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Queremos acercar una imagen, que encontramos potente, para pensar la escuela en
las condiciones actuales. Podemos pensar a la escuela como edificio o como territorio
(Martínez, 2020).
Hay escuelas, inclusive, en las que el hecho de no ver a los/as chicos/as todos los días,
propició el ir al encuentro de los/as jóvenes. Inclusive de ir a buscarlos/as no solo a sus
casas (muchos/as agentes escolares se acercaron hasta las viviendas de estudiantes sin
conectividad), sino también a los lugares en los que culturalmente se encuentran los/as
jóvenes, como lo son las redes sociales.
Los puntos que generan un mayor desafío en esta etapa son los relativos a una mayor
apropiación pedagógica de los canales virtuales por parte del cuerpo docente y el
pasaje a enseñar en clave areal, más que por asignaturas
Para ser autodidacta primero se tiene que haber aprendido, por lo q no es fácil mandar
la escuela a la casa, y también es un problema social, porque no todos tienen los
mismos Accesos, ni la misma cultura pedagógiga. El autodidactismo perjudica a los
mas pobres porque tienen menos capacidad de aprender solos, tienen menos
autonomía. No todos los papas saben enseñar, y cdo se trata de pobreza, no tdos
tienen acceso a la tecnología. Por eso los padres que tienen menos niveles cultural y
educativo, que tienen menos recursos, si no aprendieron las herramientas de la
educación básica que le permitirían enseñar, el chico termina aprendiendo solo o no
aprende. Entonces tenemos que confiar en el interés del chico por el conocimiento. La
familia cobra un rol mas relevante en el tema de la educación, y se acentua el tema de
las desigualdades también.
son las personas que habitan las instituciones, quienes pisan el suelo del edificio escuela ‒
aun cuando la pandemia nos trasladó el aula a un territorio virtual‒, quienes le dan cuerpo a
la experiencia institucional, quienes le ponen carne a la comunidad escolar, quienes
traducen la ley en una experiencia educativa. Si la mera existencia de los marcos
normativos alcanzara, no habría ninguna transgresión al deber ser de las cosas. Sabemos
que la vida social tiene una complejidad amasada en las contradicciones, en las dificultades
que se hacen presentes en la construcción de las experiencias educativas.
La escuela como territorio, implica mirar más allá de las construcciones edilicias. No es
sólo el edificio al que vamos a trabajar diariamente. Sino que implica considerarla con un
sentido dinámico, como algo que se expande y modifica de forma constante. Así, la
institución en la que trabajo estuvo marcada por dos acontecimientos importantes, que la
modificaron en cuanto a su funcionalidad y generaron su expansión, en ese momento
determinado. Por un lado, la inclusión total de los jóvenes en instituciones secundarias de
nivel, lo que modificó nuestra labor desde muchas perspectivas. En ese momento, nuestro
territorio se amplió en el trabajo colaborativo con todos los docentes de secundaria, como
partes fundamentales en el aprendizaje de los estudiantes. Este hecho nos enriqueció
mucho, personalmente porque cada uno aporta desde su conocimiento ideas fundamentales
para lograr un aprendizaje significativo por parte del alumno. Por otro lado, la pandemia
nos introdujo en nuevas formas de comunicación con los demás, a través del
distanciamiento, y este hecho fue difícil, porque no solo debimos incorporar las
herramientas virtuales para brindar conocimientos, si no que debimos hacerlo rápido, por lo
que el tiempo invertido durante el año anterior fue muy importante. De todos modos, la
capacidad de adaptación de ambas partes fue admirable. Por lo que éste espacio tecnológico
también es un nuevo territorio conquistado, y específicamente, la comunicación a través de
la virtualidad.
Los dos acontecimientos en mi comunidad escolar, marcaron una nueva forma de trabajo,
que permitió profundizar mas de lo que se venía trabajando en los saberes de secundaria, ya
que el acercamiento con los profesores y la puesta en común de una sola temática de
estudio de la que se desprendiera cada materia, permitió ahondar más desde diversas áreas
en un mismo conocimiento. Pero por otra parte, como menciona Emilio Tenti, se continúan
dejando de lado cuestiones que tiene que ver con el desarrollo del pensamiento crítico de
los estudiantes, y esto parte desde las dificultades para preguntarnos nosotros mismos como
educadores ¿qué enseñar? Y no ¿cómo enseñar?.
Coincido plenamente con Tenti en que la escuela actual necesita un cambio, donde se tome
al alumno de forma íntegra y donde el objetivo sea formar grandes pensadores, ya que el
pensamiento reflexivo es el que nos permite plantearnos la duda, plantearnos sobre si lo que
aprendemos/enseñamos es necesario y para qué lo aprendemos/enseñamos. Esto implica en
el caso de la “inclusión” de las personas con discapacidad, que las instituciones educativas
se conviertan en estructuras dinámicas, no que el alumno deba adaptarse, sino la escuela
amoldarse a ellos, y esto merece un conocimiento que debería ser vivenciado por quienes
rigen la normativa de educación. Ello requiere preparación por parte de los docentes y
directivos, y la reflexión de que si esta preparación no existe, tampoco puede darse la
inclusión. No solo lo pedagógico está en juego, quizás este punto sea el que más se trabaja,
sin embargo, en la escuela el alumno aprende a convivir con otros, aprende a socializar y
crear vínculos y es el docente el que también permite con su ejemplo que esa inclusión se
lleve o no a cabo. Por lo que debe planificar para un grupo siempre heterogéneo, donde las
habilidades de incorporación de la información son distintas para cada individuo, tenga o
su función para garantizar un lugar “común” en tanto espacio público de cruce entre las
distintas realidades y procedencias, y, de esa forma, ampliar el horizonte de expectativas de
origen de quienes concurren.
La escuela actual, atravesada por la condición del devenir existencial, opera a la manera de
una familia ensamblada, donde las relaciones de autoridad no están previamente definidas y
donde los modos de relación edifican cada vez todos sus posibles. Este devenir implica
apartarse de la representación social que se tiene del aula cliché, donde los profesores
tienen que ser escuchados y atendidos por alumnos obedientes, habilitando la creación de
otras formas, posiciones, abriendo nuevos caminos en las formas de relacionarse. Tal como
afirman Marinez yHuergo : “El devenir existencial de la escuela derrama los límites del aula
cliché e intenta conjurar una de las paradojas más llamativas de la escuela: que los chicos y los
grandes se llenen de faltas. En otras palabras, que alumnos y docentes, que pibes y adultos, no
quieran rajar de la escuela; o si lo hacen, que sea para volver a entrar”.