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TRIBUNAL ORAL FEDERAL DE SAN MARTIN 2


FSM 75001778/2012/TO1

En la localidad Olivos, partido Vicente López, provincia de Buenos Aires, a los


4 días del mes marzo de 2022, se hace presente el Sr. Juez de Cámara de
este Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nro. 2 de San Martín, Dr. Walter
Antonio Venditti; asistido por el Sr. Secretario, Dr. Andrés Salamone; en el
marco de la causa nro. FSM 75001778/2012/TO1, seguida contra OMAR JOSÉ
ROGANI (argentino, DNI 6.187.196, nacido el 10/3/1949) y CLAUDIO JOSÉ
SALVUCCI (argentino, DNI 14.592.583, nacido el 30/10/1961); para expresar
de manera unipersonal (cfr. art. 32, ap. II°, inc. 4to, C.P.P.N.) los fundamentos
del veredicto recaído el 23 de febrero del corriente año.
A lo largo del debate han participado, asimismo, el Sr. Fiscal General,
Dr. Alberto Adrián María Gentili; el Sr. Auxiliar Fiscal, Dr. Conrado Cotella; los
Dres. Jorge Misael Quinteros y Luis Alejandro Madiedo, en representación de
la Dirección General de Aduanas de la Administración Federal de Ingresos
Públicos, constituida como parte querellante; y el defensor particular, Dr.
Ángelo Luis Rossini, en calidad de asistente técnico de ambos enjuiciados.
VISTOS:
I. Requerimientos de elevación a juicio
En la apertura del debate oral y público se dio lectura a las partes
sustanciales de los requerimientos de elevación a juicio formulados por el
Ministerio Público Fiscal (fs. 775/792) y por la Dirección General de Aduanas,
en su rol de querellante (fs. 769/773).
En ambas piezas procesales se les reprochó a los enjuiciados Omar
José Rogani y Claudio José Salvucci, en carácter de coautores penalmente
responsables, los hechos que fueron calificados como constitutivos del delito
de contrabando agravado por haberse cometido mediante la presentación ante
el servicio aduanero de documentos adulterados y/o falsos, por tratarse de
mercadería cuya importación o exportación estuviere sujeta a prohibición
absoluta y por haber intervenido en el hecho tres o más personas (cfr. art. 45
del Código Penal y arts. 864, inc. “b” y 865, inc. “a”, “f” y “g” del Código
Aduanero).

Fecha de firma: 04/03/2022


Firmado por: WALTER ANTONIO VENDITTI, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: ANDRES SALAMONE, SECRETARIO

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I.I. Ministerio Público Fiscal


El representante del Ministerio Público Fiscal de la instancia anterior les
atribuyó: “…el haber participado, cada uno, en maniobras tendientes a
entorpecer o dificultar el debido control aduanero sobre mercadería que se
importara hacia el país, tras asignar a la misma un tratamiento aduanero o
fiscal distinto al que correspondía”.
Al respecto, en su extenso dictamen, manifestó aquello que, en lo
sustancial, se transcribirá a continuación:
“En concreto, el día 9 de octubre del año 2009, se ingresó al país un
camión Grúa Autopropulsada marca Grove, Modelo TMS 300LP, Nro. de Serie
ECIY1041 PZ33447, año 1975, de origen estadounidense, por medio del
régimen de importación temporal, con el fin de soslayar la prohibición que
pesaba sobre la mercadería introducida en el país, careciendo de los requisitos
exigidos por la normativa que regula el mismo con el objeto de habilitar el
ingreso de la mercadería en cuestión.”
“Tuvieron su inicio las presentes actuaciones el 28 de Septiembre de
2012 en virtud de la denuncia formulada por Oscar Manuel Iglesias en su
carácter de Administrador de la División Aduana Campana, quien puso en
conocimiento conforme los términos de la presentación luciente a fs. 1 /7 que el
día 23 de Junio del año 2009 se presentó ante la Aduana de Campana la firma
importadora 'Omar J. Rogani Servicios Industriales' solicitando el ingreso al
territorio aduanero de un camión grúa autopropulsada marca 'Grove', modelo
TMS 300LP, Nro. De Serie ECIY1041PZ33447, año 1975, origen Estados
Unidos, bajo el Régimen de Importación Temporal previsto en el inc. A) del art.
31 del Decreto Reglamentario 1001/82, en función del art. 250 de la Ley 22.415
y Disposición 34/98, motivando su requerimiento en la necesidad de ampliar su
capacidad productiva para dar cumplimiento a una demanda extraordinaria
generada por la prestación de servicios que desarrollaría, vinculados a la
instalación, tendido y mantenimiento de líneas y torres de alta tensión.”

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“En virtud de ello, Omar José Rogani presentó ante las autoridades
aduaneras un contrato de locación de equipos suscripto con la firma uruguaya
'Famebil S.A.' fechado el día 15 de Junio de 2009 con el objeto de demostrar,
primeramente, no ser el propietario del bien a importar temporalmente, el cual
era propiedad de una persona residente en el exterior —'Famebil S.A.'—.
Amén de tal circunstancia se estableció en la cláusula tercera del contrato de
mención que el bien a importar temporalmente, debía ser re exportado una vez
vencido el plazo de locación fijado en el mismo —tres años, prorrogables por
otro plazo de idéntico tenor—.”
“Puntualmente, se hizo mención a que la grúa en cuestión sería utilizada
en la Obra Pública Autopista RO - CO (Rosario Córdoba) en el tramo
comprendido entre Armstrong y Villa Maria.”
“Así las cosas, acreditados y cumplidos los requisitos formales
requeridos por la Aduana, con fecha 09 de Octubre del año 2009 Rogani
oficializó la destinación de importación temporal Nro. 09008IT04 000027G.”
“Del devenir de la investigación se determinó que, por su parte, el
imputado Claudio Salvucci se contactó con el Despachante de Aduana y se
valió de su cuñado Omar José Rogani, quien se hallaba inscripto como
importador/exportador, utilizando el régimen de excepción para una importación
temporal de la máquina, conforme se explicara en los apartados precedentes.”
“Con posterioridad, la Dirección Regional Aduanera de Rosario logró
establecer que el importador Rogani había ocultado la verdadera titularidad del
bien importado temporalmente al declarar sobre el mismo un alquiler
inexistente, ello con el propósito de someter dicha mercadería a un tratamiento
aduanero o fiscaI distinto al que por Ley le correspondía.”
“A tal fin, se presentaron ante el servicio aduanero documentos falsos,
dado que la mercadería cuya importación se realizó se encontraba sujeta a una
prohibición absoluta.”
“Tuvo participación en ello el imputado Mario Luis Lanzoni, quien
asesoró a Claudio José Salvuctci y por intermedio de Omar José Rogani, en su

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carácter de consultor de comercio exterior, efectuando las gestiones


pertinentes encomendada por los nombrados, siendo consignado en el
conocimiento de embarque o 'Bill of Lading', como 'notify party'.”
“Se determinó en el marco de la maniobra investigada en la cuaI
participaron los imputados, en primer Iugar; que de conformidad a las
disposiciones vigentes en la materia, no resultaba posible realizar la
importación temporal del bien en cuestión, ya que no ser propietario del bien
era una obligación impuesta como condición de acceso al beneficio.”
“En segundo Iugar, el vehículo introducido en el país bajo este régimen
excepcional, resultaba de importación prohibida, toda vez que conforme el
Anexo I de la Resolución 46/01 S.I., excedía el plazo de quince años de
antigüedad allí establecido.”
“En tercer Iugar, se pudo establecer de la tramitación efectuada por la
firma importadora, ante la Dirección de Aplicación de la Política Industrial
dependiente de la Secretaria de Industria, Comercio y Pyme, que a fin de que
se autorizara la destinación de importación de la grúa 'Grove', modelo TMS
300LP, año 1975, se presentó un contrato de locación de equipos suscripto
con la firma uruguaya 'Famebil S.A.', a fin de demostrar la falta de titularidad
del camión grúa, gestión realizada por los imputados Salvucci y Rogani.”
“Dicho extremo concuerda con la información obtenida del Sistema
Informático E-Fisco, del que surge un giro de divisas por la suma de U$S
43.500 de fecha 10 de junio de 2009, con destino a Canadá, en concepto de
ventas de mercaderías —pagos de importaciones de bienes FOB— a la firma
'Interamerican Crane', razón social que figura en la grúa en cuestión.”
“Precisamente, la empresa de mención es la individualizada en las
piezas incorporadas a fs. 1/12 del Sumario Administrativo y estos instrumentos
fueron acompañados por Omar José Rogani al promover la autorización de
importación temporaria el 23 de Junio del año 2009.”
“Por otra parte, la titularidad del bien importado en cabeza de Rogani, se
vio reflejada en el contenido de las 'Declaraciones Juradas Ganancias

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Personas Físicas', correspondientes al año 2009, en la cual el procesado Omar


José Rogani declara la grúa autopropulsada como propia.”
“Como parte del ardid a fin de inducir a engaño a la autoridad de
aplicación, se presentó la orden de compra Nro. 699 de la firma Dycasa S.A. a
nombre de Rogani, de fecha 13 de julio de 2009, para efectuar trabajos de
reubicación de líneas de media tensión en la Ruta Nacional Nro 9 (Roldán
Armostrong), informando el representante legal de la firma Dycasa S.A. que
esa orden de compra fue emitida en verdad a nombre de Alicia Beatriz Diaz,
siendo que no se había concretado ningún tipo de operación con el justiciable
Rogani.”
“Finalmente, se determinó la discrepancia en cuanto a su contenido y
formato visual; de las facturas proforma Nro. 2009 AT 06.004 presentadas. La
primera, ante la Secretaría de Industria y Comercio; y la segunda obrante en la
carpeta de destinación IT -04-000027-G correspondiente a la firma “FABEMBIL
S.A.”. Así, se observa en la primer factura que la misma carece de domicilio y
del R.U.T. y además que la misma estableció “PAYMENT CASH” —pago
contado—, a diferencia de la factura proforma presentada como
documentación complementaria a la destinación”.
I.II. Parte querellante
En su oportunidad, el letrado representante de la Dirección General de
Aduanas de la Administración Federal de Ingresos Públicos, constituida como
parte querellante, formuló su requerimiento de elevación a juicio, por cuanto “…
Omar José Rogani y Claudio José Salvucci burlaron el control aduanero, sobre
el camión Grúa Autopropulsada marca 'Grove', Modelo TMS 300LP, N° de
serie ECIY1041PZ33447, año 1975, el cual importaron hacia el país bajo el
régimen de importación temporal previsto en el art. 250 del Código Aduanero -
ley 22.415, asignándole un tratamiento aduanero distinto al que correspondía.”
Al respecto, manifestó: “Ello, al desplegar con ardid y engaño mediante
la conducta dolosa, consistente en presentar ante el servicio aduanero

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documentación apócrifa, siendo que la mercadería cuya importación se realizó,


se encontraba sujeta a una prohibición absoluta.”
Asimismo, expresó: “Por otra parte, Mario Luis Lanzoni participó y
coadyuvó en las maniobras con la intención de dificultar y/o entorpecer el
debido control aduanero sobre la mercadería que se importó al país,
asesorando a Claudio José Salvucci y a su vez, por intermedio de éste a Omar
José Rogani, en su carácter de consulto de comercio exterior, realizando las
gestiones encomendada por los nombrados, estando consignado en el
conocimiento de embarque y/o Bill of Lading como notify party” (sic).
Luego, concluyó: “De la prueba colectada en autos, esta querella indica,
que las mismas permite, a todas luces, acreditar la materialidad de los hechos,
a través del accionar desplegado por los encartados, con su conducta típica,
antijurídica y culpable, con la consecuente responsabilidad en cabeza de los
encausados, telo así ya que se encuentran reunidos las condiciones objetivas
de punibilidad” (sic).
II. Pruebas
II.I. Corresponde resaltar que, en el marco de la audiencia del debate, se
le recibió declaración testimonial a: María Isabel Martínez Gómez Cello, Oscar
Manuel Iglesias, Adalberto Victorio Bentancourt, Josefina Minotti, Cristina Lucía
Cimino, Eduardo Daniel Gómez, Tristán Oscar Conde, Guillermo Marcelo
Granada, Matías Amendolara, Milena Nora Huerta, Gerardo Oscar Di Rocco,
Bárbara Salmerón, José Luis Pombiño, Marcelo Román Lobo y Omar Roberto
Antonio Mirleni.
II.II. Luego, se incorporó por exhibición y lectura la siguiente prueba
documental y de informes: denuncia de fs. 1/7, fotocopias obrantes a fs. 47/54
y 391, constancias documentales aportadas por la Dirección Regional Aduana
La Plata a fs. 97/111 y por la División Aduana Campana de fs. 113/162,
175/347 y 469/92, legajo de A.F.I.P. relativo al expediente administrativo nro.
12575-154-2009, informes socio-ambiental y del Registro Nacional de
Reincidencia obrantes a fs. 4/7 y 11 del legajo de identidad personal de Omar

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José Rogani e informe del Registro Nacional de Reincidencia obrante a fs. 27


del legajo de identidad personal de Claudio José Salvucci.
II.III. Asimismo, se incorporó como resultado de la instrucción
suplementaria: informes socio-ambientales de Salvucci y Rogani de fs.
1313/1314 y 1305/1306, informes médicos de Rogani de fs. 1299/1300 y 1428
e informe médico de Salvucci de fs. 1297/1298, confeccionado en los términos
del art. 78 C.P.P.N.
III. Defensa material
Por consejo técnico de su defensor, Omar José Rogani optó por prestar
declaración indagatoria al finalizar la producción de las pruebas.
En ese momento, el nombrado manifestó que tenía una fábrica y un
campo, que el mismo le fue expropiado y, al enterarse de la mala situación
económica de su cuñado, el Sr. Salvucci, no dudó en ayudarlo prestándole
dinero. Aclaró que tiene estudios primarios hasta sexto grado y no entiende
nada sobre trámites aduaneros.
Asimismo, expresó que su participación se limitó a ayudar a Salvucci a
adquirir la grúa prestándole el dinero necesario, sólo puso el dinero y firmó los
papeles correspondientes, pero sin entender qué era lo que estaba firmado, ya
que dijo ser ignorante en el tema.
En virtud de las preguntas efectuadas por su defensor, refirió que no
conoce a Mario Luis Lanzoni ni a Marcelo Román Lobo. Agregó que no leía los
papeles que le acercaban relativos al trámite de la compra de la grúa, ya que
no entendía del tema y sólo se limitaba a firmarlos.
Negó haber participado en otro trámite de importación y dijo que no
conocía que estaba inscripto para realizar este tipo de operaciones.
Por otra parte, respondió que, efectivamente, compró la grúa y la declaró
a través de su contador dentro de la declaración de adelantos de ganancias del
año 2009. Precisó que la compra del bien la hizo a través de una transferencia
bancaria.

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Además, contestó que no había escuchado sobre la empresa “Famebil”


previo al inicio de este juicio y no recuerda haber firmado ningún contrato con
ésta.
Por último, manifestó que desconocía que no se podía importar la
máquina que había adquirido.
En respuesta a interrogantes formulados por la parte querellante, expuso
que ha firmado contratos en la escribanía de María Isabel Martínez Cello, pero
que no recordaba la firma de este contrato en particular (en referencia al
rubricado con la firma “Famebil SA”). Reiteró que compró la grúa, que no
conoce al Sr. Lanzoni y refirió que se dedicaba a trabajar en su fábrica,
mientras que Salvucci se encargaba de los papeles.
Por su parte, Claudio José Salvucci hizo uso del derecho que le asiste
de negarse a declarar.
IV. Alegatos
IV.I. Ministerio Público Fiscal
El Sr. Fiscal General, Dr. Alberto Adrián María Gentili, formuló su alegato
acusatorio contra las dos personas sometidas a juicio.
Al comenzar con el análisis de las pruebas que fundamentan su
acusación, hizo mención a la denuncia efectuada por el administrador de la
División Campana de la Aduana, incorporada por lectura al debate.
En tal sentido, manifestó que fue rotundamente respaldada por las
declaraciones juramentadas prestadas tanto por el propio denunciante durante
el debate como por el resto de los testigos. Específicamente, refirió que el
denunciante explicó con particular detalle en qué consistía el régimen de
importación temporaria, cuál era el rol de los diferentes órganos
administrativos, los diferentes tramos y el modo en que se ejercía el control
aduanero en esa clase de importaciones.
Consideró que esa declaración resulta coherente, guarda relación con
las demás pruebas introducidas a este debate y debe tenerse en consideración
la ausencia de cualquier incentivo verificable que pueda hacer sospechar de la

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falta de veracidad o sinceridad del testigo, sumado a que su declaración se


sustenta en su amplia trayectoria laboral en el organismo.
A su vez, aseveró que deben valorarse de la misma manera las múltiples
declaraciones testimoniales brindadas durante el debate por los testigos
Betancourt, Conde, Amendolara, Huerta, Di Rocco y Salmerón. Al respecto,
expresó que la valoración de estos testigos no puede prescindirse de los
siguientes elementos: la coherencia y cohesión de cada una de esas
declaraciones, la ausencia de incentivos objetivos y verificables para sostener
que alguno de estos testigos ha faltado a la verdad en su declaración, el
sustento de las declaraciones en la dilatada trayectoria funcional de cada uno
de estos testigos en el ámbito del control de aduanero y el contenido de sus
declaraciones.
En efecto, consideró de importancia el detalle y precisión técnica con la
que describieron el marco normativo y conceptual del régimen de importación
temporaria de mercadería prohibida y los procedimientos de verificación,
contralor y constatación desarrollados por la aduana en el ámbito de ese
proceso, como así también la descripción que hicieron sobre las diferentes
incumbencias administrativas y el vínculo aduana-importador en el proceso de
importación temporaria.
Asimismo, argumentó que nos encontramos frente a una conducta ilícita
cuyo rastro o huella es esencial y principalmente documental, asentada tanto
en los documentos producidos por iniciativa o con pleno dominio de los aquí
enjuiciados, como por aquellos registros, rastros o huellas producidos por
iniciativa de la propia administración.
En cuanto a este tópico, se detuvo en la documentación valorada por
Betancourt, quien durante el debate reconoció su firma y ratificó el contenido de
la declaración de fs. 80/81, ocasión en la cual advirtió que la destinación de
importación temporal identificada por el registro 09008 YT 04000027 G fue
oficializada en el sistema informático María en los términos del artículo 31 del
decreto reglamentario 2001/82. A su vez, aquél observó que se constata de la

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constancia de fs. 53 del Legajo de A.F.I.P. que la firma importadora había


efectuado un giro de divisas el 10/6/2009 por el monto de US$ 43.500 a la firma
exportadora y que Rogani no registraba ninguna otra operación de comercio
exterior, con lo cual cabía colegirse que el giro fue efectivamente para pagar la
máquina que estaba importando como propiedad de un tercero.
Tras ello, hizo mención y describió cada una de las probanzas que
componen la prueba documental y de informes del caso de marras, tras lo cual
advirtió que debía ponderarse desde una doble perspectiva. Por un lado, desde
el control aduanero sobre la operación de importación temporal, la que no se
agotaba con la salida de la mercadería a plaza en esta clase de casos, sino
que subsiste hasta su extinción definitiva. Por el otro, la naturaleza de la
actuación administrativa que incluía notificaciones, requerimientos, solicitudes
de información en un contexto de permanente interacción entre la
administración y el importador.
De seguido, valoró las constancias labradas por la Aduana de Rosario y
reconstruidas en el debate junto con las declaraciones de Di Rocco y
Salmerón, respecto a la comprobación in situ del estado y afectación de la grúa
importada temporariamente, cuyas fojas individualizó.
También expresó que debe valorarse la declaración indagatoria prestada
por Marcelo Román Lobo, que ha sido sustancialmente ratificada en el debate
con una declaración jurada presentada por el nombrado.
Con base en todos elementos reseñados, el Sr. Fiscal General concluyó
que los hechos atribuidos a los enjuiciados constituyen el delito de contrabando
agravado por la presentación de documentos falsos, por tratarse de mercadería
cuya importación se encontraba sujeta a una prohibición absoluta, y por la
intervención de 3 o más personas, de acuerdo con lo normado en los artículos
864 inciso “b”, 865 inciso “a”, “f” y “g” de la ley 22.415, debiendo responder
ambos en carácter de coautores penalmente responsables.
En sustento, argumentó que el aspecto objetivo de esta figura se ha
verificado con la efectiva presentación realizada por iniciativa propia de los

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imputados, ratificada en todas y cada una de sus intervenciones posteriores, y


de la documentación necesaria para lograr la importación bajo el régimen
temporal. Asimismo, señaló que el ardid esencialmente desplegado en este
caso estuvo dado por la presentación de datos inexactos, por el aporte de
documentos falsos, que buscaban que una situación de hecho se adecúe a las
exigencias del derecho, con un claro fin de beneficio económico, en violación
no solamente a las normas objetivas del Código Aduanero, sino también
procurándose una indudable ventaja económica.
Al proseguir con el análisis de las agravantes mencionadas, manifestó
que el documento falso es aquel que se confecciona o se presenta simulando
uno que reúne el requisito exigido para producir el efecto jurídico que se
procura con esa presentación. Indicó, además, que en el caso la idoneidad de
los documentos presentados por los imputados se verifica desde la perspectiva
ex post, simplemente por el resultado exitoso de la maniobra ardidosa, y ex
ante por el cotejo morfológico y funcional en el contexto de su empleo.
Por otra parte, en relación con el inc. “g” de artículo 865 del Código
Aduanero, expuso que la prohibición absoluta de importación obliga a los
funcionarios de la aduana a ejercer la función de fiscalización y control, siendo
ahí donde radica el fundamento de esta agravante en particular. Además, tuvo
en consideración que esta clase de prohibiciones refieren decisiones de política
económica.
En lo relativo a la intervención de tres o más personas como agravante,
recordó que el criterio establecido por la jurisprudencia que señala que, en el
juzgamiento de esta clase de circunstancia, no es condición necesaria, ni que
todos los participantes hayan sido identificados, ni que hayan sido objeto de un
juicio simultáneo o de un mismo juicio. Ello así, refirió, toda vez que la
ponderación de esta agravante tiene su base en un criterio objetivo, que es que
se verificar la existencia de un acuerdo de voluntades con una mínima división
de tareas. Sobre esa base, verificó que la intervención del ausente Lanzoni no

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se redujo a una actuación conforme a rol, el de supuesto asesor técnico, sino


que su actuación integró la ejecución del plan delictivo.
Asimismo, recordó que Rogani reconoció ser el dueño de la máquina,
haber viajado al exterior y efectuado el giro dinerario de US$ 43.500, que el
beneficiario final de la operación era Salvucci y la finalidad de la adquisición de
la máquina era afectarla producción económica y generar beneficios. De ese
cuadro de situación descripto por Rogani, afirmó el Sr. Fiscal General que
surge como palmario y evidentemente la incompatibilidad con el régimen de
importación temporaria.
De esa manera, afirmó que los imputados eludieron la prohibición de
importación temporaria asignando el bien a un propietario falso que era la
empresa uruguaya “Famebil”. No solamente se puso en marcha una
maquinaria para introducir el bien en cuestión, sino que, además, esa
maquinación inicial fue consolidada agregando más mentiras a la mentira
inicial.
Retomando el aspecto objetivo, señaló que resulta claro el carácter de
montaje o maquinación que incluyó transferencias dinerarias de notable
envergadura y operaciones jurídicas varias con directa intervención de los aquí
enjuiciados lo cual le permite tener por satisfecho el punto.
Luego, se expresó respecto a las características personales de los
enjuiciados, quienes han ejercido actividades vinculadas al comercio y a la
producción. Indicó que este aspecto vinculado a la personalidad no puede ser
analizado desligándolo de un segundo aspecto, que es el nivel de operaciones
que realizaron en la maniobra, esto es transferir una suma considerable de
dinero (US$ 43.500) para comprar un bien y traerlo a nuestro país bajo un
régimen de importación temporaria. Destacó que se trataba de un trámite
reglado que incluía también instancias de interacción con la administración, por
lo que resulta imposible sostener la confusión o la ignorancia sobre lo que
estaba haciendo. Con ello, excluyó cualquier intento serio y fundado de
sostener un error de tipo de prohibición en el caso.

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Por otro lado, consideró que se verifica una coautoría que habilita
señalar que el hecho fue, en definitiva, una obra en común, y por ende
corresponde encuadrarlo dentro del artículo 45 del Código Penal.
En punto a la determinación de la pena, conforme los lineamientos de
los arts. 40 y 41 del Código Penal, no advirtió agravantes para ponderar y como
atenuantes, consideró la edad de los imputados, que no presentan
antecedentes condenatorios y el plazo de tramitación del proceso.
Con base en estos parámetros, solicitó que se condene tanto a Omar
José Rogani como a Claudio José Salvucci a la pena de cuatro (4) años de
prisión más el decomiso de la mercadería, multa de cuatro veces el valor en
plaza de la mercadería objeto del delito, la pérdida de concesiones, regímenes
especiales, privilegios y prerrogativas de que eventualmente gozar, la
inhabilitación de un año para el ejercicio del comercio, la inhabilitación de tres
(3 )años para ejercer actividades de exportador e importador, la inhabilitación
especial perpetua para desempeñarse como funcionario o empleado,
aduanero, despachante de aduana, agente de transporte internacional, o
realizar actividades de apoderado dependiente de ellos y la inhabilitación
absoluta por ocho (8) años para desempeñarse como funcionario o empleado
público, de acuerdo con lo establecido en el artículo 876 del Código Aduanero.
Asimismo, peticionó que, para el caso de recaer condena, en la etapa de
ejecución se tengan especialmente en cuenta las previsiones de la ley 24.660,
el artículo 10 del Código Penal y la Convención Interamericana sobre
Protección de los Derechos de Personas Mayores.
Por último, solicitó que se proceda a reservar el trámite para la
continuidad del caso respecto del imputado Lanzoni en los términos artículo 77
del C.P.P.N.
IV.II. Querella
Los letrados representantes de la Dirección General de Aduanas
(A.F.I.P.), cada uno a su turno, al momento de formular el alegato de esa parte
querellante, en primer lugar, expresaron que, por cuestiones de economía

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procesal, adherían a los dichos del Sr. Fiscal General, sin perjuicio de algunas
salvedades.
Tras ello, argumentaron que los imputados sometieron la grúa a un
tratamiento fiscal diferente al que correspondía. Es decir, le dieron calidad de
importación temporaria cuando en realidad no podía ser ingresada al país bajo
esa normativa y esto así lo hicieron, ya que la maquinaria que habían adquirido
encontraba dentro del grupo de bienes sujetos al régimen de prohibición
absoluta para la importación para consumo.
En este sentido, indicaron que el art. 613 del Código Aduanero establece
que la prohibición absoluta no es aplicable a los bienes sujetos al régimen de
importación temporaria establecido en el art. 252 del Código Aduanero y en el
art. 31 de su reglamento, que prevé dos condiciones esenciales para que se
habilite ese tipo de importación. Por un lado, quien requiere la importación del
bien debe ser una persona distinta a su dueño y por el otro, el bien a importar
debe tener como finalidad la incorporación a un proceso productivo.
En relación con los artículos mencionados, señalaron que se desprende
de la prueba que fuera producida en este juicio y de aquella incorporada por
lectura que los imputados adquirieron la grúa y que, anoticiados de la
prohibición de importación, dieron inicio a una serie de actos destinados a
evadir dichas prohibiciones.
Asimismo, indicaron que desde A.F.I.P. se controla el cumplimento de
los requisitos para la procedencia de la importación temporaria, pero no es su
función analizar el negocio jurídico del cual estos documentos derivan. Sin
perjuicio de eso, expresaron que, en virtud del art. 49 del Código Aduanero,
A.F.I.P. posee facultades de control una vez finalizado el proceso de
importación.
Específicamente, en relación con la importación temporaria de un bien,
ese organismo debía corroborar que sea utilizado en el proceso productivo
previamente declarado, en este caso era un tramo de la autopista Villa María.
Aclararon que, ante los controles realizados por A.F.I.P., y al no encontrarse la

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máquina destinada a esa obra, es que se iniciaron las investigaciones


correspondientes.
En cuanto a la calificación legal, esa querella postuló que la conducta de
los imputados se encuadra dentro del tipo penal del art. 864, inc. “b” del Código
Aduanero, y los agravantes del art. 865 ídem.
Ello así, en virtud de que ha quedado demostrado que los imputados
realizaron conductas tendientes a entorpecer el normal funcionamiento del
control aduanero.
Además, los representantes de la querella argumentaron que las
agravantes se vieron configuradas a través de la presentación por parte de los
imputados de documentación apócrifa, de la participación de al menos tres
personas en las maniobras y por el hecho de que para el momento del inicio
del trámite de importación temporaria la grúa estaba catalogada como material
prohibido.
Por lo expuesto, la querella solicitó la imposición de la pena mínima de
cuatro años y las accesorias legales, ello, teniendo en consideración las pautas
establecidas en el artículo 41 del Código Penal, como la edad y falta de
antecedentes de los imputados.
Finalmente, los letrados aclararon que en virtud del precedente “Rosa
Vallejos” y las indicaciones de su mandante, no compartían la solicitud de
penas efectuada por el Sr. Fiscal General que se encuentran establecidas por
el art. 876 del Código Aduanero.
IV.III. Defensa
El Dr. Rossini, en su calidad de defensor de ambos enjuiciados, adelantó
que su alegato estaría dividido en cuatro partes: 1) tratamiento de la violación
al derecho de ser juzgado en un plazo razonable; 2) la falta de dolo; 3) la
exclusión de las agravantes y 4) finalmente, la inconstitucionalidad o
inaplicabilidad del mínimo de la escala penal.
1) En primer lugar, destacó las frases “no me acuerdo de nada”, “pasó
mucho tiempo”, “la verdad imposible acordarme” como un factor común entre

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todos los testigos que prestaron declaración. Ello, salvo el testigo que contaba
con algunos apuntes y que recordaba fechas, los otros testigos no recordaban
absolutamente nada.
Señaló que ello da la pauta del tiempo transcurrido y que incluso el fiscal
ha reconocido que era mortificante.
Indicó que el hecho data del año 2009, es decir, hace prácticamente
trece años y, de seguido, expuso los argumentos tendientes a explicitar los
alcances del derecho cuya violación invocaba.
Si bien reconoció que no es posible asemejar la prescripción al plazo
razonable, tomó como parámetro que el delito por el cual se pide la condena de
Salvucci y Rogani tiene un máximo de diez años de prescripción y que aquel
fue superado. Tras ello, prosiguió con los distintos parámetros antes
mencionados para evaluar la razonabilidad del caso.
En primer punto, argumentó que, sin perjuicio del esquema normativo
enmarañado y cambiante, la causa no presentaba complejidad. Destacó en ese
sentido que casi toda la evidencia se compone del legajo de A.F.I.P.
acompañado con la denuncia en el año 2012, que la investigación culminó en
el año 2013 y que, sin embargo, el requerimiento de elevación a juicio fue del
año 2017.
En cuanto al segundo parámetro, la actitud o actividad de los imputados,
manifestó que estuvieron siempre a disposición cuando fueron citados y no
existió una sola actividad o actitud que haya implicado una dilación en el
trámite.
Finalmente, sobre la actividad de los órganos oficiales, remarcó que,
pese a que la investigación estaba culminada en el año 2013, recién en febrero
del 2017 la fiscalía presentó su requerimiento de elevación a juicio, por lo que
en ese tiempo se verifica un “plazo muerto”, por falta de actividad investigativa.
Añadió que las partes acusadoras, tratándose de la fiscalía y A.F.I.P.,
representan todo el poder del Estado y tenían todos los medios a su alcance
para la investigación.

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Agregó que hubo celeridad entre febrero y octubre de 2017, con el


ingreso de la causa al tribunal oral y el ofrecimiento de pruebas, pero desde
ese último mes transcurrieron cuatro años para que se celebre el juicio. Más
allá de la pandemia, indicó que a mediados de septiembre u octubre del 2020
podría haberse realizado el juicio vía Zoom, por lo que medió otro período con
dilaciones indebidas. Consideró que el tiempo transcurrido no obedece
solamente a la pandemia, sino también a una sobrecarga de trabajo como lo
hay en todos los juzgados del país. Sin embargo, esas circunstancias no
pueden recaer sobre las espaldas de sus asistidos.
En resumen, alegó que no puede justificarse ni la inactividad ni la
demora, a lo que se añadió que también debe contemplarse que posiblemente,
cualquiera que sea la resolución, el trámite de la causa seguirá demandando
tiempo por la interposición de recursos hasta obtener una sentencia firme. Tras
ello, citó jurisprudencia sobre la materia.
Luego, señaló que se ha incorporado al proceso información de baja
calidad, puesto que los testigos se limitaron a reconocer sus firmas y nada
más. Producir esa prueba testimonial era interés para la fiscalía y la querella,
por lo que esas partes deben hacerse cargo. Como ejemplo, menciona que
Minotti declaró que la División donde ella trabajaba en el 2012 ya no existe y
que se levantó la prohibición de ingresar la grúa.
Por todo lo señalado, argumentó que se ha violado el derecho a ser
juzgado en un plazo razonable y, en consecuencia, solicitó el dictado del
sobreseimiento de Rogani y Salvucci.
2) Por otro lado, expresó que no hay discrepancia en cuanto a que
Rogani compró la máquina, realizó el pago con una transferencia a
“Interamerican Crane” y que la incluyó en la declaración de anticipo de
ganancias del año 2009 como bienes de uso. Afirmó que todo eso es cierto, al
igual que alguien simuló un contrato de locación.
Luego, al adentrarse a los hechos controvertidos, refirió que en realidad
se trata de una interpretación distinta de los hechos no controvertidos. Expuso

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que Rogani tiene hasta sexto grado de la primaria y Salvucci tiene secundaria
incompleta, desconocen cómo se importa una grúa y por esa razón lo que
hicieron fue contratar a un especialista en comercio exterior por medio de
Mirleni, quien declaró en este juicio. Aseveró que toda la materia es muy
compleja y cambiante.
De tal manera, expresó que sus asistidos se presentaron con Lanzoni, le
dijeron que querían comprar una grúa, cuál era la grúa que querían comprar y
luego dejaron todo en sus manos. Prosiguió, en tal sentido, con lineamientos
relativos a la teoría de roles, con especial mención a Jakobs.
Concretamente, manifestó que el rol de Lanzoni era asesorar y llevar
adelante todo lo necesario para que Rogani pueda comprar la grúa que quería
para poder ayudar a su cuñado. Todo fue diagramado y llevado adelante por
las manos de la Lanzoni.
Añadió que Rogani firmaba los distintos documentos y contestaciones a
los requerimientos que hacía Aduanas o la Secretaría de Industria, pero no los
redactaba y tampoco comprendía su contenido, por tratarse de una temática y
normativa que desconoce. Por ese motivo contrató un especialista, quien le
indicaba lo que tenía que firmar y hacer.
Por otro lado, se refirió a la relación entre la firma “Famebil” y Lanzoni,
afirmación que dijo sustentar con indicios. En ese sentido, destacó que el
último nombrado se encontraba consignado en el Bill of Landing como persona
a notificar cuando la mercadería ingresara al país y como representante de
“Famebill”. En cambio, sus asistidos no conocían a esa firma, ni la habían
escuchado nombrar hasta el juicio.
Concluyó que Lanzoni fue quien diagramó todo y simuló la locación con
“Famebill”, contrato que su cliente firmó porque no entendía qué era lo que
estaba haciendo. Enfatizó que Rogani y Salvucci no conocían que estaban
simulando una locación, sino que ellos estaban convencidos que estaban
comprando.

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Esto se demuestra, expone, con las actuaciones burdas que dejan a los
acusados en descubierto originalmente. De haber sabido que estaba simulando
la locación, Rogani no hubiese hecho un giro de divisas por la suma US$
43.500 y tampoco le hubiese dicho a su contador que compró una grúa y que
sea declarada como bien propio.
Ello evidencia, argumentó, que todo lo que hizo fue de un modo sincero,
a lo que le suma que al momento de prestar declaración indagatoria se
presentó y, sin abogado presente, contó todo y reconoció haber comprado la
máquina, de modo espontáneo y sincero.
De tal manera, fundamentó la ausencia de dolo por falta del aspecto
cognitivo y agrega que, si se obstruyó en algún momento la actividad y el
control aduanero, fue por la maniobra elaborada y llevada adelante por
Lanzoni. Rogani firmaba y confiaba porque no tendría sentido contratar a un
experto y que ellos mismos revisaran la documentación.
No hay ignorancia deliberada, porque ello requiere de una conciencia
que no tenían y no era exigible para dos comerciantes de una ciudad de 35.000
habitantes; es decir, el conocimiento de una materia tan compleja como la
aduanera, puesto que su rol no lo requiere.
Concluyó que el hecho ocurrió, al igual que el resultado, pero nunca
hubo intención. Dado que el dolo es un elemento necesario esencial del tipo
penal, es por ese motivo que, en subsidio al pedido de sobreseimiento por
violación al plazo razonable, solicitó la absolución de sus asistidos.
3) Continuó con el análisis de las agravantes para el caso de que se
considere acreditada la figura básica.
A partir de la agravante del inciso “a” del artículo 865 del Código
Aduanero, esto es, la intervención de tres o más personas, manifestó que se
requiere la intervención en carácter de autor, instigador o cómplice.
Como Lanzoni no está en este juicio por cuestiones procesales,
consideró que hay una imposibilidad jurídica de declarar que se actuó con la
participación de tres personas o más, porque ello implicaría adelantar opinión

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respecto de la acción de quien no tuvo oportunidad de defenderse por


circunstancias ajenas a las partes.
En otro orden, expuso que no puede darse nunca la agravante del inciso
“f” del Código Aduanero ya que la documentación se presentó ante la
Secretaría de Industria, de manera previa a la intervención del servicio
aduanero, tal como surge de la declaración de Betancourt, quien, además, dijo
que se lleva a la Aduana la resolución de la Secretaría de Industria, no la
documentación.
Asimismo, argumentó que la documentación presentada con
posterioridad al ingreso de la grúa no sirve para tipificar la agravante porque
ello es inconcebible una vez consumado el tipo penal, que es justamente
obstruir el control aduanero para someter la maquinaria a un tratamiento
distinto al que le correspondía. Por ello, toda actividad posterior es inocua.
Finalizó el tópico en punto a la interpretación restrictiva del tipo penal y
prohibición de uso de la analogía en contra del imputado.
Por último, continuó en lo atingente al inciso “g”, esto es, que la
mercadería esté sujeta a una prohibición absoluta. Al respecto, refirió que el
testigo Amendolara respondió que una mercadería con prohibición absoluta no
puede ingresar bajo ningún régimen, tampoco de importación temporal.
Observó que dicha afirmación no coincide del todo con lo que se
desprende del artículo 611 del Código Aduanero, en tanto menciona a la
mercadería que no puede ser importada por ninguna persona. De allí que
consideró que se trata de una contradicción, por lo que, siendo un caso de
duda, la interpretación debe hacerse a favor de los imputados.
Más allá de lo expresado, argumentó que hay una cuestión de ley más
benigna. Expuso que la prohibición de traer la grúa al país surgía de la
Resolución 90/2001 de la Secretaría de Industria y tras ello se dictó la
Resolución 26/2019, vigente al día de la fecha, que prevé en su artículo 9 que
los vehículos que al tiempo del dictado de la esa resolución se encuentren bajo
el régimen de importación temporaria o al amparo de cualquier otro régimen

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promocional podrán ser nacionalizados. Luego, el artículo 10 deroga la


resolución que imponía la prohibición de ingresar la grúa.
Ante esto, postuló que corresponde la aplicación de la ley más benigna,
por lo tanto, ya no existe esta prohibición y no puede darse la agravante.
En virtud de lo expuesto, peticionó que, para el caso de que se
considere vigente la acción penal y que se consumó el delito del artículo 864
del Código Aduanero, no se tengan por aplicadas las agravantes invocadas por
los acusadores.
4) Como última parte de su alegato, solicitó la inconstitucionalidad o
inaplicabilidad del mínimo de la escala penal del artículo 865 del Código
Aduanero, planteo que, explica, fue receptado en variados precedentes, y
mencionó algunos de ellos, en sustento a su postura.
En esa dirección, argumentó que la pena de cuatro años resulta
desproporcionada, más aún cuando solamente concurrían atenuantes. Refirió
que sus asistidos son dos personas de escaso nivel de educación, la
motivación de Rogani de comprar la grúa fue ayudar a Salvucci, quien estaba
en un mal momento económico y no podía mantener a su familia. Destacó que
el vínculo familiar es muy importante para ellos, tanto así que otros integrantes
tenían en principio intención de presenciar el juicio.
También manifestó que se trató de una operación aislada, que Rogani
reconoció haber comprado la grúa, se expresó con total sinceridad y contestó
todas las preguntas que le hicieron. Añadió el comportamiento de los
encausados durante el proceso, quienes estuvieron siempre a derecho y no
tienen antecedentes penales.
En otro sentido, señaló que no resulta necesaria ni conveniente la pena
de prisión y, en tal sentido, se explayó sobre la finalidad de resocialización de
la pena, que en el caso concreto no se cumpliría de tener en cuenta el tiempo
transcurrido y las condiciones personales de sus asistidos antes relatadas.
Además, la pena no tiene objeto de torturar ni encerrar absurdamente a alguien
cuando no existe necesidad de sociabilizar.

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Prosiguió sus argumentos con relación al control constitucional, del tipo


difuso y ceñido al caso en concreto. Agregó que tampoco es posible pasar por
alto la sobrepoblación penitenciaria de todo el país en general.
Concluyó que la pena de cuatro años no es proporcional al injusto
reprochado, por lo que solicitó para el caso de condena con alguno de los
agravantes del art. 865 del Código Aduanero, una pena de prisión cuyo término
pueda dejarse en suspenso.
Para finalizar, reprodujo pasajes de dos magistrados de su conocimiento
en sustento a la postura y sostuvo la cuestión federal, introducida al comienzo
del debate.
V. Réplicas
V.I. Réplica del Ministerio Público Fiscal
Tras los alegatos vertidos por todas las partes, el Sr. Fiscal General
replicó argumentos de la querella y de la defensa.
Para comenzar, se expidió sobre el alcance que la parte querellante le
ha asignado al precedente “Rosa Vallejo” de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación. Al respecto, señaló que las circunstancias de hecho allí debatidas
discrepan a aquellas introducidas en el presente caso, se refiere a otro
ordenamiento legal y fue catalogado por la propio Procurador General de la
Nación como confuso.
Explicó que su postura reposa en dos cuestiones. En primer punto, que
se trata de un pronunciamiento que es notoriamente anterior a la incorporación
al bloque constitucional de los derechos humanos incorporados en 1994.
Subrayó que no es un tema menor porque de alguna manera el fallo importa
quitar del ámbito de conocimiento del Poder Judicial una porción o una
consecuencia de los procesos penales, aun cuando separa claramente el
ámbito de las infracciones de los delitos.
Para ese Ministerio Público el fallo mencionado por la querella es, por
menos, opinable para imponerlo o pretender asignarle un carácter material de

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anulación de la legalidad vigente el dominio de las penas previstas en el


artículo 876 del Código Aduanero.
En segundo lugar, manifestó que sea cual sea la posición que se adopte
respecto a quién tiene la facultad en la imposición de multas, siempre se exige
un previo pronunciamiento judicial cuando se trata de un delito, respecto de
quienes son sus responsables y en qué medida.
En consecuencia, consideró que no puede ser objeto de sustracción del
conocimiento del Poder Judicial expedirse expresamente sobre ese punto de
las sanciones.
De seguido, prosiguió con su réplica con relación a los planteos de la
defensa.
1) En punto a los argumentos explayados por el defensor sobre el
cumplimiento de un rol de sus asistidos, expuso el Sr. Fiscal General que la
teoría de la imputación objetiva en ningún caso predica que exista un rol que
autorice a presentar documentación falsa, falsear declaraciones juradas o lisa y
llanamente mentir o engañar.
Desde esa perspectiva, dijo que, por más que se emplee la idea de
actividad compartida y principio de confianza, los hechos del caso no se
adecuan a la solución que postula la defensa.
2) Sobre los argumentos tendientes a controvertir la agravante “f”,
introdujo sus fundamentos desde un doble punto de vista.
El primero tiene que ver con el propio contenido de la Resolución 20/19
que, teniendo en cuenta especialmente el Anexo I de ésta, donde se enumeran
las maquinarias como la que nos ocupan (con posición arancelaria 8705.10.90)
y sus considerandos, queda claro que su dictado ha sido al solo efecto de
unificar, pero no de alterar el régimen establecido por la Resolución 46/01 y
Resolución 90/01. Por ello, no advirtió la modificación de la norma extrapenal
en el sentido pretendido.

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Desde otra óptica, aún en el caso de pretender forzarse la letra y la


interpretación, señaló que tampoco puede perderse de vista que nunca se
derogó el decreto 110/99.
Incluso, manifestó que surge un tercer obstáculo de las propias
previsiones de la ley 22.415 y que atienden a las particularidades que encierra
el delito de contrabando a la luz de la caracterización efectuada por la Corte
Suprema en el caso “Legumbres”.
En efecto, indicó que el artículo 899 de la ley 22.415 señala que, si la
norma penal vigente al tiempo de cometerse la infracción fuere distinta de la
que estuviere vigente al pronunciarse el fallo, o en el tiempo intermedio, se
aplicará la que resultare más benigna al imputado. Agregó que la normativa
aclara que no surtirá ese efecto la que modificare el tratamiento aduanero o
fiscal de la mercadería, lo que ha sido explicado por la doctrina como la
introducción de una distinción entre los elementos estables o permanentes (en
el caso que nos ocupa, el termino mercadería de importación prohibida) de
aquellos coyunturales o contingentes y que se agotan al momento de la
consumación del hecho, entre los que se han incluido de modo pacífico a las
prohibiciones a la importación que integran el tipo con referencia a un momento
determinado en que agotan su función.
Por último, señaló que, de mantenerse a la mera literalidad de la
Resolución 20/19 emanada de un ente inferior de la Administración Pública, se
le asignaría un carácter virtual de amnistía o indulto, lo que constituye una
interpretación abiertamente inconstitucional del texto por no observar ni los
procedimientos ni las competencias fijadas por los artículos 75, inciso 20° y 99,
inciso 5° de la C.N.
3) Prosiguió su réplica con relación a los alegatos de la defensa sobre la
violación de la garantía de plazo razonable.
Sobre esta cuestión, manifestó que, si bien advierte un plazo extenso de
tramitación del caso, lo que fue valorado como atenuante, no importa la
violación de dicha garantía.

Fecha de firma: 04/03/2022


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Advirtió que la defensa se ha expresado de modo genérico, con una


selección caprichosa de determinados actos procesales y dejó en la oscuridad
o no mencionó otros que integran el todo en la tramitación del caso.
De tal manera, el Sr. Fiscal General continuó con un resumen, con
indicación de fechas, de todos los actos procesales, recursos y distintos
planteos de la defensa, como aquellos nulificantes, de suspensión del juicio a
prueba y sobreseimientos, así como a la actividad recursiva desplegada. A
partir de entonces, argumentó que no se ha verificado la extinción de la acción
penal y tampoco lapsos de morosidad atribuibles a los órganos judiciales.
Tras ello, se detuvo en el concepto de plazo razonable, de conformidad
a los lineamientos jurisprudenciales de organismos internacionales. Con
relación a la complejidad del asunto como parámetro a considerar, sostuvo que
no puede obviarse que se trata de un caso de cierta complejidad que dimana
tanto de los aspectos penales del caso y también de los aspectos probatorios.
Además, destacó que las defensas han tenido una profusa actividad
que, si bien forma parte del ejercicio del derecho de defensa, no por ello no han
tenido gravitación en la tramitación del caso y, finalmente concluyó, que la
actividad judicial ha atendido y sustanciado en debido tiempo todos los
planteos efectuados por la parte.
Por último, manifestó que más allá de la mención efectuada de manera
genérica por la defensa respecto de violación a la garantía constitucional de ser
juzgados en plazo razonable, no ha señalado las afectaciones concretas que
han sufrido los imputados, por lo que consideró que tampoco desde ese punto
puede hablarse de una efectiva vulneración a garantías procesales.
4) En lo tocante a la solicitud de inconstitucionalidad o inaplicabilidad del
mínimo de la pena de prisión prevista en el tipo penal, refirió que el sistema
institucional reposa en la ley, que tiene como finalidad la reducción del arbitrio y
limitación al ejercicio del poder estatal y privado.
Esa centralidad de la legalidad, expuso, ha sido completada mediante el
control de constitucionalidad, concebido como última ratio, porque de alguna

Fecha de firma: 04/03/2022


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manera pone en crisis el esquema de división de poderes, funciones y el


principio de representatividad popular. Por eso, el control constitucional debe
realizarse con la mayor prudencia y particularmente que los jueces no incluyan
en su ejercicio excepcional ponderaciones de oportunidad, mérito o
conveniencia.
Recordó que el artículo 75 de la Constitución Nacional establece que
corresponde al Poder Legislativo la tipificación de conductas con relevancia
penal y sus consecuencias. Esa actividad, que constituye una de las
manifestaciones de la política criminal, está vedada a los jueces.
Añadió que, en consecuencia, la selección de las escalas penales
resulta una manifestación de esa actividad privativa y excluyente del poder
legislativo, solo sujeta a la observancia de las normas de carácter
constitucional que la regulan.
Asimismo, indicó que, conforme con los lineamientos de la Corte
Suprema, el control del tratamiento de las consecuencias legales asignadas a
los delitos debe limitarse a aquellos casos particulares en que la imposición de
una pena se revele como cruel, inhumana o degradante.
Desde esta múltiple perspectiva, entendió la fiscalía que la postura de la
defensa obedece a una mera discrepancia legislativa, a lo que añade que no
ha demostrado de modo preciso, claro y concreto cómo y de qué modo, el
monto de la escala penal constituye una pena inhumana, cruel o degradante o,
en definitiva, irrazonable.
Para finalizar, consideró que la defensa tampoco ha expuesto o
demostrado cómo se verificaría esto último respecto de las personas
enjuiciadas, sin tomar en cuenta por ejemplo sus condiciones etarias o
personales o la incidencia que ellas podrían adquirir en caso de recaer una
sentencia condenatoria firme, tal como fuese expresamente solicitado por ese
Ministerio en su alegato al citar las normas del art. 10 del C.P., ley 24.660 y la
Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos de Personas

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Mayores, ni cómo incide en ese análisis otras finalidades de la pena como la de


prevención general.
V.II. Réplica de la parte querellante
A su turno, los representantes de la parte querellante destacaron que
únicamente disienten con el Sr. Fiscal General en cuanto a la aplicación de las
penas accesorias.
Indicaron que éstas han sido debate de todos los congresos aduaneros
y, luego de cincuenta años de vigencia del Código Aduanero, no se ha
derogado la facultad de Aduana de aplicar las multas accesorias. Por ende, y
siguiendo los lineamientos de su mandante, consideraron que no tienen
atribuciones para solicitarlas en este juicio y que es potestad de A.F.I.P., con
posterior revisión por parte de un juez del fuero contencioso administrativo,
aplicar ese tipo de penas; sin que sea posible alterar la decisión adoptada por
el juez penal.
Por otra parte, argumentaron que, el hecho de que la documentación
haya sido presentada frente a la Secretaría de Industria, no excluye la
configuración del tipo, puesto que se perfecciona con realizar las maniobras
tendientes a entorpecer el correcto control aduanero.
Agregaron que la mencionada Secretaría es un mero intermediario que
realiza un dictamen no vinculante y quien autoriza el régimen de importación
temporal siempre es la Dirección Aduanera que corresponda, conforme el art.
252 del Código Aduanero. Es decir, este último organismo es el encargado de
controlar si se dan los requisitos establecidos para ese tipo de importación.
Por último, adhirieron a las manifestaciones del Sr. Fiscal General en lo
que respecta al planteo de plazo razonable.
V.III. Réplica de la defensa
En último lugar, la defensa tomó la palabra y respondió las réplicas
formuladas por el Sr. Fiscal General.
Manifestó que nunca quiso decir que exista un “rol” que permita mentir,
pero sí un “rol” que establece hasta dónde debe conocer una persona.

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Asimismo, remarcó que la normativa vigente al momento del hecho fue


derogada por la Resolución 20/2019. Luego, advirtió que el Sr. Fiscal manifestó
que no fue derogado el Decreto 110/99, ante lo cual introdujo un planteo de
congruencia por cuanto en el requerimiento de elevación a juicio se citó la
Resolución 46/2001 en lo relativo a la prohibición de importación y, como ahora
está derogada, no puede citar una norma distinta porque infringiría el principio
de congruencia.
Por otro lado, consideró que existe una sucesión de leyes y, en estos
casos, como se desprende de tratados internacionales, deben aplicarse las
más favorables a los imputados.
En relación con la réplica fiscal del sobre la cuestión del plazo razonable,
mencionó que en el alegato sólo se hizo referencia a los actos que impulsan el
proceso. Añadió que las actuaciones de la defensa anterior se limitaron a
materializar el derecho de defensa en juicio de los imputados, no pudiendo de
ningún modo ser tomadas como actos dilatorios.
A diferencia sostenido por su contraparte, consideró que, si bien existe
cierta complejidad normativa, la misma no puede ser causal de las dilaciones
que sufrió la investigación.
De seguido, hizo hincapié en el perjuicio sufrido por los imputados y que
esto se plasmó en que los testigos no recordaron sobre lo que se les
preguntaba, por lo que limitó el ejercicio de la defensa y la posibilidad de esa
parte de repreguntar. Entendió que las conclusiones de la fiscalía y querella no
se basaron en lo declarado por los testigos, lo que hace preguntar el sentido de
este juicio.
En cuanto a la escala penal y la perforación del monto mínimo de la
pena, manifestó que la aplicación de pena de prisión de efectivo cumplimiento
en este caso no puede bajo ningún concepto responder a la finalidad
resocializadora, como tampoco a la finalidad de prevención general.

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Por último, aclaró que la perforación del mínimo no responde a una


decisión arbitraria, sino que el juez realiza un control de razonabilidad y
proporcionalidad.
VI. Palabras finales
De acuerdo con lo establecido por el art. 393, última parte, del C.P.P.N.,
se le concedió la palabra a Omar José Rogani, quien refirió que es injusta la
pena solicitada por el Sr. Fiscal General, dijo que todo le pasó por ignorancia y
ello puede comprobarse con sus comportamientos anteriores y posteriores al
hecho, que demuestran que no tiene ningún otro antecedente.
A su turno, Claudio José Salvucci manifestó que sólo confiaron en un
importador y que se siente culpable por haber involucrado a Rogani, quien
quiso ayudarlo.
Y CONSIDERANDO:
VII. Sobre la alegada violación a la garantía a ser juzgado en un plazo
razonable
VII.I. Como fuera descripto en la reseña que precede, en sus alegatos, la
versada defensa solicitó se sobresea a los imputados en razón de que se
habría violado en este proceso su derecho a ser juzgados en un plazo
razonable. Al respecto, en lo sustancial, expuso que tal decisión correspondería
en tanto el hecho data del año 2009; por otro lado, dado que la duración del
trámite repercutió en que los testigos citados a juicio no recordaran lo sucedido;
asimismo, porque la causa no revestiría complejidad; finalmente, porque el
tiempo que insumió el proceso no se habría debido a la actividad de sus
asistidos y ya que éstos se habrían visto mortificados por su duración.
Así las cosas, a efectos de decidir acerca de la pretensión de la defensa,
por razones de orden lógico, corresponde primeramente delimitar los contornos
que, en general, posee la garantía invocada y, una vez sentado ello, verificar su
aplicación al sub lite de acuerdo a las particulares circunstancias de este caso.
II. En términos generales, es preciso señalar que el derecho a ser
juzgado en un plazo razonable, en nuestro sistema jurídico, “…no puede

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traducirse en un número de días, meses o años” (“Acerbo”, Fallos: 330:3640).


Ello así, “…pues la duración razonable de un proceso depende en gran medida
de diversas circunstancias propias de cada caso…” (ídem).
Esa precisión no resulta ociosa, es que bien podría preverse
normativamente un término exacto de duración a partir del cual el trámite
comenzaría a ser excesivo a criterio del legislador. Al respecto, se enseña:
“Las leyes romanas […] establecieron un plazo preciso para la duración del
proceso penal, disponiendo Constantino […] que fuera de un año, plazo que,
[…] Justiniano elevó a dos […] Alfonso X, el sabio, mandaba, en consonancia
con la fuente romano-justinianea de sus Siete Partidas, que ningún juicio penal
pudiera durar más de dos años” (Pastor, Daniel R.; “El plazo razonable en el
proceso del estado de derecho”; Buenos Aires: Ed. Ad-Hoc, 2002; p. 49). En el
mismo sentido, más cerca de nuestro tiempo, puede mencionarse el Speedy
Trial Act, sancionada en el año 1974 por el Congreso de los Estados Unidos de
Norteamérica, en la cual se fija —si bien con una serie de particularidades y
excepciones que exceden al objeto de la presente— un plazo de cinco años
para agotar todas las etapas del proceso.
Sin embargo, no surge tal parámetro objetivo en las normas que refieren
a esta garantía en nuestro sistema jurídico; es decir, no se prevé una
específica cantidad de días de duración (ver, en especial, arts. 7.5 y 8.1
C.A.D.H.; 9.3 y 14.3.c P.I.D.C.P.). Así, la Corte Suprema de Justicia de la
Nación lleva resuelto: “…ese derecho se encuentra limitado, por supuesto, a la
demostración por parte de los apelantes de lo irrazonable de esa prolongación
[…] pues en esta materia no existen plazos automáticos o absolutos y,
precisamente, ‘la referencia a las particularidades del caso aparece como
ineludible’…” (“Salgado”, Fallos: 332:1512).
En consecuencia, será elemental conocer qué factores evaluar para
razonablemente descifrar si en la especie se ha infringido la garantía bajo
estudio; ello es, cuáles son las particularidades del caso que deberán valorarse
para corroborar si ha existido una dilación indebida en el trámite de la causa.

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Al respecto, en 1972 en el precedente “Barker v. Wingo”, la Corte


Suprema de Estados Unidos resolvió que para dicha tarea debía tomarse en
cuenta i) la determinación del período concreto de tiempo que llevó el caso; ii)
las razones brindadas por el Estado para justificar el retraso y verificar si son
atendibles; iii) la conducta del imputado, con el objeto de corroborar si propició
o activó dilaciones indebidas para retrasar el proceso; iv) el perjuicio personal
concreto que pudiera haber sufrido el imputado en virtud del retraso.
Por su parte, en el año 1978 en el precedente “König”, el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos decidió que para definir si el plazo que insumió
el proceso penal era razonable se debía atender a i) la complejidad del caso, ii)
el comportamiento del demandante y iii) la manera en que el asunto fue llevado
por las autoridades administrativas y judiciales.
El criterio sentado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos fue
seguido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos a partir del fallo
“Genie Lacayo” (1997) y, en el caso “Valle Jaramillo” (2008), ésta añadió un
cuarto factor: “la afectación generada en la situación jurídica de la persona
involucrada en el proceso”.
Por otro lado, debe determinarse también a partir de cuándo empieza a
regir la garantía en cuestión y, sobre el punto, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos lleva resuelto: “…la razonabilidad del plazo debe
apreciarse en relación con la duración total del proceso, desde el primer acto
procesal hasta que se dicte sentencia definitiva, incluyendo los recursos de
instancia que pudieran eventualmente presentarse” (“Luna López Vs.
Honduras”, rta. 10/10/2013) —el énfasis me corresponde—. De modo que, en
lo aquí pertinente, el término temporal a tener en consideración sería aquél que
parte desde el día en que se realizó el “primer acto procesal”.
Luego, los cuatro elementos señalados por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos serán aquellos que habrán de evaluarse en el sub
examine a efectos de resolver el planteo impetrado por la defensa y, del mismo
modo, habrá de seguirse el criterio de ese Tribunal para determinar el momento

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procesal a partir del cual regirá la garantía bajo examen. Ello así, pues “…los
estándares fijados por la Corte IDH […] constituyen una imprescindible pauta
hermenéutica de los deberes y obligaciones -de los estados integrantes del
sistema interamericano-, derivados de la CADH (cfr. Fallos: 328:2056) y que
han de servir de guía para la interpretación de los preceptos contenidos en
ella…” (“Espíndola”, Fallos: 342:584).
III. Sentado ello, corresponde adelantar que el planteo impetrado por la
asistencia letrada de los imputados no habrá de prosperar.
En ese sentido, debe aclararse que este proceso encuentra su génesis
en la denuncia de la A.F.I.P. glosada a fs. 1/7, de fecha 28/9/2012. Por ello, el
trámite de las actuaciones lleva en su haber nueve (9) años y cinco (5) meses y
no, como fuera alegado por la defensa, trece (13) años. Es que, de
conformidad con la jurisprudencia reseñada en el apartado que antecede, no es
el momento del delito el que debe tenerse en consideración a efectos de
evaluar la razonabilidad del plazo, sino el “primer acto procesal” de la causa
que, en la especie, es la denuncia de mención.
Luego, corresponde verificar si esa duración —nueve (9) años y cinco
(5) meses— aparece razonable de cara al examen de i) la complejidad del
caso, ii) el comportamiento del demandante, iii) la manera en que el asunto fue
llevado por las autoridades administrativas y judiciales y iv) la concreta
afectación generada a los imputados.
Al respecto, nuevamente de adverso a lo invocado por la defensa,
estimo que el sub lite se trató de un caso complejo. Ello así, pues, por un lado,
involucró la participación en el trámite de diversos órganos estatales (p. ej.,
entidades aduaneras radicadas en La Plata, en Campana y la propia D.G.A.;
del mismo modo que significó la intervención de más de un acusador en el
sumario) que debieron actuar de manera coordinada y en un intercambio activo
de información, tanto entre sí, como mediante informes confeccionados para
aportar al expte. en orden a la recta averiguación de los hechos ocurridos. Lo
que se ve reflejado de manera sencilla en la cantidad de cuerpos que posee la

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causa (7 de ellos en formato papel y otros tantos de manera digital, sin perjuicio
de los múltiples incidentes creados en autos).
Además, la averiguación de lo sucedido importó la necesidad de
descifrar una maniobra que redundaba en operaciones de comercio exterior
que involucraban múltiples países (Canadá, Uruguay y Argentina) y que
importó que cuatro personas fueran indagadas en orden al ilícito investigado
(uno de ellos sobreseído y otro respecto del cual tuvo que suspenderse el
proceso en virtud de su sobreviniente incapacidad luego de haber sido
requerido a juicio).
Por otro lado, no es menor destacar que en el trámite participaron dos
órganos acusadores, cada uno de los cuales peticionó al juzgado instructor y a
este tribunal para la realización de medidas de pruebas, y múltiples defensas,
que también hicieron lo propio y, asimismo, fueron cambiando a lo largo del
proceso. Sobre el punto, sólo de modo ilustrativo, pueden examinarse las
actuaciones una vez elevadas a esta sede; en efecto, queda expuesta allí la
complejidad que importó que tres defensas distintas y dos acusadores
solicitaran la convocatoria de múltiples testigos, impetraran la producción de
prueba suplementaria y pidieran una prórroga al término previsto en el art. 354
C.P.P.N. que, ya de por sí en este colegio —por imperio del último párrafo de la
norma de cita—, es más extenso que el plazo que rige de ordinario. Por lo
demás, cabe destacar que este órgano judicial hizo lugar prácticamente a todo
lo solicitado por las partes en ese contexto (incluso se libraron exhortos
internacionales que debieron ser reclamados vanamente —pues, ante la
imposibilidad de localizarlo, el testigo que se buscaba en el exterior fue luego
desistido por las partes— en múltiples oportunidades).
Finalmente, debo decir que yerra la defensa cuando afirma que la
complejidad normativa de la causa no puede importar una demora en su
tramitación, sino que únicamente puede acarrear un retraso la dificultad
probatoria. Es que, como se verá de seguido, la necesidad de dar solución a

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las cuestiones jurídicas que se ventilaron en el sumario, explica en gran medida


la duración que ha tenido el proceso.
Adviértase, ya en el examen puntual del comportamiento del
demandante, pero íntimamente vinculado también a la complejidad del caso
desde una perspectiva normativa, que las defensas influyeron decisivamente
en la extensión del trámite, tal como habrá de apuntárselo a continuación.
Los órganos judiciales intervinientes debieron resolver múltiples planteos
de la defensa: i) pedido de nulidad de declaración indagatoria (fs. 436); ii)
apelaciones contra los procesamientos (fs. 441 y 449); iii) recurso de casación
en relación a los procesamientos (fs. 541); iv) recurso de queja por casación
denegada con motivo de los procesamientos (fs. 585); v) solicitud de nulidad de
la denuncia de A.F.I.P. (fs. 691); vi) solicitud de nulidad de todo lo actuado a
partir del 2/5/2016 (fs. 742); vii) apelación del rechazo de la nulidad de la
denuncia de la A.F.I.P. (fs. 744); viii) apelación del planteo referido en el punto
vi) (fs. 759); ix) pedido de nulidad de notificación (fs. 802); x) oposición a la
elevación a juicio (fs. 807); xi) solicitud de suspensión del trámite (fs. 812); xii)
recurso de queja por apelaciones denegadas (fs. 852); xiii) recurso de casación
por el rechazo del recurso de queja mencionado en el punto anterior (fs. 912);
xiv) pedido de cambio de calificación legal, inconstitucionalidad del art. 872 del
Código Aduanero y de concesión de suspensión del juicio a prueba (fs. 1167)
—lo que ocasionó, asimismo, la necesidad de celebrar una audiencia en los
términos del art. 293 C.P.P.N.—; xv) recurso de casación contra el rechazo del
planteo descripto en el punto que antecede (fs. 1255); xvi) solicitud de
“absolución” por aplicación retroactiva de ley penal más benigna (fs. 1374); xvii)
recurso de casación contra el rechazo del pedido señalado en el punto anterior;
entre muchos otros planteos y recursos cuya mención, en honor a la brevedad,
habrá de prescindirse.
Resulta ocioso efectuar un profundo análisis de lo relatado en el párrafo
anterior; pues, surge de manera evidente que la asistencia letrada de los

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imputados a influido de manera decisiva en que el proceso de haya extendido


el tiempo que duró.
En cuanto a la manera en que el asunto fue llevado por las autoridades
administrativas y judiciales debe tenerse en consideración que, si bien
existieron períodos de relativa inactividad en el expte., aquéllos se encontraron
debidamente justificados y que, de manera general, la causa fue tramitada en
recta forma por los órganos estatales intervinientes.
En ese sentido, corresponde tomar en cuenta que el término temporal
insumido en la instrucción de la causa se debió, mayormente, en las razones
ya ventiladas anteriormente; esto es, la complejidad de la investigación que
debió afrontar el magistrado que me precedió en el trámite, la necesidad de
resolver de manera constante planteos nulificantes de la defensa y la demora
que implicaba cada vez que debía elevar a su Alzada la causa para resolver las
múltiples apelaciones que impetraba la asistencia letrada de los imputados .
Luego, ya en esta instancia, también existió una mayor dilación en el
proceso por los pedidos efectuados por la defensa (p. ej., el pedido de cambio
de calificación legal, inconstitucionalidad del art. 872 del Código Aduanero y de
concesión de suspensión del juicio a prueba; la audiencia en los términos del
art. 293 C.P.P.N. y la solicitud de “absolución” por aplicación retroactiva de ley
penal más benigna; de consuno con los recursos de casación que se
impetraban contra cada uno de los rechazos).
Sin embargo, debe destacarse también que, de modo razonable, los
distintos jueces que se encargaron de estos autos en esta etapa plenaria
debieron priorizar la realización de los debates en las causas que contaban con
detenidos y, por el contrario, en la presente los encausados permanecieron
durante todo el proceso en libertad.
Mas, tampoco puede perderse de vista que, mientras se daba trámite a
este expte., se desencadenó la pandemia que aún pesa sobre la población
mundial lo que, lógicamente, importó una demora en la actividad de todos los
órganos judiciales —más allá del inmenso esfuerzo realizado por su personal

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para poder continuar dándole respuesta a los urgentes planteos que se


suscitaban durante la misma, lo que resulta fácilmente comprobable mediante
la compulsa de las innumerables resoluciones de este organismo en el Centro
de Información Judicial y en particular la de este juzgador que continuó con
todos los debates en los juicios de lesa humanidad asignados y en las
subrogancias que cubre desde hace dos años en la jurisdicción y otras
entendidas como vecinas por el superior de la superintendencia—.
A mayor abundamiento, lo expuesto en el párrafo anterior significó en lo
puntual que este Tribunal debiera proceder a la digitalización de todo este
expediente, así como de sus múltiples incidentes, para que las partes pudieran
continuar con el estudio de la causa sin tener que acudir personalmente a esta
sede. Trabajo que permitió, asimismo, la realización telemática del debate oral
y público celebrado y las diversas exhibiciones de documentos que se hicieron
durante el mismo. Ello, sin perjuicio de la tarea que importó la localización de
los múltiples testigos requeridos por las partes, aunada a las explicaciones e
indicaciones que debieron dárseles a cada uno de ellos para poder celebrar las
audiencias con las conexiones (acceso a la plataforma visual, imagen, audio,
sonido, entre otras) funcionando correctamente.
Por último, repárese que la fijación del debate oral y público ocasionó, a
su vez, la necesidad de actualizar los informes en los términos del art. 78
C.P.P.N. oportunamente realizados y ello redundó en que, en relación a uno de
los imputados (Mario Luis Lanzoni), debiera resolverse su separación de la
causa y la suspensión del proceso a su respecto por incapacidad sobreviniente
(cfr. art. 77 C.P.P.N.).
De otro lado, respecto a la concreta afectación generada a los
imputados, no me cabe dudas que la mera existencia de un proceso penal en
su contra implicó para ellos una lógica consternación emocional. Sin embargo,
no puede perderse de vista que se encontraron durante toda la tramitación de
la causa en libertad, no se les impusieron reglas de conducta e, incluso, se

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autorizaron a viajes fuera del país cada vez que así alguno de los imputados lo
solicitara (ver, p. ej., fs. 1353 del expte. digital).
Es por ello que, a la luz de la jurisprudencia que rige en la materia y en
virtud de la detallada evaluación efectuada en relación a los cuatro parámetros
que derivan de las decisiones de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, entiendo que en esta causa no se ha infringido la garantía a ser
juzgado en un plazo razonable.
VIII. Hechos probados y autoría responsable
VIII.I. En forma previa a ingresar al análisis fáctico y probatorio del
sub lite, estimo prudente poner de resalto que esta judicatura posee la
obligación a aplicar al caso bajo examen “un método racional de
reconstrucción de un hecho pasado” (Fallos: 339:1493), a fin de analizar
si la hipótesis acusadora se ha visto corroborada.
Vale decir, la denominada “sana crítica racional” como técnica de
decisión judicial, conlleva el empleo de adecuados métodos epistémicos
para examinar la aserción de la imputación sustantiva.
En ese entendimiento, a efectos de proceder a la verificación de la
ocurrencia y el modo del acontecimiento denunciado, el Máximo Tribunal
explica que el “examen de un proceso exige al juez valorar la
concatenación de los actos, de acuerdo con la sana crítica racional y
atendiendo a las reglas de la lógica” (Fallos: 311:2045).
Tal proceder, aunado a una estricta “…comparación de las
diferentes pruebas, la evaluación de las condiciones de cada proveedor
de prueba respecto de su posibilidad de conocer, su interés en la causa y
su compromiso con el acusado o el ofendido…” (Fallos: 339:1493), será el
método que se seguirá en la presente a fin de determinar si, en virtud de
las constancias recabadas durante la instrucción y las demás recibidas
durante el trámite ante este Tribunal, se pudo corroborar, con el grado de
convicción que requiere la etapa plenaria, la imputación esgrimida por los
acusadores.

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VIII.II. Llegado este punto, debo adelantar que, a partir de los


testimonios reproducidos durante el debate, así como la prueba documental
incorporada por lectura, habré de tener por acreditada la imputación dirigida
por los acusadores contra los enjuiciados Omar José Rogani y Claudio José
Salvucci.
Como seguidamente se fundamentará, ha quedado demostrado con el
grado de convicción requerido en esta etapa plenaria que los encausados,
mediando acuerdo de voluntades, impidieron el debido control del servicio
aduanero con el fin de someter la grúa autopropulsada marca Grove, modelo
TMS 300 LP, serie nro. FCIY1041P Z33447, usada, año de fabricación 1975, a
un tratamiento aduanero y fiscal distinto al que correspondía para su
importación.
Tal objetivo fue logrado, como indicaran los acusadores, con la
participación de —cuanto menos— otra persona, por medio de declaraciones
falsas y presentación ante la autoridad aduanera de documentos apócrifos, de
modo tal que recrearon negocios jurídicos inexistentes y sortearon la
prohibición absoluta que pasaba sobre el bien que ingresaron al país.
Previo a ahondar sobre el mérito de cada una de las pruebas que
permiten arribar a la conclusión que se adelantara, resulta pertinente hacer una
breve mención de la normativa aduanera que resultaba aplicable para la
importación de la maquinaria en cuestión; ello, a efectos de contextualizar la
maniobra reprochada y evidenciar que los enjuiciados, una vez adquirido el
bien en el exterior, practicaron maniobras ilícitas para ingresarlo al territorio
nacional que, de otro modo —es decir, la vía legal—, no hubiesen podido
concretar.
En primer lugar, cabe señalar que por medio del artículo 7 del Decreto
nro. 110/99 y sus modificaciones, el Poder Ejecutivo Nacional estableció la
prohibición de nacionalizar vehículos usados. No obstante, se contemplaron
diferentes excepciones, como aquella del inciso “f”, que aquí transcribo:
“[v]ehículos automotores que por su naturaleza presenten características

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especiales de uso, finalidad o prestación, autorizados por la Autoridad de


Aplicación y que ésta constate que no existe producción nacional del bien que
se trata o que la misma resulte insuficiente en calidad o en cantidad”.
Consecuentemente, se estableció como autoridad de aplicación a los
efectos de la reglamentación de la disposición precedente, a la por entonces
Secretaría de Industria, Comercio e Inversiones del ex Ministerio de Economía
(en adelante, Secretaría de Industria).
En ese marco, dicho organismo, en uso de sus facultades, dictó la
Resolución nro. 46/2001 de fecha 20/06/2001 (actualizada por la Resolución
nro. 90/2001) por medio de la cual se precisó la definición de vehículos
automotores con características especiales de uso en los términos del citado
inciso “f” del Decreto 110/99 y se aprobaron un universo de bienes alcanzados
por la excepción, que fueron descriptos con su respectiva posición arancelaria
en el Anexo I de la misma resolución, con la antigüedad máxima permitida para
cada cado.
Cabe aquí hacer la siguiente salvedad: la grúa autopropulsada marca
Grove, modelo TMS 300 LP, usada, año de fabricación 1975, conforme se
desprende de las características declaradas y verificadas durante el proceso de
importación obrantes en el legajo de A.F.I.P., así como lo informado a fs. 344
de los autos principales, se clasificaba en la Posición Arancelaria 8705.10.00
(luego actualizada en 8705.10.90).
Si bien dicha clasificación arancelaria se encontraba prevista en el
mencionado Anexo I como excepción de la prohibición de importar vehículos
usados —únicamente para camiones grúa, con una capacidad de izaje de diez
toneladas o más, medidas sobre la vertical que pasa a un mínimo de tres
metros del centro de rotación, de la grúa y cuando esta forma un ángulo de 0
a180 grados con el eje del vehículo portante; características propias del bien en
cuestión—, imponía como condición la antigüedad máxima de 15 años 1. De allí

1
En la actualidad, en virtud de lo establecido en el Anexo II de la Resolución 26/2019 de la Secretaría de
Industria de fecha 28/2/2019, para los vehículos usados de esa posición arancelaria se incrementó la
antigüedad máxima permitida a 20 años.

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que, dada la prohibición genérica del Decreto 110/99, y por no encuadrar en la


excepción de las Resoluciones 46 y 90/2001 de la Secretaría de Industria, los
encausados no podían importar la grúa dado el año de fabricación (año 1975).
VIII.III. Más allá de las referencias que efectuaré en lo sucesivo, es del
caso señalar que no se encuentra controvertido que Omar José Rogani era el
propietario de la grúa que pretendía ingresar al país y que participó de su
importación para ayudar económicamente a su cuñado y consorte de causa
Claudio José Salvucci. Es que, además de haber sido ello reconocido por la
defensa y ambos encausados, se verificó por medio de la consulta del sistema
del fisco un giro de fecha 10 de junio de 2009 por la suma US$ 43.500
(cuarenta y tres mil quinientos dólares estadounidenses) con destino a Canadá
y a favor de la firma “Interamerican Crane”, empresa que figura en el
documento de transporte marítimo Bill of Lading como “shipper” (ver
documentación de fs. 50/51 del legajo AFIP y fs. 50 de los autos principales).
Ese giro de divisas operó con fecha anterior —aunque próxima— al
inicio del trámite de importación temporal del 23 de junio del mismo año. Es
decir, las circunstancias inmediatamente anteriores al inicio de ejecución de la
maniobra endilgada confluyen en la siguiente premisa: José Omar Rogani
adquirió la grúa de propiedad de la firma canadiense “Interamerican Crane” y,
luego, tomó conocimiento que no era posible su importación para consumo,
habida cuenta las prescripciones antes aludidas en materia aduanera
(concretamente, su antigüedad superior a la permitida vía excepción).
Es aquí donde aparece el despliegue de la conducta ilícita reprochada,
puesto que, para evitar la normativa que impedía el ingreso de la maquinaria,
los encausados simularon una situación jurídica inexistente a los fines de
someterla bajo el tratamiento aduanero distinto al que correspondía aplicar
dado que, como antes se indicara, obtendrían un resultado adverso a sus
pretensiones.
De tal modo, se encuentran reunidos elementos probatorios suficientes
para considerar que fueron asesorados por otra persona con conocimientos en

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materia aduanera (extremo éste que será luego retomado) y, por medio de
declaraciones y documentación falsa, lograron la importación del bien bajo el
Régimen de Importación Temporal.
VIII.IV. Llegado a este punto del análisis, se pone de resalto que todos
los empleados y funcionarios que al momento de los hechos tomaron
intervención como integrantes de distintas reparticiones de la Dirección
Nacional de Aduanas, fueron interrogados durante el debate sobre dicho
procedimiento de importación temporal y las facultades de control del servicio
aduanero.
Al respecto, Oscar Manuel Iglesias, Adalberto Victorio Bentancourt,
Josefina Minotti, Cristina Lucía Cimino, Eduardo Daniel Gómez, Tristán Oscar
Conde, Matías Amendolara y Milena Nora Huerta, Gerardo Di Rocco y Bárbara
Salmerón, explicaron que el Régimen de Importación Temporal supone el
ingreso de bienes de capital por un plazo determinado, a fin de cumplir con un
objetivo específico y con la obligación de reexportarlo al país de origen.
Como requisitos indispensables, indicaron que debía verificarse que el
ingreso del bien no afectara la actividad económica nacional, a cuyo efecto
tomaba intervención previa la Secretaría de Industria, y que el propietario no
sea el importador, sino una persona distinta residente en el exterior. Además, la
parte solicitante debía acompañar documentación que acredite la función
específica del bien en el territorio nacional y el lugar de depósito, a los efectos
de posibilitar la comprobación de destino por parte de la Aduana Regional con
jurisdicción.
Ahora bien, todo ese procedimiento necesario para autorizar la
importación temporal de un bien, así como sus condiciones —que de un modo
genérico recordaron los testigos en respuesta a los interrogantes efectuados
principalmente por la Fiscalía—, se encuentra regulado en el Código Aduanero,
en el decreto reglamentario nro. 1001/82 y en la Disposición 34/98 de la
Dirección General de Aduanas.

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En efecto, el artículo 250 del Código Aduanero establece: “[l]a


destinación de importación temporaria es aquella en virtud de la cual la
mercadería importada puede permanecer con una finalidad y por un plazo
determinado dentro del territorio aduanero, quedando sometida, desde el
mismo momento de su libramiento, a la obligación de reexportarla para
consumo con anterioridad al vencimiento del mencionado plazo”.
Luego, el artículo 31 del Decreto Reglamentario 1001/82, prevé en su
apartado 1°, inciso “a”, que se consideran susceptibles de ser sometidos al
régimen de importación temporaria “…los bienes de capital que hubieren de
ser utilizados como tales en un proceso económico, siempre que el beneficiario
de la importación temporaria no fuere propietario de tales bienes y tuviere
obligación de reexportarlos en virtud del contrato respectivo fuera del ámbito
sometido a la soberanía nacional”.
Finalmente, la Disposición 34/98 de la Dirección General de Aduanas
aprobó las Disposiciones Normativas y Operativas relativas a las Importaciones
Temporarias que, en el punto I) de su Anexo, establece como documentación
necesaria para autorizar la importación temporaria de bienes de capital: “a)
Contrato que acredite: 1) la propiedad de la mercadería a favor de una persona
residente en el exterior, distinta del importador. 2) la obligación de reexportar la
mercadería del territorio aduanero en el cual se realiza la importación
temporaria hacia otro territorio aduanero, a zonas francas o al exterior. 3) el
plazo de vigencia del mismo. 4) dicho documento deberá estar intervenido por
el Consulado Argentino cuando sea firmado en el exterior o realizado ante
Escribano Público en el país. b) Informe técnico del importador con carácter de
declaración jurada que demuestre que con motivo de una demanda temporal
adicional a la habitual, su capacidad instalada resulta insuficiente o bien carece
de la tecnología adecuada […] d) Cuando el contrato no acredite el valor de la
mercadería, se exigirá la factura expedida por el exportador en las condiciones
del contrato, en original o en fax, este último, firmado por el importador y el
despachante de aduana”.

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Sentado lo expuesto, aquellas declaraciones testimoniales recibidas en


el debate evidenciaron el conocimiento que tenían los testigos sobre el régimen
aduanero específico que aquí nos compete; ello, claro está, con mayor o menor
detalle según el escalafón que ocupaban y función específica que
desempeñaban.
En ese orden ideas, resulta completamente comprensible que, habida
cuenta el tiempo transcurrido, no recuerden el caso de marras y sus
particularidades. No obstante, debo destacar que todos ellos reconocieron sus
respectivas firmas insertas en los documentos exhibidos durante el debate, que
forman parte del legajo de A.F.I.P. incorporado por lectura (fs. 15/16, 26, 30/31,
41, 42/43, 60, 113, 147/149 y 155/157).
Ese reconocimiento de las rúbricas, así como los sellos aclaratorios que
las acompañan y del formato empleado para su confección, permite sostener
que su contenido es completamente legítimo y, por lo tanto, se afianza su valor
como prueba directa, máxime cuando ninguna parte en el debate contrarió la
veracidad de los mismos. Además, no puede perderse de vista que, ni al
momento de los hechos ni en la actualidad, se advierte indicio alguno para
predicar algún tipo de animadversión contra las personas traídas a juicio.
Por el momento, y sin perjuicio que, en lo sucesivo, retomaré alguna de
sus partes, dichos documentos se tratan de informes técnicos en los que se
daba cuenta del avance del trámite de importación temporal, el cumplimiento
(aparente) de los requisitos previstos en la normativa, la resolución que
autoriza la importación de la grúa y, finalmente, informes de riesgo que
advierten sobre una posible maniobra ilícita, el acta de comprobación de
destino, informe sobre lo actuado en el proceso de control, dictamen jurídico
sobre la comisión de un ilícito por parte de Rogani y el dictamen final que
encomienda la radicación de la denuncia penal por el delito de contrabando.
Ahora bien, previo a adentrarme concretamente a las declaraciones
mendaces y documentación apócrifa presentada ante el servicio aduanero, es
del caso adelantar que el conocimiento técnico de los empleados y funcionarios

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que intervinieron en el procedimiento, quienes bajo la creencia de la veracidad


de lo declarado y autenticidad de los documentos presentados en respaldo,
dictaminaron a favor de la inclusión del bien bajo el régimen solicitad, conduce
en sostener la idoneidad de la maniobra desplegada por los encausados para
impedir el debido control aduanero y lograr su propósito.
En efecto, en fecha 31 de agosto de 2009 la Directora Interina de la
Dirección Regional Aduanera La Plata, Lic. Cristina Lucía Cimino, dispuso:
“[a]utorizar a la firma ROGANI OMAR JOSÉ, CUIT N° 23-06187196-9, a
importar bajo el régimen de Importación Temporal previsto en el artículo 250
ss. y cc. del Código Aduanero y en el artículo 31 apartado 1 inciso a) del
Decreto Reglamentario N° 1001/82, de fecha 2 de mayo de 1982, la
mercadería descripta a fs. 1 del presente expediente, en los términos y con los
alcances allí señalados […] Fijar en Treinta y Seis (36) meses el plazo
originario de autorización de la Importación Temporal, debiendo la firma citada
en el artículo anterior reexportar a consumo la mercadería en cuestión al
vencimiento del plazo establecido…”.
Sobre el punto, se tiene en consideración las explicaciones brindadas
por la nombrada Cimino quien, al momento de prestar declaración testimonial,
se refirió al mecanismo previo y necesario a su resolución, a la documentación
que debía tener a la vista y aseveró: “todo era supervisado por mí, obviamente
[…] no dejaba suelto ningún cabo”.
VIII.V. Dicho esto, se destaca que la documentación obrante en el legajo
de A.F.I.P. incorporado por lectura al debate, aunado a las declaraciones
brindadas por las testigos, permite tener por comprobado que Omar José
Rogani, en su carácter de importador registrado, brindó declaraciones falsas y
acompañó documentación ideológica y materialmente falsa a los fines de
concretar el ingreso al país de la grúa marca “Grove” usada, año 1975, para
que sea empleada por su cuñado Claudio José Salvucci, quien también formó
parte de la decisión al hecho en términos de coautoría. A su vez, se tiene
acreditado, tal como seguidamente se fundamentará, la actuación deliberada

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de ambos enjuiciados y el indefectible conocimiento de todo aquello que


realizaban.
Nótese que se encuentra incorporada la presentación inicial ante el
Ministerio de Producción por medio de la cual Rogani, en carácter de locatario,
solicitó la importación de la grúa marca Grove, modelo TMS 300 LP, usada,
año de fabricación 1975, valor FOB U$S 38.500, posición arancelaria
8705.10.90, bajo el Régimen de Importación Temporal, por un plazo de treinta
y seis meses (fs. 1/8 del legajo de A.F.I.P.).
En tal oportunidad, describió su capacidad de izaje de 30 toneladas,
mediante un brazo telescópico hidráulico con un alcance de 30 metros, que
funciona mediante sistemas de sujeción al piso mediante cuatro brazos
hidráulicos laterales y cabina de mando a altura (todo ello coincidente con lo
expresado en el Bill of Lading). Puntualizó que dicha maquinaria no se fabrica
en este país y se clasificaba como vehículo especial no diseñado para el
transporte de mercancía y/o de personas.
También declaró que sería destinado en el emprendimiento de
instalación, tendido y mantenimiento de líneas y torres de alta tensión, tareas
desarrolladas por la firma de su titularidad “Omar J. Rogani – Servicios
Insutriales”.
Además, acompañó fotografías de la grúa, una de ellas inserta en una
página que se aprecia como una oferta por parte de “Interamerican Crane”, con
domicilio en Canadá, donde se consignaron sus características (fs. 10/12 del
legajo de A.F.I.P.).
A fin de dar crédito a esas declaraciones mendaces, puesto que era el
propietario de la grúa y no simplemente su locatario, acompañó documentación
apócrifa que resultó determinante para la obtención de la autorización
administrativa de importación temporal.
Corresponde ahora, entonces, proseguir con su individualización, así
como los extremos que permiten tener por acreditada su falsedad y
participación de los encausados en su confección.

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1) En primer término, pondré de resalto el contrato de locación de


equipos (fs. 15/20 del legajo de A.F.I.P.), de fecha 15 de junio de 2009.
Se desprende de dicho instrumento que José Antonio Rosendo
Balbuena se presentó como presidente y representante de la firma “FAMEBIL
S.A.”, con domicilio en la República Oriental del Uruguay, en carácter de
locador de la grúa en cuestión y, por su parte, Omar José Rogani figura como
locatario. Entre sus cláusulas, se consignó el plazo de tres años del contrato,
prorrogable a opción de la locataria y de común acuerdo de partes, así como la
obligación de reexportar el equipo.
Allí también se estableció el valor FOB de US$ 38.500 (valor inserto en
las facturas nros. 2009 AT 06.004) y se fijó el valor de arrendamiento en la
suma anual de US$ 8.000 (ocho mil dólares estadounidenses). Todo ello, entre
demás cláusulas que establecen modalidades, condiciones de uso, flete,
responsabilidades y otros supuestos propios de esta clase de negocios.
Por su parte, la escribana María Isabel Martínez Gómez Cello, titular del
registro notarial número 203 de Cañada de Gómez, Santa Fe, como lo
declarara en el marco del debate tras serle exhibido el documento, certificó a
los 24 días del mes de julio de 2009 la firma de quien se presentó ante su
persona, tratándose de Omar José Rogani, acto que fue legalizado (fs. 16 in
fine y fs. 19/20 del legajo de A.F.I.P.).
A su vez, el acta labrada por el escribano público Gerardo Prandi
Esteves el 26 de junio de 2009 en Colonia del Sacramento, República Oriental
del Uruguay, certifica la autenticidad de la firma de Jorge Antonio Rosendo
Balbuena inserta en el contrato de locación como presidente de la firma
“FAMEBIL S.A.”. Al mismo tiempo, por medio de esa intervención, avaló la
existencia de esa persona jurídica, constituida en la República Oriental de
Uruguay el 20/10/2006 y la representación invocada por Balbuena como
presidente y único integrante del Directorio. Este documento extranjero fue
presentado ante el Consulado de Argentina en Colonia del Sacramento, a los

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efectos de dar fe de su contenido en este país (conf. art. 229 del Reglamento
Consular, Decreto 8714/1963 y su modificación por Decreto 1629/2001).
Más allá que la intervención de los notarios certifique que ese
documento efectivamente fue rubricado por las partes mencionadas como
locador y locatario, así como la representación que ejercía el primero de la
persona jurídica, no cabe ningún tipo de duda en punto a que sus cláusulas no
eran verdaderas puesto que reflejaban un negocio jurídico inexistente.
Simplemente, porque mal podría Omar José Rogani ser el locatario de una
máquina de su propiedad.
Como antes adelantara, la fecha de la transferencia efectuada a la
empresa canadiense en concepto de pago de la grúa —extremo reconocido por
Rogani en el juicio—, es anterior a las fechas del contrato y de las
certificaciones de las firmas. Es decir, Rogani compró la grúa y luego, como
artimaña para efectivizar su ingreso, simuló un contrato de locación.
En esa inteligencia, no puedo dejar de advertir que necesariamente para
ese acto tomó intervención la contraparte, es decir José Antonio Rosendo
Balbuena en representación de “FAMEBIL S.A.”, quien firmó el contrato el
contrato de locación y acreditó ante un escribano público la existencia de dicha
firma y su personería. Sin embargo, por razones que exceden procesalmente a
este Tribunal —mas no lo evitan de su consideración—, Balbuena no fue
imputado por la maniobra de contrabando investigada en estos autos.
Por otro lado, tampoco puedo soslayar que la defensa, al formular su
alegato de cierre, fue enfático al señalar que en todo momento su asistido
Rogani reconoció ser el propietario de la grúa, que aquél no leía ni comprendía
todo lo que firmaba y que “alguien simuló la locación”.
Ahora bien, esa defensa que introdujo con el propósito de fundar la
ausencia de dolo por parte de sus defendidos y atribuir exclusiva
responsabilidad al consultor técnico que contrataron, Mario Luis Lanzoni,
carece de cualquier tipo de credibilidad y, lejos de encontrar sustento en las
pruebas obrantes en autos, su verosimilitud se descarta por completo. Sin

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perjuicio de que este tópico será retomado y profundizado al finalizar el


presente apartado sobre la materialidad de los hechos, a fin de efectuar una
argumentación que integre el objeto procesal en su totalidad, resulta oportuno
traer aquí a colación los siguientes argumentos con relación directa al contrato
de locación simulado.
Independientemente del nivel de estudios que posea Omar José Rogani
(hasta sexto grado, según refirió), no se concibe que una persona con
experiencia en el mundo de los negocios como el nombrado, de buena posición
económica, propietario de un campo que arrenda y que, cuanto menos, al
momento de los hechos tenía una empresa propia; firme un documento y
certifique su propia firma ante una escribana publica sin antes leer su contenido
que, por lo demás, no presentaba ningún tipo de dificultad para su
comprensión.
A mayor abundamiento, nótese que en fecha 22 de junio de 2010,
meses posteriores al ingreso de la grúa al país (09/09/2009), luego de la
comprobación de destino y de los requerimientos de documentación efectuados
en el marco del proceso de fiscalización (que, entre otras constancias,
solicitaba el comprobante de pago del canon del alquiler), Omar José Rogani
presentó ante la Dirección Regional Aduanera Rosario las constancias
bancarias que acreditaron una transferencia por US$ 8.000 (ocho mil dólares
estadounidenses) el 10 de junio de 2010 a favor de “FAMEBIL S.A.”, junto con
una factura relativa a esa misma operación (fs. 77/80 del legajo de AFIP).
Si era propietario de la grúa y desconocía, según la hipótesis de la
defensa, el contrato de locación, no se explica la razón por la cual efectuó esa
transferencia de dinero por el mismo monto que figuraba estipulado como
canon locativo. Sencillamente, esa transferencia la hizo al sólo y único efecto
de continuar dotando de apariencia verdadera al contrato apócrifo que presentó
ante el servicio aduanero.
2) Por otro lado, corresponde destacar las discrepancias observadas
entre la factura presentada al comienzo del trámite de importación (fs. 9 del

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legajo de A.F.I.P.) y aquella aportada como documentación complementaria de


la destinación (fs. 52 de los autos principales). Ambas datan del 15 de junio de
2009, poseen el nro. 2009AT 06.004, figura como emisor la firma “FAMEBIL
S.A.”, a nombre de Omar José Rogani, describen la maquinaria y su valor FOB
de US$ 38.500 (treinta y ocho mil quinientos dólares estadounidenses).
Sin embargo, presentan las siguientes discrepancias: en la primera no
se indicó el domicilio ni el RUT de la empresa “FAMEBILL SA”, se consignó
como concepto de pago “cash” y el comentario “for export - no taxes”. En
cambio, en la segunda que posee calidad de proforma y un formato distinto, se
encuentra indicado el domicilio y RUT de la empresa, no se aclara cuál es el
concepto de pago y posee la leyenda “factura sin valor comercial emitida al
sólo fin estadístico y aduanero mercadería destinada en admisión temporaria
en Argentina”.
A fin de ilustrar sobre esta cuestión documental, resulta oportuno
reproducir las manifestaciones de Matías Amendolara, quien durante el debate
explicó que “…para las importaciones temporales en general se exige la
factura proforma, es un documento contable al sólo efecto de la valoración
aduanera porque es una factura que no tiene efectos tributarios en el país
emisor ni tampoco en el país receptor, pero es un documento indicativo del
valor declarado en la destinación. No se le puede exigir una factura definitiva
de venta, porque precisamente no hay venta. En general, en estos casos de
importación de bienes de capital, tenían que acompañar para poder autorizar la
importación, además de factura proforma, un contrato de alquiler donde ahí se
iba a determinar el precio del canon a pagar periódicamente por el alquiler de
esa mercadería o un comodato o cualquier otro contrato que nos permitiera
determinar que la mercadería no había sido comprada por el importador, por
eso es que no se exige en los casos de importaciones temporales una factura
de venta, porque no puede haber venta”.
En igual dirección, Adalberto Victorio Bentancourt, al responder sobre el
alcance de una factura proforma, dijo “no es una venta, es muy breve la

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respuesta porque no es una venta […] en realidad el importador tiene prohibido


la compra de algo que va a ingresar temporalmente. Es decir, [la factura
proforma] es a los efectos de decir quién es el proveedor y establecer un valor
y una definición de la mercadería que va a ingresar […] Como un remito, no
existe una transacción comercial en esa factura […] Tiene que estar emitida en
el extranjero”.
De tener en cuenta que las similitudes (numeración, fecha, partes, objeto
y valor) y al mismo tiempo las discrepancias entre ellas, es dable considerar
que, con el fin de mantener el escenario recreado, es decir el carácter de
locatario de Rogani, debían necesariamente presentar una factura proforma.
De allí que, dado que no tenía esa calidad aquella presentada al comienzo del
trámite (fs. 9 del legajo de AFIP), es que finalmente aportaron la factura
proforma, tal como se emplea para este tipo de negocios jurídicos (fs. 52 de los
autos principales). Como resulta evidente, ninguno de los dos documentos
contenía declaraciones verdaderas.
Finalmente, no puedo dejar de mencionar que por este tipo de
importaciones no se pagan tributos al momento del ingreso de la mercadería,
sino que se garantizan, tal como fuera expuesto por Adalberto Bentancourt en
el marco de su deposición, lo que redundó en otro beneficio para los
encausados.
3) Otro de los documentos esenciales que tuvo en cuenta el servicio
aduanero para autorizar la importación temporal fue la orden de compra
presentada en copia a fs. 32/40 del legajo de A.F.I.P., tras la observación
efectuada por Tristán Oscar Conde, jefe de la División Jurídica de la Dirección
Regional Aduanera La Plata (dictamen de fs. 30/31). En función de los
requisitos previstos en la Disposición 34/98 de la Dirección General de
Aduaneras, el importador debía acreditar la finalidad específica que la máquina
cumpliría dentro del plazo solicitado para su importación temporal.
Habida cuenta de que la grúa no fue adquirida para un trabajo específico
previamente estipulado, los encausados crearon una orden de compra falsa y,

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para ello, reprodujeron el objeto que extrajeron del documento verdadero


emitido por “DYCASA S.A.” en favor de Alicia Beatriz Díaz, y prácticamente la
totalidad de sus condiciones generales (confrontar fs. 32/40 y fs. 116/120 del
legajo de A.F.I.P.).
Al respecto, nótese que la copia de la orden de compra presentada ante
el servicio aduanero tiene inserta en cada una de sus páginas la rúbrica de
Omar José Rogani, posee nro. OC699-973/0 y fecha de emisión 13/07/2009
por parte la firma “DYCASA SOCIEDAD ANÓNIMA”. Se define como
subcontratista “AJS ELECTRIFICACIONES DE OMAR JOSE ROGANI” para
realizar trabajos de reubicación de líneas aéreas de media tensión en la Ruta
Nacional N° 9, establece el valor de la obra y posee fecha de entrega
17/03/2009 (que resulta incompatible con la fecha de la orden de compra, que
es posterior).
La presentación de dicha documentación, con apariencia de veracidad,
donde se encontraban consignados todos los datos del proveedor (razón
social, CUIT e ingresos brutos) y cuyo objeto se correspondía con la función
que adujeron que tendría la grúa durante su permanencia temporal, le permitió
a los encausados cumplir con aquel requisito faltante que había advertido
Tristán Conde.
Sin embargo, aquel documento no era el verdadero. Efectivamente
existía una orden de compra nro. OC699-973/0 emitida por “DYCASA S.A.” con
ese mismo objeto, igual fecha de entrega y valor monetario, pero la parte
subcontratista no era causado Rogani, sino “AJS ELECTRIFICACIONES DE
ALICIA BEATRIZ DIAZ” y había sido emitida el 13/3/2009. Además, se
observa, al margen superior izquierdo de la primera página, que la tipografía
para consignar el nombre de la empresa difiere en ambos documentos
(confrontar nuevamente fs. 32/40 y 116/120 del legajo de A.F.I.P.).
Se sostiene la autenticidad de esta segunda orden de compra
mencionada por cuanto se tratan de copias certificadas por el entonces
apoderado de la empresa “DYCASA S.A.”, José Luis Pombiño, presentadas

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como parte de la documentación adjunta a la respuesta brindada al


requerimiento efectuado por Dirección Regional Aduanera Rosario, por medio
de la cual se informó que la empresa en ningún momento había concretado
una operación con José Omar Rogani y que la orden de compra nro. OC699-
973/0 estaba a nombre de Alicia Beatriz Díaz (CUIT 27-14592779-5), trabajo
para el cual no se habían empleado maquinarias (fs. 113/138 del legajo de
A.F.I.P.).
Es oportuno precisar que, si bien José Luis Pombiño durante el debate
manifestó que la firma inserta en el informe era la suya, empero posiblemente
fue otro el sector encargado de brindar la información allí consignada, lo cierto
es que los términos de la respuesta brindada encuentran su aval en la totalidad
de la documentación acompañada en la misma oportunidad (además de la
copia certificada de la mencionada orden de compra nro. OC699-973/0, se
aportaron facturas, estado de cuenta y demás documentación de la firma con
relación a trabajos de la proveedora Díaz).
Con lo expuesto, se encuentra comprobada la falsedad de la orden de
compra presentada para acreditar la función con la que la grúa ingresaría a
este país. A mayor abundamiento, como otro elemento de prueba que sustenta
lo expuesto, se encuentra el resultado de la comprobación de destino
efectuada por los agentes de la Dirección Regional Aduanera Rosario, por
medio del cual se determinó que la grúa no estaba siendo empleada en las
tareas indicadas en la orden de compra.
Repárese en que, en primer lugar, Matías Amendolara explicó que en la
Sección Análisis y Selección dependiente de la División Investigaciones de la
Dirección Regional Aduanera La Plata, donde realizaba tareas de análisis de
riesgo y evaluación de resultados, habían creado una matriz de riesgo propia,
donde se ponderaban distintos elementos y datos del importador, tales como la
capacidad económica, si tenía o no empleados registrados, los domicilios, el
nivel de operaciones, si las operaciones de importación coincidían
económicamente con las ventas declaradas y una serie de parámetros para

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determinar un nivel de riesgo. A partir de entonces, emitían distintas alertas a


las áreas operativas que tramitaban las operaciones bajo canal rojo.
En cuanto a esto último, se desprende de estas actuaciones que la
mercadería importada por Rogani efectivamente tenía asignado el canal rojo de
control (cfr. documentación obrante a fs. 47/50 de los autos principales). Luego,
surge de fs. 46/47 del legajo de A.F.I.P. una alerta emitida por mail por parte
del nombrado Amendolara (con posterioridad al ingreso de la grúa), tras lo cual
luce el informe confeccionado por aquél a fs. 49/53, cuya rúbrica reconoció
como propia al momento de prestar declaración, donde advierte que existían
evidencias para sospechar que quien se presentó como importador temporal y
locatario, en realidad sería el propietario del bien. Hizo referencia al giro de
divisas, a discrepancias entre las facturas presentadas por el importador y que,
hasta ese momento —29/12/2009—, no se había efectuado el pago del canon
locativo. En ese marco, se encomendó la comprobación del destino de la grúa.
Como coincidentemente lo explicaran los testigos a lo largo del debate,
la comprobación de destino consistía en verificar que la maquinaria en cuestión
se encuentre en el lugar declarado y sea empleada para el trabajo para el cual
ingresó temporalmente. Para ello, tomaron intervención la Aduana General
Aduanera Rosario con jurisdicción en el domicilio del importador.
Tal como se desprende del acta de comprobación de destino de fs. 60
de legajo de A.F.I.P., rubricado por los agentes Gerardo Oscar Di Rocco y
Bárbara Salmerón de la Sección Fiscalización Externa de la División
Investigación, Control y Procedimientos Externos, quienes prestaron
declaración en el debate y reconocieron sus firmas allí insertas; la grúa fue
ubicada en el domicilio declarado en fecha 11 de mayo de 2010.
En ese momento, fueron atendidos por Silvina Marcela Biasutti, quien se
presentó como empleada administrativa de la firma “Omar José Rogani fábrica
de mesadas para cocina” y posibilitó constatar que en el lugar se encontraba la
grúa temporalmente importada. Se aclara que, pese a su convocatoria, no fue

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posible recibir el testimonio de la nombrada por su fallecimiento con


anterioridad al inicio del debate.
Se desprende de esa misma acta de fs. 60, que Biasutti informó que la
grúa era utilizada para realizar electrificaciones y montajes varios. Asimismo,
en respuesta a los requerimientos efectuados, manifestó que no se habían
iniciado los trabajos de electrificación del tramo “Rosario – Córdoba” y tampoco
efectuados pagos en el marco del contrato celebrado.
Al final del acta, se dejó constancia que se encontraba presente
Salvucci, cuñado del importador y aquí encausado, lo que lo coloca dentro del
ámbito de disposición y custodia de la grúa, en refuerzo de la hipótesis no
controvertida, relativa a que era la persona a cuyo favor ingresó el bien al país.
Como era de esperar, dada la falsedad de la documentación presentada,
la grúa no iba a estar empleada en los trabajos declarados al solicitar su
importación temporal. Como prueba de ello, además de las manifestaciones de
Silvina Marcela Biasutti, así como la respuesta brindada por “DYCASA S.A.”
que permitió conocer que la subcontratista de esa empresa era Alicia Beatriz
Díaz, se encuentran fotografías de la grúa insertas a fs. 61/63, junto con la
firma de Bárbara Salmerón.
Podrá observarse que tenía colocado un cartel en uno de los laterales
que reza “alquiler de grúas” y los números de teléfonos (03471) 421971 y
155197899. El primer teléfono indicado se encuentra asociado, según la
consulta efectuada a fs. 64, a la persona de Alicia Beatriz Díaz, con domicilio
registrado en la calle Romegialli 952, Cañada de Gómez, Santa Fe.
Dos caminos diferentes convergen en la persona de Alicia Beatriz Díaz:
por un lado, la orden de compra original emitida por “DYCASA S.A.” estaba a
su nombre y, por el otro, el teléfono que figuraba en el cartel de la grúa. A las
claras, tales circunstancias no obedecían a una simple casualidad; por el
contrario, de la compulsa efectuada por el sistema registral de A.F.I.P. (fs.
65/69 y 70/72 del legajo de AFIP), se verifica que Alicia Beatriz Díaz registrada
como apellido de casada Salvucci. Además, ella y el encausado Claudio José

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Salvucci, comparten el domicilio sito en la calle Romegialli 952, Cañada de


Gómez, Santa Fe y son cotitulares de cuentas bancarias. Indefectiblemente, lo
expresado confirma el vínculo conyugal entre ambos.
Luego, se colige que Claudio José Salvucci, encontrándose al tanto del
trámite iniciado a fin de someter la grúa a un tratamiento aduanero distinto al
que correspondía, fue quien brindó la información esencial y necesaria para
crear la orden de compra falsa. Justamente, accedió a dicha información a
partir del documento verdadero que había sido anteriormente emitido a nombre
de su esposa Alicia Beatriz Díaz.
En conclusión, se encuentra en un todo probado que los encausados
simularon un negocio jurídico que formalizaron en un contrato de locación con
firmas certificadas por notarios, en este país y en la República Oriental del
Uruguay, acompañaron facturas apócrifas emitidas en razón de aquella
locación inexistente y, finalmente, crearon un documento falso —orden de
compra nro. OC699-973/0— a partir de la reproducción de cláusulas esenciales
y condiciones insertas en el verdadero; a resultas de lo cual consiguieron la
autorización para la importación de la grúa marca Grove, usada, año de
fabricación 1975, que se oficializó en fecha 9 de septiembre de 2009 bajo el
Régimen de Importación Temporal.
VIII.VI. Llegado a este tramo del análisis no puedo dejar de mencionar
que las pruebas reunidas durante el debate permiten sostener que los
enjuiciados Omar José Rogani y Claudio José Salvucci, tomaron parte en el
hecho en connivencia con Mario Luis Lanzoni, también requerido a juicio.
Empero, este último, no se encontró en condiciones de afrontarlo por motivos
de salud, por lo que a su respecto se suspendió el trámite de conformidad con
lo normado en el art. 77 del C.P.P.N. y, por motivos de celeridad procesal, se lo
separó del juicio oral y público que comenzó a celebrarse el 15 de febrero de
2022 (conf. art. 360 C.P.P.N.).
No obstante, esta última circunstancia en nada modifica el objeto del
reproche formulado en contra de Rogani y Salvucci, que comprendió la

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intervención de tres o más personas, situación que incrementa la magnitud del


injusto. Por consiguiente, corresponde proseguir con la valoración de los
elementos probatorios que corrobora este aspecto de la acusación.
Para ello, destaco la declaración brindada durante el debate por Omar
Roberto Antonio Mirleni, por cuanto permite corroborar que los enjuiciados
acudieron a los conocimientos de Mario Luis Lanzoni a fin de concretar la
importación de la grúa.
Al respecto, declaró que se desempeña como contador y reside en
Cañada de Gómez (Santa Fe), al igual que los encausados Omar José Rogani
y Claudio José Salvucci a quienes dijo conocer, en mayor medida al último
nombrado, por compartir el rango etario. También dijo conocer a Mario Luis
Lanzoni, cuyo vínculo comenzó cuando de su parte ocupaba la gerencia de una
cristalería y mantenían ciertas relaciones laborales en virtud de sus
conocimientos en comercio exterior.
En el marco de esa deposición, manifestó que Claudio José Salvucci le
comentó que tenía intenciones de importar una grúa y fue entonces cuando lo
contactó con Mario Luis Lanzoni, porque sabía que “se dedicada a esas cosas”
y podía ayudarlo en la operatoria. Luego, indicó que, según tenía entendido,
ellos pudieron comprarla con dinero que le prestó su cuñado, Omar José
Rogani, respecto de quien creía recordar que tenía una fábrica de mesadas y
un campo.
Por otra parte, se cuenta con una prueba documental que ubica a Mario
Luis Lanzoni en la ejecución de las maniobras reprochadas. Obsérvese que en
el documento de transporte Bill of Lading fue consignado en el casillero de
“consignee” en calidad de representante de Omar José Rogani y también en el
casillero “notify party” en representación de la firma “FAMEBIL S.A.”. Esto
permite deducir, no sólo que los imputados contactaron al consultor en
comercio exterior, sino también que éste tomó intervención en el contrato de
locación simulado con “FAMEBIL S.A.”, puesto que se evidencia que tenía un

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trato directo con esa persona jurídica y, en esa calidad, acercó a ambas
supuestas partes contratantes.
Además, durante el debate se le recibió declaración testimonial a
Marcelo Román Lobo, quien manifestó que en el caso de marras ofició como
despachante de aduanas de Mario Luis Lanzoni, quien le encomendó el trámite
para oficializar la importación del bien (ello, una vez obtenida la autorización de
la Dirección Regional Aduanera La Plata).
Por lo expuesto, es dable concluir que este último, dado los
conocimientos con los que contaba en materia aduanera en su carácter de
consultor de comercio exterior, formó parte de la decisión y ejecución del hecho
en términos de coautoría. Es que, estando al tanto que la grúa adquirida en
Canadá no podía nacionalizarse por su año de fabricación, asesoró a los
encausados para que, por medio de declaraciones falsas y documentación
apócrifa, que él mismo coadyuvó en confeccionar, dieran cumplimiento a todos
y cada uno de los requisitos necesarios para importar temporalmente la grúa
adquirida por Rogani, bajo un régimen distinto al que correspondía.
Para finalizar, no puede desconocerse que los propios enjuiciados y su
defensa ubicaron a Mario Luis Lanzoni en la ejecución de los hechos
reprochados, puesto que alegaron haberlo contratado en su condición de
consultor de comercio exterior (también llamado “importador” por Salvucci) y
delegado todo el trámite ante el servicio aduanero.
Sin perjuicio de que su mención haya sido a los efectos de deslindarse
de responsabilidad, supuesto que retomaré a continuación; esa hipótesis
mantiene incólume y permite reforzar la tesitura de la acusación hasta aquí
expuesta, en punto a la intervención de esa tercera persona y su pleno
conocimiento de todo lo actuado en perjuicio del Servicio Aduanero.
VIII.VII. A modo de cierre del presente apartado y vinculado en cierto
modo con lo anterior, retomaré el argumento de la defensa en punto a la
ausencia del elemento cognitivo para la configuración del dolo por parte de sus

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asistidos, introducido en la segunda parte de su alegato con la finalidad de


propiciar la absolución.
Encontrándose fuera de discusión que la compra de la grúa fue
efectuada por Omar José Rogani por medio de una transferencia de dólares
estadounidenses a la firma “Interamerican Crane” de Canadá, con la finalidad
de ayudar económicamente a su cuñado Claudio José Salvucci; argumentó la
defensa que los nombrados habían delegado el trámite para su importación a
Mario Luis Lanzoni, a quien contrataron como consultor en comercio exterior.
Tras ello, expresó sustancialmente la defensa que Rogani no
confeccionó ningún documento y que únicamente se limitaba a firmar todos los
escritos que le presentaba Lanzoni, sin leerlos previamente y poder
comprender sus términos por tratarse de una materia compleja que
desconocía. Recuérdese que, además, para dar crédito a su postura manifestó
que Rogani —de haber conocido que estaba firmando un contrato de locación
simulado— no habría efectuado la compra de la grúa por medio de una
transferencia bancaria y mucho menos, encomendado a su contador la
inclusión de la misma como bien propio en su declaración jurada de ganancias,
lo que catalogó como una “situación burda”.
Ahora bien, de adverso a la -respetable pero no compartida- postura de
la defensa, la intervención aceptada de Mario Luis Lanzoni en los hechos
reprochados de ningún modo torna atípica la conducta de sus asistidos por
ausencia de dolo. Por el contrario, como antes se dijo, incrementa la magnitud
del reproche puesto que tomaron parte en el hecho tres personas (o más, si se
repara en la necesaria participación del representante de la firma “FAMEBIL
S.A.”).
Al respecto, sobradas evidencias existen en autos para comprobar que
este elemento subjetivo se verificó en ambos enjuiciados, muchas de las
cuales, me he referido a lo largo de las consideraciones precedentes.
En lo que respecta a Omar José Rogani, he detallado que la
transferencia de dólares estadounidenses en concepto de pago de la grúa fue

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realizada en una fecha anterior al inicio del trámite de la importación temporal.


Esta circunstancia, deja de manifiesto que, una vez concretada la compra,
tomaron conocimiento que no resultaba posible su importación para consumo
en virtud de su antigüedad y, consejo de Lanzoni mediante, decidieron
emprender la conducta reprochada. No obstante, aún en el hipotético caso que,
al momento de la compra de la grúa, sabían que podían sortear la prohibición
de su importación por medio de la posterior simulación de una locación y
sometimiento al Régimen de Importación Temporal, el hecho de haber
efectuado el pago de forma bancarizada (extremo que constituyó un indicio
para verificar que la mercadería había sido comprada) no alcanza para remover
la prueba del dolo que se verifica en todos los actos ejecutivos del ilícito.
Aclarado dicha circunstancia invocada por la defensa, cabe señalar que
otros y variados elementos probatorios conllevan en sostener que Omar José
Rógani conocía que, a los fines de concretar la importación de un bien
prohibido, estaba brindando declaraciones falsas y aportando documentación
apócrifa al servicio aduanero; todo ello, con la dirección técnica de Lanzoni.
En efecto, quedó comprobado que el acusado no es una persona ajena
al mundo de los negocios, sino que cuenta con sobrada experiencia en ellos,
que incluye su conducción en una fábrica, el arrendamiento de un campo y
que, a lo largo de su vida, se manejó con cierto caudal y solvencia económica,
tanto así como para ayudar a su cuñado Salvucci con la compra de una grúa
en Canadá por la suma de US$ 43.500.
Cualquier persona adulta, más aún Omar José Rogani en su condición
de empresario, sabe y reconoce que por medio de documentos se crean,
transfieren y extinguen derechos y obligaciones. Por ello, resulta inverosímil
que no haya leído ni comprendido los escritos que firmaba, máxime cuando se
presentó ante una escribana pública —lo que era indicativo de la relevancia del
acto— a fin de rubricar nuevamente el documento que formalizó la locación, a
los fines de su ratificación.

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Por si estos argumentos resultaran insuficientes, debe prestarse especial


atención a la progresión de su conducta en respuesta a los requerimientos
efectuados por personal de la Dirección Aduanera Rosario en el marco del
procedimiento de Fiscalización, que incluyó nuevas declaraciones falsas y un
segundo giro de divisas. Antes de proseguir, resulta ilustrativo ubicar en el
tiempo los siguientes actos del servicio aduanero y del encausado Rogani, los
cuales se extraen del legajo de A.F.I.P.:
1) El 31/8/2009 se autorizó la importación temporal de la grúa por
resolución administrativa de la Directora Interina de la Dirección Regional
Aduanera La Plata.
2) El 9/9/2009 se oficializó su ingreso al país, por intermedio de la
Dirección Regional Aduanera Rosario.
3) El 14/9/2009 Matías Amendolara de la División Investigaciones,
Control y Procedimientos Externos de la Dirección Regional Aduanera La Plata
emitió una alerta por correo electrónico al constatar el giro de divisas efectuado
por parte de Rogani a “Interamerican Crane”, lo que consideraba un indicio de
la compra de la mercadería, mientras que su informe con la información
recabada al respecto fue presentado el 29/12/2009.
4) El 8/2/2010 Tristán Conde, en carácter de jefe de la División Jurídica,
en respecta al informe de Amendolara, solicita que se profundice la
investigación.
5) El 23/4/2010 Omar José Rogani incluyó en su declaración jurada de
ganancias a la grúa como bien propio.
6) El 11/05/2010 se realiza la comprobación de destino por parte de
personal de la Dirección Regional Aduanara Rosario, ocasión en la que
Salvucci tomó conocimiento de la documentación requerida.
Desde esa fecha se cursaron sucesivas notificaciones a Rogani, por
medio de las cuales se solicitaba distintos comprobantes e información sobre la
grúa importada.

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7) El 10/06/2010 Omar José Rogani realizó una transferencia de US$


8.000 a favor de la firma “FAMEBIL S.A.”, operación que acreditó ante el
servicio aduanero con el extracto bancario y la respectiva factura.
La torpeza, si se quiere, en la que habría incurrido Omar José Rogani al
incluir la grúa como bien propio en su declaración jurada (información a la que
fácilmente podía acceder la Dirección General de Aduanas), en nada revierte la
prueba del dolo. Así se dice, sobre todo, cuando dicha declaración jurada fue
presentada con anterioridad a ser notificado de los requerimientos del servicio
aduanero tendientes a comprobar el cumplimiento de las condiciones bajo las
cuales había sido temporalmente importado el bien. Es decir, al momento de
declararla como bien propio, desconocía todo aquello relativo a la investigación
en curso y la sospecha que manejaban sobre la verdadera titularidad del bien.
Termina de corroborar ese elemento subjetivo, la transferencia por él
efectuada el 10/6/2010 por la suma de US$ 8.000, en favor de la firma
“FAMEBIL S.A.”. Obsérvese que el pago fue realizado con posterioridad a los
requerimientos cursados por personal de Aduanas, por medio de los cuales —
entre otros documentos— le solicitaban el comprobante del pago del canon
locativo. En otras palabras, esa transferencia la realizó a los únicos efectos de
aparentar el cumplimiento de las condiciones de un contrato de locación que no
existía y necesariamente conocía, de lo contrario no hubiese librado fondos a
“FAMEBIL S.A.” sin contraprestación.
Esto último, al igual que las respuestas brindadas en cuanto a que el
retraso del pago obedeció a desperfectos de la grúa, lo que a su vez le había
impedido iniciar los trabajos para los que había ingresado el bien; fue realizado
al efecto de mantener el engaño inicial.
Quedado comprobado el dolo por parte de Rogani, prosigo con la prueba
sobre este aspecto en el caso de Claudio José Salvucci.
Debo comenzar por destacar que Salvucci fue quien contactó en a Mario
Luis Lanzoni, cuya intervención quedara suficientemente demostrada. A ello, se
añade que la actuación Rogani fue en beneficio de su cuñado Salvucci. Tal

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como fue reconocido por los enjuiciados durante el debate, la adquisición de la


grúa por parte del primero, así como todo el trámite realizado a su nombre
dada su condición de importador, fue al efecto de que este último pueda
emplearla en algún proceso productivo y de ese modo, superar los problemas
económicos que supuestamente atravesaba.
De allí que la posición en la que se encontró a Salvucci en toda esta
concatenación de eventos, constituye un elemento indicativo para predicar que
integraba su conocimiento aquellas maniobras delictivas efectuadas a su favor,
tanto por su cuñado y por el consultor de comercio exterior Lanzoni, a quien él
mismo contactó por intermedio del contador Mirleni.
Por si alguna duda quedara, es que se encuentra un elemento probatorio
directo y contundente para afianzar lo aquí aseverado. Me refiero al vínculo
conyugal anteriormente constatado entre Claudio José Salvucci y Alicia Beatriz
Díaz, persona que figuraba como subcontratista en la orden de compra
verdadera, cuyo objeto, partes y condiciones esenciales fueron reproducidas en
la orden de compra falsa presentada.
Además, en respuesta a otra de las solicitudes efectuadas con motivo al
procedimiento de fiscalización, fue aportada en copia una factura con fecha
20/5/2010, emitida por la “Fábrica de mesadas para cocina”, con domicilio en
Bolívar 781, Cañada de Gómez, Santa Fe (correspondiente al domicilio de
Rogani), a nombre de Alicia Beatriz Díaz, en concepto de alquiler de la grúa (fs.
112 del legajo de A.F.I.P.). Dicha factura fue presentada a fin de documentar la
nueva función asignada a la grúa, luego de que se comprobara que no había
sido empleada en el trabajo declarado en la orden de compra (falsa) de la
empresa “DYCASA S.A.”.
Por ende, queda claro que Claudio José Salvucci tuvo acceso a tales
documentos expedidos a nombre de su esposa, el primero por parte de
“DYCASA S.A.” (del que tomaron su información para falsificar uno nuevo) y, el
segundo, como parte de las excusas brindadas en la medida que eran
solicitadas explicaciones en el proceso de contralor.

Fecha de firma: 04/03/2022


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Ninguna de estas maniobras hubiese podido efectuarse sin el


conocimiento de Salvucci, sino que fue él quien las posibilitó obrando con dolo,
puesto que de otro modo resulta inconcebible la configuración del delito tal
como quedara comprobado.
VIII.VIII. En función de todos los argumentos expuestos, se aprecia que
las pruebas producidas en el debate confrontadas a la luz de las reglas de la
sana crítica racional han mostrado entidad suficiente para reconstruir la
historicidad de los hechos y alcanzar un pronunciamiento condenatorio con el
elevado nivel probatorio que se requiere en esta etapa procesal, sin que se
haya alegado —ni acreditado de oficio por este Tribunal— la concurrencia de
normas permisivas que eliminen la antijuridicidad del accionar de los acusados
ni patologías o afecciones sobre la esfera volitiva que excluyan su
responsabilidad penal por los hechos (ver informes del Cuerpo Médico Forense
confeccionados a tenor del art. 78 del código de rito).
IX. Adecuación típica de los hechos comprobados
IX. El juicio de subsunción legal de las conductas atribuidas a los
acusados, realizado de forma sistemática a la luz de las normas sustantivas,
me llevó a sostener en el veredicto que Rogani y Salvucci deben responder
como coautores penalmente responsables del delito de contrabando agravado
por haberse cometido mediante la presentación ante el servicio aduanero de
documentos adulterados y/o falsos, por tratarse de mercadería cuya
importación o exportación estuviere sujeta a prohibición absoluta y por haber
intervenido en el hecho tres o más personas (cfr. art. 45 del Código Penal y
arts. 864, inc. “b” y 865, inc. “a”, “f” y “g” del Código Aduanero).
En consecuencia, en los párrafos subsiguientes me encargaré de
detallar las razones que me llevaron a sostener tal calificación legal que, por lo
demás, resulta idéntica a la que fuera propiciada por la querella de la Dirección
General de Aduanas de la Administración Federal de Ingresos Públicos y por el
representante del Ministerio Público Fiscal.

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Adelanto aquí que, luego de zanjar la aplicación del dispositivo previsto


en el art. 864, inc. “b”, del Código Aduanero; es decir, ya en punto a las
agravantes, habré de invertir su orden en el tratamiento para mayor claridad
expositiva; esto es, comenzaré por la prevista en el inc. “g”, seguiré con la del
“f” y, finalmente, ingresaré en aquella reglada en el inc. “a” (todas del art. 865
del Código Aduanero.
IX.I. El art. 864, inc. “b”, del Código Aduanero reprime a aquel que
“[r]ealizare cualquier acción u omisión que impidiere o dificultare el control del
servicio aduanero con el propósito de someter a la mercadería a un tratamiento
aduanero o fiscal distinto al que correspondiere, a los fines de su importación o
de su exportación” —el resaltado me corresponde—.
Al respecto, como se viera supra ap. VIII, los encausados sometieron la
grúa traída al país al régimen de importación temporaria previsto en el art. 250
del Código Aduanero cuando ello no les resultaba jurídicamente posible; pues,
en efecto, Rogani era su propietario y dicho régimen precisa, justamente, que
el beneficiario de la importación temporal no sea el propietario del bien (cfr. art.
31.1.a del Decreto Reglamentario Nro. 1001/82).
En definitiva, la intención que tenían los imputados era burlar la
prohibición absoluta que existe en relación al bien importado, tal como habré de
describir de seguido al tratar la agravante prevista en el art. 865, inc. “g”, del
Código Aduanero. Es que, en virtud del art. 613 del Código Aduanero, la
prohibición absoluta no es aplicable a los bienes sujetos al régimen de
importación temporaria. De ese modo, al someter al régimen del art. 250 del
Código Aduanero la máquina que importaban —a pesar de que no podían
hacerlo porque Rogani era el propietario de la misma—, lograron sortear el
obstáculo que les representaba la prohibición absoluta existente en relación a
aquel bien.
IX.II. Respecto al inc. “g” del art. 865 del Código Aduanero, repárese que
agrava los casos de su art. 864 cuando “[s]e tratare de mercadería cuya
importación o exportación estuviere sujeta a una prohibición absoluta”.

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Y eso es precisamente lo que sucede en el caso que nos ocupa; es que


la Grúa Autopropulsada, marca “Grove”, modelo TMS 300LP, usada, del año
1975, se encontraba sujeta a la prohibición absoluta que fija el art. 611 del
Código Aduanero. Ello así, en virtud del art. 7 del Decreto 110/99 (actualizado
por el Decreto 99/2001) —actualmente vigente—, que completa el art. 611 del
Código Aduanero, en tanto impone la prohibición general de nacionalizar
vehículos usados.
Además, ciertamente el art. 7 del Decreto 110/99 (actualizado por el
Decreto 99/2001) prevé excepciones a esa prohibición general; mas, el bien
objeto de la presente causa tampoco quedaba amparado por dicha excepción.
Es que la Resolución Nro. 46/2001 de la Secretaria de industria
(actualizada por Resolución Nro. 90/2001) —vigente al momento del hecho—,
que reglamentaba el art. 7°, inc. “f”, del Decreto 110/99 en su redacción
conforme al Decreto 99/2001, disponía en su Anexo I, posición nro. 8705.10.00,
que el máximo de antigüedad para vehículos como el importado por los
acusados era de quince (15) años.
Entonces, la grúa que aquellos traían no quedaba amparada por la
excepción reglada en el art. 7°, inc. “f”, del Decreto 110/99., ya que tenía al
momento del hecho más de treinta (30) años de antigüedad. Es decir, quedaba
comprendida por el principio general establecido por el art. 7° del Decreto
110/99: la prohibición absoluta.
Sentado cuanto precede, debo dar tratamiento al argumento de la
defensa en relación a que, en virtud de la Resolución 26/2019 de la Secretaría
de Industria, la agravante en trato no resulta aplicable por imperio del principio
de retroactividad de la ley penal más benigna.
Sobre ese planteo, corresponde recordar que el art. 10 de la citada
resolución establece: “Deróganse las Resoluciones Nros. 46 de fecha 20 de
junio del año 2001 y 90 de fecha 12 de septiembre de 2001, ambas de la
Secretaría de Industria…”. De modo que, a priori, podría parecer que el bien

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oportunamente ingresado de forma ilegal al país por los imputados ya no


cuadra en la prohibición absoluta del art. 611 del Código Aduanero.
Sin embargo, la misma Resolución 26/2019 que la defensa cita en su
favor, prevé en sus arts. 2° y 3° las nuevas excepciones en los términos del art.
7°, inc. “f”, del Decreto 110/99. En ese sentido, de conformidad con el Anexo II,
posición 8705.90.10, el bien importado por Rogani y Salvucci queda afuera de
la excepción; es decir, sigue encontrándose prohibido en los términos del art.
611 del Código Aduanero. Es que, la Resolución 29/2019, si bien amplia la
antigüedad máxima que puede tener una maquinaria como la importada por los
acusados (20 años), sigue dejando fuera de su amparo al bien objeto de la
presente causa (que, como se dijo, tenía más de 30 años de antigüedad).
A todo evento, adviértase que, aun si fuese cierto, tal como alega la
defensa, que la Resolución Nro. 46/2001 de la Secretaria de Industria
(actualizada por Resolución Nro. 90/2001) —vigente al momento del hecho—
se derogó y que no puede aplicárseles a sus asistidos la nueva Resolución
29/2019; las citadas resoluciones son meras excepciones a la previsión del art.
7° del Decreto 110/99 (actualizado por el Decreto 99/2001), el cual sigue
vigente. Es que es el Decreto 110/99 el que prevé, en los términos del art. 611
del Código Aduanero, la siguiente prohibición absoluta: “Los vehículos
automotores usados no podrán ser nacionalizados…”.
Así las cosas, las Resoluciones 46/2001, 90/2001 y la actual 29/2019
(todas de la Secretaría de Industria), no refieren a la prohibición general del art.
7° del Decreto 110/99 —la cual nunca dejó de existir—, sino a las excepciones
a dicha prohibición. De modo que la vigencia o no de esas resoluciones en
nada altera la prohibición general fijada por el art. 611 del Código Aduanero en
virtud del Decreto 110/99.
IX.III. Acerca de la agravante prevista en el inc. “f” del art. 865 del
Código Aduanero, esto es, que el contrabando “[s]e cometiere mediante la
presentación ante el servicio aduanero de documentos adulterados o falsos,
necesarios para cumplimentar la operación aduanera”, repárese que, tal como

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se detallara supra ap. VIII, los imputados presentaron, entre otros, los
siguientes documentos apócrifos:
— Contrato de locación de equipos con firmas certificadas, de fecha 15
de junio de 2009, presentado ante la Dirección General de Despacho y Mesa
de Entradas del Ministerio de Producción el 31/7/2009, con posterioridad a la
presentación inicial de la firma “Omar J. Rogani – Servicios Industriales” (fs.
15/20 del legajo de A.F.I.P.). Se desprende de dicho instrumento que José
Antonio Rosendo Balbuena se presentó como presidente y representante de la
firma “FAMEBIL S.A.”, con domicilio en la República Oriental del Uruguay, en
carácter de locador de la grúa en cuestión y, por su parte, Omar José Rogani
figura como locatario.
— Factura nro. 2009AT 06.004, emitida por “FAMEBIL S.A.”, sin la
precisión de su domicilio y número de RUT, de fecha 15 de junio de 2009, a
nombre de Omar José Rogani. En la misma se sindicó la maquinaria a
importar, su valor FOB de US$ 38.500, concepto de pago “cash” y el
comentario “for export - no taxes”. Ésta fue presentada ante la Dirección
General de Despacho y Mesa de Entradas del Ministerio de Producción, junto
con la solicitud inicial de inclusión al Régimen de Importación Temporal (fs. 9
del legajo de A.F.I.P.).
— Factura proforma nro. 2009AT 06.004, emitida por “FAMEBIL S.A.”,
con la indicación de su domicilio y número de RUT, de fecha 15 de junio de
2009, a nombre de Omar José Rogani. En la misma también se sindicó la
maquinaria a importar, su valor FOB de US$ 38.500 (treinta y ocho mil
quinientos dólares estadounidenses), no se aclaró su concepto de pago y se
consignó la leyenda “factura sin valor comercial emitida al sólo fin estadístico y
aduanero mercadería destinada en admisión temporaria en Argentina”. Ésta fue
presentada ante la Dirección Regional Aduanera Campana como
documentación complementaria de la destinación (fs. 52 de los autos
principales).

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— Copia de la orden de compra nro. OC699-973/0 de la empresa


“DYCASA SOCIEDAD ANÓNIMA”, fecha de emisión 13/07/2009, donde se
insertó como subcontratista “AJS ELECTRIFICACIONES DE OMAR JOSE
ROGANI”, presentada ante la Dirección Regional Aduanera La Plata (fs. 32/40
del legajo de AFIP). Los encausados reprodujeron el objeto que extrajeron del
documento verdadero emitido por “DYCASA S.A.” en favor de Alicia Beatriz
Díaz y prácticamente la totalidad de sus condiciones generales (confrontar fs.
32/40 y fs. 116/120 del legajo de A.F.I.P.).
En ese sentido, debe destacarse que “[n]o tiene importancia si el
documento adulterado o falso presentado ante el servicio aduanero es un
instrumento público o privado” (D’Alessio, Andrés; “Código penal comentado y
anotado”, Buenos Aires: La Ley, 2011; Tomo III; p. 761). Más aún, sobre el
punto se ha dicho: “…el concepto de documento previsto en el inc. f) del
artículo citado no debe limitarse sólo a aquellos elementos que presentaren la
totalidad de las características establecidas por la ley civil, pues aquél
concepto debe establecerse en función del bien jurídico tutelado y de la
posibilidad que éste pueda ser puesto en peligro. En este caso, ese bien
jurídico es el adecuado control de las exportaciones y de las importaciones por
parte del servicio aduanero y la fotocopia del télex ha sido idónea para
materializar el delito tentado, por lo que esa fotocopia es un ‘documento’ en los
términos del art. 865, inc. f), del Cód. Aduanero…” (ídem, p. 762).
De modo que no resulta un óbice a la configuración de la agravante que
se traten de facturas proforma o de otros documentos privados, tal como
sucedió en autos.
Por lo demás, corresponde poner de resalto que toda la documentación
detallada fue estrictamente necesaria para burlar el control aduanero; es decir,
sin la presentación de la misma no podría haberse logrado la inclusión de la
grúa traída al país al régimen de importación temporaria.
IX.IV. Finalmente, en relación a la agravante estipulada cuando
“[i]ntervinieren en el hecho TRES (3) o más personas en calidad de autor,

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instigador o cómplice” (cfr. inc. “a”, art. 865 del Código Aduanero), debe tenerse
en consideración que, además de Rogani y Salvucci, tal como resultara
demostrado supra ap. VIII.VI., como mínimo, intervino una tercera persona en
el hecho ilícito: Mario Luis Lanzoni (quien no fue traído a juicio por incapacidad
sobreviniente).
En efecto, la convergencia de voluntades existente entre Rogani y
Salvucci para traer el bien al país, a pesar de que ello no les era posible por ser
los propietarios, razón por la que acudieron a Lanzoni a efectos de que los
asesore en una maniobra que les permita burlar el servicio aduanero, para
luego efectivamente haberlo hecho ingresar al país de esa manera —con
presentación de documentación apócrifa mediante—, configura de manera
completa la agravante en trato.
De ese modo, sin perjuicio de otros que no fueron imputados en autos y,
en consecuencia, habrán de quedar a extramuros de la consideración que se
efectúa en este punto —p. ej. José Antonio Rosendo Balbuena—, el elemento
objetivo que establece el inc. “a” del art. 865 del Código Aduanero se halla
configurado. Es que, “[l]o fundamental, entonces, es determinar si el hecho fue
ejecutado por lo menos por tres personas, pues en tal caso la circunstancia de
que existan personas imputadas que no fueron procesadas no impediría que
igual ese mismo objetivo se encontrara integrado con otras aun no
individualizadas” (Vidal Albarracín, Héctor; “Derecho penal aduanero”; Buenos
Aires: Didot, 2018; p. 343).
Más aún, se ha dicho que para la configuración de la agravante en trato
puede considerarse incluso un sujeto que tiene “…a su respecto una causal de
inimputabilidad (artículo 34, CP), o bien porque se acredita que su cooperación
no habría sido dolosa, el sobreseimiento que con respecto a él se dicte no
afectará la aplicación de la calificante con relación a los dos restantes
consortes de causa” (ídem).
Por lo que mal puede prosperar el planteo de la defensa en relación a
que, dado que Lanzoni no pudo ser traído a juicio por su incapacidad

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sobreviniente, no puede tenerse por acreditada la intervención de tres o más


personas. Pues la razón de ser del inc. “a” del art. 865 del Código Aduanero
radica en que la actuación de un número semejante de personas —
independientemente de la culpabilidad o no de Lanzoni— conlleva una mayor
dificultad para constatar el ilícito por parte del servicio aduanero; es decir, el
contrabando sería más difícil de detectar dada la pluralidad objetiva de
intervinientes.
IX.V. En sus alegatos, la defensa manifestó que la actuación de sus
asistidos fue siempre conforme a su rol; ello así, dado que, al ser comerciantes
que no conocían de importaciones aduaneras, contrataron a un especialista en
comercio exterior en quien confiaron y dejaron todo en sus manos. De modo
que el contrabando de la máquina no podía imputarse a los encausados, ya
que se condujeron como lo haría cualquier comerciante inexperto en una
materia tan compleja como la aduanera.
Sobre la cuestión, corresponde destacar que, ciertamente, “[l]as
garantías normativas que el derecho establece no tienen como contenido el
que todos intenten evitar todos los daños posibles […] sino que adscriben a
determinadas personas, que ocupan determinadas posiciones en el contexto
de interacción —y no todas las personas—, determinados cometidos, es decir,
aseguran estándares personales, roles que deben ser cumplidos. De este
modo, posibilitan una orientación en atención a patrones generales, sin
necesidad de conocer las características individuales de la persona que actúa”
(Jakobs; “La Imputación Objetiva en el Derecho Penal”; Buenos Aires: Ad-Hoc,
1997; p. 96).
Es por ello que aquél que actúa de un modo socialmente
adecuado, estereotipado o de conformidad con las prescripciones
(permisiones) que lo rigen en relación al hecho dañoso por el que se lo intenta
criminalizar, no podrá ser imputado penalmente por el aquél, aun cuando su
conducta hubiese importado un riesgo que luego se vio reflejado en el
resultado, ya que ese riesgo resultaría, en efecto, uno de tipo permitido.

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Al respecto, se detalla: “Sobrepasar el riesgo permitido es requisito


positivo del injusto, no es que mantenerse dentro del riesgo permitido sea una
causa de justificación. Ser causante de un resultado, por ejemplo de una
muerte, no es, como tal, socialmente anómalo…” (Jakobs; “Derecho Penal,
Parte General: Fundamentos y Teoría de la Imputación”; Madrid: Marcial Pons,
1997; p. 245).
Ahora bien, en punto al concepto de riesgo permitido, se explica:
“Conducir en estado de embriaguez, efectuar un adelantamiento indebido,
conducir un vehículo con exceso de carga, etc. son, casi sin excepción, formas
de comportamiento que exceden el riesgo permitido. Junto a tales
determinaciones legales del límite entre la conducta permitida y la que no lo
está, entran en juego reglas técnicas reconocidas de ciertos sectores
profesionales […] Todo esto describe el estado debido de las condiciones en
que se ha de hallarse el marco de la interacción social y, donde estas
descripciones faltan, hay que atender al comportamiento del administrador
diligente o del cuidadoso padre de familia” (Jakobs; «La imputación objetiva,
especialmente en el ámbito de las instituciones jurídico-penales del “riesgo
permitido”, la “prohibición de regreso” y el “principio de confianza”»; en
“Estudios de Derecho Penal”; Madrid: Civitas, 1997; p. 213).
Entonces, a los efectos de dirimir si el accionar desplegado por Rogani y
Salvucci fue relevante desde una perspectiva penal, primeramente, debemos
verificar qué especifican las normas acerca de cómo deben conducirse los
comerciantes que pretendan introducir mercadería al país y, en caso de defecto
legal —es decir, cuando las normas no tratan el caso—, atender a reglas de
prudencia no escritas y a los estándares de actuación normalmente aceptados
en ese ámbito.
Al respecto —y cabe aclarar que aquí todavía no estamos analizando
elementos subjetivos de los autores—, bajo ninguna de las dos ópticas antes
señaladas las acciones de los imputados pueden encuadrar dentro de alguna
forma de riesgo permitido.

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En efecto, aun de aceptar hipotéticamente la tesis de la defensa,


ninguna norma posibilita a los comerciantes delegar y confiar ciegamente en el
despachante de aduana el trámite de importación y a firmar luego firmar los
papeles que éste les trae sin leerlos, comprenderlos o analizarlos. Menos
todavía, ello resulta ajustado a lo que socialmente se espera en términos de
diligencia y de prudencia respecto de un comerciante.
De modo que el planteo de la defensa que fuese tratado en este punto,
deviene a todas luces improcedente.
IX.VI. El aspecto subjetivo del delito de contrabando documentado
previsto en el artículo 864, inciso “b”, del Código Aduanero requiere para su
configuración que la persona actué con dolo, siendo admisible su modalidad
eventual (cfr. Vidal Albarracín, Héctor; “Derecho penal aduanero”; Buenos
Aires: Didot, 2018; p. 169), a lo que se añade un elemento subjetivo distinto del
dolo: esto es, el propósito de someter la mercadería a un tratamiento aduanero
distinto al correspondiente, a los fines de su importación o exportación. Ese
modo de concebir la tipicidad subjetiva de la figura base, por lo demás, se
extiende a las agravantes contenidas en los incisos “a”, “f” y “g” del artículo 865
del cuerpo citado.
Sobre este tópico, cabe hacer la salvedad que, al finalizar el apartado
sobre la materialidad de los hechos y participación, se hizo hincapié en
aquellos elementos probatorios que conllevaron tener por comprobado el
conocimiento que tenían los enjuiciados de las maniobras delictivas llevadas a
cabo. De esa manera, se introdujeron variados fundamentos a partir del
análisis de los documentos incorporados al debate y las declaraciones
testimoniales recibidas, a resulta de los cuales se descalificó la hipótesis de la
defensa contenida en su alegato relativa a la ausencia de dolo de sus asistidos
y consiguiente absolución.
Dicho esto, y a fin de evitar reiteraciones innecesarias, a los
fundamentos allí expuestos corresponde añadir que ese conocimiento en la

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extensión que quedara acreditado abarca en su totalidad los elementos que


conforman la tipicidad objetiva del ilícito en mención y sus tres agravantes.
Es decir, Rogani y Salvucci tenían el conocimiento de todos y cada uno
de los tramos integraron el hecho reprochado, de forma contemporánea a su
ejecución. Sabían que brindaban ante el servicio aduanero declaraciones falsas
contenidas en los escritos rubricados por Rogani, así como distintos
documentos apócrifos. A partir de esas maniobras, como quedara comprobado,
lograron su propósito de dificultar e impedir el control del servicio aduanero y
por esa vía, la importación de la grúa.
Este último extremo —como ultraintención— no constituye un requisito
indispensable para la consumación del delito, puesto que basta que se acredite
ese propósito perseguido por los enjuiciados con independencia de su alcance.
No obstante, obsérvese que, en el caso de marras, la circunstancia no
controvertida de haberse logrado la importación de la grúa por medio del
Régimen de Importación Temporal (tratamiento aduanero distinto al que
correspondía), constituye una prueba fidedigna e irrefutable no sólo de esa
ultraintención, sino también del conocimiento deliberado de todos los actos
previos y necesarios llevados a cabo para conseguirla.
Se impone señalar que, a su vez, el hecho ilícito emprendido por los
acusados refleja el conocimiento que tenían sobre la prohibición absoluta que
pesaba sobre el bien adquirido en el exterior. En efecto, ese conocimiento
resultó un factor determinante dentro de la consciencia de los encausados para
sustraer el bien del control aduanero, información con la que contaron con
anterioridad al comienzo de ejecución del delito emprendido, durante todo el
iter criminis y en la instancia posterior a su consumación, tanto así que
continuaron vertiendo declaraciones falsas a los requerimientos efectuados a
los fines de encubrir la ilicitud de todo su proceder, lo que a su vez aparece
como otro elemento que refuerza la prueba del dolo de toda la conducta
globalmente considerada. Como sabían que estaba vedado su obrar,
procuraron mantenerlo oculto.

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Para finalizar, en lo que respecta a la participación de tres personas y la


presentación de documentación falsa, tanto ideológica como material, debo
añadir que ello por resulta un hecho notorio y ostensible. En efecto, resulta
inconcebible que no hayan alcanzado el conocimiento de los encausados, por
cuanto la intervención de la tercera persona fue a instancias de Salvucci —
quien reconoció haberlo contactado, lo que a su vez fue admitido por Rogani—
y, en tanto que, Rogani insertó sus firmas en la documentación apócrifa,
incluida aquella a los efectos de su certificación notarial y ambos enjuiciados
brindaron información imprescindible para su confección, a la que sólo ellos
podían acceder (información personal y datos de la orden de compra verdadera
emitida a nombre de la esposa de Salvucci). Además, no podían desconocer
que sería presentada ante el servicio aduanero, puesto que, justamente, su
destino era representar un negocio jurídico inexistente y acreditar vía
documental el destino que le otorgarían a la grúa.
Todo lo expuesto, permite sostener por parte de los enjuiciados la
decisión consciente en favor del acontecer descripto en el tipo objetivo (cfr.
Frister, Helmut; “Derecho penal. Parte general”; Buenos Aires: Hammurabi,
2016; p. 219); esto es, un dolo de primer grado o dolo directo.
IX.VII. Finalmente, corresponde destacar que la defensa no ha alegado
—ni advierte de oficio este Tribunal— causales de exclusión de la
antijuridicidad ni de la culpabilidad. Así las cosas, el delito que se les enrostra,
de consuno con sus agravantes, se encuentra completamente perfeccionado.
X. Individualización de la pena y pedido de declaración de
inconstitucionalidad o inaplicabilidad del mínimo de la escala penal
prevista en el artículo 865 del Código Aduanero
X.I. En este punto, debe recordarse que “…ilícito y culpabilidad son
conceptos graduables, y el paso decisivo de la determinación de la pena es
definir su gravedad, para esto es imprescindible recurrir a las circunstancias
que fundamentan la punibilidad y establecer su grado” (Ziffer, Patricia;

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“Lineamientos de la determinación de la pena”; Buenos Aires: Ed. Ad Hoc,


Buenos Aires, 2005; p. 107).
A tal fin, repárese que la escala penal prevista en abstracto para un
delito (en la especie, va desde cuatro a diez años de prisión) constituye el
marco dentro del cual deberá el Tribunal graduar el quantum sancionatorio,
ponderando en el caso concreto tanto la magnitud del ilícito como la
culpabilidad del autor, de conformidad con las pautas fijadas por los arts. 40 y
41 C.P.
En ese sentido, corresponde relevar que ninguno de los acusadores de
este proceso recabó circunstancias agravantes con relación a los encausados.
Al respecto, calificada doctrina en la materia enseña que “…el reconocimiento
de la existencia de intereses contrapuestos entre la acusación y la defensa, y
la aceptación de la confrontación entre ellos como método de tratamiento
judicial de los casos penales, deriva naturalmente en un esquema de
funcionamiento procesal al que se identifica como contradictorio, que apuntala
la imparcialidad de los jueces. Su regla principal de funcionamiento es que el
triunfo de un interés sobre otro queda librado a la responsabilidad de quienes
lo representan […], careciendo el tribunal de cualquier corresponsabilidad al
respecto, pues sólo debe garantizar que éstos tengan iguales posibilidades
para lograrlo…” (Cafferata Nores, José Ignacio; “Proceso penal y derechos
humanos”; Buenos Aires: Del Puerto, p. 150). Por ello, en respeto al principio
de contradicción, no habrán de considerarse pautas agravantes en los términos
de los arts. 40 y 41 C.P.
Al respecto, corresponde aclarar que por un error material se consignó
en el veredicto que la inhabilitación estipulada en el inc. “e” del art. 876 del
Código Aduanero sería por el término de un (1) año, cuando en realidad debió
decir que la misma sería por el plazo de seis (6) meses, que es el mínimo legal
previsto por aquel dispositivo. Por ello, al final de la presente expresión de
fundamentos habrá de asentarse rectificado en ese sentido el veredicto dictado
el día 23 de febrero del corriente año.

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Sí refirieron los propios acusadores que se verificaban en el caso


algunas circunstancias atenuantes. Así, se mencionaron la edad de los
imputados, que no presentan antecedentes condenatorios y el plazo que
insumió la tramitación del proceso; todos los cuales comparto, por cuanto se
adecuan a las circunstancias fácticas que surgen del expediente (informes de
reincidencia, informes socio-ambientales y lo señalado supra ap. VII) y dado
que resultan relevantes a los fines de verificar una disminución en la
reprochabilidad de los autores (de cara a las pautas de graduación que prevén
los arts. 40 y 41 C.P.)
Así las cosas, verificándose únicamente atenuantes respecto de los
acusados, corresponde aplicar el quantum punitivo mínimo previsto
normativamente (tanto en lo que hace a la pena de prisión como a sus
accesorias de los arts. 12 C.P. y 876 C.A.). Ello, más aún puesto que, tal como
lo ha resuelto el Máximo Tribunal, “…por el principio acusatorio, los jueces no
están habilitados a suplir la voluntad del ministerio público, a actuar más allá de
su petición…” (“Ruíz”, Fallos: 339:1208).
Antes de concluir este apartado, habré de traer a colación, de la forma
más sucinta posible, que los acusadores se trenzaron en el juicio en torno a la
extensión que corresponde darle al precedente “De la Rosa Vallejos” (Fallos:
305:246) y a la fijación de las accesorias que prevé el art. 876 del Código
Aduanero.
Al respecto, más allá de la recta exégesis que deba dársele a la cuestión
—en el caso que nos compete, estimo podría haberse prescindido de llevársela
a debate—, advierto que la controversia refiere, en lo que afecta evidentemente
a los imputados, a los comisos y a las multas; de los cuales, ambos, es
beneficiaria la A.F.I.P. Es decir, el propio interesado propició que se efectivicen
aquéllos a través de vías administrativas. En consecuencia, no encuentro óbice
legal alguno en que sea ese el camino hacia su concreción.
En efecto, i) ello no significa que este Tribunal exima a los condenados
de su aplicación, sino que lo que hace es encomendar a los órganos

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especializados en la materia a que procedan a su imposición; ii)


oportunamente, la A.F.I.P. no podrá apartarse de lo resuelto en este fallo, o
sea, no podrá alterar la decisión que aquí se adopta en cuanto a la culpabilidad
de los acusados ni la necesidad de la sanción; iii) tampoco podrán imponerse
esas multas y decomisos hasta tanto no adquiera firmeza el presente (cfr. art.
375 C.P.P.F.); iii) el quantum de los mismos habrá de ser el mínimo legal, tanto
porque eso es lo que se desprende de esta sentencia, como porque es lo que
la propia querella solicitó; iv) a todo evento, existirán las correspondientes
revisiones judiciales frente a la decisión de los órganos administrativos (cfr.
“Fernández Arias”, Fallos: 247:646).
De ese modo, en última instancia, el perjuicio ante una mayor demora en
el cobro de las multas y la obtención del beneficio del comiso —producto de la
doble vía judicial que importaría dicho trámite—, recaerá sobre el mismo
órgano que así lo solicitó. Luego, en la especie, este Tribunal habrá de imponer
aquí las sanciones que surgen de los incs. “d”, “e” y “h” del art. 876 del Código
Aduanero —respecto de las cuales hubo acuerdo entre los acusadores— y
encomendará a la A.F.I.P. a que, por vía administrativa, aplique las restantes.
Por lo demás, esa decisión resulta compatible con la doctrina de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, puesto que lleva resuelto: “…en cuanto a las
penas previstas en el art. 876, apartado 1, en sus incs. a, c, f y g […] cabe
señalar que del ordenamiento aduanero -arts. 876, apartado 1, y 1206- surge
que las citadas sanciones son accesorias de la pena privativa de libertad, toda
vez que en materia de contrabando la sanción judicial a aplicar es
independiente de la decisión del órgano administrativo. Y ello es así, ya que el
otorgamiento de la atribución de funciones jurisdiccionales a la autoridad
aduanera depende de la ley, sin más limitaciones que las que surgen de los
principios, garantías y derechos que la Constitución Nacional establece y
consagra […] en razón de lo expuesto, al haber recaído la correspondiente
sentencia definitiva que impuso la pena de prisión a los procesados en la
causa penal seguida por contrabando, la Administración Nacional de Aduanas

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quedó habilitada para la aplicación de las sanciones previstas en el art. 876,


apartado 1, en sus incs. a, c, f y g, en función del art. 1026, inc. b, del Código
Aduanero…” (“Tello”, Fallos: 323:637) —el resaltado me pertenece—.
En definitiva, corresponde condenar a los imputados a la pena de cuatro
(4) años de prisión, accesorias legales y costas, más la pérdida de las
concesiones, regímenes especiales, privilegios y prerrogativas de que gozaren;
inhabilitación especial de seis (6) meses para el ejercicio del comercio e
inhabilitación absoluta por ocho (8) años para desempeñarse como
funcionarios o empleados públicos (cfr. arts. 12; 19; 29, inc. 3°; 40; 41 y 45 del
Código Penal y arts. 864, inc. “b”; 865, inc. “a”, “f” y “g” y 876, incs. “d”, “e” y “h”
del Código Aduanero).
X.II. Ahora bien, surge del apartado que antecede que se aplica a los
acusados el mínimo de la escala penal fijada legalmente para el delito que se
les enrostra. En consecuencia, deviene necesario explicar por qué se rechaza
la petición de la defensa de declaración de inconstitucionalidad o inaplicabilidad
del quantum punitivo mínimo previsto en el artículo 865 del Código Aduanero.
En efecto, como fuere reseñado supra ap. IV.III.4), durante el debate
celebrado en autos la asistencia letrada de los encausados manifestó que en
este caso una sanción cuatro años de prisión aparecía como un monto
desproporcionado. Ello así, ya que i) no existían en el caso circunstancias
agravantes —lo que fue reconocido por los acusadores—; ii) sus asistidos eran
personas de escaso nivel de educación; iii) aquéllos no tienen antecedentes
penales; iv) actualmente son personas mayores de edad; v) por el transcurso
del tiempo desde el momento de la comisión del delito, casi 13 años, hoy los
nombrados no son las mismas personas que al momento del hecho, sino que
sus conductas posteriores fueron siempre acorde a la ley y, en consecuencia,
imponerles un castigo que implique prisión no cumpliría el fin de resocialización
de la pena; vi) las cárceles federales se encuentran sobrepobladas, por lo que
ese castigo redundaría en un trato cruel e inhumano; vii) en definitiva, se vería
flagrantemente transgredido el principio de proporcionalidad.

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1) Llegado el momento de resolver esta pretensión de la defensa, estimo


necesario primeramente resaltar que las leyes, en tanto producto del
mecanismo de deliberación representativa que fija la Constitución Nacional,
gozan de una fuerte presunción de legitimidad. Luego, la declaración de
inconstitucionalidad de una ley es un acto de suma gravedad institucional que
sólo puede efectuarse cuando “la repugnancia de la norma con la cláusula
constitucional es manifiesta” (“Lemos”, Fallos: 338:1504) y, asimismo, de
“incompatibilidad inconciliable” (ídem).
Un criterio contrario redundaría en una clara lesión al principio de
separación de poderes en tanto se inmiscuiría indebidamente el Poder Judicial
de la Nación en materias que, de ordinario, no le competen; es decir,
significaría una invasión en las funciones propias del Poder Legislativo de la
Nación. En efecto, “…el principio constitucional de separación de poderes no
consiente a los jueces el poder de prescindir de lo dispuesto por la ley respecto
al caso, so color de su posible injusticia o desacierto…” (“Chukwudi”, Fallos:
344:3458) —el énfasis me corresponde—.
De ese modo, “el mérito, conveniencia o acierto de las soluciones
legislativas no son puntos sobre los que al Poder Judicial quepa pronunciarse”
(“Chukwudi”, op. cit.); lo que conlleva que este magistrado deba dejar a un lado
su opinión en punto a la conveniencia o no de fijar un mínimo inferior en el art.
865 del Código Aduanero, y ampliar así su escala penal, para que los jueces
posean una mayor capacidad de decisión y que se les permita, llegado el caso,
fijar penas de ejecución condicional. Pues, no cabe duda que “…es atribución
exclusiva del poder legislativo nacional el determinar qué conductas configuran
delitos, cuál es la sanción mínima y máxima que corresponde a cada tipo,
determinación respecto a la cual corresponde luego al magistrado efectuar la
concreta aplicación al caso traído a su jurisdicción…” (Sala I, C.F.C.P.; in re
“Vázquez, Juan Ángel s/ recurso de casación”; causa nro. FTU
3514/2017/TO1/CFC1; reg. nro. 284/21, rta. 12/3/2021).

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Es que “[t]oda nuestra organización política y civil reposa en la ley”


(“Cimadamore”, Fallos: 191:245) y “la vigencia del principio de legalidad […]
impone a ciudadanos y autoridades la total sujeción de sus actos a las
previsiones contenidas en la ley” (“Raffo”, Fallos: 338:793). Afirmaciones éstas
que no resultan de un dogmatismo insensato o de un acatamiento normativo
ciego, sino que tienen, esencialmente, un fuerte fundamento ético. En efecto,
“…la validez de los principios de justicia no está dada en un vacío, sino que es
establecida por cierto criterios implícitos en la práctica social de la discusión
moral […] El procedimiento por el cual todos expresan sus intereses e intentan
justificarlos, o no, desde un punto de vista imparcial, tiene […] más chances de
alcanzar una solución imparcial y, por tanto, correcta que el resto de las
alternativas; en particular, de una reflexión aislada […] una discusión moral
libre y abierta también ayuda a lograr la solución correcta al maximizar el
conocimiento de hechos relevantes y la detección de errores en el
razonamiento individual a través de un proceso de mutua corrección” (Nino,
Carlos S.; “Fundamentos de derecho penal”, Buenos Aires: Gedisa, 2008; p.
19/20).
Adviértase el correlato, entonces, entre lo sentado en el párrafo que
antecede y lo resuelto por la Corte Suprema de la Nación en el reciente
“Chukwudi” (Fallos: 344:3458) —sin perjuicio de que esa doctrina fuera
sostenida ya desde antiguo por ese Máximo Tribunal—. Esto significa que lo
decidido en sus leyes por el Congreso de la Nación, órgano especialmente
representativo y orientado de forma esencial a la deliberación, no puede ser
sustituido por lo que un magistrado del Poder Judicial de la Nación estime justo
o adecuado. Por el contrario, este último debe acatar lo resuelto por el
legislador más allá de su opinión personal al respecto. Ello, claro está, siempre
que no se advierta de manera clara y evidente una infracción manifiesta en un
caso concreto a una disposición constitucional.
Incluso la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación tuvo
oportunidad de aplicar tal doctrina en un caso en el que específicamente se

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discutía la cuestión bajo examen; esto es, la constitucionalidad del monto


mínimo de prisión establecido legalmente. Al respecto, decidió: “…el principio
de legalidad establecido por el art. 18 de la Constitución Nacional, al exigir que
la conducta y la sanción se encuentren previstas con anterioridad al hecho por
una ley en sentido estricto, pone en cabeza exclusiva del Poder Legislativo la
determinación de cuáles son los intereses que deben ser protegidos mediante
amenaza penal del ataque que representan determinadas acciones, y en qué
medida debe expresarse esa amenaza para garantizar una protección
suficiente...” (“Pupelis”, Fallos: 314:424) —el resaltado me corresponde—.
Más aún, en esa oportunidad el Máximo Tribunal aclaró que el principio
de proporcionalidad “…sólo exige un mínimo de razonabilidad para que la
conminación penal pueda ser aceptada en un Estado de Derecho. En ese
sentido, son incompatibles con la Constitución las penas crueles o que
consistan en mortificaciones mayores que aquellas que su naturaleza impone
(art. 18 de la Constitución Nacional), y las que expresan una falta de
correspondencia tan inconciliable entre el bien jurídico lesionado por el delito y
la intensidad o extensión de la privación de bienes jurídicos del delincuente
como consecuencia de la comisión de aquél…” (ídem).
2) Así las cosas, solo resta en la especie verificar si, en relación a los
Sres. Rogani y Salvucci —puesto que la justicia nacional sólo puede abocarse
cuando exista un caso judicial concreto; es decir, no habilita su competencia
una solicitud de declaración general de inconstitucionalidad de normas o actos
de otros poderes (cfr. art. 2, ley 27)—, la aplicación del mínimo de la escala
penal del art. 865 del Código Aduanero conllevaría aquella “falta de
correspondencia tan inconciliable entre el bien jurídico lesionado por el delito y
la intensidad o extensión de la privación de bienes jurídicos”; es decir, si tal
castigo posee un “mínimo de razonabilidad”.
En primer orden, en lo que respecta a la intensidad de la privación de
bienes jurídicos, corresponde señalar que el propio Fiscal General solicitó en
sus alegatos que, “para el caso de recaer condena, en la etapa de ejecución se

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tengan especialmente en cuenta las previsiones de la ley 24.660, el artículo 10


del Código Penal y la Convención Interamericana sobre Protección de los
Derechos de Personas Mayores”. A lo que debe adunarse que llevo
reiteradamente resuelto que la vigencia del principio acusatorio no es ajena a la
etapa de ejecución de la pena (así, recientemente in re “Bordón, Cristian Javier
s/ incidente de estímulo educativo”; causa nro. CFP 6789/2019/TO1/11 del
registro de este Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nro. 2 de San Martín; rta.
24/2/22). De modo que, la intensidad de la sanción en este caso se ve
fuertemente reducida por la edad de los causantes y la venia del Ministerio
Público Fiscal, en virtud de lo previsto en el inc. d) del art. 10 C.P. Ello,
independientemente de que, además, sigan cursando el trámite en libertad
hasta tanto la condena resulte ejecutoriable.
En segundo lugar, en cuanto a la magnitud de la lesión a los bienes
jurídicos protegidos debe recordarse, primeramente, que “…el legislador ha
concebido el delito de contrabando como algo que excede el mero supuesto de
la defraudación fiscal […], pues lo determinante para la punición es que se
tienda a frustrar el adecuado ejercicio de las facultades legales de las
aduanas…” (“Legumbres”, Fallos: 312:1920). De modo que, en este punto, no
solo debe tenerse en cuenta el elevado monto económico que involucró la
maniobra (i.e. US$ 43.500 para comprar la máquina luego ingresada
ilegalmente y US$ 8.000 que posteriormente desembolsaron para mantener la
apariencia de que la importación de la misma era consecuencia de un alquiler),
sino además la modalidad misma de aquélla.
Sobre esto último, repárese que no se trató de un supuesto de
contrabando documentado a través de una maniobra sencilla; por el contrario,
implicó la presentación de una pluralidad de documentos para así burlar el
control aduanero y, además, implicó ello mismo también con relación a la
Secretaría de Industria. Más aún, debe tenerse en cuenta que el monto punitivo
del art. 865 del Código Aduanero, que sería aplicable aun cuando se

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configurara solo uno de sus incisos, procede en la especie en tanto el ilícito se


encuentra triplemente calificado (incs. “a”, “f” y “g”).
Finalmente, en punto al “mínimo de razonabilidad” que exige la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, corresponde analizar, asimismo, la magnitud
del ilícito y la reprochabilidad de los autores del caso y, en ese sentido, estimo
adecuado efectuar un breve resumen acerca de la gravedad del injusto y las
condiciones personales de los condenados. Es que de esa simple enumeración
se advertirá que en este caso la pena normativamente prevista supera aquel
umbral de razonabilidad.
Al respecto, repárese que i) ambos imputados contaban al momento del
hecho con un buen pasar económico (ver, en ese sentido, los informes socio-
ambientales oportunamente confeccionados obrantes en sus respectivos
legajos de identidad personal), más allá de lo alegado por la defensa en
relación a Salvucci; ii) la máquina que contrabandearon importó un giro de
divisas al exterior de US$ 43.500; iii) en forma posterior a la importación de la
grúa, efectuaron otro giro al exterior por una suma de US$ 8.000 al solo efecto
de mantener la apariencia que, en realidad, a la máquina la estaban alquilando;
iv) efectuaron complejas maniobras para lograr su cometido (presentación de
documentos apócrifos, acogimiento a regímenes aduaneros excepcionales,
realización de trámites consulares, inclusión en la maniobra de diversas
personas jurídicas, entre otros); v) no fue solo el delito base el que aquéllos
infringieron, sino que, por el contrario, su actuación se encuentra triplemente
calificada: por la intervención de tres o más personas en el hecho, por
presentar la documentación apócrifa a la que ya hice referencia en este párrafo
y por haber introducido al país una mercadería prohibida de manera absoluta;
vi) más allá del esfuerzo argumentativo realizado por la defensa para demostrar
que sus asistidos carecían de educación, se advierte de la actividad comercial
que aquéllos realizaban y de las maniobras que importó el delito aquí juzgado,
que los encausados poseen sobrado raciocinio y una intacta capacidad de
razonamiento e inteligencia relativa al mundo de los negocios.

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Así las cosas, dista de ser este caso un supuesto en el que la lesión a
los bienes jurídicos protegidos fuese insignificante y en el que la culpabilidad de
los agentes se hallare reducida. Por el contrario, en la especie se encuentra
holgadamente satisfecho el requisito de razonabilidad mínima que indica la
Corte Suprema de Justicia de la Nación en los precedentes de cita y, en
consecuencia, se impone el rechazo de la pretensión de la defensa que tratada
en este apartado.
XI. Regulación de honorarios
En virtud de lo establecido en los artículos 15, 16 y 52 de la ley 27.423,
es que resultaría procedente en esta instancia la regulación judicial de los
honorarios profesionales de los letrados intervinientes.
Sin perjuicio de ello, al no encontrarse acreditada su condición impositiva
ni realizada la estimación correspondiente, corresponde diferir su tratamiento
hasta tanto se dé cumplimiento a los recaudos legales pertinentes.
XII. Costas
En atención a la índole del fallo, los condenados deberán hacerse cargo
de las costas del proceso (cfr. arts. 29, inc. 3, del Código Penal y 530 del
Código Procesal Penal de la Nación).
Por las consideraciones vertidas en los párrafos que anteceden, y con
la aclaración efectuada supra ap. X.I; el 23 de febrero de 2021, el Tribunal
RESOLVIÓ:
I. RECHAZAR el planteo de violación en el caso a la garantía a ser
juzgado en un plazo razonable.
II. CONDENAR a OMAR JOSÉ ROGANI, de las demás condiciones
personales obrantes en autos, por resultar coautor del delito de contrabando
agravado por haberse cometido mediante la presentación ante el servicio
aduanero de documentos adulterados y/o falsos, por tratarse de mercadería
cuya importación o exportación estuviere sujeta a prohibición absoluta y por
haber intervenido en el hecho tres o más personas, a la pena de cuatro (4)
años de prisión, accesorias legales y costas, más la pérdida de las

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concesiones, regímenes especiales, privilegios y prerrogativas de que gozare;


inhabilitación especial de seis (6) meses para el ejercicio del comercio e
inhabilitación absoluta por ocho (8) años para desempeñarse como funcionario
o empleado público (cfr. arts. 12; 19; 29, inc. 3°; 40; 41 y 45 del Código Penal
y arts. 864, inc. “b”; 865, inc. “a”, “f” y “g” y 876, incs. “d”, “e” y “h” del Código
Aduanero).
III. CONDENAR a CLAUDIO JOSÉ SALVUCCI, de las demás
condiciones personales obrantes en autos, de las demás condiciones
personales obrantes en autos, por resultar coautor del delito de contrabando
agravado por haberse cometido mediante la presentación ante el servicio
aduanero de documentos adulterados y/o falsos, por tratarse de mercadería
cuya importación o exportación estuviere sujeta a prohibición absoluta y por
haber intervenido en el hecho tres o más personas, a la pena de cuatro (4)
años de prisión, accesorias legales y costas, más la pérdida de las
concesiones, regímenes especiales, privilegios y prerrogativas de que gozare;
inhabilitación especial de seis (6) meses para el ejercicio del comercio e
inhabilitación absoluta por ocho (8) años para desempeñarse como funcionario
o empleado público (cfr. arts. 12; 19; 29, inc. 3°; 40; 41 y 45 del Código Penal
y arts. 864, inc. “b”; 865, inc. “a”, “f” y “g” y 876, incs. “d”, “e” y “h” del Código
Aduanero).
IV. COMUNICAR lo aquí resuelto, tal como fuera requerido por la
Dirección General de Aduanas, a la Administración Federal de Ingresos
Públicos; ello, a los efectos de que proceda en los términos del art. 876, incs.
“a”, “c”, “f” y “g” del Código Aduanero.
V. TENER PRESENTE la reserva efectuada por la defensa en punto a
las cuestiones constitucionales alegadas oportunamente.
VI. DIFERIR LA REGULACIÓN DE HONORARIOS de los letrados
intervinientes en el trámite de la presente causa, hasta tanto acrediten el
cumplimiento de los requisitos legales correspondientes.

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VII. DIFERIR el dictado de los fundamentos de este fallo para el día 4


de marzo del corriente (cfr. art. 400, 2do párr., del Código Procesal Penal de la
Nación), que serán notificados a las partes por cédulas electrónicas y por
copia otorgada de manera personal a los encausados.
Regístrese y comuníquese.

Walter Antonio Venditti


Juez de Cámara

Ante mí:

Andrés Salamone
Secretario

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