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En el Perú existe el problema de sobrepoblación en las cárceles como ejemplo, tenemos el penal del Callao

con una comunidad que excede en 478% donde también alojan 700 de los presos más peligrosos del país.
El segundo penal más hacinado es el penal Miguel Castro Castro, ubicado en San Juan de Lurigancho,
cuya capacidad es para 1.142 internos, pero tiene 4.669. Es decir, su sobrepoblación es de 309%. Estas cifras
alarmantes nos invitan a pensar si la administración privada controlaría mejor el hacinamiento carcelario,
ayudaría al reo en su reinserción a la sociedad y abarataría los costos de infraestructura y servicios del
presidio. Existen opiniones dividas, por un lado, los defensores afirman que la gestión de un concesionario
genera condiciones ideales para la rehabilitación y reinserción del reo mediante programas laborales y
educativos. En otra parte, los detractores afirman que no existe reales beneficios ni mejoras al sistema
penitenciario, incluso es más costoso recluir a una persona en un establecimiento privado que en uno
público. Por ello surge la polémica ¿consideras que los centros penitenciarios deberían ser privatizados
para mejorar su funcionalidad? En mi opinión, otorgar dicha autoridad a una empresa privada no ayuda
en la reinserción del reo dentro de la sociedad ni elimina el problema del hacinamiento en las cárceles. A
continuación, presentaré sólidos argumentos que apoyarán mi tesis.

Considero que otorgar autoridad judicial a empresas privadas no ayudará a los presidiarios a reinsertarse
en la sociedad, porque no resulta rentable para su negocio. Por rentabilidad se refiere a los beneficios que
se han obtenido o se pueden obtener de una inversión que se ha realizado previamente.
De acuerdo a esto, las cárceles privadas tienen los mismos intereses que cualquier otra empresa, generar
utilidades. En ese sentido, buscará mecanismos para ahorras costos en alimentación, mantenimiento,
educación, programas industriales e infraestructura del recinto. En consecuencia, se reducirá la calidad del
cuidado para los internos, es decir protección general contra ellos mismos y el personal.
Por lo tanto, la empresa privada siempre maximizará su beneficio en prejuicio de la calidad de vida del
recluso, incluso perderá todo contacto con los internos una vez que estos egresen y no establecerá metas
en torno a la reincidencia.

La privatización de las cárceles no es la mejor alternativa de solución frente a la crisis carcelaria, ya que
no reducen la taza estadística de reos en los reformatorios. Generan que la gestión carcelaria se convierta
en un negocio. Las empresas concesionarias reciben un pago por cada recluso, como ejemplo citamos a
EEUU que aporta entre 45 a 60 dólares diarios por cada interno y según la consultora IBISWorld dichas
compañías obtuvieron 629 millones en ganancias durante el 2014. Asimismo, los estados corruptos crean
nuevos delitos con el fin de llenar las cárceles hasta más allá de su capacidad, para abrir paso a la inversión
privada. Por ello, mantener constante la cantidad de presidiarios es una meta primordial para proteger sus
ingresos y cubrir su inversión inicial. Además, los prolongados contratos de privatización con extensión de
veinte años a más hacen posible que este sistema de trabajo perdure y sea difícil de corregir.
Incluso, el aumento de penas mantiene constante la cantidad de internos para asegurar el negocio de los
contratos privados. Por lo tanto, no se reduce la población de reos en las cárceles sino más bien
acrecientan el problema.
En síntesis, la administración de las prisiones no debe ser gestionada por unos entes privados, porque los
argumentos mencionados señalan el conflicto de intereses que existe entre las utilidades que espera
obtener y la calidad de servicio que está obligada a cumplir afectando así funcionalidad de las cárceles
privadas. La industria de las prisiones privadas no fue diseñada por expertos en justicia criminal con las
mejores prácticas, sino por empresarios codiciosos que ven oportunidades de negocios muy lucrativas. Este
modelo ya fracasó en EEUU, Brasil y Chile, también fracasará en nuestro país.

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