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El psicoterapeuta vienés y discípulo de Sigmund Freud, Alfred Adler fundó su propia escuela
psicológica, la Psicología Individual o Adleriana, distanciándose de las ideas del que había sido su
maestro.
Por un lado, Adler reconocía que todas las personas aspiramos a un ideal utópico de perfección
(autoactualización), a superar los obstáculos que se interpongan en nuestro camino y alcanzar los
fines que nos hayamos propuesto.
Integración en la sociedad
Alfred defendía que los seres humanos somos entes sociales y tenemos la necesidad de pertenecer a
una familia, a un grupo, a una sociedad y, en última instancia, a la humanidad en su conjunto.
Para convertirse en un ser plenamente social, el niño tiene que dejar de ser egoísta y hacer
compatibles sus metas en la vida con los objetivos propios de la comunidad.
Si este proceso adaptativo del ser humano se obstaculiza, si esta necesidad de pertenencia e
integración plena no se satisface, si la persona no aprende a colaborar con los demás para conseguir
el bien común, puede desarrollar un trastorno psicológico.
La Terapia Adleriana ha ido evolucionando a lo largo del siglo XX hasta nuestros días, pero su
objetivo sigue siendo el mismo: que el paciente se responsabilice de su proceso vital y adquiera valor
para buscar soluciones creativas mediante la cooperación con los demás. No trata los síntomas sino
a la persona.