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TEMA 2.

LOS SOCIALISMOS

1. El socialismo clásico
La teoría instrumentalista-extincionista del Estado de Marx, Bakunin y Engels era sustituida por
una estrategia favorable a las instituciones de la democracia representativa. El socialismo
avanzaba por vías democráticas, sufragio universal y no por la vía de la insurrección. De 1889 a
1914 es la época clásica de la socialdemocracia. Las tres grandes figuras del debate en
Alemania fueron Bernstein, Kautsky y Luxemburgo.
Bernstein quiere crear un partido democrático. Era un pacifista que pensaba en la
conveniencia de avanzar hacia una sociedad más justa mediante un camino lineal, evolutivo y
pacífico.
Kautsky apostaba por la vía democrática sin confundirse con el liberalismo.
Mientras no se producía la revolución había que acumular fuerzas mediante la construcción de
grandes partidos de masas vinculados a los sindicatos. Partido y sindicato eran las dos partes
del movimiento socialista. Algunos eran partidarios del aislamiento obrerista. Otros creían
necesario tejer alianzas con los liberales progresistas frente a los conservadores reaccionarios.
En el esquema del socialismo clásico el interés de los trabajadores era prioritario.
En España, para Iglesias era imprescindible marcar las diferencias entre el partido obrero y los
partidos burgueses. La especificidad del nuevo partido era ser estrictamente obrero. El partido
socialista español se enfrento a un doble combate: por un lado, tuvo que marcar distancia con
los republicanos y por otro subrayar frente a los anarquistas que el combate político y sindical
eran dos partes de la misma lucha. Este doble reto marcará la vida del socialismo español
hasta 1939.

2. El socialismo en el periodo entreguerras


Los debates entre Bernstein y Kautsky marcaron años de controversia intelectual y política que
terminaron en 1914. Los trabajadores acudieron al campo de batalla pese a la llamada de la
Internacional Socialista a la rebelión para evitar el estallido bélico. Fue entonces cuando la
revolución ocurrió en un lugar inimaginable e inesperado.
Lenin también cambió la teoría, transformó el concepto de partido y la teoría de la revolución,
basados en la nueva “Teoría instrumentalista-extincionista” del Estado. Éste es definido como
un instrumento de la clase dominante; la revolución consiste en la destrucción del aparato del
Estado de la burguesía y su sustitución por una dictadura del proletariado que irá creando las
condiciones para una paulatina disolución del poder político hasta llegar a la extinción del
Estado. La Internacional Comunista dividió al movimiento obrero europeo en una opción
radical entre reformistas y revolucionarios, partidarios de la vía democrática o la vía
insurreccional.
Tras la experiencia de Rusia se contrastaron dos realidades no previstas por los primeros
socialistas: la degeneración del poder político tras los procesos postrevolucionarios y la
dificultad de extender la revolución más allá de Rusia.
En torno a la primera, hoy se siguen discutiendo las causas de la transformación de la
dictadura del proletariado en dictadura sobre el proletariado. Durante mucho tiempo se
achacó a Stalin, si bien con Lenin se tomaron decisiones que afectaron a la construcción de un
socialismo sin democracia. La segunda cuestión: en occidente lo que fue creciendo fue el
nazismo y el fascismo.

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En España, con la dictadura de Primo de Rivera en 1923, donde a partir de ese momento las
cabezas más lúcidas del pensamiento político español se desengañaron del reformismo y
dieron por concluida la experiencia de intentar democratizar la monarquía, que empezó a ser
sinónimo de corrupción, tiranía e impunidad. Había que apelar a la república. Comenzaba a
fraguar la esperanza de un cambio de régimen. Al final los socialistas apoyaron a los
republicanos (posición defendida por Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos). Solo cuando
tuvieron el apoyo de Largo Caballero (líder de UGT), la mayoría del partido socialista se
comprometió en la batalla por alcanzar un régimen republicano.
El socialismo seguía condenado a luchar en dos frentes: por un lado, tenía que apoyar al
republicanismo en su esfuerzo por asentar las reformas constitucionales; por otro, seguía
teniendo que enfrentarse a la influencia del sindicato anarquista que provocó mucha
desafección en los trabajadores. La peor manera de resolver el problema fue subrayar la
independencia de los socialistas a costa de abandonar a su suerte electoral a los republicanos
de izquierda. El anuncio de la incorporación al gobierno de los ministros de la CEDA fue la señal
esperada para convocar una huelga revolucionaria, que fue un fracaso a excepción de
Barcelona y Asturias. En febrero de 1936 llegó la victoria del Frente Popular, siendo la
república abandonada por las potencias liberales europeas.

3. El socialismo en la época dorada


La España republicana volvió a ser preterida por los acuerdos sellados entre las dos grandes
potencias tras la SGM. La división del mundo en bloques militares hizo que la democracia en
España quedara pospuesta por los imperativos de la guerra fría. España quedó fuera del gran
consenso de posguerra que permitió la consolidación del Estado de bienestar.
Una de las vías más importantes se basó en articular una estrategia compartida por sindicatos
y partidos socialistas. Esa es la gran diferencia entre el modelo bolchevique y el tradicional
partido socialdemócrata: el primero era un partido de vanguardia, el segundo era un partido
de masas, empeñado en crear una contrasociedad donde la educación, la cultura, el ocio, los
ritos de paso y las formas de socialización tenían un desarrollo propio contrario a la cultura
burguesa, capitalista y clerical. Esa contrasociedad partía de dos supuestos: el Estado de
bienestar no se había desarrollado y por ello la educación pública no se había universalizado. El
partido obrero ofrecía una cultura política, enseñaba a leer y a escribir a través de las casas del
pueblo y ateneos libertarios. El sindicato iba marcando el camino de las reformas puntuales.
Esa cultura va a ir desapareciendo tras la SGM por las transformaciones del sistema económico
y político. Con la llegada del Estado de bienestar se transforma la democracia política.
Los socialistas comienzan a ir marcando una diferencia entre la función sindical y la función
política. Busca mayorías electorales que solo son posibles si sectores intermedios de la
población no se sienten hostiles ante manifestaciones ideológicas excluyentes.
En el congreso de 1959 de la socialdemocracia alemana se manifiesta la voluntad de acercarse
al humanismo ilustrado, el pensamiento cristiano y aquellos favorables a la justicia social. Ésta
es posible combinando la eficiencia económica y la cohesión social, la planificación estatal y la
iniciativa empresarial, el mercado y la redistribución. Estamos ante un socialismo que quiere
ser considerado un partido de gobierno.
El Estado de bienestar logró la integración de la clase trabajadora a través del consumo de
masas y una estructura industrial fordista. La pérdida de funciones del Estado de bienestar ha
ido provocando que el gran momento de esperanza que significó la transformación de los

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trabajadores hasta adquirir la condición de ciudadano se diluya. Ese modelo productivo fue
cambiando y con él fue desapareciendo un modelo de relaciones laborales. A partir del 68
todo cambió. Ya no era posible seguir pensando en un socialismo de planteamientos
eurocentristas, productivista y pronorteamericano. Ese socialismo estaba tan escorado a la
derecha que permitió la aparición de formaciones de una nueva izquierda que recogían el
malestar creciente en la sociedad industrial avanzada y asumía las nuevas formas de protesta
planteadas por los movimientos estudiantiles. En ese contexto, los socialismos del sur de
Europa apostaron en sus textos programáticos por nuevas formas de socialismo dispuestas a ir
más allá de la socialdemocracia. Un nuevo socialismo de carácter autogestionario. La
autogestión implicaba la autoorganización de la clase trabajadora.

4. El socialismo tras la caída del muro de Berlín


Tres son las propuestas de la izquierda en los últimos 25 años: socialdemocracia liberal,
socialdemocracia de cuño keynesiano y el socialismo de izquierda. La socialdemocracia liberal
señala la crisis de las fórmulas asociadas al keynesianismo. Dicen que no es posible mantener
el Estado de bienestar tal y como lo hemos conocido. Hay que mantener elementos del Estado
de bienestar, pero teniendo en cuenta los efectos del capitalismo, la fatiga fiscal, la cultura
consumista, etc. Frente a esta socialdemocracia liberal se alza la perspectiva más sombría pero
más realista de los que recuerdan que no todos gozan de los bienes de la globalización y
reivindican una globalización alternativa: diseñar un nuevo internacionalismo, insuflar vida al
discurso socialista desde una posmodernidad de izquierda que ponga encima de la mesa el
problema ecológico, los de la diversidad cultural, las nuevas formas de agregación y la fuerza
de los movimientos antiglobalización.
En medio de esas dos posiciones están los socialdemócratas keynesianos. El público que quiere
atraer la socialdemocracia liberal son los nuevos yuppies, mientras que el socialismo de
izquierda mira más a los activistas radicales que dan voz a los movimientos alternativos.
Siguen siendo decisivos el movimiento obrero organizado y los grandes instrumentos del
Estado social como una educación pública y sanidad universalista.
Amén de la teoría se han buscado fórmulas políticas dentro del campo del socialismo: se ha ido
produciendo una diferencia cada vez mayor entre partidos y sindicatos, y la fórmula clásica del
socialismo, la llamada utopía del trabajo ha ido desapareciendo. Se asume que no es posible
una liberación en el tiempo de trabajo. A lo sumo se piensa que es posible amortiguar los
efectos de la explotación. Solo caber pensar en una alienación disipada, diluida en el mundo
del ocio.

5. El socialismo actual
El socialismo es hijo de la Ilustración. El socialismo democrático vuelve a reivindicar la
pervivencia del proyecto ilustrado. En Francia existe un debate muy vivo acerca de los
derechos económico-sociales. En España, la ausencia de una tradición nacional compartida
mayoritariamente provoca que el debate sobre los derechos económico-sociales siempre
ocupe un lugar secundario en la vida política. Si en los años 30 los problemas de la república
hicieron imposible el apoyo, concurso e implicación de los socialistas, al producirse la
transición a la democracia los esfuerzos por consolidar la frágil democracia española
provocaron que estos asumieran el papel de la frágil burguesía liberal. Cuando en pleno siglo
XXI se creyó que era el momento de matizar alguno de los elementos del consenso

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constitucional, se han encontrado con un hueco no previsto: no hay una memoria histórica
compartida; las tradiciones políticas hay que repensarlas porque están hechos no solo de
valores sino de lecturas distintas de los mismos hechos. Para la derecha, el antecedente actual
de democracia está en la Restauración, mientras que para la izquierda está en la segunda
república.

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