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Profundización

El Kerigma y el ABC del testimonio

Kerigma (anuncio)
Kerigma puede parecer una palabra extraña, fácil de olvidar en un cajón del escritorio, pero remite a una realidad
concreta el anuncio del Evangelio. El primero en anunciarlo fue el mismo Jesucristo con un método sencillo y
comprensibles, para todos, en parábolas; pero también con obras (sanando a los mudos, ciegos y leprosos, perdonando
a las mujeres que habíán cometido adulterio y perdonando a los mismos que lo asesinaron, mezclándose con los
pecadores, pero sin participar de sus malas obras). Nosotros como laicos compartimos con Jesús la responsabilidad de
anunciar ese evangelio, el único Evangelio, porque como dice el Catecismo de la Iglesia Católica retomando las
palabras de San Irineo de Lyon: “si las lenguas difieren a través del mundo, el contenido de la Tradición es uno e
idéntico. Y ni las iglesias establecidas en Germania tienen otra fe u otra Tradición, ni las que están entre los íberos, ni
las que están entre los celtas (…) ni las que están establecidas en el centro del mundo”
Entre nosotros los laicos la evangelización adquiere una nota específica y una eficacia particular porque se realiza
en las condiciones generales de nuestro mundo de hoy (Num.905) Ese anuncio no es solamente dar testimonio con la
vida, sino buscar ocasiones para anunciar a Cristo con la palabra, tanto a los fieles como a los no creyentes ¿Cuántas
veces nuestro testimonio con la palabra es muy bueno, pero con las obras es un antitestimonio? ¿Cuántas veces apenas
si se conoce que somos cristianos solo por los sacramentales que llevamos con nosotros? ¿Será que muchas veces
tratamos de camuflarnos para evitar persecuciones y no nos animamos a dar un testimonio valiente de nuestra fe?
¿Buscamos ocasiones para testimoniar o ante el mundo de hoy o hemos tirado la toalla desilusionados? ¿Le pedimos a
Dios la creatividad para buscar ocasiones para testimoniar?
También el catecismo sostiene que los laicos tienen el derecho y a veces incluso el deber, en razón de su propio
conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece
al bien de la iglesia y de manifestarla a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres y
de la reverencia hacia los pastores. (Num. 907). Este punto puede ser difícil de escuchar y más de practicar; pero bien
vale, en estos tiempos de confusión doctrinal preguntarnos qué estamos haciendo como laicos para evitar que los
errores doctrinales se expandan a todo el Cuerpo Místico desde alguna que otro sacerdote o miembro de la jerarquía
que quizás necesite corrección fraterna o incluso medidas más drásticas.

La familia como primer lugar del anuncio de la fe

“En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una
importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia,
con una antigua expresión Ecclessia Doméstica. En el seno de la familia los padres han de ser para sus hijos los
primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno
y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada” (Num. 1656). Además, “…es allí donde se ejercita de
manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos (…) en la recepción de los
sacramentos, en la oración y en la acción de gracias (…) con la renuncia y el amor que se traduce en obras. Aquí se
aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, e incluso reiterado y sobre todo el
culto divino" (1657).
Aquí cada uno de acuerdo a su estado puede preguntarse cómo vive ese sacerdocio bautismal en la familia ¿Reza
mucho pero no se sacrifica por sus seres queridos? ¿Cómo actuamos cuando debemos hacer una tarea doméstica que
nos resulta desagradable y que siempre hace uno de los cónyugues? ¿Los hijos posponemos para después distracciones
inútiles y vanidades por ayudar a nuestros padres o solamente pensamos en nosotros? ¿Hacemos lo que es útil para el
bienestar familiar, pero quejándonos? ¿Pedimos disculpas cuando herimos a otros con nuestras palabras? Los padres
¿herimos a nuestros hijos diciéndoles que nunca harán nada en la vida u otras semejantes? ¿Depositamos en los hijos
expectativas muy altas exigiendo o deseando tácitamente que consigan una vida perfecta (que estudie, que luego se
casen, que siempre estén bien de ánimo y mentalmente, que trabajen mucho y tengan dinero y que además sean un
buen padre y una buena madre donde cuando lleguemos la casa esté en perfecto orden, por ejemplo; aunque también
podría ser que sea un perfecto deportista, un hijo callado y amoroso, ordenado, un buen músico, bailarín, abogado,
etc.)?¿Somos conscientes de que como padres, especialmente el varón como cabeza de familia, tendremos que dar
cuentas de forma especial por nuestros pecados en la familia?¿Por lo que permitimos, por lo que no evitamos, por la
sobreprotección, etc?
En el caso de los que vivimos solos ¿qué uso hacemos del tiempo? ¿Lo derrochamos, dedicamos más tiempo a
Dios?¿Pedimos a Dios oportunidades, creatividad y personas que nos ayuden a salir de nuestro encierro y a vivir?
¿Estamos viviendo solo para el trabajo? ¿Nos dignifica lo que hacemos?¿Trabajamos solamente por interés o por
miedo a no tener qué comer y no para edificar al resto? ¿Lo que hacemos es nuestra verdadera vocación o sentimos
que nos falta algo? ¿El miedo al qué dirán nos impide tomar decisiones que podrían sacarnos de la parálisis espiritual
en que vivimos?
El anuncio del Reino y la vocación a la conversión

La primera conversión tiene lugar en el bautismo ya que con él no hacemos hijos de Dios, se renuncia al mal y se
alcanza el don de la vida nueva. “La primera obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión que obra la
justificación (…) La justificación entraña, por lo tanto, el perdón de los pecados, la santificación y la renovación del
hombre interior (Num 1989) Ahora bien esa justificación establece la colaboración entre la gracia de Dios y la libertad
del hombre. Por parte del hombre se expresa en el asentimiento de la fe a la Palabra de dios que lo invita a la
conversión, y en la cooperación de la caridad al impulso del espíritu santo que lo previene y lo custodia. (Num 1993)
Sabemos que la conversión es un proceso que dura hasta el momento de la muerte ya en el “…Sermón de la
montaña Jesús insiste en la conversión del corazón: la reconciliación con el hermano antes de presentar una ofrenda
sobre el altar, el amor a los enemigos y la oración por los perseguidores, orar al padre en lo secreto, no gastar muchas
palabras, perdonar desde el fondo del corazón al orar, la pureza del corazón y la búsqueda del Reino (Num 2068)
Decidido así el corazón a convertirse, aprende a orar en la fe, pero la oración de la fe no consiste solamente en decir
Señor, Señor, sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre. Jesús invita a sus discípulos a llevar a la
oración esta voluntad de cooperar con el plan divino (Num.2611). Esa disposición requiere de vigilancia y esa
vigilancia exige el combate de la oración para no caer en la tentación y por ende para no abandonar esa cooperación
con el plan divino. Teniendo en cuenta estos puntos ¿Cómo estamos orando? ¿Oramos con actitud vigilante para no
caer en la tentación u oramos solamente para obtener cosas para nosotros o para otros?¿Nuestros pecados no son causa
de una oración deficiente? ¿Pedimos a Dios que nos libre del orgullo y la dureza de corazón- incapacidad de amar?
¿Pedimos a Dios que nos ayude a cambiar nuestras prioridades, incluso haciendo que caigamos del caballo, si es eso
lo que nos lleva a la idolatría, a ponernos a nosotros en primer lugar, a poner nuestro tiempo y nuestro interés en
primer término? ¿Tenemos muchas devociones que sentimos que nos ahogan o solamente algunas devociones
importantes que no nos hacen sentir asfixiados como en el efecto de una sobrecarga? ¿Le hemos manifestado a Dios
que ya no sabemos qué hacer que haremos lo que podamos y que el resto lo haga él, que nos sentimos derrotados
porque ya estamos cansados de luchar contra la corriente que de todos modos viene igual y cada vez más fuerte?

El ABC del Testimonio


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