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Cuento infantil sobre la envidia

Esta es la increíble historia de un niño muy singular. Siempre quería aquello que no tenía:

los juguetes de sus compañeros, la ropa de sus primos, los libros de sus papás... y llegó a

ser tan envidioso, que hasta los pelos de su cabeza eran envidiosos. Un día resultó que uno

de los pelos de la coronilla despertó de color verde, y los demás pelos, al verlo tan especial,

sintieron tanta envidia que todos ellos terminaron de color verde. Al día siguiente, uno de

los pelos de la frente se manchó de azul, y al verlo, nuevamente todos los demás pelos

acabaron azules. Y así, un día y otro, el pelo del niño cambiaba de color, llevado por la

envidia que sentían todos sus pelos.

A todo el mundo le encantaba su pelo de colores, menos a él mismo, que tenía tanta

envidia que quería tener el pelo como los demás niños. Y un día, estaba tan enfadado por

ello, que se tiró de los pelos con rabia. Un pelo delgadito no pudo aguantar el tirón y se

soltó, cayendo hacia al suelo en un suave vuelo... y entonces, los demás pelos, sintiendo

envidia, se soltaron también, y en un minuto el niño se había quedado calvo, y su cara de

sorpresa parecía un chiste malo.


Tras muchos lloros y rabias, el niño comprendió que todo había sido resultado de su

envidia, y decidió que a partir de entonces trataría de disfrutar de lo que tenía sin fijarse en

lo de los demás. Tratando de disfrutar lo que tenía, se encontró con su cabeza lisa y

brillante, sin un solo pelo, y aprovechó para convertirla en su lienzo particular.

Desde aquel día comenzó a pintar hermosos cuadros de colores en su calva cabeza, que

gustaron tantísimo a todos, que con el tiempo se convirtió en un original artista famoso en

el mundo entero.

Cuento sobre la paz para niños: Las flechas del guerrero

De todos los guerreros al servicio del malvado Morlán, Jero era el más fiero, y el más

cruel. Sus ojos descubrían hasta los enemigos más cautos, y su arco y sus flechas se

encargaban de ejecutarlos.
Cierto día, saqueando un gran palacio, el guerrero encontró unas flechas rápidas y

brillantes que habían pertenecido a la princesa del lugar, y no dudó en guardarlas para

alguna ocasión especial.

En cuanto aquellas flechas se unieron al resto de armas de Jero, y conocieron su terrible

crueldad, protestaron y se lamentaron amargamente. Ellas, acostumbradas a los juegos de la

princesa, no estaban dispuestas a matar a nadie.

¡No hay nada que hacer! - dijeron las demás flechas -. Os tocará asesinar a algún pobre

viajero, herir de muerte a un caballo o cualquier otra cosa, pero ni soñéis con volver a

vuestra antigua vida...

Algo se nos ocurrirá- respondieron las recién llegadas.

Pero el arquero jamás se separaba de su arco y sus flechas, y éstas pudieron conocer de

cerca la terrorífica vida de Jero. Tanto viajaron a su lado, que descubrieron la tristeza y la

desgana en los ojos del guerrero, hasta comprender que aquel despiadado luchador jamás

había visto otra cosa.

Pasado el tiempo, el arquero recibió la misión de acabar con la hija del rey, y Jero pensó

que aquella ocasión bien merecía gastar una de sus flechas. Se preparó como siempre:

oculto entre las matas, sus ojos fijos en la víctima, el arco tenso, la flecha a punto, esperar

el momento justo y .. ¡soltar!

Pero la flecha no atravesó el corazón de la bella joven. En su lugar, hizo un extraño, lento

y majestuoso vuelo, y fue a clavarse junto a unos lirios de increíble belleza. Jero, extrañado,

se acercó y recogió la atontada flecha. Pero al hacerlo, no pudo dejar de ver la delicadísima

y bella flor, y sintió que nunca antes había visto nada tan hermoso...
Unos minutos después, volvía a mirar a su víctima, a cargar una nueva flecha y a tensar el

arco. Pero nuevamente erró el tiro, y tras otro extraño vuelo, la flecha brillante fue a parar a

un árbol, justo en un punto desde el que Jero pudo escuchar los más frescos y alegres cantos

de un grupo de pajarillos...

Y así, una tras otra, las brillantes flechas fallaron sus tiros para ir mostrando al guerrero

los pequeños detalles que llenan de belleza el mundo. Flecha a flecha, sus ojos y su mente

de cazador se fueron transformando, hasta que la última flecha fue a parar a sólo unos

metros de distancia de la joven, desde donde Jero pudo observar su belleza, la misma que él

mismo estaba a punto de destruir.

Entonces el guerrero despertó de su pesadilla de muerte y destrucción, deseoso de

cambiarla por un sueño de belleza y armonía. Y después de acabar con las maldades de

Morlán, abandonó para siempre su vida de asesino y dedicó todo su esfuerzo a proteger la

vida y todo cuanto merece la pena.

Sólo conservó el arco y sus flechas brillantes, las que siempre sabían mostrarle el mejor

lugar al que dirigir la vista.


La desobediente tortuguita Ruby. Cuento infantil

Era una vez una tortuguita que se llamaba Ruby y que vivía con su mamá y sus dos

hermanitas tortugas. Un día, la mamá le dijo a Ruby que cuidara de sus hermanitas porque

ella iba al campo en busca de unas hojas frescas para comer.

Ruby le contestó que sí, que ella cuidaría de sus hermanas. Pero a lo lejos, Ruby, la

tortuguita, escuchó una música que le gustaba y se colocó una blusa de color rojo, un

sombrero, una falda amplia y se puso sus tacones para ir a bailar, porque decía que le

gustaba esa música que estaba sonando.

Cuando llegó al lugar de donde venía la música, se encontró que allí vivía un perro que se

llamaba Franklin, el cual le dijo que él tenía mucha hambre y que si ella no había pasado

por algún lugar adonde hubiera comida abundante.

Ella le dijo:

- Tranquilo amigo, yo te voy a ayudar a conseguir comida. Cuando tu dueño se ponga a

comer me avisas.
Así fue, cuando el señor José se iba a llevar un muslo de pollo a la boca, vino la tortuguita

Ruby y le mordió el dedo gordo del pie. Del dolor que le produjo la mordedura de la

tortuga, soltó el muslo de pollo de inmediato, llegó el perro y se lo llevó corriendo para

comérselo lejos porque tenía mucha hambre.

El señor José se puso a llorar; de inmediato su esposa, la señora María le preguntó que

por qué daba tantos gritos. Él le mostró la herida que le había hecho la tortuguita y le pidió

que llenara una olla grande con agua y la pusiera en el fogón a calentar para meter a la

tortuguita dentro del agua caliente y poderla comer.

Después llegó el perro y escuchó que la señora María buscaba afanada a la tortuguita

porque el agua ya estaba caliente, pero Franklin, el perro, sabía que matarían a su amiga la

tortuguita Ruby por haberlo ayudado a conseguir comida.

Olfateó dónde se encontraba la tortuguita que se encontraba debajo de una cama y le dijo:

- Sssssh..., no te preocupes, que cuando se acuesten yo te abro la puerta para que salgas.

Cuando oscureció la tortuguita Ruby salió y el perro se despidió de ella en la puerta.

La tortuguita tuvo mala suerte porque un señor que iba paseando por la calle la vio y la

metió en un saco, pero como el perro vio que Ruby la tortuguita estaba en peligro, corrió

muy deprisa y mordió en la nalga al señor.

Luego el señor soltó el saco y el perro Franklin ayudó a salir a Ruby, la tortuguita, del

saco, cuando de pronto vieron que la mamá de la tortuguita venía, llamándola, junto con sus

hermanitas.
La tortuguita Ruby le prometió a su mamá que la obedecería, ya que casi pierde la vida

por desobedecerla. Y además, no había sido tan responsable dejando a sus hermanitas

solitas.

FIN

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