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GENERACIÓN DEL 27

Con este nombre se califica a una serie de poetas que, asimilando la rica tradición literaria española
e imbuidos por las nuevas corrientes de Vanguardia, llegó a ser la más brillante promoción de la
literatura española del siglo XX. Con el paso del tiempo los poetas del 27 irán equilibrando su estilo
en una unión de vanguardismo y tradición que será una de las claves de su perfección. Sin duda, la
Guerra civil (1936-1939) cortó su espectacular recorrido de los años anteriores.

La denominación más aceptada para este grupo es la de Generación del 27, fecha emblemática por
celebrarse ese año el tercer centenario de la muerte de Góngora, en el que ellos participan y del
que surge un manifiesto en favor de la estética barroca y de la metáfora como principal recurso
poético. Prácticamente todos los autores del grupo habían publicado ya en esa fecha obras
capitales de la nueva literatura.

Características generales:

1. No adoptan una actitud de rechazo hacia la generación anterior, por el contrario,


consideran como maestros a Juan Ramón Jiménez y a Ortega y Gasset.
2. Continúan la tradición poética que arranca en la primitiva lírica popular de la Edad Media,
pasa por los Siglos de Oro (Gil Vicente, Garcilaso, San Juan de la Cruz, Góngora) y llega hasta
Bécquer y Juan Ramón Jiménez.
3. Saben aunar los valores que encuentran en nuestra literatura tradicional, tanto en su
vertiente popular como en la culta, y el interés de las vanguardias: lo novedosos, el afán de
originalidad, el hermetismo, el juego de ingenio y, sobre todo, la libertad de creación (en la
métrica, en la puntuación, en el uso de metáforas sorprendentes e ilógicas…).
4. Ofrecen una rica variedad de formas poéticas: aun cuando forman un grupo, cada poeta
tiene su propia voz, muy personal.
5. Coinciden en la valoración de la imagen, base expresiva de esta poesía. Imagen sin relación
lógica entre el término real y el poético, la imagen irracional, resultado de la confluencia de
la forma de hacer de Góngora, Ramón Gómez de la Serna y las vanguardias: el ultraísmo, el
creacionismo y el surrealismo.
6. Apuestan por una métrica renovadora que incorpora plenamente el verso libre y el
versículo. Combinan estructuras métricas tradicionales, cultas unas –el soneto y la décima–
y populares otras –el romance–, con un lenguaje moderno, desnudo de retórica.

Trayectoria de la generación del 27

Primera etapa (hasta 1928). La poesía pura: en sus primeras obras se ve muy clara la influencia de
Bécquer y los modernistas, pero enseguida se impone el ideal de poesía pura de Juan Ramón
Jiménez (Presagios de Pedro Salinas), que persigue despojar el poema de todo lo anecdótico y
reducir la expresión a lo estrictamente artístico. Les influyen, además, las vanguardias: el ultraísmo
será la base formal de este primer momento, en la línea de las ideas que recoge Ortega en La
deshumanización del arte –una poesía como expresión de la belleza, producto de la inteligencia,
deshumanizada, sin anécdota sentimental y depurada en el lenguaje–. Entre las obras escritas en
estos años destacamos las siguientes:
a. Cántico, de Jorge Guillén: Por su estilo, la poesía de Cántico es deshumanizada e intelectual,
supedita lo emocional a lo artístico en la línea de J. R. Jiménez y, sobre todo, del poeta
francés P. Valery. Por su tono, refleja una actitud vital y optimista, el placer de observar el
mundo y de sentirse vivo.
b. El romancero gitano, de F. G. Lorca: Este libro es un ejemplo perfecto de la unión de
tradición y vanguardia. El metro elegido es el romance octosilábico tradicional, sin embargo
el lenguaje poético que utiliza es moderno y vanguardista, con abundancia de imágenes
brillantes y visionarias, al lado de otros recursos tradicionales como la personificación.
c. Marinero en Tierra, de Rafael Alberti: Recrea las formas de la lírica popular: estilo nominal,
paralelismos, expresividad (exclamaciones, diminutivos) y sencillez léxica.

Segunda etapa (de 1928 hasta la guerra civil). Época humanizada: prospera una paulatina
rehumanización de la poesía, que busca ante todo la autenticidad. El surrealismo influye en esta
nueva tendencia junto con la labor de la revista Caballo verde para la poesía, de Pablo Neruda. La
poesía humanizada intenta expresar la angustia del ser humano, la rebeldía del poeta ante el
entorno hostil. Dentro de la corriente surrealista, Cernuda publica Los placeres prohibidos (1931),
Alberti escribe Sobre los ángeles (1929), Vicente Aleixandre, Espadas como labios (1932), y Lorca
se trae de su estancia en Estados Unidos, Poeta en Nueva York (1929). En palabras de Dámaso
Alonso ésta es una etapa de poesía “humana y apasionada”.

Tercera etapa (Guerra civil y posterior). La etapa social: En estos años de la Segunda República y de
la Guerra Civil, la poesía social alcanza su auge; algunos poetas como Alberti (Con los zapatos
puestos tengo que morir) o Cernuda (Las nubes) adoptan un compromiso político dentro de la
izquierda en defensa de la legalidad republicana.

El exilio: Tras la Guerra Civil, muchos poetas se exilian: Cernuda, Salinas, Prados, Guillén, Alberti. Ya
lejos de España, publican nuevos libros de poemas en los que la nostalgia de la patria perdida, de
los amigos muertos y el desarraigo, serán las notas dominantes. En España permanecen Gerardo
Diego, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Paulatinamente sus creaciones poéticas se hacen más
personales, aunque todos siguieron creando una poesía reflexiva, muy humana, que refleja la
angustia existencial y preocupaciones éticas y sociales. Son de esta última etapa obras
imprescindibles como: Todo más claro de Pedro Salinas, Clamor y Homenaje de Jorge Guillén,
Alondra de verdad de Gerardo Diego, Historia del corazón y Diálogo del conocimiento de Vicente
Aleixandre y Retornos de lo vivo lejano de Rafael Alberti.

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