homhres de guerra, sobre un castillo encima de un sus reproducciones en otros felinos -gatos, leo-
elefante. Yo solía demorarllle sin fin ante ulla de pardos, leones, jaguares, etc.- que pueblan la fau-
las jaulas en el Zoológico; yo ;Ipreciaba las vastas Ila borgiana, la o-:tica no ha podido menos que
enciclopedias y los libros de historia natural, por hacerse eco. a
el esplendor de sus tigres. (" J'odavía me acuerdo En esa línea intentaré desentrañar brevemente
de esas figuras: yo que no puedo recordar sin error en este trabajo el ~elltido y carácter de un ejem-
la frente o la sonrisa de una mujer.) Pasó la in- plar de esa fauna, ese "otro tigre" que parece
fancia, caducaron los tigres y su pasión, pero toda- preocupar a Borges lo suficiente como para desta-
v:a est;ín en mis sueiíos. En esa napa sumergida o .
carla de modo prellllncnte en uno ee suslpro' l ogos .4
caótica ;;!guen prevaleciendo y así: Dormido, me Tras la lectura de "El otro tigre" -comencemos
distrae un sueiío cmilquiera y de pronto sé que es por preguntarnos- ¿qué impresiones se evocan en
un sueiío. Suelo pensar entonces: Éste es un sueíio, el lector? La respuest<l no parece dudosa: el empe-
una pura diversión de mi voluntad, y ya que ten- i'ío del poeta se ha vi~; to malogrado .y. sólo ha COI1-
go un ilimitado poder, vaya causar un tigre. ducido al fracaso, su obsesión repetitIva de poseer
¡Oh, incompetencia! Nunca mis sueilos saben ese tigre ha dado paso a una reconoci~a. frustra-
engendrar la apetecida fiera. Aparece el tigre, eso riún; el poema, así, se tiñe de un sentlll1Iento ~e
sí, pero disecado o endeble, o con impur;ls varia- impotencia, aparece aureolado y penetrado por e~.
ciones ele forma, o de un tamaíio inadlllisible, o Pero ese lector de Borges quizá haya reconoCi-
harto fugaz, o tirando a perro o a p;íjaro. do que esos sentimientos de fracaso, frustración
e impotencia no son exclusivos ~e este p~ema y
hasta habrá sospechado que esa pIeza borgIana no
.. . and fails of the hr:arl's desire ...
Morris: Sigurd tite Volsung (187fi) 3 Como ejemplo:;, cn la última crítica, pueden verse lo~
párrafos dedicados por R. Christ, The lIarrow act.: Borges
La importancia del tigre como motivo y símbolo (11'1 01 llllusicm, l'\uc,·a York, !'<ew York UlII\'erslty Pre.ss,
a lo largo de la obra borgiana es harto conocida 19()'1, p. 162: Cartcr WI1<'clo<:k, Tite mythmaker, :';ustm,
para los lectores y críticos de este autor. La f.asci- Unin'rsity of Texas Press, 1!}6!1, pp. l2~1 · 124 Y tamblen los
trabajos de fien Iklitt y Johu D. Murchisou, "Prose for
n;lción que Borges niiío sintió por esa fiera ya ha Hor"¡'s", en TriQllorli,.. l j " nlIlIl. 2!). otoño de 1!172 . Es·
sielo descrita por Alicia Jurado;l la lectura de peci~1 meución deho hacer de Joyce A.~:. I.ouhere, "Other
"Dreamtigers", "El Zahir", "La escritura del Dios", ti¡;ers: a theme in "alér)" and Jlorges , en (,olll!)(l1aIIVe
el poema que vaya tratar, y, por no alargar más Litcralll,·e, XXIV, otoño de 1912, pp. ~1O!J·318. ya que trata
dd mismo poema que a mí me ocupa. si h.ieu desde. uua
la lista, la aparición de El oro de los tigres atesti-
pnspectiya distinta. COJllO hasta para pn'suJIllrlo la afirma-
guan esa importancia. 2 De ese tigre modélico con ción: "Why are both writ.ers drawn lo the symhol of the
tíger. . . ? F;.H· its beaUly, vio"'uee ami !,ower, no c!oubt, but
1 Alicia Jurado, Gnzio y figura de Jorge Luis Bnrges, al)()\'c all. for its nearness and its dist.ance" (p. 317), que
Buenos Aires, Eudeha, 196-1, p. 26; H\lse tamhién !;¡mina el kctor puede confrontar c('n la que yo manten¡;o eu las
en p. 51. siguientes líneas de este trahajo.
!! J. L. Horgcs, Floro de los tigres, lIucnos Aircs, Elllccé, 4 "(,ase J. 1.. Borges, El olro, el lIIislllO, Buenos Aires,
1972. Emecé, 1969, ler. párrafo de ese prólogo.
r
278 MAN UEL FERR ER DE TIGR ES 279
es el único caso en donde se dan estos sentimientos. borgiano h asta su inclu sión en El hacedor, junta-
En efecto, si uno repasa o, simplemente, recuerda mente con "El otro tigre", quizá -pensó Borges-
el resto de la obra pronto percibe que el creador para que el lector ca ptara mejor su obsesión por
del Golem se siente dolorosamente frustrado ante ese símbolo y viera SG desarrollo con mejor pers-
su criatura, que el Baltasar Gracián con sus eter- pecti'/a. De cualquier forma, es evidente la total
nos y recurrentes "laberintos, retruécanos, emble- relación entre uno y otra; en rigor, "El otro ti-
mas " es una muy acertada imagen de un a utor fra- gre" es simplemente una elaboración más amplia
casado, que aún más perfectamente se nos muestra y trascendental de "Dreamtigers", y la raíz común
esa impotencia del autor -y con mayor énfasis de que han surgido ambos es esa recurrente obse-
puesto que de poemas autobiográficos se trata- sión que asedia a Burges tanto por el símbolo -el
tanto en ".La lun~" .como en "Mateo, XXV, 30", y tigre- cuanto por esos específicos y ya señalados
esto por CIrcunscrIbIrnOS exclusivamente al campo sentimientos de frustración, fracaso e impotencia
de la creación poética, y, dentro de ella, a destaca- del creador literario ante el intento de captar la
das muestras. vida en su plenitud.
Se nos presenta, así, como una primera virtud Esa hipóstasis de símbolo y sentimientos en una
de "El otro tigre" el instalarse plenamente dentro unidad abarcadora de ambas, esa bivalencia de
de u~a de las const?ntes afectivas más destacables dos facetas reunidas en una base común es más
de su creador Borges. Como con mayor extensión subterránea y difícil de detectar en "Dreamtigers",
he tr.at~do de esta constante en otra oportunidad,5 más paladina y transparente en "El otro tigre";
me lImItaré ahora a estudiarla en concreto en este en este poema su mismo título las recoge y mani-
poema, esperando que las conclusiones a que pue- fiesta con exactitud ya que si el sustantivo "tigre"
da II~ga~ también se~n válidas para la obra gene- apunta abiertamente al símbolo, su adjetivo califi-
ral, SiqUIera por la vInculación temática y afectiva cante -ese "otro"- hace referencia al fracaso y la
del poema a la obra general. impotencia. Veamos cómo es eso. ¿Qué diferencia
Líneas más arriba he entresacado, exclusivamen- existe entre "Dreamtigers" y " El otro tigre", par-
te, piezas poéticas a guisa de ejemplos. Correspon- tiendo del supuesto común de que en ambos Bor-
de ahora, con entera justicia, destacar uno entre ges intenta captar esa fiera, plasmarla?
los abundantes ejercicios en prosa, aunque sólo En la prosa el autor nos dice de su propósito de
sea por el directísimo entronque que con el poema ensoñar un tigre, "causarlo" como dice él; el re-
tiene y su importancia para interpretar mejor el sultado es negativo, ."Aparece el tigre, eso sí, pero
último. El lector entenderá, por su inclusión apar- disecado o endeble, o con impuras variaciones de
te en este trabajo, que hablo de "Dreamtigers". forma . .. " Ese autor ni siquiera en sueños llega
Esta breve pieza fue publicada por primera vez a conseguir el tigre perfecto, tanto menos en su
en 1934,6 pero no se vio remitida al corpus oficial pla ~mación literari a.
Repasando el poema parece obtenerse un resul-
5 M. Ferrer , Borges y la nada, Londres, Támesis, 1971. tado distinto; tanto el primer tigre como el segun-
G Apareció en Critica , núm. 58, Buenos Aires, 15 de sep- do se nos presentan como bien configuradas y re-
tiembre de 1934.
dondeadas fieras mediante las descripciones y ma-
280 MANUEL FERRER DE TIGRES
gia verbal de los versos 4 a 16 para el primero, 27 buscaremos", continuada acto seguido por una
a 35 para el segundo; contrariamente a lo ocu:n- confesión de impotencia: " ... Éste / ser.í como los
do en la prosa, en el poema Borges ha consegUido otros una forma/de mi sueño .. .", que, práctica-
proporcionarnos el tigre que se le había frustrado mente, lo anula; confesión de una impotencia que
antes. De acuerdo con todo esto, esa diferencia, no ha ido cundiendo en el ánimo del poeta, recono-
obstante, es pur'a mente formal, ese resultado dis- c:miento de una frustración que se ha ido hacien-
tinto es más aparente que real; porque, en efecto, do más y más patente a medida que más y más ha
en "Dreamtigers" Borge~ se propuso la ensoñación intentado asir, plasmar ese evanescente e inasequi-
de un tigre -un tigre, recalco- y ese tigre no sur- ble tigre, ese "otro" tigre. Mediante ese proceso
gió, y si bien en el poema los tigres -repito, los de lenta y progresiva degeneración, el tigre inicial
tigres- surgen en toda su integridad plástica fren- pujante, fuerte, vibrante ha ido dejando paso a
te a la imaginación del lector, la frustración es la una sombra de tigre tan endeble, disecado e im-
misma, ya que lo que se propone en el poema no puro como el de la prosa, según arriba se apunta.
es crear un tigre, como en la prosa, sino el "otro" Lo interesante, ahora, es notar que a esa progre-
tigre, y es ese -"el otro"- el que dolorosa y paté- siva aminoración y evanescencia de los tigres ver-
ticamente "no está en el verso". En ese sentido, bales, corresponde otro proceso simultáneo y con-
los m.ás perfectos tigres de "El otro tigre" se asi- trastante: el del paulatino agigantarniento por au-
milan plenamente al imperfecto de la prosa en ~;encia del "otro", del tigre que "no está en el
cuanto que en ninguno de los casos el autor logra verso". A medida que esos tres tigres van desapare-
coronar con éxito su íntimo propósito. ciendo y desplazándose fuera del poema, "an, asi-
y que esos tigres del poema acabarán siendo pu- mismo, dejando un hueco - el que antes llenaban
ras copias o reflejos del "endeble" o "impuro". d e en ese poema- y ese hueco, esa ausencia va siendo
la prosa, puede comprobarse con la sola conSlllc- remplazada , conquistada por ese "otro" no verbal;
ración de cómo el autor nos los va presentand o cuanto Jll~ís desaparecen esos tigres ante la imagi-
en un proceso de disminución paulatina del vehícu.
naci ón del lector, más se destaca en la misma el
lo verbal, vehículo verbal que -hay que recor-
relieve y el perfil del que no est,í, más se agudiza
darlo- es el único por el cual y mediante el cual
la presencia por ausencia de ese "otro", y tanto es
adquieren esos tigres corporeidad, entidad poéti c t;
es fácil observar la maravillosamente estructura- así que al final del poema la única presencia que
da dosificación de los elementos descriptivos y GJ.- ;tvasalIa, domina y se impone a todo el resto ante-
lificativos con que nos va presentando el autor a rior será la de ese "otro", la del que no puede te-
cada tigre, y cómo esa dosificación sufre un pro· Ilcr entidad poética; el verso final "El otro tigre,
gresivo proceso aminorativo; al primer tigre ·1 el que no está en el verso" es definitivo y clausura
poeta dedicará 13 versos en pleno empuje de ell. demolcdoramente toda la intención original del
tusiasmo creador y confianza en sus posibilidad S, J>oerna. 7
al segundo -ya ese poeta no tan seguro de su po
7 Es de interés destacar que d entro de la serie de tigres.
tencial creador- ocho y del tercero se limitad 11
,'se -" el que no está en el verso"-, el que se presenta como
hacer una desesperada mención: "Un tercer tig-I"(' sím bolo y materialización del fracaso de su autor, es el
282 MANUEL FERRER DE TIGRES 283
Pero esa presencia que se impone y domina lo lo es que se ha visto impotente para crear "el
hace, repito, por ausencia; si ese "otro" llegara, otro".
por un momento, a instalarse en el poema pasaría "And yet, and yel" -habrá que decir con Bor-
a ser "tigre", pero dejaría inmediatamente e ipso ges- ¿cómo puede hablarse de impotencia y fra-
[acto de ser "otro", "el otro", y con ello perdería caso si es indudable que el autor ha tenido éxito
su radical esencia, su entidad última y fundamen- en su creación -esos tigres tan magistralmente des-
tante que es -a estas alturas ya es cIaro- su "otre- critos en el poema? ¿Cómo se resuelve esa patente
dad" frente a la "tigridad" del resto. Situado den· antinomia del éxito y el fracaso simultáneos, esa
tro del férreo contorno del poema, este "otro" ti- manifiesta con/radic/io oppositonul1 de lo creado y
gre es el que es porque no es, su ser es no-ser, fue. a la. vez no creado?
ra dei poema existe, en él existe no existiendo; La respuesta es simple a poco que en ella se
dentro del aislado contexto poético se caracteriza piense, pero conviene detenerse a considerarla con
por llevar en sí su propia destrucción,8 ya que algo de detalle para arrojar más luz sobre el tema.
para llegar a ser en ese poema es condición sine Ni siquiera es necesario que yo la dé; será más
qua non que no sea, pues s_olamente puede existir elegante recurrir al mismo Borges que ya la for-
en él como "otro". Se dedu<;c de todo esto que lo muló hablando de otro poeta compatriota suyo;
sustantivo de este "otro" no es ser tigre -como en el comentario final a la obra y personalidad de
puede parecer a simple vista- sino ser "otro"; Lugones -quizá pensando, de algún modo, en sí
en realidad, en el título del poema la función gra- mismo- dice: "Entonces, aquel hombre, señor de
matical -para ser rectamente entendida- ha de todas las palabras y de todas las pompas de las
invertirse; a pesar de las apariencias, "otro" es el palabras, sintió en la entraña que la realidad no
es verbal y puede ser incomunicable y atroz, y fue
sustantivo, y "tigre" el adjetivo, aunque esto pa-
callado y solo a buscar, en el crepúsculo de una
rezca forzar un poco la normal interpretación. isla, la muerte."9
Tras estas líneas espero que cabrá poca duda de
Es clara la clave solutoria: "la realidad no es ver-
que es en ese "otro" donde se resumen y mani- bal" y es "incomunicable"; la antinomia, así, se
fiestan el fracaso, la frustración y la impotencia resuelve en la eterna oposición entre Naturaleza y
de su creador, y no en el "tigre", porque es indu. Arte, en la dicotomía de lo vital y lo artístico, de
dable que Borges ha creado tigres, pero también la creación de y por la Naturaleza frente a la crea-
ción de y por el hombre, o, dicho de manera ajus-
cum"lo tigre. Quizá no sea mera coincidencia que la aniqui.
tada al material del poema, los "tigres" son lo ver-
lación de Lbnnrot en "La muerte y la brújula" -aniquila-
ción que si es su éxito como profesional es, también, su bal, lo artístico, el "otro" es lo real, vi tal e inco-
fracaso como hombre, porque por ella deja de ser ese hom· municab!e; esos "tigres" son producto del poeta,
bre- sea consecuencia de haber hallado la clave del cuarto claro está; el "otro", de la Naturaleza cuyas fun-
crimen, la cuarta letra de: Tetragrámaton.
8 En este sentido, este "otro" tigre es una manifestación
ciones y actividad nunca serán remplaza bIes por
más de la paradoja que recorre "Mateo, XXV, 30"; véanse
mis cOmentarios a este poema en Borgf's )' la na('a, op. cit., !l J. L. Borges, Leopoldo Lugones, Buenos Aires, Pleamar,
el Hombre. Consecuentemente, el poeta Borges ha declarado: "Vida \' muerte le han faltado a mi
<lue pertenece -como él mismo confiesa en otro vida" 12 y aUIl, "En ~I decurso de una vida consa-
poema- al grupo gra<la menos a vi\'ir que a leer"':! ya no extrañad
de cuantos ejercemos el oficio <jue en él, en un momento determinado hava esta-
de camhiar en palahras nuestra vid;I'o llado un :' arrolladora y ollsesi\';¡ ansia 'de ;Ipresar
la Vicia. tratando <\c incorporarla a una que llO
tendd pleno éxito cuando de recrear tigres ver- la ha tenido. Y conste. ya en este punto. que no
I?;tles se trate, y se ved reducido a I más estrepitoso debe considera rse mi in terpretaci(')fi como excesi-
fracaso cuando, en su obstinada decisi(')fi de su· vamente personal o alambicada; es la misma que
plantar a la Natura'eza viva, intente crear el otro crítico, Fern;índez Moreno, ha mantenido ya
"otro". cuallelo al hablar de la espada como símbolo hor-
giano, d:ce: "Esta espada es. en Borges, transpa-
Volyiendo al enjundioso verso -"de camhiar
rente símbolo de su obsesivo deseo de asir y blan-
en palabras nuestra vida"- que tan ajustadamen-
te describe la tarea del creador literario, es palma- dir esa vida viviente que casi siempre se le es-
rio que los tigres del poema son vida cambiada cap(')."'l Acertadamente Fern;índez Moreno pos-
en palabras -no pueden ser otra cosa- y aun sa- tub ese simbolismo \,iet! de la espada borgiana;
biéndolo, Borges, por un momento se impuso el tan acertadamente, en mi opinión, puede afirmar-
descabellado afán de renunciar a ese juego y con- se lo mismo del símbolo tigre como exposición de
UIl intento ele recabar y condensar en él "esa vida
jl.'rar esa condena \'erbal intentando apresar la
Vida -"el otro tigre"- sin tener <lile cambiarla viviellte que casi siempre se le escapó". En nota al
i~.:: r esas insuficientes y menesterosas palabras.
pie anterior informo al lector de mi interpretación
¿Por qué razón lo hizo?, ¿por qué esa desatinada del puiíal con una función simbólica afectiva igual
tarea, conociendo de antemano, con humana evi- a la de Fern;índez Moreno; puüal para mí, espada
dencia, su total incompetencia para llevarla a para Fern;índez Moreno, facón o cuchillo de Mura-
cabo? lia, de Rosendo Ju;írez en "Hombre de la esquina
Parece que la única contestación plausible es ad- r<;>sada" o de los wlllpadritos de las milongas bor-
mitir Ull<l desaforada apetencia de vida en este glanas, todas esas armas filosas cumplen la misma
poeta y (lile ésta va a impulsarle a intentar tama- f unción, no son sino modelos de un mismo proto-
iia labor harto ya de que, como a su criatura Jo. tipo original -símbolo de fuerza y poder- como,
seph Cartaphilus. a él también "Palabras, palabras paralelamente, lo son las diversas Illani festaciones
de~;plazadas y mutiladas. palahras de otros, fue la que en jaguar, leopardo. gato, cte., se proyecta el
pobre limosna que le dejaron las horas y los si-
12 DisCIlsiÓII, pról. ill filll'lII .
glos."" Si a mayor abundancia, tenemos en cuenta
l~ (JI ras ill'lllisi,.iolles, p. R!l.
que ese mismo poeta, hablando de su propia vida, H C. Feru;índez MorelJo, l .a realidad y los papclrs, Ma-
drid. Agllilar, 1967, p. 3'19. F.n la misma línea "l'ase mi tra·
lO Véase "La IlIna", en El /¡(/{'prlo)', p. 67, estrofa 4a. hajo, Borli"s )' la 1/arla. Ilota al pie en p. IIR en donde co-
mel~to la fllnción afeclÍ',a y simbólica del Plllial qlle se
11 Vi'ast' "El inmortal", ell El ,-lIel'/¡, p. :!6.
(,l¡l\lpara a la dada por este crítico con relaciólJ a la espada .
286 MANUEL FERRER DE 'flGRES
tigre arquetípico. La obsesión borgiana por esos na característica parcial del tigre, es sign ili cativa
símbolos se despliega en una perfecta correlación -luego se verá por qué-, y si a ell o se :I.-.ade que
paralela de prototipos y corre~pondientes varian- en la respuesta a continuación dice: "Pero el ti-
tes; por si algún escéptico lector aún lo dudara me gre no es cruel más que ningún otro animal"p
limitaré a copiar al mismo Borgcs que en su breve con lo que prácticamente se anula la face ta de
prosa "El puñal" confi~sa: · "En un cajón de! es- crueld ad, el lector recibe una interpre tación de
critorio, entre borradores y cartas, interminable- ese tigre en la que cuanto queda es un valor casi
mente sue ña el puñal su sencillo sueiío de ti- exclusivamente estético.
gre . .. " 15 Tigre o puñal, espada o jaguar, detrás A ser consecuente con esa su interpretación, Bor-
de todos ellos siempre Borges con su insaciable ges -en el caso concreto de "El otro tigre"- pa-
anhelo de vida, fuerza y poder. rece que debiera haberse limitado a los dos prime-
Siendo esto aSÍ, corresponden ahora unas consi- ros ejemplares y aun haberse esforzado más en
deraciones acerca de esa fiera para redondear el aquilatar sus rasgos formalmente estéticos, sin la
propósito de este trabajo, aun a riesgo de repetir ominosa introducción del "otro" que acaba anu-
algo de lo que se ha dicho o se ha dejado entrever lando a los primeros, y eso sin que este último
ya en líneas anteriores. -precisamente, por su ausencia- aporte el menor
Cuando Ben Belitt afirma "lf writers can be as- asomo de connotación estética.
signed to tutelary animals, as totems of the scribal y no es exactamente eso lo que Borges realiza;
mysteries, the jaguar or tiger is the sign of Jorge juzgando a esos dos tigres, es obvio que las imáge-
Luis Borges",16 confirma un hecho consabido. Lo nes que los describen están infundidas de una in-
que Belitt no se pregunta -evidentemente porque dudable dosis de belleza, ponen de relieve su cali-
no entraba en la línea de su trabajo- es por qué dad estética, pero creo que, con mucho más énfa-
Borges ha e!egido, precisamente, esa fiera como sis, esas imágenes proporcionan al lector sensacio-
tótem suyo, o, ¿fue elegido, de algún modo, por nes de fuerza y de poder, que de ellas se desprende
ella, sin poder evitarlo? más la seductora y sobrecogedora impresión de ti-
La respuesta que el mismo Borges da en una gres plenos de empuje y vigor, arrolladores, abso-
última entrevista no es suficientemente satisfacto- lutamente trascendidos de vida e impulso sexual;
ria; al ser preguntado -"¿Qué es el tigre en su quizá baste para verlo, recoger aquí esos dos es-
obra?"-, elude elegantemente la cuestión contes- pléndidos versos del tigre que
tando: "Dijo Chesterton que 'el tigre es un símbolo
de terrible elegancia'. La frase lleva implícitas la Va cumpliendo en Sumatra o en Bengala
crueldad y la belleza", con lo que se nos informa su rutina de amor, de ocio y de muerte
de lo que Chesterton pensaba, pero no tanto de la
función de ese tigre en la obra borgiana. Esta elu- que, de hecho, condensan y resumen e! verdadero
sión de Borges que sólo nos permite entrever algu- tigre que hay que ver en el poema.
15 "El puñal", en Evaristo Carriego, p. 133; prosa repe-
17 Ambas citas en LIl Estafeta Literaria, Buenos Aires,
tida en El otro, el mismo, p . 225 (las cursivas son nuestras).
16 Ben Bclitt, op. cit., p . 287. núm. 5 16, 15 de mayo de 1973, p . 15.
2S8 MANUEL FERR ER
DE TIGRES 289
De haberse agotado su VlSlOn del tigre en los d iante la poesía -única arma en sus manos- ,
valores estéticos -corno, quizá por un comprensi- apropiarse de ese tigre "fuerte, i~ocent~, en san_
ble pudor personal, ha afirma~o a su entrevista- o-rentado y nuevo", fusionarse e hIpostasIarse con
dor-, Borges hubiera escrito bellos poemas parna- él, Y que esa fuerza, ese impu 1so sexua1- "su rutl.
b .
,;ianos a 1 estilo de Hercdia o de Leconte de LisIe, na de amór, de ocio y de muerte"- se trasvasen a
pero no los que nos ha dejado. él y, así, ser él, en último término, el tigre. Pues
Lo que b;ísicamente ha arrastrado a Borges a la de no ser así, ¿por qué Borges se desespera, sufre
elecciún de e ;e t('¡tem es - ya no cabe duda- lo y se duele de su impotencia, si, como sabemos, su
que él mismo ha llamado "el culto al coraje", su tigre poético está plenamente creado? ¿No debiera
recóndito e inconfesado deseo de ser dominador, bastar esa plenitud , ese éxito pa~a un ..r0eta~ Para
fuerte , su honda necesidad de llenar de vida una un poeta, sí; para quien se dedIca a cambIar en
vida que no la ha tenido. S;íbato lo ha visto bien; palabras (su) vida", sí, pero no par~ el hombre
hablando de la admiración horgiana por ciertos total e íntegro, para el hombre que SIente que su
autores -cita a \Vhitman, Mark Twain, Goethe, vida se le va metamorfoseada en palabras.
Bloy, entre otros- se pregunta : "Debajo de esta El poeta ya ha comprendido que "(sus) d ioses
amhigüedad creo advertir el secreto culto por lo no (le) conceden más que la alusiól? o la meno
que a él le falta: la vida y la fuerza. ¿Qué otra ex- ción",19 y a ello humi ldemente se reSIgna aunque
plicación encontrar a la admiración que este es- tenga que aceptar que sus tigres acabarán desva.
tricto literato profesa a esos apopléticos creado- necidos en "símbolos y sombras", en "serie de tro.
res?" 18 Y si es claro que esa "vida" y esa "fuerza", pos literarios/y de memorias de la enciclopedia";
"que a él le falta(n)" y quisiera adquirirlas -en en última instancia, esos " sÍmbolos y sombras",
un proceso de transferencia psiquica- mediante esos "tropos literarios" le justi.fican como p.oeta.
la admiraciún "a esos apopléticos creadores", del Pero el hombre -y ahí reSIde la tragedIa- no
mismo modo es cierto que -mediante similar pro- puede resignarse ; si "esos dioses" re~ucen al poeta
ce~;o - quiere adueñarse de ellas conjurando la fi-
a la resignación, hay, por el contra1'1o -y más allá
gura del tigre ' por la magia verbal, el hechizo de las palabras y por encima de "es?s d.io~es"-,
taulllatúrgico de la creación poética. una intrínseca e inapelable energía, IrreSIStIble y
Así, la búsqueda del tigre, su desesperado inten- ciega, que empuja constantemente a ese hombre
to de captación, se nos manifiestan no tanto ya a rebelarse contra esa sumisión, a persistir en su
como el tenaz empeí'ío de coronar una alta labor batalla contra ese abandono; esa energía que , en
poética, de dar cima y solución a un esforzado rigor, es Eros, libido, der Wille - o como quie.
reto que deliberadamente se propone a sí mismo ra llamársela- y que ese hombre, Borges, ha tra.
el profesional de las letras, cuanto como la acezan- ducido en su poema por "algo", ese "algo" q ue le
te urgencia de buscar una salida y una satisfacción impone una "aventura indefinida/ins~nsata y ~n.
a un hondo problema vital. Borges quiere, me- tigua", y que más allá del poeta -o mas acá, qUIén
19 1- L. Borges: Antología per~.onal, Buenos Ai.res:, Emecé,
18 F.. S;íbato, El escritor y SI/S fOil/asmas, Madrid , Agui-
pról. in finem; Igualmente en Una rosa amanlla en El
lar , 1964 (2a. vd.), pp. 254-255.
hacedor, p. 31.
290 MANUEL FERRER