CAPITULO I
LA FILOSOFIA OCCIDENTAL (1):
SANTO TOMAS
INTRODUCCION
EL HORIZONTE DE LA NIHILIDAD
La metafisica occidental enfoca su problema en una linea
aparentemente muy similar a la del mundo griego. Este mun-
do, sobre todo Aristételes, nos ha hablado de la filosoffa pri
mera (gor @iovogia) como una Geohoyia, ¢3 decir,
como un Aéyos del Be6s, Ya dijimos algo respecto a lo que es el
(6s para Arst6tcles; ahora es necesarlo precisa més.
Todas las realidades en
una o en otra medida son suficientes, es decir, se bastan a sf
mismas y, en ese sentido, son odofa.
perfectamente determinado: en
cuanto tal, ol ube esta a mucha distancia de lo que ser para
nosotros Ia infinitud. De esta substancia diré Aristételes que
7mArisGteles atibuye al G26 u igencla y una volt
tad; pero, bien entendido, una inteligencia y una voluntad que
se bastan plenariamente a sf mismas, Precisamente por el
carecen de un objeto distinto de ellas mismas; para Ari
les, la realidad del mundo no es cognoscible para Dios; ni tan
siquiera se plantes este problema, pues en ese caso depende-
fa de la realidad que conoce. La intellgencia y la voluntad
les atibuye al 265 como rafz y razén suprema de
de ese ente que es Dios.
Por consiguiente, no hay aquf nada que haga pensar de
modo inmediato en lo que va a ser en la filosoffa occidental
la idea de un Dios infinito; esto es absolutamente ajeno al
——
Este ente que es la obota divina esté visto desde la moul-
lidad. Tan es ast que, cuando Aristoteles nos dice qué es esa
substancia primera, dice que es inmévil {ducivetov), que es el
primer motor inmévi, Ese Dios se piensa a sf mismo y se
quiere a sf mismo; pero Arist6teles esté muy lejos de imaginar
que ese conocimiento de sf mismo y esa volicién de sf mismo
iejanza con lo que seré en la filosofta occt
Hos no Se ocupa mas que de sf mismo, de la
misma manera que los hombres nos ocupamos de nosotros
mismos y, en cierta medida, de los demés,
Esto determina su relacion con ef mundo. Desde el punto
de vista de Dios, esta relacién es nula;
'No solamente en sf
mismo es inméull (xtveroy), sino que es pura y simplemen-
te algo que pone en movimiento'el mundo (nedtov xtvoby);
bin enero ue, REG DS no ahs
(GHGRAB) pucsto que este es algo que esta ahf absolutamente;
jole propia de las subsiancias que componen el mundo, de
sus odofat, yen manera alguna penden de una accién divl-
na, Lo tinico que hace este motor inmévil para poner el
mundo en movimiento es suscitarlo; es decir, como substan:
ia perfecta que es —aquf probablemente hay un vago resa-
bio platénico dentro de la metafisica de Aristoteles~, existe
hacia ella pot parte de las cosas un cierto deseo (BgeEc), no
un deseo de ir a Dios, sino un deseo de estar en movimiento.
Por ello, si Dios pone el mundo en movimiento es como el
‘objeto del amor que pone en movimiento al amanie y susctta
‘al deseo, sin que al objeto amado le pase por ello absoluta:
‘mente nada.
Pues bien, frente a este Dios de los griegos, la metatisica
73.‘occidental inscribe sus pensamientos en un horizonte comple:
tamente distinto,
>, Dios, considerado en sf mismo, ~anteriormen-
te a toda metofisica— es concebido por toda la teologia occ
[sino que
suficiencla de esa persona no estriba en que se conoce a si
misma, sino, exactamente al revés, se conoce a s{ misma por
Intrinseca infinitud en que ese ente divino consiste. Por
lo, mientras que para Aristételes Dios es algo susceptible de
‘admitir «réplicass, el politetsmo esté totalmente excluido del
pensamiento occidental. En un principio, Aristételes pens6
que el primer motor inmévil no era més que uno y, a props
sito de esa unicidad, repite el célebre verso de Homero: «No
es bueno que haya muchos soberanos: que no haya més que
uno» '. Pero poco tiempo después, probablemente por la in-
fluencia de la astronomia que entonces se estaba elaborando
‘en Grecla, Aristoteles atribuye a los distinios cuarenta y siete
cfrculos astrondinicos otros tantos motores inméviles. Ast
como la esfera de Parménides se pudo replicar en los atomos
de Demécrito, el Be65 de Aristételes se pudo replicar en otra
serle de cuatenta y siete motores inméviles porque carecia de
ese atributo que excluye toda multiplicacion, esa intrinseca in
finitud que es propia del Dios del Cristianismo.
Pero también la relacién de Dios con el mundo es total-
mente distinta en la metafisica occidental de la que pudo ima-
¥ MetA 1076 a 4: 06x &ya06y nokuxoigavin’ ele KoWaves,
74
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Es clerto que los dos conceptos, el de creacién ye de na-
da, son un poco flotantes en muchos puntos. De suyo, el ver-
‘bo 1a (bard), que aparece en la primera linea del Génesis
En el
etimol6gicamente «creat», sino ehacers; la prucba est en que
los Setenta a veces tradujeron eso por ehizo» (2aofecey). Sin
embargo, lo cierto es que el uso seméntico de ese vocablo en
todo el Antiguo Testamento tiene el significado de una accién
‘readora y, por eso, esta bien traducido cuando se dice: «En
el principio cree Dios el cielo y la tierra»
Esta idea de la creacién todavia es susceptible de diversas
interpretaciones. Una interpretacién, si se quiere més popular,
es la que aparece en el segundo capitulo del Génesis y pre-
senfa a Dios un poco como un alfarero que va haciendo al
hombre con la arcilla de la tierra. Sin embargo, hay que tener
fen cuenta que el primer capitulo del Génesis ha sido escrito
bastantes siglos despues que el segundo; el primer capitulo es
de la época exfica 0 postexlica, mientras que el segundo pro-
cede de la tradicién jahvista que fue fijada por escrito proba-
blemente en el siglo noveno antes de Cristo. Por consiguiente,
esa apelacién al alfarero queda fuera de cuestién en este mo
mento,
(ob #
Sveay) DISSIKAFERAUS) Lo importante no es sdlo que esta
frase esté en el Libro de los Macabeos, sino que esté puesta
en boca de una mujer del pueblo, lo que quiere decir mas o
menos que era una creencia corriente entre todos los isracli-
tas de aquel tiempo,
ryCrear el mundo de la nada significa; en primer lugar, que
se produce algo que antes no era: ex nihilo sui; de lo contre:
rio, no habria produccién y eso es algo que nos pasa a todos
los que en la tierra hacemos algo; se hace algo en la medida
en que antes no estaba hecho y, por consiguiente, aparece
algo que es ex nihilo sul. Peto lo propio de la creacién es ser
ex nihilo sul et subject, porque en definitiva todas las produc-
clones y creaciones de que somos testigos en el mundo son
slempre creaciones que operan sobre un supuesto, sobre un
sujeto primario; de ahi que todas estas creaciones, por hon-
das que sean, son siempre