Está en la página 1de 8

Conclusiones

Hemos analizado una parte de la formación del movimiento estudiantil argentino, acotada a
un período (1966 - 1971) y a dos regiones, Rosario y Nordeste. Como pudimos observar,
durante esta etapa dicho movimiento se destaca por su protagonismo en varias de las
coyunturas políticas, al tiempo que en las ciudades seleccionadas la movilización estudiantil
fue un antecedente directo del Cordobazo y de los cambios sustanciales en la conflictividad
social que sobrevinieron con posterioridad en Argentina.
Al iniciar esta investigación sabíamos que tomábamos dos ejemplos peculiarmente diferentes
por sus antecedentes. Las acumulaciones históricas de los estudiantes rosarinos y nordestinos
no solamente presentaban diferencias de grado que favorecían a los rosarinos, sino que
existían entre los dos movimientos divergencias cualitativas: la hegemonía del reformismo en
Rosario contrastaba con la fortaleza de las fracciones católicas del nordeste. Nos proponíamos
analizar las condiciones históricas en que surgieron, las redes de sociabilidad de los
movimientos ancladas en los comedores, pensiones e instituciones laicas y religiosas, sus
concepciones ideológicas reformistas y anti reformistas y por sobre todas las cosas sus luchas,
sus métodos y modos de organización.
Como hemos mencionado, los años ‘60 fueron en todo el mundo un período de crisis políticas
y revoluciones donde se destacaba la participación de los estudiantes y los jóvenes. En
Argentina, la crisis política que erosionaba el sistema de partidos entre 1955 y 1966
constituyó el escenario donde se produjo un golpe de Estado como el de Onganía, que en
1966 se propuso terminar con el “empate hegemónico” en la sociedad argentina, prohibiendo
los partidos políticos, reprimiendo fuertemente toda oposición y proponiéndose la
modernización de la economía favoreciendo a los grupos más concentrados del capital.
En el terreno universitario, “romper el empate” significó prohibir la actividad política y
acabar con las conquistas de la Universidad reformista (autonomía, cogobierno, militancia
política estudiantil, desarrollo de las ciencias sociales) debido a los peligros para la seguridad
nacional que, según el jefe de las FFAA, significaban. Como explica Buchbinder,257 el caso
de la dictadura argentina contrasta con el de Brasil. Pese a compartir muchos rasgos, sobre
todo su apego a la doctrina de seguridad nacional, ambos gobiernos tenían una política
universitaria distinta: mientras que en Brasil tras unos años se decidió proteger determinadas

257
Buchbinder, Pablo (2010) “Los sistemas universitarios de Argentina y Brasil: una perspectiva histórica y
comparada de su evolución desde mediados del siglo XX” en Buchbinder, Pablo; Califa, Juan y Millán, Mariano.
Apuntes sobre la formación del movimiento estudiantil argentino (1943 – 1973). Buenos Aires: Final Abierto.
Pp. 9–30.
136
áreas académicas consideradas centrales para el desarrollo, el régimen de Onganía sólo veía
en las universidades lugares de reclutamiento y formación de cuadros para la subversión, por
lo cual su política fue claramente más represiva, constituyendo la asfixia presupuestaria uno
de sus corolarios.
Las mencionadas diferencias en la historia de los movimientos de Rosario y del Nordeste
signaron sus desarrollos divergentes con posterioridad al golpe de Estado y la subsiguiente
intervención a las universidades nacionales durante 1966. En el caso de Rosario el
reformismo, como en todo el país, se movilizó contra la nueva dictadura. En el Nordeste las
fracciones católicas aceptaron y/o participaron de la iniciativa militar, tolerándola y
fomentando el diálogo con las autoridades de facto, pues vivían con expectativas el final de la
Universidad reformista. Sin embargo este equilibrio de fuerzas tomó un giro inesperado hacia
septiembre del ‘66 cuando el gobierno intentó imponerse y “romper el empate” en Córdoba
reprimiendo y asesinando a Santiago Pampillón. Frente a estos acontecimientos, y en íntima
relación con los procesos internacionales de izquierdización de ciertas fracciones católicas, el
social cristianismo universitario pasó por unos meses a la oposición y se movilizó frente al
gobierno de Onganía. Por primera vez en muchos años, el movimiento estudiantil argentino
tenía un mártir popular y su recuerdo y reivindicación marcarían los siguientes meses de
septiembre. En estos hechos la Revolución Argentina de Onganía mostraba su rostro más
duro: para conducir el país cerraba los canales institucionales y ante la oposición a cualquiera
de sus medidas utilizaría la violencia. Esta cruda realidad impactó sobre las organizaciones
estudiantiles que se movilizaron de manera unitaria. Sin embargo estas movilizaciones
unitarias contra la dictadura fueron derrotadas, pues el gobierno y la intervención universitaria
continuarían vigentes y durante los últimos meses del ‘66 no registramos, en ninguna de las
dos regiones, enfrentamientos estudiantiles de importancia.
Este alineamiento opositor de algunas fracciones católicas no constituía todavía un fenómeno
duradero. Durante 1967 el impacto de los éxitos del plan de estabilización de Krieger Vasena
y las derrotas del sindicalismo constituyeron una situación política de reflujo de la
movilización social en la que incluimos al movimiento estudiantil de Rosario y del Nordeste.
En este marco localizamos nuevamente en la UNNE el intento de los sectores clericales por
consolidar un proceso de diálogo con la dictadura y con el nuevo Rector Devoto, dejando
aislado al reformismo en el débil campo opositor.
Este ciclo de retrocesos para la oposición a la dictadura comenzó a revertirse hacia 1968,
cuando la conformación de CGT A, los enfrentamientos en Rosario por el 50 aniversario de la

137
Reforma y, en consonancia con el surgimiento del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer
Mundo, el traslado al bando antigubernamental de los sectores socialcristianos de la UNNE,
impulsaron de manera decisiva la movilización y agrupamiento de los estudiantes en un frente
unitario que componía fuerzas con fracciones obreras combativas. En consonancia con el
fortalecimiento del bando antidictatorial, durante este año también presenciamos, sobre todo
en Rosario, el crecimiento de las formas de lucha de acción directa y del uso de la violencia
material: marchas, ocupaciones de edificios, luchas callejeras y barricadas.
Para el movimiento estudiantil de Corrientes y Resistencia, el inicio de 1969 constituiría una
coyuntura política clave, pues allí se procesarían los enfrentamientos en torno al intento del
Rector Walker de privatizar el comedor universitario. Este conflicto, eminentemente
corporativo en su reclamo, cobraría un carácter político en cuestión de meses al lograr
coaligar las distintas fracciones del movimiento estudiantil y suscitar el apoyo de varias
fracciones sociales. Esta resistencia unitaria forjaría una nueva forma de organización: las
coordinadoras; y llevaría al nordeste la lucha de calles y la acción directa típica de fines de los
‘60. Pese a contar con el apoyo de la CGT local y del tercermundismo, el estudiantado sufrió
la represión policial que produjo la muerte del estudiante Juan José Cabral, un hecho brutal
que movilizaría a todas las fracciones sociales de la región y al movimiento estudiantil de
todo el país contra el gobierno nacional hacia mediados de mayo. En este contexto, las
manifestaciones estudiantiles en Rosario también fueron blanco del accionar armado de las
fuerzas de seguridad que asesinaron a Adolfo Ramón Bello, desatando la solidaridad obrera
de la CGT A y una corriente colectiva de apoyo en toda la ciudad que confluyó en los hechos
del 21 de mayo cuando la policía, que había perdido el control del casco urbano a manos de
los manifestantes, hirió de muerte a otro estudiante: Luis Norberto Blanco. Estos serán
acontecimientos centrales de la coyuntura política en la que se gestó el Cordobazo.
Con posterioridad a estos sucesos la dictadura militar reorganizaría varias carteras del
ejecutivo en un intento por iniciar el llamado “tiempo social”. Entre los funcionarios
reemplazados se encontraban el Ministro de Cultura y Educación Astigueta que sería suplido
por Pérez Guillhou, quien impulsaría algunas reorientaciones parciales de la política
universitaria, entre ellas la aplicación de la legislación de 1967, que excluía a los alumnos del
gobierno de las casas de estudio y establecía exámenes de ingreso como una forma de limitar
la expansión de la matrícula y con ello la masificación estudiantil. En la UNNE el nuevo
Rector Maeder, inicialmente apoyado por el Integralismo, llevó a cabo esta política de modo

138
sistemático. En Rosario las autoridades se limitaron principalmente a la erección de las
pruebas de admisión en 1970 y 1971.
Como pudimos apreciar, estas iniciativas del gobierno nacional tuvieron un impacto decisivo
en el movimiento estudiantil, reorientando mucha de su actividad a cuestiones corporativas.
Al mismo tiempo notamos que en ambas regiones después del Cordobazo se redujo
significativamente el espacio de alianzas: los comerciantes y profesionales liberales se
alejaron paulatinamente del movimiento estudiantil y su aliado más fuerte, las fracciones
combativas de la clase obrera, fue el único, junto al diario Norte en el nordeste, que sostuvo
continuamente la coalición con los estudiantes. Sin embargo, tras mayo del ‘69 los estudiantes
no volverían a ser la conducción de una alianza con los trabajadores, sino que serán una
importante fuerza de apoyo, tanto a la CGT como a los docentes y estatales chaqueños.
En el Nordeste las reformas de los planes de estudio, los concursos de profesores para
regularizar el claustro, los exámenes de ingreso y la constitución de Consejos Académicos
constituyeron los escenarios donde se desarrollaron los reclamos estudiantiles. Al analizar las
formas de lucha podemos observar una moderación de las mismas respecto de los hechos de
mayo del ‘69. Sobrevivieron las ocupaciones y algunas manifestaciones callejeras, pero
generalmente no incluyeron hechos de violencia, se dirigieron principalmente contra las
autoridades universitarias y no, más allá de lo discursivo, contra el gobierno nacional.
En Rosario, el movimiento también se reorientaría predominantemente hacia cuestiones
corporativas, aunque conservando, a diferencia del nordeste, una fuerte impronta ligada a
distintas formas de acción directa como tomas, marchas, ocupaciones, lucha de calles,
barricadas y en algunos casos también ataques a edificios de multinacionales o viviendas de
funcionarios. Pese a ello, desde el invierno de 1970 el estudiantado sería batido
sistemáticamente por las autoridades en la lucha callejera.
Respecto del ingreso, que fue un articulador nacional de la movilización estudiantil en 1970 y
1971, en Rosario encontramos uno de los mayores movimientos locales, mientras que en el
Nordeste la resistencia a las pruebas no significó enfrentamientos importantes por su cantidad
ni por su cualidad. En parte, debido a la tenacidad con que las autoridades de la UNR
sostuvieron las pruebas durante 1971, actitud que contrastaba con aquella de los funcionarios
de la UNNE, quienes rápidamente disiparon el conflicto eliminando las restricciones al
ingreso y cuestionando, en algunos casos, la legislación que reglamentaba los exámenes.
Al realizar un balance no dejamos de encontrar que la dimensión ideológica del movimiento,
es decir, el conjunto de elementos que hacen a la conciencia de estos sujetos y constituye de

139
ese modo la matriz con la cual leen la historia y la política, la universidad y al estudiantado,
tienen una importancia cardinal. Hemos optado en nuestra tesis por construir una
periodización de las acciones de los movimientos, considerando que en esos hechos y en sus
encadenamientos encontraríamos los posicionamientos. Podemos decir que no nos
equivocamos y que, más allá de cualquier polémica, los acontecimientos muestran con una
claridad meridiana que las fracciones católicas del nordeste fueron golpistas en junio y julio
del ‘66, lo siguieron siendo luego en 1967 y con inmediata posterioridad al mayo correntino
fueron uno de los apoyos del nuevo Rector – interventor Maeder. Esto no menoscaba su lugar
en la consolidación de redes sociales, como el Colegio Mayor de Resistencia, pero muestra
que sus posiciones ideológicas anti reformistas apuntalaron una política de avasallamiento a la
Universidad, la ciencia y los estudiantes.
Por el lado del reformismo los acontecimientos también son reveladores, pues esta fracción,
comúnmente considerada como moderada y en crisis a finales de los ‘60,258 es el primer
contingente de la sociedad argentina que rechazó al golpe de 1966, que lo combatió desde sus
primeros días y hasta el GAN, declarándose y actuando como opositor, organizando la lucha
estudiantil durante cinco años.
Debido a estos motivos nuestra tesis se contrapone con las elaboraciones acerca de la
“peronización de la juventud” en aquellos años. Ana María Barletta es una de las
investigadoras que ha formulado de manera más acabada este enfoque, el cual posee la virtud
de construir una mirada de mediano plazo sobre los procesos políticos universitarios y su
relación con los procesos políticos nacionales en una época donde abundan estudios de caso y
carecemos de explicaciones generales. Pese a dicho mérito, esta lectura general sobre el
período posee varios inconvenientes. En primer lugar está construida sobre observables
bastante acotados (las revistas Envido y Antropología del Tercer Mundo;259 la formación de
algunas agrupaciones con la sigla RN, que significaría “Revolución Nacional”, intentando
parafrasear a la “Revolución Argentina” a la que apoyaban; el testimonio de algunos
militantes y el caso de las cátedras nacionales, que sólo abarcaba a Sociología de la UBA)

258
Como sostiene por ejemplo Silvia Sigal: “Durante los años de politización universitaria, desde mediados de
los ’60 hasta 1976, ni la institución ni la Reforma serán ya productoras de identidad, y los partidos se encargarán
de canalizar los conflictos estudiantiles.” Sigal, Silvia (1991) Intelectuales y poder en la década del sesenta. op.
cit. Pág. 71.
259
Algo similar ocurre con la tesis de Alejandra Reta, que es muy rica en la descripción del tono ideológico de
las declaraciones del FEN, pero que sin embargo no analiza en profundidad el proceso político del que dicha
agrupación forma parte. Reta, Marina Alejandra (2010) “El proceso de peronización dentro del movimiento
universitario en los años sesenta en Argentina. El caso del Frente Estudiantil Nacional” Tesis de Maestría en
Investigación en Ciencias Sociales. Buenos Aires: Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
140
Estas experiencias analizadas además tienen el problema de circunscribirse al ámbito de
Buenos Aires y La Plata. Nada se dice de la militancia rosarina, de la del nordeste, la
cordobesa o la tucumana. Creemos que es problemático analizar el proceso político nacional
de aquellos años sin posar la mirada sobre las regiones donde se sucedieron los hechos
políticos más relevantes. Por otra parte, este problema se agrava al tener en cuenta que
durante dicho período se estaba expandiendo el medio universitario argentino mediante la
fundación de nuevas universidades en el marco del denominado “Plan Taquini” del gobierno
de Lanusse.
En segundo lugar se supone un nexo, poco claro, entre “peronización” y “radicalización” que
habría que analizar con mayor detalle. Por ejemplo cuando explica que:
El vasto movimiento de protesta social y radicalización política vivido por la
sociedad argentina, hacia fines de los años ‘60 y principios de los ‘70, así
como el particular proceso de paulatino acercamiento al peronismo por parte
de sectores tradicionalmente antiperonistas – como el movimiento estudiantil
y las capas medias profesionales – en un contexto de creciente radicalización
de las juventudes, se combinaron de tal modo en el ámbito universitario que
lo convirtieron en uno de los escenarios en los que se desplegaron las nuevas
alternativas ideológicas y políticas a partir de las cuales varios sectores
universitarios se radicalizaron, logrando poner en tela de juicio las formas
tradicionales de relación entre la vida política universitaria y la política extra
– universitaria.260
No logramos saber a ciencia cierta cuáles son los otros procesos y alternativas ideológicas,
además del peronismo, a partir de las cuales los universitarios se radicalizaron y qué relación
tendrían con la “peronización”. Al mismo tiempo no discernimos con claridad que cambios
sustanciales se considera que existen entre, por ejemplo, la radicalizada FUA del ‘65 y la
militancia universitaria posterior en cuanto a la relación entre Universidad y política.
En tercer lugar Barletta toma como una unidad a un período, el comprendido entre 1966 y
261
1973, que se caracteriza por los cambios políticos permanentes. En este sentido, por
ejemplo no queda claro cuando analiza el significado contradictorio del golpe de Onganía si
ya desde el año ‘66 apoyar a la dictadura militar es parte o está relacionado con un proceso de
radicalización. Creemos que, en todo caso, eso sería una radicalización derechista y no tendría

260
Barletta, Ana María (2001) “Peronización de los universitarios (1966 – 1973) Elementos para rastrear la
constitución de una política universitaria peronista” en Revista Pensamiento Universitario n° 9. Buenos Aires:
UNQ. Pp. 82–89. Pág. 83.
261
Ana María Barletta en “Universidad y Política. La peronización de los universitarios (1966 – 1973)”,
disponible en http://lasa.international.pitt.edu/Lasa2000/Barletta.PDF sostiene que “…en los años que siguieron
al golpe de 1966 y al calor de las fuertes movilizaciones del Cordobazo y posteriores a él, el peronismo operaría
una fuerte ruptura con las tradiciones universitarias al ir incrementando sus adhesiones…” (pág. 5) es demasiado
general: ¿Cuándo entre 1966 y 1973 esta tendencia tiene fuerza? ¿en qué medida y en qué lugares incrementa sus
adhesiones? ¿de qué manera ocurre eso en las universidades concretas?
141
una relación directa con el “giro hacia la izquierda” que nos representamos comúnmente
acerca de la juventud de los ‘60 y ‘70.
En cuarto lugar, y estrechamente ligado con lo anterior, consideramos que Barletta
aparentemente sostendría la lectura de que desde 1966 hasta la llegada al gobierno del
FREJULI en 1973 nos encontramos con un proceso de acumulación gradual del peronismo
que desembocará en una masiva militancia universitaria peronista durante la llamada
“primavera camporista” y que esa acumulación estaría en relación con el proceso de
radicalización de los universitarios al “politizarlos”.262
Al analizar a los movimientos estudiantiles de Rosario y el Nordeste durante el período
comprendido en esta tesis, hemos podido notar que el proceso de peronización no es lo que
predomina en la militancia universitaria y menos en la más radicalizada, como es el caso de
Rosario; a su vez, por el contrario, en el nordeste, donde hayamos una fuerte influencia de los
sectores socialcristianos afines al peronismo, el movimiento estudiantil posterior a mayo del
‘69 pierde rápidamente su radicalidad. Por otra parte, no considerar lo que ocurre con la
militancia reformista de aquellos años produce una distorsión que sobredimensiona el rol de la
militancia peronista en el proceso de radicalización. Como hemos analizado, casi todos los
sectores reformistas desarrollaron desde el primer momento una tenaz lucha contra la
dictadura militar y contribuyeron de modo fundamental a la movilización previa y posterior al
Cordobazo, utilizando las formas de lucha de acción directa y los modos de organización
propios del período de radicalización como las “juntas” o cuerpos de delegados. Nada de lo
que se atribuye al peronismo como “discutir el rol de la universidad”, ser “antiimperialista”,
su “relación con la clase obrera”, adoptar “nuevas formas de organización”, etc. es ajeno a los
reformistas en tiempos de la “Revolución Argentina”. Por ello creemos que el propósito de
explicar la radicalización estudiantil merece el esfuerzo de observar un campo de fenómenos
más amplios donde, cómo pudimos explicar, la lucha reformista jugó un rol de importancia.
En este sentido destacamos finalmente cuatro puntos. Para este movimiento la transición entre
lo corporativo y lo político debería entenderse como una cuestión de las más importantes,
pues en los reclamos académicos se forjan fuerzas que, una vez consolidadas en el terreno
universitario, recogen el apoyo de otras fracciones sociales que se movilizan y constituyen
hechos políticos alrededor de demandas gremiales como puede ser el comedor del Nordeste o

262
Es muy notoria esta idea en Barletta, Ana María (2002) “Una izquierda universitaria peronista. Entre la
demanda académica y la demanda política (1968 – 1973)” en Prismas, Revista de Historia Intelectual n° 6.
Quilmes: UNQ. Pp. 275 – 286.

142
el ingreso en Rosario. En segundo lugar la mutación del reformismo universitario, una
fracción que se adaptó a una nueva coyuntura donde se encontraban clausurados los canales
de la política universitaria tradicional y se constituyó políticamente en la acción directa. En
este sentido no compartimos la mirada corriente sobre la “crisis” del reformismo, sino que
consideramos que se trata de una reconfiguración, pues agrupaciones como Franja Morada,263
MNR o el MOR (PC), se adaptaron a las nuevas condiciones de lucha política bajo la
dictadura de Onganía, mostrando gran capacidad en el terreno de los enfrentamientos
callejeros. En tercer lugar, y en íntima relación con lo antes mencionado, no es cierto que el
peronismo o los sectores no reformistas hayan traído las prácticas no institucionalizadas de
lucha a la universidad. En parte porque este tipo de acciones ya las realizaba el reformismo, y
también porque de ser así tendríamos que encontrar una mayor predominancia de estas formas
de lucha en regiones donde el reformismo no tuviese una fuerte tradición, como en el
Nordeste, donde por el contrario hallamos una radicalización mucho menor que en Rosario
donde el movimiento estudiantil, permeado por el reformismo, organizaba sus acciones fuera
de la institucionalidad apelando a la acción directa. En cuarto lugar, como hemos
mencionado, no observamos hacia 1971 un proceso claro de peronización en el movimiento
estudiantil de las regiones aquí analizadas, aunque sí ciertas confluencias que constituyen al
fenómeno denominado “nueva izquierda” que posee, como hemos visto, muchas más
influencias del reformismo universitario y la izquierda tradicional de lo que comúnmente se
admite. Esto no quiere decir que no reconocemos un crecimiento del peronismo, expresado en
el FEN y el Integralismo, sino que aún no es hegemónico y representa una corriente más, que
comparte con el reformismo un discurso anti imperialista y la movilización anti
gubernamental. Con estos elementos, entonces, nos permitimos discrepar con lecturas como
las de Luis Alberto Romero, Marcos Novaro o Liliana de Riz quienes consideraron la
“primavera camporista” de 1973 como el punto de mayor desarrollo de aquellas fuerzas que
se fueron forjando desde el Cordobazo. En realidad, por el panorama presentado en la
universidad dos años antes, todo nos hace pensar que no es en las revueltas y huelgas de
masas del ‘69 – ‘71, sino en el GAN donde habrá que posar la mirada para analizar el ‘73.

263
Recordemos que Franja Morada fue organizada hacia 1967 por la coalición de universitarios radicales,
socialistas y anarquistas. “… a fines de agosto de 1967 […] se determina fijar una nueva reunión en Rosario para
fundar la “Unión Nacional Reformista Franja Morada”. Grupos radicales, anarquistas y socialistas
independientes, sesionando en el sótano de “Unión Socialista Libertaria y Biblioteca Alberto Ghiraldo” de
aquella ciudad los días 25 y 26, deciden crear esta organización de alcance nacional “con el objeto de unificar
criterios para retomar la conducción de los centros de estudiantes, las federaciones locales y la Federación
Universitaria Argentina…” Ferrero, Roberto (2009) Historia crítica del movimiento estudiantil de Córdoba.
Tomo III (1955 – 1973). op. cit. Pág. 179. [destacado en el original]
143

También podría gustarte