Habia una vez un rey espariol que se llamaba
Fernando.
El monarca reinaba sobre muchas ciudades.
Una de ellas era la Ciudad de la Santisima Trinidad
y Puerto de la Seriora del Buen Aire. Como tenia
tantos nombres, todos la Ilamaban Buenos Aires,
que era mas facil.
Fernando vivia muy lejos, al otro lado del océa-
no. Para saber dénde estaba Buenos Aires tenia que
buscar con el dedo en la panza del globo terraqueo.
Era la ciudad que estaba mds abajo de todo.
Vivir tan lejos le traia muchos problemas. Si
daba una orden cuando en Buenos Aires empezaba
el invierno, el barco que la traia llegaba en prima-
vera. Era imposible gobernar a tanta distancia sino
habia celulares, ni aviones, ni nada.
Escaneado con CamScannerEntonces se le ocurrié una idea: nombrarig
q alguien para que hiciera aqui las veces ge rey,
cael llamar a quien lo representaria y gobern, aria
nsu nombre? Sencillo: vi-rey; virrey.
Por un tiempo, las cosas anduvieron lo még
bien. Hasta que el rey cay6 prisionero de sus vec.
nos, los franceses.
En la lejana Buenos Aires, el virrey se agarrg
la cabeza. Si el rey que Io habia nombrado estaba
preso, ya nadie lo obedeceria.
Y los que habian nacido aqui menos que menos,
Porque estaban hartos de que el rey y el virrey
los trataran como si fueran inferiores. Estaban
cansados de que todos los privilegios fueran para
los esparioles que habian nacido en Europa. Desde
luego que desobedecerian al virrey.
Entonces se propusieron derrocar al virrey y
formar un gobierno propio.
No fue facil. Pasaron varios dfas. Los espatio-
les europeos no querian dejar el poder. Y el pueblo
reunido en Ia plaza insistia en nombrar sus propios
representantes,
En esa plaza no habia solo préceres, como e508
sefiores que muestran los libros escolares. Tampoco
habia solamente grandes. Habia chicos. Algunos de
Escaneado con CamScanner
Aellos eran hijos de los patriotas que estaban hacien-
do la revolucién. Se llamaban Pedro, Francisco, Pio,
Remedios, Paco, Maria, Mariano. Chicos y chicas
parecidos a vos.
Escaneado con CamScannerPedro
SAbado 19 de mayo de 1810
Daren fantasmas. Manchas negras que
galopaban en la negrura de la noche. Siluetas
de capotes con las solapas levantadas.
Hacia rato que los murciélagos dormian
en sus escondrijos, cabeza abajo. Los sapos y los
grillos sofiaban en sus cuevas. De modo que el
camino real estaba en silencio. Solo se oian los
cascos de los caballos.
Pedro cabalgaba practicamente parado sobre
los estribos. Era muy de a caballo, montaba desde
chiquito. Le habia ensefiado su padre, Juan José
Castelli, que ahora galopaba a su lado, evidente-
mente preocupado.
Esa tarde un chasqui habia llegado a la
chacra de San Isidro en la que vivian. Lo reque-
nN
Escaneado con CamScannerncon urgencia: habia noticias graves. E] Song,
(asi Jlamaban al virrey, porque era sordo od
una tapia) queria hacer de las suyas.
_Padre, quisiera ir con usted a Buenos Aires
—Es peligroso, Pedro.
Ya soy grande... :
El padre sonri6. Pedro habia cumplido catoy-
ceatios hacia apenas tres dias. Decidié llevarlo, le
vendria bien enterarse de las cosas de los grandes,
rial
El bando del virrey
Llegaron a Buenos Aires a Jas nueve de la
noche. Las calles sin luna eran una boca de lobo.
A Pedro le corrié un escalofrio por la espalda.
Se dirigieron sin demora a la quinta de
Rodriguez Pejia, en la calle de las Tunas. Era
uno de los lugares secretos donde se reunian
los patriotas.
De lejos se ofa el vocerio de la reunion. Los
revolucionarios ya no se escondian, ni bajaban
la voz.
Cuando Pedro quiso entrar detras de su
Padre, alguien lo atajé 4speramente:
~@¥ aeste quién le dio vela en este entierr0?
12
i
Escaneado con CamScanner—Déjelo entrar —ordené un hombre de voz
como de cafién—. Capaz que el mocito nos da una
mano.
El hombre era Domingo French, el cartero
unico del Correo, uno de los jefes de los «chispe-
ros», Los llamaban asi por las pistolas que llevaban
escondidas y que en ese entonces se disparaban a
chispa.
Pedro entré al salon lleno del humo de los
cigarros. Estaban todos los amigos de su padre.
—tY don Cornelio? —le salié al paso Alberti,
que sabia que los Castelli eran vecinos de su amigo.
El sacerdote no vestia sotana, como lo hacia usual-
mente, para evitar que lo reconocieran.
—Esta al caer, padre. Antes de salir pasamos
por su chacra y ya habia ordenado ensillar su
mejor caballo.
—Necesitamos a Cornelio —comenté Paso,
que se acercé a saludar a Castelli—. Los Patricios
estan inquietos. Antes de salir para aca, decidie-
ron acuartelarse a la espera de su jefe.
Cornelio Saavedra era el comandante del
Cuerpo de Patricios, casi todos criollos. El regi-
miento lo adoraba. Adonde él fuera, todos irian.
3
Escaneado con CamScannerAzcuénaga, que estaba charlando con #
compadre Moreno, s¢ acercé:
El otro dia Saavedra nos dijo que los
no estaban maduros, que habia
primeros higos
ya es tiempo, la revolucién no
que esperar. Pero
espera.
Pedro, que todavia traia el frio de la calle,
se arrimé a un brasero que daba un modesto
calorcito. Enseguida reconocié a Belgrano, su tio
segundo, en medio de un grupo de personas.
—... jy ahora nuestro grandisimo virrey nos
echa este bando! —estaba diciendo, muy enojado.
—jQué bando, primo? —pregunto su padre.
—El que ayer hizo pregonar el Sordo.
En Buenos Aires casi nadie sabia leer ni escri-
bir. Algunos sabian dibujar sus firmas, lo que no
era facil con esas plumas de ganso afiladas. Los
portefios, en su mayoria, se daban por contentos
con trazar una cruz.
Que los vecinos no supieran leer era un
problema. El virrey disponia, por ejemplo, que los
propietarios barrieran y regaran la calle que esta-
ba delante de su casa. O prohibia que se jugara
a las cartas en las pulperias. O prohibia que s¢
Portaran armas en la ciudad.
14
4
Escaneado con CamScannergCémo comunicar esas disposiciones a los
vecinos si en su enorme mayoria eran analfa-
betos?
Pues con un pregonero, un funcionario que
lefa en alta voz las érdenes y los mensajes virrei-
nales que debian conocer los ciudadanos.
Pedro los habia visto varias veces, eran muy
divertidos.
Se abrian las viejas y pesadas puertas de la
Real Fortaleza. Entonces aparecia un escriba-
no custodiado por dos soldados que tocaban un
tambor y un pifano, una flauta chiquita que daba
notas muy agudas.
Los curiosos acudian al llamado del prego-
nero. También se arremolinaban los chicos que
andaban atorranteando en la plaza.
—jTres pelos! jTres pelos! —gritaban corre-
teando alrededor del pregonero. El escribano
tenia una barba rala, con unos pocos pelitos. De
alli el apodo.
El pregonero se ponia rojo de rabia, pero
guardaba la compostura.
—Un pregonero de Su Majestad —pensaba—
lee su pregon sin atender a los chiquillos male-
ducados.
15
Escaneado con CamScannery, en efecto, lefa el bando. Después Marcha.
ban por la ciudad y daban el mismo espectaculo
en sitios concurridos, como los atrios de las igle.
s, las plazas, los mercados.
Tambor, pifano, bando. Tambor, pifano, band,
Asi difundia el virrey sus ocurrencias, Y, para
que no hubiera duda, el pregonero dejaba una
copia del bando en las puertas de las iglesias o en
un arbol.
Ayer, el virrey hizo difundir un bando donde
declaraba que, alla en Espafia, el rey no la estaba
pasando bien. Habia caido la Ultima ciudad que
todavia resistia a los franceses.
La proclama virreinal decia mas o menos asi:
A los leales y generosos pueblos del virreinato
de Buenos Aires. Bla, bla, bla... en el desgraciado
caso de una pérdida total de la peninsula... Bla, bla,
bla... Yo tendré la gloria de gobernar por nuestro
adorado monarca.
—éi¢La gloria»!? -exclamaba, furioso, Belgra-
no-—. (Qué? ;No somos ya mayorcitos para gober-
narnos solos? Ahora...
En ese momento entré Saavedra.
—Atin dird vuestra merced que noes tiempo?
~Si, ya es tiempo —admitid.
sia
16 /
Escaneado con CamScanner—iEs hora de que el pueblo tenga voz! ;Cabildo
Abierto! —exclamaron varios a la vez.
Las discusiones segufan. Pedro estaba cansa-
do después de la galopada. Se senté en una silla
al lado del brasero y, sin darse cuenta, se qued6
dormido.
La mision de Pedro
—iiA ver si se despierta, mocito!
Se desperté de repente. Una manaza enorme
lo estaba sacudiendo. Era aquel hombrén de la
puerta. Pedro se refreg6 los ojos y lo contempl6
con admiracion. El teniente coronel French era
una leyenda.
El chispero lo miraba fijamente, como si
escudrifiara el caracter del chico. Después de un
momento, hablo:
—Vea, mozo...
A Pedro le gust6 pasar de «mocito» a «mozo».
—Vea, mozo. El bando que hizo difundir
el virrey es un insulto para los americanos. No
podemos permitirlo.
French hizo una pausa.
—Tenemos una misién para usted.
7
Escaneado con CamScanner—Lo que guste mandar —contesté Pedro,
—Pues queremos que vaya a los lugares
donde el pregonero dejé el bando del Virrey, y
loarranque.
—Nosotros no podemos hacerlo —explicé g]
chispero—, somos demasiado conocidos, Penga-
mos que lo mejor seria que lo hiciera un Chico;
usted.
Un hombre al que se le adivinaba la pistola
a chispa debajo de la ropa tom6 la palabra. Era
Antonio Beruti, otro chispero.
—No queremos ocultarle que es una misién
riesgosa —dijo Beruti, que era abogado— Arrancar
los bandos esta penado severamente por la ley.
—iQué tengo que hacer? —respondio Pedro,
envalentonado.
French sacé un plano de la ciudad.
—Hay que hacerlo ahora. Mariana es domingo
y lagente asistira a misa. Antes, habria que quitar
el bando que el pregonero dejo en las iglesias para
que no lo vean. Aqui, aqui y aqui —sefiald.
—Después —afiadié, mostrando la costa
del rio—, habria que sacarlo de la Alameda. Los
domingos a la tarde los vecinos van a paseat
Por alli,
18
4
Escaneado con CamScannerEl bando desbandado
Buenos Aires no era demasiado grande. Alre-
dedor de la plaza principal, habria diez cuadras
habitadas, quince como mucho. Masala, las quin-
tas. Y el solitario puerto del Riachuelo de la Boca.
Pedro no debia caminar mucho para cumplir con
su mision.
Primero fue ala iglesia de San Miguel, queera
Ja que mas conocia porque detras estaba su casa.
Mir6 sigilosamente a un lado y al otro. No habia
nadie. Fue hasta la puerta donde estaba clavadoel
bando... Lo arrancé y salié corriendo.
En seguida se dirigié al convento de Santo
Domingo. En la calle no habia un alma. Pero la
mansién de los Belgrano, que vivian ahi nomas,
tenia un farol encendido en el frente. Aunque
la luz iluminaba apenas, a Pedro le dio un poco
de miedo. Arrancé el bando y se largé a toda
prisa.
La iglesia de la Merced, la de San Francisco...
—jLas dos han dado y serenooo!
El sereno recorria la ciudad. Al chico se le
Paraliz6 el corazon. Eché a correr como un potri-
lo asustado.
19
Escaneado con CamScannerSS ee ie |
Partié hacia la Alameda, el paseo frente al
rio flanqueado por unos pocos Arboles. Le costé
trabajo encontrar el bando. Ahi estaba, clavado
enunombu.
Le quedaba lo mas dificil: la Recova, con las
tiendas a las que acudian los esclavos porque los
sefiores consideraban deshonroso hacer perso-
nalmente las compras.
Aesas horas de la madrugada, la Recova esta-
ba vacia. Solo quedaba en ella el olor a fritura de
las comidas. Pero el edificio estaba frente a la Real
Fortaleza, custodiada por dos guardias.
French le habia dicho que el bando estaba en
elarco central, alli donde se instalaba la horca.
Pedro dio una carrerita hasta la Recova a
oscuras. Desde alli atisbé a los guardias. Llevaban
el fusil al hombro. Caminaban de un lado a otro.
Cuando se cruzaban, cambiaban algunas pala-
bras, distrayéndose por un instante.
Esperdé que se cruzaran. Entonces se hizo
flecha. O, al menos, eso parecid. Porque, en un
santiamén, llegé al arco central con el tiem-
iusto para arrebatar el pando. Después se
po j
mente, No
aplasté contra el muro y, prodigiosa:
i
Escaneado con CamScanner
lo vieron.Dentro de su chaqueta, el chico tenia once
pandos. Pedro camino hacia la costa del rio. Y,
uno a uno, los arrojé al agua. Las palabras del
virrey, ahora, no eran mas que papel mojado.
21
Escaneado con CamScannerFrancisco
Domingo 20 de mayo de 1810
« M adre es una espia», pensaba Francis-
co mientras se dirigia a la jaboneria.
«Una espia»,
A él mismo le parecfa raro. Pero no habia
dudas: Madre pasaba informacién secreta.
Sacudio la cabeza como para poner las ideas
en orden. {Por qué estaba convencido de que era
una espia? Tenia varios indicios.
Desde que Baltasar Hidalgo de Cisneros llegé
a Buenos Aires, Madre se desvivio por frecuentar
la Real Fortaleza, la residencia virreinal. Lo logr6.
Todos los viernes, a la nochecita, asistia a la tertu-
lia que daba su esposa, dofia Inés.
Dofia Inés usaba una peineta altisima para
simular lo petisa que era. Pero se daba aires de
gran sefiora. Ostentaba el titulo de virreina
23
Escaneado con CamScannercomo si fuera una corona cuando no era mas
que la esposa del virrey. Que virreina de aqui,
que virreina de alla...
No era de invitacién facil. Las familias
portefias encumbradas acostumbraban abrir
sus salones con bastante generosidad. Cualquie-
ra podfa pasar, bastaba la invitacion de algtin
pariente o algtin amigo. Donia Inés, no. Invitaba
solamente a los militares, los obispos, los veci-
nos principales. Y, si eran espafioles nacidos en
Europa, mejor.
A Madre, que era americana, larecibia porque
su marido, Cornelio Saavedra, era el comandante
del Regimiento de Patricios.
Habian hecho amistad, al menos eso parecia.
La virreina le hacia confidencias que no hacia a
otras personas. Francisco creia que Madre trans-
mitia esas confesiones a su marido.
La tertulia de la virreina
Una tardecita de invierno lo llevé a una
tertulia de dofia Inés. Nunca habia entrado a la
Real Fortaleza, que tenia una muralla rodeada
con un foso como defensa. La zanja tenia tanta
24
i
Escaneado con CamScannerbasura que la habian tapado por las moscas y
el olor nauseabundo. Adentro se encontraba
lo que, pomposamente, llamaban el Palacio del
Virrey.
De palacio no tenia nada. La residencia de
Cisneros eran unas pocas habitaciones, las pare-
des chorreaban humedad. Se ofan los relinchos
que venian desde la caballeriza y el vocerio
tempranero de los vendedores ambulantes.
La sencillez de afuera contrastaba con la
opulencia de adentro. El salon tenia arafias de
cristal con una infinidad de velas encendidas.
Habia una espléndida mesa de madera dorada, un
sofa de caoba con asiento de seda amarilla y sillas
color perla con filetes de oro, No faltaban lujos en
lo del sefior virrey.
Francisco estaba vestido para la ocasién:
calzones con medias blancas de seda, chale-
co y larga casaca de color azul. Tenia la mele-_
na un poco arremolinada. Vestia igual a Padre;
en aquella época, no habia ropa especialmente
disefiada para los nifios. Eran como adultos en
miniatura.
—Bienvenidos —la anfitriona saludé a su
Madre—. ¢Y este caballerete?
25
Escaneado con CamScannerA Francisco no le cay6é bien dofia Inés, y
mucho menos eso de «caballereter. De todos
modos, se incliné con gracia e hizo una reveren-
cia como si hubiera estado en la mismisima corte
del rey.
En eso llegaron unos criados con librea, esos
trajes que los principes dan a su servidumbre.
Llevaban bandejas de plata con tazas de chocola-
te caliente y pasteles rociados con miel. Se le hizo
agua la boca.
El virrey jugaba a las cartas con su edecan,
que seguramente le dejaba ganar. Cuando le
hablaban, Cisneros ladeaba la cabeza para oir
con su oreja izquierda. Habia perdido la audicién
de la otra en una célebre batalla naval contra los
franceses. é
Las mujeres, apartadas, conversaban en
el fondo del salon. Parecia mentira que no se
les cayera la mantilla que llevaban sobre los
hombros. Hacian malabares con la punta del
abanico porque no usaban broches, ni alfileres.
En un momento dado, Madre llevé a dofia
Inés a un rincon. Francisco fue discretamente
detrds de ellas y se escondis tras una cortina.
—jQué tremendo lo que ha pasado en Espafia!
26
Escaneado con CamScannerMadre era habilisima para tirar dela lengua.
—Lomaloesque hay gente quese quiereapro-
vechar de esta situacién —murmur6 la virreina—.
iFigurese que le han pedido a Baltasar un cabildo
abierto! (Quieren pasar por sobre su autoridad!
jVaya desfachatez!
—éY qué hizo don Baltasar? —pregunté Madre,
inocentemente.
—Pues declarar que esa peticién era un
atentado contra Su Majestad. Una insolencia.
Discutieron a los gritos, se ofa desde mi habita-
cién —narré dojia Inés—. Pero Baltasar no tiene
apoyo de casi nadie. Al final, no tuvo mas reme-
dio que aceptar: «Puesto que el pueblo no me
quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes
lo que quieran».
Francisco, a medias oculto detras del tapiz, se
dio cuenta de que Madre bajé los ojos para que no
se le notara la alegria.
—Y ahora? —pregunto.
—No todo esta perdido —dijo dofia Inés en un
susurro casi inaudible—. Las invitaciones al Cabil-
do Abierto se cursaran, desde luego. Pero los invi-
tados seran solamente los vecinos de distincién.
No los jévenes revoltosos ni los que viven en las
27
Escaneado con CamScanner|
orillas de la ciudad. El que no tenga la esquela de
convocatoria no entrara.
—iMe permite, dofia Inés? —Madre se levan-
t6 apresuradamente de la silla con filetes de oro y
desaparecid.
Francisco se hizo humo, no fuera que lo
descubrieran.
La Jaboneria de Vieytes
Alrato, Madre lo llamo.
—Hijo, quiero que vayas a lo de Vieytes,
donde esta reunido tu padre, y le lleves esta caja
de cigarros.
Se miraron a los ojos. Hubo un chispazo de
complicidad en sus miradas.
A menudo, cuando Padre estaba lejos, la
habia visto enrollando un papel hasta hacerlo
muy finito, como un cigarro vacio. Pero el rollo
de papel estaba escrito con esa letra chiquita
que tenia Madre. Después, con mucha pacien-
cia, lo introducia cuidadosamente en el cigarro.
Los cigarros quedaban perfectos, nadie habria
descubierto el truco. Ni siquiera Padre. {Un dia
casi se furna un mensaje secreto!
28
Escaneado con CamScannerLa jaboneria estaba a unas cuantas cuadras,
en la calle de San Bartolomé. Le decfan la Jabo-
neria de Vieytes, pero en realidad pertenecia al
acaudalado Nicolas Rodriguez Peria, que era el
socio de Hipdlito Vieytes en una fabrica de jabon
y velas.
Franciscocorriéen mediodelanoche,apenas
iluminado por la luna llena. Apretaba fuertemen-
te la caja de cigarros.
Casi no habia veredas, y las que habia eran
angostas, de modo que a cada rato debia bajar a la
calle de tierra. Calle de tierra es un decir; mas bien
era barro, ese fango que se formaba al principio
del invierno y no se secaba hasta el verano.
La fabrica de jabén estaba entre un terreno
bajo y una enorme zanja, casi siempre repleta de
agua, que estorbaban el camino al centro de la
ciudad. Era un buen lugar para conspiraciones.
Aun asi, los confabulados debian ser cautelosos.
Finalmente, Francisco llegé a la jaboneria.
Pas6 al lado del gran tinajén en cuyo fondo nada-
ba tranquilamente una tortuguita que comia
larvas de mosquitos. Habia un olor muy fuerte al
cloro con el que se hacia el jabon. Algo hervia en
una enorme caldera de hierro.
29
Escaneado con CamScannerVarios caballos esperaban en el patio: detierra,
pisada. En la sala del fondo estaban los Patriotas,
Callaron cuando entr6 Francisco,
Don Cornelio hizo una sefia al grupoy saludg
asu hijo.
—Madre le manda esta caja de cigarros —manj-
festé el chico.
Supadre desenvolvid ansiosamente el paque-
te. Tomé un cigarro, se lo puso al lado de un ofdo
y lo hizo crujir haciéndolo rodar entre sus dedos,
Nada. Tomo otro y después otro. El cuarto... ;Era
el cuarto!
Alguien le alcanz6 una navajita con la cual
hizo una incisi6n a lo largo del cigarro. Ahf esta-
ba. Desenrollé el mensaje. Los conspiradores se
apifiaron a su alrededor. Don Cornelio ley6 en
voz muy baja la letra menuda de Madre.
El mocito apenas alcanzé a oir algunas pala-
bras aisladas:
—... Cabildo Abierto... vecino de distincién...
debiendo presentar esta invitacion a las tropas...
Don Cornelio apreté los puntos:
—Sefiores —dijo con rabia-—, en este mensaje
secreto se nos avisa que el virrey nos ha puesto
una trampa. No hemos de caer en ella.
30
ei
Escaneado con CamScannerContinué muy bajito para que lo oyeran
vinicamente los mas préximos:
—Diaz Vélez cuidara las entradas, French y
Beruti repartiran distintivos...
Francisco sintié que habia cumplido su
misién. Y que ahora era un hombre hecho y
derecho.
31
Escaneado con CamScannerPio
Lunes 21 de mayo de 1810
Fe el dia.
Esa mariana, tempranito, se encontraria
con sus antiguos camaradas en la Plaza de la
Victoria.
Se incorpord haciendo equilibrio con su
unica pierna. Agarro la muleta. Estaba contento
con ella, la habia hecho con ramas de sauce que le
habia trafdo su compadre.
Todavia no habia amanecido, la vela se habia
apagado hacia rato. No importaba, Hortensio
se sabia de memoria la habitacién pobre. Alla
la mesa, las dos sillas. En el rincén, el banquito
donde se sentaba a tomar mate. Y ese bulto en
la oscuridad era Pio, su hijo, que dormia en un
camastro pequenio.
Escaneado con CamScannerFue al clavo de la pared donde colgaba sy
uniforme. El pafio cansado estaba gastado. Las
charreteras de sargento, sin embargo, lucian
nuevas. Se las habian dado por su valentia.
No le fue sencillo ponerse el uniforme solo,
Cuando termin4, se ajusté la faja roja. Estaba un
poco mas gordo. Le hubiera gustado mirarse en
elespejo. Pero los espejos son cosa de los sefores,
no de los habitantes del Barrio del Tambor, esa
vecindad de las afueras de la ciudad en la que
los tamboriles de los esclavos sonaban hasta la
madrugada.
Desperté a Pio, El morenito se frotd los ojos.
Pesea los rulos cortitos, un pirincho se empecina-
ba en quedarse parado. Hortensio se lo peiné con
un poco de saliva.
—jHoy vamos a la plaza? —Pio también esta-
ba esperando este dia.
Si.
Historia de un soldado
Salieron a la calle. Habia una niebla espe-
sa, parecia que las nubes hubieran bajado a la
tierra. La bruma humedeci6 el viejo uniforme
34
Escaneado con CamScannerde Hortensio, lo que le hizo acordar de aquella
mafiana del combate, también neblinosa.
En aquel entonces, era un simple soldado del
batallon de Pardos y Morenos. Tenfa ilusiones
de libertad: le habian prometido que, después de
cinco afios de estar en las milicias, quedaria libre.
Un capitan le habia dicho que hasta lo trata-
rian de don. ;Don Hortensio! Parecia mentira.
No cualquiera era don, una sefial de respeto y
distincién. Se nombraba asi solamente a los blan-
cos. Hasta a los bebés blancos se les decia don.
Pero no a los pardos ni a los morenos, por mas
sargentos que fuesen.
De aquellas promesas solo se habia cumpli-
do la libertad. Era libre no porque hubiera pasado
cinco afios en el batallon. Sino porque ahora era
un herido de guerra.
La pelea habia sido en una madrugada como
esta. A lo lejos se ofa la musica de los tambores que
se acercaban. Cada vez mas cerca, el ruido acom-
pasado de las botas. Los perros ladraban como
locos. Los corazones latian con fuerza. De pronto,
los ingleses salieron entre la bruma.
Durante un instante, solo se escuché cémo
marchaban los enemigos. Ellos escucharon
35
Escaneado con CamScannervoces en las casas, pero no les prestaron aten-
cion. A ninguno se le ocurrié mirar hacia aryj.
ba. Avanzaban a paso de invasion, seguros ge
su victoria.
Enla bocacalle esperaba el batallon de Pardogs
y Morenos. Tenjan las bayonetas encajadas en la
punta de sus fusiles. Los invasores también.
Ya estaban proximos. Un oficial grito:
—jjFuego!! ;jFuego a discrecién!
Los fusiles pardos y morenos escupieron
fuego. Perono fue esto loque hizo retroceder a los
ingleses. Lo que los hizo replegarse fue la uvia
de piedras que se les vino encima. Por ariadidu-
ra, caian cataratas de aceite hirviendo desde las
azoteas. Los vecinos defendian sus casas a cual-
quier costo.
El batallon habia cavado una trinchera y
estaba parapetado detras de unos sacos Ilenos de
yerba. Cuando vieron que los ingleses volvian
sobre sus pasos estallaron de alegria:
—jHurra! jHurra! ;Hurra! —vociferaban, tiran-
do los sombreros al aire.
Pero volvieron. Y esta vez traian un cafion.
El primer cafionazo voldé una parte del para-
peto de yerba. El segundo le dio de Ileno.
36
Escaneado con CamScannerHortensio no se dio cuenta de la enorme bala
que venia contra él a toda velocidad. Solo oyé
un ruido intensisimo que lo dejé sordo por unos
segundos.
Estaba aturdido. ;A dénde habia ido a parar
el fusil?
Mir6 para abajo. Tenia sangre en el pantalén.
Disipo el humo con las manos para ver mejor. No
sentia la pierna.
Enese momento nole dolid. Solo lediomuchi-
sima rabia. Sintio indignacion, célera. Coraje.
El fusil estaba alli. Lo tomé y empezé a dispa-
rar furiosamente sobre los ingleses que avanza-
ban nuevamente.
La marcha
Hortensio sacudié la cabeza para ahuyentar
los malos recuerdos.
Rengueaba con la mano apoyada sobre el
hombro de Pio, que hacia de lazarillo. No es que
lo necesitara, podia andar perfectamente con la
muleta. Pero le gustaba sentir la calidez del cuer-
po de su hijo.
37
Escaneado con CamScanner~<
Habfa quedado en encontrarse en e] Alto de
las Carretas con su compadre Domingo, uno de los
soldados que custodiaria la plaza.
—Ahi esta —exclamé Hortensio al ver el
uniforme de Patricios de su viejo camarada,
—Dénde? —pregunto Pio ansiosamente, que
le tenia mucho carifio a su padrino.
—Allf, charlando con aquellos hombres,
El Alto de las Carretas era una especie de
amplio estacionamiento de los carros que venian
de las provincias interiores, Tenian prohibido
entrar a la ciudad porque, cuando llovia, las gran-
des ruedas y las pezufias de los bueyes estropea-
ban las calles.
Domingo se les unid en compariia de ocho
paisanos de poncho y chiripa, como usaban los
gauchos. Juntos, tomaron el antiguo camino real
al Riachuelo de los Navios, que desembocaba en
el centro de Buenos Aires.
Andaban en silencio para no tragar el aire
frio y himedo de la madrugada. Pio los miraba
desde abajo, como miran los nenes a esa edad,
y caminaba orgulloso sintiendo la mano de su
padre en el hombro.
38
Escaneado con CamScannerUno de los paisanos dijo que en la pulperia
del Rincén aguardaban algunos de sus comparfie-
ros. Se incorporaron once de ellos a la marcha.
Al rato llegaron al inseguro puente de palos
sobre el arroyo Tercero al Sud. Era época de
lluvias, de modo que el agua parecia un torrente
apresurado,
En el puente habia un montén de personas,
doce o quince, que los esperaban pateando el
suelo para sacarse el frio.
A lo largo del camino se iba sumando gente.
No decian una palabra, simplemente se arrima-
ban y avanzaban junto a los caminantes. Sabian
que deseaban ir y alli iban, sin mas.
Era gente humilde. Peones, pescadores, bote-
ros, aguateros, carniceros, albafiiles, herreros.
Una multitud que, cuando arribé finalmente a la
Plaza de la Victoria, se volcé sobre ella como se
vuelca un rio impetuoso al llegar al mar.
El soborno del virrey
No habia sol, pero era como si lo hubiera.
La gente no sentia el frio. Se lo quitaba el propio
calor del gentio. Cientos de chisperos, las pistolas
dispuestas, iban de un lado a otro.
39
Escaneado con CamScannerA eso de las nueve empezaron a llegar los
primeros cabildantes. Al pasar por entre la muche-
dumbre, les gritaban a centimetros de la cara:
—jiCabildo Abierto!!! ;jCabildo Abierto!!!
Entraban plidos como un papel blanco.
Impresionado, Pio inquirio:
—iQué es Cabildo Abierto, Padre?
—Veras, en el Cabildo normal, digamos, los
que toman las decisiones son Jos cabildantes, que
son solamente algunos vecinos.
Hortensio vacild, no era de palabra facil.
Es... El Cabildo Abierto es un Cabildo de
Lo que nosotros
puertas abiertas —continud—.
ea todos los
queremos es, justamente, que se llam<
vecinos, no solo a los cabildantes.
— A nosotros también, Padre?
Hortensio miré a Pio con ternura y no dijo
nada.
Mientras tanto, algunos cabildantes insis-
tian. Al final, presionaron tanto a Cisneros que
no tuvo més remedio que convocar a un Cabildo
General como querian en la plaza.
Un funcionario, entonces, se asomé al balcén:
—El excelentisimo virrey esta dispuesto a
aceptar los pedidos. Este excelentisimo Cabildo
40
i
Escaneado con CamScannerarreglara todo. Retirense todos asus casas que no
hay novedad.
La gente no le creyé a los «excelentisimos»,
Pedia también la suspensién de Cisneros. Tuvo
que salir Cornelio Saavedra a apaciguar los
animos asegurando que se atenderia a los recla-
mos. A él si le creyeron. Solo entonces la plaza
empez6 a vaciarse.
Antes
—Ven conmigo, Pio —le dijo Hortensio al
morenito. Lo llevé hacia la Fortaleza donde vivia
el virrey, al otro lado de la plaza.
Hacia poco, Cisneros habia concedido cien
pesos a los sargentos para congraciarse con ellos.
O para comprarlos. También Hortensio habia
recibido los cien pesos, una fortuna para la época.
Rengueando, se acercé al muro. Buscé en un
bolsillo del uniforme. Ahi estaban. Los estrujo en
lamano.
Y, con un gesto de desprecio, arrojé los cien
pesos al foso. A él no lo comprarian.
Hortensio y Pio se fueron caminando lenta-
mente por el camino real.
41
Escaneado con CamScannerRemedios
Martes 22 de mayo de 1810
F= mariana, Maria de los Remedios salié
de su casa hacia la iglesia de San Ignacio.
Se ofa el sonido que las muchas enaguas hacian
mientras ella caminaba; un sonido de telas
frotandose, tantas eran las que usaba. Las tren-
zas largas se bamboleaban de alla para aca, de
aca para alla.
Remeditos, asi la llamaban en casa, acom-
pafiaba a dofia Tomasa, su mama. Un poco
mas atras, como correspondia a su condicién
de esclava, caminaba Jesusa, la negrita de los
coscorrones.
En aquella época, las nifias de familias adine-
radas tenian una morenita a la que dar con
los nudillos en la cabeza para descargar el mal
43
Escaneado con CamScannerhumor. Remeditos, que sepamos, nunca Je dioun
's mas, hasta le regalé unas puntillas
coscorron. E:
le una pollera
para que se las cosiera en el borde d
que lanifia ya no usaba.
Las tres iban integramente vestidas de negro.
Zapatitos de raso negro; chatos, claro, puesto que
a ninguna sefiora se le habria ocurrido ponerse
zapatos de taco alto, Mantilla negra de tela ordi-
naria la morenita, mantilla de negra seda sus
negras con plomitos en el dobladi-
amas. Polleras
y dejara ver
Ilo para que el viento no las levantara
mas que el tobillo.
Las tres de negro porque a misa se iba de
negro.
Debajo, que no se viera, dofia Tomasa llevaba
un corsé que le hacfa la cintura finita. Tan fini-
ta que le costaba respirar. Eso si, dicen que era
hermosisima. Y que Remeditos habia sacado algo
de ella.
Cuando dofia Tomasa subia a la terraza y se
soltaba el cabello renegrido para secarse alsolera
como si la noche se hiciera misteriosamente en
la mafiana, tan magica era su cabellera llena de
chispitas. Su hija también tenia ese pelo, pero lo
Ilevaba con timidez de nifia.
44
—
Escaneado con CamScannerLas esquelas
Al llegar a la esquina de la calle de la Victo-
ria, un soldado les corté el paso. Empufiaba un
tremendo fusil.
Del susto, a Jesusa casi se le caen de las manos
las alfombritas que llevaba para que el ama y la
amita se arrodillaran en la iglesia que, como todas
en aquel entonces, no tenia bancos.
—jéQué hace, soldado?! —rugio un oficial de
Patricios que salié de quién sabe dénde—. éNo ve
que son mujeres? La orden es controlar que los
vecinos que quieran entrar a Ja reunién tengan
la esquela. A los vecinos. No a las vecinas. éMe
entendid?
Cortésmente, el oficial le hizo la venia a dona
Tomasa: .
—Disculpe, vuestra merced —le dijo—, la cosa
noes con sus sefiorfas.
—Claro, nosotras nos quedamos afuera
—refunfurio ella entre dientes y reemprendié la
marcha a toda prisa.
ARemeditos le costé seguirle el tranco furioso.
La nifia no entendia nada:
—¢De qué esquela hablaba, Madre?
—La esquela de invitacion al Cabildo Abierto.
45
Escaneado con CamScanner—jA Padre le dieron la esquela?
—Por supuesto, estan invitados los vecinos de
distincién y tu padre lo es.
—;Solamente los vecinos de distincién?
—Unicamente, Remedios.
Los soldados apostados en las bocacalles se
morian de frio. Detenian a los transeuntes, pero
no podfan detener las rafagas huimedas que
venian del rio. La Plaza de la Victoria era pura
tierra apisonada. No habia un solo arbol.
Desafiando el viento helado, ya habia algu-
nos esperando. Frente a la catedral, Castelli char-
laba con su primo Belgrano envueltos en sus
capas de hule. Moreno y Lopez y Planes venian
del café de Marco, donde se habian tomado un
chocolate caliente.
Un poco mas alla, los chisperos de French y
Beruti se echaban el aliento en el hueco de las
manos. Estaban alli desde la madrugada, también
ellos vigilantes. Llegaban desde las barracas del
puerto, las quintas de los alrededores de la ciudad,
los ranchos de las afueras.
Esto fue lo ultimo que vieron las Escala-
da (como era costumbre, la morenita llevaba el
apellido de su amo, Jesusa de Escalada), que apre-
46
Escaneado con CamScanner
asuraron el paso. Sonaban las campanas de San
Ignacio. Las llamaban a misa.
El viento de la Revolucién
Remeditos habia quedado muy impresiona-
da. Durante la misa no pudo dejar de pensar en el
episodio que habian vivido en la plaza.
—Asi que el que tiene esquela, puede y el que
no, no —pensaba—. Un papelito...
Lo que mas le habia sorprendido era el enojo
desu mama. Nunca la habia visto asf. Siempre era
dulce, gentil, nunca el cefio fruncido como esa
majfiana.
Para cuando volvieron a casa, dofia Toma-
sa habia vuelto a ser la sefiora amable que era.
Todo era normal. Nada hacia suponer que en ese
momento estaba ocurriendo algo importante en
sus vidas. Las mucamas habian sacado las mace-
tas al balcén, los jilgueros cantaban en sus jaulas.
Almorzaron alas dos de la tarde sin don Anto-
nio, el padre de Remedios, que estaba en el cabildo.
Habia natilla, el postre preferido de la nifia.
Alas tres de la tarde no habia un alma en las
calles. Era la hora de la siesta.
47
Escaneado con CamScannerRemeditos se qued6 en enagua y medias go
seda blanca. Se acost6 en el colchén de plumas
y sintid que se hundia, que su cuerpo era livia.
nooo...
Se levants, aérea, y fue al balcén, que daba
ala Plaza de la Victoria. Tenia mucha curiosidad
por lo que estaba pasando.
Ahora habia un tropel de vecinos, esquela en
mano, que hacian fila ruidosamente para entrar
al edificio del cabildo. Los soldados que custodia-
ban las bocacalles se las vefan en figurillas para
contenerlos.
Vio un funcionario del virrey que camina-
ba con un sombrero de copa en el que llevaba
esquelas en blanco. Faltaba ponerles el nombre
normnas.
En eso, el funcionario tropezé y las esquelas
se desparramaron. Pero, en vez de caer al suelo, se
soltaron como pajaros asustados.
Las esquelas volaron hacia arriba, mas alto
que las torres de las iglesias. Chocaron contra los
een Las campanas sonaron bajito para
ir la noticia: las esquelas de invitacion
al Cabildo Abierto se habian liberado y volaban
sobre Buenos Aires,
48
Escaneado con CamScanner
iUna sobrevolé el Barrio del Tambor y cay6
por casualidad cerca de un peén que la manoted
y laley6 sin esfuerzo aunque no sabia leer.
Otra decidid ir a la costa del rio y se pegd ala
pollera de una lavandera morena que estaba dale
que te dale, lavando el camisén del sefior.
Otra se qued6 un momento flotando sobre la
iglesia de La Merced y se enredo en la peineta de
una bonita joven asombrada.
Otra mas planed hasta acurrucarse en el
hombro de una sefiora que se llamaba Segismun-
day que se qued6 quietita para que la esquela no
se fuera.
Y volaban y volaban, las esquelas. Habia
muchisimas, muchas mas que al principio. Tantas
eran que alcanzaban para todos. Para los escla-
vos y los libres, para los pobres y los ricos, para
las mujeres y los hombres, para los negros y los
blancos.
Una, una sola, se aparté de su sendero de
cielo y cay6 a los pies de la nifia, que la levant6 y
la limpié como pudo. Entonces se dio cuenta de
que llevaba su nombre: Maria de los Remedios
de Escalada.
Fue tan grande la impresion que se despert6.
49
Escaneado con CamScannerPaco
Miércoles 23 de mayo de 1810
| os caballos son de palo. Las lanzas son cafias
=scortadas a las orillas del rio, alla donde
desembarcan nocturnamente los contrabandis-
tas. Alguin caballero nifio lleva como escudo una
tapa de olla que en casa ya no se usa.
El campo de batalla es la huerta del conven-
to de Santo Domingo. Eligieron ese terreno
porque todavia se ven las huellas de las balas
que se dispararon contra los invasores ingleses.
Y porque esta lejos de la mirada de los mayo-
res, que ven con malos ojos estas contiendas
infantiles.
No importa. Paco de Alzaga caracolea
gallardamente sobre su caballo palo. Tira de
las riendas, que son cuerdas atadas al cuello del
51
Escaneado con CamScannera |
palo, y el animal corcovea un poco. E] Caballero
nifio sujeta la cafia en su pufio derecho, como
desafiando.
Los adversarios son los chicos del barrio de
Monserrat, también ellos caballos de palo y lanzas
de cafia.
Nosesabecuantosson. La tropa esta compues-
ta por cinco aguerridos caballeros, entre primos y
hermanos. Delante marcha Mariano, el jefe, que
loes porque con once afios es el mas viejo del ejér-
cito. Paco tiene ocho.
Lo unico que se sabe son las reglas. Puestos a
la batalla, se trata de tocar al enemigo con la lanza
y evitar que lo toquen a uno los rivales. El tocado
pierde. Cae prisionero y se tiene que retirar del
juego.
Si, por desgracia, una lanza duele un poco,
recordar no llorar. Y una cuestién fundamen-
tal: nunca, pero nunca, dar la espalda al ejército
oponente.
La guerra de las carias, asi se llama a este
juego. Lo juegan los adultos en la plaza de toros
de Buenos Aires, pero los caballeros y los caballos
son de verdad aunque simulen una pelea para
divertir al publico.
52
_ a
Escaneado con CamScannerEn los suburbios de la ciudad esta de moda
la guerra de la Reconquista. Ahi la cosa es peli-
grosa. Se tiran petardos de los gruesos y, si no
hay a mano, piedras o lo que venga. Tan teme-
rario es el juego que el virrey emitid un bando
prohibiéndolo.
La prohibicién cayé6 en saco roto. Los chicos
estan impresionados por los combates que han
visto en las calles cuando sus padres echaron a los
invasores y juegan a eso.
Al principio, imaginaban que unos eran
ingleses y otros espafioles. Pero ahora fantasean
que unos hacen de criollos, los que nacieron aqui,
y que los otros hacen de esparioles, los que vinie-
ron de la Espafia europea.
Ese cambio en el nombre de los ejércitos
imaginarios es porque escuchan en sus mayores
expresiones como:
—«Malhaya sean los criollos'».
O, por el contrario:
—«Malditos esparioles!».
Por mas chicos que sean, se dan cuenta de
que los criollos y los espafioles estan cada vez mas
enemistados. De alli que los imiten en sus juegos
de guerra.
53
Escaneado con CamScanner—jAhi vienen Jos criollos! —exclama el jefe,
que es también el hermano de Paco. Los Alzaga
siempre se sintieron espafioles.
En efecto, los adversarios se acercan cami-
nando tranquilamente. Son cuatro!
Pero la inferioridad numérica no los asus-
ta. Vienen cafia lanza en mano, seguros de si. Se
paran ante ellos y dan vueltas con sus caballos
palo como provocandolos.
—jijAl ataque!!!
Vaya uno a saber quién dio la orden. Lo
cierto es que los ejércitos se arrojan a la guerra
figurada. Los caballeros maniobran sus caba-
Ilos palo: cargan, retroceden bruscamente,
hacen como que escapan y, de pronto, vuelven.
Alguna lanza cafia pega en un escudo tapa de
olla.
Eneso, un chico dela pandilla contraria huye
entre los durazneros del convento.
—iPersigamoslo, Paco! —ordena Mariano.
Paco no esté muy convencido. Es el mas chico de
todos y lo cierto es que tiene un poco de miedo,
Por més juego que sea.
Mas alla de los arboles hay un muro. No hay
manera de fugarse. E] chico esta acorralado. Paco
54
Escaneado con CamScannery Mariano se acercan. Los tres se miran por un
instante. En silencio. Jadean por la carrera.
—Ahora, Paco. Dale con la cafia.
Paco vacila. Tiene ganas de decir que lo haga
Mariano, ya que es tan valiente. Pero no lo hace.
Vacila. El jefe hermano lo mira duramente.
No hay mas remedio. Paco alza la lanza de
cafia...
La tertulia
Los hermanos Alzaga vivian a la vuelta, en
la calle de la Victoria. Paco dormia en uno de
los cuartitos a los que se llegaba por la escale-
ra del patio. A veces lo despertaba el ruido del
balde de cuero con que sacaban agua del aljibe.
Lo mas probable es que fuera un vecino al que
le habian dado permiso para llenar un botellén.
Eran pocas las familias que tenian aljibe, solo las
mas adineradas.
Era el mas chico de los catorce hermanos.
Esto producia ternura a las viejas de verrugas
con pelos, que le daban un beso pinchoso en
cuanto se asomaba a las tertulias. El chico rehuia
aquellos besuqueos ruidosos, pero Madre lo
55
Escaneado con CamScanneroN
forzaba a asistir a las reuniones que a él Je Pare.
cian de plomo.
Desafortunadamente, esa tarde habia tertu-
lia. Paco estaba ansioso por ir a la calle a jugar a la
guerra. Los grandes también se vefan intranqui-
los pero por otras razones. Estaban pendientes de
lo que ocurria a pocas cuadras de alli, en la Plaza
de la Victoria.
A las nueve de la majfiana, el Cabildo Abier-
to contaba los votos que habian emitido los veci-
nos el dia anterior. Habia ganado ampliamente
la propuesta de que el virrey cesara en el mando,
Se anuncié, entonces, que a las tres de la tarde los
cabildantes se reunirian para discutir quiénes
formarian una junta de gobierno.
Pasaron las tres, pasaron las cuatro... y nada,
no hubo ninguna reunién. La inquietud crecia.
Muchos fueron a la plaza para ver qué pasaba. Se
rumoreaba que nombrarian una junta sin consul-
tar a nadie. No habia otro tema de conversacién
en la tertulia.
Se hablaba, por no decir se chusmeaba, hasta
mas no poder. Los sefiores, muy compuestos, a un
lado. Las sefioras, no menos compuestas, al otro.
Las jovencitas se sentaban en una larga fila de
56
Escaneado con CamScannersillas; enfrente, los jévenes. Las sillas estaban a
tan poca distancia que los pies se tocaban, lo que
no parecia importarles nia unas, nia otros.
En elaire flotaba un aroma muy intenso, casi
una nube, porque a cada rato una criada echaba
perfume sobre los carbones encendidos del brase-
ro. El olor quedaba en la ropa. Cuando los visitan-
tes salieran, seguro que se Ilevarian la fragancia
puesta.
En eso, entré Martin de Alzaga. Su esposa,
sus hijos, sus amigos se pusieron de pie en serial
de respeto. Esto no solia ocurrir en otras casas,
pero era una regla en esta.
Don Martin era un sefior alto, flaco, seco. Y
espafiol hasta los huesos.
Habia sido un héroe durante las invasiones
inglesas. Cuando Paco jugaba a la guerra, imitaba
lo que crefa que habia sido el valeroso comporta-
miento de su padre ante los invasores. Y, cuando
habia que tomar partido, preferia hacer de espa-
fol, no de criollo. Estaba acostumbrado a oir que
los nacidos en estas tierras eran inferiores a los
que habian venido de la Espafia europea.
En ese momento, un sefior muy asefiorado se
acercé a Padre:
57
Escaneado con CamScanner—iEs una vergtienza! —exclamé-. jSe corre
la voz de que los criollos pretenden formar una
nueva junta sin Cisneros!
—Si, estan envalentonados, los muy pillos
—contest6 don Martin—. Los sefioritos no solo
voltearon al excelentisimo virrey. Ahora tampo-
co les gusta que Cisneros presida la junta de
gobierno. ;Pero desde cuando esos bellacos de
los criollos se creen con derecho a gobernar en
nombre de Su Majestad?
Paco, que estaba cerca, se puso colorado
como un tomate. Sabia que bellaco queria decir
malo, picaro. Y que asi se les decia también a los
caballos ariscos, dificiles de domar.
—Yo no soy un bellaco —pensd Paco—. Yo
naci en Buenos Aires, soy criollo. Pero no soy un
bellaco.
El golpe
El chico no tiene modo que escapar. El muro
del convento se lo impide. Arroja la lanza de cafia
al suelo. Paco y Mariano trotan hacia él en sus
caballos de palo. Se miran.
58
a
Escaneado con CamScanner—Ahora, Paco. Dale con la lanza. D,
criollito bellaco.
Paco alza el brazo con la cafia, Mira al chico
asustado que también lo mira. Lo mira a los Ojos,
Precisamente en ese instante, Piensa: ero
yo soy criollo»...
ale a este
59
|
Escaneado con CamScannerMaria
Jueves 24 de mayo de 1810
a fragata Ileg6 malherida. Un viento inespera-
(eedo la empujé contra una piedra enorme y se
quebr6é como una cascara de nuez. Como pudo,
se poso sobre un banco de arena y se quedo all,
resoplando como una ballena cansada.
El rio entraba a borbotones. Los marineros
trataban de achicar el agua. Era inutil, la nave se
hundia lenta pero irremediablemente.
Los fardos que transportaba flotaban un
instante antes de hundirse para siempre. El que se
sumergié mas rapidamente fue una caja que decia
«Cintas»,
Empapado, el envoltorio se deshizo. Las
cintas, que estaban esperando esa oportunidad,
se escaparon. Eran muy coquetas, las cintas.
61
Escaneado con CamScannerAl principio, se mantuvieron enrolladas en
sus carretes de carton. Después se fueron desen-
rollando. Iluminadas por el sol de la majiana, las
cintas flotaron libremente en el rio. Rojas, azules,
amarillas, verdes, naranjas como las naranjas
cuando estan en el arbol.
Eran de rica seda y de terciopelo suntuoso
y también de tela ordinaria. A las cintas no les
importaban las clases sociales. Todas se mecian
alegremente en el agua.
Pero aquel naufragio de cintas les parecié
una catastrofe a las damas de Buenos Aires.
Ocurre que, aun las mas adineradas, tenian
muy pocos vestidos. No era raro, incluso, que
pasaran de las madres a las hijas. La manera de
que la ropa pareciera nueva, entonces, era coser-
les puntillas, encajes y... cintas.
Estos adornos no se fabricaban en esta aldea
lejana. Habia que traerlas desde Europa. Cuan-
do, de vez en cuando, llegaba un cargamento, las
sefioras, las sefioritas y aun las nifias corrian a las
tiendas. Morian por una cinta de terciopelo para
el pelo.
De alli que el naufragio de las cint
una verdadera calamidad.
‘as fuera
62
Escaneado con CamScannerLa Revolucion burlada
Unos dias mas tarde del hundimiento, hubo
una ceremonia en la Fortaleza Real. En la sala,
los sefiorones se arreglaban el cuello almidonado
que usaban para las grandes ocasiones. Muchos
murmuraban bajito en los rincones.
En eso, entré Cisneros. Se hizo silencio. Ya
no lo llamaban mas «Excelentisimo sefior virrey».
Ahora ledecian «Excelentisimosefior Presidente de
la Junta». Pero era lo mismo. Engafiando al pueblo
que se habia reunido en la plaza, seguia siendo la
maxima autoridad, solo que con otro nombre.
La ceremonia era el besamanos: el obispo,
los funcionarios y los comandantes pasaban y
hacian por turno una pequefia inclinacién ante
Cisneros. Antes, besar las manos del sefior era un
gesto que hacian los vasallos para indicar que se
sometian a él y que le prometian obediencia. En
este caso, significaba que reconocian que el ahora
presidente era el representante del rey.
Cuando el acto concluyé, se desaté un hura-
cAn. Arras6 la Plaza de la Victoria. Abrié violen-
tamente las puertas de los cuarteles. Recorrié el
viejo camino real y entré a las pulperias de los
barrios mas lejanos.
63
Escaneado con CamScannerEn verdad, no fue un huracan. Era la indig-
nacion de los portefios burlados, un vendaval de
enojos. No podian soportar que Cisneros siguiera
tan campante en el poder.
Dicen, aunque no sabemos si es verdad,
que Manuel Belgrano, que era oficial de Patri-
cios, exclam6 poniendo la mano en la cruz de
su espada:
—Juro que, sia las tres de la tarde de mafiana
el virrey no renuncia, lo arrojaré por la ventana.
El buen Manuel no tuvo necesidad de
lanzar al virrey, que era bastante corpulento,
por ninguna ventana. Antes, Cisneros renuncié,
Ahora habia que formar otra junta, pero esta vez
sin trampas.
La misién
Ese dia, antes de que cayera el sol, Miguel de
Azcuénaga volvié a casa. No lo esperaban. En los
Ultimos dias regresaba tarde porque se reunia
durante horas con sus amigos, Mando a buscar a
Maria, su primogénita.
—Maria, mafiana sera un dia extraordinario.
Llamaremos a nuestra gente a la plaza para exigir
64
Escaneado con CamScannerque se constituya una junta en la que tengamos
voz y voto.
—Entonces, Padre?
—E] dia del Cabildo Abierto, French y Beruti
pidieron que nuestros paisanos llevaran: una
cinta blanca para distinguirse de los partidarios
de Cisneros. Mafiana también necesitaremos un
distintivo que nos identifique. Una cinta, Maria.
Una cinta de cualquier color.
—iAy, Padre! —contesté la nifia—. Su merced
sabe que en el reciente naufragio se estropearon
las cintas que traia la nave. Casi no hay cintas en
la ciudad. Yo misma no consigo ninguna, lo que
me desespera.
—Si, ya lo sé —repuso don Miguel sonriendo,
puesto que su hija no pensaba en otra cosa que
en su ajuar. Era costumbre que la novia bordara
las enaguas, los carnisones, las sabanas que usaria
cuando se casara. Maria, que tenia quince afios,
se preparaba para un pronto matrimonio; a esa
edad, no eran pocas las nifias ya casadas,
—Lo sé —prosiguid Azcuénaga—, por eso
mismo es que te doy la misién de recorrer las
tiendas para comprar todas las cintas que puedas.
éQuién mejor que vos?
65
Escaneado con CamScannerDon Miguel sabia lo que decia. Uno de los
pasatiempos favoritos de las mujeres de su familia
era ir de tiendas,
Salian en fila. La madre, tres hijas, dos tias,
alguna prima, la abuela Benedicta y dos criadas.
Las jé6venes iban cuchicheando y riéndose sin
motivo.
Iban a menudo a la tienda que los Elorriaga
tenian en la planta baja de una de las pocas casas
de alto que habia en la ciudad.
—Buenos dias, don Juan Bautista —saluda-
bana coro-—. {Qué hay de nuevo?
Y don Juan Bautista y sus dependientes
les mostraban las mas bellas telas de Paris y de
Londres. Y los encajes y las cintas, claro.
Alcabodeuna hora, lasdamas habian exami-
nado la tienda de arriba a abajo. Miraban las telas
a la luz, se las probaban contra el cuerpo como si
fueran vestidos. La abuela Benedicta habia revi-
sado, una a una, las puntillas. La tienda quedaba
dada vuelta.
Entonces la madre, las tres hijas, las dos tias,
la prima, la abuela Benedicta y las dos criadas
saludaban cordialmente a don Juan Bautista, o
como se llamara el extenuado tendero, y se retira-
66
Escaneado con CamScannerban sin comprarle nada, ni un botén. Pero antes
le decian, convencidas:
—Muy lindo, don, muy lindo. Volvemos
otro dia.
La epopeya de Maria
A lo lejos, se oyeron las campanas de San
Francisco.
—jSon las siete, Padre! {Tengo que salir ya
mismo, las tiendas cierran a las ocho!
Lo primero que se le ocurrid a Maria fue
acudir a dofia Josefa, la costurera que habia pues-
to una escuela para nijias con el fin de enseniarles
acoser y a bordar. En aquella época se creia que
eso era todo lo que necesitaban las chicas casade-
ras. En todo caso, leer un poco, no demasiado, y
pintar su firma. No mas.
Pero la modista padecia una terrible sequia
de cintas. :
Se hicieron las siete y cuarto. No valia la pena
ira lacalle del Empedrado, alli las tiendas cerra-
ban temprano.
—jLa Recova! —pens6 la nifia. La Recova era
un edificio con tiendas, una especie de galeria que
67
Escaneado con CamScannerdividfa a la plaza en dos. Alli se vendia ropa orgj.
naria, pero {quién sabe?
Maria recorrié a la disparada las dos filas de
boliches que formaban la Recova. Nada. Por mas
rapido que hizo, se le hicieron las siete y media
pasadas.
Al salir de la Recova vio unas bandolas que
todavia estaban en la plaza. Las bandolas eran
como una cachivacheria ambulante. El mostra-
dor de estos vendedores callejeros era un cajén de
madera plantado sobre cuatro patas. Alli mostra-
ban sus chucherias: peines, alfileres, collares de
piedras falsas. ;Cintas?
No, no habia cintas. Los vendedores querian
irse a casa. Ocho menos diez.
De repente, la inspiracion: jla tienda de Juan
del Agujero! Estaba un poco lejos, pero si don
Juan estaba de buenas...
Maria se puso a correr como una loca.
Aunque el tendero se Ilamaba Juan Vidal, le
decian Juan del Agujero porque atendia a sus
clientas detras de un vidrio roto que nunca
habia arreglado.
El hombre era, digamos, un poco extranio.
A menudo estaba de mal humor. Grufia y aten-
68
Escaneado con CamScannerdia mal. Pero, si estaba contento, vendia bara-
tisimas sus mercaderias. En esas ocasiones, se
corria la voz:
—jDon Juan esta de buen humor! jDon Juan
esta de buen humor...
Cuando Maria llegé, eran las ocho y cinco. El
tendero ya habia cerrado.
Al borde del Ilanto, hizo pucheritos. Una
quinceariera no hace pucheritos, pero Maria esta-
ba desolada. No se dio cuenta de que don Juan la
observaba desde su agujero.
—{Tiene cintas, don Juan? —le preguntod, al
darse cuenta de que la miraba.
Si, tenia cintas.
Hoy, vaya uno a saber por qué, don Juan
tenia un buen dia.
—Eso si... Solamente me quedan rojas —se
excuso el tendero.
«De cualquier color», habia dicho Padre.
Maria compré un montén.
Al dia siguiente, en la plaza, todos lleva-
rian cintas rojas, rojas como el sol rojo cuando
amanece.
69
Escaneado con CamScannerMariano
Viernes 25 de mayo de 1810
; ibujaba el cabildo con un palito. Un mechén
é de pelo le caia sobre la frente. Sacaba un
poco la lengua entre los dientes, como los chicos
cuando hacen la tarea.
Primero, reprodujo los once arcos que forma-
ban las galerias de arriba y de abajo. Era lo mas
dificil porque los arcos no le salian todos iguales.
Listo. El techo con sus tejas...
Inclino la cabeza para apreciar su obra. Corri-
gio unas tejas que le habian salido mal.
Ahora la torre alta con su reloj y sus cam-
panas...
—jijQué hace, sefior Mariano Moreno!!!
Detras de él, una voz trond como truenan los
truenos. Era el maestro.
nN
Escaneado con CamScannerEstaban en clase. El maestro habia dibujado
enel pizarrén de cuero: a € iou. Los chicos tenian
que copiar esas letras en el cajoncito de arena que
cada uno tenfa delante.
En aquella época, no habia cuadernos, Ni de
clase, ni de nada. En vez de usar papel, escribjan
con un palito sobre la arena bien lisa y un poco
huimeda del cajon. Si alguien metia la pata, senci-
Ilamente emparejaba la arena.
Esa majfiana tocaba vocales. Habia que escri-
bir aeiou cinco veces, diez veces... jcien veces!
Mariano Moreno, el tinico hijo de Mariano
Moreno, que se llamaba del mismo modo que su
papa y su abuelo, se moria de aburrimiento. De
puro aburrido, se le ocurrié que la letra u, dada
vuelta, se parecia a los arcos del edificio del cabil-
do. Entonces empezo a trazar los arcos.
Uno, dos... Y, dibuja que te dibuja, se olvidé
del ejercicio.
No era casualidad que Marianito, asi lo
llamaba la mama para no confundirse, dibu-
jara eso. Su papa hablaba todo el tiempo del
cabildo. Capaz que si el maestro no lo hubiese
sorprendido, habria dibujado al padre dentro
del edificio.
72
Escaneado con CamScannerUn chico en la plaza
Al mediodia, terminaron las clases. Los chicos
salieron disparados con alboroto de gorriones.
Marianito dudo.
Le hubiera gustado ir a ver qué pasaba en la
Plaza de la Victoria, parecia que estaba llena de
gente como la vez anterior.
Los Moreno vivian en la calle de la Piedad,
bastante lejos. En casa almorzaban a las dos de la
tarde. Si se apuraba...
Fuenoméasalaplaza. Pas6 por la Recova. Justo
en ese momento, el pregonero estaba voceando
un bando. Varias personas escuchaban a su alre-
dedor. Mariano era petisito, ni siquiera saltando
pudo ver qué ocurria. Apenas escuché algunas
palabras aisladas:
—... junta... Excelentisimo... Cisneros, presi-
dente de...
Finalmente, sonaron el pifano y el tambor.
La lectura del bando habia terminado. El prego-
nero pego la proclama en una pared y se marché,
muy orondo.
Apenas se hubo ido, un joven con una cinta
roja en el ojal arrancé el bando y lo tiré al suelo.
Los demas lo festejaron con ruidosas carcajadas
que el pregonero simul6 no oir mientras se iba.
73
Escaneado con CamScannerDespués, todo volvié a la normalidad. Log
tenderos se habian hecho traer el almuerzo desde
la fonda que estaba cerca. Habia un terrible olor a
comida. Al mocito le hizo ruido el estémago, hacia
rato que habia engullido el chocolate con pan de
Ja mafiana.
A la Plaza de la Victoria legaban mas y mas
vecinos. Casi todos llevaban una cinta roja como
lade aquel muchacho que habia quitado el bando
de la Recova. Algunos de ellos llevaban pistolas
bajo el capote.
Como Marianito era pequeiio, nadie repa-
ro en él cuando se puso a escuchar en uno de los
tantos grupos que discutian.
—Dicen que los cabildantes no dan el brazo a
torcer. Insisten en mantener a Cisneros...
—¢Dar el brazo a torcer? ;Quién quiere dar el
brazo para que se lo tuerzan? —pens6 Marianito,
que no sabia que esa expresién indicaba que los
partidarios de Cisneros se resistian a ceder a los
deseos de los criollos.
—éPor qué hemos de dejar que quede el virrey?
éPor qué? —exclamé un oficial de Patricios. Maria-
nito lo recordé enseguida, era Chiclana. El, French
y Beruti eran frecuentes visitantes de su casa.
4
Escaneado con CamScanner—Estan reunidos allf —dijo un paisano, sena-
lando el cabildo— desde hace horas. (Que no
discutan mas!
Llovia. Algunos abrieron sus paraguas de
hule, una tela mds o menos impermeable. Lo
levaban no tanto para cubrirse de la lluvia
—porque, la verdad, el utensilio cubria muy
poco-—, sino para darse importancia.
Un hombrén grandote se acercé dando
grandes zancadas. Era French. Reconociéndolo,
muchos acudieron a su alrededor. El jefe de los
chisperos estaba enojadisimo.
—jQuieren meternos miedo!
—iQué? ;Qué?
—Me dicen que el abogado del Cabildo ha
pedido que las tropas nos saquen de Ja plaza. Con.
las armas, si fuera necesario.
Hizo una pausa. Y agreg6, con esa voz gruesa
que tenia:
—jNo solo no nos iremos, sino que marchare-
mos sobre ellos!
Esas palabras eléctricas produjeron una
explosion. Como un estallido, los vecinos corrie-
ron hacia los arcos del cabildo. Entre ellos iba
Marianito.
75
Escaneado con CamScannerLa muchedumbre subi6 por la escalera hacia
la sala donde estaban los cabildantes. Viendo que
el chiquillo trastabillaba, French lo tomé de la
mano para evitar que se cayera.
Golpes en la puerta
La multitud se amontono en el piso alto.
Algunos empezaron a dar fuertes pufietazos en
la puerta. A los cabildantes se les atragantaron
los bizcochos que estaban devorando con vino de
Malaga.
—jEl pueblo quiere saber lo que se trata!
—gritaban. Lo que querian saber era si trataban
lo que habian reclamado: el apartamiento total de
Cisneros.
Ante el temor de que echaran la puerta abajo,
les abrié el mismisimo abogado del Cabildo:
—iQué es lo que quieren, sefiores?
—jLa separacion inmediata de Cisneros!
—No podemos entendernos con una muche-
dumbre de amotinados —repuso altaneramente—.
Nombren tres 0 cuatro personas y hablaremos.
De inmediato se adelantaron French, Beruti y
Chiclana. En el apuro por entrar, ninguno advir-
76
Escaneado con CamScannertid que con ellos también iba Marianito. La puerta
se cerré detrds del nifio, que qued6 encerrado en
el recinto.
Le impresioné el lujo de la sala. Habia una
enorme mesa, sillones ricamente tapizados. Sobre
un cortinado rojo estaba el antiguo escudo de la
ciudad con su paloma radiante volando sobre dos
navios en un rio agitado.
Los cabildantes eran caballeros solemnes
de cadena de reloj sobre un vientre inmenso,
chaqueta negra y camisa blanca con puntillas.
Varios llevaban anteojitos montados en la punta
de la nariz. Habia uno que, de vez en cuando, saca-
ba un gran pafiuelo y se sonaba como si quisiera
llamar la atenci6n.
Mariano se pardé como pudo, en una incd-
moda posici6n, detras de un mueble. Se hizo mas
chiquito de lo que ya era y se quedo alli. Nadie
repar6 en él.
Beruti estaba leyendo un papel lleno de pala-
bras dificiles. El mocito no entendié demasiado.
—... bildo... el pueblo... retomado el poder que
le habia dado al Cabildo... nueva junta...
En ese instante, sintid como un hormigueo.
Se le habia dormido un pie. Movid los dedos, a ver
71
Escaneado con CamScannersi se le pasaba. Pateé el suelo despacito para no
hacer ruido. Pasé un poco.
La lectura seguia:
—Presidente, el sefior don Cornelio Saavedra;
vocales...
—jVocales? ;Aqui también vocales? —se
pregunto el chico, intrigado.
No, no eran las vocales, sino los vocales; los
vocales de la Junta.
—.. don Manuel Belgrano, don Miguel
de Azcuénaga... secretario, el doctor Mariano
Moreno...
—jMi papa! —se le escap6 a Marianito. Todos
se dieron vuelta.
La junta
Lascampanas se echarona vuelo para intran-
quilidad de las lechuzas de los campanarios. Los
chicos tiraban cohetes sin que los grandes los
retaran. Las seforitas se manchaban de barro el
borde de las polleras, pero el accidente les tenia
sin cuidado.
En la sala del cabildo juraba la nueva Junta.
Saavedra puso la mano sobre los Evangelios;
78
Escaneado con CamScannerCastelli puso la suya sobre uno de los hombros
de Saavedra, Belgrano la puso sobre el otro, y los
demas los unos sobre los hombros de los otros.
Afuera, los vecinos quisieron iluminar la
ciudad. Pero los faroles no alcanzaban y la Iluvia
apagaba las velas.
Entonces se abrieron las puertas y las venta-
nasy se iluminaron los zaguanes y la luz salié ala
calle loca de alegria.
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Escaneado con CamScanner