Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Engels, F (1981) - Schelling Sobre Hegel
Engels, F (1981) - Schelling Sobre Hegel
e Iglesia cautiva.
SCHELLING Y LA REVELACióN
Desde hacía unos diez afíos, flotaba sobre las montañas del Sur de Ale.
mania una nube de tormenta que iba volviéndose cada vez más sombría
y amenazadora para la filosofía alemana del Norte. Schelling se presen
tó de nuevo en Munich; se supo que su nuevo sistema estaba próximo
a terminarse y se enfrentaría al predominio de la escuela hegeliana. El
propio Schelling se pronunció resueltamente en contra de ella, y a los
demás adversarios de dicha escuela les quedaba siempre, cuando todas
las razones del poder triunfante se volvieran de espaldas a aquella doc.
trina, el apoyo que representaba el poder remitirse a Schelling como
al hombre llamado a exterminar en última instancia la filosofía he
geliana. .
Por eso los discípulos de Hegel hubieron de saludar el que, hace
medio afio, Schelling fuese llamado a Berlín y prometiera entregar al
juicio público su sistema, ya ahora, por fin, terminado. Había razones
para esperar que, en lo sucesivo, cesaran las interminables y vacías plá
ticas acerca de él, de Schelling, como el gran desconocido y pudiera
verse, al cabo, lo que había detrás de su nombre. Por otra parte, dado
el sentido combativo que siempre ha caracterizado a la escuela hege.
liana y a su confianza de sí misma, tenía que recibir con los brazos abier
tos la ocasión que se le brindaba de medir sus armas con un adversario
famoso; hacía ya mucho tiempo, en efecto, que Schelling había sido
retado a controversia por Gans, Michelet y el Athenaum y sus jóvenes
discípulos de los Anales Alemanes.
La nube de la tormenta, tantos años pendiente, descargó por último
en los rayos y truenos que desde la cátedra de Schelling comenzaron a
agitar a todo Berlín. Los ecos del trueno se han apagado ya y los rayos
y relámpagos han dejado de lucir. ¿Han dado los rayos en el blanco;
han hecho arder en llamas el andamiaje del sistema hegeliano, este
airoso palacio del pensamiento; corren los hegelianos a salvar lo que
todavía puede salvarse? Hasta ahora, nadie lo ha visto.
Y, sin embargo, todo se había esperado de Schelling. ¿Acaso no se
postraban de hinojos los "Positivos'I.w gimiendo ante la gran sequía
que asolaba las tierras del Sefíor y clamando por que descargasen las
nubes henchidas de lluvia suspendidas en el horizonte? ¿No ocurría
exactamente como en su tiempo en Israel, donde se conjuraba a Elías,
[ 48]
SCHELLING Y LA REVELACION 49
suplicándole que arrojase del templo a los sacerdotes de Baa1? Y cuando
salió a la palestra el gran exterminador de demonios, [córno enmude
cieron de pronto todas las estrepitosas y descaradas denuncias, todo el
griterío y la algarabía, para no perder ni una sola palabra de la nueva
Revelación! ¡ Cómo se retiraron modestamente a segundo plano los va
lerosos héroes de la Evangelica y de la Gaceta Eclesiástica General de
Berlín, del Anunciador Literario y de la Revista de Fichte 45 para hacer
sitio al san Jorge que venía a abatir al dragón del hegelianismo, cuyo
aliento vomitaba las llamas de la impiedad y el humo negro de la te
nebrosidad!
Se hizo en todo el país un silencio como si fuese a descender el Es
píritu Santo, como si Dios en persona fuese a hablar desde lo alto de
las nubes. Y cuando el Mesías filosófico subió a su trono de madera
muy mal tapizado, en el aula magna de la Universidad, y comenzó a
prometer las hazañas de la fe y los milagros de la Revelación, ¡qué ju
bilosas aclamaciones resonaron, subiendo hacia él, entre las huestes allí
acampadas de los "Positivos"! ¡Cómo estaba su nombre en todas las
lenguas, proclamando las esperanzas de los "cristianos"! ¿No se afirma
ba que el intrépido paladín marcharía solo, como Rolando, hasta el
territorio enemigo, para plantar en el corazón de éste su bandera y hacer
saltar en el aire el más recóndito fortín de todas las infamias, la torta,
leza hasta ahora inexpugnable de la idea, dejando a los enemigos sin
base, sin centro, privados de consejo y ayuda en su propia patria, obli,
gados a errar sin morada ni refugio? ¿No se proclamaba acaso el suceso
que se había esperado hasta la Pascua de 1842, el derrumbamiento del
hegelianismo, la muerte de todos los ateos y anticristianos?
Eso se había anunciado, pero todo ha sucedido de otro modo. La
filosofía hegeliana sigue viviendo lo mismo que antes, en la cátedra, en
la literatura y entre la juventud; sabe que todos los ataques que hasta
ahora se han desplegado en contra suya no pueden apartarla de su
camino y sigue, tranquila, impertérrita, su propio desarrollo interior.
Crece rápidamente, como lo demuestran por sí solas la ira y la actividad
acrecentada de sus adversarios, su influencia sobre la nación, y Schel
ling ha dejado insatisfechos a casi todos sus oyentes.
Son hechos contra los cuales no podrían alegar nada sólido ni siquiera
los contados partidarios de la sabiduría neoschellingiana. Al darse
cuenta de que los prejuicios formados con respecto a Schelling no ha
cían más que confirmarse, sus partidarios se sintieron al principio un
tanto perplejos, sin saber cómo conciliar la devoción hacia el viejo maes
tro de la ciencia con 1a repulsa abierta y resuelta de sus pretensiones,
que se debía a Hegel. Pero él mismo, Schelling, nos hizo enseguida el
favor de liberarnos de este dilema, al expresarse acerca de Hegel eri unos
términos que nos relevaban de toda consideración para con el supuesto
continuador y superador de este filósofo. Por eso no se me tomará a
mal que me atenga en mis juicios a un principio democrático y, sin
guardar miramientos a la persona, me limite pura y simplemente a ha
blar de la cosa y de su historia.
50 SCHELLING Y LA REVELACióN
Cuando, al morir Hegel, en 1831, dejó a sus discípulos el legado de
su sistema, el número de los adeptos era todavía relativamente corto. En
cuanto al sistema, revestía aquella forma severa y rígida, es verdad, pero
tan bien lograda, que tan censurada ha sido de entonces acá, pero que
respondía, evidentemente, a una necesidad. El propio Hegel, llevado
de su orgullosa confianza en la fuerza de la idea, había hecho muy
poco por la popularización de su teoría. Las obras publicadas por él
aparecían todas escritas en un estilo rigurosamente científico y hasta
casi diríamos que espinoso y, como los Anales de Crítica científica, re.
<lactados por sus discípulos en el mismo estilo, se dirigían solamente
a un escaso público de eruditos; llenos de preocupaciones. El lenguaje
no debía avergonzarse de las cicatrices adquiridas en la lucha con el
pensamiento; se trataba, sobre todo, de rechazar resueltamente todo
lo imaginativo, lo fantástico y lo sentimental; para captar al pensamiento
puro en su obra de autocreación. Una vez establecida esta segura base
de operaciones, podía aguardarse tranquilamente la reacción ulterior de
los elementos excluidos y descender, incluso, al terreno de la conciencia
afilosófica, teniendo como se tenía la espalda cubierta. La influencia
de las lecciones de Hegel se circunscribió siempre a un pequeño círculo
y, por muy importante que ella fuera, no podía comenzar a dar frutos
hasta pasado algún tiempo.
Fue después de la muerte de Hegel cuando su filosofía comenzó
verdaderamente a vivir. La edición de sus obras completas, especial
mente de las lecciones, tuvo una inmensa repercusión. Nuevas puertas
se abrían a los maravillosos tesoros ocultos, soterrados en el silencioso
seno de la montaña y cuyo esplendor, hasta entonces, sólo había brillado
para unos cuantos. Pocos habían tenido el valor de aventurarse por sus
propios medios en aquel laberinto; pero ahora se había abierto una sen
da derecha y cómoda por la que era fácil llegar hasta el legendario te
soro. A la par con esto, la doctrina fue cobrando, en labios de los
discípulos de Hegel, una forma más humana y más plástica, fue hacién
dose cada vez más tenue y menos importante la oposición por parte de
la filosofía y, poco a poco, ya sólo se oía a la rutina teológica y jurídica
quejarse de la impertinencia con que osaba inmiscuirse en la erudición
de su especialidad un hombre sin títulos para ello. Y la juventud se
apoderó ávidamente de aquello nuevo que se le ofrecía, con tanta mayor
avidez cuanto que, entre tanto, se había introducido en la escuela mis.
ma un progreso que servía de acicate para las más importantes discusio
nes, relacionadas .con los problemas vitales de la ciencia y de la práctica.
Los límites dentro de los cuales había comprimido Hegel la poderosa
y juvenilmente arrolladora corriente de las consecuencias de su teoría,
se hallaban condicionados en parte por la época y en parte por su propia
personalidad. El sistema se hallaba ya acabado, en sus lineamientos
fundamentales, antes de 1810 y la concepción hegeliana del mundo
había llegado a su remate en 1820. Su concepción política, su teoría
del Estado, desarrollada mirando a Inglaterra, muestra los rasgos inde.
lebles del período de la Restauración, y es evidente que el filósofo no
SCHELLING. Y LA REVELACióN 51
llegó a comprender claramente la revolución de Julio, en su necesidad
histórico.universal, De este modo, el propio Hegel hace bueno su juicio
de que toda filosofía no es otra cosa que el acervo de pensamientos
propios de su época.
De otra parte, si es cierto que sus opiniones personales se esclarecen
a través del sistema, no dejan de ínfluir tampoco en las consecuencias
de él. Así, no cabe duda de que su filosofía de la religión y del dere.
cho sería muy distinta de lo que es si hubiera sabido abstraerse más de
los elementos positivos que la cultura de su 'tiempo había hecho sedi
mentar en él, para entregarse más al desarrollo del pensamiento puro.
A esto cabe reducir todas las inconsecuencias y las contradicciones que
encontramos en Hegel, y bajo este mismo punto de vista debemos enfo ..
car todo lo que en la filosofía de la religión nos parece demasiado orto.
doxo y en el derecho estatal· demasiado seudohistórico.
Los principios son siempre independientes y liberales.: las consecuen
cias nadie se atreve a negarlo, de vez en cuando, moderadas y hasta
liberales. Una parte de sus discípulos, se atiene a los principios y re
chaza las consecuencias, cuando cree que éstas no pueden justificarse.
Se formó así la Izquierda hegeliana, a la que Ruge dio un órgano en
los Anales de Halle y, de la noche a la mañana, se proclamó la repulsa
al reino de lo positivo. Pero los sostenedores de, esta repulsa aún no se
atrevían a proclamar abiertamente todas las consecuencias de ello.
Se creía, incluso después de Strauss, pisar todavía en el terreno del
cristianismo y hasta se hacía hincapié, frente a los judíos, en la cristian
dad. Aún no se veía con la claridad suficiente para poder emitir un
juicio sin reservas ante problemas como el de la personalidad de Dios
o el de la inmortalidad individual; más aún, viendo acercarse las insos
layables consecuencias, .había dudas acerca de si no convendría guardar
la nueva doctrina como patrimonio esotérico de la escuela y hacer de
ella un secreto para la nación.
Fue entonces cuando Leo se batió con los hegelianos, prestando con
ello el mejor de los servicios a sus adv:ersarios; y hay que decir que, en
general, todo lo enderezado a la destrucción de esta escuela ha redun
dado en beneficio de ella, viniendo a demostrar con la mayor claridad
apetecible que marcha de la mano del Espíritu universal. Les ayudó
a· los hegelianos a ver claro acerca de sí mismos, volvió a despertar en
ellos el orgulloso valor que acompaña siempre a la verdad hasta en sus
últimas consecuencias y mueve a proclamarla abierta y claramente, sin
preocuparse de los resultados a que ello conduzca. Hoy, resulta divertido
leer las defensas escritas en aquellos días, contra Leo y ver cómo los
pobres hegelianos bracean y patalean y se defienden como gato panza
arriba contra las conclusiones de aquél. A ninguno de ellos se le ocurriría
hoy negar los puntos en los que Leo basa su acusación; tan grande se
ha hecho .su insolencia, de tres años a esta parte. La Esencia del Ciistia
nismo de Feuerbach, la Dogmática de Strauss 46 y los Anales Alemanes
muestran los frutos que dio la denuncia de Leo; más aún, la "Trompe.
ta" 417 pone de manifiesto ya en Hegel las consecuencias de que se trata.
52 SCHELLING Y LA REVELACióN
nium.s lo que por el momento está por delante y también lo que ofrece
resistencia al otro que se halla destinado a seguirle. Al retirarse de su
lugar, transfiere su poder a otro, elevándolo a potencia. Y tiene que
supeditarse como un no ser relativo a este otro elevado a potencia. Pri
meramente, surge el poder ser en sentido transitivo, que es también, por
tanto, lo más fortuito, lo más .infundado, lo que sólo puede encontrar
su fundamento en lo que sigue, pero no en lo que antecede. Y, al supe.
<litarse a lo que sigue,_ con respecto a lo cual es un no ser relativo, en
cuentra en ello su fundamento, se convierte en, algo, pues hasta ahora
no eratmás que 10· perdido. · Este primero es la materia prima de todo
ser y adquiere por sí mismo un ser determinado al colocar sobre sí un
algo superior. El segundo poder ser sólo es sacado de su abandono y
elevado a su potencia mediante aquella exclusión del primero que seña
lamos más arriba; lo que en sí es todavía no poder ser se convierte ahora
en poder ser' por la negación. Saliendo de su óriginario .no poder ser
inmediatamente, se le postula como un tranquilo· y descansado querer
y actuará así, necesariamente, en _el sentido de negar a su vezaquello
por lo que es negado y de retrotraerse a su descansado ser. Lo eual sólo
puede lograrse haciendo que el primero revierta de su absoluta enaje
nación a su poder ser.
_ Qbtenemos así un poder ser más alto, un ser restituido a su poder,
que' es, como algo superior, un ser que tiene poder sobre sí mismo. Y,
como la potencia infinita no se agota después del poder ser inmediato, lo
segundo implícito en ella tiene que ser el inmediato no poder ser. Pero
el. poder ser inmediato trasciende ya del poder; de ahí que la segunda
potencia tenga necesariamente • que ser el nono poder ser, el ser total.
mente puro, pues sólo lo que es no es lo que puede ser. No cabe duda
de que el ser puro, por · contradictorio que ello parezca, puede ser po.
tencia, pues no es el ser real, no se ha trocado como éste a potentia ad
actum+ sirio que es actus purus. Potencia inmediata lo es,. ciertamente,
pero de aquí no se colige que no pueda en general ser potencia. Debe
ser negado para ser realizado, de modo que no es siempre y absoluta
mente potencia, pero puede convertirse en potencia mediante la nega
ción. Mientras el poder ser inmediato era simplemente potencia, "lo
era incluso en el ser puro; tan pronto como se eleva sobre la potencia,
desplaza de su ser al ser puro, para convertirse a sí mismo en ser. El
ser puro, negado como acius purus, se convierte así en potencia. No
goza, así, de libertad de voluntad, sino que tiene que actuar y negar
nuevamente su negación. De este modo podría; indudablemente, tro
carse ab aciú ad potentiam e y realizarse fuera de si.
Lo primero, el ser ilimitado, era lo no querido, la hylé t con que tiene
que luchar el demiurgo. Es puesta para ser inmediatamente negada por
la segunda potencia. En lugar del ser ilimitado tiene que aparecer otro
restringido, el cual es necesariamente retrotraído de un modo gradual
e En lugar de todos. d De potencia en acto. e De acto en potencia. f Materia, en
griego.
SCHELLING Y LA REVELACION 59
al poder ser, que es entonces un poder que se posee y en el más alto
grado conciente de sí mismo.
Así, pues, entre la primera posibilidad y la segunda se dan multitud
de posibilidades derivadas y de potencias intermedias. Éstas representan
ya el mundo concreto. Ahora bien, sí la potencia concebida fuera de
sí se retrotrae totalmente al poder, vuelve a ser la potencia que se posee
a sí misma, y con ello desaparecerá de la escena también la segunda, que
sólo existe para negar a la primera y en el acto de negación de la pri
mera se disuelve a sí misma como potencia. A medida que supera lo
que tiene en frente, se destruye a sí misma. No puede en modo alguno
detenerse aquí. Si en el ser ha de verse lo acabado será necesario que
el ser totalmente destruido por la segunda potencia se sustituya por un
tercer ser al que la segunda potencia transfiera todo su poder. Y esto
no puede hacerlo ni el puro poder ser ni el puro ser ser, sino solamente
lo que en el ser es poder ser y en el poder ser ser, establecida la con
tradícción entre potencia y ser como identidad, lo que flota libremente
entre ambos, el espíritu, una fuente inagotable de ser, que es completa
mente libre y no cesa de perdurar en el ser como potencia. Ésta no
puede actuar directamente, sino realizarse solamente a través de la se
gunda. Y como lo segundo es el nexo mediador entre lo primero y
lo tercero, tenemos que lo segundo se establece por lo primero superado
por lo segundo. Este tercero, que permanece invicto en el ser, es, esta.
blecido como espíritu, el poder ser y lo acabado, de tal modo que al
entrar en el ser está ahí el ser acabado. En el poder que se posee a sí
mismo, en el espíritu, termina la naturaleza. Ahora bien, este final pue
de entregarse también a un nuevo movimiento, realizado con concien
cia, formándose así por sobre la naturaleza un mundo nuevo, intelectual.
Y también esta posibilidad tiene que ser agotada por la ciencia, la que
se convierte así en filosofía de la naturaleza y del espíritu.
Mediante este proceso se elimina todo lo inmanente al pensamiento,
lo que se ha trocado en ser, y permanece la potencia que no necesita ya
trocarse en ser, que ya no tiene el ser fuera de sí, cuyo poder ser es su
ser; la esencia ya no sometida al ser, sino que tiene su ser en su verdad,
la llamada suprema esencia. De este modo, se ha cumplido la ley su
prema del pensamiento, potencia y acto se han. conjugado en una esen.
cía, el pensamiento está ya en sí mismo y es, por tanto, pensamiento
libre y no sometido ya a un movimiento necesario e incontenible. Se
ha alcanzado aquí lo querido al principio; el concepto que se posee a sí
mismo ( pues concepto y potencia son idénticos), por ser el único de
su clase tiene un nombre especial y por ser lo querido en un principio se
llama idea. Pues quien en el pensamiento no quiere fijarse en el resul
tado, aquel cuya filosofía no es consciente de su fin se asemeja al pintor
que pintaba y pintaba al buen tuntún, sin preocuparse de lo que saliera.
Hasta aquí, nos ha expuesto Schelling el contenido de su filosofía
negativa, y estos trazos generales bastan para que podamos darnos cuen
ta del carácter fantástico e ilógico de su modo de pensar. Este filósofo
es incapaz de moverse aunque sólo sea breves momentos en el campo
60 SCHELLING Y LA REVELACióN
del pensamiento puro; a cada instante se le interponen en el camino los
fantasmas más legendarios y más peregrinos; al verlos, los caballos que
tiran del coche de su pensamiento se encabritan y él mismo se olvida
de la meta para correr detrás de aquellas figuras fantasmagóricas.
A primera vista se da uno cuenta de que las tres potencias, reducidas
a su contenido escueto de pensamiento, no son más que los tres mo
mentos del desarrollo hegeliano a través de la negación, sólo que defor
mados, plasmados en su separación y aderezados con arreglo a ese fin
por la ·"filosofía conciente del fin que persigue". Es un triste espec
táculo ver cómo Schelling desplaza al pensamiento del éter sublime y
puro para hacerlo descender al plano de la representación sensible,
cómo arranca de su cabeza la auténtica corona de oro y se coloca una
Corona de papel dorado para que los chicos de la calle se burlen de él,
haciéndolo tambalearse entre la niebla y los vapores de la atmósfera
romántica poco habitual. Estas llamadas potencias no son ya, en modo
alguno, pensamientos, sino formas nebulosas y fantásticas en las que se
entrevén ya claramente por entre los cendales de las nubes que las en
vuelven los contornos de las tres hipóstasis divinas. Más aún, están
dotados de cierta conciencia propia, pues una "tiende" al ser, otra al no
ser y la tercera flota libremente entre ambas. "Se dejan sitio" unas
a otras, ocupan diferentes "lugares", "se desplazan", se ofrecen "re
sistencia", luchan entre sí, "tratan de negarse", "actúan" y "aspiran",
etcétera.
Esta extraña sensibilización del pensamiento responde también a una
falsa interpretación de la Lógica de Hegel. Aque11a imponente dialéc
tica, aquella fuerza propulsora interior que empuja a un desarrollo y un
renacimiento continuamente nuevos a las determinaciones sueltas del
pensamiento, como si fuesen 1a mala conciencia de su imperfección y
unilateralidad, hasta que, finalmente, renacen por última vez de la tum
ba de la negación como idea absoluta, en imperecedero e inmaculado
esplendor, no pudo captarla Schelling más que como autoconciencia de
las distintas categorías, cuando es en realidad la autoconciencia de lo
general, del pensamiento, de la idea.
Schelling pretende elevar el lenguaje del pathos a lenguaje absoluta
mente científico, sin habernos mostrado previamente el pensamiento
puro en el único lenguaje a él adecuado. Y, de otra parte, es igual
mente incapaz de captar el pensamiento del ser en su total abstracción,
como lo demuestra por el hecho de emplear constantemente como sinó
nimas las categorías del ser y de lo que es. Para él, el ser sólo es
concebible' como materia, como hylé, como enmarañado caos. Además,
ya ahora contamos con varias materias de éstas, con un "ser ilimitado",
otro "restringido", otro "moderado", otro "puro", otro "lógico", otro
"real", otro "sosegado", etc., y más adelante nos encontraremos todavía
con un "ser inmemorial" y un "ser contrario". Y resulta divertido ver
cómo estos diferentes seres chocan entre sí y se desplazan unos a otros
y cómo la potencia sólo puede elegir entre perderse en esta embrollada
turbamulta o seguir siendo un fantasma vacío. Y no se me diga que
SCHELLING Y LA REVELACióN 61
"Sí nos empeñáramos en afirmar, siguiendo una dialéctica débil, que Dios sólo
asume la potencia del ser antagónico para convertir la ciega" afirmación de su
existencia en una afirmación mediada por la negación, cabría preguntarse por
qué hace eso. No será .con vistas a sí mismo, puesto_ que conoce perfectamente
su potencia, es decir, que sólo podrá hacer objeto de su voluntad el ser distinto
de él con vistas a otros. Y en este apartarse de sí reside cabalmente la esen
cia de Dios, su beatitud; todos sus pensamientos se hallan solamente fuera de
él, en _la creación. Se trata, evidentemente, de un proceso de suspensión y res
.tableciinierit�, �r� entre medias queda el mundo todo,"
como algo concreto entre las tres potencias. Y así, éstas se revelan abo.
racorno causa materialis, ex qua; causa efficiens, per quam. y·causa finalis,
in quam (secundum quam) omnia fiunt.1
Si el ser inmemorial es condición de la divinidad, con la creación
1 Causa material, de lo que, causa eficiente, por la que, y causa final, para la que
{ según lo que) se hace todo.
SCHELLING· Y· LA REVELACióN 77
tenemos ahí a Dios en cuanto tal, ,como señor del ser, dentro de cuyo
poder se halla el establecer aquellas posibilidades como reales, o no:
Dios queda al margen de todo el· proceso y trasciende de aquella trilogía
de las causas, como causa causatum= Para no hacer aparecer el mundo
corno emanación de su esencia, podía Dios intentar unas en contra de
otras todas las posibles posiciones de las potencias, es decir, deiar pasar
ante sí como en un rostro el mundo futuro. Pues la simple omnipo.
tencia y ominiscencia no consiguen esto por sí solas, sino que las obras
existen como visiones del creador. Por eso se ha. glorificado siempre
a aquella potencia primigenia, el primer motivo del ser contrario; es la
maya de los indios ( nombre afín al de ''Ma.cht", que en alemán signi
fica potencia), que tiende las redes de lo meramente aparente para
mover al creador a la creación real, como la Fortuna primigenia. de
Preneste.49
No añadiré una sola palabra, para que no vuele el polvo mítico de
mariposa de esta visión.
El hecho de que Dios cree realmente es algo que no cabe demostrar
a. priori y que se explica por la única necesidad que a Dios puede atri,
buírsele, por la necesidad de ser reconocido, necesidad precisamente
propia sobre todo de las naturalezas más nobles. El Dios de la crea.
ción no es el Dios sencillamente simple, sino el Dios simple en una
pluralidad, y corno esta pluralidad ( aquellas potencias) es una plurali
dad cerrada dentro de sí, tenernos que el creador es el Todo.Uru»; y
esto es el monoteísmo. Corno sale al paso de todo, no puede tener su
igual, pues el ser sin potencia no puéd,e, en general ( ! ) . El Dios del
que sólo de pasada se dice que es el único, es solamente el Dios de los
teístas; el monoteísmo reclama la unicidad; sin la que Dios no es Dios,
mientras que el teísmo se, limita a la sustancia infinita. EL progreso,
partiendo de aquí, hasta llegar al que es Dios en relacíón. con las cosas
es el panteísmo; · en él, las. cosas son determinaciones· de Dios. Sola.
mente en el monoteísmo se contiene Dios como Dios real, corno Dios
vivo, en el que .la unidad de la sustancia desaparece en la potencia, de
jando el puesto a una unidad suprasustancial, en la que Dios es el Uno
insuperable frente a Tres. Aun tratándose pe varios; no se trata de varios
dioses, sino solamente del Dios Uno, no de varios en la divinidad. Así,
monoteísmo .y panteísmo, representan progresos con respecto. al teísmo,
que es la. expresión final, .de lo•· absoluto en la filosofía negativa. El
monoteísmo marca la transición al cristianismo;' pues la U nicidad tiene
su expresión determinada en la Trinidad,.:,. _ . . . . .
Por mucho que hagamos para comprender esta Trinidad corno quera
mos, tendremos siempre en ella a .. Tres contra Uno y a Uno contra
Tres. Si Dios es la Unidad de Tres, sólo puede serlo como Cuarto, o
de otro modo tendremos tres dioses. Si la divinidad es simplemente su
Unidad, del mismo modo podremos decir que la humanidad .es la uni
dad de todos los hombres, y tendremos corno un Dios un hombre so 0
descartar a los tres, y de tres personas jamás saldrá una sola. Se mani
fiesta abiertamente aquí la vieja contradicción de la Trinidad y se queda
uno asombrado ante la audacia de Schelling cuando afirma que esa
contradicción ha quedado resuelta. Que la Trinidad es la verdadera
expresión de la unidad es un pensamiento más tomado de Hegel, pero,
como de costumbre, trivializado al matar en él todo contenido. En
Hegel, la Trinidad sigue siendo una serie de gradaciones, de fases de
desarrollo de Dios, si queremos estatuirlas en él. En cambio, aquí
se pretende que los tres momentos aparezcan como tres personalidades
coexistentes, y se afirma con bastante originalidad. que la verdadera
personalidad de una persona consiste en :que sean. tres.
Sin embargo, hasta ahora no tenemos más que una sola persona, la
del Padre. · En efecto, cuando uno que existe antes aparte de sí otro
que pertenece a él, de tal modo que éste se realiza necesariamente,
podemos. hablar con razón de procreación. Ahora bien, si en. este pro.
ceso de realización se supera realmente el ser contrario (B), tenemos
que también la segunda potencia es señor de la misma como la primera,
y así la divinidad del Hijo es igual a la del Padre. Y también, así, 1a
tercera potencia, que, como esencia libre del ser, sólo puede cobrar su
ser después de haber vencido a B, pero entonces aparece dotado del
mismo esplendor y la misma personalidad y se manifiesta como Es
píritu. ·
Por. donde, a la postre, tenemos tres personalidades, pero no tres dio
ses, pues el ser es Uno y también el esplendor acerca de él es Uno
( ¡como si los dos reyes espartanos fuesen solamente uno, por ser una su
dominación!). En las potencias, mientras se hallan en tensión, vemos
simplemente el lado natural del proceso ("tensión" parece ser el proceso
de la filosofía negativa) como el nacimiento del mundo; es con las per
sonas con las que se abre el mundo de lo divino y la significación
divina de aquel proceso según el cual el ser, originariamente como
posibilidad en el Padre, le es dado al Hijo y es restituido de éste al
Padre como algo superado. Además de al Hijo, le es dado 'también por
el Padre y el Hijo al Espíritu, que tiene solamente el ser común a
ambos. La tensión de las potencias pasa a través de toda la naturaleza
y cada cosa tiene una cierta relación de ella. Todo lo que nace es un
cuarto factor entre las potencias, pero el hombre, en el· que se disuelve
totalmente la tensión, guarda ya una relación con las personalidades en
cuanto tales, pues en él se expresa aquel último momento de 1a 'realí
zacíón en el que las potencias se convierten en personas reales. Así,
pues, este proceso es para las cosas un proceso de creación y para las
personalidades un proceso teogónico.
De este modo, Schelling conjura del abismo del ser inmemorial y lo
saca por arte de encantamiento a la luz del día, sentando con e1lo la base
del cristianismo, no sólo el Dios personal, sino también el Dios trino, el
Padre, el Hijo y el Espíritu santo. No es ni puede ser mi propósito
señalar aquí, una por una, las inconsecuencias, arbitrariedades, aventu
radas afirmaciones, saltos, suposiciones y extravíos en que en este punto
SCHELLING Y LA REVELAGióN 79
incurre Schelling; si ya en el plano del pensamiento necesario estaba
la cosa embrollada, en el del pensamiento libre tenemos que contar
en esto reside lo esencial del neoschellingismo con una confusión
todavía mayor de mística y escolasticismo. Ni el lector puede exigir de
mí una paciencia tan sobrehumana. ni yo suponer en él un interés tan
grande por el asunto. Por otra parte, lo que se halla al alcance de la
mano no necesita ser descubierto. Lo único que yo me propongo es
seguir en líneas generales el orden de las ideas y poner de manifiesto
cómo entre Hegel y Schelling ocurre cabalmente lo contrario de 10 que
el segundo dice. Ahora, sobre el terreno cristiano, podemos dejar
que los hechos hablen más por sí mismos. En primer lugar, Schelling
explica su incapacidad para comprender el mundo por cuanto que no
alcanza a comprender el mal. El hombre dice habría podido
permanecer en Dios, y tampoco el no haberlo hecho fue obra de su
libre voluntad. . Lo que hizo con ello fue suplantar a Dios y ponerlo
todo nuevamente en juego donde parecía que todo se hallaba ordenado.
Separado de Dios, el mundo se abandonó a lo externo y el momen
to perdió su posición en cuanto tal. "En cierto modo", el Padre fue
desplazado de su sitio (más tarde, se prescinde del giro "en cierto
modo").
Sin embargo, aún no tenemos ante nosotros la Trinidad cristiana, la
voluntad propia del Hijo, independiente del Padre. Pero ahora aparece
al final de la creación algo nuevo, el B que se posee en el hombre mis
mo. De su opción depende el ser o no uno con Dios. No lo quiere, y
con ello retrotrae la potencia superior a la potencialidad, que ahora,
separada del Padre por la voluntad del hombre, es tanto Hijo del Hom.
bre como Hijo de Dios ( tal es el significado de lo que se dice en el
Nuevo Testamento) y se halla dotado de un ser divino.extradívíno.
Ahora, puede seguir al ser en la extradivinidad y retrotraerlo a Dios.
El Padre se vuelve ahora de espaldas al mundo y ya no actúa en él
con su voluntad, sino con su ausencia de voluntad ( tal es el verdadero
significado de la cólera divina). El Padre no ha destruido así tampoco
el mundo malo, sino que lo ha conservado en gracia al Hijo, como
aparece escrito. En él, es decir, en. gracia a él, se han hecho todas las
cosas. Tenemos, pues, aquí dos tiempos, el eón del Padre, en que el
ser ( el mundo) yacía aún como potencia en el Padre y el Hijo no era
aún independiente, y el eón del Hijo, el tiempo del mundo, cuya histo
ria es la del Hijo. Y este tiempo tiene, a su vez; dos partes; en la
primera, el hombre se halla totalmente bajo el poder del ser contrario,
de B, de las potencias cósmicas. El Hijo se halla aquí en estado de
negación, de la más profunda pasividad, del ser ( es decir, del mundo),
primeramente excluido, no libre, fuera de la conciencia humaria. Sólo
puede actuar de un modo natural con vistas a la conquista del ser. Es
el tiempo de la federación antigua, en que el Hijo no aspira a la domi
nación del ser movido por su voluntad, sino impulsado por su natura
leza. Hasta ahora, faltaba en la ciencia, a nadie se le había ocurrido,
este significado de aquel tiempo. Aparece señalado del modo más
80 SCHELLING Y LA REVELACióN
"Cristo, aun siendo en forma divina ( �v µOQ<Pñ iteou), no tuvo por usurpación
( «Qitayµa) ser igual a Dios, sino que se manifestó ( �?tivro<Je) a sí mismo, to
mando forma de siervo y haciéndose igual a cualquier otro hombre y en la
condición humana; se humilló a sí mismo y fue .. obediente hasta la muerte, y
hasta la muerte en la cruz."
SCHELLING Y LA REVELACióN 89
una filosofía positiva judía o mahometana. Y hasta tendría que ser
distinta para el catolicismo y para la Iglesia anglicana. Todas ellas son
igualmente legítimas, "pues aquí no se trata del dogma, sino del he
cho". A base del pensamiento "libre" que se postula, • puede construirse
todo corno absoluto. Y, concretamente, en el mahometismo aparecen
los hechos mucho mejor construidos que en el cristianismo.
Con lo dicho hemos terminado, pues, con la filosofía de Schelling, y
sólo debemos deplorar que un hombre como él caiga de este modo en
los nudos de la fe y de la ausencia de libertad. De joven, pensaba
de modo muy distinto, Emergían entonces de su agitada cabeza figu
ras de Palas, algunas de las cuales todavía corrían delante de todas en
las luchas de tiempos posteriores; entonces, navegaba libre y audazrnen.
te por el mar abierto del pensarníento.. poniendo proa al descubri
miento de la Atlántida, de lo absoluto, cuyos contornos.veía con tanta
frecuencia dibujarse allá en el lejano horizonte del mar, en el sueño
resplandeciente de la Fata Morgana; todo el fuego de la juventud en
cendía entonces en él las llamas del entusiasmo, como un profeta em
briagado de Dios, que profetizaba nuevos tiempos, aunque a veces, arras.
trado por el espíritu que lo dominaba, no conociese el significado de sus
palabras. Abría de par en par las puertas del filosofar, para que el hálito
fresco de la naturaleza. soplase en las moradas del pensamiento abstracto
y los cálidos rayos primaverales cayeran sobre las simientes de las cate
gorías y despertasen todas .las fuerzas latentes en ellas. Pero el fuego
se apagó, decayó el ánimo. y el mosto en fermentación se convirtió en
amargo, vinagre antes de tener tiempo de clarificarse como vino. La
intrépida nave que danzaba alegremente sobre las aguas viró en redondo
y fue a encallar en el tranquilo puerto de la fe, y su quilla se clavó con
tanta fuerza 'en la: arena, que allí sigue todavía. Allí está el buque, .des.
arbolado Y· maltrecho, sin qt1e, nadie sea capaz de reconoceren el casco
náufrago la vieja. nave que un día surcó los mares a velas desplegadas
y ondeando al viento sus banderas. Hace tiempo que. las velas han des
aparecido; podrídas.. los mástiles .se han venido a tierra; . por entre las
planchas abiertas del. casco penetra el agua. y n uevas arenas van cubríen.
do y enterrando deplorable despojo.
Volvamos la espalda :á esta miria de los tiempos. Hay espectáculos
más bellos 'en. que recrear la vista. Nadie se empeñará en mostrarnos
estos restos de un naufragio y decirnos .que se trata de un velero. co
mercial, mientras en otro puerto .toda una flota· de orgullosas fragatas
se dispone a hacerse a la mar. Nuestra salvación, nuestro. porvenir
están en otra parte. Hegel es el hombre que· ha abierto una nueva
era, .en la conciencia, poniendo fin a la anterior; Y es muy caracterís
tico que este pensador se vea ahora atacado por dos flancos, en uno por
su predecesor Schelling y en el otro por su más joven continuador, Feuer
bach. Si éste reprocha a Hegel el que se halla todavía profundamente
sumido en lo viejo, debiera pararse a pensar que la conciencia en torno a
lo viejo es ya cabalmente lo nuevo, que lo viejo entra precisamente en la
historia cuando se revela plenamente a la conciencia. Y así, Hegel, es, cier.
90 SCHELLING Y LA REVELACióN
su hoguera con lo más precioso que hay en el mundo, para renacer, re
juvenecido, de las llamas en las que se consume la vieja época.
¡Aportemos, pues, a la hoguera de este fénix, para poder llegar a ser
libres, lo que tengamos de más caro y más amado, lo que tengamos
por más grande y más· sagrado! ¡No consideremos ningún amor, nin
guna ganancia, ninguna riqueza, lo bastante alta para no sacrificarla
alegremente a la ideal ¡Luchemos y demos nuestra sangre, mirando fija
mente a los coléricos ojos del enemigo, y perseveremos en el combate
hasta el final! · ¿No veis nuestras banderas tremolar en : lo alto de la
montáfia?···¿No veis las espadas de .nuestros camaradas: brillar y agitarse
las plumas de sus yelmos? ¡ Vedlos. acudir de. todos: los valles, afluir
hacia · nosotros, bajando de .todas las alturas, con cánticos· y senar de
trompetas! ¡Er día de la grarrdecísíón; de la batalla. de los pueblos; se
acerca, y la victoria, pase lo que pase, será. nuestral · · ·