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1.

Fue humilde desde antes de nacer porque aunque Él todo lo llena (Ef 1:23) y ningún
templo humano lo puede contener, ni aun los cielos de los cielos (1R 8:27), se encerró
durante nueve meses en el vientre de una doncella, empezando su existencia en la tierra
como un embrión diminuto que ningún ojo podía ver.
Aunque Él es Señor de señores, se sometió al edicto de un soberano humano inferior a
Él, para ir a nacer a la ciudad de su linaje como estaba predicho (Lc 2:1-3). Aquel a
cuya voz de comando se hizo la luz y todo el ejército de estrellas (Gn 1:3,14), tuvo que
pegar un grito angustiado, como cualquier recién nacido, para que el aire hinchara por
primera vez sus pulmones (Thigpen).
2. Fue humilde en su nacimiento pues escogió como padres a un hombre y a una mujer
del pueblo y sin mayores recursos, aunque ambos eran -o al menos José (1)- del linaje
real de David, según la profecía (Jr 23:5;33:15; Lc 1:32).
a. No nació en un palacio, como correspondía a un hijo de rey, sino en una cueva donde
se guarecía el ganado por la noche. Algunos alegan que sus padres, si no ricos, por lo
menos eran acomodados. Pero si lo hubieran sido ni siquiera hubieran tratado de
alojarse en el mesón, porque hubieran tenido parientes o conocidos entre los notables de
la ciudad que de buena gana los hubieran acogido. Sus padres pasaron por la
humillación, que lo alcanzaba a Él, de que se les negara lugar en la hostería.
b. Producido el alumbramiento no vino a ver al niño la gente encopetada del lugar,
llevándole finos regalos, sino unos humildes pastorcillos de los alrededores, que no
tenían nada que ofrecerle, porque ni siquiera sus ovejas les pertenecían. En el episodio
de la epifanía angélica se muestra la preferencia de Dios por los humildes y sencillos,
porque no envió a sus ángeles a iluminar la noche de los potentados sino la de unos
pobres zagales (Lc 2:8-14).
c. Es cierto que después fue visitado por unos magos venidos de Oriente, que habían
sido acogidos en la corta de Herodes, y que el niño recibió de ellos costosos regales (Mt
2:11). Pero los magos no pudieron regresar por el mismo camino por donde vinieron
sino que tuvieron que emprender el viaje de retorno en secreto, porque Jesús desde su
nacimiento fue un perseguido (Mt 2:12).
d. No hubo ningún brasero que calentara el ambiente frío de la cueva sino que, según
una tradición que transmite un evangelio apócrifo -y que tiene cierto sustento en Isaías
(2)- fue el aliento de un burro y de una vaca lo que dio calor al niño cuando no estaba en
brazos de su madre.
e. No tuvo una cuna recamada de seda y encajes, sino fue acostado en un rústico pesebre
donde comía el ganado, y tuvo por almohada un puñado de paja.
f. El que estaba por encima de la ley, porque era su autor, se humilló naciendo bajo la
ley, como si fuera esclavo y no heredero, (Gal 4:4,1) y recibió la vida de una mujer que
a Él le debía la vida. El acreedor se hizo pues al nacer, deudor.
g. El HIjo de Dios, que era la pureza misma, y que no podía decir de sí mismo: "en
pecado me concibió mi madre", como el rey David (Sal 51:5b), se dejó circuncidar al
octavo día como cualquier hijo de padres pecadores (Lc 2:21). Él, de quien dice la
Escritura que es "el primogénito de toda la creación" (Col 1:15) y que vino a rescatar a
todo el género humano, tuvo que ser rescatado por sus padres, como cualquier
primogénito de mujer, según lo prescribía la ley del Levítico para los pobres, al precio
de dos tórtolas o palomos (Lv 12:6-8; Lc 2:24), prueba de que ellos no eran ricos.
3. Aunque hubiera podido tener a su disposición una legión de ángeles que lo
defendiera, tuvo que huir de noche a Egipto porque, en su debilidad, no podía hacer
frente a los que lo buscaban para matarlo. (Mt 2:13,14)
4. El Creador y Señor del universo, estuvo sujeto a sus padres, obedeciéndoles como
cualquier niño (Lc 2:51). El que era la sabiduría misma (Pr 8:22,23), tuvo que aprender
las primeras letras, y a contar y a leer. Aunque no está escrito, es probable que, como
todo niño judío de su tiempo, fuera a una escuela para memorizar las Escrituras de las
que Él era autor y que hablan de Él (Jn 5:39).
Vivió escondido durante 30 años en una pequeña ciudad que no gozaba de buen nombre
(Jn 1:46), adoptando como su padre el humilde oficio de carpintero, esto es, el de un
artesano que está al servicio de los que lo necesitan y que depende de ellos (Mr 6:3).
¿Podemos imaginar al divino carpintero discutiendo los detalles del mueble que le
encargan unos clientes de Nazaret que le regatean el precio de su trabajo?
5. Él, que nunca cometió pecado y en quien jamás se encontró nada digno de reproche
(Jn 8:46; Hb 7:26), se hizo bautizar en el Jordán junto con pecadores y publicanos,
como si fuera uno de ellos, por un hombre que se reconocía y era inferior a Él, no
siendo digno ni siquiera de desatar sus sandalias, y que, por ese motivo, se negó
inicialmente a bautizarlo (Mt 3:13-15; Lc 3:16).
6. Se preparó para la vida pública ayunando durante 40 días y dejándose tentar por el
diablo como un común mortal. Aunque con una sola palabra de su boca hubiera podido
apartar al Maligno (Mt 8:16), se dejó llevar por Lucifer a lo más alto del templo y a la
cima de una montaña. Y en ese lugar permitió que Satanás le dirigiera palabras irónicas
instándole a arrodillarse delante suyo y a adorarlo (Mt 4:1-11), Él, delante de quien se
arrodillan los ángeles y la creación entera (Flp 2:10).
7. Empezó su predicación yendo a Nazaret, la ciudad donde había crecido, para ser
rechazado por sus compatriotas, al punto que tuvo que abrirse camino a través de ellos
porque querían desbarrancarlo (Lc 4:28-30). No quisieron reconocer al Espíritu que
hablaba a través suyo y se escandalizaron de Él diciendo: "¿No es éste el hijo del
carpintero? ¿No se llama su madre María?...y sus hermanas ¿no viven todas entre
nosotros? (Mt 13:55-57). En esa ocasión, como en tantas otras, se cumplió la palabra:
"Vino a lo suyo y los suyos no le recibieron..." (Jn 1:11) ¡Qué mayor humillación que su
propia sangre no lo reconozca! ¡Hasta sus hermanos no creyeron en Él! (Jn 7:5).
8. Siendo rico se hizo pobre para que nosotros fuésemos enriquecidos con su pobreza
(2Cor 8:9), y no tenía dónde recostar la cabeza (Lc 9:58). Durante su vida pública pudo
alimentarse gracias a que un grupo de mujeres piadosas se ocupaba de que nada le
faltara (Lc 8:3).
9. Escogió como discípulos no a hombres cultos y sabios, sino a rudos e ignorantes del
pueblo, en su mayoría pescadores de oficio (Mt 4:18-22). Cuando los demonios
proclamaban que Él era el Hijo de Dios, Él les ordenaba callarse (Mr 1:23-25,34, y
pedía a los enfermos que sanaba que no divulgaran el hecho (Mt 8:4;9:30).
10. Predicó preferentemente a los pobres y a los enfermos y le gustaba rodearse de
niños, a quienes, por lo general, los mayores no dejaban a acercarse a los adultos (Mr
10:13,14). Se sentaba a comer con publicanos y pecadores, odiados por el pueblo y
despreciados por la gente piadosa (Mt 9:10,11).
11. Se sometió a las flaquezas de nuestra carne, experimentando hambre, sed y
cansancio (Jn 4:6-8), El, cuyo poder sostiene la creación (Hb 1:3) y que es fortaleza de
los desfallecidos (Flp 4:13).
a. Siendo Él la encarnación de la verdad (Jn 14:6), se sometió a la humillación de que
los judíos pusieran en duda su palabra (Jn 5:43; 8:45) y la discutieran, llegando incluso
algunos a sugerir que estaba endemoniado (Jn 8:48). Inclusive algunos de sus
discípulos, desconfiando de Él, lo abandonaron (Jn 6:66),
b. No se exaltó a sí mismo sino que remitió todo juicio al Padre (Jn 8:16), cuya gloria
buscaba, no buscando la propia (Jn 8:49,50). Al Padre atribuía su doctrina, no a su
propia ciencia (Jn 7:16; 8:28) e, incluso también, los milagros que obraba (Jn 14:10).
c. Él, a quien sirven los ángeles (Mt 4:11) dijo de sí mismo que no había venido para ser
servido sino para servir. (Mt 20:28).
12. Tuvo su momento de gloria cuando fue aclamado por la multitud a su entrada a
Jerusalén, pero lo hizo no llevado por un carruaje sino montado sobre un pollino, para
que se cumpliera lo anunciado por el profeta Zacarías (Jn 12:14,15; Zc 9:9) y no trató de
explotar ese éxito momentáneo para aumentar su popularidad, como habría hecho un
político, sino que se retiró enseguida a Betania (Mr 11:11).
a. Cuando la gente quiso coronarlo rey se ocultó de ellos (Jn 6:15), pero cuando lo
cubrieron de reproches se mostró a la vista de todos, humillado, sangrante y digno de
lástima (Jn 19:4,5). El que corona de gloria a sus siervos fieles fue coronado de espinas
por enemigos crueles.
b. Pasó por la afrenta de que el populacho prefiriera salvar la vida de un delincuente
antes que la suya, a pesar de que Él había sanado a tantos y nunca había hecho mal a
ninguno (Lc 23:17-23; Hc 3:14). El más admirable de todos los hombres aceptó ser
tratado como el más despreciable.
13. Pero el ejemplo de humildad más alto lo dio Jesús en la Ultima Cena, cuando se
inclinó a lavar los pies de sus discípulos: "¿Cómo -protestó Pedro- tú me vas a lavar los
pies a mí? De ninguna manera".
a. Era una protesta justificada. En la antigüedad la tarea de lavar los pies a los que
entraban a una casa con las sandalias cubiertas de polvo correspondía a los esclavos.
Nunca el dueño de casa, o el anfitrión, se hubieran rebajado a hacerlo personalmente.
Habría sido una humillación abyecta.
b. Pero Jesús quiso lavarle los pies a cada uno de sus discípulos: "Si yo no te lavo los
pies ahora, no tendrás parte conmigo." ¿Cómo, Jesús? ¿tú quieres lavarme los pies, a mí
que soy un pecador? "Lo que yo hago no lo comprendes ahora, pero algún día lo
comprenderás" (Jn 13 6-9).Que el inferior se incline ante el superior, y el menor ante el
mayor, no es propiamente humildad sino realismo; es reconocer la realidad de los
hechos, situarse en la verdad. Pero que el superior se incline ante el inferior, el que es
más ante el que es menos, la divinidad ante la humanidad, ésa es verdadera humildad,
una humildad sublime; que el mayor reconozca el valor del menor y se incline ante él,
eso es algo que sólo Dios puede hacer (Guardini). Pero Él lo hizo, entre otras razones,
para darnos ejemplo: Para que el mayor entre nosotros se incline ante el menor; para
que el patrón se incline ante el sirviente; el maestro ante el discípulo; el que de su
abundancia ofrece, ante el que en su pobreza recibe.
14. Para poder humillarse de esa manera es necesario vaciarse de sí mismo. Y eso fue lo
que hizo Jesús, "en quien habita corporalmente la plenitud de la deidad" (Col 2:9), "el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como algo a lo que
necesitaba aferrarse, sino que se despojó a sí mismo" de todo signo exterior y atributo
de la divinidad. Precisamente porque era Dios podía desprenderse de los signos
distintivos de su grandeza, y aparecer como un ser cualquiera, "tomando forma de
siervo," --como lo somos nosotros realmente comparados con Dios-- "hecho semejante
a los hombres" (Flp 2:6,7).
El que es poca cosa teme desprenderse de ese poco, porque sabe que en aferrarse a ese
poco radica su único valor. Pero el que lo es todo, puede desprenderse de su grandeza
visible, porque aun desnudo de ella, sabe cuál es su valor. El fuerte no necesita mostrar
su fuerza, le basta saber que la tiene. Pero el débil hace alarde de su mínima fortaleza,
porque es todo con lo que cuenta.
a. "...Y estando en la condición de hombre se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte..." (Flp 2:8).
b. ¿A quién obedeció Jesús cuando se puso en manos de sus enemigos? "Como oveja
fue conducido al matadero" (Is 53:7). Obedeció a sus trasquiladores sin pronunciar
palabra de protesta. Obedeció sin quejarse a los que lo iban a crucificar.
c. "Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz." Las muerte más horrible de la
antigüedad, la más humillante, la más dolorosa.
d. "Maldito todo el que cuelga de un madero...". Él, que es origen de todas las
bendiciones que fluyen a la humanidad, se hizo "maldición por nosotros..." (Gal 3:13;
Dt 21:23).
e. Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros (2Cor 5:21) cargando
en su cuerpo todos los pecados de la humanidad sobre el madero (1P 2:24).
f. El que era el autor de la vida gustó de la muerte por todos (Hb 2:9), y el que
expulsaba demonios "por el dedo de Dios" (Lc 11:20), pasó por la humillación de ser
vencido por el "que tenía el imperio de la muerte, esto es, el diablo" (Hb 2:14), pero
para triunfar finalmente sobre él, anulando su poder.
15. ¿Puede Dios morir? Esa idea tan absurda escandalizaba a los paganos, cuyos dioses
no podían morir porque los suponían inmortales. ¿Qué clase de Dios es éste a quien
adoran los cristianos, que puede morir, y todavía, en manos de sus torturadores? Ese no
es Dios, es una caricatura de Dios.
Por eso dijo Pablo que para los gentiles "el mensaje de la cruz es locura" (1Cor 1:18).
Pero quienes inventaron esa locura no fuimos nosotros, fue el propio Dios, que quiso
pasar por loco por amor a nosotros. Y por nosotros se sometió a las torturas más
terribles.
¡Qué humildad la del que tiene todo el poder como para borrar con un solo soplo de la
faz de la tierra a los que lo crucificaban y, no obstante, se sometió a sus maltratos, a sus
insultos, a sus burlas, a sus azotes, a sus escupitajos, sin pronunciar una sola palabra de
queja!
Jesús en la cruz se humilló hasta mendigar de sus verdugos una gota para calmar su sed;
se humilló hasta pedir al Padre que perdonara a los que lo clavaban; se humilló hasta
parecer, no, hasta sentir, que el Padre lo había abandonado (Jn 19:28,29; Lc 23:34; Mt
27:46).
16. Teniendo tal ejemplo ¿cómo podemos sus discípulos pretender que se nos honre y se
nos alabe? Si el Rey de la gloria, a quien los ángeles alaban sin cesar, y la creación
entera rinde tributo, aceptó ser desechado y despreciado entre los hombres ¿cómo
nosotros, que somos polvo y ceniza, pretendemos que se nos aplauda? ¿No es ridículo
que el gusano se infle de orgullo queriendo ser apreciado, cuando Aquel que con su solo
pensamiento puede aplastarlo, aceptó ser humillado?
Si para Jesús haber sido humillado por nuestra causa es uno de sus mayores títulos de
gloria ¿no lo será para ti también ser humillado por su causa? Si Él no rehuyó el oprobio
por el gozo puesto delante de Él (Hb 12:2), ¿no aceptarás tú lo mismo por el gozo de
seguir sus pasos?
Reconozcamos que nada somos delante de Dios, inclinémonos ante su Majestad. Pero
inclinémonos también, cuando sea necesario, siguiendo su ejemplo, delante de nuestros
semejantes, incluso delante de nuestros enemigos y de los que son en el mundo menos
que nosotros. (12.01.02)

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