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La autora nos menciona: “Cuando terminan los estudios en la universidad, la mayoría de los

jóvenes no han completado aún su desarrollo, Lo veo todos los días en mi laboratorio, al que
acuden graduados que todavía no han decidido si quieren seguir con el doctorado, pasar a
medicina o dejar ya de estudiar y buscar un trabajo de jornada completa en el mundo «real».”

El cerebro sigue siendo enormemente plástico, aunque ya ha mejorado la conectividad y, con ello,
la capacidad para realizar varias cosas a la vez. Muchos jóvenes adultos piensan que sus
habilidades de aprendizaje son mucho mejores ahora que cuando iban al instituto. Mejora la
capacidad de organización y la de abstracción. Gracias a un mayor acceso a los lóbulos frontales,
mejoran la sensatez, la perspicacia y el sentido de la perspectiva.

El año puente de descanso entre el instituto y la universidad tiene completo sentido. En algunos
países, es obligatorio. Varios países europeos tienen establecido un «año de servicio» nacional
para los adolescentes que terminan la enseñanza secundaria.

(en una ocasión, junto con un excompañero de preparatoria, reflexionamos de como elegimos que
carrera estudiar para trabajar “el resto de nuestras vidas” con 16 años.)

Como le ocurre al adolescente, el joven adulto a veces es víctima de su propio cerebro, aún en
proceso de cambio.

Según la Organización Mundial de la Salud, se calcula que los trastornos mentales representan casi
la mitad de todas las enfermedades que afectan a los jóvenes adultos de Estados Unidos. En un
estudio reciente se observó que casi la mitad de los estudiantes universitarios y sus iguales no
universitarios cumplían el año anterior los criterios de alguna enfermedad mental diagnosticable,
siendo las más comunes los trastornos relacionados con el consumo de alcohol.

La neurociencia de la madurez joven está aún en pañales, y no sabemos si esa edad representa la
última oportunidad de aprovechar la fase final del desarrollo del cerebro; no sabemos si, como
padres, científicos o educadores debemos empujar a los jóvenes de esa edad a buscar un trabajo,
cualquier trabajo, antes de que su curva de aprendizaje empiece a bajar poco a poco con la edad;
o si debemos insistir en lo contrario y aprovechar las últimas oportunidades mientras el
pensamiento creativo está en el punto neurobiológico más alto.

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