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Aristóteles afirma que 

la felicidad es una actividad de acuerdo a la virtud. El


hombre feliz vive bien y obra bien (Cfr. Ar. Eth. Nic. 1098b 20). El obrar sigue
al ser para la consecución de su finalidad.
 Aun cuando la manera de vivir la vida sea elegible, en tanto que somos seres
naturales tenemos una finalidad. Dicha finalidad es la felicidad a través de la
trascendencia.

Bien soberano Aristóteles


El fin propio de nuestros actos sería aquel que es querido por sí mismo y los
demás por él; bajo esta perspectiva es de suponer que ese fin último será no
sólo el bien, sino el bien soberano. Por lo que en nuestra vida debemos tenerlo
presente para poder hacer lo que mejor conviene, que será ordenar los actos
hacia el máximo bien (Cfr. Ar. Eth. Nic.1094ª 20-25). Por ello, el fin propio
de cada cosa será aquello que le convenga por su propia naturaleza. Eso
que le compete al hombre por naturaleza es el bien, y de entre todos los
bienes, la felicidad (Cfr. Ar. Eth. Nic. 1094ª 16-20). Para conocer lo que es la
felicidad partiremos de lo más evidente o ya conocido por nosotros, para
posteriormente acceder a lo menos evidente. Por esto se necesita que
partamos de la noción de Bien en general (Cfr. Ar. Eth. Nic. 1096b 11).
El bien se toma en diversos sentidos como el ente: el bien se predica de la
sustancia; y de la cualidad, como las virtudes. Y de la cantidad, como la
medida; y de la relación, como lo útil; y del tiempo como la ocasión; y del lugar,
como el domicilio conveniente y de otras cosas semejantes (Cfr. Ar. Eth.
Nic. 1096b 25-28).
Así pues, el bien no puede ser común, universal y único, en ese caso no se
predicaría en todas las categorías, sino de una sola (Cfr. Ar. Eth. Nic. 1096b
10-13). Esto provoca que muchas cosas sean dichas buenas en relación con
su razón de bien, como por ejemplo, la riqueza, la salud y el honor. Sin
embargo, lo que se pretende encontrar es un bien que sea absoluto y no
relativo como los anteriores, un fin final supremo, y por ello solamente
habrá uno (Cfr. Ar. Eth. Nic. 1097 a 10); ya que de otra manera se procedería
al infinito en esa cadena no llegando a la finalidad propia del hombre.

Felicidad como bien supremo


El bien supremo o fin final que perseguimos es aquel que no se busca para
alcanzar otra cosa, sino que es apetecible siempre por sí mismo y jamás por
otra cosa. Parece que éste es la felicidad; ya que la escogemos siempre por
encima de todo; es decir, por sí misma y jamás por otra cosa (a diferencia del
honor, la riqueza y el placer, que se escogen deseando encontrar en ellas la
felicidad). El bien autosuficiente es aquel que por sí solo torna amable la vida,
y tal bien es la felicidad ( Cfr. Ar. Eth. Nic. 1097a 15-20).
Los bienes se distribuyen en tres clases: los exteriores, los del alma y los del
cuerpo; los del alma son los bienes de máxima propiedad. Ya que la felicidad
consiste en las acciones y operaciones del alma, lo cual concuerda con
que el hombre feliz es el que vive bien y obra bien. A grandes rasgos la
felicidad es una especie de vida dichosa y de conducta recta (Cfr. Ar. Eth.
Nic. 1098b 15-20)
Aristóteles considera que el bien es una operación, la más propia del hombre y
no una posesión de un bien externo o una operación de las facultades
superiores. En esto se está descartando el que la felicidad sea la riqueza, el
placer, etcétera. Dicho en palabras de este filósofo: El bien humano resulta ser
una actividad del alma según su perfección; y si hay varias perfecciones, según
la mejor y más perfecta, y todo esto es una vida completa (Ar. Eth. Nic. 1098ª
16-18).

Felicidad como virtud


La felicidad es lo mejor, y lo más bello y lo más deleitoso. Esto es la virtud, que
nos hace capaces de practicar las bellas acciones (Cfr. Ar. Eth. Nic. 1099a 24).
Aquí recordaremos el concepto griego de kalokagatía; es decir lo bello-bueno,
que se aplica a las acciones rectas. La felicidad pertenece a las cosas
venerables y perfectas por ser un principio, pues por causa de ella hacemos
todo lo demás. La virtud humana no es la del cuerpo, sino la del alma, así
la felicidad será una actividad del alma (Cfr. Ar. Eth. Nic. 1102a 15).
*Este artículo fue extraído del ensayo “El secreto de la felicidad, tres
perspectivas y una experiencia” escrito por María Teresa Pérez Arenzana.
La nueva edición de libros de Carlos Llano está disponible en la librería
del IPADE "La Posta" en la calle de Floresta, No. 20, Colonia Clavería y en
la librería de la Universidad Panamericana, campus Mixcoac.

Escrito por Maria Teresa Pérez Arenzana


Licenciada en Filosofía. Especialidad en Orientador Humanista y Psicoterapia
Gestalt. Participante de talleres relativos al desarrollo humano: Manejo de
conflictos, Intervención en crisis, Adicciones, Psicopatología, etc. Participante
del programa Persona – Familia por el Instituto Panamericano de Alta Dirección
de Empresa, IPADE. Maestría en Filosofía. Especialidad en Antropología y
Ética. Ejerce la docencia como miembro de la Academia de Filosofía Social y
Política, además de ser profesora invitada de la Academia de Antropología y
Ética, en la Universidad Panamericana. Pertenece a la asociación científica:
Círculo de Filosofía de la Naturaleza (CFN) con sede en París.

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