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AURELIO FERNÁNDEZ

,,,,..

TEOLOGIA MORAL
CURSO FUNDAMENTAL
DE LA MORAL CATÓLICA

CUARTA EDICIÓN REVISADA Y AMPLIADA


Capítulo VIII

EL SUJETO MORAL
(I, 425-501)

l. LA ACCIÓN MORAL

En este temas ventila el núcleo central de la ciencia ética; en con


creto, se trata de orno debe comportarse el hombre para que sus actos le
lleven_a la perfecci?n personal última, «según la medida que corresponde
a la plenitud en Cnsto» (Ef 4, 13), siendo «imitadores de Dios, como hijos
suyos muy queridos» ( 1 In 3, 1). O, por el contrario, que el hombre dirija
sus actos de forma que llegue a ser «obrador del mal» (Mt 13, 41), hasta
el punto de que «se hunda en la ruina y en la perdición» (1 Tm 6, 9). El
bien y el mal morales se presentan, pues, ante el hombre como una alter
nativa que se repite en todas sus acciones. Y, si bien de ordinario no es
tan extrema como describen los textos bíblicos citados, sí se orienta ha cia
uno de esos dos límites.
De aquí que la Moral Fundamental se inicie con el estudio de la ac
ción humana. Este tema es clásico en la ciencia moral, tanto en la filoso
fía como en la teología. Aristóteles lo desarrolla en la Ética a Nicómaco,
Tomás de Aquino le dedica un amplio espacio en la Su1:'a Teológic Y es
continuado por san Alfonso M. de Ligorio y los moralistas ostenores.
Es, pues, patrimonio común de la ciencia ética, pues a todos interesa sa-
. .
ber qué condi ci ones han de as acc·iones humanas para que se les
tener1 pueda calificar de
«morales».

1. La acción moral
, 1 nfrentarse con la eticidad de la
. ºd d l
ª
Tanto la filosofía como la teologia: d
an es
qué acciones humanas
ah ctiv1 a umana, o p. nmero que diluci C ste fin se distingue en-
pueden calificarse malas» on e ,
buenas» 0
. . • ¡odo lo que el hombre hace, y
de« «
tre «actos del hombre» (actus hominis).
Teología Moral
t30 esd ecir. ,el que se ejecuta con conocimient O .
tu s hurnansu», h s on morales, Y hb
«ac humanos» los «ac tu s ominis» Pore 1ee0ttad.
S o ¡ 0 5 «actos li'dad dado que no son conscientes ' y
ol . en mora ' l'b
I re ntra.

n·o no consutuy . reflexión también son «b ue n os » 0 «rnaI s.


calificativo de «mor es». Porhechejemplo
• ede ap car e1 o s sin. · Pero
no se al les pu , . que os»Los actos l
. a un cochi , si Por
. no un automatico va unido b en.
gaño o r error presio
po d muertes humanas, no soy responsable aunqe o lllba
ta y pro uce ' ue seh
que exp1O al . cuento Como tampoco lo es la señora a la .a
·dom es sin · . ' que ha
yan segtn bol unos gramos de droga y es descubierta por la opI ,· n
tido en su so . d l h b
Ic1a. me El «acto moral» es, pues, el acto prop1 e . om
re, que puedeca l¡.
. d
f icarse e ueno» 0 «malo», porque ha sido e. Jecutado de ons.
b formae
«
ci ente y '
. l
• De ese acto y de las consecuencias que de él se siguen, e1
1
bre
hombre es responsable.
Pero esto que resulta fácil en el campo teórico, no lo es tanto en la
vida práctica, dado que en la actividad humana concurre el hombre en
tero, con su inteligencia y afectividad, con la educación recibida y su for
mación actual, en la situación psicológica, de armonía o de desequili
brio, etc., en que se encuentra. A estas variadas situaciones psíquicas-
en ocasiones, tan complicadas- es preciso añadir la herencia humana
reci bida, la ambientación familiar, las circunstancias culturales y sociales
en que se desarrolla su vida, etc. El hombre se ha vuelto cada vez más rico
Y misterioso, más fuerte y sensible y, a la vez, más frágil y
quebradizo.
¿Quién será capaz de juzgar su actuar más íntimo? ¿Cuál es el funda·
mento de sus responsabilidades éticas? ·Cómo aplicar a un acto concroet
una al , . <.
v oracion moral universal?
A!ªTeología Moral le corresponde solamente exponerdla docr tni a
para Ju zgar la 1'd de las acciones pero el interior 1 h0rnbre
o.h t .1· da e
Je v El • . ' . · desu
so1o 1oJuzga cn sti ano ni siquiera d ebeJ · u zga r la conci enci a
o·io. s
hermano más, .
pero, ' para hacer°
aun 1 etiene . (Mt 7, 1-5).
· · prohibido
• • rporar os
progresos de la Med· .se Juicio obJetivo, el moralista debe 1nco , hicie·
ron otras cult icina, de la Psicología, de la Sociología, etc. A 11ºa1 por
· u r as más oh· t· · d1ev ·
e Jemplo, Torn
lidad . . - de Aqumo. hie IVfiIstas que la nuestra, como la rne en la1ua· a c
, adem á s al zo nos análisis al respecto. Pero, ¡i Jtdi·
vid ha ' progreso de 1 e · • - de quee ·
uo adqu irid as 1 enc1 as del Hombre se an a roP tª
p erso o más sens·1bili'da ·d d de sup
. na Y de su « cas . d acerca de la singulan a /2c;: cofl•
s1derad0 o» s1ngu1 10id dio IIl""'
. de la sub· . . .ar o ello hace preciso un estu .-ifllefll
P•eza,,e dtivida
1 I la «P"
dd ser umano con el fin de que d
mora }e acto . e h
Pero se Sitúe I on. e o-
ral conviene adv . en e punto central que le corresp . c ía f11
1os dat
de las s objetivosert1r. que so1o se deben incorporar a ª1 br ciene co
. s ades Y
cult
fllº ciertos ' ta nto de las Ciencias ed I J-lortl · .5
traflº
ens1b·1d·
situar a1 .
1

a c1e • urales Lo con 1·efl


nc1a rnoral al . Y_personales de la época. fa
lsac
arbitrio de la última hipótesis dela
El sujeto moral 131

cia O de la originalidad imaginativa de un autor o de la vigencia social de


una teoría o escuela que, sin rigor alguno intelectual, logra «estar de
moda», o también prestarse al antojo de la debilidad y aun del capricho
humano revestidos de cierta «normalidad» en el comportamiento.
Admitir acríticamente estas o similares situaciones resulta para la
ciencia moral una hipoteca intelectual, de la que tiene que dar cuenta
ante la historia. Pero aún es más grave para el hombre, que se siente es
tafado en su haber moral. Por todo ello, será preciso señalar qué tipo de
valores e ideas será preciso aceptar a la vista del momento cultural de
nuestro tiempo y qué otros se deben desechar. Armonizar y hacer la sín
tesis entre la objetividad de la acción y la aplicación de los principios
mo rales es una tarea ardua, pero necesaria para emitir un juicio
moral so bre el actuar concreto de la persona.

2. La persona, sujeto de la acción moral

Respecto al ser mismo de la persona, estds son algunos datos que se


han de tener a la vista al momento de comprender al hombre como su
jeto de actuar moral.

a) Unidad radical de la persona humana

Es ya una conquista de la antropología cristiana la valoración de la


unidad de la persona. El único título en latín que figura en el Catecismo
de la Iglesia Católica es para asentar esta tesis: «Corpore et anima unus».
1
El hombre es, pues, una unidad radical de cuerpo y alma, de materia y
espíritu. Cualquier intento en el orden ideal de separarlos equivale a des
truir el concepto de hombre, al modo como, si en el orden real se les se
para, ocurre la muerte del individuo (CEC, 362).
Se ha acusado a la teología católica -especialmente, a la teología mo
ral Y a la ascética- de introducir un marcado dualismo en la concepción
del hombre. Ciertamente, no ha sido así en la explicación filosófico-teo
lógica, dado que la escolástica asumió la teoría de la «materia» y de la
«forma» para explicar la unidad profunda del ser humano. Según la teo
ría hilemórfica, así como es imposible separar la materia y la forma de
una mesa o de un vestido, de modo semejante no cabe separar cuerpo y
alma. Posiblemente, esa crítica esté justificada en la enseñanza moral y
ascética. Pero, como insiste Congar, el lenguaje de la teología difiere del
de la ascética (Situación y tareas de la teología hoy, 174).
Pero también conviene evitar el error contrario que, por ley pendular,
Teología Moral
132 fi
tores que a rm a n que cuerpo y alma
amenazaa algunos au gación del «du a1ismo»
· se cae en el «mo .en elºtnb h
se identl•fican·
· deh1 a ne
bre es un cuerpo espintua . O un altusrn <h; Pues
. . izado
1 del
te
afirman que eríl om logra explicar la singularidad hombr:ªco tpor¡_
Estad
za a.altmeoa
n o
e a da directamente
n·io (GS , 14, de
s er e
R Xlliti.
1 , .
por s Credo
tu,al con . ª r la Iglesia Cató lica, 362-363) y también ser co abloVI,
28; Catecismou·e ne un cuerpo»). Aquí se ha de tener nuevamenrpotra,l ( es
rpo» y no « e . . ea la •
cue . . . teológico de «distinguir, pero no separar»: cuerpoy lrn\llsta
el pn nc1p10 1 l di . a ase
. . pero no es posib e separar os, como se sti ngue y no
diStinguelnb,autizado la naturaleza y la gracia (I, 433-436). se sepa.
ran en e . d
1 1 , .
Las consecuencias para la vida mora e a concepcion dualistad
persona son graves. La moralidad afec.ta ª la unida radical de la
son a. Por ello ciertos efectos corporales -ira, sensualidad, etc.- no con.
sentidos no pueden considerarse pecado. Pero tampoco es posible con.
cluir que el bien y mal morales afectan solo al alma.
Subrayar el dualismo y afirmar que el cuerpo es sujeto del bien y del
mal motiva juicios morales incorrectos. Por ejemplo, si se juzga que el
cuerpo es principio del mal, se puede llegar a negar lo relacionado con la
corporeidad y, en general, con ciertas tendencias naturales dela vida hu
mana, como la sexualidad, la conyugalidad, etc. Y, al contrario, la conside•
ración positiva del cuerpo es lo que permite ciertas manipulaciones a las
que puede ser sometido. La Encíclica Veritatis splendor descubre errores en
ambos sentidos, por no tener en cuenta la profunda unidad del ser human:
o

. «En realidad solo con referencia a la persona humana en su totalidad


u n if ic a da , es de cir, 'alma que se expresa en el cuerpo informado Por
unae,.nso· . ,
pdmtu mmortal , se puede entender el significado específicamentehUill a•
el cuerpo E f ecto, 1 as nch. naciones naturales tienen una 1·
·en . mpo r tanc1
1 ., u
moral solo cua d fi alizac1ona
té . n° se re eren a la persona humana y a su re · d d que
n htica... La lglesi al 1 rpore1a
al t . a, azar las manipulaciones de a co del
rec
.
eran su s1.gn1fi dO . 1ca1111n0
am ca humano, sirve al hombre y le indicae
ovr e rdadero» (V S, 50).
Pero afirmar JllO esY
deseonsiderar alque solo el espíritu es sujeto del bien Y del rnale corof
ten a la cornn .dacuerpo es negar la condición ética de actos qu nstitll1'
- dd f
rían actos «prem e
0 rrn a que ciertos «bienes físicos» so

d -unad or es»· Es lo que denuncia la Encíclica:


octrina . nes
rP6
co de 11
ie
e su ejercicio que separa el acto moral de las dimensio •tura Y .o• s
Trad·c1 Tald contrana a as enseñanzas de la Sagra d ª Escflllllos v·
error 1• 6n. esoctrina h· 1 s a1g 0till
vieJ
es cornbatid . ace revivir, bajo formas nueva ' 1 pers
os siempre 1 , -. "",., a
El sujeto moral
d . . 133
mana a una libertad 'espiritual'. Estar e ucc1 6n 1 gnor 1 • . 6
del cuerpo» (VS, 49; cfr. 48, SO). ªe sigru cado moral
En resumen, la moralidad debe acentuar t d
radical del ser humano: es el hombre de carneo 0
momento la unidad
alma, el que hace el bien o evita el mal: e y ueso, informado por el

«En efecto, c uerpo y a lma son inseparable . 1


. 1 . s. en a persona, en el agente
voluntano y en e acto Están O se pierden VS, 49).
deliberado·

J· untos» (

A emá dela unidad antropológica, hay otras,: -: .:tlidades que


integran la ex1stenc1a de la persona humana y que se subrayan en la
cultura ac tual, para las que el hombre de nuestro tiempo tiene una
especial sensibi lidad. Por ello, la Teología Moral debe incorporarlas a
su estudio. Las más decisivas son las siguientes:

b) Socialidad

Ser hombre es vivir con otros hombres, pues el hombre «vive y «con
vive», hasta el punto de que se diferencia del animal porque «vive en so
ciedad». Esta realidad existencial es el logro de Aristóteles al definir
al hombre como «ser social».
Se discute sobre cuál de las dos definiciones aristotélicas: «animal ra
cional» y «ser político», definen mejor al ser humano. Pues bien, parece
que ambas se integran, pues lo consideran bajo aspectos distintos: si
la
«inteligencia» supera cualitativamente el instinto de los animales, de
modo semejante, el «con-vivir» del hombre marca una diferencia tam
bién cualitativa respecto a vivir en manada o en rebaño de los animales.
Tal es la anotación de Aristóteles. Estas consideraciones del filósofo
griego son subrayadas por Tomás de Aquino y por grandes sect?r s de la
filosofía actual (III, 166-170; 351-353, etc.). El origen de la soc idad es
precisamente el alma, dado que una de las cualidades del espintu es la
«autocomunicación» (cfr. I, 447-450). ,.
1
•a
La socialidad radical de la persona humana en relacion con ª vi ª
moral tiene, al menos estas dos consecuencias:
d 1h b r s, ¡ no .se tiene .
' . . en cuenta
. d
- N o cabe plantear la vida moral e om t e del « indi v iduo», si no e
.
su condición •
social. La moral no es, propiamen
la l n ser' social
. Por11 e o, tam bº,
ien
«per sona», y la persona por na tura ez . · .d , 0_
es . s de la a econ
' au, . l •a l
soc1 '
VI
so 0 bJeto de juicio ético las múltiples re cione . Santo Tomás
mica, política' etc·'e incluso de las instituciones
.• que 1ª gen.
h b la de «virtudes políticas» y las justifica ene S ts términos:
ª
º
Teología Moral
134
t uraleza un animal político tal
l h mbre es por n . . . ' es Vir
«y puesto quee o . él en las cond1c10nes propias a su nat -
tudes, en ue existenlí en . . ca que, confonnánd llra.
cuantoq . s» lo cual s1gm 6
leza, se llaman ·rtudes «po oca, . . ose a
Vl rt rectamente en las actividades hurna
estas vi·rtudes, el hombre se poa n as
(I-II, q. 61, a. 5).
y 1
e
papa Bene d .icto XVI J·ustifica por qué 1 del bcreyente
d . en Cristoy 1a
d. d d creyentes tiene e e er e intervenir enI
Iglesia, como comunia e ' a
vida pública:
« a rel
. 'ón cn·stiana y las otras religiones pueden contribuir al desa
L 1g1 , • •
rrollo solamente si Dios tiene un lugar en la esfera publica, con específica
referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular,
polí
t ica. La doctrina social de la Iglesia ha nacido para reivindicar esa
«carta de ciudadanía» de la religión cristiana. La negación del derecho a
profe. sar públicamente la propia religión y a trabajar para que las
verdades de la fe inspiren también la vida pública tiene consecuencias
negativas sobre el verdadero desarrollo. La exclusión de la religión del
ámbito público [... ] impide el encuentro entre las personas y su
colaboración para el pro greso de la humanidad[...]. En el laicismo y en el
fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una
provechosa colabo ración entre la razón y la fe religiosa. La razón necesita
siempre ser puri ficada por la fe, y esto vale también para la razón política,
que no debe creerse omnipotente. A su vez, la religión tiene siempre
necesidad de ser purificada por la razón para mostrar su auténtico rostro
humano. La rup
tura de este diálogo comporta un coste muy gravoso para el desarrollo de
la humanidad» (CV, 56).

- ero valorar su sentido moral exige también considerar las in·


fluenc1as reales que sob 1 .
d ll . ª
. re persona eJerce la vida social concreta en que
esarro a su existencia A, d · • . . d
últimos document
0s
ª
· i 1_quieren significado las expresiones e
dales»y «estructu:as mdagistenales acerca de los llamados «pecados so·
s e pecado» (SRS 36)
El sentido social del hombre ' · vo·
cación de personay un . es una llamada a vivir en plenitud su
. a urgencia a c 1
soci edad (cfr. GS,3 03 _0 _ omprometerse en favor " de a
1 en
b
del
e) Historicidad

lº d
. El ho.mbre se rea i ad persa 1 . . y é1
mismo tiene historia de f na e histórica: vive en la historia .,,¡.
,
c1"
e ª
orma qu 1 h.
istoricidad no toca tange
0
El sujeto moral
135

mente la biografía de cada hombre, sino que se integra en todo su ser. El


hombre es, pues, naturaleza e historia.
Hay épocas concretas, en las que la historia ejerce un influjo más di
recto sobre la c nducta del hombre. Son, por ejemplo, aquellas que mar
can un fuerte giro cultural. Tal puede ser nuestro tiempo en relación
con la técnica. En concreto, la historicidad condiciona la vida moral al
'd os:
_ nos en estos d os sentl , me
- Su propia biografía está enriquecida o empobrecida por la crónica
de su existencia. Además, la experiencia personal puede aportar datos
que le ayuden a formular un juicio moral, así como también le facilitan
aprovechar una circunstancia o evitar aquella otra ocasión, que en otro
tiempo condicionaron su vida moral. Las vivencias personales ejercen
una gran influencia en la vida moral de cada persona. A este respecto, la
propia experiencia enriquece el juicio moral de cada individuo, pues
cada persona siente en su interior la llamada interna a hacer el bien. Es
claro que la experiencia personal es un elemento que ayuda a configurar
la propia conducta moral. A ella apela también el Documento de la Comi
sión Teológica Internacional, En busca de una ética universal (n. 39). No
obstante, cabe también hacer un abuso del recurso a la experiencia, tal
como se expresa la Encíclica Fides et ratio:

«No es posible detenerse en la sola experiencia; incluso cuando esta ex


prese y ponga de manifiesto la interioridad del hombre y su espiritualidad,
es necesario que la reflexión especulativa llegue hasta su naturaleza espiri
tual y el fundamento en que se apoya» (FR, 83).

Y Benedicto XVI comenta ese texto en los siguientes términos: «El


hombre está siempre más allá de lo que se ve o de lo que se percibe me
diante la experiencia» (Discurso al Coloquio Internacional sobre la
conciencia, 28-1-2008).
- Pero al hombre, inmerso en la historia, no siempre le es fácil supe-
rar las ideas y las sensibilidades de cada tiempo. Por ello debee Stªr
ad
vertido para no juzgar como éticamente correctos los defectos i:noral:s
de una época social concreta (cfr. GS, 5). No es fácil hacer la radwgr
fía de nuestro tiempo dado que asistimos a un cambio cultural
desconoc do
para la h1. ston.a ara 1as
'b 'l 'd d es de la etapa inmediata antehnor.
y p' sens1 1 1 a
Pero, a pesar de esta curva histórica tan brusca de nue Srta época, o . y
u valor esta descnpc1on
duda de que en algunos aspectos ,aun man t1'
enes que hizo de su tiempo el Concilio Vaticano
11:
, . 1 transformación de las condi-
. «La turbación actual de los espintusY lobal más amplia,
ª
que ciones de la vida están vinculadas a una revolucióng
.
Teología Moral
.ón del pensamiento, a las cie .
136 . t im portanc,ia la forinaci h b nc1as
en tratan del propio om re, y, en el ord
da crec1en e las que
El , .
en
. Y naturalesy .
·enc ella as. es p1n tu cientffi
atemáu
a cas d ias e d co
deriva
1
; rácicto , a la técnicay a a mbiente cultural y las
mane:as de ensar. La
. a profundamentee f rrnando la faz de la tierra e intenta
mod1 e Ya stá avancese,
.a con sus trans o . . b También so re
etarios.
6
el tiempo téem e , ios i nterp1an
au.
la conquista de los es ac . . humana, ya, en cuanto al pasado, Por el
. la mtehgenc1a
menta su impeno . . . n cuanto al futuro, l é . proscpe.
. .porb'a t cn1ca16 .
conoc1 . . de la h1stona, os .de las c1 enc1 as g icas,
y, ae m1 ento ps 1col1161r-,:.n
. fi .ón Los progres .10 . . t:•,
tiva y la plamcac_ 1 . h b no solo conocerse meJor, d' smo aun influir di-
· a1 enmten al o m sociedades
d por me e eto
, d os técnicos
yresoc1 es P 'd d m
10
te sobre la Vl a e 1as . •, • ·
rectamen . t da vez mayor atención a la prevision y ordena.
Al mismo tiempo, pres a ca . . . , .
ción de la expans1.6 n em d ográfica · La propia. histona esta sometida. a
proceso tal de aceleración,
un que apenas es posibl_e al robrese gurar. E gé-
humano corre una misma suerte y no se diversifica ya en vanas histo-
nero - , b'
riasd is persas. La humanidad pasa así de una concepc1 6 n mas 1en estática
de la realidad a otra más dinámica y evolutiva, de donde surge un
nuevo conjunto de problemas que exige nuevos análisis y nuevas síntesis»
(GS, 5).

Como es obvio, la historicidad del ser humano es un dato positivo


para la vida moral. El error es exagerarlo, de forma que convierta el
hom bre en esclavo de su biografía, o que se exagere el elemento
histórico ta acabar en un relativismo historicista. La vigencia de
ciertas valora c ones morales de una etapa concreta de la historia no
siempre es crite no seguro para juzgar la eticidad de ciertos
comportamientos.

d) Elevación a la gracia

Este supuesto está mucha


subyacente en cual . s veces explícito, pero ha de estar siempre
. quier concep, · d 1 16·
g¡co, a la estroctura má, . cion e a Teología Moral. Corno es
brenatural comunicada :t tim del hombre pertenece la nueva vida
so·
Este supuestoa autizado.
les sup . ntropológico en 1 1 . l ' gicO
era-, tiene que ser ' e P ano existencial -en el onto 'd Od y1 a
historicidad E 1 menos como la social1 ª
c o· ntemplad
sta
O
consecuen. n const1.t . ,1 ·ples
- Lacias.
11amParad del obJ'et utiva del cristiano tiene rnu u
que la o que aquí ,
que. ªdª el cristianoa u nos guia, enunciamos dos: da
·umversald pu e e sent· n compr .
h ir otra , omi so moral es eleva
per m as .
Pltulo IV e1 omb sona p . •d rae•60 a·
se acrecient
re como «irna gen de ' D·
orque incluso la cons1e . e1 e
1eza divina»
. ' (2 P a en el baut · d io s », tal como se dice en atr l.la·
1 4) iza o p 1 0
' , mediante I nuevorque «participa de a¡ vi·da de
a a comunicación de a
El sujeto moral
137
Cristo. En este sentido, la elevación por la gra . d
·d d cia emanda una moral de
}a santI a •
_ Dado, quel se dtrataal de vivir
d la bmoral cristian d a, h e h ec o de que el
hombre es te e eva o or en so renatural se sigu 1
. • d' ' en, a 1menos, tres con-
secuenc ias i nme
iatas:
a) La graveda d del mal moral, o sea del pecado d
d amor con que .Dios nos ama. ' , o que se opone al
a
b) El mérito sobre natural que adquieren los actos hum ,
. acciones que no están informadas por
el demérito de las anos
la a si
como
caridad.
c) Los medios pa. ra cond. ucirse moralmente son sobrenaturales, ent re
los que destacan l a invocación al Espíritu Santo y la recepción de los Sa-
cramentos. En este sentido, cabe destacar la novedad de la moral cris
tiana que supera la moral del simple deber o la moral de los preceptos. Tal
como hemos constatado en el capítulo V, se trata de la moral de la identi
ficación con Cristo. He aquí un testimonio lúcido del exegeta Ceslas
Spicq:

«Esta moral de transformación en Cristo va mucho más lejos que la ob


servación de los preceptos. El discípulo continúa, prolonga la vida misma
del Señor; la reproduce y la refleja, porque está en comisión permanente
con la fuente misma de esa vida[...]. Para san Pedro, en esta asociación con
Cristo consiste la vocación misma de los cristianos[...]. Para san Pablo, la
«ley de Cristo» (Ga 6, 2) es una ley orgánica que hace vivir al creyente a
ritmo de la vida del Salvador muerto y resucitado. El despliegue de la exis
tencia del neófito -injertado en Cristo- se verifica necesariamente si
guiendo un doble proceso: una necrosis por la que los sufrimientos Y la
paciencia de Cristo sobreabunda en él (2 Co 1, S; 2 Ts 3, 5) y correlativa
mente una symbiosis vivificación y resurrección incesante producida en l
por la gracia omnipotente del Señor de la gloria (2 Co 6, 9; Flp 3, 10).
Asi,
pasando por la muerte para llegar a la vida, se pone de manifieStº la pre
sencia y la acción de Cristo» (Teología Moral del Nuevo Testamento, II, 785).

e) Estructura psíquica del sujeto moral


. . s se trata no solo de de
E s evidente que esta cuestión es decisiva, pue . , de los casos
1
tectar los casos patológicos, sino de conocer la psico º1gia culiar forma
Inás ·d ,. d Os en los que a pe
d comunes y de otr s más acci enm '. E evidente que el
1
e ser de cada uno e .plica y condiciona la vida mor· s1 modo de com
conocillliento del ,<forma de ser» ayuda a «
discernlfe Portarse».
Teología Moral
138 este apartado dedican arnp}.
. algunos mor alistas en . l . . los
bre las diversas c asificacion
te motivo,
P r es exponer las distintase . t orfas so es
ac1osa 1 carácter, los factores de la. herencia, et c.
P í t 1 · c as en tornoa d ' fic u lta d es . La pnmera es quela
yescaracter s pocas i
b e·n esto encierra no mbiantes. «Plur al es», porque se re
Ahora 1, 1 rales y ca b • ·
, ps1·cológicas son pu t s entre sí y «cam iantes», porqu
onas en diversas Escue_1ªs divergen
tearetn . e
tiempo '
limitado: pronto son negadase
P . n Vigencia un d p . 1 í ,
las afumaciones tiene d , las Escuelas e sico og a estan muy
y sustituidas por otras.A e asinterpretación del ser del hombre está
ideologizadas, de fo malqu,e ;e escuela. No obstante, el moralista debe
. da por la ideo og1a .
condi c10na . ló . más comunes y que constituyen ya un pa-
conocer los datos ps1co g1cos
trimonio de la Psicología. , .
supues Antetola 1. mpos1la
· oa·
'bili'dad de detenerse en este tema, aqu1 se re.m. ite a un
consideración de la persona como ser espintual, en
PreV I
· b'
razón de la animación del cuerpo por el alma. Como es sa ido, el alma
no es una realidad admitida exclusivamente por el cristianismo, sino que
es patrimonio común de las más diversas culturas: solo es negada porlas
corrientes materialistas, movidas casi siempre por ideologías previa
mente asumidas más que por rigor filosófico interpretativo del ser hu
mano. Cuestión aparte es definirla, pero esto tiene una explicación co
mún, dado que, por su naturaleza como realidad simple, el alma humana
no tiene partes, consecuentemente, no cabe imaginarla: lo simple cabe
comprenderlo, es posible tener de ello un concepto claro, pero no imagi
narlo, pues no debe identificarse lo simple y el concepto. La imagen es
extensa, el concepto no· 11O •
la I . ' , po r es un error identificar el concepto con
.
magen. e
Por esta razón santo To á fi
rea dificilísima> (D,
no cabe acceder
>
. m sª
e ventate 'd·
ma'
rma que «definir qué es el alma es ta-
q 1o' ª·8 ªd 8) Y que se conozca a sí misma
(s um. Teol., I, q.
87 . s que
I) E
espués d
e «una muy sutil investigac1on»
,•
d fi · · ' ª · · n tales c 1
e m c ión conceptu al - - d asos -cuando no es fácil obtener ª
s · , ana e el Aq ·
us pr p1as Y específicaso e:r . u1nate, cabe recurrir a sus efectos ya
Pu s •en, a la persona hup ac1ones (De veritate, q. 1 O, a. 8 ad 8 ; a .
9). atnbmrie cu t mana, en su l'd d be
huma .l a ro operaciones fu d ca i a de su ser espiritual, ca
mora l a- a auto-reflexión, de la qn amen ales o características del alma
, auto-pos , • ue se ong· l al y
dad de Ja VI'd eSzon, que indica .
1a n quez ina a conciencia intelectu .
bertad, y
la a
psfqu · l a auto-det
• ca;
. ª Y, en ocasiones, la l i-
.
norma
, auto-c0 ,rz . ennznac· d 1 1I-
ps1quicas, la socialid unzcación, que fu zon, e la que se originaa s
El conocim 1 · ad. ndamenta, entre otras riqueza
.P 1ica por med. dento de 1 a1rna h
10
1 e es umana
co ogfa, pero ademá as cuatro opera . ' cuya naturaleza se define y e -
s Prest ciones f 1 psi·
ª
' avorece el estudio de a
una val ·
ª
i osa ayu d a que el hombre 5·1g9
El sujeto moral
139
un equilibrio psíquico que le facilite el dominio de su n· .
.
'b'l'd d . . queza 1ntenor y
con ello, la pos1 11 a. de adqu1nr una rica vida moral (cfr. I, 441_45 _0 '
En resumen, el
su¡eto moral es la realidad del hombre
. concret o, «uno
en cuerpo y alma», «social por naturaleza», ser «histórico» que, «elevado
al orden sobrenatural», posee una «peculiar estructura psíquica». Es
este hombre concreto el que realiza actos «buenos» y «malos», de
forma que es responsable de su propia conducta moral.
Pues bien, la primera condición para que «ese hombre concreto» sea
capaz de actuar moralmente es que sea consciente y libre. Conocimiento
y libertad constituyen la raíz de la moralidad (cfr. I, 451-456).

II. EL ACTO HUMANO EXIGE EL CONOCIMIENTO Y LA LIBERTAD

Actuar de modo humano demanda, en primer lugar, conocer la bon


dad o malicia de lo que se ejecuta y que el sujeto sea libre al momento de
ejecutarla. En consecuencia, el acto humano es moral cuando se realiza
con conocimiento y libertad.

1. Conocimiento

Dado que la racionalidad es lo específico del ser humano, para que un


acto pueda imputársele moralmente, se requiere que la persona sea cons
ciente de la acción que va a ejecutar, y que, desde el punto de vista ético,
advierta que es «buena» o «mala».
La «advertencia» ha de ser, pues, doble: debe ser consciente de lo que
hace; pero, además, ha de conocer la bondad o malicia de la acción que
ejecuta u omite. Es decir, no basta con dejar de asistir a la Misa en do
mingo o día festivo; se requieren, además, dos cosas: que se advierta que
tal día es domingo y que es obligación grave asistir. Asimismo, para co
meter un pecado contra la virtud de la religión, no es suficiente saber que
es pecado robar un cáliz, además debe advertir que comete un hurto sa
grado. Tampoco comete adulterio si quien tiene relaciones deshonestas
desconoce que la otra parte es persona casada, etc.
Al conocimiento se opone la ignorancia, lo cual acontece cuando se
desconoce que tal acción es buena o mala desde el punto d viStª mor:11. La
ignorancia es «vencible» cuando es fácil salir de ella mediante una infor
mación adecuada. Por el contrario, es «invencible» en el caso en que, pues-
tas las diligencias debidas no es posible salir de ella. . ,,
ª
Pero el «conocimiento'requeri.do» para l mor alidad de una acca1lon
adqu·iere en nuestra cultura ciertas d•ificultades,ªñadidas a las norm es
f Moral
Teologi a
nocer, el cual puede encerrar
le acto de co e1
140 ieza el.
sunP . .
con las que trop Son las siguientes. eración tiene a la razón, lo qu
error, la duda, etc.recio que nuest_ragóeny el escaso amor a la verdad que
El poco ap . e rmaci n d ' e
- l descuido por la inLo fecta a un sector e a1 cu tura atlán.
conllevae ales más graves quea
es. uno de losm ,, . E b'
ud ca e nuestro tiempo. ax
.
is mora
1 en las ideas eticas . sa ido la in.
.
s
.
- L a ·nfluencia de a pr 1 . vi·da entre conocimiento teóricoy
l doctnna Y '
terrelación que existe entre bº en ocasiones, una vida moral desorde.
rá. t o Pues ien, b . 'fi
conocimiento p c ic'deas · mora es bien , porque se usca 1 una 'd Justi cación
l
nada influye en as i más grave au 1 , n, porque la « ma a v1 a» oscurece la
a la mala conductaº'.
. .
• · capacita para alca nzar la verdad (cfr. . I, 457-460). ,
mtehgenc1ae in no se da el conocimiento claro o esta muy
1os que
- Existen
. casos, • 'd llevar a cabo «actos humanos». p or eJemplo:
en .
disminmdo, lo que impie . f,,
los a di ctos a 1a droga O al alcohol' los habituados . ,, a ciertos
f arrnacos, los
estados psicológicos dominados por la depres1on, los en ermos 1pocon-
driacos, los estados de ansiedad, etc.
- Cada día es preciso enumerar más casos en los que cabe hablar de
«ignorancia invencible». Dos circunstancias aumentan esta situación.
Primera, el gran desconocimiento que existe de las verdades cristianas y,
especialmente, de los principios morales. Segunda, las ideas que se expo
nen en la enseñanza de la religión, en las catequesis, etc. Una época cul
tural cristiana Y de enseñanza homogénea aminoraba notablemente los
casos de «ignorancia invenciblemente errónea». Pero en la actualidad
pued en encontrarse en 't . ,,
. esa s i uac1 o n personas que han sido adoctrinadas
moral cn
nical •stiana,
eqmvocadamente . ª d es
y quiz,
tales como l d0ebl· 1ª .in,f · anc1a en . temas importantes de la•
O .,.1,_._ ª . igacion de asistir a la Eucaristía dom1-
w10s aspectos de la m al al
Para estas y en t . or s xu o económica, etc.
otrass u ciones sigue teniendo validez la distinción
clásica entre pecado 1 f 1
·
acto se rea1· iza con con · •
«material» ªy pee d0 « ormal»· este supone quee
los d d st ocim1ento y l1'b · 0
os e e os requisitos. ertad, aquel es el que le falta uno

2. Libertad

La acción mora}
se ejecuta . ' además d
be , l'Cqu1ere, ade e conocer lab ue
de
moralidad dla voluntad · Larnás,
Üb el «canse t· .
n 11n1entandad o malicia del actoq
• 1 b· .
qeu l l'1b ert
ª
e und acto ·l a acc
ertad
1·ó
es el el emento»., Para ello se exigea de1 a
O
pierde el ª se ve lirnit d n que seU mas determinante 0
Carácter de «rn a a o anulad eva a cabo de modo violento
oral» (Vs, 31). a Por la Pasión, el miedo, etc-,
El sujeto moral
141
La libertad es un tem. a lleno de
aporías Las difi ' cult a es surgen a
·
d
cada paso, por lo. que e. xhisten muchos errores en torno a ella·. es e 1os
d
d
que niegan su existenci a as t a lo s que demandan una libertad absol ut a.
. . ,. d
Algunos con funden la limitacion e la libertad con la heteronomíay h
quienes, en aras de la libertad, pretenden demandar para el hombre u:
libertad sin limitación alguna, a pesar de que el hombre como tal es un
ser limitado. Otros reclaman las libertades formales O reales (libertad de
pensamiento, política, etc.) Y no cuidan la libertad personal O la niegan,
y, al contrario, hay quien defiende la libertad del individuo, pero niega
las libertades formales... El contorno de las ideas falsas en toda esta te
mática se agranda, porque nuestra cultura y el hombre de nuestro
tiempo es particularmente sensible a la libertad (cfr. I, 468-479).
El hecho es que algunos de estos equívocos han salpicado la moral
teológica, lo cual es grave, porque en el recto sentido de la libertad se si
túan hoy no pocos problemas morales:

«Los problemas humanos más debatidos y resueltos de manera


diversa en la reflexión moral contemporánea se relacionan, aunque sea de
modo distinto, con un problema crucial: la libertad del hombre» (VS, 31).

Para nuestro intento, después de admitir que el hombre es libre y


que la libertad es la capacidad de autodeterminarse, para la ciencia
moral conviene precisar la íntima relación que existe entre libertad-
verdad, li bertad-ley y libertad-bie n. Estos tres binomios son
especialmente consi derados en la Encíclica Veritatis splendor, dado que no
solo son negados por algunas comentes de pensamiento, sino que en ellos
se centra el ver dadero sentido de la libertad en el campo moral.

a) Libertad y verdad

La libertad dice relación a la verdad y está subordinadaª ella. La ra


zón es obvia: la decisión del hombre no puede ser arbitraria, sino que
debe respetar el orden objetivo que responde a la verdªd de lo real. d d
En el orden moral esa íntima relación entre la lib_ertad Y lave .;
viene dada porque la libertad no es un valor absoluto _q e crea 1as re z ª
des
l de bieny de mal ' sino que ha de respetar lal objetividad
· · t 1· de· a los
etcva no
or,les.
os
ª mentira, el homicidio, el adulterio, el robo, ª inJ S · ·dz brar hu-
crea la libertad, sino que son realidades objetivas ene
>114 d
º" enhe obloy son
no, lo mismo que es real en el or confí. ue la voz
en bqsico
',
a
re ales en el
real reso O son tam 1en
es en el orden ideal las ideas que exp bl te y si el hombre
ºrden afectivo los sentimientos que expreso al ha ·
Teología Moral
142 . pos del ser, también debe recon
. .d esos cam al o.
haede acep tar la objetivida1 en En tal caso,
el
la libertad,
sentido de las
respetar
pa la bras la
de
verdad,
Jesús·
cerfila len los valores moraaleza es. Este es 32) ·
a su misma natur .d d hará libres» (Jn,8 .
es d d la ver a os . 6 b
« C
onoceréisla ver a y
fu d en tale s s u y b acen en esa d l n a dsoluta de
concepc1
Dos errores n am . h t i'ndependizarla e a ver ad objetiva•
bº f1viza as a .
la libertad, que la su e d ali.dad tal como queda consignado en
t n{voco e re , .
Primero, el concep Ou .6n de la objetividad y universalidad de la
, N. s gundo la negac1
el capitu1o • e ' , .a consecuencia, pues, de un modo gené-
1
d,adcabría e sigue como og1c .
ve
rico, ques afirmar
. que 1a ve rdad es la «lectura» intelectual de la reali-

da. dE n e1eetc o, si· «lo real» es solo la «realidad, m• aterial» •Y los valores mo-
rales son subjetivos, solo existirá la «verdad física quei terpre_ta la rea-
lidad material; el resto serán opiniones que cambian segun el tiempo, el
lugar o el sujeto que las interpreta.
Ahora bien, cuando la razón descubre los valores morales, que en sí
mismos son reales, con independencia de la libertad del hombre, si la li
bertad acepta ese orden objetivo real, entonces adquiere su más alto
rango, dado que descubre y acepta la verdad, como expresa la sentencia
bíblica (Jn 8, 32).

b) Libertad y ley

La íntima relación libertad- d d ,. ,.


brir el error que se ocu1ta cuando verª es tambien la solucion para descu-
sostienen algunosa t h se contraponen ley y libertad tal como
, u ores. A ora bi l . ,
o bstáculo para vivir la libertad . en, as _normas Justas no pueden ser
tad descubra dónde está 1 , sino más bien una ayuda a que la volun
Y optar libremente. n os valores morales por los que debe decidirse
Cabe decir más 1
plantearla e ' ª falsa antinomia . b
ley n una concepcio'n l entre hbertad y norma solo cae
representa 1 vo untar· d l
fruto de la r« eectacapricho
razó del legislad ispta e la·1 ley, es decir, cuandoa es
les de la pe rs n» Y trata o r er si a ley es justa porque
de ·
0 ra-
0 na o de1 0
be Proteger
, 1
rtad, sino que1 ªconvivencias . os verdaderos valores m
iu
dad de los valor a enaltece, dado ocial, entonces la ley no coarta la li-
ley divina, ento:d_la Personay la l y le ayuda a descubrir la ver·
s a hbertad adqui·eª sociedad. Y, cuando se trata de la
«<La re su 01"" . . .
e . CUestión funda Clhima dignidad:
ular intensidad »1ental u
es decirl es la rela . q e las teona rti·
, a cuestión del c16n entre la lib s modernas plantean con p s
a relación ent rtad del hombrey la ley de p1 '
e cr1s·
re liben d Y verdad. Según la
ª
El sujeto moral
143
tiana y la doctrina de la Iglesia, solamente la lib rt d
Verdad conduce aa1 persona h umana a su verdadero
. 1 ,, d
e b.ª ien.queElseb'ien
somete a I ª
de la per-
sona consiste en estar ena ver ad y en realizar la Verdad» (VS, . )
84
E s preciso tener a la vista que esta dificultad perd
tos ·empo, pues no po c . ura en nuestro
I
. d . autores siguen contraponiendo la l'b rt d h
A I e a u-
mana con las le es. 1vinas. esta dificultad el papa Benedicto XVI res-
ponde en estos terrn1nos:

«Entre la ley de Dios Y la libertad del hombre no hay conrta d iccóin:


la ley de Dios rectamente interpretada no atenúa ni mucho menos elimina la
libertad del hombre; al contrario, la garantiza y la promueve, puesto que,
como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, «la libertad alcanza
su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza» (n.
1731). La ley moral, establecida por Dios en la creación y confirmada en la
revelación veterotestamentaria, tiene en Cristo su cumplimiento y su gran
deza. Jesucristo es el camino de la perfección, la síntesis viva y personal de
la libertad perfecta en la obediencia total a la voluntad de Dios. La función
originaria del Decálogo no fue abolida por el encuentro con Cristo, sino lle
vada a su plenitud. Una ética que, en la escucha de la revelación, quiere ser
también auténticamente racional alcanza su perfección en el encuentro con
Cristo, que nos da la nueva alianza» (Discurso a los miembros de la Pontifi cia
Comisión Btblica, 27-IV-2006).

e) Libertad y bien

También este binomio obtiene la síntesis en la relación que exi ste en


tre libertad y verdad. Si la voluntad debe optar Y autodeterminarse, debe
hacerlo por el bien y no por el mal; es decir, debe ser fiel a la verdªd Y no
al error.
El hombre puede hacer el mal, ti.ene capac·idad para .hacerlo,
fí sica
, .
,. 1
pero no debe pues la libertad se si tua no en
l «poder físico.»' sindo en e
e
' . ·a de la liberta con-
« deber mora l». Lo cual quiere dec ir que 1a esenci
1
s ist e en determinarse por el bien y, cuando se decide p r el ma_ b,s pher:
· , d Aquino escn e. « a
vierte. Tomado de los autores clásicos, Tomas e 11 tan solo
e l . . parte de e a, sino
ere mal no es la libertad, ni siquiera una . XXII. 6· 24 3 ad 2 ).
una señal de que el hombre era libre» (De ven tate, ' ' '
y san Agustín escribe:
. [ ] como el homicidio, adult-e
. •La primera libertad es no tener delitos d sacrilegio y otros pa
···&-
no, alguna inmundicia de fornicación, hurto, au e,
Teolog(a Moral

144 . tener tales delitos -y el cristian


.
rec1dos. C ua ndo el hombre. emp re aM tar la cabeza hacia
b la llibertad; Peroo
nza a levan
no d ebe e ometerlos- , com1 e rfecta» (Tratado so re e Evangelio de
.
esta es una libertad incoa
d a no es pe

' libertad del santo, que, pudiendo hacer el


San Juan, 41, 10. )
La libertad perfecta será :esconoce la esclavitud que engendra el pe-
mal, no lo comete, con lo qu
cado. . d físico» y el «deber moral» es lo que per-
Esa distinción en_tre el «po er nvivencia de libertades, donde se limi-
. 1 vida social sea una co d .
mite que ª d espetar la libertad de to os y a no imponer
tan mutuamente en or ena r
erá siempre la tiranía 1 má s fu erte od e1 mas
de ,
la libertad de poder, que s
inmoral.

m. LA LIBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS

Si la libertad es el primer supuesto de la vida moral, es lógico que


plantee muchos problemas a la ciencia ética. Pero no es posible
dete nerse a tratarlos todos (cfr. I, 479-483). Los aquí expuestos son los
más decisivos en el campo teórico.
No obstante, es preciso tratar brevemente el hecho de las consecuen
cias que se siguen al actuar libre del hombre. En efecto, la libertad hu
ma no solo influye en actos puntuales, sino que, con frecuencia, de la
1

h concreta se siguen consecuencias que superan el
querer lillc1al que motiva la acción.
Los manuales clásicos' en un estu d'10 casuístico en exceso, estudia· an
e 1te mad e las consecuencias 1
luntario · en tres temas entre sí relacionados: e «vo-
1n causa» el «volunt . . d' d ble
efecto ». No con c ue'd r an o ano s aut in 1recto»
d ' y la «acción de 0
Aquí distinguimo
· ón s ta 1 d ores en 1stinguir esta triple
situac i ·
. n so1o os el
«acc ión de doble ef ect ·
d · y la
enom mado «voluntario in causa» .
se identifican. o»,ª pesar de que ambos, con relativa frecuencia,

l. El «voluntan .
o m causa»
Norn-....,_
""&e:Ulnente
c ulpable».
&
No se sepa 1 icaa los casos en a. in•
dan seguu-g d
que el efec 8e u acción, sino
se impute al eguido (no querido t a:
trata de juzgar to d
1
que se actúa con
consecuencias remotas c1 e-
«ignoranque
so O de los efectos inmediatos. d )
agente se requiere q pero que se sigue de la acción realiza
;2

El su je to moral 145

a) que el agente, al menos en confuso, haya previsto el efecto malo;


b) que el agente haya podido remover la causa de tal efecto o evitar la
acción;
c) que el agente tenga el deber de impedir o de no causar tal efecto
malo.

2. La acción de «doble efecto»

El tema que plantean es relevante: se trata de si se debe imputar al


hombre un efecto previsto, pero no querido, o si es lícito poner un acto
del cual se sigu n dosefectos , uno bueno y otro malo, ambos previstos y
aun si cabe actuar cuando es fácil que de la acción, además del efecto
bueno, se puedan seguir consecuencias malas desde el punto de vista
ético.
Si bien son situaciones distintas, dado que al menos no es lo mismo
que el efecto malo sea o no previsto, con las salvedades debidas, se puede
tener en cuenta la doctrina clásica sobre las cuatro condiciones que se
re quieren para actuar cuando de la acción se siguen dos efectos, uno
bueno y otro malo. Son las siguientes:
- Que la acción en sí sea buena o al menos indiferente.
- Que el fin que se persigue sea obtener el efecto bueno y simple-
mente se permita el malo.
- Que el efecto primero o inmediato que se ha de seguir sea el bueno
yno el malo.
- Que exista causa proporcionalmente grave para actuar.
No siempre es fácil interpretar cada una de estas condiciones, de he
cho tampoco concuerdan los autores. Por ello será el sentido moral de
una conciencia rectamente formada la que iluminará algunas situaciones
en verdad complicadas (cfr. I, 483-495).

Conclusión: La doctrina sobre la libertad es rica y compleja. Pero


sabe más de la libertad el que la vive que el profesor de metafísica o el
moralista que teorizan sobre ella. Lo decisivo es su ejercicio. La práctica
moral demanda que el hombre se esfuerce por adquirir su condición de
ser libre, dado que, como todas las grandes realidades humanas, la liber
tad no es algo adquirido, sino que se conquista con su ejercicio. Por
eso, la vida moral es el mejor medio para alcanzar una alta cota de
libertad personal, aunque siempre -por ser humana- será su libertad
limitada o, como se dice, una «libertad situada».

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