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Todo el resto de las maquinas suele colocarse, de hecho, en distintas partes del recorrido
de dicha cinta. Ideada originalmente por la mente del industrial norteamericano Henry
Ford, esta máquina vino a revolucionar definitivamente (acaso como ninguna otra) la
realidad de la industria mundial. Sin su existencia no sería concebible una aceleración de
los procesos de producción como las actuales sociedades de consumo están
acostumbradas a disfrutar. Todo lo que se produce masivamente suele, de hecho, apelar
a este tipo de máquina para su ensamblado. Sin ella la humanidad se vería prácticamente
retrotraída a las épocas del montaje artesanal. No solo en la producción de automóviles;
es difícil pensar en algún producto que no implique la permanente utilización de esta
máquina fundamental: desde la bala para un arma hasta una heladera, desde el chip de
una computadora hasta una caja de cartón.
Maquinas para colocar partes, maquinas para soldar componentes, maquinas para pintar,
maquinas para poner tornillos; son solo algunos de los muchos ejemplos que de este tipo
tan importante de maquinaria se podría dar. Su utilización es paradigmática en aquellas
industrias en las que se producen artículos electrónicos. No existe mano humana que
pueda, por ejemplo, soldar las pequeñas partes que han de componer un determinado
chip; todo ese trabajo queda, entonces, en los “brazos” de la maquinaria a que acabamos
de hacer referencia.
La idea de industria nació a las luces de le existencia gracias a la invención de la primera
gran máquina de aplicación a los procesos productivos; la maquina de vapor (ver
artículo del mismo nombre). De ahí en adelante, entonces, no existe la posibilidad de
pensar en industria sin pensar, a la par, en el tipo de maquinaria que la hace efectiva y
posible. Todo avance científico en el sector de la producción de maquinarias industriales
implicará, siempre, otro tanto en la industria en sí misma.