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LOS SOCIALISMOS
1. El socialismo clásico
La teoría instrumentalista-extincionista del Estado de Marx, Bakunin y Engels era sustituida por
una estrategia favorable a las instituciones de la democracia representativa. El socialismo
avanzaba por vías democráticas, sufragio universal y no por la vía de la insurrección. De 1889 a
1914 es la época clásica de la socialdemocracia. Las tres grandes figuras del debate en
Alemania fueron Bernstein, Kautsky y Luxemburgo.
Bernstein quiere crear un partido democrático. Era un pacifista que pensaba en la
conveniencia de avanzar hacia una sociedad más justa mediante un camino lineal, evolutivo y
pacífico.
Kautsky apostaba por la vía democrática sin confundirse con el liberalismo.
Mientras no se producía la revolución había que acumular fuerzas mediante la construcción de
grandes partidos de masas vinculados a los sindicatos. Partido y sindicato eran las dos partes
del movimiento socialista. Algunos eran partidarios del aislamiento obrerista. Otros creían
necesario tejer alianzas con los liberales progresistas frente a los conservadores reaccionarios.
En el esquema del socialismo clásico el interés de los trabajadores era prioritario.
En España, para Iglesias era imprescindible marcar las diferencias entre el partido obrero y los
partidos burgueses. La especificidad del nuevo partido era ser estrictamente obrero. El partido
socialista español se enfrento a un doble combate: por un lado, tuvo que marcar distancia con
los republicanos y por otro subrayar frente a los anarquistas que el combate político y sindical
eran dos partes de la misma lucha. Este doble reto marcará la vida del socialismo español
hasta 1939.
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En España, con la dictadura de Primo de Rivera en 1923, donde a partir de ese momento las
cabezas más lúcidas del pensamiento político español se desengañaron del reformismo y
dieron por concluida la experiencia de intentar democratizar la monarquía, que empezó a ser
sinónimo de corrupción, tiranía e impunidad. Había que apelar a la república. Comenzaba a
fraguar la esperanza de un cambio de régimen. Al final los socialistas apoyaron a los
republicanos (posición defendida por Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos). Solo cuando
tuvieron el apoyo de Largo Caballero (líder de UGT), la mayoría del partido socialista se
comprometió en la batalla por alcanzar un régimen republicano.
El socialismo seguía condenado a luchar en dos frentes: por un lado, tenía que apoyar al
republicanismo en su esfuerzo por asentar las reformas constitucionales; por otro, seguía
teniendo que enfrentarse a la influencia del sindicato anarquista que provocó mucha
desafección en los trabajadores. La peor manera de resolver el problema fue subrayar la
independencia de los socialistas a costa de abandonar a su suerte electoral a los republicanos
de izquierda. El anuncio de la incorporación al gobierno de los ministros de la CEDA fue la señal
esperada para convocar una huelga revolucionaria, que fue un fracaso a excepción de
Barcelona y Asturias. En febrero de 1936 llegó la victoria del Frente Popular, siendo la
república abandonada por las potencias liberales europeas.
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trabajadores hasta adquirir la condición de ciudadano se diluya. Ese modelo productivo fue
cambiando y con él fue desapareciendo un modelo de relaciones laborales. A partir del 68
todo cambió. Ya no era posible seguir pensando en un socialismo de planteamientos
eurocentristas, productivista y pronorteamericano. Ese socialismo estaba tan escorado a la
derecha que permitió la aparición de formaciones de una nueva izquierda que recogían el
malestar creciente en la sociedad industrial avanzada y asumía las nuevas formas de protesta
planteadas por los movimientos estudiantiles. En ese contexto, los socialismos del sur de
Europa apostaron en sus textos programáticos por nuevas formas de socialismo dispuestas a ir
más allá de la socialdemocracia. Un nuevo socialismo de carácter autogestionario. La
autogestión implicaba la autoorganización de la clase trabajadora.
5. El socialismo actual
El socialismo es hijo de la Ilustración. El socialismo democrático vuelve a reivindicar la
pervivencia del proyecto ilustrado. En Francia existe un debate muy vivo acerca de los
derechos económico-sociales. En España, la ausencia de una tradición nacional compartida
mayoritariamente provoca que el debate sobre los derechos económico-sociales siempre
ocupe un lugar secundario en la vida política. Si en los años 30 los problemas de la república
hicieron imposible el apoyo, concurso e implicación de los socialistas, al producirse la
transición a la democracia los esfuerzos por consolidar la frágil democracia española
provocaron que estos asumieran el papel de la frágil burguesía liberal. Cuando en pleno siglo
XXI se creyó que era el momento de matizar alguno de los elementos del consenso
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constitucional, se han encontrado con un hueco no previsto: no hay una memoria histórica
compartida; las tradiciones políticas hay que repensarlas porque están hechos no solo de
valores sino de lecturas distintas de los mismos hechos. Para la derecha, el antecedente actual
de democracia está en la Restauración, mientras que para la izquierda está en la segunda
república.