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CAPITALISMO
ASIGNATURA:
Desarrollo I
CATEDRATICO:
Héctor Suazo
ALUMNA:
Esthefani Carolina Reyes Diaz
CUENTA:
20172001526
SECCION:
1800
PERIODO:
III
UNIVERSIDAD DEL VALLE DE SULA, SAN PEDRO SULA 10 DE NOVIEMBRE DEL 2021
CONTRADICCIÓN 1
CONTRADICCIÓN 2
El valor de cambio requiere una medida de «cuánto» valen unas mercancías en relación con otras.
Sabemos muy bien cuáles son las funciones técnicas básicas de la forma capitalista del dinero. Es un
medio de circulación (que facilita los intercambios resolviendo el problema de la «no coincidencia de
intereses» que limita el trueque directo); ofrece una única vara de medir los valores económicos de
todas las mercancías en el mercado, y también una forma de almacenar el valor.
El dinero es, en primera instancia, un medio con el que puedo reclamar una parte del trabajo social
de otros; esto es, un título sobre ese trabajo invertido en la producción de bienes y servicios para
otros colocados en el mercado (eso es lo que diferencia una «mercancía» de un «producto» como los
tomates que cultivo en mi huerto para mi propio consumo).
En una sociedad compleja, como la que el capital ha construido, dependemos en gran medida del
trabajo de otros para obtener los distintos valores de uso que necesitamos para vivir, y cuya
disponibilidad damos por segura.
Lo que el dinero representa es el valor social de toda esa actividad, de
todo ese trabajo. El «valor» es una relación social establecida entre las actividades de millones de
personas de todo el mundo. Como relación social, es inmaterial e invisible (como la relación entre yo
mismo, el autor de este libro, y quien lo lee). Pero al igual que los valores morales y éticos en
general, ese valor inmaterial tiene consecuencias objetivas para las prácticas sociales. En el caso del
trabajo social, el «valor» explica por qué los zapatos cuestan más que las camisas, las casas cuestan
más que los automóviles y el vino cuesta más que el agua.
Al ser inmaterial e invisible, el valor requiere alguna representación material, y ésta es el dinero. El
dinero es una forma tangible de apariencia, así como símbolo y representación de la inmaterialidad
del valor social.
Esa disparidad entre el dinero y el valor que representa constituye la segunda contradicción
fundamental del capital.
El dinero, podemos decir de entrada, es inseparable pero también distinto del trabajo social que
constituye el valor. El dinero oculta la inmaterialidad del trabajo social (valor) bajo su forma
material.
Consideraremos algunos ejemplos dentro de un momento. La inseparabilidad entre el valor y su
representación es importante. Deriva del hecho simple de que sin el dinero y las transacciones que
facilita, el valor no podría existir como relación social inmaterial. Con otras palabras, el valor no
podría formarse sin la ayuda de su representación material (el dinero) y las prácticas sociales del
intercambio. La relación entre dinero y valor es dialéctica y evolutiva –ambos surgen juntos–, pero
no causal.
El «dinero de cuenta» permite prescindir de los pagos con dinero físico real en el momento de la
venta o compra, remitiéndolos al pago del saldo neto al cabo de cierto periodo.
De todo esto deriva un uso peculiar y aparentemente tautológico del dinero. Éste, que supuestamente
mide el valor, se convierte a su vez en un tipo de mercancía, el capital-dinero.
La oferta de los metales preciosos es relativamente inelástica, por lo que mantienen su valor relativo
frente a todas las demás mercancías cuando pasa el tiempo (aunque estallidos de actividad
productiva, como la fiebre del oro en California, crearon algunos problemas).
Pero el dinero-mercancía es difícil de usar diariamente para la compra y venta de artículos de bajo
valor, por lo que las monedas, fichas y al final trozos de papel y luego dinero electrónico se hicieron
mucho más habituales en los mercados del mundo.
Cuando la mercancía-dinero es representada por números, se introduce en el sistema monetario una
paradoja seria y potencialmente engañosa. Mientras que el oro y la plata son relativamente escasos y
de oferta constante, la representación del dinero por números permite que la cantidad disponible se
expanda sin ningún límite técnico.
Además, el auge de monedas de cuenta y lo que es aún más importante del dinero crediticio
(empezando por el simple uso de pagarés) pone en buena medida la creación de dinero en manos
individuales y de los bancos arrebatándosela a las instituciones estatales, lo que suscitó
intervenciones e imposiciones reguladoras por parte del aparato estatal en lo que a menudo no han
sido sino intentos desesperados de gestionar el sistema monetario.
El dinero-mercancía es bueno como depósito de valor, pero disfuncional cuando se trata de hacer
circular las mercancías en el mercado. Las monedas y el papel moneda son muy buenos como
medios de pago, pero menos seguros como depósitos de valor a largo plazo. El dinero fiduciario de
circulación obligada emitido por el Estado (obligada porque los impuestos deben pagarse en esa
moneda) están sometidos a los caprichos políticos de las autoridades emisoras (por ejemplo, las
deudas se pueden desinflar simplemente imprimiendo dinero).
El precio realmente realizado en una venta individual depende de condiciones particulares de oferta y
demanda en un lugar y momento particular.
No existe una correspondencia inmediata entre el precio singular y la generalidad del valor. Sólo en
mercados competitivos con un funcionamiento perfecto podemos prever la convergencia de todos
esos precios de mercado singulares efectivamente realizados en torno a un precio medio que
representa la generalidad del valor, aunque es precisamente porque los precios pueden divergir por lo
que pueden oscilar hasta proporcionar una representación más firme del valor.
Cada capitalista ansía poder vender con un precio de monopolio y evitar la competencia.
Esa divergencia cuantitativa entre precios y valores plantea un problema: los capitalistas responden
necesariamente a los precios y no a los valores porque en el mercado ven únicamente precios y no
cuentan con un medio directo para estimar los valores. En la medida en que existe una distancia
cuantitativa entre precios y valores, los capitalistas se ven obligados a responder a las
representaciones engañosas más que a los valores subyacentes.
inversiones en él era muy alto. El crédito fácil significaba un alza continua del precio de la vivienda
y la elevada rotación significaba una plétora de oportunidades para ganar comisiones y honorarios
exorbitantes en las transacciones realizadas en ese mercado.
Las contradicciones surgidas de la forma dinero son por tanto múltiples. Las representaciones, como
ya hemos observado, falsifican incluso lo que representan. En el caso del oro y la plata como
representaciones del valor social, se toman las circunstancias particulares para la producción de esos
metales preciosos como medida general del valor coagulado en todas las mercancías.
El dinero es, merece la pena repetirlo, tan inseparable del valor como el valor de cambio lo es del
dinero.
en otros aspectos de la economía. Si el dinero se oxida sería imposible ahorrarlo para futuras
necesidades. Los fondos de inversión en pensiones, por ejemplo, desaparecerían.
La Seguridad Social, en cambio, debería cubrir unos derechos de jubilación independientes en
principio del ahorro de dinero para el futuro.
Se concentraría así la atención en lo que realmente importa, que es la creación continua de valores de
uso mediante el trabajo social y la erradicación del valor de cambio como medio principal de
organización de la producción de valores de uso.
. La aparición de nuevas formas de ciber monedas, como el bitcoin, sugiere que el propio capital trata
de inventar nuevas formas monetarias.
CONTRADICCIÓN 3
CONTRADICCIÓN 4
CAPITAL Y TRABAJO
La apropiación y explotación de la fuerza de trabajo de unos seres humanos por otros es una
característica desde hace mucho tiempo de la organización humana.
También viene siendo una práctica habitual desde hace mucho tiempo la radicalización, etnización o
discriminación de género de tales relaciones de dominación, apropiación y explotación de seres
humanos supuestamente inferiores en el plano cultural, religioso o incluso biológico, que podían ser
obviamente monetizadas y mercantilizadas.
Pero lo que compra y vende el capital, y eso es lo que hace distinto y peculiar a este modo de
producción, es la fuerza de trabajo intercambiada como mercancía. El trabajador dispone de ella y se
la vende al capitalista en un mercado de trabajo supuestamente «libre». La compraventa de servicios
laborales precedió por supuesto al ascenso del capitalismo, y es muy posible que siga existiendo
mucho después de que el capital haya dejado de existir como una forma viable de producir y
consumir.
Esa «equidad» se basa en la idea de que los trabajadores tienen un derecho de propiedad privada
individualizada sobre la fuerza de trabajo que pueden proporcionar al capital como una mercancía
(una mercancía que tiene para el capital el valor de uso de poder producir valor y plusvalor) y de que
son «libres» para disponer de esa fuerza de trabajo de la forma que prefieran y vendérsela a quien
quieran.
La mercantilización de la fuerza de trabajo es la única forma de salvar una contradicción
aparentemente insoluble de la circulación del capital.
Esto contradice la suposición de que habrá más valor para todos los capitalistas porque en un sistema
capitalista que funcione bien todos los capitalistas tienen que obtener un beneficio. ¿De dónde viene
entonces el valor extra que asegura un beneficio cuando el sistema de mercado depende en principio
de la igualdad en los intercambios? Tiene que existir una mercancía con la capacidad de crear más
valor que el suyo propio, y esa mercancía es la fuerza de trabajo.
El efecto es transformar el trabajo social –el trabajo que se hace para otros– en trabajo social
alienado.
Los trabajadores quedan, en resumen, en una situación en la que no pueden hacer otra cosa que
reproducir mediante su trabajo las condiciones de su propia dominación.
Aunque la relación entre el trabajador y el capitalista es siempre una relación contractual individual
(en virtud del carácter de propiedad privada de la fuerza de trabajo), no es difícil ver que, tanto en el
mercado laboral como en el proceso de trabajo, surge una relación de clase general entre capital y
trabajo que involucrará inevitablemente.
Tanto el capital como el trabajo se hallan dentro de los límites de su derecho al contender por esas
cuestiones, y como dijo Marx, «entre derechos iguales, es la fuerza [Gewalt] lo que decide»
Cuanto más éxito tiene el capital en su lucha contra los trabajadores organizados, mayores son sus
beneficios.
El poder regulador del Estado –por ejemplo, la legislación para limitar la duración de la jornada
laboral o las condiciones de trabajo arriesgadas y la exposición a sustancias peligrosas– está a
menudo implicado en esas relaciones.
También la señalan algunos como verdadera fuente subyacente de todos los tipos de crisis
económicas. Ha habido ciertamente lugares y momentos en los que la teoría de que las crisis se
debían a la «contracción de beneficios» parecía la más convincente.
En cualquier caso, la contradicción entre capital y trabajo no puede ser única como explicación de las
crisis, ni conceptualmente ni tampoco, en último análisis, políticamente. Está entrelazada y depende
de su relación con las demás contradicciones del capital (por ejemplo, la contradicción entre valor de
uso y valor de cambio).
Aunque la supresión final de la contradicción entre capital y trabajo y la creación de condiciones
para un trabajo no alienado sean el principio y fin de un proyecto político alternativo, esos objetivos
no se pueden alcanzar sin resolver las demás contradicciones, como la de la forma dinero y la
capacidad privada de apropiarse de la riqueza social, con las que están asociados.
La consideración de la contradicción capital-trabajo apunta ciertamente al proyecto político de
superar la dominación del capital sobre el trabajo, tanto en el mercado laboral como en el lugar de
trabajo, mediante formas de organización en las que los trabajadores asociados controlen
colectivamente su propio tiempo, su propio proceso de trabajo y su propio producto. El trabajo social
para otros no desaparecería, pero sí lo haría el trabajo social alienado.
Si el propósito
de esas formas de organización del trabajo no capitalistas es todavía la producción de valores de
cambio, por ejemplo, y si la capacidad de personas privadas para apropiarse del poder social del
dinero permanece incontrolada, entonces los trabajadores asociados, las economías solidarias y los
regímenes de producción centralmente planificada acaban fracasando o se convierten en cómplices
de su propia auto explotación.
Es también ahí donde aparecen más claramente las complejas interacciones entre las contradicciones
del capital y las del capitalismo.
las asociadas a la discriminación racial, de género y de otros tipos. La segmentación y segregación
del mercado laboral y del de la vivienda según líneas raciales, étnicas y de otro tipo, por ejemplo, son
rasgos prácticamente omnipresentes en todas las formaciones sociales capitalistas.
CONTRADICCIÓN 7
LA CONTRADICTORIA UNIDAD ENTRE PRODUCCIÓN Y REALIZACIÓN
En su flujo, el capital pasa por dos puntos críticos importantes en los que se registra y verifica su
rendimiento para alcanzar el incremento cuantitativo, que constituye el fundamento del beneficio.
La continua circulación de capital depende del paso con éxito (expresado como tasa de beneficio)
por dos momentos: primero la producción en el proceso de trabajo y, segundo, la realización en el
mercado.
Con ese fin, es muy conveniente (aunque no esencial) que el capital disponga de una vasta reserva de
mano de obra formada, pero sin utilizar –lo que Marx llamaba «ejército industrial de reserva»–, a fin
de contrarrestar las aspiraciones de los trabajadores empleados.
También sería importante para el capital evitar en la medida de lo posible cualquier forma de
organización colectiva de los trabajadores y controlar por cualquier medio a su alcance todo intento
de ejercer una influencia política sobre el aparato del Estado.
el terreno de la producción. Llega a cierto número de conclusiones teóricas incómodas, aunque sólo
esbozadas (nunca concluyó la redacción del volumen de forma definitiva).
Además, si se descargan sobre las espaldas del trabajador y su familia los
costes de su reproducción social, entonces los trabajadores no comprarán bienes y servicios en el
mercado. Lo más paradójico es que cuanto más asumen los trabajadores el coste de reproducirse a sí
mismos, menos incentivos tendrán para trabajar para el capital.
El capitalismo, como formación social, se ve perpetuamente atrapado en esa contradicción. Puede
tratar de maximizar las condiciones para la producción de plusvalor, pero con ello amenaza la
capacidad para realizar ese plusvalor en el mercado, o mantener una demanda efectiva alta en el
mismo dando poder a los trabajadores, pero con ello amenaza la posibilidad de crear plusvalor en el
lugar de producción.
Esta exposición general es, por supuesto, una gran simplificación, pero ofrece una clara ilustración
de cómo se ha manifestado históricamente la contradictoria unidad entre producción y realización.
La contradicción entre producción y realización puede, sin embargo, mitigarse de diversas formas.
Existe incluso una forma aún más relevante para contrarrestar esa contradicción: el recurso al
crédito. No hay nada en principio que impida que se concedan créditos para mantener tanto la
producción como la realización del valor y el plusvalor.
Pero las intervenciones del sistema de crédito también han sido constructivas en ciertos aspectos y
han desempeñado un papel positivo en el
mantenimiento de la acumulación de capital en tiempos difíciles. Como consecuencia, la
contradicción entre producción y realización se ha desplazado hacia atrás, a la contradicción entre el
dinero y las formas de valor.
La contradicción entre producción y realización se interioriza dentro del sistema de crédito, que por
una parte emprende actividades especulativas insanas (del tipo de las que generaron la burbuja
inmobiliaria) mientras que por otra parte contribuye a superar muchas de las dificultades para
mantener un flujo continuo de capital salvando la unidad contradictoria entre producción y
realización.
El problema subyacente nunca desaparecerá del todo mientras permanezcan las contradicciones entre
valor de uso y valor de cambio y entre el dinero y el trabajo social que representa.
El productor capitalista que organiza la producción de valor y plusvalor no es necesariamente el que
realiza ese valor. Si introducimos las figuras del capitalista mercantil, de los banqueros y financieros,
de los propietarios y promotores inmobiliarios, de los recaudadores de impuestos, etc., vemos que
hay distintos puntos donde se pueden realizar el valor y el plusvalor.
La otra vía para salvar la contradicción producción-realización consiste en sustraer a los trabajadores
cualquier participación en el excedente que puedan haber adquirido para sí mismos, exigiendo
precios exagerados o imponiendo tasas, rentas o impuestos a las clases trabajadoras para disminuir
sus ingresos discrecionales y su nivel de vida. Esta práctica puede tener lugar también mediante la
manipulación del salario social, de manera que las ganancias obtenidas en derechos de pensiones,
educación, sanidad y servicios básicos puedan ser recuperadas por los capitalistas como parte de un
programa político de acumulación por desposesión.
El capital puede ceder a las demandas de los trabajadores en el punto de producción, pero volver a
recuperar lo cedido o perdido mediante extracciones abusivas en el espacio de vida.
Producción significa en este campo producción de espacio y la realización cobra la forma de
ganancias del capital en concepto de renta de la tierra y valores inmobiliarios, con lo que los
promotores y rentistas aumentan su cuota de poder frente a otras facciones del capital.
La unidad contradictoria entre producción y realización se aplica, entonces, tanto al destino vital de
los trabajadores como al capital. La conclusión lógica, que la izquierda ha solido en general dejar de
lado, cuando no ignorar supinamente, es que existe necesariamente una unidad contradictoria en el
conflicto y la lucha de clases entre las esferas del trabajo y la vida.