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Misal de 1962
Texto en lengua vernácula de la Epístola y el Evangelio para la santa misa según el misal de 1962 tomado
de la Biblia de la Conferencia Episcopal Española 2010 para el cumplimiento del Artículo 3. § 3. del
Motu Proprio «Traditionis Custodes»: “En estas celebraciones las lecturas se proclamarán en lengua
vernácula, utilizando las traducciones de la Sagrada Escritura para uso litúrgico, aprobadas por las
respectivas Conferencias Episcopales.”
I DOMINGO DE PASIÓN
I clase
EPÍSTOLA
Lección de la carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos
Hebreos 9, 11-15
Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes
definitivos. Su tienda es más grande y más perfecta: no hecha por
manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No lleva
sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino la suya propia; y
así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo
la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros, y
la ceniza de una becerra, santifican con su aspersión a los
profanos, devolviéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre
de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios
como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de
las obras muertas, para que demos culto al Dios vivo! Por esa
razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una
muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la
primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de
la herencia eterna: en Cristo Jesús, Señor nuestro.
EVANGELIO
Continuación del Santo Evangelio según San Juan
Juan 8, 46-59
En aquel tiempo: Decía Jesús a las turbas de los judíos: ¿Quién de
vosotros puede acusarme de pecado? Si digo la verdad, ¿por qué
no me creéis? El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por
eso vosotros no escucháis, porque no sois de Dios». Le
respondieron los judíos: «¿No decimos bien nosotros que eres
samaritano y que tienes un demonio?». Contestó Jesús: «Yo no
tengo demonio, sino que honro a mi Padre y vosotros me
deshonráis a mí. Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y
juzga. En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no
verá la muerte para siempre». Los judíos le dijeron: «Ahora
vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas
también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la
muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán,
que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te
tienes?». Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi
gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien
vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo
conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un
embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán,
vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se
llenó de alegría». Los judíos le dijeron: «No tienes todavía
cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?». Jesús les dijo: «En
verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo
soy». Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se
escondió y salió del templo.
NOTA DEL EDITOR
El Artículo 3. § 3. del Motu Proprio «Traditionis Custodes» dice: “En estas celebraciones las
lecturas se proclamarán en lengua vernácula, utilizando las traducciones de la Sagrada Escritura
para uso litúrgico, aprobadas por las respectivas Conferencias Episcopales.”
Mientras no haya otra aclaración por la Sede Apostólica, puede procederse de los siguientes
modos, para el cumplimiento del actual Motu Proprio.
1. Como es costumbre en muchos lugares, hacer la lectura de las lecciones antes de
comenzar la homilía. Este modo es el más apropiado para guardar la identidad del Rito.
2. Leer o cantar las lecciones en latín como se describe en Ritus Servandus del Missale
Romanum, e inmediatamente “versus Deo” o “versus populum” proclamarlas en
castellano tanto en la misa rezada, como cantada como solemne. Sobre la orientación, es
necesario recordar que la primera función de la lección de la Palabra de Dios en la
liturgia no es la instrucción sino el culto de adoración y alabanza a Dios, por eso se hace
orientados hacia el altar y el Evangelio particularmente hacia el norte.
3. Leer el cuerpo del texto directamente en castellano “versus Deo” o “versus populum”,
leyendo antes el título en latín. Leer el título en latín sería lo más adecuado en el caso
del Evangelio, por el rito de la signación, de la incensación del libro y el ósculo.
Es importante impregnarse del sentido sacro que el misal de 1962 expresa en todas sus
ceremonias y rúbricas, y vigilar con cuidado la tentación del “activismo” litúrgico siempre
presente, teniendo en cuenta “la liturgia se "hace" para Dios y no para nosotros mismos.”