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ESTRIDENCIA
(JEAN-FRANÇOIS LYOTARD)
Estridente se dice de un sonido agudo, intenso, que suele ser breve: un sonido que nos
traspasa las orejas (Lyotard, 2001: 77).
No puede huir de los gritos que lo invaden, que a pesar de venir de afuera resuenan
adentro.
[…] la oreja sin párpados parece expuesta, indefensa, a las vibraciones que podrían
excederla (Lyotard, 2001: 77).
La estridencia es el signo del exceso, de lo que excede la capacidad de dar sentido que
tienen los sentidos, de lo inconmensurable…
1
El acto de escribir no se apoya en ninguna autoridad, en ninguna orden audible.
Solo se somete a un mandato pronunciado con una voz inaudible, que provoca espasmo.
El espasmo, forma de escritura arcaica, indica que algo inaudible se hizo oír.
Escribir es el acto violento de dar forma a una materia vibrante, que resiste la forma.
La escritura usa las palabras como marcas audibles para indicar lo inaudible.
Un escrito –texto, pintura, escultura, música, paso de danza- librado tanto como sea
posible de los encadenamientos, las significaciones, las transmisiones, sin propietarios
ni colindantes, sin mensaje, separado -tal debería ser un artefacto capaz de evocar la
presencia absoluta (Lyotard, 2001: 45).
¿Cómo escribir ese rumor que asciende por la garganta sin violar su silencio, sin
vociferar?
2
directo: cuando hablo, cuando creo que hablo, el rumor que se eleva de mi garganta no
es la voz que los otros oyen (Lyotard, 2001: 83).
Un rumor que no viene de nadie ni está dirigido a nadie, el rumor de un intruso anónimo.
Hay rumor como hay color, como singularidad pura, sin atributos.
Hay, sin sonido ni color, aunque puede presentarse como sonido, como color.
El rumor necesita un hueco, una garganta, una cámara sorda donde resonar.
“Oímos nuestra voz con la garganta y la de los otros con las orejas”. Ahora bien, pura
inconsecuencia, ese héroe de novela, ese otro que uno ama, si lo ama con amor, como a
un hermano, lo escucha con su garganta (Lyotard, 2001: 87).
Oír con la garganta no es oír, es tocar. Más que tocar, antes que tocar, es ser tocado.
Horror de ese cuerpo extraño que para hacerse oír raspa el cuerpo propio cuerpo.
“Si escucháramos repentinamente otra voz que no sea la nuestra con la garganta,
estaríamos aterrorizados”. ¿Es acaso posible? Es la definición del amor (Lyotard,
2001: 93).
Hay una comunidad de singularidades que nada tienen en común, que no es una
comunidad.
Un bajo continuo previo a la individuación, que los oídos del individuo se esfuerzan por
no escuchar.
3
El amor o la fraternidad, “un irracional de cavernas”. Apiñarse, apretujarse, una sola
garganta en muchos (Lyotard, 2001: 95).
Sitio de encuentro, a través de los siglos, de seres que se descubren apretujados unos a
otros.
Una caverna donde se ama y se agoniza, se nace y se muere solo, pero no aislado.
Hay una casi nada que es más que todo: hay la noche primordial.
Solitario es poco decir. La noche cósmica está ahí, en lo más próximo, hecho enorme,
sin contrario, que no es noche de ningún día. Los soles por encima de ella, los
pueblos por debajo, pueden fomentar sus ciclos, relatar sus historias. Indiferente
ella es, sin diferir nada, ni de nada (Lyotard, 2001: 91).
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Referencias