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Cicerón y La Oratoria
Cicerón y La Oratoria
ORATORIA: CICERÓN
Cicerón nació en Arpino (un pueblecito volsco en las estribaciones occidentales de los
Apeninos, en el Lacio) el 3 de Enero de 106, en el seno de una familia poco conocida
perteneciente a la clase de los caballeros rurales, en un ambiente de modesto bienestar y espíritu
conservador. Aquí recibe su primera formación, para lo que hay que tener en cuents que su
padre estimaba la formación griega y que la familia tenía contacto con un estoico llamado
Diodoto.
Su padre lo llevó a él y a su hermano Quinto a estudiar a Roma lo que entonces se
enseñaba a la juventud romana: filosofía y elocuencia; y lo hace dentro del ambiente que
integraban los últimos supervivientes de la época de los Escipiones1.
Tras volver de su viaje a Grecia (donde estudió con Antíoco filosofía en atenas y con
Molón retórica en Rodas), en el año 77 se casa con Terencia con la que tuvo dos hijos, Tulia y
Marco, pero con la que no fue feliz. Se divorcia de ella en el 46, para casarse al poco con
Publilia, una rica heredera, mucho más joven que él, con la esperanza de poder saldar su deuda
con César, quien en el 54 le había hecho un gran préstamo. Un año más tarde, en el 45 moría su
querida hija, también divorciada, poco después del nacimiento de un hijo.
El 7 de Diciembre del 43, mientras huía, es detenido por la banda de Antonio; le
amputaron las manos y le cortaron la cabeza, que Antonio manda ser exhibidas en la tribuna de
los oradores en Roma.
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1Durante la época llamada de los Escipiones y en torno a esta influyente familia (vinculada a las grandes
victorias que hicieron de Roma la primera potencia mediterránea) se forma un círculo(a) humanista filohelénico, con
el que el influjo de la cultura griega se introduce en todos los órdenes de la vida romana. Y la oratoria no escapa a
esta influencia griega, con lo cual deja de ser un arma en las lucha políticas y forenses para convertirse además en una
arte recogido por unas normas fijas.
(a)Mucho más que un cículo literario; marca toda una época (168-129) que puede calificarse como el culmen
político y espiritual de Roma.
• ORATORIA
• RETÓRICA
Ars bene dicendi y bene dicendi scientia; “bene” tanto desde el punto de vista técnico
como referido a las cualidades morales del orador; mientras que la gramática la define como
Scientia recte loquendi, “recte” se refiere a la correción gramatical.
• DIACRONÍA DE LA ORATORIA
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NOTA: Tras Cicerón, con quien alcanzó su culmen, la oratoria ya no volverá a brillar en
los mismos escenarios, de lo que en una gran medida es responsable el cambio de sistema de
gobierno que se vive en Roma. (Para esta fase ver: BIELER, Ludwig, Historia de la literatura
romana, ed. Gredos, 19824ª, pp.182-3).
CICERÓN
ORATORIA
RETÓRICA
OTRAS PRODUCCIONES
ORATORIA
Si echamos un vistazo a su carrera como orador, nos encontramos con que su primer
discurso Pro Quinctio lo pronuncia en el 81.
El joven Cicerón defendió en el 80 a Sexto Roscio (Pro Roscio) acusado de haber
matado a su padre, pero el trasfondo político en la falsa acusación era tan evidente que nadie se
atrevía a defenderlo; Cicerón, desvinculado aún políticamente, lo hizo. Tuvo un gran éxito con
su discurso, pues separó a Sila (el dictator = salvador de la patria) de sus allegados, formulantes
de la acusación, y consiguió la libertad de su cliente.
Decide entonces Cicerón realizar un viaje a Grecia y Asia Menor para perfeccionar su
estilo (tendente a la sobreabundancia y con derroche de voz); pero quizás también busca huir de
Roma donde debió de haberse caldeado el ambiente muy peligrosamente para el defensor de
Roscio.
A su regreso a Roma Cicerón sigue actuando como abogado y alcanza la cuestura en el
75: ejerce como cuestor en Sicilia.
Una vez de vuelta en Roma, consigue el puesto de fiscal contra C. Verres (In Verrem
(70), también llamadas Verrinae), acusado de concusión pues, como propretor de los sicilianos,
los había expoliado y vejado. Tras una breve introducción, adujo tal cantidad de testimonios de
cargo que el abogado defensor (el famosísimo Q. Hortensio) renunció a la defensa formal de su
cliente, y Verres se dirigió al destierro sin esperar la sentencia.
Con todo el material que no llegó a utilizar en el proceso publicó otros cinco discursos.
Con esto alcanzó el primer puesto entre los oradores de Roma. Pero además le sirve a Cicerón
para ir progresando en sus aspiraciones políticas: él era de carácter conservador y con esta
actuación intervino en contra de los abusos del régimen conservador.
No le fue nada fácil a Cicerón ascender a las altas magistraturas políticas pues era un
homo nouus y como tal lo menospreciaban los nobiles pero no tenían ningún reparo en servirse
de este idealista de tan poderosa oratoria.
Así en el 67 Cicerón era elegido pretor y ya gozaba de una posición político-social muy
duramente conseguida con su tenaz ambición y energía.
Como pretor pronuncia su primer discurso realmente político (Pro lege Manilia (66)) a
favor de la propuesta de este tribuno (Manilio) de ampliar a toda Asia el radio de acción del
mando del poderoso general Pompeyo.
Cicerón llega a cónsul y de entre los discursos que realizó durante su consulado los más
conocidos son los cuatro contra Catilina (In Catilinam o Catilinariae, 63):
Catilina, como había sido derrotado en las elecciones consulares del 63 por Cicerón y
Antonio, recurre a la conjura. Cicerón pronunció su violentísimo primer discurso ante el
Senado, a continuación del cual Catilina abandona Roma y reúne su ejército en Etruria. Al día
siguiente Cicerón pronuncia el segundo discurso contra el conspirador; el tercero cuando
Catilina y sus conjurados ya han sido arrestados y en el cuarto, Cicerón proclama ante el Senado
la necesidad de ajusticiarlos.
Sin ninguna duda el primer discurso y en parte el tercero no fueron pronunciados como
luego los publicó; sabemos que el célebre primer discurso fue una improvisación, pero ahora lo
podemos leer como una obra de arte primorosamente elaborada.
Tres años más tarde Cicerón se encuentra aislado, por un lado por su propensión hacia
Pompeyo (lo que no es visto con buenos ojos por los optimates) y por otro, los populares, sus
adversarios, le critican su petición de pena capital para los catilinarios, por inconstitucional.
Al sentirse tan aislado, aún así no abandona Cicerón la oratoria, ejemplo el Pro Archia
(62), de gran importancia literaria, es un corto y ameno discurso en defensa del poeta griego
Arquías acusado de usurpar los derechos de ciudadano romano, en el que Cicerón no sólo
demuestra que es ciudadano romano, sino también expone que, en caso de no serlo, se lo
merecía por ser tan buen poeta. Encontramos en esta obra el famoso testimonio de la humanitas
ciceroniana que nos presenta a un abogado enamorado de la literatura, que aprovecha para
hacer una exaltación de las letras.
En el 60, año del triunvirato de Pompeyo, César y Craso, Cicerón es exiliado (so
pretexto de haberse ejecutado ilegalmente a ciudadanos romanos, según se declara en una ley
del tribuno P. Clodio, aplicada con efecto retroactivo).
Que Cicerón sobrelleva mal el destierro y la destrucción y confiscación de sus villas y
bienes lo sabemos por las cartas que envió a familiares y amigos, intentando conseguir
defensores influyentes en Roma; lo consiguió en el 57, cuando se decidió por unanimidad su
regreso a Roma, lo cual hizo como si de una marcha triunfal se tratase.
Tanta alegría le supuso que lo primero que hizo fue pronunciar dos discursos de
agradecimiento: uno al Senado y otro al pueblo (57).
Entre los discursos de estos años destaca Pro Sestio (56), en defensa de un amigo suyo
acusado de homicidio por Clodio. Pero en todos ellos, Cicerón ya no pretende la concordia
ordinum, sino el consensus omnium bonorum, esto es, de los nobiles pero también de todos
aquellos que muestran capacidades y buenas intenciones, en especial, entre los caballeros
(equites, de cuyo estamento procedía Cicerón).
Empiezan en este momento los disturbios políticos propios de la guerra civil, ante lo
cual Cicerón abandona la vida pública y se dedica a escribir obras de carácter teórico, tanto
retórico como filosófico, pero sin abandonar la oratoria, pues en el 52 pronunció uno de sus más
famosos discursos, al que se califica de obra maestra de la oratoria ciceroniana, y que sin
embargo perdió, Pro Milone:
Milón, un antiguo amigo de Cicerón, lideraba una banda contraria a la de Clodio, entre
las que se desencadenó una autética batalla en plena via Apia, resultando herido Clodio quien se
refugió en una taberna, pero Milón lo hace sacar por sus hombres y darle muerte. Pompeyo (en
este momento cónsul en solitario) lleva a Milón ante el tribunal, y es Cicerón quien lo defiende,
pero sin tener ninguna confianza en sí mismo (ante la presencia de los soldados de Pompeyo,
que tomaron el foro, y el griterío de la muchedumbre). Tan clara vió la condena Milón que se
desterró voluntariamente.
Cicerón quedó tan descontento por su fracaso que escribió un nuevo discurso de defensa
y se lo envió a Milón a Marsella, donde estaba desterrado, quien irónicamente le contesta que si
lo hubiese defendido tan brillantemente, ahora no prodría estar comiendo unos barbos tan
deliciosos.
A este revés hay que añadirle también varios en su vida privada, lo que le hace buscar alivio en
la filosofía.
Por último y tras el asesinato de César, una serie de discursos que el propio Cicerón
designó en broma como “filípicas”: las 14 que se han conservado van desde el 2 de septiembre
del 44 al 22 de abril del 43, directa o indirectamente se dirigen contra Antonio, para que se le
aislase y se le declarase enemigo del Estado; son discursos redactados a modo de panfletos para
ser difundidos por toda Italia y sublevar los ánimos contra la inmoralidad y falta de escrúpulos
de los proyectos de Antonio.
La segunda, la más larga y famosa, es en especial ofensiva y seguramente no se
pronunció jamás e incluso es dudoso que se publicase. En la tercera y cuarta, vuelve Cicerón a
defender su antiguo programa, pero en general, con un nuevo estilo: una elocuencia impetuosa y
sobria a la vez.
Sus discursos, tanto forenses (o judiciales) como políticos, (57 conservados y se sabe de
la existencia de otros 30) constituyen una fuente inagotable no sólo para la ciencia jurídica sino
también para el estudio del ambiente político-social de su tiempo.
Cicerón estaba dotado por naturaleza para la oratoria; era hombre de gran presencia y de
voz muy expresiva, con una dicción que convencía y el don de la improvisación, además de
memoria. Dominaba todos los recursos retóricos y estilísticos del lenguaje y los empleaba con
una gran eficacia para expresar la gama de sentimientos que exigiese la materia del discurso.
RETÓRICA
Obras retóricas no sólo las compuso Cicerón, ya antes de él existía el Ad Herennium (un
manual durante tiempo atribuído al propio Cicerón; hoy en día se descarta totalmente esa idea).
Además, ya en vida de Cicerón, surge lo que se ha dado en llamar la segunda fase de la retórica
romana: las escuelas de declamación (p.e. la cordobesa, integrada por poetas oriundos de
Códoba).
Con posterioridad a Cicerón, hay que señalar al ya mencionado Quintiliano, también de
origen hispano, y además a su más célebre seguidor, Tácito con su Diálogo de los oradores.
• Brutus (46), presenta una conversación entre Bruto, Ático y el propio Cicerón en la que
se expone un cuadro de la elocuencia romana desde sus comienzos hasta su época actual.
• Paradoxa Stoicorum (46) a la que el propio Cicerón consideraba entre sus escritos
retóricos, en el que se discuten algunos de los tópicos de la filosofía popular desde el punto de
vista del orador.
• Orator (46), obra que se puede calificar de epístola didáctica, en la que expone su ideal
oratorio (el dominio de los tres géneros estilísticos de la oratoria) que ya se trata en el Brutus,
pero ahora desaparece por completo el elemento político, insistiendo en la necesidad de que el
orador no descuide la filosofía.
• Topica (44), epístola didáctica de carácter semirretórico y semifilosófico, en la que se
discuten siete lugares comunes (en griego topoi) retóricos desde el punto de vista de la lógica
estoica
Vir bonus dicendi peritus el orador tiene que ser un hombre honrado y capaz de
hablar bien
Rem tene, verba sequentur domina el contenido, las palabras llegarán por sí solas
OTRAS PRODUCCIONES
• De re publica (55) Seis libros mal conservados que, en general, siguen la temática y
estructura platónica, y en los que plantea la mejor forma de gobierno y el mejor ciudadano: el
primero es un estado idealizado cuyo fundamento es la justicia mientras que en el segundo
introduce ideas propias: el “primer ciudadano” debe restaurar el Estado de los antepasados, su
recompensa no es nada terrenal, ni siquiera la fama, sino la inmortalidad.
• De legibus (52) Es un diálogo entre Cicerón, Quinto y Ático que, en los libros que
conservamos, tratan del derecho natural, del sacro y de las leyes de los magistrados. La
formulación de las leyes imita estilística e idiomáticamente la redacción de las primeras leyes
romanas. Aunque esta obra pretende ser el equivalente de las “Leyes” de Platón, en ella Cicerón
se independiza todavía más del filósofo griego.
• Del 45 son dos obras perdidas: Consolatio (el primer escrito de consuelo para alivio
del propio autor), Cicerón se consuela sobretodo con la idea de la imnortalidad del alma; y
Hortensius, una exhortación al estudio de la filosofía en forma de diálogo (él mismo, Hortensio,
Catulo, Lúculo), siguiendo a Aristóteles, donde afirma que la búsqueda de la verdad trae
consigo la felicidad.
= Quizás hay que situar aquí las traducciones que hizo del Protágoras y el Timeo, dos de
los discursos de Platón.
= Cato maior de senectute. Diálogo en el que se presentan los habituales tópicos
filosóficos, pero también una descripción idealizada del antiguo romano.
= Laelius de amicitia, nuevo diálogo en el que el tema de la naturaleza, deberes y
límites de la amistad se presenta a partir de los principios estoico-peripatéticos.
= De divinatione, conversación de Cicerón con su hermano sobre la adivinación, en la
que distingue entre la religión y la superstición. Como continuación escribió De fato,
obra en la que defiende la libertad frente al hado ciego.
= De officiis, trata sobre el deber, la buena conducta.
Estas obras filosóficas tienen un carácter más didáctico, pero no en la forma que el
diálogo didáctico aristotélico tiene, sino en forma de auténtica conversación.
En general podemos decir que Cicerón como escritor filosófico no fue ni un simple
traductor ni un divulgador, sino que creó un estilo narrativo propio y convirtió al latín en un
vehículo de exposición de lo abstracto. Y aunque no se puede encuadrar en ninguna escuela, sí
podemos decir que presenta una mayor predisposición hacia el estoicismo.