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La Lengua destrabada.

Manual de escritura
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Carmen Martínez Gimeno
Marcial Pons, 2017

La autora, Carmen Martínez Gimeno, como diríamos en buen


español de Chile, ya se ha ‘ganado un poroto’ (“anotado un tanto”) en esta
presentación, pues es Licenciada en Filología Hispánica – una de las
ramas más interesantes y atractivas de los estudios del lenguaje a las que
uno pudiera dedicarse – (y que conste que esto no guarda absoluta
relación conque ésta sea mi área de trabajo).
En definitiva, bromas más o menos, para alguien que es escritora,
editora y traductora – tanto de textos clásicos como modernos –, que no
solo ha trabajado para las mejores editoriales académicas y comerciales,
como el FCE, Alianza, Siglo XXI, Cátedra, Espasa, Planeta, Taurus o
Marcial Pons, por mencionar algunas, sino que, además, honra las letras
no tan solo con este trabajo académico, sino por la pasión de cuentos y
novelas, y particularmente de su literatura infantil, destacada por su
calidad literaria (El ala robada, mejor novela año 2000, Fundación Germán
Sánchez Ruipérez; Viruta, finalista premio Ala Delta, 2004) y también por
haber sido incluida como lectura recomendada para la enseñanza
secundaria en la Generalitat.
Los años de trabajar la palabra, con la palabra, entre medio de
tantas posibilidades de transmisión de pensamiento, tanto propio como
mediando el de otros, ha hecho que ella nos diga, en su imperdible blog
Sin borrones:
Una vez concluida la redacción de un texto, al escribir el
punto final, llega una fase crucial de trabajo que jamás debe
pasarse por alto. El texto no está acabado, sino solo
preparado para ser sometido a un meticuloso procedimiento
de revisión que lo mejorará o incluso lo cambiará por
completo. Pero no se trata del inicio de un proceso: es su
culminación, puesto que revisar y corregir han de ser tareas
recurrentes que se habrán ido simultaneando con la
escritura.
Así como este proceso es una culminación, y ya que Carmen
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Martínez conjuga la pasión de leer sus escritores favoritos, como las
hermanas Brontë (Anne, Emily y Charlotte), Miguel Delibes, Emily
Dickinson o Paul Verlaine, entre muchos más, con algunos de sus otros
gustos creativos, como el de innovar en la cocina “con imaginación e
improvisación”, es esperable que tenga esa capacidad deseable de poder
transmitir de manera simple y comprensible, algo que usualmente no se
nos hace fácil transmitir siquiera a quienes hemos cursado una profesión
pedagógica: me refiero a las complejidades estructurales de la lengua, así
como a las dificultades implícitas en la enseñanza – en y de cualquier
sistema comunicativo humano – ya sea como lengua materna o como
lengua extranjera. Pero, para fortuna nuestra, la autora ha recorrido
ambos caminos y este texto, casi “recién salido del horno” – pues su
publicación data de mayo del presente – llega a nosotros a la manera de
los clásicos, tanto por la problemática escrituraria que enfrenta como por
sus guiños formales al estar presentado en “Libros”, pero también
reuniendo lo disperso al entregarnos tanto el análisis lingüístico, la belleza
del estilo, la mirada de la composición y la edición del texto, como el
llevarnos a dimensionar esa escalera de caracol que es el proceso mismo
de escritura.
Es por ello que, esta “lengua destrabada” tiene, precisamente, una
‘gracia’ en particular – y lo digo como elogio desde una perspectiva muy
personal y desde mi profesión, Profesor de Estado en Castellano, esto es,
desde la pedagogía disciplinar – y es que no es un ‘manual’ para enseñar –
lo siento por quienes querían usarlo para eso – sino que, mucho mejor,
para aprender. Su concepción – espero no equivocarme demasiado en
esto – o al menos el producto final así lo parece, está encaminada a servir
de guía autodidacta a quienquiera que con interés, buena comprensión y
unos conocimientos elementales, desee adentrarse en “la belleza del
pensar y del escribir”. Imposible, para mí al menos, no recordar que el
inicio del Evangelio de Juan dice:
In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat
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Verbum. Hoc erat in principio apud Deum. Omnia per ipsum facta sunt: et
sine ipso factum est nihil, quod factum est
[En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y Dios
era el Verbo. He aquí que en el principio estaba junto a Dios. Y por él son
todas las cosas. Y sin él ninguna cosa es, de todo lo que es].

Ahora, y como se trata, de todas maneras, de presentar también algo


más objetivamente este excelente ‘Manual de Escritura’, habrá que señalar
que responde a una doble tradición: una clásica, relativa a la enseñanza
de la retórica, una de las artes del Trivium que perfeccionaba los estudios
relacionados con la “elocuencia”, cualidad que todo ciudadano,
preocupado de la ‘res publica’ debía ejercer, es decir, como diríamos
modernamente, estaba dentro del “eje de formación ciudadana”.
Por otro lado, se halla presente la empírica y agotadora experiencia
del editor – y no me refiero sólo al contemporáneo, sino al oficio de largos
tiempos que procede, precisamente, de la tradición filológica – y que
modernamente ha dado a la luz, para nuestro beneficio, una serie de
recomendaciones, traducidas en diversos manuales de estilo, algunos de
ellos de autor, partiendo precisamente por el Manual de Escribientes de
Antonio de Torquemada [1574], hasta conocidas publicaciones como las
del Diario El País, El Mundo o de la Universidad de Alicante.
Y es que la autora, en una personal Introducción que ha llamado
‘Lenguas azules’, recordando la tinta que teñía la lengua por medio de la
pluma, nos lleva a través de sus esquemas argumentales, que terminan
siendo los nuestros, para mostrarnos el porqué, el para qué y el cómo de la
obra. Así... en fácil.
Y es que también con el Libro Primero (Fundamentos: Las
Categorías Gramaticales), cualquiera pudiera asustarse, pero la
abundancia de explicaciones, ejemplos y consideraciones diatópicas
inclusive, permiten formarse una idea clara, a través de los 8 capítulos que
lo conforman, de las características, funciones, adjuntos y tipología de
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verbos, nombre, sus determinantes, adjetivos y pronombres, adverbios,
preposiciones y conjunciones, así como interjecciones, onomatopeyas y
vocativos. Cierra este ciclo, como no, un apartado dedicado a la
concordancia, llevando las partes nuevamente al todo.
Me permito citar un ejemplo, que suele complicar el ya complejo
proceso de escritura, en relación con el uso de preposiciones:
Ciertas preposiciones se pueden agrupar en oposiciones
binarias (ante/tras; bajo/sobre; con/sin; de/a; desde/hasta),
pero solo algunos de los usos que corresponden a uno de los
miembros del par se repiten en el otro. Es más frecuente que
se rompan las correspondencias cuando el término de la
preposición designa una noción inmaterial: bajo sospecha
pero no sobre sospecha; bajo la cama y sobre la cama.

Este mismo tipo de complejidades, de las cuales nos ‘destraba’


dudas y allana pedregosos senderos, se encuentra abordado en el Libro
Segundo (Estética: La Ortotipografía), que no solo trata, en sus 6 capítulos,
de tópicos tales como “lengua y ortografía”, “normas de acentuación” o
“normas de puntuación”, sino que también incluye elementos clave en la
preparación de un texto – como un capítulo íntegramente dedicado a la
“tipografía esencial” y otro a las “citas, notas, bibliografías, índices” – como
en la dimensión personal del texto, a través de la “correspondencia”,
llegando a la ‘misiva’ contemporánea: el correo electrónico. En todo caso,
no por tratar temas habituales su exposición es menos enriquecedora o
esclarecedora. Es de mi preferencia, por ejemplo, el acápite –dentro de las
‘normas de puntuación’- referido a las ‘comas descolocadas, comas
antiestéticas, comas de sentido’ (por supuesto, todas colocadas con comas)
donde, a partir del encabezado que sustenta el principio cabal de este
signo de puntuación [“La breve pausa que se marca con la escritura de
una coma ha de servir, sobre todo, para aligerar la lectura al lograr que un
texto se entienda a la primera, sin necesidad de releer”], cada comentario
teórico-estilístico es glosado por un ejemplo que lo caracteriza. Uno de mis
favoritos, por su representatividad, es el siguiente (hago pausas donde hay
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comas):
Al cabo de un rato, se nos acercaron unos chicos, que, con gestos, nos
invitaron a tomar una copa, pero, como yo estaba cansada, negué, con la
cabeza, y se fueron, sin decir palabra. [Al cabo de un rato se nos acercaron
unos chicos que, con gestos, nos invitaron a tomar una copa pero, como yo
estaba cansada, negué con la cabeza, y se fueron sin decir palabra].
De esta manera, sin enrevesadas oraciones, sin textos literarios – ni
simples ni complejos – sino con casos de fácil comprensión y que dialogan
con otros textos, como el caso citado de la respuesta de la “Sibila Délfica a
un soldado que fue a consultar su destino a los dioses antes de partir
hacia la guerra”: Irás regresarás nunca perecerás... Y murió en combate.
En todo caso reitero que el tratamiento de la obra, a la cual poca justicia
hago aquí, tiene permanentemente las trazas, explícitas e implícitas, de la
editora y traductora que nos da consejos desde la praxis de la producción
del texto impreso que debe ser legible desde todo punto de vista a un lector
muchas veces no tan avezado como quisiéramos.
Entonces, inevitablemente, llegamos al Libro Tercero (Estructura: La
Sintaxis). Y es que los temas tratados en estos 5 capítulos que componen
el Libro suelen ser l’enfant terrible de cualquiera que haya tratado de
abordar, tanto en calidad de estudiante como de profesor, los aspectos de
organización del discurso. Que arroje la primera piedra el que no haya
tenido alguna vez dificultades con las impersonales, el sujeto paciente, las
oraciones subordinadas o la construcción de textos argumentativos. Con
todo, en medio de todas las tribulaciones que esto nos pueda causar, un
consejo acertadísimo de la autora termina por “rayar la cancha” de este
‘orden de las palabras’: “En general, al plasmar un pensamiento en la
escritura se han de tener en cuenta dos aspectos: el sentido y el estilo,
eligiendo para el desfile de las palabras el orden más armónico con los
objetivos previstos”.
La armonía de las palabras es, precisamente, nuestro Verbo
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Primordial. Y si fuésemos un poco más allá, aunque es verdad que teorías
lingüísticas y filosóficas señalan el valor performativo de la palabra,
veríamos que el camino entre, por ejemplo, el Creador y su creación se
transita por medio de 22 letras sagradas.
Pero no hay que ser tan serio. Es uno de los graves problemas
cuando nos ponemos a enseñar estos temas. Por qué no recurrir, mucho
mejor, como lo hace Carmen Martínez, a bellas ambigüedades como:
“...termina en Canadá el rodaje de My life without me, un drama sobre una
joven con una enfermedad incurable que produce Pedro Almodóvar”, o “Las
mujeres españolas cobran bastante menos que los hombres por su sexo”, u
otras igualmente interesantes, como: “arena para gato biodegradable”,
“apartamento para soltera ideal” o “Hace años, cuando visité por primera
vez la costa yucateca, todavía era virgen”. Creo que no hay mejor ejercicio
de mnemotecnia para recordar estos principios que situar los casos
específicos en el momento y la dosificación adecuadas.
Y llegamos a mi favorito, el Libro Cuarto (Composición:
Procedimientos y Recursos) y es que, por una condición netamente
personal, me siento plenamente identificado con un espacio, como el de
estos 7 capítulos, donde se haga referencia ordenada al trayecto del
proceso escriturario. Y qué mejor que un “Antes de escribir”: me recuerda
aquellas sesiones en un curso de Seminario, cuando discutíamos el tema
de cómo iniciar una investigación a partir de una idea vaga.
La autora, entonces, se proyecta hacia la estructuración de la
composición del texto, el sujeto de la enunciación, la retórica del discurso,
el ‘arte’ u oficio de la escritura y, tal vez el proceso más importante que
suele, en la actualidad, dejarse al arbitrio de los ingenios computacionales:
la corrección de textos (desde la ortografía a la correción de estilo).
Pero también hay consideraciones que rara vez un lingüista haría
frente a un texto y donde se nota con claridad la maestría de la experiencia
editorial. Al considerar la estructura de la página tipográfica o mancha,
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dice:
...se considera antiestético que el espaciado de las líneas no
sea regular; esto es, que aparezcan líneas muy espaciadas
junto a otras con espaciado estrecho /.../ la mancha de la
página facilita o dificulta la lectura y, por ende, la
comprensión de un texto impreso. La facilita cuando es
equilibrada; esto es, ni muy cerrada ni muy abierta. Una
mancha muy cerrada no presenta separaciones de párrafos y
todo es letra impresa; una mancha muy abierta está repleta
de espacios en blanco y apenas tiene letra impresa porque
los párrafos son muy breves.

¿Cómo podríamos no estar de acuerdo?


Quiero evitar, en todo caso, ‘manchar’ con mi comentario la
presentación de este Uno-Todo de Libros que se conjugan en La Lengua
Destrabada. Manual de escritura, de Carmen Martínez.
Solo me resta decir, como Director de la Escuela de Pedagogía en
Lenguaje y Comunicación, que compartiremos con nuestros estudiantes la
calidez de la lectura de este texto y sus necesarias experiencias de
trayectos escritores.
Muchas gracias a Carmen Martínez por su obra.
Muchas gracias a ustedes por escuchar este comentario.

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