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El problema de los géneros discursivos - Mijail Bajtin

RESUMEN
1) Planteamiento del problema y definición de los géneros discursivos
Los géneros discursivos son tipos, conjuntos (relativamente estables) de enunciados utilizados en
las distintas esferas de la actividad humana. Cada una de estas actividades humanas (científica,
literaria, periodística, cotidiana, estudiantil, oficial, militar, protocolar) utiliza enunciados que
reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de ellas por:
- su contenido temático;
- su estilo verbal (selección de vocabulario y frases);
- su composición o estructuración.

Dicho de otra manera:


- una función determinada (científica, técnica, literaria, oficial)
más
- unas condiciones determinadas (el entorno de cada una de estas área)
igual a
- géneros discursivos (que representan tipos de enunciados caracterizados por estilo, tema
específico y estructura determinada).

La variedad de géneros discursivos es inmensa, puesto que tal variedad está estrechamente ligada
a la gran actividad humana, y cada género se va complejizando en la misma medida que se
complejiza la actividad humana. Asimismo, los que llamamos "géneros discursivos" tienen un gran
alcance: desde las réplicas de un diálogo cotidiano hasta todos los géneros literarios, pasando por
un decreto, una orden militar, un informe científico, etc. Precisamente por su heterogeneidad,
nunca se les había dedicado un estudio y una clasificación adecuadas; siempre se había hecho
hincapié en sus diferencias y no en su factor común: su NATURALEZA VERBAL (o lingüística)
COMÚN. Podemos pensar entonces que el lenguaje participa de la vida a través de los enunciados
concretos que lo conforman, así como la vida participa del lenguaje a través de los enunciados.

Los géneros discursivos se dividen en:


- primarios (o simples)
- secundarios (o complejos: novelas, dramas, informes científicos, grandes géneros periodísticos)
siendo los géneros discursivos primarios las células constitutivas de los géneros discursivos
secundarios. Los géneros discursivos secundarios ABSORBEN y REELABORAN los primarios, de
manera que un diálogo cotidiano incluido dentro de una novela conserva su forma y su sentido a
partir de esa totalidad llamada "novela"; o sea, como acontecimiento artístico y no como suceso
en la vida cotidiana.

Ya dijimos que un conjunto determinado de enunciados agrupados bajo un mismo género


discursivo se caracterizaban por:
- su contenido temático;
- su estilo verbal;
- su composición o estructuración.

ESTILO: todo estilo está indisolublemente ligado con el enunciado y, por supuesto, con los géneros
discursivos. De hecho, donde hay un estilo hay un género discursivo. Todo enunciado, en mayor o
menor medida, puede reflejar la individualidad del hablante o del escritor; es decir, puede poseer
un estilo individual. Decimos que esto sucede "en mayor o menor medida" porque hay géneros
discursivos que se prestan especialmente para absorber o reflejar la individualidad del autor del
enunciado; por ejemplo, los géneros literarios. En este caso (novela, poesía, cuento, teatro), la
manifestación de ese estilo individual es parte del propósito mismo de este enunciado. En los
géneros discursivos donde hay una menor cabida para la manifestación de la individualidad del
emisor del enunciado (órdenes militares, contratos y escritos judiciales, cartas comerciales), su
objetivo es mayormente producir un EPIFENÓMENO del enunciado; es decir, un PRODUCTO
COMPLEMENTARIO DE ÉSTE, más allá de exhibir un estilo individual. También el estilo está
indisolublemente ligado a determinados temas y sobre todo a determinadas formas de
composición; con el estilo están relacionadas las maneras de estructuración de una totalidad, los
tipos de conclusión, las clases de relación que se establecen entre hablantes y otros participantes
de la comunicación discursiva (oyentes o lectores, compañeros, el discurso ajeno, etc.).

Alrededor de un enunciado podemos tener distintas maneras de analizarlo:


- desde el punto de vista de la gramática, si lo vemos como un elemento del sistema llamado
"lengua": tendremos un fenómeno gramatical;
- desde un punto de vista estilístico tendremos un fenómeno de estilo en aquel enunciado
analizado dentro de su misma totalidad o de un género discursivo.

De todas maneras, hay puntos en los cuales gramática y estilística convergen y comparten
terrenos comunes: la simple selección de una forma gramatical determinada, en detrimento de
otras es por parte del hablante un acto de estilística. Por eso, estos dos puntos de vista sobre un
mismo fenómeno lingüístico no deben sustituir el uno al otro y no son incompatibles, sino que
deben combinarse mutuamente, ya que el enunciado estudiado como una unidad real de la
comunicación discursiva nos permitirá comprender la índole de las unidades de la lengua, es decir,
la palabra y la oración.

No obstante lo antedicho, el estilo lingüístico puede y debe ser objeto de un estudio específico e
independiente; tal estudio es posible y necesario. Pero este estudio sólo sería correcto y
productivo si consideramos que el género discursivo es la base del estilo lingüístico y si estudiamos
primeramente las distintas clases de géneros discursivos. Y para estudiar las distintas clases de
géneros discursivos hay que tener en cuenta la clasificación de los enunciados en primarios y
secundarios; y hace falta también estructurar una clasificación de esos enunciados a partir de
considerar las diversas esferas de la praxis humana. Estos dos factores son la UNIDAD DE
FUNDAMENTO de la clasificación de los géneros discursivos.

La renovación o la reestructuración de los géneros discursivos se produce cuando hay un


intercambio entre los enunciados que podemos encontrar en los estratos extraliterarios y los
literarios. De esta forma se producen nuevas maneras de estructurar una totalidad discursiva con
el objeto de concluirla, de tomar en cuenta al oyente o participante, de "desalmidonarlos" (en el
caso de los géneros literarios). Así, se da paso a una mayor dialoguización, se los torna menos
monológuicos y se insta a una mayor participación del oyente o del lector.

2) El enunciado como unidad de la comunicación discursiva. Diferencia entre ésta y las unidades
de la lengua.
Más allá de las diversas tendencias sobre la función comunicativa que tiene la lengua, en esencia
ésta se genera a partir de la necesidad que tiene el hombre de expresarse y objetivarse a sí mismo.
Lo coincidente en todos los enfoques teóricos es que se subestima a los otros participantes de la
comunicación discursiva, como si el hablante hablase solo. Así, el oyente es pasivo; su única
función es comprender al hablante. Esta "ficción científica", como la llama Bajtín, parece ser una
constante en la lingüística: la "corriente discursiva única", el "oyente", "el que comprende" forman
parte de esa representación esquemática formada por un hablante, un oyente y una flecha
unidireccional de hablante a oyente, que representa el discurso. Esta representación esquemática
es apenas un momento -por demás efímero y abstracto- del proceso de comunicación discursiva.
Lo cierto es que el oyente percibe y comprende el significado lingüístico del discurso y
simultáneamente toma respecto de este discurso una activa postura de respuesta; es decir, que
toda comprensión va más allá de sí misma al ser punto de partida de una respuesta (comprensión
activa). Esta respuesta no siempre es en voz alta; la comprensión activa puede traducirse en:
- acción inmediata (ejemplo: cumplimiento de una orden)
- acción retardada (ejemplo: la poesía, los géneros líricos).
Las respuestas de acción retardada surgen de la comprensión activa que queda en silencio dentro
del oyente, pero que tarde o temprano resurgirán en los discursos posteriores o en la conducta del
oyente.

Aclaremos que el hablante espera alguna de estas respuestas. No se conforma con ver
reproducida su idea en la cabeza ajena. Antes bien buscará una contestación, sentimiento,
participación, objeción, cumplimiento, etc. Por otra parte, todo hablar es, a su vez, contestatario;
además de contar con el sistema de la lengua, cuenta con la presencia de ciertos enunciados,
propios y ajenos, con los cuales su propio enunciado teje todo tipo de relaciones: los rebate, se
basa en ellos, los supone conocidos por parte de su oyente, etc. Vemos así que TODO ENUNCIADO
ES ESLABÓN DE LA CADENA, MUY COMPLEJAMENTE ORGANIZADA, DE OTROS ENUNCIADOS. La
unidad real de la comunicación discursiva es el enunciado. El discurso existe en la realidad sólo en
forma de enunciados, vertidos por hablantes o sujetos del discurso y no existe fuera de esta
forma. Naturalmente, los enunciados pueden diferir en su extensión, contenido, composición,
pero coinciden en sus rasgos comunes estructurales. Uno de esos rasgos es la FRONTERA (1). Las
fronteras de cada enunciado se determinan a través del cambio de los sujetos discursivos; o sea,
por la alternancia de los hablantes. Esto puede verse fácilmente en un reportaje o diálogo
cotidiano, pero ¿qué pasa con una novela? También tiene un principio y un fin, como se definió
más arriba, puesto que antes que ella están los enunciados de otros y después del final vendrán
los enunciados-respuesta de otros. El enunciado no es una unidad convencional, sino real; el
cambio de sujetos discursivos se da por la cesión de la palabra al otro, cosa que se produce ante el
silencio que indica que el hablante ha concluido su alocución. Esta relación entre enunciados
puede verse más claramente en un ejemplo clásico: las réplicas de un diálogo. Tal relación es
posible sólo entre enunciados porque pertenecen a diferentes sujetos discursivos, presupone la
existencia de otros miembros de una comunicación discursiva. Por esta última razón, estas
relaciones son inconcebibles entre palabras u oraciones, es decir, dentro de un enunciado dado.
Los límites de la oración jamás se determinan por el cambio de los sujetos discursivos. La oración
es una idea relativamente concluida que se relaciona de manera inmediata con otras ideas del
mismo hablante dentro de la totalidad del enunciado; al concluir la oración, el hablante hace una
pausa para pasar a otra idea que redondee la anterior. El contexto de una oración sería el discurso
de un mismo sujeto hablante, en su totalidad. Ahora bien: si el enunciado consiste solamente en
una oración, pues entonces ella está investida de todas las características que antes marcábamos
para los enunciados; es decir, que un enunciado que va dirigido a alguien está provocado por algo,
tiene una finalidad; o sea, viene a ser el eslabón real en la cadena de la comunicación discursiva de
alguna esfera de actividad del hombre.
El segundo de los rasgos constitutivos del enunciado es la conclusividad específica del enunciado.
Este carácter representa una cara interna del cambio de los sujetos discursivos: tal cambio se da
tan sólo por el hecho de que el hablante dijo (o escribió) todo lo que en un momento y
condiciones dadas quiso decir. Esta conclusividad es específica y se determina por criterios
particulares:
1) POSIBILIDAD DE SER CONTESTADO: es decir, la posibilidad de tomar una postura de respuesta
en relación con el enunciado. Y para adoptar una postura de respuesta, es necesario que el
enunciado sea concluso. Las oraciones y las palabras pueden ser sólo comprendidas
lingüísticamente o gramaticalmente, pero no pueden alcanzar el grado de conclusión que sí tiene
un enunciado. El enunciado posee entonces este carácter de ser una totalidad conclusa que
asegura la posibilidad de una respuesta; este carácter lo identificamos mediante estos tres
momentos o factores interrelacionados en el enunciado:
1.a) el agotamiento del sentido del objeto del enunciado;
1.b) la intencionalidad/voluntad discursiva del hablante;
1.c) las formas típicas, genéricas y estructurales de conclusión.
1.a) En aquellos géneros discursivos de carácter fuertemente estandarizado, y cuyos momentos
creativos están reducidos al mínimos (ruegos, órdenes militares, preguntas de orden ficticio), el
agotamiento del sentido es casi completo. Por el contrario, en las esferas de creación (sobre todo
científicas), el agotamiento del sentido es muy relativo. Sólo cuando el objeto (que es inagotable)
se convierte en tema recién allí podemos descubrir los límites que forman la conclusividad del
enunciado: enfoque del problema, material dado, propósitos que busca el autor. Estos límites
construyen la intención del autor, con lo cual estaríamos penetrando en el segundo factor.
1.b) INTENCIÓN DEL AUTOR: la intención o voluntad del autor o voluntad discursiva pueden ser
abarcadas o entendidas en el principio mismo del enunciado. De esta forma, los participantes
directos de la comunicación pueden apreciar su volumen y sus límites. La intención se dirigirá a la
elección del objeto, a sus límites, su capacidad de agotar el sentido del objeto, el grado de
conclusividad del enunciado, la elección de la forma genérica. La intención (momento subjetivo del
enunciado) limita el sentido del objeto; esta unidad indisoluble está así vinculada a una situación
concreta y única en la comunicación discursiva, sus participantes, sus enunciados anteriores y sus
circunstancias individuales.
1.c) LAS FORMAS GENÉRICAS ESTABLES DEL ENUNCIADO: cuando el hablante elige un género
discursivo determinado, se manifiesta en plenitud la voluntad discursiva. La elección del hablante
se regirá por: la especificidad de una esfera discursiva dada, por las consideraciones del sentido
del objeto o temáticas, por la situación concreta de la comunicación discursiva, por los
participantes de la comunicación, etc. De aquí en más la intención discursiva del hablante se
adecua a la forma genérica elegida. Todos nuestros enunciados están enmarcados en lo que
llamamos GÉNEROS DISCURSIVOS. Estructuramos nuestros enunciados a través de los géneros
discursivos relativamente estables. Normalmente los usamos con soltura, sin saber de su
existencia teórica. Algunos géneros son absolutamente plásticos y creativos; otros, por el
contrario, son altamente estandarizados. La variedad de estos géneros se determina por la
situación discursiva, por la posición social y la relación personal entre los participantes de la
comunicación. También es posible la reacentuación de los géneros; si redacto una carta ami novio
como si fuera una carta comercial, la reacentuación provocará un efecto paródico y humorístico.
Lo importante es que, para usar con soltura los géneros, hay que dominarlos bien.
El tercer rasgo constitutivo del enunciado es la actitud del autor hacia el enunciado y hacia otros
participantes de la comunicación discursiva. Debe existir, en primer lugar, una actitud de
compromiso por parte del autor dentro de cierta esfera de sentidos y de objetos para fijar los
detalles específicos de composición y estilo. En segundo lugar, tenemos el momento expresivo, o
sea, la actitud subjetiva y evaluadora desde un punto de vista emocional del hablante con respecto
al contenido semántico (es decir, de significado) de su propio discurso. Este momento expresivo
también definirá la composición y el estilo del enunciado. Pero este momento expresivo puede ser
aplicado sólo y exclusivamente a los enunciados y nunca a palabras y oraciones. Éstas son neutras
(más allá de sus características morfológica); en cambio, un enunciado neutral es impensable. La
oración, la palabra, como unidades de la lengua, carecen de entonación expresiva. Ni siquiera
podemos atribuirles determinada expresividad basándonos en su significado. Sólo la adquieren
insertas en los enunciados debido a que al elegir palabras para el proceso de estructuración de un
enunciado las tomamos de otros enunciados genéricamente afines al nuestro (parecidos por su
tema, estilo y estructuras). El género discursivo representa una forma típica de enunciado; no es
una forma lingüística; por lo tanto, el enunciado incluye la expresividad específica del género
dado.

Podemos agregar entonces que las palabras son:

- NEUTRAS (de diccionario), para comprensión general de todos los hablantes;


- AJENAS, llenas de ecos de enunciados ajenos;
- PROPIAS, porque yo las uso en situaciones y con intenciones determinadas, por lo tanto, se
compenetran de mi expresividad, pero sólo dentro del contexto de mi discurso.

En resumen, el estilo y composición del enunciado se determinan por su aspecto temático (objeto
y sentido) y por su aspecto expresivo, o sea, por la valoración que haga el hablante hacia el tema.
Pero llevando más lejos la visión y desde el momento que todo enunciado es un eslabón en la
cadena de enunciados, la expresividad de nuestro enunciado es también reflejo de nuestra actitud
hacia los enunciados que nos preceden, los refutamos, nos basamos en ellos, coincidimos con
ellos, etc. Es decir, correlacionamos nuestra postura con las ajenas. Introducimos así enunciados
ajenos en los nuestros con su misma expresividad o cambiándoles el acento (ironía, indignación,
veneración): los reevaluamos en mayor o menor medida. Encontramos así el matiz dialógico, una
especie de transposición del cambio de los sujetos discursivos puesto que mis enunciados dialogan
con otros enunciados anteriores; tengo cambio de sujetos discursivos dentro de un mismo
enunciado. Así, encontramos que el discurso ajeno posee:

- expresividad propia (que es la ajena), la que el hablante original le dio al pronunciarlo;


- mi expresividad, al tomarlo e insertarlo en mi discurso.

Pero un enunciado no sólo está relacionado con los eslabones anteriores, sino también con los
posteriores de la comunicación discursiva. Construimos enunciados previendo la respuesta basada
en la participación activa de los otros. El enunciado también se caracteriza por estar destinado,
orientado a alguien. Aquí aparece el fondo aperceptivo de mi destinatario en función de mi
discurso, sus conocimientos acerca de mi discurso, sus opiniones, sus convicciones, simpatías y
antipatías. Tomando como base el fondo aperceptivo de mi interlocutor, el hablante seleccionará
los recursos lingüísticos, o sea, el estilo adecuado.

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