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El movimiento emergente

Introducción: A lo largo de las últimas décadas ha aparecido una


nueva forma de contemplar el ministerio eclesial que pretende
incorporar un acercamiento más relevante al mundo de cara a los
servicios de las iglesias.

Se ha llamado “El Movimiento de la Iglesia Emergente”, el cual surge a


partir de un sentimiento de que en muchas iglesias algo ha ido mal,
sobre todo al fallar en atraer a los más jóvenes al Evangelio, la llamada
generación postmoderna o del postmodernismo.

Gran parte de la razón del empuje y expansión del movimiento de la


iglesia emergente, se debe a la desilusión entre pastores jóvenes
evangélicos que perciben el papel pastoral tradicional como demasiado
restrictivo y no suficientemente relevante como para llegar a interesar a
la cultura postmoderna.

Pero la buena intención no basta. Veremos que las ganas de conseguir


crecimiento y expansión en términos eclesiales, deberá ir de acorde con
la guía del Espíritu Santo, y no según métodos y fórmulas humanas.

Confundiendo las formas con el fondo

Por otra parte, el problema estriba también en no saber diferenciar lo


que es genuino del Evangelio de lo que es sencillamente son formas o
tradiciones humanas.

¡Cuando se llega a confundir el cuadro con el marco, a veces se puede


llegar a quitar parte del cuadro en beneficio del marco!

El problema y el peligro es quitar de lo esencial para mezclarlo con


nuevas formas, formas que quizás no lo son tanto sino que son parte de
lo fundamental que se está quitando, pero pervertido, sin sal, sin
sustancia, sin el Espíritu Santo, sólo agradable al ojo.

Esa falta de discernimiento es el causante de mucho mal.

Las formas son sólo formas, y cambian con los tiempos y con la
mentalidad y la cultura de la gente. Los instrumentos musicales de
ahora no son los de hace 100 años, menos todavía los que tocaba
David. Eso no es relevante.

“David usaba el salterio y el arpa, hoy en día la guitarra eléctrica para


alabar a Dios. Son sólo instrumentos musicales para usarlos para la
gloria de Dios. Son sólo formas”

Pero el fondo, es decir, lo esencial del Evangelio, eso no debe cambiar


porque es de Dios.

El resultado de las falsas enseñanzas y falsas profecías

“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos


apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas
de demonios” (1 Tim. 4: 1)

Para muchos pastores y ministros, especialmente jóvenes, y por tanto,


con muchas ganas de trabajar para la obra de Dios, es muy difícil
encajar la realidad de los tiempos que estamos viviendo; más aún
cuando han sido tan influenciados por las enseñanzas triunfalistas (y
falsas) del neo pentecostalismo, Latter Rain Movement, Nueva Reforma
Apostólica de C. Peter Wagner, G12/D12, etc. etc.

Cuando les dijeron y “profetizaron” que la Iglesia iba a triunfar en este


mundo, conquistando las naciones, discipulando las naciones, y viendo a
las masas rendirse a Cristo en el más puro estilo pos milenarista (Reino
Ahora), con cierta incredulidad están contemplando impávidos todo lo
contrario. Aún y así, muchos siguen aferrándose al dicho de los falsos
profetas, porque lo que les prometen “de parte del Señor” es muy
deseable.

…y la maldad aumentará
Lo cierto es que las gentes están cada vez más alejadas no sólo de Dios,
sino de Sus principios y valores, que es lo mismo.

De forma particular, en el occidente, somos testigos de la desintegración


de los valores cristianos. Vivimos en el tiempo de la apostasía a todo
nivel, cuando el Señor Jesús dijo que la maldad iba a aumentar. Esa
maldad hay que entenderla como odio a la voluntad de Dios, la cual
implica un Absoluto.

Esto último nos lleva a ver cómo entienden (o quieren entender)


muchos la realidad que les rodean.

Después del fracaso del hombre en su autosuficiencia modernista, llegó


el tiempo del escapismo, del relativismo, del hedonismo, de la búsqueda
de la felicidad por la felicidad, de la negación de absolutos, etc. y a esto
los sociólogos le han llamado: el Postmodernismo.

Trataremos en este estudio de todas estas cosas.

Antes veamos acerca de una corriente sociológica que comparte asiento


con el anterior y es clave para entender lo que está ocurriendo: El
Pluralismo.

1. El Pluralismo

“Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé


a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27 y
descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu
contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7: 26, 27)

Esta sociedad occidental se mueve en lo que se denominan los valores


del Pluralismo.

Podríamos definir el Pluralismo como la ideología del mundo occidental


que postula un solo valor absoluto, lo que entienden por: la libertad.

Dicho de otra forma, el pluralismo aboga porque el individuo tenga las


menos restricciones posibles, así como las más amplias opciones
posibles dentro de la sociedad. Esta ideología vanguardista busca
garantizar los derechos personales y las libertades.
En un principio suena aconsejable esa filosofía de vida, pero si
profundizamos un poco, nos damos cuenta de que falla por la base. Al
no tener un fundamento sólido, el cual sólo podría ser la Palabra de
Dios, hace aguas por todas partes. Es como la parábola del hombre
insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella
casa; y cayó, y fue grande su ruina… ¿Por qué? Porque no tenía su vida
edificada sobre la Roca, sino sobre sí mismo.

Y es que el Pluralismo es una filosofía centrada en el “yo”.

El pluralismo encaja perfectamente con el individualismo, el cual en su


necia búsqueda de la felicidad se convierte en un agente auto
destructivo, y en su falso sentido de la tolerancia, pretende el típico
“vive y deja vivir”, que no es más que un postulado hacia el libertinaje.

Pluralismo; su talón de Aquiles: en su punto fuerte está su debilidad

En la misma esencia de tolerancia, canto y oda a la libertad, está en el


Pluralismo su debilidad y fracaso.

El Pluralismo aborrece todo aquello que atente contra su particular


principio de “libertad”, porque ese sentido de la libertad pluralista, en
realidad no es más que un libertinaje encubierto. Es una perversión de
la libertad que defiende a capa y espada. Por lo tanto, cualquier
planteamiento contrario al Pluralismo es rechazado agresivamente.

Dentro de una actitud pluralista, consecuente con su misma filosofía, el


cristianismo debería ser aceptado o al menos respetado, sin embargo,
no es así. Nótese que la fe cristiana es una fe de absolutos, que se
presenta como la única verdad, por tanto para el Pluralismo es
inaceptable.

El pluralista honesto que pretende evitar el rechazar alguna forma de


creer o pensar de otros, se ve impotente ante la realidad del Evangelio.
De ahí que el Pluralismo a ultranza jamás podrá ser la respuesta a la
búsqueda de la verdad, porque la misma verdad, si lo es, es absoluta, y
por tanto diametralmente contraria a la filosofía pluralista.

Podríamos decir que el límite del pluralismo es la misma verdad. Pero


eso es inaceptable para esa forma humanista y postmodernista de
entender las cosas.
El mensaje del Evangelio resulta amenazante para el Pluralismo, de ahí
que sus defensores califiquen ofensivamente a los cristianos como de
ignorantes, fundamentalistas, fanáticos, moralistas y, sobre todo,
homofóbicos.

En el Pluralismo la verdad de cada uno debe respetar la del otro, pero


no la Verdad que es la de Dios. ¿La razón? Es obvia, la Verdad de Dios
se opone a la “verdad” subjetiva y engañosa del hombre.

En su esencia terriblemente humanista, el Pluralismo no puede tolerar a


un Dios por encima del “dios hombre”.

Básicamente en la misma filosofía del Pluralismo se mece el ateísmo del


postmodernismo.

“El pluralismo busca la igualdad dentro de la tolerancia…eso es


uniformidad, donde – en realidad - todo el mundo está bajo control”

2. El Modernismo y el Postmodernismo

En el sentido humanista/pluralista, tenemos lo que los sociólogos llaman


el Postmodernismo.

El Postmodernismo representa una apertura a todo tipo de idea y


creencia sin el freno de la razón, y menos todavía, de la verdad. Por
tanto, es una tolerancia abusadora que rechaza todo tipo de valores
absolutos, típico del Pluralismo (donde todos tienen la verdad, y nadie la
tiene). Es una huída a ninguna parte.

El Postmodernismo en la actualidad ha logrado asentarse en la sociedad


occidental de tal forma que hoy por hoy es la manera de vivir más
común entre las nuevas generaciones.

El término postmodernismo significa posterior al Modernismo.

A. El Modernismo

Por Modernismo, nos estamos refiriendo a los valores y principios que


existieron en la Edad Moderna, siglos XVI y XVII, la cual se
caracterizaba por el seguimiento de los valores absolutos (véase la
Reforma Protestante), y su degeneración posterior entrada la Edad
Contemporánea.

Se le llama Edad Moderna o edad renacentista, porque vino a ser


después del oscurantismo, ignorancia y misticismo de la Edad Media,
principalmente dominada e influenciada por el catolicismo romano. De la
Edad Moderna, vino la Edad Contemporánea.

La Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa el periodo


histórico comprendido entre la Revolución Francesa (1789) y la
actualidad.

Aunque cambiados – de Dios al hombre - el modernismo contemporáneo


(Edad Contemporánea) siguió creyendo en absolutos.

El Modernismo, a raíz de la Revolución Francesa y derivados (La


Ilustración), degeneró y cayó en la gran idolatría al elevar a la categoría
divina la razón humana. En ese momento, se rechazaron los absolutos
cristianos, abrazando el racionalismo y el empirismo como nueva
religión: el Humanismo (el hombre por el hombre).

A partir de ese momento, la fe del Modernismo fue una basada en el


potencial humano, en el estado moderno, en la ciencia y en la
tecnología. Ya no era necesario explicar la creación y el origen de la vida
en términos bíblicos porque ahora la ciencia y la razón contestarían los
grandes interrogantes del ser humano.

A partir de la “Revolución Industrial” (s. XVIII y XIX), se llegó a la


convicción de que la ciencia y la razón lograrían crear un mundo mejor,
acabarían con las enfermedades, la miseria, y los grandes problemas del
hombre y todos los misterios de la vida serían explicados.

Fue la nueva fe del “hombre por el hombre” (Humanismo).

Lejos de hallar la felicidad y el progreso en lo humano, el Modernismo


que exaltaba al hombre por encima de los valores y principios de Dios se
fue desmoronando. El fracaso del hombre moderno ocurrido a lo largo
del s. XX con las terribles guerras mundiales, el fascismo, el comunismo,
etc. se hizo claramente patente a todos.
“La Revolución Francesa abrió el camino expedito al Absolutismo
humanista”

B. El Postmodernismo

Esta creciente frustración terminó por traducirse en una reacción


contraria. Filósofos como Nietzsche, Sartre, Albert Camus, y otros,
comenzaron a promulgar las ideas del existencialismo y el nihilismo,
filosofías que fueron preparando el camino para el postmodernismo. El
concepto de que no hay verdad, porque todo es la verdad y a la vez,
nada es la verdad (lo cual es cierto en relación sólo al hombre)

Como escribe el Ps. René Pereira:

“Lo que para el hombre moderno fueron ideales y verdades absolutas,


para el postmodernismo son valores relativos y situacionales. Se perdió
la fe en las instituciones, en el estado, en los grandes ideales y surgió
una nueva fe en el yo, en el individuo. Una mentalidad de sacrificio por
el colectivo fue reemplazada por una mentalidad de no-sacrificio por
nada. El hombre postmoderno se tornó totalmente indiferente ante la
vida. En lugar de luchar por los ideales y los grandes paradigmas, el
postmodernismo decidió no pensar en los problemas, no buscar solución
sino vivir el momento. El placer y el hedonismo se convirtieron en los
dos grandes pilares de la postmodernidad”

El postmodernismo en su rechazo de la objetividad y de la racionalidad,


está construido sobre el relativismo, el escapismo, la fantasía, la ilusión,
el hedonismo, la comodidad, el “estado del bienestar”, y todo lo que
implique la pseudo cultura del ego para el ego.

La penetración social del postmodernismo ha sido efectivamente


asombrosa. Se ha generalizado la idea de que todo es relativo. Con que
todo es relativo, no existe responsabilidad ni deber algunos hacia nada
ni nadie, excepto lo suficiente para uno mismo en cuanto a uno mismo.
Es la cultura del egoísmo por antonomasia.

Cada grupo cultural, religioso o político vive, según el postmodernismo,


en su propia realidad, siempre acomodada a sí mismo. Es una sociedad
“virtualista” hacia lo virtual.
La verdad es totalmente subjetiva, y no hay manera de establecer
verdad objetiva y absoluta alguna. De modo que el postmodernismo ha
adoptado una actitud de tolerancia, eclecticismo y sincretismo ante toda
idea o concepto. En otras palabras, “obtén lo que quieras y desees, si
puedes”.

Los educadores postmodernos, por ejemplo, enseñan que cada vez que
una persona afirma tener posesión de la verdad (especialmente la
verdad religiosa), termina reprimiendo y descartando a todos los que no
están de acuerdo.

En el sentido correcto eso es cierto, ya que la Verdad, por su misma


esencia, aparta a un lado la mentira. La Biblia así lo enseña:

“La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron


contra ella” (Juan 1: 5)

¡El problema es que a eso que es bueno, lo llaman malo!

Por ende, el postmodernismo proclama a los cuatro vientos que la


verdad ha muerto, no existe. Cada cual fabrica su propia “verdad” según
el cristal con que mira las cosas, y nadie puede cuestionar ni poner en
tela de juicio la verdad del otro, ya que el individuo es principio y fin de
todo. Es el mismo espíritu y filosofía que Satanás le prometió a Eva:

“…serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el


mal” (Gn. 3: 5)

3. El Postmodernismo y la Iglesia

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué


será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y
hollada por los hombres” (Mateo 5: 13)

Como era de esperarse, el postmodernismo también ha estado


influyendo en la iglesia cristiana. No es desconocido el hecho de que la
iglesia no está inmune a las influencias de la sociedad en que interactúa.

El postmodernismo “evangélico” ha producido un nuevo sistema de fe


muy semejante a su homólogo secular.
“Brian McLaren, uno de los principales exponentes de la llamada “iglesia
emergente”

La doctrina por debajo de la experiencia personal

Un sistema en el cual los valores absolutos, la doctrina, las grandes


verdades de la Escritura que otrora fueran los pilares del cristianismo
verdadero, son abandonados por el culto a la experiencia personal y a la
fe individualista.

Es muy peligroso lo que está ocurriendo en los medios neo-


pentecostales acerca de lo que se denominan las “experiencias
espirituales” de tipo personal. Muchas veces, se hace más caso a las
supuestas revelaciones, visiones, sueños y experiencias místicas
diversas, que a la Palabra de Dios.

Llegó a mí un e-mail de un líder del G12 de Cali, Colombia, que decía lo


siguiente:

“...lo que le pasa a César Castellanos y a todos los cristianos como


nosotros, es que tenemos experiencias espirituales, y son eso,
experiencias espirituales personales, es decir no son doctrina…”

Pero las experiencias espirituales, si pretenden ser genuinas de Dios,


deberán ir conforme a doctrina.

No obstante, el problema estriba en colocar por encima de la doctrina,


las experiencias personales. Esto es influencia postmodernista.

Anteriormente el modernismo contemporáneo, en su afán por lo


científico y lo racional, echó a un lado todo lo relacionado con lo
espiritual y sobrenatural. El postmodernismo ha hecho todo lo contrario.

Su lema es: hay que creer en algo, no importa lo que sea. El


modernismo produjo una iglesia seca que descartó todo lo sobrenatural,
un “cristianismo” que terminó negando los milagros, la resurrección de
Cristo y el relato de la creación (la “Alta Crítica”)

Surgieron iglesias y seminarios que se volvieron centros de enseñanza


humanística. En ellos se negó la inerrancia de las Escrituras y la
historicidad de los relatos bíblicos. Las iglesias que abrazaron el
modernismo se tornaron liberales y áridas, sin emociones ni
experiencias genuinas de Dios.

La fabulista iglesia del postmodernismo

“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que


teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus
propias concupiscencias,4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán
a las fábulas” (2 Timoteo 4: 3, 4)

La iglesia postmoderna representó el extremo opuesto. Una iglesia


donde el pensar, analizar, estudiar, y presentar las verdades bíblicas ya
no es lo primordial, sino sentir, experimentar, gozar, soñar, conquistar,
vivir el momento.

Como escribe el Ps. René X. Pereira en su artículo: “La Iglesia


Postmoderna”

“Una espiritualidad que, aunque podría parecer positiva para muchos, es


tan peligrosa como el escepticismo modernista porque es una
espiritualidad hedonista, fuera de la verdad bíblica. El postmodernismo
dio a luz una iglesia diseñada para que las personas vengan a “sentirse
bien”, a llenar sus necesidades particulares. Por lo tanto se caracteriza
por ser una iglesia cuya predicación es “lite” o liviana, motivacional y
sicológica”

La realidad del magisterio de la iglesia del postmodernismo, es la que


huye de enseñar sobre temas carnalmente controversiales y ofensivos al
oído del hombre postmoderno. Las cuestiones sobre el pecado, la culpa,
la ofensa a Dios por ese pecado, el destino final de los que rechazan el
Evangelio, es decir, el infierno; incluso temas tan absolutamente de
acorde a las Buenas Nuevas, como son la Cruz, la santidad, el
arrepentimiento, quedan postergados al olvido. No son populares.

No obstante la temática de la iglesia del postmodernismo siempre será


agradable al oído de sus seguidores, y conforme a su búsqueda. De ahí
el énfasis abusivo en cuanto a cuestiones como la unción, el poder, las
bendiciones, los milagros, la prosperidad material, la realización de los
sueños (deseos personales), y hasta se permiten el lujo de adentrarse
definitivamente en lo esotérico y metafísico, enseñando sobre la
“visualización”, “confesión positiva”, “pensamiento positivo”, etc. etc.
Los postmodernistas creen que están inventando un nuevo modelo
filosófico, pero no hay nada nuevo bajo el sol. Escribe John Piper:

“Es irónico y triste que hoy supuestamente los escritores cristianos


avant-garde puedan dar esta pose cool, evasiva, imprecisa, artística,
superficial de Erasmus y llamarla “postmoderna” y capturar a una
generación de gente históricamente ingenua, emergente que no saben
que están siendo engañados con las mismas viejas tácticas usadas por
los humanistas elitistas de generaciones pasadas. Lo vimos con
Atanasio, los Arrianos en Nicea, y los vimos en el tiempo de William
Tyndale. No es post-modernismo. Es pre-modernismo – porque es
perpetuo.”

Es el engaño de siempre, porque nada nuevo hay bajo el sol.

La iglesia postmoderna VS la Iglesia verdadera

“Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis


en él, sino también que padezcáis por él, 30 teniendo el mismo conflicto
que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí” (Filipenses 1: 29,
30)

El entendimiento de una Iglesia dispuesta a padecer por Cristo, ha


quedado a distancia considerable de la realidad de la iglesia
postmoderna. Aún se tiene por maldición a aquel que sufre por causa de
Cristo. En cambio, se eleva como bendición todo aquello que signifique
el bienestar egoísta del creyente. Per se, cuanto más rico y próspero sea
el creyente, más bendecido es.

Como escribe el Ps. René X. Pereira:

“Surge entonces una iglesia diseñada para ser apetecible a las personas,
empleando cualquier medio disponible para experimentar un crecimiento
rápido. Un tipo de iglesia que mira para el individuo en vez de mirar a
Dios, que pone su mira en las cosas de esta vida en vez de ponerlas en
lo Alto (Col. 3: 3)”

El cristiano postmoderno está más preocupado por sus asuntos


particulares, su felicidad y bienestar personales, o su condición
económica que por cualquier otra cosa ajena a él. Ese cristiano ya hace
tiempo que ha dejado de ser sal y luz en la tierra.

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