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¡Benditos y alabados seáis!

En el Nombre del Padre, en


el Nombre de este Niño pequeño, Mi Hijo, y en el Amor del
Espíritu Santo, con San José y conmigo. ¡Bendito seáis!
Amén, amén y amén.

(Durante el Rosario he visto una luz fuerte y brillante que


nos iluminaba y llegaba hacia la altura nuestro corazón;
después estaba encima de nuestras cabezas, pero bastante
grande y tiempo prolongado, me hacían sentir que era el
Espíritu Santo. He estado viendo escenas del Niño Jesús
cuando lo llevaron al Templo, y como Simeón sintió esa
fuerza tan grande, esa moción, para ir al Templo y ver al
Niño: El instante en que se lo entregó la Virgen, y él lo
levantó en alto hacia el Padre ofreciéndolo, siendo ese, un
momento sublime de deleite sobrenatural, de un gran silencio
y recogimiento, quedando con Ana, lleno del Espíritu Santo.
Ha estado muy presente el Espíritu Santo, y también San
José, muy sobrecogido, muy anonadado por lo que estaba
pasando en el Templo.
Querían hacernos entender, que todas nuestras cosas
tenían que estar envueltas con la Luz del Espíritu Santo).

9 de Febrero del 2011

Jesús:
...Y me regocijo en vosotros pequeños.
Gracias por estar aquí un miércoles más, gracias, vuestro
Jesús, vuestro Dios y su Madre agradecen todas las muestras
de cariño de los hijos.
Pequeños, la paz sea con vosotros en este día en el que Mi
mirada se posa sobre cada uno.
Mis pequeños, ¿sabéis lo que significa que la mirada de
Dios se pose sobre cada uno? Mi mirada, pequeños, es una
mirada eterna sin principio y sin final, plena de eternidades,
plena de amor por cada uno de vosotros, hijos amados. Mi

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