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UNVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

Introducción a la filosofía de la educación I Grupo: 9151


Mtra. Mónica Adriana Mendoza González
Presentado por: César Samuel González Belmont.

Cómo decir la verdad y no morir en el intento.

Hace algunos años, leyendo un libro de Og Mandino, “Operación Jesucristo”, me


encontré con un pasaje que llamó mi atención, Poncio Pilatos relata la conversación que
sostuvo con Jesús antes de decidir lavarse las manos, explicándole al héroe de la novela
que Jesús le había revelado qué era la Verdad; desafortunadamente, el autor del libro no
menciona cual fue la explicación que Jesús le dio a Pilato.

Por su parte, Platón en el libro VII de “La República”, presenta su alegoría de la


caverna, según este mito, la condición de los hombres en el mundo es parecida a la de los
esclavos atados dentro de una caverna que pueden distinguir solamente las sombras de las
cosas y de los seres que están fuera de la caverna y que se proyectan en el fondo de la
misma.

La filosofía es, en primer lugar la salida de la caverna hecho a través del cual el esclavo
que sale observa las cosas reales, es capaz de observar el principio de la vida de ellas y
de su cognoscibilidad, esto es, del sol entendiéndose este último como la luz de la Verdad
o el máximo Bien, en segundo lugar, al retornar a la caverna, y al tratar de mostrar a otros
la verdad, el esclavo es muerto por los otros esclavos.

Desafortunadamente la historia de las ideas está llena de cavernas y de esclavos que han
muerto por tratar de enseñar la verdad a sus semejantes y si no han muerto, es porque han
tenido que retractarse de decir la verdad para conservar la vida.

En este breve espacio, trataré de abordar el tema de la verdad y cómo es que esta verdad
puede ser dicha sin que tengamos que sufrir la suerte de Sócrates.

Comenzaré por plantear la pregunta fundamental: ¿Qué es la verdad?, podemos encontrar


un concepto de la verdad formulado por Platón en el Cratilo, cuando Sócrates cuestiona
“¿El discurso que dice las cosas como son, es verdadero; y el que las dice como no son,
es falso?”1, sin embargo aún queda por determinar cómo podemos saber si realmente la
persona que emite el discurso dice las cosas como son, ya que frecuentemente los juicios
que se emiten resultan producto de nuestros prejuicios o de nuestras experiencias
subjetivas que no necesariamente permiten una descripción de las cosas como son.

1
Platón. (2009). Cratilo o del lenguaje en. Diálogos. (p. 351), (31ª Edición). México: Porrúa.
Este punto me lleva a otro aspecto de la verdad, el juicio o el conocimiento científico,
una vez más tomando a Sócrates como referencia a través de los diálogos de Platón, nos
encontramos en Teetetes con que “De este modo, cuando, mediante un juicio recto acerca
de un objeto cualquiera, se conozca en qué se diferencia de todos los demás, se tendrá la
ciencia del objeto, así como antes solo se tenía la opinión del objeto”2.

Hasta este punto podemos decir que la verdad podría ser “el discurso que describe las
cosas como son, basados en un juicio recto acerca del objeto de estudio”, sin embargo,
aún en esta definición existen elementos que se pueden prestar a controversia, por
ejemplo, la determinación de lo que es un juicio recto. Con el riesgo de decir una
barbaridad, me atreveré a expresar mi humilde opinión, un juicio recto podría ser aquel
que basado en la observación, en el razonamiento objetivo acerca de las características,
propiedades y relaciones del objeto de estudio nos permite explicar de manera crítica y
tal vez hasta predecir cómo ese objeto de estudio se comporta, ya que ”la ciencia no
reside en las sensaciones sino en el razonamiento sobre las sensaciones, puesto que, según
parece, solo por el razonamiento se puede descubrir la ciencia y la verdad, y es imposible
conseguirlo por otro rumbo”3.

Apoyado en este último comentario de Sócrates, es posible encaminar esta discusión hacia
un segundo elemento de la verdad: ¿Quién dice la verdad?, para responder a este
planteamiento me permito expresar la siguiente idea: un juicio justo, solo puede ser
emitido por un hombre bueno, es decir, de acuerdo con Aristóteles, por un hombre
virtuoso ya que de acuerdo con su ética a Nicómaco, entre las virtudes Dianoéticas
encontramos precisamente la sabiduría, la inteligencia y la prudencia, que son atributos
necesarios e indispensables para realizar juicios justos, razonados, críticos, necesarios
para emitir la verdad.

Entendiendo que el hombre justo o virtuoso es quien dice la verdad, debemos abordar
ahora en qué consiste la justicia y la virtud y cuáles son los atributos o características
del hombre virtuoso. La ética a Nicómaco en su libro I comienza afirmando que “Todo
arte y toda investigación e, igualmente, toda acción y libre elección parecen tender a
algún bien; por esto se ha manifestado, con razón, que el bien es aquello hacia lo que todas
las cosas tienden”4, sin embargo, Aristóteles expresa que muchas de esas acciones
emprendidas por el hombre son solo escalones para conseguir bienes que de alguna
manera, como si se tratara de una escalera, nos conducen hacia un bien superior, este
Bien, es la felicidad.

2
Platón. (2009). Teetetes o de la ciencia en. Diálogos. (p. 490), (31ª Edición). México: Porrúa.
3
Op. Cit (p. 464).
4
Aristóteles. (2008). Ética a Nicomaquea, (Libros I, II y V).(p. 19). (Julio Palli Bonet Trad.), Barcelona:
Biblioteca Clásica Gredos.
Aristóteles nos dice que la felicidad es el máximo bien al que aspiran los hombres, y
esta felicidad es el alcanzar una buena vida, sin embargo aquí Aristóteles hace una
distinción entre lo que algunos hombres consideran una buena vida, “Pues unos creen que
es alguna de las cosas tangibles y manifiestas como el placer, o la riqueza, o los honores;
otros, otra cosa; muchas veces, incluso una misma persona opina cosas distintas: si está
enferma, piensa que la felicidad es la salud; si es pobre, la riqueza; los que tienen
conciencia de su ignorancia admiran a los que dicen algo grande y que está por encima de
ellos. Pero algunos creen que, aparte de toda esa multitud de bienes existe otro bien en sí
y que es la causa de que todos aquellos sean bienes”5.

Efectivamente, los hombres pueden identificar el bien y la felicidad de acuerdo con su


particular forma de ser: los voluptuosos, la identifican con el placer, los políticos con los
honores y el reconocimiento, etc. Ahora bien, una buena vida, no es estacionarse en
esos modos de vida y esta parece ser distinta de acuerdo con cada actividad que los
hombres realizan, “Por consiguiente, si hay un solo bien perfecto, ése será el que
buscamos, y si hay varios, el más perfecto de ellos. Ahora bien, al que se busca por sí
mismo le llamamos más perfecto que al que se busca por otra cosa, y al que nunca se
elige por causa de otra cosa, lo consideramos más perfecto que a los que se eligen ya por sí
mismos, ya por otra cosa. Sencillamente, llamamos perfecto lo que siempre se elige por sí
mismo y nunca por otra cosa. Tal parece ser, sobre todo, la felicidad, pues la elegimos
por ella misma y nunca por otra cosa, mientras que los honores, el placer, la inteligencia y
toda virtud, los deseamos en verdad por si mismos (puesto que desearíamos todas estas
cosas, aunque ninguna ventaja resultara de ellas), pero también los deseamos a causa de la
felicidad, pues pensamos que gracias a ellos seremos felices. En cambio, nadie busca la
felicidad por estas cosas, ni en general por ninguna otra”6.

Pero, ¿qué tiene que ver la felicidad con ser virtuoso o justo?, Aristóteles sostiene que
la búsqueda de la felicidad (del bien) debe ser una reflexión práctica encaminada a la
acción, de tal forma que es en la actividad humana donde se hallan los elementos que
hacen al ser virtuoso. Cada objeto, cada cosa tiene una función propia que viene
determinada por su naturaleza y si no cumplen con su función se dice que no sirven o que
son malos, por el contrario, si la cumplen, se dice que tienen virtud, así el hombre tiene
funciones que le son propias y si actúa en conformidad con sus funciones y sus actos son
virtuosos y le conducen a realizar su función, entonces estaremos hablando de un hombre
virtuoso y en consecuencia, podrá realizarse, alcanzando la felicidad.

Aristóteles para exponer con mayor claridad lo que es la felicidad, propone que se
considere captar la función del hombre, poniendo el ejemplo de un escultor o de
cualquier artesano que realiza alguna función o actividad, que le es propia en función de
5
Op. Cit. P23.
6
Op. Cit. P 30.
su naturaleza, pero también esta función propia del hombre es una actividad del alma
según la razón, y si esta actividad o función se realiza “bien y hermosamente”, y además
esta cualidad de actuar virtuosamente es permanente, entonces estaremos hablando de
una persona virtuosa.

De esta forma, una persona virtuosa, actúa de esta forma en todos los ámbitos de su vida
desarrollando en esta práctica los dos tipos de virtudes: Éticas (las que proceden de la
práctica y la costumbre) y Dianoéticas ( aquellas que se originan por la enseñanza y que
son racionalizadas).

Así que podemos expresar que la felicidad es una actividad de acuerdo con la virtud y
consecuencia de una vida virtuosa, entendiendo que los actos de esta naturaleza no
consisten en la privación ni en el exceso, sino en una forma de ser y actuar
moderadamente, en el “justo medio”.

El hombre virtuoso siempre tenderá hacia el desarrollo de sus facultades de tal manera
que pueda lograr la virtud de las virtudes: la justicia, pero no es posible lograr la justicia
si no se cuenta con otras tres virtudes: Templanza, Fortaleza y Prudencia.

De acuerdo con el Diccionario de Filosofía (Abbagnano, 1996), La Templanza es una de


las virtudes éticas de Aristóteles, más precisamente, la que consiste en el justo uso de los
placeres corpóreos. Aristóteles señaló que la Templanza no concierne a todos los placeres
corporales (no concierne a los que resultan de la vista o del oído, por ejemplo), sino sólo a
los que resultan del comer, del beber y del sexo.

Por otra parte, la Fortaleza es una de las cuatro virtudes enumeradas por Platón, más tarde
llamadas cardinales, y una de las virtudes éticas de Aristóteles. Platón la define como <<la
opinión recta y conforme a la ley sobre lo que se debe y sobre lo que no se debe temer>>.
Aristóteles la define como el justo medio entre el miedo y la temeridad.

Finalmente, la Prudencia se define como sabiduría en general, la disciplina racional de


las cosas humanas, esto es, el comportamiento racional en todo campo o la virtud que
determina lo que es bueno o malo para el hombre. El concepto de Sabiduría se refiere
tradicionalmente a la esfera propia de las actividades humanas y expresa la conducta
racional en el ámbito de esta esfera, o sea la posibilidad de dirigirla de la mejor manera
posible.

Un ejemplo de estas virtudes es el mismo Sócrates quien frente a las acusaciones que
hicieron sus enemigos, fue capaz de enfrentarlos demostrando siempre una conducta
promoviendo la justicia y la virtud. Tomaré como ejemplo el siguiente fragmento de la
apología: “”He aquí de qué manera hablaré a los jóvenes y a los viejos, a los ciudadanos
y a los extranjeros, pero principalmente a los ciudadanos; porque vosotros me tocáis más
de cerca, porque es preciso que sepáis que esto es lo que Dios me ordena y estoy
persuadido de que el mayor bien que ha disfrutado esta ciudad es este servicio continuo
que yo rindo al dios. Toda mi ocupación es trabajar para persuadiros, jóvenes y viejos,
que antes que el cuidado del cuerpo y de las riquezas, antes que cualquier otro cuidado, es
el del alma y de su perfeccionamiento; porque no me canso de deciros que la virtud no
viene de las riquezas, sino, por el contrario, las riquezas vienen de la virtud y que es de aquí
de donde nacen todos los demás bienes públicos y particulares”7.

En síntesis, El justo conocimiento de las cosas lleva al ser humano a vivir moralmente ya
que al saber lo que es bueno, lo practica; ningún sabio se equivoca ya que el error (lo
malo) proviene de la ignorancia y en consecuencia, ser justo es lo mismo que ser
virtuoso y sabio, por lo que el discurso será justo y verdadero.

Sin embargo, en este punto puede surgir la pregunta: ¿Cómo se llega a la verdad?, ¿Se
puede enseñar a ser virtuoso?

En uno de los diálogos de Platón, Sócrates aborda el tema a partir de la pregunta de


Menón respecto a si la virtud se puede enseñar o se adquiere sólo con la práctica o si se
encuentra en el hombre naturalmente. En este texto, Sócrates expresa el siguiente
argumento: “Dicen que el alma humana es inmortal; que tan pronto desaparece, que es lo
que llaman morir, como reaparece, pero que no perece jamás; por esta razón es preciso
vivir lo más santamente posible, porque Persefona, al cabo de nueve años, vuelve a esta
vida el alma de aquellos que ya han pagado la deuda de sus antiguas faltas. De éstas almas
se forman los reyes ilustres y célebres por su poder y los hombres más famosos por su
sabiduría, y en los siglos siguientes, ellos son considerados por los mortales como santos
héroes. Así pues, para el alma, siendo inmortal, renaciendo a la vida muchas veces, y
habiendo visto todo lo que pasa, tanto en esta como en la otra, no hay nada que ella no haya
aprendido. Por esta razón, no es extraño que, respecto a la virtud y a todo lo demás, esté en
estado de recordar lo que ha sabido”8.

Fuera de esta idea de recordar la forma de ser virtuoso, es importante retomar la


naturaleza de las virtudes, estas se forman y se fortalecen con la práctica, lo que resulta un
camino difícil y de constantes retos, la filosofía no puede ni debe dejar el camino ni la
búsqueda de la verdad, deteniéndose a lo largo de su ruta, aquí le cedo la palabra a Remo
Bodei quien nos dice “Pero este <<deseo>>, el deseo de alcanzar la verdad, ¿es suficiente
para alcanzarla? Y, además, ¿la verdad es tan resplandeciente como para que todos la vean?
La encíclica de Juan Pablo II Veritatis splendor implica precisamente, que la verdad sea
7
Platón. (2009). Apología de Sócrates En. Diálogos. (p. 14), (31ª Edición). México: Porrúa.
8
Platón. (2009). Menón o de la virtud En. Diálogos. (p. 299), (31ª Edición). México: Porrúa.
evidente por si misma (y si no le es, la fe viene en su ayuda). Pero quien no está en
condiciones de verla, ¿es por lo tanto, teórica y moralmente ciego o daltónico? La cuestión
no resulta fácil de resolver, signada como está por el riesgo de caer, por un lado, en el
escepticismo más pilatesco y, por el otro, en el potencial abandono del terreno de la
racionalidad. Tal vez tenga razón Aristóteles cuando observa en la Metafísica que <<la
búsqueda de la verdad bajo un cierto aspecto es difícil, mientras que bajo otro es fácil.
Una prueba de esto se encuentra en el hecho de que es imposible para el hombre captar de
modo adecuado la verdad y que es igualmente imposible no captarla del todo: en efecto, si
uno puede decir algo con respecto a la realidad y si, tomada en su individualidad, esta
contribución agrega poco o nada al conocimiento de la verdad, de la unión de todas las
individualidades deriva un resultado considerable>>. La verdad, nunca completa, nunca
ausente, se encuentra siempre en marcha: revela, cada tanto, lo que estamos en condiciones
de captar, pero lo hace en un doble sentido; lo descubre y lo vela de nuevo para poder ir
más allá de lo que se ha aprendido”9.

En suma, es cierto que un modo de ser virtuoso nos conduce a una apreciación más cercana
de las cosas de tal forma que lo que se diga pueda ser tomado como verdad, también es
cierto que la Virtud es un estado ideal al cual yo creo que solo Dios puede acceder y en
nuestra naturaleza humana solo podremos aspirar a pretender ser virtuosos en la medida
que lo humano nos lo permita, pero aún con limitaciones, el conjunto de saberes de
quienes estamos en la búsqueda permanente del conocimiento y de la verdad, constituye
un bagaje intelectual que nos acerca a ese virtuosismo y a esa justicia que nuestro
mundo tanto necesita.

REFERENCIAS.

ABBAGNANO, N. (1996). Diccionario de filosofía. México:Fondo de Cultura Económica.


ARISTÓTELES. (2008). Ética a Nicomaquea, (Libros I, II y V). (Julio Palli Bonet Trad.),
Barcelona: Biblioteca Clásica Gredos.
BODEI, R. (2006). La chispa y el fuego: Invitación a la filosofía. (1ª edición). Buenos
Aires: Nueva Visión.
PLATÓN. (2009). Diálogos. (Tomo I y II) (31ª Edición). México: Porrúa.

9
Bodei, Remo. (2006). La chispa y el fuego: Invitación a la filosofía.(pp.41-42). (1ª edición). Buenos Aires:
Nueva Visión.

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