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Es fácil reivindicar el pop, la música disco, las diversas décadas del hip-hop, o hasta

la música emo. Pero muchas veces me encuentro volviendo a ese género infame que
es el nü-metal, muy popular para los que fuimos adolescentes durante los tempranos
2000s. Así es, a mi el emo me pasó por el costado y en cambio me encontraba
disfrutando como loco de cada single nuevo de Korn y Limp Bizkit.

El nü-metal fue una puerta de entrada para otros géneros de música pesada. Así
terminé escuchando power metal, metal progresivo, pero también cosas más
extremas como el death metal de Cannibal Corpse, el black metal sinfónico Dimmu
Borgir, o el groove metal de Pantera y Zakk Wylde. Irónicamente, creo que MTV fue
crucial en mi formación musical al permitirme escuchar distintos géneros,
normalmente contrapuestos, sin ningún tipo de prejuicios. Al hacer zapping por el
canal podía encontrarme con Oops!... I Did It Again por un lado y Left Behind de
Slipknot por otro. Y a los 12, 13 años uno tiene mucho criterio y consume todo sin
cuestionarse. Sobre todo en mi caso que no tenía hermanos mayores para orientarme
el gusto hacia cosas más refinadas.

Fue gracioso encontrarme con las diversas grietas que atravesaban estos subgéneros.
Por un lado, a los chicos del nu-metal les parecía muy raro el metal de suites de 7
minutos y solos interminables de guitarra. A los metaleros clásicos les costaban los
grooves con las cuerdas afinadas en Si del nu-metal o las voces guturales y riffs
frenéticos del metal más extremo. A mi siempre me gustó todo, pero hay un goce
especial en volver cada tanto a escuchar canciones agresivas, con voces gritadas, riffs
pesados. Lejos de ser un gran lirista, Fred Durst encontró algo al decir ‘Everything is
fucked, Everybody sucks’. Sin dudas es una frase que resuena bastante con el
zeitgeist de los últimos años.

Y el metal enojado permite desconectarse un poco de la experiencia musical


atravesada por la reflexión revisionista a la que tiende el periodismo musical de los
últimos años. Me parece que es sano simplemente sacudir la cabeza y gritar cada
tanto. Sin importar que la música quizás sea una grasada para pibes en remeras XL y
pantalones cargo. Claro que tambíen hay un componente nostálgico: Hybrid Theory
de Linkin Park fue uno de los primeros cd’s que compré, todavía me acuerdo de
recorrer ese Tower Records enorme de la calle Florida donde lo habré comprado por
doce pesos. Escuchar metal enojado es reconectar un poco con esa adolescencia
tardía que muchos varones no terminamos de soltar nunca. La satisfacción de hacer
un fill de batería en el aire o de acertar cada firulete de un riff de guitarra como
jugando al guitar hero es algo muy lindo que todo fan de la música debiera permitirse
al menos una vez cada dos o tres meses.

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