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Violencia y mentalidad colonial en el Perit Fundamentos para una critica de la raz6n colonial Luis Guillermo Lumbreras Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales * UNMSM_ Instituto Nacional de Cultura + Direccién Regional de Cultura de Cusco Violencia y mentalidad colonial en el Pera Primersedicién Lima, enero de 2006 Inidad de Post-Grado E-mail: postes@unmsm.cdu.pe, Web: Instituto Nacional de Cultura (Cuidado de la edicin: RaGl Huerta Bayes ISBN: 9972-2670-9-1 ‘Hecho el depésitoJegal en la Biblioteca Nacional del Per: 2006-0869 Impreso en Pert Printed in Peru CONTENIDO Presentacién Prefacio Capitylo Lavisién indigenista del Peri: de Garcilasoa Valeércel Capitulo? Esquema de la historia del Pert Capitulo ‘EvoluciGn del poder en los Andes Capftulo 4 Esbozodeunaeritica de Ia raz6ncolonial Capitulos Cultura, tecnologia y modelos alternatives de desarrollo Capitulo Cultura popular, modernidad y Universidad Capttulo? Lacuestién de! patrimonio cultural en las condiciones pluriculturales de origen colonial: el caso del Pert Capitulos Antecedentes de la crisis Capitulo9 ‘Ante la encrucijada del terrorism Capftulo20 El Trapecio es baluarte de la resistencia andina 13 37 49 7 qt 123 4s 165 179 183 193 Cartruo 5 CULTURA, TECNOLOGIA ¥ M@BELOS | ALTERNATIVOS DE BESARROLLO" \ *4 | Hace quinientes afios, con la llegada de los espafioles y portu- | gueses a este continente, 6 la formacién de una nueva ‘cultura que desde hace algin tiempo lamamos latinoamerica- sa. Millones de gentes de distintos pafses nos identificamos ‘ton ella, pero el discurso de nuestra identidad ‘tropieza con el Signo colonial de sus origenes. Bs el punto en el que no sae- ‘mos qué somos y menos ain qué queremos Ser. ‘Gon una firme conciencia culposa, quizés por tener cos- tumbres y lengua de origen colonial, nos sentimos comprome- Udos con la necesidad de denostar de nuestros antepasados europeos, a quienes ‘atribuimos la culpa original de nuestros malestares y desdichas, a la par que nos sentimos orgullosos Y dolidos con el recuerdo roméntico de la magica edad de ins ‘autonomfas indigenas, aunque no nos sintamos nada cémodos aimeido nos confunden con sus’descendientes. Esta compleja red de lealtades y vergilenzas hace que tengamos que acudir TT tercerismo de llamamos «mestizos», porque asf quedamos es de temores y compromi ‘La consigna mestiza tiene la virtud de mantener vigente i signo colonial de nuestra conducta, porque Ia tercera posi- Sion nos permite denostar de los invasores europeos de an- fee, pero no nos immpide programar nuestra existencia como st faéraenos parte de ellos ahora; del mismo modo como Ia exal- tacion orgullosa de los logros indfgenas de antes tampoco nos Impide segcegar y despreciar a los de ahora. Ser mestizo es romener que cargar con el estigma de los antepasados genoci- das ni con el de ser indigenas en el presente; es pensar y Indigesista, 1 Este trabajo se publied originalménte en el atdbal de las ‘Seminario Internacional Anterindia hacia el Ter patron, Revista Mensual del Banco Nacioral € Comercio dude uexio, con peqvenas modifcaciones editorials. Vo. 42 C3): 199- 205, México, 1992. ' _ 123 actuar como europeo con un anecdético matiz local de sabor nacional. Todo esto se traduce en una dudosa conducta respecto al futuro, en cuya propuesta no cabe la alternativa indigena, a Ja que consideratos como una condicién ya pasada, y en cambio situamos como deseable el pasado europeo a cuyo presente siempre consideramos futuro... Todo esto se fragué en quinientos afos, cinco siglos que fueron también el marco temporal en el que se forj6 el mundo capitalista. Latinoamérica nacié cuando nacian los «tiempos modernos» y crecié mientras crecia y se resolvia la Revolu- ccién Industrial en todas sus partes. Somos parte de esa histo- ria, pero en condicién colonial; eso quizé explica en parte por qué esa revolucién no nos afect6 de la misma manera a noso- tros y a los otros. En efecto, Europa inicié una carrera ascendente en su do- minio de la naturaleza logrando disponer de recursos para sufragar excesos y excedentes. Los descubrimientos y los inventos colmaron viejas y nuevas demandas, favoreciendo el desarrollo de la produccién industrial y el comercio, poniendo asf ala clase urbana a la cabeza de ia totalidad del proyecto hist6rico de Occidente. ; La historia de Occidente ~que se registra ahora como «His- toria Universal» permite reconocer un proceso evolutivo muy definido, gracias al cual el hombre fue construyendo su espa- cio de vida mediante el progresivo dominio de las condiciones materiales de su existencia. El hacha de piedra que sitvié al comienzo para recolectar bayas 0 coger frutos cedié lugar al hacha de bronce y ésta a la de hierro, con lo cual se fue resol- viendo exitosamente la relacién de trabajo que el hombre ha- fa establecido entre él y los bosques frfos de encinas, abedu- les, robles o pinos de su entorno. ‘Cuando se inauguré la era de la agricultura, los problemas por resolver eran de naturaleza similar, en tanto que habia que lograr el manejo de tierras endurecidas por el frfo inver- nal, que adem4s de ser mayoritariamente llanas y extensas, tienen una reserva casi permanente de humedad debajo de la superficie, que ni siquiera el célido aunque oblicuo sol de vee ano puede secar. La azada de piedra fue eficiente para lo pequesios proyectos hortfcolas de los primitivos habitantes del neolitico 0 el calcolitico europeo; lo fue menos cuando la Edad de Bronce presion6:demogréficamente, y caducé definitiva- mente cuando el hierro y el arado hicieron posible penetrar Ia tierra dura en profundided y extensi6n en la inmensa llanura, Entonces la tierra comenzé a ser importante y se inici6 la exitosa cattera de Ojcidente; nacieron los imperios y se con- figuraron las naciones; se sentaron las bases sobre las cuales se organiz6 la Revolucién Industrial. En este punto de su historia, Europa descubrié América. No tenfamos hierro ni arado, y una facil racionalidad evolucio- nista nos clasificé6 como iguales a los primigenios habitantes baxbaros o salvajes europeos, considerando por tal causa que el nivel de desarrollo por ellos alcanzado era superior al de cualquiera de los nuestros. Con generosidad digna de men- i6n, hhubo quienes defendieron la condici6n homotaxial de in- cas y romanos, y también de los aztecas, con lo cual de todos modos era ya una edad superada en Europa y, por lo tanto, lo m4s avanzado entre nosotros estaba atrasado para ellos. Comenzamos pues a caminar juntos con una neta ubicacién histérica diferenciada, en donde nosotros éramos sus contem- poréneos primitives y por tanto nuestro futuro tenfa la tarea de alcanzar las fases historicas que ellos ya habian superado. Bsa concepci6n la hemos hecho nuestra a lo largo de estos cinco siglos, con graves conflictos de ubicaciéa y operacién y serias dudas respecto a nuestras capacidades. Las dudas que mas nos afligen son las que nacen de la com- paracién entre latinoamericanos y norteamericanos, pues ellos sf han logrado su inserci6n plena en la historia de Occidente y hasta han asumido un papel conductor, mientras que nosotros estamos en la marginalidad del llamado «subdesarrollo», Las explicaciones suelen ser justificativas y se conforman con ubicar a los presuntos culpables: los espafioles comodones y matachines; los indigenas atrasados 0 la incapacidad del sur para llegar a tener las virtudes del norte... Era evidente que Gnicamente disponfamos de recursos energéticos simples, fundamentalmente basados en el fucgo y la fuerza humana y s6lo tibiamente en el viento, el agua y la 195 a llama para fines de transporte. No tenfamos animales de trac- ci6n, ni habfamos usado la energia e6lica o hidréulica para fi- nes de transformacién. La ra era labrada mayormente con ira, como en los tiempos pre- i 10 tenfamos instrumentos duros que itura europea. Algunos instrumen- tos de bronce se usaron esporédicamente en agricultura de la costa norte del Pert, con efectos que eran apenas parecidos a los del bronce tardio del Mediterrdneo. ‘Ante los ojos de los europeos, este era un mundo primiti- vo, atrasado en sus costumbres ¢ insatisfactorio en sus nece- sidades; un mundo que reqverfa modernizacién rara ser habi- table por ellos. Su tarea'consisti6, pues, desde el principio, en adecuarlo a las demandas de sus hdbitos construyendo ciuda- des, organizando Ja poblacién y la produccién de acuerdo con sus modelos y costumbres. Trasladaron a América los benefi- cios de su Edad de Hierro y su secuela tecnol6gica dentro de Jos marcos econémicos y scciales que permitian Ja estructura colonial. El efecto de esta situaci6n fue muy diverso, sobre todo cuando se extendié a las tierras del norte americano, donde os colonos encontraron las mismas condiciones materiales de su entorno, No ocurrié lo mismo al sur del rfo Grande, con bosques hémedos siempre verdes, con desie este- pas de grandes altitudes, con climas de estacionalidad dife- rentes a la europea. Colonizar el norte consisti6 en aplicar que se habla aprendido en casa durante mi sur fue penetrar en un mundo extrafio, donde todo era dife inte y por tanto la experiencia acumulada por la ct dental s6lo servia a medias 0 no éervia. [La consi de trasladar los beneficios a su larga expe! ‘grandes logros en el norte:/ grandes reveses en el sur. No se entendi6 esto y, haciendo tabla rasa de las condiciones mate- rales existentes se actué con Ia raz6n colonial bajo el supues- to implicito del valor universal de las conquistas culturales de Ia larga historia. s - Fuimos pues compafieros de viaje en la etapa de nacimien- to y desarrollo de 1a modernidad: los curopeos, 'os norteame- Ai Hicanos y nosotros; testigos de los acontecimientos y partici- pes diferenciados de sus vicisitudes y beneficios; contempo- réneos, pero modernos atrasados», nosotros. los fueron resolviendo sus problemas y creando consis- es, con mas tecnologia lograron les de vida y mayor dominio sobre la natu- ma «desarrollo». De acuerdo con la raz6n sas soluciones y tecnologias roblemas, y por todo lo contra- mas no resuel- 0 apostamos todos a eso, pero no fue asf, rio. Nosotros fuimos acumulando viejos pr tos, y a més tecnologia nuevos problemas y mayor atraso, con su secuela de hambre, miseria y muerte, que es lo que llama- mos «subdesarrollo». TEs asf como hemos llegado al final del mi de la historia occidental y cristiana. El hace casi doscientos afios con el triunfo pleno de la revolucién industrial ha concluido. Nacié con la promesa de la unidad univers bienestar. Nacié con la notificacién del progreso, {gualdad, la fraternidad y por tanto a democracia. Todos los pueblos del mundo aposiaron a eso y por uno u otro medio se s cadenas coloniales, se crearon todas las ropit- on los productos de todos Jos mundos para apoyar y financiar el proyecto convocado, lle- vando materias primas, trayendo manufacturas e insumos, trasladando capitales, creando mercados, difundiendo las ideas y las costumbres, pugnando por uniformar los hébitos. El proyecto propuesto por ta Revolucién Industral cxe6 una sécuela de revolucién tecnolégica, convirtiendo a nuestro siglo en el escenario de jos cambios més draméticos y acelerados de la historia, Pero al mismo tiempo, el cumplimiento de las pro- mesas originarias, que estaban.contenidas en la idea de «pro- ‘greso universal», nos ha dado un mundb dividido, con distan- cias abismales entre los palses y los hombres, con guerras don- de han muerto -en unos pocos afios~ fantos seres humanos como todos los que hasta entonces habfan poblado la tierra; con illones de hambrientos, desnutridos y maltratados. Ni paz, ni igualdad, ni confraternidad en el balance de fin de siglo. 127 Somos testigos de la increible ‘hemos transformado el truirlo si queremos y, curiosidad ensayamos creado bombas cuyo hemos creado virus fuerza creadora del hombre; Planeta y sabemos que podemos des- desde luego, gracias a nuestra infinita cada dia la manera de hacerlo. Hemos poder nos asusta y no podemos controlar; creado mortales que tampoco podemos controlar; hemos invadido el espacio y ya el hombre puede tener come Suyas todas las propiedades de las aves, los peces o cualquier otro ser vivo que antes sélo eran esperanza irrealizable de los Poetas; sin embargo, no sabemos ain librarnos de los dese- chos y los vacfos que dejan nuestras transformaciones y que envenenan las aguas, desertifican los bosques y hacen irres- pirable el aire. El progreso representa el avance del hombre sobre Ja na- turaleza. No tenemos que apostar por su éxito; el siglo xx ha puesto al hombre en la dimensién que antes sélo tenfan los dioses. No podria pensarse otra cosa de nuestra capacidad de trasladar y condensar imagenes y sonidos por el espacio, que antes era sélo del dominio de los espiritus. El siglo xx es el perfodo de los ferrocarriles, los automéviles, los aviones, la electricidad, el telégrafo, la radio, la televi isién, Ja bomba at6- ‘mica, la fotografia y el fax, y tantas otras miles de cosas a las que todos queremos acceder porque son instrumentos eficien- tes de trabajo o porque nos hacen la vida més facil y nos dan poder. Est muy lejana la Edad de Hierro y ya nadie habla de ella, a menos que se trate de una clase de Arqueologia. El progreso se mide por la capacidad de acceso que tene- mos los hombres y los pueblos a todo eso que el siglo xx ha puesto a disposicién de la humanidad; pero no de toda la hu- manidad. Al finalizar el siglo xx nos encontramos divididos se- gGn nuestra capacidad de disponer de todo aquello. No se ha- bla mas de «progreso» y en cambio se definen las posiciones desde la 6ptica del «desarrollo» y la «modernidad», que son pardmetros de accesibilidad a los beneficios de todas las con- quistas. Todos estamos en la interminable carrera del desa- rrollo tras las eldsticas metas de la modernidad. Eso ha determinado que si bien el siglo xx ha concluido cumpliendo parcialmente la tarea de la libertad politica de los pueblos, haciendo que casi desaparezcan los pafses colo- niales y los estados colonialistas, en verdad no ha avanzado més alld de cambiar de signo, los actores y el nombre de las telaciones de dependencia que ya existfan: los unos nos Ila- mamos subdesarrollados y los otros desarrollados. No hay tributos, pero sf deudas de origen estructural; muy poco di- ferentes a las que ligaban siervos con sefiores en los oscuros. tiempos del feudalismo. Detrés de cada nuevo endeudamiento est4 el sindrome de la modernidad, y Ia crisis de la acumula- cién no resuelta permite ubicar a los pueblos en la escala del desarrollo. En la m4s generosa clasificaci6n de los soci6logos, que evi tan la jerarquizacién devaluativa del término «subdesarrollo», los pueblos de este lado del mundo aparecemos como «pafses nuevos» 0 de «desarrollo reciente», como parte del «convul- sivo nacimiento de las colonias a la independencia y su subse- cuente pugna por ingresar en las filas de los pafses préspe- ros, poderosos y pacificos (sic)...»* Es una definicién desde el otro lado que nos ubica clara- mente en el espectro hist6rico del siglo xx: desde esta Optica, somos pafses recién nacidos, de matriz colonial, que apareci mos cuando los otros eran ya présperos y poderosos ~aunque no precisamente pacificos— y por lo tanto nuestro crecimiento © desarrollo deberé medirse de acuerdo con la capacidad que tengamos de ingresar a «sus filas». Quienes asumen como suya esta ubicacién histérica de nuestros pueblos consideran que el paradigma occidental es una meta posible y deseable, con prescindencia de lo ocurrido en nuestra etapa de gestaci6n dentro de la matriz colonial y de lo que pudimos haber hecho antes de ser incorporados a la condicién colonial. Por eso no entienden nada de lo que ocurre con nosotros, achacando el atraso a una supuesta inmovilidad de nuestras voluntades o a la condicién de paises recién naci- dos y por lo tanto en trance de aprender a caminar como ellos, aunque para eso tengamos que apoyarnos en las muletas que venimos cargando estos quinientos afios en el recorrido que hemos hecho juntos. 2 W.Mooxs y N, J. SMELSER en el prologo al libro de G, Breese, La wrbanizacin en (0s paises de desarrollo recienle. UTEHA, México, 1968, Quienes asumen esta concepcién no toman en cuenta que somos el producto de su practica; que somos el testimonio de sti fracaso e incompetencia; que no somos paises nuevos ni recién llegados, y que fue la condicién colonial la que impidié que avanzéramos sobre nuestros propios pies, cori un proyec- to propio. Y no porque los europeos fueran buenos o malos, de espiritu colonizador 0 conquistadores fabulantes, sino porque el proyecto ecuménico de Occidente ha fracasado en todas aquellas partes del mundo en donde las condiciones materia Jes de existencia no corresponden a Jas que fueron abordadas a historia de Europa. Este es el punto en cuesti6n, No es Occidente la historia avanzada de nuestra historia, y por lo tanto, cuando fuimos sometidos a la condicién colonial no estébamos en cualesquie- ra de las etapas de su prehistoria y no tenfamos por tanto que hacer su mismo recorrido para llegar a ser algin dia como ellos. Nuestra historia se sustentsba sobre bases materiales di- ferentes y nuestras tareas debfan resolver otros problema: por eso ni siquiera nuestro Paleo! menos atin nuestro Neolttico, que al igu: otros pueblos del mundo debi6 cumplir la tarea histérica de someter el medio a las necesidades humanas. Nuestro Neolitico nos condujo a manejar con eficiencia los bosques hiimedos siempre verdes, logrando un estable en- tre el hombre y el medio, tanto en condi como la de los pueblos mayas como en las variadas estrate- ¢gias de la Amazonfa o el Caribe; nos permitio dominar los rigo- res de las altas montafias, donde pudimos hab‘tar con riqueza por encima de las heladas altiplahicies de més de 4000 me- tros de altitud; nos permiti6 convgrtir desiertos en campos de cultivo y sefiorear en los més inhéspitos paisajes. En Europe el Neolitic debié avanzar hasta Ja edad de los metales para llegar ala vida urbana; al norte del Mediterré- neo y en el Occidente ~Espafia— esto no fue posible hasta la Edad de Hierro, No fue recesario para nosolsos ese cami el desarrollo de nuestra capacidad productiva no tuvo el re~ metales, con y sin bronce pudimos sarrollo urbano, logrando consol dar ciudades tan complejas como Tenochtitlén, Chan Chan y Cusco, para hablar s6lo de las que conocieron los europeos en ‘su momento. Eramos pueblos que habfamos logrado superar plenamen- te los niveles de sobrevivencia, generando excedentes sufi- cientes como para mantener grandes proyectos urbanos y Estados tan poderosos como el de los incas. Aunque en los lugares donde esto no habla ocurrido, los pueblos tenfan en ‘sus manos el eje conductor de un progresivo avance de domi- de sus circunstancias. Nada estaba detenido ni congelado; 1ra en los términos duros de la Patagonia segdn se aptecia en los registros arqueotégicos. Las dificiles condiciones de las aguas tropicales, ariscas 0 exageradas, habfan sido dominadas. Donde excedfan, inun- dando las tierras, se habla creado una infraestructura de ‘«camellones» que hacfan fitil la tierra y benéfico el exceso, donde faltaban, ya sea con pozas hundidas del tipo de los s, 0 con variadas técnicas de riego, se resolvia su carencia para la provision de tos, Las pendientes erosivas eran corregidas con la habliitacion de ‘campos de cultivo planos dispuestos en forma cle terrazas; las «chinampas» suplfan carencias de tierra. No era pues nece- sario disponer de instrumentos de hierro para dominar la tie- rea y abastecer Ja demanda de es de habitantes que se extendian por todo el territorio. Asf como la historia de Europa registra a partir de una tecnologia que proclama la superioridad de los instrumentos més duros en su capacidad Ta historia de América tropical registra un desarrollo que se sustenta en los manejos de las aguas y del tiempo. Son diferentes puntos de partida en la relacién histérica entre el hombre y el medio; puntos de partida que establecen relaciones técnicas de trabajé y produccion dife- rentes, y por lo tanto caminos distintos en’ la satisfaccién de las necesidades. sin tomar en cuenta que el fracaso de su propuesta compromete a una inmensa mayoria de los seres humanos a los que cémodamente ubica en Ia infancia de su historia. aI 7 Han transcurrido quinientos afios desde que la razén colo- nial se proclamé universal con fragua colonial. Desde enton. Ces se ha ido haciendo més radical la propuesta; la revolucion industrial la consolido ecuménica y desde entonces no ha aban. donado su presiunto sino universal, del que todos somos fervo. ToSos creyentes y militantes, Eso deja de lado como especulativa cualquier propuesta Que no congenie con el proyecto ecuménico del destino cons- truido a imagen y semejanza de los ahora llamados «paises Punta», Deja de lado como anacrénica Y ut6pica, por ejemplo, una propuesta de reindigenizacién de nuestros pueblos, a la Que se califica de pasadista y autarquica, que rompe torpe- mente Con el proyecto de unidad que es lo caracteristico de nuestro tiempo, donde te6ricamente los pueblos estamos ca- minando hacia un solo proyecto universal. Occidente nos dio una religién comin, una lengua y un con- junto de procedimientos comunes para dominar a naturaleza. ‘Todo eso era producto de un milenario Proceso de experimen- taci6n, con resultados muy exitosos para su sobrevivencia y bienestar. A partir de la conviccién absoluta de que el éxito de la cul- tura de Occidente en los diversos campos de la tencia podia hacerse extensivo a cualquier parte del universo, y por Jo tanto a nosotros, optamos por deshacernos de la experien- acumulada por las sociedades nativas que antes ocupaban el ternitorio que ahora es nuestro, latinoamericano, apostando por Ja opcién occidental de nuestra existencia. De esta manera Occidente se convirtié en el paradigma de nuestros actos y decidimos no invertir tiempo ni recurso al- guno en de: © reproducir las opciones de vida que te- nia el mundo indfgena, convertido progresiva y contundente- mente en Ia antitesis del desarrollo y la modernizaci6n. ‘Nuestros campos se llenaron de nuevas plantas y animales. Se fundaron ciudades y se mont6 una infraestructura productiva destinada a lograr una fiel copia de los pafses-modelo de Oct Ja misma alimentaci6n, los mismos vestidos, los mi temas. Nuestro éxito y desarrollo potencial se comen- 26 a medir segtin un «indice de modernidad» que no es otra cosa que Ja proximidad relativa a las formas de produccién Porque nuestras tierras tropicales-cordilleranas no eran ne. Cesariamente aptas para los productos y los procedimientos Propios de las praderas y los bosques ftfos, Desde muy tem- Brano fue menester acudir a Ia importacion de bienes de capi- tal y de consumo para satisfacer el paradigma colonial, La in. dustria «de punta» llega a nuestras tierras mientras tenga. ‘mos con qué pagar; luego nos convertimos en deudores moro. 808 y la tecnologia se va haciendo cada vez ms lejana y cos. tosa y nuestra condicién de «occidentales» pobres va empeo. rando, alejéndonos més y més de los pafses-modelo, En este punto de nuestra historia, quinientos afios después, €8 necesatio un examen retrospectivo que haga posible en. tender nuestra situacién, Una reflexién en este sentido quiz permita comprender mejor las coyunturas y hacer menos or- todoxos los proyectos. En el término de los Andes, desde la Patagonia hasta el Caribe, no hbo, Segtin sabemos, una sola forma de hacer Jas cosas hasta e! siglo xvi. Todos los estudios que han hecho los historiadores y los arqueélogos nos indican que habfa una mi titud de lenguas, con muchas variaciones dialectales, muchas Y muy diversas formas de vida e incluso notables desniveles ‘en Ta maiiera Conig"el hombre enfrentaba el medi Ocurrfa toda esa variedad pese a que est4 probado que la ‘ocupacién humana de nuestro territorio fue més bien homogé- nea en sus origenes, tanto en términos de tiempo como de las circunstancias. El registro arqueolégico indica que el pobla- miento de América se hizo por gente que disponfa de muy ocos recursos para dominar el medio, de modo que resolvia su existencia apropigndose de los recursos naturales tal cual ellos aparecian, mediante la recoleccién o la caza. Eso debi6 ocutric hace més de 12 mil afos. el punto de partida {ue similar y casi simulténeo en todo el territorio, debemos explicar las variedades y los desnive- Jes. Porque ocurre que en el siglo xv! unos vivian en un estado aparentemente igual al que tuvieron nuestros antepasados criginarios ~como ocurre en la Patagonia y en la Tierra det Fuego-, mientras que otros, como los incas, habfan logrado un notable desarrollo cultural, semejante al de las grandes civili- zaciones de edad en el Viejo Mundo. ‘Ese desarrollo desigual es usualmente interprétado lineal- ‘mente; se asume que mientras unos avanzaron mucho, otros quedaron subdesarrollados, formando parte de una suerte de escalonamiento hist6rico, a cuyo nivel més alto llegaron los incas mientras que en el comienzo quedaron los fueguinos, Del mismo modo, cuando legaron los espaficles la concepcién escalonada de la historia los ubicaba en un nivel aun mas alto que el de los incas, porque ellos ya habfan pasado por la expe- rencia de los antiguos imperios, en cuyo estado podian ubi- carse los incas. ‘Un esquema tan simplista de la historia no permite enten- der la variedad; en cam e para jus No toma en cuenta que es muy distinto lo que el hombre tiene que resolver segin viva en el bosque 0 en el desierto. No se trata de un diverso grado de dificultad por vencer, ni menos atin el que unos pueblos estén mejor dotalos que otros para progresat. Se trata, simplemente, de que en cada caso son distintos los factores que hay que enfrentar. Los resultados serian, pues, igualmente distintos. De hecho, cuando los europeos legaron a nuestras tierras se estaba dando aquf un desarrollo desigual, semejante al que tenfa Europa en tiempos de Grecia y Roma, Algunos pueblos hnabfan alcanzado una vida urbana, con una organizacién com- pleja de las relaciones sociales, mientras sus vecinos ~a los ‘que llamaban «bérbarose— conducfan formas de vida aldeana de muy diverso tipo y configuracion. La diversidad en sf misma no es lo singulas, sino la manera en que ésta se presenta, La ocupacién del territorio andino se i ‘con un proceso de adaptaciOn a las v medio: unos poblaron bosques himedos siempre verdes; 0:05, los varios pisos cordilleranos, con sus habitat de estepas, pé- ramos, sabanas 0 quebradas; otros més, los desiertos. Cada uno de esos territorios contiene recursos cistintos, por lo que fue preciso crear procedimientos diferentes para aprovectiar- tos. Ast fue, La ocupacién de cada territorio fue en realidad un progresivo aprendizaje de sus singularidades y una constan- te busqueda de los procedimientos més adecuados para su aprovechamiento. En los bosques hiimiedos det norte y el oriente andinos, el trato con la gran variedad de plantas permitié domesticar al- gunas de ellas y asegurar su disponibilidad para el consumo. “Todos piensen que all se descubrié la agricultura, Puede ser, aunque no de modo exclusivo. Sus inicios deben remontarse ‘al octavo 0 noveno milenio de 1a era pasada, quiz4 con la yuca ‘© mandioca, el camote 0 boniato, el mani o cacahuate, entre ‘otros, Son plantas que se pueden reproducir en el ambiente tropical hémedo sin grandes dificultades y no requieren de acondicionamientos muy complejos. ‘Asf es, en efecto. Sin embargo, lo que sf requiere de acon- dicionamientos especiales es el campo de cultivo. Mientras la agricultura se reducfa a unos pocos huertos para consumo menor, se podia aprovechar algunos claros en el bosque para sembrar; pero cuando se requerfa de cosechas mayores para alimentar a més gente esos claros se tenfan que producir attificialmente talando drboles y liberando a la tierra de su cobertura vegetal. : Eso se aprendi6, y en ello se adquirié gran experienc siempre el mismo. ‘Hay zonas donde las lluvias suelen ser excesivas y causan constantes inundaciones en los terrenos podrfan usarse para el cultivo, La experiencia permitié descubrir los «camellones» 0 campos de cultivo elevados, que se difundie- ron a Jo largo de fos Andes en todo el territorio inundaciones. En Colombia, Ecuador, Pera y Bolivi: sus abandonados vestigios, hasta hace poco descon: cluso por los arquedlogos. Parecen campos de cultivo labrados por gigantes, con surcos de 1 a 4 metros de ancho y profundi- dad que separan los campos de ciltivo de un ancho y largo similar, Recientemente se iniciaron experimentos para deter- 135, minar su productiyidad, por iniciativa de los arqueélogos; los resultados han sido sorprendentes en terrenos ahora abando- nados y absolutamente intitiles en Perfodos de inundacién, En la puna, que esté en la cima de los Andes centrales y meridionales, se arganiz6 una sociedad muy exitosa de caza- dores de camélidos que pudieron vivir de la carne de la vicu- fia y el guanaco, complementada con tubérculos Y gramineas Tecolectadas en condiciones que favorecieron su supervivens cia y el incremento poblacional. Pronto el conocimiento del medio hizo posible la domesticacién de los animales y las plan- tas con los que tenfan trato milenario; con procedimientos sen- cillos criaron alpagas y lamas y sembraron Ia papa, el olluco, Ja quinua, la cafiya y otras plantas cordilleranas, La domesticacifn de plantas y animales no es un fenémeno simple, por cierto, pero tampoco es tinico y singular. La histo- tia de la humanidad nos ensefia que se produjo en muchos lugares, de modo que ahora sabemos que no es més que una expresién consecuente del conocimiento que la gente adquie- re del medio que habita, Pero precisamente en eso radica su importancia, pues sefiala un grado de dominio del ambiente ‘que se manifiesta en los procedimientos creados por el hom- bre para manejar de manera singular las diversidades. Lo que encontraron Jos espafioles hace quinientos afios fue un mundo diverso donde los pueblos, desde miles de afios atrés, habfan iniciado un largo proceso de dominio de la natu- raleza, cada cual segin sus circunstancias, de manera 6ptima segan las condiciones. Quienes vivian en los bosques htimedos tropicales habfan escubierto procedimientos para aprovechar los recursos na- turales, de manera que pod{an intervenir en la reproduccién de las plantas creando condiciones artificiales o aprovechan- do las del ecosistema. Donde esto no era posible, como en el Chocé colombiano, adecuaron sistemas para el méximo apro- vechamiento de los recursos, por encima de las graves difi- cultades del medio. : Después de quinientos afios nada nuevo se ha hecho en esta direcci6n; los experimentos ancestrales quedaron congelados. Sélo se acude a los bosques para expropiar los recursos, provo- cando con frecuencia su depredacién irreversible. Y es que Occidente no tuvo que resolver el problema de los bosques hie medos siempre verdes, distintos de los bosques frios caducifolios de Europa. No tuvieron los procedimientos incorporados a su cultura, y al aplicar los suyos depredaron. Al congelar el mundo indigena por «atrasado y primitivo» se congelé también la ex- eriencia que aqui sf se habia arumulado. Hace quinientos afios todo ¢1 territorio andino estaba do- mesticado, en sus méltiples versiones: las punas y los péra- mos, los valles interandinos y las cuencas, los desiertos y los oasis, i Circulaban caravanas con centenares de llamas, por cami- Nos anchos y bien cuidados, por'las tierras de Argentina, Boli- via, Pera y Chile; llevaban las maderas preciosas del «Cha- far» atacamefio hasta el altiplano del Titicaca; transportaban cobre y piedras finas del desiexto, plumas de colores brillan- tes y maderas duras del bosque tropical, pescado salado de los mares frfos, «charki» (carne deshidratada), «chufo» (papa deshidratada), maices de varios tipos... del poniente al otien- te, del norte al sur, y viceversa. Los mercaderes de Chincha 0 del Chimd, los «mindalaes» de Quito, navegantes y caminantes, transportaban telas de lana y algodén, cobre, pieles y, desde luego, abalorios de mu- cchas clases, incluyendo caracolas para atronar los aires y unas conchas bivalvas ~Spondylus princeps~ que los sacerdotes centroandinos apreciaban muchfsimo. Figuras humanas hechas de oro con ojos de platino, manufacturadas en Tumaco-Tolita, en la frontera de Ecuador y Colombia, se han hallado en la sierra de Piura al norte del Pera, y las conchas Spondylus de las tibias aguas del Guayas y el Manabi Ilegaron hasta Santia- go de Chile en tiempos de los incas. Todo ello era posible porque el hombre dominaba sus cir- cunstancias; el mundo indigena no estaba congelado, sino todo lo contrario, en pleno proceso de crecimiento y ampliacién, En el Cusco se contaba con centros experimentales de tra- tamiento de los cultivos donde se examinaba su adaptabilidad a diversos ecosistemas y se mejoraba su calidad y su produc- tividad, Para tal fin se creaban condiciones attifciales de cul- tivo y se convocaba a la experiencia y los conocimientos de os «amautase. No cabe duda que lo mismo ocurria con la lana de Ia alpaca, cuya domes fue fundamentalmente un proceso de seleccién asociado a las virtudes de su fibra, Por cierto, desde muy temprano se produjo la domestica- cién de las plantas y los animales que podfan someterse a tal condici6n, como ocurrié en todo el mundo. El registro arqueo- \6gico nos indica que hacia el afio 1000 0 el 2000 a.C. estaban ya domesticadas todas las especie: ieron tal cor 86lo si se convierten en una actividad capaz de garantizar la reproducci6n y ampliacién de la especie humana, En ese sentido, el éxito del Neolitico andino fue muy di- verso. Muy pronto repercutié favorablemente en las zonas del bosque y perm i estrategia de cultivo con Ia ca donde el peso mayor de cu: pendia de las condiciones naturales. Ast cr desplazéndose segin las necesidades y condici 80 a las fuentes de subsistencia, En Jos bosques occidentales, cerca de los rios, se lograron niveles muy altos de dominio del medio. En estas condi florecieron culturas como la Chorrera (1500 a.C.) ~en las cos- tas del Ecuador-, y aun antes fa cultura Valdivia (ca. 3000 a.C). En estas condiciones: se descubri6 ta cost mds antiguos representantes estén cn Ja costa iG la poblacién, es de acce- nacié la «tumbaga», la aleacién que hizo posible traneformar la apariencia del cobre en orc, mediante un proceso quimico de «dorado», con aplicaci6n dv 4cidos naturales de origen vege- tal. A los «camellones» y Ia roza de Jos bosques hay que agre- gar, pues, una industria que estaba en ascensi mas, tocados, instrumentos musicales, ete. Después de quinientos afios, qu enes resistic- ron a Occidente mantuvieron, si bien congeladas, una parte de sus artes, que en muchos casos es de lo dinico que se ufa- nan muchos de nuestros pafses para mostrar creatividad en el «mercado no tradicional» de las artesanfas. Lo malo es que no pudieron continuar avanzando. No ocurri6 lo mismo en el desierto costero de Perd. Allf lieg6 el conocimiento de las plantas domesticadas hacia el sexto milenio de la era pasada, pero no dej6 de ser un elemento més y ¢arecié del papel transformador que tuvo en otras partes, ‘Los pescadores aprovecharon esta novedad para disponer de algodén, el cual ampli6 su capacidad de pesca gr redes y cordeles que pudieron hacer con él, cuyas cualidades superan a las de cualquier otza fibra. Les disponer de lagenaria para tener «flotadores» o usatla como ‘vajilla, Sus vecinos del bosque tropical, con quienes mante- nfan contacto, al parecer ya hacfan telas hacia el 3000 a.C, y de hecho producfan cerémica que en el desierto costero de Pert se desconocta, La experiencia de los pescadores y del mar peruano, que permitié el crec! poblacién costers regultara impoi generoso de 12 le que af cultivo de las plantas erritorio, 8 cauces de los rfos que bajan de la cordillera forman conos de deyeccién en forma de deltas irre- gulares debido a la pendiente; fas aguas son torrentosas y bus- can llegar répidamente al mar, variando fécilmente de cauce en cada verano, cuando se producen Jas esto se da en medio de graves ircegularidades, porqu: diciones climéticas crean afios secos o hamedos, desequilibrando el registro estacional que los agricultores y pastores usan para idades productivas: hay afios en que no bajan las aguas, Se secan, y otros.en que bajan.con caudales inespera- dos en cualquier momento del verano.” Pero hay algo més. En estos conos dle deyeccién el agua no regular y s6lo humecta las partes préximas al cauce y deja los bordes eh condiciones de aridez extrema, que se agudiza considerablemente con el proceso de desertificacién y arenamiento del entorno. Ast, la actividad agricola s6lo puede darse si se dispone de una infraestructura de riego muy compleja, pues de otro modo no pasaré de un nivel horticola menor y poco productivo. La experiencia acumulada por los pescadores en el control del tiempo ~y por tanto la prediccién del clima-y su crecien- te poblacién ~mano de obra disponible- hicieron posible que el conocimiento de los bosques y la cordillera aplicado en el cul- tivo de las plantas se convirtiera, en el segundo milenio de Ia era pasada, en la catapulta de esta gente, Para ello fue nece- sarlo producir artificialmente, con diversos sistemas de riego y costosos proyectas de limpieza y nivelacién de terrenos, las condiciones de cultivo. No se abandoné la pesca ni la recolec- clon de mariscos, pero la agricultura se convirti6 en poco tiem- po en el medio principal de subsistencia. Fue preciso «domesticar» también el agua y el clima, acep- tando que la domesticacién es un nivel de dominio del hombre ‘sobre los recursos al punto de sujetarlos a sus necesidades. El riego permitié trasladar agua por cauces artificiales mas alld del 4mbito de los conos de deyeccién, generando proyec- tos entre los valles, racionalizar el consumo e incluso drenar los excedentes. Los canales precotoniales tenfan kilémetros y kil6metros de recorrido, segiin las necesidades de abasteci- miento de agua en niveles y caudales establecidos con nece- saria precisi6n. Cuando cruzaban las desérticas colinas que rodean estos valles artificiales, prevista la permeabilidad de sus cauces, se habilitaban huertos adheridos a ellos; en el pai- saje del desierto deben haberse visto como jardines colgan- tes de doce a quince kilémetros de largo bordeando los ce- rros. Ahora son como largos collares con pendientes rectan- gulares sujetos a una linea muy recta que cruza los cerros arenados. | ‘Los habitantes de la costa se cuidaron muy bien de no des- truir lo que con su sabidurfa y sus manos habfan construido; por ello, jam4s invadieron los terrenos de cullivo para sus pro- yectos urbanos. Porque la tierra agricola es muy escasa en el PerG, usaron los terrenos eriazos para sus ciudades, que co- menzaron a crecer desde entonces y alcanzaron tamafios y formas notabilfsimas a lo largo del tiempo: Chan Chén, en la interseccién de los valles de Moche y Chicama al borde de los ‘campos de cultivo y cerca del mar, tenfa 6 kin de largo en cl siglo xv. Se conducfa hasta allf el aga que era requerida, sin exceso, complementando las necesidades de la poblacién ur- bana con un sistema de pozas ~huachaques»— que se nutrian de las aguas resurgentes de! subsuelo. Quinientos anos después las ciudades han invadido los va- Hes, de modo que han ampliado el drea del desierto agcegan- do cemento a Ia arena; el aguu del rio sirve para evacuar los desechos urbanos que 8 depositan en ls payas, ifestando Ja flora y.la fauna marina de sus proximidades. Quinientos aos después muchos viejos canales son tomados como ejemplos de un misterioso esoterismo y se pierden en los desiertos, Las nuevas obras hidrdulicas, gegiin la tradiciOn occidental de Jas represas, dan agua a los valles pero les quitan Jos nutrientes naturales que bajan con'las turbulencias anuales, empobre- ciendo de paso la fauna y la flora litoral, : Los grandes proyectos de Ia antigdedad andina se abando- haron en virtud de la soberbia occidental que no tenfa expe- riencia en los problemas para dominar el desierto. Su Neolitico le proveyé de plantas para terrenos sin dificultad de agua, y Por tanto exigentes de ella. Su «edad de los metales» le dio acceso a instrumentos duros para hendir las tierras endureci- das por el frio del invierno y cortar los drboles de los bosques. frios. Nada de eso servfa aqui, en el desierto. La siembra de las plantas de origen europeo en muchos casos se hizo al cos- to de abandonar inmensas areas de cultivo nativo, dada la de- manda de agua de la agricultura que requerfa el gusto occi- dental.. En los altos de Arequipa, mds alld de Pocsi, hay cientos de hectéreas de terrenos habilitados por la modalidad de terraceo que se conoce con el nombre de «andenes». Quedan ain los canales que los alimentaban de agua, Todo eso es parte del paisaje del desierto. Abajo, en un pequefio vallecito, hay unos huertos primorosos de frutales, pastos para ganado europeo fino y cultives con suficiente agua como para mantenerse. El problema es que existen gracias a que murieron los campos de andenerfa, que duplican en 4rea al vallecito pero que, por cierto, no servfan para producir los pastos para el ganado fino que necesita la industria lechera de Arequipa, aunque sf daria sustento a mucha gente de la regin. Los andenes son una estrategia procuctiva ligada al mix. ‘mo aprovechamiento de los pocos recursos de: agua de los ‘Andes centrales, asi como a la habilitaci6n de ticrras agricolas en condiciones de pendiente que hacen imposible la siembra sin serios peligros de erosin. En los Andes fue un descubri- miento notable que nuestra consigna occidental también ha abandonado, porque desde luego el patrimonio cultural euro- peo no tenfa incorporado este sistema; lo mismo que ocurrié ‘con los «camellones» de tierras inundables o Ics grandes ca- nales del desierto. Occidente no supo qué hacer con los ande- se hacfa un trabajo exter un 4mbito muy grande del T: ismo, hay pruc- bas de que se estaba experimentando con ellos en lugares como los llamados «anfiteatros» de Moray, cerca del Cusco. En el siglo xvi mil indios ricos tributaban a Espafia con pro- ductos de su ganaderfa en Chucuito, Eran ricos de verdad, jes de cabezas de ganado. Eran sélo mil entre , en plenc perfodo colo- chileno -en Chiloé- que se usaba para transporte y que provefa de carne, Tana y pieles. Hoy no se conocen en todo el norte -con reduc tos excepcionales~ y en el sur no llegan a ser importantes a menos que estén asociados a! mundo andino. Es Lima se cas- tiga la venta de came de camélido somo se castiga la de carne Ja oportunidad de co- mer asado de alpaca o «charkis de llama. Occidente nos trajo Jos cameros y las reses, que depredan nuestros pastos 0 nos i sacrifcando modernidad. entos afios niales. No son problemas raciales ni geogréficos; son de monio y soberanfa. El patrimonio es lo que cada quien tiene como suyo, heredado de sus padres y enriquecido con su es- fuerzo; la soberanfa es la capacidad de disponer de él. Perdi- mos soberania, pero el patcim gelado o sumergido cn mialtiples formas de sincretismos, todavia es recuperable. La soberania es prisio- nera de nuestra conciencia y de quienes asumen la conduc- cién de nuestros proyectos. Nosotros no hemos fracasado; so- mos el producto de un histérico fracaso de Occidente, cuyo patrimonic impidié distinguir Jos Ifmites de su soberanfa. En los albores del tercer milenio, con la energfa atémica en proceso de dominio, con la progresiva domesticaci6n de la energfa solar, la enorme riqueza potencial de nuestro patri- monio y el descongelamiento de los procesos de dominio de nuestras circunstancias son las Gnicas ventanas abiertas al futuro. Nuestro pasado nos habla de un mundo andino cons- tantemente articulado, diverso, con redes de intercam! iva de retomar los proyectos del futuro que por causas coloniales hemos petrificado. aR

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