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Curso: Religión Facilitador: Hno. Eduardo X.

Grado: 5°/ BACH En Educación

INTRODUCCIÓN A LA SAGRADA ESCRITURA


1. LA BIBLIA COMO LIBRO

En este primer capítulo nuestra mirada será, sobre todo, descriptiva. Sin prescindir del hecho de
que la Biblia, para nosotros los creyentes, es un libro sagrado; el acento en la exposición estará
en tomar la Biblia como un libro entre otros libros, con sus partes, autores y ambientes en que
nació. En el capítulo 2 la abordaremos como Palabra de Dios.

1.1. Estructura general de la Biblia

Lo primero que llama la atención de la Biblia es su tamaño: tiene más de mil páginas. Está
compuesta de dos grandes partes: el Antiguo y Nuevo Testamento. Estas dos partes a su vez
contienen muchas unidades menores: el Antiguo Testamento (AT) tiene 46 y el Nuevo
Testamento (NT), 27. Es importante fijarse en este dato y no olvidarlo: la Biblia no es un
solo libro, sino 73 libros diferentes. La misma palabra “Biblia” significa en griego “libros”.

Estos escritos pertenecen a épocas y autores muy diferentes entre sí. Sin embargo, a pesar
de esta diversidad de libros, autores y épocas, es posible percibir una unidad fundamental en
la Biblia: contiene la palabra del único Dios a su único pueblo (Israel en el AT, la Iglesia en
el NT).

A partir de esta unidad fundamental se pueden entender los dos “testamentos”: hay una
antigua y una nueva Alianza, una antigua y nueva manera de hablar Dios a los hombres, una
promesa y un cumplimiento.

El AT contiene la historia de la promesa de Dios. De un Dios que eligió a un pueblo y lo


fue educando de muchas maneras y en diversas ocasiones a fin de hacerlo capaz de entrar
en un diálogo adulto con Él. Se trata entonces de una etapa de preparación, de una promesa
de algo más pleno, de un modo de relacionarse que no es aún una relación de adultos.

En el NT tenemos el cumplimiento de la promesa: en Jesús, Dios se hace presente en medio


de su pueblo. Esa presencia tan radical inaugura un nuevo tipo de relación con Dios llamada
por san Pablo “adulta” (Gal 3,25). Sin embargo, este cumplimiento es aún inicial. Ya que se
nos promete una presencia más plena de Jesús con su Segunda Venida (“Parusía”), en la
que Dios renovará y llevará a plenitud a toda la humanidad y a nuestro mundo. Por lo
mismo, el NT termina clamando “¡Ven, Señor Jesús!”.

1.2. Geografía bíblica

Los relatos bíblicos se ubican geográficamente en el Oriente Medio. La tierra dada por Dios
a su pueblo es el territorio de Canaán o Palestina (el mismo que ocupa actualmente Israel)
(ver fig.1: Palestina en el mundo). A partir de este lugar central la historia bíblica tendrá
ramificaciones a Egipto, en tiempos del Éxodo; a Babilonia, en tiempos del Exilio, y al Asia
Menor (actualmente Turquía), Grecia y Roma, en tiempos de los apóstoles.

Figura 1: Palestina en el mundo


(Fuente: Sociedades Bíblicas Unidas, en www.biblia.page.com.br)

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El territorio bíblico por excelencia, en todo caso, es Palestina. Ésta es una angosta franja de
tierra que tiene la forma de un trapecio (ver fig.2: Palestina físico A), cuya base inferior
mide unos 100 kms y la superior unos 50; su altura es de unos 220 kms. El mediterráneo lo
limita al oeste y el valle del Jordán (una profunda hendidura o falla geológica) por el este.

Para los efectos de esta presentación dividiremos el territorio palestinense en tres franjas
imaginarias y paralelas (ver fig. 3: Palestina físico B): a) la costa, b) la montaña central, c)
el valle del Jordán. Las presentaremos recorriéndolas de norte a sur.

Figura 2: Palestina Físico A


(Fuente: DOWLEY.T. “Atlas bíblico Portavoz”, Ed. Portavoz, Grand Rapids, Michigan,
1991

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Figura 3: Palestina Físico B


(Fuente: DOWLEY.T. “Atlas bíblico
Portavoz”, Ed.
Portavoz, Grand Rapids, Michigan,
1991

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a) La zona costera.

La costa palestinense es suave y arenosa, formando en algunos lugares amplias dunas.


El único puerto natural es el formado al pie del Monte Carmelo (de hecho, los únicos
puertos de que disponen los judíos son los de Jafa y Cesarea; este último construído en
tiempos de Herodes el Grande, poco antes del nacimiento de Jesús). Esta realidad
mantuvo a Israel siempre alejado del mar, que fue visto más como un peligro potencial
que como un campo de trabajo.

b) La montaña central. Con este nombre se conoce la zona comprendida entre la llanura
costera y el valle del Jordán. Al recorrerla de norte a sur se puede distinguir en ella las
siguientes secciones (fig. 4: Palestina en tiempos de Jesús):

b.1. Galilea: Situada en el


norte., es una zona de
colinas suaves y
fértiles, intensamente
cultivadas (trigo,
cebada) y con mucha
población. En la baja
Galilea se concentra
la mayor cantidad de
habitantes de Israel,
los que habitan en
pequeñas aldeas. Se
trata de la zona donde
Jesús desempeña la
mayor parte de su
ministerio. Al sur de
Galilea, y separándola
de Samaria se
encuentra un fértil
valle conocido como
llanura del Esdrelón o
Valle de Yisreel. Es
la zona agrícula más
fértil de Palestina.

b.2. Samaria. Constituye


el corazón geográfico
del país. Zona
montañosa que se
levanta al sur de
Yizreel. En el sector
norte, o “baja
Samaria”, hay
pequeños valles fértiles entre las montañas.

b.3. Judea. Región de montañas más altas, quebradas y secas. En el centro de esta zona
se encuentra la ciudad de Jerusalén. Hay un fuerte contraste entre el sector
occidental (hacia el Mar Mediterráneo) y el sector oriental (hacia el Jordán). El

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primero tiene sectores más planos y recibe lluvias que permiten una agricultura no
despreciable (hay además viñas, olivos, y una gran variedad de árboles frutales). El
segundo es abrupto y seco, hasta el punto de ser conocido como el “Desierto de
Judá”.

c) El valle del Jordán (fig. 3: Palestina físico B). El río Jordán tiene su origen en una
serie de arroyos que nacen en las laderas del monte Hermón (2.814 mts) y que se
reúnen en el pantano Hulé. Éste se encuentra a 2 mts sobre el nivel del mar. Saliendo de
este pantano el Jordán baja rápidamente hasta llegar al lago de Genesaret (o lago-mar
de Tiberíades, o mar de Galilea; 212 ms. bajo el nivel del mar). Este lago tiene 21 kms.
de largo por 10,5 kms. de anchura máxima. Sus aguas son cristalinas y con abundante
pesca (en ellas se desarrollan todas las escenas de pesca de los evangelios). En su sector
occidental hay una amplia y fértil llanura que fue muy cultivada y habitada desde la
antigüedad. Allí se ubican muchos de los pequeños pueblos a los que hacen referencia
los evangelios. El lado oriental es seco y árido, con laderas abruptamente cortadas; es
una región casi deshabitada.

Del sur del lago renace el río Jordán, bajando hasta llegar al Mar Muerto. Debido a los
numerosos meandros del río se forma una tupida vegetación que contrasta con la
sequedad del valle rodeado de secas montañas.

El Jordán desemboca y termina en el Mar Muerto. Este es un lago que se encuentra a


392 mts. bajo el nivel del mar. Por lo mismo, carece de desagüe, manteniéndose su
nivel por evaporación. Esta especial característica ha elevado tanto la salinidad de sus
aguas que es imposible la vida en ellas. De ahí proviene su nombre. Los sectores
adyacentes a este lago son muy desérticos.

El territorio de Palestina no es muy grande. La superficie total está en torno a los


10.000 kms cuadrados. Las distancias son cortas, aunque los caminos no siempre son
fáciles (de Jerusalén a Nazaret hay unos 140 km).

2. BREVE HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Es necesario bosquejar aquí las principales etapas de la historia bíblica para una primera
ubicación, indispensable para la descripción que haremos de los libros que componen la Biblia.

2.1. Antiguo Testamento:

a) Los patriarcas (1.800 – 1.700 a.C.)

Por razones de espacio nos centraremos casi sólo en Abraham. Abraham es el jefe de un
clan “hebreo” (es decir, de aquellos pastores seminómades que vivían en las fronteras de
los grandes imperios) que vive con su familia en Ur, ciudad de la Baja Mesopotamia.
Allí es llamado por Dios para darle una tierra y hacerlo padre de un pueblo. Se trata de
una triple promesa: a) tierra, b) descendencia numerosa, c) intimidad con Dios (Alianza).
Esta triple promesa será el hilo de la historia relatada en el Antiguo Testamento. Lo que
más anhela un clan seminómade es tener una tierra propia (y pasar a ser, entonces,
sedentario) y llegar a ser un pueblo numeroso (y asegurar entonces su subsistencia).

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El llamado de Dios es desconcertante; sobre todo, si se toma en cuenta que él y su mujer


Sarah son ancianos y no pueden concebir. Sin embargo, Abraham emprende el camino,
con su mujer, confiado en las promesas de Dios. Yahveh los hace vivir como “extraños y
forasteros” en la tierra que les ha prometido. Al final, Abraham recibirá sólo como
anticipos y “primicias” de la promesa a su hijo Isaac y a una pequeña parcela de tierra
para enterrar a su familia. El cumplimiento pleno demorará varios siglos (ver
monarquía).

Los descendientes de Abraham son Isaac y después Jacob (hijo del primero). Jacob (o
Israel) es el padre de 12 hijos que pasan a ser a su vez las “cabezas” de las futuras doce
tribus de Israel. Debido a una hambruna en Palestina, Jacob y sus hijos se trasladan a
Egipto. Allí al cabo de varios siglos llegan a ser un pueblo numeroso.

b) El Éxodo y la Alianza (1.250 – 1.220 a.C.)

Por razones que se nos escapan en su mayor parte, Israel aparece unos cuatrocientos
años después sometido a duros trabajos y amenazado de exterminio. Se trata de una
esclavitud sociopolítica a la vez que religiosa. Socio-política porque el pueblo está
sometido a trabajos forzados en las construcciones faraónicas y porque todos los niños
varones son asesinados al nacer. Religiosa, porque el faraón impide al pueblo dar culto a
Dios como desea, lo que acarrea idolatría. Ambas esclavitudes las ha interiorizado Israel
y se ha convertido en un pueblo dividido y temeroso.

El libro del Éxodo (2,23) nos dice que “los israelitas, gimiendo bajo la servidumbre,
clamaron, y su clamor, que brotaba del fondo de su esclavitud, subió a Dios”.

Dios llama entonces a Moisés y los envía al faraón para que saque a Israel de Egipto.

Moisés era un israelita que fue salvado de la muerte gracias a la fe y astucia de su madre
(que lo mete en un canasto recubierto de alquitrán y lo esconde en el río Nilo. En ese río
lo recoge la hija del faraón, que se compadece de él). El niño se cría en la corte del
faraón y solamente ya adulto se reencuentra con sus hermanos de raza que viven en la
esclavitud. Al ver a un egipcio maltratando a un hebreo, Moisés lo mata. Pero luego,
asustado, arranca al desierto, se casa y se establece como pastor junto a su suegro. Es en
el desierto, cuando Moisés está establecido y lejos de sus hermanos, en donde recibe el
llamado de Dios.

En este llamado, Dios se presenta como “Yahveh”, que se traduce como “yo soy el que
estaré (listo para salvarte)”. Pide a Moisés que vaya donde el faraón y le pida la salida
del pueblo. Moisés hace presente a Dios la falta de aptitudes para la misión pero Yahveh
insiste y le ofrece su ayuda.

Moisés debe luchar en contra de las negativas del faraón y del miedo del pueblo.
Después de una serie de episodios recordados y engrandecidos por el recuerdo del
pueblo (las plagas), éste sale de Egipto de noche. El faraón se da cuenta de la ausencia y
sale a perseguirlo con su ejército. Los israelitas han llegado a orillas del Mar Rojo y no
pueden cruzar. Por delante tienen las aguas y por detrás el ejercito del faraón.

Aquí se produce la acción salvadora de Yahveh. Dios permite el paso por las aguas a
Israel e impide el del ejército egipcio, que se hunde en ellas. Este hecho es considerado
como la principal intervención milagrosa de Dios a favor de su pueblo, como la gran

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acción liberadora que dará origen a Israel como pueblo. Esta acción es celebrada en la
fiesta de la Pascua.

Después de la salida de Egipto el pueblo se encuentra libre de opresiones exteriores pero


sujeto a su propia esclavitud interior (idolatría, división, temor y añoranza de la
seguridad en la dominación). El desierto es el lugar por excelencia del encuentro
desnudo con Dios y con la propia realidad. Junto con ser el lugar de encuentro más pleno
con Dios, es el lugar de las mayores tentaciones.

En ese lugar Dios celebra con Israel en el monte Sinaí una “alianza”. Ésta es un
compromiso mutuo entre Dios y su pueblo. Yahveh se compromete a hacer de Israel su
pueblo, auxiliarlo en sus dificultades y de educarlo a fin de que se encamine a la tierra
que le ha prometido y, sobre todo, a Él como Vida plena. El pueblo, por su parte, se
compromete a cumplir la Ley.

Por la Ley se entienden los diez mandamientos (el Decálogo: Éx 20,1-17) y


probablemente algunas normas más que no conocemos. La Ley pretende ser una ayuda
para que el pueblo alcance la verdadera libertad. En efecto hasta ahora ha conseguido la
“libertad de”: se ha liberado de la opresión egipcia con todo lo que eso conllevada. Sin
embargo, el aspecto más importante de la libertad es la “libertad para”. Esto es, la
capacidad de conducir la propia vida hacia una meta de plenitud, de verdadera
realización existencial.

c) La conquista y los jueces (1.200 – 1.025 a.C.)

Israel conquista Palestina mediante una infiltración progresiva en la que cada tribu actúa
en forma independiente. El grupo más importante ingresa por el oriente bajo la dirección
de Josué, sucesor de Moisés.

En este período Israel entra en contacto con la civilización cananea. Esta civilización es
agrícola y urbana, con un estilo de vida mucho más confortable que el que ha llevado
hasta ahora Israel. Gradualmente el pueblo pasará de ser un pueblo nómade a uno
agrícola y urbano.

Israel no tiene todavía una dirección única. Funciona como una agrupación de tribus
unidas por una fe, un santuario y una Ley común. La autoridad política la ejercen los
jueces mayores y menores. Los primeros son guerreros que dirigen al pueblo en caso de
guerra y mientras ésta dure. Los segundos interpretan la Ley y ejercen la justicia.

El santuario común es de tipo “nómade”: el “Arca de la Alianza”. Se trata de una caja de


madera, chapeada en oro, que guardaba en su interior las “tablas de la Ley”, en donde
estaban los mandamientos. Se trasportaba mediante dos varas (al modo de una camilla).
En la parte superior, había tallados dos querubines, cuyas alas formaban un trono para
Yahveh, en donde Él residía. De ese modo Dios custodiaba la Ley.

Esta Arca se guardaba en la “tienda de la reunión”. Se llevaba en las batallas para


asegurar la victoria. Una vez al año frente a ella todo Israel renovaba solemnemente la
Alianza.

Dos cosas son importantes en este período:

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 La primera es el don de la tierra. Ésta constituye el cumplimiento de la promesa


dada a Abraham y un don para todo el pueblo. Cada israelita tiene su “heredad”, es
decir, un trozo de tierra para él y su familia. Esta pequeña parcela no se puede
vender ni regalar.

 La segunda es la crisis religiosa que se produce con la instalación. Hasta ahora


Yahveh ha sido un Dios nómade, que camina con el pueblo y que está vinculado
fundamentalmente a las personas. ¿Estará Yahveh vinculado ahora a los lugares?
¿Podrá Yahvé asegurar la fecundidad de la tierra? Uno de los desafíos que tendrá
Israel será descubrir que sin dejar de ser nómade y vinculado a las personas, Dios
puede estar presente en la nueva situación del pueblo y asegurar la prosperidad.

d) La monarquía (1.031 – 587 a.C.)

La organización de la conquista entra en crisis debido a la derrota sufrida por Israel en


manos de los filisteos. Se trata de un pueblo de origen griego que desembarca por el sur
(por lo que hoy es la franja de Gaza) y que termina conquistando casi todo el territorio
palestinense. Se hace necesaria la unificación del pueblo bajo una sola cabeza que dirija
el combate.

La idea de la monarquía es resistida por amplios grupos en Israel. Se la ve como un


atentado a Yahveh, único rey, y como una grave limitación a la libertad individual. Por
otra parte, se la considera necesaria para el desarrollo militar y económico. Finalmente
se la termina justificando concibiendo al rey como representante de Yahveh en medio de
su pueblo.

Después de los fracasos del primer rey, Saúl, la monarquía trae el poderío militar y el
esplendor político y socio-económico con David y Salomón. David conquista Jerusalén
y la convierte en capital del Reino y ciudad de Yahveh. Salomón construye el Templo y
ubica ahí el Arca, de modo que Dios pasa a vivir en ese lugar.

Después de Salomón, el Reino se divide en dos: el Reino de Judá (Sur) y el Reino de


Israel (Norte). El primero termina con la invasión del Imperio Asirio, en el año 721. El
segundo con la del Imperio Babilónico, el 587.

La monarquía trae un eficiente sistema administrativo y un fuerte desarrollo económico.


Sin embargo, trae también corrupción, injusticia social e idolatría. Los reyes
recompensarán con tierras a los altos funcionarios y generales victoriosos, pasando por
sobre las normas relativas a la “heredad”. Los grandes comerciantes se apropian de la
tierra. Surgen las clases sociales (que en la época del desierto no existían) y un abismo
pasa a separar a los ricos de los pobres. La justicia pasa a estar al servicio de los
primeros.

En lo religioso, el pueblo a menudo prefiere rendir culto a los “baales” que a Yahveh.
Los “baales” son los dioses cananeos que supuestamente conceden la lluvia, la
fecundidad de la tierra y la abundancia de frutos; son los dioses del confort y de la
prosperidad económica. Al culto a los baales se agrega el culto a los grandes imperios,
con los que los reyes hacen alianzas de dudoso beneficio buscando el poder y la
seguridad a toda costa.

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El pueblo ha ganado en comodidad y esplendor; sin embargo, ha perdido en verdad y en


libertad; está adormecido y dividido. Se ha olvidado de Yahveh. Por esto será presa fácil
de la codicia de los grandes imperios que quieren hacer suya la estratégica tierra de
Palestina, lugar de paso de oriente a occidente y de Mesopotamia a Egipto.

Esta situación de injusticia, idolatría y adormecimiento, la denunciarán los profetas.


Éstos son hombres a los que Yahveh llama para decir una palabra suya a su pueblo. Ella
dice relación con la fidelidad o infidelidad a la Alianza y con las consecuencias futuras
de ellas (bendición o castigo).

e) El Exilio (587 – 538 a.C.)

Los habitantes del antiguo Reino del Norte son dispersados por todo el Imperio Asirio y
este Reino no vuelve a reconstituirse jamás. Un siglo y medio después, el Reino del Sur
(Judá) es conquistado por los babilonios (que destruyen Jerusalén y el Templo) y corre
mejor suerte: trasladan a la mayoría del pueblo a un sector determinado de la ciudad de
Babilonia en donde llegan a tener cierta libertad. Esto les permite mantenerse unidos y
no perder su religión.

Desde el punto de vista de la fe, el exilio constituye una verdadera catástrofe. Quita a
Israel todas las seguridades en las cuales se apoyaba. Los principales signos del
cumplimiento de las promesas dadas a Abraham han desaparecido: a) No hay rey ni
independencia nacional (descendencia); b) han sido despojados de su tierra y deben vivir
fuera de ella; c) la expresión de la intimidad con Dios, el Templo, ha sido destruido.

Ante esto surge la interrogante de si la Alianza sigue en pie. ¿Habrá abandonado


definitivamente Dios a su pueblo? Ante esta duda tan radical, algunos profetas traen un
mensaje de esperanza: Dios ha castigado a su pueblo; sin embargo, prepara el regreso a
la tierra y a un modo de vida más pleno.

La pérdida de seguridades del exilio será la ocasión de un nuevo resurgimiento de Israel.


Destruidas todas las instituciones nacionales fundamentales, el pueblo se reunirá
formando pequeñas comunidades religiosas. Por medio de estas comunidades Israel
busca superar el peligro de ser absorbido por los demás pueblos, a la vez que intenta una
nueva forma de vivir la fe. También hay un cambio en la imagen de Yahveh: se lo
descubre como un Dios universal. Este Yahveh que parece muerto es ahora percibido
como Dios del Universo entero. Israel será ahora un pueblo misionero, encargado de
anunciar a todas las naciones a Yahveh como el único Dios.

f) El Judaísmo (538 a.C. – 135 d.C.)

El Imperio Babilónico es derrotado por el Imperio Persa. El año 539, el emperador, Ciro,
conquista la ciudad de Babilonia. Se trata de un hombre respetuoso de los pueblos que
va conquistando, de sus costumbres y tradiciones. En virtud de esta política permite a
Israel retornar a Palestina y reconstruir el Templo de Jerusalén. Más aún, les devuelve
los objetos de culto que habían sido llevados a Babilonia (pero el Arca de la Alianza se
pierde totalmente) y les da una cierta ayuda económica para su reconstrucción.

Se llama Judaísmo al período comprendido entre los años 538 a.C. al 135 d.C. En esta
época, Israel no tendrá autonomía política ni territorio propio; se agrupará en pequeñas
comunidades en torno a sinagogas (casas de oración). La mayoría de los judíos vive

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fuera de Palestina (esta situación de dispersión se llama la “diáspora”). Los que están en
ella son un pequeño grupo en torno a Jerusalén, que pasa a estar dominado por los
grandes imperios de la época: persa, griego, romano.

Esta situación general plantea el problema de buscar elementos que cohesionen a Israel
(en su manera de ser y en su fe), de tal manera que no se diluya en medio de los grandes
imperios. El primer elemento que surge es el Templo: así, judío será quien acuda al
Templo a realizar sacrificios. Israel será una comunidad congregada en torno al
Santuario.

Sin embargo, con el tiempo se ve que este elemento es insuficiente. La mayoría de los
judíos sigue viviendo fuera de Palestina, y en el mejor de los casos, peregrinará a
Jerusalén unas pocas veces en su vida. De ahí que se descubra un segundo elemento: la
Ley o Torah.

Ésta está compuesta ahora por los cinco libros del Pentateuco, es decir, los cinco
primeros libros de nuestra Biblia. La Torah se lee todos los sábados en la Sinagoga y es
comentada por los maestros de la Ley o escribas. A partir de ahora, un judío se distingue
del que no lo es por la Ley. Su cumplimiento o no cumplimiento determinará quienes en
el interior del pueblo son “justos” o “injustos”, respectivamente.

Si bien, en general, en este período el pueblo judío puede vivir en paz, sin embargo,
existe una cierta desilusión. Considera que la opresión de los grandes imperios y la
dispersión no puede ser la última palabra de Yahveh respecto de su pueblo. Por ello se
espera la llegada del “Reinado de Dios”, es decir, de una nueva época en que Dios
gobierne realmente y no los imperios y el pecado.

La mayoría de Israel espera la llegada de un “mesías”, es decir, de un salvador del


pueblo. La imagen más frecuente del mesías es la de un libertador al estilo del rey David
que derrote a los imperios, haga justicia al interior del pueblo y haga de Israel una gran
nación.

2.2. Nuevo Testamento

a) Jesucristo

“El tiempo se ha cumplido y el Reinado de Dios está cerca; conviértanse y crean en la


Buena Noticia” (Mc. 1,15).

Con este anuncio Jesús se conecta con la esperanza más profunda de su pueblo: la
esperanza de que Dios va a reinar de verdad sobre los suyos derrotando a todo lo que se
opone a la justicia y a la vida en plenitud.

Sin embargo, Jesús no se presenta explícitamente como Mesías. Las distintas imágenes
que habían del Mesías y, particularmente la vista más arriba, no coinciden con lo que
Jesús trae consigo.

Es decir, a quemar un animal y pasarlo al “mundo” de Dios (el humo sube al “cielo”) ya
sea como acción de gracias o petición por algo, o simplemente como alabanza.

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En efecto, Jesús nunca critica abiertamente a la opresión romana ni prepara una rebelión.
Su mensaje está más bien dirigido a un cambio que debe darse primero al interior de
Israel.

Jesús realiza milagros muy en la línea de los que se esperaban del Mesías (curaciones de
enfermos, endemoniados, etc.). Sin embargo, en vez de hacer justicia recompensando a
los “justos” (es decir, a los que cumplen la Ley) y castigando severamente a los
“injustos”; ofrece la entrada al Reino de Dios a todos, particularmente a estos últimos.

Jesús percibe muy agudamente que la Ley y el Templo -los grandes elementos
cohesionadores del Judaísmo- han pasado a ser instrumentos de marginación de la gente:
“Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y
abatidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36). Por eso Jesús no duda en curar
enfermos en sábado, en denunciar la pérdida del sentido original del Templo y en comer
con los pecadores (debe tenerse presente que la comida en la época es el signo de la
mayor intimidad).

Aunque Jesús nunca se presenta abiertamente como Mesías, actúa con una autoridad
suprema: perdona los pecados (atribución exclusiva de Dios), corrige la Ley de Moisés,
condiciona la salvación a la acogida o rechazo de su persona.

Debido a esto las principales autoridades judías y el gobernador romano lo condenan a


muerte. Termina en la cruz, pena que se aplicaba en la época a los esclavos y a los
subversivos.

Sin embargo, Dios Padre lo resucita de entre los muertos dejando en claro que Jesús es
su Mesías e Hijo Amado, su presencia definitiva en medio de los hombres. La
humanidad, representada por el pueblo judío, ha rechazado a Dios mismo. Sin embargo,
Dios es fiel a su Alianza y por tanto ofrece otra oportunidad. Jesús Resucitado se
aparece a sus discípulos y los invita a continuar su misión en la Iglesia. Corresponderá a
la Iglesia ser la continuadora de Israel y ser “luz de las naciones” (en la línea de la
misión dada a Abraham).

b) Orígenes de la Iglesia

De las apariciones de Jesús resucitado y del envío del Espíritu surge la Iglesia. Al
principio ella está compuesta por judíos de Palestina. Éstos siguen cumpliendo la Ley,
asistiendo a la Sinagoga y realizando sacrificios en el Templo. Sin embargo, tienen
conciencia de pertenecer al Nuevo Pueblo de Dios. Por ello comparten sus bienes,
realizan milagros, profundizan en la Palabra de Dios y los domingos celebran la
Eucaristía (en casas particulares).

Al igual que Jesús, la Iglesia Primitiva conoce la persecución. Ésta proviene de los
mismos que persiguieron a Jesús. En el año 34 un grupo importante de cristianos debe
huir de Jerusalén. Algunos de ellos fundan la comunidad de Antioquía, en lo que hoy es
Siria. Por primera vez, en esta comunidad se acepta a no-judío (pagano, gentil) en la
Iglesia sin exigirles la circuncisión, es decir, sin que tengan que cumplir la Ley de
Moisés.

Esta decisión provoca en la Iglesia un problema serio. ¿Es necesario hacerse judío para
entrar en la Iglesia? ¿Se debe cumplir la Ley de Moisés para ser cristiano? El principal

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defensor de que los gentiles ingresaran a la Iglesia sin circuncisión fue San Pablo, un
fariseo, perseguidor de la Iglesia, que se convirtió al cristianismo y pasó a ser apóstol.

La Iglesia se divide: unos dan la razón a Pablo y otros no. La reunión de todos los
apóstoles en la Asamblea de Jerusalén (año 48) zanja la cuestión a favor del apóstol. Sin
embargo, la división subsistirá, lo que no será obstáculo para que el cristianismo se
expanda por todo el Mediterráneo, siguiendo el mandato de Jesús: “hagan discípulos en
todas las naciones” (Mt 28,19).

En el año 66 estalla la guerra entre Israel y Roma. En el año 70 es destruido el Templo.


Antes ha sido ejecutado Santiago, obispo de Jerusalén. La Comunidad Cristiana se
margina de la lucha. El 72 termina la guerra con la destrucción de la fortaleza de
Masada. Más tarde, una nueva sublevación, instigada por Simeón Ben-Kosebá (132-
135), termina con la prohibición del Imperio, bajo pena de muerte, de que los judíos
residan en Palestina. Esta situación sólo se superará con la creación del estado de Israel
en 1948.

A partir del 70, el Judaísmo se siente amenazado y se repliega en sí mismo. En los años
ochenta se agrega a la oración sinagogal una maldición a los cristianos, considerados
“herejes”; estos últimos se ven obligados a abandonar la sinagoga para no
“automaldecirse”. En los noventa son oficialmente excomulgados. A partir de esta
década el cristianismo será un movimiento absolutamente independiente del Judaísmo.

Por otra parte, gradualmente, el modo de pensar y de ser cristiano va siendo mirado con
suspicacia por los habitantes del Imperio Romano. Los cristianos no rinden culto a los
dioses romanos ni menos al emperador como a un dios. La persecución se desata con
Nerón. Éste culpa a los cristianos del incendio de Roma en un intento de ganarse el favor
popular y descargar su propia responsabilidad. Dura del 64 al 68. Se remite a Roma y a
los alrededores. En ella son ejecutados Pedro y Pablo.

La segunda gran persecución es decretada por Domiciano hacia el año 95. La de


Trajano, -años 111 al 113- es menos cruel y se limita a condenar a los que son
denunciados como cristianos; no se los busca para darles muerte. En los siglos II y III las
persecuciones se harán cada vez más frecuentes y generalizadas hasta que Constantino
les ponga término.

A pesar de la represión imperial, a fines del siglo I, el cristianismo se ha difundido por


todo el Mediterráneo.

3. DESCRIPCIÓN DE LA BIBLIA

A continuación corresponde hacer un recorrido descriptivo por los libros que componen la
Biblia. Dado su número nos conformaremos con presentar las grandes categorías en que están
agrupados.

3.1. Antiguo Testamento

3.1.1. Pentateuco

Este grupo de cinco libros constituyen la Ley de Israel, en hebreo, “Torah”. En ellos
se relata el origen del mundo y de Israel como pueblo. Contiene códigos legales de

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distintas épocas. Su proceso de composición es complejo: a partir de diversas


tradiciones orales, varios autores van escribiéndolo en los siglos XVIII al V a.C.

Los libros son los siguientes:

a) Génesis. Es el libro de los orígenes. En él se relatan los comienzos del mundo


(caps. 1-11) y de Israel. Respecto del Pueblo, se relata la historia de los patriarcas
Abrahán, Isaac, Jacob y José.
b) Éxodo. Cuenta la situación de opresión de Israel, la actividad de Moisés en pro
de su liberación que culmina con la milagrosa salida de Egipto, y la realización
de la Alianza en el monte Sinaí. Contiene algunos códigos legales muy antiguos.
c) Levítico. Contiene las principales prescripciones cultuales de Israel. Señala cómo
deben efectuarse los sacrificios y otros actos rituales.
d) Números. Relata las distintas etapas de la vida del Pueblo en el desierto; cuando,
después de haberse encontrado con Dios en el monte Sinaí, va lentamente
caminando hacia la tierra de Canaán. Contiene algunos códigos legales.
e) Deuteronomio. El nombre de este libro significa “Segunda Ley”, ya que en él se
vuelve a formular la Ley del Sinaí en la forma de una serie de discursos puestos
en boca de Moisés cuando el Pueblo está a punto de entrar a la tierra prometida.
El libro termina con la muerte del líder.

3.1.2. Los libros históricos.

Relatan la historia de Israel mostrando su sentido religioso. A veces contienen varias


versiones de un mismo hecho. Al interior de este grupo se puede distinguir algunos
conjuntos:

 La historia deuteronomista.

Se trata de un relato continuo que va desde la conquista de Canaán hasta el exilio


de Babilonia. Los libros son los siguientes:

a) Josué. Relata la conquista de una manera idealizada. El personaje central es


Josué, sucesor de Moisés.
b) Jueces. Presenta otra versión de la conquista, mucho más realista que el libro
anterior. El pueblo es conducido por los “jueces”, que son guerreros
“carismáticos” (es decir, no profesionales).
c) 1 Samuel: relata los episodios que llevaron a la instauración de la monarquía
en Israel con el gobierno de Saúl.
d) 2 Samuel. Narra el reinado de David, principal rey de Israel.
e) 1 Reyes. Relata el reinado de Salomón, el Cisma y los primeros años de los
“reinos paralelos”.
f) 2 Reyes. Cuenta la historia de los reinos de Israel (Norte) y Judá (Sur) hasta su
desaparición.

 La historia sacerdotal

a) 1 y 2 Crónicas. Relata la misma historia que el bloque anterior pero con otra
perspectiva. Le interesa resaltar los elementos cultuales de Israel, que
adquirieron gran importancia durante y después del Exilio. Se presentan como
un complemento a la historia deuteronomista.

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b) Esdras y Nehemías. En la misma perspectiva que los dos anteriores relatan los
primeros años del Judaísmo.

 Historias “edificantes”

a) Rut.
b) Tobías.
c) Judit.
d) Ester.

Relatos “edificantes” de personajes que efectuaron historias de liberación. Son


más bien ficticios. Están escritos en la época del Judaísmo.

 Los libros de los Macabeos

a) 1 y 2 Macabeos

Relatan distintos episodios de la guerra de guerrillas llevada a cabo por la familia


de los Macabeos durante la dominación griega.

3.1.3. Libros Poéticos (Lírica)

La tercera categoría de libros del AT es la de los “libros poéticos”. No se trata de los


únicos textos poéticos del AT (ya que más o menos un tercio de éste es poético) sino
de escritos en los cuales dicho carácter poético es lo que está en primer plano.

a) Salmos. Es una colección 150 oraciones de Israel compuesta a lo largo de casi


todo el AT.
b) Cantar de los Cantares. Colección de poemas de amor utilizados, al parecer, en
celebraciones matrimoniales.
c) Lamentaciones de Jeremías. Oraciones en las que se lamenta la ruina de
Jerusalén después de su devastación por los babilónicos.

3.1.4. Libros Sapienciales.

La cuarta categoría de escritos del AT es la de los “sapienciales”. Se trata de la


“sabiduría” de Israel. A diferencia de la filosofía griega, se trata de un conjunto de
proverbios, poemas, y otros géneros que pretenden transmitir una sabiduría práctica
para alcanzar el éxito y la felicidad en la vida. Se distinguen de todos los otros
escritos del AT en que casi no se nombra a Dios, a Israel ni a la Alianza; en cambio,
contienen una profunda reflexión sobre el hombre en general y su mundo.

a) Job. Relato ficticio que, mediante la forma literaria de un juicio público, presenta
el problema de la justicia de Dios. La acusación de Job a Dios es ¿por qué los
pecadores prosperan en la vida, mientras que a los justos les va mal?
b) Proverbios. Recopilación de refranes de sabiduría popular. La colección, que
recoge proverbios muy antiguos, está precedida de un canto que exalta el origen
divino de la Sabiduría.
c) Eclesiastés (o Qohélet). Ácida crítica a las concepciones tradicionales de la
sabiduría; por ejemplo, a la “doctrina de la retribución”, que sostenía que Dios
proporcionaba bienestar a los justos y desgracia a los injustos. El autor dirá, sin

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ambages, que al justo e injusto les espera como destino el “Sheol” o lugar de los
muertos. No existe aún en esta época la fe en la resurrección.
d) Sabiduría. Es el último libro del AT. Resalta a la Sabiduría divina, mostrándola
presente en el mundo y en la historia. Junto a 2 Macabeos, son los únicos libros
que afirman la resurrección de los justos.
e) Eclesiástico (o Sirácida). Colección de proverbios con algunos discursos sobre la
Sabiduría divina.

3.1.5. Libros Proféticos.


El profeta es un hombre escogido por Dios para anunciar al Pueblo su Palabra. Ésta
juzga la vida presente de Israel, en todas sus dimensiones, a la luz de la Alianza. El
profeta anuncia las consecuencias que acarrea la fidelidad o infidelidad al Pacto:
bendición y prosperidad en el primer caso, maldición y desgracia en el segundo.

Los libros proféticos están ordenados de mayor (tamaño) a menor. De acuerdo a ello,
se puede hablar de “profetas mayores” (los que tienen libros más largos) y “profetas
menores” (con libro breve).

a) Profetas mayores. Son: Isaías, Jeremías, Baruc, Ezequiel, Daniel.

b) Profetas menores. Son: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm,
Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías.

3.2. Nuevo Testamento.

3.2.1. Los Evangelios


Se conocen con este nombre los evangelios de Mateo, Marcos Lucas y Juan. Los
evangelios Mateo, Marcos y Lucas, a causa de su idéntico esquema para presentar la
vida de Jesús que permite ponerlos en tres columnas y darles una “mirada de
conjunto” (sinópsis).

Los evangelios son obras tardías. Antes de ellos, las acciones y palabras de Jesús se
transmitieron, primero oralmente y después en pequeñas colecciones escritas. El
evangelio más antiguo, Marcos, fue compuesto poco antes del año 70; por lo que,
entre la Pascua de Jesús y él, hay un lapsus de unos 30 años.

a) Mateo. Su autor no es Mateo-Leví de los Doce, como se ha creído


tradicionalmente, sino un judeo-cristiano desconocido que se dirige a una
comunidad cristiana judía. Presenta a Jesús en estrecha conexión con el AT. Es
escrito entre los años 70 a 90, probablemente en Antioquía.
b) Marcos. Escrito entre el 60 y 70 por Juan Marcos, ayudante primero de Pablo y
después de Pedro. Los destinatarios son cristianos gentiles, probablemente de
Roma. Este evangelio fue conocido por los autores de Mateo y Lucas.
c) Lucas. Ayudante de Pablo y de origen gentil, escribe su evangelio para una
comunidad griega entre los años 70 y 90. Este evangelio continúa en el libro de
“Hechos de los Apóstoles”, del mismo autor.
d) Juan. Fue compuesto en sucesivas redacciones en un largo período de tiempo
que va desde unos años antes del 70 hasta aproximadamente el año 90. Sus
autores pertenecen a comunidades fundadas por el apóstol Juan, de los Doce. Se
cree que el apóstol fundó una especie de “escuela” de discípulos suyos que
elaboró este evangelio bajo su dirección.

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3.2.2. Hechos de los Apóstoles.


Se trata de una historia de la difusión del cristianismo a partir de la ascensión de
Jesús y Pentecostés hasta la llegada de Pablo a Roma, capital del Imperio. Escrita por
el evangelista Lucas, es una especie de “segunda parte” del evangelio. Fue escrito
poco después de éste.

3.2.3. Cartas de Pablo.


Se trata de la correspondencia que el apóstol Pablo mantiene con las comunidades
fundadas por él (precisamente de esas comunidades toman las cartas su nombre). A
partir de preguntas o problemas concretos planteados por ellas, el apóstol comunica
su pensamiento en numerosos asuntos de la vida cristiana. El punto de partida de
Pablo es la muerte y resurrección de Jesucristo de las que saca sus consecuencias
para la vida del cristiano.

Estas cartas son los escritos más antiguos del NT. Su ordenación no es cronológica
sino por tamaño (de la más larga a la más corta). Sabemos que la carta más antigua
(la 1 Tesalonicenses) fue escrita en el año 51, la última que se puede datar con
seguridad es Romanos, escrita el 58.

No todas las cartas que se atribuyen al apóstol son suyas. Se consideran con
seguridad de él:

a) Romanos,
b) 1 y 2 Corintios,
c) Gálatas,
d) Filipenses,
e) 1 Tesalonicenses,
f) Filemón.
g) No son de él: Efesios, 1 y 2 Timoteo, Tito, Hebreos.
h) Se discute si son de Pablo: Colosenses y 2 Tesalonicenses.

Las cartas van en el siguiente orden: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios,


Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, Filemón y Hebreos.

3.2.4. Las Epístolas Judeo-cristianas (Católicas)


Se trata de siete cartas escritas por autores judeo-cristianos que van dirigidas todas las
comunidades cristianas (de ahí su nombre de “católicas”, que significa
“universales”).

a) Santiago. Esta carta es un escrito de carácter sapiencial, en el que se combate


fuertemente a una fe que no se traduzca en solidaridad con los pobres.
Probablemente la escribió Santiago, el “hermano del Señor” (que no es el de los
Doce), quien gobernó la comunidad de Jerusalen entre el 41 y el 62. Se debate
mucho la fecha de composición de esta carta. Algunos la ubican en los años 60 y
otros en los 80.
b) 1 Pedro. Se discute si fue escrita por Pedro o por un cristiano anónimo que usa
de su autoridad. En el primer caso, estaría escrita antes de la muerte del apóstol el
año 64; en el segundo, sería de la década del 70. Busca animar a comunidades
rurales de Asia Menor que comenzaban a sufrir persecuciones.

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c) 2 Pedro. Escrito tardío (probablemente de fines del siglo I), que no pertenece al
apóstol, y que busca responder al problema del retraso de la Parusía (o Segunda
Venida de Cristo).
d) 1, 2 y 3 Juan. Probablemente fueron escritas por un autor anónimo perteneciente
a la “escuela joánica”, tal vez el redactor final del Evangelio de Juan. Su datación
se estima en torno al año 100. Ante un cisma que remece a la comunidad, el autor
insiste en la realidad humana de Jesús y en el mandamiento del amor.
e) Judas. Carta escrita a fines del siglo I por un judeo-cristiano que pone su obra
bajo la autoridad de Judas Tadeo, de los Doce. Utilizando un lenguaje
apocalíptico, advierte a los cristianos que no se dejen seducir por unos “falsos
maestros”, que están actuando al interior de la comunidad sembrando confusión.

3.2.5. El Apocalipsis.
Esta obra fue escrita durante la persecución que sufrió la Iglesia en tiempos del
emperador Domiciano, a fines del siglo I. Su autor pertenece a la “escuela joánica”,
por eso el escrito es atribuido al apóstol Juan. Mediante un lenguaje recargado de
símbolos tomados del AT, la obra busca animar a los cristianos perseguidos
presentando una visión cristiana de la historia. Aparentemente el Imperio opresor, y
las fuerzas del mal que están detrás, están consiguiendo una victoria definitiva frente
a la Iglesia perseguida; sin embargo, ello no es así. Quién mueve los hilos de la
historia es Cristo y de Él es el triunfo final que ocurrirá en la Parusía. En esa ocasión
Jesús derrotará no sólo al Imperio sino a todas las fuerzas del mal.

3.3. Rollos y códices, papiro y pergamino.


El hombre ha escrito sobre materiales muy diversos (piedra, arcilla, etc.). En el caso de la
Biblia se usó el papiro y el pergamino.

El papiro es un material muy parecido a nuestro papel, que se extrae de la planta del mismo
nombre. Es barato pero de corta duración.

El pergamino es de piel curtida de animales. Es mucho más duradero que el papiro, pero
también mucho más caro.

Las hojas de papiro o pergamino podían pegarse unas a otras hasta formar largas tiras que
se enrollaban, de ahí su nombre de "rollos". En cambio, otras veces se pegaban a un costado
formando un libro parecido a los actuales, en ese caso se hablaba de "códice".

4. LA BIBLIA: PALABRA DE DIOS Y PALABRA HUMANA

4.1. La Biblia como texto sagrado (Inspiración y canon)

a) La inspiración

La Biblia es "palabra de Dios", "escritura sagrada", o un "libro inspirado". Esto último


significa que es una pequeña biblioteca escrita por hombres, sí, pero sometidos a una
acción muy particular del Espíritu Santo. Por ello, Dios es, con ellos, su autor. Este
influjo divino sobre sus redactores recibe el nombre de "inspiración".

La inspiración bíblica es un hecho que escapa a toda experiencia humana directa. Su


existencia es indemostrable. Sólo Dios, revelándolo, puede dar la seguridad de que

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existen libros inspirados por Él, y cuáles son. La Iglesia recibe esa revelación;
deberemos, en lo que sigue, precisar de qué modo.

b) El canon

¿Cuáles son los libros inspirados? ¿Quién determina que lo son? ¿Según qué criterios?
¿Cómo se hizo esa determinación? Es el tema del "canon" bíblico.

Originalmente, el término "canon" designaba a una barrita que empleaban los


constructores y carpinteros para tomar medidas. De allí pasó a significar la medida o
modelo a lo que algo tiene que acomodarse para ser bueno, bello o verdadero.
Posteriormente pasó a ser un catálogo, una lista, un registro en donde están inscritos
personajes o libros que sirven de modelo, de norma de pensamiento y de conducta.

El "canon" de la Escritura es la lista o colección de libros declarados inspirados por la


Iglesia. Dado que estos libros contienen por escrito la revelación divina, el cristiano
debe ajustar su fe y su conducta a lo que Dios le manifiesta en ellos.

"Canonicidad" es la cualidad de un libro que ha sido admitido por la Iglesia en el


canon. Canonicidad no es lo mismo que inspiración: la Iglesia declara "canónico" (es
decir, normativo) a un libro que reconoce como inspirado, pero no lo hace inspirado al
declararlo canónico. Podría haber libros inspirados que no sean canónicos.

Debe distinguirse también entre inspiración, canonicidad y autenticidad. El término


"autenticidad" se ocupa en los estudios bíblicos con el mismo sentido que le da la
ciencia histórica. Es auténtico el libro cuya atribución tradicional a un autor
determinado corresponde a la realidad. Según esto el evangelio de Lucas es auténtico y
el de Mateo inauténtico. La autenticidad es irrelevante a la hora de reconocer un libro
como Palabra de Dios.

5. COMPRENSIÓN TEMÁTICO

5.1. Una vez finalizado el estudio del documento, el estudiante realizará una síntesis a través de
dos dibujos. Utilizando el 100% de su creatividad.

 El primer dibujo recogerá los aspectos del Antiguo Testamento.


 El segundo dibujo recogerá los aspectos del Nuevo Testamento.

5.2. En una página completa desarrollar su juicio crítico sobre las siguientes frases célebres:

“Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para
penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber.” Albert Einstein.

“Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí.” Confucio.

5.3. El trabajo contendrá lo siguiente:

 Carátula - Primer dibujo (A.T.) - Segundo dibujo (N.T.) - Juicio crítico sobre
las frases célebres.

Fecha de entrega: Mártes 13 de Septiembre

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