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Borís Groys
de innovación y cambio, es cierto. Pero con ello se quiere decir casi exclu-
sivamente innovaciones técnicas.
Una innovación de las opiniones solo es realizable cuando no sólo se
cree en la posibilidad de reconocer la verdad sino que también se espera
por la verdad que procura verdad. Pero resulta que nuestra sociedad post-
ilustrada no cree en la verdad. La ambición de verdad es vista como truco
publicitario, como enojosa y desagradable estrategia de venta, como envol-
tura de engaño par excellence. O, peor aún, como obligación totalitaria,
como orden de compartir una opinión aunque no se quiera, como ataque
traicionero a la libertad y dignidad de los consumidores. Bajo esas condi-
ciones la religión tiene más oportunidades que la filosofía o la ciencia de
tener éxito en el mercado de las opiniones, y ello en dos sentidos. Primera-
mente, las religiones históricas son viejas marcas registradas. Ya por eso le
llegan a la gente mejor que las teorías filosóficas o científicas. Dígase lo
que se quiera decir al respecto: Cristo, Mahoma o Buda son superestrellas.
Ni siquiera Platón o Descartes pueden medirse con ellos, para no hablar de
los filósofos actuales. El que quiera tener éxito en el mercado de las opinio-
nes hace bien en remitirse a los padres fundadores de las religiones. Las
universidades se resisten a ello, pero es solo cuestión de tiempo hasta que
desistan de su resistencia.
hacer desaparecer en él toda figuración, así mismo los sitios sacros de las
religiones son los espacios en los que la medialidad del ser humano puede
ser tematizada por ser espacios en los que el hombre pierde todas sus
opiniones y se encuentra en estado de ausencia de éstas.
La experiencia de la ausencia de opiniones, que es una experiencia
genuinamente religiosa, no está atada necesariamente a determinados si-
tios. Uno cae en la situación de ausencia de opiniones más a menudo y más
cotidianamente de lo que suele creerse. Esta se produce siempre, por ejem-
plo, cuando una persona se enfrenta a una situación en la que todas las
opiniones existentes fracasan. La misma situación puede surgir también
cuando la persona ya no quiere tener opiniones, cuando está harta del
mercado de opiniones, de la adquisición y difusión de opiniones; cuando
percibe que todas las opiniones existentes se anulan mutuamente. Entonces
la persona se encuentra en el nivel cero de la libertad de opinión y se vuelve
consciente de su propia medialidad. La libertad de opinión se convierte en
abandono de las opiniones: la persona se vuelve libre por igual de todas las
opiniones, es abandonada por todas las opiniones a la vez. ¿Qué debe
hacer esa persona? ¿Cómo reaccionar al abandono total de las opiniones?
La religión y la filosofía dan a esta cuestión –por lo menos a primera vista–
distintas respuestas. La filosofía cree que la persona en este caso tiene que
inventar una nueva opinión, una nueva verdad que la saque del estado de
ausencia de opiniones. La religión, por el contrario, considera esta reacción
como demasiado superficial, demasiado optimista, pues la persona religio-
sa anticipa desde el mismo comienzo el próximo paso, en el que la nueva
verdad, a su vez, es absorbida por el mercado de opiniones. La religión
ofrece otra solución: perseverar en la ausencia de opinión, atarse a la larga
historia de la ausencia de opiniones, que es la verdadera historia de las
religiones. El individuo de la religión no es un ser de opiniones, no es un
representante o un productor de opiniones, es un ser que se concibe a sí
mismo como medio puro.
Como tal, practica una pura repetición, una repetición que ya no es la
repetición de una determinada opinión sino un ritual vacío de opiniones.
Así, el protagonista de Nostalgia, el filme de Tarkovski, al caer en el
estado de total ausencia de opiniones, empieza a andar una y otra vez el
mismo camino de ida y vuelta. De ningún modo este camino lleva adelante
al protagonista, entiéndase lo que se entienda por «adelante»; más bien lo
que el protagonista hace es darle continuidad al movimiento hacia delante y
hacia atrás que, precisamente a través de su solitaria y desesperada
El medio religión 5
guez From Dusk till Down, defender el cuerpo humano, que también es
mostrado como cuerpo mudo, como lugar de la indiferencia y del aburri-
miento en relación con toda convicción o ideología, como cuerpo más allá
de las opiniones.
Al ser la religión un sitio de revelación de la medialidad del hombre,
puede ser entendida como la vanguardia del mundo actual determinado por
los medios masivos de comunicación, de igual modo que la vanguardia
artística funcionó como revelación de la medialidad del arte. Pero el interés
de los medios masivos por la religión no es simplemente teórico, pues la
revelación de la medialidad de los medios es también un acontecimiento,
una noticia que puede y debe ser difundida. Sin los medios masivos esa
noticia sería silenciada, la revelación seguiría siendo un secreto. Los luga-
res de lo sacro son per definitionem lugares cerrados, ocultos, oscuros.
Esos lugares existen también en nuestro mundo globalizado. Por una parte
se trata de los todavía bien protegidos lugares de las religiones tradiciona-
les. Y por otra surgen constantemente nuevos lugares de conspiraciones
secretas, separaciones violentas de la amplia opinión pública, así como
oscuros éxtasis individuales y colectivos.
Estos lugares atraen sobre sí constantemente el interés mediático, pues
lo oculto, cerrado, oscuro, impenetrable es de sumo interés para los medios
actuales. Los medios aspiran a sacar a la luz pública lo oculto y cerrado.
Por eso se sienten fascinados y provocados por la inaccesibilidad de los
rituales sagrados. Durante décadas se escribieron novelas y se hicieron
filmes sobre la secreta vida amorosa de los curas. Hoy en apariencia se ha
logrado descifrar definitivamente el código da Vinci, y así Cristo mismo se
vuelve finalmente una estrella, un personaje famoso que como tal no pue-
de ser concebido sin alguna historia develadora de secretos. Los medios
masivos procuran constantemente sobrepujar la revelación por medio de la
develación, y así demuestran tan solo su propia repetitividad intrínseca. La
posibilidad suprema que se abre a los medios de comunicación es difundir
una buena nueva, según la cual hoy se publica lo que antes permanecía
oculto; escribir un nuevo Evangelio que quizás en el nivel de la opinión
contradiga al viejo, pero que repite el familiar ritual de la revelación. La
maquinaria develadora de los actuales medios es simplemente la reproduc-
ción técnica del ritual religioso de la revelación. La religión es un medio
originario que siempre celebra su retorno cada vez que se difunden y creen
noticias.
Traducción del alemán, para Criterios: Orestes Sandoval López