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Mujer, ¿quién eres? Volumen III
Mujer, ¿quién eres? Volumen III
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Mujer, ¿quién eres? Volumen III

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About this ebook

Este ensayo tiene dos objetivos. Primero, seguir –proseguir implica decisión–, en la reflexión sobre la fundamentación de la dignidad humana y de los derechos humanos, tratando de conocer mejor en qué consisten. Segundo, explorar el estatuto ontológico de la diferencia varón y mujer, que no se confunde con la sexualidad del mundo de la naturaleza, sino que la sobrepasa con holgura. Que seamos varones y mujeres, por expreso designio de su Creador, esconde una significativa imagen de su Hacedor, que está por develar en toda su amplitud y profundidad. Este es el propósito que se prosigue, con mayor o menor acierto, en las páginas siguientes.

LanguageEspañol
Release dateAug 25, 2021
ISBN9789972482281
Mujer, ¿quién eres? Volumen III

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    Mujer, ¿quién eres? Volumen III - Blanca Castilla de Cortázar

    portadilla

    Castilla de Cortázar, Blanca

    Mujer, ¿quién eres? Dignidad personal y condición sexuada. Un proseguir en la antropología. [Recurso electrónico] Vol. III. Blanca Castilla de Cortázar. -- 1a ed. digital -- Piura : Universidad de Piura, 2021.

    1 recurso en línea (194 p.) (Colección Textos ICF ; 8)

    Referencias bibliográficas

    ISBN edición digital: 978-9972-48-228-1

    1. Persona humana. 2. Varón y mujer. 3. Sexualidad humana. 4. Igualdad y diferencia entre varón y mujer. 5. Complementariedad varón-mujer. 6. Naturaleza esponsal de la persona. 7. Mujeres

    Antropología filosófica I. Universidad de Piura. II. Título III. Colección Textos ICF.

    Mujer, ¿quién eres? Dignidad personal y condición sexuada. Un proseguir en la antropología.

    Blanca Castilla de Cortázar

    Primera edición digital, julio de 2021

    © Universidad de Piura

    © Blanca Castilla de Cortázar

    Colección Textos ICF n.º 8

    Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú n.º 2021-08025

    ISBN edición digital volumen III: 978-9972-48-228-1

    Diseño de cubierta: Pretexto

    Editado por: Universidad de Piura

    Av. Ramón Múgica, 131 – Urb. San Eduardo. Piura, Perú

    Nota de los editores

    Mujer, ¿quién eres?, recoge una antología de textos de la profesora Dra. Blanca Castilla de Cortázar que contribuye a una reflexión y comprensión más profunda de la identidad de la mujer, en coidentidad con el varón. Por su extensión, se publicará en cuatro volúmenes, con el siguiente contenido:

    Volumen I

    Antropología de la coidentidad esponsal

    • Mujer y varón, frente a frente. La coidentidad esponsal.

    • Tres clásicos.

    • La complementariedad varón-mujer: nuevas hipótesis .

    • ¿Fue creado el varón antes que la mujer? Antropología de la creación.

    • Persona femenina, persona masculina.

    • Anexos.

    Volumen II

    Diferencia sexuada y antropología trascendental

    • Acerca de la diferencia sexuada.

    • En torno a las aportaciones de Karol Wojtyla.

    • Otras perspectivas, otros autores.

    Volumen III

    Dignidad personal y condición sexuada. Un proseguir en la antropología

    • La dignidad: hacia una visión unitaria de la antropología.

    • Retorno a la noción de persona.

    • Propuesta de una meta-antropología.

    • Ampliación de la noción de persona.

    • Necesidad de una filosofía de la diada.

    • Estructura esponsal de la persona.

    • Dignidad personal y género.

    Volumen IV

    Cuestiones sobre sexo-género desde una antropología realista

    • Descripción de los modelos de sexo-género.

    • Aproximación y análisis histórico-filosófico.

    • Gestación y evolución de la noción de género en el siglo XX.

    • Bases antropológicas para un nuevo modelo de género.

    • Género y estructura personal: cultura, naturaleza y persona.

    • El modelo de la igualdad en la diferencia.

    • Niveles de la diferencia sexuada.

    Índice

    DIGNIDAD PERSONAL Y CONDICIÓN SEXUADA. UN PROSEGUIR EN ANTROPOLOGÍA

    Prólogo

    Presentación

    I. La dignidad personal: hacia una visión unitaria de la antropología

    1. Problematicidad y fragmentación de la antropología

    2. La dignidad como un principio unificador

    3. Conveniencia de fundamentar la dignidad

    4. La cuestión del alcance de la inteligencia

    5. Reflexión en torno a la dignidad humana

    6. La dignidad como valor universal: significado y alcance

    II. Retorno a la noción de persona

    1. Antropología personalista contemporánea

    2. El cuerpo, dimensión ineludible

    3. Antropología y naturaleza humana

    4. La naturaleza humana y la capacidad de tener

    5. La persona más allá de la esencia

    6. Estructura triádica de la antropología

    III. Propuesta de una meta-antropología

    1. Una antropología anclada en el ser

    2. Descubrimiento del ser (esse) como acto

    3. Olvido y memoria del ser

    4. Antropología transcendental de Leonardo Polo

    5. El transcendental unidad y la antropología

    IV. Ampliación de la noción de persona

    1. Carácter «absoluto» de la persona

    2. Apertura relacional y dialógica

    3. La estructura de la subjetividad

    4. Persona, alma e inmortalidad

    5. Propiedades transcendentales de la persona

    V. Necesidad de una filosofía de la díada

    1. Significado de la dualidad humana

    2. Un acercamiento a la dualidad sexuada

    3. Vigencia del «mito» del andrógino

    4. Superar el prejuicio de la pasividad femenina

    5. Diferencia «versus» subordinación

    6. Pensar la diferencia ontológica

    VI. Estructura esponsal de la persona

    1. Significado esponsal del cuerpo

    2. El sexo como constitutivo de la persona

    3. La esponsalidad y el orden del amor

    4. La esponsalidad como relación ontológica

    5. La Reciprocidad complementaria

    6. Significado de la «costilla de Adán»

    7. El ser y la diferencia antropológica

    8. La uni-dualidad relacional

    9. Allende la dualidad

    VII. Dignidad personal y género

    1. La antropología y la cuestión del género

    2. Persona, sexo y género

    3. Cultura, dignidad y responsabilidad

    4. Principales modelos de género

    5. Modelos de género y dignidad humana

    6. Hacia un nuevo modelo de Género

    Epílogo

    Dignidad personal y condición sexuada.

    Un proseguir en antropología*

    * En este epígrafe se recoge el libro: Dignidad Personal y condición sexuada. Un proseguir en antropología, Tirant Lo Blanch, Valencia 2017.

    Prólogo

    Unas breves palabras sobre el título de este ensayo y el porqué de la portada: la despedida en el aeropuerto del final de la película «Casablanca».

    «Casablanca», estrenada en 1944, en pleno fragor de la segunda guerra mundial, pervive en el imaginario de las generaciones posteriores. Es la historia de un enamoramiento, nacido en París, que transforma las vidas de una mujer, Ilsa Lund, y de un hombre, Rick Blaine, justamente renunciando a su amor, por la lealtad a un marido, al que se había dado por muerto, en el momento en el que se conocieron. Pero cuando estaban a punto de huir juntos y aquel reaparece vivo, ella decide serle fiel, libremente y en contra de sus sentimientos. Además, la incomunicación impuesta por la guerra, le impide explicar a su amante el retorno con su esposo. Estas ignorancias destrozan la vida de Rick. Pero años después, en Casablanca y en otras circunstancias, llega a conocer la totalidad de los hechos y, teniendo esta vez en sus manos el destino de Ilsa y de su amor, no obstante, decide libremente lo mismo que había decidido tiempo atrás la mujer amada y deja que se vaya. Y, contra lógico pronóstico, el sentido retorna a su vida. En su despedida, se pronuncian las palabras que se han convertido en un icono: «Siempre nos quedará París».

    Esa historia rezuma dignidad. La dignidad de unas personas, que teniendo, como todas, un valor absoluto en sí mismas, alcanzan su plenitud en el don sincero de sí a los demás. En el conflicto entre lo que, para sí, pide el sentimiento y lo que, en bien del amado, pide la responsabilidad, quien ama de verdad elige lo mejor para quien ama, no para sí mismo. Son personas libres, que honran la verdad de su amor, que deciden sobre su vida, pensando no solo en su bien, sino prefiriendo el bien del otro.

    Por otra parte, es la historia de un hombre y una mujer. El atractivo entre ambos, y la plenitud que esa relación posibilita, es la más fuerte de la existencia humana y la que más marca la vida, incluso en su renuncia. En ella se esconde el primer arquetipo de amor y la estructura esponsal del corazón y de la persona humana. Sin embargo, este patrimonio de la humanidad está hoy en entredicho, pues se está negando, cada vez con más amplitud, como imprescindible para contraer matrimonio y para estructurar los lazos familiares. Este hecho, que tiene otras razones, pone de manifiesto la falta de reflexión sobre la verdad del amor y sobre la semántica de la diferencia entre varón y mujer. Verdad que durante milenios la humanidad ha dado por supuesta y comienza a ser una «evidencia olvidada».

    Este ensayo tiene dos objetivos. Primero, seguir –proseguir implica decisión–, en la reflexión sobre la fundamentación de la dignidad humana y de los derechos humanos, tratando de conocer mejor en qué consisten. Segundo, explorar el estatuto ontológico de la diferencia varón y mujer, que no se confunde con la sexualidad del mundo de la naturaleza, sino que la sobrepasa con holgura. Que seamos varones y mujeres, por expreso designio de su Creador, esconde una significativa imagen de su Hacedor, que está por develar en toda su amplitud y profundidad. Este es el propósito que se prosigue, con mayor o menor acierto, en las páginas siguientes.

    Presentación

    La teoría no es suficiente para el desarrollo humano ni para superar las crisis, tanto personales como sociales o globales, pero resulta imprescindible para el progreso. En esta línea repensar y proseguir el conocimiento sapiencial en torno al ser humano es un asunto crucial. Los diagnósticos de la reciente crisis económica, han puesto de manifiesto que la economía necesita de la confianza, de una dosis de gratuidad y de la lógica del don que ella misma no puede producir, lo que pone de relieve que el conflicto en el que estamos inmersos no es solo económico o ético, sino más profundo: se trata de una crisis antropológica. Malestar que se manifiesta en la falta de pensamiento y en la falta de fraternidad, dos signos claros de subdesarrollo.

    Por una parte, el fenómeno de la globalización pone ante nuestros ojos que más allá de la igualdad y la libertad parece necesario plantearse en serio el tercer ideal de la Revolución francesa, que está aún sin explorar a fondo: la fraternidad, pues estar más cercanos no nos hace más hermanos. La hermandad supone pertenecer a una misma familia, estar constituidos por unas relaciones que nosotros no hemos creado sino que hemos recibido, y si algo está en entredicho en el actual mundo sin hogar es la familia y los lazos de amor desinteresado, donde se da todo pensando solo en el bien de los seres a los que se ama más que a uno mismo. Y aún más radicalmente se cuestiona la identidad personal y hasta qué punto es radical o no ser varón o ser mujer, o solo es cuestión de un trasfondo biológico, de una inclinación sentimental o de unos roles sociales. Y, teniendo en cuenta los avances científico-técnicos hasta qué punto es posible o deseable el sexo a la carta o el paso de un sexo a otro.

    Partiendo, pues, de la razón económica se advierte la necesidad de un cambio de paradigma antropológico y de un nuevo impulso del pensamiento para comprender mejor lo que implica ser persona, ser sexuado, ser una familia, que posibilite comprender la clave de la relación entre todos los seres humanos.

    El presente ensayo se sitúa ante la actual fragmentación antropológica procedente por una parte de la diversidad de ciencias que abordan el estudio del ser humano, de la creciente avalancha de datos que aportan y de la ausencia de un verdadero trabajo interdisciplinar. Pero, sobre todo, dicha ruptura y dispersión tiene una causa aún más profunda derivada de la crisis de la Modernidad, tras la que se han hecho añicos los distintos sistemas de pensamiento –cerrados–, que han arrastrado consigo la sabiduría de siglos precedentes, con la consiguiente crisis e incluso negación de la naturaleza humana, fundamento en el que hasta ahora se había apoyado la universalidad de las cuestiones antropológicas.

    Para afrontar los retos de nuestra cultura, tras décadas de pensamiento débil, no es suficiente recuperar la síntesis humanista que ha servido de soporte a la cultura europea. En primer lugar, porque las síntesis anteriores, siendo válidas, no son suficientes para dar razón del planteamiento de la libertad, como algo más que el libre arbitrio y que pone en crisis la llamada ley natural. Tampoco han pensado en serio la familia, ni la diferencia de la dualidad sexuada varón y mujer. Por su parte, la Modernidad al presentar al ser humano como un individuo solitario frente al Estado, ha desarticulado la estructura interna de la sociedad dejándonos perplejos ante los retos presentes, tales como la creciente dinámica de la globalización económica y social, el mestizaje de las culturas, el envejecimiento de la población, la falta de natalidad o la ideología de género.

    En este momento, la inmensa mayoría de personas de buena voluntad están inmersas en una cultura atomizada –que se alimenta de verdades parciales–, superficial, carente de sentido y que presenta síntomas generalizados de corrupción. En su raíz se trata de una crisis intelectual, que ha abdicado de la pasión por la verdad, recortando las posibilidades de la inteligencia hasta considerar como único conocimiento legítimo el conocimiento científico que –a pesar de su utilidad–, no llega a dar razón de las aspiraciones más profundas de los seres humanos. La inteligencia, sin embargo, es capaz de distinguir lo real de lo virtual y de acceder al conocimiento del ser. En el siglo XX, y por obra de Heidegger, se ha diagnosticado el olvido del ya escaso pensamiento acerca del ser, un ámbito de la realidad más profundo que el de la naturaleza. Sin embargo, el redescubrimiento del ser –aunque sea por parte de algunas minorías–, y el retorno a la noción de persona en cuyo significado relacional se está profundizando, abre unas nuevas perspectivas, inéditas hasta ahora de unificación de saberes. Este planteamiento puede ofrecer un nuevo marco teórico para la antropología, anclándola en el ser personal que, en su calidad de ser, es fuente de unidad.

    A lo largo de las últimas décadas se han hecho muchos esfuerzos para construir una antropología unitaria que integre y relacione todas las dimensiones del ser humano, desde las visibles y corpóreas hasta las más profundas, desde la libertad trabada con la dignidad, hasta la diferencia engarzada con la igualdad, clave en la cuestión antropológica y de su paradigma –varón y mujer–, donde sean compatibles igualdad y diferencia y donde la unidad no anule la pluralidad.

    La condición sexuada humana –ser varón o ser mujer, cuestión en apariencia intrascendente, aunque hoy problematizada–, constituye el fundamento de la familia, junto con la libertad personal son dos de las piezas que no encajan en anteriores síntesis antropológicas, y constituyen los presupuestos imprescindibles para llegar a la verdad del amor. La autora tiene para sí que tras estas dos cuestiones –la libertad y la condición sexuada–, se esconden las claves principales de la cuestión antropológica. Quizá esté confundida, pero hace años que llegué a esa conclusión.

    Sin embargo, la libertad humana es una cuestión que no ha sido resuelta en la Modernidad y aún sufrimos las consecuencias de un planteamiento arbitrario de la misma. Las experiencias del siglo XX han puesto de relieve que la libertad ha de conjugarse con la dignidad personal. Por otra parte, no es baladí encontrar el marco adecuado para plantear la diferencia entre varón y mujer, escurridiza cuestión tras la que han naufragado muchos intentos, pues son turbulentos los mares que hay que atravesar hasta llegar a ese territorio, en el que al llegar abundan las respuestas multicolores y superficiales que harían desistir del intento y cuando se empieza a pisar tierra firme hay que detectar, cuanto antes, que sus accesos están minados. La condición sexuada –ser varón y mujer– es una evidencia ignorada. Con frecuencia lo obvio no es objeto de reflexión, pero pensar lo obvio es justamente la tarea del quehacer filosófico y por su densidad de verdad admite grados más altos de reflexión, todo lo cual requiere un proseguir en la antropología. Más aún, los actuales problemas planteados en torno a la identidad humana –tanto dentro de la praxis personal como comunitaria–, reclaman confrontar la identidad sexual con la dignidad personal. De ahí que la dignidad personal se presente como un marco esclarecedor simultáneamente tanto de la libertad como de la condición sexuada: de ahí el título del ensayo.

    En cuanto a los destinatarios, todo escritor precisa preguntarse –citando a un experimentado profesor–, «¿en qué gentes de carne y hueso pensamos cuando escribimos?, ¿con qué interlocutores estamos dialogando y cómo este diálogo modula y determina lo que decimos? (...) «ese alguien podrá no tener todavía plena existencia actual, como no la tiene la estatua en la mente o en el taller del escultor, pero sí la tiene virtual, quiérase o no y sépase o no. (...) El destinatario o interlocutor siempre existe pero el problema reside en tener de él una imagen clara y sobre todo en no estimarlo de ningún modo ‘cantidad despreciable’ dentro del proceso intelectual; en no avergonzarse, por una suerte de purismo objetivante y cientificista, del carácter educativo de cuanto escribimos», aunque inclinarse ante esta realidad resulte difícil para quienes pretenden asentar la Ciencia sobre bases estrictamente técnicas con «el recelo del técnico a todo cuanto tiene carácter meta-técnico, recelo bien descrito por Gabriel Marcel: Un ser que llega a adquirir maestría en el ejercicio de una o varias técnicas estará, en principio, inclinado a mirar con desconfianza todo lo que es extraño a esas técnicas... Siente con frecuencia la mayor de las repugnancias en admitir que otra actividad pueda o deba ser tomada en consideración» ¹.

    Pues bien, este estudio está pensado, elaborado y escrito por quién tiene la voluntad de comunicar lo aprendido tras una larga búsqueda y para alguien que tiene el mismo deseo de conocer, pero que no dispone del tiempo necesario para dicha búsqueda. Por tanto, se dirige a un público no necesariamente especializado, sino a quienes estén interesados en buscar razones para los temas que le afectan profesional y personalmente, aunque no soslaye la dificultad o la precisión terminológica cuando se considera necesario. Se trata, pues, de un escrito filosófico de carácter sapiencial pensado para que pueda ser útil a cualquier profesional sea cual sea su rama de especialización, posibilitándole dialogar interdisciplinarmente.

    El libro se estructura en 7 epígrafes que, aunque quizá a primera vista aborden cuestiones que resulten difícilmente integrables, en la mente de la autora son como piezas de un solo mosaico, que contemplándolas en su conjunto engarzan una con la otra, posibilitando una visión integrada de la antropología al centrar ésta en el ser personal, única fuente de la unidad.

    Tras constatar la fragmentación antropológica, se comienza describiendo la cuestión de la dignidad, una experiencia colectiva del siglo XX, que aporta también indicios de otro tipo de universalidad –de un orden distinto al de la naturaleza–, que podría ser un principio unificador, aceptado por todo hombre de cualquier cultura y formación. Se tratan la conveniencia de fundamentar la dignidad y como paso previo para ello se aborda sucintamente el alcance de la inteligencia humana, cuestión clave para reconocer la validez de una propuesta teórica, estando como estamos en una era relativista. Más, cuando dicho relativismo postmoderno es, en no pocos casos, una reacción frente a ciertos planteamientos absolutistas del pensamiento abstracto, que el idealismo formuló en la edad Moderna. Esta cuestión adquiere una peculiar relevancia a la hora de abordar los temas referentes al ser humano, que siempre es alguien concreto, único e irrepetible, al que se contesta con la lúcida propuesta de Zubiri en Inteligencia sentiente (§1).

    En el §2 describe cómo los nuevos humanistas del s. xx, tras advertir los límites de las antropologías centradas en la naturaleza, ponen el énfasis en el ser personal, girando del humanismo al personalismo. En ellos adquieren gran importancia temas anteriormente descuidados como la afectividad –dimensión transversal de la antropología–, o la corporeidad como punto de partida de esta, hasta enclavarse en la persona misma, que está más allá de la esencia. Al ceñir su discurso en la realidad, no les pasa inadvertida la diferencia sexuada y abandonan la vieja tendencia de hacer una antropología abstracta y asexuada reconociendo que solo existen personas sexuadas. Contemplar la antropología desde la persona permite articular una antropología triádica que diferencia entre el cuerpo, el alma –o mente–, y el espíritu, que es la persona.

    En el §3 se recoge la propuesta de Scheler de una meta-antropología y el desarrollo de una antropología transcendental realizada por Polo, donde se abre una posible visión unitaria, ya que la unidad es una propiedad del ser. Todo ello posibilitado por el redescubrimiento del ser como acto realizado por el neotomismo.

    A partir del epígrafe §4, se van exponiendo la necesidad de la ampliación de la noción de persona respecto a cómo es «definida» en el s. V por obra de Boecio, y cuáles son las tareas pendientes de la antropología como pensar la dualidad y más en concreto la dualidad sexuada, superando los viejos prejuicios del pasado como la influencia del mito del andrógino, la supuesta pasividad femenina o la identificación entre diferencia y subordinación, para lo que resultan valiosas –diría imprescindibles– las aportaciones de la Ciencia (§5).

    En el principal epígrafe del ensayo (§6) se va entrando en cuestiones inéditas y –junto con los recursos disponibles estrictamente filosóficos, aunque no se aborda in recto una antropología teológica–, teniendo en cuenta que según la propuesta de Scheler de integración de todas las antropologías se recurre a las preguntas que la inteligencia puede hacer a los textos de la Biblia. Dicha hermenéutica se acomete de la mano de Karol Wojtyla, que había realizado esta heurística con anterioridad a subir al Pontificado y en la que sigue profundizando a lo largo de su vida. Es de destacar su planteamiento de la masculinidad y de la feminidad en el marco de la esponsalidad, como estructura íntima de la persona, que no se identifica ni con la conyugalidad ni con el ejercicio de la sexualidad, y que manifestándose en el cuerpo tiñe hasta la dimensión espiritual y personal, como se advierte cuando afirma que «el sexo es constitutivo de la persona y no solo atributo suyo». También cabe subrayar su visión de la complementariedad, cuyo desarrollo no es solo nuevo, sino opuesto al del andrógino, que tanto ha marcado nuestra cultura, así como la afirmación inequívoca de que el matrimonio no es la única forma de complementariedad varón-mujer, aunque sea principal y fundamental de la etapa intrahistórica, razón por la que no ve incompatible complementariedad y otras formas de entrega a los demás que no pasen por el matrimonio.

    Finalmente, se expone (§7) la importancia de esta profundización a la hora de articular una cultura que sea conforme con la dignidad radical de todo hombre, por ser persona. Desde la persona se supera ampliamente el debate naturaleza y cultura, del que hemos sido testigos en las últimas décadas. Desde esta visión más profunda se puede iluminar también el modo de articular la persona y su sexo con el desarrollo cultural de éste: el género. Sin entrar a discutir la radical dignidad personal que cada cual tiene, independientemente de cuáles sean sus orientaciones afectivas o sexuales, sí cabe preguntarse tras haber distinguido entre sexo y género, cual es el desarrollo de género más acorde e integrado de las diferentes tendencias y posibilidades humanas y cuál es el que le ayuda con más acierto a alcanzar la madurez y la plenitud. Y en este sentido, teniendo en cuenta las cristalizaciones sociales de los modelos de género, se podría apostar por la construcción de un modelo de género que responda a la dignidad humana, del varón, de la mujer, de los niños y de los ancianos. Todo un reto en la actual civilización globalizada en la que vivimos.

    Por último, deseo dejar constancia de mi agradecimiento a todos aquellos con los que he dialogado, bien personalmente o mientras los leía. A lo largo de este estudio aparecerán muchos autores y de todos he aprendido. Entre ellos merecen especial mención Leonardo Polo, en quien he hallado casi siempre respuesta a mis inquietudes, Gabriel Marcel que me despertó el interés por la antropología, Zubiri, el filósofo de la realidad y de la persona, a la que llama «esa gran realidad» y Karol Wojtyla, filósofo de profesión y poeta, por todo lo que me ha aportado su original heurística en torno al significado personal de la esponsalidad.

    Por otra parte, debo mucho a las conversaciones con Ángeles López Moreno, al trabajo en colaboración con Ángela Aparisi y a los equipos interdisciplinares que han sabido vertebrar tanto Fernando Fernández como Pedro Juan Viladrich, porque escuchando y dialogando con el único fin de

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