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La Épica o Narrativa

La palabra épica viene del griego epos que significa "narración". Mientras la historia
hace el recuento de los acontecimientos de un período, en la épica se narran los
sentimientos que movieron a los hombres de esa etapa a provocar esos
acontecimientos o a enfrentarse con sus consecuencias. El poeta es la voz de la
colectividad y sus versos alaban a los héroes de esas contiendas. De ahí que a la
poesía épica también se la llame heroica.

Los cantores épicos eran poetas errantes que ofrecían sus creaciones a un público
muy variado; de igual modo llegaban a los palacios de los nobles, que a las plazas de
las ciudades y villas. En Grecia les llamaban sedas o rapsodas, en Alemania scopas,
en Escandinavia e Islandia escaldas y en la Edad Media en el mundo latino, juglares.
Estos poetas se acompañaban con instrumentos musicales; en Grecia, con la cítara, y
en Alemania con el arpa.

El poema épico desarrolla una historia o fábula que consta de una sucesión de
acciones que se relacionan entre sí. La trama se narra usualmente, en tres partes; una
exposición, donde se presentan los antecedentes que permiten seguir la trama; un
nudo o núcleo de la acción, parte en que se desarrolla la situación que se plantea, y un
desenlace, en el que se resuelve el conflicto y concluye el poema. Es frecuente la
inclusión de tramas secundarias o episodios que se mezclan con la acción principal. La
figura central del poema es el protagonista o héroe a quien suele oponerse un
antagonista o personaje prominente entre los adversarios. La épica, generalmente,
contiene un elemento fantástico o maravilloso que permite la intervención de lo
sobrenatural en la acción. Este recurso se designa con el nombre de máquina épica.
Las composiciones épicas se pueden agrupar en epopeyas tradicionales, cantares de
gesta y poemas épicos cultos.

SUB-GENEROS.
La Iliada
Aquiles venda el brazo de su amigo Patroclo. Este último vuelve su cabeza a un lado
para evitar ver la sangre y que Aquiles advierta sus muecas de dolor.

La Ilíada narra los últimos 51 días del asedio por los griegos de la ciudad de Troya,
ciudad en la costa Este del Egeo, al norte de Asia Menor. La causa del asedio fue que
el príncipe Paris, hijo del rey de Troya Príamo, se fugó con la esposa de Menelao, la
bella Helena. El héroe principal es Aquiles, "el de los pies ligeros", el mejor guerrero de
los griegos, prácticamente invulnerable por haber sido sumergido por su madre, la
diosa marina Tetis, en las aguas mágicas de un río, que le han convertido en
invulnerable salvo por donde su madre le sostenía, el talón. Al comenzar la obra hay
una gran peste en el campamento griego y Aquiles se ha retirado del combate
enfadado porque Agamenón, jefe de la coalición griega, le haya quitado a su concubina
Briseida, raptada de la ciudad troyana. En consecuencia los
combates corren desfavorablemente para los griegos, aunque
en ellos se lucen Diomedes ("domador de caballos"), Áyax el
Grande, Menelao y su hermano Agamenón ("rey de
hombres"), bien aconsejado por el sabio y viejo Néstor, y
algunos dioses que asisten a los combates e incuso
participan alguna vez en ellos, estimulados por la belleza de
la lucha. Apoyan a los griegos Hera, Atenea ("de ojos de
mochuelo") y Poseidón; apoyan a los troyanos Afrodita, Ares
y Apolo ("el que hiere de lejos"); Zeus ("que amontona las
nubes") se declara neutral; aunque en cierto momento apoya
a los troyanos por petición de Tetis.

El motivo de la guerra venía en realidad de lejos, cuando en las bodas de Tetis y Peleo
la diosa Eris o Discordia, no invitada, arroja en venganza al convite una manzana de
oro (la "manzana de la discordia") con la inscripción "para la más bella". Afrodita,
Atenea y Hera se disputaron el premio y Zeus nombró como árbitro al troyano Paris,
que escogió a Afrodita; desde entonces el rencor de Hera y Atenea se centra en Troya,
patria de Paris. Afrodita, a cambio de ser elegida, le había ofrecido a Paris la opción de
elegir para si a la mujer más bella de la tierra. París escogió a Helena, reina de
Esparta, y aunque se encontraba casada, Afrodita le ayudo en su propósito. El rapto de
Helena por Paris ofrece el pretexto adecuado y los distintos pueblos griegos se unen en
una expedición común para recuperar a la esposa de Menelao ("bueno en los
caballos"). Tras vestir la armadura de Aquiles su amante masculino Patroclo con el
propósito de animar a los griegos en el combate, el príncipe troyano Héctor, el mejor de
los guerreros troyanos y hermano de Paris, lo mata; Aquiles, desolado, decide
abandonar su enfurruñada inactividad para vengarse personalmente de los troyanos y
de Héctor, lo derrota ante las murallas de Troya y arrastra su cuerpo delante de todos
los troyanos y, por descontado, de su padre, el rey Príamo, sin acceder a sus súplicas
de que le dé sepultura. Príamo abandona en secreto Troya y llega a la tienda de
Aquiles, logrando conmover el duro corazón del héroe, de forma que éste accede a que
pueda llevarse el cuerpo y darle unos dignos funerales. Aquí termina la Iliada.

Novela
LA CRUZ NEGRA
La ciudad estaba dormida. La noche reinaba en toda la urbe, creando una atmósfera de
paz y tranquilidad. Todo estaba en silencio, roto únicamente por el ulular del viento, por
los viejos barcos de pesca y el graznido de las gaviotas. Había en la ciudad una
pequeña taberna cercana al puerto. No era gran cosa en comparación con las tabernas
de los puertos de otras ciudades, más lujosos y acogedores para barcos y navegantes.

Simplemente era un edificio más del puerto, pero resaltaba por el dibujo de un dragón
marino en la puerta de color verde. El dragón era de color plateado. La luz de la luna se
reflejaba en las escamas del dibujo, haciendo que éste brillase, pareciendo un cuchillo
afilado que rasgaba la oscuridad de la noche. Aquel era, sin duda, un lugar especial,
donde sólo se encontraba el mejor vino de toda la ciudad y donde se hallaban alojada
gente privilegiada, que poseía ricos negocios y se dedicaban al comercio marítimo.

Una sombra había estado observando la taberna desde la oscuridad. La noche era tan
oscura que no permitía verle el rostro, pero sus grandes ojos verdes brillaban como las
esmeraldas recién sacadas de las minas. La sombra se dirigió con paso veloz a la
taberna. Se la podía oír jadear por el cansancio y la fatiga, y también por el ruido que
generaban las pisadas de sus pesadas botas al chapotear el lodo que cubría las
piedras de las calzadas del puerto. Llegó a la puerta de la taberna, y tomó aire.
Resopló, con desdén. Respiraba rápidamente y jadeaba.

Cuando notó que su cuerpo respondía mejor a las órdenes de su cerebro, abrió la
pesada puerta, que separaba el ambiente monótono del exterior y el jolgorio de la
taberna, y entró. Dentro, el ambiente era agradable y festivo. La cerveza y el vino
corrían de boca en boca, que, junto a la musiquilla de los violines y las flautas,
generaba un ambiente de embriaguez y borrachera. Había varios clientes. La mayoría,
marineros. Sus rostros reflejaban el cansancio después de un largo día de faena,
disimulados por el alcohol de la bebida y el jolgorio ahí creado.

Algunos de ellos, cantaban esta canción: “Alza tu cerveza en esta vieja taberna deja tus
preocupaciones afuera y vente a la verbena. El hombre salió un día del campo atravesó
los muros de la ciudad mientras su corazón aguardaba a la mar luchemos, hermanos,
por nuestros sueños ven y brindemos por ellos lucha por ti y vive por ti hazlo
acordándote de mí”, desde fuera, se podía oír el bullicio de la gente, que bebía y
disfrutaba de un agradable descanso, después de la pesca y las faenas del mar.

La luz en el interior de la taberna permitió vislumbrar la extraña silueta de la sombra,


dando a conocer una figura masculina. Era un hombre de constitución fuerte, con una
larga barba negra, el pelo liso y oscuro, con unos ojos verdes brillantes como
esmeraldas, vestido con un traje negro ajustado y con capucha, que marcaba su ancha
espalda y todos sus músculos. El hombre se dirigió al mostrador.

La música había dejado de sonar. El posadero se quedó mudo, al igual que el resto de
la gente, que se preguntaba por el extraño personaje que acaba de aparecer.
Recuperado del susto, el posadero se dirigió al resto de la gente y estalló en
carcajadas. La gente se empezó a reír también, y, en pocos segundos, había retronado
el ambiente de fiesta en la taberna. El extraño, sin quitarse la capucha, pudo observar
claramente al posadero.
Era un hombre cerbatana, de constitución delgada, seco de carnes, excepto su larga
nariz y la barba negra como el carbón y muy poblada, como si de un bosque de robles
se tratara. Sus ojos de halcón le permitían observar con detenimiento toda la taberna.
Pero, en ese momento, su mirada se dirigía al extraño personaje que acaba de entrar
en ella. El extraño se sentó en un taburete junto a una mesa de sólido roble.

El posadero se dirigió para pedirle nota. - Buenas noches tenga Vuestra Merced-
saludó. - Buenas noches- respondió escuetamente. Su voz era grave y profunda,
parecida a la hablada por los bárbaros del Este. - ¿Queréis tomar algo?- preguntó el
tabernero. - Una jarra de cerveza- ordenó. El posadero se dirigió al mostrador para
abrir un gran barril de cerveza, que estaba detrás de él. Tomó una jarra de madera,
revestida de hierro, y vertió la cerveza en ella hasta llenarla por completo.

Mientras, el desconocido había sacado de su bolsillo una especie de carta, escrita en la


lengua de los sabios, que terminaba de esta manera: Alea jacta estuvo leyendo la carta
varias veces. Sus ojos recorrían con rapidez el pequeño trozo de pergamino,
moviéndose, inquietos y atentos. Tras leer la carta, la guardó, y se quedó un largo rato
en silencio, sin hablar y sin moverse, salvo para santiguarse. Era una actitud extraña,
pero, a su vez, respetable en ámbitos religiosos.

El desconocido sacó una pipa del bolsillo y empezó a fumar. Las nubes generadas por
el tabaco se diluían en la taberna con el ruido de los marineros, la música y la cerveza
que rondaba de boca en boca y ensuciaba el suelo de la taberna. Poco después, el
posadero llegó con la gran jarra de cerveza. Llevaba, también, un plato con pescado
fresco. El desconocido hizo un amago de sonrisa y empezó a comer despacio, sin prisa
pero sin pausa. El posadero seguía mirándolo, comiéndose la cabeza de quién era ese
extraño que estaba en su taberna, comiendo y bebiendo tranquilamente.

Cuando el desconocido terminó de comer, hizo un gesto imperativo al posadero. Éste


dejó sus quehaceres y se dirigió rápidamente a su mesa. - ¿Vuestra Merced necesita
dónde alojarse?- preguntó -Sí- respondió el desconocido, secamente.
-Pues aquí- prosiguió el posadero… -tiene cama y comida por cuatro monedas. Si
queréis algo más, no dudéis en pedírmelo.

El hombre sacó de su bolsillo una pequeña bolsilla de tela y le entregó las cuatro
monedas correspondientes. El posadero se lo agradeció, pero le surgieron varias
dudas y preguntas sobre este extraño personaje que se hospedaba en su taberna.

Leyenda
LAS GEMELAS
En una reconocida familia de inglaterra, una madre iba a tener un parto en algún
hospital de liverpool, iban a ser gemelas.
por fin llegó ese día y vinieron al mundo dos hermosas niñas. cuando cumplieron su
tercer aniversario la familia salió a pasear, de regreso y mientras cruzaban la carretera
para recoger el vehículo que allí habían estacionado, sin darse cuenta y en un abrir y
cerrar de ojos, un vehículo se dirigía a toda velocidad hacia ellas y la desnaturalizada
madre soltó a las pequeñas corriendo a un lado de la carretera. todo ocurrió en
cuestión de segundos cuando el carro atropelló a las gemelas.

no se pudo hacer nada, las niñas habían muerto. todos los familiares y allegados
acudieron al elegante funeral, se notaba un dolor especial en el ambiente, había una
sensación de tragedia, de una tragedia que posiblemente se habría podido evitar. pero
nadie como la madre se lamentaba tanto, quien repetía y repetía una y otra vez que no
debió haber soltado a las niñas y que deseaba que dios se la hubiese llevado a ella en
vez de a sus queridas hijas.

dos años más tarde y ya superado el trauma, la madre quiso volver a tener hijos; el
padre aceptó. sin saber lo que iba a suceder de nuevo. cuatro meses después el doctor
comprobó que en su vientre había un bebé, un hermoso varón y que para que naciera
saludable debía volver en dos meses para empezar a ejercitarlo. la madre se propuso
que lo querría como si nunca hubiese tenido hijos.
a los seis meses al niño ya se le veía claramente la forma de su pequeño y ligero
cuerpecito, a los ocho meses la madre sentía que ya no podía aguantar más así que
fue un parto prematuro. la noticia no era de esperarse, la madre se desmayó durante el
parto e inexplicablemente salieron gemelas.

la madre no dio importancia al hecho y daba gracias a dios por haberle devuelto a sus
hijas, pero entre dientes la madre y el padre se decían que nunca mencionarían nada
de lo que sucedido y que las tratarían como si fueran las primeras.

una navidad, tres años después, la familia salió de paseo al mismo lugar de siempre, al
regresar, mientras cruzaban la carretera que tanto pavor daba a la madre las niñas se
agarraron fuertemente a las manos de su madre y mientras se encontraban en mitad
del asfalto las niñas le dijeron a su madre: “mamá……no nos sueltes, que aquí fue
donde nos mataron”.

Lirica
La lírica o género lírico es un género literario en el que el autor quiere transmitir
sentimientos, emociones o sensaciones respecto a una persona u objeto de
inspiración. La expresión habitual del género lírico es el poema. Aunque los textos
líricos suelen utilizar como forma de expresión el verso, hay también textos líricos en
prosa (poemas en prosa o prosa lírica).

Sub-Géneros
Oda al Tiempo:

DENTRO de ti tu edad Cada dia


creciendo, fue piedra transparente,
dentro de mí mi edad cada noche
andando. para nosotros fue una rosa negra,
El tiempo es decidido, y este surco en tu rostro o en el mío
no suena su campana, son piedra o flor,
se acrecienta, camina, recuerdo de un relámpago.
por dentro de nosotros, Mis ojos se han gastado en tu
aparece hermosura,
como un agua profunda pero tú eres mis ojos.
en la mirada Yo fatigué tal vez bajo mis besos
y junto a las castañas tu pecho duplicado,
quemadas de tus ojos pero todos han visto en mi alegría
una brizna, la huella tu resplandor secreto.
de un minúsculo rio, Amor, qué importa
una estrellita seca que el tiempo,
ascendiendo a tu boca. el mismo que elevó como dos llamas
Sube el tiempo o espigas paralelas
sus hilos mi cuerpo y tu dulzura,
a tu pelo, mañana los mantenga
pero en mi corazón o los desgrane
como una madreselva y con sus mismos dedos invisibles
es tu fragancia, borre la identidad que nos separa
viviente como el fuego. dándonos la victoria
Es bello de un solo ser final bajo la tierra.
como lo que vivimos
envejecer viviendo.
Elegía.
Yo andaba, andaba, andaba
en un andar en andas más frágil que yo mismo,
en una ingravidez transparente y dormida
suelto de mis recuerdos, con el ombligo al viento...
Mi sombra iba a mi lado sin pies para seguirme,
mi sombra se caía rota, inútil y magra;
como un pez sin espinas mi sombra iba a mi lado
como un perro de sombras...

El Solitario:

Rojo animal, el solitario crepita


entre calles de cristal;
calles turbias de ciudades irreales.

Como un sueño sobresaltado


es su vigilia
(que nadie sueña).

¿Me sigo soñando yo


—se pregunta—
en mitad de este delirio
nebuloso?

Grises ráfagas de diesel


en las esquinas;
zombis bajo paraguas
cruzan.

(Quién fuera también rojo de raíz,


rojo de víscera,
rojo lleno de sí mismo,
rojo de vida sólida y enarbolada.)

Roja cola de fuego


—incendio equívoco—
entre reflejos de plomo.

Dramática.
El género dramático tuvo su origen en el culto a Dioniso dios del vino y la alegría, y
poseían por lo tanto un carácter sagrado. Dichas representaciones consistían en
himnos dedicados a esa deidad o divinidad. Más tarde, fueron introduciéndose cambios
a los cantos; de esta forma surge el género dramático propiamente dicho. Los
dramaturgos griegos más importantes fueron: Sófocles, Eurípides y Esquilo.

De Grecia la obra dramática pasa a Roma siendo los autores más destacados:
Terencio, Séneca y Plauto. Durante el primer período de la Edad Media el género
dramático se extingue, olvidándose por completo las obras griegas. Alrededor de los
siglos XI y XII los europeos reinventan el teatro, surgiendo comedias escritas en latín,
que eran representadas en monasterios, cortes y universidades. No eran un teatro para
el pueblo. Éste surgió en las iglesias y consistió en la dramatización de ciertas escenas
del Evangelio. Dichas representaciones escritas en lengua vulgar, se hacían
principalmente en las tres fiestas más importantes de la liturgia: Navidad, Epifanía y
Resurrección.

La primera obra teatral escrita completamente en Castellano fue el “Auto de los Reyes
Magos". Se conserva incompleta (142 versos); falta la parte final, que debía mostrar la
adoración de los reyes al Niño Jesús. Esta representación fue escrita a fines del siglo
XII o principios del XIII y, como todas las de su tiempo, es anónimo.

Género dramático o Dramática es en el que el autor lleva el desarrollo de la acción a la


escena: los hechos no se relatan, sino que se representan. Su forma expresiva es el
diálogo y los personajes adquieren vida gracias a unos actores que lo escenifican.

Al teatro, según la clasificación del teatro (drama) griego en la Poética de Aristóteles,


pertenecen los siguientes géneros mayores:

tragedia drama

Sub-Géneros
Tragedia.
La tragedia es una forma dramática cuyos personajes protagónicos se ven enfrentados
de manera misteriosa, inexpugnable e inevitable contra el destino o los dioses,
moviéndose casi siempre (recordemos la "Orestiada" de Esquilo que tiene una
reconciliación al final) hacia un desenlace fatal por una fuerza ciega, la fatalidad, el
sino, el hado o fatum, en anunciado siempre por diversos oráculos. Su etimología
deriva de la palabra griega τράγος /"Trágos "/, es decir, macho cabrío. La traducción
más habitual es «canto del macho cabrío», debido a que los actores que las
interpretaban vestían atuendos de piel de cabra, aunque algunos eruditos mantienen la
antigua etimología «canto en el sacrificio de un macho cabrío», por su relación con
antiguos sacrificios rituales.1

Las tragedias acaban generalmente en la muerte o en la destrucción física, moral y


económica del personaje principal, quien es sacrificado así a esa fuerza que se le
impone, y contra la cual se rebela con orgullo insolente o hybris. También existen las
tragedias de sublimación, en las que el personaje principal es mostrado como un héroe
que desafía las adversidades con la fuerza de sus virtudes, ganándose de esta manera
la admiración del espectador, como es el caso de Antígona de Sófocles. La tragedia
nació como tal en Grecia con las obras de Tespis y Frénico, y se consolidó con la tríada
de los grandes trágicos del clasicismo griego: Esquilo, Sófocles y Eurípides. Las
tragedias clásicas se caracterizan, según Aristóteles, por generar una catársis en el
espectador.

Entremés.
Se conoce como paso o entremés a una pieza dramática jocosa y de un sólo acto,
protagonizada por personajes de clases populares, que solía representarse durante el
Siglo de Oro español, es decir, a fines del siglo XVI y durante el siglo XVII y XVIII hasta
su prohibición en 1780, entre la primera y segunda jornada de una obra mayor.
Posteriormente será llamado sainete. En Europa, su equivalente es la farsa, cuya
denominación se aplicó en España a cualquier tipo de representación teatral.

El término entremés procede del catalán y está documentado en el siglo XV como una
especie de pantomima representada en banquetes cortesanos y, en una acepción
gastronómica, como "manjar entre dos platos principales". Su uso actual se generaliza
en el siglo XVI alternando con el más común de paso. Así se usa en el Entremés de la
Representación de la historia evangélica de san Juan de Sebastián de Horozco, un
pleito cómico situado al final del primer cuadro del mismo, enlazado con la siguiente
acotación: "Mientras vuelve el ciego pasa un entremés entre un procurador y un
litigante". En el prólogo de la Comedia de
Sepúlveda, de 1547, se dice:

No os puede dar gusto el sujeto ansí desnudo de


aquella gracia con que el proceso dél suele ornar
los recitantes y otros muchos entremeses que
intervienen por ornamento de la comedia, que no
tienen cuerpo en el sujeto della.

En sus principios, era pues una acción no exenta de


la principal, a manera de descanso o interludio
cómico. Así era en el caso de algunas obras de Gil
Vicente o Garci Sánchez de Badajoz, junto a los
pasos de Lope de Rueda tenidos por antecedente
del entremés. Sebastián de Horozco, sin embargo,
escribió el primer entremés exento, diferente del ya
mencionado, par ser representado en un convento
de monjas el día de San Juan Evangelista,
protagonizado por un fraile rezador y visitador de burdeles, y otros dos personajes
populares, un pregonero, un buñolero y un villano bobo y procaz, que intercambian
insultos, golpes y manteos en clara manifestación del carácter carnavalesco del
género.

Éste empezó a definirse con los Pasos de Lope de Rueda en el siglo XVI. Al principio
se escribía indistintamente en prosa o verso. Juan de Timoneda cita la palabra
entremés precisamente en una de sus obras más conocidas, la colección dramática La
Turiana, en la cual se contienen diversas comedias y farsas muy elegantes y graciosas
con muchos entremeses y pasos apacibles (1565). Se ve pues en la denominación de
paso era sinónima de la algo más gastronómica entremés. El mismo Timoneda en El
deleitoso (1567) dice: "Venid alegremente al Deleitoso / hallarlo heis repleto y
caudaloso / de pasos y entremeses muy facetos". Agustín de Rojas Villandrando, en su
obra El viaje entretenido (1603), escribió:

Retrato de Agustín de Rojas Villandrando en la portada de su obra, El viaje entretenido.


Barcelona, 1624.Y entre los pasos de veras mezclados otros de resaque, porque iban
entre medias de la farsa, los llamaron entremeses de comedias
Desde que Luis Quiñones de Benavente (1600-1650) configuró definitivamente el
género en el siglo XVII, acabó escribiéndose en versos e incorporando a veces
números cantados que darían lugar a un género posterior, la tonadilla; este ingenio
llegó incluso a crear un subgénero entremesil, el llamado entremés cantado. Lope de
Vega, por otra parte, recuperó su función subsidiaria y lo definía como un "alivio
cómico" protagonizado por personajes populares "porque entremés de reyes no se ha
visto", en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609), y lo tenía por
arquetipo de la comedia antigua que él había venido a renovar con su comedia nueva.
Un entremés venía a venderse por el triple de lo que costaba una loa y tenía una
importancia capital en un programa teatral del siglo XVII, de forma que una comedia
buena con un mal entremés fracasaba irremediablemente, pero una comedia mala con
un buen entremés podía mantenerse en cartel y ser un éxito (los éxitos teatrales del
Siglo de Oro no pasaban por lo general de una semana). Había actores especializados
en este género, como Cosme Pérez, más conocido por su sobrenombre de Juan Rana,
una auténtica celebridad en su época y para quien escribieron gustosos los ingenios
cortesanos no menos de cincuenta piezas.

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