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VIOLANDO A LA

JUSTICIA

El trabajo del dibujante Zapiro "Violación de la señora justicia", por ejemplo, muestra al ex
presidente sudafricano Jacob Zuma preparándose para violar a una mujer llamada "Sistema de
justicia" que está siendo retenida por miembros de su partido, el Congreso Nacional Africano.
Una cabeza de ducha que gotea sobresale de su cabeza en referencia al testimonio de Zuma
durante un juicio por violación en 2006 que se duchó después del sexo para protegerse del VIH.
Según Zapiro, la caricatura representa el "abuso del sistema de justicia" y se inspiró en los
intentos de evitar que un caso de corrupción contra Zuma llegue a los tribunales. La caricatura
rápidamente generó controversia, con quejas ante la Comisión de Derechos Humanos de que
era difamatoria, racialmente cargada e insensible en un país donde la violación es
"desenfrenada". Zapiro justificó su imagen afirmando que "el significado de la caricatura es
obviamente metafórico", mostrando el "abuso del sistema de justicia, no de una mujer real".
Pero incluso si estas metáforas de violación satirizan el poder, también están creando más
desequilibrios de poder. Zapiro juega deliberadamente con el caso de violación anterior de
Zuma, utilizando las experiencias de la víctima para hacer un punto político más amplio. La
violación del demandante se convierte en la violación de todo el sistema de justicia. Ella se
transforma en la figura de Lady Justice al mismo tiempo que su violación se emplea como
vehículo satírico. La explotan doblemente, primero como víctima de violación y luego como
metáfora.
ANALIZA LA REALIDAD PLANTEADA POR LA IMAGEN DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS SOFISTAS
1.1 LOS SOFISTAS: RELATIVISMO MORAL

La reflexión sobre la moral empieza con los sofistas que protagonizaron


los diálogos socráticos de Platón: Protágoras, Hipias, Gorgias, etc., donde
los presenta en continua polémica con Sócrates.

Una de las consecuencias de las guerras médicas que enfrentaron a


Grecia con Persia fue la extensión del derecho a la participación política a
la totalidad de los ciudadanos libres: la democracia.

La democracia (gobierno del pueblo) alcanzó su mayor desarrollo en la


época de Pericles (s. V. a. C.), durante la llamada Ilustración griega, en la
que la razón pretende resolver las preguntas más importantes.

Los cambios propiciados por esta época de esplendor favorecieron que la


filosofía dejara de lado la reflexión sobre la naturaleza, propia de los
presocráticos, y diera un giro antropológico.
El ser humano y su dimensión social (educación, ética y política) se
convirtieron en el centro de la reflexión filosófica. El tema fundamental es
el nomos, la ley, la norma que ordena las relaciones humanas.

La aparición de la democracia supuso el fin de los privilegios de la


aristocracia al frente del gobierno político. El poder ya no reside en una
minoría, el pueblo asume el poder y las decisiones se toman en la
asamblea (ekklesía) y en los tribunales populares de justicia.

La retórica y la dialéctica se convierten en herramientas fundamentales


para poder persuadir a la asamblea de la idoneidad de los argumentos
expuestos.

Los sofistas, los que se consideraban sabios (sophos), se convierten en


los primeros educadores profesionales, preparaban a sus alumnos para la
vida activa de la polis, enseñando la excelencia (areté), que incluía el
dominio del lenguaje y la habilidad retórica.

Para los sofistas, la excelencia o areté no era exclusiva de los aristócratas,


sino que todas las personas podían alcanzarla mediante la educación. Con
esfuerzo y práctica cualquier ser humano podía adquirir la excelencia
propia del ciudadano de una democracia.

Los sofistas, aunque extranjeros de nacimiento, ejercieron su magisterio


en Atenas. En sus muchos viajes conocieron las normas y costumbres
propias de cada pueblo. Las diferencias entre ellas les llevó a la conclusión
de que las leyes (nomoi) son fruto de la convención social, surgida del
pacto o de la imposición.

Las normas no surgen de la naturaleza, de una verdad absoluta o de un


orden divino, como defendían los aristócratas para justificar su poder en
función de su linaje, de ser así serían comunes a todos los pueblos.

Para los sofistas no existe una verdad absoluta, sino una verdad relativa y
convenida que tiene su origen en el contexto social, político y cultural de
cada pueblo.

Los sofistas son los encargados de introducir el escepticismo y el


relativismo en el pensamiento occidental, cuestionando la rigidez de ciertos
conceptos.

Las ideas sofistas implicaban una transformación de los valores


tradicionales, ya que, negaban las creencias basada en un orden divino y
afirmaban su origen humano; lo que favoreció el desarrollo del
agnosticismo.

También apuntalaron el debate público como forma de acordar las leyes


que debían regir en la ciudad. Mostrando como la confrontación de ideas
favorecía la renuncia a unas creencias incuestionables, al dogmatismo.

Protágoras (490-410 a. C.) nació en Abdera pero desarrolló sus


enseñanzas en Atenas, fue amigo de Pericles, ciudad en la que al final de
su vida fue acusado de ateísmo, desterrado y sus libros fueron quemados.

Protágoras mantenía que “el hombre es la medida de todas las cosas”, ya


que no todos percibimos las cosas de la misma manera. Un soplo de aire
para unos provoca bienestar y para otros frío, lo que es bueno para unos
pueblos es malo para otros, etc. Cada ser humano, cada pueblo, tiene una
experiencia distinta de las cosas.

El ser humano establece qué entiende por bueno y malo, o separa lo justo
de lo injusto; pero, como los seres humanos no piensan igual en todas
partes, ni en todas las culturas, no es posible hablar de verdades
absolutas.

Esto no significa que no podamos distinguir entre cosas mejores o peores.


Protágoras defendió un examen de los aspectos positivos y negativos de
las cosas, lo que denominó antilogías, para, en función de ello, valorar lo
que es mejor.

Para Protágoras, la capacidad de distinguir entre lo mejor y lo peor era


posible y podía ser trasmitida a través de la educación, que permite
enriquecer el intelecto mediante criterios reflexivos y críticos con los que
aprender a medir y valorar las cosas.

Los humanos se constituyen como tales dentro de un determinado orden


social. Antes de que existe ese orden, se presupone un hombre presocial,
un estado de naturaleza.

En Protágoras está el germen de lo que siglos después se llamará


“contrato social”. La idea de contrato justifica la necesidad de las
convenciones morales y políticas para vivir en sociedad.

A diferencia de las leyes de la naturaleza, que son physei, las leyes


políticas y las normas morales son nómos, convencionales, opinables;
pero esto no impide que exista cierta igualdad natural que permite aspirar
a una moralidad común.

Protágoras también platea un tema fundamental de la filosofía moral: ¿los


valores morales son universales o son valores culturales?

Parece que para el sofista las bases de la moral son universales pero la
manera de adquirirlas y desarrollarlas es interpretada de diversas formas,
dependiendo de las peculiaridades de cada tiempo y lugar.
¿Hasta dónde es posible hacer concesiones a lo cultural sin que se
resienta la igualdad de todos los seres humanos? ¿Cómo compatibilizar la
universalidad moral y la relatividad de las costumbres?

Gorgias (485-389 a. C.) nació en Leontinos pero vivió en Atenas.


Radicalizó el relativismo sofista al afirmar que nada podía ser conocido ni
transmitido.

Para Gorgias, en el caso de que algo existiera, no podríamos conocerlo, y


aunque llegáramos a conocerlo, no podríamos comunicarlo; por ello, la
actitud más sensata es la duda permanente

El escepticismo de Gorgias es expuesto en su negación de toda verdad


objetiva, consecuencia de su visión del lenguaje, que solo es capaz de
realizar construcciones imprecisas y parciales de cómo son las cosas.
Esta carencia absoluta de referencias en el mundo favorece que cualquier
cosa pueda estar permitida; ya que, para Gorgias lo más importante es la
retórica, la capacidad de persuasión que tienen el lenguaje y los buenos
argumentos.

Gorgias parece anular esa capacidad de distinción para valorar las cosas
en la que cree Protágoras, lo que favorece la aparición e imposición de la
tiranía del orador más seductor en los juicios y asambleas públicas.

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