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Este libro tiene como objetivo definir unas bases didacticas para la educacion ambiental. Se trata de dar una alternativa a la crisis ecolégica sobre presupuestos cientificos, ideolégicos y pedagégicos, y ofrecer, al mismo tiempo,-un manual préctico de actividades que orienten la labor de la clase ie S. 9 lat YY Ecologia y escuela Pedro Cafial José E.Garcia Rafael Porlan PEDRO CANAL, JOSE E. GARCIA, RAFAEL PORLAN ECOLOGIA Y ESCUELA Teoria y practica de la educacién ambiental EDITORIAL LAIA Barcelona Las ilustraciones 3 y 5 pertenscen biental de Jaume Terradss, de Editor Hlustraciones son de tos autor ro Ecologia y educacién am- ‘Omega, S.A. El resto de las [© Pedro Catal, José E. Gates, Rafuel Porlin, 198! Diseno y realizacion de 1a cubicrta: Tone Hoverstad y Loni Geest, trabajo sobre manual realizado en ol primer curso de E.G.B, de la Excola Orlands. Primera edicion, ocwbre, 1981 Propiedad de esta edicién (inluidas las iustracionesy el diseBo de Ia ‘cubiert); EDITORIAL LAIA, S.A., Constitueion, 18-20, Barcelona-I4 Depésito legal: B. 32.202 - 1981 ISBN: 84-7222-188-1 Impreso en: Romanya/ Valls, Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona) Printed in Spa INTRODUCCION El libro que tenéis en vuestras manos tiene como objetivo definir unas bases y una didactica de la educacién ambiental. Su titulo recoge, de forma es- quematica, los dos aspectos que, a nuestro entender, configuran de manera mas determinante dicha edu- cacién ambiental. Por un lado la ecologia, por sus aportaciones conceptuales y metodoldgicas, asi como por su evidente y actual impacto social. Por ‘otro [a escuela, por su caracter de institucién educa- tiva bsica, por su correspondencia con la ideologia dominante en la sociedad y por la situacién de en- crucijada en que se encuentra; atada a viejos y cadu- cos modos de ensefiar y encorsetada por un aparato burocratico-ideolégico, pero a su vez, abierta a la nueva pedagogia, a los avances de la investigacién sicolégica; con equipos de maestros en permanente revision y andlisis; acercandose a la vida, a la reali- dad, a los intereses de los nifios. Esa escuela y esa ciencia del medio confluyen en Jo que se ha venido llamando educacién ambiental. EI desarrollo del término es reciente, surge en la dé- cada de los sesenta; desde sus comienzos la educa- cién ambiental presenta un cardcter de iniciativa gubernamental o paragubernamental. En el Reino 5 _- Unido, diversos organismos y personas se integran en 1965 en un tinico organismo de coordinacién: el Council of Environmental Education. En 1966 se celebra en Lucerna (Suiza) un simposio sobre edu- cacién en materia de conservacién organizado por la ONU, siendo ésta una de sus primeras iniciativas en relacién con la educacién ambiental y el inicio de su trayectoria al respecto; desde esa fecha a la ac- __ tualidad, la ONU se convierte en el principal im- pulsor de programas y estudios relativos a la educa- cidn ambiental, En el afio 1969 se multiplican las iniciativas en diversos paises. En los EEUU se organizan cursillos, ‘en Suecia aparece el SMIL, organismo que se encar- ga de controlar e inspeccionar la educacién ambien- tal a nivel escolar. En la Universidad de Tours (Francia) se crea el CEAS con vistas a proporcionar un proyecto de planificacién y manejo del medio. | En la 16.* sesin de la Conferencia General de la Unesco (1970), se crea el programa MAB (hombre y biosfera) y el 30 de octubre del mismo afio aparece en EEUU la “Environmental Education Act.”, una de las primeras leyes que regulan la educacién ambiental en el pais. En 1971 aparecen textos sobre educacién ecolé- sgica en Suecia asi como diversas iniciativas interna- cionales (la OCDE promociona seminarios sobre | la educacin ambiental a nivel universitario). En la conferencia de Estocolmo (1972) se confirma el | apoyo a los proyectos PNUMA (Programa de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente) y MAB, __ haciéndose especial referencia a la necesidad de una educacién ambiental en sus recomendaciones. 6 La UNESCO y el PNUMA promueven en el 75 el “Seminario Internacional de Educacién Ambien- tal”, del que resulta la llamada “Carta de Belgrado: Un marco general para la Educacién Ambiental”, Este documento determina las directrices a tomar por la educacién ambiental a nivel internacional. Por iiltimo en el afio 1977 tiene lugar la “I Con- ferencia Intergubernamental sobre Educacién Am- biental”, celebrada en Tbilisi (URSS), convocada por PNUMA-UNESCO y a partir de la cual se di sarrolla un programa internacional sobre educacién ambiental. En Espafia, y en relacién con estos proyectos, se celebra a finales de 1979, en Sevilla, unas “Jornadas sobre formacién ambiental de edu- cadores” donde participaron ensefiantes de diversos eles y representantes del MAB, MOPU e ICO- NA, asi como de la UNESCO. Estos son algunos de los puntos més destacables en la trayectoria histdrica del concepto de educa- j6n ambiental, que como vemos surge y se desarro- lla fundamentalmente a partir de organismos inter- nacionales o gubernamentales. Es significativo resal- tar como desde otras posiciones (movimientos peda- k6gicos, corrientes ecologistas, etc...) se ha prestado poca atencién a la educacién ambiental. Esta situa- cién denota por una parte la agilidad con que deter- minados grupos y sectores dirigentes han asumido la problemiitica ambiental y se han lanzado a una es- trategia que, manteniendo sus intereses y privilegios de grupo, se adecue a la nueva situacién mundial; y por otta, la existencia de personas e instituciones ue desde una posicién altruista y basada en la uena voluntad”, pretenden una salida a la crisis qi ambiental a través de la educacién, pero sin cuestio- nar las estructuras sociales causantes del deterioro del medio. Aportar una visién de la educacién ambiental distinta a la “oficial” nos parece de sumo interés. Se trata de compaginar en un mismo texto dos aspectos que frecuentemente aparecen separados en las pu- Dlicaciones existentes sobre el tema. Por un lado mentar, con unos presupuestos cientificos, ideoldgi- cos y pedagdgicos, una determinada alternativa de educacién ambiental; y por otro ofrecer un manual Priictico de ideas y actividades que orienten la labor de clase (Ia de cada dia) de maestros y profesores. E| interés, para nosotros, radica en el reto que supone sintetizar en un libro, relativamente peque- fio, lo tedrico con los aspectos eminentemente pric- ticos, lo abstracto con lo concreto, e incluso, lo es- tratégico con lo tactico. Es frecuente, en el proceso renovador en que mu- chos ensefiantes estamos inmersos, encontrar posi- ciones “teoricistas” que abandonan el cambio en la prdctica y cuyo purismo hace inseguros y dubitati- vos, a la hora de tomar opciones concretas, a los in- dividuos que las poseen; pero no son menos fre- cuentes las actitudes “practicistas” © “espontaneis- tas” que se apuntan al cambio por el cambio, de ‘manera irreflexiva, sin un método de trabajo y sin unas bases dindmicas que sustenten la accién educa- tiva. No nos referimos tanto a personas que global- mente mantienen una u otra posicién, como a las actitudes que todos, en mayor o menor grado, sole- ‘mos manifestar en determinados momentos de nues- tro quehacer profesional. 8 Pues bien, esto es lo que habia que combatir. El contenido del libro debia evitar los dos extremos, te- nia que servir de instrumento de sintesis. Atin mas, los autores teniamos que hacer la sintesis en noso- tros mismos, teniamos que decidir cudles eran nues- tras bases, aquellas en las que fundamentébamos los fines, objetivos y metodologia de esta alternativa de educacién ambiental, y por otro lado, revisat nues: tra practica educativa, la de otras personas conoci das y la propuesta por otros autores, para seleccio- nar aquellas actividades que, puestas en juego desde una perspectiva investigadora ¢ interdisciplinaria, permitieran al alumno avanzar en direcein a di- chos fines y objetivos. No estamos muy seguros de haberlo logrado, pero seguiremos trabajando en ello, Se ha huido deliberadamente de escribir un libro “aséptico”; la “neutralidad” a la hora de hablar 0 escribir de educacién o es ficticia y artificial, o es colaboracién, inconsciente, con la ideologia domi- nante. Cada uno de los autores del libro tienen su ideo- logia personal. Probablemente es mucho en lo que se coincide y relativamente poco en lo que se discre- pa; lo que de comin haya subyace en el fondo del contenido, esta presente a lo largo del libro, no se han dejado nuestros valores y creencias al margen mientras trabajabamos y redactabamos. Por lo tanto téngase en cuenta, por parte del lector, que es una determinada concepcién de la educacién ambiental la que encontrara en las paginas siguientes. Queremos aclarar aqui, por iltimo, algunas cuestiones relativas al contenido de este libro 9 y otras relativas a la forma de presentarlo, En primer lugar sefialar que su lectura puede dar la impresién, ante la relativa novedad del tema que planteamos, que actualmente en nuestro pais no existe educacién ambiental y por eso presentamos una propuesta que cubra ese vacio. Clara y rotunda- mente manifestamos nuestro desacuerdo con esa posible impresidn. El hecho de que la educacién a través de sus diversos canales (familia, escuela, me- dios de comunicacién, etc...) fomente unas determi- nadas ideas sobre el medio y unas actitudes ante el mismo, no viene determinado porque exista una de- claracién formal en este sentido, sino porque en la prictica se manifiesta una coherencia al conseguir de los ciudadanos (nifios y adultos) esas determina- das ideas y actitudes. Afirmamos que en la actuali- dad existe, de hecho, una determinada educacién ambiental (desde nuestro punto de vista una “mala- educacién” ambiental) que potencia el antropocen- trismo, el desconocimiento objetivo del medio, la falta de disfrute del mismo, la pasividad ante la pro- blematica ambiental, la separacién rigida y poco real entre lo social y lo natural, etc. Afirmamos también que estos objetivos se consiguen de manera bastante uniforme en la mayoria de las personas y que por lo tanto estamos ante una “mala-educa~ cién” ambiental operativa y eficaz. tra cuestidn a tener en cuenta es la que se refie~ re a la extensidn del término “educacién ambien- tal”, iLa educacién ambiental es toda la educacién (se trata de una parte de ella? Existen opiniones en ambos sentidos y frecuentemente se ha polemizado al respecto. Nuestra posicién es la siguiente: en es- 10 tos momentos nos inclinamos a situar el centro de la educacién ambiental en el marco conceptual de las denominadas ciencias ambientales y, mas especi- ficamente, en la ecologia, ya que es esta ciencia la que, a nuestro juicio, realiza una aportacién més valiosa a la educacién ambiental. No obstante, es muy posible que en el futuro se realicen progresos en la integracién generalizada de las ciencias, con lo que paralelamente se iria haciendo factible la exten- sién de la educacién ambiental que pasaria a ser toda la educacién, ya que el proceso educativo se centraria en el estudio del ambiente, es decir de la realidad con la base conceptual de una ciencia uni- taria del medio. En cuanto a los aspectos formales se ha intentado que la primera parte (fundamentos de la educacién ambiental) quedara en su redaccién final en un len- guaje claro y sencillo. Para ello teniamos varias li- mitaciones: nuestra propia incapacidad, la termino- logia cientifica y la excesiva abstraccién que requie- ren algunos conceptos ecoldgicos. Pensamos que las referencias bibliogrdficas y una lectura detallada y reflexiva puede paliar esta dificultad. En lo referente a la didactica concebimos la pro- gramacién escolar como una seleccién de objetivos y actividades que, bajo una metodologia determina- da, se ordenan en el tiempo segiin los intereses del nifio, la situacién escolar concreta, los intereses del maestro y otros factores. Las actividades, por tanto las concebimos mas como un banco de ideas pricticas y de recursos necesarios, que como una ordenacién exhaustiva del tiempo disponible. Nues- tra preocupacién fundamental en este punto ha sido WL la de suministrar el maximo de informacién atin a riesgo de ser, a veces, superficiales. Los capitulos de actividades son mas una serie amplia de ideas orga~ nizadas y esbozadas que un recetario detallado de diversas actividades “tipo”. Esto es asi no s6lo por nuestra forma de enten- der la programacién escolar o la metodologia, sino también porque creemos en la capacidad de cada maestro y de cada equipo de trabajo para recoger el maximo de informacién posible, reelaborarla creati- vamente, adaptarla a situaciones concretas enrique- ciéndoia con nuevas ideas y, con todo ello, conse- guir una prictica educativa singular y especifica. 12 PARTEI. FUNDAMENTOS DE LA EDUCACION AMBIENTAL EL HOMBRE EN SU ENTORNO Las formas de relacién del hombre con su entor- no podrian resumirse en tres tipos esenciales: la co- rrespondiente a la esfera de lo emotivo (sensaciones de todo tipo generadas por la naturaleza, impresio- nes estiticas, disfrute recreativo y ltidico...), la pro- pia de los procesos productivos (Ia naturaleza consi- derada como fuente de recursos) y ta ligada a los as- pectos cognoscitivos (intento de comprensién y ex- plicacién). En relacién con los aspectos cognoscitivos se puede elaborar todo un catdlogo de los diversos in- tentos de conocer la realidad, sometidos siempre a un doble condicionamiento cultural y biolégico. En Jo cultural el lenguaje determina la forma de comu- nicar, almacenar y elaborar la informacién; en lo biol6gico la estructura de nuestro sistema nervioso determina la manera de percibir la realidad y de ela- borar la informacién asi obtenida. Contando con este doble determinismo la actividad cientifica pre- tende, mediante un método de investigacién que le ¢s propio, la reconstruccién conceptual de la estruc- tura objetiva de las cosas, asi como de las relaciones 15 entre las mismas, posibilitando la comprensién de Ja naturaleza y con ello su control tecnolégico. Esta actividad cientifica se engloba en el ambito de lo que denominamos ciencia, concepto que incluye miiltiples aspectos: un conjunto de conocimientos agrupados en modelos teéricos que intentan expli- car la realidad, un método de investigacién unitario basado en la observacién y en la experimentacién ccon la exigencia de la contrastacién de toda hipéte- sis, una institucién social que comprende una co- munidad de cientificos y un conjunto de normas y habitos caracteristicos de cada momento hist6rico, una tradicién acumulativa de conocimientos, una base para la manipulacién del medio (procesos tec- nol6gico-productivos) y, por iltimo, un componen- te importante de la ideologia de una sociedad con- creta. De todas las posibles relaciones cognoscitivas con el medio, es la investigacién cientifica la que presenta un mayor grado de desantropomorfizacién y una més acusada tendencia al conocimiento obje~ tivo del entorno, Se intenta esa objetividad median- te la convergencia y repetibilidad de la investigacién (contrastando con lo real cualquier conjetura teéri- ca que se haga), y mediante el uso de un instrumental que amplie el campo de percepcién propio de la es- pecie humana a esferas de la realidad no accesibles directamente por los sentidos, permitiendo de esta forma el andlisis de estructuras y procesos caracte- risticos de otros niveles de organizacién de la mate- ria (molecular, celular, planetario) distintos al de or- ganismo y poblacién. La progresiva desantropomor- fizacién de la ciencia se manifiesta también en la 16 expresién de los modelos conceptuales explicativos de la naturaleza en forma de un lenguaje matemati- co abstracto. La explicacién cientifica de la realidad implica una teorizacién a diversos niveles: hipdtesis (afirma- ciones planteadas como conjeturas que sirven de guia.a la investigacién teniendo que ser verificada su certeza mediante observacién 0 experimentacién), teorias (sistemas de hipétesis que constituyen una sintesis y que incluye lo conocido y lo predecible respecto de un cierto tema), leyes (hipétesis funda- mentadas en un cuerpo tedrico que han sido con- trastadas empiricamente y que tienen alcance gene- ral) y modelos simbélicos (sistemas conceptuales que son estructuras isomorfas de las reales y que imitan los rasgos esenciales de éstas). Esa teoriza- cién se ha realizado, tradicionalmente, por parte de las ciencias de la naturaleza y més recientemente por las ciencias sociales (sobre la aportacién realiza- da por las ciencias ambientales se remite al capitulo tercero). En relacién con la esfera de lo emotivo y de lo hidico se constata una tradicién de uso del medio como fuente de placer, como bien se aprecia en la literatura y en el arte. A nivel mas cientifico hay que valorar lo aportado por el paisajismo: la consi- deracién del paisaje como el aspecto perceptible del ecosistema, incluyendo tanto los aspectos objetivos (caracterizacién de los elementos y relaciones con independencia del observador) como los subjetivos {apreciacién personal del paisaje). Es necesario des- tacar la gran importancia de estos aspectos subjeti- vos, pues en ellos se fundamentan las motivaciones 7 ¢ intereses de la persona, motores de su actuacién. Se puede afirmar que la actitud de la persona ante el medio vendré dada mas por lo “sensual” y “vi vencial” que por lo “intelectual”. Por tanto con vis- tas a la creacién de unos habitos y costumbres que sig- nifiquen una armonia con el entorno habra que promover el que la persona relacione lo que sabe con lo que siente. Todo ello se traduce, a nivel de educacién ambiental, en que el proceso sera aprove- chado al maximo “si se crean dentro de la ensefian- za situaciones abiertas para el uso de métodos y en- foques basados en las inclinaciones afectivas, unidas a la posibilidad de adquirir conocimientos, que con- duzean al educando a percibir, sentir e identificarse ‘con su medio y lo impulsen a acrecentar su saber sobre los fenémenos objetivos que tienen lugar en el seno del mismo”, considerando que es esencial la introduccién del elemento afectivo dentro del es- quema didéctico de la educacién ambiental, ya que como afirma Jan Cerovsky: «La ensefianza del me- dio ambiente no significa simplemente transmitir conceptos ecoldgicos. Es necesario también tratar el aspecto ““emocional” del desarrollo de los estudian- tes, ayudndoles a esclarecer y a expresar sus impre- siones y valores con respecto al medio. De esta base emotiva nace la dedicacién y el compromiso perdu- rables, que complementan los conocimientos fitcti- cos en la busqueda del individuo de una mejor cali- dad de la existencia.»' El que la persona consiga unir el respeto y amor por la naturaleza con su dis- frate placentero y con una comprensién de sus me- canismos y procesos constituye la base de una ética ambientalista, una filosofia moral que establezca 18 una nueva valoracién del trato que el hombre da a Ja tierra, a los animales y a las plantas. Los criterios morales sobre las relaciones interpersonales y socia- les, en general, se complementarian con una norma- tiva de relacién con el resto de la biosfera que susti- tuya a la ideologia actualmente predominante de destruccién y saqueo del medio. Lo anterior engrana con el tercer aspecto de la interaccién hombre-medio: la visién de la naturale- za como fuente suministradora de recursos. Para un Fig. 1. Relaciones productivas. 19 anilisis de las relaciones productivas se puede utili zar como marco de referencia las tesis marxistas. Segiin este enfoque es a partir del trabajo humano en la naturaleza de donde surgen los bienes materia- les. El hombre utiliza unos determinados medios de produccién (objeto y medios de trabajo) para rea ar las actividades productivas, medios que consti- tuyen las condiciones materiales para que se dé di- cha actividad, El sector social que ostenta la propie- dad y la gestion de dichos medios poseera la capaci- dad de orientar y determinar lo que se produzca (fig. 1), ‘Seguin los distintos sistemas sociales varia la pro- piedad de los medios de produccién y en conse- ‘cuencia las relaciones sociales de produccién (aque- Ilas que se dan entre los miembros de dicho sistema social en funcién de la relacién que tienen con los medios de produccién). Unos determinados medios de produccién, junto con la fuerza de trabajo y unas relaciones de produccién concretas, configuran las fuerzas productivas de cada formacién social; fuer- zas que dan como resultado una cierta capacidad productiva y una forma peculiar de explotar el me- dio. Segtin el andlisis marxista clasico existe una ley del desarrollo progresivo de estas fuerzas producti- vvas en la evolucidn histérica de la humanidad. Pero es caracteristico de la concepcién antropocéntrica que impregna este andlisis de las situaciones soci el hecho de que al estudiar la evolucién de la pro- duccién (integrada por tres elementos basicos: ma- teriales que se toman de la naturaleza, medios de produccién y actividad humana) se considere sélo el desarrollo de los medios de trabajo y de la forma 20 que adopta la actividad humana y la organizacién social, sin tener en cuenta el hecho basico de la de- pendencia de los sistemas sociales respecto de los sistemas naturales. El conjunto del andlisis se realiza en un contexto en el cual la naturaleza, comprendida en ella la es- pecie humana, experimenta un proceso evolutivo ascendente en el que predomina el crecimiento pro- ductivo, sin tenerse en cuenta la propia existencia del hombre y de la biosfera tal como hoy la conoce- mos. Frases como “el hombre domina la naturaleza con su trabajo” o “lucha por extraer de la naturale- za sus riquezas” son un ciemplo significativo de la actitud de “‘superioridad” y de “situarse fuera de la naturaleza” que caracterizan esta mentalidad antropocéntrica. A partir del desarrollo de la ecologia y de otras disciplinas ambientales, asi como de la probleméti- ca ambiental, se suman nuevos elementos al andlisis de la relacién productiva con el medio. Se considera que Ia especie humana superpone a su evolucién biolégica una evolucién cultural que le permite un fuerte crecimiento de la poblacién, la adaptacién a multitud de ambientes diversos y el aprovechamien- to progresivo de los recursos alimenticios y energéti- cos del planeta. Mediante el trabajo, la especie hu- mana, hace uso de sus destrezas manuales € intelec- tuales para sacar un mayor provecho de la naturale- za de la que forma parte. Pero, al igual que quien ostenta la propiedad y la gestidn de los medios de produccién determina un cierto tipo de relaciones sociales de produccién (explotadoras 0 de colabot cién) y una forma de organizacién social, también 2 hay que destacar que determina un tipo de, lo que podriamos llamar, “‘relaciones naturales de produc- cidn”, es decir, el tipo de relaciones que la especie humana mantiene con el resto de la naturaleza. De esta forma la propiedad privada de los medios de produccin genera unas relaciones sociales de ex- plotacién del hombre por el hombre y unas “rela~ ciones naturales” (con la naturaleza) de alteracién y destruccidn del equilibrio ecolégico, agotamiento de los recursos, etc. La ley del maximo beneficio que preside necesariamente la actuacién de los propieta- ios y/o gestores de los medios de produccién (ya sean la clase capitalista 0 los tecnoburdécratas “so- cialistas”) sera la causa directa de la explotaci6n hu- mana y del deterioro de la naturaleza. No s6lo alar- ‘ma la situacién de miseria y explotacién a que esta sometida gran parte de la humanidad, sino también el peligro real para la supervivencia de la propia es- pecie y de la biosfera tal como hoy la conocemos. En contrapartida a lo anterior, una sociedad donde la tierra, el agua, los recursos, la energia, los instrumentos de trabajo, etc. sean de propiedad co- Tectiva y gestionados por aquellos a quienes afecta tamente, y donde la ciencia, el arte y la técnica estén al alcance de todos, establecerd unas relacio- nes sociales de colaboracién y unas relaciones con Ja naturaleza basadas en una dptica ecoldgica (no antropocéntrica) con el principio basico de que el mantenimiento de la especie humana pasa por el de Jos equilibrios naturales y por el uso racional de los recursos. En cuanto a los aspectos ideol6gicos que van gados a las distintas formas de produccién conside- 22 ramos que requieren, dada su gran importancia para la educacién ambiental, un tratamiento mas extenso ya ello dedicaremos el capitulo segundo. Algunos aspectos histéricos El estudio de Ia relacién del hombre con su en- torno ha formado parte, tradicionalmente, del cam- po de investigacién propio de las ciencias sociales. La geografia humana, la sociologia y la economia aportan datos sobre la demografia, los modelos de organizacién social o el papel desemperiado por el hombre en la dinamica de la biosfera. A esas apor- taciones se les une, desde hace pocos afios, la proce- dente de la denominada ecologia humana, discipli na que pretende aplicar el enfoque ecolégico al es- tudio de los ecosistemas socio-urbanss. ‘Yeniendo en cuenta la informacién procedente de todas estas ciencias se puede esbozar un anilisis histérico de la interaccién entre el hombre y el resto del planeta. En este andlisis cabria distinguir diversas etapas, desde la correspondiente al hombre primitivo, caza- dor y recolector, hasta la propia del “sofisticado” ciudadano de las sociedades tecnolégicamente avan- zadas. Estas etapas pueden resumirse en dos mode- los biisicos de relacién, el propio de las sociedades tribales y el representado por las sociedades indus- trializadas actuales. A continuacién se describen las caracteristicas esenciales de cada uno de dichos mo- delos. La estructura de la sociedad tribal presenta como rasgo més llamativo la carencia de una estra- 23 tificacién social, la inexistencia de clases sociales. La poblacién muestra una gran dispersién estando distribuida en pequefios niicleos rurales sedentarios © formada por grupos némadas, con muy poca comunicacién entre los mismos. Las condiciones de vida limitan las posibilidades de supervivencia de los individuos, lo que determina una vida media corta respecto del patrén actual y, por tanto, una ripida renovacién de la poblacién. En este sentido el maximo gasto energético se dirige al crecimiento y multiplicacién de la poblacién (alimentacién) virtiéndose un minimo esfuerzo en los sistemas de regulacién y control de la organizacién social. La baja densidad de la poblacién y su fuerte dispersion, provocan un fenémeno de aislamiento cultural “ho- rizontal” (entre distintos nticleos de poblacién que coexisten en el tiempo) lo que lleva a una variacién lenta de la estructura social y a una escasa renova- cién de la informacién cultural, En cuanto al uso de los recursos naturales, la so- ciedad tribal presenta un bajo requerimiento energé- para un minimo acondicionamiento de! habitat. La fuente de recursos son las actividades relacionadas con la caza, la pesca y la recoleccién de raices, fru- tos 0 insectos. El hecho de usar energia endosométi- ca (originada en otros seres vivos) determina que el papel desempefiado en las redes tréficas de los eco- sistemas sea muy similar al de otros animales de pa- recidos requerimientos alimenticios. Por tanto, su relacidn con el medio se caracteriza por una fuerte insercién y, dependencia, en la dindmica de la natu- raleza, de forma que los ecosistemas en los cuales 24 esta presente el hombre tribal presentan un cardcter minimamente humanizado, sin que su actuacién signifique un escollo para alcanzar el estado de ma- durez (climax) y una alteracién en la circulacién de los materiales (ausencia de contaminacién). Frente a este modelo tribal estaria el que repre- senta una moderna sociedad industrializada, con ca- racteristicas antitéticas a las ya expuestas. La estruc- tura social muestra una gran complejidad resaltan- do la fuerte estratificacién en clases sociales y los complicados sistemas de regulacién y control desti- nados a mantener y perpetuar esa forma de organi- zacién social. La poblacién presenta una alta densi- dad, concentrindose en grandes micleos urbanos, con un alargamiento de la vida media del indi que determina una lenta renovacién (coexisten va- rias generaciones). Las culturas se superponen, de manera que en cada lugar se establece una lucha por el predominio de la cultura institucionalizada (dominante) sobre diversas culturas siempre emer- gentes. Esta diversidad se relaciona con la enorme ‘capacidad de almacenar ¢ intercambiar informacién del sistema social. Mientras en la sociedad tribal la estructura eco- némica es sencilla (cada unidad social es a la vez productora y consumidora, asumiendo los diversos papeles econémicos) en la sociedad industrializada se tiende a una progresiva centralizacién y por tanto dependencia de los grupos humanos respecto de los centros de produccién y de poder. Algunos signos de esta tendencia serian: la reparticién, a escala pla- netaria, de las actividades productivas, especializén- dose cada regién en un determinado sector; la pro- 25 gresiva centralizacién a nivel global de los centros de decisién 0 Io que es lo mismo, de las actividades de produccién, intercambio y tratamiento de la in- formacién; la internacionalizacién del capital (pre- domino de las entidades multinacionales). En fun- cidn de estos tres factores aparece toda una trama de relaciones de dependencia econémica y politica entre los paises, lo que conlleva una integracién for- zosa de las distintas comunidades humanas en un modo de produccién mundialmente jerarquizado. En lo referente al uso del medio, lo mas destaca- ble es el alto requerimiento energético de la socie~ dad industrial. La energia utilizada procede de fuen- tes de energia “fésiles” (petrdleo, carbén) o bien no relacionadas con Ia acumulada por los sistemas vi- vos (energia at6mica, solar, hidraulica, etc.) Esta energia, basicamente exosomatica, se em- plea més que en alimentar la poblacién, en el man- tenimiento de la organizacién del sistema social, en forma de calefaccién, transporte, preparacion de los alimentos, acondicionamiento de aire, construccién y mantenimiento de las casas, elaboracién de bie~ nes, diseminacién de la informacién, etc. La explo- tacién de los recursos materiales va a determinar la humanizacién de toda la biosfera con un progresivo alejamiento del hombre respecto del entorno natu- ral y una relativa menor dependencia de los condi- cionantes ambientales. Ello determina un tipo de humano muy distinto al cazador y recolector de la comunidad tribal, el tipico habitante del medio ur- bano desconocedor del medio natural y ajeno al continuo trasvase de materiales, con destino a la ciudad, procedentes de los medios circundantes, 26 trasvase que significa una dependencia de su forma de vida respecto de los ecosistemas naturales (fig. 2). Una parte de los materiales elaborados en la ciu- dad vuelven a los medios circundantes en forma de Y Y (= Fig. 2, Circulacién de materiales entre la naturaleza y el medio social. Los recursos procedentes de una amplia superficie de ex= plotacién se concentran en un area mis restringida, el medio lurbano, donde son sometidos a la actividad humana. Como re- sultado de dicha actividad se producen desechos de diverso tipo que pueden ser “reciclados” © acumularse como contaminan= tes, 21 desechos de diverso tipo pudiendo determinar la acumulacién, desequilibradora, de contaminantes; otra parte queda en la misma ciudad en forma de estructuras exosomaticas (no orgénicas) esenciales en el almacenamiento de la informaciGn y en los sistemas de regulacién que mantienen toda la orga- nizacién social La explotacién de los ecosistemas naturales, ca- racteristica de esta sociedad, impide su tendenci natural a alcanzar la madurez y determina la exis- tencia de un conjunto de situaciones destructoras del equilibrio biolégico que se engloban en la deno- minada problematica ambiental. La problematica ambiental ‘Como se expone en el apartado anterior, de la relacién de la sociedad industrial actual con el en- tomo se derivan una serie de problemas que afectan de una u otra forma a la dindmica de los ecosiste- mas naturales (determinando en muchos casos su regresién) y a la supervivencia de la misma especie humana. Ya desde el siglo XIX se detectan las primeras secuelas desagradables de la industrializacién: el ha- cinamiento de los obreros en barrios insalubres, el desarraigo cultural, los traumatizantes movimientos de poblacién del campo a Ia ciudad, la contamina- cidn y en general la degradacién de las condiciones, de vida para una buena parte de la humanidad. A lo largo del presente siglo se plantea un fenémeno pa- ralelo: el aumento progresivo del nivel de vida de la 28 poblacién y el de las consecuencias nocivas de la in- dustrializacién, Diversos sucesos van delimitando en el transcur- so de los afios los distintos aspectos de la proble- ‘matica ambiental. La contaminacién de la atmésfera estalla como problema en diversas fechas: en 1948 en la ciudad norteamericana de Donora una espesa nube de gases contaminantes mata a veinte personas y deja a seis mil en grave estado; en 1952 el “smog” (niebla con una alta concentracién de contaminantes) londinense provoca cuatro mil victi mas y algo similar ocurre en los afios 56, 62 y 63. También se contaminan el mar (en cl afio 1966 el petrolero “Anne Mildred Brovig” y en el 67 el “To- rrey Canyon” producen las primeras “mareas ne- gras”) y los rios (en el afio 1964 se da una mortan- dad de peces sin precedentes en el delta del Missisi- pi y en el 69 ocurre lo mismo en el Rhin). Estos acontecimientos y otros mas recientes (desastres en. Minamata 0 Seveso) constituyen una pequefia muestra de lo que acontece desde mediados de siglo en gran parte del planeta. Las reacciones ante una situacién que se degrada répidamente comienzan a producirse a diversos ni- veles de la estructura social. En 1960 se edita un texto que constituye un alegato contra el uso de los plaguicidas, “The silent sping”, texto que se consi dera como uno de los primeros manifiestos ecologis- tas de nuestra época. También desde mediados de Jos 60 surgen movimientos de protesta, muchas ve- ‘ees en forma de luchas espontdneas y puntuales de- sarrolladas por grupos de ciudadanos que quieren mejorar aspectos concretos de sus condiciones de 29

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