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La Presencia de Dios nos hace bien. Nos reconforta, y mucho más aún,
¡nos da un anticipo del Cielo! La Presencia de Dios es el “pre-paraíso”. La
Presencia de Dios es el Edén reencontrado, es el jardín rebosante de vida en el
que nuestra alma puede descansar y deleitarse libremente.
Te lo aseguro: ¡Sí, un día en Su Presencia vale más que mil en cualquier otra
parte! Haz de Su Presencia tu prioridad, deléitate en estar con Él, en hablarle y
escucharle. Búscalo con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas. Persigue Su Presencia, llénate de Él: no te arrepentirás de hacerlo.