Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. El sentido de la historia
“Orientar nuestra conducta a través de la espesa y tenebrosa selva de la Historia (...) Nos
hicieron sentir que se había disipado para siempre una ilusión: la cómoda e ingenua
creencia en un progreso lineal y continuo que justificaba la civilización occidental como
la última etapa alcanzada por la evolución de la humanidad”. 1.
1929- Crack de Wall Street. La guerra: la 2da mundial, la guerra fría, revoluciones del
Tercer Mundo, las guerras coloniales.
“En el momento que escribo, la moda tiende más bien a una descalificación radical de la
historia, a una “anti-historia”” 2.
“En nombre del sentido de la historia hemos visto liquidar a adversarios”. “En esos
países en los que algunos hombres se han creído interpretes o agentes del destino” 3.
2. Un individualismo superado
1
MARROU, H-I., Teología de la historia, 28.
2
MARROU, H-I., Teología de la historia, 32.
3
MARROU, H-I., Teología de la historia, 32-33.
4
MARROU, H-I., Teología de la historia, 37.
2
3. Atrofia de la escatología
“La consciencia de participar en esta gran aventura colectiva que llamamos historia
tiende a borrarse en favor del drama estrictamente personal en determinadas situaciones
personales, que pueden ser de orden bien diverso y que no cabe, en vista de la variedad
de reacciones que suscitan, considerar en sí mismas como determinantes” 5.
“Otra situación en la que es posible que se debilite el sentido de la historia son los
periodos de tranquilidad y de seguridad de una civilización floreciente, en los que -
especialmente entre los hombres que pertenecen a la clase dirigente de esa sociedad,
beneficiarios del sistema social y de su prosperidad- puede entonces generalizarse el
sentimiento de que (¿no era ése caso apenas ayer?) de que ya no hay que asumir una
tarea propiamente histórica; “Dios está en su cielo, todo marcha bien en la tierra”;
parece pensarse: cada uno no tiene más que cultivar cuidadosamente su propio
jardincito. De ahí la experiencia privilegiada que suponen las grandes catástrofes,
cuando la sangre de los inocentes y la sangre de los mártires gritan al cielo: “Hasta
cuándo...?” La torre de marfil en la que se encerraba hasta ese momento la vida personal
estalla, y, tanto en la fraternidad de una miseria común como en la exaltación de un
combate llevado a cabo conjuntamente, el hombre redescubre que está inserto en un
movimiento de dimensiones y alcance gigantescos, y, al llegar a ese punto, no puede
evitar plantearse la pregunta: la historia, ¿tiene un sentido?” 6.
“Se ha convertido en una cuestión trivial el recordar que la noción misma de filosofía de
la historia es, en la tradición cultural de Occidente, una herencia que éste ha recibido, o
más bien arrancado, de manos de la dogmática cristiana. Si los hombres del moderno
Occidente conciben la historia de la humanidad según un esquema análogo al de la
evolución, es decir, como una lenta creación, como una elaboración gradual de una
forma superior del ser, de un mejor y de un más ser, si, en conjunto, contemplan este
5
MARROU, H-I., Teología de la historia, 41.
6
MARROU, H-I., Teología de la historia, 42-43.
3
“Por lo demás, la intención que animó a estos filósofos fue la de efectuar una
transposición de lo sagrado a lo profano, de la teología a la filosofía” 8.
“En el punto de partida de toda reflexión, hay que establecer que Dios existe (no hay
nada más bello ni más grande que contemplar el hecho de que hay Dios), que Dios está
ahí, sosteniendo a todos los seres, y que es el Señor de la historia; porque no sólo la
conoce, sino que todo cuanto ocurre, acontece porque Él lo ha querido o permitido. Y
ese Dios nos ha enseñado a invocarle como Padre; éste es el primer fundamento de
nuestra seguridad y de nuestra confianza en la historia: la fe en su providencia y en su
amor. Sabemos que su mano todopoderosa y misericordiosa sostiene, invisible pero
presente, el desarrollo de los tiempos desde el primer día de la creación” 9.
“El pasado no se nos aparece solamente como una embriogénesis de nuestra propia
cultura; es también, e incluso antes, un cementerio de civilizaciones desaparecidas y de
ciudades en ruinas...” 10.
7
MARROU, H-I., Teología de la historia, 48-49.
8
MARROU, H-I., Teología de la historia, 50.
9
MARROU, H-I., Teología de la historia, 52-53.
10
MARROU, H-I., Teología de la historia, 56-57.
4
“Para los clásicos, aquellos filósofos del ser, el devenir no es ese proceso fecundo,
generador de un super-ser, como nuestra sensibilidad moderna se ha acostumbrado a
concebir bajo la escuela de Hegel o de Bergson; para ellos, todo lo que accede al ser por
el devenir está necesariamente por eso mismo avocado a la degradacion, fzorá, y a la
muerte.” 12.
“Para él, el ser, el ser verdaderamente ser, no puede ser más que el Eterno. Permanencia,
inmutabilidad, ése es su atributo característico, supremo. Para una filosofía así, el
tiempo no puede aparecer como necesariamente portador de valores únicamente
positivos. En una filosofía como ésa, el tiempo aparece siempre un poco como un
escándalo. El tiempo es esa cosa fluida, como inalcanzable, cuyo ser no se da
verdaderamente más que en el instante, ese presente puntual que está como aplastado
entre un pasado irrevocablemente engullido y un futuro que aún no se nos ha dado. Para
ser, vere, summe esse, haría falta verse libre del tiempo, o al menos de la duración tal
como la experimenta la naturaleza presente del hombre pecador: todo lo que está inserto
en el tiempo que vivimos no es, en el pleno sentido de la palabra: ‘Todo eso es como
llevado por el instante que se va, las cosas se escapan como las olas de un torrente; no,
nuestros dias no son: vemos cómo se alejan antes incluso de haber llegado.” 13.
11
MARROU, H-I., Teología de la historia, 78-79.
12
MARROU, H-I., Teología de la historia, 88.
13
MARROU, H-I., Teología de la historia, 89-90.
5
“Verdaderamente la historia se presenta ante la reflexión del filósofo o del teólogo que
busca una explicación, como el Jano de la mitología romana, con una doble cara, una
triste y la otra sonriente, mirando una hacia el Bien y hacia la expansión del ser, y la
otra hacia el Mal, hacia la disolución, hacia la destrucción, hacia el no-ser. Historia
anceps, bifrons, la historia es ambivalente, bifronte.” 15.
6. Misterio de la historia
14
MARROU, H-I., Teología de la historia, 92.
15
MARROU, H-I., Teología de la historia, 95-96.
16
MARROU, H-I., Teología de la historia, 99.
17
MARROU, H-I., Teología de la historia, 107.
18
MARROU, H-I., Teología de la historia, 110.
6
“El desarrollo de los tiempos me acerca insensiblemente a esa última hora, tan
imprevisible como la del ‘Fin del mundo’, en la que, completada mi participación
concreta en la obra de la historia, saltaré fuera del tiempo a los pies del Juez soberano;
y, por tanto, algo de la gravedad de esta hora se proyecta sobre cada uno de los instantes
de mi vivir.” 19.
“La escatología está siempre ahí, ante cada uno de nosotros, en nuestro horizonte
inmediato.” 20.
“Los mejores espíritus están hoy de acuerdo con nosotros en que toda filosofía de la
historia es una ‘idea práctica’ en el sentido kantiano del término: una hipótesis, un ideal,
inspirador y guía de la acción trazada; en una palabra, una esperanza. Y lo que hay de
más obstinadamente racional en nosotros no puede dejar de gritar, ante esas hipótesis:
¿quién te lo ha dicho?, ¿qué es lo que te asegura que ese nuevo proyecto, por muy
atractivo que parezca, tenga éxito, a diferencia de tantos otros proyectos, no menos
atractivos en su momento, concebidos entonces por otras humanidades, y cuyo fracaso
hemos registrado por el cementerio de la historia? Kant, para seguir con él, pensaba que
19
MARROU, H-I., Teología de la historia, 141.
20
MARROU, H-I., Teología de la historia, 140.
21
MARROU, H-I., Teología de la historia, 175.
7
“Pero, por otra parte, están también los que no esperan ya nada del hombre, ni, por
consiguiente, de su historia, y que se resignan a reflexionar sobre su finitud. Pero esos
mismos no ignoran que en lo más hondo de esa finitud del hombre hay una abertura, un
esbozo y como una llamada visceral a un más allá: el hombre es al mismo tiempo ser
finito y criatura capaz de absoluto... ¿Quién nos garantiza -nos dicen- que ese abismo
interior pueda ser alguna vez colmado por el ser, que ese fin y esa sed de absoluto
puedan ser saciados?... Porque la experiencia de nuestra finitud es como el vaciado en el
que se inserta nuestro fin prometido, nuestra divinización esperada.” 23.
“Digámoslo una vez más: en último término, no hay nada en la actividad humana, no
hay ningún aspecto de la historia que no sea susceptible del juicio escatológico, que la
descompondrá según lo que en ella haya de contribución o de oposición al progreso de
la Ciudad de Dios. Nada escapa a este compromiso: en definitiva, nada en la historia es
propiamente profano, neutro, todo en ella acaba siendo ya santificado, ya profanado.
“La obra terrestre del hombre tiene un significado más alto, lleva en sí misma valores
que, saltando fuera del tiempo, encuentran desde ahora su lugar en la casa del Padre.” 25.
22
MARROU, H-I., Teología de la historia, 176.
23
MARROU, H-I., Teología de la historia, 177.
24
MARROU, H-I., Teología de la historia, 236.
25
MARROU, H-I., Teología de la historia, 237.
8
Experiencia histórica.
“Pero, a lo largo de nuestro meditas, hemos aprendido que la verdadera historia, la que
tiene un sentido, no culmina en el espacio-tiempo empíricamente observable: ‘No
tenemos aquí abajo ciudad permanente, pero estamos en camino hacia la que debe
venir’ (Heb 13,14). La profundización en la experiencia dolorosa de los fracasos
humanos debe, pues, hacer más honda en nosotros la impaciencia ante los límites. Si no
somos capaces de superar la ilusiones falsas que surgen, como espontáneamente, en los
momentos fugaces y engañosos, de prosperidad, no podremos nunca adoptar la posición
debida ante la ciudad terrena, sintiéndonos a gusto en ella.
26
MARROU, H-I., Teología de la historia, 289.