizonte embellecido, en el cielo entreabierto, yo acabaha'
de distinguir, 'como un signo fabuloso, el penacho azul de la
Señorita. Y y~ Gilberte corrEa a toda velocidad hacia mí, des-
lumbrante y rbja bajo un gorro cuadrado de pieles, animada
por e1 frío, el :retraso y el deseo del juego; un poco antes de
llegar a mí, s~ dejó resbalar sobre el hielo y, ya fuera para
guardar mejor el equilibrio, porque le pareciera más gracioso
o por aparen\ar la actitud de una patinadora. avam.aba con
los brazos abiertos y sonriendo, como si quisiera recibirme
en ellos. <qBr:ava! ¡Brava! Eso está muy bien, yo dirfa, como
usted, que d estupendo, que es espl~ndido, si no fuer~ de
otra época, ue la época del antiguo régimen,,, exclamri la an-
1

ciana tomando la palabra en nombre de los silenciosos Cam-


pos Elíseos P,ara agradecer a Gilberte que hUbiera venido ~in
dejarse intin~idar por el tiempo. <~llsted es como yu, fiel, pese
~todo, a nuestros viejos Campos .tlí:.cos; son.:JS 'dos inlrépi-
aas. Créamc!1 que los amo incluso así. Esta nh.:VC, se va usted ·;::
a reír de mí' ¡me recuerda al armiño!n Y la anciana se echñ
a reír.

Recono?-camos que en este· «estado,, el texto responde


bastante bi1en a la severa descripción que de él da Vigncron:
las formas iterativas y singulativns se enmarañan en él de
una Forma que deja el aspecto verbal en una total indeci-
sión. Pero esa ambigüedad no justifica por ello la hipótc5i:;
explicativJ de una «transposición temporal inacabada,,.
c.reo inclu~~o percibir al menos una presunción de lo contra-
no.
· En efecto,
1
si examinamos
.
más atentamente las furmns

verbales subrayadas· ·aquí, comprobamos que todos los Im-
perfectos ~alvo uno pueden interpretarse como imperfectos
de concofitancia, que permiten definir el . conjunto del
fragmento como singulativo, pues los verbos que expresa!'

202 1
acontecimie ntos propiament e dichos están todos. snln>
uno, en prctéri to indefinido: fuimos, la anciana preguntó,
dio las gracias, llllodió, Gilberte se dejó resbalar. la anciana
exclamÓ, se echó a reír. «Salvo uno~~. decía, que es, eviden-
temente: «De repente el aire se rasgaban; la propia presen-
cia del ndverbio dl' repente impide ver ese imperfecto como
durativo':-' obliga. pues, n interpretarl o como iterativo. Ese
e.s el únicd':; que dc~entona de forma irreductible en un con-
texto intc'l"pl·etnd o como singulativo y sólo ése introduce.
pues, en el· texto esa ((conrusión inextricable ,, de que habla
Vigne1·on. Ahora bien, resulta que esa forma está corregidLl
en lLl edición de 1917, que da la forma esperada: «el aire
st; ms.~ó 11. Esa corrección basta, me parece, para sacar ese
párrafo' de lí.1 «Confusión" y hacerlo pasar entero al aspecto
temporal del singulativo. Así, pues. la descripción de Vig:ne-
ron no es aplicable al texto definitivo de S\\'ann, último
aparecido en vidn del autor; ~·. en cuanto a la explicación
por una a transposició n inacabach1.,, del singulativo en itera-
tivo, vcmo::; que -esa única corrección va exactament e en el
sentido inverso: lejos cle ccacabar~~ en 1917 de «enlUcir con
imperfectos ,, un texto en el qut.: hubiera dejado distraída-
mente demasindos pretéritos imperfectos en 1913. Proust.""
nl contmdo. hace pasar al sinpdativo la ónicn forma inne-
gablemente itemtiva de esa pú~ina. As{. pues. la interpreta-
ción dt: Vig:m:ron. ~;a frágil, resulta insostenible .
Nucst¡·u bli:\nco aquí. ml' apresuro a precisarlo. es s<'1lo
ln c:xplic<Ki<ín ciJ-cunstanc ial inútilmente buscada por Vi~­
nel·on n la.s confusiones del l'innl de 511'(11111. como .si todo t'l
resto del relato proustiano fi..tcra un modelo de coherencia
v de claridad. Sin embargo, el mismo.críti co ha obscn·ndo
~'notro lug~1r711 la unidad totalmente retrospectiv a impuesta
por Proust u mnteriales <<hetcróclito sn.y ha caliñcado todo
En h1!.~ca del tic111po perdido de ((capa de Arlequín cuyos mül-
tiple!:'.rctazo s. por rica que sea la tcln, por industriosa mcnte
que SL' hnyan ~1pmximado, recortado, ajustado y cosido.._si-
gucn trakionandu , por diferencias de textura -: .; color, su.s
diversos Qríg:cnes,. 71 Eso es innegable y la publicación pos-
terior de las diversas c<primeras versiones,, no ha hecho y,
probnbkmL' nlL', no hnrñ sino confirmar esa intuición. Ha~·

203
cccollage)) o, mc.ior, 1c patchv. •ork>~. en E11 busca del Uen1po
perdido y su unidad como relato es sin duda, como, según
Proust, la c.le La CC)Inedia lwma11a o la Tetralogfa, una uni-
dad a posteriori, tanto m(\s insistentemente 'reivindicada
cu8.nto que es más t8.rdí8. y está construida con materiales
ele toda procedcnci8. y de toda época. Sabido es que proust,
lejos de considerarla ~cilusoria)) (Vigneron), juzgaba ese tipo
de unidad «no artificial, tal vez incluso más real por ser
poster-ior, por h8.ber nacido de un momento de entusiasmo
en el que se descubre entre trozos que sólo.necesitnn jlll1tar-
se; unidad que se 1gnorabn, por tanto, vital y no lógica, que
no ha proscrito la variedad ni enfriado la ejecución».n No
podemos, me pnrece, por menos de darle la razón sobre el
fondo, pero añadiendo tal vez que subestima nquí In dificul-
tad que experimentan loR «trozos,, a veces para ~~juntai·sen.
Seguramente de esa dificultad el episodio caótico (según
las normns de la narración clásica) de los Campos El (seos
(entre otros) lleva la huella, mús que por una publicación
apresurada. Para convencernos, podemos comparar ese pa-
saje con dos de sus versiones anteriores: la deJean Sm1teuil,
que es puramente singulativa, y la de Co11tre Sai11.te-Beave,
que es enteramente iterativa. 73 Puede que Proust, en el mo-
mento de constituir por juntura la últi,ma versión, vacilara
a la hora de escoger y, al final, decidiei!a, conscientemente
o no, renunciar a elegir.
El caso es, de todos modos, que la hipótesis de interpre"'
tación más pertinente es la de ·que ese pasa:ir. se compone
de un comienzo iterativo (el primer párrafo) y de una con-
tinuación singulativa (el segundo, que ac·1barnos de exami-
nar, y el tcr~ero, cuyo aspecto temporal no presenta la me-
nor ambigüedad): lo que seda trivial, si el estatuto tempo-
ral de ese singulativo con relación al iterativo que precede
estuviese indicado, aunque sólo fuera «una vezn que lo ais-
lnse en la set·ic a la que pertenece. 7 ~ Pero no es asf: el relato
p<\sa sin avis~:tr de una costu111bre a un acontecimiento sin-
gular, como si, en Jugm· de que el r~contccimient.o se situara
en la costumbre o con relación a ella, la costumbre pudiera
convertirse, incluso ser al mismo tiempo, un acontecimiento
singular,Jo que es propiamente inconcebible y designa, en

?(l4
¡
el texto proustiano tal conro está, un lugar de irrcnlismo
in-cductiblc. Hny otros, del mismo tipo. Así, 'al final de So-
doma y Go111orra, la relación de los viajcs;del señor de Char-
lus en el trenccito de la Raspclicre y de sus relaciones con
los otros fieles comienza en un iterativ~ especificado con
toda precisión: ((Regularmente, tres veces por semana ... n,
después limitado por determinación interna: nlas primerns
veces ... n, para cmpa \mar durante tres páginas en 'un singtl-
lativo inclctcrminndo: <<[Cottard] diio con malicia, etc.n. 7 ~
Vemos que <1quf bastada con corregir 1el plural itcrlltivo
<clns primcms vcccsn en singular («la ~rimera vez,) parn
que todo vull'iese al orden. Pero, quien se atreviera a inter-
narse por c:;e camino tendría algo más de dificultad con
«Taquin le Supcrbe)), iterativo de la p~gina 464 a la 466.
pero que se \'uclvc bmscamente singulativo al final de esa
pógina y h<1stn el final del episodio. Y mfls nún con el relato
de In ccnn t'n Rivebcllc, en A fa somln·~ de las ,iuchachn.<;
en Jlur, 71' que es inL'x!rkablemcntc a la vc7.
1
una cena sint(·ti-
ca, contmla en impcrfL'"c\o (nL<l~ pdmercts veces, cuando tttr-
gahamos nllí...), y una cena singular, cqntadn en prctcl'ito
indefinido («observé a uno de esos ct·indo5 ... una joven nt-
bia me miró, etc.n ), y que poclemo~ clat~r con precisión, ya
que se trata de la noche de la primera aparición de las mu-
chachas, pero que ninguna indicación t~mporal sitúa en re-
lación con la serie a la que pertenece y ¡en la que da la im-
presión -bastante desconcertante- de: flotar.
1 .
A decit· verdad, la mayoría de las veces esos puntos de
tangencia, sin relación temporal usign~ble, entre iterativo
y singulalivo, se encuentran, deliberad~mentc o no, disfi·a-
zados por la interposición de segmento~ 11eutros, aspcci:unl-
mentc indeterminados, ·éuva función, domo obsen1 a Hous-
- 1

ton, parece ser la de impedir que el ledor advierta el cam-


bio ele aspecto. 77 Esos segmentos neutrqs pueden ser de tres
clases: digresiones discursivns en prdcnte: 'Cncontmn¡os,
por ejemplo, una bastante larga en lal transición entre el
comienzo iterativo y la continuación si(ngulativa de La pri-
sioHera;1R pero ese medio es, evidcntem~nt~, de estatuto ex-
tranarrativo. No ocurre así con el segundo tipo, bien obser-
. 1 . 205
vado por Ho~ston, que es el diálogo (en algunos casos redu-
cido a una soJa 1
réplica) sh1 Verbo dec/ara/ÍV0'' 74 •e]'emplo

ci-
tado por Hquston, la conversación entre Maree) v la du-
quesa sobre 'el vestido que ésta llevaba en la cena c.l~ Saiqtl'-
Euvcrte.110 Pbr definición, el diálogo abrupto carece de ele-
terminación/ de aspecto, por estar privado de verbos. El ter-
cer tipo es inás sutil, pues el segmento neutro es en él, de
hecho, un s~gmento
1
mixto. o, más exactamente, ambiguo:
consiste en interponer· entre iterativo y singulativo imper-
fectos cuyo yalor aspectual permanece indeterminado. Vea-
mos un cjcEplo sacado de Ut1 amor de Swan11:R' estamos
primero en ¡el singulativo; Odette pide un día a Swann di-
nl!ro para ii· sin él a Bayrcuth con los Verdurin; <<de él no
deda ella ni palabra, se sobreentend{a que su presencia ex-
cluía la su~'~ (imperfectos descriptivos singulativos). Enton-
ces esa terrible respuesta, cada una de cuyas palabras habra
escogido la !víspera sin atreverse a esperar que pudiera ser-
vir nunca (pluscuamperfecto ambiguo), ten(a la alegría de
·enviársela, !etc. (imperfecto iterativo),. Transformación aún
más eficaz/ en su brevedad, el regreso al iterativo con que
concluye el episodio singulativo de los árbole~ de Hudimcs-
pil, en A la !.wmbra de las mzwhachas e11 f7or:P.~ <e Cuando, tras
haber tomhdo el coche otra dirección, mientras la sciiÓra
de Villeparisis me pregtmtaba por qué tenfa aspecto soña-
dor, yo estqba triste como si acabara de perder a un amigo,
de morir para mí mismo, de renegar de un muerto o de ne-
gar a un d~os (imperfectos singulativos). Hab{a que pensar
en el regreso (imperfecto ambiguo), la señora de Villepari-
sis ... decfa! al cochero que tomara la antigua carretera de
Balbec ... (,imperfecto iterativo).>> Más lenta, en cambio,
pero de un'a extraordinaria habilidad en su indecisión man-
tenida dufante unas veinte -líneas, esta transición de u,.,
amor de S\~'ann: ,
¡ .
Pero ella vio ·que sus ojos St:e;/1(1111 fjjgs Cl' lns cosas que él no
sabraf y en ese pas·ado de su nmor, rl'louótono y dulce en su
memoria porque era impreciso, y que desgarraba ahorr~ como
unn l~cdda
1
ese •minuto en la isla del Bois, al claro de lunn.
¡fl'~púés dl' In Cl'l1;l en cnsn ele In rrinn•sn ele L:mmt·~. f\'1'0

206
había adq11irido hasta tal punto la costumbre de considerar
ILl vidn interesante -v admirar los curiosos descubrimiento<;
que se pueden hnce1: en e\ In-. que. aun sufriendo hast:1 el
punt0 de CI'C'Cl" que 110 p0drf:1 SOpClrtnr p0r much0 tiC'mp<.1 \111
d<1lot· semcjnntc. se dccfa: H Ln vidn es ''c:-rdatkmmentt' ns0m-
brosn v rc~·ctY<l hcrnwsns sorpresas; en un<:~ pnt~·,btL', t'1 vici0
es nlgo m<ls extendido de lo que se cree. Por ejemplo. c!"-n
mujer en quien vo tenía confianza, que tiene aspecto tan srn-
cillo, tan honrado, en todo caso, aun cuando tuese ligera. qut:
parecía muy normal y sana en sus gustos: ante una denuncin
inv"crosímil. In interrogo y lo poco que me confiesa me revela
mucho mL'Is de lo que se podría haber sospechndo." Pero él
no rodía limitarse a esas obsen•nciones desintercse~dns. lu-
fl'llfnha aprccinr cxnctnmcnte el vnlor de lo que ella le hahia
cmlltldo, pnrn saber ~i tld,(a concluir que esas cosas las lrahí11
hecho con rrccuencia, que vol\·erian a producirse. Se repetfa
esas palabrns que ella había dicho: «Bien que veía yo adonde
quería ella venir a parar», <<Dos o tres vecesn, ·,.¡Vaya bro-
ma!,, pcm no reaparecían desarmadas en la memoria de
Swann, ctida una de ellas sostrm(a su cuchillo v le asestaha
un ~nuevo tn_io. Durante mucho tiempo, igual qu~ un enfermo
no ruede por menos de intentnr a cada in~tante hacer el mo-
\"imil'ntn que 1<- rt'."lllta dt1l0ro~0. él ~<' n•Pf'!(a <'~:-1~ p:-~1:-t­
hr:\~ ... ~
1

Corno se ve, la tran!'!"ormnciún no se ·log:n' sin equh·oco


posible sino n pnrtir del «durante mucho tiempo-.·. qlte
asigna al imperfecto «SC n:petía esas palabras» un valor
claramente iterativo, que será el de toda la continuación.
A propósito de una transición de ese tipo. pero más desarro-
llada (más de seis páginas) -y. a decir verdad. menos pum.
Y<' que entn:ui<l igtwlmcntc Y<lrios p:.íTTIJ fos de ref1e:xiones
en presente c.lel nL\rrL\dor ·'" un bren:- monólogo interior del
pt·otagonista-, la que scpr1.r~ ~- Yincula, en La prisionera. el
relato de una jornada parisina <<ideal, con la relación de
dete'rmin~da jornada real de rcbrem. 114 J. P. Houston C\'OCa
con mzón <<esns partituras wagnerianas en que la tC:mal\_dad
se modifica constantemente sin ningún cambio en la cla-
ve».¡:;; En efecto, Proust supo explota'r con gran sutileza ar-
mónica las capncicl<~dcs de modlllación que entraña la am-
higCtcdad dt.'l impcrfectc1 rram.·L;S. como si hu"b\crn querid0.

207
~mlL's de cil~irlo cxplkilamc:n!e n prop(Jsito de Vinteuil, rca-
liz<.lr como un equivalente poéticn del cromatismo de T,-is-
1rí 11.
Todo eso, ló¡.!icamcnte, no puede ~ct· simple resul todo de
contingencias materiales. Aunque hRya que reconocer la
imporlt\ncia (considerable) de las circunstancias exteriores,
no por ello deja de haber en Proust una especie ele voluntad
sorda, apenas consciente tal vez, que interviene en estas pc.'1-'
gin<:~s como en otras que ya hemos visto, de liberar de su
!'unción c.lrélm~ttka las form¡:¡s eJe la t'empomlidad narrativR,
dejarlas h.tncionar por sí mismas y, como dice a p¡;opósilo
de Flaubcrl, ¡mncrles mlÍsica .p.,

El juego cm1 el Tiempo

f';:¡Jtn por decir unas pc:ll<:~bras ele conjunto sobre la cate-


goría del tiempo narrativo, en cuanto a la cslruclur;:¡ gene-
ral de En husca del tiempo perdido y en cuanto al lugar que
esta obra. ocupa en ID evolución de lns formas novclescr~s.
En efecto, mc.ís de una Vl!Z hemos podido comprobar la es-
trecha solidaridad, de hecho, de los diversos fenómenos que
habíamos tenido que scparnr por motivos ele exposición~
Así, en el relato trndicionnl, la analepsis (fenómeno ele or::
de11) adopta la mayoría de las veces la forma'del relato su-'
maria (fenómeno de dumció11 o velocidad), el sumario
no vacila en rcctllTÍr a los servicios del iterativo (fenómenos
de {recuem..:ia); la descripción es cnsi siempre a la v'cz pun.:
tual, durativa e iterativn, sin vedarse nunca esbozos de mo-
vimiento diéJcrónico; y ya hemos visto que en Proust esa
tendencia llega el extremo de transformnr lo descriptivo en
narrativo; existen formas frecucntativas de la elipsis (así,
todos los invicmos parisino~ de Maree] en la época de Com-
bnw); la silepsis iterativa no es sólo un fenómeno de fre-
cuencia: afcctél tnmbit!n al orden (ya que al sintetizar acon-
tecimientos ccsemcjante~.,, elimina su sucesión) y a la duré\-
ción (ya que elimina <d mismo tiempo sus intervalos); y po-
dríamos prolong2ar 8(111 mf\s esa lista. Asf. pues, no pndemos
caracterizar. ]a -tónica temporal c\e un· relato sino C:<~rni·
--'
nando juntas toda::; ln~ relacione~ que cstnblecd entre ~u
propia tcmporaliclacl -y la ele la historia que cuchtn. · "::7'
En el cnpítulo del orden hemos observado qu¿ In~ gnm-
clcs anacronías de En lmsca del tiempo perdido se ~itúan to-
das al comienzo ele la obra, esencialmente en Por el cami11o
de Swwm, donde hemos visto que el relato com,icn?.a con
.clificultacL. como vacilante _e intcrnm1pido por tnccsantc~
idas. y venidas entre la posición mném"ica del I<SU~jeto inter-
mediario, y divcrsc:ls posiciones dicg.é_ticas, a veces r·ept~ti­
das (Con71Jray 1 y Comhray 1!), antes de .c.oncert.qr, en Bal-
hec, una especie ele acuerdo general con .la sucési')n crono-
lógica. No podemos clcjat: ck comparar..esc fen()n~cno de or- ..
den cqn un Fcm'¡qwno de fn~cucm:ia igualmentt: nronuncb-
do, que es el predominio d{d. itcrath1p·cn esa misma sección
del texto. Los segmentos na-t:r:a.ti.vos iniciales sm~ esencial:
mente grados iterativos: infancw en Combrav) amor de
Sw<mn, Gilbcrte, que se presentan a la mente del sujeto in-
lcnncclíario -y, por mediación ele él, al narrad~Jl-- como
otros tnntos momentos casi inmóviles en que el pc:1so del
tiempo SL' ocuftil bn,lo las-·upnricncins de lri ¡·cp~Úción. El
· nnacronismo de lús i·ccucrdos («voluntariosn o nb) es cohe-
rente, ev1clentemcntc, con su carácter _estático., cn¡.la.~c.dida
en que uno v otro proceden del traba,Jo clc.la..mcm,ona. que
reduce lós períodos (d.iacrónicos) .fl épocas, (sindrónicas) y,
los acontecimientos a cuadros; época.s ,y cuadros que di.s-
pone en un orden que no es el de éstos, sino el de ln memo-
ria. La act ividncl mnémica del. sujeto intcrmecliario es,
pues •. un. Fnctor (un medio, podrínmos decir ipcluso) _de
cmandpnCión del rclntq respecto de la temporaltdad.diegé.-
. de~, cn_los tl~1; planos v1nculados cl.ei_ana<;:oni~~.O. s~rl).rlc_
y de ~~- ltel'ucton, que es un anncromsmo m~s -COfple.Jo. En
cambw, ~' part11· ele Balbec, y sobre todo de Guepnantes, la
rcstnumción él In vez del orden cronológico y de:l predom i-
nio del singuléltivo, manifiestamcntP vinculadolaJ progre-
sivo dcsdibujamicnto de la instancin mnémica v,l por tnnt~.
a ·la emanci¡1ación, .esta vez, ele la historia, que ·v;LJelvc ·a re·
gir el rclalo/ 7 esa restauración nos devuelve a cntninos aptl-
¡·entcmcntc mf1s tnldicionalcs y podemos prcfchr .la .Slttil
clconFusi(m» temporal de 511'01111 y la disposición juiciosa de
1

. 209
la serie Balbec-Gu}1·mantes-Sodoma. Pero entonces toman el
relevo las distors~ones de [a duración y efeFcen sobre una
temporalidad qu~ aparentemente ha recuperado sus dere-
chos y SUS I:10t:ma-t} u-na aet-i-v-iela-d deformadora (elipsis enor-
mes, !!Scena~ monstruosas) q!-!~...y.a no es l.a -eel st:tjeto ~f.l.tG-r­
rnediado,-sino, dlr!!ctamente. ladel narrador, desP.o~o a la
vez, por su impa;c~encia y su anf!Ustia· cada vei mayores,
de. c.:argar sús úlhma_s escenas, como Noé su arca, hasta casi
reventar y de sa:l~ar hasta el desenlace (pues eso es) que p01·
fin le dé el ser y legitime su discur:so: lo que e.qui'llalc. a de-
cir que ahí entrarnos en contacto con 0t1::a .temporalidad,
que no es la riel rehto, pero en última instM4<:-i-a k\ rige: la
de la pro_pia . ]tlción. Más adelante volveremos a hablar~
1

de ella. 8"

.
: Esas intcrpo aciones. esas
1' !1'1 p
distorsione~~
1 d
esas condensa-
.
c1oncs tempera es, rou.st, a menos cuan o toma concien-
cia de ellas (parece, po·r ejemplo, no haber advertido nunca
la importancia ~n su, obra del rc~a~? itcrativ~), las justifica
constantemente) segun una trad1c1on ya antigua y que no
se extinguiría cion él., ,POr una motivación realista, invo-
cando sucesivarbénte b Pt:eocupación por contar las cosas
tal COIT]O fueron; <(·\l.ividas» en el instante y tal corno son re-
cordadas poster.10rmente. As{, ~~ anacronismo dc_l relato es
ora el de la cxlisfenciu m~sma,'~ 0 ora el del recuerdo~ qttf'
obedece a ley e si el i fcrent_ C'S de In~ de.l ti~mpe.'~' Las vnriado-
nes de tempo, fgualm.ente • .son ora producto de la <<vidan,<~ 2
0
ora obra de la menioria o, mejor, del olvicl.o. J
~ Esas .contra'dicciones y complacencias nos disuadirían,
~i necesario fu~ra, de prestar demasiada fe a esas raciona-
lizaciones retrospectivas que los grandes artistas nunca es-
catiman, y ello/en relac1ón proporcional a su genio, es decir,
del adelanto de su práctica respecto de toda teorfa ... in-
cluida la suya) El papel del analista no consiste en satisfa-
cerse con ellas/, ni en ·pasarlas. por aLto, sino en v.err una vez
«dcscubiet~ton lese pro_cedjmiento, cómo funciona la motiv~-­
ción invocad<tlen la obra como medio estético. Así, diremos,
al modo del pbmer Chklovski; que, en Proust, la «reminis-
cencia», p9r 1jemp1o, está al servicio de la metáfora y no

21 o 1
"la inversa, que 1::\ amnesia sclecth·él del su_jeto intcrrrwdia-
rio está ühí ¡¡nra que e! rc!Gto de la infrmcia se e:\.plnYe !'0-
bJ-c P.! ((drama de la hora de acostar», que la ((nltina•• de
Combmy sirve pnra poner en funcionamiento la rlatn(Oillo'(/
móvil de los imperfectos iterativos, que el héroe p::tsr~ dos
temporadas en unL\ cas::1 de reposo pa1·:1 facilitar rd nDtTa-
dor dos bellas el ipsis, que Ir~ pequeña mLigdalcna dLI par::t
mucho. y que el propio Proust lo dijo claramente al menos
una vez: uSin h::tblm· en este momento del valor que para
mí tienen esos recuerdos inconscientes en los que funcb-
mento, en el último volumen ... de mi obra, tocb mi tcorít~
del arte, y ateniéndome al punto de vista ele la composi-
ción, para pasar de un plano Ll otro había u ti li1.ado simple-
mente no un hecho, sino algo que me pareció más puro,
más precioso, como juntun:t: un Fenómeno de memoria.
Abrid ·las Memorias de ultmtcnnha o Las hiias del fi1ego de
Gérard de Nerval. Veréis que Jos dos grandes escritores que
solemos empohrct;er y desecar -sobre toclo lo scgundo-
meJiante una intcrprdación puramente formal, G.mocieron
p'Crfectnmcntlt ese proccclimi~nto de transición bn1sca.""J
La memoria involuntaria.'¿éxtasis rlP In intcmpornl? ~:Con­
temp1aeión de. la eternidad? Tal vez. Pero también, cuando
nos atenemos al «punto de vista de la composición,,, jun-
tura preciosa y procedimiento de tra11sición. Y saboreemos
al paso, en esta confesión del in1.'C11lO.L ~ el extr::1ño arTcpen-
0

tlmiento ~oha· los escritores cc..quc solemos empobrecer y


desccm· median le una interpretación puramente formal".
Se trata de una piedra que recae sobre su propio tejado.
pero aún no hemos mostrado en qué senticfo la interpret<l-
ción «puramente formal, empobrece y deseca. O, mejor, el
propio Prou.st ha probado lo contrario al demostrar, por
ejemplo, ·en relación ton Flaubcrt que cierto uso cede! preté-
rito indefinido. del pretérito perfecto, del participio presen-
te, de cie.rtos pronombres y de ciertas preposiciones, renovó
nuestra visión de las cosas casi tanto como Kant, con sus
Catcgorfns, las teorías del ConocimientO v de la Realid~d
del rnundo exterior, .'1 ~> Dicho de otro modo, y por parodinr
su propia fórmula, que la visión puede ser tamhié11 lll?a cues-
1icín de es/ ilu " de téc11 ica.

211
SCibido es con G]Ué ambigüedad, aparentemente insoste-
nible, se entrega el héJ·oc proustiano a la 'búsqueda y a !::1
ccé.lciOracÍÓn», a la Vez de lo ~tCXt¡·atcmporaln "j de) cclÍCll1p0
en estado puro,,, cómo prete.nde estar a un tiempo, y con
él :;u obrn h.1turn, ccFuera ele! tiempo>> y
ccdcntro del Tiem-
po,. Sea cual Fuere la clave eJe ese misterio ontológico, tal
vez veamos ahora mejor cómo f1mciona y se invierte en la
obra de Proust ese objetivo contradictorio; interpolaciones,
cHstorsioncs, condensaciones, la novela proustinna es sin.
d11da, como él nnuncin, una novela del Tiempo perdido y
rccohn.H.lo, pero es lnm bién, más sccrclnmcntc l.lcnso, una
novcb del Tiempo dominc:~clo, cimtivCic1o, cmbrujmlo, sccrc-
télmcntc subvertido o, mcjm·. /'L'I1'ertido. ¿Cc'm1o nt> lwbl<1r
<l prnp6siio de cll:.t, como su l\Uio¡· n prop(Jsiln tkl suciio
-y t<d vez no sin cic1·ta scgund01 intcnci(>n cornparativa-
clcl cccstupendo juego que hace con el Ticmpon?'' 7

l. (rmrs de lill.r~uistir[tW gé11r.frale, p. 151.


2. Es decir, cp1e l;-¡ f6rmul::~ nR/nH define íp:ualmcnte lo!i dos
pi'imeros ti¡1us, dado que lo mf1s frecul.!nlc es n= 1. 1\ decir· vcrclnd,
cslc cnc;:1si \aJo no tiene en cuenta una quinta relación posible
(pero, que yo scpu, sin ejemplo), en la que .<;e contnrfa varias veces
lo que h:1 sucedido varias veces también, pero un número diferente
(superior o inkrior) de veces: nR/mH.
3. Con o sin variantes estilísticas, tales como: cíAyer me acosté
temprano, hoy me he acostado pronto, ayer me mctf en la cuma
temprano, cte.,
4. En el capítulo siguienie volveremos a hablar de e¡5ta cues-
tión.
5. En el sentido en que hemos definido más arriba (p. 137) la
silepsis narrat ivr~. . .
6. Se trata de asumirl:ts junios, sinléticnmentc, y no de contRr
una sola que haga lns vcces de todas las demi.1s, lo que es un uso
rar(tr/i~::mdtic() del relato singulativo: reCuento una de esas comidas,
quu ru~:dc dtll" ic.!en üu lnH otl'f!~ir. (TTT, P· 1006),
7. Así, la forma ccilcrativa» o ccfTccucntatlvan del vm·ho lngl~.<¡
o el imperfecto de r·epetición fnmc~s.
R. En competcncil\, piJe!>, con ccfrecuenlativo,.
9. Citemos, sin cmharp:o, el artfculo de J. P. T-Touston, ya men-
cionado, y el de Wolrgang Rniblc, ccLinguistik und Liternturkritíkn,
{.il7¡~t.listik, 1md Didal<tilc, R, 1971.

212
10. Garnicr. p. J4. )
11. 1-\·i. 1-\'ii, 1-ix. III-\·. ,
12. Sería llt..Tes.-.ria una c~tntlística colosal para establecer C'~rt
proporción ele forma prcci~n. pero es prohnble que In pnrt.e del ite-
rntivo no nlcnnznm. ni de lejos. el lO C",.., i
13. I, p;'1gs. 704-72.'; 11,· pt\!!s. 58-6Q, 96-100, 1034-U 12: IH.
pngs. 9-8 1, ó2J-t1JO. 1
14. II, págs. 438-48J.
15. II, p. 605. Sin inclicnción de rrccuencia, sino de forma igual-
mente hiperbólica, eL TI, p. 157: mientras que Saint-Loup h<1 ido
n buscm· a RC~chcl, Maree! cln ~~unos paso.c;, delante de los ~inrdines;
dumnte l'sos minutos, ,,si <ilzahn 1.-. l'Cihl'7.a, vefn· a n·cc.c: n muchn-
clws en bs \'l'nlnn<lsn. ¡·

16. ITI, p:1¡rs. 936-Q76.


17. ltl, p1Ít_!S. 1015-1020. ,
1~. Cf. J. 1'. llo11S1nn, :\1'1. dt., p ..lO, i
1q. 1, p:igs. 100-1\1(), 2•1.', 72 (- ?¿_,, _c; 1)(..5'7l1; \l, pl\g~. 22-~(l, ·S~·l-
467. ' 1

20. Plóinclc, págs. 1303-1304. J

21. Véase Picrrc Guiraud, Essais de sh•listiquc, Klincksicck,


1971, p. 142. . 1
22. T, p(1gs. 57, 722; TI, p. 22. Otro pretérito indefinido diso-
. nante (ccEstoy segura ... diio lfmidt~mentc mi tfan) se endtcntra en
la edición Clarac-Fcrré (J, p. 104), como en la edición NRF¡ de 1917,
pero la original (Gra~sct, 1913, p. 1281 daba la forma ((c;orrcct<~n:
ccdcc(an. Clarnc-Ferré no parecen haher advertido es<~ variante, que
no scnnlnn. Ln cotTl'cc!ón de 1q 17 es tlincil de cxplicnl-, pcr(1 el
pl'incipio ele In IC'cfio difl/cilior impone ,c;u Clceptnci(ln precisamente
por su improhobilic.lad. ¡
23. l. p. 608. 1
24. I, p. 185. (El subrayada es mío.) '
25. ITI, p. 26. Que esns ccidentidacles, son una construcción
mental no pasa desapercibido a Proust, evidentemente, :pues m<"ls
adelante escribe (p. 82): nCacla día era para m( un país di(erc11fcn,
v va a propósito del mar en Balbcc: ccNinguno ele esos Mares per-
in'fmecfa nunca m:.1s de un clfa. El dfa siguiente habfa otro qt1e a
veces se le parccf<~. Pero no vf lltmca do."i veces el mismon!(I, p. 705_.
Pero ccclos veces,, tal vez signifique aquf ccdos veces seguidas,).
26. l, p. R.?> l. 1

27, 1, p{l ~S. 1 10-1 1 l. . 1


n. En un~ Vl'l'Silin nnlcriur (Cwrtrc• Snillfe-Bert\'C, ce\. Falloi~.
pcígs. 106-1 07) -\'lT!'itin que, dig<imoslo de paso, se sitúa en Pnrís.
·" t!n In qqL• hl ~1111!1!1 dv ..l,l\ tl!ii11H..'lt·fn ,c;nhl\tkn nn e~, p~H?~, el mer-
cado de Roussrtinville, Rino un curso dnda n primeras horns de lrl"
tnrdc por el pmh·c del protnguni~tn- In conmemornciói1 del inci-
dente no es sólo nm-rntiv.-.; es un ritunl mimético que consiste en
ccprovocnr la escena)) (es decir, su repetición) ccínvitnndo;n prop6si-
lon " unos bnrbnrus.

213
29. I, p. 147.
30. I, p. 634.
31. I, p. 289. 1
32. L págs. 150 y l65.
33. I, p. 112. .
34. I, págs. 87-88.!
35. T, págs. 72-fW.!
36. I, p. 80. i
37. I. págs. 90-!0b.
38. l. p. 172. 1
39". Otra serie, muy próxima por lo demás, la de los ensueños·
de ambición literaria, experimenta una modificación del mismo
tipo después de la aparición de la duquesa en la iglesia: uDespués
de ese día, en mis paseos por la parte de Guermantes, ¡cuánto más
afl igente aún que antes me pareció no tener disposiciones para las
letras!» (I, p. 178). ¡'
40. I, p. 182.
41. I, p. 172. 1
42. 1, p. 720.
43. 1, p.135. El ¡término de altemaucia y la propia expres~ón
de Proust: w1a ve;:. ~a da Méségl ise, Wta· vez. hacia Gucrmantcs no
deben hacer pensar en uria sucesión tan regular, que supondría que
hace buen tiempo qn Combrny rigurosamente cada dos días; en
realidad, parece qur los paseos por la parte de Guermantes son
mucho menos frecuentes (v. I. p. 133).
44. P. 120. . /
45. Se trnta, de¡ hecho, de una especificación de tres términos
(días de buen tiemrro./ de tiempo variable 1 de mal tiempo), el ter-
cero de los cuales 710 produce ninguna expansión narrntiva: uSi el
1icmpo era malo dgsde la mañann, mis pac.lrc~S renunciaban nl pa-
seo y yo no salfa» .\1• p. 153). .
46. La composición de Combray [, si dejamos.de ludo la aper-
tura mnémica de l~s págs. 3 a 9 y de la transición (magdalena) de
las págs. 43 a 48, e~tá regida por la sucesión de un segmento itera-
tivo (todas las ltoches, págs. 9-21) y de un segmento singulativo (la
noche de la visita qe Swann, págs. 21-43). ·
47. Así las visitas dominicales de Eulalie, unas con el cura de
Combray, ~tras ve¡tes sin él (1, p. 108) .
. 48. 1, pags. 17~-174.
49. l, págs. 159-153. .
, 50. Otro siste~a complejo de especificaciones internas, los en-
cuentros (y desen uentros) con ~ilberte en los Campos Elfseos. que
·se articulan af>Í ¡(I págs. ~95-396):
; l) días de presencia de Gilhcrte
2) días de ausen9ia ·
' a) anuncia da 1
· - para estudios
, . - para salir

214
/,) improvisada ~
e) improvisad::\, pero previsible (mnl tiempo).
51. T, p<\gs. 946-947. (El Stlbrayndo es mio.)
52. 1, p. 133.
53. Determinación iterntiva, n su vez, ya que se repite todos los
nños. La opo:-;ición primm·eral\'crcmn, purn detem1inación '1 cscó'\ln
de un solo mio, se convierte, pues, si nharcnmos In totnlid::u.l del
tiempo de Combra.v, en una combinación de determinación y e.spc-
cificación.
54. ce LL\ diversidad de la iluminación no modifica menos la
orientación de un priisnjc ... de lo que lo haría un trayecto extensa
y erecti"vamcnte recorrido en viajen (l. p. 673).
55. III, p. 9. 82, 116.
56. _I, ~· 91 1 .!::~ ·::.~·:':::~G. ,·ncibría untes de considerar ta.les los
tres ep~s·_:~;;:,::; que ilustnm los rrprogresos" de Maree\ con Gdbertc
(".·~~n dfn», reg::\lo de ln bol::\ de ágata: rcotra \'e7.n, rcgnlo. del folletn
ele Bcre:citte· ccun dín t::\mbiénn: tcPuede llnmarme Gilbertc", l.
pñgs. 402~4o':n po¡·que esos tres rr~jemplosn tal vez ngoten la serie.
como lns ut¡·c~ etapnsn de los pro'gyesos cl.c\ o\vi(~~ ~:~;jji.i.::~ ck :._,
muerte de Alhcttine OTT. p::lgs. 559-~23). Lo que cquh·:-!2:! ~!~.~~!!­
!!ulntivo nnnfúricL"'· ,
. 51. I. p. 180.
58. III. ptígs. S4-.:..'5.
59. Art. cit., p. 38. ·
60. <~Unos años dcspu_¿s, (I, p. 159).
61. <cAhora, todas las noc,l,es ... n (I, p. 234); «Lo que era invarin-
ble, ahora .. ,, (p. 235); "Ahora (sus celos-) tenían un alimento v
Swann iba a poder comen1.ar a ¡¡~quictarsc cada día ..... (p. 2g~):
"Los padres de Gilhel·tc, que, pese ¡\ h:-tn~ttttc impedido Vl'l'ln por
tanto tiempo, ahora ... n {p. 503); ccahora CL_,'ando ten in que escribit·
a Gilberte ... n (p. 633). Dejemos al orden'ador 1'.""- tarea de (Ompletar
esa· lista para el conjunto de E11 lmsca del tiemp._1 perdido; veamos
otros _tre::, t:asos muv próximos: ccEra ya Je noche n.ho~a, cuando
camb1~ba el calor tlel hotel... por el vagón al que su~l,,_amos con
Albertme ..;" (JI~ p. 1036); uEntre los asiduos ... figurab ..."' afwra,
desde ha,c¡a vanos meses, el sc:'l<?r de Charlus ... n (p. 1037); ""· 1 10~a
~ra, ~In uan-.e L'Llt'nla, por ese Vlclo por lo que lo conslder •ban m.;'"
mtehgente que a los otms" (p. 1040).
62. I. p. 53.8.
63. II, pngs. 468-469.
64. I, pág.o;;. 72-75.
65. ccStructun: de S11'a111r: pn.~tcntions et débilbnccsn, Madt•nt.
Phi/o/agy, agosto de 1946.
66. Pléiade, págs. 394-417.
67. Pléiade, pf'tg.o;;. 397-399.
68. Se puede, tnmbién vacilar, a decir verdad, ante "''Dh'íamns
a los Ca_mpo~ Ehseosn, que no es fácil reducir n un imperfecto de
concomJtnnCH\, ya que lus acontecimientos a los que acompañada

21.c;
son un poco posteriores ( .. ILI anciuna preguntó la hora, etc.,). Pero
el conlngiQ del contc.'<to p11edc bnstn1· pnra explicar su presencia.
69. () 1al vez otro: Llpovó'índo.•;e en un<~ cn¡·tn de 1919, Clnrac v
Fen·L· c~>cr-i lwn: "P¡¡ rece, pi Jl:s, que Prousl no revisó la nucvn e el 1-
ción de Swmm ::~parecida en 19\7, O, p. XXI). Pero esn incertidum -
bre no rcstu toch1 <1utorid<ul a In corrcc-:ic:.n , por lo demás adopt<td<t
por los propios Clarac y Fcrré. Po¡· olnl parle, Proust no puetlc SLT
totnlmcntc ajeno u las variuntcs de 1917: hubo ele ser él quien or-
denar;:~ l<ts correccion es que c.lcsplnzan Combray, por las razones
que subcmos, ele Beuuce a Champagn e.
70. "StnJcltii'C de S\\'(J1117: Combrn.y uu le ccrclc parfait,, /1-tn-
dem Philologv, agosto c.lc 1947. · 1
71 ... stnictun:: t!<:> S\\'(HII"l: Balz<~c, Wag:ner e( Proust,, Tlw
French R.eviell', mavo de 1946. .
. 72. ITT, p. 161. ~L Crmtre Sai.n/1";-Bcwve., Pléiade, p. 27~: «Dcte;--
rni_nad;t. r:artc de su.~ grandes Ciclos c~e trata de Balzac) no se .~·
ac.l.Junt? smo a ¡mstenon. ¿Qué importa? El hechiw del viemes .<;al·r~o
es un l:r<~gmcnto que vVagnc¡· escribió -antes de pensa.r en Parsifal
:.·~:'..!~ ;;:~:-~c!~in en elltt despué.·;. Pero los añadidos. cs::ls belle7.~.c;
~d!~!~:-:;::!c.;;, 13's n~lacíonc.c: li:J2Véls advertidns br-u1',c'amenlc por d
¡renio entr·e le~.s partes separadus Jc su obra, qut>~ se juntan, ·viven
)• ya no podl"fan scpan.,rs~. ¿acaso no son algon<~.:; de sus intuiciones
m<'ls bellas?,, .
73 . .1. S .. Pléindc, pf1gs. 2~0-252; C. S. P... , ec.l. Fallois, p, 111.
74. P.l tcrcl"r p;'¡¡·rnfn, por su P"rtc, \1.-._.va scmejnnlc indil"nción:
·•F.I PT'Íilll'l'f) de ar]lwl1os dí:l-; ... n k:di';' 1cad:.l por Vi¡~rll!I'Cll1 d<' ••t'lll-
pnlrrll! penoso••, JlCI'O hnhltuul en P~ nw;t: nsí, en In pnsndH de Don-
dercs, 11, p. 9H, donde cte.:\ primr:.r df<~n junta una ilustración sin¡!U-
lativa con un comicn7.ü ¿,: ::.uadro iterativo). Perp esa indicación
no puede .'icr vúlida ret~·Jnctivamcntc para el segundo, cuya inde-
terminació n no :hace sino ngravar por contraste.
75. II, págs.
, (""
10-,7-1040
.r...J
.
76. I. pags. ó08-R22.
77 · t\rt. r~1\., p. 35.
78. li\, pé.1gs. 82-83.
7°. Es lo q~1e Fontanicr llama ahrupción: uFigura por l?.que se
sl': lrimcn las .Lransic.:io.ncs de us~1 entre las par~cs d~ ~n dn\logo .o
1
antes de 1111 c.hst;urso dtrcci<J, [\ r_r_n de volvc\ In expClsJ;:Ión mós anJ-
mac.la v más interesante>~ (!,e.</ h¡;ures d!f dts.cuurs, p~gs. 342-343).
80." ITT, p. 37. El segmento sing:ulalJvo . llli.J'oductdo ~qu[ r.:on-
cluve más nc.lclantc (p. 43) con un nuevo diálogo abniptivo .
.81. I, p . .::\01.
82. l. p. 719. .
83. J.. púgs. 366 367.
f.A. 111, p{¡gs. 8\-88.
W1. t\ r\. cit., p. 3 7. . . . ,~, •
36. n En fB;t Jznc l c.~o:<>.t.;a.m h1ns d~ l1empo t!.f.DCJ1_~1~-~a r ,\_:tc_~--n~~­
t4vo u dm:umentn l. r-lauhcrl es el pnmcro en liberarlo:n:lcl pm ,tsl-
... -· ... . . . . .. '

-,, r..,
1ismo dL' las an0etl(}\ns v ele las escorias de la historia. Es el pri-
. ri1c·l;ri :qrr¡y: h.:s-:-pr.me::niú!-;ícn ;;:(C/ii'oii'iqiíe.~.:: Pl~i'ádc.-. p;· 595 ). · ·
f\7. Pnn:~r.:. L'll ekt·tu, f.:IJ11W :;i el rclnlo, ntr::~pado entre lo que
<.:lll'llta (In hisltll-i<1) ~· quien In cucnt<1 (la nm1ndón, E!Uit~dn nquf
por l:1 memoria), no tuviL'l'<l olró'l.'> opciones que cV dominio de 1"
p1·imem (el rL·Ir~to d{lsico) y el de la segunda (el relato moderno.
que se inicia en Proust), pero volveremos a h::~blm· :de este <.1spcclo
en el capílulo de la ven. i
88. C<~pítulo V. Podemos deplorar que los problem<ts de In tcm-
poralid<td resulten divididos LISf, pero cualqufer otra distribución
sub~stima!'Ía In i mpurtancia y la cspecHicidad de la instancia na-
lT<.\tl\'<.1, En mniLTÍtl de crcomposición,, sólo se elige entre inconve-
ilicntes. !
89. Eso:; t1-cs términos clcsip:n:m aquf, evidentemente, las trc."
nnmdcs clases de «ddorrtwci(lnn temporal, según afecten <11 orden,
f., tllli':\Ci{'m n 1<~ frecuencin. L., silepsis itcrntiva condensa "arioo;;
~lcontecin~icnlus en un solo rclntu: la nltcmnncici csccn<~slelipsis
disloca b LlUJ';'lt:iún; recordemos, por último, que el propio Pmust
llamú uinlerpnln~!oncsn l::~s <~nncronfns que <ltlmirnha en Bnlznc:
uMostmt· ciolramcntt l'n Bnlwc. .. la intcrpohlción de los ticmro"
(La d11q11e.'in cll' 1Ait1geais. Sa1r~z.i11e) como en un tcjrre,,;:; ~;¡ ~~'t: se
mezclan h1s la\'<lS ck t:p.ocas J¡rcrcntcs» (Co11trc Saillft•-Rcln'c, Plt:i<l-
Lk, Jl. 28q), i
90. "Pues cnn frcnll'ncia rn \\1).'1 [csl<lci6n] cncbntramos r:-< tr;~.
vindo 1111• dí:1 1 de nlm. .nuc .1 no" •
hm:t'
'
\'h•ir en clln ... 11colocnndn

''~'t'r
...., • •
o ll'-"l"~lll'~ { t' su ll'HlllH'\1111 l'.":l hutn nn:.ml'adn dt' ~11"11 ''" pituln \'ll
1
l'l..cak11d011'ill i.llil'l'J111Illdu dl' \n F~·l,khlml" <.'·· ·,~;~~~. J~(l-:.~~71; .. ·\..no.,
d1l_erentes PL'I'IOLios Je nw..:;t~·~~ ·.,::Lr.t se supcrponJn nsi l\IH> sPbn·
011 on (1, p. 626); " ... ~ti ser ~~Uestra vida tan poco c.ronológica. pUL'!'
tantos nnncrunlj';nr:~. ;ntcrficrcn Ir~ sucesión de los clíasn (1, p. 642).-.,,
. ~1. uNt~;~str<1 mcmol'ia no nos presenta habitualmente los re-
cu~t ds~, en su sucesión cronolóf!ÍCR, sino como un' rene jo en que el
p:·liCn de \ns pnrlc~ cst{t im•ct·tido•• (1, p. 5n). j .....··-·-
92. ((En nuc~tra vida los dfas no son iguales. Pnr" tTCOlTLo;r J(,s
dfas, los temperamentos un poco nerviosos, como ha el mfo, dispo-
nen, como los automóviles, de "vclocidndes" diferentes. H<IY días
:1hruptos v penosos que Lardamos un tiempo infi:nito en csc'alar ,.
día.s en pendiente que se tlc,ian bnjm· a todo tren y c:mi<\ndo .. <i.

1
-,{lg~. 390-391); «El tiempo de que disponemos cadn día es elnstico;
<lS pasiones que sentimos lo dilatan, las que nol'otros inspiramos
lo encogen y In costumbre lo llcm1, (I, p. 612).
9}. «El olvido no dl'ja de alterar profundam¡;;ntc la noción del
tiempo. En L'l tiempo hnv errores ópticos como en el csP,ncio ... "Esl'
olvido ele tantas cosns ... cm su interpolación, frngmcntn<.ln, irregu-
lar, en medio de mi mcmorin ... que tlcscompof:\fLI, disloc<lba mi
senfinci6n de las distancias en el tiempo, nquf athicr,J::~s. (1\l(l al'
1m~ntndns, v mt' hndn creerme orn mucho m{ls! k.ios ora p~· ··
m;ís cerc•1 dl' bs cosns de lo qttl' cstnha en n·nliJaJ, Oll. ~ · ··l~C ~) 0
. 11ngs. ,::~ .. ·

217
594). En todos ··e~os casos se trata del tiempo tal como se vive o
rememora <~subjetivamente», con las <<ilusiones ópticas que com-
ponen nuestra vi~ión primen\, (I, p. 838) y.cuyo intérprete fiel qui-
siera ser Proust, Fomo Elstir. Pero lo vemos tambié1· justificar sus
clipsis, por ejemplo, por la prcocurr~ción por volver perceptible nl
lector una huida¡dcl ti(!mpo que .. Jn vida», de ordin:1rio, nos ocultn
y de la que no tenemos .sino un conocimiento libresco: «Teórica-
mente sabemos que la tierra gira, pero, en realidad, no lo notamos,
e) suelo sobre el i:(ue.caminamos parece no moverse y vivimos tran-
quilos. Lo mism:O ocurre con el Tiempo en la vida. Y para vqlvcr
apreci-able su ht.¡ida, los novelistas se ven obligados, acelerando las
pulsaciones de 1~ aguja, como enloquecida, a hacer saltar al lector
1.liez, veinte, treinta años, en dos minutos ... >> (I, p. 482). Vemos que
la motivación realista se acomoda indiferentemente al sub.lcti-
vismo y al objet:ivismo científico: ora deformo para mostrar lasco-
sas tal como scfviven ilusoriamente ora deformo para mostrar 1~~
cosas tal como ;son realmente y que lo vivido nos las ocult<!.
94. Contre S,ai11te-Bettve, Pléiade, p. 599. '
95. A propósito de Wagner precisamente habla froust del ujú-
bilo del invéntor» (IIJ, p. 161). .
96. Centre Soin.te-Beuve, Pléiade, p. 586 .
. 9i. lll., p. ~12 .. Insistim<?s de paso :;o.bre el verbo empl~ado
aquí: cchacer (y, no JUgar) un JUego co~1 el Ttempoll, no C!i sólo Jllf!.ar
cort él, es también convertirlo e11 U1t juego. Pero un juego «formid<:\-
~i~•-.. Es decir,ltamo\én peligro!';o.
4. Modo

¿lv/orlos del re/aro?

Si bien !n calL'goría grnmnticrd del tiempo se aplicn con


evidencia n la continuidad del discurso natTativo, lu del
modo puede parecer aquí carente a priori de pertinencia:
ya que la Función del 1:elato no es la de dar un<"' ot·rlcn. for·-
mular un deseo, enunciar una condición, etc., sino simple-
mente la de contnr una historia, por tanto, de nreferirn he-
chos (renlc'!' o ficticios), su modo único o, al menos, c~r:-~c­
tcdsti<:o no plü~de ser en r·igor sino el indicativo, por lo qLII..'
nadn más hDy que decir sobre ese asunto. n menos c.k esl i-
r;:u· un poco m:.ís de lo debido la metáfora 1ingüístic~1.
Sin negar In extensión (y. por tanto, la distorsión) mctn-
fóricn, podemos responder a esa objeción que nc::> hay sólo
una diferencia entre afirmar.. ordenar.,. de.s.ear~- etc .. sino
también diferenCias de grado en la afirmaCión._ y que dichas
diferencias se expresan corrientemente mediante varincio-
nes moclaks: t'S decir, el infinitivo v el subjuntivo del dis~
ctlr~o indircclo_, en latín, o. en franct~s. el condicion<:1! qttL'
sciiutú Jn inform::lción no confinTit:\dn.'A es.\ función SL' n·l'il'-
re, evidentctTientc, Littré cuando define el sentido grnmüti-
cal de modo: nnombrc dndo a las d_iEcrcntcs formus '\kl
verbo empleadas pan.\ afirmar mc\s o menos In cosn de que
sG ·ha-bla_ y p-a-r-.:'1 g::x.p-Fesar ... los d.i.ferentes puntos de vista
desde los que se considera la existencia o la acción» v esn

219
definición de buen tono nos es preciosa aquí. En efecto, se
puede contar mds o menos lo que. se cuenta y contarlo segú11
tal o ct.wl pu1110. de vista y " c.sa capacidad precisame nte.. y
a las modalida des d~ su. c,j.cr..cic..:io, .cs. a .la .que se. rc.fic.rc
nuestra caLcgm~í::t. c.lc.l modn 11orratiFo: la ccrcprcscntadón~>
o, mt'í.'i.CX<:~cUuncn!e, la informaci ón narralivn tiene sus gnJ-
dos; el relato puede apot·tar al lector más o menos detalles,
y de. fonnZ~ más o menos directa, y pm·cccr as( (por recoger
t,)lla mctMora espacial corriente y c6moda, .. a condición de
no tomada a la letra) mantener se ::\ mayor o menor dista11-
cia de lo que cuenta; puede también graduat In informa-
ción que ofTccc, no ya mccliantL cs<t cspeci:~ ele fntrado uni-
forme, sino según las capacidad es ele C011ncimi cnto ele tal
o. cual participn nte en la historia (personaj e o grupo de
personaje s), cuya <<visión>) o «punto de vista,, como se
suelen llamar, adoptarú o fingirú adoptar, pareciend o en-
tonet~s adoptar respecto de la historia (por seguir con la
metáfora espacial) tal o cual perspectiv a. <<Distancian
y ccpcrspccti.Ví.l >>.~ as f dcnom Í 11:-td él S .Y de. fin idU.S _prOVJSJOl la 1-
me,nte, son las dos modalida des esenciales de esa regulaciól7
ele la hqfonnw;iú .t1 mm·ativa. que es el modo·, como la visiót1
qttc tengo c.lc un cuadro depende, en precisión, ele la distan-
cin que c.le él me scrwn• y, en amplir.ud , de mi posicic'm t·es-
pectc¡ de cktcrmin ado ohs!{lculo pnn.:ial que lo oculte m:'1s
o menos.

Distancia

Al parecer, el primero que abordó este problema fue


Platón en el Libro Ul de La Rcplíhlica.' Como se sabe, Pla-
tón opone en él dos modos narrativo s, según que el poeta
«hable en su noiT,lbre sin intcnwr h<lcernos creer que es otro
quien habl;:~,, (a lo que ll;:~n~a relato puro) 2 o, <d contrat·io ,
«Se c.•Jucrcc por dar la ilusión de que no es él quien h<~bln)),
sino tal personaje , si se tr<1ta th.~ pé1lsbras pt·onunciml::u:;: r.1
eso es a lo que Platón llama propiame nte imitación o miltle-
sis. Y, par.a revelar claramen te la diferencia , llega hasta el
extremo ele reescribir en diégesis el finnl ele ln csccnl\ entre

220 .
Crises :'' los aqueos, que Homero había tratado! en 111imesis:
es decir, en palahrtls dirccttls, el modo del drama. La .e~.
cena dialmrmla clin~cta se convierte entonces en un rebto
1

mcdiotiz~Hfo por l'l nmTmlor y en el que las <iréplicns» de


los personajes se f·unclen y se condens<m en discurso incli-
rcctn. Tnd irccción '" condcnsnción: m(ls ac.lel:mte ,-oh·crc-
mos :.1 ver esos do:;.msgos distinti\'os del <<rcl~to puro, po~
oposición a la rcprescntnción «mimética» torhada del tea-
tro. En esos términos provisionnlmcilte ndopt1ados, se con~
si.clcrn rá el cn·e lato puro» ~1ás di,~tan re que la¡<< i mi tnción ,, ;_
cltce menos Y de formn mas mcdwta. ··
Sabido es cómo esa oposición, algo neutralizada -por
Aristóteles (que hace del relato puro y de la rJprcscnt::trión
directa dos vadcclades de ILI mimesis)-' y (¿pÓr esa mismí:l
t•í:lzón?) pas<H.ln por nlto por In tradición clá~ica, en cuí:\1-
quier caso poco atenta a Los problemas del di'scurso nan'a-
• 1

tivo, resurgió bruscamente en la teoría de la ~ovcla, en Es-


tados Unidos y en Inglaterra, a finales del sjglo xtx '! co-
mienzos del x.x, en Henry .James y sus discfp;ulos, bajo los
tét·minos apenas transpuestos de showirtg (m'ostrar) Frente
a relting (contar), pronto convertidos en la vJlgata nmma-
tiva anglosajona en el Ormuzd y el Ahrimán¡cle la estétic<t
novelesca.'' Desde C'sc punto de vista norm ntivo, '\Nn~·nc
1
Booth ha Cl'ilil'mlo de formn decisiva c!;a valorí:lc.ión ncon-
ristot~lica de lo mimético a lo largo de toda ~u Retórica de
In ficc:ióll.~ Desde el punto_ de .vista puramentelamt 1ftic(~.' que
es el nuestro, hay que anadtr (cosa que, por lo clemLls, In
argumentación de Booth no deje\ de revelar di paso) que el
propio co~;epto ele ~lwwing\. c;om~ el de imi~aci~n o ~l.e rc-
prcscntaciOn narrat1vn (y, mas aun, por su carnctcr 111!!C.-
nuamcntc visunl), es perfectamente ilusorio1: 'al c~n_trnrio
que In representación clramáticn, ningún 1 r-elato puede
((mostrar, ni (!imitarn In historia que cu'ent1a. Sólo pueclc
contarla de fm·ma clet<dlada, prccisn. (!viva••,/:: ciar con L·llo
más o menos la ilusión de 111imcsis, que es In sola mimesis
narrativa, po~· la ra7.Ón únicn y suficiente de/ que l.a nana-
ción, oral o escrita, es un hecho del lenguaje '! el lenguaje
significa sin imitar. J ·

!\ menos,_ clc:tm est{t, que el oh_icto signifkm1o (narrado)


1 . ~~ 1
sea el propio lenguajt Antes hemos observado, e~ nuestra
. evocación de ·¡a dcfin1ición platónica de mimesis, esa. cláu-
sula ~parcntemcnte l~pletiva: <<Si se trata de palabras pro-.
nuncwda~;~>; pero, ¿qpé pasa, entonces, cuando se trata de
o:ra cosa: no de pal1apras, sino de acontecimiento s y de ac-
ciones: mudas? ¿Córpo funciona entonces la mimesis y
cómo nos dará el narrador <da ilusión de que no es él quien
habla,;,? (No digo el poeta o el autor: que asuma el relato
Homero o Ulises · ncp ·hace sino desplazar el problema.)
¿Cómo hace1·, en el ~entido literal, que el objeto narrativo,
como quiere Lubbocf, «Se cuente a sí mismo,, sin que nadie
hable ;pqr él? A esa ¡pregunta Platón se guarda mucho de
responder. y de pla:1tearla siquiera, como si su ejercicio de
reescritura se refiri9se sólo a las palabras y no opusiern,
como :diégesis a mii1Jesis, sino un diálogo en estilo indirecto
a un diálogo en esti~o. directo. Es Q~e la mimesis verbal no
puede ser sino mimesis del verbo. En eT restu no tenemos
m podemos tener siro grados C~ diégcsis. As1~ pues, hemos
de distinguir aquí ertr~ relato de aconte<...:mientos y «rc\ato
de palabras,,. . ,

. . 1 .
Relato de ac017tecimie111os

La «imitación)) homérica· cuva traducción en «relato


puron nos propon9 Plátón no c~tr::tiia sino L{n· breve ~cg­
mento no dialogadc¡:>. Veámoslo primero en su versión origi-
nal: .«Así habló y el viejo, al ·oírlo, sintió miedo y ob¡;deciú.
Se fue en silenci3 por la orilla del estruendoso ma1· v,
. cuando estuvo solo , el viejo imploró insistente al señor Ap~­
lo, hijo de Leto, la 11Clehennosos cabellosn .b Veámoslo ahora
en su reescritura platónica: <cEl viejo a) oír aquellas amena-
zas, tuvo miedo Y. se fue sin decir nada, pero, una vez h.1crn
del campamento, ~irigió pleg~rias insistentes a Apolo.,;
Evidentementel,J la .diferencia
'
más manifiesta es la lonrri-
1::'
tud (18 palabras f[e~t.e a 30 en los text~sRriegos, 25 frente
a 39 en la.s traduccwnes: ·Platón ~ons1gue esa condensa-
ción eliminando· ~nfo·rmaciones redundantes (<<así hablón,
«obedeci~n, uhij<' de Leto,,), pero también indicaciones

222 •
circunstanciales y ce pintorescas»: cda de hermosos cabe-
llos» y, sobre todo, «por la orilla del estn1endoso mar».
Est1 ru-illa del estmendoso lllar, detalle funcionalmente inútil
en la historia, es típicamente, pese al carácter estereotipa-
do de la fórmula (que reaparece varias veces en la Ilíada y
¡~, Ocli.••ea). y salvando las enormes diferencias de escritu-
ra entre la epopeya homérica y la novela realista, lo que
B<.1rthcs llama un efecto de. rea/idad. 8 La orilla estruendosa
no ~irve para nada, sólo para dar a entender que el relato
1~, menciona sólo porque estd ahí y que el narrador, abdi-
c:nH.Io de su función de elección y dirección del relato, se
deja gobGl·nar por la ccrcalidadn, por la presencia de lo
qul' está ahí y cxi¡;!e ser ccmostradon. Detalle inútil y_
nmtingcntc, es el medio por excelencia de la ilusión refc-_
rcncial v, por tanto, del efecto mimético; es un connota-
clnr de. ,·1;imesis. Por eso Platón, con mano infalible, l0 ~ü~
prime de su traducción como un rasgo inc-m~patible con
t'l n:lnlo put·o.
--Sin embargo, ,el relato u.~ :::.~ontccimientos sea c.ual
ruen/su moc\o, siempr~ ~;:,relato, es decir·. transcripción de
Jo (supu.c.sto) no V'::J"halcn verbal: su mimes\s no sen\, pues,
nunca sino '.~!Id ilusión de mimesis, dependiente como toda
ilusi(m de un:.1 rL'Iac..:ic}n eminentemente variable entre el
~misor v el 1·eccptor. Es evidente, por ejemplo, que un \ce.
-1-or puede\ recibir un te:'\to como intens~mente mimético y
otro lector como relación muy poco <cexprcsiva,. En esto la
L'Vnlución histórica desempe.Jia un papel decisivo y es pro-
htlhle que el püblico de los clásicos, que tan sensible era a
l:l uriguración» racinian::l, encontrara más mimesis que no-
o..;otrns en la cscl"itura narr<ltiva de un Urfé o un Fénelon.
¡wm SL'):!Un:tmentc no habrí(l encontrado sino proliferación
l"l;_nh.IS~\ y ccJ"e\'Oiti.io Fuligino~o)) en l:ls dcscriptionL·:-. tan ri-
L"·l'' v ~lctrdladas, de la no\'cla naturalista y se habría perdi-
do,· por _1anto, su Función mimética. Hay que tener en
cuenta esa ,-!~loción variable según los individuos, los gFu-
pns v lns époc:.:~s y que no depende, por tanto, exclusiva-
rncnic del texto n,~rrativo.
Los racton:-s mim.:ticos propiamente textuales se rcdu-
n·n, me parece, a esos dos datos ya implícitumcnte prcscn-

223
_tes en l<1s obsc1·vnciones de. PI21U)ll: la c.:.anticla.d de inrorma-
cíón n<11Tativa (relato m<\s desarrollado ·o mús detallado) y
In auscnc.1.::1 (o pn~scncia mfnima) del informador, es decir,
del nmTndor. «MrJstr:.H, no puede ser sino una fónna de
crmtor ~· esa rorm<.1 consiste ;_1 la vr.:7. en decir lo m(ls posible
v l.'n dr•cir/u lo nwnos posible: ,,f"ingirn, dice Plnt<Ín, ~·que no
es e) pol'la quien habln)), es decir, hacer olvidar que es el
11J1Tador quien cuenta. A eso se deben los dos preceptos
~ardin21lcs del shoH'ÍI1J!.: el predominio jumesiano de la es-
!=ena (relato detallado) y la t'ransparencia (seudo-)flauber- ~
tiana del narrador (e.iemplo canónico: Heming\vay, The Ki-
llers o J-Jills Ulw White Elephcmts). Preceptos cardinales y so-
bre todo preceptos relacimwdos: ring'ir mostrar es fingir ca-
llarse, por lo que deberemos marcar, finalmente, la oposi-
ción c.lc lo mimNico v lo clicgético mediante una fórmulu
co1J:~]· in{rmnacir)¡·¡ +. i11[rJITIW~~Ior = C, que .supone que la
Gmtidatl cit: información y la prc.scncic:~ c.lcl informc:~c.lor son
inversamente pmpc;rcio.na les, pues la mimesis se dc.finc por
un máximo de infm·ma~1ú1:1 y un m.í.ni.mg de ~n:fm:B:¡m\Qr y
la cliégesis por le:~ rclac:ión inversa.
Como se ve inmcdi<\tamente, esta dcfir!ición no;:; remite,
por una parte, a una dctcm1inación tcmpond: !;~ velocidad
nr.~r.rnliva, ."í' que es evidente que la c.antid.a.d .d.c, informt~­
ciún es invr.:1·snmcntc propon~ion~ •.l n In vclu_L (dLid del relato,
y, por otra rwrte, a un fenómeno de voz: el grado de presen-
ci[l de la Instnncia narrat\vtt. El modo no es aquí sino la
resultante de rasgos que no le corresponden prop~amente,
por lo que no debemos ocuparnos de ellos ... salvo observar
inmediatamente esto: E11 busca de.l tiempo perdido consti-
tuye por .sf solo una pamdoja -o un desmentido-- lot~d­
mcntc inasimilable para la «norman mimétic.:.a cuya form"
imp'lícita acabamos c.le exponer. En ~.:l'ecto, por unD pm·t~~·
(como hemos visto en el capítulo Tl), el relato prou~"L' 1 ano
consiste ct:~si cx.clusiví.1lllL'Illc en 1<L'scemLs,, (singul:t~tivas 0
iterativas), es decir, en una forma narrativa ql~:c: es la más
rita en información y, por tanto, la más «ITl.;JJnética,,, pero,
por otra parte, como veremos m<ls c.lcteni.damcntc en el ca-
pftulo siguiente (pero la lectura más ·inocente basta pt~ra
revelar su .evidencia), 1a prescnci::t del narrador es cons-

224
tantc en 01 v de una intensidad totalmente bontrnn~' i.l li.\
regla ccll<lllb.crtiam\ll, Presencia del narradotj como b.tcntc.
garante y org~n.i?.L\dor c.lcl relato.' como anali~ta y com~ntn-~
dor, como cstdtsln (coi110 cccscntorn, en el \focnbulano de_
Mürcel Muller) ·" -de sohrn lo sabemos- c1mo productor_
c.k cr11ll'li.'d'oniS•l, Pnntst L'Sinríi.1, J1tll'S, ni 1ismo tiempo ..
como B~tL'.<IL', como Dickcn.s, como Dostoicvski, pero de
Forme~ 111\lcho mCts tnan.:adn y, por tanto, m;ás paradójic<l,
en el extremo c.kl slwll'ill.l!. y en d extremo del rcllin,e. (e in-
cluso un poco nHis lejos, en ese discut~so a vetes tan carente
de la intcnci{m ele contar una historia, quel tal vez convi-
niera llamarlo simplt:n1cntc, en la misma 19ngua, talki11g).
Ello es a la vez: conocido de sobra e i m pos¡ blc de demos-
trar sin un anúlisis exhaustivo del texto. Aquí me conten-
taré, para la ilustración, con invr;c:?.:- ',_iíid j;;ct.: más ia es-
cena de le:, h("11 a L;L. nn.1~tí.!:·..:;\.· el\ Com b1·a~'• ¡ya ci lada en el
capitulo 1.') NL1du es más intenso que esa vi!sión del pmlrc,
(<gr;:.nc.le, con su cttmis6n blanco bajo el chalfdc l<llndia ,·io~
lela y ros<l que se anudaba en torno Cl la eu~e7.a,, la palma-
torie~ en lt~ mano. su renc.io fantú:;tico en la muralla de ]z¡
csc::.1lcra ,. que esos sollo7.os del niño, por! mucho tiemrn
contenido:; v que csl::.1llan cuando \'uelvc a cncontrar~e él
so\¡¡:; con s1.1 nwdrL'. Pero al mismo tiernpq nc.da cst{l m;\s
L'~plil'Íti.lllll'llll' tnl'diüti'Wdo, H(l':;(Í¡!ll;-Hju COillO ll'CIIt'l'l/u, \'
recuerdo i.l l;J \'L'7. 111U\' [H1iiguo ,. muv rec'icnte, de nue\'fJ
pc.Tccpliblc tras aftos c.ie olvi.¿lo, ~hora -que ida vida se ca lb
m<-Í.s>) en torno a un narrador en el umbral de la muerte.
No podemos decir qu~ ese narrador deje en este caso que
~la historia se cuente sola y sería aún po~o decir que 1<~
cucnla sin ln ¡.-,t.·nor preocupación por eclipsarse ante ella:
-no es de r..!lla c.k lo quL' se lrnta, sino de su icimagcn», de su
-huella en un« mcmorin. Pero esa huella tan! tardía, tan leia-
-nü, tan indirecta, es también ILI presencia: mismn. En esa
-i11tensidad 111ediati:;.acla hny unn pnrmlojn qüc, con tocln evi-
-dencia, no es tal sino según las norJ:flaS della teoría mimé-
tica: una transgresión decisiva, un rechazb puro v simple
_-_y en <~cto- de la oposicir.Jn milenaria entre diége:o;is y mi-
. mesis. 1

S<lbidu L'.<; que par;-~ lo:-. pt~rticlarios roit-j~mesianos el~


¡'
22~

'
i
la novela mimética (y, para el propio James), la· mejor
for.rna narratb.ra es la que Norman Friedman Llawa u la b'ís-
toria contada por un _personaJe, pero en tercera p~rsona»
(fórmula poco feliz. que:designa, evidentemente. el relato fo-
cal izado. contado por un nurrador que no es uno de los. per-
sonajes, pero adopta sli punto de Yist~ •.Así, prosigue Fried-
. man resumiendo a Lu~bock, ((el lector percibe la acción fil-
trada por la concienci'a de uno de los personajes, pero la
percibe directamente y/ tal como afecta a dicha conciencia,
evitando la distancia q'ue entraña inevitablemente la narra-
ción retrospectiva enl primera persona». 10 E11 husca del
ttempo perdido, narración doblemente, a veces triplemcnte,
retrospectiva, no evita1, como es sabido, esa distancia; muy
~ 1 contrario, la m~ntifne y la cultiva. P.ero ~1 milagro del
relato proustiano (comü 1
¿! d!; !~s ConfesiOnes de Rousseau,

con las que debemos t.;omp<:u~rda '...!!'!~ yr:,z más) cons1ste en
que esa distw'lcia tem~oral entre la historia y la instanciá
narrativa no entraña ninguna distal1cia modaf·entre la his-
ts;i~ y el.!'dr,tü: ningt.ma pérdida, ninguna disminución de
la ilusión mimética.,Mediación extrema y al tiempo má-
xima i~mediatez. Tal vc7. de e~o sea también símbolo el éx-
tasis de b reminiscencia.

Relato :de palahras

Si bien la ((imitación» verbal de acontecimientos no ver-


bales J!O es sino una Jtopía o ilusi.ón, P.l <<relato de palabras,;
puede parecer, al co~trario, condenado a pr·iori a esa imita-·
ción absoluta que, sFgún dcmu~..:~l,·a Sócrale!-o ~ ('.rntilo. si
de verdad dgiese la creación de las palabras, haría del len-
guaje :una reduplicatión del mundo: <cTodó sería doble, sin
que: se pudiera di~tlinguir dónde .está el objeto mismo y
dónde el nombre.» <¡:uando Mar'cel, en la última página de
Sndoma •v Gomarra
'
J declara a su• madre: «Tenrm
1 ' '·
que ca-
sarme con. Albcrtinp», entre el enunciado presente en el
~e.xto ,Y la frase sujbcstamcntc pronunciada por el héroe,
no h~'y o~r~ dlicn.:nci~ qnc las que entraña el paso ;le lo ~rnl
a lo escnto. El nar aclor no cuc •• t~ }í1 frase del hcroc, ape-

"
nas se puede decir que la imita: la copia, por lo nue en este
caso no podemos hnblar de relato.
Sin embargo, eso es sir'! eluda lo que hace Platón cuando
im<:~gina cómo seda el clié\logo entre Crises y Agamenón, si
Homero lo tmnsmiliese <~no como si se h.ubiera convertidC1
en Criscs (~' Ag:amenón), sino como si siguiese siendo Honw-
¡·oll, ya que atiude ahí mismo: «Ya no habrfn imitación, sino
relato puro., Vale la pena vol ve¡· una vez más a ese cxtra\io
re\\'ritin~. rllln cuando la traducción deje escapar algunos
matices. Contentémonos con un solo fragmento, constituido
por la respuesta de Agamenón a l-as súplicas de Crises. Su
discurso en b f{(Clda era el siguiente: «Ten cuidado, viejo,
que no te vuelva a encon t rnr va cerca de las huecns naves.
ya ancles pot· nhí hoy o regres.cs mmiana. Podría ser enton-
ces que el cetro u la propia guirnalda del dios no te sirvie-
ran de nrtda. No te devolveré aquella a la que buscas. Antes
la alcanzará !:.1 \'t.•jez en mi palacio de Argos. lejos ele su
patt·ia, atareada con el telar y, cuando la llame, entregaclrt
en mi camn. Vete v no me irrites mós, si quieres volver sano
y salvo., 11 Ahora ~eamos en qué lo convierte Plutón: ••Ag:a-
menón se enFndó y le ordenó rrw1·charse y no volver a apa-
recer por allí, puL'S su cetro-:.· hls ín!'ulas del dios nC1 k ~er­
vidan de nmln; después ai''wdió que no entregada a su hijn
nntcs de que hubiera envejecido con él.en Argos; le mandó
retirarse y no it-ritnrlo, si quería volver sano y· salvo " su
casa.>> 1'-
Aquí tenemos, uno junto al otro, dos estados posibles del
d1scurso de persona_ie, que vnmos a calificar proYisional-
mente ·de forma muy esquemática: en Homero, un discurso
u imitado», es decir, ficticiamente restituido, tal como supues-
tumcnte lo hn pmnuncindo el personaje; en Pintón, un dis-
cul·so <<IU/Inrti"i<.ndon, es decir, trntado como un aconteci-
miento cnfre otros y' asumido como ta1 por el prop10 narnt-
dor: et discurso ele AgaUJenórr SL' COLWH:!rte en acw y nt:~da
en él disting.\.te exteriormente lo que procede de la réplica
atribuida por Homero n su héroe ( •<le ordenó mnrchnr!llen}
de lo. que está 'tommlo de los versos narrativos anteriores
(,isc cnl'adón}: dicho de otro modo, lo que en el ori~dnnl eran
pnlnbras de lo que er<~ gesto, actitud, cstnc.lo de ánimo. Sin

227
lugi.lr a dudas podrfamos intensificar aún más la reducción
del discur::;o i.!l acontecimiento, escribiendo, por ejemplo,
sin m:.ls: ,,J\gm11cnón se negó y mi.lndó 'ÍTH'Irchm· a Crises.n
Así tcnclríi.lmos la Forml'l pura clcl discurso narr<Hivi7.<H.lo.
En el texto de PI a tón la preocupación por conservar unos
pocos tlct<:'llles mús enturbió csCI pun~za al introducir cle-
ml'ntos c.le una especie de grt'ldo intermedio, cscdto en es-
tilo· indirecto mús o men-os estrechamente subordinad~
(«añadió que no entregaría c:t su hi,ia ... ,,; «pues su cetro no
le serviría de nada,,), para el que reservaremos la denomi-
nación de di~curso transpuesto. Esa tripartición~es aplicable
tanto al <cdiscurso intcrion> como a las palabras efectiva:
mente pronunciadas, pues la distinción no siempre es, por·
lo demc.1s, pertinente, cuando se trata de un soliloquio: véa-
se, por ejemplo, ese monólogo, ¿interior o exterior?, de Ju-
licn Son:-! al recibir lél declaración ele amor ele Mathildc,
puntuado por «Se dijo .Tulien,, «exclélm6n, Haii<:'ldióll, rcs-
}')ecto del cunl sería· completamente inl!til preguntarse si
hay que tomarlo o no al pie de la letra; D la con.vención no-
velesca, tal vez verídica en este caso, consiste en que los
pensamientos y los sentimientos no son sino discurso, ~mlvo
cuando el narre1dor se propone reducirlos a acontecimien-
tos y contarlos como t.ales.
Así. pues, distinguiremos tres estados de discurso (prd-
nunciado o <cinterior" l ele personaje, rcfinénclolos a nuestro
objeto nc:O.l(Jl. que es la <cc.listancJa)) narrativa.
1. El discurso na17'ativizado o contado es, evidentemen-
te, el c:;tado mtls· dis1:ante y, en.genei·aJJ como acabamos... de
ver, más reductor: suponge1mos que e] héroe de E11 busca
del llempo perdhlo, en lugar de reproducir su diálogo con
su madre, escriba simplemente' él] final de Sodoma: «In-
formé a mi madre de mi decisión de casarme con Albcrti-
ne.» Si no se traté.'\ré.'\ de suS' palabras, sino de sus «pensa-
micntosn, el enunciado poclrfn ser 8Ún mós breve y mós
próximo ~,¡ ::~contcciroiento puro: ccDcciclf G'\Sm·mc con Al-
bertine.>l En cambio, el relato del debate in1~rior que con-
duce a esa decisión,· rea1iz<Hlll por el autor en su propio
nombre, puede dcsnrrollarsc muy por c"o;tenso en la fo¡·ma
tradicionnlmcntc clcsi~nacla con el ténnino de amílisis, ~~
que podemos considei·ur un relato de pensamientos o dis-
curso interior nnrmti\'izmlo. /
2. El dist-ur5o transptlcsto, en estilo indirecto:! Dije a mi
(1'

m<.1drc que tcnín que cas::lrmc con A1bcrtlncn \dt~cur.-o pronun-


ciado), <<Pensé que tcní::l c;¡uc cas::lnnc con Albertine» (cliscut;;;o
intcriot·). Esta rom1<~, mmque un poco mí:\s mim'étic<1 que el
clircurso clmtmlo ~·J c.n ¡wi.nr..dpio, er~pa-7, de c.x.hiJllSt\Vldad, no
da nunca al h~clor ningumt_,garantfa y sobre todo¡ ningún sen-
timiento de Tí'c.k~lltlé.u,.l l'ttcral a la!i p~labra.s <<reaLmente" pro-
nunciadas: la. pre~e.nc.i.o d!;!t narrp.do.r S,.e no.ta aún demasbdiJ
en la propia siniG::tis d.e..la Et:ase c.or.n.o pam que el discurso se
imponga. con ILI LIUtonotníLI documental de una ó.t.a. Está, pot~
as[ decir, mlmítido ele nnlemano que el nmTaddr no se con-
tenta con transponer las palabras en oraciones s{Jborclinad::J<
sino que bs conclens:1, las integra en su propio di,~cl.ll;;o y, por-
tanto, las intcnm•trr .c.n .5.LI p.l:(Jpio estilo. com Fran~oi~ nl tradu-:
dr l::~s cortesías ele In seflora de Villcpnrisis. 14 ¡ -
· No ocurre del todo ns.í con !:1 variante conocida con el
nornbre.clc '!.cst.ilo in.dirccto libre,, en que la economb éle
la subordinación ocrmitc una mavor extensión¡dd discurso
y, por t<.1nlo, un comienzo de emanclpactón~ pese _a lc:~~
transposici01_1cs temporales. Pero la difcrencü\ esencial es
la ausencin ele Vt.:Tho tlccl:li:nti.~Q, q.UG...P.U.Cdde provocnr (sc\\vo
que el contexto d0 intlicttcinncs) u.n::t doble c.o.P.fusió.n. En
primer ht!!~lr, l'nlrl' discurso pronunciado y discurso inte-
como « Fu1. a ver a 1111. m::H.1re: ten f a
• • •1 1
nor: en un cnuncwuo
que cnsarme con Albertinc», la .c;-cgunda oraciÓn puede tra-
ducir tanto los pensamientos de Marccl mienti-as se dirigía
a ver a su m:1drc como las p<1labn.1s que diri~e a ésta. En
segundo lu!:mr y sobre todo, entre e\ discurso Cpronul)c;iado
o intel"ior) del personaje :.· el del narraúod Margueritc
Lips 1 ~ citn nlgunos ejemplos sorprendentes y ya ~abemos cufln
extraorclin8t·iamcnte aprovcch6 Flaubert da ambigüc-
clml. que k permitió hé:ll"l.'r lwblar <1 !'ill rropiolc!iscurso. ~in
comprometerlo del todo ni absoi\'L'rlo del tod6, ese idiomr1
a la vez repugnante ,v fascimmtc que ~s el lcng~tnjc del otro.
3. lu fonnn m~o¡, umimt~tko, cs. evidentefncnte, In que
¡·echazn P1nlr1n. en qUP. cl n:Jrrndor finge cccter. litcralmcnfe
la nnlubn..! Q SIJ ocrsonajc: uDi,ic n mi mndrlc (o: pcn~é}:

22Q
tento que casarme /con Albertine.)) Ese discurso· resritt.)h/o,
de tipo clramiítico~ es el que adopta, desde.• Homcm, el
genero nan·atJvo «rntxto,, Tit que es 1a epopeya -y que des-
> • •

pués sería la novela- como forma fundamenta.! del di·ó.logo


(y del monólogo), y la defensa por. parte de Platóri de lo na-
rrativo puro surtió tanto menos efecto cuanto que Aristóte-
les no tardó en so~tener, al contrario, con la autoridad y el
1
éxito que sabemos , la superioridad de lo mimético puro. No
debemos pasar ppr alto la influencia ejercida durante si-
glos, sobre la ev9lución de los géneros narrativos, por e~c
privilegio unániiT)emente concedido a la dicción dramática.
No se manifiesta sólo en la canonización de la tragedia
como genero supremo en toda la tradición clásica, sino
también, de forma mfts stiti.l y que trasciende el clasicismo,
en esa especte de tutela ejercida sohr~ l.o narrativo por el
modelo dramáti~o. que- se revela. tan claramente e.n Cl P.m-
pleu de la r>a:Inbra uescenan para. designar la forma funda-
mental de la narrac1ón novelesca. Hasta ñnales del siglo
XIX', ta escena novelesca se concibe, bastante lamentable-
mente, como ury<~ pálida copia de la escena dramiitica: mi-
mesis en dos grados. imitación de imitación.
1
Curiosamen te, una de las grandes vías de emancipación
de .Ja novela rrloderna ha consistido en llevar hasta el ex-
tre-mo o, mejo~. hasta el límite esa mimesis del discurso
borrando las }dtimas marcas de la instancia narrativa )
dando de entrada la palabra al personaje; Imagínese un re'
lato que corrlenzara (pero sin comillas)· por esta frase
1
<<Tengo que casarme con Alb ertme
. ... » y q:mtmuase
. as '
1
hasta la ídtim a página, según el orden de los pe,nsamiento
de las perccptloncs y de las acciones realizadas o sufrid'
poi el prota~onista: «El lector se encontraría instala<
desde las priímeras 1íneas en el pensamiento del persom
principal y /el desarrollo ininterrumpido de ese pen~
miento sería el que, sldbstituyendo completamente a'
form~ usual/del relato, nos informaría de lo que hace ~l P,
sona1c -y lo que le ocurre.)) Tal vc7. se haya reconoctdo
c;e;ta descrip bión la que hacía Joyce de Les lauriers sont e
1
pés de Éd9uard Dujardin, 11 es decir, 1a deñnkión J

exactCJ de lf que bastante ~es-af0rtu.t1ad.am.en.te se h~ de

230 1
minndo ttnwnólo_go intc.:ri01·, ~-que mc.:_ior sería llamar dis-
curso inmediato: ya que lo c.:scnéial. como advirtió pcrfccfa
mc.:ntc Joycc, no es que sea interior, sino que cstL; de en-
trada (<~desde lr~s prizncrns lfncns••) cmr~ncip<1clo ele todo p::l-
trocinio narrativo, que ocupe desde el principio el primer
plano de la nesccna,. 111
Sn.bida es la posteridad que ha tenido, que tiene aún.
de Joyce a Beckett, a Nathaline Sarraute, a Rog:er Laporte.
ese extraño librito, y la revolución que esta nueva forma
10
h;:¡ producido en la historia de la novela ·del siglo XX. No
es nuestro propósito insistir sobre ello aquí. sino sólo obser-
var la relación, generalmente pasada por alto, entre el dis-
curso inmediato;.· el "d isc\.n·so res ti tui do,, que no se distin-
¡!Ltcn fonnalmcntc sino por la pJ.:cscncia o la auscn ..:ia de un::t
intmducción declarativa. Como lo muestra el ejemplo del
monólogo de Mol!~· Bloom en Vliscs, o de las tn.·s primeras
partes de El ruido y /e¡ fúriu (monólogos sucesi\·os de Bcnjy.
Quentin y Jason), el monólogo no necesita ser extensiYo a
toda la obra para que se lo reconozca como rdnmediato)):
ha~ta, cualquiel;a que sea ~u extensión, con que se pre~cnte
·por sí mismo, sin la mcdinciún de una instancia narrr~ti\'n
rec.lucida al silencio, y ~nlutit:~g asume esa función. 1\qui \'l'~
mos la diferencia capital entre monólogo inmediato y estilo
indirecto libre. que a veces se confunden erróneamente o
se comparan indebidamente: en el discurso indirecto libre.
el narrador asume el dis_cur~o del person<ue o, s1 se preherc,
el personaje hnbla por la voz del narrador y las dos instan-
cias quedan entonces C011{illldidas: en el discurso inmedia-
to, el narrador se tlesdi~uja y el personaje lo su!Jstitu:ve. En
el caso de un moué)logo aislado, que no ocupa la· totalidad
del relato. cornocn Jovcc o Faulkner, la instancia narrativa
se mantiene (pero ap<{rtt.:) por el contexto: todos los capítu-
los que preceden al último en Vlises. la cuarta parte de El
ruido y lafitréCI; cuando el monólogo se confunde con lato-
(al ida.d del 1-ela.to. como en Les lauríers, o i'vfartercall, o Fu-
!!.fle, la instancia superior quetla nnulad<1 y nos encontramos
ante un t·tduto en presente ;.· t<Cn primera persona" . E'stn~
mos a punto tic momento y vol\'amos a Proust.
Es evitk·nk qtll', salvo que exista un prejuicio delibe-

23
,r<1clo (como, L'n Plt1tón <11 reéscrihir a Homero, el rechazo
_de todo discur·so restituido). lc:~s diferentes formas que <1ca-
b<1mos de distinguir en teoría no se scp<1ran ele manera li:ln
~li:lrtl en la pdctica ele los textos: así, ya l1cmos podido
observar en el texto propuesto por Pintón (o, 81 menos, en
l:"u tmclucción fr::mccsa) un dc.sliz<uniento casi impcrccp-
J.ihlc del discurso restituido <1l discur·so lnlllspucsto y del
cstiln indirecto~~~ estilo indirecto libre. El mismo cne<1dc-
rlamiento VOIVCI110.'i ~1 Cl1COT1lr•1r, por ejemplo, en CS<l p{lgina
de Un amor de SII'CL/171, en que el narrador caracteriza pri-
mero en su pmpio nombre los 'sentimientos de Swann p.l
ser recibido en ct~sa de Oclcttc y confTont<ll" sus angustins
habituales con su situación presente: <<Entonces ... todas las
idr:as terrible::; y cambiantes que se hacfa de Odette se es{u-
mahan, se iuutahan con el cuerpo cncnntador que Swann
lcnín ante SÍ>); dcs¡¡ués, introclucidu por la locución ccTcnítl
ICI repentinr:1 sospecha ... >~. viene tod~ Lina serie de pensa-
mientos del rcrsun<l.ic rrnnsrnil'iclos en estilo indireclu: 11 •••
r¡ue cs::1 hom pa.sadn en CD.SC\ de Oclctte, bt1jo la lámpara, tal
vez no hubiese sido l'ncticit1 ... Que si él no h,ubicra estado
<1llí, cllé1 h::1hrfa or:n:cido a rorchcvillc el mismo sillc'm ... que
el mundo h<1bitado ror Odettc no era ese otro mundo cs:-
rwntoso ~· sobrcmltural en que pasaba su tiempo situándola
y que tal vez sólo existiese en su imaginación, sino el uni-
verso real cte.)); después Maree! presta su.voz, en estilo in-
directo Jihrc (y con las trr:1n.sposicioncs gramaticales que
entraña) 81 propio discurso intedor de Swann: <<jAh! Si el
destino huhiera permitido que pudiese tener una sola mo-
•~•da con Odcttc y que en casa de cll a él estuviera en su
casa, si al preguntar al criado qué había de almuerzo hu-
biese recibido como rcspucstn el mcn(I de Oclette, si cuando
Odcttc qucrín ir por la mariana a pasearse por la Avenida
del Bois-clc-Bo~¡)ogne, su,clcber de buen mm-ido lo hubiera.
obligado, aunque no hubiese. tenido ganas de salir, a acom-
pañarla ... entonces, ¡qut: cs¡;ccic de dulzura sobrcnbun-
d;:mte v de densidad mistcriosn habrfan adquirido, al con-
trario,.por haber formnclo nl mismo tiempo parte de la vida
de Odettc, todas las nimícdmles de la vjda de Swm777 que
le prn:e.cía77.~Zin tristes, hastn las más familiares!,); después,

?32
1

trc.1s esa especie de c!ínwx mim0tico, el texto vuelve ~1 es-


1ilo indirecto subordinado: 1cSin cmbargo.ltemín que lo que
~~~í aiior<~hn fucn1 una c<llm~, un~ paz qucj· no habrí~n sidn
pa1·a ~u amor una <Jtmóskra favorable, .. Se dccra que,
cuando cstU\'ÍL'l'a curado, Jo que pudiese h~ccr Odcttc le rc-
sultarír~ inclif'crcntc», para volver, por ültilno. al modo ii~;­
cial del discurso nnrrativizado («temfa tnnto comn la
muerte scmcj<mlc curación»), que le permite enla7.ar insen-
siblemente con el relato de acontecimien~os: ce Después l;C
esas tranquilas veladas, las sospechas de Swann se habínn
cnlmado; bemlecí? a Oclcttc y al dí~ si~uict_rc, por la mañ~.;
na, mandaba env1ar a su casa las ¡ovas mas bellas, ctc.n·
·Esas grac!C1cioncs o mcz.cl<~s sutiles de J.stilo indirecto y
de discu1·so relatmlo no deben hacer olviddr el uso carr~ctc­
rístico que el rcl::1to pmustitlno hace del discurso interior
restituido. Ya se trate de Maree! o de Swann, el héroe
proustiano, y sohrl' tmló en sus momentos (le viva emoción,
gusta de llrlicui;Jr sus pens<~mil'ntos con dn I1LI.t0n-tico mo-
n()/ogo, animado de un<l retórica totalmehtc tc<~tral. Vei:\-
mos '"a Swa n n enco'lcri 7.ado: ce Pl'ro ta m bi éh es \-crdt~d que
soy dcmnsiado idiota, se decía, pt1go con mi dinero el pln-
CCI' ele los ck•m<Ís. De todos modos, más Ic\\'aldría no tirar
dcmasit~do de la cuerdo, pues yo podrfa muy bien no tlar
n<1da mús. En cualqukr C<lSO, ¡renuncierpos pro\'isional-
mcnte n las corlcsfns sup!l'mentarias! Pensar que ayer mis-
mo, como cllll <.kcí<1 que te~ía ganas de. asistir a la tempo-
rada de .Bayreuth, he comet1do la tontena de proponerle al-
quilar uno de los hermosos·castill os del reyJdc Baviera parn
nosotros dos en los alrededores. Por cierto, que no ha pnre-
ci do de m así mio cnc<l n tad a. ::1 ún no ha dich ni que sí ni que
no: ¡Dios mío, esperemos que lo rechace! o!ír a Wagncr dü-
rante quince días con ella, a la que le impofta un pimiento.
¡iba a ser éllegrc!,, 21 O n Maree! intent~:mdb !tnmquili?;r~rsc
t.rus lél marchll de Albcrtine: ccTodo eso no: significa nnda.
me di_ic, es mejor incluso de Jo que ~·o pcn::; abl1·, Jlli'~S COIT\f.)
1
elln no riensl1 ntJda de lodo L'SO, lo hél escrito, cviclcntcmcn-
tc, para causar unn gréln impresión, pélra tetennc miedo.
Hay que ocuparse de lo más urgente, que¡Aibertine hélyfl
vuelto cstí:l noche. Es triste pensar que los Bontemps ~on
1 .
1 23J
gente turbia ;qpc utilizan a su sobrina para sácarmc dinero.
Pero, ¿qué import~? etc.» 22 Por lo d~más, Swann al menos
llega a hablar¡ «solo en voz alta» y, lo que es más, en la
calle, al volver. a su casa [urioso tras haberse visto expul-
sado de la parpda de Chatou: «¡Qué alegría más fétida!, de-
cía poniendo z.tna expresión de asco tan pronunciada, que él
,mismo tenía 11a sensación muscular de su mueca hasta en
el cog~te afec~ado ~e revul~ión contra el cuello de la cami-
sa ... Vtvo a dtmasmdos mtllares de metros de altitud po1·
encima de los (bajos fondos en que chapotean y chismorrean
. semejantes parloteos asquerosos para que me puedan sal pi-
:C<:lr las brom~s de un Verdurin, exclamó a[z.ando la cahez.a
.y enderezand1 orgulloso el cuerpo hacia atrás ... Hacía mu-
. cho que hflbí abandonado las alamedas del Bois, casi ha-
' bía llegado a su casa, pero, aün no despejado del dolor ni
'de la locuacicjad cuya embriaguez le vertían cada vez m~1s
: abundantemenl te las Cl1/onacitmes me11timsas y la srmnridarl ar-
tificial de SU rmpia. VfJt:, seguía peroram/o e11 VOZ hien a//(1
. en el silcncio¡de la noche ... nB Como vemos, aquí el sonido
' de la voz y 1'1. entonación facticia forman parte del pensa-
miento o, me~or, lo revelan mós allá de las negacionc~ en-
. fñticas de la· mala fe: «Y seguramente la vo;. u e Swnnn ''
· fue'i·a más lú ·iua que él mismo, cuando se negaba a pro-
. nunciar esas palabras de asco hacia el círculo Verduri n y
1
' de alegría por haber cortndo con él de afro modo que con
tono facticio IY' como si las eligiera más para saciar su có-
lera qué para expresar su pensamiento. Este, en efecto.
mientras se ~ntregaba a esas invectivas, probablemGnte es-
tuviera, sin ~ue él lo advirtiese, ocupado con un objeto to-
talmente clisjinto ... n: ese objeto, más que diferente, ·cli<'lme-
tralmente op uesto a los discursos desdeños6s que Swann
se dirige a sí1 mismo es, evidentemente, el de recuperar,
cueste .]o qud cueste, el fa.vor de los Verdurin y verse invi-
tado a In ccia ele Chalou. Tal es con mucha fTecuenci<:l l:1
duplicidad d ·1 discurso interior y nada puede revelarla mL'-
.ior que esos monólogos insinceros proferidos en voz alta,
como una escena, una «comedia», que representamos ante
nosotros misf.os. El <<pensamiento,) es sin .duda un discur-
so, pero aJ lismo tiempo ese discurso, <coblicuon y menti-

2'34 1
1
r·n..,ocomo todos los demás, g:enerl\lmente es infiel a b "'·er-
tl;,d sL'ntid::"'· que ningún monólogo interior puede restituir
,. que el novelista debe decidirse a dejar translucir a tran~s
tle los disFraces uc la malr~ fe, que son la <•conciencia" mi~­
mi1. Es lo que se enuncia bastante bien en esta página c.k
F/ tiempo recohradn que sigue Ll la fórmula tan conocid<1:
.. Fl dcher ,. la tarcr~ de un escritor son los ·de un traductor":

J\hcwa hien. si. cuando se trnla del ine'\aclo lt:n!:!:lluk dl·l


~tmw··p,·opio por ejemplo. clenderezL"Imiento del ol;licun·di~­
cursu iuterior (que ,.a aleióndose cae!<\ ,-cz m<ls de In imprc-
sic·,,, pl"imct·a ~· centr;1\) h:::~sta que se confunde con IL1 rcctr~
quL' tiL'bcl·b h:::~bcr p:1rtido de la impresión. c.s cosa dii"ícil
~111tc b quL' remolonea nuestra pereza, hí:l~· otros Cí:lsos. r~qucl
L'IJ que !"'L" ll"Lila del Llmor por cjL·mplo. en que L''C mismu cn-
dl'l"l'?.amknto se ,·uelH· doloroso. Tocbs nul'str:::~s fingid;1s in-
dil"l'rl'nci<ls, totb nuestra indign<1ci1~10 contra esr~s mt·ntir:t:-;
t:tn n:tlur:dt's, t:1n senwjnnll's " l~1s que nnsn!ros mi.;mn ...
praclit:::1moS. l'n una pal~bt·n, todo lo que, siempre que nr,..;
SL'ntínmos desgrLici¡¡dos o. trLiicionndos, hemos dejado no
s(Jio ele decir a la pcrson:J ::1m<1da. sino incluso, c~pcrandrJ
\'l'rla, de decirnos sin fin a nosotros mismos. a l'eces en ol1u
\"():: e11 d silcttcio de 11//('strn habira.ci6r1 turbado ¡Jor un: .. :--.;e,,
1:::~vercbd es que tales pruccdimicntos son intolernhlcs,. _,.
,.1-k querido rccihirt<.· unr~ última ve7. y no ncg:::~ré que ml'
al"li!.!L'", 1-educir todo c"o n In n:Tcbd sentida de 1:::~ que t:::~ntu
se lwbf<1 <~lc.iado es abolir todo aquello que m<ls nos intere"a-
h;,, lu quL' ha constituido, a solas con noso~ros mismos. en
prm'L'L"Ins febriles de cartas y f!estiones, nueslr;:¡ cot71't>rsa-
c"itill tlf'(fSiiJIICtda COI1 1/0SO(/"OS llliSI110S.!J

S;lhido L'S, por lo ucmás. que Proust, ucl que tal "l'7. C'S-
pt'l":·,,·amos, situado como está cronológicamente entre Du-
¡;,nlin y Jo.vcc, algún movimiento en esa dirección, no fJlT-
"l'lll~l t::~1si mHhl L'll su obra que podamos compara¡· con el
·tlHltH.lloi!C' in1L'rior•\ al modo de {..L•s louriers o Ulises.:' Scrít~
tnt:lilllL'lliL' l'rn)m·o caliricar así b página en presentc
i "HL·ho (111"!1 sorbo L'n que no encuentro nada más que e'ri el
primero, L'IL'.l>) qlll: se interca1a 2 ~o en el episodio de la mag-
d:dl'na y cuya tónica recuerda mucho más al presente na-
rr:,tivo de .1~ experiencia l"ilosófica, y tal como la encontra-

235
mos, pfJr ejemplo, en Dcscc:trtcs o B<.Tgsnn: aquí el nnrrador
se h~tCL' L:<lrgo en gréln medid<~ del supuesto soliloquio del
prolngonista pc.1xa fines evidentes ele demostración v nnclél
cst<Í müs ak,iado del C!-:ipíritu del monólogo interior inoder-
no, que encierra <d pcrsonélje en la suhictividad ele lo <cvivi-
clo)l sin trélnsccndcncia ni ~omunicacic~m. El único caso en
que apnrcccn en E11 husca del tiempo perdidn la Forma y el
(~~•pírittt del mon<'Jio¡~o inmedi;,to es el que observa J. ;r,
17
fiCJU.'>!.(Jl1' y caliFica con rnz6n. de ~<nuténticr:t rareza en
Proustn, en la púglmt 84 de La prisicmera. Pero Houston sólo
cita las primeras J íneas ele ese pasaj~. que pese a su anima-
ción tal vc7. correspondan al estilo indirecto 1ibt~e, v las si-
guientes ~on las que, Clbnndonanclo toda transposiciÓn tem-
porcll, constituyen el autt:ntico hapccc joyciano de E11 lmsca
del tiempo pérdida. Veamos el conjunto de ese pasaje donde
subrayo las frases en que el monólogo inmediato es innega-
ble:

Acplcllos conciertos mntinnlcs de Btllbcc cri'ln hnstnntc JT-


cicntcs. Y, sin embargo, en ;:~que! momento •·clatívnmcnlc
cercnno, poco me intercse1bn Albcrline .. Los priméros días no
hnbia sabido siquicr·a que est<lbél en Balbcc. ¿Por quién me
hr~brn entcr"do, entonces? ¡Ah, sí! Por Aimé. Hncíél un sr.il tnn
hermoso como éste. ¡El bueno Jc Aimé! Estab<1 contento ele
volver n verme. Pr.ru no le ¡~rrsfa Alherti11e. Nn puede gustar a
(r;r/o r:l 1'11/11/do. Sí, /itr.! ,r¡ quir'/1 1111! (/11/111Cir) 't¡uc cstaha ('// nol-
hec. ¿Y cúmo lo snhía? ¡Ah! La lwbfn visto. tenía malas pul-
gns . .. !~

Así, pues, el tratamiento proustiano del discurso inte-


rior es, en resumidas cuentas, muy clásico, pero por razo-
nes que no Jo son del todo, con una repugnancia muy mar-
c~da -y par~' ülgunos paradó,iica- respecto a lo que Du-
,iardin llama el T)latcrial IJlCntal <rcn bruto)), el ~<pcnsn­
micnto en estado naciente,,, traducido por un nujo infra-
verbal reducido al c<mínimo sintflctico,,: nc1dn es más ajeno
a In psicologír~ proustir~1w que !n utopfn de un mon{Jiogo
interior auténtico cuya organización incoativa garantizaría
la transparencia y la ficle1iclad en los remolinos n1ás profun-
dos de la c<corriente ele conciencia,> ... o de inconsciencia.

236
Unic<l cxc:L'pci<.in np<~rcntl', en el sueño de Mnrccl en B<ll-
1
bec,~'' la fn\Sl' l"innl: uBien snbcs, sin embargb, que \'i\'in;
siempre junto n clln. ciervos, cicn;os, FrancisjJammes, t~­
nedor>, ... que contrasta con el CéH'acter perfcctnmente artJ-
cul<ldo de las ¡ndabms intercambiadas hasta abí en ese sue-
iio:'11 Pero, si lo cx<lmin<lmos mós detenidamente, c~c con-
t.rl\stc mismo tiene un sentido muy preciso!: ¡inmcclintn-
mcnll' tkspuL;S de csn fi·a~L· de mnn:nda incohc~éncia, el na-
JTador a.-wc.le: ((Pero \;0 \'i.1 hnbía \'licito a cnlzru el rfo Lk
los mcandros tcncbr~sos·, hubí<l vuelto a subiti a la superfi-
cie donde se ubre el mundo de los vivos; por e¡so. si repetía
otru \'C'I.: Francis .Tainmcs, ciervos, cicr\'OS, la continüaciún
de csas pa\ahrt1s ~·u no me oli·ccía el sentido l!ímpido y lt1
lógica que expresaban tan natundmcntc par~ mí un ins-
tante untt:s ;.· que ya no podíu recordar. Ya nd comprcndíu
siquicru por qué la pnlnbra Aias, que me h<lbfb dicho hncín
un rató mi padre, había significado inmedi<ltamcnte: "no
\'n.Yns ~\ CO!!l'r frío", sin lu~nr a dude1s., Es derlir, que 1" se-
cucnci<l inl'mlingüística cic!n'os, Frmtcis lnmmb, fc11cdor no
está dada en ah~oluto como ejemplo del len~uuic onfricr.1.
sino como testimonio de ruptura e incompre~sión, al des-
pertar, entre ese lenguaje y le1 conciencia. e1 vela. En el
espacio del suciio, todo es clnro y n<ltural. lo q~1e se trClc.lULT
por discursos de unn cohcrcncin lingüísticn pcT-fect;1. Al clcc;-
pcrlnr, es decir~ en el momento en que ese urivcrso cohe-
rente cede el pí.lso n otro (cuya lógica es Clifcrcntd. L'S
CL!Clndo lo que l'rl\ cclímpido, y cdógicon picrcJb SU tr<lmipü-
rcncia. Asimismo, cunntlo el durmiente de las lpdmcms pó-
ginns de Swann sale de su primer sueño, el tem<l de ::;;u
suci1o (ser unn iglesia, un cuarteto, .la riv<lli~lad ele Fran-
cisco I y Carlos Quinto) cccomie11-;.a a resultar(/c] inintclig:i-
ble, como dl'spués de In metempsicosis los pen~c;amicntos de
una c:xistenci<l anteriorn. 11 El material infTaiÜlf!Üístico "l'Tl
bruto, no es, pues, en Proust el discurso de und i .rofunclidacl
que sería alúf:!.ica, mmque fuen\ la del .sueño~ sino .~ú\p el
medio d~.: rL~prcscntar, m~.·dinntc un ma!el!tendido transito-
rio y Fronterizo, el divorcio entre dos lógicas, lt~n articuln-
cbs un<l como la otra. 1

En cue1nto é11 discurso <cextcrior, -es decir·, la·formé1 de


·1 -
1 237
lo que tradicio~almente se llama el 11diálrJgo», aun cuando
Jntervengan más de dos pcrsonojes-, s •. bemos que Proust
.se separa aquí totalmente del uso flaubertiano del estilo in-
_directo libre. ~arguerite Lips ha descubierto dos o tres
ejemplo~ de ello, 32 pero que no dejan de ser excepcionales.
Esa transfusióJi ambigua de los discursos, esa confusión de
las voces es prqfundamente extraña a su dicción, que en eso~
es~á mucho m~s vinculada al modelo balzaciano, marc~do­
por el predominio del discurso re~lituido y de lo que el pro--
pio Proust llania el cdenguaje objetivado))' es decir, la auto-:
nomfa del lenguaje concedida a los p~rsonajes, o, al me-
nos, a algunos ;de ellos: «Podría creerse que Balzac, por ha--
ber conservado en ciertos aspectos un estilo inorganizaclo, ·
no intentó obj~tivar el lenguaje de sus personajes o, cuando
lo hizo objcti~o, no pudo por menos de hacer obse1·var .a
cada minuto 1~ que tenía de particular. Ahora bien, es ,iusto
lo contrario. Ere 'mismo hombre que expone ingenuamente
sus opiniones ~istóriéas, artísticas, etc., oculta los designios
más profundo~ y deja hablar por sí misma a la verdad de
la pintura del ~enguaje de sus personajes, con tanta finura,
que puede pas1ar desapercibida, y no hace el menor intento
de señalarla. ~uando hace hablar a la bella señora Roguin
que;'parisina pe espíritu, para Tours es la mujer del pre-
_fecto de la pr9vincia, ¡igual que todas las bromas que hace
,sobre el interipr de los Rogron son sin duda.de ella y no de
iBalzac! » 33 A vrces se discute esa autonomía y Malraux:, por
~ejemplo, la j 1u~ga ccmuy relativa)). Seguramente.sea exce-
34

_jivo decir, cb · o Gaetan Pican (a quien Malraux· responde


',aquí), que Ba zac ccprocura dar a cada personaje una voz
-~personal,, si 'OZ personal significa estilo propio e indivi-
idual. Las ((palabras de.carácter>> son tales (como en Molie-
-re) por el sen~ido más que por el estilo y las dicciones más
'imarcadas, ac~nto alemán qe Nucingen o de Schmuckc o el
Jmbla; propia 9te porte.ra de la madre Cibot, son más lengua-
,JeS de grupo Rue estllos personales. El caso. es que el es-
; fuerzo de carfcterización es evidente y que; idiolecto o so-·
¡ ciol~ct.o, el h bla de los pe_rsonaje~ se en~ue?_tra sin du?a·
: ccObJetlvada», con una marcada dtferenc1ac10n entre dis-
: cu~so de parrador y discurso de personajes y, por tanto, un

238
efecto mimético probablemente más intenso que en ningún
-otro novelista anterior.
~ Proust, por su parte, lleva ese efecto mucho Il}ás lejos y
el simple hecho de que ha~va observado y exagerado un
poco su presencia en Balzac revela claramente, como todas
las distorsiones críticas de ese tipo, cuál era su posición.
Nadie, sin lugar a dudas, ni antes ni después de él siquiera,
y en ninguna lengua, que yo sepa, hn recargr:~do hasta ese
punto la ccobjctivaciónl) y, esta vez, la individuación del es-
tilo de_ pen:ona,ics. En otro lugar he trc1tado de pasada ese
tema,'·' cuyo estudio exhaustivo exigiría un análisis estilís-
tico comparado de los discursos de Charlus, de Norpois. de
Frant;oise, etc.:., no sin inevitables referencias a la <<psicolo-
gía, de esos persona,ies ... y una confront<1ción entre la téc-
nica de esos pa.r.;tiches imaginarios (o parcialmente imagi-
narios)~· 1~1 dL' pastiches rL'<lles del Asunto Lemoi11c y dcmc:í.s.
Nuestro propósito aquí no es ése. Baste con recordar la im-
portancia del hecho, pero también la desigualdad ele su dis-
;persión. En decto, sería ~xcesiyo y somero decir que todos
los personajes de Proust tienen· un idiolecto y todos con la
misma constnncia y la misma intensidad. Lo ·cierto es que
casi todos presentan al menos en algún momento algún
rasgo lingüístico errático, giro defectuoso o dialectal. o so-
cialmente marcado, adquisición o calco característico, pi-
fia, sandez o lapsus revelador, cte.; podemos decir que nin-
guno de ellos escapa de ese estado mínimo de la relación
connotativa con el lénguaje, sai\'O tal vez el héroe mismo,
que, por lo dcmá~. habla muy poco como tal y cuyo papel
es aquí más bien el de observación, aprendizaje y descifre.
En un segundo nivel se encuentran los personajes marca-
dos por i.m rasgo lingüístico recurrente, que les pertenece
como u~ tic o un indicativo, personal· y/o de pertenencia
soCial: anglicismos de Odette, impropiedades de Basin, .seu-
clohomcrismos estudinntilcs de Bloch, arcaísmos de Saniet-
te, ultracorreccioncs de Franc;oise o del director de Balbec,
juegos de pC1,labras y provincialismos de Oriane, jerga." de
cenáculo en Saint-Loup, estilo Sevigné en la madre y la
abuela del protagonista, defectos de pronunciación en la
princesa Sherbatoff, Bréauté, Faffenheim, etc.: en eso es en

239
lo que Prnust cst (¡ m<ís ccrct\ clcl modelo bnl7.aciano y csn
pníctic:n es J;:¡ quL~ m;ís se h:-t imitndo posteriormente."' El
nivel SllflLTior L's el del estilo rcJ·sonnl propic:m1enl.L' dicho, 17
él la vc7. cspcdl'ico y constante, tal como enconlnunos en
Brichot (pcd<~ntismo y expresiones familiares de profesor
demagogo), en Norpois (tnlismos oficiosos ~' perífrasis di-
plomáticas), en Jupien (pureza clásica), en Legrandin (es-
tilo decadente) v, sobre todo, en Charlu~ l.?:ctórica Furibtm-
da). El discurso- «estilizndo)) es 1-:~ rorma extrema ele la mi-
mesis de discurso, en que el •rnllor rdmita)) a su pcrsr~nélje
no sólo en el contenido de sus ¡)édabras,. . sino tmnbién en
csél literalicléld hiperbólica que es la de pélrodia, siempre un
poco m{!s idiolcctí.ll que el texto auténtico, como la «imita-
ción» es siempre una car}!,a. por acumulación y acentuCición
de los rasgos específicos. Por eso Le~ranclin o Charlus clan
!:iicmpre 18 impresión de imitarse y, en definitvCI, de carica-
tllíÍzéJrsc " sí mismos. As!, pues, aquí el el'ccto mimético
cstú en C'l culmcn o, 'm(ts cxactCimcntc, en el lfmitc: en el
p1tnto r:n que el extremo del rrrc~dismo>> fris::1 con la pun1
irreíllid~lcl. Ln inf'nlihle ahuch1 del narrnclór dice con l'í.IZ(l!l
111
que Lcgr;-~ndin h::1bl8 trc.lcm<:~sir~<.lo como un libro)): en un
sentido mtís amplio, ese riesgo pesa sobre toda mimesis ele
lcnguíljc· dcmt~si<l'clo perfecto, que acaba anulándose en la
circularidad, ya not<H.Ia por Platón, ele la relación con el do"
ble: Les~randin habla como Lcgrnndin, ·es decir, como
Proust i.mil<mdo n Legrandin, y cf discurso, finalmente, re-
mite tll texto que lo rcci ta", es decir, que de hecho Jo cons~
tituvc. ·
Tnl vc7. esa circulClridéld explique que un procedimiento
de c;c3rt\ctcrizaciónu l<m cf'icaz como la nutonomía cstilfs-
tica no dé como resultado en Proust In constitución de per-
sonajes substanciales y determinados en el sentido realista
del término. Sabido es ha~ta qué punid l"<5s ·ce personajes))
proustianos permanecen o, me,ior, se vuelven a lo largo de
l~s p8ginas cada vez m{ls indefinibles, inasibles, «Seres hui-
dizo.c:;n, v lt:~ ra7.(m esencit:~l de ello, v la mé.Ís cuidadosamente
tratada- por el autor, es, evidentemente, la incoherencia de
su conducta. Pero ICI coherencia hiperbólica de su lenguaje,
lejos ele compensar esa evanescencia psicológica, no hace

240
1

ri1uchns \'L'l"L'S sino :."\CL'nlu;,rln ~- t.q;rnv~rln: un Lcg:randin,


un Norpois, un Charlus im:lusn, no escripnn totalmente n lt~
suerte L'.icmpl;11· que es lll de compnrsns¡como el director de
Btllhcc, clql'SIL' /\lharct ()el lucn~·o Périg:ot .Toscph: confun-
dil·.sl' con su lenguaje hasta ~1 punto de reducirse a él. La
existcncía vcrb<ll más intensa es aquí cl signo y el comienzo
1

de una desaparición. En el límite ele la.<<Objctivaciónn esti-


lística, L'l personaje pi·oustinno encw:n:tri:l csn forma. cmi-
ncniL'Illl'llll' SÍJllb('>Jicn, de l;.1 111lll'l"tC: t\bolirsc en SU propio
. 1
l l ISClli"SCl.

Perspecti1'CI
. 1
Lo que llamamos de momento y por metMora la pers-
pectiva narrnti,·n -es decir, ese scg:un~io modo de rcgul;:,-
ci<Jn de la inl'ormélción que procede c.lc )a elección (o no) de
un 1cpunto de vistr1n restrictivo- ha sid:o, de todas las cucs-
tiom:s qUL' ~1lt1i'1L'Il a la técnica narT::ltiva, In cstucli;:,da con
mús l'rccucnci;, desde finales del sig:lol XIX, con resultados
críticos inncrr;:,bles,
17'
como los capftuld1 ele Pcrc-;- Lubbock
sobre Br~lz.ac, Flnubert, Tolstoi o James¡o el de Gcorg:cs Blin
sobre las ce restricciones de campo" en ¡Stendhnl.Jo No obs-
tnntc, .. l~LtníJ~·.o.r:fa de los tr~l;:>njo.s te.árico~ sobre ese temt~
(que SOn C~l'nda Jri1crifc cJ~si ficacíoncs~ SU rTcn, ·en mÍ ori-
llÍÓil, .de un:.1 cnoJ.osn conl'usión cntrc 1o ~uc nquí llr~m.o
llrodo y l'r!~· L'S dcc1r, entre lu prcgunta:¡¿czw/ 1
c.n:f personare
cuyo punto de vista oNenta la perspecti~,a 11arrati1•a? y cst;:,
pregunta muy distinta: ¿quiél'l es elnarrador?1 .o; por decirlo
más rápido, entre la. p~~g\lnta: ¿quién.ve? y fri. pre.g):.lnt~:
¿qui"é11.. hali.lá? Más··aaelantc volveremos a hablar de esa d is-
tinción n¡nlrcntcmente evidente, pero c¡:asi univ~rsnlmente
pasada po1· alto: asf, Cleanth Brooks y Rj obcrt Penn Wnrrcn
proponfan en 1943,~ con el término de foco 11arrati\'o ~~~fo­
0

cus of narrntionll), explícita (y muy aFof.tunndamentc) pro-


puesto como equivalente de ((punto de \!ista», una tipologfn
en cLwtro términos que ·resume (tradLzco) el cuadro si-
g~1icnte:

241
Acontecimientos ana- Acontecimientos obser-
!izados desde el interior ·vados desde el exteiior

Na!7'ador prese11 te,


1
como ( l) El héroe cuenta (2) Un testigo-cüenta
1
per.sonaje en
1
su historia la his~g:r:üi"del héro~
la acciór1 1

1
i
1
/,/'
1
··/
. ·"'!Vaf7'ador allse11fe (.ffEI autor analista (3) El auto1· cuenta la
1
como
1 u omnisciente histo•·ia dc~dc el
. 1 1
persrma¡e e e a a~·ctt" u 1 cucn1n la hi ... toria l':< Lcrior
i
--- ·-
1
1
!
1
_ Ahora bien!, resulta evidente que sólo la frontera vertical
atañe al <<punto de vista» (interior o exterior), mientras que
Ja horizontal :se refiere a la voz (identidad del narrador),
..sin d_iferencia/ auténtica alguna de punto de vista entre 1 y
4 (digamos: A,dolphe y Armance) y entre 2 y 3 (Watson con-
tando a Sherlpck Holmcs y Agatha Christie contando a Hér-
cules Poirot)./ En 1955, F. K. Stanzel 41 dist:ioguc tres tipos
de «situaciones narrativas>> novelescas: la atlktoriale-·Er-~
:iihlsitLlalion,l que es la del autor ((omnisciente» (tip~: Torn·
Iones), el !eh/ Erzahlsiruatioj1., en que el narrador:es uno de.
los personajes (ti.po: Moby Dick) y la personale Erz.iihlsitua-_
tion, relato <(/en tercera personan segím el punto de vista de
un personaje (tipo The Ambassadors). Aquí también la dife-·
rcncia cnt1·5 ·la segunda y ·¡a tercera situación no es de
11punto de yista>> (micntr~s que la primera se tlefine de.
acuerdo con ese criterio), ya que Ismahe1 y Strethcr ocu-
pan, de hcc~o, la misma posición focal en los dos relatos,
con la única diferencia.de que en uno el narrador es el pro-
pio pcrson~je focal y en el otro un «aut.orn ausente de la
1

historia. El mismo año, Nonnan Friedman 42 presenta, por


·su parte, u a clasificación. mucho más completa en ocho
-"'\>o1., . -¡
términos: dos tipos pe nGrración «omnisciente", con o s\n
cdntrusiones ele autores,, (Fielding o Thomas Hardy). dos ti-
pos de narrrtción «en primera persona», yo-testigo (Conrad)
o yo-protagonistrt (Dickcns, Great Expectations), dos tipos
de naiTm:ión «Omnisciente st:lectiva,,, es decir, con punto
de vista limitado, ya sea <cmúltiple» (Virginia Woolf. To thc
Lighthouse) o único (Jovce, Portrait o(the Artist), y, por últi-
mo, dos tipos de narración puramente objetiva, el segundo
de los cuales es hipotético y, por lo demás, difícil de distin-
guii· del primero: el ccmodo dramático, (Hemingv. .·ay. Hil!s
Lilce. V/hite Elephn.nts) y <clrt ci\mara», registro puro y sim-
ple, sin selección ni org:<miznción. Evidentemente, los tipos
tc1·cc1·o :--· cuarto (Conrac.l y Dickensl no se distinguen de los
dcmós sino como relatos cccn primera persona» y la diferen-
cia L'nt.rc los dos rrimeros (intrwdoncs de autor o no) L's un::1
Vl'7. más un l"enómcno de voz, que se refiere al nnrr:1f.ior y
no al punto de vista. Recordemos que Friedman describe
su sexto tipo (Retrato del artista) como ce historia contada por
un personájc, pt:ro en tcrc:.era pcrsm~a», fónnula que ale!'ti-
gua una evidente confusión entre el personaje focal (toque
1umcs llamabLI el Clrcflccton>) v el narrador. La misma asi-
milación, evidentemente volur{taria, se da en \Vavne Booth.
que en 1961 tituló ccDistancia y punto de vista>>~ 3 -tm ensayo
dcdicé:tdo, de hecho, a problemas de voz (distinción entre el
autor implícito. el 11an·ado,. represe11tado o 110 repr·esentado.
digno o indi,~110 de col1(icm:a), como, por lo demús, declara
explícitamente al proponer una «Clasificación más rica de
las variedades de las voces del autor». «Strether», dice tam-
bién Booth, ,,"narra" en gran medida su propi2 his.toria.
a.unque aparezca designado siempre en tercera persona":
entonces, ¿es que su estatuto es idéntico al de César en Ln
guerrn de las Gnlic1s? Vemos, pues, qué dificultades pro,·oc<t
li:\ confusión dL"I modo v la \'OZ. Por último. en 1962 Bcrtil
Romberg 44 recoge la Úpologí<~ de Stanzcl que compktrt:
añadiendo un cuarto tipo: el relato objetivo de estilo con-
c.luctisla (es el séptimo tipo de Frieclman); el resultado es·
esta cuadripartición; /) relato de autor omnisciente, 2) re-
lato con punto de vista, J) relato objetivo, 4) relato en pri-
mera persona, en que el cuarto tipo es claramente discor-

243
danll: re:.;pecto del principio de clasificación de los tres pri-
meros. Borgcs introduciría seguramente una quinta cln.~c:
típicamente china, la c.l(' los rcl<~tos escritos con un pincel
mu.v l'ino.
Dcsclc luego, es le¡;ítimo concebir una tipología de la!'i
<(situaciones narrativas» que tenga en cuenta a la ve7. datos
de modo .v de voz; lo que no le es, es presentar scm~,innte
clasificacir'>n en runción exclusivamente de la categoría del
«punto de vista» o confeccionar una lista en que las dos de-
terminaciones comrit<tn entre sf sobre la base de una con-
fusit'm m<~nif'iest;:~. Por eso conviene no tener en cuentalélquí
sino las determinaciones puramente modales, es decir, las
que atélíicn CJ lo que suele llamarse el <rpu.n.to de vista)) o,
con Jea¡:¡ Pouillon y Tzvctan Toclorov, la «visión» o el <tas-
pccto>rt; Admitida· esa reducción, el consenso se establece
sm gran dificultad sobre una tipologfa de tres términos, el
primero de los cuales corresponde a Jo que la críl"ica anglo-
sajona llama el relato con narrador omnisciente y Pouil.lon
<<visión por detrás» y que To_clorov simboliza mediante In
fórmula Narrador> T'ersrmaie (en que el nnrnH.lor sabe m{is
que el personaje o, dicho con mayor precisión, (Uce más de
lo que sahc personaje alguno): en el sceundo, Nan·ador :±
Persmwie (el narrador np dice sino lo que sabe tal rcrsona-
je): es el relato con <e punto de vista>>, según Lubbock, o con
«campo limitado», según Blin, la «Visión' con>>, según Poui-
Jlon; en el tercero, Narrador< Personaje (el narrador dice
menos de lo que sabe el personaje): es el relato «objetivo>>
o uconductista1>, que Pouillon llama ccvisión desde fuera>>.
Para evitar el carácter específicamente visual que tienen los
términos de visión, campo y punto de vista, rec~geré aquí
el término un poco mfts abstracto de focalizaci611,' r;, que, por
lo demás, rcspomle a la expresión de Brooks y Warren: ccfo-
cus of narration.>> 47

Focalizacinnes

Así, pues, vamos a rebautizar el primer tipo, el que rc-


present8 en general el relato clásico, relato 110 (ocaliz.ado o

444
de f(Jca./i.z,ae-ióu cero. El segundo será el fclato de focali:.a-
. ción i11tema, ~·a sea (i¡a k.i~mplo canónico~ Los cmhaiaclnrr>s,
en que todo pasa por Strcther o, mejor aún, Lo q11c sa!Jía
1\;Jaisie, en que no abandonamos casí nÚnca el punto ck
vista de la niña, cuya «restricción de campo>~ es particular-
mente espectacular en C'!'H historia de adúltos cuyo si~miri-·
cado no entiende), \'ariahle (como en Mddame Ro\'an•, c1t
CJUe el pcrsonujL' focal e~ primero Charles después Emmll.
luego de nuevo Charles·'~ o. de forma mu~ho m{\s r~pid;-~ C'
in<l:-;ihle, en Stendhal) o nuiltiple, cornc:J. en', lns novelas epis-
tolares, en _qqc. se __ pqcdc L''.=ocar el mi~úiib ácorúccinürrito ·
vL~ ri':ü; .. h.~(.:es scgü n e 1 p.u'n t ó ele vista- ele-{; a fió( pásona,les·
epistolúgraf<J~_;·'" sabido· es que el ·poema !narrativo de Ro-
bed Hro'\,ning El anillo y el lihro (que cue.llta un caso crimi-
nal visto sucesivamente por el asesino, IC\S víctimas. la de-
fensa, la acusación, cte.), ha cstudo con$idcrado durante
años como ejemplo canónico de C!'iC tipo lc!c rclato-~ 0 antes
de que lo suplantara paríl 11\l~l,tros In pcl,kula Raslumron.
Nul':-;tro !creer tipo .o.;en'i el relato confócqliz.ación extenrct.
porularizado entre l~s dos g.tt('r-ras por la~ novelas de Das-
hiel Hammdt, en que el héroe actúa ante::nosotros sin que.
en ningl'1n momento se nos rermitn co.no.cer sus pensamicn-
to!'i ni .sus ~entimicnfos~ ,)' ror ciertas novelas cortas de Hc-
niingway, como The Killers o, más aún, \Hills Like White
Elephants (Paraíso Perdido), que lleva la 1discreción hasta
el extremo ele la adivinanza. Pero no habrf? que reducir ese
tipo narrativo a ese único uso literario: Michcl Rnimond
observa con razón' 1 que en la novela de irhriga o de avcn·
.t_J..lras, <<en.quc el interés nace ·de la existerÍcia· aéTín miste-
.rio)),
..
cJ autor <<110 nos diCc'.de·~ntrada
. . ..
todo¡· Jo ..que ·sabe>~
. .
V,

ele hecho, gran cantidad ele novelas de aventuras, de Waltcr
Scott a Julio Verne p~sanclo por Alejandrb Dumas, tratan
sus primeras pág~nas en focal izCI.ción externa: véase cómo
Philéas Fogg es visto primero desde el ext erior por la mi-
rada intrigada de sus contemporáneos y có1mo se mantf¡.;nc
1
su misterio inhumr.1no hnsta el episodio que rcvelar:í. su gc-
nerosidacl.'i2 Pero much<Js novelas «seria~" del siglo XIX
rractic<~n ese tipo de introito enigmático: a~f. en Bal7.ac, La
piel de -;,apa o E{ rePC'rso de' fa historia contemporchwa e in·

245
• 1 -
cl~so _El pnm~ Pons, en que el héroe ~paree~ descrito y se-
gUido por ext¡enso como un desconocido de Identidad pro-
bleniática.53 Y, otros motivos pueden.justificar el recurso a
esa actitud nJrrativa, como la razón de conveniencia (o el
juego tunante) con la inconveniencia) para la escena del .~i­
món en Bovary, contada enteramente segím el punto de
vista de un te1stigo exterior e inocente. 54
Como rev~la claramente este último ejemplo, el crit,erio
ae foca]ización no se mantiene necesariamente constante
en toda la ddración de un relato y la focalización interna
variable, fórn\uln ya muy flexiblc,-no es aplicable a la tota-
lid~d de Bo1•+·y: .no sólo la escena del simón cst.á en foc~li-
7.acJ6n cxtcma, smo que, además, va hemos tcmdo ocas16n
de dccir 4 qu9 el cuadro de Yonvili~ con que se inicia la se-
gunda parte ro está más focalizado que la mayoría de las
descripciones1 balzacianas. Así, pues, la fórmula de focaUza-
ción no se aplica siempre a una obra entera, sino más bien
a un segmento· narrativo determmado, que puede ser m.uy
br-e-ve 56 Por· otra parte, la distinción entre los diferentes
puntos de vi~ta no siempre es ·tan clara como podríamos
creer, si sólo :tuviéramos en cuenta los tipos puros. Una fo-
calización externa con relación a un personaje puede de-
. jarse definir h veces como focalización interna sobre otro~
la focalizacióh externa sobre Philéas Fogg es también foca-
lización inter;a sobre Passepartout a~~o;nbrado por su
nuevo amo y¡ la única razón para atenerse al primer tér-
mino es la calidad de héroe de Philéas, que r~duce a Passe-
partout al papel de testigo; y cc;a ambival,~ncia (o reversibi-
lidad) es también apreciable CU(l.ndo el .estigo no está .per-
sonificado, sipo que sigue siendo un observador impersonal
v flotante, como en el comienzo de La piel de zapa. Asimis-
mo, la distri~ución entre focalización variable y no focal i-
zación es a veces muy difícil de establecer, pues el relato
no focal izadb puede-nnálizarse la mayoría de las veces
como un rela\o multifocalizado ad /iMtum, segün el princi-
pio quien pueWe más p~tede menos (no olvidemos que la foca-
lización es e~encialmentc, como la llama Blin, una restric-
ción); y, sin ~mbargo, m1die puede confundir al_ respcclo el
estilo de Fielding y el ele Stendhal o Flaubert.~' .

.246
También hav que observar que lo que llamamos focali-
zación interna i·aras veces se aplica de forma rigurosa. En
L'fecto, el pmpio principio de ese modo narrativo entrnñ;,
en rigor que el personaje focal no aparezca descrito jamás
ni designado desde el exterior, y que el narrador no anal ice
objetivamente sus pensamientos ni percepciones. No hí:ly,
pues, focal iznción interna en el sentido estricto en un enun-
ciado como éste, en que Stendhal nos dice lo que hace y
piensa Fabrice del Dongo: ((Sin vacilar, aunque dispuesto
a entregar el ·alma c.lc hnstío, Fabrice se arrojó de su caballo
_v cogió la mnno del cnd<lver que sncudió enérgico; después
se quedó anon<:ldado: scntb que no tenía [·uerza parn \'oh-cr
a subir al caballo. Lo que le horrorizabn sobre todo cm ese
ojo abiet·to.n En cambio, b !"ocnlización es perfecta en éste,
que se canten ta con describir lo que ve su héroe: ce Una bala.
·que le había entrado JUnto a ]a nariz, había salido por la
sien opuesta y desfiguraba ese cadáver de forma horrorosa:
se habín quecjado con un ojo abierto.,> 511 Jeari Pouillon ob-
~erva muy bien esa parad9ja, cunndo escribe que, en la ccvi-
sión con,,,_ el personaje est~ vis.to uno ~n su interioridad,
pues ten_clrí<lmos que salir, cuando precisament.e nos su-
mergimos, sino en ln imngcn que se hnce de los demás, e.n
cierto modo en transparencin en dicha imagen. En una pa-
labra, lo capt<1mos como nos cnptamos a nosotros mismos
L'n nuestra conciencia inmediatn de las cosas, de nuestras
actitudes respecto de lo que nos rodea, sobre lo que nos ro-
dea, y no en nosotros mismos. P01:. consiguiente, podeiito<::
decir para concluir: la visión en imagen de los demr.ís no
C'S una consecuencia de la visión ce con, del personaje cen-
tral, es esn visión «COnn elle\ misma,.~o La focaliznción in-
t crn a no SL' t:L~a-1-i.za p.l.e.J:J n-J.1.:)C.t+t-~ ~Í-I:to en e 1 relato en (( mo.nó~
I.og.o in.te.r~oJ·n, o en es<1 obt.·a límite que, es. La celos/a de
Robbc,..G.r.illct." 11 en que el pcrsona.ie central se.reduce abso-
luta y cxcfush:c.tmentc. a su posición focal. y se deduce rigu-
rosa.me.n.tG-~de ella. Así, puL'S, vamos a· tomar ese término en
un sentido nctes~rrmmcnte menos riguroso y cuyo criterio
;...mínimo hCI puesto de relieve Rolnnd Barthes en su definí-
... ción de lo que llnmn el modo perso11al del rclC1to.~' 1 Ese cri-
. terio es la posibilidad de reescribir el segmento narrativo

247
considcrndo (si no lo cst.cí y<t) en primera persona sin que
esa operación cnt.mñc cminguna otra alteración del dis-
curso que el pr·opio cambio de los pronombres grnmatiu.l-
ks,,: así, tma !"rase como ••.lé:1mes Bond clivis6 é.l un hombre
de unos cincuenta nr'ios, de aspecto aún joven, ctc.n es tra-
Juc.:ihlc en rrimcra persona (((divisé, ctc.n) y corresponde,
por tanto, rara nosotros(\ la rocali7.L\CÍÓn interna. Al contra-
riq, una fmse como «el tintineo contra el cristal pareció cjar
n Bond t!Tl<t rcpC'ntiní.1 inspiraci6nn es intr<1ducih\c en pri-
mera persona ,-;in incongruencia semántica éviclcntc.'' 2 Se
trata ele una rocaliz<.~ci(m externa tíjlica por la ignorancia
sci'1alc.lda del n<uTador respecto de los pensamientos nut.én-
ticos del héroe. Pero b comodidad de ese criterio pun1-
mcnte pdctico no debe inc.itnr a confundir las dos instan-
cias de la focali7.ación y la nnrración, que siguen siendo dis-
tint<ls incluso en el relato «en primera person<l,, es deCir,
cuando la misma persona asume esas dos instancias (sahio
en el rclé\IO en rrcs;cntc, en monólogo interior). Cuando
Mnrcd escribe: «Divis(· un hombre ele-unos cuarenta niios.
muy alto y muy grueso, con bigotes muy negros, y quc,.::d
tiempo qut.: se golpcn het nervioso el pantalón con t.m baston-
cillo, clavaba en mí unos ojos dilatados por la atcnciónn," 1
entre el adolescente de Balbec (el héroe) que divisa a un ·
desconocido y el hombre maduro (el narrador) que cuenta
esa historia v-arias decenas de aiios después y que sabe muy
bien que ese desconocido era Charlus (y todo lo que signi-
fica su l'\ctitud), la identidad ele <<personan no debe ocultm·
l<1 dircrcnci<l de función v-lo que nos impm·ta en particu-
lar aquí- de informaci{>n. El narrador «sabe» casi siem-
pre más qu.c el protagonista, aun cuando el protagonista
sea él, y, por tanto, la focal'izndón en el prot<~gonista es
para.cl narrador .una .restricción de campo tan clrtlllclal en
primera como en. tercera persona. Pronto vamos <1 volver a
ver esa cuestión crucial a prop6sito de la per~pectiva narra-
tiva en Proust, pero nún dclJL;nos definí .. dos nociones in-
dispensables para ese estudio.

14R
:\lterru:irmcs j

L~s vnriacinnl:s <.k npunto de vista,, q.uc.. sc_pi:oduccn ~


lo l<lrgo dl' un relnto pueden nnnlizan;c como' .imbios ele~
rm:nliz<icic'!n. como lns yuc y;., hemos visto en Madhmc Rm·o-~
r.'.': .L'JJ;Lun.¡..:<.:s ·¡~ ;¡ h_l n r~mo:; de roca 1i zr~ci ón ':aria b 1e, /de o m ni s---
Cil.'ncw con !.JJVI-ttnGJone..s de campo pC\rcwks,. ct~. Se trntíl~
tk una posición narmti.v<~ perfectamente <;lcfcndliblc, ~··la
nm·m<l de coherencia crigid:1 en pundonor por/ In crfl icn ~
pos!-,i<~mcsir:ln<l cs. evidentemente, arbitraria. Lu:hhock cxi- _
)!e que el novclistn s<.:a ce fiel a a\!_.!una ¡rosiciún ."f rcs¡wtc el
principio que ha~·n L'ldoptndo,, pero. ¿por qué nd habría ele
ser esa posición la de Ir~ libertad absoluta v ·IC\ intonscr:llcn-
ci<l? For~ter~>·l v Booth han demostrado la ~anidC\tl de lC\.s re-
glas scudojnn:1L'SÍí:lnas: ¿y quién tomaría en scfio hoy ];:¡..;
amone.stnciones de Sartre a Mauriac?"~ 1
P<.:ro un cambio de rocaliz<~cíón .• sobre todo si cstcí Ri~~
léH.Io en un conlL'xto c:oht:..rentc, ru~:de analiz<1r~~. t;)t-D.bi0n
como una inl'rnc.dúD mwnc.u.\án,L~~ <,1 c.ó<.\igo q.u9 rige. dichn.
contexto, sin q\IJ.' po.r l!.llo resulte impugnmln lq c:dstcn(ÍLI
dL· dicho e<'Jdign. igunl que L'll una pllrtiturn clá~ka tm cnm-
hio mumentúnco de tonlllidacl, e incluso unt:~ cli~.bnnncia rc-
L"liiTentc. SL' definen como modul<~ci6n o altcl'Cidión sin que
se impugne su !onalidnd ele conjunto. 1 ·
Jug.<~ndo con d doble sentido de la palabra: mndo, qqc
nos re1i1itc a la ve7. a la g:ramáticn va la música, llamaré.
puc:-;, .en .. ·gcneml alte.mcio11es a es:.1~ inli-nccion,b; aisir~~_las.
cuando In cohl'nmdó de conjunto ~dguc siendoJ sin embar-
go, bn.--tí.\11\C: rucr\e para qllL: el COilCCplo de r}loc.Jo tlámi-
11<:\llte ~iga sicnd? pcrti.ncntc. Los dos tipos
concebibles cons1sten b1en en dar menos ~nforrracwn 'de la
dr ¡a~t-eración

que en principio es necesaria, bien en dar mas de la que


en principio autoriza el código de focalizaciónl que rige el
con.iunto. El pdmer t'ipo tiene un nombre en rbtórica :v.. :v<l
lo hemos vistd'" a propósito de las anacronías omplc;tivm;:
se trata de la omisión latcn:d o paral(psis.· El segundo no
J 1

tiene nombre aún; lo llamaremos paralepsis, ya que se tratn


no de clcj<ll. (-lipsis, de leipo) una informnción que hnbría
. . / . 24Q
que tomar (y d~r), sino, al contratio, de tomar (-lepsis, de
lamhano) y dar pna información que se debería dejar.
/ El tipo clási~o de la paralipsis, recordémoslo, es, en el
códígo de la fqcflhzación interna, la omisión de una acción
o pensamiento Importante del héroe focal, que ni el héroe
ni el narrador pueden ignorar, pero qU'e el narrador decide
ocultar al lector. Sabido es el uso que Stencthal hizo de esa
~gura 07 y Jean jPouillon evoca acertadamente ese hecho a
propósito de su «visión conn, cuyo principal inconveniente
le parece ser qlte en ella el personaje es dcmnsiado cono·
ddo por adelatJtado y no depara ninguna sorpresa; de ahí
ese alarde qup considera torpe: la omisión voluntari<~.
Ejemplo cont~ndente: la ocultación por Stendhal, Cn Ar·
¡nance, mediante tantos seudomonólogos del héroe, de su
,Pensamiento fcntral, que, evidentemente, no puede qui·
;tarse de la caqeza ni un instante: su impotencia sexual. Ese
tapujo, dice rouillon, sería normal, si Octave estuviese
;•.visto desde fUera,
1
«pero Stendhal no se queda fuera, hace
·análisis psko,?gicos, y entonces resulta ab~urd~ ocu]ta~nos
: lo que el prop w Octave ha de sabet muy b1en; si esta tnstc,
sabe cuál es lf\1 causa y no puede sentir esa. tristeza sin pen·
sar en aquél~n: Stendhal debería, pues, comunicárnosl<t.
Dt:!sgraciadalfente, no Jo hqce; entonces obtiene un efecto
de sorpresa, cuando el lector comprende, pero el objctivr>
1
esenci~d de lJn personaje de novela no es el de ser un jero·
glí[icO».&fl Ese análisis supone zanjada,. como vemos, una
cuestjón qu4 no lo está del todo, ya que la impotencia de
Octav.e no ep exactamente un dato del texto, pero no im·
porta aquí: tomemos el ejemplo con su' hipótesis. Entraña
también apf¡eciaciones que yo me guardar~ de hacer mías.
Pero tiene el mérito de describir bien el fenómeno ... que,
naturalmen~c, no es exclusivo de Stendhal. A propósito de
Jo que llamp 'la ((mezcla de sistemas», Bar.thes cita con ra-
zón la (<trampa,, clc Agatha Christie que consiste en focali··
zar un relafo como Las cinco y veinticinco o El asesi11ato de
Roger Ackroyd en· el. asesino omitiendo de sus «pensamien-
tos» el simple rccuérdo del asesinato, y sabido es que la no-
vela policírlca más clá~ica, aunque generalmente focalizada
en el dctc¿tivc investigador, la mayoría de h1s veces nos

250 1
'
nv\llta una parte de sus descubrimientos y de sus induccio-
lll'" lwsta la revelación fimd.""
La nltenH.:ión inversa, el exceso de informución o panl-
Jt.p-.;is, puede consistir en una incursión en la conciencia de
1111 rt'n;ona jc a lo largo de un relato genrral mente rct?;ic!o
rcw lncí.\ll?.ncí()n externa: podemos considerar tal. al co-
mienzo de T..a piel de z.apa, enunciados como «el joven no
711
c·w,rwewlirí .su ruina ... >> o «aparentó aspecto de inglés».
cp1~· vnntmstan con.la posición muy clara de visión exterior
:Hlr.>pt:ldíl h~1slí.l cntoncc~ y .esbozan un paso gradual u la
¡,,, ;di t:lt'it'm i Í1l L'l'lH\. PuL· de t rn tnrsc 1gua lm ente. en focrll i-
t:H·inn inlL'l'n<~. ck una infor!'}lución ....incidcnta. sobrc·l0s
¡wn-.;amkntos lk un personaje diferente del personaje focal
,, ..,,,hl'L' un L'spLTiuculo Cjllc é·ste no puede ver. Calificr~remos
:1'! lkll'l'lllinmla pí.lg:ina· de Malsre, dedicada a pensamicn-
'' ,..; dl· b sl'iion• Fm·<mg:e que Mr~isie no puede_ conocer: u Se
;H'l'l'c;d'la el día, :-· ella lo sabía: en que encontraría mayor
pL1n·t· en arrojar· a Maisie en brazos de su padre que en
71
;\ll'í:1r!ll de su lado.n
r t lit i m a ohservnción antes de volver a 1 relato proustiano:
rH> h:l\' qul' conl'undir la inf"omrcición dada por un relato fo-
¡·:,liwdn y In ill!eJ·pretac:ion que el lector está destinado a
lbd~· /()que_.!.!..'. d..a sin que se !e inste a ello). Con Frecuencia
"l' ha nhsL·n•ado que Mnisic ve u oye cosas que no compren-

~k. p¿· que


·n el lector no tendrá c.Hficultad en descifnw. Los
,¡"" • dil~11íldos po1· la atención, de Charlus que miran a
\bv ·t•l en BalhL•c pueden ser para el lector avisado un sig-
1111, <¡llL', al L'Ontrr~rio. pr~sc totalmente desr~percibido al pro-

1;1\'111\ist;l, L'nrno el conjunto de la conducta del bflrón pum


11111 ~-.¡ lws\a SodrHIHI l. Bertil Rombcrg: 11 analiza el caso dL·
1111:1 tHl\'l'l<l de J. P. Marqunnd. H. M. Pulham, Esquirc. en
q111' l'l .flí\lT~ldnr, un marido conFiado, presencia escenas cn-
1 n· 'lt tDu.iL'r y un ;:o.mig:o. que cuente:\ sin pensar mal, pero
l'\1\'ll signil'icudo no ruede dcjr~r de comprender el lector
11ll'tHI" sutil. Ese L':Xceso de In infol"mación implícita sob~c
l;, inlnt·macit)n explícita es el fundamento de todo el juego
1Tl· To qul' Hí:lrthes llamu_los indicios, que funciona tamhién
l'"' ¡,-,i.::dii:nl'i11n e:xtcrnn: en !lil!s Lilce White ElephaHts,"Hc-
1llill1~\\·ay t'L'pr·otlucL' In conversnl'ié>n entre dos pcrsonnics

251
abstenién<..lose totalmente de intcrpretarl<:1; parece, pues,
como si el narrador, como el héroe de Marquand, no com-
prendiera lo que cuenta: eso no impide en absoluto al lector
interpretarlo conforme é'l las intenciones del nutor, como
cada vez que un novel isté\ escribe ((sintió un sudor frfo des-
lizarse por la cs¡:ndda>l y que traducimos sin vacilación:
cctuvo miedo>>. El rel<:~to dice siempre menos de lo que sabe,
pero a menudo hace sahcr más de lo que dice. -

Poi i mr ){/o /ida r.l

Rt.!pitúmoslo uné:l vez. mús: el emrlco de la <<primera pcr-


~ona)) o, d icl1o de otro modo, la identidad úe persona del
n<.1rrador y del protCigo.nista 73 no cntrmia en absoluto una
f<xalización del relato en éste. Muv al contrario, el n<lrnt-
dor de tipo a:Jutobiogn.Hico», yn se trate de autobiografía
real o ficticia, cstú 111ús ((naturcdmente>> autorizado a hn-
blor en su propio nombre que cJ narrador de un relato ((en
tercera personan por el hecho mismo de su identidad con
el protagonista: hay menos indiscreción en que Tristt·am
Shandy mci".cle In expo:-;it:ión de sus ccopinioncsn (y, por tan-
to, su:-; conocimientos) actuales con el relato de su ((vida))
pasada que en que Ficlding mezcle la exposición de las su-
yas con el relato de la vida de Tom Jofles. ~Lr.~J~.!!?,_inJ.P..sr­
sonal, tiende, pues, a.. l.~ focrdiz<Jción intqn~ porJn pc,n-
de
aie·ñt'C "(si. e~ q'úc"cs'-tnl) la. discreción y .del rcspe,t'o p'or
.
]6· ..~1.~i~ §~,rtrc llama~f.~.J.a_Jd.ihert~dn ·~e;t; decir, la ignat·~n­
cia- de stls-pe.rs·o·ñ'ñ,ies. El narrador autobiográfico no tiene
ra7.ón alguna de ese tiro para imponerse silencio, al no te-
ner ning-\Jn deber de dis(:rcción para consigo mi:-;mo. La
única focalización que debe respetar se define con relación
a su inform~ción prcséntc de narrador y no con relación a
su información pasada de protagonista. 74 Puede, si lo desea,
elegir esa segunda forma ~e focalizadón, pero no está obli-
gado a ello en abso\uto, y podrfamos considerar también
esa elección, cuando se hace, una paralfpsis, ya que el na·
rrador, p<~ra atenerse él las informaciones que posee el pro·
tagonista en el momento de la acción, debe suprimir todc:~~
l[tS que ha conseguido posteriormente y que ~n muchos ca-
sos son capitales. /
Es evidente (y yn hemos encontrado un ejemplo de ello).
que P1·ousl se impuso en grL\n medida esa lirÓi~ación hiper-:
b<ílica v que el modo nnrrntivo de E11 husca Hel tiempo per-:
dido cs. con muchn frecuencia In focnliz:acióh interna· en el
protngonista. 7 ~ En general, el ce punto de vista. del protLtgo-
J1ista)l es el que rigé.CI relato, COD sus limitabones dc.cam-
po, sÚs· Í~llál:nnciLIS mome·n-t~neas, e incluso •\o que el narra-
do.t...~.c'J.if"idcni · p<lra si.1s rtdcn.tros .errores dc/júvcntud, in¡zc-
nu idnck~s·: ii ilús.i'<ine_s..q.li\.; ~e han de perdcn• .¡En una célchrc
enria n .Jncq\IL'S Ri\'ÍL'n.', Proust insistió en ryu prcocupru.:h'm
por ocultar el l'ondo de ~u pcns::lmicnto (9uc en este cn~o
se idcntificL\ con el de Marcel-nnrrador) hLtsta el momento
de la revelm:i6n final. El pcns<lmiento Ltpafente de lns ülti-
mas púginds de Sll'l/1111 (que, como se rccordLtrá, rcl~tan, sin
embargo, unn L:xpcricncia en principio mu~ reciente} es, se-
gún recalca, ce lo conlmrio de mi conclusiÓn. Es una etnpa.
aparentemente subjctiv<t y diletante, haci~ la más objeti\'rt
y fiel de lns conclusiones. Si de ello se dedújera que mi pen·
sam1cnto e~ un cscept1ctsmo e1esencantac1 1o, ser í a entera-
• o o

mente como si un espcctnclor, tras hnber/visto, al finnl del


pri mcr acto de Parsi(al, a este personaje no comprender
nada de la ceremonia y vct'sc cxpulsado,por Gumemantz,
supusicr<l que Wagncr quiso decir que la senci Ilez ue espí-
ritu no conduce o nadan. Asimismo, la /expcriencin de b
magdalena (pese a ser reciente también) aparece rclatncla
en Swwm, pero no explicada, ya que la ~azón profunda clcl
placer de la remini~ccncia no está reveJadn: ceno lo expli-
can.: hasta el finnl del tercer volumcnn.¡ De momento, hny
que respetar la ignon:mcia del prot;:q;mnistn, tener en cuenta
la evolución ele su pensamiento, el lento/trabajo de 1a voca-
ción. ((Pero \'O no he pretendido analizar abstract<:tmencc
esa evolución úe un pcns~unicnto, sino rdcrcarlLl, hacerla vi-
vir. As[, pues, estoy obligadó n describir/ los errores, sin por
ello deber decir que los considero errores; peor para 1~1í, si
el lector cree que los considero la vcrda1d. El segundo volu-
men acentuará ese malentendido. E::;pero que el último lo
disipc.n 7 ~> Sabemos que no quccln del todo clisipndo: ése es

1 . 253
'
el riesgo evident~ de la focalización, contra el que Stendhal
fingía as.egurars~ mediante notas a pie de página: «ésta es
la opinión del pr;-otagonista, que está loco y se corregirá)).
Evidentemente. Proust procuró reservar sobre todo la
focalización par~ lo esencial, es decir, la experiencia de la
memoria involuntaria v la vocación literaria con ella vincu-
lada, prohibiéndbse tÓda indicación prematura, toda inci-
tación indiscreta!. Las <cpruebas» de la impotencia para es-
cribir de Mnrccl.! de su incurable cliletantismo, ele su hastío
en aumento hacia la literatura, no cesan de acumularse
hasta la espcctatular peripecia del patio de la quinta de
Gucrmantes, tanto mé.Ís espectacular cuanto que durante
mucho tiempo s~ ha preparado el suspense mediante una
focalización en ~se punto muy rigurosa. Pero el principio
de no intervención se refiere también a otros temas, como
la homosexualid~d, por ejemplo, que, pese a la.escena pre-
monitoria de Montjovain, seguirá siendo para el lecto1·
como pnra el prbtagoliista, hasta ·las primeras páginas de
Sodoma, un cont'nente cien veces encontrado pc1·o nuncn
reconocido .
. ~a inversión l ás importante de esa posición nc:~n·~tivn
es sm duda la forma como aparecen tratadas las rclac10nes
amorosas del prptagonistc:~ y también de ese protagonista
en segundo gradp que·es Swann en Un amor de SH'a/111. La
focalización interna recupera en ese caso ·l.a función psico-
lógica que le halbía atribuido el abate Prc~ost en Mmwn
Lescaut:. la adoP,ción sistemática del ce punto de vista>> de
Uf!O de los prota~onistas permite dejar en una sop1bra casi
completa los sentimientos del otro y asignarle sin mucho
esfuerzo una pefsonalidad misteriosa y ambigua, aquelb
precisamente pa,ra la. que Proust inventaría la denomina-
Ción de_ <cser hui~izo>>. A cada etapa de su pasión n_o sal?e-
mos mas que S'<vann d'·Marcel sobre· la ce verdad n m tenor
d€1 una Odette,' ~e una Gil'berte,. de una Albertine y nada
pqdría ilustrar [:ás eficazmente la «subjetividad>> esencial
del amor según Prou~t que esa evanescencia perpetua de
su: objeto: el ser- huidizo es, por definición, el ser amado.n
No hace falta q';ie reproduzcamos aquí la lista (ya evocada
a ~ropó~!_to de _lrs anaJepSÍS de función COlTCctiva) d~ los

.
254
episodios (primer encuentro con Gilberte, confesión f~ls~
ele Albcrtinc, inciuetife de las celindas, etc.), cuvo verda'"
dero significado no descubrirá el protagonista -y con él el
lector- hasta mucho después. Hay que añadir a esas igno-
rancias o malentendidos provisionales algunos puntos de
opacidad definitiva, en que coinciden la perspectiva del
protagonista y la del narrador: asf, nunca sabremos cuáles
han sido los <~verdaderos» sentimientos de Odette hacia
Sw<lnn y de Albcrtinc hacia M<~rcel. Una págins de A la
su111bra de las inuchaclws en flor ilustra bien esa actitud en
cierto modo interroe:ativa del relato frente a esos seres i m-
penetrables, cuand; Maree!, rechazado por Albertine se
pregunta por qué razón ha podido negarle un beso la mu-
chacha después de una serie de concesiones tan claras:
... su actitud en esa escena no conseguía explidrmela. Por lo
que se ¡·dieren la hipótesis de unn ,·irtud absoluta (hipóte<:i!'
a In que bahía atribuido ~~~ principio !a ,·iolencia con que
Albcrtine .~e hnhín ncgndo n dejarse besar y poseer por mí y
que, por lo clcmfls. no c1;..'1 en ahsoluto indispcnsnhlc pnra mi
conccpci(m ele la bondad; de la honracle7. innatH ele mi nmi-
ga). no dc.ié cle darle vúcltas. ¡Ern tan contraria esa hipótesis
a la que ~·o había construido el primer día que hahía Yisto
n Albertine! Después, tantos actos diferentes. todos de nmn-
bilidad hncia mí (una amabilidad acariciadorn, a ,·eccs in-
quieta, alrll·macl::~, celosa de mi predilección por· Andres) ba-
ñnb::m por todos bdos l'l gesto de rudeza con que. pnrn CsL·::~­
par dl' mí. hnhin tir<1dl1 de In cnmpnnilla. Entonces, ¿por qut;
me había pL'dido que fuern n pnsnr In Yelndn cerca de su
camn? ¿Por qué hnhlaha todo el tier.npo el lenguaje de In tcr-
nurn? ¿En qué se basa el deseo de ver a un amigo, de temer
que prefien:\ n una amiga tuya, ele procurar agmdarle. de de-
cirle novclesc::1mcnte que los demás no sabdn que ha pa-
sndo la Y.clnda junto a ti. si le niegas un placer tan sencillo
~·si ¡:¡_o es un plnccr par;:-1 ti? Dé todos mbdos. no podía CTccr
que la virtud de Albcrtine llegnra hasta ese extremo y me
preguntabn incluso ~i no se hnbrí::1 debido su \'iolencia a co-
quetería, por ejemplo, un ol·or desagradable que hu~icsc
crcft;!o tener y por C'l cunl huhicrn creído poder desagradar-
me, o a pusilanimidad, si, por· ejemplo, crefa, en su ignoran-
cia de las rc<~lidades del amor, que mi estado de dehilidad
nerviosa poclíG contn_l!inrsc con el heso. 7 ~

255
. º-;-i.TJ_<.jj_s:j_y~ -~!~_....[Q.~-ª.lif!!5:.Ji>ll h~y_g!-_t~_J.nJ:.~;x.:
.~a~-~j i él2....::. <.?.!~
·~-í.~{! Wio:~~~0 i.:ii;·~ ~:~1ii~~ ~t~f···~ ~~·[1F·~ :~1~ill: ·*~it~ii ~~~Z~~¡J ~
!orma .. má~·--o-ment.JsJ].i.p.ot<.Hica,-eorrio·· cuando Mm·ccl <'.di-
vina .o conjctu n:1 el pcnsL~micnto de su inter-lo cutor scgün
1~ expre.s ión de su rostro: ((Vi en los ojos de Cottard , t<ln
inquiet os como si .tuvicrí: l miedo de perder el tren, que se
prcgun tnba si no se hélhría ~banclonado a su dulzur a natu-
ral. Intenta ba record ar si he~bfa adopta do una mélscal"CI ele
fTi::l.lclé.Hi, como cuando buscam os un espejo para ver si he-
mos olvichd o hacern os el nudo de la corbata . En la duda
por ' ncaso, responc .¡·IIJ/. grosct· amcnte ., 7111
y p::tra compcns t~r, !il
A mcn:uc.lo. se. ha ohr-;crv<H.lo, desde Spitzcr,~ IQ..i1.:...t;.~h!_~!,:!S..i.~
11

de e:.;;~s Iocq.cio ncs tJ,lgc.!:,,)ji;'.::m.t~~[-; (la/ vez, se¡~llrrllnc•¡Tfe, ..como


si, ¡w recer) qu~ .r>crm i tL:.r.u. .ü . . mu:~.:a<..locu~ci.L.Ili.t:ta.l.é.Lit:.~tLll~n.tc
.. Lr!..El.~'.~-!lc9.. 12SJ.CJ3:ü1-:aJl}~ma.r sin .~;a li ~~.~~le.) u.. foeal izadán ..i.ntr!.:.D.:},
~·que JV!a.rcc l.Muller consid era con rnz.ÓD <<coºrt".~1.0.~_clt;,Lrw­
JT~Ldm:.,,,:1 . q u a_¡ m pon~~-:~.hl. . .Y.G.r...t.! ª-e\~ Q.g.iQ. . ~!.n_~Jl~§....t;...<;u:~\,.J.'ll go..b.i.~
nó..STiJ~L.por .cnci ma ..9e...todas.. l <1~. ii.W~_ni.cl.q.rnJ?.r.e.§ -~!.<;J...PI9.~.~­
~onjsta.~ .~~¡] Vt:','. ta111bié n dsJ_pan:q~]or: pUC!'i uqUÍ tambié n
·(8. i.gno¡·a ncill es compa t·tida en cict~to' modo ó, dicho con
m<~yor cx::~clit.uJ, la ambigC tedml del texto no nos permit e
c..lccidir si el cclal ve·t.n L'S un efecto de e::;tilo indirec to y, por
tanto, si la v::~cilí:lción que denotn es sólo cosa del protago -
nista. Adem;:í.<;, ho:~y que obscrv<~r que el célrúctc r con fre-
cuencia mlÍltiple Jc esas hipótes is atcnüa c11 gran medida
su función de paralcp sis no confesa da, y accnt(m , por el
contrar io, su papel ele inclicac .lores <.le focaliza cióry. Cuando
el relato nos propon e tres explica ciones, introdu cidas por
tres ctlal vc7,,, a la brutnli dad con que Charlu s respon de a
la sctiora de Gaill1rc.lonHl o cuando el silencio del asccnso -
rist8 de Bnlbec es ~1tribui<.lo sin prcl'crc ncia a ocho cnusas
rosiblc. :s,"' no no.r.; vemos mús ccinfot· maclos, , de hecho, que
cuando MCircel ~e pregun ta ante nosotro s por las razone s
del rechaz o de Albcrti ne. Y aquí no podem os seguir a Mu-
llcr, quien reproc ha a rroust que substitu yct <•el secreto de
cada person a por una serie de secretit os,R4 imponi endo la
idea de que el verdad ero motivo se encuen tra nccesLt ria-
mente cnt~c los que enume ra y, por tanto, que «el compo r-

256
1
tnmicnto de un personaje es siempre suscepqblc de explica-
ción racion<tln: la multiplicidad de las hipótesis contradic-
torim; sugiere mucho méÍs la insolubilidad del problema y,
l'omo mfnimo, h1 incapncidad del narrndor parn resolverlo.
Ya h~n1os observados~ el carácter profundamente sub,ic-
tivo de lus de~cripcioncs proustianas, siempre \'inculadas a
unn <~el ividnd pcrcepl Í\'ll del protllgonista. Las d.~·~-~;.riEdQ.::
nl's proustian::1s estc.ín rigurosamente focaliiao'á"":.;:' no sólo su
'(('¿j"llr8cTó11~ii'O"';_~,;~;;·~nlJnCL\ 18 de In contdñiP.i~ci:Ón._rc~l'
Si ho 'q'tiC~'tiC!en1.'i.F." ·s¡:¡-co"ñ'üji.Cd o.:ñO'"s-lt¡J.C'J~;:\..TJJl .nc~~..io qu.~. ·p.er-
1

~:i.J?.f\:Jé(j'fí'vnni.cntc:·cfcoíi tcm pladot: .. No voh1a m os sobre C'sc·


tema, por lo ckm:.\s bien conocido.~" y rcco.rclcmos sólo la
import~mcin simhr',linl t'n F.11 husca rlc·l tfe1r1po perrlirln de
lns csccm1s en q11c el protnp:onistn sorprende por CílSU::d i-
dad, muciH1s \'eccs milagrosa, un espectáculo del que ~ólo
percibe una parte ~· cuya limitación visual ¡o auditiva res-
peta escrupulosamente el relato: Swann ante In ventana
que cree es lll de Odcttc sin poder ver nada dntre las 11 hojns
oblicuas dl' los rostigos,, sino sólo oír nen ~!silencio ele la
noche el murmullo de una conversacióni';R; Maree! en
Mont,iouvc.1in, que prcscncin por In vcntnnn ~a cscem1 entre
las dos muchachas, pero no puede distinguir ln mirnda de
la sei1ol"ita Vinlcuil ni ofr lo que su nmign ¡·le murmura <~i
ofdo, '!' pélrt1 quien el espcctficulo concluin.1 1curmdo \Tilf:!<l.
((con aspecto c.ansndo, torpe, atnrcado, honrpdo y tristcu,"
cen-ar los postigos y In \'cntlln"; 11 ~ Mnrcc¡J también, c~­
pir:mclo desde lo lllto de In esclllcrn y después desde !;:~
tienda vecina, la cccon,iunción, de Charlus ~- Jupien, cuy:-~
segunda pnrtc se reducid para él a una pe'rccpción pura-
· · ~·~ Marce 1unn vez mds,
mente nuc l..1t1va:· ..: sorpnm 1
d'1enc1o 1n fl a-
gelncir'm de Ch~1rlus en In casn de Jupicn, por un· uojo de
hucv latl·r;¡]".''11 Se guele insistir, v con rn7.óm, e" lt~ invcrn-
simÍiitud de esc.1s situnciones 01 y e;, la alteración disimulad<~
que imponen al principio del punto de vist¡ll, pero habría
que reconocer primero que, cori1o en todo fraude, hay un
reconocimiento implícito y una confirmaci6n del códfgo:
esas incliscrccioncs acrobáticas, con sus lilmitacioncs de
campo um marcadas, atestiguan sobre todb la' dificult<~d
q~1e experimenta el protagonista para satisfl1cer- su curiosi-
. 257
.
dad y penetrar en la existencia de los demás. Hay, pues,
que atribuirlas a la focalización interna.
Como ya heljl10S tenido ocasión de notar, la observancia
de ese código llega incluso hasta esa forma de hiperlimita-
ción del ~a~po: que es la paralipsis: el fin de la pasión de
Marcel ~ac.w 11 duquesa, la muerte eJe s.wann, el episodio
de la pnmt ta ep Com bray nos han ofrec1do algunos ejem-
plos de ella. ci:erto es que sólo conocemos esas paralipsjs
por la revelaci~m que de ellas hace el narrador posterior-
mente y, por tanto, por una intervención que corresponde-
ría, a su vez, a lla paralepsis, si con~ideráramos la focaliza-
ción en el prot~gonista impuesta por la forma autobiográ-
fica. Pero ya hemos visto que no es as(, y que esa idea muy
difundida proc~de sólo de una confusión igualmente difun-
dida entre las ~os instancias. La única focalización lógica-
mente entrañaqa por el relato <~en primera persona» es la
focalización e~ el narrador y vamos a ver que ese segundo
modo narrativ0 coexiste en E11 busca del tiempo perdido con
el primero. ·¡ .
Una manif~stación evidente de esa nueva perspectiva
está constituida por los Cll1l.ll1cios que hemos visto en el ca-
pítulo del m·ddn: 1
cuando decimos a propósito de la escena
de Montjouvai:n que más t:ldclante c.iercer~ una influencia
deci-siva-·cn-!·aLvicla-~~-~:1:.- RJ".Qt~goúisfá, .:_~?-~ ,<Úlver..tcnci" ·_no
_pue·ae Set_;"de ~r. .--siñ.Q_po_r_j}lCX2;!Ldel nar:r-adó;r.,.....C.QIDO, ..má-s
.er1 -geñeraC''hjd:"lS La_§ ··rQ.rm;:v¡_d~c__p.r.ole.psis.,.....q.ue_~5U.P-~I-ª.!l.
<.s1elí1"€feTsafyqJ_nte_rvenci9n ·de ~bxen~tl!:r.a.ke0P.:JQ:.<tH··lg_~-
$i!~_~J?r2~1tf:o.s) la~ ~apa~~dad~~-cJ.!; _cono.cimienlo_cleLp~o­
tagomsta. Y por'anttc1pac1on proceden claramente la:-; Jn-
-rohnacior'ies c.:pmplcmentarias int¡·oduddas po1· locuciones
del tipo de ddpué.c,· me e11teré ... 2 que cot·responden a la ex-
,lj

periencia postbrior del protagonista o, dicho de otro modo,


· 1• de l narra dor.
a la expenenma
1 No es JUsto
. atn.b utr
. esas m-
.
3
tcrvcnciomi~ ~1 <<noveli~ta omnisciente,, :~ representan· sim-
plemente la intervención del 'narrador autobiográfico en la
exposición de jhcchos a(m desconocidos por el protagonista,
pero cuya mc?ción no ct·cc el primero deber por ello diferir
hasta que el s/·egundo haya llegado a conocerlos. Ent1·c In

.
. 258 '
'
informüci<'ln del protagonist<l y b omnisciencia del novelis-
ta, hüy b información del narrador, que dispone de ella
aquí como le parece y no la retiene sino cuando ve una ra-
zón precisa para ello. El crítico puede discutir la oportuni-
d<tJ de C!'>OS COlllplementos de información, pero no SU legi-
timidad ni su verosimilitud en un relato de forma <~utobio"7
f!r<Ífica.
Además, hav ~cconocer que eso no es válido sólo
p~ raj_¡;\~- prp_~_sfs de i"Tifo~-~~)f;n--~iill.l~aii.diis.
-·El propio Mm·cel Muller obser·va que una fórmula como
«ignoraba que .. _,,,'-~-1 auténtico desafío a la focalización en el
protagonistn, ccpucde sig:ni!'icar después me elltcré y con c~a!'
dos pl;ime•·as pcrson<ts \'erba!L•s nos mantenemos 1nrliscut i-
blcmenlc en el plano del Protagonista. La ambigüedad es
frecuente,, añade, ccv la elección entre el Novelista v el Na-
rrador en In atribu¿ión de un dato es con frecuen¿ia arbi-
traria, .'l::. Me parece que el método riguroso impone aquí.
al menos en un primer momento, la obligación de no atri-
_buir al «Novel isla,, (omnisciente) sino lo que no podemos
'atribuir verdaderamente. al narrador. Vemos entonces que
ciertas informaciones que Muller atribuye al ccnovelista c-;,-
paz de <~tnn-esar las pareclt~s,,'lb pueden atribuirsé sin pro-
blema al conocimiento posterior del Protagonista: así, bs
visitas de Chnrlus al curso de Brichot, o la escena que ~l'
desarrolla .en casa de la Benna, mientras Marcel asiste a la
recepción de Guermantes. o incluso el diálogo entre los pa-
dres la noche de la visita de Swann, si es que el protago-
nista no ha podido de verdad oírla en el momento.')' Asimis-
mo, muchos detalles sobre las relaciones entre Charlus '"
More\ pueden haber llegado de una fm·ma o de otra a conc;-
cimicnto del n<~rraclor.''¡¡ Ln misma hipótesis es \'ólida parll
las infidelidades de Basin.·su conversión nl drevfusismo, su
relación_ tardía con Odette, para los amores desgraciados
del señor Nissim Bernard, etc.,'•9 otras tantas indiscreciones
v chismes, verdaderos o falsos,· nada inverosímiles en el
~niverso prou~tiano. Recordemos. por último. que a una..re-
l<tción de c~c tipo se atribuye el conocimiento por el prota-
gonisln de los amores rasmlos de Swann y Ode~tc, conoci-
miento tan preciso, que el narTndor cree deber excusar·lo
de una forma que puede parecer bastante torpe 10n y que,
por lo demás, no economiza la única hipóte~is capaz de ex-
plicar la foca lización en Swann de ese 1·elato en el relato:
a saber, que, cualesquiera que sean los posibles relevos, la
f·uentc primera no puede ser ~ino el pror.io Swann.

J.:!~ ~-rd a d e.2:;~ di fi e L!.Lt.~~-~Lc.omi~nza_¡::~\.l9.f.l_clQ.~~Lr..GJ.~ü.Q..J.,1QS


-~t.~_::!:smttc, en _el ~S~Q...Y sin rodeo _pe.r.~~Etible alg:¿.!}.Q~
pensa m 1en tos ds__o.J..f-9,... J2s;.rs.OJJ,aje.. dü.r.autc...u.na_.~s..c.er;m....cn~~-l:le­
- el' j)"ro!.~·ga.nT~rñ·e~~~- t~~~Y!.'.S~<J.o.te: la s~ño1·a de -Caril-
Dremer enla Opera, Cl portero en la recepción de Gucrman-
tes, el historiaclm· de la Fronda o el archivero en la rccep-
cic'>n de Villepal"isis, Bn~in o BréauJl!..en. __ la_c_c:n_~_<;.!L~':\_s_a _de
Orjanc. 101 Del mismo modo, tenemos ncccso, sin ningún
transmisor ap<~rentc, a los scntimicnto.c; de Swann para con
102
su mujl!r o ele Saint-Loup para· con Rnchel e incluso n los
ültimos pcnsnmicntos ele Bergottc ::~gonizantc, llll que -
·como se hn observado con frecuencia- no pueden haber
sido transmi6dos a Marccl, ya que nadie, lógicamente, ha
podido llegar a Gonocerlos. Ahí tenemos por una vez una
paralcpsis por siempre jr:~más y desde cualquier punto de
vista irreductible a la informadón del narrador, que debe~
mos atribuir al novelista «omnisciente,, .. , y que bastaría
para demostrar que Proust es capaz de tr:ansgnidir los 1fmi-
tes ele su propio «Sistema" narrativo. · ~
Pero, cvidents.rr.tcnt.c, ..no ..poclemos.. circ.un~c.rib.ir_c_l pªp~J
de hi. pc\í=8T~psis- a esa sola c;sccn·a, con cl __ pretextq .de que
-e_ ~.).<li!.!.~tst~.si li ~--.-T~.·r,~:'5..~D! ~~-];~~~i.!. iú1;.Q:5j b.Ui~Jn.~LH~ü~J' . g·i .ci::l te~
rio uccisivo nu es tanto In posibilida·ci material ni la verosi-
militud psicológica siquiera, sino la cohc1~cncia textual y la
tonalidad narr::~tiva. Así, Michel Raimond atribuvc al nove-
lista omnisciente In csccnD dunmte la CLWI Chm:lus llcvn n
Cottard ''una habitacic.ín'con tigun y convcnw con él sin tes-
tigos: ' .!J.5Lcla n.Q.§...Yf.SJ~:.c!.~..~~.n principio suponer qu_c ese diá-
10 1

logo, como otros, 111 · hayCI sido tran!.'mitido a Marccl por el


propio. Cottard, pero el caso es que la lectura de esa página
1mponc la idea de una narración directa y sin transmísor
v Jo mismo sucede con todas-las que he citado en el pótTafo
;nterior y otras má~-. en que Prousl olvida manifiestnmcnt c
1

o rasa por alto 1~ Ficción del narmdor autobif.¡g:rafo y lC\ fo-


calizaciún que entraña, y a (ortiori la focalización en el hé-
roe que es su forma hiperbólica, para tratar s~ relato en un
tercer modo, que es, evidentemente, lp f.Q~.ali~ac.ión-<;:<:!rO, e~
tl<._:_cir, la omniscicncia_j_c:L12P~~H~ta cJtl~i~o. Uo que -dicho
scáue r)5só=-5ci·íri íñ1posiblc si En busca del }iempo perdido
fuen:... como alf..J:Unos qukrcn ve¡· en él, una ~ uténticn mlto-
1

biog¡-~fía. DL' <~hí esas escenas, escanclalosc\sl, me imagino,


)1í.\l"é.1 \m; pui"Íslas del ccpunto de \'lStan, en qJ¡e _voy ]os dc-
má~ n~cibcn l'l mismo tratamiento, como si ~1 n~rrador tu-
viel·a cxnctumentc la mismn rcl~ción coi1 unb Cambrcmer.
un B LISIIl, .
. un 8 n:~ntte . «yon pas~c
. y· l'on su propto 1 1o: n L a ~c-
iiol·a de Ca111 bt-L'I11L't· n:-conln ha haber oído dJcir a Swann ...
1 Pnrn mí. 1.1\ pcnsrHnicnlo de las dos prim<lÁ ... 1 L<l sciiot·<'
de Cnmbremer intentntm distinrruir ... 1 Por+.¡ parte, ~·o nn
dudnba ... ": !'~rm.·i:miL' IL''\In c~l~\ conslnti~n manific!'ln-
mcntc sobre b nnttll:~is entre lo~ pcn~amitntos de 141 !'L'-
r1orB de Cambrcmcr y los de Marccl, como /si existiera en
alguna prlrk un punto dc.c;de el cual mi pct;'lsamk!'1to y el'
ele los dcnu'\s me resultaran simétricos: máximo de dcspcr·
.sonalizé.1ción, que no reafirma precisamentcj la im41g:cn del
famoso subjcti\'ismo prousliano. De ahf tam~1ién esa escena
de Mont1ouvain, cuva rigurosfsima focaliz~ción {en Marccl)
~:a 1 1cmos . o 1:JScrvac,.o en 1o que se re f'¡ere a 1as1 acc1oncs • • • '
\'1St~

blc~ y audibles, pero que. en L'ntnbio, en cum~to a los pcnsa~


mientas y los ~entimicntos, L'Slá cnteramcn~c focnli7.adn en
ln señorita Vintcuil: 111 ~> cc~inlió ... pensó ... se ~ncontró. indis-
creta, In tklicmleza d~ su com7.ón SL' alarmJ<L. ringi6 ... adi-
vinó ... comprendió, l'lc.•, Parece aquí como si el testigo no
pu el i era .. n Lvcr.l o.. nL c. n.t.c.n.dcrlo=.L6clO.,•.peí:O.::.~~jlJ:_a r,lili fo;:~~.d id-
~g-tgtl..o.s.....lo:s ...p.e.n5RD~i~pt.o~. Pero l~ vcr.d1d._ e.~··--~Yi.d_e_rttc~
11~ ~~.IJ-~.L: \.. ••9.\;!,L',.J.l L\Y••. dOS .~t:Od 1f;ClR·· lW Fr.l p l~.\.1 d0.\'L' !" ~· ·r_[');J.!l~.!QJJ.~. !.ty f.l.,
.t)g_::L..f.Ü¡;t.!J,YS,/~!.~:..!.~S~.U~.~.!Lqhl~2.!::..9.P.9.11~.:r.u?.)JJ._.~·p ~.9DJ\:í:1!'.S.g~.
·· Esa do7J e..focali~aciú11)_1·~~-r11sponde sin ·duüa .. ~quí-a la a.n-
t íJcsis .. qu.e .. 01;gan.iza ..tod~ .. csa .. p(tgina (com~ todo· el pcrw-
n<l.k. de la scilorita Vintcuil, c<virgen tímida))· y •e tipo 7.ofiol'),
entre la inmoral idnd brutal de las accioncs.kpercibida." por
el proté\gonisla-tcstigo) y la extraordinarid delicadeza de
1
los sentimientos, que sólo puede rcvcbr. ur narrador om-

261
nisciente, capaz /como Dios mismo de ver más allá de las
conductas y de, sbndear los riñones y los corazones. 108 Pero
esa coexistencia! apenas concebible puede servir de em-
blema al conjun~o de la práctica narrativa de Proust, que
~ sin escrúpulos, y como sin inmutarse, a la vez con
J~es ~osJos de fqcaliza~i.ó.n.._P-asando a yoluntad d~~t;QD_:-_
~supr~~gQJU~!E.a 1~ de su ~arrador y arO]ando~
sucesivamente en la de sus personaJes más diversos. Esa
t!~l'epQBrCión.~n·a~fv.i\_ñó' ti en e cg.mp.ru:acié~p.o~il>k~
la ~LrnP-Ic=om,nt!i~LSllS.1~9..s..J_a nov~flsi~&.E.ll~~~s.a.EL.'1
sólo, como Sartre
,._.._~ 1
reprocha~Maurinc, las ...
condiciones
... -.••.
de
.....
~-.--···--· ...--····-··~·-
l~!!_~ión realista: transgretic tmn u le~· ele la razón, _5.g[Ú't-n~-
1~ cua rno5C~n.~das.~.!JlrJ!:!:f!.!.~c.!::ft~trkJ:..llr~r(-Y0rrccoge ¡:-
de nuevo la metrfora musical empleada más arriba, hemos
de decir que entre un sistema tonal (o modal), con respecto
al cual todas lasj infracciones (paralipsis y paralepsis) se de-
jan definir comr a Iteraciones, y un sistema atonal (¿amo-
df\l?), en que ya no prevalece ning(m código y el propio con-
1

cepto de infracciión resulta caduco, En lmsca del tiempo per-


dido ilustra basfantc.bien un estado intermedio: estado plu-
m], comparabli al sistema politonal (polimodal) que inau-
gura por cierto¡ tiempo, y precisamente en ese mismo año
de 1913, La co~sagr:ación de lP: primavera. Conviene no to-
.mar....,esa comp~t-ación en sentido demasiado literal; 10 '~ que
1
nos sirva al mepos para revelar ese rasgo típico, y muy sor-
prendente, del ¡relato proustiano, que nos. ~ustaría llamar
su polimodaliddd. .
~~~---r--

- ~;. ~f~ct.Q,_Jsa p~si::_~-~am.hig1lª-..2t.-..ffi~jpt,_~QITIP.ki.ª' ·/·


deliberadamente 1
.-auon:nca,_mo
··=·.:, •.. -·-- '-=-· ...
caractenza sólo -recorclc-
--___..,..........- - - - - - - · ·
maslo para corycluir este capítulo- el...§.is.tem.a_.d.~-f~U.?~!-
ciónt sino toda la práctica model de ~n ... b.11$.Ca.deL.t.ie.l11PQ_
PEdid_o: coexis~encia paradójica de la mayor intensidad mi-
mética y de unr presencia pel narrador en principio-contra-
ria a toda mimesis novelesca, en el nivel del relato de las
acciones; pred~minio del discurso directo, agravado por la
autonomía esti~ística de los personajes, culmen de la mime-
sis dialógica, ~ero que acaba absorbiendo a los personajes
en t.in inmenso juego verbal; culmen de gratuidad literaria,
- .4' •

262 i
~mtítcsis dl'l realismo; competencia, por úl-timo, de focali-
wcioncs teóricamente incompatibles, que transtoma toda
la \(lgjt;_~_~l~Jn representadón nnrrativa. Esa ::¡u~~ersj§ii.s!~l.
modo b hemos visto en varias ocasiones vinculada con ln
-~e t LYl d_p e!..!?· ITldQ_r-._la:Qf]se]:cra c_acLn~·~-~a:o~=mlsrño, ~}ltn­
[, pcrturbndora intervención de 1-ª....fi.wnf~ narrativa: ae la
nannCiOñ cn-eTn:!r5TO."'E~\:dtima instancia _:·la--de la.vb.:=-
i.'s.. rñ··-qué··-zrcbémos- ahora examinar por sí misma, después
de habcri1os encontrado tantas veces con ella sin querer.
\_
)

l. _,92 e a )QS, CL Fi~lti'C!.'i I/, páE!s. 50-56,


2. La trauucción cm-riente de huplé diégésis por usimple relato•·
ml' parece un poco desviada. Haph; dú;f!,ésis es el relato no me;::,clado
(en 397 b, Pl~tón dice: akraton) con elementos miméticos: por tRn-
lu, pttro.
3. Poética, 1448 a.
4. Véase en particular Pcrcy Lubbock, The Craft o( Fiction. Para
Lu hbock, e• el arte de la ficción comienza sólo cuando el novelista
L"unsidcra su historia un objeto que mostrar, que exhibir de tal
modo que se cuente a sf mismo,,
S. Wayne C. Booth, Tite Rhe'toric o( Fiction, University of Chi-
cago Press, 1961. Notemos que, paradójicamente, Booth pertenece
a In escuela neoaristotélica de los "Chicago critics••.
6. f/(ada, v. 34-36.
7. Répuhlique, trnd. Chambry, p. 103.
~ ~ 4 -Wfi,LU.-I·LLIUÚ.:ctLiwLS...J....t.,_piJ..!!-:>... _8A:.8 ~,
9. P::lgs. 12.3-124.
10. "Poinl uf Vicw in Fictiun» (PA·JLII 1955), in Ph. Ste\'ick.
comp., Tlu! Theory o( the Nm't{ Nueva York 1967, p. 113. Esa su-
puesta imperfección del .relato biográfico aparece descrita con prc-
i:isión por A. A. Mcndilow: "Contrariamente a lo que se podría cs-
pct·ar, la novela en primera persona raras veces consigue dar la
ilusión de In presencia y IR inmediatez. Lejos de facilitar In idcnti-
rh:nción de\ h:ctor COll c\ prot<I);!DOÍStL\, !:IUCk pnrCCL'l' alc_indn en el
1kmpo. La cscncin de st•mejantc nuvt•ln es ln de ser ¡·ett·ospt•cth·::l,
la de cstnblt·ccr una Jistancia temporal reconocida entre el tiempo
dt: la historia (el tic los acontecimientos que se producen) y el
1icmpo real t:lel nnrrauor, el momento en que cuenta dichos acon-
tecimientos. Hay t!.J1n_.d.ifc.t:enci.a-Ga.pi-ta.l~entr:.e...utL.r..&.l.ata.....didg:irlg~
ci,a,ad~la-R.te-n .pn.~.r.... dG-ltm.§~go, somo ..e.n J a_ngy_e 1a._~rLt ere era p_er-
_..5.Q!Jil-~U.r.w:ciato vuelto ha~i.e atní.La._p.arii.r.._d_el presente,,cor:ng J!.n
1a ~f!D_pru:ne¡:;a-persona-.-En__e 1 p:¡;:i m ero, tenemQ.s.-l.a_ilusi.ón.
de-que la acción se está prodncicnd~r:t."r:~lo 1 ,_l~~~
----
¡?r 263
percibe como va sucl'llitlan (TiiiiC! and thr! Nnvr.l, Londres, llJ~2.
p;"ij:f(.-TOl1;lQ7)".''·--·"····- . .... .
11. T, V. 2ñ-32.
12. Tn1tl. Ch<llnhry, p. 103.
13. G;1rnicr, p. 301. Asimismo, Mathilclc, que estaba dibujando
en su úlh11m, «c.rcla111ó arrebatmla ... n (p. 355). Julien llega hasta el
extremo de «rd'lc:xionar, con el acento gascón: «Es cuestión de ho-
11llr, se dijon (p. 333). .

14. "Elb dijo: "Ha de clarks los buenos días", (1, p. 697). La
paradojr~ rndic;1 en que se da la intrnducción como una cita litcré11,
ilcentu;,d;J por una irnit<~ci(Jn de In voz.. Pero .<>i Prnn¡;:oise se cunl.cn-
tClra con un •·Me ha dicho ·que lcs•tlé los buenos día:-;u, entrada en
la norma del discurso imlin:clo. ~ 1
15. !..e St_vle i11direct lihre, Pnrfs, 1926, págs, 57 y ss.
16. De di~gcsis y de mimc.o:;is en el sentido platónico.
17. Transmitida por Valcr·y Larbaud, prefacio, cd. 1O-IR, p. 8.
Es::~ conversación se produjo en 1920 o poco después. Recordemos
que la novc:l<l dnta de 1887.
IR. El pn.1rio Du,i;1nlin insiste más en un criterio cstilfslico que
es c!l cr~J·:lcler, ~eg(m él, necl'sarinmcn!c informe del munólo~o inte-
rior: •·dic;curc;r:¡ ..-.in o.venie -y sin p1 r.nuncinr pm· el cu<1l un pcrsrmn,ic
cxprcs" su pcnsnmiento müs íntimo, el mñs P''•.ixir>lo al im:nnscicn-
tc1 anterior a toda oq,?:anizr~citin J(,gica, es dec1r. en estado nacicn!c,
mediante frases lHrcctas reducidas al mfnimo si.ntáctico, para dar
la impresión de 111r1terial e11 hruton (J.R 11!0110/ogrte intérieur, Parfs,
1931, p. 5.9). La cone:d6n entre la intimidad del pensamiento y su
carácter ilógico e innrticulaclo es en este caso, manificslnmcnte,,.un
rrcjuicio Jc época. El monc',logo de MoJI~· Bloom responde bns-
lantc bien n esa descripción, pero Jos de los personajes tic Bcckell.
son, al contr<lri!J. m;~s bien hipcrlógicos y raciocinantes.
19. Vénsc al respecto L. E. Bowling, ct'What is thc strcam o!'
consciousncss tcchniquc'?, I'/\4LII, 1950; R. J-Jumphrcyl Strc~am o(
Crmscinusltess in 1he 111odcm Novel, Bcrkc Icv 19 54; Me: lvi n Pricu-
1

mnn, Stn!W/1 o{ Crmsciottsltcss: a Srucly i11 litera1y Merhorll Ncw Ha-


ven, 1955.
20. T, páf.!s. 29R-300. (El subrayado es mro.)
2 i.. T págs. 300-301: ror lo demás, este monólogo es scucloi tcra-
1

tivo.
22. UT. r~1gs. 421-422.
23. T, p~gs. 286-289. (El subrayado es mío.)
24. TT1, r<íg:-;. H90·H9l.r(EI :-;ubrayndo es mfo.)
2S. Vl-D~C al I'C"J1t'CIO Michcl Raimont.l, T,a Crise du rriiiW/1, r~l­
ds, 1967, p{lJ.~!i. 277-2H2, CjiiC exnrninn la opinión cxpre:-;ncln en 192:-i
por Robcl'l Kcmp ele qu~ Prousl practicaba el mon6logo interior y
concluye, como Dujnrdinl ncgativamcnle: «Esas pcrs~ccti~as pnrc-
ccn conducirlo a veces a las rrontcras d.el monólogo mtcnor, pero
nunca le~s cntza y en la mayorfa de los casos se aleje~ de ellas.n

264
26. 1, Jl<ÍI:!S. 4 5-46.
27. 1\rt. ~:il., p. 37.
2R. 1Jf, p. ~..J.
29. Il' p. 762.
JO. Como en l'i dt• Swnnn. r. pt'1g:s. 37~-381 .
.'\J. l. p. ~. (F..J !'llht·t~~·;:~clu L'S nt!C!'tro.)
.'\2. El dL· Jt,s 111L'l1ÚS de Frnm;oi!'e, r, p. 71: Una br~rbmlt~ pnr-
IJIIL' ln pt.•scm!t:rn le habín garnnti7.t1UO que cstal a muy Fresca, un<~
JHn'a porquL' lmbfa visto una hermosa en el mercado de Roussnin-
\'illt:-le-Pin, ele.•>, en que el can.íclcr de cita no btñ muv mnrcack1.
~al\'<.1 L'll Hlll\'-1 pil'l'lltl eJe L'OI'dl'l'l1 asad;:¡ )101'qUe el aire li"brc abre C'l
apeti1o -:-· lc11Ía til·mpo de bajt~r de nqui a las sibe» (Lips, p. 46). y
L'Sil' ol ro, m;:ís manil'ics\o );!l'<ICias a la intericcdón: uSubbmos de-
prisa a ct1st1 de mi lía Léonie p<H·a tn.nqi.liliz.brla y demostr<1rlc
que, cont1·ariamentc a lo que yr~ se imn;inaba.l no nos había ocu-
r-rido nada, sino que hnbínmos ido por a partk ele Gucrrnantcs ~-­
t•so que rni lfa snbfa perfectamente, qué caramba, que, cunndo d<l-
hnmos ese paseo, nuncll podi<II110S estar seguro~ de la hora a In que
,·nh'L'I'ÍHmns" (l, p. 133; Lips, p. 99). Veamos otro en q11c lt~ f11cntc
del disnll'so (de nuevo Fmnt;oise) SL' vr~ marca1ndo cadn \'<'7. m<l~:
··Eslabn lllll~· L'lllucionada porque h:1hía estalla1do un altrrcado lc-
rrihk L'lll re d laca~·o y el purleru chivnto. Ln d~1quesa, con su bon-
dad, tuvo quL' hace¡· un simulacrc.~ de pa7. v pcrd~mar al lacayo. Pues
era buena ~- nqu~lln casa habría sido el lugar tclcal. si no hubicr<~
cscuciH1tlo lus "chismes'',, (JT, p. 307). Como se ve, Proust no Sl'
atrcw a nsumir sin comillm; el léxico de lt~ cr]'ada: señt~l de grnn
timidez en el L'mplco del estilo indirecto libre. ·
. 33. Crmrre Sriilltc-nl.'tt\'C, Pléiadc, p. 272.
34. Gaclnn Picon, Malrntt:r rmr lui-mémc, P .rfs, 1953, p. 40.
35. Pi~un!s 11, P''f:!S. 223-294. Cf. Tadié, Pmtlst el le Rrmrmr, cnp.

VI. 36. Aunque .<6lo rucra por Mnlroux, que no lcjó


de atribuir tie<
lingi.lís1icos a t~lgunos de sus protagonistas (elisiones de Kntow,
nmuchncho» de Clappiquc, nNongn de Tchcn, ~concrctamcntcu de
Prmlt~.<;, manfn de las definiciones en Gnrcía, de.). ·
37. Lo que no.signiFica que el idiolccto cs\é dcspro\'isto nquí
de todo valor típko: Bricho! hablt~ como pron~sor de.!~ Sorbona,
Norpois corno diplomático. 1'

3~. 1, p. 68. .
39. S!L•~tcllwl c•t les Pmhft1mes rltt romrm. París, 1q54, Tl rnrrc.
Vl'nsc unn blhlior-rílffn cde!'lrka, dt• este tema! en F. vnn Ro,.._mn.
"Pninr dl' Vlll' 0\1 rers¡wcrivt• 11:11'1'1\liven, Pncf!t'rfllf' 4. DcsdC' el J1l1J_11!1
dL• vistn hisll'll·ico, R. Stnng, Tlrl' Thcorv of 1 lf! Nm•c•l irr E11p)c111rl
18.'i0-1870, cnp. llf; y M. Rtiymund, op. 'cit., l\j pnrtc.'
40. (Arderstatulil1g Fictimr, Nueva York, J9t¡J,
41. Die tvpisclren Erz.iilrlsituatioi1CII i11 Roma11, Viena-Stult!!art,
1955. . 1 ..
1
42. ,,prJint or view in Fictinn", arl. dt.
43. ''DistanlA: <md Point of vicwn, Essavs 111 Criticism, 1961,
trad. francesa en Porftique 4. . ,
44. Studies ir' 1 tite narrative Teclmique of' thC' {irst-¡wrsrll'l Nti,•l'l.
Lund, 1.962. . .·
___ 4s:···J. Pouillpn, Temps el Roman, París, 1946; T. Todorov, •<Les
Sfl.J.ggw:ic.s~dU-r.~e-il-l.iLt.ér:ai-r.en.,..~ar.t.. . f2·Í L .- · --
46,. Ya utiliznJo en Fig11rcs ll, .p. 191, a propósito lk•l rdnto
sfcmlhaliano: 1
47. Podc.mo1 comparar esta tripartición con ln d-1'tsiricn<:i(m en
cuatro térmlllo!l prorucsla por 13ol'is Uspenski (Putrtika Com¡ur<.icii,
Moscú, 1970) pbr e unive psicológico,, de su teorfa general del
punto de vista (~éase la ccpuntualización)) y los documentos presen-
tados porT. To~orov en Poétique 9, febrero de 1972). Uspenski dis-
tingue dos tipos en el relato con punto de vista, según que dicho
punto de vista fea constante (fijado en un solo :personaje) o no: es
lo que yo prop~ngo llamar focalización interna fija o variable, pero
para mí no son¡ sino subclases.
4R. Véase a¡ respecto Lubbock, Tl'le Craft o( Fiction, cap. VI, y
Jean Rousset, n¡Madamc Bovary ou le Livre sur ricn)l, Fonne l?l SiR-
ni{ication, París, 1962.
. 49. VéL~sc ~ousset, ,;Le Roman par lcttrcs)l, Fnnne el Signijlco-
ttm1, p. fití. ..J ·
50. V~nsc R!aimond pftp:s. 313-314. Prousl se intcrcs~1 por L'SC li-
bro: véase; T~c..qé, p. S2.
S 1. l..a C.rts~ du roman, p. 300. . .
52. Se lrat1 del salvamento de Aouda, en el cap. XII. Nada IITl-
pide prolongar ese punto de vista exterior sobiT un personaje que
seguirá siendo misterioso hasta el t'inal: es lo que 1-.ace Mclville en
El hr~mbre de.· al·on(iam:a y sus mrísr.aras o Conrnd en El 11egro del
Na1·crso .
.'i3. Esa •ci¡!•norancinn inicial se )i¡,, convet·tido en un topos del
comienzo tk- ¡,1 novela, hasta cuando el misterio debe adarnrsc in-
mcdialamenlje. Así, en el t:LI<:trto párrafo de l.A edllcaciát1 SC!I'IIÍ111l'll-
fal: •< Un joven de dieciocho años, lar/;!os en bellos y que lll·vaba un
tílbum hajo d hrnzo ... » Parece como si, para intmdHcirlo. l'l nuiPr
debii.·rri ringir 10 conu~:cdo; unn vc7. cumplido e~L' ritu. J1lll'lk l'llt-
ralmnr sin m~s tapu,ius: uEI sciior Fn•déric Morenu. l"l'L·iL~n licen-
ciado, etc.n Lo~ dos til:nlpos pueden nprnximnr.<iL', pnu dehl'n :-n
dif'tintos. Ese qanon interviene tamhit;n, por ejemplo, en Gen11incrl,
en que el protagonista es pl'imcro «un hombre,,, hasta que se pn.~­
senta: ~<Me 11~1 mo Étícnne Lanticrn; a partir de lo cual Zola lo
llama Étienne En cambio, no se da en .James, que pcnclrn de en-
tnula en la in imídnd dt· su prolrqmni!:>ln: uLo primero que hizo
Strethe1·, al ll~gílr al ho!el...u (!..os em/Jajadores),' :~K~tc: c.roy espe-
rnba' a su padre ... , (Las alas de la palo111a),· uAI pnncrpe src:mpn: le
había gustado su Londres ... " (La copa de oru). Esas vnrincioncs me·
:::rían un "'!"dio histi>rico de conjunto.
."'4. 111 parll.'. L';lr. l. cr. S:\rt re. !.'ldillt di' la /rPIIillc. pa¡zs. 1277-
12.~2.
c;c:;, P. 1.'\S.
:'i6. Vt_\\sl' R. lkhr;\\', unu mndl' n;wrr~tif tbn~ ks Trnis Ctlllft'~··.
l.ilfr;nlftll't', tn:1Ytl tk 1471.
':'7. !..01 pnsi~·i<'lll de B01lzac L'S m:'is eomplL·.i". Con t'n·cuenci;'l st·n-
tinHis In IL'Ili<IL'il·," Lil' \'L'r L'll vln·\atn hnl?.í\l'Íílno.c-1 tipo mic;nwt~ ·1
rt·l:\1(1 dl' ll:liTadnr nmnisvkntt·. IWI'O ~L'I'Ía nh·idnr el pílp~_· 1 •k la
j¡,._-aliz;H·ir'•n L''\llTn;\, qllt' ;w:d)P ._¡._. 11\t'lll'Íill\:lr L'l11l11l pl'llt'L'dimit·nl"
do: :lpl'l'llll';l,~· l;tnlhit;ll sitllal'Íili\L'S 1\l(\S Sllliks. L'!ll\llll'll la.-. I'•'Íil1t'·
r:~s p:í.~in:ts lll' 1 '1111 rlflhlc finuifiu. en qut• el rL'li.11ll SL' !'l.ll':1li7;-~ ura
t'll l'nnoilk \'su mndn.:. om en el seiior de Grtlm·ilk v cnd<:~ un;~ dt·
t'Si\s l'nL·::di7..<1L'Íurws intt·rni.1s s\rn: rara L\i~br <1l otrÜ pr.:rs0nnir.: r11
)..!1'\lpn) L'll ~u C'\ll'T·ioridéld mistc¡·\o!";a: entn:cn.tznmicnto de curin.;i.
dndcs qtH: por l'unzél hél de t\\'i,·ar 1<1 del lector.
)R. Chorrn·use. Gélrnicr ('\1:.1rtinetlu), p. 38.
:'\9. Tcn!ps 1'1 Rnnum. p. 7Li.
A(). O, t'l1 ._.¡._·inc. IA1 da111o cft·( fo.l!.n de Robert Mont~omen·. L'n
qllt' l:1 l'óÍillóll':l 11L'llprt el· lttgélr- til•l prnt~!!llllÍSt<l.
h1. ,.(llll'lltlliL'tÍII\1 iJ J'nn;lh-St' .;tll.ll'llll'~lll' dL'!-- n.'•citS••. ('rPIIII/11111·-
1-\, p. ::!11.
t'(I/Ífli/S .
· h2. Pn''"' ;H.h·i._·,·tL' en,;::/¡¡,.¡,, t'll d l'llflt· esta fr:~.;e de 1~ qut·
d in· k
L'l lll 1'ól/1 in '-1\IL' SL' 1/ITt',l.!,/cr 1'f 11/111 {!fft'r/¡•: u !1:1 ;1 Ja pl'Lillt.-1':1 p;¡ 1':\
ir :1 \'L'I' t!L- 11\ll'\·,, ._.¡ lndrt• ,. -;¡¡o.; ¡,j;¡s, ._.¡ \·~lk ,. sus \'Ífledos. di' In'
r¡rlt' /J/11'1'1'1 1111 rltllnit·nll"rtll'~lsiuflllrl(l" (Ctlll/1'!' S~rill/1'·/ktn·r·. Pll-i:tdl'.
p;Í!,!S. 270-2/1 ).
'ti3. l. p. 751.
ó4. .•\s¡wcts n( tlw Nrwd, Lnnd n•.;, 1q 27.
A:'i. "M. rl'óii1C,'IliS M:1urial' t•t In liht•l'\t;., ( 1030). en SitttafillliS l.
r.A. r. Ll ..,.
h 7. Vt;<ISl' t:igttl't'S TI. p:lg,s. 1~ 1, ·1 ~:;.
6~. 'li'llll'' 1'/ Un11w11. p. LlO.
foY. Ot1·a p;ll·;,lip'-'is mu.v l'1;11·a. t'll ,\fi¡:ttrl Srmt:,f/: " p;~rtir lkl
l':l/1. \'1 dt· !;1 11 (l:11'1t' .. lulin \\·rllt' 11o1<; nntlt:1 IP l]lll' t'l1'1'Pl0l.!;Pili'-r.1
S:l )l' pt'l'lt-t•(;\1\IL'IliL'. ;1 -<:tbt'l'. l]llt' 1\ll ~~~ dt•j(l~_·it•l:t1 t•l •<tbl._- illt';llldt·'-
l'l'llll' tk ( )¡~;ll"t•ll ..
/(1. (;;11:11\t'l'. 1' 111
71 rr.\tl '~•'\11t_t'll,l1. l.d''"'' 1' ;•
-¡ 2. {.)¡1. ,·it .. 1'· 111.1
73. O {L-omo vert·nws en t•l c::1pítulo siguit•ntd dt· un pet·son<:~ k-
testigo del tipo de \V<1tson.
74. Nnturnlmt·ntl', esa distinción no es pertinente sino en t·l
c~sn del rL·bto nptohiop:rúfin> dt· l'o¡·mtl .clñsicn, en que IC\ n;¡n·L\L.·ir·lll
t·s haslallll' pnstt·r·ior ;1 lns ;tl.'111llt'L'ÍilliL·nt(IS p:11. ., quL· la ínfrll·mn-
t·i._-,11. tk-1 ll<trl'óldor dil'kra st•nsihkrnL'rTtt' tk la dl'l protn).!oni.;t;~.
Cuando la IHllTill.'ÍÚn L'S contempm·~mcn de la· historia (monr·l¡fJ[!Il
intt•¡·inr·, di;ll·in, l'OlTL'!>pOlltlt'llL'Ía). la l'ncaJi7.<JCÍÚn interna CO el n;l-
rrador· SL' I'L'dlll'L' a 1111<1 fl1t:llli7.:ll'ÍÓ11 t'll el rrota~nnist;; . .1. Rouo:q•(
lo c.lemucst ra en el c<1so de In novela epistolar (Furme er Sigr1if/c:a-
lion, p. 70). En el c1pílulo si¡,ruicnlc volveremos a hablen: de esto.
75. Sai1ido es que se interesaba en In técnica jamcsiana del
punto de ''Ístn y, en parl icul<.1r, en Maisie (W. Ben·v·. N. R. F., Hm11-
111age ci Maree/ flrousr, p. 73). •
76. 7 de febrero de 1914, ChCJix Kolb, págs. 197-199.
77. Sobre In ignorancia ck: M<u·ccl respecto de Alberline, vénse
Té\t.li~. págs. 40-42.
78. r. p{q~s. 940-941.
79'. l, p. 49R. Cf. una csccn<l nnálo¡rn con Norpois, I, pfigs. 47B-
479.
P.O. «Zurn Stil Mar-cel Prouslsn, St_ilsrr,diel1 (1928), Érude.'i de St\'-
/e, P<Jrís, 1970, p(¡gs. 453-4.'i.". ·
,Q, 1. Foix 17(1rrailves, p. 129
R2. TT. p. lí53
83. "No respondió, Y'-' l'uc!'a por exlrflf¡eza ante mis pnlnbrns.
ntcncic)n n ,'ill tmbnjo, prcocupflción por la etiqueta, dureza de
oído, respeto del lugnr, miedo <~1 peligro, pcre7.a de la inteligencia
u urden del clircct.orn (1, p. n65). . .
R4. P. 12R.
H'1. P:igs. 1.15-13R. .
Ró. Sohrc el upcn;pcctivis mon de In descripción proustiana.
véa.'H-~ M. Raimond. púgs. 33R-343.
87. I, pá~s. 272-275.
88. I, págs. 159-163.
89. II, p;)gs. 609-610.
90. IIT, p. 815. -
91. Empezando por Pmust mismo, evidentemen te preocupado
aquí por prevenir la cr(ticn (y desviar la sospecha): u De hecho, ln.c;
co!';ns ele ese tipo que presencié tuvieron siempre, en la puesta en
escena, el can1ctcr mós imprudente y menos vcros(mil, como si ~e­
mejnntes revelaciones no debieran ser la recompensa. sino de un
acto lleno de riesgos, :nmquc en parte clandc¡¡tinon (U, p. óOR).
92. I. p. 193; ll, págs. 475, 579, 1009; TJI, pngs. 182, 326, R64,
ele. No ocurre lo mismo con las informacione s del tipo de me ha-
11ícll1 cm11rulo c¡ue ... (como en el crt:-;o de U11 amor de Swnrm), que
son uno de los modos del conocimiento (dC' ofclas) del pl,Jtagonista.
93. Es lo que hn visto pcrl'ccfarricP•: :- M. Mullcr: u Nattú·nlmcn-
tc, dejamos ele -l~1dn los casos, hnst:mtc nnmcrosos 1.'11 que el Narr<l-
dor n"nticipa lo que r~ún es el porvenir del protagonista a partir de
lo que· e~; su p<lsad() Cdcl Narradhr). En esos cnsos no h01y omnis-
c:icnda ckl Nuvclisi:J" (p. 110).
r.)4. 11, p;Íf:!"· ~~4. 1006.
95. Piqrs. 140-141. .
96. Pc'lg. 11 o.
97. In.· p;'lgl'i. 291-292; TTI, páJ:!s. 995-999; 1, p. 35.
98. Incluida In c~cenn e.<;c¡¡hrosn de la ca<;a de Maineville, que,
por lo demás, _atestigua csn relélción, Tl, p. 1082.

268.
qq. 11, p. 7'?t9: lll, PÚI.!S. IIS-11~: ll. p<ig~. 854-855.
lllll. l.p.l~6.
1111. 11. púgs. !i6-S7, 6'?t6, 21S, 24~. 524, 429-4JO.
102. l. p<íg.s. 522-S2~; 11, pLÍ!,!S. 122, 156, 162-163.
10.\, \11, p. IR7.
104. IT, pñp:~. 1071-1072; Raimond, p. 337. i
1O.'i. /\sí, la t.:onvcrs<H.:iún l•nt n: los Vcnlurin sobre S<lnictte, 111.
p ..126. !
1O(i. ¡\ cxcepci(m de unn fr<tsc (p. 163) focali?.ada e~ su ami[W
' dt· 1111 usep:urnmenten (p. 161) y un. utnl \'C7..n (p_. \62).
107. 11. G. Rudp:ct·s, l'm11sf\ Nnrrnrin! Tcclmique5, p.IIOP.. habla
d,· ··d11hk vb·dt'llt" a propcísilo de bcompelcncin entre !el prolap:o-
ni-.ln •csuhietivo" ,. el natT<ulor ccobietivo••. 1
1n~. Sohn~ los' n.o.;pccto.s lL:cnicn~ ~- psicológicos de esta escena,
v,:;'"L' L'l L'.xcdentc comcnlnrio de Mul\cr, p<1gs. 148-153, que cle-
111\IL'slrn, en particular, que b ·madre y la abuela del protng:onista
'-t' l'llcllentrctn indirect<l, pero estrechamente, implicadas en ese
;n·lll de usndi!-imon filial cuyas n~sonnncins personaJe~ en Proust
'·"1' inmcnsns y que hay que ¡·elncionar, evidentemente, con la
• t cJnksitin t.k• unn muL·Iwchn" dL· Los !'faccrt'5 y los rifas y de lo~
·Sl'nliuticnlos fili;dl·~ dL· l\11 pnt-rkida••. 1
l!lll. Snhido es U'ainter, ll, púgs. 422-423) qué fracaso ftte el cn-
l'llt'llt l'fl PI'J:!ílllÍi".íH.IO l'n mn~·o de 1922 entre Proust ":' s:tnwinsky (y
lcl''l'L'). Por lo dcmús, también se podría comparar la prríctica nn-
1r;l1 Í\'il ¡m.11.1sli<tna -con esm; visiom:s mül\ iplcs y supe.;pucsta:; que
,¡ntvti'f.a, tambi~n en la misma época, la rcprescnlnción cubista.
,_SL· rl'l'lTiri\n a un retrato eJe ese tipo estas líneas del P,rcfacio a las
l'rtfalmrs de pi11tcw: "el admirable Picasso, que ha conc'cntrado pre-
vhamcntt• todos los rnsgos de Cocteau en una imngen1 de unn rigi-
1
cl1·t lan noble ... •• (Crmfre Saillte-Rc!ll\'l', Pléiat. c, p. 580)?
1
1

269
S. Voz

La Ú1.stancia 11~lrrativa

-. «Llevo muc'ho tiempo acostán'dome temprano>>: eviden-


tement~, semeJante enunciado no se deja descifrar -como,
1
digain.os, <e El a gua hierve a cien grados>> o "La suma de los
~ngulos de un friángl.tlo es igual a la suma de dos rectos»-
sin ten · uién lo enuncia la situación en que
1151 enuncia; yo /sólo es identificable por referencia a e y el
·pasado ya transcurrido de la «acción» contada no lo. es sino
por relación alj momento en que la cuenta. Recogiendo los
'términos conocidos de Benveniste, podernos decir que la
lústoria va acorilpañacla aquí por una parte' del discurso y
·no es demasiado difícil mostrar que prácticamente siempre
·es así.' Inclus~ el relato histórico del tipo de ccNapoleón
murió en Sant~ Helena» entraña en su pretérito una ante-
rioridad de la J1istoria respecto de la narración y no estoy
seguro de que el presente de <e El agua hierve a cien grados>>
(relato iterativb) sea tan intemporal como parece. El caso
es que la importancia o la pertinencia de esas implicacio-
nes es esencialfuente variab'te y que esa variabilidad puede
justificar o imponer distinciones e imposiciones con valor
al menos operativo. Guando leo Gomhara o La obra maestra
desconocida m~ intereso por tma historia y poco ;·me im-
porta quién la cuente, dónde y cuándo; si leo Faciho Can e,
no _puedo_en ni'1~gún instante pasar por atlo la presencie~ del

270
narrador en la historia que cuenta; si se trata de La casa
Nucingen, el propio autor se encarga de atraer mi atención
sobre la persona del conversador Bixiou y sobr·~ el grupo
de oyentes al que se dirige; si se trata de La posada roja.
seguiré seguramente con mayor atención que el desarrollo
previsible de le1 historia contada por Herm::mn las reaccio-
nes ele un oventc llamado Taillefer, pues el relato tiene dos
niveles y e~ el segundo -aquel en que se cuento- es en el
que el d1·ama es m:.ís apasionante.
Ese tipo de incidencias son Jm; que vamos a estudiar en
In categoría de la \'OZ.: ((aspecto>>, dice Vendryes, cede la ac:
ción verbal considerada en sus relaciones con el sujeto>•, su-
jeto que aqui no es sólo el que realiza o sufre la acción. sino
también el que (el mismo u otro) la transmite y eventual-·
mente todos los que participan, aunque sea pasivamente.
_en esa actividad narrativa. Sabido es que la lingüística~
tardado un tiempo en emprender la tarea de explicar lo quL'
~envenistc h::lllamnclo In su/Jietil'idad en el-lenguaje.~ es de-
-cir, en pe1sar del anfllisis d'c los crlllnÚados al de las rebcio-
ñes entre dichos enunciados y su instancia productora: .lo
}tuc hoy sé llama su emmciació11. Parece que la poética en-
cuentra una llificultLid comparable para abordar la instan-
cia productora del discurso narrativo, instancia a la que he-
mos reservado el término, paralelo, de 11arración. Esa difi-
cultad se caractcrizn ~obre todo por una especie de vacila-
ción, sin cludr~ inconsciente, pnra reconocer y respetar In
autonomía de esa instancia o incluso simplemente su espe-
cificidad: por un lado, como ya hemos obsen'ado, se redu-
cen las cuestiones dé In enunciación narrativa a las del
<e punto de·-.:,isúl.»·:-·po~ otro, ~e idenÚFi~a la ·i~stancia n-arra~
i1\/a-·co-n-la.. in.stancia de ccescritum•·, al nar.rador con el au-
tor y al destinatnrio del relato con el lector de la obra.:1 Con-
Fus.ión tal vez legítima en el caso de un relato histórico o
de una autobiogrnfín re<tl, pero f!O cuando se trata de un
relato ele ficción, en que el propio nnrrador es un papel fic-
ticio, aunque. lo asuma directaménte el autor, y en qut? la.
situación narrativa supuesta puede ser muy diferente ~
acto de escritura (o de dictado) que se refiere a eL . no es
el abate Prévost quien cucntn los r~morcs de M. non v des

271
Gricu;-;, 110 es tnmpocrJ el mnrqul's de Rcnoncourt, suplH:slo
;.\U t or de líJs Mf'morios rlc~ 1111 hnmhrc de calidad: es el propio
eles Gricux, en un rcl<.1\o oral en el que «~o, no puede desig-
nar sino a él y en que «<1ql1f, y cc<~hnnt'' remiten n las cir-
1

cunst<mcias csrwciotcmpon tlcs de esa nnrración ven modo


~1lguno <1 las c.lc ]., red;:~cción de Mano11 Lescaut por su vcr-
d;1tkro t1utnr. E incluso 1::1.'> rcfcrcncitls de Tristrom Sluwdv
a la situacir'm ele escritura sefmlan el acto (ficticio) de Tri.c5-
fr;:~m y no el (real) ele Sternc; pcm, de forma el la· vc7. mtís
sutil y más n:tdical, el narrador ele Papá Goriot no ut~s, Bal-
J.tlC, <lllnfjlll' CXJlt'C'SC' élqUÍ O t1lh\1ns npÍl.lÍrmcs de l~SIC, piHJS
el n<t IT8 c.l ur-:1 U.Lo.r__ <.:::utl.gu i.L'.l.Lquc.- ce conoce ,, __ Jrt--pcnsión .Vn Ú--
qucl~. su p;:~trona y sus pensionistas, mientras que Balz<1c,
·por su partc, no hnce sino imnginarlos: v en ese sentido,
la situ<.1ción nr1rr;:~tiv;:~· ele un rc.iato deJicGi(m--no
. cl~1m cstó, _ _ _ _ _ - - - - : - - - - - - ---·------------ ·- --
_se n:duce 111111ca <1 su situación de escritura.
"Esa-· riifúá.ñ"C:Ta--i=1~1ri=a-ü~;a -~-<--rüe~;-·Ja--·c¡u-e-ñ~s falté\ po1·
cxr.:~minar, se~r!"rn l<1s· h1H·ll:1s c::pH' hn rl<·jr~rlo -Stlplwc;ln·
rncnlr•-- <'rl 1:! r.lhuJr•,q 11:n·t:11ivq rpw MlplwStriii'Wiill' hn
proc.lucido. Pero es evidl.'ntc que. esa instancia no sigue_
siendo necesariamente idéntica e invariable a lo largo de
una misma obra narr;:~tiv;:~: lo esencial ele Ma11011 Lescaur
lo cucnt<l eles Grieux, pero algunas páginas corresponde1i·
c:tl señor c.lc Rcnoncourt; a l<t inversa, lo esencial de lél Odi-
sea es cont;:~clo por ctHomero,>, pero los C.antos IX a XII co-
ITcsponclcn a Ulises; y la novela barroca, Las mil y una 110-
(·hes, Lord .Ji m, nos han h<1 bituaclo a situaciones mucho más
complcj;:~s.~ El análisis n;:~rrativo debe é\sumir. cviclcntc-
mcnte, el estudio de esas modificaciones o de esf.ls perm;:~­
nencias: pues, si bien es notable que dos narradores dife-
rentes cuenten las aventuras ele lllises, igualmente notable
desde el punto de vístr~ del rigor metodológico es que el
mismo n;:~rra<;lor cuente los am.Jres de Sw:--nn y ele Maree!.
Una ·sittmción n;:~rrati{,a, como C\.talqu;cr otra, un con- es
junto complejo en el que el <~nálisis, o simplemente !él des-
(,_Tipcir>n, no puede (/r'...,·tt'llgrll'r sino dc~gnrrnndo un tejido de
rcl<~eioncs csttcch;:~s entre el acto narrativo, !'>Wi protagonis-
tas, sus clctct·minacione s csp<~ciotemporalcs, su rclflción
con ]m; dcm;ís siluc:tciom·s n~JT<1livas implicmlns en el

.272
mismo n•h11o, L'IL".-/Las m·ccsidt~dL'1i de !u ~e:xpo~ici(m nos
ohligc.m <1 esa \·iüfetlCÍEl inc\'it<Jblc por el s(mplc hecho ele
que el di::;cur.so crítico, en la misma meclisla qne otro, nn
puc<.k decirlo todo u le.\ \'L'Z. Así, pues, t<~mbjén <~quí e:'\ami-
narcmos sucesiv<:~menlc elementos ele definkión CU\'O Fun-·
ciont~micnlo rL·rd es simultúnco, \'Íncuhíndolos, en fo esL'n-·
cic.\1. con lns cniL'gnr!ns del tic.'l11fm de fa 11w·i·(IC'id11, dcl11i1·rl
naiTrlfÍ\'O ·"de lc1 ''I'C'I"S()IIrl", es decir, ele lns k·l;,cioncs L'nlt"l'
el narradm· _,. eventuulmcnte su o sus n~rrntnrio(s)-~ '"
la historin qul'· cucntn. 1 .:""'

Tiempo de la l/cu-rr1cron

Por unn d isi mclríu cu_vt~s


razones profuhdns desconoce-
mos, pero que cstú inscritu en las estntct1.nJas rni~mC\s ele la
lengua (o, cnmo mínimo, de las gnmclcs cdhnguus ele ch·ili-
.znrir'm" tlr•l:t r·tdllll"t1 tHTitll·lllnl), J1111'tlllf11'¡'-r"~·fnl!11'1111• ,.,,,,
.1111 u '' ¡' lrt M1• " l t1 h 111 p 1 l '· 1:1" 1 1·1 Ir qp11 1.'11 1¡t e t. 111 e cit.: ·' · nl d 1 ·
,cho lugar cstó mós o m~nos C\lejado del lu 1gar desde clonclc
la cuento, mientms que me rcsult<~ casi imposible- no-:;;i-
. t ~!~I.lª..!:!JL~1:U~.!I1P9___<:·fl__r_~l.~E!l.JJ1 i atto na ~-t.iY.Q •. _y.a
~q~s.QP..l1.C.c.c.s.ari4m~n!!E.:~o~.~ati~-91-u..D_t.ifm.Po·del presen-
)~ .... ~lsLP~~~_s!g~_o del f~-:o~~ A eso se debe tnl vez que l<ls
dcterminuciones tcmpomlcs de la instancia narr~ti\'u seé\n
~mé\nificst<lmcntc más importantes que susicleterminaciones
c.spaciale!'. Exceptuando !m; narruciones e segundo grudo,
~cÜyo. marco \'U indicado generalmente po e] contexto dic-
gélÍCO (Ul ises ante los fcm:io::;, lu hosped rn de Jacqrres el
/atalisw en su pmmdé\), el l~_gg_r.::...tmn:ati.v.o.. ar.as.. :ve.ce.s.. sc.cs~
.pccific<~ ~· nunca, por~-5!-i"f decir, es pert nente:; ... ~~gemns
~ripí-~o.xTñi~CJ[iñi.cnre-·--cronac---c~cl:rr;ró"-Pi~0il ·t .. Ei1. ·hu sea del
tiempo perdi.do, pero ignoramos dónde p~ocluce Maree] el
-re 1ato d e su vt'd é\ y apenas s1. se nos ocuJ"e
1
mtcresumos

"' 1
:respecto. En cambio, no::; importu mucho saber, por e.]cm~
J1lo, cttr.ínlo tiempo trunsclllTC entre In r/·imct·~ csccmr :ck
En !Juscr1 del rie111pa padido (el •<drama de lu hor·a de nr:::o<;-
.turseu) y el momento en que se lo evoca dn, estos términos:
J!. Hace muchos aiios de eso. Huce ya mud:. Ho. que no existe

1 273
la muralla· de la espalera donde vi subir su vela: etc.», pues
esa distancia tem11oral, y lo que la llena, lo que la anima,
son aquí un elemelto capital de la significación del relato.·

-La principal determinación de la instancia narrativa es,


~videntemente, su /rosición relativa respec~o de la historia.
Parece evidente que la narración no puede ser sino poste-
rior a lo que cuen~a, pero esta evidencia queda desmentida·
desde hace mucho.s siglos por la existencia del relato ccpre.:.
dictivo»B en sus diversas fonnas (profética, apocalíptica~
Q_racular, astrológica, guiromántica, cartomántica, onir.Q-·
mántica, etcJ,. cuyo origen se pierde en la na.c1ié de los
tiempos ... y, al menos desde Les lauriers sont coupés, por la
practica del relat6 en presente. Hay que tener en cuenta·
también que la n~rración en pasado p~ede fragmentarse en
cierto modo para ~nsertarse entre los d1versos momentos de
la historia como una especie de reportaje más o menos in:
\mediato: 9 práctida corriente de la correspondencia y del
diario íntimo y, P,or tanto, de la ((novela epü:tolar» o del
\-elato en forma ?e diario (Cumln-es borrascosas,· Diario de
un cura de campo). Hab_!"ía que distingu:,..., pues, desde el
:simple punto de yista de la posid~n temporaL Cllat.ro tiQo~
;Qe narración: úiutzor (pOsiCfOñ""Crásica del relato en el pasa-
9o, sin duda la nrás frecuente con gran diferencia), anterior
(relato predictivo, generalmente en el futuro pero que nada
)mpide conducirla! presente, como el sueño e:le Jocabel en
Moyse sallvé), simultánea (relato en el presente contemporá-
1
-
neo de la accióri) e i11tercalada (entre los momentos de la
~ión). / . . '
. El último tiP,o es a priori el más complejo, ya que se
trata de una nmfración en varias instancias y la historia y
la narración pu9den enmarañarse en ella de tal modo, que_
la segunda reacqione sobre la primera: es lo que sucede en_
particular en la¡ novel~ epiStolar con varios corresponsa-
les, lO en qUe, C0f0 Se S~ be, la Carta es a la Vez medio del
relato.y elemento de la intriga. 11 También-puede ser el más
delicado, e incÜ.1so el más rebelde al análisis, cuando se'
deshace la form 1a del diado para acabar en una especie de
mon~logo ~ pos1 eriori de posición temporal indeterminada,
1

.
274 .
o incluso incoherente: los lectores atentos de El extnmicro\
no han dejado de cncon~rar esas incertidumbres que sonl
. una de las audacias, tal ,·ez involuntaria, de ese relato. 1 ~\
Por último, In cstrechísinu1 proximidad entre historia y na-
·n·ación produce aquí, la mayoría de las veces, u un efecto·
muy sutil dL· roce, por así <.kt.:ir, entre el ligero desfase tcm-
por<ll del relato de acontecimiento (((Ho.\' me ha ocurrido
lo siguiL'IllL'l)) y lél simult::~ncidi:ld absoluta ·en ln C:'\posición,
de los pensamientos y los sentimientos («Esta noche pienso.~
lo siguiente))). El diario y la confidencia epistolar combinan
constantemente lo que en lenguaje radiofónico se llama el
directo y el diferido, el casi-monólogo interior y el relato n
posteriori. Aqu i. el narrador es a un tiempo el protagonista
y cualquier otro personaje: los acontecimientos de la jor-
nada ya son pa1·te del pasado y el <~punto de vistan puede
haberse modificado a partir de entonces; los sentimientos
de la noche o del día siguiente son plenamente del presente
y aquí la focalización en el narrador es al mismo tiempo
foaalización en el protagonista. Cécile Volanges escribe a la
señora de Mcrtt'uil para contarle cómo la sedujo Valmont
la noche an'terior v confiarle sus remordimientos: la escena
de seducción ya h~ pasado y con ella la turbación que Cécile
ya no siente ni puede concebir siquiera; queda la vergüen?.a
y una especie de esturor que es a la vez incompren~ión ~.
descubt·imicnlo de sí misma: c(Lo que más me reprocho y,
sin cmbnrgo, debo contároslo es que temo no haberme de~
fendido todo lo que podía. No sabía cómo hcH.:erlo: desde
luego, no amo al señor de Valmont, muy al contrario: y ha-
bía momentos en que parecía que lo amara, etc.» IJ La Cé-
cile de ayer, tan próxima y ya lejana. está vista y relatada
por la Cécile de hoy. Tenemos aquí dos heroínas sucesi\'as,
Ja se¡:!undn de l::ts ctmks (sol<1mente) es (también) narradora
e impone~u punto de vista, que es el del q. posteriori inme~
diato, suficientemente desfasado para producir disonan-
cia.15 Sabido es cómo explotó la novela del siglo xvm, ·de
Pamela a Oberma1111, esa situación narrativa propicia a fas
contrapuntos más sutiles y más «irritantesn: la de la dis-
tancia tcmpm"al mínima.
En cambio, el tercer tipo (narración simultc1nea) es en
prirlCtJltO el mús sencillo, ya que la coínciclencin rigurnsn
de l;t histori;t y l:.t lléiiT;t<.:ic'>n el imína !oda esrcciL' <k inter-
ferencia y de ,iucgo !emroral. No obst<mtc, hay que obser-
vz¡r que la confusión ele l;,s ínstanci~1s puede funcionar aquí
en dos direcciones opuestas según que se subravc la histo-
ria o el discurso narrativo. Un ·relato en el presente clc tipo
~~conductista» ~· c.le puros élcontecimiento s puede parecer el
súmmum de la objetividad, ya que el último vestigio de
enunciación que subsistía en el relato de estilo Hemingway
-la marca clc clistuncin tcmpo¡;al entre historia y narración
que entraña incvitélblcment c el empleo dd pretérito- ~lc­
s::tparece en una tré.lnspnrcncia total del relato, que acaba
ele borrarse en provecho de la historia: así se recibieron en
general las obras clcl «IW~Il'eau roman» francés y en particu-
16
lar las primer8s novelas de Robbe-Grillet: «literatura ob-
jetiva)), ccescuela de la mir·ada)), esas denominacione s reve-
lan perfectamente 1::~ scnsaci6n de tnlllsitividac.l absoluta de
la narraci(}n que favorecía el empleo gcncrali7.ado del pre-
sente. Pero, ;1 la invcr·sD, si se subrnvu In narración misma,
corno en los relatos c11 ((nwn6logo interionl,·ln coincic.lendn
juega a favor clcl discurso y entonces es lél acción la que
parece reducirse al estado de simple pretexto y por último
abolirse: efecto _va élprcciahlc en Dujardin y que no cesa de'·
::~ccntuélrsc en un .Bccke1t, un Cl<lllde Simon, un Rogcr La-
porte. PZ~rccc como si el cmpko del presc,ntc, al Elpr~ximnr
las instélncias, rompiera su equilibrio y pc'rmitiesc al con-
,iunto del rel<:~to, según el m~1s ligero desplazamiento de la
insistencia, inclinarse bien del lado de la histoJ~ia bien del
lado de la narración, es dcc.:ir, del discurso: v la facilidad
con que l<1 novela francesa de estos (¡]timo:-; a1ios ha pasado
de un extremo ni otro tal vez ilustre e~m ambivéllencia v esa
rcversibilid<1d. 1; •·

El segundo tipo (de narmción anterior) ha goz.r:tdo hr:tst.a


8hora de una inversión 1itcrnria mucho menor que los
otr-os, y sabido es que incluso los relatos ele anticipación,
de Wclls a Brctdbury, que, sin cm ba rgo, pertenecen plcnCI-
ment.c ;:d _género profl-1 ico, rosda1::11l casi siempre su inst.tln-
cia nétrrativa, implfcitamcntc posterior a su historir:t, lo que
ilustra muy bien In autonomfa de esa instancia ficticia.con

276
rci<Kión al molTlL'nlo tk l~1 L'SLTilura re::ll. Ef relato prcdic-
tivo no apnrccc, en el cur¡){IS !ilcrario, sino en el segundo
nivel: asf, en el tvlovse sau¡·J de Saint-AmanL el relato pro-
fético de Aaron (Vf ·pt~rtc) o el largo sueño prbmonitorio (fV,
V y VI partes) de Jocabcl. los dos relativosj al porvenir clc
Moisés. 111 La camctcrfstica común de esos nflatos segundos
es, evidentemente, la de ser predictivos con relación a su
instancié! narrativa inmediata (Aaron, suero de Jocabel),
pero no con -relación a la instancia tdtima le! autor implí-
cito ele A-·to.vse saul'é, que, por lo demás, se ild~ntifica explf-
citamcnlc con Saint-Amant): ejemplos mani~icstos dt: pre-
dicción a ¡msferiori. . 1

La né.lrración ulterior (primer tipo) es lél, que rige !::1 in-


mensa mnvorín de los rcl::1tos producidos hasta é.lhora. El
empleo ele' un tiempo de pas8do bast<l narél designarla
como téll, ·sin por ello indicar la dist<mcia tdmpond que se-
para el momento de In nm-rrtción del de la histoda. 1" En el
. . cccn tercera personan, esa d'1stancw
re 1ato e l <.1s1co 1 • /,
e~tc1 ~enc-
rHlmcnle como incktcrminr1<.ln y 1~ cuesti69 Cllrcce de pct·-
linencia, pues el ¡.Jt-cthito s61ala una especi,e de pasado sin
edad :211 la historia puede estar fechada, como suele ocuTTir
en Balzac, sin que l::1 nmTaci6n lo csté. 21 Si~ embargo, a ve-
ces una relé.lt.iva contcmpornneicl: :1d de la acción se revela
por el empleo del prcscnt.~. ~:a sea al prirlcipio, como en
Tom .lcmes 22 o Papd Gorior, n ~·a se_a al finaq como en Eugc-
nie Grandet 24 o Madame BoFarv.l:-o Esos efectos de conver-
gencia final, los más sorprende~ tes, juegan !con el hecho de
que la propia cluntción de la historia dismiryu~ve progresiYél-
mcnte la distancia que la separa del momento de 1::1 narra-
ción. :Pero._~u fuerza se debe 8 la revclacióh inesperada ele
una JsptopíG)tcmpo ral (y, por tanto, en cicftél mediJa, dic-
crética) G:-ls"t'á entonces oculta -o, en el casb
t:- 1
de Bovarv, •
ol-
viclnda desde hac~ mucho tiempo- entre .¡n historia y su
narrador. En cambio, l'Sll isotopíil-,cs evidente desde el prin-
cipio en el relato •cen primeú1.pcrson an, en !que se prc.c:;cnt<\_
de cntradn al narTador cnmo personaje de !Ia histr .. ·i¡, ~·en
que la convergencia finnl L'S célsi indispensable,~" según un
modo cuyo pnradigma puede ofTecernos el! último párrafo
ele Robinscm Crusm!: nPor último, decidido j no.tlbrum<~rme
. 1

277
1

más, estoy pr~parándome para un viajr. mucho más largo


que todos estos, tras haber pasado setent~1 y dos años de
una vida de ura variedad hfinita y h'tbcr aprendido sufi-
cientemente a¡conocer el precio de la . etirada y la feliciclncl
que entraña a~abar nuestros días en paz.» 27 Ningún efecto
dramático ha~ aquí, a menos que la propia situación final
sea la de un dEsenlace violento, como en Douhle Indemnit_v,
en que el pt-ot agonista escribe la (¡]tima lfnea de su relnto-
1
. confesión antes de echarse con su cúmplicc ni oc"éano,
·donde los espfra un tiburón: uNo he oído abrirse la puertn
del camarote.¡?ero ella está a mi lado, mientras escribo. La
siento .. La lun¡a ha salido.))
~ . , Para que tp ~istoria acabe reuniéndose así ~~n la narra-
: c10n es. necesano,
1
1
naturalmente, que la durac10n de la se-
: gunda no supere la de la primera. Ya conocemos la gra-
; ciosa a~oría ~e T_ristrarr;: al no ~aber ~onseguido c~n~ar,
en un ano de ¡escntura, smo la·pnmera JOrnada de su vida,
; compr.ueba que lleva trescientos sesenta y cuatro días de
: retraso, que, por tanto, ha retrocedido en iugar de avanzar
, y que, al vivi~ t:escientas sesenta~ cuatro veces más rápido
de lo que es~nbe, la consecuencta es que cuanto más es-
, cribe más ]e queda por escribir y que, en una palabra, su
empresa es esesperada. 2B Razonamiento impecable y cu-
yas premisa no son en absoluto absurdas. Contar toma
tiempo (la 1 ¡ida de Scheherazade pende de ese hilo) y,
1
cuando un nCfvelista pone en escena, en 'segundo grado, una
narración orrt,· rara!;i veces deja de tenerlo en cuenta: mu-
chas cosas olurren en la posada, mientras la anfitriona de
1 Jacques cue~ta la historia del marqués de Arcis, y la pri-
mera parte e Manan Lescaut termina con la observación
de que el ca: allero ha empleado más de una hora en su
rela~o y nece~ita cenar para ccdescansar un poco». Tenemos
algunas raz9nes p~ra pensar que Prévos_t, por su l?arte, h_a
tardado mu9ho mas de "una hora en escnb1r esas c1en págJ-
i nas, y sabe os, por. ejemplo, que Flaubert necesitó más de
cinco afias· ara esc;ribir Madame Bovary. Sin embargo, y
muy curiosa ente, en una palabra, la nan·ación ficticia de
ese relato, e mo en casi todas las novelas del mundo, ex-
ceptuada Tri tram Sh.andy, no tiene supuestamente ninguna
--
278
c..lumción o, más exactamente, parece como ~i \a cuestión
de su duración careciera de pertinencia: una de las ficcio-
nes de la narración literaria, la más poderosa tal vez, por-
que pasa, por así decir, desapercibida, es que se trata de
un neto instantáneo, sin dimensión temporal. A veces se la
fecha, pero nuncn se \a mide: sabemos que el señor Homais
ncaba de recibir la cruz de honor en e\ momento en que el
narrador escribe esa ll,ltima Frase, pero no· lo que ocurría
micnti·as escribía la primera; sabemos inclu~o que esa
cuestión es aqsunb: supuestamente, nada separa esos do.<;
momentos de la instancia narrativa, salvo el espacio intem-
poral del rcl21to como texto. Contrariamente a la narración
simu.ltánea o intercalada, que vive de. su duración y de las
relaciones entre esa duración v la de la historia. la narra-
a
ción ulterior vive de esa parad-oja: tiene la vez una situa-
ción temporal (con relación a la historia pasada) y una
esencia intemporal, ya que carece de duración propia ..!<>
Como la reminiscencia proustianr:t, c.s éxtasis. <<dur~ción de
u;n relámpago)), síncopa milagrosa, «minuto liberado del
orden del Ticmpon.

Lr:t instr:tncia nnrrativa de E11 husca del tiempo perdidn


responde, evidentemente, a ese último tipo: sabemo~ que
Proust pnsó más de diez aiios escribiendo su novela, pero
el acto de la narración de Marccl no lleva ninl!una marca
de duración ni de división: es instantáneo. El presente del
narrador, que encontramos, casi en cada página, mezclado
con los diversos pasados del protagonista, es un momento
único y sin progresión. Marcel Muller ha creído encontrar
en Germainc Brée la hipótesis dc·una doble instancia na-
ITativa: antes y después de la revelación final. pero esa hi-
pótesis no descansa sobre nada y, a decir verdad, yo no veo
en Germaine Brée sino un empleo abusivo (aunque corrien-
te) de ccnarrador» por protagonista, que tal vez indujer~'1 n
Muller a error al respecto:' 0 En cuanto a los sentimientos
expresados en las últimas páginas de Swmm, que, según sa-
bemos, no corresponden a la convicción final del narrador,

279
el propio Mullcr demuestra perfcctamcntc' 1 que no pnlc-
b;¡n en absrJiuto In existencia de una instancia na1Taliva nn-
tcrior a la rcvclacic)n: I<J c<Jrta a Jacques Rivierc, ya cita-
da, ' 2 muestra, al contrario, que Proust quiso concilim· aquí
el cliscun;o del narrador con los c<errores>> del protagonista
y, por tanto, atribuirle una opción que no es la ~uya para
no revelar demasiado pronto su pensamiento. Ni siquiera
c1 relato hecho por Marcel de su~ comienzo:-; de e~critor tnts
la vcbd<1 de GuclTnantcs (n~ch.1sión, primeros esbozo~, pri-
meras ¡·cuccioncs de lectorc~). qltc tiene ..:n cuenta necesa-
riamente la duración de escritura («Lo que yo tenfa que es-
cribir cr<~ mt1~ lat·tro y pt~ra mús de una persona. Largo de
escribir. Durante el dí;:~ como múximo podría dormir. Si
trnb<l.ittb::~, Sl'rín s(¡Jo de noche. Pero me hnrfan falttt muchtts
noches, t<ll vez cien, tal vcl. míln)·'' v de la an!!ustÍ<l de lu
muerte interruptor8, conl.radicc la Ínstantaneic.bcl fil:ticia
de su n~rr~cir'm: rucs el libro que Mnrccl comien7.a a escri-
bir entonces en {a hi.•;'toria no se cunl'unc.lc con el que M<1rccl
casi h<1 ucnlntc.lo de c!->crihir como relato ... y que es clnropio
En hu . .;crt cid rienrpu perdido. El libro fi<.:tkio, objeto de t·clu-
to, es, como todo libro, <<largo de escribir>>. Pero el libro
rc<11, el lihro-rclato, no cnno~c su p1·opia cclongiltHh: s\.t-
primc su du,·nci{m.
El prc~cnlc de b nnrración proustiaJla corresponde -ele
1909 u l Y22- a muchos «presentes,, de escritura y sabemos
que más de una tercera parte, entre ellas las últimas
púgin<1s precisamente, estaban escritas des~e 1913. Asf,
pues, el momento ficticio de la narración se ha desplazado
de hecho dur<1nle la redacción real, ya no es hoy el que cm
en 1913, en el momento en que Proust creía tener su obra
terminadr~ para la edición Grassct. Así, las distancius tem-
porales que tcnín presentes -y queda significar- cunnuo
escribía, por l'.ÍL•mplo, i:\ propósito de la escena de la hora
de acostarse, «hace muchos mios de eson, o a propósito de
la resurrección de Combray por la magdalena, «siento la re-
sistcncin v oigo el n.Jmot· de las c.listancias atravesadas>,,
han aumentuc.io mós 'uc die?. mios por el simple hecho de
la prolongnción del tiempo de historia: el signiFicado de
esas frnscs ya no es el mismo. A eso !"C deben ciertas contra-
1
dicciullL'S itTL'ductihlcs 1.:omu ótl1: L'l ho\' c.hH nnrrm!or es,
L'Vidcnl~l111..'1lk, J1é:ll't\ nOSOSll'OS, poS\L'l"ÍOf L\ ra gll~l"fL\, pero
,, P:wís hoy, de las t't ltinws p<\gin<ls de Swarin sigue siendo
L'll sus dl'tL'I'minacioncs históricas (su contcn~do n:krcncit~l)
1

1.111 París de antes de la guctT<l, lt\1 como se había visto \"


dcscl"ito en su tiempo. El siglfi/i'cado novel~sco (momento
de la narn\cicjn) ha pmmdo a ser nlgo asf cómo \925, pero
L'l re(erc.:'llfc! hist(¡t·ico, que corresponde al mdmento de b cs-
critur~'· no lCJ ha seguido y contin(m dícicndp: 1913. El <~n&í­
lisis nntT<llÍ\'o dcb~ registrar esos desplttz.amkntos -~· l<~s
discortlanci<1s que pueden rcsultnr de ellos)- como efectos
de la p:énc:"is rc<d de- la obr<l, pero no puede, L'n dcf1nth·<1. -
. 1a lnsl<:~ncl<l
L'SLULl wr . . nntT:Jtlvé:\,
. .
stno tn 1 como Llp:Jrecc ~n e l
1

Ltltimo cstmlo <kl texto, como un momento' único,. sin clu-


raciün, ill-cesnriLtmcntc situado varios años dcspL~t;s de hJ
t'lltimn ucsccnan, por tLtnto, dl'spués, de !::1 ~uen·a e inclu~o
comn hemos vislo, 1' 1 dcspu~s c.lc \<1 muerte d'c M::1rccl Proust.
Esu pnrudo.i<\, rl'cordémoslo, no es tzd: Maree! no es Proust
y n<.H.Iic k obligu Ll morii- en él. Lo que ob;ligí.1, en cumbio,
l'S que M<1rccl pnsc <tmuchos nJiOl'll clespué~ de \916 l'll una
~asa de reposo, In qUL' colocn ncccsnrinmentc :=;u regreso n
P<\I'ÍS •V 1<1 recepción de Gucrmnntcs como1 muv •
pt·onto en
1921 y el encuentro con Odettc «nielada)) en 1923-' 5 La con-
sccuc~cin es ineludible. j
Entre ese instante nmTativo único v 1los diversos mo-
mentos de l<1 historia, la distancia es ne~eJnriamentc VLlrié:\-
blc. Si bien hnn transcurrido «muchos aliosn desde la cs-
ccnt~ clc la hora de acost«r en Combmy, ha;cc upoco tiempo"
que el naiTé:ldor cmpie7.a c.lc nuevo a per~ibir sus sollo?.os
de niiio, :v In distancia que lo scpsra el~ b l'etépciún dl'
Guermantcs es, cviclcntcmentc, menor que la que lo scpCir<l
de su primem llcgacl:J a Bnlbcc. El sistcrrla de la lengua, el
empleo uniFormL~ del pnsado, no permite~ sctialar ese ~Kot·­
tamicnto progresivo en el tejido mismo del discurso né:\rrtl-
tivo, pero hemos visto que Proust había jlogmdo en cicrtt~
medida hm:crlo sentir mediante modificnciones en el rJ'gi-
mcn temporal dd t·cl::~to: dc.sap<~riciún prbgrcsivn del itcr<l-
tivo, prolongación de las escenas singula tivas, discontinui-
dad en aumento, élccntuación clcl ritmo: 1como si el tiempo
1
1 281
1
de la histP,ria tendiera a dilatarse y a singularizarse cada
vez· más al acercarse a su fin, que es también su origen.
Podriabos esperar, de acuerdo con la práctica corrien-
te; como ya. hemos visto, de la narración <e autobiográfica)),
que el relfitO condujera a su protagonista hasta un punto
en que lo esperase el narrador, para que esas dos hipóstasis
se reunierkn y se confundiesen por fin. Es lo que a veces se
ha afinnado un poco precipitadamente.36 De hecho, ·como
lo señala ~uy bien Maree} Muller, <centre el día de la recep-
ción en c~sa de la princesa y aquel en que el Narrador
cuenta esa1 recepción, se extiende toda una era que man-
tiene entrc\el Protagonista y el Narrador un intervalo impo-
sible de salvar: las formas verbales en la conclusión de El
tiempo rec9brado están todas en pasado». 31 El narrador con-
duce precisamente la historia de su protagomsta -su pro-
pia histori~- hasta e] punto e.J que, com:J dice Jean Rous-
set, ce e] pr9tagonista se va a convertir \.!1:1 el narradorn :3R
preferiría c¡ecir más bien empieza a convertirse en el narra-
dor, ya que entr~ .efectivamente en su trabajo de escritura.
Muller escf¡ibe_,qú_e ce si bien el Pr_otagonista .se reú.ne con el
Narrador, ~s en forma de una asmtota: la d1stancm que los
separa ticn'de. hacia cero; no se anulará nunca>>, pero Ja
imagen COf.\nota un juego sterniano con las dos duraciones
que, en ¡·ea~idad, no está en Proust: simplemente se da una
c.letención del relato en el punto en que el protagonistn ha
encontrado \Ja verdad y el sentido de su vida y én que, po1·
tanto, se acaba esa «historia de una vocación», que es, re-
cordémoslo! el objeto declarado del relato proustiano. El
resto, cuyo \desenlace conocemos ya por la propia novela
que acaba aquí, no pertenece ya a la ccvocación», sino al
trabajo que \la prolonga y no debe estar, por tanto, sino es-
bozado. El tema de Erz busca del tiempo perdido es «Marcel
IJega a ser ~scritor» y no «Marcel escriton>; En busca del
tiempo perdi~o sigue siendo una novela de formación, y se:.
ría falsear sus intenci9nes y sobre todo forzar su sentido
ver en ella u'na <<novela de nove1ista>>, como en Los monede-
ros falsos; ef una novela del futuro novelista. <cLa conti-
nuación>>, d1cía Hegel a propósito, precisamente, del Bil-
du.n~sroman, ceno tiene ya nada de novelesco ... »; es· proba-

282
hle que Prou~t hullicra élplicado con gusto t'Sa fórmula a su
propio rci<:1Lo: lo novelesco es la búsqueda, la huscn, que
ac::1h::1 en halb7.go (la rc\'(:-laci6n), no el uso que se haga dcs-
puL~s de dicho hallazgo. El descubrimiento Anal de In ver-
dad, el encuentro t<1rdío de la vocación, como la felicidad
de los amantes reunidos, no puede ser sino un desenlace,
no una ct<:~p~l. ~· en ese sentido el tema de E11 lmsca del
tiempo perdido es sin duela un tema trad iciomd. Así, pues.
es neces::1rio que el relato se interrumpa antes de que el rro-
t:lgonista se hr\\'rt reunido con el n8rr8dor, no es concebible
qL~e csdiban jt;ntos la palabr<l: Fin. La última frase de éste
es cuando -es qur- aquél llegi:l por fin a su primera. La
distancia entre el fin ele la historie1 \'el momento ele la na-
n·ación es, pues, el tiempo que necesita el protagonisti:l
parCI escribir ese libro, que es y no es el que el narrCldor. i:l
su vez, nos rcn:-la en la durr~ción de un relámpago.

Ni1•eles nprmti1·us
.
Cuando des Grkux, al llegar al finnl de su relato, ele-
clnra que acabll de naVL'gi:lr de Nucvr~ Orlc::ms a Le Havrc-
dc-Gr5ce y después de Le HmTe n Calais p<trCI volver a ve¡:
a su herrn<~no que lo espera a unr~s leg:uns. lé\ distancia tem-
poral (y espacial) que hastLI entonces scparnhn la acci,·ln
contada del neto ne1rrativo se reduce Finalmente a cero: el
relato ha llcgndo al aquí y al ahora, la historia se ha reu-
nido con la narración. Sin emhargo, entre esos últimos epi-
sodios de los amores del Célballcro v la sala del Lion d'nr
con sus ocupantes, entre ellos él ~ismo y su huésped,
donde se los cuenta dcspúés de cenar <il marqués de Renon-
cour, subsiste una clistancin que no es ni temporal ni e~pa­
cial, sino que es la diferencia entre. las re! aciones que unos
y otros guardan entonces con el relato de des Grieux: rela-
ciones que distinguiremos ele forma grosera y forzosamente
inadecuada diciendo que unos están dentro (en el relato, se
entiende) y los otros fuem. Lo que los separa es menos una
distancin que una especie de umbral figurado representado
por la propia narración, una diferencia de nil·el. El Lion

283
r/'or, el marquC•s, ld caballero en función de narn:~clor esl{ln
para nosotros en cierto n~lrtto, no el de des Grieux, sino el
del mr~rqu~s. lr~s Memorias de ll/1 hnmhre de calidad; el rc-
íP·c·;n de Luisi;1ní1, t.·l vi~1.ic de El Havre a Cnlr~is, el caballero
en runci6n de protagonista csUín en otro relato, el de des
Gricux cst ;,\ VC7., que cst{\ COI11C'11ido en el primero, no sólo
en el ::-cntido de que éste lo cnm.arca con un preámbulo y
. um1 conclu~ión (por lo demás, ausente aquí), sino en ·el de
que el narrador del segundo es ya un personaje del primero
y el acto de narración que lo produce es un acontecimiento
contado en el primero. • 1
Vamos a definir esa diferencia de nivel diciendo que
tndo aco111r•cimie11to cr:mtadn por ll11 relato está e11 cm. 11ive/
dicgético im11cdiclfamcute superior a aquel e1·1 que se sittía el
acto 11arrotit•o productor de dicho relato. La redacción por el
señor de Renoncour de sus Memorias ficticias es un acto (li-
tcr;:~rioj rcnliz.<H.lo L'n un prime¡· nivel, que llamaremos ex-
tradiegético; c<1lifican~mos, pues, esos acontecimientos con-
tados en cs<~s Memori<~s (entre ellos el acto narrntivo de des
Gricux) y que cstc'tn en ·ese primer relato de (liegéticos o il'l-
rradieg(!fir..:ns; llümnrcmos m tarlr'e éticos lo~ élr;.Q.U.t.o::im..Lc;J1-
tos conts:.;;lgD.,_e,.u.,.,c rylatp ele. de~ Gri..t;.'\JJS,.,_t:e.i.ª-to-e.u.,.s.~gum\~-
·!!Tilllo?"~' Del mismo modo, ei señor de Rer'mcour, en cUanto
-7,-auton> de las /t.,fell1oriao; es extradiegético: se dirige, pese
·a ser ficticio, al público real, igual que .R.ousseau o Mkhe-
lct; el mi~mo marqués, en cuanto protagonista de las mis-
m;:~s Memorias es dicgético o intradiegético y con él des
Gricux n<11Tc:1dor en 1<~ posc:1da del !....ion d'or, a,<;f como, por
lo c.lem<.\s, M<tnon divisada por el m<~rqués en el primer en::.
cuentro en Pc:1c.v; pero des Grieux p1·otagonista de su propio
relato v Manon hcroínr.t v su hl-rmano, v comparsa, son me-
)ac.lieg~ticos: esos térmt~1os no clcsign~n pen.;onas, sino si-
.
, tUaClOnC'S re 1;;ttJVt\S
. .V f11T)C1011CS.
. ·111
.:.
Lél inst<tncia narrpiva de un relato primero es, pues,
por clefinici(Jil c~tn~iegét:ic8, como la instancia narrativt1
de tJn n,~lato ¡;cgu9do (p1ctadicgético) es por definición die·
gética, cte.~· ns· {amos sobre el hecho de que el. cé\r:kter
evcntualment Ficticio de la instancia primera no modifica
mLÍs es<:~ sij). r~ción que el carácter eventualmente <creaJ,, de

.284.
h1s instnnci<:~s sil!uientL·~: el .sciior de Rcnoncour no es un
upcr.sonnjeu en t~n relato &JSLllnido por el a\!Jatc Préyost, es
L'l autor (icticici de ML·mori<lS cu~·o l\Uior rc~l. por otm p4'r-
tc, es, sc¡p'm S<lhL'Jll(lS, Prévnst. i!_!unl que Robinsón Ct1.1soc
es el <llllor lkticio ele lu no\'cl<l de Dcfoc qu!c llcvu su nom-
bre: ~lcspués dl' lo cuul. cudu uno d.~~llosi§f._SQ_n.Y.\e.r:te_c.n
pc,rso~<~.i~.. 0? .
·~~!.J1rfJ.P.hT.!:1'.lJ:1.f()::.:".~rPrévost pcFoc cntr8~ pi
·en 'el csp::lcto c.lc nuestra cuest10n, que se refiere, recorde-
mos lo un<l vez más, a la instancia narrath[<~ y no a l<1 ins-
tanci<l litcmria. ~~ ~cñor de Rcll_?~~our.y ~fUS<?C son narra-
d.orl'S-ülltorcs \', conió thk~. cst::\n en el mismo nivel nan·c1-
tivó qüc-su pÓl?lico, c~-·decil",.. ü5redcs·y-yó-. Nó.oó.iiTc <~c;í
coi1 C.k·s Gril'u:x, que rio se· dii"i!!C:YTii.iricn h ndsotros, sino s6lo
ü 1 pncien le mnrqués,. ~·. n In Cn\'crsa, aun tu ando ese mar-
qués fiel icio )llthk·ra cncontr::~clo en Calai~ a un personaje
rl'<~l. dig:::~mos Sterne de vin.ic, no por elloJ sería ese per!'o-
nr:tje menos dicg0tico, aunque re::~l: igual que Richelicu en
Dumas, Ní:1poleón en Balzac u la princ¿~m Mathildc en.
Pro u s t: SJ¿'"':'ul:ta_pMJa.~..JlQJ~,m:-;-<;U,t~~nffn el ir ,-c.L.car.áctc.t:
ª
s.;;-;JJ:s.tdJ,¡,:g.t.~lxs:_qbr.:.o.n.la.,.~.;~J~.l~.tl¡;;J-n...h1sJ,q.r,}~ ,J.!f ~) ., .111-..e 1. ~.a,r,~ S~E ~..
S!.i.~g.~l\.&;.Q.,J(J. Í 11 c.:l.tJ"';i.O..~.m<.'l~.d.Lc.gl!.t. i.L:.o),; CO n~J ~· [i.cd .9p..:,. P,.a r( S. y
Balbcc cstún en el mismo llÍ\'Cl, íJUnque uno SC<l real y el
otro ficticio y nosotros somos tocios los clfa!s objetos de re\CI-
to, ya que no protagonistas de novela. J .
Pero no necesariamente toda nan·acion e:<tradiegétic::t
se asume como obra literaria ni su prota~onista es un na-
rrador-autor en po!:iición de dirigirse, com¡' o el marqués de
Rcnoncour, a un público c<~lil'icado como tal.~' Una no\'cJ;,
en forma de dim·io fntimo, como el Dim¡io de !111 cura de
cwnpo o lü Siuf(mía pastóral, no va dcstiríncla en pl"incipio
a ningün público, yn que no ü ningún 19ctor, y lo misn10
ocurre con l<l novcln epistolar, ya cuente con un s'o'lo COITc~­
ponsal. como Pamela, Werther u Ohennm~n. calificndr:~ con
fTccucncia de diario disfTazaclo ele cOlTCS];~ondcncia,~~ o ""~
rios, como La IIW!I'll Eluísa o Las relacion~s peligrosas: Bt~r­
ntHlOS, Gide, Ri<:hnl'dson, Goethc, ScnanfOUI", ~C')Ll~Sl'tlrt q
Lacios se prc:;entan aqttf como simples <c9ditores», fiero lo~
ülltOI'CS ficticios de C.'iO.S diat·io,<> Íntimos ele esas crcnrtas
rccopilmlns .v puhlicndas por,.,)) no se confsi.d~nm, .evidente-
e
. 2~='
mente (a diferenci~ de Renoncour o Cn1soe o Gil Blas), l<au-
tore~>). Más aún: ¡ni siquiera se asume forzosamente la
narración extradiTgética como narración escrita: nadie
afirma que Meursault o Malone hayan escrito el texto que
Icemos como su ~enólogo interfor y es evidente que el
texto de Les laudeljs so111 cottpés no puede l'cr sino una {cco-
rricntc de c:oncic~cin)) -ni escrita ni hablada siquiera-
misteriosamente captada y transcrita por Dujardin: lo pro-
pio 'del discurso ihmediato es excluir toda dctenninaci6ri
de forma de la in~tancia narrativa que constituye.
A la inversa, ~o toda nanación intradiegética produce
necesariamente, fomo la de des Grieux, un relato oral:
puede consistir ep un texto escrito, como la memoria sin
destinatario redartada por Adolphe, o incluso en un texto
literario ficticio, obra dentro de la obra, como la «historia>>
de ,El curioso im~ertinente, descÚbierta en un baúl por el
cura de D011 Qu(iote o la novela cmia El ambicioso por
amor, publicada fn una revista ficticia por el protagonista
de'Albert. SavarU.!j, autor intradiegético de una~:-
__Qkg.é.tiGa.,:...Pero c1 relato segundo puede también no ser ni
ornl ni escrito y ¡~arsc, abiertamente o no, como un relato
interior: así el sueño de Jocabel en Moyse sauvé o, de forma
más frecuente y¡ menos sobrenatural, toda especie de re-
cuerdo rememm~ado (en sueños o no) por un personaje: así
(y sabido es cuártto Rorprendió a Proust ese detalle) inter-
viene en el seg}mdo capítulo de Sylvie er ~pisodio (ce re-
cuerdo a media~ soñado>>) del canto de Adrientle: <cVolvf a
mi cama y no pude encontrar ~poso en ella. Sumido en
una semisomno,encia, toda mi juventud "\vivía a"pasar en
mis recuerdos ... Me representaba urt castillo de la época d~
Enrique IV, etcJ,,·n Por último, puede ser asumido por una
representación ha verbal (la mavorfa de las veces· visual)
que el narrador convierte en -relato al describir él mismc
esa especie de ~ocumento i'conográfico {es la teJa pintad<
que representa b1 abandono de Ariane, en las Naces de Tlu!·
tis et de Pélée ojla tapic.ería del diluvio en Moyse sauvé) o
menos frecuentemente, haciendo que lo describa un persa
riajc, como los)cu~dros de la vida de Joseph comentado
por Amram en el mismo Moyse saz.tvé.
- '

.
286
El relato metadief!,l.ífico
'
El relato en segundo grado es una forma que se remonta
a los orfgenes mismos de la narración épica, ya que los can-
tos IX a XII de la Odisea, como sabemos, por lo demás, es-
tán dedicados ni relato que Uliscs hace ante In nsamblea
de los l'eacios. Por medinción de Virgil io, Ariosto y Tasso.
ese pr~ccdimicnto (enormemente utilizado, como se snbc.
por otra parte, en Las mil y zti1a noches) entra en la época
barroca en la tradición novelesca, y una obra como la As-
trée, por ejemplo, se compone en su mayor parte de relatos
aportados por tal o cual personaje. Esa práctica se man-
tiene hasta el siglo X\'fl!, pese a la competencia de formas
nuevas como la novela epistolar; se ve claramente en Ma-
11011 Lescaut o Tristram Shandy o Jacques el fatalista y ni si-
quiera el advenimiento del realismo le impide sobreviYir
en Bnlzac (La casa de Nucingcn, Otro estudio de m!ljer, La
posada roja, Sarrasi11e, La piel de z.apa) y Fromentin (Domi-
11ique); podemos incluso observar cierta exacerbación del
topos en Barbey'"o en Cumbres borrascosas (relato de Isabe-
lle a Nclly, transmitido pm; Ncll~·. n Lockwood, apuntado
por Lockwood en su dial"io) y sobre todo en Lord lim, en
que el cnmnrni'iamicnto alcanza los límites de la inteligihi-
lidad comün. El estudio formal e histórico de ese procedi-
miento superaría en gran medida nuestro pronóstico, ·pero
es por lo menos necesario, mñs ntlclantc, distinguir aquí los
principales tipos de relación que pueden u..lJ.i.r_cLt::e.l.atCL.m.c.:_
t~d i egé ti e o. a l...J~t.a...p.cimem..G¡;¡,.,L.:·~.tte...S,gjJJ.~,SE1~.;.._..
- El primer tipo es una cnusalidad clirectn entre los acon-
tecimientos de la mctacliégesis ~·los de la diég:csis. que con-
Fiere al rcl<:~to segundo una función explicativa. Es el uvcn-
mos por quén balzaciano, pero asumido aquí por un perso-
naje, ya sea b historia que cuente la de o!ro (Sarrasine) o.
con mayqr. frecuencia, la suya propia (Ulises, des Grieux,
Dominiquc). Todos esos relatos responden, explícitamente
o no, a una pregunta de este tipo: «¿Qué acontecimientJs
han conducido a la situación actual?,,. La mavoría de las
veces, la curiosidad del auditorio intradiegétic~ no es sino
pretexto para responder a la del lector, como en las escenas

287
c..le cxposici(m del k<Jlm cl:.ísico, y el rcléJto mctmlicgélico
um\ simple vari;1nlL' c.k 1<1 <lnalcpsis c:.¡plicath,n./\ eso Sl' c.k•-
hen cicrl<ls discordnncias entre la. función supul'sl<l !' In
hmci6n rl'<.ll, ¡,~cnl'nllmcntc rcsudl~1s u fnvor de la segunda:
;lSÍ, L'J1 d Cílll(() xrr de In ()r/iseo, Ulises interrumpe su rclt~IO
l'n 1<1 !lq!.~H.Ia a !~1 islLI de Cllipso, aunque la mayoría ele su
<1uditorio ignon1 la contimwción; el pretexto es que s~ lo
ha cont<~do sumari<Hncnk <~ Alcínoo y a Arctusa (canto, VII);
·lt1 vcrdadcrc.l raz.c5n es, cvidcnlemcnlc, que el lector la co-
noce en detalle po¡- el rcl<1to directo ·cJel canto V. c(Cwmdo
l:1 historia es conocidnn, dice Ul'ises, acletesto ¡·epct.irb»: 1
esa ¡·cpugn<:~ncin es, en primer lugnr, la del pdcté:\ mismo. ·
El segundo tipo consiste en unn relación puramente tc-
mütica, que no cntrniia, pues, ninguna continuidad esp<~cio­
t.cmporéll entre mctadiégcsis y diégesis: rclaciém ele con-
tn:~st.c (clcsgr·élci<1 de Ari<~dna <~banclonacla, en medio ele las
go:wsas boc.la:; de Tctis) o ele analogía (como cuando Jaca-
be!, en /vloyse sauvé, vt~cil<t a la hon.1 de cjccutm· la orden
divina ·V Amrarn le cucnt<~ la historia del sacrificio de
Abrahn;n ). LCI famosa cstn.J.~_t.l..l.GLC..!LQ...b.:m.t~..J.S\H,._<~J?.~:~.~.!.ª~la
por el ce 110l.~~!I!.Sl!:f-.I."O.Ina./:/.>>..-del-deeen io . dc._l9.60,,:e?, ...c;:vldc_nJ.c-
-Hl-cT11 c~··-¡.:-¡¡·ú; fo rm r.'. ~.~-~.~:~ ':'! ~. !:l_<;~S:'i.~..rs:l}~.fX9..1J .el c.. PP..Fl.l.o gl<\ ,J 1c-
v;:,.da··ha~nr rci~·:.-¡-¡:¡;;~i. Lcs..<.k·.... léddcr.~tid.acL,.J!.or lo demás, la re~
·l;:rtfóhTc·m'{\Úca, cuando el auditorio la percibe, puede ejer-
cer una innucncia en la situación dicgét~ca: el efecto inme-
cliato (y el fin, por lo dcm8s) del relato dé Amram es el ele
convencer a Jocabcl, en un exemplwn de función persuasi-
va. Sabido es que. auténticos géneros, como lq. par8bola o
d t~pólogo (la [{,bula), desc<~.nsan .sobre e~m acción monitiv8
de la analogía: ante la plebe rebelada, Menenio Agripa
cuenta la historin ele los Miembros v el estómago; después,
aii8clc Tito Livio, cnnostranclo hm;t~ qué punto. la sedición
intestina del cuerpo era semejante a la rebelión ele In plebe
contra el Scnéldo, consígúió conve-ncerlos» .'14 En Proust en-
contraremos una ilustración menos c.urath o de esa virtud
del ejemplo.
El tercer tipo no entí·aña ninguna relación explícita en-
tre los dos niveles de la histori<1: es el propio acto de narTa-
ci6n el que dl'scrnp('Ji:-1 1111~1 f1111cic'm en 1:-~ diép:csis, inclc¡wn-
dicntcmcntl' del contenido mct<ldiq!ético: f~mción de dis-
tracc.:ión, por ejemplo, _\'/u obstru~ción. Elejcn,1p_lo moís ilu!'·
1

1re se cncucntlTI con toda segundad en f_,as nrii y CIIUI 110-


ches, L'll que SchL'hen1zade rL·chn;r.n In muc1~·tc a f-uerza de
relatos, ctlíJIL'squiL'r<l quL' Sl'l\11 (con t<1l de q 1e in'·:-rcscn lll
sultún). Pmkmos ohscn·<~r que, desde el pri ero al tercer
tipo, la importllncia de 1~, instanci<1 narrativt no hace sino
numcntnr. En el primero, la rci::H.:ión (de en 8dcnamicnto}
e~ direc.tél, no pliSé\ por .el relato y podría mu · bien prcscin-
1
th r de el: 1<~ cuente Uhscs o no, la tempestad es lo que lo
ha r~rrojmlo rt lü orilla de Fcüci<~, In únicn thmsrorm<~ción
intToc.lucida por su rebto es de tipo puramc~tc cognosciti-
vo. En el segundo, la rclr~dón es indirectr~, J;igurosamente'
mctliatiz<~tla por el rel<~to, que es indispensable para el en-'
c::H.lenamiento: la a\'cntura tk los miembros~ del estómago
calma a la plebe a c:ondiciún de que Menenfo se la cuente.·
En el tercero, la relación ya sólo se da cntrd el acto nrttT<I-:
livo y Ir~ situr~ciún presente, el contenido mét<~cliegético no
importa (c<~si) mús que el mens<~je bíblico etl una <1cción de
(ilihus1eris1110 en la tribww del Congreso. Es~l rclm:iún con-·
firm<1 perfcclí:11llL'11tL', si h.ltTr:t ncccsnrio, que !la n<~t-ración es
un oc/n comu cu~dquicr otro. J

1
kfetalc¡;sis
j
El paso de un nivel n::~rrotivo al otro nb puede
ascgu-
re~rse en principio sino por la narmción, ac;to que consiste'
precisamente en introducir en una situaciórl, por medio ele
un discurso, el conocimiento de otra situa~ión. Todn otr::~
Forma ele tnínsilo es, si no siempre imposible, ::d ·menos
siempre transgrc!'iiva. Cortá7..ur cuentaJ;; la Jhistoria de un
hombre asesinado por uno de los personajes de la no\'ela
que estü lc~·enclo: SL~ trata de una forma inv.ersa (y extremo)
de b rigur::~ llé\ITativa que los clñsicos llamabnn la metalep-
sis del cwtor y que consiste en fingir que el poeta ((produt:c
L;l mismo los efectos que cantan,J" como dmnclo decimos
que Virp;il io hr~cc rnm·irn r1 Di do en el canto IV de la Enci-
(f

do o n1¡111dn Oidl•rot, ck l"ormn m;\s cquí\'(ilca . escribe' en


1
1
lacqúes el ra{alista: ((¿Qué me impediría c~sar al señor y ha-
cerlo cor-nudp?», o bien, dirigiéndose al lector, ccSi eso os
agrada, volv~mos a poner a la campesina de grupa tras su
conductor, dejémoslos ir y volvamos a nuestros dos viaje-
ros».47 Stcrn c llegaba hasta el extremo de solicitar la inter-
1

vención del iector, a quien pide que c1erre la puerta o ayude


al.señor Sh~n.dy a ~<:>lver a su cama, pero el principio es el
m1smo: toda 1ntrus10n del narrador o del narratario ~xtra­
diegético en[ el universo diegético (o de personajes diegéti-
cos en un ~niverso metadiegético, etc.) o, inversamente,·
como en el G:aso de Cortázar, produce U!) efecto de extrava-
gancJa• 1 •
ora gracwsa (
cuan d o se presenta, como en Sterne o
Diderot, en tono de. broma) ora fantástica. '
- Vamos a\ampliar a todas esas transgresiones el término
4
de metalepsi!.S rzarrativa. " Algunas, tan triviales e inocentes
como las de[ la retórica clásica, juegan con la doble tempo-
ralidad de lf1 historia y la narración: así .Balzac, en un pa-
saje ya citado de Jlusio.nes perdidas: <cMientras el venerable
eclesiástico ]sube las rampas de Angulema, no es inútil ex-
plicar ... ,>, c~mo si la narración fuera contemporánea de la
historia y oybiese rellenar esos tiempos muertos. Siguiendo
ese modelo ltan difundido, Proust escribe por ejemplo: c<Ya
no me qucdf tiempo, a11tes de mi pa11ida para Balhec, para
comenzar rttratos del mundo ... », o ccMe contento aquí, a
rl
medida que tren carreta se detiene y el C11JPleado grita DD11-
cieres, Gratt¡evast, Maineville, etc., con observar lo que me
evocan la glayita. o la guarnición>>, o: ccpero ya es hora de
49
alcanzar al parón que avanza ... » Sabido es que los juegos
temporales ¡~e Sterne son un poco más atrevidos, es decir,
un poco m~s literales, como cuando las digresiones de Tris-
traro narrapor (extradiegético) obligan a su padre (en la
diégesis) a ~rolongar su siesta más de una hora, 5° pero aquí
51
también el ¡principio es el mismo. En cierto modo, el pi-
randellism9 de Seis per1onajes en busca de>autor o de Esta
noche imprqvisamos, en que los mismos actores son sucesi-
vam€mte prptagonistas y' comediantes, no es sino una vasta
expansión ~e la metalepsis, como todo lo que de ell8 se de-_
riva en el t~atro de Gcnet, por ejemplo, y como los cambios
de nivel de relato robbe-grilletian o: personajes esL:apados

2.90
de un cuadro. ele lm libro, de un recorte de prensa. de unrl
fotografía. de un sueño, de un recuerdo, de un fantasma.
etc. Todos esos juegos mtlnificstan mediante 1a intensid;:HI
de sus efectos In importancin del límite que se In." ingeninri
para rebasar con desprecio de In verosimilitud y que es pre-
cisamente la 1wrración (o {a re¡Jresentació11) mismc; frontem
movediza, pero sagrada, entre dos mundos: aquel en que
se cuenta, aquel del que se cuenta. A eso se debe la inquie-
tud tan acertndamentc designada por Borges: <cTales inn'n-
cioncs su.giercn que, si los personajes de una ficción pueden
ser lectores o espectadores. nosotros, los lectores 0 especta-
dores, podemos ser persont1jes ficticios.» 5 ~ Lo más sorpren-
dente. de l<t mct~1lepsi~ rndica en esa hipótesis inacept<~hk'
e insistente de _que lo extracliegético tal vez sea ya diegéticn
y de' qüe el narrador y sus narratarios, es decir, ustedes y
yo, tal vez pertenezcamos aún a algún relato.
Una figun\ menos nudaz, pero que podemos vincubr·
con la m~talcpsis, consiste en contar como diegético, en el
mismo nivel narrati\'o que el contexto, lo que, sin embargo.
hemos presentado (o ~e dcja··adivinar fc\cilmcnte) como mc-
tadic~ético en su prinCipio o, si se prefiere, en su origen:
como si el marqués ele Renoncour. tras haber reconocido
que sube por el propio des Gricux la historia de sus amores
(o incluso después de haberle dejado hablar durante unas
páginas), voh·icra a tomar la palabra después para contar
esa historia él mismo, ya sin «fingir», diría Platón, c<que se
ha convertido en des GriettX>>. El arquetipo de ese procedi-
miento es sin duda el Teeteto, que, como sabemos, consiste
en una conversación entre Sócrates, Teodoro v Teeteto,
tnmsrnitida por el propio Sócrates a Euclides, quien se la
transmite n Trrpsion. Pero, pnra evit.ar, dice Euclides, cela
molestia dL' l'St\S fórmulas intercaladas en e] discUrSO, cuan-
do, por ejemplo, Sócrates dice hnblando de sí mismo: '\
yo di.ie'' o "yo respondí"-:--·. hablancln de su interlocutor: "es-
tuvo de ncucnlo" o "no lo aceptó''», se ha redactado 1::1. CQn-
venmción en forma de un cccliólogo directo de Sócrates con
sus intedocutorcs~>.~~ Llnmaremos a esas formas de narra-
ción en que el tr::msmisor mctacliegético, mencionado o no.
rcsult~r L'liminnclo inmccli<1tnmcntc en beneficio del nnrr::t-

29t
_ dor primero, lo que en cierto modo <~horré\ un nivel naJT<:~~
. . tivo (o a vcccR varios), meradiegético reducido (sobrccntencli~
do: al dief!ético) o seudndicf!,éfico.
- A decir vercl:.lcl, la reducción no sicmprt' es evidente o,
· m(t.<, l'.\adarncnll', lt~ diferencia entre mel<.1diegétiL:o y scu-
douicgético no siempre es perceptible en el texto narr<~tivo
literario, que (contn:'lrinment. e al texto cinematográFico ) no
dispone ele rasgo:; célp<.lccs de mnrcar el can'ictcr metadicgé-
. 1a persona: s1. e 1 se-
t .JCO oc un segmento,·-~ sa 1vo SI. cam t11a
1

ñor c.ie Rcnoncour ocupr~ra cl·lug,u- de des GriL?UX para~con­


tar las aventuras de é!-ilc, la substitución 1{C manifestarf<l in~
mccliatarncn\c en el paso del yo al él; pem, cuando el héroe
de Syh,ie revive en sue1ios un momento c.lc su juventud,
nada permite dilucidar ::;i el1·clnto es entonces n~li:\to de ese
suciio o, clircct<~mcnl.c y por sobre 1<:~ inslancia onírie<1, re~
lt:~to de ese momento.

De Jc<:~n Santcuil a En busca del tiempo perdido,


o el triunfr; del seudodiegéticc/ ·

Después de ese nuevo rodeo, nos será 111t'1s f{lcil c<~•·uctc­


);:¡ cll-cción natTativa n~aliz~da, dclibcrmlament c o no,
r·iF.ar
por Prou:-;t en E11 /;usca del tiempo perdido. Pero primero
hay que recordar cuál había sido la de la primem gmn obra
narmtivél c.lc Proust o, m<ls ex<:~ctamente, ele la primc1·a ver-
sión de En husca del tiempo perdido, es decir, .Jemz Sa11teuil.
En ella, se desdobla l<:~ instancia narrativa: el'n<:~JTador ex~
tradiegético, que no llcvn nombre (pero que es unt1 primcrJ
hipóstLJ.sis del protagonista y ;:11 que vemos en situaciones
atribuid<Js más 8dclnnlc a M<Jrccl) está de vac<Jciones con
un amigo en la bahía de Concarnc<:~u; los dos jóvenes se ha-
cen amigos'clc un escritpr ll<:~m<:~do C. (segunda hipóstasis
del prot<lf!Ollistn), (;11c, a petición de ellos, se ponen h·erlcs
cada noche las páginas escritas durante la jornada de una
novela que está redact~ndo. Esas lecturas fTagmentarias no
aparecen tr<~nscri t<:~s, pero unos años más tarde, después de
la muerte de C., el m1rrador, que dispone no se sabe cómo
·de uné:\ copi<~ de 18 novelé\, se decide r~ puhlicélrl;~: es .h!rtlt

292
Santeuil, cuyo protagonisltl es, evidcntc~cnte, un tercer cs-
bo7.o dl' Marccl. Esa estructura descolgada es un poco Clr-
cai7.nnte, con las dos t'micas dífcn~nciLls, i-cspt•ctn th.· In tra-
dicit·m rept·l·scnlmln por /l'f(//10/1 Lescar1t, ~le que el nLlrr;:~dor
intréldiegl'tico no cuenta nquí su propia ¡histori::t y de que
su relato no es oral. sino escrito. e inclusb litcretrio. v;:¡ que
se trulet de una novela. Más adelante vof.vcrcmos a hetblar
de lf! primcret diferencia, que atañe al prdb!ema 1
ele la ccpcr-
sonan, pero aquí hay que insistir en la sc gund::t," que ettcsti-
gua, en un<~ época en que esos procedimientos h;:~n dc_i<~do
eJe <~preci<~rse. una ciertn timic.lC7. 8Iltc In escritura noYc~
lesca v una {~vidente nc~.:csidnd de ccdist~nciación>• de esa
a
biogn~fí<l de JCL\11 ... llllll.:ho lll<ÍS prÓ:'\Íma la autobiograrín
que En lmsca del tie111po perdido. El dcsdoblumicnto narr[\-
tivo se ve agrr.wado, r.H.kmi'ts, por el carácter literario y. lo
que es rn8s, ce fict icion (por ser novelesco) del relato mcta-
diegético. !
De esa primera etapa ha~· que recordar que nrous~ ruJ
ignorabn la pníctica c.lel relato cccn episoCliosn y que habíll
sufrido lu lL'Illacicjn al re~pl'ctn. Por lo dcmr.l~. hace alusión
a e¡.;e procl'dimknto en un p:'tgina de La/i!giti,·a: ceLos non·-
li~tas afirmun con J'renlL'11cia en una introducción que h<~n
viajado n un pc:IÍs y han conocido a alguien que les h<.1 con-
tmlo la vida ele una personn. Entonces le: ceden la palabr<1
1
y el relflto que les hace es precisamente su novela. Así. l<1
vida de Fabricc del Dango fue cónt<ldu ~ Stenclhal por ur.'l
cnnónig:o de Padua. ¡Cuúnto nos gustarín,· cuando amamos.
es decir, CUancJo Ja existencia ele OL1'8 pcrSOnu nos palTCC'
misteriosa, cncontnw " :-;emcjnnte narrador informado~ Y.
desde luego, c:xistc. ¿Acaso r{osotros misinos no contt~mos
con li-ccucnciu, sin la menor pasión, la· ,:·ida de tal o cual
mujer " uno de nuestros amigos o a un extraño que nadn
sabían de sus amo"rcs ,. nos cscuch<~n con duriosidnc.J?,.-'' Ve-
mm; que es<~ obscn·<Jc"ión no se .refiere sólb a la ~rcación li-
tcr·nria, sino que se L'xticmk a In ttctividbcl nanaliv·a mc.ís
corriente, tal como puede c_jcrcersc, entrc\otrtls, en la exto;;-
tcncia de Mnrccl: esos relatos hechos por X a Y a propósito
de Z son el tl·jido rnismn tk• 111ll'Sirr~ ,,e1:xpcriencin", llnn
J1ili"IL' tll' l11 l'llll.l <.'S c.h· lipll ll:IIT!IIi\'0, 1
1
Esos antecedentes y esa alusión no hacen sino dar más
relieve a e~e rasgo dominante de la narración en E11 busca
del tiempo 'perdido, que es la eliminación casi sistemática del
relato metddieRético. En primer lugar, la ficción del manus-
crito recogido. se ve substituida por una narración directa
en que el protagonista-narrador presenta nbiertamente su
relato conio obra literaria y asume, pues, el papel de autor
(ficticio), domo Gil Bias o Robinsón, en contacto inmediato
con el pú~lico. Eso explica el empleo del término '«este 11-
bro» o <<e~ta obra,, 5" para designar su relato; esos plurales
académicqs; 57 esas observaciones al lector;-'ll e incluso ese
seudodiálQgo chistoso al modo de Sterne o de Diderot:
<<Todo estb, dirá el lector, no nos comunica nada sobre ... -
Es muy d10joso, en efecto, señor lector. Y mús triste ele lo
que usted¡ cree ... - ¿Le presentó por fin al prfncipe la se-
ñora d' Arpajon? - No, pero cállese y déjeme reanudar mi
relato.,,so El novelista ficticio de Jea;¡ Santeuil no se permi-
tfa tanto \, esa diferencia da idea del progreso logr8.do en
la emanci'pación del narrador. Además, las inserciones mc-
tadiegétidas están casi completmnente ausentes de E11
busca del !tiempo perdido: apenas podemos citar al respecto
el relato Hecho" por Swann a Maree] de su conversación con
el príncip e de Guermantes convertido al dreyfusismo,"~ los
1

informes 11de Aimé sobre la'


conducta pasada de Albertine" 1 '
v sobre todo el relato atribuido a los Goncourt de una cena
~n casa d~ los Verdurin.(,z Nótese, por lo demás, que en esos
tres caso~ se coloca en primer plano la instancia narrativa
y compite en importancia con el acontecimiento relatado:
a
la ingenu!a parcialidad de Swann interesa Marcel mucho
más que Jla conversión del príncipe; el estilo cscri to de
Aimé, con sus paréntesis y sus comillas invertidas, es una
parodia if,naginaria; y el seudo~Goncourt, parodia -real, está
aquí mucho más como página de literatura y testimonio so-
bre la vapidad de lastLetras que como documento sobre el
salón Vcrdurin; por esas diversas razones, no era posible
red~tcir eros relatos 1)1etadiegéticos, es decir, hacer que el
n8.rrador¡ volviera a asumirlos.
En clmbio, en todos los demás casos la práctica cons-
ta~te d~ E11 busca del tiem.po perdido es lo que hemos ]Ja-

294
mado scudoclieg0tico, es decir, un relato segundo en ~u
principio, pero ilimcdiatamcnte devuelto al nivel primero
y n.'>umiclo, cualquiera que sea su origen. por el protago-
nista-narrador. La mayoría de las analepsis ad,·ertidas en
el primer capítulo proceden ora de recuerdos rememorado.<;
por el protngoni.sta y, por tanto, de una especie de relato
interior al modo de Nerval, ora de relatos que le ha hecho
un tercero. Corresponden al primer tipo, p9r ejemplo, la~
últimas p<1ginas de A la sombra de las muchachas en flor.
que evocan las mañanas soleadas de Balbec, pero a tran~s
del· recuei"clo que de ellas ha conservado el protagonista ele
vuelta en París: ceLo que volví a ver casi invariablemente.
cuando pensé en Balbcc, fueron los momentos en que, todas
las mañanas, durante la temporada de buen tiempo ... ";
después de lo cual la evocación olvida su pretexto mnémico
y se desarrolla por sí misma, en relato directo. hasta b úl-
tima línea, de modo que muchos lectores no advierten el
rodeo espacio-temporal que lo había originado y creen que
se trata df una simple <<vuelta hacia atrás'' isodicgética, sin
cambio de nivel narrativo; o el regreso a 1914, durante la
estancia en Pnrís de (916, introducido por esta frase: ((Pcn-
sa/Ja e11 que hacía mucho que no había vuelto a ver a nin-
guna de las personas de que se ha hablado en esta obra.
Sólo en 1914 ... >>:~>~ sigue un relato directo de ese primer re~
grcso, como si no se tratara c.le un recuerdo evocado du-
rante el segundo, o como si ese recuerdo no fuera sino un
pretc:xto narrativo, lo que Proust llama precisamente un
c<proccdimicnto de transición»; unas páginas más adelante.
el pasaje c.ledicado a la visita de Saint-Loup,M que co~
mienza como uni:l analepsis isodicgética, termina con c~t<~
frase que revelan postcriori su origen mnémico: ceA\ tiempo
que recordaba así In visita de Saint-Loup ... » Pero hay que
recordar sobre todo que Comhray J es un ensueño de insom-
nio, ·que Co111hray li es un «recuerdo involuntario>> prm·o-
cado por el gusto de la magdalena y que todo lo qüe sig~c.
a partir de Un amor de SH·anl1, es de nuevo una cvocactón
del insomne: todo En busca del tiernpo perdido es una vasta
analepsis seudodiegética en función de Jos recuerdos del
«sujeto intcTmcdio>>, en seguida reivindicados y asumidos

295
como rcl~1!o por t'l n<1rr<1dor finéll.
/\1 segundo tipo corresponden todos esos episodios, cvo-
c;H.Im; C'll el Cr1)1ÍflllO ;¡n!t'l'kll' íl rrnpflsilo c_l~ lrJS prohJe111~1S
ele foc:;1l Íí'.;lCÍ(!II, CJII<' .'it' hí111 producido rucrn de]¡_¡ Jll"l'SL'nci<l
del prot<.1~r;nistn y de los cuales el narrador no ha podido,
pues, recibir inForr.nación sino mediante un relato interme-
dio: tlSÍ, lns circunstancias del matrimonio de Sw;nn, los
tratos cn1re Norpois y F<J!Tcnhcim, la muerte de Bergotte,
la conducta de Gil berte después" ele 1a muerte de Swann, fa
n:-cepción que se ha perdido en casa de la Í3crmn:r. 5 como
hemos visto. la fuente de csé.ls informaciones unus veces
est;.í cleclnr8d~1, otras veces implícita, pero en todos los Cl\-
:.;os" Man.:el incorpo1·l\ cc!os<Hncntc n su relato lo que hn sn-
bido por Col.lt~rd. por Norrois, por la duque.•w, o por Dios
s;Jbc quién, como si no soportara la posibilidt1cl de dejar a
otro la menor parte de su pr·ivilcg:io narrativo.
El c<1so miís típico, ~~. n;:lturéllmcnte, m<.ls importante, es
<~quí ~1 ele Un amor de Sw(//711. En su princirio, ese episodio
es clohlcmcntl..' mct.adiegético, ya que en rrimcr lugar Mar-
cel ha recibido los dcr.~dl~s ele un narr<~dor y l.·n un mo-
llll'nln inclcteT·minnclos .v. ntk•mñs, porque Mnrccl T'l'li1<.'-
mor~1 dichos dl't<tllcs a lo largo de cierttls nochL'S ele insom-
nio: recuer-dos de relatos anteriores, pues, a partir ele los
cu;:des, una vc7. mC1s, el nélrrador extradiegélico recoge todo
lo ;:¡portado y cucn trJ en su propio nom brc toda e~m historin
ocurriclt1 antes ele su nt~cimiento, no sin introducir en ella
mélrcas sutiles ele su existencia ulterior,(](l quc.son como una
nrma e impiden al lector olvidarlo por mucho tiempo: her-
moso ejemplo ele cgocenlrismo narrativo. Proust había sa-
horct\do en .ler111 Santeuil los placeres desusados _ele lo mcla-
c.lieJ:!0lico, r<~rcc.c como si hubiera jurado no volver n ello y
rcsLTvarsc (o rcscrv~1r é.Y .o..;u portavoz) la totéllidad de In !1m-
e íón nn r-rrt ti va. U11 ·amor de Swa1111 contado por el propio
Sw<1nn h~hrí:1 comprnnll'lido esél uniclocl ele in~tancia "C'se
monopolio del protagonista. Sw<mn, exhipóstasís de Mélr-
ccl,1'7 va no debe ser, en l:J economía definitiva de E11 husca
del rien-Tpo perdido, sino un precursor desgraciado e imper-
fecto: no tiene, pues, derecho a 1a ((palabrél>>, es decir, al

• 296
relato ... ,. menos mh1 (, ..., ,·oh·en:mos <1 hnblbr de eso) al di~­
curso qtiL' lo IIL·,·a L'll ~u ~L'Ilo, lo acomrnfw :1.'" k da :"Cntido.
F.sa l'S la r;1zón por ];¡ quv 1\brn·l. ~· sólo ¡01, es quiL'Il en
últilll;l insl<llll'ií.l, _,.sin LL'IlL'l' L'll cuenta ninguna de lt~s <.le-
lll<ÍS, tkbc ctlnlnr L'S<t <HL'nturn que no es l.uj su:>n. Pero que
la prefigurr.1, como todo cl mundo snlx•, y CI;l ciertn m:~t.lid<~
la detennin<l. Voi\'L'Illos n VlT nquí In innucncin indirecta,
::~nnliz.adr.1 m<ls arriba, de ciertos rclntos mritaclicgéticos: el
Lltnor de S\\'<.1nn por Odctlc no tiene ningtlnn n:rcrcusión
direcl::l l'Jl el destino de Mnrcci"R y, ror l'$<.1 ~Lnzón, In llOI'Illtl
clé.isil'é.l lu consic.lcnll·í<i sin dudn pur<:ll11L'l1lc¡cpisódico: pcn.)
su repercusión imlirccttl, L's dl'cir, la influencia del conoci-
miento qlll' de Lq tiene M<1rcel por medinci<}n de un relntn.
l'S, L'll cr.11nbio, considcmbk v él mismo lo ntL'Stigu[\ en esta
pr.ígina ele Sodmna: - . 1 ~ .

Pcnsnbn entonces en todo lo que hnbin snpido del Gmur de


Swnnn pcn· Odclt~. de la rurm<~ como Swnnn se lwhí;-~ d"tr.1
burlado locln su Yicla. En el rondo, nhora lqlll' lo ricn:;o. la
hipótcsi.o; c¡uc me hi7.o poco n poco con~lrui\· lodo el cnrfn:r~:i·
de 1\lhcrtinc e íntcrprl'lnr dolorosamente ~ndn momenro de
urm vida que ~·o no podía controlnr en su)totnlidad, fue el
recuerdo, la idcn fija del cnr:.íctcr de la señora Swnnn. tnl
como me hnhían co;1taclu que era. Esos relates contribu~·cron
a hnccr qm• l'll el ruturo mi ímnginación hlcicsc el juego de
suponer qttc Albcrtinc, cn lugL\r de ser. In buena much:1clw
que era, habr(<l podido tener la misma rinmomli.dml. la
misnw rncultad de cngnño que una Yic.fn 7.0 rn. y ~·o pens;, ba
en tocios los surrimkntns qUe llll' hnhrían C'spcr·udO Cll l'SC
cnso, si huhiern hr~hido de LlllHlrlíl nl!nmn ]'C7..~ 0
• · · i

Esos re/nro.< tor>lri/,,;·r•ml1 ... : n cn;r:n d<¡l rolc•o de un


amor c.k: Swnnn podní Maree! cl'cctivament'!c imag:in<~r un:
día a una Albcrtinc ~cmejnnte a Odcttc: infic, viciosél, inac~:
cesible y, por consiguiente, ené.lmorarsc de cll- a. Yn sabemos:
lo que sigue. Poder del relato ... · .. 1
1
No olvidt'mos, al fin y rtl cabo. que, si bilipo puede ha-.
ccr lo que todo el mundo, según dicen, no hate sino clescCtr,
es porque un orúculo h<1 contado de antcmn1o que mntarb:
un dfa n >U p:nln· y >e cO>oría con su madT >in oróculo,
no hay exilio ri. por tanto, ib.cógnito ni, por tanto, parri~i­
dio ni incesto.: El_~~~~_L9_de f'diP-Q..Ig)!..sli.JJ.t:LreL~J&.mctaili_,p­
g~~i <:.9... ~1!- 1\t.t l!.~o ....t;:1!YfL~.Q.l a ..qnunciaci.ón......v,a•..a7 dcscnGadena r
.lll...:.r.máq.uin-ª..iD.f~m<!l.!>J;:Jil.J2_a~ de cumplirlo. No ce:; una pro-
fecía .que s; rcaliz'a, es una !'amp'áenforma de relato y que
<rcua.Ja». S1, poder (y astucia( del rela1o. Los hay que hacen
vivir (Scheherazade), los haY¡ que matan. Y no se puede juz-
gar bien Un amor de Swann, si no se comprende que ese
amor contado es un instrurriento del Destino.

Persona 1 .

Hasta aquí se ha podido,observar que no empleábamos


los términos ele «relato en J;>rimera -o en tercera- perso-
na» sino entre comillas de advertencia. En efecto, esas locucio-
nes corrientes me parecen 1inadecuadas; en el sentido de
que subrayan la variación en el elemento de hecho invaria-
ble de la situación narrativa, a saber, la presencia, explícita
o implfcita, ele la upersona»/ del narrador, que no puede es-
tar en su relato, como todo¡ sujeto cl,e la enunciación en su
enunciado, sino en «primerp persona», salvo que haya ená-
laje.de con~~ención como en ;los Comentarios de César: y pre-
cisamente el hecho de que¡. se subraye la «persona~> hace
pensar que la elección -puramente gramatical y retórica-
del narrador es constanterr\ente del mismo tipo que la de
César al decidir escribir su~ Memorias <<a>> tal o cual perso-
na.' Sabido es que en realidad el problema no radica en eso.
"[; elección del novelista n~ es entre dos formas gramati'ca-
les, sino entre dos actitudes narrativas (cuyas formas gra-
maticales no son sino unajconsecuencia mecánica): hacer
contar la historia por uno de sus «personajes» 70 o por un
narrador extraño a dicha historia. La presencia de verbos
en primera persona en ur textd narrativo puede, pues.
remitir a dos situaciones n¡my diferentes, que la gramática
confunde pero el anális_is narrativo debe distinguir: la de-
signación del narrador en !cuanto tal por sf mismo, como
cuancJo Virgilio escribe uAr¡ma virumque cano ... », y la iden-
tidad de persona entre el narrador y uno de los personajes
- .
298
ele lu histori<l, como etwndo Cn1~0l' t'~c:ribe: <tEn 1632, n11d
L'llYndc .. •• Resultn mt\s qUL' C\'idcntc que la expresión crn•-
]8to en primera pL·rsonrt'' no se refiere sino a la scg:undn dL'
esas situacionL'~ y esa disimetría confirma si.t impropicclcld.
En la medida en que el narrador puede intervenir en todo
momento comu tal en el relato, toda narración se hace. por
definición, virtual mente en primera persona {aunque sea en
plural académico, como cuando Stendhal escribe: <tHemos
de co11fesar que ... hemos comenzado la historia de nuestro
héroe ... ••) Ln \'ercladera cuestión es la de si ha tenido o no
el narrador ocasil1n de emplear la primera persona para de-
signar a 11110 tle los personajes. Así, pues, distinguiremos
<~quí dos tipos de relatos: uno de nr~rmdor ausente de Ir~ his-
tol"in que cuentr~ (c_iemplo: Homero en l<t !liada o Fl<tubcrt
en Lll educacirí11 sentimental), otro de narrador presente
como personaje en la historia que cuenta (ejemplo: Gil Bias
o I.Vutheri11f!, Hcights). Llamo al primer tipo, por razone . . .
ev.klentes, heterodiegét'ico y al segundo homodiegéticn.
Pero se~,1.11-.:1111cntc lo.<:r ejemplos elegidos re\'clan ya una
disimetría en el estatuto de esos dos.tipos: :Homero y Flau-
bert están uno y otro totalmente y, por tanto, igualme11te
ausentes ele los dos relatos citados; en cambio, nO se puede
decir que Gil Blas y Lockwood tengan una presencia igual
en sus relatos respectivos: Gil Bias es innegablemente el
protagonista de In historin que cuenta, Lockwood no lo es
innegablemente (y podrínmos encontrar fácilmente ejem-
plos d.e <<presencia» aún más tenue: en seguida volveré "
esto). La ausencia es absoluta, pero la presencia tiene gra-
dos. Así, pues, habrá que distinguir al menos dos Yuriecla-
cles dentro del tipo homodiegético: una en que el narrador
es el protagonista de su relato (Gil Bias); otea en que el na-
rrador no desempeña sino \.m papel secundario~ que resulta
ser siempre, por as!, decir, un papel de observador y de tcs-
tjgo~ Lockwood, ya citado, el narrador anónimo de Louis
1

Lamhert, Tsm<~hel en Mohy Dick, Marlow en Lord Jim. S:::a-


rrawav en The Great Gatshv, Zeitblom en Doktor Faustus ...
sin oh;idnr ni mCls ilustre y ·más tfpico, el transparente (pero
indiscreto) Dr. Watson de Conan Dovle. 71 ParecL como si el
narrador no pudiera ser en su relat~ un comparsa orclina-

299
rio: no puede ser sino tlivo o simple espectador. Pam b pri-
mera v<1riedad (que representa en cierto modo el grado in-
tenso del homoc.liegético) rcservm·emos el término, incvitn-
hlc, de autodic.•J!,ético.
La relacir'm del nt~rnH.Ior con¡~, historia, definida en esos
términos, es en principio invnrinble; hnstn cuando Gil Blns
o WL~tson se eclipsan morncnt{mcmnentc como personajes,
sabemos que pe1·tcneccn a 1 universo clicgético de slJ relato
_v que le1nlc o temprano ren parecenín. Por eso el lector con-
sidera inf::diblemcntc infracción a una normn implícita, al
menos cuélndo lo percibe, el jÍaso de un este1tuto a_utrq: 8SÍ
ln desaparición (discreta) del narrador-lesligo inicinl de
Rojo y negru o de BrJ1'ary o la (m<.1s :-uidoset) del narrador
<.le Lamicl, que sall! abicrtamct11.e ele l<t cliégcsis ccp<tra lle-
gar a .~er hombre de letras. Así, lector benévolo, ndiós, no
volvcrús n oír hablar de mí,. 72 Transgresión m8s Fuerte
alin. el cambio de pen;ona gramatical para designt\r tll
mismo persona,ic: a~í, en 1\utre étude de f"emme, Bie1nchon
paso súbitamente del •<yon rd rcé),, 71 como si ahandonm·a
c.lc repente el papL'I de narmdor; m>f, cn.Jerm Sa11teuil, el
protagonista pasa, ~ la inversa, del ué],, al c<yon. 7 '1 En el
cmnpo de la novela clásica, y todavía en Pmust, scmejcmtcs
efectos se deben, cvidcnlemcnte, a una especie de patolo"gfa
n<:~rmtiv<l, explicable por moc.lificaciom·s apresurada~ y es-
tados de incondusión del texto; pero. s~biclo es que la no-
veln contemporánea ha superado ese 1ímite, como muchos
otros, y no vacila en c.o;;tablcccr entre narn1dor y persona-
je(s) una relación variable o flotante, vértigo pronominctl
que concuen.la con una lógica más libre y una idea más
compleja de la «personalidad,,, Las formas más extremas
de esa emancipación':; tal vez no sean lns más perceptibles,
ya que en cll<:~s han desaparecido los atributos clásicos del
u personaje,)) -.:.no m brc propio, rcct~ráctcrn Físico y mora 1-
.V con ellos los puntos c.ic referencia de la circulacicín gr~nm.l­
tical. Seguramente Borges es quien nos ofrece el c,icmplo
más c!'pect~Kt.dm· ele esa transgresión -precisamente por-
que se inscribe aquí en un sistema narmlivo totalmente tm-
dicional que accnlún el contraste-, en el cuento titulado
La forma de la es¡}(u/a, 71' en que el protagonisln comienza

."l,()í)
1
contando su inl"amc avcnturn e kkntifkr:\ndosc con su vícti-
ma, nntes de confesar que es, en realidad, el otro, el cobarde
denunciador hnstn entonces trata~lo, co~ e\ desprecio deh.i-
do, en ((tercera personal), El prop1o Moon da el comcntrJrto
({ic\co\ógko» de L'SC rrocl'dimicnto 11::\lT~tivo: ~<LO que hncc
un hombre es como si lo hicknm todo~ los hombres ... Yo
soy los otros, cunlquier hombre es todo;s los hombres., Lo
ranlástico borgiano, emblemático en eso de toda una literrJ-
tt.trLl modcrn~1, cc1 rece ele acepció11 de pet¡sorw.
1

No pretendo orientar en e"c scntidojla na1Tación prous-


tiana, pese n que en ella el proceso dq desintegración del
crpersonrJjen cstt.\ notoriamente avaniaclo. E11 busca del
tie111¡JU perdido es fundamentalmente u¿[ rehlto autodieg0ti-
co, en que el protrJgonista-narrudor no cede, por así decir.
nuncn ::1 nadie, como hemos visto, el pri¡rilcgio de ln f-uncir~m
n<\lT<lli\'a. Lo mi1~ importante aquí no e,15 ,In prescnci<l de c~<l
forma totalmente tradicional, :-;ino ante todo la con\'crsi(:lfl
de que resulta y, <:\dcmós, las dificultades que encucntm L'n
una novel<:~ como ést<:~. · J
<ct\utobiognd'í;, disimtdndn»: en glnt'lTtl. pnrccl' lot"l~
mente natuml }' L'Olllo L•videntc que E11 lmsca del th~111po fiCI'-
didu sea un relnto de rormn nutobiogdnca escrito cccn pri-
mera personn>>, Esa nntumliclad es clejuna evidencia enga-
ñosa, pues el designio inicial de Proust como lo sospechabn
Gennaine Bréc ya en 1948, y como.lo *a confirmado postl'-
riormente la publicación de Jea11 Sa¡1tellil, .no rcsen·abn
ningün lugar, salvo preliminar, a esa posic~ón naJTativa.
lean Sa11teuil, ¡·ccordémoslo, es de fortna deliberadamente
hetcrodiegétiL:a. Ese rodeo impide, !pues, 'consiclemr In
forma· narrativa de E11 !wsca del tietnfXJ perdido prolong<'-
ción directa c.le un discurso nuténticarr)cntc.personal, cuyús
discordancias respecto tic la vida rcaljde Maree! Prousl n~}
constituirían sino desviaciones sccundnrias. «El rclnlo en
primera person::l>>, escribe ace¡·tadam~ntc Gcrmainc Br(·e,
((es fruto tle una opción estética consdcnte v no signo de la
confidencia dirccté.l, de In confesión, el~ la a·utohior.n,ff<~.n' 7
1 . . ~(~ 1
1
Hacer contar 1?- vida de «Maree!» por el propio «Marcel»,
después de haqer hecho contar la de.«Jean>> por e1 escritor
<•C.>> correspo9de, en efecto, a una opción narrativa tan
marcada y, por¡ tanto, tan significativa -e incluso más, por
el rodeo- como la de Defoe en Robi11són Crusoe o la de Le-
sage en Gil Bla~. Pero, además, no podemos dejar de obser-
var que esa co~versión de lo heterodiegético a lo autodicgé-
1
tico acompañ1 , y completa, la otra conversión, ya obse'rva-
da, de lo met diegético en lo diegético (o seudodiegético).
De ~a11tettil a ¡E11 !n1sca del tie.mpo perdido, el protagon~sta
:pod1a pasar d~l ~<el» al ccyo, stn que por ello d.!saparec1era
·la estratificac~ón de las instanc:as narrati'·as: bastaba con
que la <cnoveJ~, de C. ~e~a.autobio~ráfica o incluso ~implc-
. mente de for;rya autod1egct1ca. A Ia m versa, la doble mstan-
. cía podfa rcdt.tcirse sin modificar la relación entre protago-
:nista'y nm-rhqor: bastaha con suprimir el preámbulo y co-
. menzar por a¡lgo asf: «Maree! llevaba mucho tiempo acos-
' tándose temprano ... » Así, pt.ies, hay que estudiar en su sig-
.nificado plen? la doble conversación que constituye el paso
del sistema ~arrativo de lean Same:til al de En bl!sca del
tiempo perdidp .
.. Si defininpos, en todo relato, el estatuto del narrador ~
la vez por su¡ nivel narrativo (extradicgético o intraclicgéti-'
co) y por su relación con la historia (heterodicgético \.1 ho.:'
modiegético), podemos representar med-iante un cuadro
con doble e~trada los cuatro tipos fundamentales de esta-·
tutci del narr¡ador:, 1) extrddie_gético-heterodiegético, paradi_g-·
ma: .Homero! narrador en pnmer grado que cuenta una his-
toria de la q~e está ausente; 2) extradiegético-homodieg ético7
paradigma: pi1 Bias, narrador en primer grado que cuenta
su propia hi.¡;toria; 3) Íl1tradiegético-l1eterodiegético, paradig-·
ma: Schehe:razade, naiTador en segundo grado que cuenta
hist~rias_de/~as que_ suele cs~ar ausente; 4) intradiegético-ho-
modregétrco, parac.i!gma: Uhse.s en los Cantos IX a XJT, na-
rrador en segundo gmdo que cuenta su propia historia. En
este sistem·~. el n~rrador (se?und~) ~e_la casi tot~l!dad del
relato de ~p.ntewl, el novehsta fict1c1o ~-· se sttua.~n la
misma cas1llla que, S~heherazade como n~tt·a-hetero?tegé­
tico_y el nC).rrador (umco) de En husca del trempo perdtdo en
• ., f'l'"l •
la casilla c.liamctmlmcnte (diagonalmente) opuesta (sen
cual fuera la disposición dada a bs entradas) de Gil Bias.
como extra-homodiegético:

~ Extradic¡:i!t ico Intradiegético


.

Scheherazade
Heterodiegético Homero c.

Gil Blns
Homadir?géticn :\-{(lrr:L'I
Ulises
.

Se trata de una in\rersión absoluta, ya que se pasa de


una situación caracterizada por la disociación completa de-
las instancias (primer narrador-autor extradiegético: uyon-
-segundo narn.H.Ior, novelista intmdiegético: uC.n- prota- ~
gonista mctadiq!t:tico: cdeann) a la situación inversa, ca--
racterizada por la reunión de tres instancias en una soln ~
<<personan: el protagonista-narrador-autor Marcel. El sig:ni--
ficado más manifiesto de esa inversión es el de la asunción
tardía, y deliberada, de la forma de la autobiografía direc-
ta, que hay que comparar inmediatamente con el hecho.
aparentemente contmclictorio, de que el contenido narra-
tivo de E11 husca del tiempo perdido sea r:nenos directamente
autobiográfico que el de Sa,1teuil: 7 ~' como si Proust hubiera
debido vencer primero cierta adherencia a sí mismo . .sepa-
rarse de sí mismo para conquistar d derecho a decir uyo·~
o, más pt·ccisnmentc, el derecho a hacer decir «yon a c~c
prota·gonis~a que no es ni totalmente él mismo ni total-
mente otro. La conquista del uyo, no es, pues, aquí regreso
y presencia a y de sí mismo, instalación en la comodidad

303
de ia '<suhjcti\'idnch, 7 ' 1 sino léJl vez lo contrario cxnctnmcn-
tc: lc:1 c.lirícil cxpl'ricncié\ de un<l relación consigo mismo vi-
vida como (ligcrc.1) distnncia v desccntramiento, rcbción
que simboJiz<l c_IL! Tllé\J"<lVÍJJa CSi:\ SCmÍh0111011ÍmÍu 111fiS que
cliscrct<:~, y como accidental, del prol<lgonista-narnH.lor y el
rj r111 ~111( C, H!l .

Pero L'S<.l explicación, co.mo vemos, se refiere sobre.todo


·~¡] paso de lo hctcrodicg0tico a lo autocliegético y deja un
poco atrús la suprcsir'>n del nivel metadicgético. La conden-
sación bntt<tl de l<:ts inst.<tncias t<:tl vez estuviera ya comen-
1
zadn en esa p6gin<1s ele Jea11 Sa11teuil en que d «YO» del n<l-
rr<ldor (pcrrJ, r=.cuúl?) substitufa como por descuido al (<01))
del protagonistc.1: dccto de imp<1ciencia, sin eluda, pero no
tanto .imp;:~cicncin por (<cxpresm-scn o por <<contarse'> qui-
t;:mclo b máscara de: i<l ricción novelesca; irritaci(m, más
bien, ;:~ntc los ohstflculos o dificulté\des opuestos por la diso-
ciación de llls instanci<1s a b Form8 del discurso ... que, ya
en .lean .S(mteuil, no es s<)lo un discurso narrativo. Nadn es
más molesto scgur<lmcntc, p8r8 unn<Jrracloi tan descoso de
acompai18r su <<historié\ n con esa t lnse ele conienté\rio pct·-
petuo que es su justificélcic)n profunda, que h;:~ber de cüm;
biar sin ces:JJ' de c(vo7.u, contar 18s experiencias del prot.ügo-
nist~ <rcn !er-ctTtl personal) y comcnt8rlm; después en su
prCJpio Jl()lll hrl', mee.! i<111 ll.' un::1 in! ntsiélll. constu ntcmcnlc
reiterada v siempre discorcbnte: eso explica la tentación de
sc:dt::1r el ~bst{lculo y rcivindic;:~r y 8ncxion<lrsc fin8lmentc
18 pl-opia experiencia, como en csé\ püginé\ en q.uc el nm-r8-
dor, tras haber contmlo lns «impresiones rccuperaclé\S,> por
Jcan cuando el paisaje del lago de Ginebré:l le recuerda el
mar en Bcg Mcil. cmp8lm8 con sus propias n~minisccnci8s
v su rcsolu~ión ele no escribir <csino cuando un pmmdo rcsu-
citnba de repente en un olor, en una vista que hacía est<:tllar
y por encima del cunl p~lpitab8 lé\ imaginación y cuando
ese gozo me daba la inspit"élCión,,. 111 Como se ve, aquf ya no
se trat8 de descuido: es· 18 posición narrL1tiv;:~ de conjunto
adoptad8 en Sa11tcuilla- que resulta inadecué\dé\ y ;:~c;:~ba ce-
diendo a las necesidades y a lé\s i11stw1cias más profundé\s
del discurso. Tales «accidentes, prefiguran a la vez el fra-
cn~o ?· mei9r, el <tbé\nclono próximo de Sa11teuil y su rcanu-

.~04
dación ult¿·rior en ILl \'O.Z prnpiLl ele E11 17llsca flel ric111f10 {Jl'r-
dido, le~ de b narración autoclicgétic<l dircct~.
PL·ro, como hL·mos ,.¡~to en el c<1pítulo ~k]. modo, es<~
nuc..•vt1 po~icic'm t<.1111~1ién n1 í.Komprli1ada ele c..~ifícultades ..~·a
que ahorll hay qul' Jllll'!!rrtr en un relato de forma r~utobm­
~;rrúFkll tcH.la unu cn)nk::t SOL'ÍL.tl que ~upcra ~Lon frecuenci~t
el c::tmpo dL· los conoc.:imil'nto~ directos del P,rotagoniste~. y
que'' \'cn·s incluso, como en d 1:t~so de U11·a~nor de Sll'ann.
no cntr<.~ sin dil'icultad en los del narrador¡. En realidad,
como ha c..h:mostrac.lo B. G. Rodgers.K 2 la novela proustic:ma
no consigue sino n duras penas conciliar dos! postúlacioncs
contrmlictorias: lt1 (.k .un discurso 'córko iomniprescntc.
que <t¡wnas SL' <1cnn1od<t ah:~ llt\!Ti.lción <<ob.ic:tivan cl{lsic<~ ~
que exige que 1<~ L'XJ1L'ricnci::t del protagonisla se confund:-o
con el p::1snc..lo del 11í.11Tmlor, que poc..lrú nsí comentarb <:in
<tp<lricncií.t c..k intrusión (lo que cxplicn 1" adopción fin;:¡] a
un" nnJTí.Kir·n, <:\Uloclicgética en que pueden mc7.clarsc ~·
rundirSL' lns \'()Cl'S de\ pmlugoniSl::t, de] llun"<l~lor :';del autor
Yuelto hc.H:in un público al que cnsl'iiar y copvcnce1·) ... y lt:~
de un contenido n::trrativo mu~· \'<:\Slo. que clc~borde~ en g:r::tn
mcdid<l In c:\pcrh.·ncia interior del protagoni sta y exige por
momentos un ll::tiT<H.lor cr~si ccomnlscicntcn: 1eso explic::J los
ohs!<Ít.:Ulos .\' \;IS plllntJid::ttlL'S de l'oc::tJi?.<tci{J~ que YL"I hcmns
visto. · !
Le~ posicic'ln ll<l!Tatint de ./C!(I/1 Santeuil e]·a sin duda in-
sostenible y su tlhrmc..lono nos pm-ccc retrqspcctivamcnte
«justificado~>; le~ dc En husca del tiempo perdido está mejor
adr:~ptada a las necesidades del discurso prot~stiano, pero no
es, ni mucho menos, de una coherencia perfecta. En rcnli-
dr:~d, el designio prou ... tiano no podía satisfaccr~c plen<t·
mente ni con uno ni con otro: ni con In «ubjctividmf,· dem<~­
si<ldo distrmtc del rcl<tto hetcrodicgético, q(¡c mantcní::t el
1
discurso del nnrrmlor ::~lcjado de l<l rct~cción n y. pnr t<lnto,
de la cxpcricnciLI del prott~gonist<:l, ni con la jc<subjctidclncl•·
del rcl::~to mtloclicgético, clem<tsim.io pcrsonnl y como.clcm~­
si<lclo estrcchn pr~r::t nbarc<1r ~in inverosimil,itucl un conte-
nido narrRt.ivo que desborcl<:l en gran medida esa cxpericn-
cir:~. Se trata aquí, prccisémoslo, de Ir:~ experiencia ficticia
del protagouista, que Prou~t. por razones b:icn· conociclt~".

1
quiso qu~ ~era más limitada que la suya propia: en un sen-
tido, nada ~e En busca del tiempo perdido supera la expe-
riencia de P,roust, pero todo lo que consideró que debía atri-
buir a Swann, a Saint-Loup, a Bergotte, a Charlus, a la se-
ñorita Vint~uii, a Legrandin, a muchos otros más, supera,
evidentemente, a la de Marcel: dispersión deliberada de la
<<materia)) ~utobiográfica, que es, pues, responsable de cier-
tas dificultades narrativas. Así -y por volver a citctr sólo
las· dos pafalepsis más flagrantes- puede parecernos ex-
traño que Marcel haya llegado a conocer los últimos pen-
samientos de Bergotte, pero no que Proust tenga acceso a
ellos, ya qJe los «vivió, él mismo en le Jeu de Paume cierto
día de mayo de 1921; asimismo, podemos extrañarnos de
que Marcel lea tan bien en los sentimientos ambiguos de
la señorit~ Vinteuil en Montjouvain, pero mucho menos,
me parece,! que Proust haya sabido atribuírselos. Todo eso,
y muchas ptras cosas más, procede de Proust y no vamos
a llevar el desprecio del ((referente» hasta el extremo de pa-
sarlo por ~lto; pero, como también sabemos, quiso libe-
rarse de to:do eso liberando a su protagonista. Así, pues, ne-
cesitaba a ila vez un narrador «Omnisciente>) capaz de do-
minar un~ experiencia moral ahora objetivada y un nan;:a-
dor autodi 1egético capaz de asumir personalmente, autenti-
Ficar v aclhrar con su propio comenlurio la experiencia cs-
pirit~al qye da su sentido final a todo·el resto y que sigue
siendo, por su parte, el privilegio del protaronista. A eso se
debe "esa situación paradójica, y para algunos escandalosa,
de una nJrración <~en primera persona» y, ·sin embargo,
omniscien~e a veces. También en esto, sin quererlo, tal vez
sin saberl], y por razones que se deben a la naturaleza pro-
funda -:-Y profundamente contradictoria- de su propósito,
En busca lel tiempo perdidu atenta contra las convenciones
más estab/ccida~r de In f]nrración novelesca al hacer tamba-
learse no pólo sus u formasn tradicionales, sino también -
conmoción más secreta y, por tanto, más decisiva- la ló-
gica mis a de su discur~o.
1

306
Protago11 ist alnarmdor

Como en todo relnto de forma nutobiográfica.~ 3 los_do~


actnntes que SpitzL'r llamaba er-;.tihle11des Jch (yo narr<mtc)
y erz.ühltes !eh (yo narrsdo) están separados en En husca
del tiempo l'erdido por una diferencia de edad y de experien-
cia que permite al p1·imero trntar al segundo con una espe-
cie de superioridad condescendiente e irónica, muy sensi-
ble, por ejemplo,
.
en la escenL\
.
de la presentación
qJ
fallida de
Maree\ a Alhcrtinc o en la del beso denegado. Pero lo pm-
pio de En lmsca del tir:m¡Jo perdido, lo que la distingue aquí
de casi todas las demás autobiografías, reu les o ficticiCJs, es
que a esa L'XpcrienciCJ escnci<dmente variable, y que dismi=
ntl_Vl' Fatrllmcnll' n medida que e-l protagonista avan7.í:'l L'TI el
<~.:1prL'ndiza,ic» Lk la vida, se suma una dircrencia más rncli-
cal )'como absoluta, irreductible <1 un simple <<progre-so,•:
la que determina la revelación final. la experiencia decisiva
de la memoria involuntaria v de In vocación estética. En
eso E~1 busca del tiempo perdido se separa de la tradición
del Bildungsroma11 para aproximarse a ciertas formas de la
literatura religiosa, como las C011(esiones de San Agustín: el
narrador no sólo sabe, y de la forma más empírica, más que
el protagonistn; sabe, <;n lo absoluto. conoce la Verdad: una
verdad «:1 ln que el protag:oni~ta no se acerca por un movi-
miento pmg1·csivo y continuo, !-lino que, muy nl contrario,
y pese a los pressgios y anuncios con_que se ha hecho pre-
ceder aquí y n llá, se derrite sobre él en el momento en que
se encuentm L'll cierto modo más alejado de ella que nunca:
<<Hemos llamado a todas las puertas que dan al vacío y l<1
única por la que podemos entrar y que en vano habriamo~
buscado durante cien nño.s chocamos con ellR .sin saberlo y
.se abre., .
J3sa particularidad tk• En husca del tiempo perdido en-
traña unR consecuL'ncia dec_isi\'a para las relaciones entre
el discurso del protagonistn y el· del narrador. En efecto,
hasta ese momento esos dos discursos se habían yuxtapue~­
to, se habían entrelazado, pero, salvo en dos o tres excep-
ciones,R!'ó nunca se habían confundido: la voz del error v la
tribulación no podía identificarse con la del conocimiento

307
\' l:.1 sahi<.lurí~1: la de P<!rsil':.ll c·on la de Gurncmnnz. En cam-
bio," partir de la revdacir)u última (por invertir el término
aplicado ror Proust a Sodoma 1), las el os voces pueden fun-
dirse y confundirse, o alternarse en un mismo discurso, ya
que en <H.Ielnntc el _vu pe11sa!Ja del protagonista puede ese¡.¡_
birsc ucomprenclínn, uohscrvé'\ban, <(é'\c.liviné'\ba))l ICSCntfn>>,
<<sobínn, <~SL'nt.ía prorunda111cnt<:n, «se me ocUITió,,, (<va ht~~
bía llcg;ldo a esa conclusión», ~<comprcndfn, etc. 11 r', es' ckcir,
r~oinciclir con el yo sé del nt1TTaclor. A. eso se debe esa proli-
feración repentina del clí:-;curso indirecto, v su alternancia
sin oposición ni contrasfc con •cJ discurso ·presente del -¡;¡a-
rrador. Como ya hemos observado, el protagonista de la re-
cepción no se identifica aún e11 acto con el narrador final,
,va que la obra escrita del segundo está aún por venir para
el primero; pero las dos inst<lncias se reúnen ya en ((el pensa-
micnton, es decir, en la palabra, ya que comparten la
misma vcn.lacl, que ahom puede deslizarse, sin rectifica-
ción, y como sin tropiezo, de un discurso a otro, de un
tiempo (el imperfecto del protagonista) al otro (el presente
del narrador): como lo manifiesta claramc!:Jte esta última
fTasc tan ~1gil, tan libre -tan onm.itemporal, clirfn Aucr-
bach-, pcd'ccta ilustración de su propio propósito: <<Al me-
nos, si me (i.tcrá dado hastantc tiempo para conclui1· mi'
obra, 110 dejarla de tlcscri hi r en pri mcr lugélr a los hombres
(;_lllll cu~ndo rlehiero h~.H.:L'rlos rmrccerse u seres monstruo-
sos) corno ocupantes de un lugar tan consiélcrablc, junto al
tan Ji mi tndo que les estd reservado en el espacio, un lugar,
ni contrario, dcsmedid<:~mcnte prolongado -ya que tocan
simultáneamente, como gigrmtcs sumergidos en los años,
épocas tan distantes, entre las cuales tantos días han ido a
coloc<~rsc- en el Tiempo.~~

Funcio11es del 1'/a/Tador

Esn modificaciún hace cntrr.1r en acción, pues, de forma


rnuy npn.·ciahiL• unu d,¿ In:-:; runcione!:i c::;cnd<llcs del narra-
dor proustiano. Puede ¡:.wreccr cxtraiio, a primGm vista,
atribuir <.l nwlquicr IHliT<:~dor otro papel que el de 1<1 1lt1JTa-·
ción propi<ll11L'Ilte c.licha, es decir, el hecho de contar la his-"...

308
1
.toria, pero, de hecho·, s<~hcmos perrectamcnte que el dis-
curso· del narrador, novelesco o de otro tipd, puede asumir
'otras fi.mcioncs. Tal \'C7. \'81!!::1 la pena pnsarjcs revista n:\pi-
darncnt.e pam aprcci::1r mejor la cspccificidrd, ::1l respecto,
de la mHTaCÍ<)n proustiatw. Me parece que podemos el istd-
buir clkhns fi.mciolll'S (mós o menos como Jakobson distri-
hu~'L' lns !'unciones del kn!,!Ull.il•) 11 ; scgt'm loslclhTrsos <lspec-
tos del relato (en el sentido amplio) a qut" ~e refieren.
_.-El primero de esos aspectos es, evidentemente, la histo-
tia y la función que se refiere a ella es la [unció11 propia-
_Incnte nah·ati11a, de la que ning(m narrador j-meclc desviarse
,sin perder al mi:;mo tiempo su carácter de ~arrador, y cuyo
papel puede mu~' bicti intentar -como han hecho algunos
novelistas americanos- reducir. El segundo es el texto na-
rrativo, al que el narrador puede referirse! en un ·discurso'
en cierto modo metalinm:.iístko (metanatrativo en este
caso) parn scñ<llar sus arlkuiLlcioncs, sus ]conexiones, sus~
inter-relaciones, en una pal~1hr::l, su organp¡;ación interna:.
e~os «orgnni7.adon.'S>> del di~curso, 1111 que qcorges Blin lln-
maba ((indic<~cioncs ele controln, 1111 corrc~ponden a una S<'-
gun<.la runci(Jn que podemos llumar (lii1CÍrJ~1 de cimtml. .::
-El tercer <~spccto es la situacir.in narrati\¡a misma. cuyos
J.los prot~1gonistns son el nnrratarip, prescnt¡C, L\usentc o \'ir-
j,twl, .v el prnpi·n nrnTndnr. 1\ 1;, nril•nlncióq lwcin el nnrr<:l-
_tnrio, ni intcrl's por L'stablecn o mantL'Ill'l' cjon él un contl.lc-
.to, o incluso un diúlogo (real, como en La 9asa Nuci11ge11, o
ficticio, como en Tristram Slu111dy), corresponde un<~ fun-
ción que rccuerc.b t1 le1 vez la f1.mciém ccf<Hi[ca, (verjficar el
t.~onlacto) •v !::1 Función «conalivan (actuar sobre
• 1
el cle.stinatll-
rio) ele Jakohson. Roclgcrs llama a esos narr,adores, del tipo
.ele Shandy, siempre vueltos h::1cia su pt'lbl!c~ y cori fTecueri-
da mcís interesados por le1 rcl<~ción que gu1rdan con él que
"por su.p1"opio rclnto, cccuentista~~~.'' 11 En otro tiempo los h3-
bríc\n llamado mcís bien ccconversadoresn,~v tal ve7. deba-
mm; denominr.ar ¡~, lunciün u In que suelen ~lar rrcfcrcncia
"ftii1CÍÓI1 r/c C0/11/flli!'(/f'irJII; snbir.Jo l'S qué im ortnncia cobrn'
L'n la novela epistolar, y' en pnrtkulélr tnl vb. en las formns
que Jc<1n Rnussct J)~,mn rcmc.moclias cpistol<{res», como, evi-
dentemente, lr~s Cartas pnrttl,f.!.IU!sns, en qucll n presencia nu-

30CI
el
1
sente del destin<ltario .se convierte en elemento domi-
muite (obse1sivo) del discurso. .
Por (tltil\no, la orientación del narrador had;:¡ sí mismo
determina ~ma función muy homóloga a la que Jakobso~
)lama, un ppc~ desafortu~~da~ente, la función <cCmotivan:
es la que c1phca la pm·tJCJpaclón del narrador, en cuanto
tal, en la h¡stoda que cuenta, la relación que guan.la con
ella: relacíqn afectiva, desde luego, pero también moral o
intelectual, !que puede adoptar la forma de un simple testi-
.monio, comb cuando el narrador indica la fuente ele donde
procede su ~nformación, o el grado de precisión de sus pro-
pios recuerdos, o los sentimientos que despierta en él deter-
minado epi~odio;'~ 1 se trata de algo que podría llamarse
función testi¡munial o dL' atestación. Pero las intervenciones,
directas o ipdirectas, del narrador respecto de la historia
pueden adoptar también la forma m·ás didáctica de un co-
mentario a~torizado de la acción: aquí se afirma lo quepo-
:dríamos llamar la función ideológica del narrador\1 2 y sa-
.bido es hast1a qué punto desarrolló Balzac, por ejemplo, esa
.forma de di~curso explicativo y justificativo, vehículo en él,
como en ta~tos otros, de la motivación realista.
' Desde Id-ego, no debe atribuirse a esa distribución' en
cinco funcidncs una impermeabilidad demasiado rigurosa:·
ninguna de :esas categorías es totalmente pura y sin conni-·
vencia con 9tras, I?inguna salvo la p'ri"mera es totalmente
indispensable y al mismo tiempo ninguna, por mucho que
se procure, ~s totalmente evitable. Se trata ~e una cuestión
de insistencia y de peso relativo: todo el mundo sabe que
Balzac «inttrvienel> en su relato más que Flaubert, que
Fielding se airige al lector con mayor frecuencia que Ma-
dame de La]Fayette, que las «indicaciones de controln son
más indiscrct<~s en Fenimore Cooper'H o Thomas Mannq~
que en Hem!ingway, étc., pero no vamos a int.entar extraer
de ello una fipología incómoda.
Tampoco vamos a volver a hablar de las diversa .;; mani-
festaciones, ~ue ya heqws visto en otros lugares, de las fun-
ciones extra narrativas del narrador proustiano: observado-
Des dirigida~ al lector, organización del relr'to mediante
anuncios y ~vocaciones, indicc:¡··~ones de ];;~s fuentes, atesta-
31 0- -- 1 .
ciones rnnémicas. Lo que fultn subray;:¡¡· aquí es la situ~ci<.,n
de casi-monopolio del narn.1dor respecto de lo que hemos.
denominado la !'unción idcológicLI y el carácter delibcr~dci
(no obligatorio) de ese monopolio. En efecto, de todas l~s·
funciones extranaiTLitivus, ést<1 es la (mica que no corrl:'s-
pondc nece!mrillmcntc Lll ní.lrrndor. Sabido es que grnndcs:
novelistas ideólogos, como Dostoicvski. Tolstoi. Thornas
Mann, Broch, M~lrLIUX, se hnn esforzado por transferir a al-
gunos de ·sus personajes la lnrca del coment~rio ,. dC'I dis-
curso did::íctico ... h<~st~ transl'orm<~r cleterminmhts cscL'nus
de Los posefdus, de La 111011/{U/a mágica o de La esperau:::r
en auténticos coloquios teóricos. Nadn seme.iante en Prn11st.
quien no se din, apnrlL' de Mr~ITcl. ningtm uportLI\'OZ». Lln
S\\'<lnn, un S<~int-Loup, un Clwrlus. pese a su intcligcnci0.
son ob,ictos ele ohsen'<~ción. no órganos de \'erdad. ni aut(·n-
ticos interlocutores siquiera (sabido es, por lo dcm::ís, lo que
Maree! picns<~ de las virtudes intelectuales de la com·ersa-
- ción v de ra amistad): sus errores, sus ridículos, sus fracasos
y SUS. decaimientO!' SOlÍ más i'nstructiVOS que SUS opiniones.
Incluso cs~s rigurn!" de 1[1 creaci~n artístic<1 que son Bergot-
tc, Vinteuil o Elstir no intervienen, por así decir, como po-
seedores de un discurso tcc'>rico r~ut01:izado: Vintcuil es
mudo, Ben!oliL' rcticentL' o Fútil.\' ILI mcdi~ción sobre su
obra cot-rc~pnndl' [1 Mttt-ccl:u~ El~tir comienzr~. simbólica-
mente, por l~1s payasadas de pintorzuelo del señor Biche y
las declaraciones que hace en Balbec importan menos que
la enseñanz::1 silenciosa ele sus telas. La conversación inte-
lectual C!' un género manifiestamente contrario ni gusto
proustiano. Sabido es el desdén que le inspira todo el que
upÍL'nS:ln, L'Oll1CI, SC[-!llll 01, el Hllt!O de los primeros poem::lS,
''L'Il lu¡p.1r dl' L'CllliL'ntnrsL', como b nC1tur;:¡Jeza. con dar que
pcnsnt~.».''" Toda la humnnid~H.I. tk Berg:ottc a Fr<~n<;oisc y
de ChLirlus a In SL't"'ora Snzernt. L':>tü ;:¡ntc él como una ((na-
turrdczn,., L'llctlrg<H.b de provocar el pensamiento, no .de cx-
prcsnrlo. C::1so extremo ele solipsismo intelectual. Final-
mente, a su modo, Maree! es un autodidacta. '"
- Ln consecuencia es que nadie, salvo a veces el protago-
nista en las condiciones antes citadas. puede ni debe dispu-
tar al llí.ltTí.ldor su prh·ileg:io dl' coment<~rio ideológico: c~o

311
.cxplicn la prolikr<1ci6 n !<111 conocidtl de ese discurso ((Duc-
torial», por tfJrnar a los críticos de lengua alcnwna c.'ie t~r­
mino que indica a l<1 ve?. la pn~sencia del autor (real o ric-
ticio) ~~ In autoridad sohn<.inn eJe c::;a pre::;encia en su obra.
La import<~ncia cuanlitMiva v cualitntiva de ese discurso
rsicolú12:ico, histf'Jl'ico, cstl'ticc;, metafísico, es tal, pese a l<1s
7
dcnc¡!<H.:ioncs,'' que podemos sin eluda atribuirle la l'cspon-
sahilidad -y en un sentido el mérito- de la conmoCiún más
lucrte nsest~dn en esta ohl'a, y pnr esta obra, al equilibrio
'tradicional de la fonna novelesca: si todos tienen la scnsn-
.ción de que E11 lmsca def.ticmpc.J percUdo uya no es c!t.:l todo
~un<~ noveJa,,, como la obr;~ que, a su nivel, ~oncluye la hh-
_toria del género (de los géneros) e inaugura, con <~lgunns
otras, el espacio sin límites y como indetermina do de h1 li-
teratura moderna, lo debe, evidenteme nte -Y esta vez tam-
bién pese a las ((intencione s del nutorn :; p~r efecto ele un
·movimient o tanto más irresistible cuanto que [·uc invo-
luntnrio- a esa invasión ele la historin por el comcntnrio,
.ele la novcln po1· el cmm.vo, del relato por su propio dis-
curso.

El IWJTa/ario

Semejante imperialism o teórico, semejante certidum-


bre de verdnd, podrían inclinar a pensm: que en este caso
el papel del dcstinLltnrio es rurnmenlc rasivo, que se limita
a recibir un mens<.\jc que o se loma o se deja, a «consumir,
a posteriori una obm consummla lejos ele él y. sin él. Nncla
podría ser más contrario a las conviccione s de Proust, <1 su
propi<l cxpcricnci~l de la lectura y a las exigencias más pro-
fundas de su obm.
Antes de cxaminm· csn última dimensión ele In instancia
narrativa proustiana, hi:}Y que decir unas palabras mús ge-
nerales sobre ese pcrson<1jc que hemos llamado el narrala-
rio y cuya función en el relato parece tan variable. Como
el n·arra~lor, el naJTatario es uno de los elementos de la si-
tuflción narrativa y se sit(w necesariam ente en el mismo ni-
vel diegético; L'S dcci1·, que a p1·ior·i no se confunde má<i con

312
.:1 kctor (ni :--iquicr;.\ Yirtual) de lo que se cbnfundc ncL-c~a-
riam~.:nte el n<.\rrndor cun el autor. 1

A na rr~ldor in tmd ic..·IT01 ico, n<.1tTa la rio in b·ad ic2:L~ t ico, " e 1
"' 1 ~ - -
relato de dL'S Gril'ux o lk Bixiou no \T1 dirigido cd IL'ctor lk
tv/a!1(m Lesccull o de La casa Nucillf.,CII, si:~o sólo al señor
c.lc Rcnoncour, sc'Jlo a Finot. Couture y Blo11dct, que ~on los
únicos en designar las marcas de «scgundb persona" c\·en-
tualmcntc pre!'cnles en el texto, de igual ri10do que las que
L'T1L'<m!T'<ll"L'Illns en una novl'ln epistolar no/rueden desi~n<lt'


sino al corrc~JJonsal
'
C'Jistolar. Nosotros, los lectores, no po-
t 1 1
demos ic.lcntificarno~ con esos narratarios ficlicios, de ígua
:n~odo que esos na.rrmlorcs intracliegét.ico~ n_o !!uedcn cliri-
.g:a·sc" nosotros, 111 suponer nuestra cxtstcncta. Por esa ra-
zón, no podemos ni interrumpir a Biximh ni escribir a la
señora de Tourvcl. 1 ·

En cambio, el narrmlor c:\tracliegético sólo pt cdc diri: 1

girsc a· un n<1rratario cxtradicg:ético, qu9 en este caso se


conFunde con L'l kctor \'Írtual :·con el cuol puede idcntifi-.
car~l' C<lc.ln kctor rcnl. Ese ll'ctor virtual er('11 principio In-.
definido, aunque n veces Bal;r.ac se dirige r.nás en particular
n1·u ;:d lector de provincius ora al lector harisino ~· Stánc
lo llam<1 a veces Sciiora o Setior Crítico. El n<1rrador cxtra-
~icgético pucuc también fingii·, como M~Ürsault, no cliri-
.girse a nmlil;, pL~ro esa actitud basta~tc cyendid<l en la no-
yela contcmporaneu nuda puede, e\'ldcntcmcntc, contra L'l
hecho de que un relato, como todo discur~o. se dirija nccc-
\ariamentc n nlguicn y contenga siemprd en su interi01~ la
llamad<1 al destinatario. Y, si el efecto db la existcnciu de
'un narratario intrttdicgétko esmrtntcncrhos a distancia <11
intcrponcrsL' siempre c~1trc el narrador y ~osotros." como Fi-
not, Couturc ~· Blande! se interponen ntrc Bi:dou y c1
oyente indiscreto tras el tabique, a quien no iba· destinado
ese relato (pero, SL'gÜn dice Bixiou, ccsicf¡!1prc ha,v alguícn
al ladols), Cllélnto mñs transparente es la instancin rcccrto-
r<l, más silenciosa resultn su evocación en! el relato, méÍs f{l-
cil sin dudn, o, mejor dicho me.\!'! irresistible la iclentificJ-
ción, o. substitución·, de cada lector rcrd cn!es<.l in'stancia vir-
1
tual. 1

1 313
Esa es sin/duda, pese a algunas escasas y muy inütile~
interpelacionfs ya señaladas, la relación que E11 busca del
tiempo perdido guarda con sus lectores. Cada uno de ellos
1 "' .
~e sa h e nnrmtano v1rtua , y cu,m ansiOsamente L'Spcl·ado,
1 • •

de ese ¡·cJatq giratorio que, má~ ~ue ningt'm otro scp.n·<l-


mcntc, neccs¡lta escapar para ex1st1r en su verdad p¡·opm a
la clausura 7lcl "mensaje final,, y a la consumación naJ-ra-
tiva para rcqnudar sin fin el movimiento circular que ~icm~
prc lo rem,it1e de In obra a la vocación que ésta t<cuentn'' y
de la vocaci?n al~ obra que ésta suscita y así sin descanso.
Como lo/manifiestan los términos mismos de la ramosa
carta a Rivicre,'''l el ccdogmatismon V la <cconstrucci6n" dl'-
la obra proGstiana no se privan de un recurso incesante al-
lector, enc~rgado de <<adivinarlos» antes de que se exprc_:
sen, pero tlambíén, una vez revelados, de interpretarlos y_
situarlos cr el movimiento qué a b vez los engendra y los
arr(.l.stra. Proust no podía ser excepción C\ la regla que cnun-=
cía en El t¡empo recobrado y que da al lector derecho [1 tnt-
c.lucír en sus térininos.el universo de la obra para <celar des-~
pués a lo ~uc lec toda su generalidad•): aunque comcüt tmn-
infidclidn~ nparentc, acl kctor necesita leer de determi-:
nado mo~\o prirn kcr bien; el autor no debe ofcnder!'l' por
el !o, sino al contrario. dl·jnr la ma~or libertad (.11 l<:ctor>l .-
pues la o rano es, en definitiva, según manifiesta el propio
Proust, s¡no un instrumento de óptica'que el autor ofTece.
al lector para ayudarle a leer en sí mismo. c<El escritor no
dice "mi lector" sino por una costumbre adquirida en el
lenguajg insincero de los prefacios y las dedicatorias. En
real ida9 cada lector es, cuando lec, el propio lector de sí
mismo:)) 100 ·
. !al fS el estatuto vcrtig:~~oso ?el narr~tario p~·oustiano:
mvltado, no como Nathanacl. a «tlrar ese hbro,,, smo a rees-
cribirlq,_ totalmente infiel y milagrosamente exacto, como
Pi~rre fYiénard nl inventar. palabra por palabra e1 Quijote.
Cada cual comp1·cnde lo que dice esa fábula, que pasa de
Proust/a Borges y de Bo~gcs <t Proust y que se ilustra perfec-
tamente en los sa loncitos contiguos de la casa .Nucingen: el
.verdaclero autor del relato no es sólo quien lo cuenta, sino
tambipn, y a veces mucho más, el que lo es,cucha. Y que no
L'S llL'CL'sariamL·nlt.:· <.H.¡ul'l a qulL'l1 no~ dirig:imo-.;: sil'mpn:
hay alguien al hu/u.

l. Vt:nsL' :ll I'L'specto Fip.11rcs 11. p~f!S. 61-69.


2. Pmh/i_•¡¡f('S ele lillgllisti<{llt' ~L;IIL:mfc, Pnl'is, 1966, r::\gs. 2.58-26f>.
3. Así Todorm·. CtlllllllliiiÍCtlfíons 8, póg~. 146:-147.
4. Sobre /..as 111i/ ,. tilla 11vcltes, Yéase Todorm·. "Les hommcs-n.;-
citsu, Pot:/Í((/It' dl' lo ÍmJsc, Pads, !971: rcEI récord [de engarce] p<l-
rece ser t:! del ! L'.iL'mplo 1 que nus ofrece In historia del h::n'd c;~n­
¡!rnnte. En efct:to. en este L'n~o Schchc1·azncre cuenta qw.· el snstn·
cttl'nta qtH.: d had.1c1·o ctH:ntn qul' su herm::~no cuenta que ... L" úl-
tima histoda <..'s una historia de quinto grndo» (p. 83). Pero el tá-_
mino de en~arn• no aclara el hecho, precisamente, de que cad<~ un;:¡
de esas historias está en un ccgradon superior al de la anterior. rucs
su narrador es un personaje de ésta:· pues también se pueden "t'n-
gnrzrH-, 1·clntos del mismo nivel, por simple digresión. sin cambio
de instancia narrativa: ,·énnse los paréntesis de Jacqucs en el Fl1fl1-
lista.
5. Llnmaré nsi ni destinatario del relato, si!!uicndo <iR. Bnrthe~
{CollmntllicMiom 8, p. 1O) y el modelo de la ~oposición propu<.·stn
por A. J. Grcimn.s cnrre desri11adnr y destinatario. París. 1966. p.
177).
ó. Cirrtn!' empleos del plTSL'ntc connotan sin luf!Lll" a dmb:· la
indetL·rminLtCÍ<Ín temporal (y nu !a simultanl'idad entre historia '
nnrrndún}, pero pnrl'ccn curiosamente 1-cscrvados a !:..1rmns 11~.:•
particulares dl' relato (••historia chistosa», adh·inanza. probl.nma o
experimento científico, resumen de intrígn) y sin inversión literarin
importante. El caso del ce presente narratÍ\'O» con \'alar de pretérito
es también diferente.
7. Podría serlo, pero por ra7.ones que no son exr~ctamentc dL'
tipo cspnci~l: quc un relato «en primera personan se produ7.ca en
In <."álT<.·I, en unu cnmn d<.· hospital. en un asilo pl'iquiátrico. pueck
constituir un clcmcntu decisivo de anuncio del dt:scnl::tce: vé:l~l' /.,n-
Ji {(J.
8. Tomo este término de Todorov, Grammaire dtt Ddcnmémn.
J..a Hn.va, 1969. p. 48, para designar toda 'clase de relato en que l<t
riarmcíón pn:ccdn a la historia.
9. El reportaje radiofónico o televi:mdo es. e\'identemcnte, In
forma más inmedi::lta ele ese tipo de relato. en que la nan·nción si-
gue tan cerco a la acción. que puede considerarse prácticamente
simultánea, ra?.ón por la cual se emplea el presente. Encontrat~lOS
una curiosa ut iliznción liternrin del relato simultáneo en el capí-
tulo XXIX de ll'llnhoe, en que Rebccca cuenta a Ivanhoe, herido.
la batalla que se está produciendo al pie del castillo y que clln si-
. guc por b n·ntana.

315
1O. Sobre la tipolo¡~ía de las novelas epistolares ~cglin el nü-
mcrr; ele cr¡rrcsponsnll's, vé;1sc J. Rou~sel, <<Une forme littéraire: le
roman rar lcttrcs''• Forme el S'i¡;ni{icntion, y B. Romberg, op. cit.,
p. 51 y ."i5.
1 l. /\sí en fAs relaciones peliKrosas, cuando la señora ele Volan-
gcs descubre en el escritorio de ::;u hija las cartas ele Danccny, des-
cubt·imicnto cuvas consecuencias se notifican a Danccnv en la
carta 62. típicnmcntc ~~rer·fonnativan. Cf. Toclorov, Litté/atLire et
Si¡;ni{icatirm, pflgs. 44-46. •
12. V~a~;c B. T. Fitch, Narrateur et Narratirm datrs L'Étranger
d'/1/hat Cot11w·, París (J9ó0), 191íR, part. p:1p.:s. 12-26.
1J. Pero c·xisten Lambic:n formas di{ericlns de la narracWm en
fonnn de di<lrio: así, el <~primer cuadernou cle7_,n sin(o11fa pnsroral,
o el complejo contrapunto de El empleo del tiempo.
14. Ce1rta Q7.
15. Compár·csc con la carta 48, ele Valmont a Tourvel, escrita
en la cama ele Émilic, c<en directo>, y, por asf decir, en el acto.
16. Todos lo.s escritos en presente s;:~lvo Le Voyellr, cuyo sistema
temporal. como .c;e sabe, es m<ís complejo.
17. Tlustración nléÍS sorprendente aún, La cclos(a, que puede
lccn;e od /ibitll/17 c::n modo objetivista, sin celoso alguno, o, al con-·
trario, como el puro monólogo interior de un marido que espía a
su mu,icr e ima[!ina sus avcnt"urt:~s. Sélbido es el. papel bisagr<~, pre-
cisamente, que clcsempcriú est:l ohra puhl ice1da en 1959.
1R. Véase Fi!!,llres 1!, péÍ¡rs. 210-211.
19. A cxccpcic'm del pretérito perfecto, que en francés connota
una rclntiva rro:<"i~id<1d: ccEil1crfccto establece una conexión v.i'~n
entre el ;tcontccrmrcnto pnsac. o v el pre.c;entc en que su evocacrrm
se sitt"rn. Es el tiempo de quien rcl<~ta los hechos como testigo, como
participante; es, por te1nlo, tt:~mbién el tiemno que elegirá quien
quiera h::~cer resonar ha.c;tn nosotros el acontecimiento rctmnsmi-
tido v r·clélcionarlo con nuestro rrc.c;cnlc, (Benvenisle, Pmhh)mes ...
p. 24.4). S<1hido es todo lo que I:.l r..xtrm1iero debe al empleo de ese
1iemro. · ·
20. K¿jtc Hamburgcr (Die l..ogilc der Dichtrmg, Stuttgart, 1957)
ha llegado hnsta el extremo de negar al <cprctérito épico)) el menor
valor tcmpnréll. En es<~ posicic]n extrema y muy discutida h:ry una
cierta vcrd8d hipcrhc'Jlica.
21. En cambio, Stendhal, como se sabe, gusta de datar, v más
precisamcnlc·antcdatar pqr r<~zonc.c; de pmdencia polftica, fa ins-
tancia narrativa de ::.us novelas: Roio y negro (escr·ito en 1829-1 830)
de 1827, [..el Cartuia de Prmna (escrita en 1839) de 1830.
22. ·d~.n la parte occidental de Inglaterra llamada condmlo de
Somcrsct, vivfa en tiempos; y tal ve¡: viva aún, un gentilhombre lla-
mado Allworthy ... n ·
23. "L~1 sclioril V:~uqner, n:.t<.:ida de Connan::;, es um1 nndana
que, clesJc hace c::uarcnt~1 arios, rt!f!.C11Ia en Parrs unn pcnsi(m hur-
f!Ucsa ... n

• 31 6
1
24. u Su rostro es hlnnco, repo~~c.lo, calmo, su \'07. es dulce~· cn-
simismadíl, ~us mcxlales so11 sencillos, ctc.J,
25.u[EI sei'lor Hom~is] tirll<' una clicnttla increíble; b nutori-
dnd lo trata ·crJil dt'{Úwc.:ia y la opinión p~1blicn lo prore,r::r ..•\cal'o
de /·ecibir In cruz de honor,, Rl'Con.lemos qÓe las primeras p.íl!inas
( «Estcíha111os en el dcspncho, etc.,) indicad yn que el narrntlor es
contcmponínco, e incluso concliscfpulo, del pro.tngonist<:l.
26. Ln pic<lr·cscn cspnfioln pn1·cc:c constituir una C.'(cepción no-
table a esa "regla,; ni menos, t•l La.:ar-i//o,jque ac~ha en suspense
("[.:.]en e ... tc tiempo cstaha en mi prospcndad ven la cumhrl' (k
todíl bucnn f'r,-tunnn). G11~111rf1J y el BusccÍI! tnmLJién, pero p1·omc#
tiendo llllíl rrr.:ont·inum:i(m y rinn que no llcgnr~í..
27. O, en forma más irónica, el de Gil¡Blas: rrHatc tres 0ños,
amigo lector, que llevo una \'ida deliciosa con personas Ü'ln queri-

padre creo piadosamente' scr.n


28. Libro JV, cap. 13.
l
das. Para colmo de st~tisfacción, el ciclo se ha diánado concederme.
dos hijos, cuya cclucaci6n Ya a ser In divedión e mi ,·ejcz ~-cuyo

29. Las indicaciones temporales del ti o uYa hemos dicho".


rrmás ade/a11tc veremosu, cte., no se reficrcn:de hecho a In tempora-
lidad de In nt~rraci(m, sino ni c~pacio del texto (=hemos dichn 111rís
arriha, vcrenws 111CÍ5 adela11te ... ) \' ;1 In tcmpornlid;:H.I de la lecturt~.
_Jo. Mullcr~ p. 45; G. Brée, 011 tcmps perdrr all ft'Jnrs rerrottnr,
Par fs_. _1969, pngs. 38-40. 1
31. r·. 46.
32. P. 215.
33. m. p-!043.
34. P. 127.
35. Ese episodio sucede (p. 951) <~menos de tres añosn -por
tnnto, m::ís de dos mios- después de la velada de Guermt~ntcs.
36. En pnrticulr~r, Louis Mnrtin-Chauffier: uComo en lns mc-
morit1s, el que sostiene la plum;1 ~·el que vemos vi\'ir, distintos en
el tiempo. tienden n juntnrsc; tienden h<~ciaiesc dfn en que la mnr-
ch<:l del prol<lgonista en nn:iún acilba en es¡\ mesa en que el nlltT<l-
dor, va sin intcr-vnln ni memorin. lo invit~ a scntCtrsc iunto a l-1
pnra"quc cscrihnn juntos In pnl<~hra: Fin.nl(ccProust Otr.k doublc
Jc de qualt-e personncsn ( Conflllelltes, 194.3~. in Bersani, Les Criti-
ques ele 11nfrc• (['11/flS et Prmtsl, París, 1971 ,· pJ 56.)
37. Págs. 49-50. R~conlcrnos, sin emhargb, que cicrtn.c:; anticip;:J-
cioncs (como el último encuentro con OdcÚe) abarcan una ra1·tc
ele esa r<crn 11. ') •
38. Prm11e ct Si~ni(icatio11, p. 144.
39. Ya he propuesto esos términos en FiRurcs fl. p. 202. El (lr¡...·-
Fijo lllc'la- cc.mnolt~, evidentemente, aquf, con}o en «mctalcnguait·•·,
l'l raso ni segundo f.!rndn: el IW'f(IITC'Int(l es ~tn ~elato l'n el rclntl,,
In nrctrrdh'gcsi.'i t:!i l'i universo de ese relato sqgundo, como lo dirtgc•-
sis designn (scg(Ln un.usn ahora dif·undido) .el universo del relnto
rrimcro. No ohs!anlc, ha~· que rl'conoccr quG ese término f1mciont1
,1
a la inversa de/su modelo lógico-lingüístico: el metalenguaje es un
lenguaje en el que se habla de otro lenguaje, por lo que el rnetarre-
lato debería s~r el relato primero, en cuyo interior .se cuenta un
segundo relato. Pero me ha parecido que era mejor reservar pnra
el prirn_cr gr~d.o la dcsigna~iún má~ scndlla y tmí.s corriente y, pot·
tanto, mvcrt1r; 1~ perspecttva de <l.JliSle. Naluralmentc, el p_osil~lc
tercer grado sera un meta-mctarrelato, con su mcta-metadu.:gcsts,
cte. !
40. Por lo demás, el mismo personaje puede asumir dos funcio-
nes narrativa~ idénticas (paralelas) eri niveles diferentes: asr. en
1

Sarrasine, el narrador íntradicgétic:o, cuando c:uenta n su c:umpa-


ñcra la historía de Znmhinclla. Nos cuenta, pues, que Clll'nla l'SU
histori~, de la/que además él no es protagonista: situación exacta-
mente mversa de la (qlllcho más corriente) de Mamm, en que el
narrador primero se convierte en el nivel segundo en el oyente de
otro personaje que cuenta su propia historia. La situación de doble
narrador sólo ~parece, que yo sepa, en Sarrasine. ·
41. Véase r· 1 «Aviso del Autor>> publicado delante de Mm1011 Les-
caut.
4:2. Sin embargo, subsiste una diferencia sensible entre esas
«monodias ef1'istolares,,, como dice Roussel, y un diario ínlimo: la
existencia de ~n clcslinalario (aunque esté mudo) y sus huellas l'n
el texto. ·
43. Tenerrlos, pues, ahf una analcpsis metadiegética, lo que,
evidentement~, no son todas las analepsis. Asf, en la misma Sylvie,
la retro.o;;pecc~ún c.le los caps. IV, V y VI es asumida por el propio
narrador y nq procurada por la memoria del protagonista: ccMicn~
tras el coche sube las cuestas, t·ccompongamos los recuerdos de lá
época en que~o acudía allí con tanta frecuencia.,, Aquí la analepsis
es purament9 diegélica ... o, si se quiere marcar más claramente la
igualdad de nivel narrativo, isodiegética. (El c'bFncntario de Proust
está en Contre Sainte-Beuve, Pléiade, p. 235, y Rechcrci1C, III, p.
919). . l. .
44. Hrstona romana, ll, cap. 32.
45. aCcin~inuidad de los parques", en Final del juego.
46. Font~nier, Commentaire des Trapes, p. 116. Moyse sauvé ins-
pira en Boileau ( Art poétique, I, vs. 25-26) esta metalepsis sin indul-
gencia: Y [S~int-Amant] persiguiendo a Moi:<;c por los desiertos 1 Co-
rre con Faraqn a ahogarse e11 los 111m·es. .
47. Garnler, págs. 495 y .:497. .
48. Metal~psis forma sistéma aquí con prolepsis, analepsis, silep-
sis y paralep.yis, con el sentido específico de «tomar (contar) cam-
biando de n\veJ,,.
'49. II, P;j742; II, p. 1076; Ill, p. 216: O también,.II, p. 1011:
"Digamos simplemente de momento, mre11fras Albertrne me espe-
ra ... ,. -¡
50. III,; CflP· 38 y IV, cap. 2.
51.. Debl ~~ lejana revelación del juego metaléptíco a este.lap-

~18
sus, tal ve?. vnlunlat·io, de un pt·ofL•sor de historia: "Vamos a estu-
diar ahon1 el Sq.>.undo lmpet"io tkstle el Golpe de Estado hasta h1s
vacaciones de Semana Snnt<t ...
52. Otras iw¡uisicinnes.
53. 143 e, Trnd. Chamhrv.
54. Tales como el l"unditlo. In cámara lenta. la voz en off. el
paso del color al blanco v ncl!ro o n la inversa. cte. Por lo dem:1s.
se podrían haht·t· establecido conH'ncioncs de ese tipo en litcraturll
(itúlicas, negritas, etc.). .
5~. ITT, p. 551
56. "L:1 \"CK;leil.lll in\'isihk nl\·a historill es esrn o¡,m" (lT. p.
_l,Q7); "Las pmpnrcioncs tk esto u/,ra ... " (TI, p. 642); ~<este lihrn l'\1
el que no hay un sólu hecho que nu sen ficticio ... " (Ill, p ~46).
57. ce Creemos que el sci'lor de Clmrlus ... " (11, p. 101 0).
·58. ••Advirtatnos allecror... " Ull. p. 40); ••Antes de Yoh-er a l;-~
tiendn de Jupien. el autor tiene interés en decir cuñnto lo en triste--
cet·ía que el lector se ofuscara ... " (III. p. 46_). .
59.n. pc\g:s. 651-652.
60. ll, pflg:s. 705-712.
61. lTl, pügs. 515-::i 16, .'124-525.
r.2. 111. p.:1J!s. 70Y-717.
6~. lll, p. 7."'7.
M. m-. rLí.!!s. 7':>n-7n2.
Ó). J. pc\!!S. 4{'.7-471¡ 11, p(t~S. 257-263; lll, pá[!S. IE\2-188. :'\/-1-
582, 995-998. .
66 ... con fTCl'\H:ncin he pedido que me contaran mt,.tchos nñt'"
dc5pués, cun nclo CtJI77ei1Cl; a in teresn ¡·me por su ca n1ct cr en ,.¡,, n de
las semejanzas que en ñmbitos mu~· dilerentes presentaba con el
mío ... " (p. 193); u Y nu había. como vn llfi'C! en Comhray en mi inf:"ln-
cia ... " (p. 295); «CillllP yo ihc1 a ser. o 111i I'C.:: •• (p. 297); «171i ahucln·•
(p. 194. p. 310}; cc111i /Ífl» (p<i.gs. 311-312). etc.
67. En lean Smrteuil, los dos personajes parecen confundido~:
y también en ciertos esbozos de los Cahiers. Vbse, por l'icmrln.
Maurois, p. 153.
6P.. A menos quL' contemos como tal In propia existencia de Gil-
berte, .. Fruto" de ese· amor... .
n.
69 .. p. so4.
70. Empleamos este término a falta de otro m<is nel'tro. o m{¡s
extensivo, que no connotan\ indebidament<;, como éste, la cuc:iliclnd
de crser humanan del agente nc.tn·ati\'o, cuando. en realidad, nad:1
impide en la ficción conriar ese papel a un animal (tHemorias dt'
1171 asno) o incluso a un ohjcto ~<inanimado .. (no sé si hav que cla-
sificar en esa catcJ:!oría a los natradorcs succs.ivos de T1is di¡cs in-
discretos ... ). . "
71. Una variuntc de este tipo es el relato con narn·dor testigo
colectivo: la tripulación dc·.f:t 17!'f!ro del Narciso. los habitantes ele
la alelen en A Rose {Í1r Emily. Recordemos que las primeras pá¡:dnns
de Bol'ar;.· estñn L'.<·a.:riln~ en t•.<;e modo.

319
72. Div:1~1. l.Q.4R, p. 4.i. F.ll·asn invt'rsn. nparici(lll l'l'Pl'lllilla de
un yo autotl~t:gL'Ill'rJ L'll un rl'lnln ll·~tcrodicg~l ico, pm·L't:l' m:is mro.
Lo~ •cyo creo, stL·ndlwlianns (/..<.'111\'l'll, p. 117; Charrrertsc, p. 76) pue-
den coJTcsponckt· o-d nat-rador cu1nn Lai.
.73. SIdra, p{tgs. 75-77.
74. Pléi<t<.lc, 11 ..319.
75. Vé;tSL', por ejemplo, J. L. Bauc.lry, Persomws, Scuil, 1967.
76. Ficcirmes: Jl. 494 de Ohms complcras, Buenos Aires, Emecé
Editores, 1974.
77. Op. cir., p. 27.
78. V~a~c Tadi~. p:ígs. 20-2.:'.
79. El ramoso «Subktivismon l"lrousliancJ 110 es sino lo Jn<ÍS ale-
.iaclc.J dl! 1.111:1 SL'f?.llrid:.~tl.sohrc la slr 1jclivid:nl. Y el propio Prottr\ nn
tlcinh;, ck irritilrsL' <~nll' In-; conclusinnt:s 1':1cilunas qttl' se st~cnh:111
de s11 r¡pci!'m narral ív:1: "Cotn11 tuve b th:sgracia Lk~ coll1CI17.:11' mi
libro por yo v ya no podn.: cambiar, soy "subjetivo'' in aerantl/11.
Si, en lul:!ar tlL· cso, hubiera t:OI11l'n7.ado con "Ro~er Mmtclair ocu-
p;lh::J un hotcliru", me lwhdan clasiric<1do como- "objetivo", (a J.
13oulangcr, .30-XJ-1921, Corr. Gt;77. TlJ, 278).
00. Sobr·c esa cuestión conlrO\'crtidn, v~ase M. Su;:uki, "Le ".ie"
prousticnu, HS;\!v1P, 9 (1959), H. Watcrs, "Thc Nan·ator, nol Mt~r­
ct:ln, Fre11ch Ncl'i!!\\', fdJ. de 1960, y Mullcr, p¡ígs. 12 y 164-Uí~. Sa-
bido es que las dos ú n i<.:::~s apa ríe iones de ese no m hrc en E11 17llsccl
del tie111po perdido son tardías (TI!, 75 y 157) y que la primera no
deja de inspirar reservas. P~ro me parece que ello no basta para
rccha7.arla. Si hubiera que impugnar todo lo que no se dice sino
una ve7. ... Por otr-;:1 partt:.~, llamnr ill protagonista Mnrcel no t:l-1, evi-
dentemente, identificarlo con P1·oust, pero esa coincidencia pardal
y frúgil es eminentemente simbólica.
g l. Pléiadc, p. 40 l.
82. Pmust's rwrrative Teclmiqucs, págs. lf0-141.
83. Se tn1l8 en csle ca.so de IL~ autobiografía clásica, con narrn-
ción ulterior, y no del monr)logo interior en presente.
~4. 1, p{t~S. 855-856 y 933-934.
85. La mayoría constituida~ por momentos de mec.lit.ac.:ión cst~­
ticn, a propr'>silo de Elsli r· 01. piq~s. 419-422) de Wagner (TlT, pr'1gs.
JSR-162) o de Vinteuil (liT, p(tgs. 252-258), en que el protagoni~tn
presienlc lo que le conf"innar;'¡·¡" rcvclnción final. Go111orra /,que
en cierto sentido es una primera· escena de revelación, pregenlt:l
también rasgos de coincidencia de los discursos, pero el narrador
procura, al lncnm; una v..:.z, corregir un erro¡· del protagonista (IJ,
púg.s. 630-631?. Excepció1~ ~nv.crsa, las últi1~1ns páginas de :511'a/lll,
en que es el n<:~rmdor qutcn f111g:c c.:omparl1r el punto de vtsta del
personaje.
86. JTT, págs. 869-899.
87. Es.w is de li71glri5f ic¡11e gér·¡émlc, p(tgs. 213-220.
88. R. Barlhes, «Ll! disc.:ours de l'histoire>>, I11{omratimz sur fes
sciences sociales, é.lgosto de 1967, p. 66.

320
t{ll, l?!',ddli'llll'l/wn.r.:cn t::;fl.•urlhctl !'l les 1-'mhh'llll'S drt ronunr. p.
222). '
90. Op. cit .. p. ~5. !
Y\. ui\1 L'SLTíhí1· l'SIO, SÍC111U qul' lllÍ pulso \'Ul'l\'t: <1 ru.:elcr<H~l';
aunque \'Í\'ÍL'I"LI L'Íl'll mil :~i1rJs, tendri;1 presentes esos momentoc;"
(Ruusseau, CrJII{;·ssirms, \':1 citndo p. 106). Pem el testimonio del
narrntlor puede n:I'L·rirsc.igunlmentc a •H:onlccimientos contempo-
rúncos dl'i i.ll't<.l Lk nmT<Kiún ,. sin t·clnción con In historia que
cuenta: así, l<1s p<ÍI,!Ínas de Dr.Jcfor Fausru.~ sobre la guerra que
cause~ estrt~gos. mÍl:1111·as 7.eithlom redacta slrs recuerdos sobre Lc-
wrkühn. !
92. Que no es nL't:L'Silrintnl'lltl' l:.1 del t~u'tor: los iuicios ele tk<;
c;!ri~·t~x no uhlignn r1 /'l'ir~ri ;d aht~tc Prt-n1st :vilos dl'ltiatTiH.Ior-;HJtor
!Jcttctotk !.A.'Ifl\'¡'11 P de f.o t"CII'tllio no ohligap en ~1bsoluto a Ht·nr~·
BL'~'k. j _
93. Pnra no dar[\ lllll'Stm relato tillé\ e:< tensión que poclrfn ra-
!(

ti¡_.mr nl ll'clo1·, k roJ.!:Itnns que irnngine transcurrida una scmt~n;,


entre la escena con que terminn el capítulo anterior" los nconteci-
mienlos p;.>.r<l cuya rclm:ic)n nos proponem9s reanu'dar en éste el .
hilo de nuestm histori<lu;_ "Es oportuno que ~1 curso de nuestra hi~­
lorin se detL'tt).!~l un in~tante
pnra dnrnos ticrnpo a rcmontnmr¡~
ht~S 1a 1as t:~lllSi.IS cu~·as l'C.lllSl'l:lH:nc j¡¡¡; r
hn bfa provocado pus 1'TÍO!"·
mente In s1nguh:11· ::n-entlll'<l que acabamos de exponer. No \'ílmoo;;
a tlnr n esta digresiün ... n, cte. (l.A.l pre1dera, daps. Vll, XV).
94. "Como el Cllpítulo anterior est;l dcsn~esuradamcnte hindw-
do, h<~go bien de inkinr otm ... n; c•El célpftulÓ que r~cnbn de cnnclutr
está también tlcmasit~do hinchado pnrél mi
·gusto ... ,; 11No ,¡~irr¡
ntrás y me prohíbo contí.lr los folios acumul~dos entre los números
romanos nnteriort•s y los que acabo tle trazar ..... (Doctor Fmcsíus.
caps.lV, V, lX). 1 ·

95. No a Swann, ni siquiera en lo relativo 1


a la Sonata: .. ¿Er;~
eso, esa ft:lidc.lnd pmpucstn por la rTélsecital dc In sonatn (\ S\'.·~nn,
quien se haln'c1 ec¡ui\locndo ni Clsimilarla al placer del amor y 11r1
lwhfa sal7ido encontrarlo en la crcnt.:iún Clrj'sticé\ ... " (ITl, p. 877) . .
96. TT, p. 549. .
97. uEso t~:xrlicn l<1 grnsem tcntncicSn e el escritor de esc:t·ihi1·
obras intclcclualcs. Gn111 indelicadeza. Unb obra en la que hi1\'<t
teorféls es como un objeto sobre t:l cual se deje la ctiquctn del pl·c-
cio» (IJI. p. ~82). ¿t\ca~o no !'abe el lector Clc E11 h11sca del iiempr.1
perdido Jo que cuesta? . 1
98. Un caso p<~rticular es el de In obra l·itcraria mctndicgética.
del tipo de El celoso impertinw(e o ]Cal7 sa!?teuil, que puede" ir di-
rigida a un lector, pl!t"O t•n principio ficticio, n su \'CZ.
99. "¡Por rin L'llCttl'ntro un lector que a~divi110 ·que mi libro cll:
una obra dogmática y una construcción!" (Choi:x Kolb, p. 197).
100. TTT, p. 911.

321
EPILOGu

Para c<mcluir sin recapitulaciones ilnítiles, unas palabras


de autocrf(ica o, si se quiere, de apología. Las categorías y los
procedimi&ntos aq~d propuestos no carecen, desde luego, de
1
defectos e1 1 mi opinión: se trataha, cn111P ocurre con frecliL'I1-
1
cia, de elegir entre iHc:onvenientes. En un cimhit{) lwhitual-
me11te ced,ido a la intuición y el empirismo, la pmli(eracicín
co11ceptllql y terminológica lwl7rcí irritado seguramente (/ mds
de ww y ¡w espera de la ~epusteridadl) que conserve u11a gn111
parle de estas pro¡mestas. Este arseiwl, como cualquier ótro,
estará su¡jerado inevitablemente de11tro de rmos a11os y tanto
más rápidame11te ClWJ1lo más en serio .se lo tome, es decir, se
lo discutd, .se lo e11saye y se lo revise eón el uso. Una de las
caracter(Úicas de lo que podemos llamar el esfuerzo científico
es la de sbberse esencialmente caduco v condt:nado a la deca-
dei'ICia: ,jwrca totalmente negativa, desde luego, y de ccmside-
ración bhstcmte melancólica para la mentalidad ~~literaria»,
siempre .(nclinada a contar co11 zaza gloria póstllma, pero, si
!Jien e/ crítico puede SOI1ar COI'l !.ll'la o!Jra Cl1 seg1111c/0 ,grado,
el especihlista en poética sahe, por su parte, que tmlwja en
~digambs más hicn tcm-. lo efímero, ohrero de antemano
d8.9~o.tJtl~t~tlo.
A.~r.pues, eren, espero, que toda esa tecnologfa, segura-
me11te bárhara para los a.ficirmados a las Bellas Letras - pra-
l
lepsis, a11alepsis, iterativo, focalizacio11es, pamlipsis, metaclie-
géticu, dtc.- parece1·á mafia na de lo más I"IÍstica e ircí a reu-
1

322
11irse cnn utms l'IIJholuics perdidos de la Pol;tica: no sin hahcr
tenido --CSfJCrt.riiHJ.•;/n- o(l!.tflt(l utilidad rmnsirnria. Oc.:cam.
ya inquieto (/11/C los progres(ls de fu cnnrnmi1lación intclcc-
tual, ¡Jrnhiht'o creur ianuis sin ncccsidod sert.!S de la ra:::ón: hoy
dir(amos nhil!tos !er.íricos. No 111c perdwtnrr'a a mí mismo lw-
her n·cu1sgredidn ese principiu, ¡n•rn n1e pnrece al menos que
ol.f!.tllla.~ de las {imnas lita(lriw.; designadas y definidas ac¡11(
requierc11 Ílll'cstigacioncs [ilfums, c¡tH' en este trahaio apenas
aparece11 /mlrulos. rwr ra:::oncs e,·idcnrcs, Sl1JU?11i'cialmentl'.
Espero, pu!!s, lwher aporrado a In reoría literaria. y a la Ju'sto-
ria de la litemt11ra. af.gunos ohjetos de ustudio si11 duda mel1o-
res. pero 1111 pucn mcís afi'ltados q111.! las enridades tradiciona-
les, la/es COI1/IJ te/a IW\'ela¡¡ O u/a fWI:.'S{a».
La aplicacicjll específl.ca de esas caregor{as y procedimirÍ1-
tos a En busca del t icmpo perdido tal ''e::: fuera 111ds cho-
cante alir1 y 110. puedo negar que el propósito de este trahaiu
se defrl'le casi exactamente como lo opuesto de esta declara-
ciól1 ¡n·elimi11ar de 1111 reciente y excele11te estudio sobre el arte
de fa 1101'cla en Primst, dcc!aración que segurame11te recoge la
ll11animidad de las personas sensatas: "No hemos querido im-
po1·1er a la ohra -de Proust categorías exteriores a ella, una idea
ge11ernl de /{l 110\'ela o dcl111odo como debe estudiarse rmn 110-
vela; 110 l/17 tmtCldu de la IW\'e/o. cuyas ilustraciom.'s procedie-
ran de En bLisca del tiempo perdido. sino conceptos nacidos
de fa ohra y que pennite11 leer n Pror1st como éste leyó·:! Rnl-;,ac
v a Fla11herr. No ha\' teoría de In literntllm si11o en la c.Titico
.de lo SÍI?gzifar. 1
)1 -

Desde hre,e.o. 110 se euede a(innm· que los conceptos aqur"


uti/iz.ados ha~·an cnwcido de la obmn exclllsil'amente ni que
esta descri¡JC·idn del re!lato proustiano sea co11{on11e a la ide(l
que de él tenía el propio Proust. Semejante distarzcia elltre {u
tgoría indtge¡¡a y el método crítico .pLiede· parecer insensata.
como todos los a1wcronismos. ·Sin emhargo, me parece que
110 debemos fi'cmws ciega111ente de la estética explícita de l/11
cscrito1·, a1111q11e sea 1111 critico ta11 genial como el autor de
Contrc Saintc-Beuvc. La conciencia estética de ll/1 ariisf'a.
cua11do es ¡{rande, 110 estd, por as( decir, motca en el11i\·el de
su práctica, y ello 110 es sino una de las mwzi(estaciones de
lo qLte Hegel simholir.aha co11_ el \.'Lie!o tardío del m•e de kfiner-

32.3
Wl. Nu tem!IIWS a 11lle.~·tra disposició11 ni siq~1iera la cetllc!sima
parte del genio de Protfsl, pero tei1CII1os co11 respecto a él la
ve111aja (que es 1111 pocu cuino la del as110 vivo co11 respecto
al león muerto) de leerlo a partir de lo que precisamente con-
trilmyó a r!11f!.r.IU1ror -esta literatura nwdema que tc111to {e
deiJc-- y, por tc111to, de percibir claramel1fe en su oln·a lo que
110 cstaha sino e11 estado 11acie11fe; tarl(o más cum1to que la
transgresión de las nornws, la il'lvención estética, como he-
mo . .; vistu, so¡¡ en la rnayor(a de los casos ilwohmtarias en él
y a veces inco¡·¡sciel·ttes: su designio era otro y ese desprecia-
dor de la vauguardia es casi .~iempre revolucionario a sr¡ pesar
(me gusfrtn'a dl!Cir (¡ue aqut' es la mejor forma de serió, si nn
tuviera la vo¡~o .ms¡u•cha de que es la lÍt1ica). Pnr re(Jefir/() tma
ve~ mrís y cles¡}f(c!s de tantas otras, leemos el pasado (/ la luz.
del prese11te, ¿y no es así como el propio Proust leía. a Balzac
y a Flauhert? ¿Cree alguien de verdad que s~ts co11ccptos cr(ti-
cos ha.bfcm <<nacido den Lc:1 comedí."' humanan de La educa-
ción scntiment<~l?
Asimismo, esa especie de ba.t-rido (en el se11tido óptico)
<1im¡mesto" aqut' a En busca clcl tiempo perdido ta.l ve~ 110s
haya pennitido, espero, hacer aparecer e1·1· ella bajo esa ilrmú-
nacidrt 1meva relieves cn11 (recue11cia 110 advertidos ,.,¡ si-
c¡uiera ¡mr Pmust ni por/(/ critica proustirnw /wsffl olwra '·(lo
inlporfwJci(/ del re/oto ilc.'mti\•n, ¡}()r ejeutplu, rJ ele/ sc•rulrnliegL1-
ticn) o camcteri;:.ar dr! f'ormo mds pn:ci.\·n rasgo ...; ya adverti-
dos, tales como las (/lwcrortías o las fbcalizaciol1es 111líltipfes.
El «e77casil!ado>>, ta11 desprestigiado, no es 1111 i11strwnarto de
e1·1ca rce!aciól'l, de ¡wda castradora 11i de sometimietlto: es llll
procedimiento de descubrimiento y w1 medio de descripció11.

E<;() uo significa --comu tal ve?. se ha.va advertido yo- c¡ue


su utiliz.adfJr se r1mht'ha toda r,re(et·encia y toda evaltwcidu es-
tética, o incluso todo ·preiuicio. Seg(.{rame11te se habrd Pisto
que, e11 esta con(ro111Cicfión de/ re/ato proustiano C0/1 el sis-
tema general de los posibles narrativos, la curiosidad y la pre-
dilección del cuwlista se inclinabarz infalible1ne11te _hacia los
aspectos más excéntricos del primero, tra11sgresiones específi-
cas o inicios de 1111n evolucirJ11 (i.lfum. Esa valorizacirí1·1 siste-
mática de la origin(/lidad y la imwvacirí11 tal vez. te11ga algo de

324
Ílll.;r!I1Wt ,., en resTillliclcrs c·ucutcts. al,r.;o de rCJIIICÍillicct cltill, ¡¡e1·u
hr.~_,. '.ICIC{~t'-./Jlll!.dc ~·scapar ll t'llu ele!_ todo. jRoland ,Bar/hes el(/_
!lila ¡usfl{tcactcill ele ella 11111." crJII\'1/ICC!Iife¡ en S/Z:- "r:Pr.Jr <fl!L'
fu escriplild!.! rlu <//((' pul!dc: e.q:ri17irse lw_\•) es uuestru wrlor?
Purc{flt' lo a ¡7iwstct d('/ /re/IJ(l/·u literctriu (chi la litcratrtra co111o
trohct¡'o) es lo de llril'el' cid lcctur 1111 yct uh coi/Sllll1idor. sino
1111 ¡m}(lllc/ur cid lexto.n La ¡¡n•/Í!I't'llcia p~1r lo c¡ue. t'II el texto
de flmust, es nu sr.ilu ((legihle, (c/cisico), si¡nu twnhit'n ncscrip-
ti/Jleu (rmclu::.c:ctlllos .~rosacllllt!lllc: mmktnQ) tal 1·e.:: expri:·sc
el de!seo del cr(ticu, o iuclu.m dt!lcspl'ciulisla c:11 puélico. de
clcSL'IIl/)<.'ilctr, ('/1 CUII(C/C(U C(l/1 /u.-:; !'1111/(JSIC!sfcfticcllllL'Ilft' nsuh-
\'L'I'SÍ\'(}Sll cfcf lt'.\"(cJ, [(11 /1(/!7('[ ()/JSC'I/1'(/11/C/11(' IIICÍS (lt'/Í\'0 C/lll' t'/
e/¡~/ sÍIIII'It' u!JscT\'rlclllr y rtllctlislcl. fJ lecr0·. rlc¡ttr', cree pcirtici-
fJcll· _,.ter! ¡·c.:: prll" l'lsin1plc rcc:ui/I.ICÍIIIÍL'IIIf¡J -u, lllejor, la I'L'\'l'-
lctcirj¡¡ de msgus iln'ell(adus purla u/na 1/Hir..:lws \.·cces a l!5{Jrtl-
clas del a_utur- pCirticipe efecti,·wnell/e ·l· e11 una ln(i111a lile-
elida (ínfinw, ¡¡ero deci.,·iFa) contribu~·a a la creación. E~a
colctrihución, n i11cluso esa Íllfen•encicíiJ. erctll, rccordénwsln
una \'C!Z. 111cis, 1111 poc:n 111cís t¡ue leg(li,nas h11 opi11ión de Pratt.~r.
o espec:ictlisto L'll f71Jt'tica ((1/11/Jic.!ll es e/¡ rrpropio lector de sr'
111isn1u" ,. descu/Jrir (nus clice l:.\mbi0ni/a ciencia 11/odentU)
es siclllf1i·e 1111 pucu illn'llfclr. ¡
(}fru /]/"('illiciu, c'll c•.,ft' caso n•c·ltct~.culjl, tal 1·e;:: c•xplh(IIC' /HJI"
c¡u<l esta rrnJiidusiriu, 11c1 es rul: ctllieru clecir: por c¡ur! 11u se
Ita /la reí a e¡ u ( llllct "-" Íllfcs is n (i na[ en c¡uej se jun tl!ll y se jusf i (i-
quell wzos a otms todos los msgos car.'acterí.r;ricos del relato
{7rousticmo ohsen·ados ct lo largu de csrh btudio. Cua!7do sc-
me;a 11/C.'i COl /1 ·ergellC i CIS O CCII'I"C!{CI ClOI/c.f SC nlrll_ll'(es fa fum de
fr.mna irrcntsrd1/e (as(, entre la desaparición del 5llmario y la
e11/L' r~ e 11 r: i fl cid i te •re 11 i 1·u o t' 11 f n• lct di' 11 i} ICI e hj 11 di' lo me/ eu 1ic-
gético y la ¡wlini<Jclalidnd), no hemos dpj(l(/o de· recolllX!'I'ICJs
y resalwrlas. flrro 1111!. parecería e110joso¡lmscar la "llniclmf, a
toda cusla y, cun ello, Forzar la cohere11,cia de la ohm. lo que.
como se :·•o he, e::.; 1111a ele las tei¡facio11es 1mds fuerlcs de In tTÍ-
tica, una de las mds triviales (¡JOr 110 d(xir de. las más \'1.1/.ga-
res) y tambié11 ww de las mds fdciles de ~.;atis(acer, ya ·que srilo
exige 1.111 poco de rerrírica intc..'I'!Jretativa~
;\hora hieu, au11que no se puede nep,'ar e11 Praust la \'Oir/17-
/ .
! .....
-l,1t;
1ad de cnhere/1cia
1
v

el e:. fuerz:o de crmstruccidn • igua{IJ1C!J1Tl'
i1megahle I!S ei1 su o!Jra ht resiste11cia de la materia ,. la inter-
1'CI1CÍÓ}1 de tul incor11rolado ... tal ver. 'de lo ii'ICOI1fr;lah!e. Ya
hemos nhservrdo el carcícter retronctivo, aquí como e1·1 Bal-
r.ac o en Wag1 1cr, de una unidad lardlamente lngradtt a l'artir
1

de ur1 maler,id{ heterngé1wo y origi1wriwne111e no orga11i-:.acln.


!gualmc11tr! l?\lidc!lltl' es In intl?li'C'm'irJI1 d(• {a i11cnnclnsid11 dt•-
hida al rraha{o en cierto modo supleme111ario aporl,adn• a la
ohra por la pr(-1rroga accide11tal de 1914. En busca del tiempo
perdido fue s¡ir1 dt..~da, para Proust al metws, una ohra ccaca-
hada)): lo era e11 1913 y la pe1fecta composicióH temaria de
1
esa época (Por el cnmino de Swnnn, El mundo de Guerman-
tes, El tiemJ,o 1-ccobrado) lo atestigua a su modo. Pero ya se
sahe lo que filie de ella y nadie plAede afirma,. ql.le la estructura
actual de Enf busca del tiempo perdido sea producto de otra
COSa que de ras cirCli11Sta11Cias: li11Q causa activa, la gueJTCl;
wur causa negativa, la muC!rte. Nada, cierto es, es mds facil
que justif'icck la ohra del azar y ccdemostran> que En busca
del tiempo ~erdido eJ7cor?tró por fin el 18 de 11ovie111hre de
1922 el perfdcto equilih,.¡o y la exacta proporción qllr' le falta-
han hasta e1~1rmces, pero precisamente esa (acilidad ('_..,·lo que
aquí rechaz.lmws. Si hier1 En busca del tiempo p!~rdido es,~
tti\1o e11 w1 t(·L'mpo acahada, h()y yn 110 lo estr.í y eL mndn cumo
admitid la r·trao,-dinaria fl117pli¡;·carÍÓ11 ¡m:..'i!l'ior tal \'e~ de-
111l/I!Stre qtw¡ esa cm·rclusidr1 provisiu11al1w e.m, i·omo turln ter-
111ÍI7aciór1, .yi110 lii'IO ilusid11 retrospectiva. Hay que de\10/ver
esa obra a ·c;u (ra.¡¿me11tariedad, al estremecimie11to que da lo
im/efinido, 1al hálito de lo imperfecto. En busca del tiempo
perdido 110/ es un ohjeto concluido: 110 es ur1 ahjeto.
Tamhié11 e11 esto, si11 duda, la práctica (inPolli17Wria) de
Pmust st.tp~m su teoría y su desi[!,r1ia: digamos almeitns que
responde mejor a nuest m deseo. El a m1rJ11 i(}so t r(pt ico de 1913
se d11plicó L1rt sup~Iilcic, J](/I'O_JJOr C/11 sol(} lado; ¡llles la JII'ÍllH'm
hnjo .c;iguirí; pnrfuer-:.a, nm{orme al p/(111 primitil'o. r:.·sL' t!ese-
qui/ifJrir~, n/~l~.·;certframielltn, nos a!!,rnda C0/110 rol y_ L'l/ su im-
prcmelhtnpon y 110S guardaremos 1'11l!Chn de 1710/IWII'fo r<eX-
¡7011 iendo, /un f/ 11 i 11exis len te y u11a co11Sf rucció11 ilusoria y
de reducir ¡atmsivamer'lfe lo que Proust, a propósito de otrn
cosa •. llam¡Jw la U(:OJ11i11gei1Cia del relato>~. ú1s a/eyes» del
1

.:nn 1
relato pruusritlllcJ suu. cu1nu d propio relotn. pcrrcicdrs. c/cf[·c-
li\'{IS, tul \'e:-. o=-.uruslls: lcn·s constlctudirw ri(IS y tot(lhiH'IIlL'
L'lllp(ric(ls. <ftiL' 1/IJ huy ({11¿. l1ipustnsiw·L 'II 1111 Cw1011. Aqu(. L'l
c:cídigo, Cll/1/1! e/ 11/l'I/SUjL'. liL'IIL' SIIS {ug,llllaS _\" SIIS SOI"fJrL'SliS.

Pero sin tl11do rcchu:-.c' de lo ntoti\·crcidn es a su mcllll'nl


l'SL'
11/lll lll()finlciriu. ,\'() SL' f'llt'dt• L'SCtl{}(lr 11 lo prcsicín ele! si~llt/i­
cnclo: L'l lllli\'t'I"Sil st•nriritico tiene horror al ~·uc(u ,. nomhrnr
/u C017/Í17gCIIci ll l'S _'"CI IIS(!.'.IIIIrfL' 1111!1 /ttiiL"itÍII, inÍponer/e 1111
. .;entid(J. Nas/u -·r·u sulwc rudo?- Ct1011do se calla. el cr(ricn
dic.:e sien1pre delntÍsiudu. Lu 111ejcw SC!ría w! 1'1!;::, comu el propio
relclf() ¡Jrw¡stiuuo. 11u •<oca(Jltr~· 11/IIICCI, es ducir. c11 un sentido
111111 CCI Cll/1/L'II ::u r.

1. Tadil;, !'r"ll·'' ¡•flt· Rolllltll, p. 14.


1 1'. 1O.
3. .IL'CIII Srntlt'llil. Pki:1tk. p. ~ 14.

327
Lista de rjbras utilizadas

1. Uhms dr! /'musf.

1\ la rcchache c/11 temps ¡u:rdu, texto establecido por Picrrc Cl<mK


v André Ferré, colt'cci(ín de la Pléinde, Gallimard, l. I: nov.
·1955; JI: cncm de 1956; lTl: mayo de 1956. (Trads. españolas:
En lmsca del tie111po perdido, Barcelona Plaza & Janés, 1952;
M<:~drid, Alinn7.n Editori<ll, 1975.)
lean Sr1111cuil, precedido de l.f's plaisirs er les ;ours, texto establecido
por Picn·c Clarac e Yvcs Sandrc, Pléiade, Gallimard, 1971.
(Trads. espn1-1olas: Jr.'CI/"1 Srm/euil, Madrid, Alinnza Editorial,
197 J; 1-us placeres y los dfas, Madrid, 1\lianza Editot·ial,
l97S.) .
Crmfrr! Sainte-FJr•lt\'C', precedido de J>astiches et M,rtauRCS y seguido
de r::ssais et !lrticles, texto cstablcdclo por Picn·c Clarnc e
Yvcs Sandre, Plt!iadc, Gallimarcl, 1971. (Tmd. esp.: Prtmdias
v tvlisceldnea, Ma<.lt·id, Alianza Editorial, 1975.)
Corresjumclm1c:c gr5m!mlc, Plon, 1930-1936.
Clwix de lef(rcs, prcscnt<1do por Philip Kolb, Plon, 1965.
!'ara las dh·asas \lorinntes _v eshozns de En busc<1 ... :
Du r.rJir: r/e r·lu·.-. S\\'f/1111, c;r;ISSL'I' 1r¡ 14.
Clnmlir¡u,•s, C:dlimnrcl, 1'127.
Coulrl' Soil71r•-fl,•tf1'¡'·, SL'j,!Uidn de Nouwoux Mc!lallf!.l'S, texto cst;.lbk-
cidiJ por lkrn:1rd dt• F:dluis, Gallimanl. 1954.
Tr•xfes retrrlltVr!s, rccopii:H.Ios ~· prc..:sent<1dos por Philip Kulh ~'L. R.
Pricc. Unh·. uf' lllinois Prl'ss, Urhnnn, 196R; v Crrltir•rs .Hctrc:!!l
Pmusf, Gnllimard, 19:?1. ·

l2R
'
1\ndn.: l\·1:wrnis, i\ /11 rr•c'lft'l'!'hc clt• ,\fcun•l/¡musr, H;1chclll' .. 1q.p.)_
M:Hll'Íl'l~ 13artll·L:I1t' . .\lun-c/l'musr rn1111111dt'r. l. Le~ Scpt Cnukur-.;,
1971.

2. Estudi(ls cr,.ticrJs ,. ft•ciricos.

1\ristr'ltcll·s, flnt;fico. ,\fadricl, l:.s¡wsa-Calpc 1 /9fl(í.


Aucrhach, Erich, Mi111esis. M~:-:ico, Fondo de Cu!Lura Ecunúrni,·:-~.
1966. 1 .
Balznc, Hnnur0 dl', ti:ruclcs sur M. 8C'ylJI ('1840), Skira. Ginehr;1.
1943.
f3<.1rdt:chc, Mnurh:~·. MorcL'I Pmtrst 1'<.1/IIClllc;ier, t. Les Scrt Coulcur~.
1971. . 1 -
RnrthL'S, Rolnnd.~~lntrmluction ;\ l'annl\'Se strtll:lurülc tks n\·its ...
Cu1111111 111 ic.·rlf ir liiS ~. · 1
-- 11 Le discours dl' 1'1 tistoire .. , lnfrJI'/11r1lq,ns sur les scicnn•s sucia-

fes, ;uwslo de 146 7. i


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llrn111-is, t'lv;lltllt 8.- W:11TL'I1, Ro11L't·t Pv11i1, {_'uc!CI'sfnrrclillg Ficriuu.
NliL'Y:t Yt n-k. 1!.J..).\,
Dnnicl, C.ieuq.!L'S, Tciii/IS t'/ :lil'slif/cCitiuri claus 1\.L.R. T.!' .. Nilt't.
. 1
1lJ(i,\, 1

DL·hra\'-GL'llt'LIL'. R;l\ llHllldt•, 11 LL's f'Í!.!lii'L'~ du r·L:Cit tl01ns r.~tl t'n,·ur


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\'1111 t•l J'it'IIIJ'' r. _211~.


4. fvlodo 2!9
1
;Modo,., dd I"L'I<1to~.
21 LJ. - Oi,.,lalll·i.-... 220. · · Rdat11 d.:
2.22.. - RL'IHIIl tk ral<~br;l< 22b. ·- Pno;.
,;LC111IL'L"ÍI11Íi.:nto,.,,
pn:\ÍI'<I, 2-1:1. - Fut:alii'.aL"ÍilllL'"· 2..\:'i. - ¡\)ll'I"<IL"Ílll\l'"· 2-lll .
.. Polim:ll\alid:itl. 2:'>2..

e:;. \foz ...'.. ¡........................................................... .. 270


í
l.a in.,I:IIKia 11:11"1"<11 í1·a. 270. - Tíl'lllJ111 LIL- !;1 n;nT:Il'Ír·lll.
!.7J.- Ni~·L·ks n<~ITati\'11,.,. 2.~7-.- F.l n:lnto llll'líldiq!L'Ii·
1.:11, 2P.7.- !Ml'I;Jkp~;¡..,, 2l:lLJ.- EltriuniÍJ lk-1 SL'UdndiL').!L'IÍ·
~..·u. 242. -; Pn-.rJna. 24~. - Pl"llt;l!!011Í~la/nnrrador ..107.
~ funl"iol'S d.:! n<~rr¡¡dor·. 308. - El nnrr<ltariu, 312.

Ep1logo ...;............................................................. . 322


Lista de tasi olm1s utilicadas ············.····.················ 32R
333
:~: ::: d".. r.te_'_' a~- ..• ::::: •• :::.:.:::: •• ::::::·::::.::.:: •• :::.:::
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