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Ecología: Término que proviene de la palabra griega oikos, que significa “lugar
para vivir” o “casa”. La ecología se refiere al estudio de las relaciones entre los seres vivos
y su ambiente inanimado. El ambiente está integrado por un componente abiótico
(inanimado), que incluye el suelo, el agua y el clima; y un componente biótico (vivo), que
incluye todas las formas de vida.
Una población se compone de todos los miembros de una especie específica que
viven dentro de un ecosistema. Los factores que determinan si el tamaño de una población
cambia y en qué magnitud son tres:
1. Los nacimientos
2. Las muertes
3. La migración.
El ciclo del carbono pasa por la atmósfera, los océanos y las comunidades
El marco estructural de todas las moléculas orgánicas, que son los componentes
básicos de la vida, está formado de cadenas de átomos de carbono. El carbono entra en
la comunidad viviente cuando los productores captan dióxido de carbono (CO2) durante
la fotosíntesis. En tierra, los productores obtienen CO2 de la atmósfera, donde representa
apenas el 0.036 por ciento de la cantidad total de gases. Los productores acuáticos del
océano, como las algas y las diatomeas, encuentran abundante CO2 para la fotosíntesis
disuelto en el agua. De hecho, es mucho mayor la cantidad de CO2 almacenado en los
océanos que en la atmósfera.
Sin embargo, las comunidades naturales rara vez contienen grupos bien definidos
de consumidores primarios, secundarios y terciarios. Una red alimentaria muestra las
múltiples cadenas alimentarias interconectadas de una comunidad y describe con
precisión las relaciones de alimentación efectivas dentro de una comunidad específica.
Algunos animales, como los mapaches, los osos, las ratas y los seres humanos, por
ejemplo, son omnívoros (“que comen de todo”, en latín), es decir, en momentos diferentes
actúan como consumidores primarios, secundarios y, ocasionalmente, terciarios (de tercer
nivel). Muchos carnívoros se alimentan ya sea de herbívoros o de otros carnívoros,
actuando como consumidores secundarios y terciarios, respectivamente.
Los comedores de detritos y los descomponedores liberan nutrimentos que se
reutilizan
Entre los hilos más importantes de la red alimentaria están los comedores de
detritos y los descomponedores. Los comedores de detritos son un ejército de pequeños
animales que suelen pasar desapercibidos y que viven de los desperdicios de la vida:
exoesqueletos mudados, hojas caídas, desechos y cadáveres (detrito significa “residuo
de la degradación de un cuerpo”).
Los depredadores se alimentan de otros organismos que matan con ese propósito.
Los ecologistas incluyen a veces los animales herbívoros (aquellos que comen plantas)
en esta categoría general, porque pueden tener una influencia importante en el tamaño y
la distribución de las poblaciones de plantas. Definiremos la depredación en su sentido
más amplio, de forma que incluya la pika que se alimenta de pasto, el mejillón cebra que
filtra el agua para obtener algas microscópicas, el pez gobio que se come al mejillón cebra
y el murciélago que se lanza sobre una palomilla.
Casi todos los depredadores son más grandes que sus presas o cazan
colectivamente, como hacen los lobos para derribar un alce. Algunos depredadores y
presas han adoptado comportamientos que se contrarrestan. Las adaptaciones de los
murciélagos y las palomillas ofrecen un excelente ejemplo de cómo la coevolución moldea
tanto las estructuras físicas como los comportamientos. En su mayoría, los murciélagos
son cazadores nocturnos que se orientan y localizan presas por ecolocación.
Tanto los depredadores como sus presas han adoptado colores, dibujos y formas
parecidos a su entorno. Estos disfraces, llamados camuflaje, hacen que los animales
pasen desapercibidos aun a la vista de todos. Algunos animales muestran un gran
parecido con objetos específicos, como hojas, ramitas, algas marinas, espinas o incluso
excrementos de aves. El camuflaje también ayuda a los depredadores que acechan a su
presa. Por ejemplo, un guepardo manchado pasa desapercibido en la hierba mientras
vigila a los mamíferos que pastan. El pez rana se parece mucho a las rocas y esponjas
cubiertas de algas sobre las que reposa inmóvil, con un señuelo que se alza de su labio
superior.
La competencia ocurre siempre que dos organismos intentan utilizar los mismos
recursos limitados
LA SIMBIOSIS
La simbiosis, que literalmente significa “vivir juntos”, se define como una interacción
estrecha entre organismos de especies diferentes durante un tiempo prolongado.
Considerada en su sentido más amplio, la simbiosis incluye el parasitismo, el mutualismo
y el comensalismo. Aunque una de las especies siempre saca provecho de las relaciones
simbióticas, la segunda especie puede sufrir daño, recibir beneficios, o bien, no verse
afectada. El comensalismo es una relación en la que una de las especies obtiene
beneficios y la otra no se ve afectada relativamente. Los percebes que se adhieren a la
piel de una ballena, por ejemplo, consiguen viajar gratuitamente a través de aguas ricas
en nutrimentos sin dañar a la ballena. En el parasitismo y en el mutualismo, los
participantes actúan uno sobre el otro como poderoso agente de selección natural, como
se explicará en los siguientes apartados.
Cuando dos especies interactúan de forma que ambas obtienen provecho de ello,
la relación recibe el nombre de mutualismo. Las manchas coloreadas que vemos sobre
las rocas son probablemente líquenes, una asociación mutualista de un alga y un hongo.
El hongo brinda sostén y protección al mismo tiempo que obtiene alimento del alga
fotosintética, cuyos brillantes colores son pigmentos que captan la luz.
Las bacterias nitrificantes que habitan en cámaras especiales sobre las raíces de las
plantas leguminosas son otro ejemplo importante. Estas bacterias reciben alimento y
abrigo de la planta y, a cambio, captan nitrógeno en una forma que la planta puede utilizar.
Algunos socios mutualistas han coevolucionado al grado de que ninguno de ellos
sobrevive por sí solo.
Las relaciones mutualistas en las que participan vertebrados son poco frecuentes
y, por lo regular, menos íntimas y extendidas. El pez payaso, que está cubierto con una
capa mucosa que le sirve de protección, se refugia entre los tentáculos venenosos de
ciertas especies de anémonas. La anémona provee al pez protección de los
depredadores. Por su parte, el pez payaso ahuyenta a otros peces que se alimentan de
anémonas, limpia los desechos de su huésped y lleva un poco de alimento a su anémona.
Problemas ambientales
La sobrecarga de los ciclos del nitrógeno y del azufre es la causa de la lluvia ácida
En los montes Adirondack del estado de Nueva York, la lluvia ácida ha provocado
que aproximadamente el 25 por ciento de todos los lagos y estanques sean ya demasiado
ácidos para permitir la vida de peces en ellos. Pero antes de que los peces mueran, se
destruye gran parte de la red alimentaria que les da sustento. Primero mueren las almejas,
los caracoles, los langostinos y las larvas de insectos, después los anfibios y finalmente
los peces. El resultado es un lago cristalino: hermoso, pero muerto. Los efectos no se
limitan a los organismos acuáticos. La lluvia ácida también altera el crecimiento y el
rendimiento de muchos cultivos agrícolas porque al penetrar en el suelo disuelve y arrastra
consigo nutrimentos indispensables, como el calcio y el potasio, al tiempo que mata los
microorganismos descomponedores, con lo cual impide el retorno de nutrimentos al suelo.
Las plantas, envenenadas y privadas de nutrimentos, se debilitan y quedan a merced de
las infecciones y el ataque de los insectos.
Durante el periodo carbonífero, que se inició hace unos 345 millones de años y
concluyó hace 280 millones de años, cantidades enormes de carbono quedaron aisladas
del ciclo del carbono cuando, en las condiciones calurosas y húmedas de esa época, los
cuerpos de organismos prehistóricos quedaron sepultados en los sedimentos y no se
descompusieron. Con el tiempo, el calor y la presión transformaron estos cuerpos, junto
con la energía que habían almacenado a partir de la luz solar, en combustibles fósiles
como hulla, petróleo y gas natural.
Sin la intervención humana, el carbono habría permanecido bajo tierra. Pero a partir
de la Revolución Industrial hemos dependido cada vez en mayor grado de la energía
almacenada en estos combustibles. A partir de 1850, el contenido de CO2 de la atmósfera
ha aumentado de 280 partes por millón (ppm) a 381 ppm, esto es, casi el 36 por ciento.
La quema de combustibles fósiles responde por un porcentaje comprendido entre el 80 y
el 85 por ciento del CO2 que se agrega a la atmósfera anualmente. Una segunda fuente
de CO2 atmosférico adicional es la deforestación del planeta, que elimina decenas de
millones de hectáreas de bosques cada año y responde por una cifra comprendida entre
el 15 y el 20 por ciento de las emisiones de CO2.
El petróleo contamina el océano abierto desde muchas fuentes, como los derrames
de buques cisterna cargados de petróleo, el escurrimiento por eliminación incorrecta en
tierra, las fugas de pozos petroleros marinos y la filtración natural. El río Mississippi
transporta sedimentos cargados de nutrimentos de los fertilizantes que contienen
nitrógeno y los vierte en el golfo de México, donde propician el crecimiento excesivo de
fitoplancton. El plancton muere, se hunde en el lecho marino y provee un festín para las
bacterias descomponedoras que agotan el oxígeno de las profundidades marinas. Durante
los meses calurosos, esto crea en el fondo del mar una zona muerta, donde la comunidad
marina casi se ha extinguido por completo. La zona muerta amenaza tanto a la comunidad
ecológica local como a la industria de la pesca que depende de la salud del ecosistema.
Zonas muertas similares se están desarrollando en las aguas costeras de todo el mundo.
Las poblaciones de abadejo, pez espada, atún y muchos tipos de mariscos también
han disminuido espectacularmente como resultado de la pesca excesiva. El dragado en
busca de peces, vieiras y cangrejos no sólo ha agotado muchas de estas poblaciones,
sino que también daña los ecosistemas del lecho marino al perjudicar a muchas otras
especies.