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Nota de autor
Evaluación Cognitivo-Conductual
Para comenzar desarrollando el término evaluación en psicología clínica cognitivo conductual
se toma a Ballesteros (1984) quien plantea que:
La base fundamental de la evaluación conductual reside en el análisis funcional, es
decir, en el momento en el que se trata de establecer una serie de hipótesis funcionales
a través de las que se postulan variables que está controlando las conductas problema,
objeto de estudio. (p. 34)
La evaluación es entonces “una alternativa explicativa del comportamiento” (p. 35), la cual
tiene como meta “llegar a describir, clasificar o predecir la conducta de un sujeto o grupo de
sujetos con el objetivo de orientar o seleccionar” (p. 35) es decir, con la evaluación se trata de
explicar la conducta y sus cambios.
Ahora bien, se toma a Maganto (2010) quien establece que el objetivo de la
evaluación en los casos clínicos es la descripción de patrones de conducta específicos:
frecuencia de aparición, intensidad, número, duración y situación; cómo fue adquirida y
factores que mantienen determinada conducta; cuáles son los procedimientos de modificación
de la conducta del sujeto, cuáles son los factores que establecen, mantienen y controlan la
conducta a analizar.
Caballo (1997) establece evaluaciones desde diferentes trastornos psicológicos como
lo es por ejemplo el tratamiento cognitivo-conductual de las disfunciones sexuales y allí
explica que:
La evaluación tiene varios objetivos: el diagnóstico, la formulación del caso y
planificación del tratamiento, y el seguimiento del curso de la intervención. En el
contexto de las disfunciones sexuales, el objetivo inicial de la evaluación es el
diagnóstico, es decir, determinar si hay factores de riesgo psicosociales o del estilo de
vida que jueguen un papel significativo en el mantenimiento del trastorno. (p.177)
Otro ejemplo de esto para evidenciar la evaluación es el caso del Trastorno por Ansiedad
Generalizada planteado por Caballo (1997), la cual indica que dicha evaluación debe tener 4
medidas que son: Entrevistas estructuradas para el diagnóstico y evaluación de los resultados
del tratamiento, medidas de los síntomas del TAG, medidas de las variables clave asociadas
al TAG y medidas generales de la ansiedad y de la depresión. (p.223)
Es importante tener en cuenta la utilización vital de los autoinformes que según
Caballo, (1997) hay que indicar que aunque si bien es cierto que carecen de la necesaria
especificidad situacional y de respuesta, son, sin duda, los instrumentos de evaluación más
utilizados en la práctica clínica para determinar la intensidad de los síntomas, por un lado, y
para cuantificar los cambios habidos tras una intervención terapéutica. Entre los comúnmente
utilizados según sea el caso están: El cuestionario de miedos (fq) que consta de una subescala
de agorafobia, que tiene sólo cinco ítems y que se limita a evaluar las conductas motoras; el
inventario de movilidad (mí) que se compone de 29 ítems, y tiene por objetivo evaluar la
gravedad de la evitación conductual y el grado de malestar en los agorafóbicos; el inventario
de ansiedad y fobia social (spai) el cual cuenta con una subescala de agorafobia de 13 ítems,
que tiene por objetivo determinar si el malestar social experimentado por el paciente y entre
otros.
Caballo (1997) entonces, da cuenta de que la evaluación es la aplicación de
instrumentos para determinar el estado de la salud mental del sujeto y esta evaluación da paso
al diagnóstico clasificatorio del trastorno.