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Habia una vez un rey espariol que se llamaba Fernando. El monarca reinaba sobre muchas ciudades. Una de ellas era la Ciudad de la Santisima Trinidad y Puerto de la Seriora del Buen Aire. Como tenia tantos nombres, todos la Ilamaban Buenos Aires, que era mas facil. Fernando vivia muy lejos, al otro lado del océa- no. Para saber dénde estaba Buenos Aires tenia que buscar con el dedo en la panza del globo terraqueo. Era la ciudad que estaba mds abajo de todo. Vivir tan lejos le traia muchos problemas. Si daba una orden cuando en Buenos Aires empezaba el invierno, el barco que la traia llegaba en prima- vera. Era imposible gobernar a tanta distancia sino habia celulares, ni aviones, ni nada. Escaneado con CamScanner Entonces se le ocurrié una idea: nombrarig q alguien para que hiciera aqui las veces ge rey, cael llamar a quien lo representaria y gobern, aria nsu nombre? Sencillo: vi-rey; virrey. Por un tiempo, las cosas anduvieron lo még bien. Hasta que el rey cay6 prisionero de sus vec. nos, los franceses. En la lejana Buenos Aires, el virrey se agarrg la cabeza. Si el rey que Io habia nombrado estaba preso, ya nadie lo obedeceria. Y los que habian nacido aqui menos que menos, Porque estaban hartos de que el rey y el virrey los trataran como si fueran inferiores. Estaban cansados de que todos los privilegios fueran para los esparioles que habian nacido en Europa. Desde luego que desobedecerian al virrey. Entonces se propusieron derrocar al virrey y formar un gobierno propio. No fue facil. Pasaron varios dfas. Los espatio- les europeos no querian dejar el poder. Y el pueblo reunido en Ia plaza insistia en nombrar sus propios representantes, En esa plaza no habia solo préceres, como e508 sefiores que muestran los libros escolares. Tampoco habia solamente grandes. Habia chicos. Algunos de Escaneado con CamScanner A ellos eran hijos de los patriotas que estaban hacien- do la revolucién. Se llamaban Pedro, Francisco, Pio, Remedios, Paco, Maria, Mariano. Chicos y chicas parecidos a vos. Escaneado con CamScanner Pedro SAbado 19 de mayo de 1810 Daren fantasmas. Manchas negras que galopaban en la negrura de la noche. Siluetas de capotes con las solapas levantadas. Hacia rato que los murciélagos dormian en sus escondrijos, cabeza abajo. Los sapos y los grillos sofiaban en sus cuevas. De modo que el camino real estaba en silencio. Solo se oian los cascos de los caballos. Pedro cabalgaba practicamente parado sobre los estribos. Era muy de a caballo, montaba desde chiquito. Le habia ensefiado su padre, Juan José Castelli, que ahora galopaba a su lado, evidente- mente preocupado. Esa tarde un chasqui habia llegado a la chacra de San Isidro en la que vivian. Lo reque- nN Escaneado con CamScanner ncon urgencia: habia noticias graves. E] Song, (asi Jlamaban al virrey, porque era sordo od una tapia) queria hacer de las suyas. _Padre, quisiera ir con usted a Buenos Aires —Es peligroso, Pedro. Ya soy grande... : El padre sonri6. Pedro habia cumplido catoy- ceatios hacia apenas tres dias. Decidié llevarlo, le vendria bien enterarse de las cosas de los grandes, rial El bando del virrey Llegaron a Buenos Aires a Jas nueve de la noche. Las calles sin luna eran una boca de lobo. A Pedro le corrié un escalofrio por la espalda. Se dirigieron sin demora a la quinta de Rodriguez Pejia, en la calle de las Tunas. Era uno de los lugares secretos donde se reunian los patriotas. De lejos se ofa el vocerio de la reunion. Los revolucionarios ya no se escondian, ni bajaban la voz. Cuando Pedro quiso entrar detras de su Padre, alguien lo atajé 4speramente: ~@¥ aeste quién le dio vela en este entierr0? 12 i Escaneado con CamScanner —Déjelo entrar —ordené un hombre de voz como de cafién—. Capaz que el mocito nos da una mano. El hombre era Domingo French, el cartero unico del Correo, uno de los jefes de los «chispe- ros», Los llamaban asi por las pistolas que llevaban escondidas y que en ese entonces se disparaban a chispa. Pedro entré al salon lleno del humo de los cigarros. Estaban todos los amigos de su padre. —tY don Cornelio? —le salié al paso Alberti, que sabia que los Castelli eran vecinos de su amigo. El sacerdote no vestia sotana, como lo hacia usual- mente, para evitar que lo reconocieran. —Esta al caer, padre. Antes de salir pasamos por su chacra y ya habia ordenado ensillar su mejor caballo. —Necesitamos a Cornelio —comenté Paso, que se acercé a saludar a Castelli—. Los Patricios estan inquietos. Antes de salir para aca, decidie- ron acuartelarse a la espera de su jefe. Cornelio Saavedra era el comandante del Cuerpo de Patricios, casi todos criollos. El regi- miento lo adoraba. Adonde él fuera, todos irian. 3 Escaneado con CamScanner Azcuénaga, que estaba charlando con # compadre Moreno, s¢ acercé: El otro dia Saavedra nos dijo que los no estaban maduros, que habia primeros higos ya es tiempo, la revolucién no que esperar. Pero espera. Pedro, que todavia traia el frio de la calle, se arrimé a un brasero que daba un modesto calorcito. Enseguida reconocié a Belgrano, su tio segundo, en medio de un grupo de personas. —... jy ahora nuestro grandisimo virrey nos echa este bando! —estaba diciendo, muy enojado. —jQué bando, primo? —pregunto su padre. —El que ayer hizo pregonar el Sordo. En Buenos Aires casi nadie sabia leer ni escri- bir. Algunos sabian dibujar sus firmas, lo que no era facil con esas plumas de ganso afiladas. Los portefios, en su mayoria, se daban por contentos con trazar una cruz. Que los vecinos no supieran leer era un problema. El virrey disponia, por ejemplo, que los propietarios barrieran y regaran la calle que esta- ba delante de su casa. O prohibia que se jugara a las cartas en las pulperias. O prohibia que s¢ Portaran armas en la ciudad. 14 4 Escaneado con CamScanner gCémo comunicar esas disposiciones a los vecinos si en su enorme mayoria eran analfa- betos? Pues con un pregonero, un funcionario que lefa en alta voz las érdenes y los mensajes virrei- nales que debian conocer los ciudadanos. Pedro los habia visto varias veces, eran muy divertidos. Se abrian las viejas y pesadas puertas de la Real Fortaleza. Entonces aparecia un escriba- no custodiado por dos soldados que tocaban un tambor y un pifano, una flauta chiquita que daba notas muy agudas. Los curiosos acudian al llamado del prego- nero. También se arremolinaban los chicos que andaban atorranteando en la plaza. —jTres pelos! jTres pelos! —gritaban corre- teando alrededor del pregonero. El escribano tenia una barba rala, con unos pocos pelitos. De alli el apodo. El pregonero se ponia rojo de rabia, pero guardaba la compostura. —Un pregonero de Su Majestad —pensaba— lee su pregon sin atender a los chiquillos male- ducados. 15 Escaneado con CamScanner y, en efecto, lefa el bando. Después Marcha. ban por la ciudad y daban el mismo espectaculo en sitios concurridos, como los atrios de las igle. s, las plazas, los mercados. Tambor, pifano, bando. Tambor, pifano, band, Asi difundia el virrey sus ocurrencias, Y, para que no hubiera duda, el pregonero dejaba una copia del bando en las puertas de las iglesias o en un arbol. Ayer, el virrey hizo difundir un bando donde declaraba que, alla en Espafia, el rey no la estaba pasando bien. Habia caido la Ultima ciudad que todavia resistia a los franceses. La proclama virreinal decia mas o menos asi: A los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires. Bla, bla, bla... en el desgraciado caso de una pérdida total de la peninsula... Bla, bla, bla... Yo tendré la gloria de gobernar por nuestro adorado monarca. —éi¢La gloria»!? -exclamaba, furioso, Belgra- no-—. (Qué? ;No somos ya mayorcitos para gober- narnos solos? Ahora... En ese momento entré Saavedra. —Atin dird vuestra merced que noes tiempo? ~Si, ya es tiempo —admitid. sia 16 / Escaneado con CamScanner —iEs hora de que el pueblo tenga voz! ;Cabildo Abierto! —exclamaron varios a la vez. Las discusiones segufan. Pedro estaba cansa- do después de la galopada. Se senté en una silla al lado del brasero y, sin darse cuenta, se qued6 dormido. La mision de Pedro —iiA ver si se despierta, mocito! Se desperté de repente. Una manaza enorme lo estaba sacudiendo. Era aquel hombrén de la puerta. Pedro se refreg6 los ojos y lo contempl6 con admiracion. El teniente coronel French era una leyenda. El chispero lo miraba fijamente, como si escudrifiara el caracter del chico. Después de un momento, hablo: —Vea, mozo... A Pedro le gust6 pasar de «mocito» a «mozo». —Vea, mozo. El bando que hizo difundir el virrey es un insulto para los americanos. No podemos permitirlo. French hizo una pausa. —Tenemos una misién para usted. 7 Escaneado con CamScanner —Lo que guste mandar —contesté Pedro, —Pues queremos que vaya a los lugares donde el pregonero dejé el bando del Virrey, y loarranque. —Nosotros no podemos hacerlo —explicé g] chispero—, somos demasiado conocidos, Penga- mos que lo mejor seria que lo hiciera un Chico; usted. Un hombre al que se le adivinaba la pistola a chispa debajo de la ropa tom6 la palabra. Era Antonio Beruti, otro chispero. —No queremos ocultarle que es una misién riesgosa —dijo Beruti, que era abogado— Arrancar los bandos esta penado severamente por la ley. —iQué tengo que hacer? —respondio Pedro, envalentonado. French sacé un plano de la ciudad. —Hay que hacerlo ahora. Mariana es domingo y lagente asistira a misa. Antes, habria que quitar el bando que el pregonero dejo en las iglesias para que no lo vean. Aqui, aqui y aqui —sefiald. —Después —afiadié, mostrando la costa del rio—, habria que sacarlo de la Alameda. Los domingos a la tarde los vecinos van a paseat Por alli, 18 4 Escaneado con CamScanner El bando desbandado Buenos Aires no era demasiado grande. Alre- dedor de la plaza principal, habria diez cuadras habitadas, quince como mucho. Masala, las quin- tas. Y el solitario puerto del Riachuelo de la Boca. Pedro no debia caminar mucho para cumplir con su mision. Primero fue ala iglesia de San Miguel, queera Ja que mas conocia porque detras estaba su casa. Mir6 sigilosamente a un lado y al otro. No habia nadie. Fue hasta la puerta donde estaba clavadoel bando... Lo arrancé y salié corriendo. En seguida se dirigié al convento de Santo Domingo. En la calle no habia un alma. Pero la mansién de los Belgrano, que vivian ahi nomas, tenia un farol encendido en el frente. Aunque la luz iluminaba apenas, a Pedro le dio un poco de miedo. Arrancé el bando y se largé a toda prisa. La iglesia de la Merced, la de San Francisco... —jLas dos han dado y serenooo! El sereno recorria la ciudad. Al chico se le Paraliz6 el corazon. Eché a correr como un potri- lo asustado. 19 Escaneado con CamScanner SS ee ie | Partié hacia la Alameda, el paseo frente al rio flanqueado por unos pocos Arboles. Le costé trabajo encontrar el bando. Ahi estaba, clavado enunombu. Le quedaba lo mas dificil: la Recova, con las tiendas a las que acudian los esclavos porque los sefiores consideraban deshonroso hacer perso- nalmente las compras. Aesas horas de la madrugada, la Recova esta- ba vacia. Solo quedaba en ella el olor a fritura de las comidas. Pero el edificio estaba frente a la Real Fortaleza, custodiada por dos guardias. French le habia dicho que el bando estaba en elarco central, alli donde se instalaba la horca. Pedro dio una carrerita hasta la Recova a oscuras. Desde alli atisbé a los guardias. Llevaban el fusil al hombro. Caminaban de un lado a otro. Cuando se cruzaban, cambiaban algunas pala- bras, distrayéndose por un instante. Esperdé que se cruzaran. Entonces se hizo flecha. O, al menos, eso parecid. Porque, en un santiamén, llegé al arco central con el tiem- iusto para arrebatar el pando. Después se po j mente, No aplasté contra el muro y, prodigiosa: i Escaneado con CamScanner lo vieron. Dentro de su chaqueta, el chico tenia once pandos. Pedro camino hacia la costa del rio. Y, uno a uno, los arrojé al agua. Las palabras del virrey, ahora, no eran mas que papel mojado. 21 Escaneado con CamScanner Francisco Domingo 20 de mayo de 1810 « M adre es una espia», pensaba Francis- co mientras se dirigia a la jaboneria. «Una espia», A él mismo le parecfa raro. Pero no habia dudas: Madre pasaba informacién secreta. Sacudio la cabeza como para poner las ideas en orden. {Por qué estaba convencido de que era una espia? Tenia varios indicios. Desde que Baltasar Hidalgo de Cisneros llegé a Buenos Aires, Madre se desvivio por frecuentar la Real Fortaleza, la residencia virreinal. Lo logr6. Todos los viernes, a la nochecita, asistia a la tertu- lia que daba su esposa, dofia Inés. Dofia Inés usaba una peineta altisima para simular lo petisa que era. Pero se daba aires de gran sefiora. Ostentaba el titulo de virreina 23 Escaneado con CamScanner como si fuera una corona cuando no era mas que la esposa del virrey. Que virreina de aqui, que virreina de alla... No era de invitacién facil. Las familias portefias encumbradas acostumbraban abrir sus salones con bastante generosidad. Cualquie- ra podfa pasar, bastaba la invitacion de algtin pariente o algtin amigo. Donia Inés, no. Invitaba solamente a los militares, los obispos, los veci- nos principales. Y, si eran espafioles nacidos en Europa, mejor. A Madre, que era americana, larecibia porque su marido, Cornelio Saavedra, era el comandante del Regimiento de Patricios. Habian hecho amistad, al menos eso parecia. La virreina le hacia confidencias que no hacia a otras personas. Francisco creia que Madre trans- mitia esas confesiones a su marido. La tertulia de la virreina Una tardecita de invierno lo llevé a una tertulia de dofia Inés. Nunca habia entrado a la Real Fortaleza, que tenia una muralla rodeada con un foso como defensa. La zanja tenia tanta 24 i Escaneado con CamScanner basura que la habian tapado por las moscas y el olor nauseabundo. Adentro se encontraba lo que, pomposamente, llamaban el Palacio del Virrey. De palacio no tenia nada. La residencia de Cisneros eran unas pocas habitaciones, las pare- des chorreaban humedad. Se ofan los relinchos que venian desde la caballeriza y el vocerio tempranero de los vendedores ambulantes. La sencillez de afuera contrastaba con la opulencia de adentro. El salon tenia arafias de cristal con una infinidad de velas encendidas. Habia una espléndida mesa de madera dorada, un sofa de caoba con asiento de seda amarilla y sillas color perla con filetes de oro, No faltaban lujos en lo del sefior virrey. Francisco estaba vestido para la ocasién: calzones con medias blancas de seda, chale- co y larga casaca de color azul. Tenia la mele-_ na un poco arremolinada. Vestia igual a Padre; en aquella época, no habia ropa especialmente disefiada para los nifios. Eran como adultos en miniatura. —Bienvenidos —la anfitriona saludé a su Madre—. ¢Y este caballerete? 25 Escaneado con CamScanner A Francisco no le cay6é bien dofia Inés, y mucho menos eso de «caballereter. De todos modos, se incliné con gracia e hizo una reveren- cia como si hubiera estado en la mismisima corte del rey. En eso llegaron unos criados con librea, esos trajes que los principes dan a su servidumbre. Llevaban bandejas de plata con tazas de chocola- te caliente y pasteles rociados con miel. Se le hizo agua la boca. El virrey jugaba a las cartas con su edecan, que seguramente le dejaba ganar. Cuando le hablaban, Cisneros ladeaba la cabeza para oir con su oreja izquierda. Habia perdido la audicién de la otra en una célebre batalla naval contra los franceses. é Las mujeres, apartadas, conversaban en el fondo del salon. Parecia mentira que no se les cayera la mantilla que llevaban sobre los hombros. Hacian malabares con la punta del abanico porque no usaban broches, ni alfileres. En un momento dado, Madre llevé a dofia Inés a un rincon. Francisco fue discretamente detrds de ellas y se escondis tras una cortina. —jQué tremendo lo que ha pasado en Espafia! 26 Escaneado con CamScanner Madre era habilisima para tirar dela lengua. —Lomaloesque hay gente quese quiereapro- vechar de esta situacién —murmur6 la virreina—. iFigurese que le han pedido a Baltasar un cabildo abierto! (Quieren pasar por sobre su autoridad! jVaya desfachatez! —éY qué hizo don Baltasar? —pregunté Madre, inocentemente. —Pues declarar que esa peticién era un atentado contra Su Majestad. Una insolencia. Discutieron a los gritos, se ofa desde mi habita- cién —narré dojia Inés—. Pero Baltasar no tiene apoyo de casi nadie. Al final, no tuvo mas reme- dio que aceptar: «Puesto que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran». Francisco, a medias oculto detras del tapiz, se dio cuenta de que Madre bajé los ojos para que no se le notara la alegria. —Y ahora? —pregunto. —No todo esta perdido —dijo dofia Inés en un susurro casi inaudible—. Las invitaciones al Cabil- do Abierto se cursaran, desde luego. Pero los invi- tados seran solamente los vecinos de distincién. No los jévenes revoltosos ni los que viven en las 27 Escaneado con CamScanner | orillas de la ciudad. El que no tenga la esquela de convocatoria no entrara. —iMe permite, dofia Inés? —Madre se levan- t6 apresuradamente de la silla con filetes de oro y desaparecid. Francisco se hizo humo, no fuera que lo descubrieran. La Jaboneria de Vieytes Alrato, Madre lo llamo. —Hijo, quiero que vayas a lo de Vieytes, donde esta reunido tu padre, y le lleves esta caja de cigarros. Se miraron a los ojos. Hubo un chispazo de complicidad en sus miradas. A menudo, cuando Padre estaba lejos, la habia visto enrollando un papel hasta hacerlo muy finito, como un cigarro vacio. Pero el rollo de papel estaba escrito con esa letra chiquita que tenia Madre. Después, con mucha pacien- cia, lo introducia cuidadosamente en el cigarro. Los cigarros quedaban perfectos, nadie habria descubierto el truco. Ni siquiera Padre. {Un dia casi se furna un mensaje secreto! 28 Escaneado con CamScanner La jaboneria estaba a unas cuantas cuadras, en la calle de San Bartolomé. Le decfan la Jabo- neria de Vieytes, pero en realidad pertenecia al acaudalado Nicolas Rodriguez Peria, que era el socio de Hipdlito Vieytes en una fabrica de jabon y velas. Franciscocorriéen mediodelanoche,apenas iluminado por la luna llena. Apretaba fuertemen- te la caja de cigarros. Casi no habia veredas, y las que habia eran angostas, de modo que a cada rato debia bajar a la calle de tierra. Calle de tierra es un decir; mas bien era barro, ese fango que se formaba al principio del invierno y no se secaba hasta el verano. La fabrica de jabén estaba entre un terreno bajo y una enorme zanja, casi siempre repleta de agua, que estorbaban el camino al centro de la ciudad. Era un buen lugar para conspiraciones. Aun asi, los confabulados debian ser cautelosos. Finalmente, Francisco llegé a la jaboneria. Pas6 al lado del gran tinajén en cuyo fondo nada- ba tranquilamente una tortuguita que comia larvas de mosquitos. Habia un olor muy fuerte al cloro con el que se hacia el jabon. Algo hervia en una enorme caldera de hierro. 29 Escaneado con CamScanner Varios caballos esperaban en el patio: detierra, pisada. En la sala del fondo estaban los Patriotas, Callaron cuando entr6 Francisco, Don Cornelio hizo una sefia al grupoy saludg asu hijo. —Madre le manda esta caja de cigarros —manj- festé el chico. Supadre desenvolvid ansiosamente el paque- te. Tomé un cigarro, se lo puso al lado de un ofdo y lo hizo crujir haciéndolo rodar entre sus dedos, Nada. Tomo otro y después otro. El cuarto... ;Era el cuarto! Alguien le alcanz6 una navajita con la cual hizo una incisi6n a lo largo del cigarro. Ahf esta- ba. Desenrollé el mensaje. Los conspiradores se apifiaron a su alrededor. Don Cornelio ley6 en voz muy baja la letra menuda de Madre. El mocito apenas alcanzé a oir algunas pala- bras aisladas: —... Cabildo Abierto... vecino de distincién... debiendo presentar esta invitacion a las tropas... Don Cornelio apreté los puntos: —Sefiores —dijo con rabia-—, en este mensaje secreto se nos avisa que el virrey nos ha puesto una trampa. No hemos de caer en ella. 30 ei Escaneado con CamScanner Continué muy bajito para que lo oyeran vinicamente los mas préximos: —Diaz Vélez cuidara las entradas, French y Beruti repartiran distintivos... Francisco sintié que habia cumplido su misién. Y que ahora era un hombre hecho y derecho. 31 Escaneado con CamScanner Pio Lunes 21 de mayo de 1810 Fe el dia. Esa mariana, tempranito, se encontraria con sus antiguos camaradas en la Plaza de la Victoria. Se incorpord haciendo equilibrio con su unica pierna. Agarro la muleta. Estaba contento con ella, la habia hecho con ramas de sauce que le habia trafdo su compadre. Todavia no habia amanecido, la vela se habia apagado hacia rato. No importaba, Hortensio se sabia de memoria la habitacién pobre. Alla la mesa, las dos sillas. En el rincén, el banquito donde se sentaba a tomar mate. Y ese bulto en la oscuridad era Pio, su hijo, que dormia en un camastro pequenio. Escaneado con CamScanner Fue al clavo de la pared donde colgaba sy uniforme. El pafio cansado estaba gastado. Las charreteras de sargento, sin embargo, lucian nuevas. Se las habian dado por su valentia. No le fue sencillo ponerse el uniforme solo, Cuando termin4, se ajusté la faja roja. Estaba un poco mas gordo. Le hubiera gustado mirarse en elespejo. Pero los espejos son cosa de los sefores, no de los habitantes del Barrio del Tambor, esa vecindad de las afueras de la ciudad en la que los tamboriles de los esclavos sonaban hasta la madrugada. Desperté a Pio, El morenito se frotd los ojos. Pesea los rulos cortitos, un pirincho se empecina- ba en quedarse parado. Hortensio se lo peiné con un poco de saliva. —jHoy vamos a la plaza? —Pio también esta- ba esperando este dia. Si. Historia de un soldado Salieron a la calle. Habia una niebla espe- sa, parecia que las nubes hubieran bajado a la tierra. La bruma humedeci6 el viejo uniforme 34 Escaneado con CamScanner de Hortensio, lo que le hizo acordar de aquella mafiana del combate, también neblinosa. En aquel entonces, era un simple soldado del batallon de Pardos y Morenos. Tenfa ilusiones de libertad: le habian prometido que, después de cinco afios de estar en las milicias, quedaria libre. Un capitan le habia dicho que hasta lo trata- rian de don. ;Don Hortensio! Parecia mentira. No cualquiera era don, una sefial de respeto y distincién. Se nombraba asi solamente a los blan- cos. Hasta a los bebés blancos se les decia don. Pero no a los pardos ni a los morenos, por mas sargentos que fuesen. De aquellas promesas solo se habia cumpli- do la libertad. Era libre no porque hubiera pasado cinco afios en el batallon. Sino porque ahora era un herido de guerra. La pelea habia sido en una madrugada como esta. A lo lejos se ofa la musica de los tambores que se acercaban. Cada vez mas cerca, el ruido acom- pasado de las botas. Los perros ladraban como locos. Los corazones latian con fuerza. De pronto, los ingleses salieron entre la bruma. Durante un instante, solo se escuché cémo marchaban los enemigos. Ellos escucharon 35 Escaneado con CamScanner voces en las casas, pero no les prestaron aten- cion. A ninguno se le ocurrié mirar hacia aryj. ba. Avanzaban a paso de invasion, seguros ge su victoria. Enla bocacalle esperaba el batallon de Pardogs y Morenos. Tenjan las bayonetas encajadas en la punta de sus fusiles. Los invasores también. Ya estaban proximos. Un oficial grito: —jjFuego!! ;jFuego a discrecién! Los fusiles pardos y morenos escupieron fuego. Perono fue esto loque hizo retroceder a los ingleses. Lo que los hizo replegarse fue la uvia de piedras que se les vino encima. Por ariadidu- ra, caian cataratas de aceite hirviendo desde las azoteas. Los vecinos defendian sus casas a cual- quier costo. El batallon habia cavado una trinchera y estaba parapetado detras de unos sacos Ilenos de yerba. Cuando vieron que los ingleses volvian sobre sus pasos estallaron de alegria: —jHurra! jHurra! ;Hurra! —vociferaban, tiran- do los sombreros al aire. Pero volvieron. Y esta vez traian un cafion. El primer cafionazo voldé una parte del para- peto de yerba. El segundo le dio de Ileno. 36 Escaneado con CamScanner Hortensio no se dio cuenta de la enorme bala que venia contra él a toda velocidad. Solo oyé un ruido intensisimo que lo dejé sordo por unos segundos. Estaba aturdido. ;A dénde habia ido a parar el fusil? Mir6 para abajo. Tenia sangre en el pantalén. Disipo el humo con las manos para ver mejor. No sentia la pierna. Enese momento nole dolid. Solo lediomuchi- sima rabia. Sintio indignacion, célera. Coraje. El fusil estaba alli. Lo tomé y empezé a dispa- rar furiosamente sobre los ingleses que avanza- ban nuevamente. La marcha Hortensio sacudié la cabeza para ahuyentar los malos recuerdos. Rengueaba con la mano apoyada sobre el hombro de Pio, que hacia de lazarillo. No es que lo necesitara, podia andar perfectamente con la muleta. Pero le gustaba sentir la calidez del cuer- po de su hijo. 37 Escaneado con CamScanner ~< Habfa quedado en encontrarse en e] Alto de las Carretas con su compadre Domingo, uno de los soldados que custodiaria la plaza. —Ahi esta —exclamé Hortensio al ver el uniforme de Patricios de su viejo camarada, —Dénde? —pregunto Pio ansiosamente, que le tenia mucho carifio a su padrino. —Allf, charlando con aquellos hombres, El Alto de las Carretas era una especie de amplio estacionamiento de los carros que venian de las provincias interiores, Tenian prohibido entrar a la ciudad porque, cuando llovia, las gran- des ruedas y las pezufias de los bueyes estropea- ban las calles. Domingo se les unid en compariia de ocho paisanos de poncho y chiripa, como usaban los gauchos. Juntos, tomaron el antiguo camino real al Riachuelo de los Navios, que desembocaba en el centro de Buenos Aires. Andaban en silencio para no tragar el aire frio y himedo de la madrugada. Pio los miraba desde abajo, como miran los nenes a esa edad, y caminaba orgulloso sintiendo la mano de su padre en el hombro. 38 Escaneado con CamScanner Uno de los paisanos dijo que en la pulperia del Rincén aguardaban algunos de sus comparfie- ros. Se incorporaron once de ellos a la marcha. Al rato llegaron al inseguro puente de palos sobre el arroyo Tercero al Sud. Era época de lluvias, de modo que el agua parecia un torrente apresurado, En el puente habia un montén de personas, doce o quince, que los esperaban pateando el suelo para sacarse el frio. A lo largo del camino se iba sumando gente. No decian una palabra, simplemente se arrima- ban y avanzaban junto a los caminantes. Sabian que deseaban ir y alli iban, sin mas. Era gente humilde. Peones, pescadores, bote- ros, aguateros, carniceros, albafiiles, herreros. Una multitud que, cuando arribé finalmente a la Plaza de la Victoria, se volcé sobre ella como se vuelca un rio impetuoso al llegar al mar. El soborno del virrey No habia sol, pero era como si lo hubiera. La gente no sentia el frio. Se lo quitaba el propio calor del gentio. Cientos de chisperos, las pistolas dispuestas, iban de un lado a otro. 39 Escaneado con CamScanner A eso de las nueve empezaron a llegar los primeros cabildantes. Al pasar por entre la muche- dumbre, les gritaban a centimetros de la cara: —jiCabildo Abierto!!! ;jCabildo Abierto!!! Entraban plidos como un papel blanco. Impresionado, Pio inquirio: —iQué es Cabildo Abierto, Padre? —Veras, en el Cabildo normal, digamos, los que toman las decisiones son Jos cabildantes, que son solamente algunos vecinos. Hortensio vacild, no era de palabra facil. Es... El Cabildo Abierto es un Cabildo de Lo que nosotros puertas abiertas —continud—. ea todos los queremos es, justamente, que se llam< vecinos, no solo a los cabildantes. — A nosotros también, Padre? Hortensio miré a Pio con ternura y no dijo nada. Mientras tanto, algunos cabildantes insis- tian. Al final, presionaron tanto a Cisneros que no tuvo més remedio que convocar a un Cabildo General como querian en la plaza. Un funcionario, entonces, se asomé al balcén: —El excelentisimo virrey esta dispuesto a aceptar los pedidos. Este excelentisimo Cabildo 40 i Escaneado con CamScanner arreglara todo. Retirense todos asus casas que no hay novedad. La gente no le creyé a los «excelentisimos», Pedia también la suspensién de Cisneros. Tuvo que salir Cornelio Saavedra a apaciguar los animos asegurando que se atenderia a los recla- mos. A él si le creyeron. Solo entonces la plaza empez6 a vaciarse. Antes —Ven conmigo, Pio —le dijo Hortensio al morenito. Lo llevé hacia la Fortaleza donde vivia el virrey, al otro lado de la plaza. Hacia poco, Cisneros habia concedido cien pesos a los sargentos para congraciarse con ellos. O para comprarlos. También Hortensio habia recibido los cien pesos, una fortuna para la época. Rengueando, se acercé al muro. Buscé en un bolsillo del uniforme. Ahi estaban. Los estrujo en lamano. Y, con un gesto de desprecio, arrojé los cien pesos al foso. A él no lo comprarian. Hortensio y Pio se fueron caminando lenta- mente por el camino real. 41 Escaneado con CamScanner Remedios Martes 22 de mayo de 1810 F= mariana, Maria de los Remedios salié de su casa hacia la iglesia de San Ignacio. Se ofa el sonido que las muchas enaguas hacian mientras ella caminaba; un sonido de telas frotandose, tantas eran las que usaba. Las tren- zas largas se bamboleaban de alla para aca, de aca para alla. Remeditos, asi la llamaban en casa, acom- pafiaba a dofia Tomasa, su mama. Un poco mas atras, como correspondia a su condicién de esclava, caminaba Jesusa, la negrita de los coscorrones. En aquella época, las nifias de familias adine- radas tenian una morenita a la que dar con los nudillos en la cabeza para descargar el mal 43 Escaneado con CamScanner humor. Remeditos, que sepamos, nunca Je dioun 's mas, hasta le regalé unas puntillas coscorron. E: le una pollera para que se las cosiera en el borde d que lanifia ya no usaba. Las tres iban integramente vestidas de negro. Zapatitos de raso negro; chatos, claro, puesto que a ninguna sefiora se le habria ocurrido ponerse zapatos de taco alto, Mantilla negra de tela ordi- naria la morenita, mantilla de negra seda sus negras con plomitos en el dobladi- amas. Polleras y dejara ver Ilo para que el viento no las levantara mas que el tobillo. Las tres de negro porque a misa se iba de negro. Debajo, que no se viera, dofia Tomasa llevaba un corsé que le hacfa la cintura finita. Tan fini- ta que le costaba respirar. Eso si, dicen que era hermosisima. Y que Remeditos habia sacado algo de ella. Cuando dofia Tomasa subia a la terraza y se soltaba el cabello renegrido para secarse alsolera como si la noche se hiciera misteriosamente en la mafiana, tan magica era su cabellera llena de chispitas. Su hija también tenia ese pelo, pero lo Ilevaba con timidez de nifia. 44 — Escaneado con CamScanner Las esquelas Al llegar a la esquina de la calle de la Victo- ria, un soldado les corté el paso. Empufiaba un tremendo fusil. Del susto, a Jesusa casi se le caen de las manos las alfombritas que llevaba para que el ama y la amita se arrodillaran en la iglesia que, como todas en aquel entonces, no tenia bancos. —jéQué hace, soldado?! —rugio un oficial de Patricios que salié de quién sabe dénde—. éNo ve que son mujeres? La orden es controlar que los vecinos que quieran entrar a Ja reunién tengan la esquela. A los vecinos. No a las vecinas. éMe entendid? Cortésmente, el oficial le hizo la venia a dona Tomasa: . —Disculpe, vuestra merced —le dijo—, la cosa noes con sus sefiorfas. —Claro, nosotras nos quedamos afuera —refunfurio ella entre dientes y reemprendié la marcha a toda prisa. ARemeditos le costé seguirle el tranco furioso. La nifia no entendia nada: —¢De qué esquela hablaba, Madre? —La esquela de invitacion al Cabildo Abierto. 45 Escaneado con CamScanner —jA Padre le dieron la esquela? —Por supuesto, estan invitados los vecinos de distincién y tu padre lo es. —;Solamente los vecinos de distincién? —Unicamente, Remedios. Los soldados apostados en las bocacalles se morian de frio. Detenian a los transeuntes, pero no podfan detener las rafagas huimedas que venian del rio. La Plaza de la Victoria era pura tierra apisonada. No habia un solo arbol. Desafiando el viento helado, ya habia algu- nos esperando. Frente a la catedral, Castelli char- laba con su primo Belgrano envueltos en sus capas de hule. Moreno y Lopez y Planes venian del café de Marco, donde se habian tomado un chocolate caliente. Un poco mas alla, los chisperos de French y Beruti se echaban el aliento en el hueco de las manos. Estaban alli desde la madrugada, también ellos vigilantes. Llegaban desde las barracas del puerto, las quintas de los alrededores de la ciudad, los ranchos de las afueras. Esto fue lo ultimo que vieron las Escala- da (como era costumbre, la morenita llevaba el apellido de su amo, Jesusa de Escalada), que apre- 46 Escaneado con CamScanner a suraron el paso. Sonaban las campanas de San Ignacio. Las llamaban a misa. El viento de la Revolucién Remeditos habia quedado muy impresiona- da. Durante la misa no pudo dejar de pensar en el episodio que habian vivido en la plaza. —Asi que el que tiene esquela, puede y el que no, no —pensaba—. Un papelito... Lo que mas le habia sorprendido era el enojo desu mama. Nunca la habia visto asf. Siempre era dulce, gentil, nunca el cefio fruncido como esa majfiana. Para cuando volvieron a casa, dofia Toma- sa habia vuelto a ser la sefiora amable que era. Todo era normal. Nada hacia suponer que en ese momento estaba ocurriendo algo importante en sus vidas. Las mucamas habian sacado las mace- tas al balcén, los jilgueros cantaban en sus jaulas. Almorzaron alas dos de la tarde sin don Anto- nio, el padre de Remedios, que estaba en el cabildo. Habia natilla, el postre preferido de la nifia. Alas tres de la tarde no habia un alma en las calles. Era la hora de la siesta. 47 Escaneado con CamScanner Remeditos se qued6 en enagua y medias go seda blanca. Se acost6 en el colchén de plumas y sintid que se hundia, que su cuerpo era livia. nooo... Se levants, aérea, y fue al balcén, que daba ala Plaza de la Victoria. Tenia mucha curiosidad por lo que estaba pasando. Ahora habia un tropel de vecinos, esquela en mano, que hacian fila ruidosamente para entrar al edificio del cabildo. Los soldados que custodia- ban las bocacalles se las vefan en figurillas para contenerlos. Vio un funcionario del virrey que camina- ba con un sombrero de copa en el que llevaba esquelas en blanco. Faltaba ponerles el nombre normnas. En eso, el funcionario tropezé y las esquelas se desparramaron. Pero, en vez de caer al suelo, se soltaron como pajaros asustados. Las esquelas volaron hacia arriba, mas alto que las torres de las iglesias. Chocaron contra los een Las campanas sonaron bajito para ir la noticia: las esquelas de invitacion al Cabildo Abierto se habian liberado y volaban sobre Buenos Aires, 48 Escaneado con CamScanner i Una sobrevolé el Barrio del Tambor y cay6 por casualidad cerca de un peén que la manoted y laley6 sin esfuerzo aunque no sabia leer. Otra decidid ir a la costa del rio y se pegd ala pollera de una lavandera morena que estaba dale que te dale, lavando el camisén del sefior. Otra se qued6 un momento flotando sobre la iglesia de La Merced y se enredo en la peineta de una bonita joven asombrada. Otra mas planed hasta acurrucarse en el hombro de una sefiora que se llamaba Segismun- day que se qued6 quietita para que la esquela no se fuera. Y volaban y volaban, las esquelas. Habia muchisimas, muchas mas que al principio. Tantas eran que alcanzaban para todos. Para los escla- vos y los libres, para los pobres y los ricos, para las mujeres y los hombres, para los negros y los blancos. Una, una sola, se aparté de su sendero de cielo y cay6 a los pies de la nifia, que la levant6 y la limpié como pudo. Entonces se dio cuenta de que llevaba su nombre: Maria de los Remedios de Escalada. Fue tan grande la impresion que se despert6. 49 Escaneado con CamScanner Paco Miércoles 23 de mayo de 1810 | os caballos son de palo. Las lanzas son cafias =scortadas a las orillas del rio, alla donde desembarcan nocturnamente los contrabandis- tas. Alguin caballero nifio lleva como escudo una tapa de olla que en casa ya no se usa. El campo de batalla es la huerta del conven- to de Santo Domingo. Eligieron ese terreno porque todavia se ven las huellas de las balas que se dispararon contra los invasores ingleses. Y porque esta lejos de la mirada de los mayo- res, que ven con malos ojos estas contiendas infantiles. No importa. Paco de Alzaga caracolea gallardamente sobre su caballo palo. Tira de las riendas, que son cuerdas atadas al cuello del 51 Escaneado con CamScanner a | palo, y el animal corcovea un poco. E] Caballero nifio sujeta la cafia en su pufio derecho, como desafiando. Los adversarios son los chicos del barrio de Monserrat, también ellos caballos de palo y lanzas de cafia. Nosesabecuantosson. La tropa esta compues- ta por cinco aguerridos caballeros, entre primos y hermanos. Delante marcha Mariano, el jefe, que loes porque con once afios es el mas viejo del ejér- cito. Paco tiene ocho. Lo unico que se sabe son las reglas. Puestos a la batalla, se trata de tocar al enemigo con la lanza y evitar que lo toquen a uno los rivales. El tocado pierde. Cae prisionero y se tiene que retirar del juego. Si, por desgracia, una lanza duele un poco, recordar no llorar. Y una cuestién fundamen- tal: nunca, pero nunca, dar la espalda al ejército oponente. La guerra de las carias, asi se llama a este juego. Lo juegan los adultos en la plaza de toros de Buenos Aires, pero los caballeros y los caballos son de verdad aunque simulen una pelea para divertir al publico. 52 _ a Escaneado con CamScanner En los suburbios de la ciudad esta de moda la guerra de la Reconquista. Ahi la cosa es peli- grosa. Se tiran petardos de los gruesos y, si no hay a mano, piedras o lo que venga. Tan teme- rario es el juego que el virrey emitid un bando prohibiéndolo. La prohibicién cayé6 en saco roto. Los chicos estan impresionados por los combates que han visto en las calles cuando sus padres echaron a los invasores y juegan a eso. Al principio, imaginaban que unos eran ingleses y otros espafioles. Pero ahora fantasean que unos hacen de criollos, los que nacieron aqui, y que los otros hacen de esparioles, los que vinie- ron de la Espafia europea. Ese cambio en el nombre de los ejércitos imaginarios es porque escuchan en sus mayores expresiones como: —«Malhaya sean los criollos'». O, por el contrario: —«Malditos esparioles!». Por mas chicos que sean, se dan cuenta de que los criollos y los espafioles estan cada vez mas enemistados. De alli que los imiten en sus juegos de guerra. 53 Escaneado con CamScanner —jAhi vienen Jos criollos! —exclama el jefe, que es también el hermano de Paco. Los Alzaga siempre se sintieron espafioles. En efecto, los adversarios se acercan cami- nando tranquilamente. Son cuatro! Pero la inferioridad numérica no los asus- ta. Vienen cafia lanza en mano, seguros de si. Se paran ante ellos y dan vueltas con sus caballos palo como provocandolos. —jijAl ataque!!! Vaya uno a saber quién dio la orden. Lo cierto es que los ejércitos se arrojan a la guerra figurada. Los caballeros maniobran sus caba- Ilos palo: cargan, retroceden bruscamente, hacen como que escapan y, de pronto, vuelven. Alguna lanza cafia pega en un escudo tapa de olla. Eneso, un chico dela pandilla contraria huye entre los durazneros del convento. —iPersigamoslo, Paco! —ordena Mariano. Paco no esté muy convencido. Es el mas chico de todos y lo cierto es que tiene un poco de miedo, Por més juego que sea. Mas alla de los arboles hay un muro. No hay manera de fugarse. E] chico esta acorralado. Paco 54 Escaneado con CamScanner y Mariano se acercan. Los tres se miran por un instante. En silencio. Jadean por la carrera. —Ahora, Paco. Dale con la cafia. Paco vacila. Tiene ganas de decir que lo haga Mariano, ya que es tan valiente. Pero no lo hace. Vacila. El jefe hermano lo mira duramente. No hay mas remedio. Paco alza la lanza de cafia... La tertulia Los hermanos Alzaga vivian a la vuelta, en la calle de la Victoria. Paco dormia en uno de los cuartitos a los que se llegaba por la escale- ra del patio. A veces lo despertaba el ruido del balde de cuero con que sacaban agua del aljibe. Lo mas probable es que fuera un vecino al que le habian dado permiso para llenar un botellén. Eran pocas las familias que tenian aljibe, solo las mas adineradas. Era el mas chico de los catorce hermanos. Esto producia ternura a las viejas de verrugas con pelos, que le daban un beso pinchoso en cuanto se asomaba a las tertulias. El chico rehuia aquellos besuqueos ruidosos, pero Madre lo 55 Escaneado con CamScanner oN forzaba a asistir a las reuniones que a él Je Pare. cian de plomo. Desafortunadamente, esa tarde habia tertu- lia. Paco estaba ansioso por ir a la calle a jugar a la guerra. Los grandes también se vefan intranqui- los pero por otras razones. Estaban pendientes de lo que ocurria a pocas cuadras de alli, en la Plaza de la Victoria. A las nueve de la majfiana, el Cabildo Abier- to contaba los votos que habian emitido los veci- nos el dia anterior. Habia ganado ampliamente la propuesta de que el virrey cesara en el mando, Se anuncié, entonces, que a las tres de la tarde los cabildantes se reunirian para discutir quiénes formarian una junta de gobierno. Pasaron las tres, pasaron las cuatro... y nada, no hubo ninguna reunién. La inquietud crecia. Muchos fueron a la plaza para ver qué pasaba. Se rumoreaba que nombrarian una junta sin consul- tar a nadie. No habia otro tema de conversacién en la tertulia. Se hablaba, por no decir se chusmeaba, hasta mas no poder. Los sefiores, muy compuestos, a un lado. Las sefioras, no menos compuestas, al otro. Las jovencitas se sentaban en una larga fila de 56 Escaneado con CamScanner sillas; enfrente, los jévenes. Las sillas estaban a tan poca distancia que los pies se tocaban, lo que no parecia importarles nia unas, nia otros. En elaire flotaba un aroma muy intenso, casi una nube, porque a cada rato una criada echaba perfume sobre los carbones encendidos del brase- ro. El olor quedaba en la ropa. Cuando los visitan- tes salieran, seguro que se Ilevarian la fragancia puesta. En eso, entré Martin de Alzaga. Su esposa, sus hijos, sus amigos se pusieron de pie en serial de respeto. Esto no solia ocurrir en otras casas, pero era una regla en esta. Don Martin era un sefior alto, flaco, seco. Y espafiol hasta los huesos. Habia sido un héroe durante las invasiones inglesas. Cuando Paco jugaba a la guerra, imitaba lo que crefa que habia sido el valeroso comporta- miento de su padre ante los invasores. Y, cuando habia que tomar partido, preferia hacer de espa- fol, no de criollo. Estaba acostumbrado a oir que los nacidos en estas tierras eran inferiores a los que habian venido de la Espafia europea. En ese momento, un sefior muy asefiorado se acercé a Padre: 57 Escaneado con CamScanner —iEs una vergtienza! —exclamé-. jSe corre la voz de que los criollos pretenden formar una nueva junta sin Cisneros! —Si, estan envalentonados, los muy pillos —contest6 don Martin—. Los sefioritos no solo voltearon al excelentisimo virrey. Ahora tampo- co les gusta que Cisneros presida la junta de gobierno. ;Pero desde cuando esos bellacos de los criollos se creen con derecho a gobernar en nombre de Su Majestad? Paco, que estaba cerca, se puso colorado como un tomate. Sabia que bellaco queria decir malo, picaro. Y que asi se les decia también a los caballos ariscos, dificiles de domar. —Yo no soy un bellaco —pensd Paco—. Yo naci en Buenos Aires, soy criollo. Pero no soy un bellaco. El golpe El chico no tiene modo que escapar. El muro del convento se lo impide. Arroja la lanza de cafia al suelo. Paco y Mariano trotan hacia él en sus caballos de palo. Se miran. 58 a Escaneado con CamScanner —Ahora, Paco. Dale con la lanza. D, criollito bellaco. Paco alza el brazo con la cafia, Mira al chico asustado que también lo mira. Lo mira a los Ojos, Precisamente en ese instante, Piensa: ero yo soy criollo»... ale a este 59 | Escaneado con CamScanner Maria Jueves 24 de mayo de 1810 a fragata Ileg6 malherida. Un viento inespera- (eedo la empujé contra una piedra enorme y se quebr6é como una cascara de nuez. Como pudo, se poso sobre un banco de arena y se quedo all, resoplando como una ballena cansada. El rio entraba a borbotones. Los marineros trataban de achicar el agua. Era inutil, la nave se hundia lenta pero irremediablemente. Los fardos que transportaba flotaban un instante antes de hundirse para siempre. El que se sumergié mas rapidamente fue una caja que decia «Cintas», Empapado, el envoltorio se deshizo. Las cintas, que estaban esperando esa oportunidad, se escaparon. Eran muy coquetas, las cintas. 61 Escaneado con CamScanner Al principio, se mantuvieron enrolladas en sus carretes de carton. Después se fueron desen- rollando. Iluminadas por el sol de la majiana, las cintas flotaron libremente en el rio. Rojas, azules, amarillas, verdes, naranjas como las naranjas cuando estan en el arbol. Eran de rica seda y de terciopelo suntuoso y también de tela ordinaria. A las cintas no les importaban las clases sociales. Todas se mecian alegremente en el agua. Pero aquel naufragio de cintas les parecié una catastrofe a las damas de Buenos Aires. Ocurre que, aun las mas adineradas, tenian muy pocos vestidos. No era raro, incluso, que pasaran de las madres a las hijas. La manera de que la ropa pareciera nueva, entonces, era coser- les puntillas, encajes y... cintas. Estos adornos no se fabricaban en esta aldea lejana. Habia que traerlas desde Europa. Cuan- do, de vez en cuando, llegaba un cargamento, las sefioras, las sefioritas y aun las nifias corrian a las tiendas. Morian por una cinta de terciopelo para el pelo. De alli que el naufragio de las cint una verdadera calamidad. ‘as fuera 62 Escaneado con CamScanner La Revolucion burlada Unos dias mas tarde del hundimiento, hubo una ceremonia en la Fortaleza Real. En la sala, los sefiorones se arreglaban el cuello almidonado que usaban para las grandes ocasiones. Muchos murmuraban bajito en los rincones. En eso, entré Cisneros. Se hizo silencio. Ya no lo llamaban mas «Excelentisimo sefior virrey». Ahora ledecian «Excelentisimosefior Presidente de la Junta». Pero era lo mismo. Engafiando al pueblo que se habia reunido en la plaza, seguia siendo la maxima autoridad, solo que con otro nombre. La ceremonia era el besamanos: el obispo, los funcionarios y los comandantes pasaban y hacian por turno una pequefia inclinacién ante Cisneros. Antes, besar las manos del sefior era un gesto que hacian los vasallos para indicar que se sometian a él y que le prometian obediencia. En este caso, significaba que reconocian que el ahora presidente era el representante del rey. Cuando el acto concluyé, se desaté un hura- cAn. Arras6 la Plaza de la Victoria. Abrié violen- tamente las puertas de los cuarteles. Recorrié el viejo camino real y entré a las pulperias de los barrios mas lejanos. 63 Escaneado con CamScanner En verdad, no fue un huracan. Era la indig- nacion de los portefios burlados, un vendaval de enojos. No podian soportar que Cisneros siguiera tan campante en el poder. Dicen, aunque no sabemos si es verdad, que Manuel Belgrano, que era oficial de Patri- cios, exclam6 poniendo la mano en la cruz de su espada: —Juro que, sia las tres de la tarde de mafiana el virrey no renuncia, lo arrojaré por la ventana. El buen Manuel no tuvo necesidad de lanzar al virrey, que era bastante corpulento, por ninguna ventana. Antes, Cisneros renuncié, Ahora habia que formar otra junta, pero esta vez sin trampas. La misién Ese dia, antes de que cayera el sol, Miguel de Azcuénaga volvié a casa. No lo esperaban. En los Ultimos dias regresaba tarde porque se reunia durante horas con sus amigos, Mando a buscar a Maria, su primogénita. —Maria, mafiana sera un dia extraordinario. Llamaremos a nuestra gente a la plaza para exigir 64 Escaneado con CamScanner que se constituya una junta en la que tengamos voz y voto. —Entonces, Padre? —E] dia del Cabildo Abierto, French y Beruti pidieron que nuestros paisanos llevaran: una cinta blanca para distinguirse de los partidarios de Cisneros. Mafiana también necesitaremos un distintivo que nos identifique. Una cinta, Maria. Una cinta de cualquier color. —iAy, Padre! —contesté la nifia—. Su merced sabe que en el reciente naufragio se estropearon las cintas que traia la nave. Casi no hay cintas en la ciudad. Yo misma no consigo ninguna, lo que me desespera. —Si, ya lo sé —repuso don Miguel sonriendo, puesto que su hija no pensaba en otra cosa que en su ajuar. Era costumbre que la novia bordara las enaguas, los carnisones, las sabanas que usaria cuando se casara. Maria, que tenia quince afios, se preparaba para un pronto matrimonio; a esa edad, no eran pocas las nifias ya casadas, —Lo sé —prosiguid Azcuénaga—, por eso mismo es que te doy la misién de recorrer las tiendas para comprar todas las cintas que puedas. éQuién mejor que vos? 65 Escaneado con CamScanner Don Miguel sabia lo que decia. Uno de los pasatiempos favoritos de las mujeres de su familia era ir de tiendas, Salian en fila. La madre, tres hijas, dos tias, alguna prima, la abuela Benedicta y dos criadas. Las jé6venes iban cuchicheando y riéndose sin motivo. Iban a menudo a la tienda que los Elorriaga tenian en la planta baja de una de las pocas casas de alto que habia en la ciudad. —Buenos dias, don Juan Bautista —saluda- bana coro-—. {Qué hay de nuevo? Y don Juan Bautista y sus dependientes les mostraban las mas bellas telas de Paris y de Londres. Y los encajes y las cintas, claro. Alcabodeuna hora, lasdamas habian exami- nado la tienda de arriba a abajo. Miraban las telas a la luz, se las probaban contra el cuerpo como si fueran vestidos. La abuela Benedicta habia revi- sado, una a una, las puntillas. La tienda quedaba dada vuelta. Entonces la madre, las tres hijas, las dos tias, la prima, la abuela Benedicta y las dos criadas saludaban cordialmente a don Juan Bautista, o como se llamara el extenuado tendero, y se retira- 66 Escaneado con CamScanner ban sin comprarle nada, ni un botén. Pero antes le decian, convencidas: —Muy lindo, don, muy lindo. Volvemos otro dia. La epopeya de Maria A lo lejos, se oyeron las campanas de San Francisco. —jSon las siete, Padre! {Tengo que salir ya mismo, las tiendas cierran a las ocho! Lo primero que se le ocurrid a Maria fue acudir a dofia Josefa, la costurera que habia pues- to una escuela para nijias con el fin de enseniarles acoser y a bordar. En aquella época se creia que eso era todo lo que necesitaban las chicas casade- ras. En todo caso, leer un poco, no demasiado, y pintar su firma. No mas. Pero la modista padecia una terrible sequia de cintas. : Se hicieron las siete y cuarto. No valia la pena ira lacalle del Empedrado, alli las tiendas cerra- ban temprano. —jLa Recova! —pens6 la nifia. La Recova era un edificio con tiendas, una especie de galeria que 67 Escaneado con CamScanner dividfa a la plaza en dos. Alli se vendia ropa orgj. naria, pero {quién sabe? Maria recorrié a la disparada las dos filas de boliches que formaban la Recova. Nada. Por mas rapido que hizo, se le hicieron las siete y media pasadas. Al salir de la Recova vio unas bandolas que todavia estaban en la plaza. Las bandolas eran como una cachivacheria ambulante. El mostra- dor de estos vendedores callejeros era un cajén de madera plantado sobre cuatro patas. Alli mostra- ban sus chucherias: peines, alfileres, collares de piedras falsas. ;Cintas? No, no habia cintas. Los vendedores querian irse a casa. Ocho menos diez. De repente, la inspiracion: jla tienda de Juan del Agujero! Estaba un poco lejos, pero si don Juan estaba de buenas... Maria se puso a correr como una loca. Aunque el tendero se Ilamaba Juan Vidal, le decian Juan del Agujero porque atendia a sus clientas detras de un vidrio roto que nunca habia arreglado. El hombre era, digamos, un poco extranio. A menudo estaba de mal humor. Grufia y aten- 68 Escaneado con CamScanner dia mal. Pero, si estaba contento, vendia bara- tisimas sus mercaderias. En esas ocasiones, se corria la voz: —jDon Juan esta de buen humor! jDon Juan esta de buen humor... Cuando Maria llegé, eran las ocho y cinco. El tendero ya habia cerrado. Al borde del Ilanto, hizo pucheritos. Una quinceariera no hace pucheritos, pero Maria esta- ba desolada. No se dio cuenta de que don Juan la observaba desde su agujero. —{Tiene cintas, don Juan? —le preguntod, al darse cuenta de que la miraba. Si, tenia cintas. Hoy, vaya uno a saber por qué, don Juan tenia un buen dia. —Eso si... Solamente me quedan rojas —se excuso el tendero. «De cualquier color», habia dicho Padre. Maria compré un montén. Al dia siguiente, en la plaza, todos lleva- rian cintas rojas, rojas como el sol rojo cuando amanece. 69 Escaneado con CamScanner Mariano Viernes 25 de mayo de 1810 ; ibujaba el cabildo con un palito. Un mechén é de pelo le caia sobre la frente. Sacaba un poco la lengua entre los dientes, como los chicos cuando hacen la tarea. Primero, reprodujo los once arcos que forma- ban las galerias de arriba y de abajo. Era lo mas dificil porque los arcos no le salian todos iguales. Listo. El techo con sus tejas... Inclino la cabeza para apreciar su obra. Corri- gio unas tejas que le habian salido mal. Ahora la torre alta con su reloj y sus cam- panas... —jijQué hace, sefior Mariano Moreno!!! Detras de él, una voz trond como truenan los truenos. Era el maestro. nN Escaneado con CamScanner Estaban en clase. El maestro habia dibujado enel pizarrén de cuero: a € iou. Los chicos tenian que copiar esas letras en el cajoncito de arena que cada uno tenfa delante. En aquella época, no habia cuadernos, Ni de clase, ni de nada. En vez de usar papel, escribjan con un palito sobre la arena bien lisa y un poco huimeda del cajon. Si alguien metia la pata, senci- Ilamente emparejaba la arena. Esa majfiana tocaba vocales. Habia que escri- bir aeiou cinco veces, diez veces... jcien veces! Mariano Moreno, el tinico hijo de Mariano Moreno, que se llamaba del mismo modo que su papa y su abuelo, se moria de aburrimiento. De puro aburrido, se le ocurrié que la letra u, dada vuelta, se parecia a los arcos del edificio del cabil- do. Entonces empezo a trazar los arcos. Uno, dos... Y, dibuja que te dibuja, se olvidé del ejercicio. No era casualidad que Marianito, asi lo llamaba la mama para no confundirse, dibu- jara eso. Su papa hablaba todo el tiempo del cabildo. Capaz que si el maestro no lo hubiese sorprendido, habria dibujado al padre dentro del edificio. 72 Escaneado con CamScanner Un chico en la plaza Al mediodia, terminaron las clases. Los chicos salieron disparados con alboroto de gorriones. Marianito dudo. Le hubiera gustado ir a ver qué pasaba en la Plaza de la Victoria, parecia que estaba llena de gente como la vez anterior. Los Moreno vivian en la calle de la Piedad, bastante lejos. En casa almorzaban a las dos de la tarde. Si se apuraba... Fuenoméasalaplaza. Pas6 por la Recova. Justo en ese momento, el pregonero estaba voceando un bando. Varias personas escuchaban a su alre- dedor. Mariano era petisito, ni siquiera saltando pudo ver qué ocurria. Apenas escuché algunas palabras aisladas: —... junta... Excelentisimo... Cisneros, presi- dente de... Finalmente, sonaron el pifano y el tambor. La lectura del bando habia terminado. El prego- nero pego la proclama en una pared y se marché, muy orondo. Apenas se hubo ido, un joven con una cinta roja en el ojal arrancé el bando y lo tiré al suelo. Los demas lo festejaron con ruidosas carcajadas que el pregonero simul6 no oir mientras se iba. 73 Escaneado con CamScanner Después, todo volvié a la normalidad. Log tenderos se habian hecho traer el almuerzo desde la fonda que estaba cerca. Habia un terrible olor a comida. Al mocito le hizo ruido el estémago, hacia rato que habia engullido el chocolate con pan de Ja mafiana. A la Plaza de la Victoria legaban mas y mas vecinos. Casi todos llevaban una cinta roja como lade aquel muchacho que habia quitado el bando de la Recova. Algunos de ellos llevaban pistolas bajo el capote. Como Marianito era pequeiio, nadie repa- ro en él cuando se puso a escuchar en uno de los tantos grupos que discutian. —Dicen que los cabildantes no dan el brazo a torcer. Insisten en mantener a Cisneros... —¢Dar el brazo a torcer? ;Quién quiere dar el brazo para que se lo tuerzan? —pens6 Marianito, que no sabia que esa expresién indicaba que los partidarios de Cisneros se resistian a ceder a los deseos de los criollos. —éPor qué hemos de dejar que quede el virrey? éPor qué? —exclamé un oficial de Patricios. Maria- nito lo recordé enseguida, era Chiclana. El, French y Beruti eran frecuentes visitantes de su casa. 4 Escaneado con CamScanner —Estan reunidos allf —dijo un paisano, sena- lando el cabildo— desde hace horas. (Que no discutan mas! Llovia. Algunos abrieron sus paraguas de hule, una tela mds o menos impermeable. Lo levaban no tanto para cubrirse de la lluvia —porque, la verdad, el utensilio cubria muy poco-—, sino para darse importancia. Un hombrén grandote se acercé dando grandes zancadas. Era French. Reconociéndolo, muchos acudieron a su alrededor. El jefe de los chisperos estaba enojadisimo. —jQuieren meternos miedo! —iQué? ;Qué? —Me dicen que el abogado del Cabildo ha pedido que las tropas nos saquen de Ja plaza. Con. las armas, si fuera necesario. Hizo una pausa. Y agreg6, con esa voz gruesa que tenia: —jNo solo no nos iremos, sino que marchare- mos sobre ellos! Esas palabras eléctricas produjeron una explosion. Como un estallido, los vecinos corrie- ron hacia los arcos del cabildo. Entre ellos iba Marianito. 75 Escaneado con CamScanner La muchedumbre subi6 por la escalera hacia la sala donde estaban los cabildantes. Viendo que el chiquillo trastabillaba, French lo tomé de la mano para evitar que se cayera. Golpes en la puerta La multitud se amontono en el piso alto. Algunos empezaron a dar fuertes pufietazos en la puerta. A los cabildantes se les atragantaron los bizcochos que estaban devorando con vino de Malaga. —jEl pueblo quiere saber lo que se trata! —gritaban. Lo que querian saber era si trataban lo que habian reclamado: el apartamiento total de Cisneros. Ante el temor de que echaran la puerta abajo, les abrié el mismisimo abogado del Cabildo: —iQué es lo que quieren, sefiores? —jLa separacion inmediata de Cisneros! —No podemos entendernos con una muche- dumbre de amotinados —repuso altaneramente—. Nombren tres 0 cuatro personas y hablaremos. De inmediato se adelantaron French, Beruti y Chiclana. En el apuro por entrar, ninguno advir- 76 Escaneado con CamScanner tid que con ellos también iba Marianito. La puerta se cerré detrds del nifio, que qued6 encerrado en el recinto. Le impresioné el lujo de la sala. Habia una enorme mesa, sillones ricamente tapizados. Sobre un cortinado rojo estaba el antiguo escudo de la ciudad con su paloma radiante volando sobre dos navios en un rio agitado. Los cabildantes eran caballeros solemnes de cadena de reloj sobre un vientre inmenso, chaqueta negra y camisa blanca con puntillas. Varios llevaban anteojitos montados en la punta de la nariz. Habia uno que, de vez en cuando, saca- ba un gran pafiuelo y se sonaba como si quisiera llamar la atenci6n. Mariano se pardé como pudo, en una incd- moda posici6n, detras de un mueble. Se hizo mas chiquito de lo que ya era y se quedo alli. Nadie repar6 en él. Beruti estaba leyendo un papel lleno de pala- bras dificiles. El mocito no entendié demasiado. —... bildo... el pueblo... retomado el poder que le habia dado al Cabildo... nueva junta... En ese instante, sintid como un hormigueo. Se le habia dormido un pie. Movid los dedos, a ver 71 Escaneado con CamScanner si se le pasaba. Pateé el suelo despacito para no hacer ruido. Pasé un poco. La lectura seguia: —Presidente, el sefior don Cornelio Saavedra; vocales... —jVocales? ;Aqui también vocales? —se pregunto el chico, intrigado. No, no eran las vocales, sino los vocales; los vocales de la Junta. —.. don Manuel Belgrano, don Miguel de Azcuénaga... secretario, el doctor Mariano Moreno... —jMi papa! —se le escap6 a Marianito. Todos se dieron vuelta. La junta Lascampanas se echarona vuelo para intran- quilidad de las lechuzas de los campanarios. Los chicos tiraban cohetes sin que los grandes los retaran. Las seforitas se manchaban de barro el borde de las polleras, pero el accidente les tenia sin cuidado. En la sala del cabildo juraba la nueva Junta. Saavedra puso la mano sobre los Evangelios; 78 Escaneado con CamScanner Castelli puso la suya sobre uno de los hombros de Saavedra, Belgrano la puso sobre el otro, y los demas los unos sobre los hombros de los otros. Afuera, los vecinos quisieron iluminar la ciudad. Pero los faroles no alcanzaban y la Iluvia apagaba las velas. Entonces se abrieron las puertas y las venta- nasy se iluminaron los zaguanes y la luz salié ala calle loca de alegria. 79 Escaneado con CamScanner

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