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Para demostrarlo debemos remitirnos a los ámbito donde surgen los conceptos
de “calidad”, y en forma más reciente de “calidad total”, que son la economía y la
sociología de la empresa. Luego de la segunda guerra mundial, los países centrales que
tenían asegurada una buena infraestructura educativa, inician un movimiento para
impulsar una mejora cualitativa de la educación, considerando los nuevos desafíos de la
sociedad. Esto hizo que se impusiera en la literatura pedagógica el tema de la «calidad
educativa». Una de las filosofías de calidad total de mayor trascendencia es la del Dr.
Edward Deming, quien plantea la necesidad de la mejora continua, a fin de llegar al
“defecto cero”. En forma muy sucinta significa que no se permite que haya fallas. En
consecuencia a la vez que los costos son cada vez más bajos y hay menos pasos en la
presentación de un servicio, aumenta la productividad y la satisfacción del cliente. En
palabras de Deming “…necesitamos una nueva religión en la cual los errores y el
negativismo sean inaceptables” 1. Para lograrlo plantea un método conocido como “El
círculo de Deming” que se desarrolla en cuatro pasos: Planear lo que se pretende
alcanzar, hacer lo planeado, chequear que se haya actuado conforme a lo planeado y
actuar a partir de los resultados, mediante observaciones y recomendaciones .
1Deming, E. (1994) The new economics. For industry, government, education. Cambridge,
Massachusetts. Massachusetts Institute de Tecchnology. Second Edition
Son innegables las ventajas que los análisis de la «calidad total» han introducido
en la práctica educativa por su actitud sistémica, que permite ver la escuela como un
todo unido a su medio socioeconómico. Pero este parentesco tan estrecho con la
cultura de la globalidad imperante hace que la calidad total endiose a la efectividad y a
la eficiencia como las supremas categorías del funcionamiento escolar correcto. De
este modo el proyecto educativo queda reducido a la simple correspondencia funcional
entre objetivos planificados y rendimientos constatados dados en un proceso de
continua adecuación, como lo ejemplifica el ciclo de Deming.
Es así que dentro de este encuadre, las instituciones “temen” ser evaluadas con
bajos estándares de calidad si tienen dentro de su alumnado personas con discapacidad,
particularmente intelectual, porque no llegan a los estándares pedidos. A esta
perspectiva de calidad le falta el impulso de los fines, que más allá de los objetivos
inmediatos de obtener buenos resultados parcializa la mirada y la acción educativa,
entrando en pugna con los más elementales principios de equidad. Es aquí donde el
concepto de equidad debe introducirse e integrarse en el concepto de calidad. La
equidad en educación tiene que ver en general con la igualdad oportunidad de acceso y
el respeto por la diversidad.
Estos conceptos que desde la teoría hemos planteado queremos completarlos con
la práctica de quienes viven a diario en la escuela procesos de integración escolar. Son
maestros, alumnos y padres del Instituto Ambrosio A. Tognoni que en el año 1992
inició un proyecto de integración parcial de niños con síndrome de Down a la escuela
primaria común. Con el paso del tiempo el proyecto se convirtió en plan y se extendió
creando un nivel pos primario, es decir alumnos que terminaron la escolaridad
primaria y transitan un proyecto similar con alumnos del nivel medio del Centro
Educativo Arquidiocesano Espíritu Santo, en el marco de articulación que tenemos
con esa institución dado que nuestro colegio es de nivel inicial y primario. Al mismo
tiempo fuimos desarrollando otros procesos de integración plena de un alumno en
algunos grados con otras necesidades educativas especiales, como TGD, retraso
madurativo, hipoacusia, etc. con el acompañamiento de una maestra integradora de la
escuela en algunas horas de clase. Procesos de construcción constante que, como dice
Eduardo Galeano, son los que nos permiten caminar.