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1: El principio de causalidad
¿Hay causalidad real?
Por: P. Alfonso Aguilar | Fuente: catholic.net
Objetivos
En la vida ordinaria no podemos vivir ni entender nada sin las nociones de causa y
efecto: «¿Quién rompió este plato? ¿Qué causó tal accidente? ¿Por qué está mal
la economía? ¿Cuál es la causa del Alzheimer? ¿Por qué los dinosaurios
desaparecieron de la tierra? ¿Quién es el autor de este libro?». Nadie cree en la
casualidad absoluta. Todos estamos convencidos de que cada efecto tiene una
causa. Si hay un mal olor alrededor, buscamos de dónde surge; si estamos en una
casa, pensamos que alguien la construyó; si oímos un ladrido, sabemos que
proviene de un perro; si vemos a un amigo con el brazo roto, le preguntamos qué
le pasó; si la televisión está encendida, alguién debió encenderla. Imaginemos que
no tuviéramos noción de causalidad. ¿Podríamos vivir por mucho tiempo?
Seguramente no. No sabríamos, por ejemplo, que el fuego quema, que ciertos
eventos son mortales, que tales medicinas curan estas enfermedades... No
podríamos defendernos y evitar las causas de nuestros males. No entenderíamos
el mundo ni a nosotros mismos. No tendríamos ciencia, que es búsqueda de
causas. No habría nada que aprender y nada que estudiar. No podríamos conocer
a Dios como la Causa última. Todo sería caos, ininteligible, absurdo, sinsentido.
B. Naturaleza de la causalidad
1. Distinciones necesarias: causa, principio, condición y ocasión
Conclusión
Términos clave
Causa: el responsable del cambio accidental o substancial; el principio del cual
algo depende para su existencia. Causar es, por tanto, hacer que algo suceda,
llevar a cabo, producir un cambio.
Notas bibliográficas
66) Según David Hume (Tratado sobre la naturaleza humana, Libro I, Parte III,
secc.2-6), la sensación percibe sólo una sucesión regular de fenómenos necesaria
a la cual nosotros atribuimos las nociones de causa y efecto. Immanuel Kant (cf.
Crítica de la razón pura, A 189, B 232-234) arguía, por su parte, que este principio
es un concepto a priori de la razón pura, el producto de la facultad sintética de la
imaginación, o sea, un esquema mental a través del cual damos forma a los
contenidos del conocimiento: está en la mente, no en las cosas.
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