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Russel: Al final de la primera parte es como dice Russel: “su total devoción a la

imaginaria Dulcinea es totalmente egocéntrica”

John J. Allen: “El concepto que tiene Don Quijote de Dulcinea, en la primera Parte es
bastante instrumental, convencional y físico” (no hay atributos personales,
psicológicos, etc)

John J. Allen: “Ella será en cualquier momento lo que Don Quijote quiera que sea”

Don Quijote: “Píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la


principalidad”

Charlotte Stern: “Don Quijote transmite la subjetividad de su imagen de Dulcinea al


enfatizar la primera persona”:
«Por lo que yo quiero», «bástame a mí pensar y creer», «Yo me hago cuenta», «yo
imagino»"

John J. Allen: “La descripción de Dulcinea que Don Quijote le había presen
tado a Vivaldo quedó limitada a lo físico, pero lo que ahora se esfuerza el caballero por
inventar es el carácter de Dulcinea”

John J. Allen: “En la primera parte el personaje es arrogante y en la segunda mucho


más “mesurado. Recordemos el episodio con los mercaderes de la primer parte. Que
quiere obligarles a decir que Dulcinea es la más bella y hermosa dama que existe.”

Julio Rodríguez Luis: “Si Don Quijote se ha enamorado porque es lo propio de un


caballero andante, es justo que ahora enloquezca de amor también sin razón, pues al
igual que el enamoramiento, la penitencia posee un valor literario en sí misma…”

Julio Rodríguez Luis: ◦ “Don Quijote empieza, pues, por justificar su amor desde el
plano más vulgar, el que todo el mundo puede entender, y que es sin embargo el que
le toca menos (…) Quien provoca ese primer elogio de Dulcinea por sus posibilidades
físicas es claramente Aldonza Lorenzo: por ella el hidalgo Alonso Quijano ha sentido
alguna vez algún deseo, deseo que lo ha hecho convertirla en su dama.”

Dámaso Alonso: “Lo característico de Quevedo dentro de la lírica española de su época


es su patetismo, su frenesí, su condensación de lágrimas que no pueden reventar
porque son muy de hombre.”

Dámaso Alonso: “Quevedo tiene una congoja que le estalla. Es una preocupación
constante por su vivir: punto en el tiempo, con memoria y con una proyección hacia el
futuro.”

Dámaso Alonso: “En Quevedo no, su vitalidad es eruptiva. Es una carga de afectividad
que de repente se acumula y rompe un mundo tradicional de valores estéticos, una
explosión cuya onda -tres siglos después- aún nos sacude.”
Jean Canavaggio: “El juego de las tensiones se significa en Quevedo por medio de la
“agudeza” o del “concepto” que, lejos de ser ornamentos del discurso, predeterminan
su organización.”

Jean Canavaggio: “La paradoja consiste en abolir el enfrentamiento de los


contradictorios, para colocar el amor en la muerte corporal, en el polvo (“Polvo
serán”), lo que tiene como consecuencia perpetuar el amor en un lugar que le es
incomponible, pero que el artificio conceptual, basándose sólo en lo imperecedero del
amor, coloca como el espacio de la trascendencia amorosa”

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