Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La guerra tuvo múltiples facetas, pues incluyó lucha de clases, guerra de religión,
enfrentamiento de nacionalismos opuestos, lucha entre dictadura militar y
democracia republicana, entre revolución y contrarrevolución, entre fascismo y
comunismo.12
A las partes del conflicto se las suele denominar bando republicano y bando
sublevado:
Índice
1 Antecedentes
1.1 El Gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936)
1.2 La violencia política
2 El detonante: el golpe de Estado de julio de 1936
2.1 La conspiración militar
2.2 El golpe del 17 al 20 de julio
3 Las operaciones militares
3.1 Los dos ejércitos
3.2 Julio-octubre de 1936: avance sobre Madrid y campaña de Guipúzcoa
3.3 Noviembre de 1936-marzo de 1937: la batalla de Madrid y la toma de Málaga
3.4 Marzo-noviembre de 1937: la campaña del Norte y las batallas de Brunete y
Belchite
3.5 Diciembre de 1937-noviembre de 1938: de la batalla de Teruel a la batalla del
Ebro
3.6 Diciembre de 1938-febrero de 1939: ofensiva sobre Cataluña
3.7 Febrero-marzo de 1939: la vuelta de Negrín y la resistencia de la zona
Centro-Sur
3.8 Marzo de 1939: derrota de la República
4 La guerra naval
5 La guerra aérea y los bombardeos sobre poblaciones
6 Evolución de la zona sublevada
6.1 La Junta de Defensa Nacional
6.2 El general Franco, «generalísimo» y «caudillo»
6.3 El Decreto de Unificación de abril de 1937
6.4 El nacimiento del «Nuevo Estado»
7 Evolución de la zona republicana
7.1 La reacción del gobierno a la sublevación militar
7.2 La revolución social de 1936 y el gobierno de José Giral (julio-septiembre de
1936)
7.3 El gobierno de Largo Caballero (septiembre de 1936-mayo de 1937)
7.4 El gobierno de Juan Negrín (mayo de 1937-marzo de 1939)
8 La dimensión internacional del conflicto y la intervención extranjera
8.1 La política de «no intervención» de Gran Bretaña y Francia
8.2 La intervención extranjera en favor de los sublevados
8.3 La intervención extranjera en favor de la República
8.4 La financiación de la guerra y «el oro de Moscú»
9 La Iglesia y la guerra civil española
9.1 La Iglesia católica en la zona sublevada
9.2 La Iglesia católica en la zona republicana
10 La represión en las retaguardias
10.1 Investigación de los crímenes
11 Consecuencias
11.1 Consecuencias económicas
11.2 Víctimas de la guerra civil
11.3 La represión franquista de la posguerra y el exilio republicano
11.4 Relaciones internacionales
11.5 Las regiones devastadas
12 Memoria histórica
13 La guerra civil en el arte
13.1 Cine
13.2 Novela
13.3 Cuento y relato
13.4 Literatura infantil y juvenil
13.5 Teatro
13.6 Poesía
13.7 Música
13.8 Revistas satíricas
13.9 Historieta
13.10 Pintura y escultura
13.11 Artes gráficas, cartelismo y revistas
13.12 Fotografía
13.13 Videojuegos
14 Véase también
15 Notas
16 Referencias
17 Bibliografía
18 Enlaces externos
Antecedentes
La medida más urgente que hubo de tomar el nuevo gobierno fue la amnistía de los
condenados por los sucesos de octubre de 1934, «legalizando» así el asalto a varias
cárceles por la multitud, pero dando cumplimiento también al punto principal del
programa electoral del Frente Popular.33 Otra de las medidas urgentes era reponer
en sus puestos a los alcaldes y concejales elegidos en 1931 y sustituidos durante
el bienio conservador.34 El 28 de febrero el gobierno decretaba no solo la
readmisión de todos los trabajadores despedidos por motivos políticos y sindicales
relacionados con los hechos de 1934, sino que, presionado por los sindicatos,
ordenaba a las empresas que indemnizaran a estos trabajadores por los jornales no
abonados.35 Asimismo, fue restablecido el gobierno de la Generalidad de Cataluña,
cuyos miembros habían salido de la cárcel beneficiados también por la amnistía.33
La «cuestión agraria» fue otro problema que el nuevo gobierno tuvo que abordar con
urgencia a causa de la intensa movilización campesina que se estaba produciendo con
el apoyo decidido de las autoridades locales repuestas y que amenazaba con provocar
graves conflictos en el campo, especialmente en Extremadura.3637 Así el 19 de abril
el ministro de Agricultura, Mariano Ruiz Funes, presentaba varios proyectos de ley,
entre ellos uno que derogaba la Ley de Reforma de la Reforma Agraria de agosto de
1935, que se convirtió en ley el 11 de junio, por lo que volvía estar en vigor
plenamente la Ley de Reforma Agraria de 1932. Gracias a varios decretos y a esta
ley entre marzo y julio de 1936 se asentaron unos 115 000 campesinos, más que en
los tres años anteriores.38 Sin embargo, continuó la alta conflictividad en el
campo, debida sobre todo a la actitud de los propietarios y a la radicalización de
las organizaciones campesinas, saldándose todo ello con incidentes violentos. El
caso más grave se produjo en Yeste (Albacete), donde a finales de mayo de 1936 «la
detención de unos campesinos que pretendían talar árboles en una finca particular
condujo a un sangriento enfrentamiento entre la Guardia Civil y los jornaleros, en
los que murieron un guardia y 17 campesinos, varios de ellos asesinados a sangre
fría por los agentes».39
La actividad del parlamento estuvo paralizada casi todo el mes de abril debido al
proceso de destitución del presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora,
iniciado y aprobado por la izquierda, y su sustitución por Manuel Azaña, que fue
investido en su nuevo cargo el 10 de mayo de 1936, siendo sustituido al frente del
gobierno por su compañero del partido Izquierda Republicana, Santiago Casares
Quiroga,4041 quien asumiría a su vez la cartera de Guerra.
Uno de los problemas a los que tuvo que hacer frente el gobierno fue la oleada de
huelgas que se produjeron declaradas y sostenidas muchas veces por comités
conjuntos de la CNT y la UGT, en las que en muchas de ellas se hablaba de
revolución,43 pero ni UGT ni CNT preparaban ningún movimiento insurreccional
después de los fracasos continuos de 1932, 1933 y 1934, y la única posibilidad de
que se produjese alguno sería como respuesta a un intento de golpe militar.44
Otro de los problemas del gobierno de Casares Quiroga fue la división interna del
PSOE, el partido más importante del Frente Popular,45 que enfrentaba a los sectores
«prietista» y «largocaballerista», ya que Francisco Largo Caballero, que dominaba
UGT y el grupo parlamentario del PSOE, continuó oponiéndose a la entrada en el
gobierno de los socialistas y defendiendo el entendimiento entre las
«organizaciones obreras» para esperar el momento en que el fracaso de los
«burgueses republicanos» facilitara la conquista del poder por la clase obrera.46
Otro problema fue que el sector de la CEDA liderado por Gil Robles se decantaba por
realizar un boicot a las instituciones republicanas y por apoyar la posición
defendida de la derecha monárquica del Bloque Nacional de José Calvo Sotelo, que
propugnaba abiertamente por la ruptura violenta del orden constitucional mediante
un golpe de Estado militar en cuya preparación ya estaban colaborando (por su parte
los monárquicos carlistas aceleraron la formación de sus milicias requetés con
vistas al alzamiento militar con cuyos dirigentes mantenían contactos).47
La violencia política
Los gobiernos del Frente Popular también tuvieron que hacer frente a un aumento de
la violencia política provocada por el partido fascista Falange Española, que a
principios de 1936 era una fuerza política marginal, pero que tras el triunfo del
Frente Popular recibió una avalancha de afiliaciones de jóvenes de derechas
dispuestos a la acción violenta, y por la respuesta que le dieron las
organizaciones de izquierda. 48 El primer atentado importante que cometieron los
falangistas fue el perpetrado el 12 de marzo de 1936 contra el diputado socialista
y «padre» de la Constitución de 1931 Luis Jiménez de Asúa, en el que este resultó
ileso, pero su escolta, el policía Jesús Gisbert, murió.49 La respuesta del
gobierno de Azaña fue prohibir el partido y detener el 14 de marzo a su máximo
dirigente José Antonio Primo de Rivera, pero el paso a la clandestinidad no impidió
que siguiera perpetrando atentados y participando en reyertas con jóvenes
socialistas y comunistas.4850 También continuó realizando una labor de violencia e
intimidación contra los elementos del orden institucional de la República. En la
noche del 13 de abril, dos pistoleros falangistas asesinaban en la calle a Manuel
Pedregal, magistrado del Tribunal Supremo, como represalia por haber actuado como
ponente en el juicio por intento de asesinato a Jiménez de Asúa. El juez ya había
recibido amenazas de muerte con anterioridad por este motivo. Varios de los
implicados huyeron a Francia en avión pilotado por el entonces colaborador de
Falange, Juan Antonio Ansaldo.515253 De hecho, Falange difundió listas negras de
jueces con el propósito de intimidarlos, y su boletín clandestino No Importa
amenazó a magistrados como Ursicino Gómez Carbajo o Ramón Enrique Cardónigo, que
habían intervenido en causas con sentencia desfavorable a sus intereses.54
Entre abril y julio los atentados y las reyertas protagonizadas por falangistas
causaron más de cincuenta víctimas entre las organizaciones de izquierda obrera, la
mayoría de ellas en Madrid. Unos cuarenta miembros de Falange murieron en esos
actos o en atentados de represalia de las organizaciones de izquierda.50 También
fueron objeto de la violencia los edificios religiosos (un centenar de iglesias y
conventos fueron asaltados e incendiados)55 aunque entre las víctimas de la
violencia política de febrero a julio no hubo ningún miembro del clero.56
Como represalia, los compañeros policías del teniente Castillo, dirigidos por el
capitán de la Guardia Civil Fernando Condés, secuestraron en su propio domicilio y
asesinaron en la madrugada del día siguiente a José Calvo Sotelo, líder de los
monárquicos «alfonsinos» (que no tuvo nada que ver con el asesinato del teniente
Castillo), y abandonaron el cadáver en el depósito del cementerio de la Almudena.
En el entierro de Calvo Sotelo, el dirigente monárquico Antonio Goicoechea juró
solemnemente «consagrar nuestra vida a esta triple labor: imitar tu ejemplo, vengar
tu muerte y salvar a España». Por su parte, el líder de la CEDA, José María Gil
Robles en las Cortes les dijo a los diputados de la izquierda que «la sangre del
señor Calvo Sotelo está sobre vosotros» y acusó al gobierno de tener la
«responsabilidad moral» del crimen por «patrocinar la violencia».58
Según el estudio más completo que se ha realizado sobre las víctimas mortales como
resultado de la violencia política entre febrero y julio de 1936, antes de
iniciarse el golpe de Estado, hubo un total de 189 incidentes y 262 muertos, de
ellos 112 causados por la intervención de las fuerzas de orden público. De las 262
víctimas, 148 serían militantes de la izquierda, 50 de la derecha, 19 de las
fuerzas de orden público y 45 sin identificar. Además ese estudio constata que el
número de víctimas mortales causadas por la violencia política fue disminuyendo en
esos cinco meses.60
Ruta del Dragon Rapide, el avión que llevó a Francisco Franco a Tetúan donde tomó
el mando de las tropas sublevadas.62
Nada más conocerse la victoria del Frente Popular en las elecciones, se produjo un
primer intento de «golpe de fuerza» por parte de la derecha para intentar frenar la
entrega del poder a los vencedores. Fue el propio Gil Robles el primero que intentó
sin éxito que el presidente del gobierno en funciones Manuel Portela Valladares
declarase el «estado de guerra» y anulara los comicios. Le siguió el general
Franco, aún jefe del Estado Mayor del Ejército, que se adelantó a dar las órdenes
pertinentes a los mandos militares para que declarasen el estado de guerra (lo que
según la ley de Orden Público de 1933 suponía que el poder pasaba a las autoridades
militares), pero fue desautorizado por el todavía jefe de gobierno Portela
Valladares y por el ministro de la guerra el general Nicolás Molero.63
El 8 de marzo de 1936 tuvo lugar en Madrid, en casa de un amigo de Gil Robles, una
reunión de varios generales (Emilio Mola, Luis Orgaz Yoldi, Villegas, Joaquín
Fanjul, Francisco Franco, Ángel Rodríguez del Barrio, Miguel García de la Herrán,
Manuel González Carrasco, Andrés Saliquet y Miguel Ponte, junto con el coronel José
Enrique Varela y el teniente coronel Valentín Galarza, como hombre de la UME), en
la que acordaron organizar un «alzamiento militar» que derribara al gobierno del
Frente Popular recién constituido y «restableciera el orden en el interior y el
prestigio internacional de España». También se acordó que el gobierno lo
desempeñaría una Junta Militar presidida por el general Sanjurjo, que en esos
momentos se encontraba en el exilio en Portugal.64
Desde finales de abril, fue el general Mola quien tomó la dirección de la trama
golpista (desplazándose así el centro de la conspiración de Madrid a Pamplona),
adoptando el nombre clave de «el Director». Este continuó con el proyecto de
constituir una Junta Militar presidida por el general Sanjurjo, y comenzó a
redactar y difundir una serie de circulares o «Instrucciones reservadas» en las que
fue perfilando la compleja trama que llevaría adelante el golpe de Estado.65 La
primera de las cinco instrucciones la dictó el 25 de mayo y en ella ya apareció la
idea de que el golpe tendría que ir acompañado de una violenta represión.66
De los lugares donde ha triunfado la sublevación parten las ofensivas de las tropas
rebeldes, a hacer lo que la propaganda «nacional» llamó la «Reconquista», para
tomar las ciudades en manos de la República o a liberar los lugares en manos de los
rebeldes asediados por las tropas gubernamentales, como son los casos del sitio de
Oviedo y del Alcázar toledano.
En la zona sublevada la muerte en accidente de aviación del que iba ser el jefe de
la rebelión, el general Sanjurjo, provocó que los generales sublevados decidieron
crear el jueves 23 de julio una Junta de Defensa Nacional, que quedaría constituida
al día siguiente en Burgos, y que estaría integrada por los generales Miguel
Cabanellas, que fue nombrado presidente de la Junta por ser el general más antiguo
entre los sublevados, Andrés Saliquet, Miguel Ponte, Emilio Mola y Fidel Dávila,
además del coronel Federico Montaner y el coronel Moreno Calderón. En el Decreto
n.º 1 que publicó la Junta se establecía que esta asumía «todos los poderes del
Estado» y que representaría al país ante los poderes extranjeros, aunque en las
semanas siguientes ningún país la reconoció y siguió considerando como gobierno
legítimo de España al de Madrid presidido por el republicano de izquierda José
Giral.78 El 27 de julio de 1936 llegó a España el primer escuadrón de aviones
italianos enviado por Benito Mussolini.79
Así pues, el resultado del levantamiento era incierto pues tuvo éxito en unos
sitios y fracasó en otros, por lo que España quedó dividida en dos zonas: una
controlada por los militares que se habían alzado contra la República (la zona
sublevada) y otra que permaneció fiel al gobierno (la zona republicana).
Aproximadamente un tercio del territorio español había pasado a manos rebeldes, con
lo que ninguno de los dos bandos tenía absoluta supremacía sobre el otro. La
intentona de derrocar de un golpe a la República había fracasado estrepitosamente.
Ambos bandos se prepararon para lo inevitable: un enfrentamiento que iba a
desangrar España durante tres largos años. La guerra civil española acababa de
empezar.
Desde Barcelona, también una vez sofocada la rebelión, salieron varias columnas
formadas rápidamente por las organizaciones obreras y los partidos de izquierda
para dirigirse a Aragón. Junto con las columnas del POUM y del PSUC (y una de
Esquerra Republicana de Catalunya que salió desde Tarragona), el contingente más
importante lo aportaron las milicias confederales de las organizaciones anarquistas
(CNT, FAI, Juventudes Libertarias). La primera y más numerosa fue la columna
Durruti, así llamada porque estaba encabezada por el líder de la FAI Buenaventura
Durruti, que salió de Barcelona el día 24 en dirección a Zaragoza. Las también
anarquistas columna Ascaso y columna Los Aguiluchos de la FAI salieron en dirección
a Huesca. pero ninguna de ellas consiguió alcanzar sus objetivos de liberar las
tres capitales aragonesas (desde Valencia había salido hacia Teruel la columna de
Hierro), y el frente de Aragón quedó estabilizado, aunque los anarquistas llevaron
la revolución a la mitad oriental de Aragón donde crearon el Consejo Regional de
Defensa de Aragón.90
También desde la ciudad condal se organizó una expedición a las islas Baleares, de
las que solo Menorca continuaba republicana. La operación iniciada el 8 de agosto
al mando del capitán Bayo tuvo un éxito inicial al conseguir ocupar una franja de
la costa de Mallorca, pero el desembarco de Mallorca acabó en un completo
fracaso.90 Otro fracaso fue la ofensiva de Córdoba, «donde la situación estaba
indecisa, lo que constituyó una de las pocas iniciativas estratégicas
republicanas». Fue organizada desde Albacete por el general Miaja, cuyo jefe de
Estado Mayor era el teniente coronel José Asensio Torrado, pero el avance se detuvo
pronto (el general Miaja situó su cuartel general en Montoro) y los republicanos no
pudieron reconquistar la Andalucía occidental, en manos de los sublevados
especialmente después de la llegada de los primeras unidades procedentes del
Protectorado de Marruecos.90
La rapidez con que cayeron una tras otra las poblaciones en el avance por
Extremadura y el Tajo se debió fundamentalmente a que el Ejército de África estaba
integrado por las tropas mejor entrenadas y curtidas en combate (legionarios y
regulares), quizá las únicas verdaderamente profesionales en los primeros caóticos
meses de guerra.94 En cambio las fuerzas republicanas estaban integradas en su
mayoría por milicianos a los que les faltaba adiestramiento militar. «Eran
indisciplinadas y tendían a huir, presas del pánico, abandonando las armas, las
cuales constituían fusiles y piezas sueltas de artillería, dado que el desbarajuste
originado en la capital por la sublevación no permitía una adecuada planificación
militar. En julio y agosto se perdió mucho material militar. En contraste, los
sublevados se armaban cada vez más con material extranjero, aparte del que tomaban
al enemigo».92 Además los milicianos, cuya inmensa mayoría procedía de las
organizaciones obreras y los partidos de izquierda, desconfiaban de los militares
profesionales que pretendían mandarlos y por motivos ideológicos rechazaban la
disciplina y la organización militares, a excepción de los comunistas que
propugnaban la completa militarización de las milicias y la creación de un Ejército
Popular siguiendo el modelo del Quinto Regimiento organizado por ellos.95
Dado que las fuerzas de los sublevados no eran superiores a las fuerzas
republicanas que defendían Madrid (unos 23 000 soldados), la penetración en la
capital tendría que ser rápida y en un frente muy estrecho. Una columna atravesaría
el río Manzanares al norte del puente de los Franceses y avanzaría por la Ciudad
Universitaria de Madrid para luego bajar por el paseo de la Castellana. Otra
columna cruzaría el parque del Oeste para seguir por los bulevares y llegar a la
plaza de Colón. Y una tercera cruzaría el barrio de Rosales para alcanzar la plaza
de España y la calle Princesa. Para apoyar este avance se consideraba fundamental
tomar el cerro de Garabitas en la Casa de Campo donde se podía situar la artillería
y desde allí bombardear la ciudad. El éxito de la operación dependía de que los
republicanos creyeran que el ataque se produciría por el sur y concentraran allí
sus fuerzas, pero en la noche de 7 al 8 de noviembre, precisamente en el momento
que iba comenzar la batalla de Madrid, el teniente coronel Vicente Rojo, jefe del
Estado Mayor de la defensa de Madrid, conoció los planes de los atacantes gracias a
los papeles encontrados en el cadáver de un oficial italiano del ejército
sublevado.104
Mientras se iniciaba la batalla del Jarama, se producía la toma de Málaga por los
sublevados el 8 de febrero de 1937, gracias especialmente a la intervención de las
unidades motorizadas de la división de milicias fascistas italianas («legionari»
del CTV, Corpo di Truppe Volontarie) que había comenzado a llegar a España dos
meses antes enviada por Mussolini, imbuido de la idea de que el soldado fascista
era muy superior al combatiente «rojo». El ataque había comenzado el 14 de enero de
1937 avanzando desde Ronda por el norte, siguiendo la carretera costera avanzando
hacia Marbella por el oeste (con el apoyo de los dos modernos cruceros Baleares y
Canarias que bombardeaban desde el mar y contra los que poco podían hacer los
destructores y los más viejos y peor armados cruceros republicanos) y desde Granada
hasta Alhama por el noreste. Aunque las milicias republicanas consiguieron contener
el ataque tierra adentro, el día 5 de febrero convergieron varias columnas sobre
Málaga encabezadas por las fuerzas italianas. Esto obligó a retirarse a las
milicias a la capital pero allí faltas de mandos, de fortificaciones para la
defensa y del apoyo de la flota republicana no tuvieron más remedio que emprender
la huida hacia el este por la carretera costera de Málaga y Almería acompañadas de
miles de civiles mientras eran ametrallados y bombardeados por la aviación italiana
y los barcos de guerra de los sublevados. A los pocos días los sublevados llegaban
a Motril haciendo numerosos prisioneros y obteniendo grandes cantidades de
material.110 «Para el Gobierno republicano, la derrota demostró una profunda
ineficacia y una falta de energía moral y señaló el comienzo de la decepción de los
comunistas con respecto a la actuación de Largo Caballero como Jefe de Gobierno y
ministro de la Guerra. Las salpicaduras llegaron a los mandos que Largo había
nombrado, los cuales fueron procesados como resultado de las investigaciones
llevadas a cabo después del desastre».111
«Con la ayuda rusa la República había podido responder a la amenaza que suponía la
llegada de armamento desde Italia y Alemania para el bando nacional. El Ejército
Popular ya no consistía en bandas sueltas de milicianos con improvisados mandos.
Había demostrado saber retirarse a fortificaciones preparadas, resistiendo con
pequeñas retaguardias a la espera de refuerzos. Responder a esta técnica iba a
exigir otras capacidades de las que poseía el CTV».113
Por fin a principios de julio las fuerzas republicanas lanzaron una ofensiva en el
frente de Madrid para aliviar la presión del ejército «nacionalista» en el norte.
Así el 6 de julio comienza la batalla de Brunete llamada así porque la lucha por la
conquista de ese pueblo situado al oeste de Madrid por los republicanos (que
pretendía seguir después en dirección sureste para encontrarse con las otras
fuerzas gubernamentales que avanzarían desde el sur de la capital, lo que de tener
éxito obligaría a los «nacionales» a ordenar un repliegue general de sus fuerzas si
no querían verse cercados) se convirtió en el elemento central de los combates. El
ataque hacia Brunete fue lanzado por el reorganizado V Cuerpo de Ejército
republicano al mando del comandante de milicias Juan Modesto apoyado por unidades
de tanques T-26 soviéticos que ocupó la localidad casi sin resistencia, pero el
general Franco reaccionó rápidamente y envió unidades de la Legión y de Regulares
más las brigadas de Navarra y unos 150 aviones italianos y alemanes retirados del
frente del norte, deteniéndose así el ataque hacia Santander. Esto permitió a las
fuerzas nacionales realizar el contraataque.119 «Empezó así una batalla de desgaste
bajo el tremendo sol veraniego, sin sombra ni agua, que terminó arrojando un saldo
de 40 000 bajas. La dura batalla concluyó el 26 de julio, por puro agotamiento. El
Ejército Popular Republicano había retenido importantes sectores del territorio que
había conquistado... aunque perdió Brunete. (...) [La batalla de] Brunete coincidía
con el aniversario del principio de la guerra. A partir de unas cuantas columnas
sublevadas que luchaban contra milicias improvisadas se habían formado dos
ejércitos con un considerable apoyo de artillería y aviación».120
Mapa del entorno donde se desarrolló la batalla de Belchite con indicación de las
situaciones inicial y final.
La segunda ofensiva republicana para aliviar la presión de los «nacionales» en el
Norte llegó tarde pues comenzó el mismo día de la caída de Santander. Esta vez se
desarrolló en el frente de Aragón, que se mantenía prácticamente inalterado desde
el inicio de la guerra cuando las columnas de milicias confederales anarquistas y
del POUM salieron de Cataluña y ocuparon la mitad oriental de Aragón (donde crearon
un ente casi independiente llamado Consejo de Aragón) aunque no consiguieron su
objetivo de conquistar Zaragoza, y que tras los «sucesos de mayo de 1937» habían
sido incorporadas a las unidades regulares del Ejército del Este. El 24 de agosto
comenzó la ofensiva de Zaragoza cuyo propósito era romper el frente y alcanzar la
capital aragonesa, lo que obligaría al general Franco a suspender su ofensiva del
Norte. Al norte del Ebro combatían las divisiones anarquistas y al sur las
comunistas dirigidas por Enrique Líster y los dos generales internacionales Walter
y Kleber. Después de la toma de los pueblos de Codo y Quinto cercaron Belchite el
día 26, dando inicio a la batalla de Belchite el hecho bélico más destacado de la
campaña. Los «nacionales» que defendían el pueblo resistieron encarnizadamente
hasta el 3 de septiembre. Cuatro días antes los «nacionales» habían iniciado la
contraofensiva que al norte del Ebro hizo retroceder a las divisiones anarquistas y
al sur en Fuentes de Ebro, un pueblo situado a 26 kilómetros de Zaragoza, consiguió
derrotar a las unidades de tanques soviéticos BT5 y a la XV Brigada
Internacional.123
Así pues, a partir de la primera semana de enero de 1939 el avance de las tropas
«nacionales» fue prácticamente imparable (gracias de nuevo a la mejor preparación
de sus mandos intermedios —comandantes, tenientes-coroneles y coroneles—, a su
superioridad artillera y aérea por la presencia permanente de la Legión Cóndor y de
la aviación italiana y a que la flota sublevada bombardeó los puertos impidiendo la
llegada de material para las fuerzas republicanas). Los «nacionales» en su avance
hacían cada vez mayor número de prisioneros, lo que «siempre constituye un indicio
de la descomposición de un ejército».145 Artesa de Segre fue tomada el 4 de enero,
Tárrega el 15, el 21 Villafranca del Panadés, el 22 Igualada y el 24 alcanzaron el
río Llobregat. Los destrozados ejércitos republicanos se retiraron hacia la
frontera francesa acompañados por una inmensa muchedumbre de civiles y de
funcionarios y de autoridades que colapsaba las carreteras. El 26 de enero los
«nacionales» sin encontrar apenas resistencia entraban en Barcelona, abandonada por
el gobierno y las autoridades militares que cruzaron la frontera francesa el 5 de
febrero después de celebrar la última reunión de lo que quedaba de las Cortes
republicanas en el castillo de Figueras. Un día antes, el 4 de febrero, los
«nacionales» habían ocupado Gerona.146 El general Vicente Rojo Lluch comparó un año
después desde el exilio lo que había sucedido en Madrid en noviembre de 1936 y lo
que había pasado en Barcelona en enero de 1939:147
¡Qué ambiente tan distinto! ¡Qué entusiasmo entonces! ¡Y qué decaimiento ahora!
Barcelona cuarenta y ocho horas antes de la entrada del enemigo era una ciudad
muerta... [Se] perdió lisa y llanamente porque no hubo voluntad de resistencia, ni
en la población civil, ni en algunas tropas contaminadas por el ambiente.
Entre el 5 y el 11 de febrero los últimos restos de los dos ejércitos republicanos
del GERO cruzaron ordenadamente la frontera deponiendo sus armas y siendo
internados a continuación en campamentos improvisados situados en las playas
francesas a la intemperie.148
En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas
nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1º de
abril de 1939, año de la victoria. El Generalísimo. Fdo. Francisco Franco
Bahamonde.
La guerra naval
Artículo principal: Guerra Civil Española en el mar
En la guerra civil española predominaron las acciones terrestres sobre las
marítimas, y las marinas de ambos bandos evitaron las grandes acciones de guerra
por motivos políticos y estratégicos.163 Así, después de los combates por el
control del estrecho de Gibraltar de 1936, las dos flotas no tuvieron «encuentros
decisivos en el mar» y «sus estrategias se movieron en contextos muy conservadores,
tendentes sobre todo a la conservación de sus efectivos».164 El historiador Michael
Alpert, en su estudio titulado La guerra civil española en el mar, afirma que las
«dos marinas de guerra españolas tuvieron que rehacerse», pero que la
«gubernamental no consiguió estar a la altura del momento y, a pesar de contar con
la mayoría de las unidades de la flota, desempeñó un papel defensivo durante la
mayor parte de la contienda». En cambio «la Marina de los sublevados aprovechó al
máximo sus exiguos recursos y la ayuda que recibió del extranjero».165
Desde principios del siglo xx, la función primordial de la marina de guerra ya no
era destruir los barcos del enemigo, sino bloquear sus rutas marítimas y sus
puertos e impedir sus movimientos en la costa. Esto es lo que realizó cada vez con
más éxito la marina del bando sublevado, mientras que la marina que permaneció fiel
al gobierno abandonó ese objetivo después de las primeras semanas y adoptó una
posición defensiva cuyo objetivo era proteger las comunicaciones marítimas propias,
mientras los «nacionales» se esforzaban en interferirlas.166
A pesar de contar con una flota tan importante, el problema residió en que a lo
largo de la guerra no se consiguieron superar los efectos de la represión que tuvo
lugar en el momento del golpe de Estado de julio de 1936 cuando la marinería y los
suboficiales se rebelaron para impedir que los barcos se sumaran a la sublevación,
ya que la inmensa mayoría de la oficialidad era partidaria del golpe.163 En una
fecha tan avanzada como mayo de 1938, un informe presentado al presidente Juan
Negrín sobre la situación de la flota señalaba la ausencia de eficacia y de
disciplina. «En general la moral ofensiva de los mandos es pequeña y la moral de
combate de las dotaciones es baja». Además, apuntaba la presencia de la quinta
columna franquista tanto en la Flota como en la base naval de Cartagena («Moral
derrotista. Mucho fascista con entera libertad de acción», se decía). Informes
posteriores indicaban que la situación no había mejorado.169
A diferencia de lo que ocurrió con el bando sublevado, que fue apoyado por las
armadas italiana y alemana, la República solo recibió de la URSS cuatro lanchas
torpederas de clase G-5, además de unos pocos mandos y especialistas en submarinos
que, según un informe «reservado y confidencial» presentado al presidente Negrín,
eran «considerados —dentro de la Flota— como huéspedes molestos a los que hay
soportar con amabilidad. Lo mismo ocurre en la base naval de Cartagena».169 Por su
parte, Francia y Gran Bretaña solo participaron en alguna ocasión puntual para
evitar el apresamiento de buques propios por la flota «nacional».
Así pues, por encima de alguna victoria ocasional, como el hundimiento del Baleares
a principios de marzo de 1938 en la batalla del cabo de Palos, «la realidad era que
la marina republicana se había centrado en el servicio de protección del tráfico
mercante, en el mantenimiento de un canal suministrador de pertrechos de guerra y
de alimentos».170 Pero ni siquiera esa función de escolta la desempeñó con pleno
éxito, como se señalaba en un informe del servicio secreto republicano (SIM) de
enero de 1939 en el que después de afirmar la «notoria inferioridad» de la marina
de guerra republicana respecto de la Marina de los «nacionales» se decía:169
Lo cierto es que la Marina de Guerra facciosa se ha incrementado sin hostilización
por nuestra parte... y que su Marina Mercante navega sin contratiempos por todos
los mares, en tanto la nuestra, perseguida y prácticamente indefensa, es presa
fácil de los facciosos.
Al principio de la Guerra Civil, la marina del bando sublevado era muy inferior a
la marina gubernamental pues solo contaba con el acorazado España (botado en 1913 y
que en julio de 1936 se encontraba en dique seco); los cruceros ligeros República,
rebautizado como Navarra, (botado en 1920 pero que se encontraba en reparaciones y
no entró en servicio hasta muy avanzada la guerra, en agosto de 1938), y el
Almirante Cervera (botado en 1928); el destructor Velasco (botado en 1923); cinco
torpederos; tres cañoneras y cinco guardacostas. Pero esta inferioridad se vio
compensada muy pronto gracias al control de los sublevados del principal astillero
de la marina en Ferrol donde estaba prácticamente terminado el crucero pesado
Canarias —que entró en servicio en septiembre de 1936— y otro, el Baleares, a punto
de ser entregado (entró en servicio en diciembre de 1936), junto con los dos únicos
dragaminas de España (el dragaminas Júpiter, que entró en servicio a principios de
1937, y el dragaminas Vulcano, que entró en servicio a finales de ese mismo
año).167172
Así en cuanto a las ciudades más devastadas por los bombardeos la lista la
encabezan las tres principales ciudades republicanas, Barcelona, Madrid y Valencia,
seguidas por Tarragona, Reus, Lérida, Badalona, Granollers, Gerona, San Feliu de
Guíxols, Palamós, Figueras, Colera, Portbou y Perelló en Cataluña; Alicante,
Sagunto, Gandía, Denia y Cartagena en la costa de Valencia y Murcia; y en Vizcaya
Durango y Guernica, esta última convertida en el símbolo de las atrocidades de los
bombardeos del bando sublevado, y que tuvo un enorme impacto a nivel
internacional.180 En cuanto al número de víctimas también existe una enorme
diferencia entre las causadas por los bombardeos republicanos, unas 1100, y las
causadas por los bombardeos del bando franquista, alrededor de 9000 (Barcelona 2500
muertos; Madrid, 2000; Valencia, cerca de 1000; Alicante cerca de 500; Durango,
Guernica, Lérida, Tarragona, Granollers, Figueras y Cartagena más de doscientos
muertos cada una; Bilbao, Reus, Badalona y Alcañiz cerca de 200; Játiva más de 100
muertos; y pequeños pueblos cuyos muertos fueron inferiores a este número).181
Otros hitos de la guerra aérea durante la guerra civil española son que durante la
misma probablemente se efectuó el primer puente aéreo de la historia; que en los
aviones de caza empezó a primar el techo y la velocidad lo que supuso el fin de los
biplanos y además se demostró su importancia para el dominio del aire y evitar así
los bombardeos enemigos (incluso por la noche); que se realizaron ataques aéreos a
unidades navales, en puerto y en el mar; que se emplearon aviones de bombardeo en
picado para lanzar víveres y mensajes de ánimo a posiciones sitiadas, como el
Alcázar de Toledo o el Santuario de Santa María de la Cabeza, y para los
«bombardeos ideológicos», mediante el lanzamiento de octavillas y soflamas a las
ciudades que estaban en la retaguardia, como el «bombardeo del pan» sobre Alicante.
Entonces el general Franco realizó una «jugada maestra»: ordenar que las columnas
que avanzaban hacia Madrid se desviaran hacia Toledo para liberar el Alcázar y así
levantar el cerco de dos meses al que llevaban sometidos un millar de guardias
civiles y falangistas además de algunos cadetes de la Academia de Infantería al
mando de su director, el coronel Moscardó,187 y que tenían retenidos «como rehenes
a mujeres y niños de conocidos militantes de izquierda».189 «La toma del Alcázar
agrandó la leyenda del general Franco. La famosa frase de Moscardó sin novedad en
el Alcázar, repetida ante Franco y numerosos periodistas dos días después de su
liberación, fue adecuadamente propagada. Franco era el salvador de los héroes
sitiados, el símbolo de un ejército dispuesto a ganar la guerra a cualquier
precio».190
Un día antes el obispo de Salamanca Enrique Pla y Deniel había hecho pública una
pastoral en la que presentaba la guerra como «una cruzada por la religión, la
patria y la civilización», dando una nueva legitimidad a la causa de los
sublevados: la religiosa. Así el generalísmo, no era solo el «jefe y salvador de la
Patria», sino también el «caudillo» de una nueva «cruzada» en defensa de la fe
católica y del orden social.190
Desde el Cuartel General del Generalísimo el nuevo asesor de Franco Ramón Serrano
Súñer (cuñado del «caudillo» y antiguo diputado de la CEDA que había llegado a
Salamanca evadido de la «zona roja») propició un acercamiento entre la Comunión
Tradicionalista y Falange Española y de las JONS con vistas a su fusión, pero las
diferencias ideológicas y políticas que les separaban eran casi insalvables (pues
eran las que separaban el tradicionalismo del fascismo), y además había otro
obstáculo que era innegociable: que al frente del «partido único» se situara el
propio general Franco. Es decir, que ambas partes tenían que aceptar que la nueva
formación política quedaría supeditada al poder personal del «Generalísmo», vértice
del poder militar y político. Para apoyar esta idea se difundió desde el Cuartel
General de Salamanca el lema Una patria, un Estado, un caudillo, copia del lema
nazi Ein Volk, ein Reich, ein Führer ('un pueblo, un Estado, un caudillo').194
Finalmente, el Cuartel General de Franco decidió actuar, y el mismo día en que los
falangistas contrarios a la fusión celebraron un Consejo Nacional en el que
eligieron a Manuel Hedilla como «jefe nacional», el domingo 18 de abril,196 el
propio general Franco anunció que se iba a promulgar al día siguiente un Decreto de
Unificación de Falange y la Comunión Tradicionalista, que pasaban a estar ahora
bajo su jefatura directa como «jefe nacional» del mismo.197
Franco una semana después mandó detener a Manuel Hedilla (junto con otros
falangistas disidentes) cuando se negó a integrarse en la Junta Política del nuevo
partido como simple vocal y además comunicó a sus jefes provinciales que
obedecieran únicamente sus propias órdenes.198 «Para que no quedara duda sobre la
ubicación del poder en lo que ya comenzaba a llamarse Nuevo Estado, Hedilla fue
juzgado y condenado a muerte por su manifiesta actuación de indisciplina y de
subversión frente al Mando y el Poder únicos e indiscutibles de la España nacional.
A todos debía quedar claro que la unidad de mando militar sería en el futuro unidad
de mando político».199 Pero Franco siguió los consejos de la hermana del «Ausente»
Pilar Primo de Rivera (líder del sector «puro» de Falange), de Serrano Suñer y del
embajador alemán e indultó a Hedilla, aunque este pasó cuatro años en la cárcel y
cuando salió de ella quedó apartado de la vida política.200
Dos meses antes, el 3 de junio, en plena Campaña del Norte el general Mola, el
«director» de la conspiración militar que había dado el golpe de Estado de julio de
1936 con el que comenzó la Guerra Civil, moría cuando el avión en el que viajaba se
estrelló en una colina del pueblo de Alcocero, cerca de Burgos.202 Mola solía
emplear el avión con frecuencia en sus desplazamientos y no existen pruebas de que
hubiera sabotaje, aunque la muerte favorecía claramente a Franco al eliminar al
«director» como rival.202 El embajador alemán escribió poco después: «Sin duda
Franco se siente aliviado por la muerte del general Mola».203
En octubre de 1937 fueron nombrados por el «Generalísmo» Franco los 50 miembros del
Consejo Nacional de FET y de las JONS, pero no pasó de ser un órgano meramente
consultivo.204 Lo mismo se podía decir de la FET y de las JONS, cuya única
actividad quedaba reducida en la práctica a efectuar propaganda.205 Sin embargo,
los dirigentes de Falange ocuparon muchos de los puestos más importantes en la
administración del «Nuevo Estado» y en el partido.203
Según Julián Casanova el fascismo y el catolicismo fueron las dos ideologías sobre
cuya amalgama se construyó el «Nuevo Estado». El proceso de fascistización era
evidente por la exaltación del líder, el «Caudillo», como el Führer o el Duce; el
saludo brazo en alto establecido como «saludo nacional»; los uniformes y la
simbología falangista; etc. Y al mismo tiempo proliferaban los ritos y
manifestaciones religiosas católicas como las procesiones, las misas de campaña o
las ceremonias político-religiosas que imitaban supuestas formas medievales.208
El 19 de abril de 1939, diecinueve días después del «último parte» en el que Franco
declaraba «la guerra ha terminado», se celebró en Madrid el desfile de la Victoria
presidido por el «caudillo». Antes de empezar la parada militar el general Varela
le impuso «en nombre de la Patria» a Franco la Gran Cruz Laureada de San Fernando,
«que tanto había ambicionado desde sus campañas africanas y que tuvo que acabar
autootorgándosela» en un decreto firmado por él mismo y que fue leído por el
general conde de Jordana al inicio del acto. Al día siguiente el diario ABC de
Madrid titulaba su crónica: «España, en el gran desfile militar ante el Caudillo,
muestra al mundo el poderío de las armas forjadoras del nuevo Estado». Un mes
después el general Franco ofrendaba su espada de caudillo victorioso a Dios en una
ceremonia celebrada el 20 de mayo en la iglesia madrileña de Santa Bárbara y
presidida por el cardenal primado de Toledo Isidro Gomá.211
Los comités que surgieron por todas partes eran autónomos y no reconocían límites a
sus actuaciones,218 pero la paradoja fue que al mismo tiempo la revolución no acabó
con el Estado republicano, sino que simplemente lo ignoró y lo redujo a la
inoperancia. En Cataluña se constituyó el Comité Central de Milicias Antifascistas,
pero el gobierno de la Generalidad no fue destituido y continuó en su puesto. En
Valencia apareció el Comité Ejecutivo Popular. En Málaga y Lérida surgieron sendos
Comités de Salud Pública. En Cantabria, Gijón y Jaén, comités provinciales del
Frente Popular (Comité de Guerra de Gijón, Comité Popular de Sama de Langreo, etc).
En Vizcaya, una Junta de Defensa. En Madrid se constituyó un Comité Nacional del
Frente Popular, que organizaba milicias y la vida de la ciudad, pero junto a él
seguía existiendo el gobierno de José Giral formado solo por republicanos de
izquierda.219
Pero el gobierno Giral, a pesar de que el poder real no estaba en sus manos, no
dejó de actuar, especialmente en el plano internacional. Fue este gobierno el que
pidió la venta de armas al gobierno del Frente Popular de Francia, y al no
conseguirla, luego a la Unión Soviética, para lo cual dispuso de las reservas del
oro del Banco de España. En el plano interior destituyó a los funcionarios
sospechosos de apoyar la sublevación y dictó las primeras medidas para intentar
controlar las «ejecuciones» indiscriminadas, arbitrarias y extrajudiciales de
«fascistas» que llevaban a cabo decenas de «tribunales revolucionarios», también
conocidos como «checas», montadas por las organizaciones y partidos obreros que
habían impuesto el «terror rojo» en Madrid y en otros lugares. Así el gobierno
Giral creó los tribunales especiales «para juzgar los delitos de rebelión y
sedición y los cometidos contra la seguridad del Estado». Sin embargo estos
«tribunales populares» no acabaron con las actividades de las «checas» que
siguieron asesinando «fascistas» mediante los «paseos» (detenciones ilegales que
acababan con el asesinato del detenido y cuyo cadáver eran arrojado en una cuneta o
junto a la tapia de un cementerio) o las «sacas» (excarcelaciones de presos que
supuestamente iban a ser puestos en libertad pero que en realidad eran llevados al
paredón).220
Pero todas estas medidas no consiguieron paralizar el avance hacia Madrid del
Ejército de África y el 6 de noviembre ya estaba a punto de entrar en la capital.
Ese día el gobierno decidió abandonar Madrid y trasladarse a Valencia, encomendando
la defensa de la ciudad al general Miaja que debería formar una Junta de Defensa de
Madrid. «Una salida precipitada, mantenida en sigilo, sobre la que no se dio
explicación pública alguna».102 «Quienes se quedaron en Madrid no pudieron
interpretar estos hechos sino como una vergonzosa huida... sobre todo porque los
madrileños fueron capaces de organizar su defensa. Madrid resistió el primer embate
y rechazó los siguientes, deteniendo así el avance del ejército rebelde».103
La política del nuevo gobierno tuvo cinco ejes fundamentales, algunos ya iniciados
por Largo Caballero: la culminación de la formación del Ejército Popular233 y el
desarrollo de la industria de guerra (lo que llevó al gobierno a trasladarse de
Valencia a Barcelona en noviembre de 1937 para, entre otras razones, «poner en
pleno rendimiento la industria de guerra» catalana);127 la continuación de la
recuperación por el gobierno central de todos los poderes, con la justificación de
que la dirección de la guerra así lo reclamaba (fue disuelto el Consejo de Aragón,
último baluarte de la CNT; el traslado del gobierno de Valencia a Barcelona para
«asentar definitivamente la autoridad del gobierno en Cataluña» relegó al gobierno
de la Generalidad de Lluís Companys a un papel secundario).234 mantenimiento del
orden público y la seguridad jurídica (con Zugazagoitia en Gobernación e Irujo en
Justicia, se redujeron las ejecuciones «extrajudiciales» y las actividades de las
«checas», pero en la «desaparición» del líder del POUM el gobierno dejó hacer a los
comunistas y a los agentes soviéticos del NKVD);235 se dieron garantías a la
pequeña y mediana propiedad;236 se intentó cambiar la política de «no-intervención»
de Gran Bretaña y Francia por la de mediación en el conflicto, para que presionaran
a Alemania e Italia y cesaran en su apoyo a los sublevados, con el objetivo final
de alcanzar una «paz negociada», pero no se consiguió nada.237 El gran derrotado de
esta línea política fue el sindicalismo, tanto el de la UGT y como el de la CNT.238
Por el contrario, los que resultaron más reforzados fueron los comunistas, de ahí
la acusación lanzada contra Negrín de ser un «criptocomunista».
Mapa de la guerra civil española en julio de 1938
Las derrotas de la República en la batalla de Teruel y en la ofensiva de Aragón
provocaron la crisis de marzo de 1938. Azaña y Prieto consideraron que lo que había
sucedido mostraba que el ejército republicano nunca podría ganar la guerra y que
había que negociar una rendición con apoyo franco-británico. Frente a ellos Negrín
y los comunistas eran firmes partidarios de continuar resistiendo. La crisis se
abrió al intentar Negrín que Prieto cambiara de ministerio (habiendo declarado su
convicción de que la guerra estaba perdida, Prieto era el peor de los ministros de
Defensa posible), pero Azaña respaldó a Prieto, así como el resto de los
republicanos de izquierda y los nacionalistas de Esquerra y del PNV. Sin embargo,
estos no consiguieron articular ninguna alternativa a Negrín, y este acabó saliendo
reforzado de la crisis, con la consiguiente salida de Prieto del gobierno.132
Además Negrín, el general Vicente Rojo Lluch, jefe del Estado Mayor, y los
comunistas, creían posible que el ejército republicano aún era capaz de una última
ofensiva, que se inició el 24 de julio de 1938, dando comienzo así a la batalla del
Ebro, la más larga y decisiva de la Guerra Civil. Pero después de tres meses de
duros combates, se produjo una nueva derrota del ejército republicano que tuvo que
volver a sus posiciones iniciales, «con decenas de miles de bajas y una pérdida
considerable de material de guerra que ya no podría utilizarse para defender
Cataluña frente a la decisiva ofensiva franquista».143
Poco antes de que finalizara la batalla del Ebro se produjo otro hecho que también
fue determinante para la derrota de la República, esta vez procedente del exterior.
El 29 de septiembre de 1938 se firmaba el acuerdo de Múnich entre Gran Bretaña y
Francia, por un lado, y Alemania e Italia, por otro, que cerraba toda posibilidad
de intervención de las potencias democráticas a favor de la República. De las misma
forma que ese acuerdo supuso la entrega de Checoslovaquia a Hitler, también supuso
abandonar a la República española a los aliados de nazis y fascistas.143 De nada
sirvió que en un último intento desesperado de obtener la mediación extranjera
Negrín anunciara ante la Sociedad de Naciones el 21 de septiembre, una semana antes
de que se firmara el acuerdo de Múnich, la retirada unilateral de los combatientes
extranjeros que luchaban en la España republicana, aceptando (sin esperar a que los
«nacionales» hicieran lo propio) la resolución del Comité de No Intervención que
proponía un Plan de retirada de voluntarios extranjeros de la Guerra de España. El
15 de noviembre de 1938, el día de antes del fin de la batalla del Ebro, las
Brigadas Internacionales desfilaban como despedida por la avenida Diagonal de
Barcelona. En el campo rebelde, por su parte, en octubre de 1938, seguros ya de su
superioridad militar y de que la victoria estaba cerca, decidieron reducir en un
cuarto las fuerzas italianas.240
La idea partió del gobierno francés, consciente de que, ya que no podían ayudar a
la República (porque ello supondría abrir un gran conflicto interno en la sociedad
francesa y además enturbiaría las relaciones con su aliado «vital», Gran Bretaña),
al menos podrían impedir la ayuda a los sublevados. El gobierno británico se sumó
enseguida al proyecto, aunque el mismo «ponía en el mismo plano a un Gobierno legal
y a un grupo de militares rebeldes».250 El primer ministro galo, el socialista Léon
Blum, tras denegar a los negociadores de Largo Caballero el paso del armamento
adquirido por la República española a través de territorio francés, llegó a
exclamar: «¡Es un crimen el que todos estamos cometiendo con España!».251
La propaganda franquista dijo que el oro del Banco de España (al que llamó el «oro
de Moscú») había sido robado por la República y entregado a Stalin sin
contrapartidas,277 pero las investigaciones de Ángel Viñas han demostrado que el
«oro de Moscú» se gastó en su totalidad en compras de material bélico. Por su parte
el Banco de Francia adquirió 174 toneladas de oro, una cuarta parte del total de
las reservas, por las que pagó a la Hacienda republicana 195 millones de dólares.
En total, entre el «oro de Moscú» (tres cuartas partes de las reservas del Banco de
España) y el «oro de París» (una cuarta parte, del que la propaganda franquista
nunca habló) las autoridades republicanas obtuvieron 714 millones de dólares que
fue el coste financiero de la Guerra Civil para la República. En Rusia no quedó
nada del oro español y las reservas estaban prácticamente agotadas en el verano de
1938. El problema fue que debido a la política de «no intervención» en muchas
ocasiones los emisarios de la República fueron estafados por los traficantes de
armas que les vendieron equipos obsoletos a precios mucho mayores del coste
real.278 Los gobiernos republicanos también fueron estafados por la propia Unión
Soviética, como ha señalado Gerald Howson, o por Polonia y otros países que
abusaron de la precaria situación republicana para venderles «chatarra bélica».279
Por su parte el bando sublevado, como no contaba con oro, sufragó la mayor parte
del coste de la guerra (unos 700 millones de dólares, una cantidad similar a la
gastada por la República) mediante créditos obtenidos de Italia y de Alemania.280
La Alemania nazi se cobró una parte del material de guerra que suministró «en
especie» (un sistema ideado por Hermann Goering) con alimentos, materias primas y
minerales españoles que llegaban a Alemania a través de dos compañías creadas con
tal fin (HISMA y ROWAK). Algo parecido ocurrió con Italia, por lo que las dos
potencias fascistas sustituyeron a Francia y Gran Bretaña como los primeros
clientes comerciales de España.281 Asimismo los sublevados también obtuvieron ayuda
económica y financiera de empresas y hombres de negocios de Gran Bretaña, Francia y
los Estados Unidos, especialmente de aquellos que más simpatizaban con la «causa
nacional» (por ejemplo, las empresas norteamericanas y británicas Texaco y Shell
les vendieron a crédito petróleo durante toda la guerra)282 o que poseían intereses
comerciales en España (como la corporación norteamericana ITT, que aportó al menos
10 millones de dólares y facilidades crediticias a cambio de conservar sus
monopolios de telecomunicaciones en el país).283 El bando sublevado también recibió
ayuda financiera de españoles ricos como Juan March, que aportó 15 millones de
libras esterlinas, o del exrey Alfonso XIII, que donó 10 millones de dólares.284285
Dos meses después se hizo pública la Carta colectiva de los obispos españoles con
motivo de la guerra en España que fue redactada por el cardenal primado de Toledo
Isidro Gomá a instancias del «Generalísimo» Francisco Franco que le pidió el 10 de
mayo de 1937 que, dado que el episcopado español le apoyaba, publicara «un escrito
que, dirigido al episcopado de todo el mundo, con ruego de que procure su
reproducción en la prensa católica, pueda llegar a poner la verdad en su punto».296
La «verdad» que pretendía el general Franco que se difundiera en este documento
estaba destinada a contrarrestar la condena hecha por amplios sectores del
catolicismo europeo y americano más avanzado de los asesinatos cometidos por los
«nacionales» de catorce sacerdotes en el País Vasco y de miles de obreros y
campesinos en toda la zona sublevada, además de su rechazo a considerar a la guerra
civil española como una cruzada o guerra santa.297
Milicianos vestidos con ropas litúrgicas tras el saqueo de una iglesia. Madrid,
1936.
Sobre todo durante los primeros meses de la guerra en la zona republicana se desató
una salvaje persecución religiosa con asesinatos, incendios y saqueos cuyos autores
fueron «los extremistas, los incontrolados y los delincuentes comunes salidos de
las cárceles que se les sumaron», todo ello inmerso en la ola de violencia desatada
contra las personas y las instituciones que representaban el «orden burgués» que
quería destruir la revolución social española de 1936 que se produjo en la zona
donde el alzamiento militar fracasó.288 «Durante varios meses bastaba que alguien
fuera identificado como sacerdote, religioso o simplemente cristiano militante,
miembro de alguna organización apostólica o piadosa para que fuera ejecutado sin
proceso».307
En el gobierno que formó el socialista Juan Negrín tras los sucesos de mayo de 1937
el católico y nacionalista vasco Manuel Irujo ocupó el ministerio de Justicia que
era el departamento que tradicionalmente en España se ocupaba de los asuntos
religiosos. El encargo que recibió Irujo de Negrín fue que intentara normalizar la
vida religiosa en la zona republicana.317 El primer fruto de la nueva política fue
la tolerancia al culto doméstico por lo que las misas celebradas en casas
particulares ya no fueron perseguidas ni, con algunas pocas excepciones, daban
lugar a detenciones, a pesar de que en ocasiones se convertían en reuniones
favorables a los sublevados.318
Por considerar que dichos actos, por su naturaleza de crímenes contra la humanidad
no pueden prescribir ni ser absueltos, el magistrado-juez Baltasar Garzón inició un
proceso para investigar los hechos, basándose en el que ya había impulsado
infructuosamente contra el exdictador chileno Augusto Pinochet, afirmando que no se
buscaba «hacer una revisión en sede judicial de la Guerra Civil».17 Entre otras
consideraciones, argumentó la acusación de genocidio de acuerdo con el derecho
español,f citando al auto 211/2008 del Juzgado Central de Instrucción número dos
(caso SS-Totenkopf o Genocidio nazi), mediante el cual se consideraba delitos de
genocidio y lesa humanidad los cometidos contra los españoles recluidos en los
campos de concentración nazis con motivaciones políticas o ideológicas.1718334 La
Audiencia Nacional decidió por mayoría de votos y sin hacer ninguna valoración
acerca del carácter delictivo de los hechos denunciados, que el Juzgado Central de
Instrucción número cinco dirigido por Garzón carecía de competencia objetiva para
investigarlos, al considerar extinguida la posible responsabilidad penal de los
investigados a causa de su fallecimiento.335 Los magistrados discrepantes
consideraron que el juzgado sí era competente al ser los hechos investigados
«delitos de lesa humanidad y genocidio», por constituir una «sistemática y masiva
eliminación de adversarios políticos» tras la contienda.336
Consecuencias
Esta guerra, que ha durado 989 días, ha sido una de las luchas intestinas más
largas, sangrientas, costosas y brutales de la historia moderna.
Teniente coronel Henry B. Cheadle, agregado militar de Estados Unidos, 3 de abril
de 1939338
Consecuencias económicas
El pago del gasto de la guerra por ambos bandos fue muy elevado. El haber usado el
gobierno republicano las reservas de oro para comprar armamento acabó con las
reservas monetarias de la zona republicana. El bando sublevado tuvo que abonar
mucho dinero tras finalizar el conflicto, en gran parte dejando que Alemania
explotara las reservas mineras de la Península y del África española del momento,
por lo que hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial casi no tuvieron
posibilidad alguna de obtener ingresos. España había quedado devastada en algunas
zonas, con pueblos totalmente asolados. La economía española tardaría lustros en
recuperarse: terminada la guerra, el PIB había retrocedido a niveles de 1922 y no
se recuperaría hasta principios de los años 50.339
Fosa común en Estépar, provincia de Burgos, con 26 víctimas del bando republicano.
La excavación tuvo lugar en el mes de julio de 2014.
El número de víctimas civiles aún se discute. Algunos afirman que la cifra se
situaría entre 500 000 y 1 000 000 de personas.3 Muchas de estas muertes no fueron
debidas a los combates, sino a la represión en forma de ejecuciones sumarias y
paseos. Esta se llevó a cabo en el bando sublevado de manera sistemática y por
orden de sus superiores, mientras en el bando republicano se produjo de manera
descontrolada en momentos en que el gobierno perdió el control de las masas
armadas.340 Los abusos se centraron en todos aquellos sospechosos de simpatizar con
el bando contrario. En el bando sublevado se persiguió principalmente a
sindicalistas y políticos republicanos (tanto de izquierdas como de derechas),
mientras en el bando republicano esta represión se dirigió hacia simpatizantes de
la reacción o sospechosos de serlo y sacerdotes de la Iglesia católica, llegando a
quemar conventos e iglesias y asesinando a obispos, sacerdotes, religiosos y
religiosas. Es incalculable la pérdida en el patrimonio histórico y artístico de la
Iglesia católica, pues se destruyeron unos 20 000 edificios —entre ellos varias
catedrales— incluyendo su ornamentación (retablos e imágenes) y archivos.341342
El número de muertos en la guerra civil española solo puede ser estimado de manera
aproximada. El bando sublevado estableció una cifra de 500 000, incluyendo además
de los muertos en combate, a las víctimas de bombardeos, ejecuciones y asesinatos.
Estimaciones recientes arrojan esa misma cifra de 500 000 muertos o algo menos, sin
incluir a quienes murieron de malnutrición, hambre y enfermedades engendradas por
la guerra. La cifra de un millón de muertos, a veces citada, procede de una novela
de Gironella, que la justifica entre los 500 000 reconocidos y otros tantos cuya
vida resultó irremediablemente destrozada. Sin embargo, Gerald Brenan escribía ya
en el prólogo de El laberinto español (1943): "Además del millón o dos millones de
muertos, la salud del pueblo se ha visto minada por su secuela de hambre y
enfermedades. Cientos de miles están todavía en la cárcel. Tanto física como
moralmente, España es una ruina".
Relaciones internacionales
Las repercusiones políticas y emocionales de la guerra trascendieron de lo que es
un conflicto nacional, ya que, por muchos otros países, la guerra civil española
fue vista como parte de un conflicto internacional que se libraba entre la religión
y el ateísmo, la revolución y el reaccionarismo. Para la Unión Soviética, Alemania
nazi y el Reino de Italia, España fue terreno de prueba de nuevos métodos de guerra
aérea y de carros de combate. Para Reino Unido y Francia, el conflicto representó
una nueva amenaza al equilibrio internacional que trataban dificultosamente de
preservar, el cual se derrumbó en 1939 (pocos meses después del fin de la guerra
española) con la Segunda Guerra Mundial. El pacto de Alemania con la Unión
Soviética supuso el fin del interés de esta en mantener su presión revolucionaria
en el sur de Europa.
Cine
Véase Categoría:Películas sobre la guerra civil española352
Realizadas durante la propia guerra, aunque también hubo películas de ficción (las
republicanas Aurora de esperanza —Antonio Sau, Barcelona, 1937—, Barrios bajos —
Pedro Puche, Barcelona, 1937— y Nuestro culpable —Fernando Mignoni, 1938— y cinco
películas nacionales de Benito Perojo y Florián Rey rodadas en los estudios
alemanes de la UFA, de género folclórico —ambiente reconstruido en La niña de tus
ojos, Fernando Trueba, 1998—),353 fueron fundamentalmente de género documental:
Bando republicano:
Frente de Madrid (Edgar Neville, 1939), adaptación de la novela homónima del mismo
autor358359
Sin novedad en el Alcázar (Augusto Genina, 1940) italoespañola
Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941) con guion del propio Franco
Rojo y negro (Carlos Arévalo, 1942) censurada por su crudeza, a pesar de su
orientación falangista
El santuario no se rinde (Arturo Ruiz Castillo, 1949)
Desde 1975:360Ficción:
Las largas vacaciones del 36 (Jaime Camino, 1975); del mismo autor:
Dragon Rapide, que utiliza como título el nombre del avión en el que Franco salió
de Canarias
El largo invierno
Los niños de Rusia
Una vita venduta (Aldo Florio, 1976)
Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984) adaptación de la obra de
Fernando Fernán Gómez
La vaquilla (Luis García Berlanga, 1985)
Réquiem por un campesino español (Francesc Betriu, 1985) adaptación de la novela de
Sender
¡Ay, Carmela! (Carlos Saura, 1990)
Tierra y libertad (Ken Loach, 1995)
Libertarias (Vicente Aranda, 1996)
La hora de los valientes (Antonio Mercero, 1998)
La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999)
El espinazo del diablo (Guillermo del Toro, 2001)
Soldados de Salamina (David Trueba, 2003)
La buena nueva (Helena Taberna, 2008)
La mujer del anarquista (Marie Noelle y Peter Sehr, 2009)
Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019)
Documental:
Teatro
Bando sublevado:
La obra en Árabe 'Yusuf Melik Ispaniya' (يوسف ملك إسبانياYusuf Rey de España) (de Alí
Al Tuma علي عدنان آل طعمة- Sharjah/Emiratos Árabes, 2015) trata de las aventuras de
un Regular durante el conflicto español. Engañado por sus hermanos, Yusuf emprende
escapar del ejército y de España. Es herido durante una batalla, se implica en una
relación prohibida con una española, encarcelado, rehabilitado y llega a ser
sargento en la policía militar y vengarse la injusticia a la que le sometieron sus
hermanos. La obra trata de temas de religión, propaganda de guerra, el orden
colonial y relaciones interculturales. Ganó el 'Premio de Sharjah por la
Creatividad Árabe' del año 2015.
Bando republicano:
A las barricadas374
La Internacional
Bandera Roja
Posteriores a 1975
Flecha
Pelayos (dibujante: Valentín Castany)
Flechas y Pelayos (producto de la fusión de ambas, paralela a la fusión de las
distintos partidos en FET y de las JONS)
Chicos (Jesús Blasco, Emilio Freixas, Alcaide, Tomás)
Bando republicano
Pionero Rojo
En la democracia
Hora de España
Mono Azul
Fotomontador: Josep Renau.
Cartelista: Carles Fontseré.378
Gran difusión tuvo el sello de ayuda internacional Aidez l'Espagne, de Joan Miró.
Fotografía
Robert Capa, autor, entre muchas otras, de la polémica instantánea Muerte del
miliciano (identificado como Federico Borrell, pero que podría ser otro de los
muertos en Cerro Muriano el 5 de septiembre de 1936), convertida en icono del siglo
xx.379
Agustí Centelles
Pelayo Más, recopilador de la serie de 169 fotos Martirio del arte y la destrucción
de la Iglesia en la España roja (80 de ellas de Toledo).380
Guglielmo Sandri, teniente del ejército italiano, tomó 4000 fotografías,
recuperadas en 1992.381
Videojuegos
Algunos videojuegos cubren combates de la guerra civil española:
1936, España en llamas, un mod del juego de la Segunda Guerra Mundial, Call of Duty
2.
El juego completo Sombras de guerra.
El juego Hearts of Iron IV.382