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Plenitud
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Ebook66 pages1 hour

Plenitud

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“Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor, pues el amor lleva en sí su plenitud”. De esta reflexión del gran poeta mexicano Amado Nervo nace el título de este libro extraordinario, a caballo entre la poesía más refinada y la llamada literatura de autosuperación o autoayuda. Libro de sabiduría y de meditación, conduce suavemente al lector a la reflexión serena mientras va sembrando en su alma semillas de auténtico conocimiento y lo invita a hacerse con “esa posesión que no tiene límites” y que “se nos ofrece a cada instante”, la posesión de la Vida
LanguageEspañol
Release dateJul 1, 2020
ISBN9788832958478
Plenitud
Author

Amado Nervo

Definido por Durán como poeta estoico y cristiano-teosófico, fue hijo de Amado Nervo Maldonado y de doña Juana Ordiz Núñez. La familia estaba compuesta por los seis hijos del matrimonio más dos hermanas adoptivas. Él mismo indica en una breve autobiografía escrita en España su fecha y lugar de nacimiento (27 de agosto de 1870), así como la suerte que le deparó su nombre y el acierto de su padre al contraer el apellido ancestral, Ruiz Nervo, en Nervo. «Esto que parecía seudónimo -así lo creyeron muchos en América-, y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna literaria» (Obras Completas, II, «Habla el poeta», p. 1065). Monsiváis en su excelente y concisa biografía de Nervo (Yo te bendigo vida. Amado Nervo. Crónica de vida y obra, 2002) apunta lo conservador de su educación primaria, recreada a través de textos del propio autor sobre su Tepic natal (Lourdes C. Pacheco, Tepic de Nervo, 2001).La muerte de su padre cuando contaba pocos años (1883) les sume en una crisis económica y la familia envía a Nervo al Colegio de San Luis Gonzaga de Jacona; más adelante todos ellos se trasladan a Zamora, aunque las circunstancias adversas les llevarán de regreso a Tepic. Sus estudios continúan en 1886 en el Seminario de Chacona (Michoacán), por haberse cerrado otros colegios. Tres años más tarde ingresa al Seminario para estudiar Derecho Natural, si bien la Escuela de Leyes se clausura al año siguiente. De este tiempo datan sus primeros escritos recogidos posteriormente en Mañana del poeta (1938), así como los poemas Ecos de un arpa publicados por Rafael Padilla Nervo en 2003. Méndez Plancarte, como indica Monsiváis, señala que su rechazo del mundo implicó arrancar páginas de tono amoroso y reemplazarlas por poemas religiosos.

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    Plenitud - Amado Nervo

    PLENITUD

    PLENITUD

    Amado Nervo

    I. Dentro de ti está el secreto

    Busca dentro de ti la solución de todos los problemas, hasta de aquellos que creas más exteriores y materiales.

    Dentro de ti esta siempre el secreto: dentro de ti están todos los secretos.

    Aún para abrirte camino en la selva virgen, aún para levantar un muro, aún para tender un puente has de buscar antes, en ti, el secreto.

    Dentro de ti hay tendidos ya todos los puentes.

    Están cortadas dentro de ti las malezas y lianas que cierran los caminos.

    Todas las arquitecturas ya están levantadas dentro de ti.

    Pregunta al arquitecto escondido: él te dará sus fórmulas.

    Antes de ir a buscar el hacha de más filo, la piqueta más dura, la pala más resistente, entra en tu interior y pregunta...

    Y sabrás lo esencial de todos los problemas y se te enseñará la mejor de todas las fórmulas, y se te dará la más sólida de todas las herramientas.

    Y acertarás constantemente, pues que dentro de ti llevas la luz misteriosa de todos los secretos.

    II. Llénalo de amor

    Siempre que haya un hueco en tu vida llénalo de amor.

    Adolescente, joven, viejo: siempre que haya un hueco en tu vida llénalo de amor.

    En cuanto sepas que tienes delante de ti un tiempo baldío, ve a buscar el amor.

    No pienses: sufriré.

    No pienses: me engañarán.

    No pienses: dudaré.

    Ve, simplemente, diáfanamente, regocijadamente, en busca del amor.

    ¿Qué índole de amor? No importa: todo amor esta lleno de excelencia y de nobleza.

    Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas... pero ama siempre.

    No te preocupes de la finalidad de tu amor.

    El amor lleva en si mismo su finalidad.

    No te juzgues incompleto porque no se responden a tus ternuras: el amor lleva en si su propia plenitud.

    Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor.

    III. La mujer

    El proverbio persa dijo: no hieras a la mujer ni con el pétalo de una rosa.

    Yo te digo: no la hieras ni con el pensamiento.

    Joven o vieja, fea o bella, frívola o austera, mala o buena, la mujer sabe siempre en secreto de Dios.

    Si el Universo tiene un fin claro, evidente, innegable, que está al margen de las filosofías, ese fin es la Vida, la Vida: única doctora que explicará el Misterio; y la perpetuación de la Vida fue confiada por el ser de los seres a la mujer.

    La mujer es la sola colaboradora efectivo de Dios, Su carne no es como nuestra carne, En la más vil de las mujeres hay algo divino.

    Dios mismo ha encendido las estrellas de sus ojos irresistibles.

    El Destino encarna en su voluntad, y si el Amor de Dios se parece a algo en este mundo, es, sin duda, semejante al amor de las madres...

    IV. Enciende tu lámpara

    En cuanto caiga la noche, enciende tu lámpara.

    No permanezcas en la obscuridad.

    Enciende cuidadosamente tu lámpara.

    El viajero que pase, dirá: cuánto reposo debe haber cerca de esa luz, y cuánta paz.

    La mujer solitaria que la distinga de lejos, pensará: allí debe anidar el amor; dos que se quieren son bañados por el mismo fulgor blando...

    El niño que la contemple, exclamará: tal vez hay niños en redor de la mesa, y leen bellos cuentos y miran maravillosas estampas.

    El ladrón furtivo murmurará con recelo: allí vive un hombre prevenido a quien no se puede atacar a mansalva.

    Muchos, al internarse en la selva, se sentirán confortados por tu luz.

    En verdad te digo que es misericordioso, a las primeras sombras, encender nuestra lámpara: la buena lámpara de que el Padre ha provisto a los caminantes de la vida.

    V. El signo

    No hables a todos de las cosas bellas esenciales.

    No arrojes Margaritas a los cerdos. Desciende el nivel de que interlocutor, para no humillar ni desorientar.

    Se frívolo con los frívolos...; pero de vez en cuando, como sin querer, como sin pensarlo, deja caer en su copa, sobre la espuma de frivolidad, el pétalos de rosa del Ensueño.

    Si no reparan en el, recogerlo y vete de su lado, sonriente siempre: es que para ellos aún no llega la hora.

    Mas, si alguien coge el pétalo, como a hurtadillas, y lo acaricia, y aspira su blando aroma, hazle enseguida un discreto signo de inteligencia...

    Llevale después aparte; muestra de alguna o algunas flores milagrosas de tu jardín; háblale de la divinidad invisible que nos rodea... Y dale la palabra del conjuro, el ¡Sésamo, ábrete!, de la verdadera libertad.

    VI. Dar

    Todo hombre que te busca,

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