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Tema: “Naveguemos mar adentro”

“La gente se agolpaba junto a él para escuchar la Palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla
del lago de Genesaret.
Vio dos barcas junto a la orilla, los pescadores se habían bajado y estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó
y se puso a enseñar a la multitud desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
—Navega lago adentro y echa las redes para pescar.
Le replicó Simón:
—Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices,
echaré las redes.
Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. Hicieron señas a los
socios de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Llegaron y llenaron las dos barcas, que
casi se hundían.
Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo:
—¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!
Ya que el temor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de
peces que habían pescado. Lo mismo sucedía a Juan y Santiago, que eran socios de Simón.
Jesús dijo a Simón:
—No temas, en adelante serás pescador de hombres.
Entonces, amarrando las barcas, lo dejaron todo y le siguieron.” (Lucas 5:1-11)

1) Admitamos nuestra realidad

a) Cansancio
“hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada” (v. 5a)

Cuántas veces queridos hermanos nos sentimos cansados y frustrados. Siendo


bautizados y habiendo recibido todas las riquezas espirituales de Cristo, nos vamos
deslizando poco a poco en un vacío existencial. El Papa Francisco en Evangelii
Gaudium # 83 nos presenta una fotografía a color del cristiano común: “Se desarrolla
la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de
museo. Desilusionados con la realidad, con la Iglesia o consigo mismos, viven la
constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se
apodera del corazón como el más preciado de los elixires del demonio”

b) Pecado
—¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador! (v. 8b)

Qué decir del pecado, el peor de los males. Que nos hace miserables, y constatamos
en carne propia lo que dice la Sagrada Escritura: “La paga del pecado es muerte”
(Romanos 6:23). De igual manera nos envuelve la soledad; con razón Pedro quería
estar solo al experimentar la presencia del Señor. Pero Jesús que es rico en
misericordia, jamás nos abandona, asume nuestras miserias y nos salva del pecado y
de la muerte.
2) Jesús es cercano
Subiendo a una de las barcas, la de Simón (v. 3a)

a) Está tocando a la puerta


Reconozcamos que Jesús siempre se nos hace encontradizo. ¿Cuántas veces nos ha
tocado a la puerta del corazón?

Démosle nuestra vida, nuestro corazón, con todo y nuestros fracasos y desaciertos.
Jesús quiere ser el Señor de nuestra familia.

b) Nos da la Palabra de vida


—Navega lago adentro y echa las redes para pescar. (v. 4)

Que nos está diciendo el Señor: No tengas miedo, avanza, lucha la buena batalla,
rema mar adentro, busca las cosas de arriba y santifícate en las de abajo.

3) Naveguemos mar adentro


—Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya
que lo dices, (v. 5)

Qué respuesta estamos dando a la invitación que nos hace el Señor. Aceptemos
nuestra fragilidad y debilidad, pero levantémonos de nuevo, en el nombre de Jesús
siempre podemos volver a comenzar.
Confiemos y obedezcamos la Palabra del Señor.

a) Alejémonos de la orilla del miedo y la comodidad

La orilla no es otra cosa más que la comodidad y la mediocridad producida por el


miedo de salir de nuestra zona segura. Acá no sucede nada extraordinario, no es el
sitio de los milagros. ¡Movámonos cuánto antes!

b) Con valentía y determinación, porque Dios está con nosotros

Se necesita obediencia y valentía para dejar la orilla, solo con la fuerza del Espíritu
Santo podemos sacudirnos la mediocridad y la frialdad.

4) Vida abundante
capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. (v 6)

a) En lo temporal
Dios nos ha prometido una vida abundante y feliz, pero con sufrimiento. Acá no es el
cielo. El Señor sabe lo que necesitamos. Nos dará amor, paz, alegría y llevaremos una
vida digna. Además que nadie es más rico que aquel que se contenta con lo que tiene.

b) En la misión
—No temas, en adelante serás pescador de hombres. (v 10 b)

No hay mayor prosperidad que trabajar en nuestra santificación. Es decir, abundancia


de vida espiritual. Crecer y madurar en la fe. Oración, Palabra y vida sacramental.
Entonces con la ayuda del Espíritu Santo llevaremos acabo la misión de la Iglesia:
Evangelizar, romper con todo lo que ata y roba la dignidad del ser humano.
La evangelización como pesca milagrosa no se lleva a cabo por teólogos o expertos
en Biblia, sino por cristianos comunes y corrientes que testifican del poder de Cristo
resucitado. Gente sencilla que no hablan de teorías ni están enredados por métodos
complicados, sino que comparten su experiencia de encuentro con Jesús, encuentro
que les ha convertido la vida en su totalidad.

Que María santísima nos recuerde siempre sus benditas palabras que nos ayudan a
remar mar adentro: “Hagan todo lo que Él les diga” (Juan 2:5)

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