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PENSAMIENTO Y LENGUAJE
Luis Rodríguez (lrodriguez@umh.es)
Introducción
La psicolingüística
Caracterización de la psicolingüística
Lingüística y psicolingüística
El lenguaje como habilidad innata y específica de dominio
Lenguaje y pensamiento
La pobreza del estímulo
La creación de lenguaje
Lenguaje y comunicación animal
Disociaciones entre lenguaje y otras habilidades cognitivas
Lateralización del lenguaje y aprendizaje
Competencia lingüística: Lo que saben los hablantes y los oyentes
Fonología
Léxico y semántica
Morfología
Sintaxis
Pragmática y discurso
Evolución de los modelos de competencia sintáctica
Teoría sintáctica en los años 60: gramáticas transformacionales
Teoría sintáctica de los años 70 y 80: principios y parámetros
La teoría sintáctica en los años 90: modelos minimalistas
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INTRODUCCIÓN
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de problemas o la creatividad artística, el lenguaje es relativamente
accesible como objeto de estudio.
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Tradicionalmente, los psicolingüistas han abordado tres cuestiones
fundamentales:
LA PSICOLINGÜÍSTICA
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basados en el mismo diseño computacional complejo, que emerge en todos los
niños normales y en todas las sociedades, independientemente de que éstas
sean muy o poca avanzadas tecnológicamente.
El diseño del lenguaje está basado dos principios básicos (Pinker, 1994): la
palabra y la gramática.
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pronombres con género masculino “él” y “lo” concuerdan con los antecedentes
de género masculino “Pepe” y “coche”, respectivamente.
Caracterización de la psicolingüística
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para producir y percibir el lenguaje. Los problemas a investigar son, pues, los
relacionados con la adquisición, comprensión y producción del lenguaje.
Por el momento no existe consenso sobre cuál de las dos perspectivas explica
mejor el proceso de adquisición, aunque la balanza parece inclinarse por los
defensores de una tesis innatista moderada:
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lenguaje natural, pero que esta habilidad va desapareciendo con el
tiempo (Jusczyk, 1995 y 1996); aproximadamente, a los doce meses el
niño ya sólo sería capaz de discriminar los sonidos de la lengua
materna.
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En definitiva, desde la percepción auditiva de una secuencia de sonidos hasta
la comprensión de un mensaje lingüístico, ocurren multitud de operaciones
complejas, entre las cuales puede distinguirse una jerarquía de niveles de
procesamiento. Pero, ¿estos niveles explicativos se reflejan realmente en
procesos psicológicos diferenciados, ¿se corresponden los niveles de análisis
descritos con componentes distintos de procesamiento?, ¿existiría una
jerarquía de procesadores especializados: uno encargado de identificar
sonidos, otro de reconocer palabras, otro de realizar análisis sintácticos, otro
del procesamiento semántico y otro de aplicar las reglas pragmáticas?
1. Conceptualización.
2. Formulación (plan lingüístico).
3. Articulación (plan motor).
4. Auto-seguimiento (¿hemos dicho lo que pretendíamos decir y tal cómo
queríamos hacerlo?)
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Uno de los problemas más importantes de la producción del lenguaje es el
desconocimiento sobre el código del pensamiento inicial (¿cuál es el lenguaje
del pensamiento?). No obstante, existen dos modelos alternativos para explicar
la producción lingüística:
1. Los modelos seriales indican que el proceso puede verse como una
secuencia de etapas, cada una dedicada a un nivel de planificación
lingüística: comenzamos con la idea general de la expresión, que recibe
posteriormente una organización sintáctica y una recuperación léxica de
las palabras concretas, para finalizar con la identificación de las
características fonéticas de la expresión (Garrett, 1975, 1980 y 1988;
Igoa, 1996; Levelt, 1989).
Lingüística y psicolingüística
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que existe una gramática universal basada en principios innatos. Argumentan
que los seres humanos han desarrollado un órgano mental para el lenguaje,
que es exclusivo de nuestra especie, de igual manera que la habilidad para la
localización de ecos es única en los murciélagos o la de tejer telarañas en las
arañas (Pinker, 1990 y 1994).
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posibilitar el aprendizaje del lenguaje. El enfoque funcionalista comparte
muchas ideas con el constructivismo de Piaget.
Todos los niños normales adquieren el lenguaje sin esfuerzo. Sin embargo,
ninguna otra especie animal parece ser capaz de aprender lenguaje, ni siquiera
con esfuerzo. Aproximadamente a los tres años, antes de comenzar la
educación formal, los niños comprenden y producen frases gramaticalmente
complejas. Una creencia popular arraigada consiste en creer que los niños
aprenden el lenguaje imitando lo que dicen los adultos y utilizando estrategias
generales de aprendizaje, similares a las que emplean para aprender
matemáticas, escritura o piano. Sin embargo, aprender una lengua no puede
equipararse a aprender un vocabulario o memorizar palabras (parejas
estimulares objeto-símbolo): exige dominar las restricciones fonológicas,
morfológicas y sintácticas.
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Según la concepción innatista, se supone que el sistema subyacente al
proceso de adquisición viene pre-equipado con los requisitos necesarios para
establecer representaciones lingüísticas. El enfoque empirista no admite tal
conocimiento específico en el sistema, sino que el niño sólo dispondría de
mecanismos de procesamiento generales para enfrentarse al ambiente
estructurado de forma compleja. Conductistas y piagetianos argumentan que
aprendemos a hablar de la misma forma que aprendemos otras destrezas (vg,
montar en bici o jugar al ajedrez). Somos capaces de hablar porque tenemos
una mayor capacidad de aprendizaje que otros primates, pero no porque
dispongamos de algo especial en cuanto al lenguaje. Los niños serían
recompensados cuando hablan correctamente y reprobados cuando comenten
errores.
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aprender sin esfuerzo dos lenguas si luego, siendo adultos, aprender una
segunda lengua requiere un gran esfuerzo? ¿Cómo aprenden los niños una
lengua si no se les enseña de manera específica con una instrucción formal?
Las producciones del lenguaje que reciben los niños tienden a ser informales,
irregulares y contienen errores como falsos comienzos, frases incompletas, etc.
¿Cómo pueden los niños inducir una estructura subyacente bien definida –
gramática- cuando el input es tan pobre? Los adultos, e incluso los niños,
hablan a los bebés usando frases cortas, marcando los límites de cláusulas,
con frases claras: se trata del “lenguaje materno” (Newport, 1977; Gleitman,
1984). Sin embargo, el input que reciben los niños es pobre, en el sentido de
que no contiene el nivel estructural profundo de la gramática que, sin embargo,
sí evidencian en su lenguaje. O los niños vienen pre-equipados con tal
conocimiento gramatical o el lenguaje materno sólo serviría para agravar el
problema y a imponer el techo del desarrollo lingüístico del aprendiz.
Desde el inicio, los niños tienen sesgos atencionales hacia los datos
lingüísticos: los bebés atienden preferentemente los sonidos del lenguaje en
comparación con otros inputs auditivos, requieren sólo unos pocos días de
input para distinguir ciertas características de su lengua materna de otros
lenguajes, y son sensibles desde muy temprano a muchas características
abstractas y dependientes de estructura.
Algunos niños con retraso cognitivo severo adquieren el lenguaje tarde, pero
sin entrenamiento; mientras que los chimpancés más inteligentes, a pesar de
tener capacidades representacionales ricas, aprenden como mucho cadenas
de items léxicos, después de mucho entrenamiento (Gardner y Gardner, 1969)
o una forma muy simple de lenguaje (Premack, 1986). Esto implica una
correspondencia uno a uno entre conceptos y símbolos arbitrarios,
posiblemente a través del uso de mecanismos cognitivos generales, pero
obviamente no es el lenguaje humano.
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Por otro lado, mientras que las habilidades generales de resolución de
problemas se incrementan con la edad, hay un período crítico en la adquisición
del lenguaje. La capacidad para adquirir una o más lenguas como hablante
nativo tiene su punto álgido en tempranamente en el desarrollo, entre la
infancia y la pubertad, después del cual disminuye radicalmente (Newport,
1989, 1990 y 1991). Cuando el niño se ve expuesto al lenguaje antes de su
pubertad, es capaz de lograr una fluidez y una competencia lingüística nativa
en dicha lengua, pero después de la prognosis va siendo cada vez peor,
deteriorándose cada vez más la habilidad para dominar el sistema
morfosintáctico, o para hablar una segunda lengua sin acento extranjero. Los
casos de deprivación sensorial y social severos, como el niño-lobo o niño-
salvaje de Aveyron, muestran que cuando el contacto con el lenguaje se
produce después del período crítico, ni el entrenamiento intensivo hace posible
lograr niveles de competencia estándar. En estos casos, ha sido posible la
adquisición de vocabulario y la comunicación, pero no llegan a desarrollar
pequeños detalles gramaticales.
Lenguaje y pensamiento
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pueden ordenarse de ambas formas, aunque el orden preferencial es S-V-O.
Por lo tanto, el pensamiento debe de ser neutral con respecto al orden
canónico de las palabras en una determinada lengua.
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− El problema lógico de cómo puede adquirirse una lengua sin que existan
previamente procesos de pensamiento complejos.
Todo esto sugiere que los mecanismos de aprendizaje que les permiten a los
niños internalizar la gramática de la lengua que se habla a su alrededor son los
mismos en todos los niños, innatos y específicos de dominio.
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del niño sigue siendo una de las justificaciones sólidas para postular la
necesidad de mecanismos específicos innatos para el lenguaje.
La creación de lenguaje
Otro caso fascinante de construcción de reglas es cuando los niños las crean
en respuesta a un input que no está gobernado sistemáticamente por reglas. El
caso más conocido es cuando convierten las lenguas “pidgin” en lenguas
criollas.
Los “pidgins” son lenguas auxiliares que aparecen cuando los hablantes de
diversas lenguas mutuamente ininteligibles mantienen contactos regulares y se
ven obligados a entenderse cotidianamente. Un ejemplo es la lengua que
utilizan los marineros rusos y escandinavos para realizar intercambios
comerciales, como el trueque de alimentos. Sin embargo, el surgimientos de
los “pidgins” a gran escala está relacionado con hechos históricos notables que
promovieron migraciones masivas. Dos de ellos son la creación de
comunidades de esclavos en las plantaciones de algodón de EEUU
procedentes de diferentes colonias africanas y, más recientemente, la
explotación masiva de plantaciones de azúcar en Hawai, que atrajo a
trabajadores japoneses, coreanos, portugueses, filipinos, etc.
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formas sistemáticas para marcar el tiempo verbal o para distinguir las
relaciones de caso, etc.
Las dos características más relevantes de los “pidgins” son la gran variabilidad
del orden básico de las palabras (que depende, en gran medida, de la lengua
nativa del hablante) y la pobreza general de recursos sintácticos, ya que no
dispone de palabras funcionales (artículos, preposiciones, pronombres, verbos
auxiliares, ...), por lo que no hay cláusulas subordinadas y frecuentemente se
omite el verbo.
Los hechos son incontrovertibles: en una generación, los niños que crecieron
en un entorno de hablantes de “pidgin” construyeron gramáticas mentales
uniformes, que les permitieron construir frases más complejas que las que
habían oído a sus padres. Los niños imponen una organización al entorno que
va más allá de la organización presente en las expresiones adultas a partir de
las cuales aprenden.
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Antes se pensaba que los lenguajes de signos eran derivaciones simplificadas
de los lenguajes hablados, pero actualmente se reconoce que el lenguaje
natural no está necesariamente vinculada al habla, y que los lenguajes de
signos son lenguajes naturales totalmente desarrollados.
La adquisición de los lenguajes de signos se parece a la de los lenguajes
hablados. Los niños sordos comienzan a “balbucear” signos (emitir signos sin
significado) durante el primer año de vida, y comienzan a producir “palabras”
con significado al final del primer año, tal como lo hacen los niños oyentes.
Diversos tipos de monos emiten gritos y gestos que anuncian peligros. Así, los
monos “brevet” de África Oriental o “totas” emiten 3 llamadas de alarma: una
para las serpientes, otra para las águilas y otra para los leopardos. Un mono
emite estas llamadas cuando ve uno de estos animales, y dispara una
respuesta apropiada en aquellos monos que la oyen. Por ejemplo, la llamada
del leopardo hace que los monos suban a un árbol, una respuesta que no sería
apropiada si el depredador fuese un águila. Sin embargo, no parece que estos
sistemas de llamada puedan elevarse a la categoría de lenguajes. No existe la
productividad del lenguaje humano. En comparación con las conductas de
comunicación de otras especies, los humanos somos enormemente flexibles,
porque los elementos del lenguaje humano pueden ser combinados y
recombinados productivamente de formas únicas y nuevas. Los monos
denominan una serie fija de estados de hechos, como los semáforos, a los que
elevamos a la categoría de sistemas de comunicación de información, pero no
le conferimos el grado de lenguaje. Un mono no podría transmitir a sus
compañeros la diferencia entre el peligro de un león y el peligro de varios
leones.
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Gardner y Gardner (1969) concibieron la idea de enseñarle a los chimpancés
una forma modificada del lenguaje de signos americanos, que tiene un
vocabulario y una sintaxis equivalente a las lenguas habladas. El chimpancé
Washoe logró utilizar signos, parece que incluso de forma espontánea, y
combinarlos en cadenas cortas de un modo no aleatorio. Estos resultados
prometedores sugerían en un principio que el lenguaje de Washoe podría llegar
a ser similar al de un niño. Sin embargo, al cabo de 3 años, los logros de
Washoe no superaron un nivel elemental. Mientras que los niños a los 3 años
de edad han logrado aprender miles de palabras y construir frases a partir de
una sintaxis abstracta, incluyendo oraciones negativas (“No soy Maruxiña, soy
Alba”), destrezas lingüísticas que se encuentran también en el lenguaje de
signos de los niños sordos; después de muchos años de entrenamiento con el
lenguaje de signos, Washoe no podía avanzar más allá de un nivel elemental.
Situándose en el nivel de un niño de 2 años.
Premack y cols. (1985, 1986 y 1983) trabajaron con Sarah, otro chimpancé, al
que proporcionaron 130 símbolos magnéticos para que los manipulase
directamente. Los resultados sugirieron que se trataba de animales muy
inteligentes: Sarah no tenía problemas con la característica del lenguaje
humano denominada “desplazamiento” (la habilidad para hablar de cosas que
no están presentes). Era capaz de utilizar sus símbolos para pedir algo que no
estaba presente; asimismo lograba distinguir entre cadenas de palabras que
diferían sólo en cuanto al orden. Lo que demostraba que era capaz de adquirir
algún tipo de sintaxis muy elemental. Premack sugirió que los monos sólo
llegan a adquirir dichos indicios sintácticos elementales.
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número de signos, utilizados casi exclusivamente para pedir cosas y sin
contener nadas que se parezca a la sintaxis, excepto quizá el orden de las
palabras y otras claves sintácticas simples. Esto contrasta con los niños,
quienes captan miles de palabras espontáneamente, las combina en
secuencias estructuradas en las que cada palabra tiene un rol determinado,
respetan el orden de las palabras del lenguaje adulto y usan frases para una
gran variedad de propósitos. Además, una de las principales características del
lenguaje es la creatividad: utilizando palabras aisladas podemos crear
estructuras simples (“La niña cantó”), frases complejas (“La niña cantó una
canción), frases de relativo (“La niña que toca la guitarra cantó una canción”),
convertirla en una oración interrogativa (“¿Cantó una canción la niña que toca
la guitarra?) o en una pasiva (“La canción fue cantada por la niña que toca la
guitarra”). Podemos también construir estructuras condicionales abstractas que
no han ocurrido (contrafactuales): “Si hubiera llovido ayer, habría llevado mi
paraguas”), en las que lo fascinante es que no ha ocurrido ninguno de los
eventos que se describen.
Por otro lado, el desarrollo normal del niño no es uniforme, sino que muestra
diferencias evolutivas entre distintos dominios cognitivos. Tales diferencias
pueden a veces ser bastante acusadas, convirtiéndose en disociaciones, como
en el caso de niños en los que se aprecia un desarrollo excelente, muy superior
a la media, de determinadas capacidades cognitivas (vg, el lenguaje), pero un
desarrollo muy mermado, o incluso deficiente, en otras (vg, razonamiento
lógico). Existen varios datos sobre disociaciones dobles que proporcionan
evidencia de que la capacidad para adquirir y usar lenguaje es relativamente
independiente de otras habilidades cognitivas.
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Los niños que padecen el síndrome de Turner, que se caracteriza por la
carencia de un cromosoma X, presentan déficit visuo-espaciales, pero unas
destrezas verbales relativamente buenas. Por el contrario, los niños con
síndrome de Klinefelter, que se caracterizan por un cromosoma X extra,
presentan déficit léxicos y sintácticos a la vez que un CI no-verbal normal.
Varios investigadores han indicado que algunos niños con ciertos retrasos
cognitivos muestran a su vez un desarrollo lingüístico bueno, caracterizado por
hiperlexia: niños con hidrocefalia, con síndrome de Williams y con retraso
mental de etiología desconocida.
Los trabajos con niños que padecen síndrome de Williams han inspirado y
alimentado en buena medida la creencia de la independencia entre lenguaje y
cognición, dado que demuestran grandes habilidades lingüísticas, aun cuando
son incapaces de realizar incluso las tareas aritméticas más simples. Estos
niños suelen tener uno o dos dominios relativamente intactos, como el lenguaje
y el reconocimiento de caras, pero presentan serios déficit en otros (aritmética,
resolución de problemas, planificación, etc.). Curiosamente, aunque tienen
serios problemas con diversas tareas espaciales, conservan intacta la
capacidad de reconocimiento de caras. A pesar de que sufren un retraso
cognitivo severo, con un CI en torno a 50, son sorprendentemente buenos en la
comprensión y producción del lenguaje, disponen de un vocabulario poco
frecuente, una fluidez gramatical admirable y llegan a mostrar incluso
conciencia metalingüística.
Los datos disponibles hasta el momento apuntan a que los componentes del
procesamiento del lenguaje tienden a localizarse en lugares específicos del
córtex de asociación perisilviano, aunque al menos el 20% de los adultos
normales muestran desviaciones significativas.
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Aunque los dos hemisferios parecen superficialmente imágenes idénticas en
espejo, la investigación ha demostrado que éste no es el caso, ni estructural ni
funcionalmente. El cerebro realiza muchas funciones de control corporal
siguiendo una división de dicha labor entre ambos hemisferios. El hemisferio
izquierdo controla la parte derecha del cuerpo y el derecho la parte izquierda.
Ahora bien, siempre hay un hemisferio dominante. Normalmente, para los
diestros es el hemisferio izquierdo (96%) y en menor grado para los zurdos
(60-70%). El hemisferio izquierdo suele ser responsable del lenguaje, las
operaciones lógicas y analíticas, etc., mientras que el derecho lo suele ser de
las destrezas espaciales, el reconocimiento de caras, etc. Esta separación de
estructura y función de los hemisferios se denomina técnicamente
“lateralización”.
BIBLIOGRAFÍA
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− Berko, J. y Bernstein, N. (2002). Psicolingüística. Madrid: McGraw-Hill.
Capítulo 1.
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